domingo, 17 de marzo de 2013

Carta abierta a mis amigos: lo que siento al cumplir los 84 años.


Fig. 1.   Julio del año 2012. Observando incrédulo  el caudal del río seco de Quipisca,  que no bajaba hacía 14 años por este cauce. (Foto Cristian Riffo). Comenzó a bajar el agua  el 11 de febrero 2012 y duró el escurrimiento por espacio de varios meses (al parecer hasta  noviembre 2012).

A la vera del Camino del Inca o Qhapaqñan. Quebrada de Quipisca, vista  hacia el Norte.
Fig.1.   Julio del año 2012. A la vera del Qhapaqñan o Camino del Inca. Quebrada de Quipisca, Tarapacá. Aquí descubrimos en Febrero 2012 un largo trecho del Qhapaqñan  incaico, como se observa en la foto y  dos o tres chasquihuasi  (tambillos) y algunos corrales de  la época indìgena.


El  autor con Renan Huatalcho, piqueño, incansable defensor de los Salares andinos. .

Fig.3. fines de Febrero 2013. Con el incansable defensor de las aguas de Pica  el piqueño  Juan Renán Huatalcho, de  86 años de edad, en el frontis de su humilde casa de Pica (foto Paz Errázuriz Körner).

Acabo de cumplir mis 84 años.

El día  10 de Marzo del año 2013,  cumplí mis 84 años. Ochenta y cuatro años bien "ajetreados" y caminados. Por senderos llenos de vericuetos y atajos, pero también de  sendas rectas  y expeditas. Me han preguntado unos amigos  qué se siente y experimenta  cuando el peso de los años y la cercanía del final de la existencia  empieza  ya a rondar a nuestro alrededor.  Es lo que trataré ahora de explicar. No es nada fácil. Uno se debate en estas  circunstancias entre  optar por el "silencio" respetuoso acerca de la propia experiencia de vida,  y, por otro lado,  la necesidad de "entregar un mensaje de vida" a aquellos con quienes nos ha tocado compartirla.  Hemos optado por esto último aún a riesgo de ser tildado de  "egoísta"  o "ególatra".

Qué siento hoy como antropólogo y como cristiano.

Siento hoy  con fuerza la necesidad de expresar a mis hijos y hermanos, a mis  numerosos discípulos, colegas de la Universidad,  amigos y lectores,  mis sentimientos profundos en esta hora en la que la vejez ya se hace presente con todas sus secuelas: corporales y  espirituales. Pido disculpas  por la franqueza o tal vez liviandad de estas reflexiones que quisieran expresar -a lo mejor sólo balbucear- lo que hoy  experimento. Siento nítidamente dentro de mí  que éste es, en la hora presente,  un deber ineludible como antropólogo y como cristiano.  Como antropólogo, por cuanto  experimento la urgencia de reflexionar sobre la esencia del ser humano y su brevísima carrera terrestre, sobre el sentido profundo y escatológico de la obra cultural y el devenir humano; como cristiano, siento la imperiosa necesidad de meditar sobre nuestro destino final, sobre el futuro  próximo y  lo efímero de nuestra breve existencia terrestre, pero a la vez, sobre la misión y el rol que nos toca, como investigadores y profesores universitarios, cumplir en nuestra corta existencia. Misión  y rol que deberían ser como un brillante faro que ilumine nuestro andar en los pocos kilómetros de recorrido terrestre que nos quedan por andar. 

Mi misión como antropólogo.

El antropólogo es, por definición,  el experto en la cultura, el hombre comprometido con la cultura.  Es  el estudioso y el difusor de la cultura,  pero a la vez,  su más potente y decidido defensor. El antropólogo -máxime el antropólogo cultural-  estudia la cultura y todas sus manifestaciones en todos los grupos humanos. las estudia como expresión de la extraordinaria variabilidad humana en todas las latitudes del planeta. Como antropólogo y arqueólogo me ha tocado cumplir diferentes  tareas, con diferentes grupos humanos, en diferentes etapas de mi vida. No las he buscado yo: la vida me las fue poniendo una  a una  simplemente por delante. Simplemente las asumí; no hubo planificación previa alguna.

Mi trabajo con comunidades étnicas.

Me ha tocado,  así,  trabajar con  comunidades costeras en las caletas  (Chungungo y Temblador en la IVª Región),  o Chanabaya y Caramucho, en la Iª Región de Chile), con alumnos universitarios (Universidad del Norte, Universidad Católica, Universidad Arturo Prat, Universidad Bolivariana), con comunidades étnicas aymaras y atacameñas (en la Iª y IIª Región); pero también me ha tocado en suerte  formar profesores indígenas durante varios años  (1997-2001), orientar y apoyar  agrupaciones indígenas en sus legítimas demandas en Antofagasta  (a través de la Corporación  Likan Kunza, creación nuestra,  en 1984-86))  y Tarapacá, (apoyando a la comunidad aymara de Alca, Salar del Huasco)   y escribir libros y artículos sobre temas científicos  relacionados con la etnohistoria y eco-antropología regional.   Desde  1980 a 1984 y, posteriormente, desde el año 1997 al año 2012, contribuímos  con estudios especializados  sobre las neblinas costeras  (camanchacas) , apoyando en gabinete y en terreno al equipo científico de geógrafos de la Pontificia Universidad Católica de Chile dirigidos por Pilar Cereceda, a cargo de la estación  de campo de Alto Patache.

Etnias indígenas y gran minería extractiva.

Como antropólogo cultural  nos tocó, desde el año 1984-86 conocer muy de cerca los problemas y vicisitudes de las actuales comunidades aymaras, asediadas por las Compañías mineras regionales, ávidas de agua. El problema sigue aún plenamente vigente (2013). Las comunidades  han sido "divididas", seccionadas,  por  el  hábil  e inescrupuloso lobby minero, continuo y arrollador, que les ha  pretendido convencer que es mejor  "transar con el progreso"  que luchar  contra él (o ellas). ¿El resultado?. Magras y mezquinas concesiones económicas de parte de los grandes consorcios mineros, en desmedro de la posesión plena del recurso agua, para sus chacras y sus ganados,  único bien que garantiza a las comunidades aymaras una sólida supervivencia hacia el futuro de sus comunidades.

El derecho primordial al agua: un  derecho que debería ser  irrenunciable.

Al perder el derecho  primordial al agua (que lamentablemente las comunidades han estado vendiendo a las compañías mineras"por un plato de lentejas"),  pierden la razón misma de su permanencia y de su exigencia de territorio propio. ¿De qué sirve, en efecto, un territorio indígena  (o un "área de desarrollo indígena" (ADI) como ahora dicen) por extenso(a) que sea,  sin agua, sin vertientes propias?.  Por desgracia, varios líderes  aymaras,   ante cuyos ojos se ha hecho brillar y tintinear el oro del dinero fácil, han traicionado a sus comunidades vendiendo el agua; "pan para hoy y hambre para mañana", sin duda alguna. Detectar estos hechos lamentables, analizarlos y pregonarlos a todos los vientos, sin miedo ni temor, ha sido parte de nuestra misión como antropólogo cultural.

Mi misión como cristiano y como católico.

Fui formado como jesuíta en la Compañía de Jesús  entre 1944 y 1964. Veinte largos años milité, por tanto, en esta admirable Orden que hoy día (Marzo 2013)  muestra entre sus  miembros nada menos que un Papa (Francisco I, Jorge Mario Bergoglio, un jesuíta argentino). A ellos debo toda mi formación  en el plano filosófico, teológico,  ético y moral. También en las Humanidades y  en las lenguas (clásicas y modernas). De ellos y del contacto directo con San Alberto Hurtado en mis años de colegial en el Colegio de San Ignacio (1940-1944), o con el Padre  Mariano Campos Menchaca S.J,.  mi recordado profesor de historia y confesor, y más tarde con el Padre José Aldunate Lyon  S.J., (que a sus 96 años aún da testimonio de vida intelectual y activa), he recibido de regalo, gratuitamente,  dos herencias inapreciables, que han sido muy  importantes  en mi vida y que "me han marcado" para siempre a sangre y a fuego.


Dos herencias, dos regalos.

a)   la defensa incansable  e indeclinable de los grupos  y/o comunidades  desamparados, oprimidos por los poderosos, luchando siempre por  el derecho y la justicia social,  por el derecho y la justicia étnica; en mi caso como antropólogo, entre los grupos étnicos del extremo Norte de Chile: atacameños y aymaras. Muchos de mis escritos, en especial  numerosos capítulos de mi Blog, son resonancias explícitas de este mandato que siento aún activo en el fondo de  mi ser.

b)   el sentimiento vívido y profundo de que todos que tenemos una misión, un rol especial  que cumplir en esta vida. Es decir, que los seres humanos no estamos aquí simplemente para comer, dormir, procrear y  divertirnos, sino que  tenemos que estar "al servicio de los demás", de aquellos que han sido puestos a nuestro alrededor por el propio Señor de todos. Y esto en la medida de las capacidades y habilidades recibidas por cada uno. Y aquí juega y ha jugado siempre en mi vida con una especial resonancia y exigencia íntima,  la conocida "Parábola de los Talentos"  que Jesucristo nos transmite en su Evangelio.

La Parábola de los talentos.

Este texto  del Evangelio de San Mateo (capítulo 25, versículos 14-30)  nos enseña que deberemos responder, al fin al. de los tiempos, según los dones y habilidades que Dios nos ha entregado. Cada uno debe  hacer  crecer y desarrollar ese "talento" (en el sentido de  sus capacidades y dotes) que le ha sido dado de lo alto, porque los seres humanos estamos entrelazados entre nosotros mediante un vinculo más fuerte que el biológico  o genético:  el vínculo que nos  constituye como parte de la  Humanidad. Somos parte de una Humanidad que  se encuentra en camino, en proceso de cambio y evolución constante, en proceso de mejoramiento y perfeccionamiento intelectual y espiritual, en proceso de reconocimiento de nuestra intrínseca complementariedad.

No al "homo homini lupus" : sí al  "homo homini frater".

No somos ni debemos ser, por tanto,  "antagónicos" el uno opuesto al otro; somos,  por el contrario, "complementarios", es decir nos necesitamos unos a otros para cumplir plenamente nuestro rol  como hombres. El "homo homini lupus" (el hombres es un lobo para el hombre) del individualismo más intransigente y feroz, tal vez  practicado en la época de las cavernas cuando el hombre disputaba con otros hombres su alimento, su vestido y su guarida,  debe ser  cambiado ahora  en el "Homo homini frater" (el hombre es un hermano para el hombre), al que nos invita Jesucristo cuando nos enseñó el "Padrenuestro", indicándonos  sin tapujos  que todos somos iguales, hijos de un mismo Padre que está en los cielos.  Y si somos  iguales  por origen y destino, debemos tratar de igualarnos en derechos y deberes.

De aquí nace la "Declaración de los Derechos Universales del Hombre". Declaración que no solo debe quedar bellamente  instalada  en la Carta de las Naciones Unidas, sino debe reflejarse y hacerse carne y sangre en la vida social y política de las naciones, mediante un  creciente  esfuerzo por suprimir las grandes desigualdades (de acceso a la educación, o a la salud;  de  ingreso económico o de oportunidades). Tarea que para nosotros los chilenos  es urgente al constatar que somos hoy -según las encuestas- uno de los países que hoy ostenta mayor desigualdad en el planeta, al menos entre los que se proclaman  o pretenden ser  países "desarrollados".   Desigualdad escandalosa que si no se morigera y  refrena  pronta y enérgicamente,  mediante sabias leyes y decretos, terminará por sumirnos en el desgobierno y la anarquía.

A esta "fraternidad universal" real y auténtica  nos invita el Evangelio de Jesús. A esta misma tarea de hermandad nos ha invitado también la Antropología como ciencia que estudia al hombre y la cultura humana  para hacerlo  cada vez más hombre, más cultivado, más plenamente consciente de sus derechos y deberes en la sociedad (y  por tanto, menos animal).

Principios rectores de mi vida  intelectual y moral.

Estos son los grandes principios que he tratado de seguir en mi existencia y que quisiéramos  ver fructificar en otros, nuestros discípulos,  fruto de  nuestra breve pero intensa vida humana.  Bellos ideales, sin duda, aparentemente utópicos e inalcanzables (dirán algunos),  pero  que hay que ir perfeccionando día a día entre los seres humanos, convenciéndoles que  están en este mundo para cumplir una misión  personal irrenunciable:   "hacer un mundo mejor", más humano, más respetuoso de la Naturaleza y de la desigualdad humana  (en raza, cultura,  religión, status social,  situación económica, etc.), realidad inescapable que nos rodea y que debemos aprender a superar mediante la implantación de la cultura, la verdadera y auténtica cultura, aquella que nos hace  ser hombres mejores y no sólo parecerlo.

Mi legado antropológico.

En estas ideas, muy sinceras  pero a la vez muy simples, queda resumido mi legado antropológico: aquél que Dios ha puesto a mi alcance  para servir a los demás. Ideas y reflexiones que entrego a mis amigos y discípulos con el afecto del viejo maestro.   "Para en todo amar y servir", como nos enseñara Iñigo de Loyola, el santo fundador de los jesuítas,  en sus famosos Ejercicios espirituales.  Enseñanza que, aunque ya lejana en el tiempo, aún palpita en nuestro ser y en nuestro actuar como hombre y como antropólogo. 

(capítulo retocado levemente  con ocasión de mi  aniversario número 85 (10 de Marzo del 2014).







6 comentarios:

entrelaspiedras dijo...

Larga vida Don Horacio. Su experiencia e historia de vida inspiran. Mil Gracias por mostrarnos que se puede.

Dr. Horacio Larrain Barros dijo...

Estimado amigo "entre las piedras":

Gracias por tus palabras de aliento. Dudé mucho antes de estampar esas reflexiones retrospectivas sobre mi propia vida. Hay en ello un evidente riesgo de auto-complacencia. Pero siempre como investigador tuve la curiosidad de saber qué se experimentaba cuando uno ya ve cercano el límite, cuando los exámenes médicos o tu propia sensación de decadencia te indican a las claras que no todo anda bien y que hay que "empezar a preparar las maletas" para el gran viaje.

A la vez, mis estudios de teología, antropología y filosofía me han predispuesto a buscar incansablemente el sentido profundo de todas las cosas. A superar el simple "manoseo" superficial de la realidad, para intentar buscar en todo momento su profundo sentido. Y he llegado a la conclusión que todo, absolutamente todo tiene sentido para el que sabe buscarlo: desde el díptero más pequeño que nos pica, hasta el mendigo miserable, consumido por la droga o el alcphol, que nos alarga la mano en busca de una dádiva o de una palabra de aliento. ¡Son parte de la Creación.!
Nosotros somos los que por vivir una vida demasiado "cutánea", superficial, no buscamos ( o tenemos temor de) el sentido profundo, ontológico y escatológico, de nuestra propia existencia en este planeta Tierra. Porque ese "sentido" profundo oculto tanto en la alegría como en el dolor, en el éxito o en el frac aso, lo debemos buscar nosotros mismos, explorando simplemente a nuestro alrededor, interrogando sagazmente a la naturaleza entera: "Coeli enarrant gloriam Dei" ("los cielos nos relatan la gloria de Dios") nos decía el profeta David al escrutar el firmamento en una noche estrellada, en busca de explicación.

No debemos tener temor a plantearnos mil "porqués". Para eso Dios nos dotó de inteligencia y dignidad. Lo triste, lo dramático es pasar la vida entera o reptar arrastrándonos por la vida sin jamás plantearnos abiertamente las grandes interrogantes: ¿para qué existo?. ¿Para qué se me dio la vida?; ¿Para qué y por qué soy lo que soy?; ¿Para que existe la Creación entera?;¿por qué existe el mal, el dolor, el sufrimiento?. Y, por fin, ¿puedo yo contribuir a hacer algo útil por el género humano?.

Hay dos caminos posibles: dejarse llevar simplemente a la deriva, impulsado por los vientos del momento, o empuñar yo mismo con energía el timón de mi barca para "remar mar adentro".

Un abrazo.

Atacama Servicios Culturales dijo...

Querido Horacio, me emociona leer tu recorrido vital, tan rico y tan sólido. A ti te marcó la Compañía de Jesús y su dedicación a los pobres y marginados y a la vez a mí, cuando era apenas una chiquilla de 25 años, me marcó conocerte y compartir un año de mi vida contigo y con Marta. Aprendí a respetar de corazón las culturas indígnes y a no no ser nunca una mera observadora de la realidad, sino por el contrario intentar siempre que mi trabajo redundara en el desarrollo de la comunidad en la que me encontraba. Con el transcurrir de los año hice un camino inverso al tuyo: de la antropología a la teología... y aquí ando en esta tierra buscando permanentemente un camino en el otro, en el hermano.
Un beso cariñoso de tus amigos y "sobrinos" españoles
Beatriz García Traba

Dr. Horacio Larrain Barros dijo...

Muy querida Beatriz: Te agradezco mucho tus amables y emotivos comentarios a este segmento del Blog. Sí, efectivamente, la Compañía de Jesús y sus ideales educacionales y sociales me marcaron para siempre. Toda o casi toda la formación que he recibido, se la debo a ella. Y aunque físicamente estoy fuera de ella, vibro aún con sus triunfos así como sufro con sus dolores como si fueran propios.
He estado leyendo en estos días una obra extraordinaria que habla, entre otros tópicos, de la labor de los jesuítas en América hacia los años 1740-50, esto es, unos 30 años antes de la expulsión de la Orden de los dominios españoles por decreto del Rey Carlos III (1769). Sus autores, dos jóvenes científicos españoles, Jorge Juan y Antonio de Ulloa describen, con singular cierto en su obra "Noticias secretas de América" la realidad americana vista "desde dentro". Allí se analiza con lupa las formas despóticas de control de la población nativa, la "mita" indígena y los obrajes,el trabajo de las minas y la inicua explotación del indio por obra de Corregidores, encomenderos e incluso curas, mediante el uso y abuso del "servicio personal".

Y en medio de ese cuadro terrible y devastador (que prenuncia y explica la revolución americana), aparece la obra notable de la Compañía de Jesús, limpia y libre de toda mácula. Que yo sepa o recuerde, ningún otro científico o estudioso europeo ha hecho de la Compañía un panegírico tan notable como el conjunto de estos testimonios, fruto de la observación directa de la realidad americana durante nueve años de estancia, recorriendo sus autores América desde Colombia y Ecuador, hasta el lejano Chile.

Si tienes ocasión de encontrar esta obra, léela si dudarlo. Me resulta muy extraño que no sea de lectura obligada para antropólogos e historiadores interesados en el estudio de América. Al menos entre nosotros es casi desconocida.

Un abrazo para tí, Paco y mis "sobrinos" españoles, con el afecto de siempre.


Horacio Larrain

Hanzo51 dijo...

…. Entre senderos y picunches . Choco mega blog y quedo abismado con tanta información. Se agradece que compartan esta información y que no quede guardada en algún rincón de una de alguna universidad.
Felicito la visión que se tuvo en su momento de armar este Tambo de información con lujo de detalle.


Gracias.

Edson F.

Dr. Horacio Larrain Barros dijo...

Estimado amigo Edson: Gracias por tus sentidos elogios a nuestro Blog. En el ocaso de mi existencia como investigador, he sentido la necesidad de dar a conocer a otros lo que a mí la vida me ha dado en abundancia: el conocimiento de mucha bibliografía recóndita o poco conocida, y el interés porque todos, jóvenes universitarios e interesados en esta ciencia del pasado, puedan, por este medio, acceder directamente a las fuentes. A pesar de que hoy Internet nos ofrece mucha literatura arqueológica, en sus propias fuentes, queda aún muchísimo material escondido en viejos diarios revistas o publicaciones de escaso tiraje que contienen valiosa información aprovechable para el antropólogo o el estudioso.

Tal vez el mérito de este Blog, mucho más que el material mismo que ofrece, radique en las reflexiones temáticas propias, emanadas directamente de nuestra experiencia de campo y de maestro universitario por casi cincuenta años.

Me alegro muy sinceramente y agradezco que este esfuerzo sea reconocido y apreciado por mis lectores.

Dr. Horacio Larrain B. (Ph.D.).