viernes, 24 de julio de 2015

Haciendo reverdecer el desierto: la Comunidad GEN en Estación Uribe, Antofagasta.

¿Quiere Ud. saber cómo nació la comunidad  "GEN" en el desierto de Antofagasta?. ¿Desea Ud. conocer sus experiencias y logros?. Lea esta crónica  y disfrute sus imágenes.  Se sorprenderá. 


Fig. 1.  Plano general de localización del sitio actual de la comunidad Gen en  la Estación Uribe.   (Coordenadas UTM:   373723 E y  7394117 N) muy cerca de Antofagasta. Hoy  observamos allí núcleos verdes de vegetación y forestación,  gracias al esfuerzo desplegado por los socios  durante más de 30 años.  ¡En  1980 no había  aquí absolutamente nada, salvo basuras y  mugre. ¡Nada!.

Fig. 2.   Así lucía el lugar en sus inicios, hacia  1984. Unos cuantos pinos y cañas  secas y  los primeros arbustos traídos por los socios para dar algo de  vida.

Fig. 3.  Un simple cobertizo  de madera   se levantó  muy pronto para servir de refugio, lugar de tertulia y reunión y protección contra el viento y el exceso de sol. Dos pinos macrocarpa ya secos, sirvieron de apoyo a la rústica construcción. 


Fig.3.  Edgardo Zepeda y  Sonia Castillo.   A la derecha, Cristina Gajardo. Las familias de la comunidad aprovechan  el  cobertizo,  donde se realiza la tertulia y el almuerzo comunitario.

Fig. 4.   Letrero de acceso a la comunidad.   Se puede observar, atrás,  los antiguos postes del telégrafo  ahora inactivo.

Fig. 5. Vista  tomada desde el poniente. Han pasado  20 años.  Ya se observa   algunas estructuras  y las  primeras áreas arboladas.

Una comunidad de vida en el desierto.

¿Concibe Ud.  una comunidad  heterogénea de personas,  de distinta formación y origen,  que hacen de un rincón del desierto absoluto del norte chileno su morada?.  Pues eso es, precisamente, lo que ocurre en el caso que nos ocupa:   un grupo  de hombres y mujeres, de distintas  edades, profesiones, aspiraciones o habilidades, que  miran el futuro de la misma manera:  en busca de la amistad verdadera  y una armonía con la Naturaleza, aparentemente estéril, pero rica en potencialidades.

¡Dónde se encuentra?.

Apenas a  20 minutos al Noreste   de la ciudad de Antofagasta, en el Km. 1.381 de la carretera Panamericana Norte y camino a Calama, se encuentra "Estación Uribe", una  antigua estación del ferrocarril  de Antofagasta a Bolivia. Como varias estaciones intermedias en la ruta,  Estación Uribe se hallaba totalmente abandonada y en ruinas  cuando a fines de la década del   1970  un pequeño grupo de soñadores  buscaba  un rincón  desértico donde  establecer su morada.

¿Cuándo nació "Gen"?.






La comunidad "GEN"   nació hacia  el año  1975  gracias al espíritu de empresa y al entusiasmo de un pequeño grupo de soñadores.  ¿Las metas?. Eran dos: por una parte probar que se puede  "domesticar" el desierto  y volverlo sombreado y verde, y, por otra, cultivar la amistad y  la fraternidad en una atmósfera  limpia  de contaminación y libre del ruido incesante de la ciudad.   "GEN"   nace como producto  de la necesidad  del género humano de vivir en sociedad, pero en ambiente limpio y grato.

Necesidad de  vivir en comunidad.

El hombre no está hecho para vivir solo: necesita  compartir, abrirse al otro,  cambiar ideas y -sobre todo- crear  "comunidad".  El hombre o mujer, solo o sola,  termina siendo egoísta, ególatra, intolerante, insoportable. Vive solo para sí sin pensar en los demás. La civilización actual  -una civilización de masas- mientras más monstruosas ciudades procrea en el mundo, por extraña paradoja, más y más propende y propicia el aislamiento y soledad del ser humano,   y con ello, una forma de  deshumanización. Los espacios de contacto fraterno  o camaradería son escasos, difusos y/o francamente reducidos. Los lugares de contacto han ido  evolucionando desde las típicas plazas residenciales  a los gigantescos y bulliciosos estadios.
El hombre no fue creado para estar y vivir "solo". Ya lo señalaba  el libro del Génesis  para referirse al caso específico de Adán y Eva. Dios, nos dice la Biblia,   da a Adán "una compañera", porque se siente muy solo. La búsqueda de   compañía  se hace imperativa.   En la gran ciudad  -y Antofagasta es ya  con sus casi  500.000 habitantes, un buen  ejemplo- se da  el absurdo de que  mientras más aumenta la población, más cunde el descontento, el estrés,  la soledad, el aislamiento  y el desánimo de vivir.

¿Qué trae consigo  la megápolis?.

El medio físico que fomenta el estress es  la gran urbe  saturada de vehículos, muchedumbres, atochamientos,  emanaciones de CO2, de asfalto  asfixiante,  ruidos ensordecedores;  edificios en altura que más parecen  enormes colmenas colgadas del cielo.  El contacto con el medio natural es igual a cero. La megápolis es hoy día el mejor  caldo de cultivo para el stress, el tedio y la depresión; es  el mejor aliciente para alimentar el rubro profesional de psicólogos y psiquiatras. El Altzheimer  y sus secuelas acecha en la ciudad, no así en el campo...


Mi  primer contacto con la comunidad  "Gen".

Cuando  en marzo del año  1984  llegué a la ciudad de Antofagasta desde Santiago, para incorporarme al recién creado Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad de Antofagasta,  jamás imaginé que   hallaría en Estación Uribe y su grupo de soñadores, un lugar de  descanso dominical  lejos del "mundanal ruido", un lugar de  reflexión y de  meditación en pleno desierto. En suma, un  grupo de amigos, con ideales semejantes de transformación del desierto en un lugar de vida. El grupo inicial de la comunidad  había sido reclutado desde hacía pocos años gracias al entusiasmo, el tesón y la creatividad de Pedro Aranda, antofagastino idealista y emprendedor que soñaba con hacer producir el desierto.  La exitosa experiencia israelita con los kibutzs o granjas agrícolas colectivas,  fue un acicate para intentar algo parecido en nuestro desierto.

El reclutamiento de adeptos.

Corría el año 1975.  Se vivía en plena  dictadura y había mucho temor. Las reuniones estaban prohibidas y había que juntarse como grupo  para poder planificar el futuro. La ayuda del arzobispo de Antofagasta don Carlos Oviedo Cavada  fue vital, pues  las primeras reuniones para conformar el grupo se hicieron en su propia casa. El general René Peri, director de la Oficina  de Bienes Nacionales  era un conocido de Pedro a través de las tertulias literarias,   de interés común.  Peri, al conocer de cerca los intereses del grupo, autorizó entregar en comodato   un espacio físico en Estación  Uribe para los noveles soñadores del desierto. Un contacto de Monseñor Oviedo con los directivos del ferrocarril, permitirá  obtener, poco después y  a un  precio razonable  un derecho a agua potable  para los  futuros riegos.

Pedro  Aranda   el gestor del milagro.

Con tal claro objetivo  in mente, Pedro Aranda  empezó por entusiasmar  a algunos académicos del departamento de física de la Universidad del Norte como como Carlos Espinosa Arancibia  quien ya contaba con una dilatada experiencia en investigaciones del desierto. Con  él, llegan a engrosar el grupo inicial sus amigos el  físico Odlayer Alcayaga y el técnico mecánico Carlos Franco, miembros también de la Universidad del Norte.   Estos, a su vez, invitarán a otros como Rodolfo Valladares, químico. Se hacía ahora imperioso elegir un lugar apto, y  -cosa importante-    cercano a Antofagasta   Surge la idea de la antigua Estación Uribe, una de las tantas del ferrocarril de Antofagasta a Bolivia,  abandonada hacía tiempo. Dos o tres algarrobos  y unos cañaverales aún estaban vivos. El problema era el agua, porque había que sembrar, plantar, hacer reverdecer el desierto... Agua de buena calidad era  indispensable.


¿Como tener acceso al agua?

 Y el agua, ¿de dónde  obtenerla?. Había un viejo estanque abandonado. Podía servir,  y la cañería de agua potable que surtía el ferrocarril pasaba por allí mismo, a pocos metros.  El contacto con los dueños del ferrocarril  fue  obra de Monseñor Oviedo  Cavada,  gracias al cual se  pudo conseguir, en forma excepcional, derechos de agua a un  precio razonable. Empezaron los viajes semanales.  Había que  hacerlo todo de nuevo, pues de la antigua Estación casi nada quedaba en pie salvo un destartalado vagón de tren  abandonado.
  Y así,  el grupo inicial de soñadores  fue lentamente creciendo  con sus esposas y amistades más íntimas. En la soledad del desierto se departía, se compartía y se empezaban  hacer realidad sus sueños: hacer reverdecer el desierto implacable. Pero también se trabajaba. Se compartía alegremente faenas  comunitarias. Había que  limpiar, ordenar, cercar,  quemar basura,   plantar árboles, regar,  formar conjuntos, en una palabra, idear el futuro.
 Cada semana, arbolitos jóvenes, comprados en el sector del  Km 12,  eran traídos por  los socios y plantados en el lugar. El riego semanal era nuestra  tarea obligada. Otros, como el imperturbable Pedro Aranda, se alucinaron  con la idea de poder hallar agua subterránea  a poca profundidad e iniciaron la ardua tarea de cavar un pozo. Fue profundizado hasta los 12 metros, pero  en vano. Si  es que existe agua aquí,  debe estar a enorme profundidad.
La experiencia científica previa de algunos de los nuevos socios en energía solar o eólica, o la captación del agua atmosférica de la camanchaca costera,  parecía ser muy importante para la nueva gesta, pero tanto o  más que ella,  el entusiasmo  y la dedicación de los primeros socios y socias. Pronto algunos socios empiezan a levantar  sencillas viviendas. Había que poblar,  traer cuidadores.

¿Qué  nombre dar   a esta naciente comunidad?.

El nombre  de la comunidad debía necesariamente reflejar  sus objetivos y metas. En eso había consenso. Los primeros socios propusieron distintos nombres. La idea era descubrir  y  estampar un nombre  simple, corto, pero  muy expresivo. Fue Pedro Aranda, el  primer gestor de la idea,  quien propuso el nombre de "Gen".   ¿Por qué este nombre?. Su formación religiosa, tal vez,  le sugirió  esta raíz  "gen",  que  él relacionaba con "génesis" , "generar", "engendrar".   "Génesis" se denominó el primer libro de la biblia hebrea: el libro que describía los inicios.   Porque aquí también se trataba de "iniciar" una gran gesta, capaz de "engendrar" vida nueva en un trozo del desierto absoluto.   Era,   a la vez, un "inicio" de una experiencia capaz de "engendrar" vida  donde ésta no existía.  Los dos conceptos fundamentales: "inicio"  y  "engendrar"  o "generar", se entrelazaban así armónicamente en la expresión "Gen".  El nuevo  nombre caló hondo.  "Gen", pues, pasaba a ser  una comunidad cuya misión era engendrar  nueva vida  en un paisaje   árido y agreste. del desierto norte chileno.

Generando comunidad de vida.

Pero  su misión era,  igualmente, engendrar  "comunidad", esto es,  un  grupo de amigos que decidía hacer , en alguna forma, una  "vida en común".  La voz   "comunidad" (communitas), surge de la conjunción armoniosa de dos palabras latinas:  "communis"   (común)  y "unitas"  (unión).  No se trataba de cualquier tipo de unión.  Era un tipo de unión muy especial que se lograba  "viviendo en común" . Y por eso se   denominó  no  simplemente colectivo o   colectividad Gen, sino   "Comunidad Gen".

Así, pues,  a través de esta expresión tan simple  "Gen",  se logró hacer confluir dos   realidades que se buscaba  sintetizar  como ideal de vida:  un grupo de vida en común que   pretendía engendrar nueva vida  donde ésta no existía, en pleno desierto de Antofagasta.

Sus miembros.

Difícil imaginar un  grupo más heterogéneo: de a poco se fue formando un grupo constituido por profesores, matronas, empleados, abogados, dueñas de casa, químicos, físicos, técnicos, biólogos, economistas,  arqueólogos y   educadores.  Sus creadores acogían con las puertas abiertas a todos los que quisieran hacer suyos los ideales de una ecología práctica,   hecha realidad y una fraternidad  que sirviera de  nexo indestructible. Han transcurrido cerca de 35 años desde su fundación, y el grupo permanece aún férreamente unido.  Sus  25 miembros, sin excepción, reconocen hoy  que "Gen"  no solo los unió  en una fraternidad de la tierra, sino les hizo la vida   más vivible y más llevadera; en una palabra, más humana.  Todos reconocen hoy que su verdadera  familia ha sido  "Gen".

¿Por qué  realizar esta " común-unión" en Estación Uribe?.  

 Para que haya vida  en un lugar, se necesita la presencia de tres elementos básicos, fundamentales: suelo apto y abundante,   agua de buena calidad  y clima apto   (sin temperaturas extremas).   En Estación Uribe se daban perfectamente estos tres elementos.  El suelo del desierto, fuera de los sitios ocupados por Salares,  es  apto.  Pero un sitio apto   debía, además, estar al  alcance de la ciudad,  ojalá muy cerca de ésta, donde poder acudir  en cualquier momento.   La presencia de agua era en seguida  lo más básico. Esta se daba allí gracias a la presencia  de una cañería  de agua potable  que  conducía el  precioso líquido a la ciudad.  Las estaciones del ferrocarril  tenían  sus propios estanques  de reserva. A nuestro arribo, tres o cuatro moribundos algarrobos y  unos restos de cañaveral habían quedado allí como  testigos  aún vivos de la feracidad de la tierra. ¡Decenas de años sin riego y seguían vivos!.   Si ellos sobrevivieron  - pensaron los pioneros- , se podía repoblar de vegetación  el lugar y hacerlo nuevamente habitable  y amigable. La proximidad a la costa (18 km. en línea recta)   y la presencia frecuente de las nieblas o camanchacas,  lograba producir  un clima sumamente benigno,  aún en pleno invierno,  muy favorable a la vida  tanto  biológica como propiamente humana.

Actividades desarrolladas en Estación Uribe. 

En base a la valiosa secuencia fotográfica que expondremos a continuación, nos es perfectamente posible  evaluar hoy  y  graficar todo  lo que se ha logrado. Las primeras imágenes  que aquí mostramos, han sido suministradas por la activa socia de la comunidad, Blanca Gutiérrez. Como se puede ver a través de ellas, los socios  han  llevado a cabo aquí, con su esfuerzo  y su  perseverancia muchas iniciativas tanto productivas como educativas y recreacionales, que  tienen por objeto afianzar  y consolidar su presencia en el lugar y  demostrar que "los sueños son posibles".  Los ideales ecológicos y  humanistas de su creadores, se han hecho allí,  una realidad  tangible.  Comparar fotografías de los  años  1985-88 con las actuales (2015), tal como lo mostramos aquí, hace reflexionar profundamente: con voluntad y esfuerzo, el desierto puede convertirse en un vergel,  en un hogar   amigable  donde se vive la amistad y la fraternidad, por encima de todas las diferencias  religiosas, políticas, sociales o  educacionales. Hallar a tan corta distancia de una gran ciudad un  sitio de  paz, de fraternidad y de contacto vivo y palpitante con la naturaleza  y sus producciones, no solo es un privilegio; es también un  "gran regalo de Dios". Así lo sentimos y vivimos.

Set de imágenes para la historia. Lo que se fue logrando poco a poco.

Fig. 6. Los primeros cobertizos y el estanque de agua de la comunidad.  El estanque era  lo único que  había sobrevivido al abandono de la estación.

Fig. 7. Los socios René  Kurte y Patricia Palma, su señora  con Rosita  Helena Carvajal,  una de las socias más antiguas, en  un momento de descanso y relajamiento.

Fig. 8.   La primera  charla a la naciente comunidad.  Pedro Aranda,  el inspirador de esta gesta, se dirige a los presentes a la intemperie,  "en medio de la nada". Esboza con la energía y  entusiasmo que lo caracterizan,  los sueños que hoy (año 2015) son ya una realidad.  Esta foto histórica  data del año 1985.  Han trascurrido treinta años. Atrás, de pie, se ve a  Carlos Espinosa. En primera fila y cubriéndose la cabeza con  un  cuaderno, el socio  Horacio Larrain, recién integrado a la comunidad.


Fig. 9. La cocina solar está instalada frente al cobertizo inicial. Corre el año 1985. Los árboles  tiene ya  un par de años de plantados. Se inicia  el lento proceso de  transformación del paisaje.

Fig. 10. La plantación de jojova. Experiencia  apoyada por CONAF que no llegó a prosperar.  Don Justo Osses, viejo minero que se integró como empleado a la comunidad donde sirvió con cariño durante once años.

Fig.11.  Blanca Gutiérrez, Rosa Helena  Carvajal y  Anita Fritz fueron las responsables de la crianza de conejos Angora. Pronto  varias socias aprenderán a hilar el pelo de conejo para fabricar  diversas prendas de vestir que se venden a buen precio. Por entonces, un valioso ingreso para la naciente comunidad.

Fig. 12.  Blanca Gutiérrez  hilando en la rueca  el pelo de conejos Angora.

Fig. 13.  Delia Bossi  y sus hijos pequeños. El niño mayor es Carlos Contreras, hoy flamante administrador de Gen.  Las familias disfrutaban aqui con sus hijos pequeños  observando la naturaleza.

Fig. 14. Montando la primera  granja  experimental para  mantener  animales  y aves de corral.  Este es hoy  un enorme atractivo para los niños de la ciudad que nos visitan.

Fig. 15. Carlos Franco, nuestro técnico,  nos muestra cómo opera una cocina solar, de su fabricación.  "Carlitos" -como le decíamos. supo conquistarse con su bonhomía y sencillo carácter el cariño de todos. Lo recordamos hoy aquí  con inmenso afecto.

Fig- 16.   Ivonne Sepúlveda,  esposa de Julio Salfate y Horacio Larrain, en primer plano. Atrás, Abelardo Carpio, el primer socio de la comunidad que nos dejara prematuramente (1986).


Fig. 17.   Carlos Espinosa, trepado en el poste  del anemómetro,  instalando el instrumental de la estación meteorológica (1995).


Fig. 18. El físico Carlos Espinosa (extrema izquierda)  explica  el diseño y armazón de una "estructura macrodiamante", diseñada por él para captar agua de la niebla.   Cada una de las superficies del instrumento se cubren con una malla apta para captar  (raschel u otra).  El artefacto de su invención, fue  probado con éxito en cerros de diversas altitudes, incluyendo  las alturas de Cerro Moreno (1995).

Fig. 19. Aurelio Jiménez cortando el pelo de los conejos Angora.



Fig. 20.  Varias socias de la comunidad  en plena faena de diestras "peluqueras". El pelo de conejo será  hilado  y luego convertido en primorosas prendas de vestir. Todos y  todas tienen en  la comunidad Gen  un tarea específica  que cumplir.

Fig. 21.  Construyendo sombreaderos. Se aprovecha los viejos algarrobos preexistentes en el lugar para obtener una  grata sombra para los turistas visitantes.

Fig. 22. Visita la comunidad Gen el senador por Antofagasta  Alejandro   Guillier.

Fig.  23. La plantación  actual  de la  viña  de una hectárea de superficie, fue obra del socio Fernando Wachholtz quien le aplicó  riego por goteo. Las cepas son del tipo Red Glob (vino de mesa). La primera vendimia  se realizó el año 2004. En 2005 se elaboró el primer vino, lográndose un excelente y apetecido mosto.


Fig.  24. Los árboles que plantáramos entre   1984 y 1987   ya ostentan gruesos  troncos. Su sombra es bien aprovechada  y apetecida.



Fig. 25.   Uno de los  molles o pimientos   (Schinus molle) plantado por nosotros a mediados de la década del 80. Hoy ofrecen excelente y anhelada  sombra   a los visitantes.


Fig. 26. La plantación de la viña  con sistema de riego por goteo ha sido uno de nuestros mayores  logros y constituye  una enorme atracción para los visitantes domingueros. ¡Una viña en pleno desierto, al lado de Antofagasta!.

Fig. 27.   Además de los socios de la comunidad,  familias de Antofagasta pueden hoy visitar el lugar, pagando una módica suma  por el acceso y disfrute de todas sus instalaciones.

Fig. 28.  Una planta de  cachiyuyo (Atriplex  nummularia)  junto a un molle o pimiento  ya crecido.

Fig.   29.   Aspecto actual de la granja de la comunidad en Estación Uribe. Pinos, molles,  aromos  y cachiyuyos  alegran hoy  con su verdor el otrora paisaje arenoso y estéril  de los alrededores.

Una visita reciente tras 21 años de ausencia.

Con motivo de  una conferencia dada en Antofagasta, me fue dado visitar nuevamente, luego de muchos años, a mis antiguos amigos de la comunidad Gen. Inefable fue mi alegría al volver a ver  a viejos amigos como Carlos Espinosa y Sra, René Kurte y señora, Blas Espinoza y Sra., Blanca Gutiérrez, Joaquín Contreras y su hijo Carlos,  y varios  más.  La distancia  y los muchos años pasados, no han aminorado nuestro cariño y admiración por esta obra de la que fuimos socios activos  por años, y  que ha logrado demostrar que en el desierto se puede crear  vida  no solo con fines recreativos, sino también productivos.

La comunidad Gen vista por nuestra lente en reciente visita.

Las fotos que siguen, fueron tomadas en nuestra  visita  realizada en la tarde del día 30/05/2015.  Mi guía por el predio de la comunidad fue Carlos Contreras, joven y dinámico arquitecto, miembro de la comunidad.  Carlos me fue mostrando  todos los adelantos hechos:  el área de pinnic y recreación, las viviendas construidas por  los socios,  la plantación de viñedos,  el flamante salón de conferencias,  el área de  crianza de animales domésticos  (cabras,  ovejas, conejos, gallinas, gansos),  el área agrícola actualmente trabajada hoy  por dos familias bolivianas de origen aymara.  Hoy vemos allí no menos de cinco hectáreas arrancadas al desierto y  hechas reverdecer a punta de esfuerzo y tesón. Desde lejos, yendo por la carretera norte rumbo a Calama,  en medio del desierto absoluto, se ve aparecer de pronto en lontananza, como un espejismo,  un  insólito verdor  en medio de las quemantes arenas.

Legalmente, se denomina "Corporación Gen". Pero  para los socios y sus familias es la "Comunidad Gen".   Es decir, la familia ampliada  hecha "comunidad de intereses y  proyectos".  El día de nuestra visita, tras 21 años de ausencia, los socios nos quisieron agasajar.  En testimonio del hecho, quedan estas fotografías del gratísimo reencuentro.

Fig. 30.  Carlos Espinosa  Arancibia, uno de los socios fundadores, acompañado de su  fiel esposa, Cristina.   Con sus 92 años a cuestas, Carlos es un ejemplo para la juventud antofagastina por su dedicación, a lo largo de toda su vida,  al tema del aprovechamiento del agua de las neblinas  o camanchacas.

Fig. 31.   Atrás, arriba,  Blas Espinoza y Anita Fritz: al medio, Joaquín Contreras y Blanca Gutiérrez;  abajo,  el autor de esta crónica el día de su visita.  (foto Marzo 2015).

Fig. 32.  Compartiendo un té, tostadas  y torta,  en señal de  gozoso   reencuentro.

Fig.  33.  Al medio, Blanca Gutiérrez, la anfitriona,  cortando la torta del festejo. A la izquierda, Carlos Espinosa, físico,  y a la derecha, Blas Espinoza, economista, socios fundadores.

Fig. 34.   En el refugio, Blanca Gutiérrez partiendo la torta de la fraternidad.  Atrás, de pie, Claudio Cifuentes. Sentados, Carlos Espinosa y su esposa Cristina.


Fig. 35.  Visitas externas con sus niños aprovechan bien los lugares de picnic  a la sombra de los árboles plantados por nosotros entre   1985 y 1990.

Fig. 36.   Aspecto sombreado que muestra hoy el área de picnic. Antes del año 1984,  aquí no había nada, salvo arenas y piedras  (y mucho viento  por las tardes).
Fig. 37.  Una vista de la acogedora arboleda  que hoy recibe a los visitantes.

Fig. 38.  Plantación de maíz y variadas verduras y hortalizas, mantenida por las dos familias bolivianas residentes. Las hortalizas se dan aquí de forma privilegiada  y tienen fácil venta en el mercado local.
Fig. 39.  Las familias campesinas aymaras  trabajando  en familia  la tierra. El concurso de los niños en la faena es  muy importante.

Fig. 40.  A la izquierda, el sector donde se acumuló las piedras  que tapizaban el suelo del desierto. Ahora ya es posible el  trabajo a mano y el cultivo con maquinaria. Atrás, al fondo,  elementos usados  como cortavientos.

Fig. 41.  Con un sencillo arado a motor, el campesino   rotura la tierra que será luego abonada para la siembra.

Fig. 42.   Una  vista del conjunto.  Eucaliptus, aromos  algarrobos y palmas  ya dominan hoy el paisaje  del desierto.

Fig. 43.  El violento contraste con  el exterior, absolutamente desértico. ¡Es el milagro del agua!.  En el medio de la fotografía, se puede observar el paso de agua en forma de  pequeño torrente cuando el ferrocarril  limpia   sus antiguas tuberías,   desechando por horas y horas  grandes cantidades de agua dulce. Agua que   podría ser perfectamente utilizable  para la comunidad del futuro.

Fig. 44.   Interior del Salón de Eventos y Conferencias, construido con el aporte  de la Compañía Minera Anglo American, dueña de Mantos Blancos.

Fig. 45.  Vista exterior del Salón.  Diseño del profesor de arte y miembro de la Comunidad,  Joaquín Contreras.

                         
Fig. 46.  La granja   de animales domésticos. Aquí cabras,  ovejas,  gansos y gallinas  se muestran a los curiosos  niños de la ciudad. Para ellos, resultan ser animales exóticos,  pues no los han visto nunca antes, salvo en las películas.

                         
Fig.  47.   Una  sencilla pileta para los gansos. Observe el cierre  de rodelas usadas como corta-vientos que protege, a modo de malla,  parte de la granja,  de las fuertes ventoleras de la tarde.

                                  
Fig.  48.  un macho cabrío  de la granja experimental.

                         
Fig. 49.   El creador y soñador de la comunidad Gen, Pedro Aranda Astudillo, en un momento de un bien merecido descanso, arrullado entre los árboles.

Recapitulando.

1.  A menos de media hora de la gran ciudad, se alza este pequeño paraíso vegetal logrado con el esfuerzo continuado de los socios de Gen. Ellos han disfrutado por años de este lugar,  que ha pasado a ser para ellos, "su  fundo", su "parcela de agrado".  Ahí crecieron y  juguetearon sus hijos y sus nietos.    Aquí aprendieron los socios a  compartir sus gozos y sus tristezas. Aquí se recuerda también, con emoción y afecto, a los ausentes.

2.   El lugar es hoy considerado oficialmente uno de los atractivos turísticos para las familias de Antofagasta que  todas las semanas acuden a  visitarlo. No existen en las proximidades de Antofagasta  lugares  tranquilos y  arbolados que se le igualen.

3.   Estación Uribe es una prueba  tangible de cómo es posible  hacer reverdecer el desierto absoluto. Sus terrenos han demostrado ser perfectamente aptos para la agricultura, viticultura  y horticultura. Su baja salinidad es perfectamente compatible con el cultivo.

4. Las experiencias agrícolas realizadas por los socios  demuestran que numerosas variedades de árboles, arbustos y hortalizas  se  pueden  cultivar aquí con gran éxito.  Todo crece aquí a las mil maravillas.  Los sistemas de riego por goteo permiten hacer una enorme  economía de agua.

5. La corta distancia al mar en línea recta   (18 km) y la presencia de   corredores de paso  que rompen  el  macizo costero  a altitudes  que no superan los  500 m. permiten augurar  que, en un futuro tal vez no lejano,  será posible  llevar agua del mar, previamente desalinizada, para regar la pampa contigua, lográndose así  el rescate de cientos de hectáreas de desierto arenoso  hoy inútil, para la puesta en práctica de una agricultura local tecnificada y especializada. Estas áreas de plantaciones  o bosques, podrían formar, en el futuro, un espléndido pulmón verde para la ciudad de Antofagasta, tan necesitada de oxígeno, de verdor  y tranquilidad.  Si estuviéramos en Israel, ésta sería ya hace muchos años una realidad, tal como ellos lo lograron con tanto éxito en el desierto del Neguev, fronterizo con Egipto.

6. Los eventuales derrames de agua potable que la empresa de ferrocarriles realiza allí mismo, para limpiar sus tuberías y que  cruzan periódicamente en forma de arroyo el predio de la comunidad, creemos podrían  a futuro aprovecharse, en forma inteligente,  para  acopiar agua en enormes reservorios, para ser empleada para usos agrícolas en sus terrenos. Hoy ese enorme volumen de agua se desaprovecha y se pierde sin destino tragado  por  la superficie reseca y calcinada del desierto.

7. Por último rescatamos y hacemos nuestras las palabras del socio fundador, Pedro Aranda en carta reciente: "....

 "...(pensamos  que) nuestro desierto tenía riquezas ocultas que las podríamos desentrañar....". 

Extractamos  este otro párrafo elocuente del fundador:

"Partimos con la nada misma.  Teníamos espejismos, luego ilusiones. Aprendimos a conocernos, a fraternizar mientras  comprendíamos su magia. Atinamos a hospedar en él y a insuflarlo de verdor. Ya es un micro oasis: árboles, sus aves, sus hortalizas, sus frutos se han entretejido para  aspirar y exhalar. Sin embargo, desde nuestros inicios hemos asumido  adversidades, unas más escarpadas que otras. Solo la alegría de parir nos ha hecho perseverantes..."

Y, a la verdad, "esas riquezas ocultas"  están aflorando a la luz, a la vista de todos. Lo que parecía un sueño imposible entre los años  1975 y 1980, se ha hecho realidad, pequeña aún, pero pródiga, generosa  y notablemente  promisoria. 

Y "esa alegría de parir",  se observa  hoy en cada rostro que visita nuestra  antigua estación de ferrocarril, hecha hoy un oasis de esperanza.

Invitamos  cordialmente a las familias del Norte Grande de Chile a visitar este oasis de paz  y a compartir, los días domingos, con sus socios fundadores. ¡Es tanto lo que aún  ellos tienen que enseñarnos sobre el desierto y sus potencialidades!.


(Nota: se agradece en forma especial las informaciones e imágenes recibidas de Pedro Aranda y Blanca Gutiérrez).