Fig. 0. Don Pascual desde el corredor de su vivienda de muros de piedra, devastada por el terremoto del año 2005. Sitio de Tauquinza. Vista hacia el Este, al valle de Quipisca, (Foto H. Larrain, Noviembre 2011).
Un sentido homenaje.
En este capítulo de nuestro Blog. hemos querido rendir un homenaje póstumo a un hombre sencillo y humilde -como tantos en nuestra precordillera tarapaqueña- que con su sabiduría tradicional nos guió en nuestro estudio y nos condujo -sin percatarse él de su importancia- al descubrimiento de un tramo notable del Qhapaqñan o "Camino del Inca" en la zona de la desembocadura de la quebrada de Quipisca, territorio de su comunidad.
Sabiduría tradicional.
Hombres "sabios" como él, con una experiencia de vida excepcional, nos ilustran bien acerca del devenir histórico de la gran mayoría de los habitantes de la precordillera, en una época en que aún el contacto asiduo con las Oficinas Salitreras de la pampa del Tamarugal era una realidad habitual y, por consecuencia, cuando el tráfico asiduo hacia las Oficinas era parte de la vida diaria de sus habitantes. Hacia allá conducían su producción de frutas, verduras y forraje (alfalfa) y otros productos de su medio, para intercambiarlos por elementos vitales para su vida como azúcar, sal, harina, aceite, grasa y licores y entre los productos importados que llegaban a las pulperías de las Oficinas, las apetecidas latas de conserva de procedencia europea.
"Tesoros vivientes" se ha denominado con razón a estos pobladores que en su diario vivir reproducen los antiguos modos de vida, sus tradiciones y sus recuerdos de antaño.
Fig. 1. Con don Pascual Bacián Quihuata en su humilde casa situada en el lecho de la quebrada de Quipisca, sector Tauquinza. Entrevista realizada en julio del año 2011 con motivo de la preparación de una obra sobre el valle de Quipisca, su historia y sus habitantes.
Una cálida hospitalidad.
Don Pascual, encorvado ya por el peso de los años y el arduo trabajo agrícola, nos brindó una cálida hospitalidad y contestó amable y confiadamente nuestras preguntas sobre su vida y sus experiencias. Era, en ese momento, la persona de más edad de su comunidad, constituida hoy como "Comunidad quechua de Quipisca" dotada de personería jurídica y reconocimiento oficial por parta de la CONADI regional. Precisamente, esa condición de ser la persona más anciana de la comunidad -su patriarca-, fue el aliciente para entrevistarlo, en ese momento, por espacio de más de una hora. (FotoWilfredo Bacián, Julio 2011).
Fig. 2. Conversando amablemente con don Pascual (derecha) y su sobrino Wilfredo Bacián, (extrema izquierda). Su humilde casa, de sólidos muros de piedra, situada en la margen norte de la quebrada, sufrió los estragos del terremoto de junio 2005 y tuvo que ser abandonada. La actual vivienda de cañas en el piso del estrecho valle es una construcción de emergencia. Esta última casi fue arrasada y destrozada por el potente aluvión desatado el 11 de Febrero del año 2012. Aquí se realizó la entrevista (Foto Luciano Mardones, Julio 2011).
Fig. 3. La modesta vivienda actual, forrada en cañas, es compartida con un residente, originario de Chaitén (Región de Aysén), de nombre José Alvarez. Es el primero a la izquierda de la fotografía, el que por extraños avatares de la historia, llegó a quedarse para siempre en este Norte desértico. Desde hace quince años reside en la quebrada de Quipisca, que ha pasado a ser su nueva patria. Hoy, tras la muerte de su protector y amigo, es uno de los poquísimos habitantes de la quebrada, asolada por terremotos y aludes. En la foto, acompaña a don Pascual y al autor de este Blog (Foto Luciano Mardones, Julio 2012).
Fig. 4. Durante parte de la entrevista realizada por el autor a don Pascual Bacián, en su casa, en el sitio de Tauquinza (Foto Luciano Mardones C., Julio 2012).
Fig. 5. La joven antropóloga social Jocelyn Gómez durante la entrevista a don Pascual Bacián, Junio 2011. (Foto Luciano Mardones).
Fig. 6. En la ladera, al medio de la fotografía, se puede observar las ruinas del antiguo pueblo denominado hoy "La Capìlla". Somos de opinión de que ha sido este lugar el antiguo pueblo indígena y colonial nombrado como "Quipisca". Abajo, en un primer plano de la fotografía, chacras escalonadas en el sector "La Palma", (Foto H. Larrain, Noviembre 2011).
Fig.7. Especie de cista de piedra, muy bien hecha, seguramente una collca donde los antiguos depositaban y conservaban bajo tierra, y por meses sus alimentos secos (maíz, porotos, quínoa, etc). Este elemento cultural se halla en el lugar llamado hoy "La Capilla" cuyas ruinas, muy bien conservadas, denotan la existencia de un pueblo formado por numerosas viviendas. Según la tradición local, fue totalmente arruinado por el terremoto del año 1884 y su población emigró, presa del pánico, abandonando para siempre el lugar. El antiguo poblado nunca fue restaurado o restablecido. Aunque porta hoy un nombre cristiano y español ("La Capilla"), somos de opinión de que ésta era la localización exacta del antiguo topónimo de lengua quechua, "Quipisca". El impresionante tamaño de la antigua capilla católica, cuyas ruinas son perfectamente visibles hoy, estaría señalando la existencia in situ de una población relativamente numerosa en esta porción inferior de la quebrada de Quipisca. Hay muros aún en pie, de impecable construcción, que creemos serían de data incaica. Hace falta investigar esta antigua población que sospechamos tenga ancestros incaicos, aún no detectados. (Foto H. Larrain, Noviembre 2011).
Don Pascual y el "Camino del Inca".
¿Cómo surgió la referencia al "Camino del Inca"?. ¿¿Cómo y en qué nos ayudó don Pascual en nuestras investigaciones?. En una de nuestras conversaciones con don Pascual en su humilde vivienda de Tauquinza, le pregunté por sus antiguos contactos con las Oficinas Salitreras. Corrían los años 1940-1950. Varias de las Oficinas elaboradoras de salitre estaban aún en producción en la Pampa del Tamarugal. La primera guerra mundial (1914-1919) había fomentado la invención primero y luego el uso masivo del salitre sintético por parte de Alemania, competencia ésta que desencadenó el inicio del desastre salitrero en el Norte de Chile. La terrible crisis del año 1929-30, además, había golpeado severamente su actividad, cerrando varias Oficinas entre los años 1930 y 1937. Eran exactamente los años de la niñez de don Pascual.
Las comunidades de las quebradas tarapaqueñas acostumbraban sostener un nutrido tráfico hacia las diversas Oficinas situadas en la pampa , tanto en procura de trabajo personal (como peones), como en la oferta de su producción agrícola y forrajera. Mapocho, Peña Grande, Peña Chica, Don Guillermo, Cala-Cala, eran el destino frecuente y obligado de sus viajes. La alfalfa, producida a raudales en las quebradas, era consumida por los miles de mulas empleadas en el transporte del salitre a los puertos de embarque. Poco a poco los primeros camiones a partir de los años 1925-1930 surcaban las nuevas rutas atravesando el desierto. Los pobladores de las quebradas se movilizaban en burro. En grupos de 5 a 8 animales cargados con los productos de sus chacras (alfalfa, verduras frescas, peras, choclos tiernos, membrillos o granadas), enfilaban hacia las Oficinas donde su producto era inmediatamente comprado o trocado por artículos de primera necesidad: aceite, grasa, harina, azúcar, té o yerba mate que obtenían de las pulperías de las Oficinas.
Un lugar de descanso llamado "Tambillo".
Preguntando a don Pascual dónde descansaban en su descenso a la pampa en procura de las Oficinas Salitreras, don Pascual me nombró al pasar, entre varios otros, un sitio que llamó "Tambillo". Él, evidentemente, no se había percatado de su significado específico. Ahí solían detenerse un rato para tomar aliento para el siguiente recorrido en burro, hasta alcanzar las primeras Oficinas de la pampa. A mis oidos, este topónimo "Tambillo" me sonó inmediatamente familiar. En efecto, "Tambillo" es un diminutivo castellano de "tambo", expresión bien conocida en el mundo quechua para designar a las posadas (tanpu, en lengua quechua), donde los antiguos mensajeros del Inca (los chasquis) esperaban la llegada de un mensaje transmitido desde el Cuzco a las provincias del imperio para seguir transmitiéndolo hasta el próximo chasquihuasi donde tendría relevo. Estábamos al parecer, por fin, en la pista del Qhapaqñan de los incas que las crónicas españolas e indígenas nos habían sugerido pero que varios arqueólogos regionales parecían reacios a aceptar.
Don Pascual, guía de la investigación.
Así, sin pretenderlo, nuestro entrevistado de ayer, hoy lamentablemente fallecido, se convirtió en el gestor principal de la búsqueda de trazas del Qhapaqñan incaico en la zona de planicies de la pampa del Tamarugal. Apenas un par de semanas después de la entrevista aquélla, con el apoyo logístico de nuestro amigo el arquitecto Pedro Lázaro, dimos en agosto del 2011, con el cruce de la quebrada de Quipisca, por donde corren varios segmentos casi intactos de la vía incaica, interrumpidos en ocasiones por antiguos cauces de aluvión. Su factura, rectitud, ancho y forma llamativa, no nos dejó ya duda alguna. Habíamos hallado un segmento muy valioso del Qhapaqñan en la pampa del Tamarugal. Lo divisamos claramente desde la ribera sur de la quebrada y pudimos seguirlo a pie, sin la menor dificultad (Vea Fig. 8).
El estudio del Qhapaqñan en Tarapacá.
En este descubrimiento nuestro del año 2011, enraiza el trabajo de investigación actualmente en etapa terminal sobre el camino del Inca en Tarapacá y sus pueblos aledaños (2013-1015), investigación financiada por el Gobierno Regional de Tarapacá y que hoy lleva adelante la Facultad de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad Arturo Prat de Iquique. Las investigaciones en el valle de Quipisca fueron iniciadas unos años antes por Luciano Mardones, entusiasta investigador, quien reunió y dirigió al grupo inicial de expertos, con el apoyo de la Cía. Minera Cerro Colorado. CORDUNAP, organismo asociado a la Universidad Arturo Prat coordinaba los trabajos. En su última etapa (2011-2012), sin embargo, nos tocó intervenir personalmente en el trabajo de coordinación y redacción final de la obra.
En la reciente investigación sobre el Qhapaqñan o "Camino del Inca", iniciada por la Escuela de Arquitectura de la Universidad Arturo Prat en el año 2013, nos ha tocado presidir el grupo de arqueólogos y geógrafos que en terreno ha debido investigar y corroborar sus elementos culturales y sugerir su más probable trazado. Con este descubrimiento, Tarapacá puede enorgullecerse de poseer dos rutas incaicas de orientación clara norte-Sur: una altiplánica, que sigue la cota aproximada de los 4.000- 4.500 m de altitud y la otra, la "costera" u occidental, que surca la depresión intermedia entre los 1.800 m y 1.000 m s.n.m, uniendo un rosario de pequeños caseríos que hoy se reconocen, en su totalidad, como de origen quechua. Detalles de esta ruta, su cartografía y sus hallazgos culturales serán dados a conocer próximamente por el equipo responsable del Proyecto "Tarapacá en la ruta del Inca".
Fig. 8. Trazo del Qhapaqñan incaico que cruza en forma rectilínea a través de la quebrada seca y pedregosa de Quipisca. Vista de SE hacia NW tomada desde la ceja sur de la quebrada. La huella inca traspone el cauce seco del río, y es interceptada por varios cauces de aluvión. Desde la ceja norte de esta quebrada, la ruta enfila directamente hacia la quebrada de Tarapacá. (Foto H. Larrain, Noviembre 2011).
Fig. 9. El camino inca, de unos 3 m. de ancho constante, hoy cubierto de arenas suaves de transporte eólico, discurre matemáticamente de Norte a Sur, y se halla bordeado por grandes bolones de río, puestos deliberada y ordenadamente a ambos costados. Vista de Norte a Sur. (Fotografía H. Larrain, Noviembre 2012).
Reflexiones eco-antropológicas.
1. Los antiguos residentes, miembros de comunidades indígenas, son portadores de la sabiduría tradicional aprendida de sus padres y abuelos. Su conocimiento merece todo nuestro respeto. Una de estas esferas de conocimiento, aprendida de manera experiencial y transmitida de padres a hijos, es el mundo de vialidad antigua, esto es, el conocimiento de las rutas de acceso a diversos productos o sitios de interés para la comunidad o la familia. Pero urge señalar una cautela: se debe tener muy presente que lo que pueden comunicarnos a través de una entrevista dirigida y preorientada por nosotros (a través de preguntas concretas), es solo una parte infinitesimal de su acervo total de conocimientos. El antropólogo y el sociólogo que los entrevista, debe tener siempre clara conciencia de que hay campos a los que solo puede aproximarse con especial respeto y cuidado (los ámbitos de lo moral, religioso, ético o familiar...). Campos a los que no debe acercarse de buenas a primeras (en una sola y única entrevista) y suponen o exigen un grado de confianza que solo es otorgado al auténtico "amigo". No es éste el caso aquí, donde tratamos de un tipo de conocimiento totalmente objetivo (referencia a lugares visitados), que no pertenece, por lo tanto, al ámbito más íntimo de la conducta humana.
2. Las inferencias que podríamos hacer acerca de la toponimia señalada por nuestro encuestado (en el caso presente, la voz "Tambillo") son de nuestra responsabilidad. Rara vez nuestros entrevistados pueden darnos indicaciones precisas acerca del significado de un determinado topónimo, salvo que se trate de un hablante de la lengua y el topónimo referido sea claramente traducible a partir de dicha lengua. (v. gr. Charvinto, Charcollo, Collahuasi, Incahuasi, etc., voces que es posible interpretar inmediata e inequívocamente a partir de las lenguas aimara o quechua.
3. Como lo hemos indicado en otro capítulo de este Blog, el estudio cuidadoso de la toponimia es capaz de orientarnos de una manera eficaz hacia el conocimiento de las culturas y lenguas que habitaron el lugar en épocas pretéritas. También, acerca de la posible o probable sucesión de culturas en una misma región a través del tiempo. Junto al conocimiento arqueológico, el conocimiento lingüístico permite inferir o comprobar hipótesis de otros especialistas, o a veces, descartar éstas. Pero el solo conocimiento arqueológico no basta. Nos entrega éste solo retazos de información y únicamente sobre determinadas áreas de la cultura. Escapa casi totalmente a la arqueología, el conocimiento del mundo espiritual y de los seres extrasensoriales que lo pueblan.
4. En efecto, hay que tener presente que las lenguas evolucionan y se hacen mutuamente préstamos y, por tanto, un mismo término puede significar cosas diferentes en épocas distintas, para culturas diferentes en la secuencia temporal. Así, por ejemplo, los españoles reutilizaron en algunos lugares el término "tambo", de evidente ancestro quechua, empleándolo en zonas nunca visitadas por el Inca (Ejemplo: Pedro de Valdivia lo usa en el sur de Chile, en tierras mapuches). En otras palabras, este término pasa a significar aposento o recinto a la vera de un camino, o albergue de caminantes, sin que tenga todos los atributos propios y característicos de un tambo o chasquihuasi incaico. De hecho, hemos encontrado el topónimo " tambillo" o "tambillos" donde no existe construcción alguna e incluso, en ocasiones, donde no hay huella visible hoy día a su vera. Pero estos casos constituyen una clara excepción que confirma la regla general.
5. Así, pues, con las reservas del caso in mente, el antropólogo sabrá discernir en cada circunstancia y buscar las pruebas de su existencia. Pero, salvo en casos aislados, la experiencia nos ha demostrado que la presencia de abundante toponimia quechua a lo largo de un determinado trazado, es un indicador muy potente y significativo que no puede ni debe ser subestimado. Con frecuencia, pasa a ser una especie de utilísimo "fósil guía" que nos conduce con rapidez a hallar rastros de la presencia inca, sea en el tipo de construcción, sea en el tipo de cerámica, sea en el tipo de industria o actividad económica asociada. Así, términos como Incaguano, Incahuasi, Cerro Inca, Ingapirca, Huaca, Rumipampa, Rumichaca u otros, nos alertan de inmediato acerca de la probable presencia y actividad inca en el contorno.
6. De este modo, podemos concluir que la entrevista etnográfica, sabiamente manejada, puede llegar a constituirse en una herramienta heurística de enorme valor para antropólogos, sociólogos y arqueólogos. La memoria viva de los antiguos pobladores es un riquísimo venero de información y conocimiento. Sin embargo, es preciso saber utilizar esta herramienta con el debido respeto y cuidado. En manos de inexpertos, esta herramienta puede convertirse en un detonante, cerrando la puerta a futuras investigaciones.
Requiem aeternam dona ei Domine!.
Don Pascual Bacián Quihuata, nacido el 17 de Mayo del año 1931 nos dejó, aquejado de una dolorosa enfermedad, un día del mes de Agosto del año 2013 a los ochenta y dos años de edad. ¡Cuánta valiosa información habríamos podido rescatar de sus relatos si estuviese aún vivo entre nosotros!. En su recuerdo cariñoso, hemos sentido la necesidad de redactar estas notas, plenas de agradecimiento y simpatía a su memoria. Ojalá su comunidad, la comunidad quechua de Quipisca, conserve incólumes por siempre su nombre y sus venerables enseñanzas.