Sobre excavaciones antiguas en la costa de
Antofagasta. Un texto olvidado.
Presentación.
Entregamos hoy a
nuestros lectores nuestra traducción del francés, de
un ponencia publicada en el Bulletin et Mémoires de la
Societé d´Anthropologie de Paris, Tome III (V Serie), 1902: 700-708, Paris. El texto se refiere específicamente a excavaciones muy tempranas practicadas en la costa de Antofagasta, hace 115 años atrás.
Quien hace esta
presentación es el médico francés Arthur
Chervin (1850-1921) miembro
de la expedición llamada Mission Scientiphique G.
de Créqui Montfort y E. Sénéchal de la Grange, quien fuera el encargado de la sección Craniología de dicha
expedición. El Dr. Chervin fue el
responsable de redactar el tomo III, titulado Anthropologie
Bolivienne (Paris, Imprimerie Nationale, 1908).
Notemos que por “Antropología” en los
países europeos (en particular en Francia y Alemania) se entendía por entonces tan solo el estudio de las características
físicas de los pueblos indígenas, lo que en nuestra tierra conocemos hoy como “Antropología Física”. El estudio de la cultura de estos pueblos era considerada parte de otras ciencias, como la "Etnografía" o a la "Etnología", o incluso el "Folklore".
Su especial interés para
nosotros, sin embargo, radica en el hecho de que se
trata –a lo que creemos- de las primeras excavaciones arqueológicas realizadas
en esta región de Antofagasta de que se tenga referencias precisas y detalladas, bastante
anteriores a las realizadas, en la década del 1920, por el médico alemán
Otto Aichel en el área de Cerro Moreno. De estos trabajos y sus resultados para la ciencia antropológica, ofrecemos aquí el relato circunstanciado del Dr. Chervin, hecho ante la Sociedad científica, cuyo contenido
se transcribe aquí ad litteram en una descripción precisa y detallada.
[Nota. En paréntesis cuadrados, adición o comentario
nuestro].
Traducción
del texto original.
“El
Señor Chervin tiene el honor de presentar a la Sociedad numerosos
objetos traídos desde Bolivia por el Señor Sénéchal de la Grange.
En el curso de un viaje efectuado
desde la bahía de Antofagasta hasta el altiplano de Bolivia, el
Señor Sénéchal de la Grange tuvo la ocasión de recolectar objetos de diferente
naturaleza, pero todos igualmente preciosos para los antropólogos, porque los
procedentes de esta región son bastante escasos.
El Señor
Chervin presenta:
1. Cuatro cráneos hallados por el Sr.
Sénéchal de la Grange en lomajes de la ensenada de (la) Chimba frente a la isla
de Guarnan [sic! por Guamán]. Tal como pareció al Señor
de la Grange, la sepultura fue excavada en plena tierra, o mejor
dicho, en plena arena, en el acantilado que domina la bahía. No
había rastro alguno de tumba [o sepulcro].
Las diversos huesos que componían el
esqueleto han sido hallados en la posición normal de un cuerpo extendido,
excepto en el caso del niño, contrariamente a lo que
suele encontrarse de ordinario en muchas sepulturas
peruanas de las orillas del Pacífico, donde la
posición en cuclillas es la regla.
[¿El cráneo de Atahualpa?].
A estos cuatro cráneos recogidos personalmente por el Señor
Sénéchal de la Grange, se agrega aquí un quinto que le ha sido
obsequiado por uno de sus amigos como el cráneo del famoso Atahualpa, el último
gran jefe Inca del Perú. Este cráneo, que está
representado en la línea tercera de la fotografía adjunta, ¿es
verdaderamente el cráneo de Atahualpa?. La cosa no es imposible si se ha de
creer al documento mostrado aquí abajo que ha sido remitido al Señor
Sénéchal de la Grange y que nosotros hemos traducido literalmente. Sea lo que
sea, el Señor Sénéchal de la Grange se limita a entregarlo tal como lo
recibió, sin otra garantía alguna de autenticidad histórica (sigue aquí nota al pie de página
con una extensa referencia a la historia del cráneo de Atahualpa y
su destino).
Sea lo que sea, de estos cinco cráneos, los
tres primeros pertenecen a hombres adultos, uno a una mujer y el otro a un
niño. Los tres cráneos adultos son muy
claramente braquicéfalos, tal como lo atestiguan las fotografías
adjuntas, y presentan una serie de caracteres comunes, y en forma
notable, una gran anchura de la cara como consecuencia de
la importancia del ángulo bicigomático. Uno de estos
cráneos presenta un prognatismo sumamente notorio con inserciones
musculares fuertemente marcadas; el cráneo de Atahualpa, presentando
las mismas características generales que el segundo cráneo
adulto, no posee las inserciones musculares tan marcadas como los
precedentes: es claramente más fino. Ninguno de ellos muestra señas
de deformación (craneana).
Los cráneos de la mujer y del niño
nada presentan de particular. Son braquicéfalos como los demás. Se
nos plantea un problema: ¿a qué raza pertenecen estos cráneos?.
Nuestros conocimientos craniométricos relativos a las numerosas
razas que poblaron estas regiones son poco numerosos. Todo lo que podemos decir
es que eran, en todo caso, poblaciones de pescadores,
privadas del hierro y de todo tipo de mineral, estando
así obligados a servirse del sílex puesto que no
tenían otro tipo de utensilios a su
disposición. Actualmente, nos es difícil precisar
más. Pero el señor Sénéchal de la Grange, quien va a
regresar nuevamente a Bolivia, se pone a la disposición de la Sociedad de
Antropología y de todos los sabios que tengan problemas
para dilucidar o informaciones que recabar. Gracias a la
atención que realiza el personal médico que él
posee en las minas de Huanchaca, podría hacer recopilar todos
los antecedentes de interés relativos a los 7.000 obreros
de la mina, que pertenecen a todas las razas indígenas de la altiplanicie del
Perú, de Bolivia, del Brasil y de la República Argentina.
No sabríamos, pues, agradecer
suficientemente al Señor Sénéchal de la Grange por tan generosa propuesta, que
servirá en gran medida a los intereses de la ciencia (1).
2. En las sepulturas, el señor Sénéchal de la
Grange ha encontrado maravillosas puntas de flecha hechas en sílex y en
diferentes tipos de rocas, todas ellas finamente
dentadas, de las cuales algunas no parecen haber sido utilizadas [para la
caza].
3. Había aún un gran número de arpones de
madera para la pesca. Algunos terminaban en un sílex tallado bastante grande,
en forma de lanza, mientras que otros terminaban en un sólido
anzuelo de hueso.
4. Dos o tres marcos de espejo
(?) (cadres a miroir) adornados por
un diseño muy simple, conformado por líneas quebradas. El señor Sénéchal de la
Grange ha hecho referencia a numerosos otros objetos que irán a enriquecer
nuestras colecciones públicas. Entre éstas, debo señalar dos momias:
una de hombre y otra de mujer; las dos dicen relación a personas que perecieron
de muerte violenta. La mujer trabajaba en las minas de cobre de Chuquicamata;
ella presenta la cabeza aplastada por un derrumbe ocurrido en época
desconocida; el cuerpo está momificado en forma natural. Junto a
ella, se ha encontrado diferentes objetos, notablemente un saco de
piel curtida en el cual se halló dos o tres
grandes piedras, de 20 a 25 cm de longitud, y
seleccionadas verosímilmente por su forma de hacha de mano, las que
servían para desprender el mineral. Había allí, igualmente, un martillo de
piedra bruta, muy interesante, en forma de pirámide. El
mango está formado por una rama de árbol de un metro de largo y doblado.(à frais) en su
parte media. La piedra está inserta al medio de la rama [así] doblada. Se
mantiene en su lugar mediante amarras de cuero curtido de un
centímetro de longitud, dispuestas en forma de redes (réseaux). Las dos ramas de árbol dobladas
se unen mediante pequeños cuerdas de cuero curtido formando así un
mango de 45 cm de largo.
Se
halló igualmente cerca de esta pieza un pequeño cesto redondo, sin
tapa, hecho en cestería de junco trenzado con mucha regularidad en forma de un
pote (bol), sin diseños de color. La momia del hombre fue donada al Museo de
Etnografía del Trocadero; ha sido colocada en la sala Lorillard,
vitrina Nº 51. Esta momia fue hallada hacia el año 1880
en trincheras abiertas en las arenas del altiplano de
Bolivia para la instalación del ferrocarril de Antofagasta
a Pulacayo. El cuerpo se encuentra perfectamente
momificado; la piel se ve levantada en algunas partes, en especial
en el brazo derecho, dejando ver una musculatura en buen estado.
Se trata de un hombre joven,
imberbe, de pequeña talla (de alrededor de 1,50 m de
alto) y su cara es alargada. Los cabellos son de un color café (brun) y lisos, y están
trenzados en penachos (touffes) en torno a la cabeza
y son lo bastante largos como para caer por delante hasta
el cuello y por detrás, hasta las espaldas. Sobre la
cabeza se observa una pequeña redecilla de hilo de
algodón blanco en forma de red (filet) que
termina en una pequeña borla o pompón formado por una veintena
de gruesos hilos de lana roja. Alrededor del cuello, se
observa un cordón de algodón del cual está suspendido un pequeño saco de ocho
centímetros de alto por tres de ancho. Este saco [o bolsita] está
hecho en tejido de algodón de dos colores y el diseño se
compone de dos hiladas de un centímetro de ancho, amarillo y rojo
sucediéndose alternativamente a todo lo largo [de la pieza]. El saco está
cerrado por medio de un fino cordón amarillo: es incontestablemente un saco de
amuletos. En el interior del saco [o bolsa] se hallan dos
puntas de sílex, un pequeño guijarro aglomerado con una incrustación
de cobre y cuatro granos de limonita pisilítica (limonite pisilitique).
Los lóbulos de las orejas están perforados y
atravesados por un pequeño trozo de madera dura, afilada en uno de sus
extremos, delgada (mince)
como una aguja de tejer, y de un largo de alrededor de cuatro centímetros;
diríamos [que semeja] una espina larga.
El cuerpo está extendido todo a su largo,
acostado sobre el costado derecho, con el antebrazo plegado, con la cara dorsal
de la mano apoyada sobre la mejilla en la actitud del sueño. Los pies están
desnudos y desprovistos de sandalias. No hay traza alguna de tatuaje. El cuerpo
está vestido solamente de un puncho (sic! por
poncho) de color, tejido en
forma regular en el telar (au métier) que desciende hasta unos 10 cm debajo de
la rodilla. El puncho (sic! por
poncho), lo sabemos, es una pieza de tela en forma
de cubierta perforada al medio por medio de
una abertura para dejar pasar la cabeza
y mantenerlo sobre el
cuerpo. En la parte del cuello se
observa una especie de encaje formado por 7 gruesos
puntos de tapicería en lana roja cuyos hijos suben de
cada lado en una misma línea, a dos centímetros de distancia. Directamente
sobre la piel se halla un cinturón aplastado. Está hecho de la reunión
de una veintena de cordelillos en pelo de llamo, que probablemente
servía para suspender un paño (hoy día ausente).
El pubis está guarnecido de pelos. Pero la
persona fue castrada con la ayuda de un
instrumento sumamente afilado, cuya corte se
ve aún hoy perfectamente nítido al nivel del pubis mientras que se ven restos
de las bolsas [bolas]. La extracción del pene ha tenido
lugar con toda certeza después de la muerte; tal
vez fue practicada por el obrero que la descubrió en la
trinchera del ferrocarril, para hacerse con él algún amuleto.
Esta momia es, pues, interesante
por más de una razón.
El señor Sénéchal de la Grange ha hecho
obsequio a la Sociedad, para su museo particular, de los cinco
cráneos que yo acabo de presentar; éstos vienen a llenar una laguna
en nuestras colecciones y debemos dirigir a nuestro generoso donante nuestros
más calurosos agradecimientos.
A causa de su especial importancia, yo he
creído útil ofrecer un dibujo de cada uno de estos
cráneos para nuestros lectores del Boletín. Me ha parecido que la
fotografía presentaba una gran ventaja sobre los (instrumentos)
goniómetros y cefalómetros conocidos. Así, pues, he buscado una posición que
fuera la misma para todos los cráneos en estudio y sobre todo un medio para
hacerlos comprables entre ellos. He pensado que la fotografía
señalética (signalitique) imaginada
para la persona viva por nuestro colega el señor Alfonso
Bertillon, podría tener su aplicación en la craniometría ya que ella presentaba
todas las condiciones requeridas para lograr la mayor uniformidad posible
de posturas y reducción. Mi amigo, el señor Alfonso
Bertillon ha tenido a bien adaptarse a mis
indicaciones y las fotografías de la página 706 han sido realizadas en su
Servicio en las condiciones señaladas en la nota adjunta. [Ver más abajo].
La aplicación del método del señor
Alfonso Bertillon a la craniometría presenta, con respecto
de los diversos aparatos craniométricos, la
ventaja del diseño fotográfico sobre todos los dibujos hechos a
mano. Pero el procedimiento del señor A. Bertillon es tan rigurosamente exacto
que permite tratar la fotografía obtenida como un verdadero dibujo geométrico,
así como tomar mediciones precisas. Es ésta una
ventaja inapreciable que hará los más grandes servicios a
los investigadores que se dedican a la craniometría.
Nota sobre la reproducción fotográfica de
cráneos.
[Esta sección, de interés únicamente para la historia de la
craniometría, no fue traducida en esta ocasión y se omite aquí. Es de naturaleza muy técnica, y nada nos aporta desde
el ángulo eco-antropológico que es nuestro enfoque. Se puede, sin embargo, leer en su texto original francés].
Discusión.
El señor Presidente pide al señor Chervin que
transmita al señor Sénechal de la Grange los agradecimientos de la
Sociedad. Expresa, igualmente, el anhelo de
obtener referencias exactas sobre la sepultura de los
cráneos que acaban de ser ofrecidos.
El señor Chervin es de opinión de que los
cadáveres habían sido enterrados en la arena, sin ninguna
otra forma de sepultura (o tumba).
El señor A. de Mortillet hace
notar que las flechas presentadas por el señor
Chervin se aproximan por su forma a aquellas que se encuentran
en Europa”.
[Hasta aquí, nuestra traducción del texto original francés. Solo nos faltó incluir la fotografía de los cráneos aquí descritos, cuya deficiente fotocopia poseemos, tomada del original francés, la que esperamos agregar próximamente. El artículo original trae una página entera con la imagen comparativa de los cráneos referidos].
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Nota 1. Por recomendación del
señor M. Chervin, los señores Sénéchal de la Grange y de
Créqui-Monfort acaban de organizar una verdadera misión antropológica llevando
consigo a investigadores calificados como los señores Adrien de
Mortillet, Courty, el Dr. Neveu-Lemaire y J. Guillaume.