Fig. 1.
Roca con mineral de plata de Huantajaya. Sector Alto de San Simón (Foto H. Larrain, 2014).
Fig. 2. Zona del"Hundimiento" en el mineral de plata de Huantajaya. En la parte inferior, se alcanza a ver tres bocas de túneles (Foto H. Larrain, 2014).
Fig. 3. Ingreso al túnel del "Chiflón del Diablo", Mina de Huantajaya, (Foto H. Larrain, 2013).
Fig. 4. Monedas de plata, llamadas "macuquinas", halladas en el área del mineral de Huantajaya, fechadas entre 1728 y 1774 (Colección particular, Iquique).
Objetivos de esta recopilación
Los apuntes que siguen, no pretenden ser, por cierto, una investigación pionera en este campo. Hoy hay numerosos y bien documentados estudios, tanto en el Perú como en Chile, acerca de la minería en los inicios de la conquista de Chile y sus motivaciones. (Cf. Donoso, Carlos, 2008, Trelles, 1982, entre otros).
A ellos deben dirigirse aquellos que buscan profundizar en el tema. Algunos de entre ellos se anotan en la bibliografía de apoyo que indicamos al final.
La presente síntesis solo busca reunir los antecedentes más tempranos (textuales), hoy disponibles, que nos orienten y ofrezcan pistas acerca de los inicios de la explotación minera de la plata en Tarapacá y sus protagonistas, en particular, en el área de Huantajaya, junto a Iquique. Nos interesa, en forma especial, dar a conocer y comentar citas textuales de los cronistas tempranos (1).
Esta recopilación está especialmente dirigida a apoyar la labor de los educadores del Norte de mi país que enseñan historia de Tarapacá en la época de los inicios de la conquista española de Chile, con textos precisos tomados de las mismas fuentes. Las notas nuestras a dichos textos, sólo tienen por objeto ilustrar acerca de palabras o tópicos que son ignorados o poco conocidos para la mayoría de los chilenos.
Las primeras evidencias de la riqueza de las provincias del extremo sur del imperio Inca (Colesuyo y Collasuyo) (2).
El inusitado interés demostrado en la conquista de los territorios situados al sur del Cuzco por Almagro y sus compañeros, ciertamente no fue motivado por la búsqueda del “honor” y “la gloria” inherentes al adquirir “nuevos territorios” para incrementar los dominios del Rey Carlos, su Señor. Los bandos de Pizarro y Almagro parecían irreconciliables en cuanto a fijar los límites de sus respectivas gobernaciones, recientemente concedidas por la Corona. Incluso el área del Cuzco estaba en disputa. Los límites asignados a éstas, eran muy poco precisos y se prestaban para un pleito. Ambos, ambiciosos de poder y gloria, tenían poderosos seguidores. Cuando Francisco Pizarro, el Marqués y el Adelantado Diego de Almagro se dividen por fin la tierra, conforme a las instrucciones llegadas de España en 1535 (3), Almagro inicia de inmediato el reclutamiento de compañeros de ruta, prometiéndoles gloria y riquezas, y emprende audazmente el reconocimiento y conquista de los territorios del extremo sur del imperio Inca, en busca de nuevas riquezas y tierras de indios. Éstas, constituirían su nueva Gobernación con el nombre de “Nueva Toledo” (4).
De estos afanes, nos da cuenta fiel el temprano cronista Cristóbal de Molina, “El Chileno” (5), capellán de la expedición de Almagro (Molina, 1936: 14-18).
El brillo del oro como acicate de la conquista.
En este intento por conquistar nuevas tierras, el espejismo de la riqueza fácil, especialmente del oro y la plata, fue, a no dudarlo, el principal acicate. Tanto en Cajamarca como en Pachacámac y Cuzco, los españoles habían sido testigos directos de la existencia de flameantes planchas de oro y plata que adornaban los templos y santuarios incas (6).
Numerosas “huacas” sagradas fueron luego violentamente saqueadas, en busca de los tesoros que acompañaban a los enterramientos de sus magnates. Era la notoria riqueza de la tierra lo que les atraía como un imán. En el altiplano, el capitán Juan de Saavedra, fiel seguidor de Almagro, había sido comisionado para apoderarse de parte del tesoro que venía de Chile y que estaba destinado para el rescate de Atahuallpa, su señor, lamentablemente ya ajusticiado por entonces (7). Cristóbal de Molina es explícito al respecto:
“El Adelantado Almagro…traía gran determinación de hacer el descubrimiento de Chile… y él con diez o doce de a caballo se fue adelante por el camino real (8) hacia las provincias de los Chichas, cuya cabeza era el pueblo de Topiza (9) donde dijimos que le estaban esperando Paulo Tupa Inca (10) y Vilahoma (11). Como el Adelantado iba cebado por la codicia y la ambición de señorear grandes reinos por la noticia que le daban los indios (de) las riquezas y gentes de Chile, no tuvo en nada la tierra en que estaba….”.
“Prosiguió el Adelantado Almagro su viaje por el camino real del Inga que guía a las provincias de los Chichas y llegó al pueblo de Topiza donde halló a los Ingas Paulo y Vilahoma, que le estaban esperando y tenían recogido de la tierra por donde habían venido cantidad de oro y plata…(12) ”. (Molina,1936: 20-21).
Los recuerdos de testigos tempranos.
El cronista español Pedro Pizarro (13), de quien luego hablaremos, fue testigo presencial de los hechos en Cajamarca, según el mismo lo afirma, y nos trae a cuento una escena que ciertamente debe haber deslumbrado a los españoles y exacerbado su codicia:
“También me acuerdo oí a Atabalipa [sic por Atahuallpa] estando un día comiendo con el Marqués [Francisco Pizarro] que de Chile traian seiscientas angarillas de tejuelos de oro, para lo que había mandado [traer para su rescate]. Preguntándole el Marqués qué tanta cantidad será, dijo: será un montón tan alto como esta mesa. Esto nunca paresció.” (Pizarro, 1944:72).
La insaciable codicia por el oro y la plata que habían ya visto por sus ojos en el momento de la prisión de Atahuallpa (especialmente en Cajamarca), mucho más que el tan mentado anhelo de “gloria y honor”, fue el poderoso imán que impulsó a Almagro y su grupo a proseguir su avance impetuoso hacia el sur, a pesar de las duras condiciones del camino. En este andar, perdieron como setenta caballos y cientos de “piezas de servicio”, como llamaron a los naturales, hombres y mujeres, que enganchaban a la fuerza en su empresa conquistadora (14). No se arredraron por ello.
(Sobre el espíritu de la conquista y sus evidentes motivaciones económicas, consúltese a Néstor Meza Villalobos, 1936: 322-389).
Los primeros testimonios explícitos de la riqueza de Tarapacá.
Una de las primeras disposiciones del Gobernador del Perú Francisco Pizarro, a medida que sus capitanes avanzaban descubriendo hacia el sur del imperio inca, fue premiar a sus soldados con “repartimientos” o “encomiendas de indios”. Fue la manera concreta de pagar los servicios de los soldados por los trabajos sufridos en la conquista. Porque “sueldo”, propiamente tal, no le tenían. En el mes de Enero de 1540, Francisco Pizarro ya muy tempranamente y sólo confiando en las informaciones de Almagro y sus compañeros, a su regreso de Chile, [Almagro solo permanece alrededor de once meses en Chile, retornando en seguida al Cuzco] procede en Arequipa a entregar las primeras encomiendas para el área de Tarapacá, en premio a sus servicios (15). (Cf. Barriga, 1939, 1940, 1955; Larrain, 1974). La más importante, tal vez, recaerá en uno de sus capitanes y fieles amigos, Lucas Martínez Vegazo (16). En el testamento de éste, fechado el 20 de noviembre de 1565, un año antes de su muerte se alude, tal vez por primera vez, a la existencia y explotación de minas de plata en el área de Tarapacá (17).
La siguiente cita es ilustrativa al respecto:
"En las minas de Tarapacá, (trabajaban) un negro oficial herrero que se llama Antón, con su fragua e aderezos della, y otro que se dice Antonio Garbato que suena los fuelles". (cit. in Trelles, 1988).
De esta cita se puede inferir los hechos que siguen:
a) Martínez Vegazo tiene un temprano conocimiento de la explotación de vetas de plata trabajadas por los indios de su encomienda. Tal cosa pudo suceder, como anota el deán Echeverría (hacia 1804), a través de un indígena, apellidado Quilina, quien se lo habría comunicado, probablemente tras haber sido sometido a suplicio (18). Se ha indicado erróneamente el año 1556 como el posible inicio de estas explotaciones argentíferas, habiendo sido un portugués de apellido Rodríguez Almeyda su iniciador, para beneficio del encomendero (19).
b) Pone en trabajo algunos piques o minas, estableciendo en el terreno mismo, es decir en los cerros de Huantajaya, un pequeño grupo de mineros, indios de servicio y varios esclavos negros (20).
c) La explotación es sólo del mineral de plata; los españoles no parecen interesarse por entonces por el cobre, muy abundante allí, al que no prestan mayor atención.
d) La plata así obtenida es fundida, al parecer, allí mismo, [pues no hay aún todavía mención a trapiches (21) en la pampa del Tamarugal, o en Tilibilca.
e) La mención que se hace del uso de "fuelles" parece referirse explícitamente a la producción de plata utilizando a la usanza indígena el método de las huairas (22) sistema que, casi con seguridad, aplican durante los primeros años de explotación en las minas de plata de Huantajaya (sector Alto de San Simón).
f) El transporte de agua se realiza en carretas, mediante el empleo de botijas, y odres de cuero de llamos (23) y vacunos, a partir de vertientes situadas en la quebrada de Tarapacá, en particular en las vertientes de Huarasiña. Nunca se menciona en los documentos tempranos el uso de agua extraída en las cercanías inmediatas o de los mismos piques.
g) El encomendero Martínez Vegazo obtiene copiosos réditos de esta producción de plata, lo que le permite apoyar tempranamente, con un enorme aporte en dinero, la conquista y sujeción del Reino de Chile por las tropas de su amigo y compañero Pedro de Valdivia (24).
h) Con seguridad, esta temprana producción de plata, por entonces no es tasada ni diezmada [para extraer el diezmo real] por las Cajas Reales de Carangas, establecidas algo después en el Alto Perú (25).
i) A partir de entonces, se difunde la fama del yacimiento del cerro rico de Huantajaya, considerado y alabado como uno de los más ricos del Virreinato, hasta el descubrimiento, a partir de 1556, del mineral de Potosí en Bolivia (26).
Las referencias del cronista Pedro Pizarro a este yacimiento.
Pedro Pizarro (1515-1602), primo hermano del Marqués Francisco Pizarro (27), recibió también de manos de éste una encomienda de indios que abarcaba sectores del sur peruano (Tacna) hasta Tarapacá. Colindaba, por lo que sabemos, con la encomienda de Martínez Vegazo. Ya de edad madura, terminó de escribir en febrero de 1571 sus recuerdos y los plasmó en una Crónica que lleva por título de: “Relación del Descubrimiento y Conquista de los Reinos del Perú.” (Madrid,1844).
En esta obra, se refiere específicamente a la explotación de minas de plata, en plena producción, en Tarapacá.
Pizarro se refiere allí con desdén a los que antes han escrito sobre el Perú sin haber sido testigos presenciales. Su ágil relato, por lo detallado y preciso, nos da una fuerte impresión de realismo y objetividad. Al referirse a las “minas que están en Tarapaca”, sin el menor género de duda, se está refiriendo al mineral de Huantajaya, muy probablemente en el sector del cerro de San Simón. No existió -que sepamos- ningún otro rico filón de plata por las cercanías, pues el Mineral de Santa Rosa, geográficamente muy próximo, fue recién trabajado a partir del siglo XVIII, no antes, por los antecedentes de que disponemos. Muy valiosa y elocuente es su referencia al hecho de que este yacimiento ya era bien conocido y explotado en el tiempo de los Incas.
Analicemos con especial esmero este notable texto, lejos el más explícito y detallado referente a estas Minas de Tarapacá, entre los documentos tempranos. Se señala allí explícitamente que de las Minas de Porco, que estaban en tierras de Hernando Pizarro y “de las Tarapacá”, se sacaba antiguamente plata para el Inca:
“Y en este tiempo, descubrió Hernando Pizarro [primo de Pedro] las minas de Porco y tomó aquella rica mina que allí tiene; que destas minas y de unas questán en Tarapacá, tierra yunga (28), legua y media de la mar del sur [esto, es 8-10 km. del mar] sacaban plata para los Yngas, que las de Potosí en tiempos de españoles se labraron, aunque los naturales tenían algunas catas en ellas” (edición 1944:150).
Un poco más abajo (p. 151), Pedro Pizarro vuelve a referirse al tema:
“Hay otra parte que sacaban plata ansimesmo como tengo dicho que se llamaba Tarapaca. Tiene este nombre de Tarapaca por un pueblo que ansí se llama, questá doce leguas destas minas. Están estas minas de Tarapaca en unos arenales”.
Examinando con algún detalle este texto, podemos deducir varios aspectos de interés:
a) En ningún momento se nombra el lugar exacto de las minas por su actual topónimo “Guantajaya”. Tampoco lo hará el Testamento de Lucas Martinez Vegazo, hecho en noviembre del año 1565, quien se refiere a ellas como “las minas de plata de Tarapacá”. Sólo se les llamará inicialmente “las minas de Tarapaca”, por quedar éstas dentro del distrito de este pueblo indígena.
Pero lo que nos sorprende es el hecho sintomático que se pronuncie este pueblo al modo indígena, como "Tarapaca" (como palabra grave, sin acentuación en la á final) y no Tarapacá, como hoy. Lo que parecería indicarnos, que Pedro Pizarro usa todavía, siguiendo la usanza de sus indios, la acentuación indígena local: “Tarapaca” (29).
b) Se señala que el agua dulce para la bebida se trae de muy lejos, desde doce leguas de distancia. Siendo la legua una medida española “itinerante”, es decir lo que se cubre caminando a pie o a caballo por espacio de una hora, la distancia de “una legua” se ha solido calcular aproximadamente en unos 6 km. Lo que haría unos 74 km. de recorrido. A través de Google Earth nosotros hemos calculado exactamente la distancia en línea recta Huantajaya-Tarapacá en 68 km. El cálculo español fue, según se ve, bastante preciso, dadas las sinuosidades propias de la huella.
c) “A doce leguas”, igualmente, se encuentra según el cronista Pizarro el agua para la bebida; lo cual coincide con bastante exactitud con la localización de las vertientes de Huarasiña y/o Tarapacá, donde brotaba agua permanente de excelente calidad. Esta agua es la que permitirá más tarde al encomendero Martínez Vegazo accionar su trapiche de Tarapacá y la fundición de plata en el sitio inmediato a ésta, en Tilibilca.
d) Las Minas dichas se encuentran “en unos arenales”. Para los españoles la ausencia total de vegetación del lugar les permite calificar el sitio como “arenales”, pues no otra cosa sino arena suelta y piedrecillas es todo el material visible hasta hoy en toda el área de Huantajaya.
e) Pizarro señala la riqueza de estas minas: “es el metal de plata que en estas minas hay muy rico, porque lo más que se ha sacado dellas es plata blanca acendrada, y aún quieren decir que tiene quilates de oro”. “Hay tantos veneros a manera de vetas en diez leguas alrededor de lo que se ha visto, como venas tiene una hoja de col, y en todas las partes que cavan sacan metal de plata, uno más rico que otro” (1944: 151).
f) el grave problema con que se tropìeza aquí es la falta total de agua local para accionar los quimbaletes o molinos (30). “Por la falta de agua que tiene tan grande no se labran estas minas ni se ha descubierto la riqueza que en ellas hay”.(1944: ibid.).
g) Reconoce que Lucas Martínez Vegazo labraba estas minas, “porque tenía en encomienda estas minas de Tarapacá”.
h) Nos indica, igualmente, que este mismo encomendero “…halló unas papas de plata redondas como bolas, questos indios llamaban papas, sueltas e entre la tierra, de peso de doscientos pesos, y de trescientos y de quinientos y de arroba y de dos arrobas, y aconteció hallar papa que pesaba un quintal…Hallábanse estas papas a tiempos...” (31).
i) Nos señala que Pedro Pizarro tenía su encomienda “cerca destas minas”. ¿Cuál era ésta?, La de Tacna, que por entonces Pedro Pizarro compartía con el encomendero Hernando de Torres.
No nos queda claro cómo pudo Pedro Pizarro pretender tener acceso y propiedad sobre estas minas, tan próximas a las de Martínez Vegazo que quedaban, según el mismo, a sólo “dos tiros de arcabuz” de éstas (32).
El texto del cronista nos sugiere que uno de sus indios de encomienda le advirtió sobre la presencia de “una mina más rica que la que Lucas Martínez labraba, y yendo en busca della, topó unas catas que los indios antiguamente labraban a dos tiros de arcabuz de la cueva de Lucas Martínez”.
Pedro Pizarro busca, según el texto, “en una cata pequeña (33), poco más de dos palmos debajo de la tierra, se halló unas piedras a manera de adobes que en obra de medio estado (34) questaban estas se sacaron mas de tres mil pesos de pedazos de piedras a manera de adobes de plata blanca que subia de la ley”.
4) Para mejor comprender el sistema de explotación indígena de la plata que les tocó presenciar a los españoles y que, seguramente, siguió usándose por más de un siglo, hasta la introducción de las nuevas técnicas (las que serán propuestas por el clérigo español avecindado en el Perú Alvaro Alonso Barba, 1640), traeremos a colación aquí una notable descripción del cronista Pedro Cieza de León (35), testigo temprano de la conquista y, por lo demás, reconocido simpatizante de la cultura y costumbres locales que como pocos detalla, casi diríamos con una evidente satisfacción y deleite:
“…como para todas las cosas puedan hallar los hombres en esta vida remedio, no les faltó para sacar esta plata con una invención la más extraña del mundo, y es, que antiguamente como los ingas fueron tan ingeniosos en algunas partes que le sacaban plata, debían no querer correr con fuelles, como en ésta (mina) de Potosí [ya explotado por los españoles por entonces], y para aprovecharse del metal hacían unas formas de barro, del talle y manera que es un albahaquero en España (36), teniendo por muchas partes algunos agujeros o respiraderos. En estos tales ponían carbón, y el metal encima, y puestos por los cerros o laderas donde el viento tenía más fuerza, sacaban dél plata, la cual apuraban y afinaban después con sus fuelles pequeños, o cañones con que soplan (37). Desta manera, se sacó toda esta multitud de plata que ha salido deste cerro [de Potosí] y los indios se iban con el metal a los altos a la redonda dél, a sacar plata. Llaman a estas formas guairas, y de noche hay tantas dellas por todos los campos y collados, que parescen luminarias; y en tiempo que hace viento recio, se saca plata en cantidad; cuando el viento falta, por ninguna manera pueden sacar ninguna”. (Cieza de León, edición 1947; Primera Parte, Cap. CIX, pág. 449).
(Hasta aquí esta recopilación nuestra de los más antiguos textos con antecedentes sobre las minas de plata de Huantajaya).
Notas nuestras.
(1) Las citas textuales permiten inferir, a un lector preparado, la calidad y verosimilitud de una determinada descripción. Por los mínimos detalles observados, es posible descubrir la diferencia entre un mero descriptor y un testigo presencial de los hechos. Por ejemplo, compárese una descripción hecha por el cronista soldado Pedro Cieza de León, con una del cosmógrafo Cosme Bueno o del geógrafo Alcedo. En las minucias o pequeños detalles referidos por cada uno, se puede notar la diferencia.
(2) El “Collasuyo” era la porción altiplánica andina y zonas próximas al lago Titicaca, mientras que el Colesuyo era la zona más baja y costera, en el extremo sur del Tawantinsuyo (Moquegua, Tacna y Arica). Ambas “suyos” o provincias eran habitados por comunidades de muy diferente lengua y cultura.
(3) Diego de Almagro es ajusticiado en el año 1538, mientras que Francisco Pizarro es muerto en el año 1541. Ambos, inseparables compañeros de fatigas desde la gesta de la isla del Gallo (1524), conocerán una ignominiosa muerte semejante, a manos de sus propios coterráneos. “Justo castigo por sus crueldades”, dirá más de alguien…
(4) Almagro, con una pequeñísima hueste, parte al Collao para reclutar fuerzas para iniciar la conquista de Chile en el mes de julio del año 1533.
(5) Cristóbal de Molina, apodado “el Chileno”, capellán de la expedición de Almagro a Chile, vive entre 1494 y 1580. Es el autor de la obra: “La relación de cosas acaecidas en el Pirú”, publicada originalmente en el año 1873 por el historiador chileno Diego Barros Arana. No se le debe confundir con otro Cristóbal de Molina, igualmente clérigo, apodado “El Cuzqueño”, autor de la “Relación de la fábulas y ritos de los indios”, publicada por Clements R. Markham en el año 1873.
(6) Hernando Pizarro en sus cartas refiere el asombro de los españoles ante la magnificencia del templo mayor de Pachacámac, el que despoja violentamente de sus adornos de oro y plata.
(7) El inca Atahuallpa es ajusticiado por los españoles, por decisión de Pizarro, en Cajamarca el 28 de julio de 1533.
(8) El “Camino Real”, en expresión de los españoles, era la principal vía de comunicación incaica tanto hacia el sector altiplánico oriental como hacia el sur (Arica-Tarapacá). Era el famoso Qapaq`ñan de los Incas, expresión gráfica que significa exactamente el camino (ñan) de los Señores (Qapaq).
(9) “Topiza” es hoy Tupiza, y se halla en la frontera actual entre Bolivia y Argentina, en la coordenadas 21º 26´ 32´´ S y 65º 43´ 08´´ W a 2.850 m sobre el nivel del mar, en el departamento boliviano de Potosí. Se encuentra en el territorio de los indígenas Chichas, nombrados frecuentemente en las Crónicas.
10. En relación a Paullu Inca, señala textualmente el cronista-sacerdote Cristóbal de Molina, “el Chileno”: El Adelantado (Pizarro) pidió al Inga que le diese dos señores para ir adelante del Cuzco para hacer el viaje y apercibiera toda la tierra para que sirviesen a los españoles que habían de ir con él; y el Inga le dio a su hermano Paulo Tupa, de que ya tratamos y Vilaoma…” (In Molina, 1936:18).
Paullu Inca desempeñará un papel muy activo en las relaciones entre el nuevo inca, impuesto por los españoles y las autoridades españolas en el Cuzco. En medio de las luchas intestinas entre las facciones castellanas, supo acomodarse muy sagazmente, buscando siempre acogerse al partido vencedor.
11. Villac Uma era sumo sacerdote en el Cuzco. Cristóbal de Molina lo describe así: “era como papa que tenía a cargo todas las idolatrías de la tierra”. (in Molina, 1936: 18).
12. Las cargas de oro que captura en Tupiza el capitán Juan de Saavedra, venían desde Chile traídas por el emisario quechua Huayllullo y habían sido enviadas para ayudar a cubrir las exigencias para el rescate de Atahuallpa exigido por Pizarro. (Cf. Mariño de Lobera, 1936: 82). No tenemos mayor información al respecto. Como para entonces Atahuallpa había sido ya ajusticiado en Cajamarca, por orden de Pizarro, esta remesa de oro que según Pedro Pizarro “nunca paresció”, debe haber sido fundida y repartido su valor entre los soldados españoles presentes. ¿Por qué Francisco Pizarro nunca lo reclamó?. Tal vez le ocultaron el hecho y nunca llegó a saberlo…
13. Pedro Pizarro (1515-1602) había nacido en la ciudad de Toledo y, según algunos, era primo del conquistador Francisco Pizarro. Otros autores lo desmienten. En su vejez, terminó de redactar, en 1571, su propia Crónica de la conquista con el título de: “Relación del descubrimiento y Conquista de los reinos del Perú”. Obra que fue tardíamente publicada por primera vez en España recién en el año 1844 en la “Colección de Documentos inéditos para la historia de España”.
14. El cruce de la cordillera de los Andes por Almagro y su hueste fue desastroso. Había ya pasado el invierno cuando se atrevieron a aventurarse rumbo a Chile para caer finalmente cerca de Copiapó. La descripción del cronista-sacerdote Cristóbal de Molina es impresionante. De este penoso período Molina señala:
“Pasó el Adelantado y su gente para pasar a los valles de Copiapó un despoblado y puerto de trece jornadas, que cuando es tiempo de nieves, es todo el camino nevado, hasta la rodilla donde menos hay nieve, y cuando no la hay, que era cuando pasó el Adelantado, hace tan gran frío que se murieron en una noche en el puerto, que es cinco jornadas de Copiapó, setenta caballos y gran cantidad de piezas de servicio de los naturales, de frío, y con este trabajo llegó al primer valle de Copiapó y los naturales de este valle lo recibieron muy bien y le dieron de lo que tenían y se reformó porque este valle tenía mucho maíz y ovejas de la tierra muy gordas..” (in Molina, 1936. 21, énfasis nuestro).
15. Al parecer, cruzan la cordillera en las cercanías del verano, atravesando según se estima, por el paso de San Francisco, situado a 4.726 m de altitud sobre el nivel del mar. Las fechas exactas del cruce no las conocemos, pero parece obvio que Almagro debió averiguar con especial esmero la mejor temporada para cruzar la cordillera. Solo sabemos que tardó trece días completos en conducir su abigarrada hueste a través de la cordillera hasta las cercanías de Copiapó.
16. El 22 de enero de 1540, en Arequipa, el conquistador Francisco Pizarro otorga a Lucas Martinez Vegazo la encomienda de Ilo, Arica y Tarapacá, entre otras varias concedidas a otros capitanes españoles, en premio por sus servicios a la Corona. Nadie imaginaba entonces que poco tiempo después, el 26 de junio de 1541, Pizarro moriría ajusticiado por confabulación de los almagristas que así vengaban el asesinato de su líder, Diego de Almagro en el Cuzco, ocurrida el 8 de julio de 1538.
17. Lucas Martínez Vegazo. Nacido en Trujillo, España (1510?), muere en la ciudad de Lima el 29 de abril de 1567 a los pocos días de haberse casado con la joven María Dávalos, de edad de 23 años, quien heredará su encomienda. Llegado muy joven al Perú, en el año 1529, será inseparable compañero de armas del Adelantado Francisco Pizarro. Por eso, es agraciado por Pizarro con la encomienda de indios de Ilo, Arica y Tarapacá, en enero de 1540. Por haberse plegado después al bando de Gonzalo Pizarro en 1544, fue despojado de su encomienda, la que logró recuperar más tarde en marzo de 1556. Falleció a la edad de 57 años, edad en la que por entonces una persona era considerada ya viejo.
18. El testamento de Lucas Martínez Vegazo ha sido publicado por Efraín Trelles en la revista "Historia", Pontificia Universidad Católica de Chile Nº 23, 1988: 267-293 (ver bibligrafía).
19. Otros autores sugieren que el encomendero habría presionado al cacique de Tarapacá Tusca Sanca para que les diera a conocer la ubicación exacta de las minas de plata del Inca. El tema se presta para la creación de mitos. Tal vez nunca lo sepamos.
20. Francisco Rodriguez Almeyda, portugués, fue el primer Corregidor de Tarapacá. Según algunas fuentes, habría sido compañero de Diego der Almagro en su fallida expedición a Chile. Y según el Deán Echeverría, escribiendo muchos años después, en 1804, habría sido el “descubridor” del mineral de Huantajaya en 1556. Sabemos que esta última noticia es claramente errónea, puesto que, por esas fechas, el encomendero Lucas Martínez ya había iniciado en ella las faenas mineras a partir del mismo año 1540, fecha de la concesión de la encomienda de Tarapacá en su favor. Más aún, en el año 1556, Martínez Vegazo logrará recuperar su encomienda de Tarapacá, tras su pérdida en 1544 por haber seguido al caudillo Gonzalo Pizarro en su insurrección contra la Corona. Y sin duda, al recuperarla, vuelve a poner operarios en sus minas. Así se podría deducir al analizar en detalle el Testamento del mismo y los donativos in articulo mortis que hace en favor de sus mineros.
¿De dónde procede, entonces, la afirmación del Deán Echeverría? Parece muy probable que durante los doce años siguientes a su pérdida, las labores mineras en Huantajaya hayan estado suspendidas del todo por falta de apoyo financiero. Tal vez alguien las “redescubre” en la época de Rodriguez Almeyda y, por tal motivo, Echeverría le atribuye su “descubrimiento” . Es ésta, por ahora, nuestra hipótesis tentativa.
21. Efraín Trelles en su excelente trabajo sobre el testamento de Lucas Martínez Vegaso (ver bibliografía, infra), nos entrega valiosa información sobre el número, calidad, y responsabilidad de los empleados en sus minas: españoles, indígenas y esclavos negros.
22. “Trapiches” es voz española que viene del árabe de Andalucía “trapíc” la que, a su vez, viene del latín: “trapetum”: lugar donde se realizaba la molienda. Hay trapiches de aceitunas, para obtener el aceite, de caña de azúcar y trapiches mineros, para efectuar la molienda del mineral de oro o plata, y designa a los sitios mismos de molienda.
23. Huaira es voz quechua (wayra) que designa el “viento”. El “Anónimo” de 1586 editado por R. Cerrón Palomino apunta: “Wayra: aire”; “wayrachina: ventallo, aventadero”. Pero también: “hornaza en que se funde la plata”, “Wayrachini: fundir plata así”. (In Cerrón Palomino, ed. 2014: 357).
Igualmente, es voz que aparece en la lengua aymara para designar no solo al viento mismo (“viento rezio: hiske, huayra, según Bertonio”), sino también al artefacto usado utilizando el viento para extraer metal, fundiéndolo. En efecto, Bertonio trae: “instrumento de barro con muchos agujeros para fundir” (Bertonio, 1984 (1612): 157 y 469).
24. Sobre la referencia a odres de cuero usados para el transporte de agua, véase nuestro trabajo: “Empleo de contenedores de cuero animal en las faenas mineras de la plata en el yacimiento de Huantajaya colonial, próximo a Iquique”, “Taltalia”, Revista del Museo Augusto Capdeville Rojas, Taltal (Chile), Nº 3, 2010: 33-44.
Fig. 4. Típico odre de cuero (o "zaque") para el transporte de agua, Hallado por nosotros en un basural colonial de Huantajaya, (Foto. H. Larrain, 2014).
25. Debido a que los mineros de Tarapacá burlaban grotescamente la orden real de tasar y quintar la producción de plata de las minas de Tarapacá, surge la idea de establecer Cajas Reales para el cobro del “quinto real”, en el sitio de Huantajaya, plan que nunca llegó a prosperar. En resumidas cuentas, gran parte de la producción de plata de este yacimiento fue vendida o negociada “de contrabando” durante mucho tiempo. Basta recordar aquí, a este propósito, la referencia que hace el capellán Francis Fletcher, de la expedición del corsario inglés Francis Drake a la captura de mulares cargados con trece barras de plata, en el puerto de Iquique, a fines del año 1577. (Ver H. Larrain, bibliografía, 2012).
26. La fama de la riqueza de las minas de Huantajaya fue ampliamente divulgada por numerosos autores coloniales, sobre todo a partir del siglo XVIII. Con frecuencia se le compara en riqueza a las afamadas minas de Potosí, en Bolivia.
27. Pedro Pizarro (1515-1602) el soldado cronista era según se dice, primo de Francisco y Gonzalo Pizarro. Nacido en la ciudad de Toledo (España) en el año 1515, muere en España, a la edad de 87 años. Es el autor de la Crónica “Relación del descubrimiento y conquista de los Reinos del Perú”. Obra que verá la luz recién en el año 1844 en Madrid.
28. Tierras “yungas“eran llamadas las zonas bajas, (menos de 2.000 s.n.m.) de clima caliente, en oposición a la “puna” o región de zonas frías (páramos), de gran altura. El Anónimo de 1586 de la lengua quechua trae: “yunca |yunka|. Los llanos [la costa] o cualquier tierra calurosa”. (in Cerrón Palomino, editor, 2014: 182).
La producción agrícola de ambas zonas era muy diferente, pero complementaria e hizo posible, entre ambas, un activo intercambio y comercio de variados productos desde tiempos muy antiguos.
29. La voz indígena de origen es Tarapaca, palabra grave, no aguda. La acentuación en la sílaba final: Tarapacá, es de época española hasta ahora imprecisa, pero debió ocurrir, tal vez, a fines del mismo siglo XVI. ¿Por qué este cambio de acentuación?. En quechua y aymara, no existen las palabras con acentuación aguda. No atinamos a dar con la posible razón de este cambio fonético, ni conocemos estudios en este sentido. Tal vez, una posible explicación podría hallarse en la semejanza fonética con la voz "acá" (acentuado en la á final), propia de la lengua castellana.
30. “Quimbaletes”: (o guimbaletes) es una técnica primitiva de separación de las partículas de oro contenidas en rocas cuarcíferas, mediante la molienda efectuada entre dos grandes piedras. La superior, de base redondeada, por un movimiento de péndulo, activado por manos humanas, muele y va desmenuzndoa el material a medida que se va agregando sobre la piedra plana inferior mientras gira. Se le va agregando continuamente agua. El oro, más pesado que el cuarzo, va quedando reunido en el fondo. La operación de la molienda exigía la adición de mercurio ("azogue" para los españoles) elemento que se amalgama con el oro. Este sistema era de alto riesgo para la salud, por la grave contaminación con mercurio, al ser inspirado de continuo por los operadores. No hubo por entonces conciencia alguna del daño mortal inferido a la salud de los operarios.
31. Sobre la real existencia de “papas” de plata en el mineral de Huantajaya y su autenticidad, véase el capítulo en nuestro blog https.//eco-antropologia.blogspot.com con el título de: “Papas de plata pura en el mineral de Huantajaya: ¿un mito minero, o realidad?” (editado el 26/10/2012).
32. Un “tiro de arcabuz” en el siglo XVI, suponía una distancia aproximadamente de 60 metros para ser efectivo y letal. No más. Dos tiros, entonces, equivaldrían a una distancia máxima de 120-130 m. Lo que nos estaría sugiriendo que posiblemente se trataba de dos diferentes “catas”, o pozos, tal vez parte integrante de un mismo filón.
33. “Catas”: voz que equivale a lo que entre nosotros se conoce como “cateos” o sondeos en búsqueda de vetas mineras mediante un prolijo examen del sitio respectivo. Supone necesariamente el cavar. También se usa esta voz para designar minas de poca profundidad.
34. Un “estado” era un medida de longitud equivalente a 7 pies, esto es, 0.3048m x 7= 2,1336m. Por lo tanto, la profundidad a la que se hace referencia aquí (“medio estado”) era de unos 1,0668 metros o, en términos redondos, algo más de un metro.
35. El cronista soldado español, Pedro Cieza de León (1520-1554?) es el autor de la obra “Crónica del Perú”, escrita entre los años 1540 y 1550 a petición expresa de don Pedro de la Gasca, gobernador interino del Perú (1546-1550). Esta obra fue la primera en ser publicada sobre los hechos de los castellanos y la conquista del imperio inca. En vida del autor (1553), se publicó solo la Primera Parte. Las otras tres partes de su obra, fueron recién publicadas en el siglo XIX.
36. “Albahaquero”: denota un tiesto de barro cocido apto para cultivar plantas y flores. Palabra de origen árabe. Viene de la voz “albahaca” que es una planta aromática muy usada hasta hoy en la cocinería en todo el mundo. Su nombre científico es Ocimum basilicum L., así bautizada por Linneo en 1753.
37. “Phucuna”: voz quechua. que significa soplar. El anónimo de 1586 trae estas dos voces: a) pucuna |phuku-na|. Fuelles o cañuto [tubo] para soplar y b) Pucuni |phuku-y|. Soplar, follar [soplar con fuelle]. (in Cerrón Palomino (ed), 2014: 150).
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