Nosotros mismos nos hemos referido a este documento hace ya años, con ocasión del Primer Simposio sobre patrimonio Cultural de El Loa (3-5 Octubre 1986) en un trabajo intitulado: "La Provincia de Atacama según don Pedro Ignacio Ortiz de Escobar y Abet", pero las posibilidades técnicas de aquel entonces no nos permitían dar a conocer el documento original. Lo que con gusto hacemos hoy, en beneficio de nuestros lectores. (Cfr. Horacio Larrain y Eric Ross, Primer Simposio sobre Patrimonio Cultural de El Loa, Calama, 1986). Este trabajo fue publicado en la revista Hombre y Desierto, una Perspectiva Cultural, Instituto de Investigaciones Antropológicas, Universidad de Antofagasta, Antofagasta Nº 1: 99-108.
Fig. 1. Página 253 del artículo.
En nuestra presentación del texto completo dedicado a la descripción del Partido de Atacama, del citado autor don Pedro Vicente Cañete y Domínguez, publicado en la revista "Norte Grande", (Instituto de Geografía, Universidad Católica de Chile, Vol. 1, Nº 2, 1974: 243-251), hemos agregado (en Nota Nº 10), una indicación nuestra en la que estimamos, para esas fechas, una población total de 3.657 habitantes indígenas, incluyendo la población del Curato de Atacama la Baja (Chiuchíu y pueblos situados al Norte del río Loa).
(6) Reflexión muy interesante sobre el idioma de los pobladores de Atacama. Es descrito como "muy distinto de los demás del Perú". Bien conocidos eran en el Perú el Quechua y el Aymara, lenguas dominantes entonces en el mundo indígena. Como es sabido, esta lengua propia de Atacama se encuentra hoy extinguida por completo, conservándose solo algunas escasas voces o expresiones. en el habla actual de la zona. Afortunadamente, nos alcanzó a dejar valiosas noticias de ella el cura párroco francés de San Pedro de Atacama don Emilio Vaïsse, en su notable obra: "Glosario de la Lengua Atacameña", publicada por primera vez en los Anales de la Universidad (de Chile), tomo XCI, 1895 (Julio a Diciembre), Imprenta Cervantes, Santiago de Chile. Hay un par de ediciones posteriores. Esta lengua, según los lingüistas actuales, no tendría parentesco alguno con sus vecinas geográficas (el quechua, aymara, chipaya o uru), y ha sido adscrita a una familia lingüística totalmente diferente, de raíces, al parecer, muy primitivas. También la antropóloga austríaca Grete Mostny, en su valioso estudio sobre los atacameños titulado: Peine un pueblo atacameño trae un valioso acápite sobre la lengua kunsa, lengua extraña que escucha hablar en el poblado atacameño de Peine en su visita del año 1948 y que reconoce como diferente del quechua y del aymara (Cfr. G. Mostny, Peine, un pueblo atacameño, Publicación Nº 4 del Instituto de Geografía, Facultad de Filosofía, Universidad de Chile, Santiago, 1954, 170 p.). Numerosos aportes sobre la lengua kunsa de los atacameños se deben a la pluma del profesor Roberto Lehnert Santander, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad de Antofagasta, recientemente fallecido (13-03-2018).
(7) La latitud exacta del puerto de Cobija es 22º 28´ 00´´ S y 70º 16´ 00´´ W. Desde antiguo, Cobija era un surgidero de naves en esta la franja marítima desértica de la república del Perú, y como lo señala el mismo texto, era un posible aunque difícil lugar de ingreso al Perú. No se habla aquí todavía de Bolivia (que a la fecha no existía), sino del Perú. Posteriormente, por deseo expreso del mariscal Bolívar y su lugarteniente el mariscal Sucre, el marino Francis O´Connor, sugirió crear aquí el único puerto para la naciente república de Bolivia en el Pacífico. Este puerto, con el nombre de Lamar, estuvo en la práctica en poder de Bolivia hasta la Guerra del Pacífico (1879) cuando las tropas chilenas lo tomaron, junto con la naciente ciudad de Antofagasta, en febrero de ese mismo año. Por el tenor de esta cita y muchas otras de viajeros tempranos, sabemos que el lugar era ya muy frecuentado desde antiguo por los barcos veleros pues desde allí partía, siguiendo el sinuoso trazado del río Loa, un accidentado camino de carretas hacia Calama y el altiplano de Bolivia (Lipes). Por aquí, pues, se desembarcaba hacia e interior toda clase de mercaderías y provisiones en un durísimo viaje por tierra de varios días de duración.
Muy recientemente, el historiador chileno Pablo Lacoste (2015) ha planteado la sorprendente y novedosa tesis de que, de acuerdo al utipossidetis iuris del año 1810, ni Bolivia ni Chile, tenían propiamente derechos a territorios colindantes con el océano Pacífico en la comarca de Atacama. Jurídicamente, señala este autor, dichos territorios hasta el poblado del Paposo, pertenecían claramente al Perú. El argumento basado en variada cartografía de la época y los límites que ésta fija y establece, no resultaría aquí válido, pues los cartógrafos no pueden oponerse ni contradecir perentorias ordenanzas reales vigentes. Queda allí expresado por el respectivo cartógrafo tan solo su propio criterio, no el de la autoridad real. Esto es especialmente válido para los famosos planos de Andrés Baleato (1793) o Juan de la Cruz Cano y Olmedilla (1775), invocados por las partes hoy en conflicto (Bolivia o Chile). Por tanto, tanto Bolivia como después Chile, aparecen como usurpadores y ocupantes de territorio ajeno (peruano). No fue, pues, el derecho, sino la voluntad explícita de los padres de la patria, los mariscales Bolívar y Sucre, la que exigió y forzó la apertura de la república de Bolivia hacia el Pacífico, a través del puerto de Cobija, la que, jurídicamente, no tenía asidero alguno. Extrañamente, el Perú -que sepamos- nunca se opuso, ni entonces ni después, ni planteó este argumento jurídico en una zona que aparecía a los ojos de los tratadistas comodesierta, inútil y sin recursos. Estos próceres, Bolívar y Sucre, deseosos de otorgar una ágil apertura comercial en el Pacífico a la naciente Bolivia, en consecuencia, habrían actuado en los inicios de la rebelión general contra España, contra la voluntad del rey, expresada claramente en el uti possidetis iuris de 1810. (Cfr. artículo titulado: "El enclaustramiento de Bolivia y visión del otro: nueva mirada a la guerra del Pacífico", Revista Cuadernos de Historia (Santiago), Nº 43, diciembre 2015. No es de nuestra incumbencia profundizar más aquí sobre el actual problema de límites entre Chile y Bolivia y sus reclamaciones de acceso al mar con soberanía. Dejamos el tema en manos de los expertos.
(9) La distancia medida en leguas españolas, es muy imprecisa. Por motivos prácticos, hemos optado por asignar la medida de 6 km por legua. Pero las leguas medían más o menos, según fuera la estructura (escarpada, llana, empedrada o sinuosa ) del camino recorrido. El autor señala para la zona altiplánica (la cordillera frígida), la presencia de algunas estancias de pastoreo de auquénidos domésticos, conocidos entonces como "carneros de la tierra". No se distingue en esta denominación, las llamas de las alpacas, especies diferentes, aunque emparentadas genéticamente.
(10). El dato aquí aportado es interesante, pues señala la extensión geográfica de la zona de pesca por parte de los pescadores conocidos como "changos". No se les nombra aquí, sin embargo, por este nombre. Según el autor, se realizaba esta faena de pesca y secado de pescado entre Cobija (este puerto) y las inmediaciones de Copiapó [Caldera], incluyendo la hacienda del Paposo. Se indica que esta última zona es la más despoblada de la costa. En efecto, esta extensa zona costera entre Paposo y Copiapó [Caldera], esto es, aproximadamente unos 200 km. de costa, carecía prácticamente de población autóctona estable en ese tiempo. No se nombra en este texto la especies marinas cazadas para fabricar el "charquecillo", o charqui seco de pescado, pero sabemos por numerosas fuentes que se trataba prioritariamente del congrio (género Genypterus spp.), pez del que existían (y existen aún) tres especies. Sabemos por otras fuentes que había dos tipos de charquecillo; el seco y el ahumado. Tenía la particularidad este charqui seco, rico en proteínas y vitaminas, que podía mantenerse por meses sin descomponerse ni alterarse. Por lo cual constituía un alimento ("mantenimiento") duradero, particularmente solicitado sobre todo en las regiones altiplánicas.
(11) El charquecillo ( descrito aquí como mejor alimento y más sabroso que el bacalao europeo) era llevado en mulas o carretas a muchas ciudades del interior de Bolivia. Se nombra aquí específicamente los centros poblados de Potosí (gran centro minero de producción de plata), ciudad de La Plata [Chuquisaca] y Cochabamba.
(12) Se indica con precisión el número de "jornadas" (días de caminata) entre San Pedro de Atacama, nombrado "Atacama", y Copiapó. Y de esta ciudad se dice que ya pertenece al Reino de Chile. Son 18 jornadas de camino, es decir 18 días de penoso viaje por tierra, en cabalgadura, sin detenerse. La distancia entre dos paradas en el camino era en extremo variable, y dependía absolutamente de la existencia de postas o tambos (entre 4 y 20 leguas) y, en lo posible, de lugares provistos de agua. La ruta seguida desde San Pedro de Atacama al sur -aunque aquí no se diga- era con certeza el antiguo Camino del Inca cuyos tambos, por esas fechas, probablemente aún eran atendidos y cuidados por los pueblos cercanos, conforme al mandato antiguo del Inca y las ordenanzas recientes de los gobernadores españoles. Los tambos y postas presentes en este camino incaico fueron reportados, estudiados y dibujados con precisión por la expedición del arqueólogo e ingeniero Hans Niemeyer Fernández y sus compañeros de ruta, hecha en la década del 80 del pasado siglo (Cfr. Hans Niemeyer y Mario Rivera: "El camino del Inca en el Despoblado de Atacama", Boletín de Prehistoria de Chile, Nº 9, 1983, Universidad de Chile,Santiago).
(12) El trayecto por el despoblado hacia el sur, desde el pueblo de Atacama, se señala como aquí particularmente duro, "por la falta de agua". Efectivamente, salvo en contados lugares donde los viajeros hallan minúsculos riachuelos o pozos (puquios), este trayecto entre Atacama y Copiapó coincide con la "zona de desierto absoluto", la comarca más árida del desierto de Atacama (y la más árida del mundo según el geógrafo alemán Wolfgang Weischet). El viaje se realiza muy cerca de las estribaciones occidentales más bajas de la cordillera de los Andes, al pie de grandes volcanes (Llullaillaco), desde donde escurren hacia el weste algunos escasos cursos de agua, a altitudes por sobre los 2.500 m de altura. Una de las mejores y más completas y detalladas descripciones de este terrible trayecto, es la que nos ofrece el cronista español Gerónimo de Bibar, en su Crónica y relación copiosa de los Reinos de Chile, publicada en Sevilla en el año 1558, en los capítulos 10 a 12 de su obra. (Cfr. Gerónimo de Bibar: Crónica y relación copiosa y verdadera de los Reinos de Chile (1558), en Biblioteca Ibero-Americana, Edición de Leopoldo Sáez-Godoy, Colloquium Verlag, Berlin, 1979: 23-28).
(13). Se indica que todo este trayecto, con excepción de algunos escasos ranchos de indios, es despoblado. Los escasos ranchos que topan, se hallan, precisamente, "en algunas aguadas". Se aclara lo dicho insistiendo en que algunas aguadas ni siquiera presentan presencia humana ("no en todas las aguadas...").
(4) Termina la Descripción con el aserto general que "en la cordillera hay muchas vicuñas y guanacos". Sabemos por otras fuentes, como el sacerdote Reginaldo de Lizárraga, que los indígenas, al transitar por este arduo camino entre Atacama y Copiapó, solían traer consigo perros adiestrados para dar caza a los guanacos que topaban eventualmente en su trayecto Estos perros calzaban botines especiales, hechos de cuero, para proteger sus extremidades de las piedras del camino. Guanacos pueden ser avistados hasta hoy en la comarca aledaña al camino del Inca. No así vicuñas, cuyo habitat normal se encuentra por sobre los 3.000-3.500 m de altitud.
Observación final.
Aunque breve y sucinta, esta relación tardía de Atacama, de los inicios del siglo XIX, contiene información valiosa que el eco-antropólogo, interesado en la relación íntima entre cultura humana y medio ambiente, puede extraer y utilizar con mucho provecho. Es lo que hemos intentado hacer en estas notas aclaratorias al texto original.
Con especial afecto al pueblo atacameño de hoy, los modernos Licanantay, herederos y amantes de la cultura tradicional, hemos querido dedicar este capítulo de nuestro blog, al haber cumplido en estos días los 89 años de nuestra vida. Confiamos en que los atacameños de hoy, más ilustrados que sus antecesores, sabrán conjugar sabiamente su progreso con la conservación y protección de su rico y milenario acervo cultural. Es nuestro más íntimo anhelo.