Advertencia: Este breve artículo formó parte de un power point del autor para sus clases de Antropología en la Universidad Bolivariana de Iquique. Su único valor consiste en el acopio y comentario eco-antropológico de las fuentes más tempranas referentes al yacimiento de plata de Huantajaya, muy anteriores a las notables referencias explícitas del Teniente de Gobernador Antonio O´Brien en su notable "Descripción de la Quebrada de Tarapacá". Como tal, es necesariamente incompleto y solo referencial.
Fig. 1. El sector llamado del "Hundimiento" en el Mineral de plata de Huantajaya. Observe las entradas a galerías visibles en el sector SE de la fotografía. Este sector de la mina ya es explícitamente mencionado en la famosa "Descripción de la Provincia de Tarapacá", obra don Antonio O´Brien en 1752. (Foto H. Larrain, julio 2011).
Fig. 2. Panorama de weste a este del mineral de Huantajaya, (imagen tomada en el año 1940).
Fig. 3. Vista del célebre mineral de Huantajaya según Francisco Xavier de Mendizábal. Fechado el 28 de diciembre de 1807.
Fig. 4. Plano del año 1752. Dibujo de don Antonio O´Brien, Teniente de Gobernador de Tarapacá.
Testimonios históricos tempranos.
Las
primeras evidencias de la riqueza de las provincias del sur del imperio
Inca (Colesuyo y Collasuyo).
El inusitado interés demostrado en la conquista de los territorios situados al sur de El Cuzco, por Almagro y sus compañeros, ciertamente no fue motivado
por la búsqueda del “honor” y “la gloria”
inherentes al acceder y adquirir “nuevos territorios”
para incrementar los dominios del Rey
Carlos su Señor. Los bandos de Pizarro y Almagro parecían irreconciliables en
cuanto a fijar los límites de sus respectivas gobernaciones, recientemente
concedidas por la
Corona. Ambos, ambiciosos de poder y de gloria, tenían poderosos seguidores. Cuando
finalmente Francisco Pizarro, el Marqués y el Adelantado Diego de Almagro se
dividen por fin la tierra, conforme a las instrucciones llegadas de España en
1535, Almagro inicia de inmediato el reclutamiento de compañeros para emprender la ruta hacia el sur, prometiéndoles gloria y
riquezas. Así, inicia el reconocimiento y conquista de los territorios del extremo sur del
imperio Inca en busca de nuevas riquezas y tierras de indios; éstas constituirían
su nueva Gobernación: el “Nuevo Reino de Toledo”. De estos afanes nos da cuenta fiel un testigo presencial, el temprano cronista
Cristóbal de Molina, sacerdote y capellán de la expedición (Molina, 1936: 14-18).
En este intento por conquistar nuevas tierras, el espejismo de la riqueza, especialmente
del oro y la plata, fue, a no dudarlo, el principal acicate. Tanto en Cajamarca
como en Pachacámac y Cuzco, los
españoles habían sido testigos directos de la existencia de flameantes planchas de oro y plata que se exhibían en sus templos y santuarios. Numerosas “huacas” sagradas serán muy luego violentamente saqueadas, en busca de los tesoros que acompañaban a los enterramientos
de sus magnates. Era la notoria riqueza de la tierra lo que les atraía como un imán.
En el altiplano, el capitán Saavedra,
fiel seguidor de Almagro, había sido comisionado por éste para apoderarse de
parte del tesoro que venía de Chile y
que estaba destinado para el
rescate de Atahuallpa, su señor, ya ajusticiado por entonces. Cristóbal de Molina es explícito al respecto:
“El Adelantado Almagro…traía gran determinación de hacer el descubrimiento de Chile… y él con diez o doce de a caballo se fue adelante
por el camino real [el qhapaq
ñan o Camino del Inca] hacia las provincias de los Chichas, cuya
cabeza era el pueblo de Topiza donde dijimos que le estaba esperando Paulo Tupa
Inca y Vilahoma [señores incas de renombre]…Como el Adelantado iba cebado
por la codicia y la ambición de señorear grandes reinos por la noticia que le
daban los indios (de) las riquezas y gentes de Chile, no tuvo en nada la
tierra en que estaba….”
“Prosiguió
el Adelantado Almagro su viaje por el camino real del Inga que guía a las
provincias de los Chichas y llegó al pueblo de Topiza donde halló a los Ingas
Paulo y Vilahoma, que le estaban
esperando y tenían recogido de la tierra
por donde habían venido cantidad de oro y plata….(Molina, 1936:
20-21).
El El cronista Pedro Pizarro, de quien
luego hablaremos, fue testigo
presencial, según el mismo afirma, y nos trae a cuento una escena que ciertamente
debe haber deslumbrado a los españoles y exacerbado su codicia:
" "También me acuerdo oí a Atabalipa [sic por Atahuallpa] estando un día
comiendo con el Marqués [Francisco Pizarro]
que de Chile traian seiscientas angarillas de tejuelos de oro,
para lo que había mandado [traer para su rescate]. Preguntándole el Marqués qué
tanta cantidad será, dijo: será un montón tan alto como esta mesa. Esto nunca
paresció". (1944: 72).
La insaciable codicia por
el oro y plata que habían ya visto por
sus ojos en el momento de la conquista, mucho más que el tan mentado anhelo de “gloria y honor”,
fue el poderoso imán que impulsó a
Almagro y su grupo a proseguir resueltamente su
avance hacia el sur, a pesar de las duras condiciones del camino, donde perdieron como setenta
caballos y cientos de “piezas de
servicio”, como llamaron a los naturales, hombres y mujeres, que enganchaban a
la fuerza en su empresa conquistadora.
(Sobre el espíritu de la conquista y sus evidentes motivaciones
económicas, consúltese a Néstor Meza
Villalobos, 1936: 322-389).
Los primeros testimonios explícitos de la riqueza minera de Tarapacá.
Una de las primeras disposiciones del Gobernador del Perú Francisco
Pizarro, a medida que sus capitanes
avanzaban descubriendo hacia el sur del imperio inca, fue agraciar a sus soldados con “repartimientos”
o “encomiendas de indios”. Fue èsta la manera concreta de pagar los servicios de
los soldados por los trabajos sufridos en la conquista. Porque “sueldo”,
propiamente tal, no le tenían.
En
el mes de Enero de 1540, Pizarro ya muy
tempranamente y sólo confiando en las
informaciones de Almagro y sus compañeros,
a su regreso de Chile, [Almagro solo permanece alrededor de once meses
en Chile, retornando en seguida al Cuzco] procede en Arequipa a entregar las
primeras encomiendas para el área de
Tarapacá, en premio a sus servicios.
(Cf. Barriga, 1939, 1940, 1955; Larrain, 1975). La más importante, recaerá en uno de sus capitanes y fieles amigos, Lucas Martínez Vegaso.
En el testamento de éste, fechado en 1567, poco antes de su muerte (ocurrida el 29-IV-1567) se alude, al parecer por
primera vez, a la existencia y explotación de
minas de plata en el área de Tarapacá.
De esta cita se puede inferir los hechos que siguen:
a) Martínez Vegazo tiene un temprano
conocimiento de la explotación de vetas de plata trabajadas por los indios de su encomienda. Tal cosa pudo
suceder, como anota el deán Echeverría hacia 1804, a través de un indígena, apellidado Quilina, quien se lo habría comunicado, probablemente tras haber sido
sometido a suplicio. Se ha indicado el año 1556 como la fecha del posible inicio de estas
explotaciones argentíferas, habiendo sido un portugués de apellido Rodríguez
Almeyda su iniciador, para beneficio del
encomendero. Pero en realidad muy poco sabemos de estos inicios,
M Martínez Vegazo pone en trabajo algunos piques o minas, estableciendo en el
terreno mismo, [es decir en los cerros de
Huantajaya] grupos de mineros, indios de servicio y un grupo de esclavos negros, La
explotación aparentemente es sólo del mineral de
plata; no parece interesarse por entonces por el cobre, muy abundante allí.
d) La plata así obtenida es fundida, al
parecer, allí mismo, pues no hay aún mención alguna a trapiches en la pampa del
Tamarugal, o en Tilibilca.
e) El transporte del agua algo esencial para la obtención del metal, se realiza en
carretas, mediante el empleo de grandes botijas y odres de cuero de llamos y
vacunos, desde la quebrada de
Tarapacá [vertientes de Huarasiña, muy probablemente]. No se menciona en los
documentos tempranos el uso de agua extraída
en las cercanías inmediatas o de los mismos piques. Los piques profundos observables hasta hoy, serán obra muy posterior, en las explotaciones del siglo XVIII.
f) El
encomendero Martínez Vegaso obtiene
copiosos réditos de esta producción de plata, lo que le permite apoyar, con un
enorme aporte, y tempranamente, la
conquista y sujeción del Reino de Chile por las tropas de su amigo y compañero de armas don Pedro de
Valdivia. Préstamo copioso que nunca pudo recobrar tras el asesinato de Valdivia por obra de los mapuches. Aparentemente, esta producción inicial de plata,
por entonces no es aún tasada ni diezmada
[para extraer y deducir el diezmo real] por las Cajas Reales de Carangas, las que serán establecidas
algo después en el Alto Perú.
h) A partir de entonces, se difunde la fama
del yacimiento del "cerro rico" de Huantajaya, considerado y alabado como uno de los más ricos del Virreinato, hasta el descubrimiento, a partir de
1556, del fabuloso mineral de plata de Potosí en Bolivia.
Las referencias de Pedro Pizarro al yacimiento minero de Huantajaya.
Pedro Pizarro
(1515, Toledo-1602?, Arequipa), primo hermano del Marqués Francisco Pizarro, recibió también de manos
de éste una encomienda de indios que abarcaba sectores del sur peruano hasta Tarapacá. Colindaba en su extremo sur, por lo que
sabemos, con la encomienda de Martínez Vegaso. Ya de edad madura, Pizarro terminó
de escribir en febrero de 1571 sus
recuerdos y los plasmó en una Crónica
que lleva por titulo de: “Relación del Descubrimiento y Conquista
de los Reinos del Perú.” (Madrid, 1844). En esta obra, se refiere específicamente a la explotación de minas de plata, en plena producción, en
Tarapacá.
Pizarro se apunta con cierto desdén a los que antes han
escrito sobre el Perú sin haber sido testigos
presenciales. Su ágil relato, por lo detallado y preciso, nos da una fuerte
impresión de objetividad. Al referirse
a las “minas que están en Tarapaca”, sin el menor género de duda, nos está
indicando el mineral de Huantajaya, explotado probablemente por entonces sólo en el sector del cerro de San Simón.
No
existió que sepamos ningún otro filón de plata por las cercanías, pues el Mineral de Santa
Rosa, geográficamente muy próximo, será recién trabajado a partir del siglo XVIII, y ciertamente no antes, por los
antecedentes de que disponemos. Muy valiosa resulta desde el ángulo antropológio su referencia al hecho de
que este yacimiento ya era bien conocido y explotado "en el tiempo de los Incas".
Analicemos con especial esmero este notable
texto, lejos el más explícito y
detallado referente a estas Minas de Tarapacá:
Señala Pizarro explícitamente que de las
Minas de Porco, que estaban en tierras de Hernando Pizarro y “de las
Tarapaca”, se sacaba antiguamente plata
para el Inka:
“Y en este tiempo, descubrió Hernando Pizarro [primo de Pedro] las minas de Porco y tomó aquella rica mina que allí tiene; que destas
minas y de unas questán en Tarapaca,
tierra yunga, legua y media de la mar del sur [esto, es unos 8-10 km. del mar]
sacaban plata para los Yngas, que
las de Potosí en tiempos de españoles se labraron, aunque los naturales tenían
algunas catas en ellas” (edición 1944:150).
Un poco
mas abajo (p. 151), vuelve a referirse al tema:
“Hay otra parte que sacaban plata ansimesmo como tengo dicho que se
llamaba Tarapaca. Tiene este
nombre de Tarapaca por un pueblo que ansí se llama, questá doce leguas destas
minas. Están estas minas de Tarapaca en unos arenales”.
Examinando con
algún detalle este texto, deducimos varios aspectos de interés:
1. En ningún momento se nombra
el lugar exacto de las minas por el actual topónimo “Guantajaya” usado ya a partir del siglo XVIII. Tampoco lo hará el Testamento de Lucas Martinez Vegazo, hecho en noviembre del año 1565,
quien se refiere a ellas como “las minas
de plata de Tarapacá”. Sólo se les denomina inicialmente las “minas de Tarapaca”, por quedar en las cercanías y en el distrito de este pueblo
indígena. No nos consta la fecha en que aparece por primera vez la denominación indígena (puquina, no quechua) "Guantajaya" para designar este lugar.
2) Lo que sí nos sorprende bastante es el hecho que se nombre al pueblo al modo
indígena, como Tarapaca (como palabra grave, sin acentuación en la á final) y no Tarapacá. Lo que querría decir, al
parecer, que Pedro Pizarro usa todavía la manera de pronunciar indígena local: “Tarapaca", al igual que los curacas e indígenas de su encomienda. Cuándo se torna su grafía en Tarapacá (acentuado en la sílaba final), es todavía incierto.
3) Se señala que el agua dulce para la
bebida se trae de muy lejos, desde "doce
leguas" de distancia. Siendo la legua
una medida española “itinerante”, es decir la distancia que normalmente se cubre caminando a pie o
a caballo en una hora, “una legua” se ha solido calcular
aproximadamente como equivalente a unos 6 km. Lo que significaría -en nuestro caso- unos 74 km. de recorrido. A modo de curiosidad, a través del Google Earth, en efecto, nosotros hemos hecho el cálculo de la distancia en línea recta, del tramo Huantajaya-Tarapacá, y nos arroja una cifra bastante cercana: 68
km..
4) “a doce leguas”, igualmente, se
encuentra según el cronista Pizarro, el
agua para la bebida; esto coincide con bastante exactitud con la realidad. De hecho, el más grave problema con que se tropezará aquí en las faenas mineras es la falta total de agua para accionar los "quimbaletes" o molinos. “Por la falta de agua que tiene tan
grande no se labran estas minas ni se ha
descubierto la riqueza que en ellas hay”.(1944: ibid.).
5) Reconoce que
Lucas Martínez Vegazo labraba estas minas, “porque
tenía en encomienda estas minas de Tarapacá”.
6) Nos indica igualmente, que este encomendero “halló unas papas de plata redondas como bolas,
questos indios llamaban papas, sueltas e entre la tierra, de peso de doscientos
pesos, y de trescientos y de quinientos y de arroba y de dos arrobas, y
aconteció hallar papa que pesaba un quintal…Hallábanse estas papas a tiempos..”.
7) Señala que Pedro Pizarro tenía su encomienda “cerca destas minas”. ¿Cuál era ésta?, La de Tacana (Tacna), que por entonces Pedro Pizarro compartía con el encomendero Hernando
de Torres.
(8) No nos queda nada claro cómo
pudo Pedro Pizarro pretender acceso y tener propiedad sobre estas minas, tan
próximas a las de Martínez Vegazo, situadas a sólo “dos tiros de arcabuz” de éstas.
(9) El texto del cronista nos sugiere que uno de
sus indios de encomienda le advirtió sobre la presencia de “una
mina más rica que la que Lucas Martínez
labraba, y yendo en busca della, topó unas catas que los indios antiguamente
labraban a dos tiros de arcabuz de la cueva de Lucas Martínez”.
(11) Pedro
Pizarro busca, según el texto, “en una cata pequeña …poco más de dos
palmos debajo de la tierra, se halló
unas piedras a manera de adobes que en obra de medio estado questaban estas se
sacaron mas de tres mil pesos de pedazos de piedras a manera de adobes de plata
blanca que subia de la ley”
Pedro Cieza de León: método incaico de explotación
de la plata.
Para comprender mejor el sistema de explotación indígena de la plata que les tocó presenciar a
los españoles y que, seguramente, siguió
usándose por más de un siglo, (hasta la
introducción de las nuevas técnicas propuestas por el clérigo español
avecindado en el Perú Alvaro Alonso Barba (1640), traeremos a colación aquí una
preciosa descripción del cronista Pedro Cieza de León, testigo temprano de la conquista y, por lo
demás, reconocido simpatizante de la
cultura y costumbres locales que como
pocos detalla, casi diríamos con un
evidente deleite:
“
…como para todas las cosas puedan hallar los hombres en esta vida remedio, no
les faltó para sacar esta plata [la referencia directa parece ser
al mineral de Potosí] con una invención la más extraña del mundo, y
es, que antiguamente como los ingas fueron tan ingeniosos en algunas partes que
le sacaban plata, debían no querer correr con fuelles, como en ésta de Potosí [ya
explotado por los españoles por entonces],
y para aprovecharse del metal hacían unas formas de barro, del talle y manera
que es un albahaquero en España, teniendo por muchas partes algunos agujeros o
respiraderos. en estos tales ponian carbón, y el metal encima, y puestos por
los cerros o laderas donde el viento tenia más fuerza, sacaban dél plata, la
cual apuraban y afinaban después con sus fuelles pequeños, o cañones con que
soplan [phucuna, en quechua]. Desta manera, se sacó toda esta multitud
de plata que ha salido deste cerro [de Potosí] y los indios se iban con el metal
a los altos a la redonda dél, a sacar plata. Llaman a estas formas guairas, y de noche hay tantas dellas por
todos los campos y collados, que parescen luminarias; y en tiempo que hace
viento recio, se saca plata en cantidad; cuando el viento falta, por ninguna
manera pueden sacar ninguna” (Cieza de León, edición 1947; Primera Parte, Cap. CIX, pag.
449).
Bibliografía sucinta:
Barba, Alvaro Alonso, 1640. Arte de
los metales en que se enseña el verdadero beneficio de los de oro y plata por
azogue. En Madrid en la Imprenta del Reyno.
Barriga, Víctor Manuel, 1939, Documentos para la historia de Arequipa, 1534-1558.tomo I, Editorial La Colmena, Arequipa.
Barriga, Víctor Manuel, 1940, Documentos para la historia de Arequipa, tomo II, Editorial la Colmena, Arequipa.
Barriga, Víctor Manuel, 1955, Documentos para la historia de Arequipa, tomo III, Editorail La Colmena, tomo III,
Cieza de León, Pedro. 1844.”La Crónica
del Peru nuevamente escrita por Pedro Cieza
de León vecino de Sevilla” en
Historiadores Primitivos de Indias, II, en Biblioteca de Autores Españoles desde la
formación del Lenguaje hasta nuestros dias, tomo XXVI, Ediciones Atlas,
Madrid, 1844: 349- 458.
Larrain, Horacio, 1975, "La población indígena de Tarapacá (Norte de Chile) entre 1538 y 1581", Revista "Norte Grande", Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile, vol. I, Nº 3-4, 269-300.
Meza Villalobos, Néstor, 1936: “Formas
y motivos de las empresas españolas en América y Oceanía”, Boletín de la Academia Chilena
de la Historia,
Santiago de Chile, Tomo IV, Nº 7, 1936:
322-389),
Molina, Cristóbal de, 1936. Conquista
y Población del Pirú, en Boletín de la Academia Chilena
de la Historia,
Santiago de Chile, Tomo IV, N’ 7, 1936:
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Pizarro, Pedro 1944.
Relación del descubrimiento y
Conquista de los reinos del Perú”. En Colección
de Documentos inéditos para la
Historia de España, Tomo V. Madrid.
(reeditado por Editorial Futuro, Buenos Aires, 1944).
Trelles,
Efraín, 1988. “El Testamento de Lucas Martínez Vegazo”, en Historia, Pontíficia Universidad Católica de Chile, 1988: 267-293.
Trelles,
Efraín, 1991, “Lucas Martínez Vegazo: el
funcionamiento de una encomienda peruana inicial”, Pontificia Universidad
Católica del Perú. Fondo Editorial.