(Escala: 20 cm).
(Foto H. Larrain; escala: 5 cm).
Fig. 14. Parte posterior de la cabeza mostrando claramente la disposición de la cabellera rizada y, al parecer, de un sombrero superpuesto. Salvo que se trate más bien del moño del pelo así dispuesto (Foto H. Larrain); (Escala: 5 cm).
Circunstancias del hallazgo de este conjunto arqueológico.
Ocurrió el día jueves 16 de Agosto de este año 2012, cuando una máquina motoniveladora extraía escombros y ripios de una ladera inmediata al actual vertedero del pueblo de Tarapacá, aproximadamente a un kilómetro al Este del poblado. La gran afluencia de peregrinos y visitantes en el pueblo, con ocasión de la recién pasada festividad de san Lorenzo, patrono del Tarapacá, provocó la urgente necesidad de tapar las basuras acumuladas, para evitar su descomposición.
El operario de la máquina no halló nada mejor que extraer, de la ladera contigua, el material de ripios y arenas para efectuar el relleno. Al percatarse los obreros de la aparición de un cuerpo humano, ya parcialmente destrozado por la máquina, dieron aviso a Carabineros de Huara. Éstos conforme al protocolo vigente, avisaron al Laboratorio de Criminalística de la ciudad de Iquique el que dispuso de inmediato el envío de un experto.
Un llamado a reconocer la presencia de cuerpos humanos.
Alertado por Carabineros, acudió al lugar, premunido de su instrumental, el sargento Edgar Lima, expoerto de la LABOCAR, quien recogió los fragmentos del cuerpo aplastyados y dispersados por la maquinaria. En el corte profundo de la ladera, al rescatar otros fragmentos de huesos humanos, observó con sorpresa que aparecían algunos pequeños objetos y vasijas pequeñas de cerámica y cestería que le llamaron la atención. Por el inminente peligro de derrumbe y debido a la presencia de niños y curiosos en el lugar, optó por recoger todo el ajuar que fue apareciendo al buscar los restos del esqueleto. Recogió todo lo que se veía a la vista y lo envolvió con especial cuidado en papel de diario y puso en una cajón de madera. Todo fue trasladado a Iquique. El cuerpo estaba envuelto en una especie de manto o cotona tejido en lana muy gruesa. Fue imposible saber la disposición exacta del ajuar, pues la máquina perturbó el conjunto, dispersándolo. Se cercioró de que no había más huesos humanos que recoger, lo que correspondía a la tarea a la que había venido, como experto del laboratorio.
Examen del ajuar funerario.
En Iquique se comunicó con el suscrito, a quien conocía desde hace algunos años, y nos pidió que fuésemos al laboratorio de Carabineros a reconocer, en mi calidad de arqueólogo, el conjunto del hallazgo, y comprobar que se trataba de un entierro prehispánico y no de un posible crimen.
Fue en esta ocasión en que tuve la oportunidad de fotografiar en detalle las piezas, con el objeto de dar cuenta detallada, mediante un Informe ad hoc, tanto a la Encargada Regional del Consejo de Monumentos Nacionales de Tarapacá, la Sra. Gerda Alcaide, como al General de Carabineros de la zona de las circunstancias exactas del hallazgo y de la razón de ser del levantamiento, sin presencia de experto, de piezas arqueológicas.
La legislación arqueológica.
Es sabido que la legislación protectora de monumentos nacionales vigente ( Ley 17.288) no permite el levantamiento de un hallazgo arqueológico por cualquier persona, pues esa tarea debe ser hecha por arqueólogos expertos por muy convincentes razones: sea para evitar la sustracción posible de piezas, sea para poder hacer un trabajo acucioso de rescate, sea finalmente para evitar la posible destrucción o deterioro del respectivo ajuar funerario. De hecho, cada enterramiento prehispánico entrega al arqueólogo o especialista una gran cantidad de información y por ello, el proceso de rescate requiere ser llevado a cabo con el máximo de acuciosidad y destreza. Lo que exige una expertise particular. Para ello, precisamente, se forman los arqueólogos por largos años.
Un rescate o salvataje de emergencia.
Las circunstancias que rodearon este particular descubrimiento casual, la presencia de personas curiosas, la inmediata vecindad de la carretera, el temor a un derrumbe y el evidente peligro de la llegada de perros a husmear el hallazgo, empero, impidieron tomar todas las precauciones normales que supone y exige la legislación, por los inminentes riesgos que se corrían. La operación realizada por el sargento de Carabineros que allí se encontraba por otra misión, propia de su especialidad fue, evidentemente, un trabajo de rescate urgente, debido a una emergencia, tarea que a juzgar por el estado de las piezas y el cuidado puesto en su embalaje, fue realizada con la mayor prolijidad que fue posible. Así lo hicimos saber en nuestro informe enviado a Carabineros y a la Oficina Regional del Consejo de Monumentos Nacionales.
El ajuar funerario.
El conjunto de alrededor de 50 piezas que acompañaban a este cuerpo humano, al parecer de una mujer, y que mostramos en las fotos que acompañan este segmento del Blog, nos parece de un enorme interés científico, por varias razones que enumeraremos a continuación. Esperamos que expertos arqueólogos y otros estudiosos (v gr. expertos en cestería) puedan acudir pronto a estudiar este valioso ajuar, para darnos mayor información sobre su contenido, tipología, factura, cronología, pertenencia étnica y funcionalidad. Hacemos votos para que este conjunto funerario sea integrado a un museo donde arqueólogos especializados puedan estudiarlo en detalle, despejando las numerosas dudas que hoy nos asaltan e inquietan.
Razones de su interés para la ciencia.
a) Es muy poco común encontrarse con un ajuar funerario que en un 100% esté constituido por miniaturas. Ni una sola de las piezas estuvo destinada a un uso real sea doméstico, sea ritual. Y esto por dos razones, primero por su pequeñísimo tamaño, y 2) por el escaso grado de cocción que observamos en las piezas cerámicas. Éstas son, por consiguiente, extremadamente frágiles. La temperatura de cocción posiblemente debe haber alcanzado escasamente los 200º- 250º C , lo que es muy bajo para lograr una dureza verdaderamente compatible con un uso real. Las cerámicas hechas de arcilla necesitan ser cocidas sobre los 450º - 500º C. La hermosa cerámica Inca ha sido cocida sobre los 650º - 700º C .
b) Todas las piezas cerámicas fueron cocidas exactamente de la misma manera y a la misma temperatura, de donde podemos concluir que todas fueron hechas de una sola vez, casi seguramente con ocasión del deceso del artesano o la artesana;
c) Todas las piezas de cestería fueron hechas de la misma manera y con la misma técnica de tejido en espiral (coiled basketry) , y con el mismo material (junco); con máxima probabilidad, fueron hechas, igualmente, de una sola vez y con un claro propósito ritual fúnebre;
d) Lo mismo podríamos señalar de las escasas piezas textiles. Un análisis y estudio más fino de éstas, puede revelar otras cosas.
e) Desde el punto de vista tipológico (variedad de formas), nos parece interesante señalar: primero, que todas las piezas de alfarería carecen totalmente de asas; segundo: que casi seguramente reproducen, en su forma (no en su tamaño, por cierto) los tipos comunes de su comunidad de origen;
f) De donde podríamos tal vez sospechar de que esta variedad estilística expresada en este extenso ajuar no sea sino una expresión plástica de los tipos cerámicos y cesteros que el o la artesana confeccionaba en vida. En tal caso, podríamos sugerir que se trata, ex hypothesi, del entierro de una artesana (si fuera un cuerpo femenino, como parece), conocida por su habilidad con las manos. Por cierto es sólo una hipótesis nuestra. Si se llega confirmar que el cuerpo es femenino, nuestra hipótesis tiende a consolidarse como válida, pues eran más bien las mujeres las artesanas, sobre todo de las piezas de cestería;
g) Los arqueólogos familiarizados con los tipos cerámicos propios del Período Intermedio Temprano o Medio en nuestra zona tarapaqueña, tal vez nos puedan informar al respecto, en el caso hipotético propuesto de que aquí se trate de un muestrario de los tipos corrientes usados en la cocina de la época. Pidamos, por tanto, el parecer a los arqueólogos expertos en la zona.
Posible cronología del entierro.
No siendo el suscrito un diestro conocedor de la variedad cerámica prehispánica de Tarapacá, no estamos en condiciones de determinar fechas precisas. Si el muestrario de alfareríafue efectivamente una expresión plástica en miniatura, de formas reales en uso en una comunidad de la época, a primera vista ésta nos parece sumamente tosca y diríamos casi primitiva en sus formas. Y, en tal caso, podría tratarse de un entierro de los primeros siglos después de Cristo. O, tal vez, de un poco antes de Cristo. No tenemos base segura para decidir al respecto tema que ahora incumbe a arqueólogos especializados en cerámica de la zona de Tarapacá.
Significación ético-religiosa del hallazgo.
Al constatar que todas las piezas del ajuar, sin excepción, son sólo miniaturas, y por ende, "inútiles" e "inservibles" desde el punto de vista utilitario, nos surge la gran pregunta: ¿qué quisieron expresar realmente los miembros de ese grupo humano? ¿En qué forma concebían el paso al más allá?. ¿Por qué recurrieron a formas en miniatura?. ¿Por qué se apartaron del uso común de la mayoría de los pueblos, de usar, en su ajuar funerario, formas reales?. Porque esto resulta muy comprensible cuando se pone ofrendas reales de alimentos y utensilios para que el difunto pueda emprender, bien equipado, el largo camino hacia el más allá; pero, ¿por qué lo expresan ahora y aquí solamente con miniaturas?. Lo común que encontramos en entierros provistos de un ajuar cerámico, es el empleo de tamaños y formas reales, a veces en forma de ejemplares nuevos, recién hechos, sin uso precedente, otras veces las piezas han sido claramente usadas por el difunto, dejando señas de abundante tizne y quemaduras en superficie.
¿Expresión simbólica de creencia en la vida de ultratumba?.
¿Por qué en este caso y, tal vez, en esta época parece darse un tipo de creencia en la vida futura, aparentemente diferente de la más común y corriente?. Porque el elemento simbólico aquí es evidente: se imitan ritualmente las formas de los objetos. Se renuncia a usar los objetos mismos. ¿Es este cambio simplemente por economía de materiales, o por pobreza?. No lo creemos. Y, ala verdad, no tenemos la menor idea. Lo que sí nos resulta evidente es que detrás de esta forma de practicar el rito mortuorio parecería esconderse una forma diferente de pensamiento, una forma diferente de enfocar la creencia en el más allá. Una forma en cierto modo "sublimada", o "purificada" como dirían los psiquiatras.
¿Representa esta forma de ajuar "infantil" una expresión ya conocida y en práctica en sectores de la quebrada de Tarapacá?. Es muy posible. En todo caso, el tema resulta realmente apasionante y da pábulo a toda clase de especulaciones.
El postrer homenaje.
Nos quedamos con la idea de que nuestra artesana fue homenajeada por sus familiares, al partir hacia el enigmático y tenebroso más allá, mediante el regalo de su variado repertorio artesanal tanto cerámico como cestero y textil para que ella pudiera recordar, en su nueva vida, las formas exactas que elaboraba en vida y allí gozara observándolas. ¿O fueron sus nietos pequeños, adiestrados previamente por ella misma, los que regalaron a la abuela al morir este ajuar, preparado con sus pequeñas e inexpertas manos infantiles?. Materia de meditación y de honda reflexión tanto teológica y/o escatológica, como psicológica y social.
Exponer en forma digna y segura este material, previa limpieza y procesamiento, en una vitrina de un Museo regional de Tarapacá (en Pica o en Iquique), con algunas reflexiones del tipo indicado, podría ser de enorme interés para el público visitante. Si se nos permite un consejo, nos inclinamos por que el lugar de destino de esta valiosa muestra sea el Museo de Pica, por cuanto el entierro corresponde a una cultura evidentemente agrícola y, también, por razones de vecindad geográfica.