Fig. 1. Paisaje desde los 810 m de altitud mirando hacia el océano, al sector "Los Verdes". Pradera de nolanas (Nolana jaffueli) ya fenecientes. Todas las imágenes de este capítulo son de H. Larrain, obtenidas en la expedición del día 12/11/2015.
Antecedentes.
Objetivos de esta expedición.
Descubriendo el escenario desde las alturas.
Explorando con atención las imágenes de Google Earth de ese sector montañoso, situado inmediatamente al sur del macizo de Punta Gruesa, nos dimos cuenta que existía una ruta que conducía a la Minera "San Marco", situada a altitudes entre los 850 y 900 m sobre el nivel del mar y al borde mismo del acantilado costero, hasta donde habíamos llegado casualmente un par de años antes. Tomando la ruta desde la localidad de Alto Hospicio hacia el sur y surweste, rumbo al cerro Tarapacá y esquivando varias huellas laterales, dimos finalmente con el lugar. A nuestra petición por ver el sitio de aparición de las flores, el cuidador de la mina don Luis Bravo, amablemente nos acompañó hasta unos lomajes cercanos, donde aún se veía muchísimos restos color parduzco de la floración reciente.
Fig. 2. A los 820 m sobre el nivel del mar, con espléndida vista hacia el sur. Un potente sistema de dunas se ha formado aquí recientemente como resultado del arrastre de arenas desde las playas vecinas por los vientos predominantes. La vegetación de Nolanas y Fortunatia sp. se asienta sobre dunas más antiguas.
Fig. 3. Vista hacia el Weste y Surweste. Estamos a los 820 m. sobre el nivel del mar. Aquí ya no se ve plantas vivas.
Un escenario de muerte y desolación.
Suaves lomajes de arenas, entremezclados con sistemas de dunas se abrían ante nuestros ojos. Estábamos a los 820-830 m sobre el nivel del mar y con una espléndida vista hacia el oeste, esto es hacia el litoral costero, distante apenas unos 2,5 km de nosotros, a vuelo de pájaro. Aquí las nolanas (Nolana jaffueli) habían ya florecido y semillado y estaban ya moribundas. Sin embargo, algunas mariposas rojinegras de la familia de las Nymphalidae (Vanessa carye) volaban todavía torpemente, en pares, poniendo, tal vez, sus últimos huevos. Eran los últimos estertores de la agonía de un paisaje novedoso que por espacio de más de cincuenta días cubrió de un verde pálido las laderas occidentales de esta cadena montañosa, normalmente cargada de tristes tonos opacos o grises. La primera impresión nuestra fue de decepción total: ¡habíamos llegado al parecer demasiado tarde!. Veníamos a ver y fotografíar flores y veíamos tan solo miles de esqueletos de plantas, en total y franca decadencia ya. ¡Ahora, a la verdad, más parecía un cementerio que un jardín!.
En las imágenes que siguen, sintetizaremos lo que vimos y trataremos de sacar conclusiones sobre el modo de vida y actividad de los hombres antiguos que poblaron este territorio desértico. Haremos referencia especial, igualmente, al grave problema del calentamiento global y el consiguiente desecamiento climático, observable hoy comprobable a través de imágenes como las nuestras. Imágenes que nos dejan no solo pensativos, sino francamente desolados. El calentamiento global ya está produciendo sus efectos letales en estos sistemas ecológicos, extraordinariamente sensibles. ¡Las pruebas al canto!.
Fig. 4. Las dunas recientes avanzan inconteniblemente hacia el interior, tratando de trasponer las cimas. Este avance dunario lo hemos observado en varios sectores de la costa al sur de Iquique, en Los Verdes y Alto Patache, donde ha logrado sobrepasar sin dificultad la barrera de los 800 m, penetrando tierra adentro.
Fig. 5. Observando detenidamente los restos de vegetación de Nolanas, de pronto topamos con unos pequeños gránulos, como pequeñas esferas. ¿Qué son?, nos preguntamos. La respuesta fue casi inmediata: fecas sueltas de un animal; más precisamente, de un camélido por su aspecto y consistencia. ¿Qué camélido pudo venir a pastar y defecar aquí?. Solo cabe una respuesta el guanaco (Lama guanicoe Miller). Documentos de la década del 80 del siglo XIX hacen referencia a la presencia y caza del guanaco por cazadores venidos de Iquique a estos cerros, a la altura de Punta Gruesa. ¡Aquí estaría, a lo que creemos, la prueba evidente, tangible!.
Fig. 6. Escarbando alrededor en la arena blanda, pronto aparecieron numerosas "bolitas" o fecas redondeadas, señalando la presencia efectiva de un antiguo defecadero de camélidos. Para su constancia, anotamos aquí las coordenadas UTM del sitio: 0382250 E y 7743981 N.
Fig. 8. Aunque no en gran abundancia como en ciertos sectores del oasis de niebla de Alto Patache, a unos 45 km más al sur, la presencia del caracol terrestre Bostrix derelictus broderipi es evidente y significativa: hubo un tiempo, hace muchas décadas, en que proliferó en estos ecosistemas. Aquí quedaron al aire sus conchas vacías. ¡Hoy no nos ha sido posible encontrar ni uno solo vivo!.
Fig. 9. Una aproximación al conjunto interminable de Nolanas en etapa final. Nacieron, se desarrollaron, florecieron y murieron: es su destino. Lo asombroso es que todas las plantas alcanzaron a florecer y semillar, independientemente de su tamaño.
Fig. 11. "Torta" o acumulación de material escogido de mineral de cobre. Perteneció a la pequeña explotación minera que hubo anteriormente en este lugar y que por razones que ignoramos, abandonó el área hace un par de décadas.
Fig. 13. Tubérculos o gruesas raíces ya secas de Argylia radiata, (Fam. Bignoniaceae), planta que, a lo que creemos, desapareció hace ya años de este lugar. No vimos ningún ejemplar vivo de esta especie en estas expediciones; solo restos inconfundibles de su antigua presencia. Vemos aquí una prueba más del desecamiento progresivo de los ecosistemas costeros que, en forma inexorable, va haciendo desaparecer especies. Esta especie es particularmente abundante en la zona del "desierto florido" entre Vallenar y Copiapó, y se la conoce allí como "Terciopelo" o "Flor del Jote".
Fig. 14. Gruesa raíz de la especie Argylia radiata, desaparecida ya de este ecosistema. Raíz bien conservada, pero hueca en su interior. Hemos hallado en el lugar no menos de 10-15 tubérculos de este tipo, en lo que debió ser un pequeño stock de esta planta. Extrañamente, solo se le vio en ese punto. ¿Por qué solo allí ?. Es un enigma más para nosotros.
Fig. 15. Vista posterior de la misma raíz.
Fig. 18. Plantas de Nolana jaffueli vivas que han alcanzado gran tamaño: hasta 30-35 cm de alto.
Fig. 19. Contraste: arriba, plantas aún vivas; hacia abajo extensa pradera de plantas ya secas de N. jaffueli y ejemplares en flor de Fortunatia biflora.
Fig. 20. En un pequeño promontorio rocoso, de tipo granítico, un ejemplar de Fortunatia biflora con la mariposa Pyrgus boccheris libando su néctar.
Fig. 22. Ejemplar muerto de Ephedra breana.
Fig. 23. Este ejemplar de Ephedra logró desarrollar un pequeño tronco. Lo que significa que vivió no menos de una década. Hoy yace allí muerta. Tal vez sea algún día posible calcular la edad (fecha) de su muerte.
Fig. 24. Vista desde los 800 m hacia el Norweste, hacia el sector del "Promontorio de los Parapentes", visible en esta imagen. El fuerte tono verde claro inicial del colorido del paisaje en flor ya ha pasado a ser de tonos débiles de amarillo y café claro; la vegetación está muriendo.
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Fig. 26. A los 804 m de altitud snm., se halla esta lápida recordatoria de la muerte, por despeñamiento, de un motorista, José Morales Soto, ocurrida en el año 1995. Sus amigos le levantaron piadosamente este monumento en su recuerdo.
Fig. 27. Cactus aún vivos adornan esta "animita" del explorador fallecido. No nos consta que sea de alguna especie de la zona, pero es probable.
Detalles de la vegetación sobreviviente.
Fig. 28. Ejemplar de Nolana jaffueli creciendo en arena, en un pequeño nicho de humedad.
Fig. 29. La mariposas Pyrgus boccheris (Fa, Hesperiidae) visitando un ejemplar de N. jaffueli ya en decadencia; tal vez, está depositando sus últimos huevos.
Fig. 31. En primer plano, Fortunatia biflora ("huilli") . Atrás Nolana jafueli
Fig. 32. Plantas de Fortunatia biflora.
Fig. 38. La misma pieza. El extremo distal (punta) del artefacto presenta una fractura, tal vez producto de sus uso como perforador.
Fig. 39. Detalle de la punta lítica hecha en basalto. Por la escala gráfica, podrá Ud. calcular su tamaño exacto. Este artefacto debió ser usado como un puñal o arma de mano a la vez que como raspador y perforador, algo así como los famosos "coup de poing" de uso múltiple del período paleolítico francés.
Detalle de las mariposas observadas in situ.
Fig. 40. Ejemplar de Pyrgus bocchoris en una flor de Fortunatia biflora. Observe las cabezuelas de los botones florales aún cerrados.
Fig. 41. Tres ejemplares de la misma mariposa, libando afanosamente en las flores de F. biflora.
Hallazgo de coleópteros.
No esperábamos hallar en este ecosistema, ya en situación de vida terminal, coleópteros. Sin embargo, hallamos tres especies, en el mismo sector descrito en las fotos Nº 16 y 18. Coordenadas UTM: 0381977 E y 7744017 N, a los 783 m. s.nm. Dos familias quedan representadas aquí : a) Carabidae y b) Meloidae.
Fig. 44. A la derecha de la fotografía, una hembra, a la izquierda, dos machos. (Coleoptera, Fam. Meloidae). Los machos alcanzan una longitud de 0.45 cm, mientras las hembras alcanzan casi los 0.70 cm. Los élitros son de color negro y el tórax color rojo vivo.
Fig. 45. Ampliación de la misma fotografía.
Fig. 46. Un coleóptero de la familia Carabidae, gran depredador. (tamaño: 0.8 cm de longitud) Aquí de seguro se ha estado alimentando de pequeñas larvas de mariposas, o, más probablemente, de ejemplares de pequeños hemípteros (Fam. Hemiptera) que hallamos ocultos en el follaje de grandes plantas de Nolana jaffueli. (Vea Figs. Nº 16 y 18). Constatamos, aquí la presencia de al menos dos especies de hemípteros, al parecer exactamente los mismos que hemos observado hace unos 3 años en la pampa interior, en desembocadura de la quebrada de Quisma, cerca de Matilla, con motivo del gran aluvión del año 2012. Allí, los hallamos bajo enormes plantas de Cistanthe (Philippiamra) amaranthoides. No nos fue posible obtener aquí buenas imágenes de estas especies de Hemiptera, debido a su pequeñísimo tamaño.
Fig. 47. El carábido Calosoma rufipennis, poblador de todos estos ecosistemas de nieblas, también se hizo presente, en tan solo un ejemplar, en el sector donde las plantas de Nolana jaffueli presentaban mayor desarrollo (Vea Figs. Nº 16 y 18 de este capítulo) .
Consideraciones eco-antropológicas.
2. La presencia y el paso del pescador-recolector costero por este lugar tampoco nos puede sorprender pues se transforma aquí en cazador de los guanacos que llegaban a pastar en estas deliciosas praderas. Por eso, hemos encontrado un instrumento de su uso y señas claras de su actividad instrumental hecha in situ, cuya evidencia queda patente en la presencia de numerosas lascas, fruto del desbaste del material de sílex. En un capítulo anterior de este mismo Blog (29/10/2015) nos hemos ya referido al hallazgo de varias piezas líticas (puntas de proyectil, raspadores y percutores) en este mismo ecosistema, entre los 220 y 380 m. snm.
3. De este modo, el habitante de la costa árida aprovechó todos los ecosistemas a su alcance, en distintos períodos de tiempo. Fue cazador de guanacos y ciervos, recolector de frutos, hojas, flores, bulbos y raíces y, por fin, avezado mariscador de orilla y pescador de alta mar cuando pudo disponer de embarcaciones.
4. No se descarta, sin embargo, que la pieza lítica confeccionada en basalto que aquí hemos mostrado (Figs. 37, 38 y 39) haya pertenecido a cazadores andinos muy antiguos que, eventualmente, también descendían a la costa, cuando las condiciones climáticas del altiplano, les eran demasiado adversas. Tal vez, llegaron hasta aquí persiguiendo a las manadas de guanacos que accedían a la costa por las mismas razones.
5. Finalmente, el hallazgo hacia los 800m de altitud de numerosas plantas de tronco leñoso totalmente secas (Ephedra sp.), nos parece un claro indicio de que asistimos hoy a un período de progresivo calentamiento climático muy potente y de imprevisibles resultados a la larga. La gran mortalidad observada aquí de plantas de Argylia radiata ("terciopelo") y de Ephedra breana ("pingo-pingo"), es, a nuestro entender, otro terrible indicador de la persistencia e incremento de las condiciones de sequía alarmantes por las que atravesamos hoy. Nada de raro sería que algunas especies vegetales, más ávidas o necesitadas de humedad, terminen por desaparecer para siempre de estos ecosistemas. Argylia parecería ser una de sus primeras víctimas. El cambio climático ya ha comenzado hace décadas a dejar aquí sus pavorosas secuelas. Esta, sin duda, es una de ellas, observada en tan solo una generación (20-30 años).