En el presente capítulo, nos centraremos en sus aportaciones sobre la lengua cunza de los atacameños o lickan antai, habitantes de las zonas aledañas al salar de Atacama.
Una reedición reciente.
A la caza de información lingüística y antropológica.
¿Cómo obtuvo San Román sus informaciones?.
El análisis de los textos que más abajo analizamos en detalle, nos ha convencido que San Román poseía más material lingüístico que el que nos presenta en su conocido artículo "La lengua cunza de los naturales de Atacama". Y es lo que hemos podido comprobar al espigar en su denso trabajo en tres tomos sobre su viaje por la zona de Atacama. (reedición de Cristian Muñoz, 2004). Aquí, en efecto, han aparecido nuevos términos y nuevas traducciones de topónimos lickan antai.
Nuestro interés por la lengua cunza.
Un informante anciano en el oasis de Tilomonte.
El pequeño lugarejo de Tilomonte es el último lugar habitado en el extremo sur del Salar de Atacama. Hoy (2016) se encuentra - desde hace varios decenios- totalmente deshabitado; sólo sus ruinas y chacras abandonadas constituyen hoy un pálido testigo de lo que un día fue. Sus pequeñas chacras de maíz pertenecían y fueron cultivadas por habitantes del pueblo de Peine, distante sólo unos pocos kilómetros hacia el norte. El ingeniero San Román y su comitiva científica llegan extenuados y agotados a este pequeño oasis, en la primera quincena del mes de Mayo del año 1885. Habían salido del puerto de Taltal por ferrocarril hasta Refresco, y de allí en mula avanzaron penosamente hacia el norte, pasando por Río Frío, Imilac, las Zorras, teniendo a la vista, a la derecha (Este) las faldas imponentes del volcán Llullaillaco. Fueron muchas jornadas de penoso viaje, donde perdieron varias mulas por cansancio, extenuación y agotamiento. El pequeño oasis de chañares y algarrobos, con sus chacras de alfalfa fue su salvación y alivio. Aquí, durante varios días, se reponen del tremendo esfuerzo exigido a hombres y animales. Así describe San Román el arribo a Tilomonte: "un lugarejo donde moraban algunos indígenas y donde podía contarse con algunos auxilios" (2014: 134). Entre las triangulaciones y las observaciones astronómicas, que les exigía la confección de un plano confiable de la región recorrida, se da el tiempo para realizar sus primeras entrevistas de tipo lingüístico. Así lo relata en su trabajo:
"Los días de campamento en Tilomonte, como era de costumbre, se ocupaban en las observaciones astronómicas de longitud y latitud, en los de declinación magnética, de temperatura, etc., pero en esta ocasión, comenzaron también a extenderse algunas indagaciones filológicas, tarea en que tuvo por auxiliar de aquella primera tentativa, al ingeniero Pizarro, que recogió algunas voces de boca del anciano patriarca de aquel lugar, don Juan Matías Silvestre, entonces de 98 años de edad. La longevidad ofrece casos muy extraordinarios en aquellas localidades de vida patriarcal, y solo entre los ancianos de más o menos un siglo de edad se conserva la posesión del idioma indígena de aquella región que se circunscribe a la cuenca geográfica de Atacama propiamente dicha".
Por lo que nos dice el propio San Román, es ésta la primera oportunidad en que nuestro investigador tiene ocasión de escuchar a un atacameño o lickan antai hablar en su propia lengua. San Román tiene aquí la ayuda de un colega ingeniero, también interesado en retener las voces de esta extraña y hasta entonces desconocida lengua. San Román, desde el primer momento, se da perfecta cuenta de la importancia de esta recopilación de voces de esta lengua ignota, a la que llama con razón "reliquia de la filología".
Continúa así su relato:
"Tuve siempre gran interés, ya que se emprendía el estudio industrial y geográfico de aquel territorio, en agregar también todo lo que me fuera posible sobre el idioma y costumbres de los indígenas que lo poblaron y de los cuales quedan aún tipos puros que bien pronto habrían de desaparecer sin dejar vestigio de su pasado". (2014: 137; subrayado nuestro).
Estas expresiones suyas revelan el sumo interés que le produjo el encuentro con hablantes de la lengua atacameña. ¿Supo San Román de la existencia de esta lengua desde antes de su arribo a Tilomonte?. No sabemos -y tampoco hay indicios de ello en su relato- si entre sus guías venían ya algunos atacameños. Es altamente probable que así fuera, ya que de otra manera difícilmente hubieran hallado el camino y los lugares de abastecimiento. En efecto, los atacameños eran los asistentes obligados en el cruce de esta sección del desierto. Ellos conocían como nadie la ruta, sus aguadas, los lugares de existencia de forraje animal o los sitios de acampada. Rutas que ellos bien conocían por ser avezados cazadores de chinchillas y guanacos. De ser así, como suponemos, San Román debió estar previamente informado que había en Tilomonte ancianos que la hablaban aún. ¿Qué mejor ocasión de obtener datos de esa lengua, aprovechando su obligado descanso de varios días?.
Y prosigue la narración:
"A fin de salvar y conservar algo de esta reliquia de la filología, americana, repetí mis indagaciones en Peine, lugarejo inmediato y de mucha mayor importancia que Tilomonte, sirviéndome del anciano Manuel Pachao que se decía tener 120 años de edad y que conservaba fresco no solo el recuerdo de las campanas (sic! por campañas) de Belgrano, sino que, también, se remontaba hasta acontecimientos vecinos a la creación del Virreinato...".(2014:138; subrayado nuestro).
Al parecer, solo interrogan en Tilomonte a una sola persona de edad, al anciano Manuel Pachao y registran de su boca los primeros elementos del vocabulario cunza. Después de las frases aquí transcritas, se extiende San Román en algunas disquisiciones de menor interés sobre la notable longevidad de habitantes de estos lugares apartados.
El relato continúa:
"en Toconao y así sucesivamente hasta llegar a San Pedro de Atacama, fui poco a poco adquiriendo los rudimentos de la lengua Cunza que ya han visto la luz pública y han servido de base para nuevos estudios e indagaciones por diversos escritores extranjeros y nacionales, entre éstos, don Aníbal Echeverría Reyes" (2014: 138; subrayado nuestro).
San Román se interesa muy vivamente por registrar este idioma que él sabe bien es totalmente desconocido y nuevo para la ciencia de la filología. En efecto, el mismo había publicado poco antes su artículo: "La lengua cunza de los naturales de Atacama" (Santiago, Imprenta Gutemberg, 1890). Se adelanta así en cinco años a la publicación del famoso "Glosario de la lengua atacameña", del presbítero Emilio Vaïsse y otros, editado a fines del año 1895, en los Anales de la Universidad (de Chile), Tomo XCI, Imprenta Cervantes, Santiago (pp. 527-556). Lo interesante es que sabemos hoy muy bien de qué sector de Atacama eran los hablantes, y dónde habían los viajeros obtenido todo su material filológico.
En el poblado de Sóncor aporta nuestro relator varias y valiosas raíces kunsa:
"Encontrando otra vez en Soncor al anciano Juan Silvestre, de quien obtuve las primeras nociones de la lengua cunza de los atacameños, pude agregar al glosario de voces algunos nombres geográficos de las últimas regiones exploradas. Así resultó que la cordillera de Tátio derivaba su nombre del hecho de ser esta voz equivalente a ´horno´, lo cual coincide con la existencia de conos volcánicos que tienen efectivamente esa forma. El cerro Onar o más bien, aspirando, Hónar, muy nombrado en la cuestión internacional, pero que desfiguran en Jonal, significa ´quemado´.
Los numerosos nombres de los ríos que llevan antepuesta la voz puri, agua, explicaban que purilanjti es ´agua corriente´; puripica es ´agua dulce y potable´; puricujter, ´agua gruesa o salobre´; puritama, ´agua caliente´; purilari, ´agua colorada´; etc.; y si se pospone la voz, se modifica el sentido, como en chucumpuri, ´agua de los mosquitos´ ". (2014: 191; subrayado nuestro).
Importancia lingüística.
El párrafo recién anotado es de un gran interés lingüístico, pues refleja el insistente afán del ingeniero San Román por averiguar, en cada caso, el significado exacto de las denominaciones de diversos elementos geográficos del paisaje que se exhibía a su vista, así como el respectivo modo de construcción gramatical. Se observa bien cómo cada denominación obedece a características físicas, claramente visibles. San Román se percata de inmediato de este tipo de diseño lingüístico, y anota en seguida: "Es propio de todos los nombres indígenas de lugares que siempre se traducen en expresiones que describen su forma y aspectos, sus caracteres y rasgos prominentes". (2014: 191).
Últimas referencias filológicas.
"Llegaba un viajero de un lugar llamado Chajnantur, lugar donde hay algarrobos y se prepara una bebida que equivale a "aloja dulce"; el volcán aquí teníamos al frente era el Laskar, que significa "lengua", coincidiendo esta palabra con la forma algo alargada y angosta del referido cerro; el Léjia, ´pelado´, lleva también apropiadamente su nombre pues en sus flancos verticales y su cumbre, lisa y como pulimentada, no alcanza a detenerse la nieve, y aparece siempre pelado o desnudo". (2014: 191; subrayado nuestro).
Corrección ortográfica.
Por fin, en el capítulo dedicado por San Román a la Orografía, encontramos la siguiente cita que involucra una interesante corrección de nuestro autor a la toponimia en boga por entonces y que aún hoy se sigue utilizando erróneamente en la cartografía de la zona atacameña como "Sapaleri".
Comentario lingüístico y eco-antropológico.
1. Las referencias que aquí hemos citado y que nos trae San Román en su extenso y circunstanciado relato de sus expediciones a la zona atacameña durante el año 1884, nos han aportado algunas novedosas indicaciones lingüísticas, de gran valor, que no figuran en su obra dedicada más bien al examen de la gramática atacameña, además algunas de ellas, tampoco figuran en el Glosario de la Lengua Atacameña de Emilio Vaïsse y otros (1895). En otras palabras, el relato de San Román nos entrega elementos nuevos para el estudio de esta lengua.
2. En consecuencia, creemos que todavía es posible rastrear algunas voces y su significado en la lengua cunza hurgando en relatos poco conocidos de exploradores tempranos, anteriores a la obra "Peine un pueblo atacameño" de Grete Mostny (1954). Estimamos que valdría la pena escudriñar estos retazos de información en autores como el geógrafo Luis Riso Patrón u otros exploradores de la cordillera de Atacama como Alejandro Bertrand u otros, menos conocidos.
3. Resulta muy interesante constatar que las voces para conformar una gramática de la lengua kunsa fueron todas obtenidas entre San Pedro de Atacama y lugares algo más alejados como Toconao, Sóncor, Cámar, Peine, Socaire, Tilomonte, algunos de ellos, lugarejos insignificantes, poblados por escasas familias de agricultores. Lugares todos ellos sitos en torno al gran salar de Atacama. Solo nos llama la atención la ausencia del poblado de Talabre, entre los nombrados. Por lo demás, por entonces (1885), según el testimonio de varios autores, el cunza ya no era hablado en la sección norte, junto al río Loa y sus afluentes, donde ciertamente existió con anterioridad, como consta claramente por el "Libro de Varias Ojas" registro parroquial del pueblo de Chiuchíu, publicado por el historiador José María Casassas en 1974 (Cf. La región atacameña en el siglo XVII, Universidad del Norte-Chile, Antofagasta, 1974).
4. Entregamos con especial afecto este pequeño aporte adicional sobre la lingüística de la lengua atacameña o cunza, como obsequio particular nuestro a los queridos hermanos atacameños o lickan antai que buscan hoy escudriñar afanosamente sus raíces. Tuvimos, en efecto, el gran honor de formar tres generaciones de profesores primarios atacameños en la universidad Arturo Prat de Iquique, entre los años 1993 y 1996, entregándoles entonces las bases antropológicas para una genuina re-etnificación y un anhelo creciente por recuperar su identidad como pueblo lickan antai.
(En proceso de construcción).