lunes, 31 de marzo de 2008

Arqueólogos y Estudios de Impacto Ambiental (EIA)

La Legislación medioambiental chilena, a través de la Ley 19.300 ("Ley de Base del Medio Ambiente", publicada en el Diario Oficial el 9 de Marzo del año 1994) establece que toda empresa que realice trabajos de remoción de tierras o transformación o alteración de un paisaje dado, por construcción de caminos, líneas de alta tensión, edificios, etc.) debe presentar un estudio previo sobre los impactos de diversa índole que tal trabajo puede acarrear. Este estudio es denominado "Estudio de Impacto Ambiental", o, en sigla, EIA.

La legislación vigente (Ley 19.300), en su artículo 12, letra b., establece que el ejecutante del Proyecto debe presentar una “línea de base” del área de influencia directa del proyecto. La “línea de base” queda definida por el mismo cuerpo legal, como aquella que “debe ofrecer la descripción detallada del área de influencia de un Proyecto o actividad, en forma previa a su ejecución”. En otros términos, debe describir, en detalle, todos los impactos previsibles que el Proyecto puede producir en el medio ambiente natural y cultural del área amagada.

Nada más loable que el objetivo de esta Ley que debería salvaguardar la integridad de áreas o lugares considerados de un alto valor patrimonial o de una elevada significación científica, resguardándolas de la destrucción definitiva por efecto de lo que se considera "progreso". Tanto más necesaria, cuanto más eficientes y demoledores son sus efectos a causa de la sofisticada maquinaria excavatoria que hoy se emplea y de la rapidez de los procedimientos de remoción y acumulación de escombros. Un error de previsión o de decisión, hará desaparecer para siempre rasgos culturales o biológicos, que parecen ser significativos desde el punto de vista de la ciencia. Lo que se ha removido o lo que yace ya sepultado bajo escombros o bajo millones de metros cúbicos de agua (tranques) , nunca más podrá ser objeto de estudio. Si hubo error aunque fuere involuntario, ya nada podrá subsanarlo. Lo que se perdió, se perdió para siempre. Debemos, pues, en el análisis que sigue, partir de esta premisa básica y fundamental para entender en profundidad la significancia del problema que tenemos por delante.

En Chile, la Ley Ambiental del año 1994 exige que las Empresas a cargo de los Proyectos hagan evaluar, con la asesoría de científicos responsables, los impactos previsibles como efecto directo tanto de la futura actividad extractiva o de modificacion de un paisaje, como del período de faena y puesta en marcha del trabajo. Estos impactos deben ser detalladamente consignados y analizados en las áreas biológica, (impacto sobre flora y fauna local), arqueológica (impacto sobre restos de culturas pretéritas), antropológica (impacto sobre actividades o expresiones culturales recientes), histórica y arquitectónica (impacto sobre edificios o sitios de significación histórica), geográfica (impacto sobre escenarios o formaciones naturales de especial relevancia). Tales impactos deben ser evaluados en su magnitud con calificativos como muy serio, serio, regular o irrelevante.

El objetivo parece claro y evidente: que las Empresas asuman los costos de su propia intervención o destrucción, cuando se trate de "monumentos" o sitios de relevancia arqueológica, biológica, histórica, geográfica o escénica. Hasta aquí todo va bien. Los problemas surgen cuando las Empresas contratan especialistas en las áreas señaladas para que emitan su veredicto, esto es, evalúen la magnitud del daño previsible y, a la vez, propongan "medidas de mitigación del daño subsecuente".

Se parte de la premisa indiscutida de que se realizará, ciertamente, "daños" al patrimonio cultural, social, histórico, arquitectónico o biológico. Este daño, al ser considerado como "inevitable", (por la intervención con maquinaria pesada y destruccción de la superficie del lugar) debe ser mensurado, evaluado y "mitigado". Teóricamente, la autoridad competente podría, en ciertos casos, declarar inviable el Proyecto por la cuantía y magnitud de los daños que se seguirían del Proyecto (minero, caminero, arquitectónico, etc.).

Según estudios de los especialistas, esta situación rara vez ha ocurrido, de suerte que sobre el 90% de los Proyectos considerados "de desarrollo" y que significan destrucción de un determinado ambiente o área, terminan siendo aprobados con la sola salvedad de la exigencia de aplicar determinadas "medidas de mitigación", con el objeto de "aminorar" los daños previsibles.

Los científicos que evalúan estos daños previsibles (a la flora, fauna, historia, cultura o paisajismo), de acuerdo a la norma legal, son contratados por la propia Empresa de entre los especialistas que viven en el territorio nacional (pueden ser nacionales o extranjeros) . Cada especialista debe, en principio, recorrer detenidamente el área que será intervenida, para determinar la presencia de rasgos (culturales, sociales, arquitectónicos o biológicos), establecer los posibles daños, evaluar la riqueza del patrimonio amagado por las futuras obras, y, finalmente, proponer las "medidas de mitigación" ante el daño inminente.

Esta situación nos plantea los siguientes comentarios y reflexiones de corte antropológico:

1) se parte de un principio por demás curioso: se acepta que se producirá inevitablemente "daños"; porque, efectivamente, cualquier intervención que signifique remoción de tierras, destrucción de estructuras o alteración de paisajes, acarrea algún tipo de daño ambiental o de otra índole (histórica, cultural, arqueológica o biológica).

2) Se aquilata la magnitud de estos daños y se miden sus efectos;

3) Se propone, a cada daño, una "medida de mitigación".

El punto de partida, en cada intervención es salvar en lo posible el Proyecto, el que es considerado siempre como una herramienta necesaria para el "desarrollo" para la Región. Y por eso se indican medidas de mitigación a cada impacto reconocible o previsible, tal como será señalado por los especialistas (arqueólogos, biólogos, historiadores, geógrafos, arquitectos, etc.).

Esta legislación, ut iacet, nos merece varios reparos que creemos de importancia:

a) ¿Quién determina qué especialistas intervendrán en el EIA respectivo?. ¿La autoridad estatal a través de alguno de sus entes (Ministerios, Subsecretarías, Municipios)?. No. ¿Una universidad especializada en determinado campo del saber? No. ¿Una empresa de científicos internacionales?. Tampoco!. Es la misma Empresa interesada en un Proyecto la que busca, selecciona y contrata los servicios de investigadores, casi siempre privados.

b) Y, ¿ de donde salen estos especialistas?. La Ley abrió la puerta para que se crearan, en un abrir y cerrar de ojos, "entes" privados que se consideran capacitados para ejercer el rol de "evaluadores de impacto ambiental". Así, han proliferado en nuestro país consorcios o grupos de especialistas, de las áreas requeridas para el EIA, que se auto-califican como "expertos" por el solo hecho de que sus componentes ostentan un título universitario en esas especialidades. En un minuto, por tanto, es posible armar estos grupos. Lo sabemos por experiencia. Un amigo convoca a otros amigos, de diferentes rubros del saber y constituyen un equipo apto, capaz de responder a los requerimientos varios de un EIA. Nadie regula o controla la idoneidad o capacidad científica de dichos grupos. Nadie, tampoco, velará por la veracidad de los títulos universitarios o las actividades de ese rubro que se ostenta. El grupo así armado (aunque sea "del dìa a la noche"), se presenta a la Empresa para "competir" por un determinado estudio de impacto ambiental. La empresa "selecciona" a sus evaluadores de impacto. ¿Qué grupo se adjudicará el EIA?. Obviamente, aquel que, a juicio de la Empresa, le será más proclive o favorable en su dictamen final: el monto del impacto.

c) De este modo, realmente insólito, la misma Empresa que va a intervenir un área (para construir lo que sea: un canal, carretera, campo de fútbol o conjunto habitacional), selecciona entre varios y elige a su propio equipo evaluador, entre los posibles que se presenten. Para cubrir la legitimidad del proceso, se hace una llamado general: cualquiera puede presentarse para la adjudicación. Pero los ejecutivos de la Empresa, que deberán pagar de su bolsillo a los integrantes del equipo evaluador, mientras dure la realización del EIA, se aseguran de elegir a aquel equipo que les otorgue garantías de una mayor docilidad a sus intereses. Para eso pagan y muy bien.

d) De esta suerte, el empresario, que quiere llevar adelante su Proyecto a toda costa, selecciona entre varios posibles equipos de estudio, aquel compuesto por gente más vulnerable al brillo del dinero, o más proclive a sus intereses. Teóricamente, puede llegar hasta inducir o sugerir soto voce, la rápida conformación de un equipo de expertos, que sea el más adicto a sus intereses económicos: es decir, a la puesta en marcha inmediata del Proyecto.

e) No siempre el resultado es el esperado. Y puede surgir un grupo de científicos que, siguiendo los dictámenes de su conciencia, opinen contra la realización del Proyecto en la forma concebida. No importa mucho. Pues queda una etapa que permite a la Empresa salvar ágilmente este escollo: la etapa del "mal menor" o, en jerga de la Ley, la etapa de la determinación de las formas de "mitigar" o disminuir los efectos del impacto. Porque el equipo que realiza el EIA debe proponer, por imperio de la misma Ley, la magnitud del impacto y las formas concretas de mitigar el impacto previsible y sus daños ambientales o culturales.

f) Pero hay algo mucho más preocupante en este proceder, el que queda amparado por la Ley misma. Es la propia Empresa interesada en el Proyecto, la que selecciona y determina qué puntos o acápites de los Informes de los científicos quedarán finalmente incluìdos en el EIA. Es decir, la Empresa puede, tijera en mano, seleccionar aquellos párrafos de los informes científicos que les fueren màs favorables y, a la vez, ocultar, acallar o ignorar aquellos otros, que les son francamente negativos o desfavorables. Es decir, la edición final del EIA queda totalmente en manos de la misma Empresa interesada y dueña del Proyecto. Este proceder nos parece francamente inaudito!. De suerte que los Informes científicos de cada uno de los especialistas, no necesariamente formarán parte de este documento final entregado por la Empresa. Si se incluyen o no en el Informe final, será su propia decisión. No lo exige la Ley misma. En estas circunstancias, nos ha tocado más de una vez llegar a conocer tales documentos originales, sólo recurriendo directamente a los especialistas, autores de los Informes. Porque tales Informes, curiosasmente, no figuraban en el EIA respectivo, o solo eran insertados en forma fragmentaria y/o parcial, de acuerdo a la conveniencia del momento.

g) Hasta donde sabemos, la Empresa no está estrictamente obligada a entregar el texto completo de los Estudios científicos que ella misma contrató. Y puede entonces fácilmente "maquillar" a su arbitrio su información, en aquellos aspectos que le fueren desfavorables.

h) La Ley contempla en su proceso, es cierto, una etapa posterior, en que teóricamente la ciudadanía y la opinión pública intervienen, al llamado de la CONAMA regional, para exponer sus puntos de vista o críticas, respecto al Proyecto en cuestión. Y cualquier particular o grupo de ciudadanos puede, en esta instancia, hacer sus comentarios, requerimientos u observaciones. O expresar su rechazo y disconformidad. Hemos participado varias veces en tales citaciones. En realidad, se convierten fácilmente en una "bolsa de gatos", por la variedad de formación y cultura de los participantes, y por la heterogeneidad de los temas tratados. Los científicos serios suelen abstenerse de participar en estas citas, por considerarlas inoperantes e "inútiles". Un organismo técnico serio y científicamente capacitado debería recibir estas apreciaciones y críticas, evaluarlas y hacer llegar su veredicto final a la autoridad. Lo que no ocurre.

i) Pero, ¿què ocurre luego de esta instancia? Lo sabemos por experiencia propia. La Empresa trata de "negociar" indirectamente con los "opositores", insistiendo en la validez de sus formas de atenuación o mitigación de los daños previsibles. Y puede "mejorar" su oferta en términos de mitigación, o puede, llegado el caso, contratar los servicios de un nuevo equipo científico, que sobre la base de nuevos estudios en terreno, ofrezca una mejor perspectiva a sus planes. Aún a riesgo de incurrir en mayores gastos.

j) La etapa final y el resultado del proceso, queda en manos de la decisión de la COREMA Regional. Pero, ¿quiénes constituyen y forman la COREMA Regional? Una extraña mezcla de políticos y representativos de muchas entidades sociales y administrativas de la Región. En su inmensa mayoría, cargos políticos, adictos al regimen. No son, ciertamente, como podría esperarse, científicos o miembros eminentes de Universidades o Institutos chilenos. Tampoco, miembros de reconocidas instituciones de gran solvencia técnica. La COREMA es una instancia esencialmente politica y no técnica o científica.
k) Ahora bien, como es el Estado chileno el mayor interesado en llevar a cabo dichos Proyectos, los que forman parte de su agenda de desarrollo, es obvio que la balanza se inclinará decididamente por llevar a cabo el Proyecto, que el Estado ya consideró y "aprobó" en principio. y respecto del cual sus representantes (en la COREMA), se encargarán de dar el sí definitivo.
l) Si agencias particulares , ONGs, u otras instancias científicas o técnicas "ponen el grito en el cielo" por los evidentes daños subsecuentes, enteramente previsibles desde el ángulo científico, cierta prensa comprometida, Ministros de Estado, ciertos parlamentarios, o la propia Empresa se encargará de tildar de "ecologistas" y "fanáticos" a los resueltos opositores al Proyecto, considerado, ab initio, de un alto interés para el desarrollo regional.
m) El debate, en el mejor de ls casos, cuando se trata de situaciones límite, puede durar incluso años. Pero el resultado final es previsible: "el progreso exige necesariamente sacrificios". Es el cómodo slogan que se repite en estos casos. Y bajo el rótulo engañoso de un mentado "progreso", se pueden así cometer los mayores crímenes contra el medioambiente o contra el futuro ecológico de toda una región del país. Como si el verdadero y auténtico "progreso" fuera necesariamente incompatible con la preservación del medioambiente o del patrimonio histórico y cultural.
n) La mejor prueba de todo lo que estamos aquì señalando, es el hecho de que en nuestro país, más del 90% de todos los EIA terminan siendo finalmente aprobados por la entidades estatales (CONAMA y COREMA), a lo más, tal vez, con el aditamento final de algún pequeño maquillaje, para tranquilizar a los grupos opuestos al Proyecto, maquillaje que toma la forma de nuevas "medidas de mitigación del daño previsible".
ñ) Hay en este tema un aspecto adicional, de corte ético, que nos parece particularmente grave y atentatorio contra la libertad del científico. Dice relación con la formación de "grupos de expertos" en elaboración de EIA a nivel nacional. Las Empresas, especialmente las poderosas Empresas Mineras, al ofrecer cuantiosas sumas de dinero a los integrantes de estos "equipos científicos" con el fin de obtener sus "Informes", ojalá en pocos días (porque para ellos el tiempo que corre es dinero que se pierde), están contribuyendo, de una manera real, aunque tal vez inconsciente, a prostituir gravemente la profesión de no pocos de los científicos integrantes en estos EIA. Porque el dinero que ofrecen por día de trabajo, excede en mucho el monto de dinero que normalmente recibe el científico universitario en su trabajo rutinario docente e investigativo, no pocas veces insuficientemente remunerado. De suerte que en un solo Informe, hecho para un solo EIA, gana, de hecho, más que en muchos meses o años de arduo trabajo en la cátedra universitaria. De lo que se ha seguido en Chile una situación insólita e inédita: hay especialistas que prefieren vivir presentándose y participando en la elaboración de EIA a lo largo de todo Chile en vez de aceptar una cátedra universitaria docente que los amarra, limita y controla científicamente.


o) De esta suerte, han surgido como callampas en nuestro país , grupos de expertos "free lance" que se dedican a este lucrativo negocio de los EIA, dejando de lado su vocación universitaria y docente. ¿Para qué van a hacer clases de Arqueología, Antropología, Geografía, Biología o Sociología, si pueden vivir más cómodamente contratándose como expertos en EIA? Conocemos, por desgracia, varios casos de colegas en nuestra propia profesión, que así lo han confesado paladinamente. Pero esto nos lleva a reflexionar sobre la gravedad del hecho y de que "algo huele a podrido en Dinamarca", como diría el buen Hamlet.
p) Las Empresas, de hecho, amparadas en este sistema que la Ley desgraciadamente permite , han empezado ya a "corromper" a algunos científicos de nuestra tierra. Y no sabemos donde puede conducirnos esta peligrosa tendencia. Recuerdo, a este propósito, aquel decir que se escuchaba tanto en México en mis años de estudiante: "No hay general mexicano que resista un cañonazo de 10.000 dólares". Porque el dinero corrompe y lo sabemos bien. Y nuestra vocación de científicos, por otra parte, no suele ser muy bien remunerada y por eso surgen o pueden surgir apetitos económicos desmedidos.

Valgan estas incisivas reflexiones, frutos de nuestra directa experiencia, para insistir ante nuestros colegas científicos y ante la opinión pública sobre la necesidad urgente de modificar drásticamente y re-estudiar la Ley Ambiental chilena, que presenta claros y evidentes vacíos y déficits, para así evitar éstos y otros males y lograr que sean entidades autónomas, y dedicadas de lleno al ejercicio de la ciencia (Universidades, sobre todo) las que se encarguen de realizar a futuro estos EIA, con fondos estatales y no de las propias Empresas, de modo que se evite a toda costa el compadrazgo y la colusión de grupos interesados con las Empresas ejecutoras de Proyectos, máxime aquellos de gran envergadura, con claras proyecciones regionales o nacionales.
Nos proponemos próximamente, en un capítulo especial, estudiar el caso increíble de la destrucción, por obra de un gigantesco vertedero de residuos tóxicos, de una enorme cuenca y valle (Fundo El Mauro) próximos a la localidad de Los Vilos (IV Región de Chile). Nos tocó participar muy de cerca en los avatares de este descabellado Proyecto y en la decidida y férrea oposición de los habitantes de los poblados de Caimanes y Pupío y de agricultores de la zona, directamente afectados en sus derechos de agua. Hasta que se dio por fin, aquello de "poderoso caballero es don Dinero", y aún los más recalcitrantes opositores terminaron (Mayo 2008) por cansarse y rendirse, aconsejados por los propios abogados que sustentaran su causa. Triste desenlace para una historia de años de defensa heroica de una Naturaleza herida y una Cultura ancestral profanada, frente al atropello del más fuerte, que terminó por desencantarnos definitivamente sobre este tipo de "defensas imposibles". Ante una pésima Ley, llena de vacíos y susceptible de epiqueyas interminables, que no ampara al que está en su derecho, sino al agresor, poco o nada se puede hacer, salvo exigir a gritos, y en cada esquina de cada pueblo, su pronta modificación. Al menos, nos queda la satisfacción de haber cumplido nuestro deber al haber elevado nuestra voz y haber dado a conocer a todos los responsables (COREMA) y parlamentarios de la zona, la magnitud de los daños previsibles, que solo el futuro nos permitirá dimensionar correctamente. Nos queda, sobre todo, la inmensa satisfacción de haber luchado por inculcar a nuestros alumnos de Geografía, Arqueología y Antropología Social de la Universidad, el primado fundamental de lo ético por sobre lo económico. El primado de lo definitivo por sobre lo transitorio, el primado de los valores por sobre el brillo falaz del dinero. Porque aquì estamos en el terreno de la ética profunda aquella que comprende que la Naturaleza ha sido dada en préstamo al Hombre para auto-realizarse como persona y como comunidad y no como ente económico. Es Chile quien ha perdido en esta gesta de 8 largos años de lucha. Por "un plato de lentejas" (unos pocos años de explotación hasta el agotamiento del recurso) Chile y la Provincia ha perdido "la Progenitura" ( es decir, un bien de incalculable valor tanto en lo biológico como en lo arqueológico e histórico). Porque "El Mauro", cuenca geográfica rica en culturas ancestrales, en historia colonial y en especies biológicas endémicas, solo será, en el futuro y por desgracia in aeternum solo mil setecientos millones de toneladas de basuras tóxicas, inútiles y horribles.; es decir "un campo de muerte". Nos preguntamos con angustia y desazón: ¿ no existe, acaso, una tecnología extractiva menos tóxica y menos destructiva de los ecosistemas y de la habitabilidad humana? . Tema de profunda meditación ecológica.






domingo, 30 de marzo de 2008

Diversidad de habitats en la costa Norte de Chile

Uno de los pocos investigadores que supo vislumbrar con precisión la potencialidad en recursos alimenticios de la “Cordillera de la Costa”, en el litoral árido, fue la arqueóloga danesa Bente Bittmann. En un trabajo suyo publicado en 1984, (Bittmann, 1984) señalaba la presencia de “varios habitats” accesibles al pescador-recolector marino. Distingue claramente cuatro de ellos y apunta un quinto: a) la orilla del mar con playas arenosas y roqueríos; b) el mar interior, el que sospecha no fue utilizado por este hombre antiguo “ por falta de embarcaciones”, c) la planicie, situada entre el acantilado y el pie de la Cordillera de la Costa, y, por fin, d) la “Cordillera de la Costa donde a cierta altura las camanchacas permiten el desarrollo de una faja de vegetación de cactáceas y otras especies, y asimismo crean condiciones para la existencia de algunas especies de fauna (guanaco, por ejemplo)”; e) el quinto habitat serían “las aguadas o fuentes de agua potable, las que se encuentran en su mayoría al pie del acantilado, a corta distancia del mar o en la Cordillera de la Costa. Estas últimas podían aportar algunas especies vegetales”.

Probablemente, en este último habitat se está refiriendo a la caña o cañaveral, de la especie Phragmites communis y eventualmente a la grama salada o Dysticlis sp., (Gramineae) plantas que se detectan en las aguadas de Cobija. Justamente este habitat, el de los oasis de niebla, producido y mantenido por las camanchacas, es el que hemos estudiado nosotros en forma particular, entre 1997 y 2008, en el sector de la Cordillera de la Costa conocido como Alto Patache, al Sur de Iquique, destacando su enorme potencialidad, mucho mayor a la vislumbrada generalmente por los arqueólogos, no sólo por la posibilidad ya certificada de obtención de agua de la neblina, sino por la extensa gama de productos vegetales, animales o de otra índole que podían colectar o cazar en el oasis.

En nuestro trabajo Etnogeografía de Chile, publicado en la Colección Geografía de Chile, (Instituto Geográfico Militar, Santiago, 1987) hemos discutido in extenso el tema de la habitabilidad de los cerros altos de la costa, por parte de los pescadores costeros, a propósito de una curiosa hipótesis del historiador José María Casassas. En su opinión, uros o camanchacas huidos de la franja costera, se habrían refugiado y vivido en las alturas del acantilado costero.

Por entonces, tras nuestros primeros estudios sobre la neblina costera, ya vislumbrábamos la existencia de un rico biome capaz de sustentar en ciertas temporadas a los pescadores-recolectores costeros. Pero rechazábamos de plano la idea de que allí tuviesen sus asentamientos permanentes o semi-permanentes (Larrain, 1987: 78-81; 122-128). Los recientes descubrimientos (1997-2008), a pesar de afianzar poderosamente, con datos biogeográficos y climáticos, la potencialidad de recursos ofrecidos por los oasis de niebla, nos confirman en las hipótesis fundamentales emitidas por nosotros en esa época.

sábado, 29 de marzo de 2008

Bente Bittmann: una mirada a Cobija y sus pescadores

Foto 1

Hacia 1980. Muelle de los pescadores en Cobija. Miembros de la familia Pinto desconchando mariscos obtenidos por buceo. Tarea habitual.

Bente cultivó una amistad singular con la madre de los Pinto, la Señora
Blanca Ledezma (en la foto).

(Foto B. Bittmann. Colección B. Bittmann, en manos del Dr. Horacio Larrain, Iquique. Centro del Desierto 

de Atacama, Pontificia Universidad Católica de Chile)

Foto 2

Excavación arqueológica en la costa de Cobija realizada por B. Bittmann.

(Foto B. Bittmann, 1980; recuperada de entre sus papeles por H. Larrain, Colección B. Bittmann, en poder de H. Larrain, Iquique, Centro del Desierto de Atacama, Pontificia Universidad Católica de Chile, 2008).


Al fondo, península y rada de Cobija.






Bente Bittmann von Helleufer, hacia el año 1980, cuando trabajaba en Cobija, donde solía residir por meses. dedicada a sus trabajos etnográficos y arqueológicos.

Foto 3. Muelle de la caleta donde habitualmente Bente solía reclinarse sobre un cojín para meditar y preparar sus trabajos de investigación (Foto B. Bittmann, hacia 1982. Colección B. Bittmann en manos del Dr. Horacio Larrain, Centro del Desierto de Atacama, Pontificia Universidad Católica de Chile, Iquique).


Hemos examinado en otra sección de este Blog la notable capacidad de la arqueóloga danesa Bente Bittmann para interpretar las culturas arqueológicas de la costa desértica del Norte de Chile, a la luz de la geografía, de la ecología y de la etnohistoria local y regional. La hemos considerado, por eso mismo, como precursora del enfoque eco-antropológico en la práctica de la antropología chilena. Mejor que ningún otro antropólogo de su generación en Chile, supo aunar el conocimiento de estas ciencias al obtenido a través de la arqueología. Sus diversos estudios sobre Cobija revelan que todos los elementos del ecosistema local le eran familiares.




En testimonio de admiración por la obra pionera de B. Bittmann realizada en la IIª Región de Chile, me permito copiar aquí unas páginas de un artículo nuestro, inédito aún, escrito en el año 2003:

"Quiero resumir mis impresiones personales sobre Bente Bittmann la científica, en estos pocos rasgos básicos:
a) el profundo respeto que sentía por las investigaciones de terceros. Nunca le escuché una crítica a los trabajos de otros arqueólogos. Pero siempre quiso saber las razones detrás de tales o cuales afirmaciones de los expertos, con el anhelo de penetrar y descubrir la verdad de los hechos. Sabiendo yo de sus diferencias con otros colegas, nunca quiso referirse al tema, eludiendo la respuesta: “ellos saben por qué lo hacen”.

b) la maravillosa capacidad para trabajar con otros, formándolos y apoyándolos con bibliografía y apuntes personales, e incluso traduciendo trozos específicos en lengua extranjera. Aunque nunca tuve la fortuna de trabajar personalmente en equipo con ella, he averiguado cuidadosamente esto a través de terceros y observaba como gustaba de publicar con otros, cuando se trataba de temas que requerían la experticia de varios.

c) La inmensa erudición científica y notable dominio bibliográfico (gracias al conocimiento de varios idiomas europeos: danés, sueco, noruego, alemán, holandés, ruso, francés, inglés, alemán, castellano y portugués). Esta erudición le otorgaba la clave de su profunda penetración en los temas de su interés. Es decir, sus hipótesis de trabajo estaban sólidamente sustentadas en un completo conocimiento del tema. Antes de meterse a escribir sobre un tópico, se dedicaba a leer todo lo escrito sobre éste, en cualquier idioma. Agotadas las fuentes, aportaba su rica experiencia personal, vivida en los varios países americanos donde efectuó trabajo de campo.

d) La notable variabilidad temática, que manejaba con notable soltura. Así, tanto disertaba sobre las momias de la época Chinchorro, sobre el arte parietal y los geoglifos, la etnohistoria colonial o la arqueología histórica. Su curiosidad intelectual era sorprendente. Pero su fuerte fue, a nuestro juicio, la interpretación etnohistórica. Aquí descolló muy por sobre sus colegas.

d) El profundo respeto al know how de los pescadores de Cobija y su anhelo auténtico de aprender de ellos. Solo ella nos podría decir cuánto aprendió de los propios cobijanos, a través de numerosos recorridos y excursiones efectuados en su compañía. Bente quería dominar, primero, la sabiduría experiencial de los demás, antes de aventurar sus propias teorías o hipótesis explicativas. Y eso le permitía llegar a un trato muy profundo, delicado y respetuoso con los lugareños. Por eso Danilo decía de ella: “era una persona que llegaba con su manera de ser”. Nunca estableció límites, distancias o barreras con las personas, acercándose a éstas cuanto le era posible, dentro de las limitaciones propias de su ser de extranjera. Así, siendo ella de noble estirpe danesa, supo acomodarse de una manera casi increíble al modo de ser simple de los pescadores. Me viene a la memoria, sin querer, la frase del filósofo: homo sum, et nihil humani a me alienum puto (esto es, ”hombre soy, y nada de lo propiamente humano me es ajeno”). Queda esto de manifiesto en su confianza con doña Blanca, y el verdadero afecto que surgió entre ambas mujeres. Y en el interés por todo lo que concernía a la vida de los pescadores. Bien sintetiza Danilo, su hijo, esta sintonía entre ambas mujeres: “Con mi mamá se encerraba y tomaban tecito las dos... Para saber de doña Benti, nadie como mi madre. A ella le siguió escribiendo desde Dinamarca, después que se fue, hasta pocas semanas antes de su muerte.”

(Conclusiones de un artículo del autor sobre B. Bittmann titulado: "Tras las huellas de una antropóloga de campo: Bente Bittmann vista por los pescadores de Cobija", enviado en 1993 para ser publicado en un Volumen de homenaje a B. Bittmann, el que debía ser editado por la Universidad José Santos Ossa de Antofagasta, actualmente desaparecida. Hasta la fecha, dicho volumen no ha sido editado. El trabajo completo aparecerá próximamente en la Revista "Hombre y Desierto", del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad de Antofagasta).

jueves, 27 de marzo de 2008

Contexto ecológico-geográfico

Gordon V. Childe, el gran arqueólogo australiano avecindando en Inglaterra, uno de los máximos exponentes de la arqueología mundial, nos legó entre su variada producción científica, tres obras magistrales. Estas fueron: Man Makes Himself (1936, con adiciones en 1941, 1951), Piecing Together the Past: The Interpretation of Archeological Data (1956) ; What Happened in History (1942). Obras en las que plasmó su pensamiento, fruto de su fructífera labor de arqueólogo tanto en las Islas Británicas, como en el Medio Oriente.
Entre sus numerosos aportes (v.gr. los conceptos de revolución neolítica y revolución urbana, o la definición de "civilización"), figura el desarrollo de las famosas "3 coordenadas" que permiten al investigador fijar la posición de un objeto o de un yacimiento espacial, cultural y temporalmente. La coordenada cronológica" determina la posición en el tiempo (¿cuándo ocurrió?); la coordenada "corológica" permite señalar qué objetos se encuentran juntos por pertenecer a una misma época y cultura (¿ con qué cosas se encuentra?) ; y, por fin , la coordenada "cultural" estudia los componentes culturales en sí mismos (¿ en qué consiste su cultura?).

Observando con detención la definición de Childe, nos ha parecido - ya desde 1972- que hay un elemento que estaría faltando en este afán por determinar la posición total de una determinada cultura o para poder situar plenamente un yacimiento o un objeto hallado. Corresponde a lo que hemos querido denominar la "coordenada ecológica". Esta consiste en indagar y fijar qué elementos del paisaje y medio ambiente acompañan y son parte integrante de la cultura u objeto; o , lo que es lo mismo, en qué tipo de paisaje o ecosistema se desenvuelve la cultura señalada.
En efecto, yo puedo llegar a saber la fecha aproximada en que vivió una "cultura" (en el sentido de un grupo cultural) , el contexto en que se desarrolló el conjunto de sus expresiones culturales, pero puedo desconocer, ex hypothesi, el medio ambiente o el tipo de ecosistema que le acompaña. Porque una "cultura", de necesidad, termina por fijar su "morada" en un determinado lugar, no por azar o capricho, sino porque existen allí recursos varios que permiten desarrollar la vida ahí y no en otro lugar. Y el ecosistema que es a la vez paisaje geográfico y recursos para la vida, condiciona ( no necesariamente determina) la habitabilidad de un lugar por el hombre.

La "morada", pues, de un grupo humano involucra "permanencia"; no simple movilidad o tránsito. Los israelitas del Éxodo no "moran" en el desierto a pesar de pasar -según la Biblia - 40 años en él; solo están allí "de paso". Llegan a morar (establecer morada) verdaderamente cuando se les asigna la tierra de promisión, la tierra prometida a sus padres: la "tierra que mana leche y miel"; es decir, una tierra dotada de recursos varios para la vida. En este sentido, creemos que la coordenada ecológica, que propiciamos y venimos defendiendo desde el año 1972, es una auténtica nueva e importante "coordenada", pues sitúa en un ecosistema perfectamente determinado al grupo humano ocupante. Entrega al conocimiento del ocupante tanto los aspectos de la geografía del lugar como del biome propio del área; permite conocer a fondo tanto los componentes de su alimentación o vestimenta como de su vivienda, o el objetivo final de sus actividades productivas, extractivas o de caza.

A este respecto ya decíamos en 1974:

"la comprensión total de un objeto o de un grupo de objetos no es completa, a menos que se considere el medio ecológico-geográfico en el que se integra. Una piedra horadada, si es hallada en un terreno agrícola, puede sugerir un uso agrícola (parte de instrumento). Pero si la hallamos en la estepa magallánica, sugerirá, tal vez, su uso en la caza. El medio en el que el objeto en estudio se integra o pertenece, lo hemos denominado "coordenada ecológica", complementando el cuadro [de coordenadas] ofrecido por G. Childe. Si un objeto, v.gr. una punta de proyectil está tallado en obsidiana, o solamente en basalto local, cuenta una historia muy distinta. En el último caso, puede ser de factura local. En el primero, puede indicar comercio, transporte de gran distancia o existencia de canteras." (H. Larrain, ¿Qué hace el arqueólogo?, en Revista Expedición a Chile Fascículos 4, 5 y 6, Manual de campo, pp. 88-89).

La "coordenada ecológica" es, pues, fundamental para comprender al grupo humano a través de las formas de utilización de su espacio (físico y biótico). Ella nos enseña por qué y cómo el sitio arqueológico es o llega a ser en un determinado momento, una "morada humana".

Esta coordenada ecológica, la hemos denominado también "perspectiva eco-cultural" en nuestra obra de 1987 (Etnogeografia, Vol. XVI, Colección de Geografía de Chile, Ediciones del Instituto Geográfico Militar, Santiago, 285 p.). La definíamos por entonces así:

"denominamos "eco-cultural" a esta perspectiva o visión, en el sentido de que engloba la "cultura" a su "medio" (oikos). Es decir, se esfuerza por entender la cultura como expresión de la capacidad de creación del grupo humano en función del aporte, influjo y motivación del ambiente físico-biótico. Este enfoque se encuentra lejos de cualquier intento de determinismo ambiental, pero, igualmente, abomina de cualquier forma de posibilismo utópico que no contemple y entienda que la expresdión cultural - máxime aquella que se encarna en realidades tangibles y visibles- es sincrética, esto es, se inserta en los elementos del paisaje y del hábitat. El término "eco-cultural quiere amarrar las formas de la cultura al substratum ambiental (oikos =casa) ; (Larrain, 1987: 45).




viernes, 21 de marzo de 2008

Antes de una excavación: Observación y estudio atento del paisaje y sus recursos

A pesar de la aparente esterilidad del medio desértico, existe gran cantidad de aspectos que delatan la existencia de "recursos", y que se debe escrutar y estudiar previamente a la intervención de un sitio. Este estudio previo debe ser tanto o màs prolongado que la excavación misma. Un investigador arqueólogo en la franja costera del Norte de Chile si realmente pretende realizar un estudio con un enfoque eco-antropológico serio (y no un mero salvamento arqueológico ocasional), debe seguir necesariamente varios pasos obligados antes de intentar siquiera excavar o remover un área intocada. Toda excavación, por los numerosos riesgos que ésta implica, como hemos aludido en este Blog, debe siempre ser el último recurso, tal como lo es la cirugía para el médico. Y debe planearse muy cuidadosamente en función de la información que arrojan las etapas previas, descritas a continuación. ¿Cuáles deben ser éstas?. Y, ¿por qué?.

1) realizar un detallado recorrido general a pie del área de interés para entender y "leer" el paisaje en su conjunto. Ningún aspecto del mismo debe pasar desapercibido. por mínimo que sea.

2) Examinar la cartografía a diversas escalas y las fotografías aéreas y/o las imágenes satelíticas (como imágenes del Google Earth), reconociendo accidentes geográficos, toponimia y altitudes.

3) Observar cuidadosamente y tratar de comprender la geomorfología local y sus componentes.
(cárcavas, aluviones, sistemas dunarios, cursos secos de agua, etc.).

4) Descubrir y visitar todas las posibles fuentes de recursos bióticos en el área. Esto implica un conocimiento básico del medio marino y sus habitantes (algas, peces, moluscos, crustáceos, equinodermos, etc.) y de los recursos terrestres (flora y fauna). En forma especial, es importante conocer los sitios cercanos de nidificación da aves marinas (guanayes, piqueros, cormoranes, gaviotas, pilpilenes) y los lugares de vida de los lobos marinos ("loberas"). No olvidemos que el lobo marino (Otaria flavescens) fue el animal más fue aprovechado por los antiguos habitantes costeros, como consta por las fuentes.

5) Buscar y examinar las fuentes próximas de agua dulce (aguadas, vertientes , pozos). Examinar sus contornos en busca de restos culturales.

6) Examinar y ojalá recorrer en toda su extensión las vías posibles de comunicación con otras áreas de recursos y detectar sus posibles lugares de destino (senderos, huellas).

7) Observar y analizar detalladamente el modo de vida y formas de obtención de recursos por parte de los habitantes costeros, residentes habituales (no turistas), máxime si son pescadores o mariscadores. Lo que implica un estudio de orden antropológico o etnográfico previo. Las formas de utilización del medio costero y terrestre adyacente, por parte de los actuales habitantes de las caletas, sobre todo si ellos y sus ancestros, han sido residentes de antigua data, y la tecnología tradicional con que a ellos acceden, son elementos muy valiosos para tratar de comprender el modus vivendi de los antiguos pobladores.
Este estudio debería ser acompañado de un conocimiento acabado de las formas e instrumental de pesca, caza marina y marisqueo actuales. Lo que implica de necesidad compartir experiencias de vida con los pescadores, yendo en lo posible a trabajar y pescar con ellos, aplicando así de verdad la "observación participante", que tanto preconizan los antropólogos como prerequisito esencial para un estudio serio de comunidad, pero que muchas veces se omite.

8) Comentar y discutir con los propios pescadores/mariscadores con respecto al género de vida de los antiguos pobladores ancestrales. Frecuentemente, ellos se han planteado algunas hipótesis al respecto, que el investigador arqueólogo o antropólogo debe tomar muy en consideración al momento de elaborar sus propias hipótesis o de testearlas en terreno.

9) Son particularmente útiles las indicaciones que nos puedan dar a este respecto los pescadores que han tenido el hábito de migrar por distintos nichos ecológicos de la costa, viviendo por semanas o meses aislados, alimentándose sólo de los productos del mar. Todavía es posible encontrar en nuestras costas a algueros, pescadores o mariscadores que alojan en cabañas provisorias, alejados por semanas de la vida civilizada. Su experiencia de vida es de enorme valor para este tipo de estudios. Sus experiencias, máxime si pueden ser compartidas en terreno por el investigador, constituyen documentos de primera mano de incalculable valor ecológico-cultural. En algunos casos, su género de vida se acerca no poco al de los antiguos habitantes de esta costa desértica, arrojando valiosas pistas para la interpretación del registro arqueológico.

10) También resultan de gran interés las referencias que nos suministran algunos ancianos, que durante su vida han ejercido ese género de vida transhumante a lo largo de la costa. Hoy, envejecidos, reviven con alegría aquellos momentos en que vivían de la mar, por semanas, pescando o mariscando.

Hemos obtenido de esta manera valiosas noticias en Antofagasta, Cobija, Arica o en la caleta de Chanavaya (sur de Iquique) de antiguos pobladores.

11) Es de particular interés obtener información de primera mano sobre la alimentación tradicional de productos como algas, mariscos y crustáceos, habitantes del ecosistema litoral. Muchísimo más difícil es recabar información sobre la utilización de la flora costera. La razón parece obvia. En la costa norte de Chile la vegetación es extremadamente escasa y sólo visible en muchos casos, cuando el fenómeno de "El Niño" se hace eventualmente presente, con lluvias localizadas. Allí y por muy corto tiempo, numerosas especies de plantas de los oasis de niebla logran brotar en el piedemonte de la terraza marina, alcanzando a veces los 100 m o aún menos de altitud snm. Ejemplares de Nolana spp. Cristaria, sp o de Liliáceas como Leucocoryne sp, o Zephyra sp. logran poblar algunas cortas extensiones del piedemonte, en zonas de oasis de niebla, ofreciendo alimento ocasional a los pobladores costeros (bulbos, flores, tallos o rizomas comestibles).

12. Muy poco sabemos acerca de qué algas aprovechaban o comían (crudas o cocidas), y cómo las preparaban en su dieta primitiva. La presencia de numerosos batanes o piedras de moler induce a sospechar que molían gran cantidad de tallos de plantas, semillas o algas, en incluso huesos.

13. Importante es conocer los tipos de roca accesibles a los antiguos. En la costa los granitos o granodioritas abundan, así como no existen a la mano ni sílex ni basaltos ni cristal de roca. De las primeras, suavemente redondeadas por el oleaje marino de siglos, se sirvieron para confeccionar sus percutores , batanes, piedras de moler o retocadores. Rocas que, enteras o partidas, abundan en sus conchales o basurales costeros.

14. Esta amplia variedad de aspectos medioambientales que forman parte del escenario geográfico propio de todo sitio arqueológico, - aspectos que el arqueólogo científico debe conocer bien-, sugieren que la etnografía, la geografía (especialmente la biogeografía e hidrografía), la climatología y la flora y fauna costera deben ser conocidas y estudiadas por el investigador con anterriodad a la intervención del sitio. Como es muy difícil que una sola persona pueda dominar tantos campos diversos de estudio del medio ambiente, se impone la necesidad de un trabajo en equipo en terreno. No basta con el mero estudio de laboratorio de estos restos, pues fácilmente escapan sus trazas al ojo del arqueólogo en terreno, si no se presume o conoce su existencia.

15. Muy importante apoyo a esta tarea previa, nos entrega la etnohistoria regional y local, a través del escrutinio de relatos circunstanciados de testigos presenciales del pasado (crónicas o descripciones de viajeros o cronistas antiguos). Porque pueden revelar aspectos medioambientales hoy poco visibles o ya desaparecidos, o actualmente desaprovechados. A título sólo de ejemplo, gran valor adquieren los relatos tempranos de un Gerónimo de Bibar en su Crónica y relación Copiosa del Reyno de Chile (1560) o los relatos de los religiosos Antonio Vásquez de Espinoza o Reginaldo de Lizárraga (S. XVII) , para esta costa norte de Chile o el fecundo relato posterior del gran investigador del desierto, el naturalista alemán Rodulfo Amando Philippi (1853-1854). Estos autores son, en cierto sentido, precursores de este enfoque eco-antropológico que aquí propiciamos ardientemente. No son ciertamente los únicos.

En tiempos recientes, pocos arqueólogos han transitado por esta senda de franca y decidida interpretación ecológica. A nuestro juicio, y sin pretender excluir a nadie, el investigador que más se acercaría a este modelo interpretativo aquí pergeñado, es la arqueóloga danesa, ya fallecida, Bente Bittmann von Helleufer (1929-1997). En varios de sus valiosos trabajos referidos especialmente al área de Cobija y Gatico (norte de Antofagasta), B. Bittmann valoró en forma significativa el ecosistema local y sus formas de aprovechamiento . Residió y recorrió la zona por espacio de más de quince años (Cobija), lo que le permitió un conocimiento notable del área y sus habitantes. Mejor que nadie, escrutó las fuentes etnohistóricas en busca de apoyo documental y revisó las colecciones históricas en Museos y bibliotecas europeas y americanas (Alemania, Dinamarca, Inglaterra y Estados Unidos). Probablemente, entre los arqueólgos que han trabajado en tierra chilena, ella ha sido, a nuestro juicio, la mejor conocedora de la literatura etnohistórica y etnográfica regional. La valiosa síntesis lograda en sus trabajos, escritos en un impecable idioma español, la sitúa a nuestro entender en un sitial eminente entre los cientìficos chilenos que han estudiado el habitat y el poblamiento costero del norte de Chile. Curiosamente, su herencia cultural no ha sido hasta hoy suficientemente reconocida por sus pares. Casi me atrevería a decir que su legado permanece aún casi desconocido para las generaciones jóvenes de antropólogos y arqueólogos nortinos. Y , hasta ahora, nadie ha pensado en erigir- como ciertamente se merecería- un monumento a su memoria en las ruinas del poblado histórico de Cobija, localidad que ella dio a conocer mejor que nadie antes. Seria responsabilidad que recaería, en primera instancia, en la Universidad Católica del Norte, su Alma Mater chilena, a la que dedicó sus más fructíferos años de vida académica. Pero ésta parece haberla echado al olvido.

Sirva este pequeño homenaje a su herencia cultural para refrescar la olvidadiza y frágil memoria de nosotros los chilenos. Murió de una bronconeumonia incurable que se desarrolló en sus años de permanencia apegada a la húmeda costa norte-chilena, mojada por la constante camanchaca costera, la que terminó por horadar inexorablemente sus frágiles pulmones. Próximamente, incluiremos en este Blog su extensa bibliografía sobre el Norte de Chile. Creemos que los pioneros deben ser reverenciados por las generaciones jóvenes, releyendo para ello sus escritos. Parece ser un sino en nuestra patria: el desconocimiento del aporte de los pioneros y de su esfuerzo por hacer ciencia con escasos medios.