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Portada de la Tesis de Maestría en Antropología Social del Dr. Horacio Larrain Barros, presentada en la State University of New York, Stony Brook, en el año 1978.
El estudio de las poblacione costeras tempranas de la costa desértica.
El estudio del poblamiento y movilidad costera de los grupos camanchacas o changos, me apasionó desde mis primeros pasos en la Arqueología. Igualmente, el examen minucioso del modo de adquisición de los recursos, tanto marinos como terrestres. Como hemos tenido la fortuna de vivir en la costa desértica (Arica, Antofagasta e Iquique) por más de 25 años, hasta el día de hoy, he podido ir contrastando hipótesis y teorías respecto a su poblamiento y, a la vez, investigando los modos de apropiación de los recursos que el ambiente árido les ofrecía.
En este segmento del Blog, me referiré a mis primeros estudios en este tema, enfatizando nuestra temprana preocupación por los recursos no marinos, existentes tanto en la terraza marina como en los oasis de niebla adyacentes a ésta. Este énfasis contrasta, en cierto modo, con el enfoque casi exclusivamente marino observable en la mayor parte de los trabajos arqueológicos realizados en la costa árida, hasta al menos los años 1970-1975, enfoque al que ha conducido, tal vez, un análisis poco profundo de los llamados "conchales" o depósitos de basuras de cocina (Kjokkenmöddingen), dejados por los antiguos pobladores. Si bien es cierto que los mariscos y los peces, fueron parte muy importante de su dieta alimenticia - como los volúmenes de restos bióticos contenidos en los "conchales" lo atestiguan- no deja de ser igualmente cierto que el hinterland de estos yacimientos costeros ofrecía antaño posibilidades de recursos, hoy día en franca declinación o total ausencia. Estos ecosistemas de antaño (oasis de niebla o salares de la costa) lucían hace algunos milenios de modo muy diferente al actual, entregando muchas más posibilidades de vida y una variedad de recursos (vegetales y animales) hoy inexistentes o muy disminuídos. Entre los recursos hoy inexistentes o casi del todo extinguidos en este segmento de la costa árida, hemos de citar a los guanacos (Lama guanicoe) , antiguamente cazados in situ por los habitantes de la costa, los caracoles terrestres de los géneros Bostrix y Plectostylus, los arbustos como Lycium y Ephedra y las cactáceas, máxime aquellas del género Eulychnia.
El enfoque eco-antropológico en la arqueología chilena.
Nuestra experiencia reciente basada en 12 años consecutivos de estudio del oasis de Niebla de Alto Patache y del área costera Iquique-Loa, nos ha entregado una visión del poblamiento costero antiguo, mucho más rica que lo que dejan entrever muchos de los trabajos arqueológicos. Estos, confinados a excavaciones practicadas casi siempre en la estrecha terraza litoral, han dejado en la penumbra (y a veces en total oscuridad) numerosas actividades de colecta, caza y utilización de ecosistemas no estrictamente marinos por parte de las antiguas poblaciones, cuyo nomadismo estacional y movilidad asombrosa, les permitía acceder a recursos lejanos, muy importantes para su vida. No de otra forma se puede explicar el notable asentamiento en lugares costeros, hoy en extremo inhóspitos, donde han sido hallados extensos cementerios de muchos cuerpos y evidencias de un poblamiento considerable, en sitios donde hoy ni siquiera encontramos recursos visibles de agua dulce (puquios).
En nuestra Tesis de Arqueología presentada en Enero de 1970, en el Departamento de Antropología de la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México, en el capítulo VIIII: "Esbozo de una zonificación ecológica para el territorio chileno", decíamos :
"1.2. Área costera del Norte. Corresponde a la región largamente analizada en el Capítulo climático (Capítulo III), correspondiente al clima BWn y que con pocas variantes alcanza hasta los ca. 30º S. La amplitud de la faja climática, así como las caracteríticas biogeográficas, han quedado reseñadas en los capítulos correspondientes. El mar, con los recursos ofrecidos por la corriente de Humboldt, y la "camanchaca", creadora de vida vegetal y animal, son los dos elementos básicos para entender la adaptación ecológica del hombre a esta región. Corresponde a la región denominada "Costa" por Mann (1949:51) y a la "subárea marítima" de Núñez (1965, Lám. 1: 86). Si hemos preferido con Mann denominarla "costera", es porque estimamos que los recursos del grupo humano provenían también, en buena parte, de la franja costanera terrestre contigua a los sitios de pesca, caza o marisqueo". (Larrain, 1970: 235 ). (
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En los dos párrafos aquì señalados en color terracota, expresábamos, ya a fines de 1969 cuando nuestra Tesis quedó terminada, nuestro firme convencimiento acerca de la importancia ecológica de la franja costera, en especial el área bañada por la niebla o "camanchaca". Todos nuestros estudios, tanto en Antofagasta (1963-1965), como los realizados en el área de Chungungo, IV Región, (1980-84) y los más recientes hechos en la zona de Iquique (1993-2008) no han hecho más que confirmar, con evidencias de todo tipo, nuestras intuiciones tempranas. Día a día acopiamos nuevas evidencias sobre recursos antiguamente disponibles en ests zona y hoy prácticamente ausentes o depredados.
No sabríamos decir si alguien señaló por esas ya lejanas fechas, con tanta o mayor exactitud, el valor que debía adscribirse al medio ecológico bañado por la niebla, donde priman los ecosistemas que los geógrafos alemanes han denominado "Nebeloasen" y los norteamericanos "fogoases" ("oasis de niebla"), cuya multiplicidad de recursos ha sido tan solo muy recientemente estudiada.
Cómo fuimos iniciados en la arqueología y etnohistoria de la costa.
Pero volvamos a nuestro temprano interés por el estudio de los grupos culturales "changos" o camanchcas".
Nuestra marcada predilección por la investigación del grupo cultural Chango comenzó tempranamente, hacia el año 1963, fecha en que nos integrábamos como profesor a la naciente Universidad del Norte, en Antofagasta (Chile). Radicado por cerca de dos años en esta floreciente ciudad nortina, adoptamos desde el inicio la sana costumbre de salir a caminar todos los días Domingos, acompañado casi siempre de algún alumno de la Universidad, por los alrededores desérticos de la ciudad, en busca de restos arqueológicos. Una de las primeras salidas, nos condujo hacia la base de los cerros, cerca de la desembocadura de la quebrada Hipódromo. Era - recuerdo bien- el mes de Agosto de 1963. A poco andar, tropezamos con fragmentos de cerámica de evidente data indígena. Varios de los fragmentos mostraban diseños de color negro y rojo, sobre el fondo de engobe más claro. Volví a casa gozoso con el hallazgo. En las semanas siguientes, premunido de un pequeño arnero de malla fina y una pala, volvimos al lugar. Tras arnear gran cantidad de arena del sitio, tuvimos la suerte de recoger más de 50 fragmentos distribuidos por el área, pertenecientes todos, al parecer, a un mismo ceramio.
El resultado tangible de esta paciente labor de restauración de la vasija Inca, puede observarse en la Fig. 2 que mostramos abajo.
Poseía yo por entonces una incipiente experiencia previa en la detección y observación de conchales indígenas sitos en la desembocadura de pequeñas quebradas costaneras, en un lugar denominado "Las Brisas", al sur del actual desembocadura del río Maipo (zona central de Chile). Allí acompañé algunas veces al sacerdote jesuíta Enrique Alvarez Castro, quien me introdujo en el enigmático mundo cultural de los recolectores y pescadores costeros. Recuerdo haber recogido ávidamente puntas de proyectil rotas, lascas de sílex y fragmentos de cerámica tosca y trozos de figurinas de barro. Material que deposité por entonces en el Museo del Colegio de San Ignacio de la calle Alonso Ovalle, donde yo era profesor de Ciencias Naturales. Fue mi primer contacto con la arqueología. Corrían los años 1951-1954. Esta experiencia me marcó para toda la vida. Y la arqueología paso a ser, desde entonces, y de por vida, mi ciencia favorita.
Al llegar a Antofagasta en 1963, de regreso de Europa, nuevamente me fue dado recorrer con el mismo jesuíta Enrique Alvarez, sitios cercanos a la quebrada de Las Conchas, encontrando varias piezas líticas de formas geométricas hechas en arenisca (sandstone) características de la cultura Huentelauquén, materiales que aún conservo en mi Colección particular.
Con trabajo y tesón logramos armar entonces (1963) y pegar un ceramio con 55 fragmentos, el que resultó ser una hermosa y rara pieza inca (Fig. 2).. De este hallazgo brotó un trabajo primerizo, hecho junto al joven Agustín Llagostera, por entonces estudiante avanzado de Biología en la Universidad de Chile y que juntos publicamos poco después en la Revista Anales de la Universidad del Norte (Chile), 1966: 83-128.
Algunos tipos cerámicos hallados en la costa de Antofagasta (1963-64).
He aquí un par de figuras de dicha publicación, con dibujos hechos por A. Llagostera M. :
Fig. 1. Fragmentos cerámicos de la cultura San Miguel (Valle de Azapa, Arica), de los siglos XIV-XV, hallados por nosotros en las cercanías de la quebrada Hipódromo N. de Antofagasta.(Agosto 1963),
Fig. 2. Ceramio Inca de doble asa, de paredes muy delgadas y finas, que logramos restaurar pegando 55 fragmentos hallados dispersos en el suelo arenoso (Agosto 1963). Publicación hecha al cuidado de Agustín Llagostera, cuando ya nos encontrábamos en México, estudiando la carrera de Arqueología (1966).
En numerosas salidas a terreno entre Junio 1963 y Enero 1965, fui familiarizándome con el paisaje ecológico y cultural dejado por los recolectores-pescadores costeros, al N. de la ciudad de Antofagasta. A partir de estas fechas, el interés por entender el poblamiento costero en el medio árido, y por captar la manera cómo subvenían a las más imperiosas necesidades de agua y recursos terrestres, fue acrecentándose más y más, como expresión de un enfoque incipiente pero real centrado en el análisis del medio ecológico.
Fruto maduro de esta reflexión ecológica, fue mi Tesis de Arqueología, de la que hemos ofrecido un par de párrafos más arriba. Este enfoque ecológico en los estudios de arqueología y antropología, constituye hoy para nosotros una auténtica coordenada ecológica nueva, desconocida para el investigador australiano Gordon V. Childe, y que no es sino una expresión concreta del enfoque eco-cultural, o eco-antropológico. Y este enfoque se ha convertido hoy en el motor de todas mis inquisiciones antropológicas adquiriendo ya el cariz de una nueva vertiente de la Antropología: la eco-antropología.
De aquí nacerá, igualmente, nuestro interés por reunir la mayor cantidad de información histórica, geográfica y etnohistórica sobre este extraño y poco conocido grupo cultural, los Changos, como serán conocidos a partir del siglo XVII. No es de extrañar, pues, que mi primera Tesis de Maestría (M.A.) en Antropología, versara sobre la demografía y forma de poblamiento de estos grupos de pescadores-recolectores, utilizando para ello todas las fuentes publicadas, por entonces a mi alcance. Próximamente pondremos en este mismo Blog esta Tesis completa (99 págs.), desconocida para los arqueólogos e investigadores chilenos.
Por qué damos a conocer hoy esta obra de mi juventud arqueológica.
Este estudio, que por primera vez, transcurridos ya más de 30 años de su redacción, entregamos aquí al público joven y a nuestros colegas antropólogos y arqueólogos, había quedado "escondido" en los anaqueles del Departamento de Antropología de la Universidad del Estado de Nueva York (New York State University at Stony Brook, Long Island). A mi regreso a Chile a fines del año 1971, intentamos vanamente publicarlo en la Colección de libros sobre Historia de Chile, dirigida por entonces por el editor Mario Aguirre Mackay quien nos solicitó el manuscrito correspondiente. Estando este texto ya en prensa en la ciudad de Buenos Aires, en el año 1978, en la Editorial Francisco de Aguirre, ocurrió la súbita confiscación y cierre de la Imprenta y Editorial por parte del Gobierno argentino. Mario Aguirre tuvo la gentileza de hacerme llegar el ejemplar ya en trámites de prensa, hecha la corrección de pruebas, ejemplar que guardo como valioso testimonio de este frustrado intento por darlo a la publicidad. Nunca más intenté después ponerlo al día.
De modo que este trabajo, presentado en mayo de 1978 en la Universidad americana citada más arriba, recién hoy, vía Internet, conoce la posibilidad de hacerse público. Más aún, nos congratulamos de que pueda ser hoy de acceso inmediato a través de nuestra biblioteca virtual, a cualquier usuario o investigador, que quiera conocer lo que por entonces afirmábamos sobre el poblamiento costero del Norte Grande y Norte Chico chileno.
Decíamos por entonces:
" El presente estudio analiza las características demográficas y los patrones de asentamento del grupo pescador-recolector Chango, cuyo habitat se extendía desde casi los 17º L. S. hasta aproximadamente los 30º L. S., a lo largo de toda la costa desértica de Sudamérica. El trabajo se centra en el examen de todas las informaciones disponibles para el siglo XVI (1538-1600), las que proceden, en su mayor parte, de referencias de los Títulos de Encomiendas, concedidas en el actual sur peruano y norte chileno, las Relaciones Geográficas de Indias, los relatos tempranos de Cronistas (Siglo XVI) y, finalmente, de las descripciones poco conocidas de los primeros viajeros". (Abstract de la obra).
Tal como allí se señala, el trabajo no tiene la pretensión de incorporar el análisis de documentación archival, inédita, depositada en repositorios españoles, peruanos, bolivianos o chilenos; materiales que serán años después analizados con muchísimo fruto por otros etnohistoriadores chilenos (Jorge Hidalgo, Luis Martínez, Juan Alberto Herrera Veas) o peruanos (especialmente María Rostworowsky de Díez Canseco).