sábado, 19 de agosto de 2017

Escudriñando los alrededores del sitio arqueológico de Chug-chug: algunos hallazgos sorprendentes.

Fig. 1.   Plano del área arqueológica de Chug-chug. Línea divisoria entre  las Provincias de El Loa y María Elena, Región de Antofagasta. Imagen tomada de Google Earth preparada por Claudio Castellón  y enviada a Horacio Larrain  en el curso del año  2014. Se observa bien el trazo de la huella de la antigua ruta Inca con inclinación de sureste a Norweste

¿Un santuario para los caminantes?.

En el capítulo anterior del blog, nos hemos referido a las numerosas figuras de geoglifos representadas en  el sitio denominado Chug-chug situado en la Provincia de María Elena, Región de Antofagasta. Hemos señalado allí que para nosotros la extrema acumulación de figuras denotaría la presencia de un importante sitio ceremonial o  santuario (como se prefiera denominarlo) de los antiguos caminantes y viajeros.  Este sitio se halla contiguo e inmediato a un tramo importante del Qhapaq Ñan de los Incas, que viene de la zona de  Calama, acerca del cual entregamos detalles en este capítulo, tras minuciosa observación en terreno  (Ver Fig. 1).

Fig. 2. El autor de este blog al costado  derecho de la antigua ruta incaica, o Qhapaq Ñan. Alrededores del sitio de Chug-chug. La regla en el suelo mide un metro. Un bastón nuestro, puesto en el extremo opuesto, marca el ancho constante de la senda: son casi exactamente 3.50 m. Observe el lector las numerosas piedras alineadas toscamente  a sus costados, señalando sus límites. Este sistema de indicación de la vía incaica lo hemos observado en prácticamente todos los sitios donde con certeza se detecta  el trazado de esta ruta, desde la ceja sur de la quebrada de Camarones, hasta Quillagua.  Nuestra hipótesis es que este tramo que pasa por el sitio arqueológico de  Chug-chug enfila directamente al Norte, y empalma con la ruta que de  N. a  S. viene desde la quebrada de Maní, cruzando varias quebradas  normalmente secas  como   Sipuca,  Los Tambos,

Fig. 3. Este geoglifo, hecho en el suelo,  se halla muy cerca de uno de los miradores actuales.  Ha sido delineado mediante  piedras  de tamaño semejante, puestas toscamente en todo su contorno, Tal vez (?) se trate del diseño de un ave, con las alas abiertas;  la cabeza del ave  estaría donde se halla el observador y sus patas, en el extremo opuesto. Pero la figura no es muy clara. Allí,  a corta distancia, se yergue otro geoglifo representando una hermosa estrella de cinco puntas.   (Foto Pedro Lázaro, 02-12-2016).
Fig. 4.  Los cerros con figuras de geoglifos vistos desde uno de los miradores. Distancia aproximada: unos 300 metros.  (Foto Pedro Lázaro, 02.12-2016).

Fig. 5.   Algunas de las abundantes figuras  representadas en la falda este de la estribación de cerros. Hay figuras geométricas (rombo escalerado)  y diseños animales. (Foto Pedro Lázaro, 02-12-2016).

¿Quién fue el descubridor de este sitio de arte rupestre?.  Un nombre ignorado.

La información respectiva no aparece en el afiche de la Fundación que hoy cuida y protege el sitio. Por fortuna, en reciente comunicación que mucho agradecemos, el  investigador de campo don Claudio Castelln Gatica, quien fuera por años director del Museo de la Oficina Salitrera María Elena, nos envía algunas aclaraciones que consideramos de mucha importancia, en lo que respecta a este increíble sitio.  Nos señala, en efecto, que él  mismo  fue su casual  descubridor en el año  1990  y, a la vez, quien lo bautizara con  este extraño nombre.  Consta, igualmente, que  fue él también quien diera a conocer el sitio a los arqueólogos, en particular al profesor Luis Briones, de la Universidad de Tarapacá (Arica), reconocido experto  en  el arte rupestre tarapaqueño.  Por su lejanía, el lugar había permanecido oculto a la mirada atenta de todos los arqueólogos precedentes, y, en consecuencia,  no existe -que sepamos- referencia alguna anterior a este sitio en la bibliografía arqueológica regional.

Exploraciones arqueológicas desde la salitrera María Elena.

Castellón en efecto, con base en María Elena, sitio de su residencia, durante muchos años recorrió incansablemente la región, tanto para procurarse objetos antiguos para su flamante Museo de María Elena, cuanto para incrementar el conocimiento arqueológico de la Región y señalar a las autoridades los peligros que corría este arte, ante el avance incontenible del progreso (Exploraciones mineras, electrificación, Carreteras, etc.). Fue así como, acompañado de  un grupo de amigos amantes de la antropología, Castellón  encontró y dio a conocer al mundo científico numerosos lugares de gran interés arqueológico y patrimonial. Con gran generosidad,  no siendo él mismo un arqueólogo formado en la Academia, sino un entusiasta autodidacta de la arqueología, supo dar  aviso a los científicos locales de sus descubrimientos. Lo que mucho le honra.

Explorando un tramo del Qhapaq Ñan junto a Chug-chug.

Con la experiencia adquirida  por nosotros (Pedro Lázaro y yo) en el estudio del camino Inca, tras numerosas expediciones en su búsqueda en la depresión intermedia de Tarapacá, entre  la quebrada de Camarones y Quillagua  (entre los años 2011-20l5),   quisimos examinar con alguna detención sus huellas aquí, junto a la cadena de cerros Pintados de Chug-chug. Lo hicimos a comienzos de diciembre del pasado año 2016. El joven guía  de la "Fundación  Patrimonio Desierto de Atacama" nos indicó someramente su rumbo.  Muy pronto dimos con los típicos trazos sinuosos, en forma de rastrillo, formados por numerosas huellas paralelas de tránsito animal,  que serpenteaban  viniendo claramente del Sureste. Se observa aquí numerosas huellas, que cubren  un ancho  medio total  de no menos de 10-12 m. Nuestro guía pareció no dar mayor importancia a esta ruta, encandilado como estaba por el estudio de los grabados en tierra  (geoglifos), rasgo cultural sin duda de la mayor importancia en este yacimiento.

Rastros de antiguas acampadas.
           
A poco andar, siguiendo el trazado de la antigua ruta, observamos unos  confusos amontonamientos de piedras al costado de una pequeña cárcava provocada por la eventual bajada de aguas.  (Vea nuestra Fig. 4). "Un antiguo campamento de viajeros", le susurro a Osvaldo.  En efecto, vemos latas de  conserva oxidadas, trozos de botellas de cerveza antiguas, alambre, herraduras,  elementos todos típicos de la época del auge de la explotación  salitrera (1870-1915). Se trataba de antiguas oquedades circulares, protegidas por piedras, aptas para pasar la noche, al abrigo de sus ponchos y monturas. La ruta fue muy frecuentaba durante el período salitrero, época en que se traía animales bovinos en pie desde Atacama, rumbo a los mataderos (llamados "camales")  de las Oficinas Salitreras.  Digo a Osvaldo: "tendria que haber cerámica indígena por aquí".  Pocos segundos después, vuelve con varios fragmentos que identifica como cerámica atacameña temprana.   Huella indeleble de un tráfico muy antiguo, de varios siglos antes de la llegada del Inca. Pronto halla Osvaldo (cuyo olfato arqueológico nos maravilla) un inconfundible fragmento de cerámica del tipo "negro pulido atacameño",  según la denominación antigua dada  por el sacerdote-arqueólogo, párroco de San Pedro de Atacama,  Gustavo Le Paige  S.J.

Un hallazgo fortuito.

Estamos bastante cerca y al oriente  de uno de los miradores instalados por la Fundación para la observación de los conjuntos de figuras de los cerros vecinos.  De pronto Osvaldo me señala un curioso círculo, formado por piedrecillas finas, de color muy oscuro.  Llamo a Pedro y le digo "¿qué te recuerda esto?". "Un geoglifo", me responde,  tras unos segundos de vacilación. Era un dibujo en tierra, inconfundible, de un imponente  sol con un gran círculo central. Figuras de este mismo tipo (prácticamente idénticas) habíamos observado con bastante frecuencia a los costados de la ruta Inca, a través del Tamarugal. Habíamos visto docenas de ellas, de diversos tamaños, con y sin un punto central característico. Nos fue, pues, fácil reconocerlo.  El círculo interior, con un  diámetro de unos 90 cm., fue intencionalmente formado acumulando innumerables piedrecillas muy pequeñas, de color muy oscuro, delineando un cúmulo levemente levantado del suelo. El círculo exterior del sol, igualmente, aunque incompleto, fue formado por unas corridas de piedrecillas finas, en un contorno de unos 14.40 m.  de longitud. Pronto nos dimos cuenta que alrededor de un tercio de la figura, había sido pisoteada y destruida por  el paso incesante de tropillas animales por la senda.  Entre el borde externo del círculo y su punto central, el área había sido clara y cuidadosamente despejada totalmente de piedras, dejando  bien visible un soporte terroso, de color mucho más claro. En un sector del borde externo del círculo, pudimos descubrir varios minúsculos fragmentos de cerámica color café oscuro. Osvaldo nos señala que se trata de cerámica de los antiguos  atacameños.

Un gran geoglifo solar.

Habíamos al parecer descubierto con Pedro y Osvaldo, un gran geoglifo representando probablemente a la divinidad solar incaica (Tata Inti), casi imperceptible a la vista por su alto grado de destrucción y degradación. Sospechamos que su presencia había escapado a los investigadores del sitio, pues no estaba señalizado.  Se halla a unos 90 m de distancia (a ojo) del mirador Nº 2. Tomamos de inmediato con el GPS las respectivas coordenadas   UTM:  482299 N y 7545197 E.  El antiguo geoglifo se halla al costado weste de la ruta Inca, y contiguo a ésta. ¿Qué pasó  y por qué  se hallaba destruido en buena parte?. Fue nuestra primera pregunta.  Tenemos ahora una hipótesis explicativa muy simple sobre este hecho. Pero antes,  mostraremos  aquí la forma en que aparece visible el geoglifo, de acuerdo al dibujo hecho en mi Diario de Campo (Vol. 98, págs. 33 y 35)  y que presentamos aquí.

Fig. 6. Croquis de terreno.  Vista general de área que muestra  el cordón de cerros pintados (a la izquierda del dibujo)  y la posición relativa del geoglifo circular (por hipótesis, el sol o Inti). Dos pequeñas cárcavas de erosión, cruzan de sureste a norweste la zona. En una de ellas, se observan varios restos de  estructuras de campamento.  Las huellas sinuosas, paralelas, propias del camino Inca toman aquí, a lo que nos parece,  un decidido rumbo NW.   El hito caminero  señalado en la Fig. 4, , al que se hace  especial referencia en la Fig., se halla en las coordenadas UTM:  482228 N y 7545360 E (Texto tomado del Diario de Campo del Dr. H. Larrain, vol. 98, pág. 33).

 
Fig. 7.   Descripción detallada , tomada de nuestro Diario de Campo, del hallazgo del geoglifo del sol (Vol. 98, pág. 34). Nos llamó bastante la atención no hallar fragmentos de cerámica colonial española  (de tinajas o botijas),  evidencia normal  del paso de españoles por la vía,  muy frecuente en otros tramos de la vía antigua.  Sólo cerámica indígena típica. Al parecer, los españoles, al revés de los indígenas, no se detuvieron aquí, ni tuvieron motivos para hacerlo.  En cambio los arrieros del siglo XIX y XX dejaron aquí rastros evidentes de su paso y acampada.
                         
Fig. 8. Página de nuestro  Diario de Campo (vol. 98, pág. 35-39).  Detalle del geoglifo circular hallado

Fig. 6. Diario de Campo, vol 98, pág. 32. Alusión al hallazgo de cerámica atacameña, en trozos muy pequeños que fueron dejados in situ. Nuestro recorrido  a pie siguió hacia el Norte, por espacio de unos  200 metros, observando las características de la vía incaica La foto de la Fig. Nº 2 corresponde exactamente a  esta sección del camino incaico.

¿Por que destruyeron parcialmente  el geoglifo y quiénes lo hicieron?.

Nos habíamos hecho esta pregunta más arriba.   Estimamos  que la causa fue la siguiente.  En época indígena solo llamas y alpacas cargadas circulaban por esta vía. La gente caminaba a pie, junto a los animales,  pues no existían cabalgaduras de monta  en épocas prehispánicas en América. Esto es sabido.  El trazo de la vía incaica -como lo hemos destacado ya-,  no superaba los 3,50-3,60 de ancho, suficiente para el tránsito de  2 a 3 animales a la vez.  No era necesario más espacio. Esa distancia estaba delineada con piedras, arrojadas al borde de la vía. La vía misma era cuidadosamente despejada de piedras que pudiesen dañar las patas de los animales o los pies de los  viajeros.  Estos, recordémoslo, calzaban siempre  ojotas de cuero. Hasta los perros acompañantes eran calzados con sendos cueros protectores.  ¿Cuándo se amplió considerablemente el ancho de la huella, (a veces hacia  100-120 m o aún más) provocando la situación actual de "rastrillo", al decir de Patricio Advis?. 

 Nuestra hipótesis apunta al empleo normal, por parte de los conquistadores españoles de caballos, mulares  y burros en lugar de las llamas de los indígenas. Ahora bien  los équidos citados iban generalmente guiados por sus jinetes, quiene los acicatean en caso necesario para acelerar la marcha. Así, estos animales fácilmente eran desviados o se desviaban del exiguo trazado antiguo algún tanto por acción de las riendas de sus propios jinetes, máxime en sectores arenosos donde no había obstáculos de ninguna clase (piedras). En tales espacios limpios, imaginamos que hasta podían trotar o galopar a gusto, para acelerar el paso. Pero la senda volvía necesariamente a restringirse al ancho antiguo  (ca. 3,50 m.  o menos)  allí donde la topografía del terreno lo exigía, v. gr. en el cruce de cauces o sectores muy pedregosos.  En síntesis, la  presencia de estos extensos y anchos "rastrillos" observables en la actualidad, sería un fenómeno producido por los conquistadores y sus animales de monta y carga.   A diferencia de los auquénidos que siempre siguen religiosamente un mismo sendero previamente pisado (para cuidar y proteger sus patas), como lo hemos podido observar en sectores montañosos,  los caballos o mulares españoles podían avanzar  velozmente sin someterse al estrecho trazado  previo de la vía Inca, y saliéndose por tanto,  impunemente de sus lindes, bajo el látigo de sus jinetes. Es lo que creemos sucedió en el caso que nos ocupa. Como las figuras rituales de geoglifos hechas en el suelo se hallaban generalmente muy cerca del trazado primitivo  (en nuestra experiencia a veces tan sólo a  uno o dos  metros de distancia),  al cruzar los españoles con sus cabalgaduras,  en lugares abiertos, ampliaron y extendieron inconscientemente el ámbito  de la huella, sin reparar en la presencia de las figuras votivas  preexistentes (geoglifos), que nada significaban para ellos. Simplemente, las pasaron a llevar y las atropellaron. 

En resumidas cuentas, fueron los propios conquistadores quienes  modificaron  con el pasar de sus cabalgaduras y animales de carga, las huellas perfectamente  circunscritas de la vía incaica o Qhapaq Ñan.  Juzgue el propio lector si esta explicación le satisface  o no, pero creemos  correspondería  bien a la índole  de nuestros animales de monta y  al criterio de sus jinetes españoles.

Y, por fin, ¿qué significa  el topónimo Chug-chug?,

No siendo nosotros lingüistas sino antropólogos, decidimos consultar al efecto a  nuestro amigo, el investigador peruano Rodolfo Cerrón Palomino,  eximio experto en lenguas andinas,  quien amablemente nos respondió a vuelta de correo. Reproducimos aquí su respuesta textual:

"...En cuanto a tu pregunta, me parece que la respuesta es sencilla: debe tratarse de la palabra castellanizada del quechua  chukchuq:  "que siempre está temblando". En tal  sentido, debe estar refiriendo a alguna particularidad del lugar. A menos que, como sugieres, sea una reduplicación de chuk que en quechua es el gotear  del agua, de manera que chukchuq será "gotera". Ambas interpretaciones plausibles, aunque yo me inclino por la primera. Es cuanto puedo decirte. Rodolfo".

Nuestra aplicación al caso presente.

Agradecemos infinitamente  el valioso apoyo lingüístico que nos ha  brindado nuestro experto amigo. ¿Cuál traducción  preferir?. Nos inclinamos claramente por la segunda. ¿Razones?.  

a)   En todo el Norte Grande suele temblar con cierta frecuencia  y por igual,  en todas partes, No hay motivo alguno que sugiera que en este preciso lugar, tiemble de modo especialmente fuerte.  En razón del argumento de  la  "plausibilidad semántica", pues, este argumento no nos parecería aplicable en el caso presente.  

b)   El sitio  arqueológico de arte rupestre Chug-chug no fue conocido antes del año  1990, y como tal, carecía de nombre particular. Ahora sabemos que fue Claudio Castellón que lo bautizó así, por la proximidad de la  quebrada de Chug-chug, distante solo unos 15 km hacia el norte.  Castellón, con o sin razón, la bautizó con este nombre, adoptando para ello el topónimo conocido más cercano: la quebrada de Chug-chug. 

c) Ahora bien, en la quebrada existe una aguada, algo salobre, que  fue siempre muy usada por los caminantes para abastecerse en su viaje por el desierto en esta zona inhóspita. En esta aguada, el agua brota  gota a gota, formando un charco pequeño. ¿No podríamos pensar que este goteo continuo en la aguada, acarreó su nombre onomatopéyico: Chukchuk?. Parecería plausible pensarlo  así.  O sea, por sinécdoque, la aguada  habría terminado otorgando su  nombre al conjunto de la quebrada.  En carta posterior, Cerrón Palomino acoge y  se manifiesta de acuerdo con esta propuesta nuestra. 
  
d) La denominación de los lugares (toponimia)  obedece siempre a la existencia de algún rasgo natural de importancia para la vida humana. En otra palabras, nunca denominaban los antiguos a las quebradas mismas por algún nombre específico, sino se daba nombre  (bautizaba)  a  algún accidente o elemento natural notorio (de la flora, fauna, topografía o geología) existente o abundante en ellas. En tiempos indígenas, las quebradas mismas, en cuanto tales, no poseían nombre propio. Fue la geografía y la cartografía de origen occidental, la que  empezó a denominar con nombre propio a accidentes  físicos tales como quebradas, ríos, pampas, lomas o cordilleras.   La quebrada de Chug-chug, pues, debió su nombre a su aguada o vertiente,  "que goteaba agua".  Esta, explicación nuestra, también sugerida por Cerrón Palomino, nos parece  preferible a la otra: "tierra que"tiembla".

e) Por fin no deja de ser muy instructivo el hecho de que este nombre sea de origen quechua (no aymara,  puquina, o lickan antai).  Y ello no nos debe sorprender, sabiendo que el Qhapaq Ñan de los Incas pasaba y pasa aún por allí mismo, muy cerca, rumbo al NW. Los incas, presumiblemente, bautizaron con este nombre a la aguada del lugar, a su paso por allí.  Ta vez ésta poseyó algún nombre antiguo en lengua puquina, pero éste no habría subrevivido. Y su nombre quechua, en cambio, como en otros lugares de Tarapacá,  ha perdurado hasta hoy  para designar su aguada y,  por extensión o sinécdoque, la quebrada homónima.  

viernes, 4 de agosto de 2017

Chug-chug: un apasionante sitio de arte rupestre en el desierto de Antofagasta.

Chug-chug, en lontananza.

Fig. 1.   Desde el mirador instalado por la "Fundación Desierto de Atacama" hacia el  conjunto de cerros  pintados de Chug-chug.  Vista desde el  SE al  NW. (foto Pedro Lázaro B., 02-12-2016).

Fig. 2.  Laderas de cerros cubiertas literalmente con las figuras llamadas "geoglifos", dibujados  en sus flancos que miran hacia el Este y Sureste.  Fotografía de Pedro Lázaro B., tomada desde el sur Este, al aproximarnos  al sitio arqueológico (02-12-2016).


Fig. 3.  Fotografía del afiche publicado por la "Fundación Patrimonio Desierto de Atacama"  que muestra muy bien la enorme y confusa concentración de figuras en las laderas de cerros que miran hacia el sur y sureste de la estribación montañosa  de Chug-chug, elegida como soporte para el dibujo de numerosas escenas, como parte de un culto ancestral.

Un nombre  sonoro pero enigmático:  Chug-chug.

La primera vez que escuché este extraño  y sonoro nombre indígena, fue de labios de mi amigo, ya fallecido, el arquitecto iquiqueño  Patricio Advis Vitaglic.  Estaba entonces Patricio preparando su último libro, dedicado al estudio minucioso del paso de Diego de Almagro por el desierto chileno. Me mostró ansioso las páginas originales ya escritas, llenas de correcciones a mano.  Era su orgullo, pues en él había invertido cientos de horas de paciente revisión de textos de Crónicas españolas, y otras cientos, en expediciones en terreno, siguiendo tramos del Qhapaq Ñan que cruza el Tamarugal.

Esta escena ocurrió por allá por los años  2001 ó 2002. Trabajaba Patricio en una estrecha oficina en el departamento de arquitectura de la Universidad Arturo Prat, en Iquique, en calle Baquedano. Estantes llenos de libros casi impedían ver las paredes de su cuarto. Fumador impenitente, encendía un cigarrillo tras otro, en el decurso de la conversación.  Recuerdo que este humo me molestaba  y procuraba yo evadir disimuladamente su  vaho, cambiando un tanto de postura, para eludir su efecto directo. El aspirar el humo del cigarrillo parecía ser, sin embargo,  parte integrante de su rica personalidad. También fue, por desgracia, causal directa de su temprana muerte. Advertido muchas veces respecto de su peligrosidad, nunca quiso hacer caso; lo atestigua su esposa. Daba la impresión de que sin este acicate constante de la nicotina, su mente no funcionaba tan bien. El lo sabía.

Dialogando con Advis.

Un día en que pasaba yo a hacer mi clase de Antropología a alumnos de la carrera de Arquitectura, me llamó. Quedamos de charlar largamente unas vez terminada mi clase. Así lo hicimos. Nos enfrascamos en una animada  conversación sobre las características físicas del paisaje del desierto que Almagro cruzara a caballo, con sus rendidas huestes de castellanos e indios prisioneros en cadenas. Conociendo Advis mi interés por la biogeografía y la botánica,  discutíamos sobre las especies de plantas que pudo Almagro y su hueste utilizar durante dicho penoso viaje. El abastecimiento de agua en las aguadas, era otro punto de examen en común. Las Crónicas son demasiado escuetas al respecto. Apenas nos dan unas tenues luces, a pesar de que algunas de ellas fueron escritas por testigos presenciales, como Mariño de Lobera, Gerónimo de Bibar  o Cristóbal de Molina. Conversábamos, igualmente,  sobre el tipo de puquios (pozos) y vertientes que pudo Almagro hallar en su trayecto y su forma de aprovechamiento. De pronto, afloró en nuestra conversación  el sitio de Chug-chug. ¿Lo conoces?, me preguntó.  "No aún", le dije y   "es ése uno de los lugares que quisiera visitar". "Sospecho, me dijo, que ese lugar tiene una enorme importancia en la  ruta de los antiguos chasquis, mensajeros del Inca". Porque - insistió - ¿cómo explicar, si no, su enorme riqueza en figuras grabadas en los cerros (geoglifos) en un sitio aparentemente tan seco, tan inhóspito?.  ¿Fue dicho lugar una encrucijada de caminos, uno en dirección  a Quillagua y la desembocadura del río Loa, y otro, hacia al norte, en procura de las quebradas de Maní y Huatacondo?. "Horacio", me dijo, "tenemos que planificar una expedición  para conocer Chug-chug; ese sitio me intriga desde hace mucho tiempo".

"No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy".

Por desgracia, nunca pudimos efectuar tal viaje y hasta  hoy lo lamento infinitamente, pues visitar sitios con un arquitecto de la talla de Patricio, tan versado en el conocimiento de las fuentes españolas, era una ocasión maravillosa para captar sus impresiones, sus ideas y contrastar en terreno sus audaces hipótesis y sus interpretaciones de las fuentes escritas  Es lo que nos suele ocurrir: so pretexto de trabajos urgentes,  dejamos para el mañana  lo que nunca termina siendo realidad. De haber yo por entonces insistido y porfiado, dicho viaje se hubiera realizado.  Y, tal vez, nuestros estudios posteriores respecto a la vialidad incaica,  hubiesen tomado un rumbo diferente...

Nuestra visita a Chug-Chug en Diciembre del año 2016.

Pasaron raudos trece o catorce años.  Chug-chug estaba siempre presente en nuestra retina, pero brumoso y lejano. Recibo de pronto de Calama una gentil invitación del Director del Museo de dicha ciudad, Osvaldo Rojas, para ir a esta ciudad de la Región de Antofagasta a dar una charlas sobre tópicos de mi particular interés. Eran éstos: el estudio de las nieblas costeras y el aprovechamiento del agua atmosférica, y  nuestra experiencia  reciente sobre el Camino del Inca en Tarapacá, tema que veníamos estudiando desde el año 2011 con colegas arquitectos de Iquique. En el trayecto, ya acercándonos a la mina de cobre de Chuquicamata, acompañado de mi excelente amigo Pedro Lázaro Boeri, pasamos junto a  una huella que conducía hacia el N, a las figuras de Chug-chug, tal como lo  indica un rótulo del camino. Una reciente y excelente huella compactada con sal, nos lleva en pocos minutos a los cerros distantes unos 14 km hacia el Norte.  Hemos llegado a nuestra anhelada meta.

La acogida en Chug-chug

Aquí nos espera la primera sorpresa: varios domos de una blancura inmaculada, al pie de la cadena de cerros bajos, contrastan con el tono café-grisáceo sucio del paisaje circundante,  estéril y solitario. ¡"Hay cuidadores"!, exclamamos. En efecto,  la "Fundación Desierto de Atacama", presidida por el dinámico arqueólogo Gonzalo Pimentel   (www.fundaciondesiertoatacama.cl),  ha instalado aquí hace alrededor de un año, un centro de control y vigilancia para proteger y custodiar esta valiosa área arqueológica. Aquí se ofrece descanso del sol implacable, baños, y una completa información turística sobre este sitio arqueológico que la Fundación ha decidido proteger, estudiar  y dar a conocer a los visitantes. Nos alegra mucho esta innovadora iniciativa de protección cultural, único ejemplo semejante que conocemos en el Norte Grande de Chile.  Vemos aparecer una joven pareja, con un niño pequeño, bien instruida sobre  el valor arqueológico del sitio y sus figuras grabadas en la superficie de los cerros. Ellos son, a la vez, custodios y guías para el visitante. Su entusiasmo por dar a conocer este centro arqueológico nos sorprende  gratamente y nos alegra:  ¡por fin aparecen iniciativas de protección cultural, reales y efectivas!.  Hay dos miradores con asientos,  instalados a cierta distancia de las figuras, para poder admirar tranquilamente, sin prisas,  el efecto visual de las mismas en su admirable conjunto. Algunas de las imágenes aquí mostradas, son fotos nuestras tomadas de un afiche de la Fundación Desierto de Atacama,  editado para dar a conocer este increíble lugar.

El escenario pictórico.

Fig. 4.   El color oscuro  del cerro corresponde a la presencia de infinitas piedras de origen volcánico, desparramadas por su superficie.  Ésta, tapizada de piedras  pequeñas, constituyó el soporte ideal para la confección de figuras in situ. (Foto Pedro Lázaro B., 02-12-2016).

Un escenario ideal para la creación  de  geoglifos.

La cadena de cerros bajos que muestran las figuras 1, 2 y 4,  constituye hoy  el límite más o menos impreciso entre la Iª y IIª Región de Chile, fue utilizada antaño por los indígenas para grabar  en sus superficies  suaves y apacibles declives, centenas de las más variadas figuras. El lugar se encuentra en las coordenadas  UTM  482299 N y 7545197 E,  a una altitud de 2.057 m. s.n.m. Hay en el área más de 500 figuras "esculpidas" allí hace mucho más de 500 años. Algunas, tal vez mil; otras,  tal vez bastante más. Las hay de círculos, simples y dobles (con y sin un relleno o punto central), rombos escalerados conformados por cuadrados bien delineados, figuras semejantes a la  Cruz de Malta, diversos  personajes humanos estilizados, con tocados (¿tal vez representando shamanes  o brujos?), dibujos de llamos, parinas y lagartos. Algunas figuras semejan estrellas, otras muestran balseros en balsas...Un sinnúmero impresionante de figuras, en su mayor parte abstractas (más del 80%, estimo a la carrera), de muy compleja y discutible interpretación.

¿Con qué fin las dibujaron?.

 La abigarrada multitud de imágenes mira en diversas direcciones  y es evidente que no hubo aquí un propósito definido de presentar paneles bien ordenados de figuras, destinados a  ser admirados desde un solo punto, como quien admira, absorto, la escena de un  cuadro en un museo.  Más bien obedecen ellas -creemos nosotros- a una lógica muy distinta de la nuestra; una lógica destinada no a una mera observación contemplativa, sino a expresar una necesidad imperiosa,  de tipo ritual-religioso. La necesidad de los viajeros de dejar estampada unas figuras, en  cualquier parte del cerro sagrado, a la manera de ex votos, y a la vista, para pedir protección  o, tal vez,  a la vez, para expresar agradecimiento a sus deidades tutelares en el transcurso del viaje emprendido. No imaginamos otra explicación al observar el aparente terrible y confuso desorden de las figuras,  desorden que parece contradecir la más elemental  lógica pictórica.

¿Tendría cada etnia aquí la reproducción de su imagen votiva particular?.

Podríamos imaginar que cada grupo humano, perteneciente a un determinado ayllo o comunidad,   al pasar por este paraje quiso dejar  reproducida aquí para  la posteridad (in aeternum) su figura predilecta, tal vez de su divinidad  o de su genio protector.  En realidad, debemos confesar sin rubor que sabemos muy poco, o casi nada acerca del significado de los símbolos aquí manifestados. A lo más, intuimos vagamente su sentido muy general, basado en su religiosidad inmanente, íntimamente ligada a la naturaleza, y de un carácter fuertemente animista. Estos códigos antiguos, hoy tan misteriosos para nosotros, desafían francamente nuestra interpretación. Si alguien pretende decirnos hoy que  ha descubierto su significado o  su sentido recóndito, lo más probable es que se equivoque. Carecemos hoy de una mentalidad religiosa al estilo de antaño, cuando la naturaleza circundante tenía un sentido muy diferente al que le damos hoy. Antaño,  el hombres se sentía  parte  integrante  de la naturaleza, a la que consideraba viva  y a ella y a sus seres misteriosos, acudía con humildad y respeto, implorando sus favores.  Esta actitud reverente ante  la roca, la cima montañosa,  la vertiente, la laguna o el río, nos es hoy totalmente ajena y lejana, porque prácticamente todas las grandes religiones dominantes hoy son creacionistas y nos hablan de una divinidad única, trascendente,  creadora y animadora del mundo y del hombre y , por lo tanto, superior a ellos.

¿Cómo están hechas sus figuras?

El sustrato elegido como base, fue la superficie plana o semiplana de esas laderas suaves de cerros bajos, tapizada de pequeñas piedras de colores oscuros, producto evidente de antiquísimas erupciones volcánicas. La carencia casi absoluta de lluvias en esta  zona hiperárida  (nos hallamos en el desierto más árido de la tierra), ha permitido la conservación in situ de los materiales superficiales que casi no han experimentado cambio alguno a través de los siglos o milenios.  Esta superficie tersa, llena de minúsculas piedrecillas de colores oscuros o brillantes fue removida  por el artista con el objeto de dejar ver, por contraste,  el color blanquecino del sustrato subyacente, de origen volcánico.  Las piedras de color negro gris oscuro o pardo que tapizan el lugar y que los vientos han pulido y dejado visibles, fueron cuidadosamente alineadas en el contorno de la figura elegida,  delineando con precisión su imagen   (animal, geométrica o  humana). La figura, pues, aparecería así a los ojos del espectador  gracias a un doble trabajo: 1)  el raspado de la superficie para dejar a la vista el color claro del subsuelo, y 2) el implante y  la colocación en sus bordes de piedras de un tamaño uniforme, cuyo conjunto reproducirá la forma exacta de la figura que se quiere  así dibujar, sea ésta una figura geométrica  (círculo, cuadrado, rombo), sea un ave, un animal, un ser humano u cualquier otra figura preferida. Como la superficie elegida de la ladera o cima  posee en forma natural un tapiz formado por infinitas piedrecillas de color oscuro (de antiguo origen volcánico), constituye éste un inmejorable soporte para la obra del artista.

No fueron creados en cualquier cerro.

No cualquier cerro ni cualquier ladera, en consecuencia, fueron considerados aptos para servir de soporte a un geoglifo. Por ejemplo, una duna o un médano de arena serían totalmente inservibles para este propósito. Tampoco sirve al efecto un cerro de superficie perfectamente lisa, sin presencia de abundantes piedras de color oscuro.  Y menos aún, un cerro o ladera rocosa, cubierta de enormes rocas o piedras.  Esta exigencia básica,  restringe bastante las posibilidades de hallar sitios aptos y adecuados. Por fortuna, en  la superficie del desierto de Atacama, sujeta antaño a vigorosos  y frecuentes episodios volcánicos, abundan  las piedras de colores oscuros: andesitas, riolitas o basaltos, rocas  que constituyen un excelente material  de base para la construcción y elaboración  de un  geoglifo.

Diseños hechos en tierra: los "geoglifos".

Estas figuras delineadas con piedrecillas de los mismos  cerros, han sido  denominadas "geoglifos", por tratarse de "glifos" o dibujos (del verbo griego glifein = diseñar, dibujar ) hechos en tierra  (geos, en griego). La expresión "geoglifo" fue acuñada por la Dra. Grete Mostny Glaser, arqueóloga austríaca avecindada en Chile,  en la década del  40 del pasado siglo,  y ha sido hoy recogida y aceptada generalmente en América para designar estas manifestaciones de arte rupestre, características del desierto hiperárido, casi del todo desconocidas en otras latitudes.

¿Cómo los hicieron?.

La técnica usada en Chug-chug, difiere bastante de la usada en varios otros lugares de Tarapacá. Así, por ejemplo,  en la quebrada de Tiliviche (norte de la región de Tarapacá) existe  un  hermoso panel de geoglifos, que parece representar un conjunto de llamas en movimiento, denominada por Luis Briones como "la caravana". En Tiliviche, las figuras  fueron construidas mediante un simple relleno de la imagen con piedras de un color oscuro, uniforme, que contrasta fuertemente con el color  claro del soporte del suelo. En Chug-chug  la técnica  es exactamente la contraria: el diseño lo forma el contorno mismo o borde  de la figura hecha con  piedras y su "cuerpo" es la tierra blanquecina extraída del subsuelo, generalmente de tipo calcáreo. (Vea nuestro artículo intitulado: "Geoglifos de Tiliviche: ¿arreo de llamas bajando a la costa del Pacífico o rito ceremonial agropecuario?, publicado en este blog  el 21 de Julio del año 2011  y su comentario).  La técnica usada en Chug-chug se asemeja muchísimo (o es prácticamente idéntica)  a la empleada en el sitio de Pintados o en el cerro isla llamado  Cerro Unita. Incluso, varios de los signos allí dibujados, son idénticos. Lo que demostraría que fueron al parecer esculpidos por un mismo pueblo, o por grupos humanos  diferentes, pero dotados de una misma cultura religiosa.

Pertenecen a épocas muy distintas.

Según los arqueólogos que han estudiado este sitio, estas figuras no serían todas sincrónicas (hechas en un mismo  tiempo o  época), sino pertenecerían a épocas muy distintas (diacrónica), que van desde los 500 A.C. hasta  los 1.500 D.C. y seguramente, también, a sociedades diferentes: recolectoras, agrícolas y/o  pescadoras., como diferentes eran los orígenes y actividad económica de las personas que por aquí transitaban.  Así parece sugerirlo el tipo de figuras  "esculpido" en las laderas de cerros bajos. Lo importante para  sus creadores era dejar trazada a su paso por el lugar, una imagen propia suya, imperecedera, en los  cerros considerados por ellos como sagrados. ¿Dónde y en qué posición exacta quedaba instalada la figura?. Al parecer, no importaba mayormente.  El "orden" en el diseño general (aspecto que a nosotros nos parece tan necesario), no pareció  interesar mayormente a sus autores. Nos hemos hecho la pregunta:  ¿poseía  y trazaba cada etnia o ayllo sus figuras predilectas  aquí, las que cuidaba, reverenciaba y probablemente también reparaba en cada  uno de sus viajes?. ¿O cada familia  viajera trazaba sus propias figuras?. En realidad, no lo sabemos, pero no parece del todo improbable.

Selección del lugar: ¿por qué aquí, precisamente?.

Uno se puede preguntar por qué aquí en Chug-Chug, precisamente y no en otro lugar. ¿Fue porque era una importante encrucijada de caminos -como sospechan los arqueólogos que han analizado el sitio-, o porque  estos cerros constituían un límite natural entre comunidades ancestrales,  o  por alguna otra poderosa razón que hoy no alcanzamos a vislumbrar?.   ¿Fue, tal vez, para efectuar un rito acostumbrado, al descender bruscamente hacia la costa pacífica desde las montañas?.  Debemos confesar paladinamente, tal como lo hemos dicho en otros capítulos de este blog dedicados al arte rupestre, que lo ignoramos. No sabemos sus causas.  Es mucho todavía lo que tenemos que aprender de las culturas antiguas y sus motivaciones más profundas al contemplar hoy  con asombro y admirar el riquísimo conjunto de  símbolos y signos  trazados  hace siglos  en  el sitio  ceremonial de Chug-chug.

Fig. 5.  Destacan en este abigarrado conjunto varios  "rombos escalerados",  denominación dada por los arqueólogos a las figuras conformadas por cuadrados dispuestos simétricamente  en forma de rombos  (tres o cuatro cuadrados por lado), con o sin  presencia de un círculo central.  Pero también se observa algún personaje humano, tal vez un shamán.

Fig.  6.  Por la parte central y en sentido diagonal, se puede observar el trazado de un antiguo sendero, el  que tal vez  fue utilizado para la construcción y elaboración del conjunto de geoglifos.

Fig. 7.   Hemos hecho un zoom a la figura para destacar la presencia de  tres personajes humanos, provistos de tocados ceremoniales. Uno de ellos (a la extrema derecha) porta elementos  en  sus manos (¿ sus insignias de mando, tal vez?)  y tiene  semejanza  con el  gran personaje representado en el Cerro Unita  (al Este del pueblo de Huara, en la Región de Tarapacá), el que ha sido identificado como Tunupa, deidad de Tiahuanaco, representada en la famosa Puerta del Sol.  


Fig. 8.   Nos intriga la  gran abundancia de círculos  (simples y  complejos) . Algunos han estimado que  el círculo correspondería a una representación frecuente de Inti, la divinidad solar propia de los Incas. Pero no nos consta.

Fig. 9.    Arriba, a la derecha, aparece  una figura que semeja una cruz cristiana, pero, a diferencia de ésta, no  presenta su brazo central más largo que los otros. Parecería tratarse de una representación de la Cruz del Sur, llamada chakana por aymaras y quechuas. Esta constelación es claramente visible en la zona de Antofagasta, apuntando hacia el sur  astronómico.


Fig. 10.    Figuras geométricas de líneas, cuadrados, círculos y rombos,  coexisten con figuras animales. (foto Pedro Lázaro  B., 02-12-2016). 

Fig. 11.  Como en un caleidoscopio, las figuras aquí parecerían  rotar en torno a la estrella de gran tamaño que ocuparía presuntamente el centro.



Fig. 12.    Se observa en esta sección del panel  el notable dominio por parte de los artistas de antaño, de los materiales usados para el trazado de las figuras.  La figura del lagarto,  a la derecha, con su típica cola larga y el círculo de la izquierda muestran  un  bien cuidado relleno interior de piedrecillas para  realzar ciertos rasgos. (Foto Pedro Lázaro, 02-12-2016).

Fig. 13.   Leyenda que acompaña al cartel  de  difusión  de las representaciones del sitio de Chug-chug. Se hace aquí particular hincapié en el rol de este sitio como articulador de sendas o caminos prehispánicos que conducían, respectivamente, a los oasis verdes de Calama (en el Loa medio) y Quillagua (en el Loa inferior, hacia la costa). Era encrucijada de caminos antiguos, sin duda alguna. A nuestro entender, sin embargo,  mucho  más importante  aún era su rol como "centro ceremonial" para los antiguos caminantes, que en estos cerros realizaban sus figuras, no "por amor al arte", ni por deporte placentero, ni para indicar rutas, sino por necesidad religiosa vital para lograr el éxito en sus movimientos y viajes. Aquí tomaban contacto con la divinidad, como hoy los peregrinos lo hacen  en alguno de nuestros Santuarios. Podemos imaginar que aquí, ante estas figuras,  sagradas para ellos, hacían ellos sus preces y oraciones para asegurar un "buen viaje" y acampaban por algunas horas antes de proseguir,  llenos de fe en la protección de sus dioses tutelares, el viaje proyectado.

Comentario eco-cultural.

1. Llama poderosamente la atención la enorme concentración de figuras en  un espacio relativamente reducido. Casi no hay ladera que mire hacia el E o  SE que no haya sido aprovechada íntegramente como base o soporte  para  la confección de  innumerables figuras.

2. Se observa a veces superposición de figuras, seguramente   hechas en diverso tiempo, por diversos grupos humanos.  Algunas, ya casi borradas por el transcurso del tiempo.

3. Nos parece obvio que el sitio  fue lugar obligado de detención de viajeros y caravanas a través del desierto, pues un tramo importante del Qhapaq Ñan  pasa,  a muy corta distancia, por su costado Este rumbo al NW.

4.  Predominan  ciertas curiosas figuras en este conjunto desordenado, a saber,  los círculos en variadas formas  y  los "rombos escalerados". Esta última figura,  muy abundante en la zona de Tarapacá,  es una de las figuras más enigmáticas en estos conjuntos de geoglifos. Su sentido profundo ha desafiado hasta ahora a los arqueólogos.

5.  Aunque no sabemos qué tipo de rituales de paso practicaron aquí los antiguos viajeros, resulta lógico pensar que fueron realizados, tal vez, desde cierta distancia, desde algunos puntos desde donde las figuras podían ser observadas y veneradas perfectamente.

6. Tal vez pueda ser de interés paras los investigadores del futuro,   detectar con precisión el o los sitios desde donde antaño fueron observadas (y veneradas ritualmente)  estas figuras. Tal vez sus creadores hayan dejando allí algún rastro material de su práctica ritual: como p. ej. la presencia de malaquita finamente molida, o conchas, en calidad de ofrenda, elementos que hemos hallado  en varios lugares  provistos de geoglifos y a  cierta distancia de los mismos.

7.  Existen  en efecto varios restos de antiguos campamentos de viajeros  muy cerca del sitio donde hoy  se alzan los miradores levantados por la Fundación antropológica que los protege.  Sospechamos que desde aquí (y no junto o cerca de las figuras mismas) eran observadas y veneradas ritualmente sus figuras ancestrales y sus seres protectores.

8. A pesar de los numerosos estudios realizados sobre  este abundante arte rupestre de Tarapacá y Antofagasta hasta hoy,  creemos que queda todavía "mucha tela por cortar", para descubrir y revelar el sentido profundo de cada una de sus figuras. La figuras animales, probablemente, representan a sus respectivos dioses o seres protectores, pero las numerosas y variadas figuras geométricas son mucho más enigmáticas, y su sentido profundo se nos escapa por ahora.

9.  En nuestro próximo capítulo del blog, ya en preparación,  presentaremos valiosas evidencias obtenidas por nosotros en nuestras dos visitas efectuadas en el mes de diciembre  2016  a sus proximidades, las que atestiguarían con certeza una  muy antigua presencia y paso por este  lugar. Nuestros lectores se llevarán -lo esperamos- una grata sorpresa.

10. Por fin, tal como aludíamos más arriba, este lugar constituye para nosotros un verdadero y auténtico "centro ceremonial" o "santuario" para las generaciones de caminantes de antaño, probablemente originarias de diversas tribus y regiones.  Aquí quedarán representadas para siempre sus deidades y sus dioses tutelares con los cuales tal vez dialogaban  y/o imprecaban al pasar por este sitio estratégico, rumbo a sus destinos lejanos.

11. Considerar, por tanto  -como lo hacen algunos-  este sitio tan solo como un estratégico y notable señalizador de caminos y rutas de la antigüedad, a nuestro juicio es diluir y empequeñecer  este potente legado cultural  desconociendo su verdadera dimensión espiritual basada en la vigencia y  el vigor de la  religiosidad andina y sus formas concretas de expresión en el paisaje.

12. Nos queda por presentar también el probable significado de este topónimo que nos parece onomatopéyico. Lo que esperamos  llevar a cabo en el próximo capítulo, en preparación.