Fig. 1. Desde el mirador instalado por la "Fundación Desierto de Atacama" hacia el conjunto de cerros pintados de Chug-chug. Vista desde el SE al NW. (foto Pedro Lázaro B., 02-12-2016).
Fig. 2. Laderas de cerros cubiertas literalmente con las figuras llamadas "geoglifos", dibujados en sus flancos que miran hacia el Este y Sureste. Fotografía de Pedro Lázaro B., tomada desde el sur Este, al aproximarnos al sitio arqueológico (02-12-2016).
Fig. 3. Fotografía del afiche publicado por la "Fundación Patrimonio Desierto de Atacama" que muestra muy bien la enorme y confusa concentración de figuras en las laderas de cerros que miran hacia el sur y sureste de la estribación montañosa de Chug-chug, elegida como soporte para el dibujo de numerosas escenas, como parte de un culto ancestral.
La primera vez que escuché este extraño y sonoro nombre indígena, fue de labios de mi amigo, ya fallecido, el arquitecto iquiqueño Patricio Advis Vitaglic. Estaba entonces Patricio preparando su último libro, dedicado al estudio minucioso del paso de Diego de Almagro por el desierto chileno. Me mostró ansioso las páginas originales ya escritas, llenas de correcciones a mano. Era su orgullo, pues en él había invertido cientos de horas de paciente revisión de textos de Crónicas españolas, y otras cientos, en expediciones en terreno, siguiendo tramos del Qhapaq Ñan que cruza el Tamarugal.
Esta escena ocurrió por allá por los años 2001 ó 2002. Trabajaba Patricio en una estrecha oficina en el departamento de arquitectura de la Universidad Arturo Prat, en Iquique, en calle Baquedano. Estantes llenos de libros casi impedían ver las paredes de su cuarto. Fumador impenitente, encendía un cigarrillo tras otro, en el decurso de la conversación. Recuerdo que este humo me molestaba y procuraba yo evadir disimuladamente su vaho, cambiando un tanto de postura, para eludir su efecto directo. El aspirar el humo del cigarrillo parecía ser, sin embargo, parte integrante de su rica personalidad. También fue, por desgracia, causal directa de su temprana muerte. Advertido muchas veces respecto de su peligrosidad, nunca quiso hacer caso; lo atestigua su esposa. Daba la impresión de que sin este acicate constante de la nicotina, su mente no funcionaba tan bien. El lo sabía.
Dialogando con Advis.
Un día en que pasaba yo a hacer mi clase de Antropología a alumnos de la carrera de Arquitectura, me llamó. Quedamos de charlar largamente unas vez terminada mi clase. Así lo hicimos. Nos enfrascamos en una animada conversación sobre las características físicas del paisaje del desierto que Almagro cruzara a caballo, con sus rendidas huestes de castellanos e indios prisioneros en cadenas. Conociendo Advis mi interés por la biogeografía y la botánica, discutíamos sobre las especies de plantas que pudo Almagro y su hueste utilizar durante dicho penoso viaje. El abastecimiento de agua en las aguadas, era otro punto de examen en común. Las Crónicas son demasiado escuetas al respecto. Apenas nos dan unas tenues luces, a pesar de que algunas de ellas fueron escritas por testigos presenciales, como Mariño de Lobera, Gerónimo de Bibar o Cristóbal de Molina. Conversábamos, igualmente, sobre el tipo de puquios (pozos) y vertientes que pudo Almagro hallar en su trayecto y su forma de aprovechamiento. De pronto, afloró en nuestra conversación el sitio de Chug-chug. ¿Lo conoces?, me preguntó. "No aún", le dije y "es ése uno de los lugares que quisiera visitar". "Sospecho, me dijo, que ese lugar tiene una enorme importancia en la ruta de los antiguos
chasquis, mensajeros del Inca". Porque - insistió - ¿cómo explicar, si no, su enorme riqueza en figuras grabadas en los cerros (geoglifos) en un sitio aparentemente tan seco, tan inhóspito?. ¿Fue dicho lugar una encrucijada de caminos, uno en dirección a Quillagua y la desembocadura del río Loa, y otro, hacia al norte, en procura de las quebradas de Maní y Huatacondo?. "Horacio", me dijo, "tenemos que planificar una expedición para conocer Chug-chug; ese sitio me intriga desde hace mucho tiempo".
"No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy".
Por desgracia, nunca pudimos efectuar tal viaje y hasta hoy lo lamento infinitamente, pues visitar sitios con un arquitecto de la talla de Patricio, tan versado en el conocimiento de las fuentes españolas, era una ocasión maravillosa para captar sus impresiones, sus ideas y contrastar en terreno sus audaces hipótesis y sus interpretaciones de las fuentes escritas Es lo que nos suele ocurrir: so pretexto de trabajos urgentes, dejamos para el mañana lo que nunca termina siendo realidad. De haber yo por entonces insistido y porfiado, dicho viaje se hubiera realizado. Y, tal vez, nuestros estudios posteriores respecto a la vialidad incaica, hubiesen tomado un rumbo diferente...
Nuestra visita a Chug-Chug en Diciembre del año 2016.
Pasaron raudos trece o catorce años. Chug-chug estaba siempre presente en nuestra retina, pero brumoso y lejano. Recibo de pronto de Calama una gentil invitación del Director del Museo de dicha ciudad, Osvaldo Rojas, para ir a esta ciudad de la Región de Antofagasta a dar una charlas sobre tópicos de mi particular interés. Eran éstos: el estudio de las nieblas costeras y el aprovechamiento del agua atmosférica, y nuestra experiencia reciente sobre el Camino del Inca en Tarapacá, tema que veníamos estudiando desde el año 2011 con colegas arquitectos de Iquique. En el trayecto, ya acercándonos a la mina de cobre de Chuquicamata, acompañado de mi excelente amigo Pedro Lázaro Boeri, pasamos junto a una huella que conducía hacia el N, a las figuras de Chug-chug, tal como lo indica un rótulo del camino. Una reciente y excelente huella compactada con sal, nos lleva en pocos minutos a los cerros distantes unos 14 km hacia el Norte. Hemos llegado a nuestra anhelada meta.
La acogida en Chug-chug
Aquí nos espera la primera sorpresa: varios domos de una blancura inmaculada, al pie de la cadena de cerros bajos, contrastan con el tono café-grisáceo sucio del paisaje circundante, estéril y solitario. ¡"Hay cuidadores"!, exclamamos. En efecto, la "Fundación Desierto de Atacama", presidida por el dinámico arqueólogo Gonzalo Pimentel (www.fundaciondesiertoatacama.cl), ha instalado aquí hace alrededor de un año, un centro de control y vigilancia para proteger y custodiar esta valiosa área arqueológica. Aquí se ofrece descanso del sol implacable, baños, y una completa información turística sobre este sitio arqueológico que la Fundación ha decidido proteger, estudiar y dar a conocer a los visitantes. Nos alegra mucho esta innovadora iniciativa de protección cultural, único ejemplo semejante que conocemos en el Norte Grande de Chile. Vemos aparecer una joven pareja, con un niño pequeño, bien instruida sobre el valor arqueológico del sitio y sus figuras grabadas en la superficie de los cerros. Ellos son, a la vez, custodios y guías para el visitante. Su entusiasmo por dar a conocer este centro arqueológico nos sorprende gratamente y nos alegra: ¡por fin aparecen iniciativas de protección cultural, reales y efectivas!. Hay dos miradores con asientos, instalados a cierta distancia de las figuras, para poder admirar tranquilamente, sin prisas, el efecto visual de las mismas en su admirable conjunto. Algunas de las imágenes aquí mostradas, son fotos nuestras tomadas de un afiche de la Fundación Desierto de Atacama, editado para dar a conocer este increíble lugar.
El escenario pictórico.
Fig. 4. El color oscuro del cerro corresponde a la presencia de infinitas piedras de origen volcánico, desparramadas por su superficie. Ésta, tapizada de piedras pequeñas, constituyó el soporte ideal para la confección de figuras
in situ. (Foto Pedro Lázaro B., 02-12-2016).
Un escenario ideal para la creación de geoglifos.
La cadena de cerros bajos que muestran las figuras 1, 2 y 4, constituye hoy el límite más o menos impreciso entre la Iª y IIª Región de Chile, fue utilizada antaño por los indígenas para grabar en sus superficies suaves y apacibles declives, centenas de las más variadas figuras. El lugar se encuentra en las coordenadas UTM 482299 N y 7545197 E, a una altitud de 2.057 m. s.n.m. Hay en el área más de 500 figuras "esculpidas" allí hace mucho más de 500 años. Algunas, tal vez mil; otras, tal vez bastante más. Las hay de círculos, simples y dobles (con y sin un relleno o punto central), rombos escalerados conformados por cuadrados bien delineados, figuras semejantes a la Cruz de Malta, diversos personajes humanos estilizados, con tocados (¿tal vez representando shamanes o brujos?), dibujos de llamos, parinas y lagartos. Algunas figuras semejan estrellas, otras muestran balseros en balsas...Un sinnúmero impresionante de figuras, en su mayor parte abstractas (más del 80%, estimo a la carrera), de muy compleja y discutible interpretación.
¿Con qué fin las dibujaron?.
La abigarrada multitud de imágenes mira en diversas direcciones y es evidente que no hubo aquí un propósito definido de presentar paneles bien ordenados de figuras, destinados a ser admirados desde un solo punto, como quien admira, absorto, la escena de un cuadro en un museo. Más bien obedecen ellas -creemos nosotros- a una lógica muy distinta de la nuestra; una lógica destinada no a una mera observación contemplativa, sino a expresar una necesidad imperiosa, de tipo ritual-religioso. La necesidad de los viajeros de dejar estampada unas figuras, en cualquier parte del cerro sagrado, a la manera de ex votos, y a la vista, para pedir protección o, tal vez, a la vez, para expresar agradecimiento a sus deidades tutelares en el transcurso del viaje emprendido. No imaginamos otra explicación al observar el aparente terrible y confuso desorden de las figuras, desorden que parece contradecir la más elemental lógica pictórica.
¿Tendría cada etnia aquí la reproducción de su imagen votiva particular?.
Podríamos imaginar que cada grupo humano, perteneciente a un determinado ayllo o comunidad, al pasar por este paraje quiso dejar reproducida aquí para la posteridad (
in aeternum) su figura predilecta, tal vez de su divinidad o de su genio protector. En realidad, debemos confesar sin rubor que sabemos muy poco, o casi nada acerca del significado de los símbolos aquí manifestados. A lo más, intuimos vagamente su sentido muy general, basado en su religiosidad inmanente, íntimamente ligada a la naturaleza, y de un carácter fuertemente animista. Estos códigos antiguos, hoy tan misteriosos para nosotros, desafían francamente nuestra interpretación. Si alguien pretende decirnos hoy que ha descubierto su significado o su sentido recóndito, lo más probable es que se equivoque. Carecemos hoy de una mentalidad religiosa al estilo de antaño, cuando la naturaleza circundante tenía un sentido muy diferente al que le damos hoy. Antaño, el hombres se sentía parte integrante de la naturaleza, a la que consideraba viva y a ella y a sus seres misteriosos, acudía con humildad y respeto, implorando sus favores. Esta actitud reverente ante la roca, la cima montañosa, la vertiente, la laguna o el río, nos es hoy totalmente ajena y lejana, porque prácticamente todas las grandes religiones dominantes hoy son creacionistas y nos hablan de una divinidad única, trascendente, creadora y animadora del mundo y del hombre y , por lo tanto, superior a ellos.
¿Cómo están hechas sus figuras?
El sustrato elegido como base, fue la superficie plana o semiplana de esas laderas suaves de cerros bajos, tapizada de pequeñas piedras de colores oscuros, producto evidente de antiquísimas erupciones volcánicas. La carencia casi absoluta de lluvias en esta zona hiperárida (nos hallamos en el desierto más árido de la tierra), ha permitido la conservación
in situ de los materiales superficiales que casi no han experimentado cambio alguno a través de los siglos o milenios. Esta superficie tersa, llena de minúsculas piedrecillas de colores oscuros o brillantes fue removida por el artista con el objeto de dejar ver, por contraste, el color blanquecino del sustrato subyacente, de origen volcánico. Las piedras de color negro gris oscuro o pardo que tapizan el lugar y que los vientos han pulido y dejado visibles, fueron cuidadosamente alineadas en el contorno de la figura elegida, delineando con precisión su imagen (animal, geométrica o humana). La figura, pues, aparecería así a los ojos del espectador gracias a un doble trabajo: 1) el raspado de la superficie para dejar a la vista el color claro del subsuelo, y 2) el implante y la colocación en sus bordes de piedras de un tamaño uniforme, cuyo conjunto reproducirá la forma exacta de la figura que se quiere así dibujar, sea ésta una figura geométrica (círculo, cuadrado, rombo), sea un ave, un animal, un ser humano u cualquier otra figura preferida. Como la superficie elegida de la ladera o cima posee en forma natural un tapiz formado por infinitas piedrecillas de color oscuro (de antiguo origen volcánico), constituye éste un inmejorable soporte para la obra del artista.
No fueron creados en cualquier cerro.
No cualquier cerro ni cualquier ladera, en consecuencia, fueron considerados aptos para servir de soporte a un geoglifo. Por ejemplo, una duna o un médano de arena serían totalmente inservibles para este propósito. Tampoco sirve al efecto un cerro de superficie perfectamente lisa, sin presencia de abundantes piedras de color oscuro. Y menos aún, un cerro o ladera rocosa, cubierta de enormes rocas o piedras. Esta exigencia básica, restringe bastante las posibilidades de hallar sitios aptos y adecuados. Por fortuna, en la superficie del desierto de Atacama, sujeta antaño a vigorosos y frecuentes episodios volcánicos, abundan las piedras de colores oscuros: andesitas, riolitas o basaltos, rocas que constituyen un excelente material de base para la construcción y elaboración de un geoglifo.
Diseños hechos en tierra: los "geoglifos".
Estas figuras delineadas con piedrecillas de los mismos cerros, han sido denominadas "geoglifos", por tratarse de "glifos" o dibujos (del verbo griego glifein = diseñar, dibujar ) hechos en tierra (geos, en griego). La expresión "geoglifo" fue acuñada por la Dra. Grete Mostny Glaser, arqueóloga austríaca avecindada en Chile, en la década del 40 del pasado siglo, y ha sido hoy recogida y aceptada generalmente en América para designar estas manifestaciones de arte rupestre, características del desierto hiperárido, casi del todo desconocidas en otras latitudes.
¿Cómo los hicieron?.
La técnica usada en Chug-chug, difiere bastante de la usada en varios otros lugares de Tarapacá. Así, por ejemplo, en la quebrada de Tiliviche (norte de la región de Tarapacá) existe un hermoso panel de geoglifos, que parece representar un conjunto de llamas en movimiento, denominada por Luis Briones como "la caravana". En Tiliviche, las figuras fueron construidas mediante un simple relleno de la imagen con piedras de un color oscuro, uniforme, que contrasta fuertemente con el color claro del soporte del suelo. En Chug-chug la técnica es exactamente la contraria: el diseño lo forma el contorno mismo o borde de la figura hecha con piedras y su "cuerpo" es la tierra blanquecina extraída del subsuelo, generalmente de tipo calcáreo. (Vea nuestro artículo intitulado:
"Geoglifos de Tiliviche: ¿arreo de llamas bajando a la costa del Pacífico o rito ceremonial agropecuario?, publicado en este blog el 21 de Julio del año 2011 y su comentario). La técnica usada en Chug-chug se asemeja muchísimo (o es prácticamente idéntica) a la empleada en el sitio de Pintados o en el cerro isla llamado Cerro Unita. Incluso, varios de los signos allí dibujados, son idénticos. Lo que demostraría que fueron al parecer esculpidos por un mismo pueblo, o por grupos humanos diferentes, pero dotados de una misma cultura religiosa.
Pertenecen a épocas muy distintas.
Según los arqueólogos que han estudiado este sitio, estas figuras no serían todas sincrónicas (hechas en un mismo tiempo o época), sino pertenecerían a épocas muy distintas (diacrónica), que van desde los 500 A.C. hasta los 1.500 D.C. y seguramente, también, a sociedades diferentes: recolectoras, agrícolas y/o pescadoras., como diferentes eran los orígenes y actividad económica de las personas que por aquí transitaban. Así parece sugerirlo el tipo de figuras "esculpido" en las laderas de cerros bajos. Lo importante para sus creadores era dejar trazada a su paso por el lugar, una imagen propia suya, imperecedera, en los cerros considerados por ellos como sagrados. ¿Dónde y en qué posición exacta quedaba instalada la figura?. Al parecer, no importaba mayormente. El "orden" en el diseño general (aspecto que a nosotros nos parece tan necesario), no pareció interesar mayormente a sus autores. Nos hemos hecho la pregunta: ¿poseía y trazaba cada etnia o
ayllo sus figuras predilectas aquí, las que cuidaba, reverenciaba y probablemente también reparaba en cada uno de sus viajes?. ¿O cada familia viajera trazaba sus propias figuras?. En realidad, no lo sabemos, pero no parece del todo improbable.
Selección del lugar: ¿por qué aquí, precisamente?.
Uno se puede preguntar por qué aquí en Chug-Chug, precisamente y no en otro lugar. ¿Fue porque era una importante encrucijada de caminos -como sospechan los arqueólogos que han analizado el sitio-, o porque estos cerros constituían un límite natural entre comunidades ancestrales, o por alguna otra poderosa razón que hoy no alcanzamos a vislumbrar?. ¿Fue, tal vez, para efectuar un rito acostumbrado, al descender bruscamente hacia la costa pacífica desde las montañas?. Debemos confesar paladinamente, tal como lo hemos dicho en otros capítulos de este blog dedicados al arte rupestre, que lo ignoramos. No sabemos sus causas. Es mucho todavía lo que tenemos que aprender de las culturas antiguas y sus motivaciones más profundas al contemplar hoy con asombro y admirar el riquísimo conjunto de símbolos y signos trazados hace siglos en el sitio ceremonial de Chug-chug.
Fig. 5. Destacan en este abigarrado conjunto varios "rombos escalerados", denominación dada por los arqueólogos a las figuras conformadas por cuadrados dispuestos simétricamente en forma de rombos (tres o cuatro cuadrados por lado), con o sin presencia de un círculo central. Pero también se observa algún personaje humano, tal vez un shamán.
Fig. 6. Por la parte central y en sentido diagonal, se puede observar el trazado de un antiguo sendero, el que tal vez fue utilizado para la construcción y elaboración del conjunto de geoglifos.
Fig. 7. Hemos hecho un zoom a la figura para destacar la presencia de tres personajes humanos, provistos de tocados ceremoniales. Uno de ellos (a la extrema derecha) porta elementos en sus manos (¿ sus insignias de mando, tal vez?) y tiene semejanza con el gran personaje representado en el Cerro Unita (al Este del pueblo de Huara, en la Región de Tarapacá), el que ha sido identificado como Tunupa, deidad de Tiahuanaco, representada en la famosa Puerta del Sol.
Fig. 8. Nos intriga la gran abundancia de círculos (simples y complejos) . Algunos han estimado que el círculo correspondería a una representación frecuente de
Inti, la divinidad solar propia de los Incas. Pero no nos consta.
Fig. 9. Arriba, a la derecha, aparece una figura que semeja una cruz cristiana, pero, a diferencia de ésta, no presenta su brazo central más largo que los otros. Parecería tratarse de una representación de la Cruz del Sur, llamada
chakana por aymaras y quechuas. Esta constelación es claramente visible en la zona de Antofagasta, apuntando hacia el sur astronómico.
Fig. 10. Figuras geométricas de líneas, cuadrados, círculos y rombos, coexisten con figuras animales. (foto Pedro Lázaro B., 02-12-2016).
Fig. 11. Como en un caleidoscopio, las figuras aquí parecerían rotar en torno a la estrella de gran tamaño que ocuparía presuntamente el centro.
Fig. 12. Se observa en esta sección del panel el notable dominio por parte de los artistas de antaño, de los materiales usados para el trazado de las figuras. La figura del lagarto, a la derecha, con su típica cola larga y el círculo de la izquierda muestran un bien cuidado relleno interior de piedrecillas para realzar ciertos rasgos. (Foto Pedro Lázaro, 02-12-2016).
Fig. 13. Leyenda que acompaña al cartel de difusión de las representaciones del sitio de Chug-chug. Se hace aquí particular hincapié en el rol de este sitio como articulador de sendas o caminos prehispánicos que conducían, respectivamente, a los oasis verdes de Calama (en el Loa medio) y Quillagua (en el Loa inferior, hacia la costa). Era encrucijada de caminos antiguos, sin duda alguna. A nuestro entender, sin embargo, mucho más importante aún era su rol como "centro ceremonial" para los antiguos caminantes, que en estos cerros realizaban sus figuras, no "por amor al arte", ni por deporte placentero, ni para indicar rutas, sino por necesidad religiosa vital para lograr el éxito en sus movimientos y viajes. Aquí tomaban contacto con la divinidad, como hoy los peregrinos lo hacen en alguno de nuestros Santuarios. Podemos imaginar que aquí, ante estas figuras, sagradas para ellos, hacían ellos sus preces y oraciones para asegurar un "buen viaje" y acampaban por algunas horas antes de proseguir, llenos de fe en la protección de sus dioses tutelares, el viaje proyectado.
Comentario eco-cultural.
1. Llama poderosamente la atención la enorme concentración de figuras en un espacio relativamente reducido. Casi no hay ladera que mire hacia el E o SE que no haya sido aprovechada íntegramente como base o soporte para la confección de innumerables figuras.
2. Se observa a veces superposición de figuras, seguramente hechas en diverso tiempo, por diversos grupos humanos. Algunas, ya casi borradas por el transcurso del tiempo.
3. Nos parece obvio que el sitio fue lugar obligado de detención de viajeros y caravanas a través del desierto, pues un tramo importante del
Qhapaq Ñan pasa, a muy corta distancia, por su costado Este rumbo al NW.
4. Predominan ciertas curiosas figuras en este conjunto desordenado, a saber, los círculos en variadas formas y los "rombos escalerados". Esta última figura, muy abundante en la zona de Tarapacá, es una de las figuras más enigmáticas en estos conjuntos de geoglifos. Su sentido profundo ha desafiado hasta ahora a los arqueólogos.
5. Aunque no sabemos qué tipo de rituales de paso practicaron aquí los antiguos viajeros, resulta lógico pensar que fueron realizados, tal vez, desde cierta distancia, desde algunos puntos desde donde las figuras podían ser observadas y veneradas perfectamente.
6. Tal vez pueda ser de interés paras los investigadores del futuro, detectar con precisión el o los sitios desde donde antaño fueron observadas (y veneradas ritualmente) estas figuras. Tal vez sus creadores hayan dejando allí algún rastro material de su práctica ritual: como p. ej. la presencia de malaquita finamente molida, o conchas, en calidad de ofrenda, elementos que hemos hallado en varios lugares provistos de geoglifos y a cierta distancia de los mismos.
7. Existen en efecto varios restos de antiguos campamentos de viajeros muy cerca del sitio donde hoy se alzan los miradores levantados por la Fundación antropológica que los protege. Sospechamos que desde aquí (y no junto o cerca de las figuras mismas) eran observadas y veneradas ritualmente sus figuras ancestrales y sus seres protectores.
8. A pesar de los numerosos estudios realizados sobre este abundante arte rupestre de Tarapacá y Antofagasta hasta hoy, creemos que queda todavía "mucha tela por cortar", para descubrir y revelar el sentido profundo de cada una de sus figuras. La figuras animales, probablemente, representan a sus respectivos dioses o seres protectores, pero las numerosas y variadas figuras geométricas son mucho más enigmáticas, y su sentido profundo se nos escapa por ahora.
9. En nuestro próximo capítulo del blog, ya en preparación, presentaremos valiosas evidencias obtenidas por nosotros en nuestras dos visitas efectuadas en el mes de diciembre 2016 a sus proximidades, las que atestiguarían con certeza una muy antigua presencia y paso por este lugar. Nuestros lectores se llevarán -lo esperamos- una grata sorpresa.
10. Por fin, tal como aludíamos más arriba, este lugar constituye para nosotros un verdadero y auténtico "centro ceremonial" o "santuario" para las generaciones de caminantes de antaño, probablemente originarias de diversas tribus y regiones. Aquí quedarán representadas para siempre sus deidades y sus dioses tutelares con los cuales tal vez dialogaban y/o imprecaban al pasar por este sitio estratégico, rumbo a sus destinos lejanos.
11. Considerar, por tanto -como lo hacen algunos- este sitio tan solo como un estratégico y notable señalizador de caminos y rutas de la antigüedad, a nuestro juicio es diluir y empequeñecer este potente legado cultural desconociendo su verdadera dimensión espiritual basada en la vigencia y el vigor de la religiosidad andina y sus formas concretas de expresión en el paisaje.
12. Nos queda por presentar también el probable significado de este topónimo que nos parece onomatopéyico. Lo que esperamos llevar a cabo en el próximo capítulo, en preparación.