En un capítulo anterior (editado en este blog el domingo 19 de Junio de 2016), con el título de: "Descripción del pucará de Quítor por el ingeniero geógrafo y naturalista Francisco José San Román en el año 1884: discusión y comentarios" hemos presentado a este insigne explorador y descriptor del desierto de Atacama. Comisionado por el gobierno chileno para reconocer, estudiar y profundizar en el conocimiento de las regiones conquistadas en la reciente Guerra del Pacífico, nos da a conocer sus riquezas geológicas y metalíferas, y, como resultado práctico, elabora una nueva y riquísima cartografía del área y trae consigo una riquísima cosecha de muestras geológicas del área visitada. San Román realiza al efecto extensas expediciones por la región, haciéndose acompañar siempre por arrieros, generalmente atacameños, de quienes aprende el secreto de las huellas cordilleranas. El extenso territorio que recorre esforzadamente palmo a palmo, con apoyo de especializados topógrafos, se extiende desde las márgenes del río Loa hasta las vecindades de Copiapó. De especial interés son sus observaciones sobre las regiones limítrofes con Bolivia y la República Argentina, en una amplia comarca casi desierta, y muy poco conocida en el mundo occidental de entonces, y cuya escasa cartografía era muy deficiente y no pocas veces francamente errónea.
En el presente capítulo, nos centraremos en sus aportaciones sobre la lengua cunza de los atacameños o lickan antai, habitantes de las zonas aledañas al salar de Atacama.
En el presente capítulo, nos centraremos en sus aportaciones sobre la lengua cunza de los atacameños o lickan antai, habitantes de las zonas aledañas al salar de Atacama.
Una reedición reciente.
Para nuestro análisis, nos hemos basado en la reciente reedición de su obra hecha por el escritor e historiador Cristián Muñoz L, editada en Copiapó (?), en diciembre del año 2014 (Francisco San Román naturalista de Atacama, Siglo XIX, Eds. Atacama Kozan, Editorial Alicanto Azul, ¿Copiapó?). No hemos podido tener a la vista la obra original, en tres tomos, publicada con el nombre de Desierto i cordilleras de Atacama, (Santiago de Chile, Imprenta Nacional , 1896-1902), de tal suerte que ignoramos si la obra reciente reproduce en su totalidad del trabajo original o sólo partes de éste, omitiendo secciones del mismo. Del tenor de los capítulos y su secuencia cronológica, sin embargo, deducimos que la obra ha sido, tal como debe ser, presentada en su totalidad y no en una síntesis arbitraria. La obra reciente está acompañada de varias imágenes, de personajes, y lugares citados, lamentando nosotros, eso sí, que las piezas cartográficas no hubieran sido reproducidas en un tamaño bastante mayor (al doble o al triple), para poder apreciar bien su contenido, el que en su edición actual, es francamente deficitario. En particular, esto atañe al excelente mapa de San Román, que con el nombre de "Carta Jeográfica del Desierto i Cordilleras de Atacama" se muestra en la página 10 de la obra, el cual resulta en la práctica totalmente ilegible.
A la caza de información lingüística y antropológica.
Nos correspondió, pues, revisar prolijamente la obra completa, para extraer de ella las referencias que directa o indirectamente dijeran relación con la antropología social, la arqueología y la lingüística atacameña. ¿Por qué este particular interés nuestro?. La razón estriba en que este mismo autor fue a la vez el editor de un breve pero excelente trabajo sobre la lengua atacameña que bajo el nombre de "La lengua cunza de los naturales de Atacama", publicara en Santiago en el año 1890 (Imprenta Gutemberg, Santiago de Chile). Más aún, su trabajo fue hecho en estrecha colaboración con el presbítero C. Maglio, a la sazón cura párroco de San Pedro de Atacama, quien también se había preocupado de reunir valiosos antecedentes sobre esta lengua, a punto de extinguirse. San Román nos presenta su trabajo en la forma de un rudimento de "Gramática atacameña", esfuerzo notable por ordenar y clasificar todos los numerosos materiales adquiridos en el trato asiduo con sus arrieros y pobladores. Para fortuna nuestra, la obra del historiador Cristian Muñoz reproduce, igualmente, este trabajo filológico completo (pp. 331-344 en su obra sobre San Román, citada más arriba).
¿Cómo obtuvo San Román sus informaciones?.
¿Dónde exactamente recibió el ingeniero San Román informes sobre esta extraña lengua? ¿De qué personas y de qué pueblos?. ¿Por qué se interesó tan vivamente por recopilar su vocabulario y formas gramaticales?. ¿Qué cantidad de hablantes de la lengua había aún por entonces en Atacama?. ¿Cómo concluyen C. Maglio y San Román que esta lengua estaba a punto de extinguirse?. Son preguntas cuya respuesta aparece nítida en los párrafos que citaremos ad litteram, extraídos de sus diferentes capítulos. La información es valiosa pero se halla muy dispersa a través de sus diferentes secciones. Trataremos de ordenarla, apoyados en sus propias palabras y citas textuales.
El análisis de los textos que más abajo analizamos en detalle, nos ha convencido que San Román poseía más material lingüístico que el que nos presenta en su conocido artículo "La lengua cunza de los naturales de Atacama". Y es lo que hemos podido comprobar al espigar en su denso trabajo en tres tomos sobre su viaje por la zona de Atacama. (reedición de Cristian Muñoz, 2004). Aquí, en efecto, han aparecido nuevos términos y nuevas traducciones de topónimos lickan antai.
El análisis de los textos que más abajo analizamos en detalle, nos ha convencido que San Román poseía más material lingüístico que el que nos presenta en su conocido artículo "La lengua cunza de los naturales de Atacama". Y es lo que hemos podido comprobar al espigar en su denso trabajo en tres tomos sobre su viaje por la zona de Atacama. (reedición de Cristian Muñoz, 2004). Aquí, en efecto, han aparecido nuevos términos y nuevas traducciones de topónimos lickan antai.
Nuestro interés por la lengua cunza.
Nuestro interés por esta lengua y sus restos dispersos, nació de conversaciones sostenidas con el padre jesuita Gustavo Le Paige, en su parroquia de san Pedro de Atacama, en los años 1963-1965, fecha en que le visité frecuentemente desde Antofagasta, donde yo residía. En cierta ocasión, le escuché una noche que él acababa de hallar a una anciana mujer que aún hablaba, en uno de los aillos en torno a San Pedro, la vieja lengua de Atacama, el cunza. Estaba visiblemente excitado. Nunca supe después si logró finalmente entrevistarla y si llegó a recopilar palabras o frases en la lengua kunza. Ignoro lo que pasó. En todo caso, no hay rastros de esto en sus escritos posteriores. Que yo sepa, Le Paige no tenía por aquellos años tempranos una grabadora, con la que hubiera podido grabar conversaciones. Grabadoras existían, pero eran sumamente caras y escasas. De hecho, la arqueóloga Grete Mostny la usó -como consta- en el poblado de Peine en sus dos trabajos de los años 1948-49. Pero Le Paige no poseía tampoco mayores conocimientos de lingüística y no siguió por esta senda de investigación, dando total preferencia a los estudios de arqueología y craneometría atacameñas. Esta circunstancia contribuyó al hecho que cuando me fue dado a mí visitar por varios años seguidos los poblados atacameños desde Río Grande hasta Tilomonte, entre los años 1985-1992, siempre fuera yo premunido de una grabadora. La usé siempre en mis conversaciones con los lugareños y tuve un especial cuidado en anotar y reproducir pronunciaciones de voces exóticas y solicitar su significado. Lo que consta en las decenas de grabaciones que hice en todos los pueblos de Atacama, con excepción de Machuca y Catarpe. Grabaciones éstas que están hoy aún en mi poder, y quedarán, Dios mediante, definitivamente guardadas en el Museo Regional de Antofagasta, donde radican ya diferentes Colecciones del suscrito.
Un informante anciano en el oasis de Tilomonte.
El pequeño lugarejo de Tilomonte es el último lugar habitado en el extremo sur del Salar de Atacama. Hoy (2016) se encuentra - desde hace varios decenios- totalmente deshabitado; sólo sus ruinas y chacras abandonadas constituyen hoy un pálido testigo de lo que un día fue. Sus pequeñas chacras de maíz pertenecían y fueron cultivadas por habitantes del pueblo de Peine, distante sólo unos pocos kilómetros hacia el norte. El ingeniero San Román y su comitiva científica llegan extenuados y agotados a este pequeño oasis, en la primera quincena del mes de Mayo del año 1885. Habían salido del puerto de Taltal por ferrocarril hasta Refresco, y de allí en mula avanzaron penosamente hacia el norte, pasando por Río Frío, Imilac, las Zorras, teniendo a la vista, a la derecha (Este) las faldas imponentes del volcán Llullaillaco. Fueron muchas jornadas de penoso viaje, donde perdieron varias mulas por cansancio, extenuación y agotamiento. El pequeño oasis de chañares y algarrobos, con sus chacras de alfalfa fue su salvación y alivio. Aquí, durante varios días, se reponen del tremendo esfuerzo exigido a hombres y animales. Así describe San Román el arribo a Tilomonte: "un lugarejo donde moraban algunos indígenas y donde podía contarse con algunos auxilios" (2014: 134). Entre las triangulaciones y las observaciones astronómicas, que les exigía la confección de un plano confiable de la región recorrida, se da el tiempo para realizar sus primeras entrevistas de tipo lingüístico. Así lo relata en su trabajo:
"Los días de campamento en Tilomonte, como era de costumbre, se ocupaban en las observaciones astronómicas de longitud y latitud, en los de declinación magnética, de temperatura, etc., pero en esta ocasión, comenzaron también a extenderse algunas indagaciones filológicas, tarea en que tuvo por auxiliar de aquella primera tentativa, al ingeniero Pizarro, que recogió algunas voces de boca del anciano patriarca de aquel lugar, don Juan Matías Silvestre, entonces de 98 años de edad. La longevidad ofrece casos muy extraordinarios en aquellas localidades de vida patriarcal, y solo entre los ancianos de más o menos un siglo de edad se conserva la posesión del idioma indígena de aquella región que se circunscribe a la cuenca geográfica de Atacama propiamente dicha".
Por lo que nos dice el propio San Román, es ésta la primera oportunidad en que nuestro investigador tiene ocasión de escuchar a un atacameño o lickan antai hablar en su propia lengua. San Román tiene aquí la ayuda de un colega ingeniero, también interesado en retener las voces de esta extraña y hasta entonces desconocida lengua. San Román, desde el primer momento, se da perfecta cuenta de la importancia de esta recopilación de voces de esta lengua ignota, a la que llama con razón "reliquia de la filología".
Continúa así su relato:
"Tuve siempre gran interés, ya que se emprendía el estudio industrial y geográfico de aquel territorio, en agregar también todo lo que me fuera posible sobre el idioma y costumbres de los indígenas que lo poblaron y de los cuales quedan aún tipos puros que bien pronto habrían de desaparecer sin dejar vestigio de su pasado". (2014: 137; subrayado nuestro).
Estas expresiones suyas revelan el sumo interés que le produjo el encuentro con hablantes de la lengua atacameña. ¿Supo San Román de la existencia de esta lengua desde antes de su arribo a Tilomonte?. No sabemos -y tampoco hay indicios de ello en su relato- si entre sus guías venían ya algunos atacameños. Es altamente probable que así fuera, ya que de otra manera difícilmente hubieran hallado el camino y los lugares de abastecimiento. En efecto, los atacameños eran los asistentes obligados en el cruce de esta sección del desierto. Ellos conocían como nadie la ruta, sus aguadas, los lugares de existencia de forraje animal o los sitios de acampada. Rutas que ellos bien conocían por ser avezados cazadores de chinchillas y guanacos. De ser así, como suponemos, San Román debió estar previamente informado que había en Tilomonte ancianos que la hablaban aún. ¿Qué mejor ocasión de obtener datos de esa lengua, aprovechando su obligado descanso de varios días?.
Y prosigue la narración:
"A fin de salvar y conservar algo de esta reliquia de la filología, americana, repetí mis indagaciones en Peine, lugarejo inmediato y de mucha mayor importancia que Tilomonte, sirviéndome del anciano Manuel Pachao que se decía tener 120 años de edad y que conservaba fresco no solo el recuerdo de las campanas (sic! por campañas) de Belgrano, sino que, también, se remontaba hasta acontecimientos vecinos a la creación del Virreinato...".(2014:138; subrayado nuestro).
Al parecer, solo interrogan en Tilomonte a una sola persona de edad, al anciano Manuel Pachao y registran de su boca los primeros elementos del vocabulario cunza. Después de las frases aquí transcritas, se extiende San Román en algunas disquisiciones de menor interés sobre la notable longevidad de habitantes de estos lugares apartados.
El relato continúa:
"en Toconao y así sucesivamente hasta llegar a San Pedro de Atacama, fui poco a poco adquiriendo los rudimentos de la lengua Cunza que ya han visto la luz pública y han servido de base para nuevos estudios e indagaciones por diversos escritores extranjeros y nacionales, entre éstos, don Aníbal Echeverría Reyes" (2014: 138; subrayado nuestro).
San Román se interesa muy vivamente por registrar este idioma que él sabe bien es totalmente desconocido y nuevo para la ciencia de la filología. En efecto, el mismo había publicado poco antes su artículo: "La lengua cunza de los naturales de Atacama" (Santiago, Imprenta Gutemberg, 1890). Se adelanta así en cinco años a la publicación del famoso "Glosario de la lengua atacameña", del presbítero Emilio Vaïsse y otros, editado a fines del año 1895, en los Anales de la Universidad (de Chile), Tomo XCI, Imprenta Cervantes, Santiago (pp. 527-556). Lo interesante es que sabemos hoy muy bien de qué sector de Atacama eran los hablantes, y dónde habían los viajeros obtenido todo su material filológico.
En el poblado de Sóncor aporta nuestro relator varias y valiosas raíces kunsa:
"Encontrando otra vez en Soncor al anciano Juan Silvestre, de quien obtuve las primeras nociones de la lengua cunza de los atacameños, pude agregar al glosario de voces algunos nombres geográficos de las últimas regiones exploradas. Así resultó que la cordillera de Tátio derivaba su nombre del hecho de ser esta voz equivalente a ´horno´, lo cual coincide con la existencia de conos volcánicos que tienen efectivamente esa forma. El cerro Onar o más bien, aspirando, Hónar, muy nombrado en la cuestión internacional, pero que desfiguran en Jonal, significa ´quemado´.
Los numerosos nombres de los ríos que llevan antepuesta la voz puri, agua, explicaban que purilanjti es ´agua corriente´; puripica es ´agua dulce y potable´; puricujter, ´agua gruesa o salobre´; puritama, ´agua caliente´; purilari, ´agua colorada´; etc.; y si se pospone la voz, se modifica el sentido, como en chucumpuri, ´agua de los mosquitos´ ". (2014: 191; subrayado nuestro).
Importancia lingüística.
El párrafo recién anotado es de un gran interés lingüístico, pues refleja el insistente afán del ingeniero San Román por averiguar, en cada caso, el significado exacto de las denominaciones de diversos elementos geográficos del paisaje que se exhibía a su vista, así como el respectivo modo de construcción gramatical. Se observa bien cómo cada denominación obedece a características físicas, claramente visibles. San Román se percata de inmediato de este tipo de diseño lingüístico, y anota en seguida: "Es propio de todos los nombres indígenas de lugares que siempre se traducen en expresiones que describen su forma y aspectos, sus caracteres y rasgos prominentes". (2014: 191).
Últimas referencias filológicas.
"Llegaba un viajero de un lugar llamado Chajnantur, lugar donde hay algarrobos y se prepara una bebida que equivale a "aloja dulce"; el volcán aquí teníamos al frente era el Laskar, que significa "lengua", coincidiendo esta palabra con la forma algo alargada y angosta del referido cerro; el Léjia, ´pelado´, lleva también apropiadamente su nombre pues en sus flancos verticales y su cumbre, lisa y como pulimentada, no alcanza a detenerse la nieve, y aparece siempre pelado o desnudo". (2014: 191; subrayado nuestro).
Corrección ortográfica.
Por fin, en el capítulo dedicado por San Román a la Orografía, encontramos la siguiente cita que involucra una interesante corrección de nuestro autor a la toponimia en boga por entonces y que aún hoy se sigue utilizando erróneamente en la cartografía de la zona atacameña como "Sapaleri".
Ignoramos el significado del étimo -sapa- en el citado topónimo y no lo aclara, por desgracia, tampoco, nuestro descriptor. Como tal, no figura en el Glosario de la Lengua Atacameña de Vaïsse y otros (1895). A no ser que la voz fuera -sabalari-;, palabra cunza que vendría a significar "bolsa roja", del sustantivo -saba- = bolsa. Derivación a nuestro juicio fonéticamente bastante plausible, aunque todavía insegura.
Comentario lingüístico y eco-antropológico.
1. Las referencias que aquí hemos citado y que nos trae San Román en su extenso y circunstanciado relato de sus expediciones a la zona atacameña durante el año 1884, nos han aportado algunas novedosas indicaciones lingüísticas, de gran valor, que no figuran en su obra dedicada más bien al examen de la gramática atacameña, además algunas de ellas, tampoco figuran en el Glosario de la Lengua Atacameña de Emilio Vaïsse y otros (1895). En otras palabras, el relato de San Román nos entrega elementos nuevos para el estudio de esta lengua.
2. En consecuencia, creemos que todavía es posible rastrear algunas voces y su significado en la lengua cunza hurgando en relatos poco conocidos de exploradores tempranos, anteriores a la obra "Peine un pueblo atacameño" de Grete Mostny (1954). Estimamos que valdría la pena escudriñar estos retazos de información en autores como el geógrafo Luis Riso Patrón u otros exploradores de la cordillera de Atacama como Alejandro Bertrand u otros, menos conocidos.
3. Resulta muy interesante constatar que las voces para conformar una gramática de la lengua kunsa fueron todas obtenidas entre San Pedro de Atacama y lugares algo más alejados como Toconao, Sóncor, Cámar, Peine, Socaire, Tilomonte, algunos de ellos, lugarejos insignificantes, poblados por escasas familias de agricultores. Lugares todos ellos sitos en torno al gran salar de Atacama. Solo nos llama la atención la ausencia del poblado de Talabre, entre los nombrados. Por lo demás, por entonces (1885), según el testimonio de varios autores, el cunza ya no era hablado en la sección norte, junto al río Loa y sus afluentes, donde ciertamente existió con anterioridad, como consta claramente por el "Libro de Varias Ojas" registro parroquial del pueblo de Chiuchíu, publicado por el historiador José María Casassas en 1974 (Cf. La región atacameña en el siglo XVII, Universidad del Norte-Chile, Antofagasta, 1974).
4. Entregamos con especial afecto este pequeño aporte adicional sobre la lingüística de la lengua atacameña o cunza, como obsequio particular nuestro a los queridos hermanos atacameños o lickan antai que buscan hoy escudriñar afanosamente sus raíces. Tuvimos, en efecto, el gran honor de formar tres generaciones de profesores primarios atacameños en la universidad Arturo Prat de Iquique, entre los años 1993 y 1996, entregándoles entonces las bases antropológicas para una genuina re-etnificación y un anhelo creciente por recuperar su identidad como pueblo lickan antai.
(En proceso de construcción).
Un informante anciano en el oasis de Tilomonte.
El pequeño lugarejo de Tilomonte es el último lugar habitado en el extremo sur del Salar de Atacama. Hoy (2016) se encuentra - desde hace varios decenios- totalmente deshabitado; sólo sus ruinas y chacras abandonadas constituyen hoy un pálido testigo de lo que un día fue. Sus pequeñas chacras de maíz pertenecían y fueron cultivadas por habitantes del pueblo de Peine, distante sólo unos pocos kilómetros hacia el norte. El ingeniero San Román y su comitiva científica llegan extenuados y agotados a este pequeño oasis, en la primera quincena del mes de Mayo del año 1885. Habían salido del puerto de Taltal por ferrocarril hasta Refresco, y de allí en mula avanzaron penosamente hacia el norte, pasando por Río Frío, Imilac, las Zorras, teniendo a la vista, a la derecha (Este) las faldas imponentes del volcán Llullaillaco. Fueron muchas jornadas de penoso viaje, donde perdieron varias mulas por cansancio, extenuación y agotamiento. El pequeño oasis de chañares y algarrobos, con sus chacras de alfalfa fue su salvación y alivio. Aquí, durante varios días, se reponen del tremendo esfuerzo exigido a hombres y animales. Así describe San Román el arribo a Tilomonte: "un lugarejo donde moraban algunos indígenas y donde podía contarse con algunos auxilios" (2014: 134). Entre las triangulaciones y las observaciones astronómicas, que les exigía la confección de un plano confiable de la región recorrida, se da el tiempo para realizar sus primeras entrevistas de tipo lingüístico. Así lo relata en su trabajo:
"Los días de campamento en Tilomonte, como era de costumbre, se ocupaban en las observaciones astronómicas de longitud y latitud, en los de declinación magnética, de temperatura, etc., pero en esta ocasión, comenzaron también a extenderse algunas indagaciones filológicas, tarea en que tuvo por auxiliar de aquella primera tentativa, al ingeniero Pizarro, que recogió algunas voces de boca del anciano patriarca de aquel lugar, don Juan Matías Silvestre, entonces de 98 años de edad. La longevidad ofrece casos muy extraordinarios en aquellas localidades de vida patriarcal, y solo entre los ancianos de más o menos un siglo de edad se conserva la posesión del idioma indígena de aquella región que se circunscribe a la cuenca geográfica de Atacama propiamente dicha".
Por lo que nos dice el propio San Román, es ésta la primera oportunidad en que nuestro investigador tiene ocasión de escuchar a un atacameño o lickan antai hablar en su propia lengua. San Román tiene aquí la ayuda de un colega ingeniero, también interesado en retener las voces de esta extraña y hasta entonces desconocida lengua. San Román, desde el primer momento, se da perfecta cuenta de la importancia de esta recopilación de voces de esta lengua ignota, a la que llama con razón "reliquia de la filología".
Continúa así su relato:
"Tuve siempre gran interés, ya que se emprendía el estudio industrial y geográfico de aquel territorio, en agregar también todo lo que me fuera posible sobre el idioma y costumbres de los indígenas que lo poblaron y de los cuales quedan aún tipos puros que bien pronto habrían de desaparecer sin dejar vestigio de su pasado". (2014: 137; subrayado nuestro).
Estas expresiones suyas revelan el sumo interés que le produjo el encuentro con hablantes de la lengua atacameña. ¿Supo San Román de la existencia de esta lengua desde antes de su arribo a Tilomonte?. No sabemos -y tampoco hay indicios de ello en su relato- si entre sus guías venían ya algunos atacameños. Es altamente probable que así fuera, ya que de otra manera difícilmente hubieran hallado el camino y los lugares de abastecimiento. En efecto, los atacameños eran los asistentes obligados en el cruce de esta sección del desierto. Ellos conocían como nadie la ruta, sus aguadas, los lugares de existencia de forraje animal o los sitios de acampada. Rutas que ellos bien conocían por ser avezados cazadores de chinchillas y guanacos. De ser así, como suponemos, San Román debió estar previamente informado que había en Tilomonte ancianos que la hablaban aún. ¿Qué mejor ocasión de obtener datos de esa lengua, aprovechando su obligado descanso de varios días?.
Y prosigue la narración:
"A fin de salvar y conservar algo de esta reliquia de la filología, americana, repetí mis indagaciones en Peine, lugarejo inmediato y de mucha mayor importancia que Tilomonte, sirviéndome del anciano Manuel Pachao que se decía tener 120 años de edad y que conservaba fresco no solo el recuerdo de las campanas (sic! por campañas) de Belgrano, sino que, también, se remontaba hasta acontecimientos vecinos a la creación del Virreinato...".(2014:138; subrayado nuestro).
Al parecer, solo interrogan en Tilomonte a una sola persona de edad, al anciano Manuel Pachao y registran de su boca los primeros elementos del vocabulario cunza. Después de las frases aquí transcritas, se extiende San Román en algunas disquisiciones de menor interés sobre la notable longevidad de habitantes de estos lugares apartados.
El relato continúa:
"en Toconao y así sucesivamente hasta llegar a San Pedro de Atacama, fui poco a poco adquiriendo los rudimentos de la lengua Cunza que ya han visto la luz pública y han servido de base para nuevos estudios e indagaciones por diversos escritores extranjeros y nacionales, entre éstos, don Aníbal Echeverría Reyes" (2014: 138; subrayado nuestro).
San Román se interesa muy vivamente por registrar este idioma que él sabe bien es totalmente desconocido y nuevo para la ciencia de la filología. En efecto, el mismo había publicado poco antes su artículo: "La lengua cunza de los naturales de Atacama" (Santiago, Imprenta Gutemberg, 1890). Se adelanta así en cinco años a la publicación del famoso "Glosario de la lengua atacameña", del presbítero Emilio Vaïsse y otros, editado a fines del año 1895, en los Anales de la Universidad (de Chile), Tomo XCI, Imprenta Cervantes, Santiago (pp. 527-556). Lo interesante es que sabemos hoy muy bien de qué sector de Atacama eran los hablantes, y dónde habían los viajeros obtenido todo su material filológico.
En el poblado de Sóncor aporta nuestro relator varias y valiosas raíces kunsa:
"Encontrando otra vez en Soncor al anciano Juan Silvestre, de quien obtuve las primeras nociones de la lengua cunza de los atacameños, pude agregar al glosario de voces algunos nombres geográficos de las últimas regiones exploradas. Así resultó que la cordillera de Tátio derivaba su nombre del hecho de ser esta voz equivalente a ´horno´, lo cual coincide con la existencia de conos volcánicos que tienen efectivamente esa forma. El cerro Onar o más bien, aspirando, Hónar, muy nombrado en la cuestión internacional, pero que desfiguran en Jonal, significa ´quemado´.
Los numerosos nombres de los ríos que llevan antepuesta la voz puri, agua, explicaban que purilanjti es ´agua corriente´; puripica es ´agua dulce y potable´; puricujter, ´agua gruesa o salobre´; puritama, ´agua caliente´; purilari, ´agua colorada´; etc.; y si se pospone la voz, se modifica el sentido, como en chucumpuri, ´agua de los mosquitos´ ". (2014: 191; subrayado nuestro).
Importancia lingüística.
El párrafo recién anotado es de un gran interés lingüístico, pues refleja el insistente afán del ingeniero San Román por averiguar, en cada caso, el significado exacto de las denominaciones de diversos elementos geográficos del paisaje que se exhibía a su vista, así como el respectivo modo de construcción gramatical. Se observa bien cómo cada denominación obedece a características físicas, claramente visibles. San Román se percata de inmediato de este tipo de diseño lingüístico, y anota en seguida: "Es propio de todos los nombres indígenas de lugares que siempre se traducen en expresiones que describen su forma y aspectos, sus caracteres y rasgos prominentes". (2014: 191).
Últimas referencias filológicas.
"Llegaba un viajero de un lugar llamado Chajnantur, lugar donde hay algarrobos y se prepara una bebida que equivale a "aloja dulce"; el volcán aquí teníamos al frente era el Laskar, que significa "lengua", coincidiendo esta palabra con la forma algo alargada y angosta del referido cerro; el Léjia, ´pelado´, lleva también apropiadamente su nombre pues en sus flancos verticales y su cumbre, lisa y como pulimentada, no alcanza a detenerse la nieve, y aparece siempre pelado o desnudo". (2014: 191; subrayado nuestro).
Corrección ortográfica.
Por fin, en el capítulo dedicado por San Román a la Orografía, encontramos la siguiente cita que involucra una interesante corrección de nuestro autor a la toponimia en boga por entonces y que aún hoy se sigue utilizando erróneamente en la cartografía de la zona atacameña como "Sapaleri".
"Ya hemos indicado la situación astronómica del Licancaur; la de Sapalari, que es como pronuncian los naturales de Atacama, en vez de Sapalegui es de 67° 49´ 36 ´´70 de latitud....". (2014: 288; subrayado nuestro). La voz -lari-; significa "rojo, colorado", según el Glosario de la Lengua Atacameña de Vaïsse y otros (1895: 545). En efecto, la derivación de -Sapalari-; en
-Sapaleri-; a través del tiempo, sería fácilmente explicable desde el punto de vista fonético.
Comentario lingüístico y eco-antropológico.
1. Las referencias que aquí hemos citado y que nos trae San Román en su extenso y circunstanciado relato de sus expediciones a la zona atacameña durante el año 1884, nos han aportado algunas novedosas indicaciones lingüísticas, de gran valor, que no figuran en su obra dedicada más bien al examen de la gramática atacameña, además algunas de ellas, tampoco figuran en el Glosario de la Lengua Atacameña de Emilio Vaïsse y otros (1895). En otras palabras, el relato de San Román nos entrega elementos nuevos para el estudio de esta lengua.
2. En consecuencia, creemos que todavía es posible rastrear algunas voces y su significado en la lengua cunza hurgando en relatos poco conocidos de exploradores tempranos, anteriores a la obra "Peine un pueblo atacameño" de Grete Mostny (1954). Estimamos que valdría la pena escudriñar estos retazos de información en autores como el geógrafo Luis Riso Patrón u otros exploradores de la cordillera de Atacama como Alejandro Bertrand u otros, menos conocidos.
3. Resulta muy interesante constatar que las voces para conformar una gramática de la lengua kunsa fueron todas obtenidas entre San Pedro de Atacama y lugares algo más alejados como Toconao, Sóncor, Cámar, Peine, Socaire, Tilomonte, algunos de ellos, lugarejos insignificantes, poblados por escasas familias de agricultores. Lugares todos ellos sitos en torno al gran salar de Atacama. Solo nos llama la atención la ausencia del poblado de Talabre, entre los nombrados. Por lo demás, por entonces (1885), según el testimonio de varios autores, el cunza ya no era hablado en la sección norte, junto al río Loa y sus afluentes, donde ciertamente existió con anterioridad, como consta claramente por el "Libro de Varias Ojas" registro parroquial del pueblo de Chiuchíu, publicado por el historiador José María Casassas en 1974 (Cf. La región atacameña en el siglo XVII, Universidad del Norte-Chile, Antofagasta, 1974).
4. Entregamos con especial afecto este pequeño aporte adicional sobre la lingüística de la lengua atacameña o cunza, como obsequio particular nuestro a los queridos hermanos atacameños o lickan antai que buscan hoy escudriñar afanosamente sus raíces. Tuvimos, en efecto, el gran honor de formar tres generaciones de profesores primarios atacameños en la universidad Arturo Prat de Iquique, entre los años 1993 y 1996, entregándoles entonces las bases antropológicas para una genuina re-etnificación y un anhelo creciente por recuperar su identidad como pueblo lickan antai.
(En proceso de construcción).