Fig. 1. Portada del "Atlas histórico de Chile" del geógrafo chileno Pedro Cunill Grau publicado por la editorial Zig-Zag de Santiago de Chile en 1961.
¿Qué es y qué pretende ser un mapa etnográfico?.
Conviene que aclaremos bien este concepto antes de seguir. Un mapa o plano etnográfico busca representar en forma gráfica (mediante el dibujo), la presencia cultural constituida por las etnias o pueblos originarios en las diferentes regiones del territorio patrio.
"Etnografía" es un voz compuesta artificial y proviene de dos palabras griegas: εθνος (pronunciado éthnos, que significa pueblo, o etnia y γράφειν (pronunciado graphéin) que significa escribir, dibujar, trazar. "Etnografía", por lo tanto es una descripción en forma de escrito y/o dibujo de los pueblos antiguos. Y lo primero que se suele escribir sobre ellos desde los tiempos del historiador griego Jenofonte, es su posición geográfica, o sea indicar dónde habitan o habitaban; aliis verbis, mostrar su(s) territorio(s) tribal(es). Es exactamente lo que hicieron los antiguos cosmógrafos coloniales al dibujar sus mapas. Nos señalaron en ellos la presencia de los pueblos originarios, con bastante precisión, en el área donde originalmente vivieron y desenvolvieron sus actividades.
Qué dibuja y grafica un mapa etnográfico.
Así como un "mapa físico" busca mostrar mediante una representación gráfica, las características físicas (esto es, perceptibles en el paisaje) de un área determinada, exhibiendo la presencia de sus sistemas montañosos (=orografía), ríos y lagos (=hidrografía), sus lomajes, pampas, valles y/o desiertos (=geomorfología), un plano o mapa etnográfico tiene por misión entregarnos información actualizada sobre los lugares de presencia de agrupaciones indígenas en la época que se estudia. Un mapa etnográfico, en consecuencia, omitirá deliberadamente otros muchos aspectos que puede ofrecer el estudio del territorio, concentrándose solamente en el tema específico del área ocupada por la presencia indígena.
Los aborígenes en los mapas coloniales de América o Chile.
Es conocido el hecho de que los antiguos planos de América elaborados en España, Inglaterra, Francia u Holanda durante el período colonial, incluyen casi siempre, valiosas referencias al poblamiento americano, señalando a grandes rasgos, las zonas pobladas por indígenas. Es el caso, por ejemplo, del antiguo Plano que ilustra la portada de este mismo Atlas de Cunill (Fig. 1), al señalar a la Patagonia argentina como la "Regio Patagonum", es decir, la región de los indígenas llamados "Patagones". Sabemos hoy que bajo este nombre genérico se designó tempranamente a los indígenas Tehuelches (aónikenk) y a los indios Pampas (querandíes y otros) del centro-sur de la república argentina.
El plano de América del Sur de Juan de la Cruz Cano y Olmedilla.
Entre todos los planos coloniales que hoy existen, el caso más insigne, probablemente, para el tema que aquí tratamos, es el del Plano del cosmógrafo español Cano y Olmedilla, Éste porta este sugestivo título:
"Mapa Geográfico de América Meridional dispuesto y gravado por Don Juan de la Cruz Cano y Olmedilla, Pensionado de su Majestad Individuo de la Real Academia de San Fernando y de la Sociedad Banscongada de los Amigos del País teniendo presentes varios Mapas y noticias originales con arreglo a observaciones astronómicas", Londres, 1775.
En este notable Plano, tal vez el más preciso y completo de la época colonial, se indica la existencia y presencia de varias etnias o pueblos indígenas en los contornos del actual territorio de Chile.
La información etnogeográfica sobre las agrupaciones indígenas que nos entrega Cano y Olmedilla representa, sin duda alguna, un valioso precedente histórico para la confección de los Planos específicos posteriores de tipo etnográfico, que cada país americano ha ido publicando a lo largo del tiempo, para dar conocer a sus connacionales la presencia de las diversas etnias en los contornos del territorio patrio.
Los planos etnográficos en Chile republicano.
En el caso chileno, como creemos poder demostrarlo en este capítulo, la tarea de confeccionar planos o mapas de carácter etnográfico fue, según nos parece, sumamente tardía. En Chile, en efecto, pese a las investigaciones tempranas de los arqueólogos Max Uhle y Ricardo E. Latcham, y a los esfuerzos de historiadores de los grupos mapuches como Tomás Guevara con anterioridad al año 1920, no se observa por lo general un especial interés de los historiadores por profundizar, y muchísimo menos por graficar en detalle, en planos específicos, el área de asentamiento, la actividad económica y el tipo cultural de los diversos pueblos indígenas del país. Latcham es lapidario al referirse precisamente a este abandono:
"Nuestros historiadores del siglo pasado, propagaron un serie de errores respecto de los indios del país, los que quedaron arraigados de tal manera en la enseñanza que se creyó inútil hacer mayores investigaciones. Se suponía que de Coquimbo al sur la raza indígena había sido homogénea y de estirpe araucana. Se imaginaba que dicho pueblo vivía en estado de salvajismo y que sólo con la llegada de los Incas se introdujo entre ellos, los vestigios de cultura más adelantada que encontraron los españoles a su arribo. El territorio que hoy forman las provincias septentrionales de Chile, era muy poco conocido durante los primeros tiempos de la colonia y en todo caso, formaba parte del virreinato del Perú. Se formó la idea de que es región era poblada solo en la costa por reducidas tribus de pescadores y que el interior era desierto y deshabitado. Todos estos conceptos son erróneos como hemos demostrado en numerosas publicaciones y conferencias, durante los últimos treinta años, aun cuando todavía se repiten en los textos de historia".". (Latcham, 1942 [1937]: 5).
Esto escribía el arqueólogo Ricardo E. Latcham en abril del año 1937.
Los trabajos tempranos sobre etnografía chilena.
Los trabajos pioneros de los historiadores Diego Barros Arana (1875) y José Toribio Medina (1882) nos aportan, sin duda, informaciones valiosas sobre la cultura y las costumbres de algunos grupos étnicos, pero en ningún momento intentan estos autores trazar y/o dibujar mapas de ocupación de todo el territorio, ni siquiera planos a la usanza de los historiadores coloniales (esto es, señalando su nombre tribal en el área precisa). Nos hemos preguntado por qué. Daría la impresión, leyendo hoy sus trabajos, que el primer afán de los gobiernos nacionales fue controlar y dominar todo el extenso territorio poblándolo rápidamente y, si era preciso, instalando colonos extranjeros (alemanes, suizos e italianos) y/o chilenos. Daría la impresión de que con ello se buscaba minimizar e invisibilizar en lo posible la presencia indígena local, como si ésta constituyera una rémora u obstáculo insalvable al desarrollo de dichas regiones. Esta perspectiva, a lo que creemos, contagió también a nuestros historiadores. Tal vez no habría sido ésta su primera intención, pero el desarrollo de los hechos -en particular los tristes y cruentos episodios de la pacificación de la Araucanía- parecerían así sugerirlo. Ya lo sugiere también en alguna medida el hecho de que el libertador don Bernardo O´Higgins en el año 1818, designe a los pueblos originarios (mapuches) como ciudadanos pleno iure de la naciente República, como un modo indisimulado de incorporarlos al nuevo país al que ellos, por lo demás, no se sienten en absoluto unidos.
Sobre este tema de la descripción y enumeración e las etnias aborígenes de Chile, puede el lector consultar nuestra obra "Etnogeografía" ,tomo XVI de la colección Geografía del Chile, del Instituto Geográfico Militar, Santiago, 1987: pp. 60-68. Allí se analiza en detalle el aporte de los historiadores y antropólogos tempranos de los siglos XIX y XX.
La confección de mapas: tarea de los geógrafos.
No deja de sorprendernos bastante el hecho de que los grandes historiadores chilenos, en su inmensa mayoría, hayan sido tan poco proclives a trazar mapas o planos de las realidades que describen tan prolijamente; casi nos atreveríamos a sostener que la expresión cartográfica no les interesaba mayormente. ¿Se debió esta actitud, tal vez, a la falta de manejo de esta excelente herramienta heurística (¿ignoratio elenchi?)?. O, ¿tal vez, imaginaron nuestros historiadores que sus escritos eran per se suficientes para entender los hechos, sin necesidad de incluir una guía didáctica gráfica?. En sus escritos, la expresión gráfica mediante el uso de planos resulta, por consiguiente, muy pobre por no decir burda, y muchas veces se halla totalmente ausente. No siguen ellos, pues, la experimentada senda de muchos de sus antecesores coloniales o republicanos tempranos como, en nuestro propio país ,es el caso de la "Histórica Relación del Reyno de Chile" del padre Alonso de Ovalle (1646), o el "Viage al desierto de Atacama" del gran explorador y naturalista, el sabio alemán Rudolf Amandus Philippi (1864). En ambas obras, los mapas, esquicios y dibujos son piezas fundamentales, insustituibles.
El aporte de los geógrafos para la descripción más perfecta del territorio.
Serán los geógrafos de formación cartográfica, conforme a la índole propia de su especialidad científica, quienes inicien, con gran éxito, la tarea gráfica, de carácter descriptivo del país, con el aporte de nuevos Atlas y Mapas especializados. Tarea exigida, por lo demás, por el sistema educacional que requería con urgencia de herramientas prácticas para la enseñanza. Así nacerá tardíamente, con el geógrafo Pedro Cunill, en 1961, el primer Atlas Nacional de Geografía Histórica, tarea que será posteriormente continuada por otros, generalmente geógrafos y/o antropólogos, a partir de 1975. Tarea que hasta hoy (2019) realizan con sin igual energía en nuestro país, las geógrafas Ana María Errázuriz Körner y Pilar Cereceda Troncoso.
El "arrinconamiento" de las comunidades indígenas del área mapuche.
Mientras los sucesivos gobiernos de Chile (máxime en el período 1851-1883) "arrinconaban" a los mapuches, pehuenches y huilliches, en la zona situada entre los ríos Biobío y Toltén, (es decir, entre las Regiones VIII a X), concediéndoles allí minúsculas "mercedes de tierras", como resultado de la mal llamada "Pacificación de la Araucanía", se iniciaba simultáneamente y con gran energía una suerte de "re-poblamiento" del mismo territorio (considerado en gran parte vaco) con colonos en su mayoría extranjeros (alemanes, italianos y suizos). Otro tanto ocurrirá, y más o menos por las mismas fechas, en la república argentina en la época del dictador Juan Manuel de Rosas y su despiadada campaña de exterminio contra los indios pampas, poyas y tehuelches. Al obligárseles a asentarse en un territorio determinado y a abandonar su semi-nomadismo, se les cercenó considerablemente y de manera drástica, su derecho a ocupar y disponer de sus extensos territorios de caza, pesca y recolección de antaño.
La colonización del sur.
En Chile, en efecto, el escritor y político Vicente Pérez Rosales (1807-1886) recibe la comisión específica del presidente don Manuel Montt (que gobierna el país entre 1851-1861) para contratar y traer familias de colonos alemanes -en su inmensa mayoría católicos- los que serán asentados particularmente en la zona de Villarrica- Osorno-Puerto Montt, en pleno territorio originalmente de habitat huilliche y cunco.
¿El primer mapa detallado de los pueblos originarios de Chile?.
Dos son los mapas del Atlas de Cunill de especial intéres para nosotros. el primero se titula: "Los aborígenes en América". El segundo: "Los aborígenes en Chile".
"Los aborígenes en América".
Fig. 2. Plano de la América Meridional con representación de las principales tribus y pueblos presentes en la época de la conquista, distribuidas en lo que el autor denomina:"áreas culturales". El territorio correspondiente a la república de Chile queda englobado en dos grandes áreas de América: el "área incaica" (de color amarillo) y el "área del guanaco"(de color blanco), y en ellas, se nombra aquí a un total de 7 agrupaciones indígenas.
Mapa de los aborígenes en Chile.
Fig. 2. Mapa etnográfico de Chile de Pedro Cunill, publicado por la editorial Zig-Zag en 1961. Aquí quedan representados los nombres de 16 pueblos originarios indígenas. Al parecer, se trataría del primer mapa gráfico de los pueblos originarios de Chile.
Análisis de los dos Planos del Atlas de Pedro Cunill.
El primer Plano (Fig. 2): los Aborígenes en América.
Nuestra tarea se concentrará ahora en el examen de sus Planos. Trataremos brevemente del primero. Éste (Fig. 2), nos muestra a América Central y Sur a partir más o menos del Río Grande, actual frontera con los Estados Unidos. El mapa distingue aquí tres "áreas culturales". Área 1: de agricultura intensiva. Aquí incluye a los grupos Nahuas, Chibchas e Incas. Área 2: Área de recolectores, cazadores y pescadores (área del guanaco), y Área 3: o de agricultura de la mandioca. Incluye el área amazónica y el área de las Antillas.
No es nuestro objetivo discutir ahora los alcances y contenido del concepto aquí usado de "área cultural", que poco coincide con el elaborado por el antropólogo norteamericano Julian Steward apenas dos años después, en su famoso Handbook of South American Indians. (Steward, 1963). Porque esto daría pie a otro capítulo especial de nuestro blog. Nos contentamos, pues, por el momento con comentar que el criterio seguido por Pedro Cunill para catalogar a las etnias es exclusivamente de carácter económico: es decir señalando el origen de su alimentación (agricultura, pesca, caza o recolección).
El segundo Mapa de Cunill: los aborígenes en Chile (Fig. 3).
Este mapa (Fig. 3) nos concierne directamente y le dedicaremos más espacio de análisis. El Plano nos indica la presencia de un total de 16 grupos o pueblos indígenas a lo largo del extenso territorio de Chile. De norte a sur, distingue distintas áreas, dotadas de diferente reticulado y colorido, siempre en tonalidades distintas del color café. Sección 1: atacameños; sección 2: diaguitas; sección 3: picunches; sección 4: chiquillanes; sección 5: araucanos; sección 6: huilliches; sección 7: cuncos; sección 8: pehuenches; sección 9: puelches; sección 10: poyas; sección 11: tehuelches; sección 12: patagones; sección 13: onas; sección 14: chonos; sección 15: alacalufes; sección 16: yaghanes. Cada "sección" corresponde aquí a una porción de territorio nacional.
Comentarios a esta enumeración de áreas ocupadas por pueblos indígena.
1. En estricto sentido, esta enumeración de 16 etnias indígenas no dista mucho de la que actualmente está en boga entre nosotros y es reconocida por los geógrafos y antropólogos.
2. Lo primero que llama especialmente la atención en ella es la total ausencia del pueblo aimara. En el extremo norte (entre la frontera con el Perú y el río Salado) Cunill solo señala la presencia de los pueblos atacameños. ¿Sigue con esto, según sospechamos, la antigua nomenclatura propuesta por Max Uhle que denominaba dicha región como "chincha-atacameña"?. Si bien en el plano de América (Fig. 2) apunta la existencia de los aimaraes en territorio altoandino perú-boliviano, los ignora en el territorio perteneciente a Chile (Fig. 3). Probablemente, también, haya influido en él la enumeración de pueblos indígenas que traza don Aureliano Oyarzún, del año 1927, quien también los omite completamente. En la época de Oyarzún, esta omisión resulta algo más comprensible, pues eran territorios que Chile había ganado recientemente al Perú y Bolivia en la guerra del Pacífico. Pero su omisión en 1961, nos resulta por demás extraña e incomprensible.
3. Después de señalar el área ocupada por los picunches (o "gentes del norte"), Cunill anota un extensa área de chiquillanes. La presencia de los chiquillanes en nuestro territorio no era constante. Si bien recorrían con frecuencia el área central, eran pueblos mayoritariamente nómades que tanto ocupaban el territorio trasandino vecino, en Argentina actual (área de Mendoza y San Juan), como el nuestro, particularmente en sus sectores montañosos. Se dejaban caer furtivamente durante la época de las cosechas al valle central de Chile para robar y saquear. Así, residían en nuestro territorio solo transitoriamente. Eran recolectores y cazadores y no practicaban la agricultura. Odiados por los agricultores del valle central, fueron fuertemente perseguidos. Que sepamos, hoy no quedan trazas de ellos ni en Chile ni en la Argentina. Pero la forma de representación que emplea Cunill induce a engaño, pareciendo ser pueblos residentes los que solo eran "visitantes" o, más precisamente, merodeadores y saqueadores.
4. Se reseña en este Plano, como un pueblo particular, habitante de nuestro territorio, el de los "patagones". No queda claro a qué grupo étnico se refiera aquí Cunill con este nombre. Porque generalmente los llamados "patagones" por los primeros viajeros españoles no eran otros que los mismos tehuelches.¿Tal vez sugiere una facción de esta tribu, la facción meridional?. Persiste la duda.
5. Cunill apunta la presencia de los poyas, asignándoles un extenso territorio continental. Se sabe, sin embargo, que los poyas preferían las áreas montañosas bajas del occidente argentino actual, y solo eventualmente bajaban por la zona montañosa de Aysén llegando a veces hasta hasta Chiloé pero, por lo general, se mantenían en las zonas aledañas al Lago General Carrera o al lago Nahuelhuapi, donde fueron catequizados (y parcialmente asentados en sus orillas) por los misioneros jesuítas a mediados del siglo XVIII. Además de la caza y recolección, practicaban allí una pequeña agricultura incipiente.
6. Los puelches ("gentes del Este"), eran cazadores pampeanos de guanacos y avestruces y recolectores terrestres que irrumpían esporádicamente en los huertos mapuches y huilliches robando y saqueando sus sementeras. Vivían en la zona cordillera argentina en los territorios de Neuquén y Río Negro, frente a Villarrica y Osorno. Poseían una lengua que les emparentaba con los tehuelches de las Patagonia y comerciaban activamente con los mapuches, con los cuales terminaron fusionándose y, al parecer, mestizándose.
7. La asignación por parte de Cunill de extensos territorios en Chile continental tanto a tehuelches como a poyas y puelches resulta, por tanto, francamente engañosa. Porque su presencia era tan solo esporádica y de carácter estacional, penetrando por los pasos fronterizos bajos de la cordillera, habiendo dejado allí escasos rastros de su presencia.
8. Cunill denomina "yaghanes" a los yámana, asumiendo la nomenclatura de Lucas Bridges quien fue el primero en llamarles "Yaghan" (cfr. Bridges, (1950 [1948]). El sacerdote y antropólogo Martín Gusinde S.V.D. que vivió entre ellos y estudió por años su cultura y tradiciones, prefiere el nombre de yamana con el que ellos se identificaban a sí mismos. (cfr. Gusinde, 1931-1939).
9. Por último, echamos de menos en este recuento a la etnia de origen polinésico Rapanui, propia de Isla de Pascua, la que no aparece dibujada en este Mapa a pesar de que la isla se encontraba en posesión de Chile desde el año 1888, incorporada por el capitán de navío don Policarpo Toro.
10. Finalmente, debemos destacar que observándose la total ausencia de planos etnográficos anteriores del territorio patrio, como creemos, el trabajo del geógrafo Cunill del año 1961 representa un paso muy valioso en el reconocimiento, por parte de Chile, de la presencia e influencia indígena en su territorio en un Atlas geográfico nacional.
(Nota final. Para la redacción de este trabajo hemos contado con la entusiasta colaboración de la joven geógrafa Srta. Daniela Ninoska Rivera Marín, titulada en el Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile, quien nos obtuvo de la Biblioteca Nacional de Chile en Santiago, copia de los Planos de Cunill aquí reseñados. A ella, pues, nuestra especial gratitud.)
Bibliografía usada.
Barros Arana, Diego, 1875. "Apuntes sobre la etnografía de Chile", Anales de la Universidad de Chile, tomo XLVII, 5-12, Santiago.
Bridges, Lucas, 1950 [1948], Uttermost Part f the Earth, New York, E.P. Dutton and Co. Inc. London, Hodder & Stoughton, (second impression), 558 p. .
Cunill Grau, Pedro, 1961. Atlas Histórico de Chile, Editorial Zig-Zag, Santiago de Chile.
Gusinde, Martin, 1931-1939. Die Feuerland Indianer, Verlag des Internationalen Zeitschrift Anthropos, Wien, 3 Bände (Band II: die Yamana) , Mödling bei Wien.
Larrain, Horacio, 1987. Etnogeografía. Volumen XVI de la Colección Geografía de Chile. editado por el Instituto Geográfico Militar, Santiago de Chile, 285 p.
Latcham, Ricardo E., 1942 [1937], "Antropogeografía prehistórica del Norte de Chile", Boletín del Museo Nacional de Historia Natural, Tomo XX, 5-.17), Santiago de Chile.
Medina, José Toribio, 1882, Los Aboríjenes de Chile, Imprenta Gutemberg, Santiago de Chile.
Oyarzún, Aureliano, 1981, [1927], Estudios antropológicos y arqueológicos, Compilación, Introducción y Bibliografía de Mario Orellana Rodríguez, Editorial Universitaria, Santiago de Chile.
Steward, Julian H., 1963a., Handbook of South American Indians, 7 Vols., Cooper Square Publishers Inc., New York.
Steward, Julian H., 1963b., "South American Cultures: an interpretative Summary", in Handbook of South American Indians (Julian H. Steward ed.), Volume 5: The comparative Ethnology of South American Indians, Cooper Square Publishers, Inc., New York, pp. 669-783.
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