Con estas fotografias como telón de fondo, nos abocaremos aquí a analizar el concepto de "patrimonio" y de "patrimonio cultural", tratando de desentrañar su profundo y enigmático significado para la identidad local y regional.
REFLEXIONES EN TORNO AL CONCEPTO DE PATRIMONIO CULTURAL
1. Origen y Motivación de esta reflexión nuestra.
Surgió esta reflexión sobre el concepto de "patrimonio" a comienzos del año 2001 ante la necesidad sentida por
Encontradas eran las opiniones de diversos actores (Empresa, Sindicatos, Terceros) respecto a la conveniencia o inconveniencia de la conservación de elementos del patrimonio cultural inmueble y mueble acumulado en Chuquicamata con el correr del tiempo, desde su instauración como campamento minero en el año 1914. El Campamento minero inicial, muy pronto se constituyó en ciudad, dotada de todos los elementos propios de la vida citadina.
De suerte que a pocos años de su fundación (1917), ya señalaba el obispo de Antofagasta Monseñor Silva Lezaeta que su población sobrepasaría luego ampliamente la de su vecina, Calama, requiriendo imperiosamente el establecimiento, por parte de
Existen algunas opiniones que señalan que nada en Chuquicamata merecía el calificativo de “patrimonial”, por tratarse de edificios y estructuras ligadas esencialmente a la extracción y procesamiento de minerales, sin que jamás existiese la intención de crear allí vida ciudadana, capaz de constituir memoria colectiva e historia local. Por lo cual el Campamento podría ser destruido por decisión de
Ya su nombre de “Campamento”, señalan algunos, alude a esta inestabilidad propia del lugar, el que en cualquier momento podría ser desmantelado y abandonado, al igual que cualquier campamento minero y tal como ya ha ocurrido en muchas empresas mineras en el Norte de Chile (v.gr. caso de las Salitreras). Otros piensan, por el contrario, que Chuquicamata, con la anuencia explícita y apoyo logístico de
Detectar cuáles serían los factores que inducen a sostener la existencia de un auténtico “patrimonio histórico-cultural” , creado con el correr del tiempo, en esta ciudad-campamento, señalar cuáles serían las características de éste de acuerdo a la opinión de la población residente, y qué motivaciones científicas serias podrían aducirse para su protección y conservación, son parte importante de nuestra reflexión.
Para poder emitir una opinión fundada al respecto (o sea , si verdaderamente existe o existió en Chuquicamata un “patrimonio cultural” digno de preservarse), nos parece imprescindible profundizar en el concepto de “patrimonio” y, más explícitamente, en el de “patrimonio cultural”. Nos serviremos de ejemplos representativos presentes en nuestra Región de Tarapacá, de los que somos testigos directos.
2. Origen del término patrimonio.
“Patrimonio” viene de la voz latina patrimonium, el que, según el Diccionario Latino-Castellano de Valbuena (edición 1880), significa: “el conjunto de los bienes heredados de los padres”. Para el Diccionario de
Así, pues, dos conceptos aparecen en estas definiciones como fundamentales: el concepto de “bien” y el concepto de “herencia” . Puede haber bienes que no constituyan normalmente herencia, como por ejemplo, ciertos bienes muebles que se desgastan con el uso y no perduran. Los conceptos de “bien” y de “bien heredable” tienen que confluir necesariamente para constituir “patrimonio” . Patrimonio, en consecuencia, son cierto tipo de bienes heredados de los ascendientes. Los que se poseen para ser heredables, esto es, perdurables. Estos bienes heredables son los que se especifican en un Testamento; no otros tipos de bienes que no merecen testarse, sea por su insignificancia misma, sea por su escasa valoración, sea por que no son en sí mismos perdurables. Se testa en un testamento lo que se valora por parte del testador por considerarse valioso y perdurable en el tiempo. Nadie testa lo que se va a destruir en corto tiempo; nadie testa lo que no tiene importancia ( o valor) para nadie. Eso simplemente ni se nombra.
3. Reflexiones sobre patrimonio cultural
Si aplicamos ahora estas ideas al concepto de “patrimonio cultural”, nos estamos refiriendo a “bienes de la cultura” que son producto de una herencia. No a cualquier tipo de bienes. Si intentamos hacer un análisis más fino de este concepto de “patrimonio cultural”, veremos que surgen los siguientes elementos de juicio:
3.1 se deja en herencia “bienes” esto es especies, elementos u objetos valorables, que poseen un valor en sí. Este valor puede ser real (en términos económicos objetivos, o de mercado) o solamente sentimental (subjetivos). Este “valor” puede surgir de la antigüedad misma o del carácter histórico del bien (v.gr. un objeto arqueológico), del carácter sentimental (v.gr. una medalla de latón obtenida en una competencia deportiva), o del valor intrínseco del objeto (v. gr.una medalla de oro macizo). En consecuencia, todo lo que de alguna manera resulta valorable para el testador, puede ser objeto de herencia por parte de éste.
3.2. La herencia es “para los descendientes”. Porque constituyen objetos de valor también para éstos, o porque el testador estima que el descendiente tiene que llegar a descubrir el valor inherente (real o meramente subjetivo) al objeto o bien testado. Puede verificarse aquí todo un trabajo pedagógico de búsqueda por parte del heredero del sentido profundo del bien testado, el que tal vez no surge a primera vista y requiera de estudio y análisis. Pero tal valor (presente o futuro) está en la intención del testador.
Ejemplo de esto es cuando un científico, sabio o literato lega un bien precioso para él, v.gr. un libro preciado, a un nieto aún niño: llegará el momento en que éste entenderá el valor del legado recibido. Si es un bien heredado especialmente para los descendientes, es porque éstos tienen que recibirlo y valorarlo o llegar a valorarlo tal como la valoró el antiguo dueño. Lo que involucra todo un esfuerzo de apreciación (darle precio) y estima por parte del receptor.
Por parte de una comunidad, se dará, tal vez, un verdadero aprendizaje acerca del valor, lo que ocurre, por ejemplo, cuando se crea un Museo en y para una comunidad: la comunidad tiene que llegar a “aprender” a apreciar” lo que se muestra. Hay bienes que tienen un valor fácilmente perceptible, que surge de su mera presencia : v.gr. una hermosa escultura, una bella pintura. Hay otros que tienen que ser “enseñados” , por ejemplo , el valor de una fotografía antigua o de un objeto antiguo cuyo uso ignoramos. Apreciar
3.3. La herencia propia de un “patrimonio cultural”, constituye, además, un todo indisoluble. Estamos ante la presencia de una “hacienda cultural”, esto es, de un numeroso conjunto de bienes heredados para ser apreciados, especialmente cuando constituyen “conjuntos” valorables. En el caso de un patrimonio físico o reducible a dinero sin perder su valor (v.gr. una casa, o un conjunto de maquinarias), éste es repartible entre varios herederos y puede ser fragmentado, dividido o vendido sin pérdida alguna del valor de las partes. No ocurre así, por desgracia, con el patrimonio cultural espiritual. El valor de este patrimonio consiste, precisamente, en su conjunto, en su totalidad, en el hecho de constituir un todo indivisible. El valor de una biblioteca especializada, por ejemplo, o de un barrio típico, o de una valiosa colección de insectos de un país o región, o de un pueblo en ruinas (v.gr. un pueblo de las misiones jesuíticas del Paraguay o de Bolivia o el pueblo arqueológico de Ramaditas o Guatacondo), o aún de una ciudad típica (v.gr. Nápoles) , no está en el número de ejemplares, o en el número de edificios, sino en su globalidad, en su carácter de un todo orgánico, de una riqueza organizada.
Repartir entre muchos los libros de una importante biblioteca especializada, es destruirla; separar o distinguir entre edificios de una ciudad típica, es no entender el contexto y el conjunto (“los árboles no dejan ver el bosque”). Una suma de dinero se puede repartir; una cantidad de vehículos o máquinas se puede vender uno a uno; pero no se puede actuar con este criterio en el caso de una calle típica, o de un pueblo típico, donde todos y cada uno de los elementos arquitectónicos tiene su valor tanto en sí, como en cuanto parte de un conjunto. Aquí el todo es mucho mayor que la suma de las partes. Aquí cada edificio tiene una función determinada. Una ciudad típica, pues, no es una simple sumatoria de edificios, es un todo indivisible, es un todo orgánico en el que cada edificio tiene o ha tenido en el pasado, una función y un rol específico: es un organismo vivo con múltiples funciones.
Una colección valiosa de una zona, en la que se incluye todos los seres vivos de un grupo, (v.gr. insectos del Amazonas) incluye especies conocidas y comunes, pero también especies típicas y únicas, de modo que, en este caso, se mostrará el conjunto (todas las especies) y su espectacular belleza, y las que son verdaderamente raras, escasísimas o únicas, de extraordinario interés para el entomólogo o el ecólogo. Todas tienen una función específica en el biome local y dan cuenta de la multiplicidad de interacciones entre el mundo vivo y su sustrato inerte. Lo mismo, mutatis mutandis, se puede decir de otros “conjuntos” que llegan a constituir “patrimonio”.
3.4. Cuando el “patrimonio cultural” se refiere a un pueblo o a una ciudad, estamos hablando de una totalidad que es mucho más que la suma del patrimonio cultural de determinadas personas, de muchas personas, aunque sean las más notables. Cuando hablamos de “patrimonio cultural “ de un pueblo, hablamos de un conjunto superior a la suma de los bienes culturales personales de sus habitantes. Este tipo de “patrimonio”, además, por ser la herencia de todo un pueblo, es algo múltiple y multifacético, es decir, se expresa en todas las esferas de la cultura. Porque el “patrimonio”, esto es el conjunto de bienes heredables, interesa a todo un pueblo, en cada una de las esferas del comportamiento humano social: desde lo arquitectónico, escultórico o pictórico, hasta lo literario, folklórico, o musical o gastronómico.
Es decir, ese “patrimonio” o herencia cultural resulta particularmente valioso para todos los miembros de ese pueblo, porque encuentra eco en cada una de las actividades en que éstos se desenvuelven. Los bienes personales, a lo más, resultan valiosos para una familia y sus miembros. Los “bienes” de todo un pueblo, en cambio, interesan a todos sus miembros.
3.5. Para que sean de valor o interés para todo un pueblo, tienen que poseer, intrínsecamente, una especial significación para todos. ¿Qué es lo que podría interesar a todos?. ¿Qué une a los miembros de toda una comunidad o pueblo? ¿Qué cosas defendería todo un pueblo contra un usurpador o un adversario?. Lo que todo un pueblo defendería como propio, eso precisamente constituye su “patrimonio”. ¿Y qué cosas son éstas?. Lo que preocupa e interesa a todos, lo que es común a todos y propio de cada uno. ¿Y qué cosas son ? La historia común, la lengua común, la religión, el arte, las costumbres, las ceremonias y ritos, las celebraciones; los lugares y edificios de uso común o de reunión, de celebración, de fiesta común. Y si nos fijamos bien, todos estos elementos son de un carácter espiritual, no meramente materiales o físicos. Todos estos elementos tienen una resonancia, un eco, en el corazón, en el espíritu de sus habitantes. Son elementos que no se transan fácilmente, no se cambian. Pertenecen, a lo que parecería, a la esencia de la propia identidad. No son los elementos físicos, de por sí, los que arraigan al espíritu humano a determinados lugares o escenarios: son las vivencias, los recuerdos, las emociones allí vividas o, mejor dicho, compartidas con otros. Es decir, el ser humano hace vivibles los lugares, los humaniza con su actuación, con el compartir, con el “sentido de comunidad” que les impregna, con el vivir con y para los demás. Los hace “habitables” y los hace, también, memorables o “recordables”. Les agrega historia y vivencia. Les agrega “recuerdos”.
Visitar la casa de Neruda en Isla Negra, es ya retrotraer el pasado al presente; leer y recitar a Neruda en su propia casa de Isla Negra, tiene aún más fuerza y vigor; su figura y su aliento vuelve, en alguna manera, a la existencia en cada ángulo de la casa; estudiar a Neruda o seguir un Curso sobre su obra, allí mismo, es sin duda, replicar experiencias que tal vez el propio Neruda tuvo allí, en contacto vital con la naturaleza que el compartía y gozaba día a día, hora a hora. Cuando se visita dichos lugares, con conocimiento de causa de lo que en ellos se vivió, gestó u ocurrió, se experimenta una emoción única, irrepetible; la historia, en cierto sentido, vuelve a recrearse, produciendo en el espíritu humano ilustrado sobre el sentido profundo de lo que ve o toca, un sentimiento de propiedad que enriquece al visitante. Es lo que se ha denominado “el peso de la historia”, el “legado del ayer”. Aquí, concretamente, uno llega a comprender el concepto de “legado cultural” y su influencia benéfica sobre el ser humano: lo vuelve “más hombre”, en la medida en que siente y vibra, de modo diferente, con las emociones o vivencias del “otro”.
3.6. Hemos llegado aquí a la conclusión provisional de que el auténtico “patrimonio cultural” - o sea, ese cúmulo de elementos que son objeto de herencia social- es un conjunto amplio y significante de valores adquiridos por un pueblo a lo largo de su historia. No es la sola lengua, ni el solo arte, ni la sola religión, ni la sola historia. Es la suma de todas estas cosas y muchas más; pues Lengua e Historia, son parte de un proceso de siglos o milenios; como Arte y Religión, o Lengua y Costumbres, o Lengua y Arte, o Religión y Costumbre. Aquí empezamos a vislumbrar que todos estos elementos, por separado, no valen lo que valen todos juntos, integrados, como partes significativas de un todo vital. Tal como se dan en la realidad social de un grupo humano. Jamás aisladas; siempre integradas, siempre mutuamente compenetradas, mutuamente auto-influenciadas.
3.7. Podríamos preguntarnos: ¿cuándo algo puede llegar a constituir “patrimonio cultural”.? ¿En qué condiciones y forma?. Creemos que esto ocurre cuando un conjunto de bienes, creados por personas individuales (albañiles, arquitectos, músicos, escultores, escritores, poetas, historiadores o técnicos), sobrepasa el estrecho mundo de lo privado e invade el mundo de lo público. Lo que se hace público, se hace propiedad del pueblo. Y al hacerse bien público, ya no puede ser reclamado como algo privado o particular. Cuando un Mecenas crea, con sus bienes personales, un Museo y lo lega a la comunidad o a una ciudad, lo hace inmediatamente público. Y por ese mismo hecho, deja ya de tener derecho sobre ese bien. Pasa a tener el mismo derecho que los demás, integrantes de ese pueblo. Fue por un tiempo privado, pero traspasó las fronteras de lo individual y se hizo bien colectivo, comunitario. De este modo y no de otro, han nacido los Museos y los Centros Culturales Comunitarios o las Casas de
3.8. Pero podríamos preguntarnos ahora, ¿por qué llegan esos bienes a constituirse un día en patrimonio local, regional, nacional o internacional?. La respuesta a esta pregunta nos introduce bruscamente en el mundo de lo que constituye o forma la esencia de la cultura: el compartir valores. La clave, a nuestro juicio, de la importancia vital del “patrimonio cultural” es la capacidad de crear bienes que puedan ser compartidos, es decir, valorados corporativamente por muchas generaciones. Crear instancias de fomento y estímulo de patrimonio cultural es , pues, además de una gran responsabilidad en sí, una ocasión única para enriquecer culturalmente a nuestros semejantes, miembros de una misma comunidad o pueblo, de elevarlos culturalmente, de hacerlos más personas, más hombres. Hay, pues, cosas que son valorables a nivel local; otras a nivel regional o nacional. La ciudad de Valparaíso, por ejemplo, ha pasado a constituir un bien universal, patrimonio de la humanidad; Las salitreras Humberstone y Santa Laura, en las cercanías de Iquique, un patrimonio regional, valiosa expresión de un sistema de vida y explotación regional, con una arquitectura propia y representativa. Chuquicamata, por tanto, bien podría llegar a pertenecer a este tipo de patrimonio, si se cumplen adecuadamente las condiciones para ello.
3.9. ¿Cualquiera puede llegar a crear “patrimonio? La pregunta no es ociosa, y nos lleva a buscar quién es creador o artífice de “patrimonio”. Creemos que no cualquiera ciertamente. Creemos que son aquellos, muy pocos, que logran éxito social en sus creaciones, es decir, aquellos que son , de alguna manera “genios” en sus propias comunidades y logran crear estructuras de pensamiento y de acción traducidas en legado visible, perceptible, que logran pasar a la posteridad y evitar la muerte, por haber sido “aceptados”, “acogidos” y “reconocidos” como valiosos. Por eso es que logran sobrevivir, porque se convierten en un bien comunitario. Estos artífices – en el caso de ser conocidos- pasan a ser, en cierta medida, “héroes culturales” de los pueblos o comunidades. Estos pueden ser poetas, historiadores, arquitectos, artesanos o músicos que lograron exteriorizar, en su propio lenguaje artístico, lo propio o peculiar de su pueblo, o han querido plasmarlo en formas y figuras representativas del “alma popular”, o si preferimos, de la “conciencia popular”. Tal vez muchos podrán producir “bienes culturales” de variada especie, pero serán muy pocos aquellos que lleguen a diseñar productos culturales perdurables, apetecibles por la mayoría, degustables por todos o casi todos, y, más aún, a lo largo del tiempo. Estos son, creemos, verdaderos ”héroes culturales” capaces de crear y/o enriquecer el patrimonio cultural de un pueblo. Son, de hecho, los transmisores natos de la herencia cultural de los pueblos.
3.10. Concluimos con esto que, para que ciertos bienes culturales logren alcanzar el atributo de “patrimonio” de una comunidad, (y, por tanto, merezcan perpetuarse) necesitan imperiosamente cumplir con ciertos requisitos que consideramos fundamentales: es decir que:
a) que esos “bienes” hayan surgido del seno mismo o en el seno mismo de la comunidad, sea porque hayan sido producidos por ellos (en caso de invención propia), sea porque hayan sido aceptados y acogidos por ellos como propios (en el caso de integración o asimilación de elementos o estilos ajenos);
b) que tales “bienes” sean compartidos por todos o la mayor parte de la población;
c) que dichos “bienes”, por tanto, tengan especial significación para la mayoría de la población;
d) que dichos “bienes”, compartidos y significantes, sean altamente valorados por parte importante de la comunidad;
e) que esos “bienes”, por tanto, se convierten así en elementos irrepetibles, únicos en el mundo y, por fin,
f) y,
3.11. ¿Qué ¿Por qué cuando hablamos de “patrimonio”, surge inevitablemente la idea inmediata de defensa o protección? ¿Por qué todo patrimonio es per se algo que debe ser protegido?. ¿Por qué dicho patrimonio resulta muchísimas veces vulnerable?. ¿Qué es lo que se defiende o protege en estos casos? ¿Contra quién, o contra quiénes, se defiende o protege?. Preguntas todas que apuntan hacia un aspecto de la dinámica cultural que es efecto del “progreso material”: la facilidad con que el ser humano olvida el pasado, o lo destruye, so pretexto de construir algo que cree ser mejor.
3.12. Por todo lo dicho hasta aquí, no nos ha de sorprender el que las mejores y más comprehensivas definiciones de “cultura”, encierran siempre la idea de “tradición“, de “traspaso” de riquezas acumuladas por el hombre, de “legado” transmitido de generación en generación. Porque la cultura es algo acumulativo, algo que se va creando, se va sumando a lo largo del tiempo, con el aporte de muchos individuos o grupos humanos. La cultura, además, es algo esencialmente “aprendido”, esto es, no es algo innato en el ser humano. Se aprende lo que sirve para mejor desempeñarse en el habitat. Lo que no nos sirve, simplemente lo desechamos y botamos a la basura. Pero desde el momento en que en todas las culturas existe el concepto de “patrimonio” como algo heredable y perpetuable, quiere decir que es algo esencial al ser humano, y por tanto, parte de su identidad misma.
C Cuando hablamos de “patrimonio cultural”, estamos hablando de un conjunto de conocimientos, vivencias, o expresiones creadas por el hombre para adaptarse al lugar físico donde le toca vivir, experiencias que son traspasadas, “heredadas” a los descendientes para su mejor desempeño en el medio físico donde debe vivir. El “patrimonio”, pues, es una herencia útil para los descendientes, es decir, representa un conjunto de elementos que le permiten “vivir mejor”, gracias a la experiencia probada, acumulada, del pasado.
3.13. Por fin, creemos que el concepto de “patrimonio cultural” es algo inseparable del concepto de identidad (local, regional, nacional). Ya lo hemos de alguna manera insinuado antes. Es decir, la identidad propia (como pueblo, como ciudad, como país), se va construyendo con el aporte de lo que es propio y constitutivo nuestro y nos diferencia de los demás. ¿Qué es lo que nos diferencia de los demás?. Creemos que es, precisamente, el conjunto de aquellos rasgos de la cultura que hemos heredado de nuestros antepasados, y que nos ha parecido especialmente valioso conservar, proteger y defender. Aquello que consideramos “nuestro” por antonomasia. Aquello que nos diferencia explícitamente de otros (pueblos, ciudades, regiones, países.
3.14. Al final de nuestra reflexión antropológica, hemos llegado a la idea-fuerza de que el patrimonio cultural propio es de tal valor y significancia, por constituir en sí mismo el pilar fundamental de la identidad propia. En otras palabras, no hay identidad posible, sin patrimonio cultural propio. Seríamos simplemente “copias” exactas de otras culturas o grupos humanos, simples “clones” de terceros. De donde se deduce con meridiana claridad que la única forma de constituir y afianzar la propia identidad, es afianzar, proteger y defender el propio patrimonio cultural. Sin la existencia, protección y fomento del propio patrimonio cultural, los pueblos simplemente verían su pronta desaparición como pueblos, se extinguirían para dar paso a una masa global idéntica, donde la creación individual ha sucumbido ante la masificación y una globalización mal entendida. Dicho de otra manera más expresiva: la mejor manera de destruir la identidad de un pueblo o país, es negar o destruir el propio patrimonio cultural. ¿Es esto lo que queremos para nuestras ciudades, pueblos o regiones?. Negar o destruir el propio patrimonio cultural, acumulado tras siglos de esfuerzo y creación compartida por las mentes más privilegiadas, es cavar la tumba del propio país donde se insertan tales pueblos, ciudades o regiones.
Conclusión. Patrimonio y Progreso: ¿contradicción, coincidencia o necesaria complementación?
Por eso sostenemos que el verdadero Progreso y Desarrollo de un pueblo o país radica, precisamente, en la preservación de la propia identidad mediante el respeto compartido por el propio patrimonio cultural. En síntesis, nos atrevemos a decir, con los más connotados antropólogos, que no solo la identidad propia se construye sobre la base del patrimonio cultural propio, conocido y profundizado, sino que es la base del auténtico progreso de los pueblos. Porque el término “progreso” (como lo indica su raíz latina pro-gressus) solo significa dar “un paso adelante” y no incluye para nada la idea de destrucción, olvido o negación del pasado. Las naciones europeas, en este sentido, nos dan ejemplo a diario del valor intrínseco que otorgan a su patrimonio cultural heredado de las culturas pasadas, sin perjuicio de buscar, por todos los medios, alianzas estratégicas y económicas que les conduzcan a un mejor estándar de vida. Y ellas nos han demostrado que ambas acciones no son contradictorias. En ninguna parte como en Europa se ha desarrollado una tan vívida conciencia del valor patrimonial del pasado como verdadera “escuela” para construir, mediante el verdadero respeto por su legado, el futuro de una nación que se precie de su historia y sus tradiciones.
(retocado del original de Marzo 2001, el día 27 de Mayo 2010).