Fig. 1. Reproducción de una antigua tarjeta perforada conteniendo los datos de la entrevista hecha a don Ruperto Ferreira el día 9 de Julio del año 1972. En aquella época, era yo director del Museo Regional de Iquique, situado en calle Baquedano, donde hoy tiene sus oficinas principales la Minera Doña Inés de Collahuasi.
Una vieja ficha.
Al revisar viejos manuscritos personales para la elaboración de un artículo sobre los Changos costeros he hallado, en una antigua tarjeta perforada de mi primer fichero antropológico, el texto de una breve entrevista nuestra hecha a un anciano mariscador de Iquique en 1972. Como estimo que aún posee muchísimo valor para el estudio de los recursos marinos del pasado de que podía disponer el antiguo chango o camanchaca, y también para darnos hoy información fidedigna del cambio ecológico ocurrido en estos 110 años, comentaré el escueto texto que conservo, acompañado de mis propios ya casi borrados recuerdos personales.
La entrevista.
Un mariscador solitario.
Era don Ruperto Ferreira un iquiqueño de 83 años (nacido, según me dice, en 1889), según me confesó, y vivía en calle Arturo Fernández 1906. Recuerdo bien que anoté este dato porque tuve la secreta intención - nunca llevada a efecto después, por desgracia- de volver a entrevistarlo. Tanto fue el interés que los detalles de esa conversación casual despertó entonces en mí.
Modo de confeccionar los panecillos de luche.
Copio a la letra de mi entrevista:
"Se echa un poco de agua a una olla. Dentro [de la olla] se pone un jarrito de porcelana con poca agua. Se tapa [éste] con un platillo. Encima, se `pone el "pan" de luche. El luche recogido se prepara húmedo, y se apreta, envolviéndolo en un trozo de tela de saco harinero, formando el pan. Se tiene así el "pan" (amarrado con cordeles) por [espacio de] una media hora, hasta que se cuece al vapor. No se le agrega nada. Está listo el "pan", cuando al desatarlo, no se abre el manojo de luche. Si [éste] se abre, está crudo" ( transcrito ad litteram).
Me comenta don Ruperto que el "luche verde" (Ulva rigida) , también se come pero que es muy insípido, mientras que el "luche café" (Porphyra columbina) es sabroso.
Presencia del choro zapato.
Me explica este anciano mariscador que cuando él era muy joven (hacia 1903-1905) solían vararse en gran cantidad en la playa de Cavancha (Iquique) los choros grandes (se refiere al "choro zapato" (Choromytilus chorus). El venía tempranito a la playa y recogía una o dos docenas de choros, de cerca de 20 cm de largo. Después - me acota- desaparecieron repentina y misteriosamente. Estos choros venían enredados en los huiros que arroja la mar (probablemente en los talos del "chascón", Lessonia nigrescens). Procedían de los bancos arenosos y rocosos del fondo. El sospecha que estos bancos de mariscos fueron destruidos en la época en que se solía venir a pescar pejeperro (Semicosyphus darwini) y otros peces de orilla, usando para ello tiros de dinamita. "Hoy" -comentaba yo en 1972- sólo se encuentra cholga chica (Aulacomya ater). Hoy (2013), no existe el menor rastro de estos mariscos en la playa de Cavancha o Playa Brava , en Iquique. Toda la vida ha desaparecido por completo y sus playas, aunque deliciosas para bañarse, carecen totalmente de vida subacuática. A esta destrucción insensata, le llaman hoy "los frutos del progreso"!.
Don Ruperto distingue cuatro o cinco variedades de lapas (Fissurella spp.) y me da sus respectivos nombres ( que desgraciadamente no anoté entonces).
Intercambio comercial entre el litoral y el interior salitrero.
Nos resulta de enorme interés el poder estampar este testimonio explícito del activo comercio que se había establecido, de una manera espontánea, entre los pescadores y mariscadores del litoral de Iquique y la pampa salitrera, poblada por entonces de Oficinas Salitreras donde se extraía el codiciado "salitre" (NaNO3 y KNO3). Recuerda don Ruperto que él se iba en mula, desde Iquique donde vivía hasta la caleta de Chanabaya, en aquella época enteramente desierta, tras el maremoto del año 1867 . Allí permanecía algunos días recolectando locos (Concholepas concholepas) , lapas (Fissurella spp.) y apretadores (Chiton sp., y Acanthopleura sp.). Solía viajar con su valiosa carga a las Oficinas Salitreras "Gloria", situada en el Salar del Soronal y "Alianza", en plena pampa, cerca de Pozo Almonte, donde tenía la venta asegurada. Los llevaba frescos, viajando toda la noche, solo, en dos mulas que tenía. Esto ocurría según lo recuerda, hacia los años 1915-1920. Pero también el había tenido conocimiento que los indios pescadores y mariscadores más antiguos, que vivían en la caleta en la península de Cavancha, solían traficar con cargas de lapas, locos y apretadores sancochados hacia el interior, en busca de las Oficinas Salitreras.
La entrevista y la costumbre de llevar el "Diario de Campo".
¡Cuánto lamento hoy día no haber tenido en aquellos días la sabia costumbre de llevar un detallado y prolijo "Diario de Campo"!. No conocía por entonces su importancia y su valor. Lo descubrí poco después, en Noviembre del mismo año 1972, cuando mi entrañable amigo el entomólogo Luis Peña Guzmán, me "forzó" amigablemente a llevar Bitácora de viaje (como el decía) en nuestra expedición al Norte en Noviembre del año 1972. No recuerdo, a la verdad, que en mis años de estudiante de Antropología en México (1965-1970), mis maestros de la Escuela de Antropología del Parque de Chapultepec (México) nos hubiesen alguna vez inculcado la urgencia de llevar uno, mostrándonos su vital importancia. ¡Cuánta riqueza de información perdida por esta negligencia académica imperdonable!. ¡Cuántas experiencias olvidadas, para siempre!. ¡Cuánta sabiduría popular despreciada y perdida, tal vez para siempre!.
Necesidad imperiosa de llevar "Diario de Campo".
Sobre la base de esta experiencia y recuerdo, me he vuelto hoy enfático y casi majadero con mis ex-alumnos y amigos, al animarlos a llevar en forma constante y asidua un detallado "Diario de Viaje". ¡Cuántas otras preguntas le hubiese hoy hecho yo a don Ruperto Ferreira, en relación a sus frecuentes viajes y experiencias!. Era él una auténtica " mina de oro" en experiencias de vida y trabajo, mina que quedó, por desgracia, a medio labrar, o sólo en su superficie.
Jóvenes antropólogos, historiadores, arquitectos o geógrafos que me leen hoy: si Uds. hacen trabajo de campo o entrevistan gente, lleven y mantengan siempre a la mano un "Diario de Campo": no se confíen de la sola grabadora, pues ésta puede fallar en el momento en que más se la necesita. Tomen siempre notas precisas y concisas, que luego transcriban y traspasen, ojalá en el mismo día, al Diario definitivo. O, en todo caso, utilicen ambos procedimientos a la vez. Porque lo escrito queda para siempre. Recuerden el sabio adagio: "Verba volant; scripta manent" ("las palabras se las lleva el viento, los escritos permanecen"). Prueba de ello es esta ficha trasnochada de 1972 que me ha vuelto a enseñar o recordar tantas cosas hoy día. También, a "soñar" en un pasado esquivo, largo tiempo ya desvanecido.
No desoigan esta advertencia. Estoy cierto que un día Uds. me lo agradecerán.