martes, 27 de agosto de 2013
Atropellos y desmanes recientes contra el arte rupestre chileno: el caso dramático de los geoglifos de Tarapacá.
Enigmático geoglifo de largas líneas rectas, paralelas, en una planicie o meseta al sur de Huatacondo, situado exactamente a la vera del Camino del Inca o Qhapaqñan. Afortunadamente, se encuentra aún intacto. Ojalá no lo destruyan pronto los amigos de un "Progreso" mal entendido. Ojalá esta fotografía sea un útil testimonio para la conservación perpetua de estas manifestaciones rupestres, orgullo de nuestra región.
Una grave denuncia.
Con motivo de un reciente estudio sobre el Qhapaqñan o Ruta antigua del Inca a través de Tarapacá, Proyecto que tiene entre manos el Departmento de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad Arturo Prat de Iquique, en el que nos ha tocado participar como investigador, hemos tenido ocasión de observar, fotografíar y también de lamentar profundamente numerosos destrozos recientes verificados en valiosas zonas de arte rupestre de esta región. Estos destrozos, realizados por potentes vehículos todo terreno (generalmente camionetas), han afectado particularmente a diseños realizados en la tierra, en pampas abiertas o en laderas de cerros, a geoglifos de extrañas formas y notable finura de confección. Estos curiosos y muy notables diseños realizados por artistas indígenas del pasado han venido siendo estudiados desde hace varios decenios, especialmente por arqueólogos y expertos en diseño, máxime por Lautaro Núñez y Luis Briones, ambos tarapaqueños de vieja cepa, nacidos en la localidad de Pica. Los estudios relativos a estas formas locales de arte rupestre, sobre todo los geoglifos, se encuentran "ocultos" en revistas chilenas especializadas tales como Chungará, y Diálogo Andino, de la Universidad de Tarapacá, Estudios Atacameños, del Museo de Arqueológico Gustavo le Paige de San Pedro de Atacama o en la Revista del Museo de Arte Precolombino de Santiago, entre otras.
Las prospecciones mineras, el deporte de cuatro ruedas y el trazado de caminos.
El avance arrollador de la construcción de rutas de comunicación, especialmente carreteras asfaltadas, la frenética y casi desesperada prospección minera en esta zona de Chile donde ya no queda casi zona sin ser solicitada para la minería del futuro o del presente, y por añadidura, la creciente actividad deportiva usando vehículos motorizados y/o motocicletas o buggies, están causando graves destrozos a estas antiguas manifestaciones rupestres, en particular a los geoglifos. Nada nos advierte hoy acerca de su cercana presencia. Estos se hallan dibujados muchas veces en pampas abiertas o en laderas suaves de muy fácil acceso vehicular, y no siempre son reconocibles con facilidad; algunos de ellos, tal vez los más antiguos, se hallan hoy en estado de franco deterioro o, lamentablemente, en vías de desaparecer.
Un inapreciable tesoro para los investigadores.
Todo un tesoro virgen para el estudio tanto arqueológico, como sociológico, como de diseño y arte. Empleo a propósito el término "virgen", pues lo que hasta ahora se ha hecho, con laudable esfuerzo y despliegue de ingeniosidad por parte de expertos en arte, como Luis Briones, o en arqueología, como Grete Mostny, Hans Niemeyer, Lautaro Núñez y muchos otros más, apenas roza su sentido más profundo: el por qué de la selección de tal o cual figura, (hay numerosas y distintas) o su posición y orientación exacta, su tamaño y su forma precisa. ¿Qué sabemos hoy nosotros de todo esto y , sobre todo, de las motivaciones y razones más íntimas que condujeron a su confección in situ?. Nada o casi nada. ¿¿Por qué aquí?. ¿Por qué ésta o aquella otra figura?.¿Por qué la figura animal es siempre o casi siempre de mucho mayor tamaño que la figura humana? Sin duda alguna, para los antiguos caminantes que transitaban a diario con sus llamas por estas vías arcaicas, cada figura tenía, como en el caso equivalente de los ramales de sus qhipus, una significación precisa y exacta. Sentido y motivación que hoy se nos escapa en gran medida, por vivir nosotros hoy bajo otra cosmovisión o Weltanschauung, otra concepción de los valores, vivencias y creencias, otro sentido de la vida y del más allá.
Urge denunciar los daños.
Urge, pues, cuando detectemos un caso, que denunciemos con energía y valentía los daños inferidos a nuestro patrimonio cultural, buscar y llevar a la justicia a los culpables y, a la vez, rescatar para la ciencia y la educación patria este maravilloso arte rupestre, tal vez la mayor "riqueza" cultural de esta región de Tarapacá. Urge, además, cuidarlo y protegerlo pues, a diferencia de las riquezas mineras, esencialmente efímeras y transitorias per se, y prontas a desaparecer para siempre (apenas se agote el recurso), este tipo de patrimonio es, en cambio, de un valor eterno e imperecedero. Agreguemos a esto que ellos son parte importante de la rica herencia cultural de nuestro pasado indígena, perteneciente, por origen y destino, a las comunidades indígenas que se reconocen hoy como sus legítimos descendientes.
Necesidad de alertar, de prevenir y de denunciar.
Entonces, disponemos de un sólido y potente conjunto de argumentos que esgrimir para exigir a las autoridades de gobierno (Monumentos Nacionales, Educación, Turismo Regional, Deportes) una mayor preocupación al respecto y una mucho mayor fiscalización de las formas (y lugares) donde se realizan actividades tanto recreativas, como extractivas.(sensu lato), en medio del desierto. Lo hemos repetido en capítulos anteriores a propósito del temible y pavoroso "huracán Dakar": nuestro desierto tarapaqueño no es "tierra de nadie" ni menos sitio apto para hacer cualquier cosa, en cualquier momento, en cualquiera de sus rincones, por estar plagado de elementos culturales y trazas maravillosas del pasado indígena. Esto es igualmente válido para la realización de maniobras militares (que no deberían ser hechas en cualquier parte, allí donde se le ocurra al general de turno), o prospecciones o trabajos mineros. La prueba de lo dicho son las penosas fotos que aquí mostramos a continuación. Geoglifos masacrados, huellas antiquísimas intervenidas y pisoteadas impunemente. Aparentemente, ¿a quién le importa?.
Riesgos inherentes a la exploración y prospección minera no sujeta reglas.
La prospección minera, en especial, al buscar, explorar o trazar rutas de acceso por todas partes, haciendo uso de potentes camionetas todo terreno, no solo no suele percatarse de la existencia de estos diseños, sino -lo que es más doloroso- no ha manifestado interés por cuidar las pocas muestras que nos van quedando del pasado. Para las Empresas Mineras de la Región o aún para el propio Ministerio de Obras Públicas, la existencia de estos elementos culturales (léase ruinas antiguas, talleres líticos, rutas y senderos antiguos, diseños de geoglifos, hitos, apachetas o paskanas) son un cierto obstáculo a su acción, destinada, presuntamente, para traer a la comunidad un mayor "progreso" para la Región.
Un "progreso" que no respeta y pisotea sin piedad los rastros del pasado cultural nuestro y sus huellas, no es real "progreso", sino más bien, "retroceso". Es, digámoslo con todas sus letras, un retorno a la barbarie. ¡Y vaya que hemos advertido numerosas e indignantes señas de barbarie en nuestros recientes recorridos por estas soledades!. Las fotografías que aquí mostramos más abajo, son testimonio irrecusable.
Las fotos que aquí exhibimos, obtenidas en terreno en estos últimos tres meses (Mayo-Agosto 2013), dan cuenta fidedigna y aterradora del total descuido y despreocupación de numerosos ingenieros, geólogos, constructores de caminos, o prospectores mineros y contratistas de todo género, por cuidar tanto el medio ambiente y su belleza escénica, como las manifestaciones de arte y la cultura allí presente.
Origen de nuestras fotografías recientes.
Las fotografías de los diseños que ilustran este capítulo, sin excepción, se hallan a los costados (a escasos metros o centímetros) de la senda inca o Qhapaqñan que cruza verticalmente, de Norte a Sur, la región nuestra, con una impresionante y persistente orientación Norte-Sur. Se ha elegido como superficie por parte del antiguo artista, las mesetas o planicies tapizadas de pedruzcos, muy pequeños, de color oscuro, de antiquísimo origen volcánico. Material aptísmo para dar fácll realce a las figuras deseadas. Se les encuentra a veces al Este, a veces al Weste de la ruta, pero siempre a una mínima distancia de ésta. La íntima relación entre ambas evidencias ( huella tropera y diseño) , es al menos para nosotros,totalmente evidente.
Fig. 1. Una figura de significado desconocido para nosotros. Una especie de "cruz" de lados desiguales. Algunos la consideran una "chakana", deidad celeste que representaría a nuestra constalación de la "Cruz del Sur". Lamentablemente mutilada y alterada hoy por huellas de camionetas todo terreno, de anchas ruedas. (Foto H. Larrain, Agosto 2013).
Fig. 2. Un gigantesco círculo solar con un gran círculo interior más pequeño, de piedrecillas color gris oscuro. ¿Es una invocación al dios Inti, la divinidad suprema del mundo inca?. Tal vez. Pero no podemos asegurarlo con certeza total. Y si lo aquí significado es realmente el Tata Inti, ¿qué se le ha querido solicitar por este diseño? ¿Es una petición y una plegaria, o un acto de agradecimiento?. ¿O ambas cosas a la vez? No tenemos la menor idea.. Solo muy vagas sospechas. El que dijera que sabe bien su significado, es, a nuestro juicio, tan solo un presuntuoso. (Foto H. Larrain, Agosto 2013).
Fig. 3. Largas líneas rectas, paralelas y de desigual longitud ¿Qué querrán decir?. Su real y primigenio sentido se nos oculta por completo hoy día. ¿Dicen alguna referencia geográfica al pueblo de origen?. ¿Qué significa el largo desigual de cada línea?. Simplemente, confesemos mejor hidalgamente nuestra total ignorancia al respecto. (Foto H. Larrain, Agosto 2013).
Fig. 4. El artista y arqueólogo Luis Briones Morales, gran conocedor del arte rupestre tarapaqueño, nuestro guía en estos vericuetos del desierto, nos muestra algunos destrozados geoglifos en el área de Altos de La Calera. Una huella de vehículo ha pasado varias veces, impunemente, por encima. ?A quién le importa?. (Foto H. Larrain, Julio 2013).
Fig. 5. En esta pampa arenosa y estéril, al parecer infinita, hay numerosos geoglifos impresos en el suelo, casi invisibles. Quien se atreva a seguir estas huellas o hacer nuevas, casi de seguro va a pisotear y alterar añejos y vetustos diseños. El peligro es hoy realmente inminente. (Foto H. Larrain, Altos de La Calera, Julio 2013).
Fig. 6. Una larga línea recta que, en su base, (cerca de los espectadores), porta una greca en espiral, en ángulos, rectos, diseño muy típico y característico de la cerámica Pocoma o Gentilar de las culturas de Arica. La huella de vehículo ha dejado una impronta prácticamente imborrable (Foto H. Larrain, Julio 2013)..
Fig. 8. Trazado exacto del Qhapaqñan inca N-S. Los cortes profundos que parecen morros, y que se pueden observar en lo alto de la quebradilla, señalan el frecuente y potente tráfico de caravanas a través de siglos, por esta ruta multicentenaria. Es penoso constatar cómo los vehículos todo terreno la han seguido exactamente, por la facilidad que ésta les ofrece para sortear los obstáculos del paisaje y su extraña topografía (Foto H. Larrain Julio 2013).
Fig. 9. Donde se halla nuestra investigadora Carolina Rodríguez, geógrafa, y la regla de un metro de largo, nuestra escala, se muestra el paso de vehículos por la estrecha senda que aquí solo mide 2,20 m,. de ancho, permitiendo, a duras penas, el paso de un vehículo moderno. ¡Usada hoy impunemente como vía de tránsito libre por las camionetas de cateadores mineros, turistas y contratistas de las Empresas !. ¡Qué penoso!.¡qué vergonzoso!. ¿Quién podrá poner coto a esta desvergonzada intervención>?.
Se avecina el temible "huracán Dakar".
Lo que nos tiene sumamente preocupados hoy a los estudiosos de las culturas del pasado, y sus manifestaciones, es que se avecina peligrosamente el "huracán Dakar 2013" con sus terribles e inevitables secuelas: huellas infinitas, locas carreras a campo traviesa, polvo en demasía, basuras de visitantes y curiosos y, por añadidura, como si lo dicho fuera poco, destrucción de muchas evidencias arqueológicas, biológicas, geológicas y/o etnográficas. Para los que hemos recorrido recientemente tramos del Qhapaqñan y sus ramales que conducen a Quillagua, es casi seguro que el raid del Dakar en algún momento va a pasar por encima de las huellas antiguas, destrozándolas en un importante segmento. Dado el escaso conocimiento que existe hoy sobre su trazado exacto, aún entre los científicos del rubro, tal ocurrencia es, por desgracia casi un hecho. ¿Cómo evitarlo?. Lo hemos dicho en otros capítulos de nuestro Blog: el Dakar es un flagelo a los ojos de los científicos de las más diversas disciplinas: arqueología, antropología social, arte, etnografía, geografía, arquitectura, biología, geología, mineralogía. Todos, unánimemente, lo condenan como implacable aniquilador y destructor de paisajes, ecosistemas y culturas. Y el solo hecho de que se repita todos los años, usando cada vez sendas diferentes, es aún mucho más grave. ¡Si al menos siguiera siempre exactamente el mismo trazado!.
¿Cuándo abrirá los ojos la autoridad deportiva de nuestro país?.
¿Entenderán alguna vez las autoridades deportivas de nuestro país que este tipo de competencias, que por definición carece de un control estrictísimo de la ruta a seguir, no es otra cosa sino un deleznable acto de barbarie?. Por desgracia, tal como lo hemos señalado antes en este mismo Blog, para esta muestra palpable de "pan y circo", más propia de romanos embrutecidos que de ciudadanos conscientes, hay siempre muchísimo dinero, el mismo que siempre es escaso y mezquino - cuando existe- para la efectiva protección de los bienes culturales o los ecosistemas naturales relictos.
Labor que compete al Consejo de Monumentos Nacionales.
Somos de opinión de que la autoridad que en nuestro país vela y protege la cultura, esto es, el "Consejo de Monumentos Nacionales", debe intervenir aquí, advirtiendo, alertando y señalando con vigor a todas las Empresas (del Estado o Particulares) que laboran en la Región, mediante comunicados especiales, acerca de las zonas de mayor riesgo y peligro para el patrimonio cultural y, a la vez, sobre las sanciones que la Ley de Monumentos Nacionales inflige a los infractores.
Mapas de zonas de mayor riesgo para las expresiones culturales.
Más aún, creemos que ha llegado ya la hora en que esta entidad estatal elabore planos y catastros específicos de las zonas de mayor riesgo de deterioro o pisoteo cultural, tal como se ha hecho en las áreas del borde costero de la nación para prevenir posibles daños por maremotos o tsunamis. La situación es, en cierto modo, equiparable. El riesgo para el arte rupestre chileno es hoy inminente, y la autoridad no puede desentenderse - como algunos lo sostienen- de este gravísimo problema que atañe directamente a la protección del patrimonio cultural de nuestra Región, Tarapacá. Este patrimonio, de por sí muy frágil y vulnerable, nos pertenece a todos, tanto a las comunidades indígenas vecinas (Suca, Camiña, Tarapacá, Huarasiña, Quipisca, Guatacondo, Quillagua), como a las ciudades aledañas a la Pampa del Tamarugal..
Triste epílogo.
Hemos expuesto aquí, con reprimida indignación, estas acusadoras fotografías y nuestros comentarios a ellas, como una manera de presentar nuestra más enérgica denuncia a estas prácticas prospectivas y exploratorias, que se han constituido, por desgracia, en flagrantes atropellos al arte y cultura regional, en una palabra, al patrimonio regional. Porque eso es, sin duda lo que hacen, aunque algunos aduzcan ignorancia. Hay ignorancias culposas. Este es el caso. Se supone que las Empresas Mineras y sus Contratistas deberían poseer un mínimo sentido del Arte, la Cultura y su conservación. Más aún, se supone que las Empresas (pues la gran mayoría de estos vehículos pertenecen a éstas) deberían alertar a empleados y contratistas sobre la presencia de tales manifestaciones y castigar fuertemente sus desmanes y atropellos. Lo que hasta ahora nunca ha ocurrido, que sepamos. Se habla y escribe mucho sobre la "responsabilidad social" de las Empresas, pero muy poco o nada de la responsabilidad patrimonial o cultural de las mismas. ¿Acaso la "responsabilidad social" queda solo restringida al estrecho ámbito del grupo humano formado por los trabajadores de la Empresa?. Y, ¿qué hay de su responsabilidad real ante la comunidad local o regional y su rico patrimonio cultural?. ¿Acaso no existe?. ¿Alguien, alguna vez, ha escuchado un sincero "mea culpa" por parte de las grandes Compañias Mineras por los daños inferidos al patrimonio natural o cultural de nuestro país?. ¿Lo han escuchado Uds alguna vea de labios de personeros de SOQUIMICH, CODELCO; CERRO COLORADO, QUEBRADA BLANCA, MINERA PELAMBRES O LA ESCONDIDA?.
No lo hemos escuchado y -por desgracia- nunca lo van a escuchar.
Cuidar, proteger y defender nuestro patrimonio cultural rupestre contra todos los transgresores, sean quienes sean, es hoy una urgente tarea de todos. Crear conciencia viva de este peligro ad portas, es grave deber y obligación nuestra. Como científicos, no podemos simplemente quedarnos de brazos cruzados. Un día no lejano, inevitablemente, nos juzgará la historia por nuestra ineficiente y vergonzosa incuria y despreocupación.
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martes, 20 de agosto de 2013
Un trabajo olvidado sobre textilería atacameña: artículo de Ingeborg Lindberg en 1960.
Fig.. Diseño del gorro atacameño aquí estudiado.
Antecedentes sobre un curioso gorro o sombrero atacameño.
Hemos querido, en beneficio de nuestros entusiastas lectores, arqueólogos, artesanos o aficionados a la textilería prehispánica, incluir en este Blog un capítulo sobre este poco conocido trabajo de la investigadora alemana Ingeborg Lindberg. Esto lo consideramos parte de nuestra responsabilidad científica: dar a conocer a otros, los trabajos poco conocidos que poseemos en nuestra biblioteca: inéditos, escasos o raros, que nos permitan enriquecer nuestra bibliografía antropológica chilena. El trabajo que aquí presentamos, de formato tan humilde, data del año 1960. Fue editado, en mimeógrafo, por el "Instituto de Antropología" de la Universidad Católica de Chile. Instituto al que la autora, según creemos obsequió o vendió su rica colección etnográfica de textiles indígenas del extremo Norte de Chile, pacientemente colectados y comprados por ella en numerosas expediciones realizadas a los pueblos atacameños del Salar de Atacama y de las vertientes superiores del Río Loa , entre 1957 y 1964.
Una colección etnográfica atacameña desaparece como por arte de magia.
Se sabe que esta Colección estuvo un tiempo en manos de la Universidad Católica, pero hoy no se conoce, desgraciadamente, su paradero. No sabemos qué ocurrió con ella. Pero sospechamos que ella, tal vez, debió sufrir -como tantas otras- los embates de la polilla por no haber sido cuidada en la forma adecuada. En realidad, no lo sabemos. Lo cierto es que la Colección desapareció un día de la Casa Central de la Universidad Católica, junto con el "Instituto de Antropología" que la albergaba como un tesoro. Cuando en Mayo del año 1973 fui incorporado como profesor investigador a la Universidad Católica, en el Instituto de Geografía, quise saber de la Colección y su destino, como también quise saber qué había ocurrido con el Instituto de Antropología; no tuve mayor éxito en mis pesquisas, ni nadie supo darme referencias concretas acerca de su paradero.
La historia un día, probablemente, nos revelará los entretelones de lo ocurrido a ese selecto grupo de antropólogos que quisieron hacer Antropología en la Universidad Católica, en aquellos tempranos años. Entre ellos, estuvo un tiempo, también, a lo que creemos, Ingeborg Lindberg.
La llegada de Lindberg a Antofagasta.
No conocemos la fecha exacta en que Ingeborg Lindberg comenzó sus exploraciones en el desierto de Antofagasta. Pero debió ser hacia el año 1960, 1961 ó 62. La Universidad del Norte había sido creada allí por la Orden de los Jesuitas, poco antes, en el año 1555, como una Filial de la Universidad Católica de Valparaíso. Su primer Rector fue el jesuita Gerardo Claps Gallo, antofagastino. Cuando el esposo de Ingeborg, el geólogo Carlos Klohn fue contratado por el Servicio de Minas del Estado de Antofagasta, aparece Ingeborg y ofrece sus servicios a la Universidad del Norte. Muy pronto la veremos participar en el naciente Museo de la Universidad en calle Prat, fundado y regentado por el entusiasta Bernardo Tolosa Cataldo, joven autodidacta con quien emprende numerosos viajes a terreno, visitando las comunidades atacameñas del hinterland de Antofagasta. En esos años, Tolosa era el encargado por el Obispado de la oficina de "Caritas-Chile" en la región, y en calidad de tal, debía realizar frecuentes viajes a las localidades más alejadas del interior, para llevar, a los más pobres, la ayuda de la Iglesia en víveres y comestibles no perecibles. A estas expediciones solía agregarse Ingeborg para incrementar sus colecciones y hacer contactos con los artesanos del interior. Muy pronto incentivará, con ayuda de Tolosa y de otros profesores de la misma Universidad, la artesanía en piedra liparita de Toconao, artesanía que se mantiene viva y pujante hasta hoy en la zona. (Vea nuestro capítulo: "Ingeborg Lindberg: pionera de la etnografía en el Norte de Chile", 6 de Septiembre del año 2008, en este mismo Blog)
Este es, creemos nosotros, el trasfondo histórico, geográfico y social en que se desarrolla esta publicación.
Página 1. Observe el humilde formato de la publicación y el sello del "Instituto de Antropología de la Universidad Católica de Chile" prueba cierta de que dicho Instituto existió, por esos año,s en la Universidad Católica de Chile.
Pág. 2. La nota manuscrita, añadida al pie de página, es nuestra (H. Larrain).
Pág. 3.
Pág. 4.
Pág.5.
Pág. 6.
Pág. 7.
Pág. 9.
Pág. 10.
Pág 11 y final. Tómese nota de la escasa bibliografía accesible por entonces a la autora.
Comentario nuestro.
Por esas fechas, poco se conocía del arte textil atacameño en relación a la confección de gorros, a pesar de que la investigadora sueca Gösta Montel había publicado, en inglés, su trabajo titulado: "Dress and Ornaments in Ancient Peru", (Göteborg, Elanders Boktryckeri Artiebolag, 1929) . Ricardo Latcham en su obra de síntesis: "Arqueologìa de la Región Atacameña", había dedicado también unas páginas a los diferentes tipos de gorros conservados en colecciones en museos de Chile ( 1938: 284-290).
La etnografía: ¿ciencia de segundo orden en Chile?.
En los albores de la antropología científica chilena, a partir del año 1940, aproximadamente, la etnografía, con escasas excepciones (como fue el caso del sacerdote Martín Gusinde S.V.D, Joseph Emperaire o el Dr. Alejandro Lipschutz), no fue precisamente una disciplina estudiada y practicada en profundidad, por falta absoluta de especialistas formados en escuelas antropológicas. Y, en consecuencia, las Colecciones etnográficas existentes aportadas por los investigadores y exploradores, quedaron abandonadas y/o no fueron objeto de un estudio y análisis especial. No pocas de éstas, fueron a parar a Museos europeos, especialmente de Francia y Alemania, como las reunidas por el médico alemán, Dr. Otto Aichel en el desierto de Atacama (provincia de Antofagasta) o por el botánico sueco Dr. Carl Skottsberg en la zona de los canales patagónicos. Fueron más bien folkloristas y folklorólogos, como Oreste Plath y otros más, los únicos que se preocuparon de estudiar y analizar estos temas, dejados de lado por entonces por casi todos los antropólogos, al parecer atraídos (o tal vez francamente encandilados) por la arqueología y sus notables descubrimientos.(p. ej., los notables descubrimientos de Junius B. Bird en Palli Aike y la Cueva del Milodón, en Magallanes o en los conchales de Quiani, en Arica).
El valor histórico de este trabajo.
El particular interés del pequeño trabajo de Ingeborg Lindberg que hoy reseñamos, consiste en explicar detalladamente la peculiar técnica de manufactura, acompañando su explicación con dibujos propios. Los expertos en el arte textil hallarán aquí, sin duda, un interesante trabajo que ha pasado casi desapercibido para los investigadores del rubro. Nos congratulamos de haberlo dado a conocer. Más de alguien, nos lo agradecerá.
viernes, 16 de agosto de 2013
La arqueóloga Grete Mostny y el arte rupestre: un aporte temprano a su terminología y clasificación.
Ejemplos de manifestaciones de arte rupestre en la zona de Tarapacá.
Antes de presentar aquí y comentar el temprano artículo de la Dra. Grete Mostny relativo a las manifestaciones rupestres mostraremos, a guisa de ejemplo, los tipos diferentes de arte rupestre con sus respectivas fotografías, de manera que el lector poco avezado aprenda rápidamente a distinguir entre estos diferentes tipos de manifestaciones rupestres.
Fig. 1. Un panel con numerosos geoglifos o diseños de figuras, hechas en la tierra (no en roca), en la ladera Norte del cordón de cerros de Pintados, Región de Tarapacá. En las laderas de este cordón, tapizadas de piedrecillas volcánicas de color gris oscuro, y mirando al Norte, hay dibujadas cuidadosamente más de 3.600 figuras individuales constituyendo auténticos conjuntos o paneles. Vista de N. a S. En primer plano, unas ruinas de la época del salitre (Foto H. Larrain).
Fig. 2. Un enorme geoglifo de 120 m. de longitud, dibujado por los antiguos en una meseta totalmente plana, en pleno desierto, y que representa un gigantesco pez, posiblemente un tiburón, a juzgar por la forma de la boca. Se utilizó para su diseño la piedrecilla color oscuro presente en forma natural en la meseta. Observe aquí parte del cuerpo y las dos aletas dorsales. Tarapacá, Sector Cuevitas, sur de Huatacondo. Vista de W. a E. (Foto H. Larrain, Julio 2013).
Fig.3. Este diseño no es un petroglifo sino una hermoso ejemplar de pintura rupestre que representa una caravana de unos 26 llamos, conducidos por un pastor (figura al extremo derecho). Pintura color blanco sobre la superficie oscura, natural, de la roca de la pared. No se hizo incisión alguna en la roca misma; tan solo se sobrepuso el agregado de pintura. Sector El Salto, Al ESE de Pica, Tarapacá, (Foto H. Larrain, Febrero 2012).
Fig. 4. Bloque rocoso en la pampa de Chiza, situado junto a un ramal del Camino antiguo. Desconocido hasta ahora por los científicos y hallado por nuestro equipo de investigación. Presenta, en la cara que mira al norte, solamente un petroglifo que consta de dos figuras asociadas entre sí: un sol con sus rayos y un pescador en una balsa de lobos marinos inflados, con un pez en la mano. Se trataría, lo sospechamos, de una súplica para lograr una buena pesca hecha por un pescador viajero a Inti, su divinidad. Las figuras miran aproximadamente hacia el Norte (Foto H. Larrain, Mayo 2013.
Fig. 5. Quebrada de Chiza. Sector con abundancia de bloques de liparita color rojizo, desprendidos de la cornisa alta del barranco. El bloque muestra, incisos y grabados, varios centenares de petroglifos. En la presente escena, se puede distinguir, entre otras figuras, dos personajes humanos y, casi al centro, una imagen que semeja la "Cruz de Malta", pero que en realidad muestra una chakana, representación indígena de la constelación de la Cruz del Sur. Abajo, diminuto, parecería señalarse la presencia de un cazador disfrazado y en actitud de tirar con su arco (Foto H. Larrain, Mayo 2013).
Fig. 6. Otro bloque, del mismo sector de Chiza, que muestra en su parte inferior fragmentada, el color natural blanco sucio del sustrato de la roca liparítica, y arriba, la superrficie de pátina roja, utilizada como "pizarrón" para confeccionar los diseños. Se puede distinguir, arriba, un personaje con túnica larga, círculos solares y, hacia la derecha, un ave en movimiento. (Foto H. Larrain, Mayo 2013).
Presentamos aquí el artículo de Greta Mostny.
Con estos antecedentes iconográficos in mente, fruto de expediciones nuestras recientes, nos resultará bastante más fácil comprender y apreciar la tipología propuesta por Grete Mostny en el año 1964, esto es, hace casi cincuenta años.
Importancia de este breve artículo.
Por su gran antigüedad y suma simplicidad (Mayo 1964), este pequeño artículo de la Dra. Grete Mostny, ex Directora del Museo de Historia Natural de Santiago, es poco conocido por el público estudioso chileno, pero ha pasado a tener hoy gran significación e importancia por tratarse de un intento temprano de clasificación del arte rupestre chileno. Por eso hemos querido darlo a conocer en su edición original, tal como apareció en el "Noticiero Mensual del Museo Nacional de Historia Natural" en esas fechas (Mayo 1984). Nos hemos permitido agregar, como presentación, algunos comentarios y reflexiones nuestras.
Intento primerizo por ordenar la tipología de este tipo de manifestaciones hechas en piedra.
Aunque muy breve, este artículo escrito hace ya casi cincuenta años, representa bien el afán de la Dra. Mostny por ordenar y esclarecer la terminología, dispersa y confusa, que reinaba en su época, al menos en nuestro país.
El interés por estas manifestaciones artísticas nace a fines del siglo XIX.
Por esas fechas (1964) cuando nosotros mismos recién nos iniciábamos
en las lides arqueológicas en la Universidad del Norte, Antofagasta,
pocos arqueólogos chilenos se habían interesado por este tipo de
manifestaciones inscritas en la roca o en la superficie de la tierra por los antiguos habitantes. Destacan entre los iniciadores y pioneros,
don José Toribio Medina, y sobre todo, el investigador alemán
Arthur Plagemann en su famosa obra dedicada al estudio de los
"Pintados de Chile" (Vea Plagemann-Hamburg, "Uber die chilenischen 'Pintados': Beitrag zur
Katalogisierung und vergleichenden Untersuchung der südamerikanischen
Piktographien", Stuttgart, 1906. (Traducción castellana: "Aporte para la catalogación y la investigación comparada de las pictografías sudamericanas".
El aporte de Ricardo Latcham.
La obra de síntesis del arqueólogo Ricardo Latcham: "Arqueología
de la región Atacameña" (Prensas de la Universidad de
Chile, Santiago, 1938, cap. XIII: 350-366), somete a análisis todas las
representaciones rupestres conocidas en la región andina, a las que agrupa, con una cierta reticencia de su parte, en la categoría de "pinturas rupestres". Se
extiende en el análisis de sus formas y variedades regionales, pero no intenta hacer una tipología ni menos hurgar en su sentido profundo o su motivación.
Los continuadores.
Más tarde, y a partir de la década de los 40-45 del pasado siglo, la
incipiente arqueología chilena también había comenzado a demostrar interés por
este extraño tipo de vestigios del pasado. Stig Rydén, Hans Niemeyer, Gustavo
Le Paige, Jorge Iribarren, Mario Orellana, Bernardo Tolosa, entre otros, hacen importantes aportes iconográficos y estilísticos. Se analiza y compara sus formas y se trata de buscar afinidades
entre las distintas localidades donde se les encuentra. Entre los primeros
trabajos de síntesis sobre este tema, destacará un poco más tarde la excelente obra de Hans Niemeyer: “Las Pinturas
rupestres de la Sierra de Arica”, Editorial Jerónimo de Vivar, Enciclopedia
Moderna de Chile, San Felipe, (Chile), 1972, con valiosas ilustraciones a
color.
El valor de este pequeño artículo.
El gran valor del pequeño artículo de la Dra. Grete Mostny que aquí damos a conocer, aunque insignificante por su escaso
tamaño, radica en que su propuesta
clasificatoria del año 1964, con algunas modificaciones, ha sido generalmente
adoptada y seguida hasta hoy por los arqueólogos chilenos que han
estudiado el arte rupestre. Lo que más llama la atención es la
introducción del concepto nuevo de "geoglifo", totalmente desconocido con
anterioridad, pues históricamente se solía denominar en nuestro país a
este tipo de manifestaciones como "los Pintados" (o incluso "Las Pintadas"). Su inventora y creadora es, pues, Grete Mostny.
La novedad del término "geoglifo".
Es, pues, éste un valioso trabajo de referencia que debe ser conocido de todos los estudiosos. Si bien el término "petroglifos" era ya bastante conocido y usado con anterioridad en la arqueología extranjera y nacional, no fue éste el caso de los "geoglifos", tema sobre el cual casi nada se había escrito en el extranjero, por tratarse de una temática propia y característica de los desiertos sur peruano y norte chileno donde no llueve casi nunca. Prácticamente - con escasísimas excepciones- no existen geoglifos en el resto del mundo, y esto por razones estrictamente climáticas.
Sirva esta nota, finalmente, para dar a conocer a los interesados
en este tema la importancia que adquieren los primeros trabajos de
Grete Mostny en el desarrollo y auge de esta sección de la arqueología
nacional: el estudio del arte rupestre (o el "arte hecho en piedra"). Ella, junto al arqueólogo-ingeniero Hans Niemeyer, serán los grandes propulsores de su estudio en nuestro país.
Una crítica léxica.
La única crítica -si es que puede llamarse crítica- que nos podría merecer hoy esta ya antigua clasificación de Grete Mostny es el empleo de la denominación genérica de "pictografía rupestre", para englobar en ella a todas las manifestaciones artísticas semejantes conocidas en nuestro país. Esto porque el término "pictografía", involucra necesariamente, en honor a a su raíz semántica, la idea de "pintura", es decir, el representar o figurar algo, con el empleo de líneas y colores. "Pictografía", pues, solo puede ser para nosotros -como lo era para los romanos- la descripción o expresión de elementos "pintados" (es decir, expresamente coloreados).
El origen del término: ¿pintados o sólo delineados?.
Ahora bien, "pictografía", término que ya usa en 1906 el investigador alemán Plagemann, es una voz híbrida, mitad latina y mitad griega, donde la raiz picto- que viene del latín, alude claramente al concepto de representar, figurar, pero siempre mediante el uso de colores. La raíz "-grafía" (del verbo grafein, en griego), significa: describir, delinear, escribir. El verbo latino para pintar, es: pingo -is, -gere, -nxi, -ctum, y significa, siguiendo a Cicerón, "pintar, representar, figurar, retrazar con líneas y colores las cosas animadas e inanimadas" (in Valbuena, 1880). También, "dar de color, teñir" (según Valbuena, edición 1880: 657).
A la verdad, no sabríamos decir si Plagemann inventa y acuña por vez primera el término "pictografía" , o, lo que es bastante más probable, lo toma de otros autores alemanes, sus predecesores.
Los "Pintados" de Tarapacá no están realmente pintados.
Estrictamente hablando, por lo tanto, los "Pintados" o geoglifos que se encuentran en nuestro desierto de Tarapacá o Antofagasta, o en la afamada Pampa de Nazca, en el Perú, no están "pintados" (es decir, coloreados), sino solamente delineados, trazados, figurados. En estricto rigor, a diferencia de las pinturas rupestres, son tan solo diseños o figuras, pero no propiamente pinturas. Su arte consiste en la hábil colocación de piedrecillas de color m muy oscuro formando con ellas el contorno de las figuras, y, a la vez, en el raspaje o limpia de piedras en el interior de las mismas. Ambas operaciones deben ser simultáneas. Pero dichas figuras carecen propiamente de color y jamás lo tuvieron.
Sin embargo, quisiéramos señalar, a modo de justificación del término antiguo, que en el desierto de Atacama donde todo lo visible en el paisaje circundante toma tonos cafés o grises, bastante uniformes, el empleo de piedrecillas muy oscuras, casi negras, de origen volcánico, hace destacar fuertemente los diseños, los que aparecen al espectador en cierto modo, como "pintados" en laderas o planicies. Y por ello los primeros observadores, entre ellos William Bollaert, en la década del 50 del siglo XIX, los rotularon como "pintados", o aún "pintadas". Tal vez Plagemann, al usar el término germanizado "piktographie" para designarlas, siguió o respetó el mismo pensamiento antiguo, expresado en la terminología popular. No debemos olvidar que en la toponimia tarapaqueña se habla de la quebrada de Los Pintados" (poco al sur de Huatacondo), o simplemente del sitio "Pintados", situado junto a la estación del ferrocarril del mismo nombre, o incluso del "Salar de Pintados", vecino del Salar de Bellavista.
A la búsqueda de un término alternativo.
Por lo tanto, la palabras genéricas más aptas a nuestro juicio que
permiten englobar y subsumir a todos los tipos existentes de arte rupestre que señala Mostny y que mostramos en las fotografías en este capítulo, serían "glifos" (del griego), "diseños", o
"representaciones rupestres". En ningún caso, en nuestra opinión, "pictografías rupestres". La voz "rupestre", sí puede usarse, y con pleno derecho en este tipo de arte, por
cuanto interviene en él, por imperiosa necesidad, como materia prima
indispensable e ineludible, la piedra (rupes-is, que en lengua
latina significa "roca, peña"); (Cf. Diccionario Latino-Español,
París y México, Librería de C. Bouret, 1880: 761).
Es el comentario que nos atrevemos a insinuar hoy con respeto y simpatía al pequeño valioso artículo de la Dra. Grete Mostny. "Aliquando bonus
dormitat Homerus", (algunas veces se queda dormido el buen
Homero"), podríamos aquí señalar con el escritor
latino Cicerón, en descargo de la gran arqueóloga, austríaca de nacionalidad
pero chilena por adopción, que tanto hizo por dar a conocer
la arqueología de nuestro país y sus riquezas patrimoniales. Pero en el uso de este término "pictografía", destacamos que Mostny no hace sino seguir, al pie de la letra, a su predecesor, el investigador alemán Arthur Plagemann que escribe en 1906.
Nota: puede Ud consultar varios otros artículos nuestros, en este mismo Blog, dedicados al estudio, análisis y posible significado de este tipo de arte en piedra o "arte rupestre", bajo las etiquetas: arte rupestre, geoglifos o petroglifos).
jueves, 15 de agosto de 2013
Un tesoro para la arqueología histórica de Tarapacá: hallazgo de un plato salteño con fecha de 1863, en pleno desierto de Atacama.
Detalles de un descubrimiento singular en el desierto de Atacama.
El relato que sigue, acompañado de fotos, muestra cómo se realizó el descubrimiento. Igualmente, señala cómo se encontró evidencias que creemos decisivas, de la presencia de arrieros argentinos en Tarapacá.
La historia casi increíble de este hallazgo casual, hecho en medio de la antigua ruta inca, es la que ha motivado este artículo nuestro y esta reflexión. Porque hallar trozos de cerámicas antiguas, en antiguos asentamientos, es muy común, máxime en zonas solitarias de nuestro desierto tarapaqueño. Hallar cerámica decorada con hermosos, diseños, es algo un poco más raro; hallar un grupo de diez fragmentos que calzan perfectamente, sin que sobre ninguno, es más raro aún. Ahora bien, hallar un plato con decoración imitada de cerámicas francesas del siglo XVII, en una ruta antigua en el Norte de Chile, es mucho más raro aún. Hallar un plato que porte en su base externa, una inscripción con fecha y datos legibles, es algo rarísimo y -que sepamos- nunca visto en nuestra región. Pero hallar un plato provisto de una inscripción en negativo, hecha con una cuña en positivo, como en el caso presente, es algo sencillamente único. Es lo que nos ha indicado el experto argentino Dr. Daniel Schávelzon. Y eso es, precisamente, lo que hemos encontrado en medio de la soledad total y el silencio sepulcral del desierto, hace unos pocos días atrás.
Pero antes de entrar en materia, nos ha parecido necesario, en beneficio de nuestros asiduos lectores de todo el mundo, hacer algunas reflexiones sobre la arqueología histórica y su importancia para nosotros. Porque de eso nos puede hablar, precisamente, este extraño hallazgo.
La arqueología histórica: ¿arqueología o historia?.
El relato que sigue, acompañado de fotos, muestra cómo se realizó el descubrimiento. Igualmente, señala cómo se encontró evidencias que creemos decisivas, de la presencia de arrieros argentinos en Tarapacá.
La historia casi increíble de este hallazgo casual, hecho en medio de la antigua ruta inca, es la que ha motivado este artículo nuestro y esta reflexión. Porque hallar trozos de cerámicas antiguas, en antiguos asentamientos, es muy común, máxime en zonas solitarias de nuestro desierto tarapaqueño. Hallar cerámica decorada con hermosos, diseños, es algo un poco más raro; hallar un grupo de diez fragmentos que calzan perfectamente, sin que sobre ninguno, es más raro aún. Ahora bien, hallar un plato con decoración imitada de cerámicas francesas del siglo XVII, en una ruta antigua en el Norte de Chile, es mucho más raro aún. Hallar un plato que porte en su base externa, una inscripción con fecha y datos legibles, es algo rarísimo y -que sepamos- nunca visto en nuestra región. Pero hallar un plato provisto de una inscripción en negativo, hecha con una cuña en positivo, como en el caso presente, es algo sencillamente único. Es lo que nos ha indicado el experto argentino Dr. Daniel Schávelzon. Y eso es, precisamente, lo que hemos encontrado en medio de la soledad total y el silencio sepulcral del desierto, hace unos pocos días atrás.
Pero antes de entrar en materia, nos ha parecido necesario, en beneficio de nuestros asiduos lectores de todo el mundo, hacer algunas reflexiones sobre la arqueología histórica y su importancia para nosotros. Porque de eso nos puede hablar, precisamente, este extraño hallazgo.
La arqueología histórica: ¿arqueología o historia?.
La "arqueología histórica" no es propiamente "historia"; es más bien una tipo o variedad especial de arqueología aplicada a tiempos relativamente recientes. Y sin embargo, nos entrega parte interesante y valiosa de la historia de una región. Esta ciencia, ya antigua en Europa y los Estados Unidos, es relativamente reciente en Chile. Muy pocos arqueólogos se han atrevido en nuestra patria a transitar por esta senda, novedosa, sin duda, pero escabrosa, compleja y llena de escollos. Entre ellos, han destacado en el pasado Bente Bittmann, para el Norte Grande de Chile y Rubén Stehberg, para el Centro-Sur de nuestro país. ¿Por qué la consideramos tan compleja?. Porque tiene que usar y combinar dos metodologías la: metodología propia de la arqueología, para examinar materiales de tiempos históricos. Es decir, tiene que reconstruir la actividad y cultura desplegada en el "pasado" por las comunidades humanas, sobre la base de las evidencias que han quedado enterradas o abandonadas in situ. Pero, a la vez, tiene que cotejar estas evidencias con los datos e informaciones que arrojan los documentos escritos de la misma época. En otras palabras, un buen arqueólogo histórico debe ser, a la vez, arqueólogo (por el manejo expedito de la metodología y técnicas propias de esta disciplina) e historiador, es decir muy buen conocedor de las fuentes históricas y de la hermenéutica necesaria para su correcta interpretación.
Enigmas de la arqueología histórica.
Esta disciplina - que los historiadores rara vez reconocen como válida- sin embargo, nos plantea enigmas o problemáticas nuevas que la historia tradicional generalmente no enfoca o ilumina, pues trabaja con documentos escritos de la época (que debe conocer a fondo) y, de preferencia, con los objetos, herramientas, armas o cerámica, etc. que exhuma de los yacimientos que portan las huellas de un pasado relativamente reciente. Justamente, la arqueología histórica trabaja a menudo sobre ese mismo pasado del cual ya existen bibliotecas completas y/o una inmensa documentación de archivo, aún parcialmente desconocida o desaprovechada (v.gr. en nuestro caso, la época de la explotación salitrera, o la época colonial) . Más aún, la historia tradicional (la de los historiadores de escritorio) suele mirar con recelo y cierta velada suspicacia sus hipótesis y afirmaciones, carentes para ellos de verdadero sustento documental.
Enigmas de la arqueología histórica.
Esta disciplina - que los historiadores rara vez reconocen como válida- sin embargo, nos plantea enigmas o problemáticas nuevas que la historia tradicional generalmente no enfoca o ilumina, pues trabaja con documentos escritos de la época (que debe conocer a fondo) y, de preferencia, con los objetos, herramientas, armas o cerámica, etc. que exhuma de los yacimientos que portan las huellas de un pasado relativamente reciente. Justamente, la arqueología histórica trabaja a menudo sobre ese mismo pasado del cual ya existen bibliotecas completas y/o una inmensa documentación de archivo, aún parcialmente desconocida o desaprovechada (v.gr. en nuestro caso, la época de la explotación salitrera, o la época colonial) . Más aún, la historia tradicional (la de los historiadores de escritorio) suele mirar con recelo y cierta velada suspicacia sus hipótesis y afirmaciones, carentes para ellos de verdadero sustento documental.
La "Cenicienta" de la arqueología nacional.
La arqueología histórica es, por ahora al menos, en nuestra patria, Chile, la "Cenicienta" de la Arqueología. Muy poco se ha escrito de ella en Chile. ¿Por qué? Si analizamos el Curriculum Vitae de los arqueólogos chilenos, nos daremos cuenta que, en su inmensa mayoría, han sido atraídos por el espejismo del pasado remoto, o muy remoto. El Período Arcaico, ha sido como un poderoso imán para ellos: conocer y estudiar y arrojar potente luz sobre el modo de vida de los más antiguos pobladores del territorio patrio. Aquellos que vivieron entre los 12.000 - 14.000 A.C. y los 3.000 ó 2.500 A.C. Mucho antes de la práctica de la agricultura, mucho antes de la existencia de la cerámica.
El atractivo del pasado más remoto: la frenética búsqueda de los orígenes.
Y esta preferencia tiene a las verdad su explicación lógica. Es un inmenso y atrayente desafío el escrutar el modo de vida, cultura y organización social de aquellas hordas o bandas primitivas que vivieron en la puna andina, en la precordillera o en el litoral desértico y que supieron sacar partido de los recursos de su paisaje, dotados de escasísimas y primitivas herramientas e implementos, y soportando su clima, riguroso e inclemente. Es un inmenso desafío el pretender descubrir cómo vivían y qué hacían aquellos "primeros pobladores" del territorio patrio: aquellos que formaron parte de las "primeras oleadas" de población de este Continente las que fueron bajando lentamente, de milenio en milenio, de Norte a Sur, desde las costas de Alaska hasta llegar a poblar los canales magallánicos.
Los grandes estudiosos del pasado remoto.
Para el Norte de Chile, las figuras egregias de Max Uhle, Augusto Capdeville, Junius Bird, Gustavo Le Paige, Jorge Iribarren, Grete Mostny, Mario Orellana, Hans Niemeyer, Percy Dauelsberg y toda una pléyade posterior de brillantes arqueólogos jóvenes emanados de Universidades nacionales con posterioridad al año 1970, casi sin excepción se han sentido poderosamente atraídos por ese pasado lejano, incógnito y desafiante. La existencia de fidedignos métodos de datación cada día más eficientes y exactos (C 14, Termoluminiscencia, Potasio-Argón, etc) , ha suministrado a los arqueólogos una poderosísima herramienta heurística, supliendo con ello la aptitud natural del documento escrito para entregar cronologías valederas. Un ejemplo elocuente es el reciente descubrimiento (Julio 2013) de un campamento de cazadores, en la quebrada de Maní (sur de Tarapacá), con fechas de los 12.700 A.C.
Los grandes estudiosos del pasado remoto.
Para el Norte de Chile, las figuras egregias de Max Uhle, Augusto Capdeville, Junius Bird, Gustavo Le Paige, Jorge Iribarren, Grete Mostny, Mario Orellana, Hans Niemeyer, Percy Dauelsberg y toda una pléyade posterior de brillantes arqueólogos jóvenes emanados de Universidades nacionales con posterioridad al año 1970, casi sin excepción se han sentido poderosamente atraídos por ese pasado lejano, incógnito y desafiante. La existencia de fidedignos métodos de datación cada día más eficientes y exactos (C 14, Termoluminiscencia, Potasio-Argón, etc) , ha suministrado a los arqueólogos una poderosísima herramienta heurística, supliendo con ello la aptitud natural del documento escrito para entregar cronologías valederas. Un ejemplo elocuente es el reciente descubrimiento (Julio 2013) de un campamento de cazadores, en la quebrada de Maní (sur de Tarapacá), con fechas de los 12.700 A.C.
La arqueología histórica, ciencia de un pasado relativamente reciente.
Hacer arqueología de los tiempos coloniales o republicanos, mucho más próximos a nosotros, parecería, a primera vista, una tarea perfectamente inútil. ¿Para qué, si ya todo se sabe y se conoce a través de los documentos escritos?. ¿Acaso hubo temas sobre los que nunca se escribió nada en el pasado?. ¿Acaso existieron temas tabús en el pasado, o temas ocultos, o temas banales sobre los que se ha callado sistemáticamente?. ¿Acaso los ilustres historiadores del pasado, un Barros Arana, un José Toribio Medina, los hermanos Amunátegui, Gonzalo Bulnes o Francisco Antonio Encina no nos han ilustrado profusamente sobre todos los temas que iluminaban el modo de vida de las sociedades pasadas en nuestro país?. ¿Qué podría faltar en este cuadro representantivo de la vida en el pasado?.
El peligroso sesgo de la historia.
Hay una realidad innegable. La historia escrita y todos los historiadores tienen, cada uno de ellos, un muy marcado sesgo: social, político, económico o cultural. Este dependerá de su condición social, su cultura y formación, sus preferencias ideológicas y políticas, sus creencias, su honorabilidad, su libertad de espíritu. Sesgo prácticamente insoslayable. Más que una sola historia: aquella que debería describir y relatar fielmente lo ocurrido en el pasado "tal y como sucedió" -como pretendía idealmente el gran historiador alemán Leopold Ranke- hay muchas y diferentes historias. Incluso historias que relatan exactamente un mismo hecho. Una misma realidad ha sido interpretada y pretendidamente demostrada, por diversos autores, de diferente formación y estilo.
Historias diferentes relatan el mismo hecho de modo bastante diferente.
Veamos algunos ejemplos. Nada más diferente que una historia social de Chile escrita por Gonzalo Vial o por Gabriel Salazar. O una historia colonial escrita por el chileno Sergio Villalobos o el peruano Efraín Trelles. Y mejor ni hablemos aquí de la historia militar. Cada país tiene la suya. Y pretender que dos países vecinos, que han tenido conflictos y guerras entre sí lleguen a elaborar una historia común, compartida, única, es francamente "pedir peras al olmo", es decir, pedir un imposible. Al menos en la historia corta: aquella que relata los sucesos acaecidos en los últimos 100 ó 150 años. Existe suficiente documentación a la mano para probar casi cualquier cosa. Y manipular la documentación para probar una determinada tesis, ha sido, desgraciadamente hecho frecuente a lo largo de la historia. Y si no, ¡pregunten a los historiadores del Tercer Reich en Alemania!.
Historias diferentes relatan el mismo hecho de modo bastante diferente.
Veamos algunos ejemplos. Nada más diferente que una historia social de Chile escrita por Gonzalo Vial o por Gabriel Salazar. O una historia colonial escrita por el chileno Sergio Villalobos o el peruano Efraín Trelles. Y mejor ni hablemos aquí de la historia militar. Cada país tiene la suya. Y pretender que dos países vecinos, que han tenido conflictos y guerras entre sí lleguen a elaborar una historia común, compartida, única, es francamente "pedir peras al olmo", es decir, pedir un imposible. Al menos en la historia corta: aquella que relata los sucesos acaecidos en los últimos 100 ó 150 años. Existe suficiente documentación a la mano para probar casi cualquier cosa. Y manipular la documentación para probar una determinada tesis, ha sido, desgraciadamente hecho frecuente a lo largo de la historia. Y si no, ¡pregunten a los historiadores del Tercer Reich en Alemania!.
Las pruebas contundentes de la arqueología histórica.
La arqueología histórica busca reconstruir el pasado de un grupo humano sobre la base de las evidencias dejadas abandonadas, descartadas in situ, por las comunidades del pasado. La reflexión histórica (acerca de "lo que realmente sucedió" en el sentido preciso de Ranke) del arqueólogo de campo que excava un sitio histórico (esto es, posterior al contacto español en nuestras tierras), se basa en la cantidad, calidad y características culturales y eco-culturales de sus descubrimientos. Si yo hallo un vasija estilo "San Miguel de Azapa" (Arica) en un contexto lejano, digamos en San Pedro de Atacama (región de Antofagasta), tengo derecho a pensar en alguna forma de contacto pretérito entre ambas localidades. Si hallo mucha evidencia de este tipo, tengo derecho a sostener que en fechas lejanas hubo intensa comunicación. Pero si hallo un cementerio entero con muchas tumbas que contengan similar estilo cerámico, tengo perfecto derecho a postular la posible presencia de un asentamiento local o enclave de los portadores de dicha cultura lejana. Así reflexionan, deducen e interpretan los hechos normalmente los arqueólogos. Y tienen razón. Porque se trata de un hecho irredargüible, basado en realidades indesmentibles.
¿Sobre qué tópicos nos puede informar la arqueología histórica?.
No podríamos, en efecto, pedir a esta ciencia que nos diera pistas muy concretas sobre las creencias de un pueblo, o su tipo de música, o sobre sus rituales, sus leyendas o mitos. O sobre litigios, pleitos o rivalidades, rencillas o guerras entre comunidades. O sobre sus características demográficas y/ o poblacionales. O sobre su lengua. Es obvio que la literatura escrita (legajos, escrituras, descripciones, cartas, planos, mapas, crónicas, etc.) puede darnos una información muchísimo mayor al respecto. Y éste es el material normal con el cual y sobre el cual trabaja el historiador de gabinete. Un solo documento colonial que describe un pueblo o una zona geográfica basta al historiador para elaborar un sesudo trabajo sobre dicha zona o grupo humano. Ejemplos hay miles. Uno muy cercano a nosotros: la "Descripción de Tarapacá" del sevillano don Antonio O´Brien, que data de 1765.
Temas que no enfoca casi nunca la historia tradicional.
Pero hay numerosos temas sobre los cuales nunca o muy rara vez, o en forma más bien casual se ha escrito; o aún, sobre los cuales sistemáticamente se ha hecho silencio, sea por tabús religiosos o sociales, sea por respeto, sea por considerárseles simplemente intrascendentes, vulgares o grotescos. Sobre estos temas de la vida cuotidiana, suele haber muy poca documentación escrita. ¿Qué comían o cómo cocinaban nuestros ancestros?, ¿que tipo de vajilla usaban?, ¿con qué tipo de ropa se vestían?. ¿Cuánto caminaban?. ¿Qué tipo de elementos fumaban o qué alucinógenos o estupefacientes empleaban?.¿ Cuál era la forma empleada en su aseo personal, o su conducta doméstica o sexual?. ¿Qué síntomas de enfermedad experimentaban más frecuentemente?. ¿Qué medicinas, remedios, esencias, utilizaban?. Sobre estos y similares temas nos informa muy rara vez o nunca la historia documental tradicional. Pero sí nos puede informar, y muchísimo, la arqueología histórica. Porque los restos dejados abandonados, nos hablan, muy frecuentemente, de esas cosas baladíes o caseras.
¿Sobre qué tópicos nos puede informar la arqueología histórica?.
No podríamos, en efecto, pedir a esta ciencia que nos diera pistas muy concretas sobre las creencias de un pueblo, o su tipo de música, o sobre sus rituales, sus leyendas o mitos. O sobre litigios, pleitos o rivalidades, rencillas o guerras entre comunidades. O sobre sus características demográficas y/ o poblacionales. O sobre su lengua. Es obvio que la literatura escrita (legajos, escrituras, descripciones, cartas, planos, mapas, crónicas, etc.) puede darnos una información muchísimo mayor al respecto. Y éste es el material normal con el cual y sobre el cual trabaja el historiador de gabinete. Un solo documento colonial que describe un pueblo o una zona geográfica basta al historiador para elaborar un sesudo trabajo sobre dicha zona o grupo humano. Ejemplos hay miles. Uno muy cercano a nosotros: la "Descripción de Tarapacá" del sevillano don Antonio O´Brien, que data de 1765.
Temas que no enfoca casi nunca la historia tradicional.
Pero hay numerosos temas sobre los cuales nunca o muy rara vez, o en forma más bien casual se ha escrito; o aún, sobre los cuales sistemáticamente se ha hecho silencio, sea por tabús religiosos o sociales, sea por respeto, sea por considerárseles simplemente intrascendentes, vulgares o grotescos. Sobre estos temas de la vida cuotidiana, suele haber muy poca documentación escrita. ¿Qué comían o cómo cocinaban nuestros ancestros?, ¿que tipo de vajilla usaban?, ¿con qué tipo de ropa se vestían?. ¿Cuánto caminaban?. ¿Qué tipo de elementos fumaban o qué alucinógenos o estupefacientes empleaban?.¿ Cuál era la forma empleada en su aseo personal, o su conducta doméstica o sexual?. ¿Qué síntomas de enfermedad experimentaban más frecuentemente?. ¿Qué medicinas, remedios, esencias, utilizaban?. Sobre estos y similares temas nos informa muy rara vez o nunca la historia documental tradicional. Pero sí nos puede informar, y muchísimo, la arqueología histórica. Porque los restos dejados abandonados, nos hablan, muy frecuentemente, de esas cosas baladíes o caseras.
Teniendo como base estas reflexiones in mente, podemos sumergirnos ahora en el análisis de un notable descubrimiento reciente.
El descubrimiento: fecha y circunstancias.
El día 2 de julio 2013, con motivo del estudio sobre el Camino del Inca o Qhapaqñan en la región de Tarapacá por parte de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad Arturo Prat de Iquique, nos correspondió liderar un pequeño equipo formado por arqueólogos y geógrafos. Seguimos por días y días las trazas o huellas de tráfico de caravanas de animales desde la quebrada de Quisma (muy cerca de la localidad de Pica), hacia el sur. Las numerosas huellas, en forma de rastrillo, que a ratos alcanzan 30-50 o más metros de ancho, se orientan directamente hacia el sur y cruzan la quebrada de Chacarilla, normalmente seca, pero que en estas fechas (Julio 2013) lleva aún algo de agua desde el gran aluvión ocurrido en febrero-marzo del 2012. En el área de Chacarilla, las huellas deben atravesar un sector muy pedregoso, resultado de antiguos y potentes arrastres aluviales, formados por infinidad de cantos rodados o bolones, algunos de gran tamaño. En la zona, nuestro experto guía, el profesor Luis Briones Morales, arqueólogo piqueño, nos muestra numerosos diseños o petroglifos, incisos en bloques rocosos, representando en su mayor parte círculos pequeños, llamas o elementos geométricos varios. Estos bloques se hallan íntimamente vinculados, de manera inconfundible, al camino tropero que transitara también el inca. A lo largo de esta ruta, que recorrimos a pie en muchos tramos, se observa aún hoy numerosos elementos culturales (fragmentos de botellas de cerveza o vino, trozos de cerámica, huesos, herraduras, etc), descartados por los viajeros, tanto de la época indígena como de la época de explotación del salitre (1840-1930).
Fue en esa zona pedregosa, cuando, de pronto María José Capetillo, arqueóloga, descubre la presencia de unos cuantos fragmentos de cerámica rotos, de buen tamaño, y al parecer pertenecientes a una sola vasija.
Fig. 3. Comprobamos inmediatamente, in situ, que los fragmentos del plato hallados calzaban perfectamente entre sí. (Foto H. Larrain).
Fig. 4. En sus cercanías, este conjunto abigarrado de grandes bloques señala el lugar de descanso de los caravaneros. Aquí, en primer plano, un pequeño reparo circular para protegerse del viento y pasar, tal vez, la noche (foto H. Larrain).
Fig. 5. Observe el hermoso bloque con grabados incisos (petrpogilfos): un diseño de llamita, un personaje humano y chakanas en forma de cruz. Al lado, el rastro dejado por la profunda huella, efecto del tráfico animal ininterrumpido, por centurias (foto H. Larrain).
Fig. 6. Las profundas huellas, labradas tras siglos de intenso movimiento de animales y personas se pierden en lontananza hacia el Sur. La aridez del paisaje es absoluta. Ni una brizna de vegetación existe en muchos kilómetros a la redonda. (Foto H. Larrain).
Fig. 7. Un verdadero rastrillo de huellas cruza este enorme pedregal, de varios kilómetros de ancho (Foto H. Larrain).
El día 2 de julio 2013, con motivo del estudio sobre el Camino del Inca o Qhapaqñan en la región de Tarapacá por parte de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad Arturo Prat de Iquique, nos correspondió liderar un pequeño equipo formado por arqueólogos y geógrafos. Seguimos por días y días las trazas o huellas de tráfico de caravanas de animales desde la quebrada de Quisma (muy cerca de la localidad de Pica), hacia el sur. Las numerosas huellas, en forma de rastrillo, que a ratos alcanzan 30-50 o más metros de ancho, se orientan directamente hacia el sur y cruzan la quebrada de Chacarilla, normalmente seca, pero que en estas fechas (Julio 2013) lleva aún algo de agua desde el gran aluvión ocurrido en febrero-marzo del 2012. En el área de Chacarilla, las huellas deben atravesar un sector muy pedregoso, resultado de antiguos y potentes arrastres aluviales, formados por infinidad de cantos rodados o bolones, algunos de gran tamaño. En la zona, nuestro experto guía, el profesor Luis Briones Morales, arqueólogo piqueño, nos muestra numerosos diseños o petroglifos, incisos en bloques rocosos, representando en su mayor parte círculos pequeños, llamas o elementos geométricos varios. Estos bloques se hallan íntimamente vinculados, de manera inconfundible, al camino tropero que transitara también el inca. A lo largo de esta ruta, que recorrimos a pie en muchos tramos, se observa aún hoy numerosos elementos culturales (fragmentos de botellas de cerveza o vino, trozos de cerámica, huesos, herraduras, etc), descartados por los viajeros, tanto de la época indígena como de la época de explotación del salitre (1840-1930).
Fue en esa zona pedregosa, cuando, de pronto María José Capetillo, arqueóloga, descubre la presencia de unos cuantos fragmentos de cerámica rotos, de buen tamaño, y al parecer pertenecientes a una sola vasija.
Fig. 3. Comprobamos inmediatamente, in situ, que los fragmentos del plato hallados calzaban perfectamente entre sí. (Foto H. Larrain).
Fig. 4. En sus cercanías, este conjunto abigarrado de grandes bloques señala el lugar de descanso de los caravaneros. Aquí, en primer plano, un pequeño reparo circular para protegerse del viento y pasar, tal vez, la noche (foto H. Larrain).
Fig. 6. Las profundas huellas, labradas tras siglos de intenso movimiento de animales y personas se pierden en lontananza hacia el Sur. La aridez del paisaje es absoluta. Ni una brizna de vegetación existe en muchos kilómetros a la redonda. (Foto H. Larrain).
Fig. 7. Un verdadero rastrillo de huellas cruza este enorme pedregal, de varios kilómetros de ancho (Foto H. Larrain).
Fig. 8. Un gran bloque ha sido transformado, a lo largo del tiempo, en un hito señalizador de la ruta, al adosársele gran cantidad de cantos rodados en su derredor. A pesar de su semejanza, no constituye, a nuestro juicio, propiamente una apacheta, pues su objeto no es propiamente ritual sino muy práctico: indicar la ruta precisa a seguir. (Foto H. Larrain).
Fig. 9. El inicio del extenso pedregal de la quebrada de Chacarilla. Detrás del vehículo, en los lomajes, se puede apreciar el corte efectuado, por el intenso tráfico, por el trazado del Qhapaqñan. En primer plano, las huellas nítidas de Camino. Vista tomada de Sur a Norte. (Foto H. Larrain).
Fig. 10. El plato armado, constituido por los diez fragmentos hallados, muestra sus hermosos diseños color rojo vivo y negro, sobre el engobe color rojizo fuerte. Para el efecto de hacer destacar los hermosos diseños de origen francés para la fotografía, se humedeció previamente la superficie del plato (Foto H. Larrain).
Fig. 11. La base externa del plato porta una muy curiosa inscripción. Nos costó mucho poder descifrarla, pues está en negativo e incisa con caracteres (letras) difíciles de identificar. Después de consultar al experto argentino en arqueología histórica Dr. Daniel Schávelzon, del Museo de la ciudad de Buenos Aires, cuya ayuda nos ha sido de inmenso valor, el resultado de su lectura resulta ser el siguiente:
ROMIPPAMPA
JULIO 11 DE 1863 ANO
..0VIA DE MARIN
La citada inscripción señala el lugar der manufactura, fecha exacta (11 de julio del año 1863) y el nombre probable de la mandante de la pieza.
La citada inscripción señala el lugar der manufactura, fecha exacta (11 de julio del año 1863) y el nombre probable de la mandante de la pieza.
En nuestro próximo capítulo de este Blog, presentaremos los detalles finos de la investigación que hemos podido desarrollar con la ayuda insustituible tanto del Dr. Shávelzon de Buenos Aires, como de la Dra. Mirta Santoni, Directora del Museo Antropológico de la ciudad de Salta, República Argentina. A ellos y a la Dra. Marta Crivos, del Museo de la ciudad de La Plata, República Argentina, quien nos facilitara los contactos, nuestros más sinceros agradecimientos por el apoyo prestado con tanta generosidad y prontitud para dilucidar aspectos relativos al lugar exacto de procedencia de este singularísimo ceramio. Tema sobre el cual abundaremos, si Dios quiere, en el próximo capítulo.
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