En recientes artículos nuestros en defensa de la actividad arqueológica del jesuita padre Gustavo le Paige en San Pedro de Atacama, en este mismo Blog, nos hemos planteado la siguiente inquietud: "es lícito exponer en los Museos momias o restos humanos del pasado"?. Las etnias indígenas reconocidas en Chile han estado poniendo hoy en tela de juicio esta práctica habitual, muy en boga en el siglo pasado en gran parte de los museos del mundo. Por cierto, también en Chile (1).
El caso tal vez más bullado en nuestro país, -que ha desencadenado una verdadera persecución a su autor- ha sido el del Museo arqueológico construido por el padre Gustavo le Paige en el poblado atacameño de San Pedro de Atacama, en la región de Antofagasta en 1962. Es bien conocido el hecho de que uno de los mayores atractivos de dicho Museo donde confluía un numeroso público extranjero curioso, era la exhibición de momias atacameñas perfectamente conservadas, junto a su rico ajuar mortuorio con el que fueron enterradas. No pocas de ellas, a lo que sabemos, con fechados de C14 cercanos a los 1.000 a 2.000 años atrás.
Fig. 1. Momias atacameñas expuestas en el Museo Arqueológico de San Pedro de Atacama por el padre le Paige (antigua foto nuestra en blanco y negro del 8 de diciembre 1964).
Fig. 2. La primera sala de exposición del Museo de San Pedro de Atacama. Observe las momias dispuestas a ambos lados de la sala. No se expone en vitrinas aún....todo está a la vista. (Foto H. Larrain, 8 diciembre 1964).
Fig. 3 Fotos de momias y cráneos del Museo del P. Le Paige en San Pedro de Atacama. En reportaje del diario "El Mercurio" de Santiago de Chile del día 25 de Junio,1981.
Nunca, que sepamos, exhumó le Paige tumbas o excavó cementerios indígenas recientes, posteriores a la conquista española. Mucho menos las tumbas adosadas a los costados de las iglesias antiguas, como en el caso de Chiuchíu (2). Pero sí cementerios o tumbas que, por cierto, no estaban visibles en el paisaje y que el arqueólogo llegó a descubrir gracias a su "olfato" característico o -más frecuentemente según sospechamos- gracias al "dato" suministrado por lugareños y que le hacían llegar a menudo (3).
Las momias y los cráneos atacameños.
¿Qué tenían de particular estos antiguos restos humanos para le Paige?. ¿Por qué su afán, aparentemente desmedido, por colectar y estudiar varios miles de cráneos humanos antiguos exhumados en la zona atacameña?. Porque hay constancia de que en su antiguo Museo llegó a acumular una enorme cantidad de cráneos, más de 4.000 (4). Material de estudio que para él era indispensable.
Fig. 4. Momia expuesta en el antiguo Museo de San Pedro de Atacama. Motejada como "Miss Chile" por algún desaprensivo visitante, tal denominación prendió y siguió en uso. Lamentable falta de respeto hacia una joven mujer atacameña del pasado. (Foto en reportaje citado de "El Mercurio", del 25 de junio 1981).
En nuestra opinión, tres poderosas razones impulsan al arqueólogo a buscar afanosamente y extraer, estudiar y guardar tales restos en su Museo:
a) Estudiar el tipo, forma y características de algunos de estos cráneos comparándolos con especímenes del tipo Neandertal descubiertos recientemente en Europa, obsesionado con la idea de hallar rastros del período paleolítico y del hombre de Neandertal en la zona atacameña (tarea propia de la antropología física),
b) analizar y describir las características de cada cultura representada por el conjunto de elementos característicos de su ajuar funerario, vestimentas, objetos, cerámica, utensilios varios u ofrendas asociados al entierro (tarea propia de la arqueología).
c) Verificar, por fin. la secuencia cultural observable desde un punto de vista cronológico para llegar a concluir la existencia de una continuidad de la cultura atacameña in situ. Cultura propia y característica de Atacama y claramente diferente de la de otros lugares, Para ello, necesitará le Paige examinar muchos contextos arqueológicos y obtener algunos fechados de C14 que le permitan afirmarla (tarea propia de la arqueología). (5).
En el primer caso, le interesaba descubrir posibles relaciones de los más antiguos habitantes de Atacama con grupos marginales (o finales) del paleolítico del Viejo Mundo. Concretamente, llega a sospechar la existencia de un contacto con grupos Neandertales llegados a América desde Siberia a través del estrecho de Behring en Alaska. Movido por esta "sospecha", nos podemos explicar bien su interés casi enfermizo por hallar posibles relaciones genéticas, perceptibles a través de la forma externa del cráneo (análisis de la calota craneana). Curiosamente, no se interesaba mayormente por el estudio de los maxilares inferiores (mandíbulas), como se puede apreciar a través de sus escritos.
En este contexto, podemos comprender su marcado interés por estudiar los que él denomina "cráneos chatos", especímenes que a él le recuerdan vivamente formas neandertales. Tal preocupación es claramente perceptible en varios de sus artículos de índole antropológico-física. Véase, a título de ejemplo, las siguientes citas que señala en su trabajo: "Cráneos atacameños, evolución, ritos", editado en los Anales de la Universidad del Norte Nº 5, año 1966:
"El caso tan extraño y especial de San Pedro de Atacama, mostrando en su material lítico y agro-alfarero una secuencia tan perfecta, esta vez no artificial, ¿tendría también su comprobante en los rasgos antropológicos?. La arqueología no, puede contestar (esta pregunta) y lo importante (en este caso) es la antropologia física" (le Paige, 1966: 7).
"El grupo de cráneos de "tipo chato" nos había llevado a decir que no podríamos afirmar si la mezcla de Neandertaloide y de Sapiens se había realizado antes del paso por Bering, o en América misma. El cráneo de Tambillo inclina la cuestión en favor de la segunda hipótesis" (Le Paige 1966: Lám. 4). (6).
"Ahora bien, ¿en qué consiste el grupo de Tipo Chato?. Tiene tres características : 1) arcada supraciliar (7) pronunciada; 2) frente huyente, 3) occipital bajo y alargado, además de la altura Bregma-Basion (ABB) muy reducida.
También hay que insistir sobre el hecho de que el cráneo del "Tipo Chato" se encuentra en los cementerios más antiguos de San Pedro de Atacama, para desaparecer totalmente en los más recientes". (le Paige, 1966: 8-9, énfasis nuestro).
El lenguaje usado por le Paige en estas citas es a veces tan lacónico y sintético (y a veces imperfecto), que cuesta no poco entenderlo...Por eso, nuestra adición en el texto de algunas palabras aclaratorias puestas entre paréntesis.
Fig. 5. El padre le Paige estudiando los cráneos de su colección craneológica. Imagen tomada de su propio trabajo: "Antiguas culturas atacameñas en la cordillera chilena", Anales de la Universidad Católica de Valparaíso, Nº 4-5, 1957/58, pág. 123.
En síntesis, le Paige nos viene a decir:
Así como se puede comprobar en la zona atacameña una clara secuencia cultural tanto en la evolución de la cerámica como en la lítica, podríamos preguntarnos si, a la vez, será posible observar una evolución temporal en los caracteres físicos de la calota humana desde el tipo Neandertal al tipo de "Cráneo Chato", exhumado en San Pedro, tipo éste último que, de acuerdo a le Paige, es propio de tumbas muy antiguas y termina por desaparecer del todo en tiempos más recientes.
A le Paige se le objetó en su tiempo que en sus análisis craneométricos confunde la deformación tipo "tabular oblicua" -frecuente en la zona- con un imaginado "Tipo Chato". Le Paige arguye con argumentos, sin embargo, decididamente en contra de dicha posible confusión (ver 1966: 9); (8).
En suma, aún cuando los conocimientos de le Paige en materia de antropología física fueran frágiles (pues no existe la menor constancia de estudios suyos en esta especialidad) (9), podríamos concluir que él tenía el "presentimiento" de que su secuencia craneométrica apuntaba a la probable persistencia de rasgos neandertaloides en su zona de San Pedro. Muchos de sus cráneos, como los que rotula de "tipo chato", en su opinión, le parecen comprobar definitivamente sus hipótesis (10).
Tal búsqueda le incentivaba a exhumar y reunir la mayor cantidad posible de cráneos con el objeto de corroborar sus audaces hipótesis. Lo cual nos permite explicarnos hoy, perfectamente, y sin recurrir a hipótesis estrafalarias, la enorme cantidad de cráneos que llegó a reunir en su Museo arqueológico.
Lo que más le apena - y lo confiesa abiertamente- es no haber podido hallar tumbas comprobadas correspondientes a las culturas líticas más antiguas de cazadores-recolectores: según él, las de Ghatchi o Tulán (11). Lo señala explícitamente , con una cita parcial en francés, al inicio de su trabajo "Cráneos atacameños" (1966: 5):
"En abril de 1966 el arqueólogo francés que descubrió en enero de 1953 el tesoro de Vix, decía: "mais ce qu`il me faut, voyez vous, c´est la nécropole de guerriers de Vix. Où est elle? sacrebleu!.." (traducción: "lo que me falta, véanlo, es la necrópolis de los guerreros de Vix...¿donde está?, ¡maldición!...(1966: 7).
Citas semejantes se puede espigar en su trabajo: "Estudio craneométrico de la colección del museo de San Pedro de Atacama", Anales de la Unversidad del Norte, Antofagasta, Nº 1, 12-35 del año 1961 o en su artículo: "Cráneos atacameños: evolución, ritos", publicado por Anales de la Universidad del Norte, Antofagasta, Nº 5, 7-10, año 1966.
Este tema (posible influencia temprana Neandertal en América) le intriga y apasiona enormemente. En buena medida, -sospechamos- sería éste el fruto de sus frecuentes lecturas de reportes franceses aparecidos en revistas de Francia o Bélgica, que recibe regularmente y/o de las lecturas de las obras de su correligionario, el jesuita y paleontólogo francés Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955). (12).
En nuestras frecuentes visitas a San Pedro de Atacama (1963-65) para ayudar a le Paige en sus tareas apostólicas, tuvimos la grata oportunidad de conversar y discutir más de una vez este tema con el propio le Paige que estaba por entonces realmente obsesionado con esta posibilidad.
Momias atacameñas.
¿Qué pensaba le Paige sobre la exposición de sus momias en el Museo de San Pedro?. En primer lugar, debemos tomar en consideración el hecho de que, en aquellos años, era frecuente y normal exponer cuerpos humanos con su respectivo ajuar funerario, procedentes de excavaciones, en todos nuestros museos arqueológicos. Nadie lo objetaba. Por el contrario, ello constituía una prueba tangible de la fidelidad del científico al mostrar el fruto de sus excavaciones y sus resultados concretos.
Recuerdo bien que nosotros mismos, en nuestro pequeño museo de la Universidad del Norte en la calle Prat en Antofagasta, teníamos en exposición varias momias desenterradas por Bernardo Tolosa en Quillagua (1964). En particular, recuerdo muy bien aquella de un pescador que presentaba, colgada a su cuello, una talega decorada. En su interior, hallamos numerosos pececillos pequeños, disecados. como "alimento" para la vida en el más allá.
En efecto, en mi Diario de Campo rotulado como I-A con fecha de 12/08/1963 y con ocasión de la visita a Quillagua con Bernardo Tolosa, anoté lo siguiente: "cementerio de pescadores. Junto a los sembrados, al lado del camino, se trajo dos momias (al Museo), una de adulto envuelta en piel de pájaros, con plumas, atada con correones de cuero (¿de lobo de mar?... ¿de auquenidos?)". (Diario I-A, 1963, pág.4). Este proceder nuestro no fue ciertamente una excepción: seguíamos el modo de actuar de la mayoría de los arqueólogos de la época.
Otro recuerdo personal.
Me atrevo a aportar aquí otra escena en que me tocó ser protagonista. Extracto de mi Diario de Campo Nº 1-A la fecha aproximada del hecho: 24/09/1964. Invitado por el arqueólogo Percy Dauelsberg del grupo de Arica, fui desde Antofagasta con el joven estudiante de biología Agustín Llagostera a ayudar a Percy y su equipo a desenterrar tumbas halladas en un montículo funerario, en la parcela 19 del valle de Azapa. Los dueños de dicha parcela, la familia Ramos Coddou querían, a toda costa, eliminar un gran túmulo, situado a unos 30 m. de su vivienda y que, según ellos, les estorbaba. Sondeos previos hechos por la propia familia (en realidad, "huaqueos"), señalaban claramente la presencia de gran número de tumbas apiladas unas encima de otras. Por ello recurrieron al arqueólogo Percy Dauelsberg, por entonces el mejor experto de la zona. Dos o tres días, en efecto, estuvimos allí ayudando y tomando notas de los hallazgos (13). La totalidad del material funerario entonces recolectado pasó a integrar las colecciones del Museo arqueológico de Percy que, a la sazón, se encontraba en calle Sotomayor, en la ciudad de Arica. Pero Percy, a pedido mío, nos obsequió algunas momias y cerámicas decoradas para formar parte de la colección de nuestro museo de la Universidad en Antofagasta.
Como el jesuíta Alfonso Salas nos había pedido que de vuelta a Antofagasta trajésemos dos vehículos nuevos (citronetas), recién compradas por la Universidad en Arica, aproveché la oportunidad de llevar conmigo 3 momias procedentes del citado túmulo funerario (14), obsequio de Dauelsberg para nuestro flamante Museo universitario. No pensé para nada en las posibles consecuencias. Al llegar a la aduana de Cuya, sitio de control policial obligado, me presenté en la oficina. A la pregunta del carabinero por el número de pasajeros que yo portaba, señalé que en mi vehículo venían otros tres pasajeros que estaban imposibilitados de bajar. El funcionario se acercó al vehículo a verificar y ahí se da cuenta de la calidad de los presuntos viajeros. Al ver mi aspecto de sacerdote y al escuchar mis explicaciones, el funcionario policial sonrió y nos dijo: "aquí en Cuya cuando levantaron el cuartel policial, aparecieron también varios entierros". Por suerte para nosotros, no dio mayor importancia al hecho que en otra época pudo habernos costado caro (15).
Este pintoresco episodio demuestra con qué facilidad, en aquellos años, se podía traficar en el país con restos humanos arqueológicos y objetos funerarios.
En Santiago, la momia del cerro El Plomo.
La arqueóloga austríaca Grete Mostny, directora del Museo de Historia Natural de Santiago, mantenía en exposición, como notable adquisición, la famosa momia de la niña del cerro El Plomo, hallada en el año 1954, notable expresión de un sacrificio humano denominado "capacocha" dedicado al sol y a las divinidades de las alturas en el Tawantinsuyo de los Incas. (16). Esta exposición ha atraído, por muchos años, numerosísimos visitantes. Nadie objetó nunca -que sepamos- su exhibición en el Museo.
Le Paige por lo tanto, en este tema -como en otros similares- solo continuaba una tradición general existente en todos los museos del mundo, costumbre iniciada, tal vez, en el Museo de El Cairo con la exposición pública de las famosas momias de los faraones o altos funcionarios egipcios que han sido exhumadas hasta hoy, en los cementerios de Saqqara, Lisht, Tebas y otro sitios más en Egipto y Nubia (17).
Es cierto que Le Paige -a diferencia de todos los otros arqueólogos en Chile- exhuma muchos más cuerpos y cráneos que todos sus colegas chilenos juntos (18). Ya hemos abundado en su explicación, a nuestro entender, por las poderosas razones que le mueven e impulsan en este afán aparentemente exagerado.
¿Ahora bien, existe algún "parentesco" real de las momias atacameñas con los actuales habitantes de la zona?.
Los pueblos indígenas en Chile, en particular los del Norte (aimaras, quechuas, lickan antai, collas o diaguitas) arguyen hoy que la exposición museológica de los restos de sus "antepasados", máxime en el estado de momias, les resulta particularmente denigrante y vergonzosa, Atenta -señalan- contra su dignidad y sus más caras convicciones éticas y religiosas. Nos consta, en efecto, el profundo respeto que sienten por sus antepasados ("los abuelos") a los que visitan y honran invariablemente en sus cementerios y camposantos. Y basta acudir a sus cementerios, especialmente los días 1 y 2 de noviembre de cada año (19), para constatar cómo las familias indígenas honran, con muestras de respeto y reverencia, la memoria de sus antepasados.
¿Son estas momias realmente sus verdaderos antepasados?.
Ahora bien, nos podemos preguntar seriamente sobre el parentesco real de los actuales habitantes de Atacama y los cuerpos momificados que se exponía a la vista del público en el Museo arqueológico del padre le Paige en San Pedro de Atacama. En otras palabras, ¿son los actuales lickan antai en sus diferentes poblados los descendientes directos de esos difuntos momificados expuestos en el Museo?. Porque si no lo fueran y tuviesen un comprobado origen diferente, estarían exigiendo su devolución sin fundamento o prueba alguna.
Si, ex hypothesi, el cuerpo momificado corresponde a un individuo que vivió hace 1.500 años digamos en el ayllo de Coyo, Tchécar, Túlor o Quitor, habría transcurrido entretanto la friolera de 80 generaciones (si consideramos un promedio de 25 años por generación) hasta alcanzar la generación actual. ¿Será posible constatar un parentesco real de un actual residente de Coyo o Quitor o Túlor con su lejano antepasado prehistórico, habiendo transcurrido entretanto nada menos que 80 generaciones?.
En sentido estricto, tal parentesco sí sería posible. Pero para ello se requiere, de necesidad, el cumplimiento de varias premisas básicas. Una, que los miembros de dicha familia no se hubiesen movido de su lugar de origen durante todo ese extensísimo período de tiempo; y dos, que no hubiese existido interferencia alguna en su árbol familiar por el aporte genético de otros individuos (hombres o mujeres), venidos de otras zonas geográficas, otras tribus y otras culturas. En otras palabras, que no hubiese existido mezcla alguna racial con otros grupos humanos.
¿Es posible que tal cosa haya podido ocurrir en Atacama? ¿Es posible la conservación en el ADN de un actual residente de Coyo o Tchecar o Quitor de genes de hace unas 80 generaciones atrás?. En principio, tal como decíamos, sí es teóricamente posible.
El notable caso de Ötzi, el cazador alpino.
Tenemos hoy en el mundo algunos notables casos ilustrativos al respecto. Así, por ejemplo, estudios genéticos recientes han podido comprobar, sin género de duda, que en el ADN de no pocos actuales habitantes del Ötztal, en los Alpes italianos (frontera con Austria), persisten genes ya presentes en el ADN del famoso Ötzi, el cazador alpino también conocido como "el hombre de Hauslabjoch" que vivió hace alrededor de 5.300 años en la misma zona alpina. Fue hallado en el año 1991 casualmente, intacto, con sus armas de caza, por montañistas alemanes, entero y congelado, entre los hielos de los Alpes a 3.200 m de altitud. ¡En este caso, se estaría probando que subsistió un lejano parentesco tras el transcurso de 212 generaciones!.
Otros casos de exposición de cuerpos humanos momificados.
Además del cercano caso del "hombre verde" o "momia de cobre" , cuerpo naturalmente momificado de un antiguo minero atacameño, hallado en el año 1881 en un antiguo pique prehistórico cercano a Chuquicamata, intacto, con sus herramientas de trabajo y vestimenta (20), hay en el mundo muchos otros casos de hallazgos de momias semejantes, muy antiguas y bien conservadas, sea en las arenas del desierto egipcio o nubio, sea en las turberas escandinavas o inglesas.
En el Museo de Arica de la Universidad de Tarapacá, en el valle de Azapa se expone hasta hoy, sin prejuicio ni reclamo alguno, un conjunto de momias del tipo "Chinchorro", fechadas entre los 5.000 y 7.500 A.P (antes del presente). ¿Han reclamado acaso los actuales descendientes de los Changos costeros por su exposición en vitrinas de Museos?
En el año 1950 fue hallado en Tollund, Dinamarca, el cuerpo momificado y perfectamente conservado, en la turba de un pantano de un hombre de unos 40 años de edad que se especula habría sido sacrificado a los dioses en la Edad del Hierro. Su data es de unos 2.400 años. Los daneses lo exponen hoy al público sin ruborizarse.
Estos casos como muchísimos otros semejantes que podríamos citar, son hoy conservados y mostrados con naturalidad y sin escándalo en museos de Estados Unidos o de los países nórdicos. Nadie -que se sepa- ha objetado hasta hoy su exhibición al público.
¿Qué ocurre en el caso atacameño? El caso particular del área atacameña desde el punto de vista demográfico.
En nuestra opinión, la premisa requerida: la existencia de un total aislamiento geográfico (como es el caso señalado del Tirol italiano donde se halló a Ötzi) sostenemos que no se habría dado, ciertamente, en el caso atacameño. A pesar de su aparente aislamiento total y lejanía, el área de Atacama y sus poblados ha sido objeto de un tráfico intenso e incesante de personas a lo largo de la historia antigua y reciente. Pruebas al canto.
1. En primer término, recordemos la presencia del camino del Inca o Qhapaq Ñan, ruta incaica que cruzaba de norte a sur el territorio atacameño y que, aún hoy, conserva trozos de sus antiguas huellas en la zona de Peine y al sur de Tilopozo (21). Durante el período incaico, esta ruta era, para el imperio Inca, la única forma de comunicación con el extremo sur andino del Tawantinsuyo, próxima al océano Pacífico. Por aquí traficaron -según las crónicas- los ejércitos del Inca desde Pachacuti hasta Huayna Cápac y, posteriormente, las huestes de los conquistadores españoles Diego de Almagro (1535), Pedro Sánchez de la Hoz y Pedro de Valdivia (1540) y varios otros grupos de soldados posteriores de refuerzo solicitados a Lima por este último. Movimientos de tropas que, invariablemente, involucraban un contacto (forzado o amistoso) con los pobladores cercanos para recabar su indispensable apoyo y asistencia. Así, podemos estar seguros que se reclutaba siempre a los pobladores cercanos -hombres y mujeres- en calidad de obligados cargadores o auxiliares.
2. Se sabe bien hoy, además, por las fuentes de la arqueología histórica y la historia colonial temprana, que el río Loa fue una habitual senda de comunicación de los grupos altiplánicos con los grupos de pescadores changos y camanchacas de la costa pacífica. Durante el trayecto, disponían del agua fresca del río y alimento vegetal seguro para sus llamas de carga. Al llegar a la costa, en la desembocadura del Loa, intercambiaban sus producciones: textiles, coca, quínoa y variedades de papas por pescado seco ("charquecillo"), algas y mariscos secos con los changos o camanchacas pescadores allí residentes. Existió aquí una antiquísima y pequeña aldea de pescadores, investigada por el arqueólogo Lautaro Núñez en el año 1963, cuyas ruinas están visibles hasta el día de hoy (22). En efecto, se dio un tráfico incesante y desde tiempos inmemoriales en ambos sentidos, ya que también los pescadores solían internarse en el territorio árido y alcanzaban los poblados atacameños o aimaras para realizar un activo intercambio comercial o trueque (23).
3. Esta incesante movilidad entre las tierras altas de Bolivia actual y la costa del Pacífico -bien comprobada por el arqueólogo John Murra (1972) para el sur peruano (24), debió existir desde una remota antigûedad y nos consta se dio al menos desde la época de influencia de la cultura altiplánica de Tiahuanaco (25). Tal frecuente intercambio mutuo de productos, sin duda alguna, trajo también consigo un incesante intercambio de genes, fruto del maridaje o cruce eventual con mujeres atacameñas.
4. Esta movilidad trans-andina (en ambos sentidos) experimentó su máximo desarrollo -a lo que creemos- en la época salitrera (entre los años 1840 y 1925), cuando desde Jujuy, Catamarca, La Rioja o Tucumán numerosos arrieros argentinos viajaban continuamente, conduciendo recuas de ganado bovino en pie hasta las Oficinas Salitreras sitas en la pampa del Tamarugal, para aportar carne fresca a sus pulperías. No pocos de entre ellos, siendo solteros, terminaron radicándose definitivamente en los poblados atacameños donde formaron familia donde subsisten hasta hoy sus apellidos.
La consulta de archivos parroquiales: un hallazgo.
Hace años, tuve la oportunidad de revisar someramente los archivos antiguos de bautismo y matrimonio de la parroquia católica de Calama. Recorriendo las partidas fechadas aproximadamente entre los años 1880-1925 me sorprendió mucho en la información referente al lugar de origen y actividad del padre (del recién bautizado o casado) la gran cantidad de anotaciones que señalaban como su actividad "arriero", y como procedencia, pueblos de Bolivia y/o norte de Argentina. Asentados ya en pueblos atacameños pertenecientes a la parroquia católica de Calama, no pocos de estos antiguos arrieros terminaron casándose con atacameñas, formando allí sus nuevas familias. Varios de los actuales apellidos de la zona, tales como Cruz, González, Reyes, Tejerina, Ramos, Zuleta, Escalante, Mondaca, Lobera, etc.... tendrían -según mis sospechas- este probable (¿o posible?) origen. Los antiguos y venerables apellidos atacameños (como Cátur, Saire, Kabur) son hoy sumamente escasos allí y al parecer más bien se les podría hallar en los pueblos más alejados como Caspana, Toconce, Ayquina o Peine. Los arrieros argentinos o bolivianos que se afincaron en la zona -tal como lo hemos explicado- prefirieron instalarse en las prósperas tierras agrícolas, entre los ayllos de San Pedro y/o Toconao donde hasta hoy viven sus descendientes.
Comentario final.
Gustavo le Paige es un hombre de su tiempo. Es decir, en muchos aspectos y decisiones, actúa como todos sus contemporáneos. Pero hay algo más en él que, a nuestro parecer, lo diferencia profundamente de sus colegas chilenos de su época: está imbuido de ciertas hipótesis fijas que procura, por todos los medios posibles, comprobar. Ya lo hemos señalado. Son éstas: 1) probar la enorme antigüedad del hombre atacameño y su relación genética con el Neandertal de Europa y/o Asia, y 2) dejar en evidencia y comprobar la "continuidad de la cultura atacameña" en la zona a pesar de los evidentes cambios en sus estilos cerámicos. Y como corolario final: 3) dar a conocer al mundo culto la extraordinaria riqueza cultural de la zona de Atacama. El instrumento elegido: la creación de un Museo ad hoc.
Para ello, toma la audaz decisión de montar, contra viento y marea, un Museo arqueológico donde puede libremente y sin cortapisas mostrar a los sabios del mundo sus descubrimientos. Por eso, atrevidamente, convoca allí mismo, en el recinto de su naciente museo, dos importantes Congresos: el primer Congreso Internacional de Arqueología en el año 1963 y -posteriormente- el Congreso Panamericano de Arqueología, el que tuvo también lugar en San Pedro, en el mes de diciembre del año 1969.
¿Le faltó, tal vez, hacer algo más al padre le Paige para dar a conocer sus audaces hipótesis?.
Reflexionando serenamente sobre este tema, hemos llegado a la convicción de que más de algo le faltó a le Paige hacer en relación con su actividad museológica en San Pedro de Atacama. Algo que le habría evitado - así lo creemos- la ola de críticas actuales a su labor. Algo que, por lo demás, también hemos echado de menos entre los arqueólogos recientes del Museo de San Pedro de Atacama y que ha provocado ese distanciamiento (por no decir alejamiento) de los actuales atacameños de las actividades del Museo, de los arqueólogos y de la actividad arqueológica en general. ¿Qué es?.
Le Paige siempre se apoyó solamente en un pequeño grupo de jóvenes y fieles ayudantes a los que enseñó a excavar. A ellos los educó, formó y corrió siempre con los gastos de su educación y sus necesidades personales. A ellos les explicaba algunas cosas acerca de la importancia del trabajo científico que se hacía en el Museo.
Pero, que sepamos, nunca intentó dar a conocer y explicar a los adultos atacameños de su pueblo, y especialmente a los jefes de familia más capaces y despiertos, acerca de las profundas razones de su labor y de los objetivos concretos que él perseguía en sus búsquedas. En suma, no supo (o no pudo) dar a conocer y explicar su trabajo a sus propios feligreses de su Parroquia.
¿Qué debió hacer a mi entender? El padre pudo formar a su alrededor, un grupo de apoyo de hombres, jefes de familia, a los que explicara en detalle su trabajo y sus motivaciones más caras. Pudo formar una especie de "círculo de estudios antropológicos" con ellos y para ellos. A ellos pudo y debió explicar la enorme importancia de su labor científica para el futuro de su pueblo. ¿Por qué no lo hizo?. ¿Por falta de interés o de tiempo?...Ciertamente no habría sido tarea fácil reunir periódicamente un grupo de hombres y mujeres del pueblo con dicho fin explícito, cuando ellos y ellas disponían de escaso tiempo para ello, ocupados como estaban en sus urgentes labores agrícolas.¿O tal vez pensó que ellos nunca llegarían a comprenderlo del todo?. ¿Resabio éste de una "mentalidad colonialista" fruto insospechado, tal vez, de su actividad entre las tribus iletradas del Congo Belga?. Impronta que ha sido sugerida por un investigador reciente de su labor, a nuestro entender sin fundamentos serios (26).
Lo cierto es que no lo hizo, o no supo hacerlo. En cambio, sí lo hizo y con un éxito descomunal, ante el mundo científico internacional a través de sus Congresos en el poblado de San Pedro. A los científicos del mundo, en cambio, sí supo presentar con inusitado vigor y energía sus descubrimientos y sus audaces razonamientos.
Lo cierto es que le Paige nunca imaginó -a lo que sospechamos-, la futura reacción negativa de algunos atacameños ante el trabajo de toda su vida, reacción negativa que se iba incubando e incrementando sotto voce con los años. ¿Supuso, tal vez, que solo se trataba de un cierto vago temor a la "venganza" de los difuntos de sus antepasados por violar su descanso eterno y que éste se desvanecería con el paso del tiempo?. Si llegó a darse cuenta de ello, ciertamente no le confirió mayor importancia. Máxime cuando veía que muchos de ellos o sus mujeres, le suministraban con frecuencia datos de hallazgos de cuerpos o le traían de obsequio los cántaros u objetos que casualmente hallaban en sus chacras. Yo fui, varias veces, personalmente, testigo de tales donativos (años 1963-64). ¿Vió le Paige en ello una suerte de aprobación tácita a su labor científica desarrollada en el Museo?. Tal vez.
Resulta bastante difícil hoy, saber con certeza qué opinaba le Paige al respecto. ¿Subestimó la capacidad intelectual de los atacameños para comprender la enorme importancia de su labor?. ¿Resabio inconsciente de su labor misional en el Congo entre sus negros iletrados...?. ¿ O fue causado por su convicción de que, en definitiva, ellos terminarían finalmente por aceptar y comprender su labor confiando en él tal como ocurriera en tantas otras ocasiones? Recordemos a este propósito, que el padre fue un líder indiscutido en muchas actividades del pueblo productivas y educativas, incluso en sus justas y competencias deportivas.
Preguntas que resulta muy fácil hacerse hoy pero que tal vez nunca podremos responder con total certeza. Por ejemplo: ¿se percató le Paige de la reacción normal general de sus visitantes atacameños al contemplar las momias expuestas de sus presuntos "abuelos"?. ¿Analizó las posibles consecuencias futuras para su labor científica derivadas de este temor reverencial a los difuntos?.
Consideremos, a este propósito, que toda la actividad museológica y excavatoria del padre le Paige coincide con un período previo al reconocimiento de los atacameños como "pueblo indígena" en la legislación nacional. Es decir, le Paige actúa como investigador del pasado remoto atacameño bastante antes de que los pueblos atacameños se auto-definieran y fueran reconocidos como "pueblo" indígena, autóctono de Chile. Le Paige muere en mayo del año 1980; la Ley indígena en Chile que por fin los reconoce como pueblo autóctono, data, en cambio, del mes de octubre del año 1993.
Nos consta a los investigadores que tal reconocimiento legal acarrearía, muy pronto, gran número de cambios en la propia visión de los pueblos indígenas (en su auto-percepción étnica) y en sus demandas específicas al Estado chileno.
Le Paige, finalmente, fue un destacado hombre de ciencia de su tiempo en nuestro país. Los valiosos reconocimientos nacionales e internacionales recibidos en vida, así lo atestiguan sin discusión. Negarles hoy su validez, equivaldría a pretender borrar el pasado, por el hecho de ser pasado. Tal proceder sería contrario al más elemental escrutinio histórico. En consecuencia, la actividad de le Paige debe ser juzgada con los criterios y juicios éticos propios de su época, de ningún modo en base a concepciones, modelos, juicios o parámetros actuales. Esto, de acuerdo a las reglas de la más elemental justicia. Lo contrario, pecaría de un ilegítimo y descarado anacronismo.
Colofón.
En cuanto a la persistencia de un posible y remoto "parentesco" entre los actuales habitantes del salar de Atacama y las márgenes del río Loa, y las momias excavadas por le Paige, valga la abundante argumentación arriba expuesta. Tal posibilidad ciertamente podría teóricamente darse (27), pero creemos que en el caso presente sería sumamente remota y/o muy dudosa, siendo muchísimo más probable que se detecte -mediante el cotejo comparativo de muestras de ADNmit- un parentesco bastante mayor de los atacameños actuales con los pobladores quechuas del extremo sur boliviano (Lipes) y/o con alguno de los grupos étnicos del Noroeste argentino por las poderosas razones históricas aducidas más arriba. Valdría ciertamente la pena que algún investigador avezado y provisto de nuevas técnicas, realizara un día tal prolijo cotejo para esclarecer mejor este punto y salir, una vez por todas, de dudas (28).
Estampamos en el capítulo de nuestro blog titulado: "El arqueólogo Mario Orellana y Gustavo le Paige: un testimonio elocuente", editado el día 30/08/2011 las frases que siguen, tomadas ad litteram del arqueólogo Orellana y que hoy reafirmamos con pleno conocimiento de causa:
"Hoy por hoy, digan lo que digan algunos sobre la "impiedad" de Le Paige para con los ancestros de los atacameños al sacarlos de sus tumbas, no puede dudarse de que la llegada de este humilde y servicial sacerdote de sotana gris, cambió el rumbo de la sociedad y de la cultura lickan antai, orientándola decidadamente hacia la presente toma de conciencia y reetnificación de su pueblo, el pueblo atacameño".
Notas al texto.
(1) En tiempos del P. le Paige no surgía aún esta exigencia de los actuales pueblos indígenas en relación al cuidado y respeto hacia los restos de sus antepasados. En enero del año 1960, residiendo yo mismo durante dos meses en el poblado, observé atónito en los alrededores de Chiuchíu y Lasana, tumbas saqueadas y decenas de momias expuestas al sol y a la innata curiosidad de los turistas que les tomaban fotos. Lo vi con mis propios ojos. A nadie (tampoco a los pobladores vecinos) tal práctica pareció importarles mayormente. Por entonces, en todos o casi en todos los Museos de Chile se exhibía con orgullo algunas momias. Más aún, me atreverìa a decir que su exhibición era considerada prueba legítima de un registro arqueológico cuidadoso, tras las excavaciones practicadas por los arqueólogos en el lugar.
Respecto a la postura actual de los grupos lickan antai o atacameños en este tema, aportaremos aquí una prueba muy reciente (05/04/2024), de gran interés. Héla aquí: en el periódico digital el ciudadano.com el periodista don Absalón Opazo nos dice al respecto: "Pueblo Lickan antai pide una ley para la repatriación de los cuerpos de sus ancestros".
Allí se nos indica que se ha recurrido al efecto a la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados. Piden la formulación de un proyecto de ley que permita la repatriación de los cuerpos de sus ancestros. El representante del pueblo atacameño Rudecindo Espíndola señala que la arqueología del siglo XX se caracteriza por la excavación de tumbas indígenas, lo cual (sic!) faltó al respeto a sus ancestros que incluye no molestar los cuerpos de sus antepasados, a quienes conocen como sus "abuelos" o "gentiles".
El texto es elocuente y refleja la posición actual de algunos dirigentes indígenas. ¿Tienen o no razón?. Es exactamente lo que hemos discutido en este capítulo.
(2) A los costados de la iglesia colonial de Chíuchiu, la más antigua de Chile, se adosan filas de túmulos de barro, semejando sarcófagos, algunos de los cuales aún portan los nombres del difunto. Allí se enterró piadosamente hasta fines del siglo XIX. Durante la época colonial, en los muros de los templos más importantes de las ciudades, fueron inhumados personajes principales que así lo habían solicitado expresamente en sus testamentos. Algunos templos incluso poseían sendas criptas bajo la nave principal, para tal efecto. Es el caso que nos consta, por ejemplo, en la iglesia del pueblo de Tarapacá, también de época colonial. Cripta ésta que nunca ha sido examinada todavía desde un punto de vista etnográfico y demográfico y que sabemos contiene numerosos entierros de la época colonial. (Información oral obtenida del especialista en restauración el antofagastino Eduardo Muñoz hacia el año 1980).
Esta práctica, habitual en el mundo católico, muestra a las claras el profundo respeto de la iglesia hacia los difuntos a los cuales otorga siempre un responso de despedida en su partida hacia la eternidad. No olvidemos aquí que la iglesia sostiene la firme creencia en la futura resurrección de los cuerpos, al fin de los tiempos, tal como lo proclama el Credo de los Apóstoles, desde la época de los Concilios Niceno y Constantinopolitano (años 325 y 381 D.C.).
(3) Tengo la impresión -lo que tal vez fuera posible confirmar a través de las páginas del Diario de le Paige- que la mayoría de los cementerios excavados por el padre fueron fruto directo de un aviso oportuno por parte de los propios lugareños agricultores que tropezaban con dichos cuerpos u objetos fúnebres al labrar sus campos. Tal vez sus antiguos ayudantes del Museo, puedan aún hoy informarnos mejor al respecto. Si tal fuera el caso -como sospechamos- la "responsabilidad" quedaría evidentemente compartida.
(4) Véase nuestro artículo: "Gustavo le Paige: escudriñando los orígenes del pueblo atacameño", en este mismo blog de fecha 11/07/2010. El arqueólogo Agustín Llagostera M. en su obra Los antiguos habitantes del Salar de Atacama, Prehistoria atacameña, (Biblioteca del Bicentenario, Pehuén editores, 2004): destaca lo siguiente sobre la inmensa labor arqueológica del padre le Paige en la zona:
"El Padre le Paige, si no fue el primer investigador de estos lares, fue el que trabajó y vivió aquí por más tiempo y, con justa razón, se autodefinió como el "creador de los estudios atacameños". Reunió alrededor de 375.000 objetos, descubrió más de 100 sitios arqueológicos y cerca de 40 pueblos en ruinas, excavó más de 3.000 sepulturas en alrededor de medio centenar de cementerios" (2004: 13).
En su bello trabajo titulado: "Museo Arqueológico R.P. Gustavo le Paige, San Pedro de Atacama", Agustín Llagostera y María Antonieta Costa, sus autores, ya habían señalado la existencia de 4.258 cráneos humanos, en el inventario del Museo realizado en diciembre del año 1983. En dicho inventario, se indica, igualmente, la existencia de "346 momias y fardos funerarios" (Cf. Llagostera y Costa, Serie Patrimonio Cultural Chileno, Colección Museos Chilenos, Universidad del Norte, San Pedro de Atacama, 1984: 7).
(5) Le Paige consigue a través de sus contactos en Francia, varios fechados por C14 obtenidos del Institut Internationale de l´Énergie Nucléaire de Francia de muestras de las culturas que considera más representativas del desarrollo cultural en el área atacameña. Así envía, por ejemplo, muestras de su famoso cráneo de Tambillo, espécimen que considera de su "tipo Chato", con evidente influencia -según él- del ancestro Neandertal. Le Paige, en efecto, no desdeña recurrir a las más avanzadas técnicas de fechado de sus materiales arqueológicos, así como consultaba constantemente sus dudas con los especialistas geólogos, antropólogos físicos o paleontólogos.
(6) Le Paige se pregunta sobre la época precisa de un posible cruce genético entre el Neandertal y el tipo Sapiens americano. Y se inclina por creer que tal mezcla genética pudo producirse en territorio americano. Para él, sus cráneos del "Tipo Chato" lo estarían demostrando...Hoy sabemos, sin embargo, por la arqueología, que los grupos Neandertal se extinguen totalmente y desaparecen en Europa y Asia hace unos 40.000-45.000 años atrás. No conocemos aún con precisión absoluta las fechas más antiguas del primer tránsito de grupos de cazadores desde Siberia, a través del Estrecho de Behring, hacia América (Alaska). Tal vez nunca lo sabremos a ciencia cierta, por el siempre cambiante y cada vez más prolijo cómputo asignado por los investigadores de este período. Los fechados más antiguos, "probables", que hoy manejan los arqueólogos americanos para tal ingreso, rondan los 25.000-30.000 años A.P. (antes del presente). Pero no más atrás por ahora. Digo "por ahora", por cuanto las fechas de llegada a América por las islas Aleutianas y Alaska, a partir de Siberia, han ido poco a poco retrotrayéndose a fechas cada vez más antiguas a medida que se hace nuevos descubrimientos con nuevas y más refinadas técnicas. Hubo, seguramente, muchas oleadas sucesivas de tránsito, tal vez desde distinto lugar de procedencia, siendo los esquimales, según se afirma, los últimos en poner pie en Alaska, muchos milenios más tarde, procedentes de Asia. Pero de algo estamos ciertos: hasta hoy, no se ha registrado dato alguno que confirme con certeza la penetración de grupos Neandertales o Neandertaloides a América. El tema, sin embargo, tal como en la época de le Paige, sigue siendo hoy de gran interés y actualidad.
(7) Arco o arcada superciliar se denomina a "una eminencia ósea del cráneo que se encuentra situada sobre las cavidades oculares, en la porción anterior del hueso frontal a la altura de la ceja, por encima de la órbita". (cita tomada de Internet).
(8) No sabríamos si los argumentos esgrimidos aquí por le Paige en favor de su hipótesis poseen validez científica aún hoy día. Aquí tienen que opinar más bien los especialistas del ramo: es decir, los antropólogos físicos y los paleo-antropólogos.
(9) La única pista que hemos hallado sobre los conocimientos de le Paige en temas de antropología física son sus contactos con el médico forense (?) Carlos Larrain del Campo quien nos consta revisó algunos de sus trabajos sobre craneología de Atacama y -suponemos- le habría enseñado el empleo de las técnicas usuales de medición antropométrica.
(10) No hemos vuelto a leer nada sobre la existencia de "cráneos chatos" en la literatura científica chilena, de suerte que, a lo que parece, se trataría aquí solo de "un volador de luces" de le Paige, fruto de su entusiasmo por hallar evidencias de la existencia de un período Paleolítico en América representado osteológica y somáticamente por tipos Neandertales.
(11) Si Ghatchi fué en realidad una de las más antiguas culturas representadas en la zona atacameña -como sospechó siempre le Paige- sus portadores habrían sido seguramente tan solo cazadores-recolectores nómades. Tales bandas primitivas, ex hypothesi, muy anteriores a los grupos agrícolas aldeanos radicados en los aillos atacameños, debieron ser sumamente pequeñas en número, en continuo movimiento, persiguiendo a diario a sus presas de caza para alimentarse y, seguramente, estaban constituidas por muy pocos individuos. Por lo tanto, no podían tener propiamente ni pueblos ni tampoco, cementerios. Tal cosa requiere, de necesidad, un grado avanzado de sedentarismo. Por tanto, al morir alguno de sus miembros, habría sido rápidamente enterrado (o depositado) en cualquier parte, allí donde se encontraran. No podría haber sido de otra manera, dado su tipo de vida esencialmente movediza y migratoria. Hallar hoy sus restos, parecería, por lo tanto, ser solo fruto del simple azar: un golpe de suerte. No habría, a lo que creemos, ninguna pista alguna segura y cierta para hallarlos. Tenemos noticias, sin embargo -tal como nos lo demuestran los notables descubrimientos del Viejo Mundo en la sierra de Atapuerca, Gibraltar o Shanidar- que se albergaban de preferencia en cuevas o reparos naturales donde también han sido encontrados sus difuntos. En tales cuevas o aleros podían encontrar -al igual que los animales- un seguro refugio durante los fríos días de invierno, o en períodos de nevadas o aguaceros. Como franco apoyo y sustento a esta opinión nuestra, traemos aquí a colación el notable hallazgo de esqueletos correspondientes a 11 individuos Neandertal en la cueva de Shanidar, en el Turquestán iraquí. Los primeros hallazgos fueron hechos allí por el arqueólogo Ralph Solecki en los años 1957-1961. La disposición de los cuerpos hallados denotaba, al parecer, una suerte de entierro intencional sobre una cama de flores, sugiriendo así, al parecer, cierta forma de ritualidad fúnebre. La data de entierro fue del orden de los 40.000 hasta 70.000 años atrás. (Cf. University of Cambridge, Science alert, Science daily, 2 Marzo, 2020).
(12) Le Paige era un ferviente admirador de las ideas de su correligionario jesuíta y paleontólogo, el francés Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955). Nos consta que leía apasionadamente sus obras póstumas, escritas en francés y publicadas (sin permiso eclesiástico) a partir del año 1955 en París. Durante mis últimas estancias en San Pedro de Atacama (fines de 1964) le Paige me obsequió como recuerdo un ejemplar de las obras de Teilhard: Le groupe zoologique humain, publicado por Editions Albin Michel.
(13) En nuestro Diario de Campo rotulado como 1-A, que conservo aún conmigo, he transcrito entre las páginas 1 y 72, mis observaciones y notas personales tomadas en dicha excavación en el túmulo de la Parcela Nº 19 del valle de Azapa en el año 1964. Son anotaciones francamente rudimentarias, con dibujos muy primitivos de los hallazgos hechos en cada tumba. En aquellos primeros años de mi actividad arqueológica, anteriores a mi formación académica en antropología en México y los Estados Unidos, no tenía yo todavía noción alguna de la vital importancia de llevar un detallado y preciso Diario de Campo de las observaciones hechas en terreno. Sobre la importancia de llevar Diario de Campo en los trabajos científicos etnográficos o arqueológicos, véase nuestro trabajo: "El "Diario de Campo" o Bitácora: el instrumento número 1 del científico investigador" (cf. mi blog https://eco-antropologia.blogspot.com con fecha 22/02/2006).
(14) Estas tres momias más algunas hermosas piezas de cerámica decorada de los estilos "San Miguel", "Pocoma" o "Gentilar" procedentes del citado túmulo de la parcela de Azapa y obsequiadas por Percy Dauelsberg, quedaron depositadas en septiembre del año 1964 en el Museo de la Universidad del Norte en Antofagasta. Su heredero hoy, el Museo Regional de Antofagasta, podría, tal vez, conservarlas entre sus colecciones.
(15) En aquellos años, no existía ningún control sobre tráfico de objetos arqueológicos en el país, lo que a partir del año 1993, con la puesta en vigencia de la nueva Ley indígena Nº 19.253 del presidente Patricio Aylwin, empieza a ser objeto de supervisión y especial vigilancia.
(16). Más de 20 cuerpos momificados sacrificados a las divinidades de los cerros han sido encontrados hasta hoy en las cumbres andinas del extremo sur del Perú, Norte de Chile y Argentina. Casi siempre se trata de individuos muy jóvenes, niños o niñas. Este elaborado rito funerario denominado "Capacocha" ha sido descrito prolijamente por varios cronistas españoles como Betanzos, (1551), Molina (1575) o Guamán Poma de Ayala (1615). A lo que parece, a juzgar por los lugares de hallazgo, se trataría de un rito de origen puquina, no incaico. Parecería confirmar nuestro aserto, el hecho de que las cumbres andinas donde han sido hallados, se hallarían todas en territorios antiguos poblados por la etnia puquina. Así, no han aparecido en la zona andina más situada al Norte (territorio quechua).
(17) La BBC de Londres nos ha informado en el mes de febrero del 2024 acerca del notable descubrimiento de un conjunto de más de 200 sarcófagos y momias en la necrópolis de Saqqara (Egipto), en un red de túneles bajo una antigua pirámide. Momias que serán exhibidas con orgullo en el novísimo y colosal museo egipcio de El Cairo.
(18) El médico patólogo alemán, Dr Otto Aichel, en su extenso trabajo "Ergebnisse einer Forschungsreise nach Chile-Bolivien", publicado en la revista alemana Zeitschrift fur Morphologie und Anthropologie (Vol. 31, 1932: 1-166), afirma haber excavado numerosas tumbas en busca de cráneos indígenas en nuestra zona atacameña y en la costa aledaña para sus estudios de craneología comparada. Su colega y coautor del trabajo, Gunnar Moeller-Horst en la sección intitulada: "Der äussere knöcherne Gehörgang südamerikanischer Schädel" se refiere textualmente al área de origen:
"....los principales, lugares de hallazgo son: Taltal: 12; Santa María: (isla), 13; Calama, 20; Chiuchiu: 26; Copaca: 31; Chunchuri; 53; y Quillagua: 156" (ibid. 1932: 76). Lo que hace un total de 311 cráneos exhumados en otras tantas tumbas. Además de varias decenas de cráneos obtenidos de la franja costera entre Cobija y Taltal. Expresamente nos indica, además, que "aquellos cráneos son en parte deformados, en parte, sin señas de deformación. Los cráneos que tenían partes blandas momificadas o el timpanicum dañado, debieron ser, para los efectos de esta investigación, descartados". (ibidem, 1932: 76).
En su "Einführende Bemerkungen" (Notas introductorias), su autor Otto Aichel nos confidencia finalmente: "como resultado de mis excavaciones, pude yo incrementar gracias al aporte de esqueletos, cráneos y momias, la colección del Instituto de Antropología de Kiel en alrededor de 400 piezas de su catálogo". (1932: 2; énfasis y traducción nuestros).
Era una época, por lo visto, en que primaban en Europa (a través de las investigaciones de Paul Broca) y en los Estados Unidos (por medio de Ales Hrdlicka y su equipo) los estudios de craneología comparada, tanto para un examen profundo de las diferencias observables en las distintas razas humanas y sus orígenes, como para el examen de sus rutas de propagación y difusión a través del planeta. La expedición de Aichel contó, según se nos informa, con el pleno apoyo del gobierno del Presidente Carlos Ibáñez del Campo y las autoridades locales y tuvo lugar en los años 1928-1929, durando casi exactamente un año. En el museo de Santiago, contó con el irrestricto apoyo del antropólogo chileno Dr. Aureliano Oyarzún, uno de los poquísimos chilenos que por entonces se interesaban por este complejo tema: la paleo-antropología. Gustavo le Paige, aunque 25 años más tarde, es partícipe, exactamente, de estas mismas inquietudes y objetivos de la ciencia antropológica de su tiempo. El es "hijo de su tiempo". No es, por lo tanto, una excepción, una rara avis o una gens perversa, como se nos ha querido hacer creer aquí en Chile (Vide artículo de Pavez, 2012, infra).
(19) El día 1º de noviembre la iglesia católica conmemora el día de todos los Santos, y el 2 de noviembre, la conmemoración de los Difuntos. En ambos días los fieles católicos visitan los cementerios llevando flores a sus deudos. En la sierra ecuatoriana, en Otavalo, nos tocó, a fines de 1977, observar cómo los parientes llegaban al cementerio con alimentos y bebidas que consumían junto a las tumbas de sus deudos, acompañándoles por horas y horas, y brindando con y por ellos. Otro tanto pude observar en mi visita al cementerio del pueblo aimara de Pachica, acompañando al lugareño don Sergio Rocha en el año 1982.
(20) Este interesante y curiosísimo caso de momificación ha sido bien estudiado por el arqueólogo norteamericano Junius B. Bird en su artículo titulado: "The copper man a prehistoric miner as his tools from Northern Chile", y fue editado por la Dunbarton Oaks Conference on Precolumbian Metallurgy at South America, Trustees for Harvard University, Washington, D.C. 1975: 105-132. No tenemos noticia si ha sido ya sometido a examen de su ADNmit y, -menos aún- si éste sería hoy compartido por algunos de los actuales descendientes atacameños próximos a Chuquicamata (Lasana, Chiuchíu...).
(21) Los arqueólogos que exploraron en detalle este tramo del Qhapaq Ñan señalan explícitamente la existencia de varios tambos y tambillos incas a lo largo de la extensa y desolada ruta entre el poblado atacameño de Peine y el pueblo de Copiapó (el Copayapu de los incas). (Cfr. Hans Niemeyer y Mario Rivera: "El camino del Inca en el despoblado de Atacama", Boletín de Prehistoria de Chile Nº 9, 1983: 91-123).
(22). Véase nuestro trabajo en nuestro blog: https://eco-antropologia.blogspot.com con el nombre de: "Prospección arqueológica en la zona de la desembocadura del rio Loa: detección de sitios y hallazgos", editado el 24/01/2020). Ahí mostramos fotos de las bases de sus viviendas.
(23) Véase especialmente una de sus más representativas obras: "El control vertical de un máximo de pisos ecológicos en la economía de las sociedades andinas", Universidad Nacional Hermilio Valdizán, Huánuco, Peru, 1972.
(24) La continua movilidad sierra-costa, propia y característica del "control vertical de varios pisos ecológicos", estudiada y comprobada por Murra y otros autores, demandaba un continuo movimiento de recuas de llamas de carga entre las comunidades alteñas y los grupos de pescadores changos o camanchacas de la costa. Cada viaje solía o podía durar varios meses y recorría sucesivamente numerosos pueblos.
(25) El arqueólogo Lautaro Núñez señala, en uno de sus primeros trabajos, la presencia de entierros de pescadores costeros en cementerios antiguos de Pica. Dada la constante movilidad costa-sierra ya aludida, esto no tendría nada de extraño. Nosotros también hallamos y estudiamos un lugar de descanso de pescadores costeros en plena pampa del Tamarugal, muy cerca del Cerro Unita, camino al pueblo de Tarapacá, con presencia de instrumental de pesca, puntas de proyectil y alimentos varios (vainas de algarrobo y chañar). Consulte en este nuestro blog el artículo titulado: "Un campamento de pescadores en plena Pampa del Tamarugal, ¿qué hacen aquí en pleno desierto?. (Fechado el 10-01-2015).
De paso y tangencialmente, señalamos aquí que nosotros siempre hemos preferido conservar la grafía colonial tradicional "Tiahuanaco" y evitamos la de "Tiwanaku" -hoy muy en boga e impuesta arbitrariamente por los arqueólogos norteamericanos-, por poderosas razones de índole lingüística, según la expresa recomendación que nos hiciera hace algunos años el gran lingüista peruano Rodolfo Cerrón Palomino.
(26). Véase el artículo de J. Pavez publicado en la propia revista creada por el padre le Paige, "Estudios Atacameños", Nº 44, año 2012, con el título de: "Fetiches Congo, momias atacameñas y soberanía colonial. Trayectoria de Gustavo le Paige, S.J. (1903-1980)". Pavez cree encontrar en el actuar museológico de le Paige resabios de un "colonialismo exacerbado", producto de su larga permanencia como misionero en el Congo Belga, hoy República Democrática del Congo. Tal opinión nos parece insólita y carente de base y contrasta totalmente con las propias expresiones de le Paige en sus estudios, tal como nosotros lo hemos podido comprobar a lo largo de este trabajo.
(27) Los estudios comparativos del ADN mitocondrial, son hoy día muy frecuentes -aunque caros- para dilucidar esto temas tan espinudos. Sospechamos que si en algún caso se llegara a detectar tal "parentesco real", éste vendría a ser -a lo que sospechamos- sumamente alejado y débil y no habría por tanto razones de peso para considerarles como "sus abuelos", como algunos pretenden hoy.
(28) El médico investigador Francisco Rothhammer (et al.) en su documentado trabajo titulado: "Origen de los Changos. Análisis de ADmit antiguo sugiere descendencia de la antigua cultura Chinchorro (7.400-4.000 A.P.)", publicado en la Revista Médica de Chile, vol. 138, Nº 2, febrero 2010, ha comprobado un lejano parentesco de los actuales pescadores Changos de la caleta costera chilena de Paposo con representantes de la antiquísima cultura arqueológica costera denominada "Chinchorro". Para ello, tomó muestras a 37 individuos de la caleta, no relacionados familiarmente entre sí. Esta valiosa e innovadora investigación pionera, ha abierto la puerta a futuras constataciones de posible parentesco (o no parentesco) de agrupaciones indígenas actuales con sus presuntos predecesores y debería constituir una herramienta válida de la CONADI nacional chilena para dirimir pretensiones de lejano parentesco por parte de personeros de nuestras etnias indígenas. En su artículo citado Rothhammer se expresa del modo siguiente: "Es ahora posible realizar comparacions entre grupos prehistóricos y representantes actuales de etnias originales, permitiendo establecer sus orígenes geográficos y relaciones de parentesco, y lograr de esta forma, un mayor conocimiento de nuestra geografía génica". (Rotthammer et al., 2010).
(29) En las arteras y a veces solapadas acusaciones actuales contra le Paige y el Museo que él levantara (hoy lamentable y tristemente destruido), constatamos mucho más que sólidos y potentes argumentos científicos, la expresión patente de un "purismo" indigenista exacerbado y desbordado que, tras el intenso y sostenido mestizaje comprobado tras siglos de contacto con los conquistadores blancos y varios otros grupos indígenas vecinos, pasaría a ser, a nuestro juicio, inconsecuente o incluso francamente erróneo. El atacameño o lickan antai de hoy es un ser muy mestizo tanto biológica como culturalmente, fruto de un intenso y continuo entrecruzamiento genético-cultural con otros pueblos y culturas, y esto desde hace ya varios milenios. Aquí, la pureza racial y/o cultural, (lo estrictamente "atacameño"), que parecerían preconizar y pregonar algunos, no es más que un mito. Lo que no significa, en modo alguno, que algunos elementos típicos de su cultura no pudieran ser creaciones propias, hechas in situ, como por ejemplo, la famosa cerámica rotulada por le Paige como "negro pulido atacameño". hermoso tipo cerámico hasta ahora solo presente en Atacama.
Se ha de tener siempre muy presente, en este tipo de estudios, el importantísimo hecho comprobado de que, desde un punto de vista demográfico, los atacameños o Lickan antai hablantes de la lengua kunsa, fueron siempre un grupo sumamente pequeño en número, (probablemente nunca más de 5.000 ó 7.000 en total), frente a las decenas de miles de integrantes de las tribus vecinas (aimaras, quechuas, lipes, chipayas, calchaquíes, diaguitas etc.) con las que mantenían asiduo y nutrido contacto comercial desde tiempos, al parecer, muy remotos.
Colofón
Sopesando bien todos los argumentos aquí exhibidos, podemos concluir que Gustavo le Paige, como hijo de su tiempo y sus preocupaciones y énfasis, en su actuar no hace sino seguir la corriente contemporánea universal en lo que se refiere a la colecta de cráneos o momias y su consiguiente exhibición museográfica. Los esfuerzos que algunos han hecho por ver en su obra oscuras connotaciones "colonialistas", nos parecen carentes de base sólida y tampoco se cimentan -para nada- en sus propias expresiones contenidas en sus numerosos trabajos publicados. Son éstas las que deben ser sopesadas y estudiadas para examinar su conducta y escrutar y/o descubrir sus verdaderos propósitos. Es lo que hemos tratado de demostrar en este trabajo. Juzgue finalmente el propio lector si lo hemos conseguido.
Afferantur codices, (es decir: "apórtense los documentos probatorios") solía repetir Cicerón en sus famosas Catilinarias, exigiendo pruebas documentales al canto. Es justamente lo que muchos de sus furibundos e irreverentes detractores de hoy no hacen. Sus débiles modelos o constructos teóricos, sin una prueba documental sólida que les dé sustento, carecerían, a juicio nuestro, totalmente de base.