Ante la tragedia humana instalada hoy en el Mar Mediterráneo, - tragedia que llegó para quedarse por largo tiempo- no podíamos nosotros permanecer indiferentes. Ofrecemos, pues, aquí nuestras reflexiones que nacen de los imperativos de la ciencia de la Antropología y de la religión cristiana, aunadas ambas en una única perspectiva: tratar de explicar el hecho, señalar responsables y buscar o sugerir caminos hacia una solución duradera.
Dejemos por un momento de lado nuestra América andina y sus intrigantes temas culturales para referirnos a un asunto escalofriante, "espeluznante" en palabras del Presidente español Mariano Rajoy, tema que ha dejado perpleja y meditabunda a la humanidad entera: la actual crisis migratoria en los países del Mediterráneo y sus consecuencias.
Fig. 1.El niño sirio Aylan Kurdi, de tiernos tres años, cuyo cuerpo exánime encontrado ahogado, arrojado por el mar, en una playa de Turquía, ha pasado a ser el símbolo cruel de una tragedia sin parangón en la historia de los últimos 150 años. El letrero agregado a la foto auténtica, de la periodista turca reza: literalmente "la humanidad varada y arrojada por el mar, vergüenza, vergüenza,. vergüenza!" (foto tomada de Internet).
Fig. 2. El policía turco que, espantado, lo recogió . "Sé lo que se siente", dijo, "porque yo también tengo un hijo de seis años". (foto tomada de Internet).
Fig.3. El último y conmovedor adiós de su acongojado padre que perdió en el mar Mediterráneo a su esposa y a sus dos hijos, al hundirse la barcaza en la que intentaba llegar a Grecia con su pequeña familia (foto tomada de Internet).
Fig. 4. El sepelio se realizó en una simple fosa, en la acosada ciudad de Kobane, lugar de residencia de la familia. Kobane es un bastión fronterizo de resistencia de los kurdos de Siria contra el implacable movimiento islámico "EI", (Estado Islámico) convertido hoy en un aterrador flagelo de la región (foto tomada de Internet).
Las dimensiones del movimiento migratorio.
En los últimos años, hemos sido testigos de un movimiento migratorio como nunca antes se vio en la historia de los últimos cien o ciento cincuenta años. Centenas de miles de personas abandonan sus países de origen: el Norte de Africa (Libia, Túnez, Marruecos) o en el Oriente (Pakistán, Afganistán, Siria, Palestina), para tratar de llegar a través del mar, a cualquier costo, a Europa, vista como la región donde hay seguridad y trabajo, se vive bien y se respeta la diferencia (étnica, religiosa, social). La Unión Europea es vista como el símbolo del ideal de lugar donde vivir y poder educar a su familia. Países como Alemania, Francia, Holanda, Bélgica o España son los puntos ideales de llegada para estos inmigrantes. La lengua de casi todos ellos es el árabe en sus variados dialectos nacionales y en su inmensa mayoría, tienen como religión el Islam. Huyen despavoridos del caos político y económico, de la inestabilidad ciudadana, de las razzias étnicas, de la sangrienta e implacable dictadura de "EI" (movimiento islámico extremista que propicia la vuelta al Califato). Los menos, huyen de la amenaza religiosa, como ciertos grupos cristianos coptos desplazados de Siria oriental.
Un viaje sin retorno.
Se trata aquí de una migración forzada y violenta, producto del estado de beligerancia continua, guerrilla de facciones que se disputan el poder y de la total incertidumbre respecto al futuro. Destruídas sus casas y enseres por la guerra fratricida interminable que ya dura décadas, las familias tratan de huir con lo puesto y pagan sumas siderales a las mafias que les prometen el transporte marítimo hasta las puertas de Europa occidental: España, Grecia e Italia, en sus islas más cercanas al litoral africano (Lampedusa, Malta) , o las numerosas islas griegas del Mar Egeo. Es una migración desesperada, casi suicida y sin retorno. Ellos lo saben, pero solo piensan en el porvenir y felicidad de sus hijos para los cuales no quieren el sufrimiento y el horror que ellos mismos han vivido en las décadas recientes. Arriesgan el todo por el todo ante el incierto y aterrador presente. El cruce del Mediterráneo, en frágiles embarcaciones, es el único medio para escapar de un continente sumido en la barbarie de la guerras sin cuartel.
¿Cuántos son?.
Apunto aquí las cifras impresionantes que nos aporta el analista internacional Raúl Sohr en su artículo: "Europa. la bomba migratoria", aparecido en la revista "Mensaje", en su número del mes de Septiembre 2015 (Santiago de Chile, Vol. XLIV, Número 642: 9-11). Artículo iluminador que recomendamos vivamente.
Copio a Sohr: "el drama de los refugiados alcanza proporciones gigantescas. En el 2005, según Naciones Unidas, unos 25.000 migrantes se echaron al mar. En 2011, con la guerra civil libia, el número pasó a 61.000. El año pasado (2014) fueron 130.000. De enero a agosto de 2015, ya suman 237.000. Tan solo en el mes de julio arribó a Europa la cifra récord de 70.000. El gobierno alemán proyectó la llegada de 450.000 refugiados para este año, pero ahora estima que podrían ser unos 650.000 o más".
¿Quiénes son los responsables?.
Según el mismo analista Raúl Sohr, en las últimas dos décadas han muerto en naufragios en el cruce del Mediterráneo en frágiles barcazas, no menos de 20.000 personas salidas de Africa. Muchos de ellos son niños. Los países del Norte de Africa y varios del cercano Oriente han tenido una larga, trágica y dolorosa historia social reciente. Por largo tiempo, a partir de fines del siglo XV, éstos fueron colonias de los países europeos (España, Portugal, Gran Bretaña, Francia, Italia, Alemania, Bélgica). Africa fue el continente donde españoles y portugueses durante al menos tres siglos extraían a viva fuerza sus esclavos, para sustentar su economía agraria, azucarera y algodonera. Estos países fueron muy lentamente recuperando la libertad y construyendo una precaria estabilidad como Estados nacionales.
Ahora bien, Occidente veía con ojos de espanto cómo estos países, otrora formados por infinitas tribus regionales, en continua disputa entre sí, parecían querer liberarse de su tutela, y afianzarse ahora como estados nacionales, exigiendo ser tratados de igual a igual por la vieja Europa y sus naciones.
Poco a poco casi todos, han llegado a formar parte de las Naciones Unidas (salvo Palestina), como estados miembros, de derecho pleno. Como colonias, fueron salvajemente explotadas en sus recursos naturales o en su apetecida mano de obra esclava, en beneficio de los "civilizados" países de la Europa de los siglos XV al XIX.
Lenta maduración de los Estados europeos.
Europa accedió a formar las identidades nacionales de sus Estados actuales tras una larga maduración y un proceso lento y doloroso. Durante la Edad Media, los príncipes gobernaban sus pequeños feudos regionales o locales. La reunificación italiana terminó en 1870 y la alemana, en 1871. La reunificación de los pueblos de España fue muy anterior a fines del siglo XV, con el matrimonio de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla. El principado islámico de Granada, último bastión africano, cae en su poder en 1492. Sin embargo, en la península ibérica, Catalunya permanecerá como reino independiente y altivo hasta el año 1714, fecha en que Barcelona cae en poder de los castellanos tras una cruenta y aterradora batalla. Catalunya fue así incorporada a viva fuerza, a la naciente España. Los catalanes no lo olvidan hasta hoy y buscan la independencia, pues se consideran muy diferentes de los demás españoles (en lengua, historia, tradiciones y costumbres).
Los estados nacionales en Europa tardaron siglos en consolidarse como tales.
Lo que pretendemos señalar con esto es que todos los países europeos, sin excepción, tardaron varios siglos en afianzarse y erguirse como Estados modernos unificados y tardaron, igualmente, siglos en abandonar las viejas oligarquías y monarquías para encontrar en la democracia su sistema político ideal, capaz de superar sus diferencias clánicas o regionales y buscar así su desarrollo como naciones modernas.
Democracias recientes.
La imposición (o adopción, si se prefiere) del sistema democrático en los países de Africa y en el Cercano Oriente es un hecho muy reciente. Príncipes, Reyes, Emperadores o dictadores absolutos hasta hace muy poco gobernaron con mano de hierro a muchos de esos países. Algunos todavía subsisten hoy. Recordamos el caso del Emperador Haile Selassie de Etiopía, depuesto recién en 1974. O el del Shah de Irán, Muhammad Reza Pahlevi, depuesto en 1979. O la reciente caida y muerte del líder Muammar El-Ghadafi en Libia, por obra de la intervención armada occidental, liderada por Estados Unidos en el año 2011. En Afganistán y Pakistán, ha ocurrido casi exactamente lo mismo.
El fracaso de la intervención occidental.
Soviéticos y norteamericanos han intervenido militarmente en esos países, destituyendo y dando muerte a sus autoridades bajo diversos pretextos, pero sin lograr crear ni consolidar una autoridad reconocida y aceptada por todos, basada en la democracia. Estas potencias de Occidente no lograron dar estabilidad a esos países. A la verdad, después de su intervención, han quedado más desestabilizados y desintegrados que antes. "El remedio fue aquí, ciertamente peor que la enfermedad".
Occidente más bien ha usufructuado hasta hoy sin contrapeso de sus recursos básicos, máxime del petróleo. El resultado: áreas de tensión continua, reaparición violenta de las viejas disputas tribales étnicas y religiosas, en suma, desgobierno total. En Libia hoy coexisten dos gobiernos, antagónicos. Es evidente que la democracia como sistema político no ha prendido allí, al menos por ahora. Europa necesitó varios siglos para aprender y adoptar finalmente este sistema de convivencia llamado ""democracia". A las regiones de Asia y Africa, donde las monarquías hereditarias o las férreas dictaduras han sido la regla por muchos siglos, Occidente pretende exigir hoy día el ejercicio de una democracia plena al estilo europeo, en el corto espacio de unas cuantas décadas. Tarea al parecer imposible.
¿De quién es la culpa?
Tal como lo señalara recientemente Vladimir Putin, el líder soviético, -por lo demás responsable directo del sostenimiento en el poder del regimen autoritario sirio actual-, dondequiera Estados Unidos ha metido mano en Asia, el resultado final ha sido la anomia, el caos y el desgobierno. Si hubo alguna intención limpia en la intervención de la nación americana en Oriente y Norte de Africa, -quod est probandum- ésta ha tenido, de hecho, un sonado fracaso.
¿Cuál ha sido el resultado?.
El resultado de todas estas intervenciones extranjeras, expoliaciones y luchas intertribales ha sido el caos social, económico y demográfico en gran parte de la región. No solo no se ha consolidado la estabilidad y la paz social en la zona, sino que ha surgido, muy recientemente, un nuevo ingrediente, haciendo cada vez más sombrío el panorama futuro: la dictadura cruel del proclamado "Califato de ISIS", también llamado en España "EI" (Estado Islámico), que ha echado ya sus raíces en Afganistán, Pakistán, Siria y aspira a dominar la región entera, entidad político-religiosa que apunta a destruir y borrar toda la influencia occidental en nombre de Alah y su profeta.
El corolario obligado: la migración.
Décadas de luchas han producido una imparable y creciente migración hacia los países de Europa occidental, vistos como el nuevo "El Dorado". Curiosamente, no emigran o huyen hacia Rusia, Rumania, Bulgaria, Grecia o Hungría, (países de la antigua órbita soviética) sino a Europa Occidental. Buscan ingresar, en lo posible, a los países más ricos de la eurozona: Austria, Alemania, Bélgica, Holanda donde vislumbran tener mejor perspectivas de tranquilidad política y seguridad económica.
El futuro incierto.
Europa occidental está siendo "invadida" pacíficamente, de hecho, por decenas de miles de refugiados. Cada día llegan más y más. Tanto por mar como por tierra, a través de Turquía, Grecia y Hungría. Algunos se han atrevido a comparar esta situación con la invasión de las hordas de los "bárbaros" del oriente, aquellas que asolaron el Imperio Romano en los siglos IV y V D.C y terminaron por arruinarlo y destruirlo desde sus cimientos. En pocos años, han llegado a Europa centenas de miles, los que se agregan a las anteriores decenas de miles de antiguos inmigrantes, llegados como mano de obra (sobre todo a Alemania, Francia, España, Bélgica y Holanda) desde mediados del siglo XX, provenientes de Turquía, Algeria, Túnez y Marruecos. Se está produciendo de facto -según algunos estudiosos- una suerte de "islamización" de Europa, como ya lo han señalado voces de alerta en Bélgica, España y Alemania. La prueba: se construyen mezquitas en todas las grandes ciudades de Europa y sus fieles oran dirigiéndose a La Meca, su capital religiosa.
Surgimiento de la xenofobia .
Esta incesante y masiva inmigración africana y asiática ya ha provocado, como reacción, en varios países de Europa occidental una creciente y peligrosa xenofobia. Mezquitas y numerosos campos de refugiados de migrantes orientales han sido objeto de ataques incendiarios en varios países. Se observa en Alemania, en Austria, en Bélgica y aún en países nórdicos como Suecia, un potente resurgimiento de partidos de corte nacista y/o fuertemente nacionalista que quieren poner freno inmediato a esta inmigración sin retorno, que consideran nefasta y dañina para la perduración de la identidad cultural de sus respectivas repúblicas.
¿Xenofobia o espíritu humanitario?.
Leonardo Boff, connotado teólogo católico, en un reciente documento publicado en su página web, comenta sagazmente a este propósito:
"El grado de civilización y de espíritu humanitario de una sociedad se mide por la forma como ella acoge y convive con los diferentes. Bajo este aspecto, Europa nos ofrece un ejemplo lastimoso que bordea la barbarie. Ella se muestra tan centrada en sí misma y en sus laureles, que le cuesta enormemente acoger y convivir con los diferentes..." (L. Boff: en "Boffsemanal": en www.servicios koinonia.org. /boff/).
Países acogedores y países inhumanos.
En Europa, Alemania ha sido al parecer la nación más acogedora de refugiados y Hungría, la menos dispuesta a recibirlos. La canciller de Alemania Angela Merkel, ha sido un ejemplo notable en medio de tanta barbarie. Mientras en el Oriente Turquía y el Líbano han acogido más de dos millones de refugiados, demostrando un notable sentido de humanidad, Hungría, en el polo opuesto, ha construido una gigantesca barrera de alambre de púas en su frontera con Serbia, para impedir su ingreso. Tal actitud raya en la barbarie. ¡Como si Hungría misma, a lo largo de su historia, no hubiera sido un ejemplo vivo de crisol de diferentes pueblos, etnias, religiones y ritos!.
Lecciones de una eco-antropología cristiana.
Tratemos de recapitular y saquemos las debidas conclusiones que nos atañen directamente:
1. Todos los seres humanos somos iguales, hijos de un mismo Padre que está en los cielos. Todos los hombres somos hermanos, descendientes de un mismo tronco del Homo sapiens. Las diferencia étnicas, religiosas, lingüísticas o de pigmentación de la piel, son solo expresión de la notable riqueza de nuestra humanidad, el polo opuesto a una unicidad o uniformidad solo propia de robots.
2. Todos los seres humanos tienen derecho a vivir en paz y tranquilidad. Nadie les puede forzar u obligar a permanecer en un país en ruinas, donde ni siquiera se puede dormir por el estruendo de los cañones. En su desesperación por sobrevivir a los horrores de la guerra, los migrantes tienen y ejercen su pleno derecho a emigrar, aunque sea violando fronteras, buscando vivir, buscando mejores horizontes para sus familias.
3. Ante una catástrofe como la que se está viviendo hoy en esa parte del mundo, ningún país puede quedar indiferente; ningún país puede cerrar sus fronteras pretextando conservar su limpieza étnica o su pureza religiosa. Esto huele hoy a un odiado y trasnochado nacismo resurgente, abominable a todas luces para la humanidad actual que se proclama "civilizada".
4. Europa, Estados Unidos y Rusia deben reconocer su responsabilidad histórica por la forma como trataron a los países africanos o del medio Oriente por décadas o aún centurias. Si fueron parte del origen del problema, deben ahora ser parte de su solución. Y esta solución no está ciertamente en mantener una estricta vigilancia naval en el Mediterráneo, o devolviendo a los migrantes a sus lugares de origen, o cerrando sus fronteras, sino tratando de fortalecer y robustecer la economía y estabilidad política de esas naciones, creando las condiciones para su propio desarrollo interno y mejorando substancialmente su standard de vida de modo que sus poblaciones no se sientan obligadas a escapar.
5. Occidente debería seriamente pensar en inventar algo así como un nuevo y gigantesco "Plan Marshall", tal como lo hizo para levantar a la Alemania destruida y devastada por la IIª guerra mundial. Debe idear sin tardanza un gigantesco plan de ayuda económica, social y educacional a los países perturbados por la guerra en Asia y Africa, contribuyendo a elevar su nivel de vida de modo significativo. Ese plan , creemos, le saldría a la larga mucho más barato que la absorción, reubicación, alimentación y educación de muchos millones de migrantes, agravadas por el fantasma previsible -aunque abominable- de la xenofobia que ya ha abierto sus fauces en Europa occidental para devorar a los afuerinos considerados como "indeseables".
6. De no tomarse medidas radicales y urgentes, el problema crecerá a un nivel tal que ya no habrá solución, cuando los migrantes sean millones y desarticulen los sistemas de asistencia, de salud o de educación de los países de Europa, provocando el estallido de la rebelión interna, la desarticulación de la Eurozona o la estampida de guerras fratricidas.
7. La mera "repartición" de grupos de migrantes entre los países miembros de la Eurozona -como se intenta poner en práctica hoy día- no es sino una solución provisoria, de mero parche. Hay que ir con urgencia a las raíces del problema que es a la vez económico, político, social y cultural. Y por añadidura, con profundas raíces históricas que no se debe ni se puede olvidar.
8. De este modo, ojalá, la muerte del pequeño niño-símbolo sirio Aylan Kurdi, de apenas tres años de edad, llegue a ser el primer eslabón de una imparable y gigantesca cadena de verdadera y auténtica fraternidad hacia los pueblos oprimidos de Asia y Africa que conduzca eficazmente a su elevación tanto en el plano económico y social, como humano y cultural.
9. Tal vez en los planes de Dios esté en este momento el que esta nueva y gigantesca "diáspora" de creyentes del Islam se disemine por Europa obligando a las antiguas creencias religiosas forjadoras de Occidente (Catolicismo, Ortodoxia rusa y griega y Protestantismo, en sus varias formas) a depurarse, purificarse y a buscar y explorar juntos puntos de encuentro espiritual con el Islam para avizorar un futuro más fraterno y menos confrontacional, en una palabra, más verdaderamente humano para el continente europeo. Esto se logrará tan solo mediante un sincero "mea culpa" por los errores cometidos, y con la aceptación del otro "tal cual es", no "como yo quisiera que fuese".
Tal vez una vez más en la historia nuestra, "Dios escriba derecho, con líneas torcidas". Tal vez sea éste un capítulo más escrito por la mano de la providencia divina en la historia del Viejo Mundo para hacer resurgir un verdadero Humanismo basado en la fraternidad universal. ¡Tal vez!.