La expedición Malaspina-Bustamante.
La expedición de Malaspina en el contexto de la Ilustración. El Gobernador O´Higfgins
En el presente capítulo, nos vamos a referir a algunas noticias que provienen de una de las últimas expediciones científicas españolas a las costas del Pacífico sur, concretamente, de la expedición comandada por los marinos Alejandro Malaspina y José Bustamante entre los años 1789 y 1794. En plena época de la Ilustración, la expedición tiene por misión ofrecer a la Corona española un conjunto de conocimientos nuevos, aportados por las ciencias (Geografía, Cartografía, Botánica, Zoología, Mineralogía, Geología) que permitan a España obtener nuevos conocimientos y nuevos recursos creando así las condiciones para un mejor aprovechamiento de los territorios de sus Colonias, todavía muy imperfectamente conocidos. El énfasis que sus investigadores (botánicos, naturalistas, geógrafos) ponen en el descubrimiento de especies nuevas de plantas y animales, como de las riquezas oceánicas o mineralógicas de toda índole tiene por objetivo, igualmente, interesar a la Corona española en la defensa y protección de las costas de estas posesiones australes descubiertas por España pero ahora muy apetecidas por otras potencias, especialmente por Francia, Inglaterra, Rusia y Estados Unidos.
España ya no es dueña indiscutida del océano Pacífico.
La reciente expedición del marino francés La Pérouse entre 1785 y 1788 por las tierras y mares del Pacífico sur, pone con sobrada razón, en guardia al Gobernador de la Capitanía General de Chile don Ambrosio O´Higgins, quien representa a la Corona los peligros que entrañaría un posible establecimiento de franceses en nuestras costas. O´Higgins demuestra en su extensa carta del mes de Julio de 1786, dirigida a José de Gálvez, Secretario de Estado de del Despacho Universal de Indias, su extrema preocupación en este sentido, demostrando un alto grado de responsabilidad cívica y un profundo conocimiento de las recientes operaciones marítimas de los marinos europeos en América.
La respuesta concreta de la Corona española fue la preparación y envío de esta expedición a cargo de Malaspina y Bustamante, con el concurso de connotados científicos como Tadeo Haenke, Luis Née, Antonio Pineda, José de Espinoza y Tello, Juan Gutiérrez de la Concha, y dibujantes de nota como Felipe Bauzá, José Guío y Fernando Brambila. La expedición constaba de dos fragatas, la "Atrevida" y la "Descubridora".
Objetivos de la expedición.
Los expresa muy bien la obra de Sagredo y González, que nos ha sido de valiosa guía en este capítulo: "durante el siglo XVIII, la ciencia se convierte en un instrumento de expansión imperial, considerándose parte del proyecto político ilustrado. La ciencia es poder, y este también se expresa en la capacidad de acceder al conocimiento. En el caso español, la Corona realizó un notable esfuerzo, creando instituciones y organizando expediciones de carácter científico, a fin de generar conocimiento" (2004: 44-45).
Se busca, pues, conocer a fondo el territorio de las posesiones de ultramar, pero desde un punto de vista muy utilitario. La botánica, así, es vista desde el punto de vista de la utilidad inmediata de las plantas para uso humano, sea con fines de obtención de maderas, sea con fines alimenticios, medicinales u otros. No es el conocimiento en sí lo que se busca, sino su aplicación al progreso humano. La hidrografía y la cartografía se perfeccionan para facilitar el acceso por mar a todos los lugares donde existan recursos útiles. Incluso se busca el conocimiento etnográfíco y aún el lingüístico para facilitar el contacto con las tribus americanas, con estrictos fines de comercio. Pero tal interés francamente utilitario no opaca o desmerece su importancia etnológica y antropológica, la que procuramos desentrañar en el presente capítulo.
Referencias etnográficas reportadas por la expedición
Así, entre todas las curiosidades científicas que nos aporta esta Expedición, más allá de los descubrimientos botánicos y zoológicos, sin duda de enorme interés, están sus aportes en el rubro de la etnografía y antropología. En efecto, entre los documentos que nos entrega la investigación hecha por el historiador Rafael Sagredo y el geógrafo José Ignacio González, (investigadores de la Universidad Católica), hay referencias sumamente interesantes relativas a los grupos patagones (tehuelches), datos que los científicos recaban en la costa sur de la actual república argentina, y otros, mucho más breves y concisos, pero muy importantes para nosotros, que se refieren a los pescadores changos de la costa Norte de Chile. En este capítulo del Blog, pues, solo nos referiremos a éstos últimos, por ser un tema directamente atingente a nuestro campo de interés especial.
No es el relato de un cronista oficial.
Curiosamente, la obra de Sagredo y González, que hemos consultado aquí en la hermosa edición del año 2004 (Editorial Universitaria, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Santiago de Chile, 903 p.), no incluye -como podría sospecharse al tratarse de una expedición científica-, solamente el relato hecho por un cronista de a bordo, encargado de llevar la bitácora de la expedición, sino conforma el acopio paciente de numerosas cartas intercambiadas en la época, con motivo de esta expedición entre los organizadores españoles, sus científicos y la autoridades españolas en América. Especial importancia presentan para nosotros las cartas de don Ambrosio O´Higgins. Este ilustrado irlandés al servicio de la Corona española, nos asombra por su notable sagacidad para captar los problemas regionales y por su espíritu francamente innovador, visible a través de las medidas de progreso que propone. Esta misma multipliciidad de opiniones, enriquece, sin duda, nuestro conocimiento de los hechos mismos.
Objetivo de la obra de Sagredo y González.
El objetivo de la obra de Sagredo y González titulada: "La expedición Malaspina en la frontera austral de América", que nos ha servido de guía práctica, no es tanto relevar la importancia de la expedición y sus resultados desde el punto de vista hidrográfico, cartográfico, iconográfico, etnográfico y científico, sino más bien, mostrar lo que los criollos americanos de la frontera austral del imperio español opinaban sobre la expedición y la situación de las colonias americanas, en momentos en que corrían poderosos vientos de libertad despertados por la Revolución Francesa. En síntesis, los investigadores se proponen presentar "la visión americana" de una iniciativa científica de la Península. Tarea harto pretenciosa y nada fácil. Para ello, nos presentan, además de algunos capítulos del Diario de a bordo, un epistolario muy rico de la época, a través del cual podemos aquilatar y comparar las opiniones vertidas por los protagonistas de la expedición, las autoridades españolas, los científicos a cargo y los comandantes de las dos naves. La intimidad de las cartas, nos manifiesta el pensamiento auténtico de sus autores. En este sentido, la laboriosa obra de recopilación de Sagredo y González es muy diferente en su finalidad y objetivos, de otros trabajos que nos presentan o describen expediciones marítimas españolas.
Datos suministrados a Ambrosio O´Higgins por el Cabildo de Copiapó en 1789.
Así, pues, no es tanto la voz de Malaspina o Bustamante o de algún Cronista oficial de la Expedición la que escucharemos aquí, sino la opinión autorizada de criollos, buenos conocedores de la realidad americana. Son en este caso personas de Copiapó, las que nos ilustran sobre el modo de vivir, la demografía y el grado de aculturación de los pescadores marítimos conocidos como "changos". Es su visión, su percepción de la realidad social y etnográfica de estos pescadores costeros, la que percibiremos aquí. Por lo tanto, los changos, en esta relato, no son vistos como una mera curiosidad etnográfica -como ocurre con casi todos los primeros relatos de los navegantes franceses o ingleses de los siglos XVII o XVIII, por ejemplo el de Alcide D´Orbigny- sino como un grupo humano de población conocida, cuya colaboración en la explotación del recurso de la pesca es altamente cotizada y valorada en su época. Este enfoque, aunque de finalidad confesadamente utilitaria, enriquece nuestro conocimiento de la etnia respectiva. Y la iconografía de apoyo que nos aportan los dibujantes de la expedición, nos aporta adicionalmente un riquísimo testimonio de época. La imagen del chango tripulando su balsa (Fig. 2), es para nosotros un valioso aporte etnográfico en este sentido y tiene más valor que una extensa descripción.
Datos concretos sobre su población y modo de pesca.
He aquí el párrafo pertinente que nos ofrece la obra de Sagredo y González (cita textual) y que comentamos, con notas ad hoc. Aunque breve y conciso, esta cita nos ofrece un valioso material para nuestro análisis.
"Pesca del congrio en Copiapó y Coquimbo".
"A solicitud de O´Higgins en su visita (1), informa el Cabildo de Copiapó que los pescadores o changos ascienden en el día [de hoy] en toda la costa hasta el Papudo, próximamente a 60 (2), así que la pesca puede mantener triplicado número de gentes que pescan calardo (3) hacia las oraciones (4) y como dos leguas a la mar(5), algunas barillas con una porción de anzuelos (6), los que vuelven a coger a la mañana siguiente, destruido ya en mucha parte el pescado por la jibia (7). Parece que cogido con el anzuelo es mucho más sabroso, se cera luego arriba (8) . Pocos usan de barrederas (9). Algunos usan un instrumento en forma de red, lo llaman casonal y pescan el gerguillo (10). Las embarcaciones son balsas formadas por cuatro o más cueros de lobo marino llenos de viento (11). Los.....(en blanco en el original (12) suelen perseguirlos y de una picada las destrozan, como ha sucedido ya no pocas veces. Se extraerán 500 o más quintales de congrio (13), pero lo compran a cambio de yerba, harina o trigo o aguardiente sobre precios altísimos; mientras el pueblo carece aún del pescado necesario para los días de abstinencia [de carne] (14). El pescado que se recoge en el Paposo se conduce a Potosí (15). El restante de la costa lo remite a Coquimbo y Chile y una y otra vez (16) a la Caldera y a Lima. Los precios son 30 a 32 pesos quintal en Potosí, 16 y 18 en Coquimbo. En Chile (17), 24, 30 y rara vez 40 y 50. lo mismo en Lima. Faltan embarcaciones oportunas (18) para la pesca. Se necesita un fondo para construirlas (19).
Cuadrillas (20) de changos desde la embocadura de Huasco hasta el Paposo (21):
Boca del Huasco 37
Puerto de Caldera,
Morro y el Obispo; 146
Caleta de Cachinaldo 19
Puerto del Paposo 49
Total 251
(Ref. MN MS 338, ff. 99v-100v (al pie de página en p. 681 de la obra citada de Sagredo y González).
(12) En el original está en blanco. Pero es evidente que se refiere, sin posibilidad de error, a los lobos marinos (Otaria flavescens, Familia Otariidae), mamífero marino semejante a las focas, que forma extensas colonias que pululan en los roqueríos costeros del Perú y de Chile, a lo largo de la corriente de Humboldt. Es un animal esencialmente gregario.
(13) Es el congrio (Genypterus sp.) en sus dos especies de congrio colorado y congrio negro, el pez aquí nombrado, cuya carne era secada y salada por los pescadores changos para ser conducida en forma de "charqui" a los asentamientos mineros, en especial a Potosí, donde era muy apetecido. En la época colonial se le llamó, por tal razón, "charquecillo", para diferenciarlo del verdadero "charqui" especie de tocino hecho de carne de llamo o de res. El quintal de congrio equivale a 46 kg., es decir, al peso de un saco bien colmado.
(14) Durante la época colonial, la costumbre de las familias cristianas exigía que se guardara abstinencia de carne durante todo el período de la Cuaresma, como una forma particular de penitencia y ayuno. En su lugar, en cambio, se aconsejaba el consumo de pescado, costumbre que perdura hasta el día de hoy.
(15) Interesante referencia al frecuente transporte del charquecillo de congrio, por obra principalmente de los indígenas atacameños, hacia el mineral de plata de Potosí, donde se alzaba una enorme ciudad que llegó a albergar más de 200.000 habitantes, casi todos ellos mineros, durante el período de auge de este Mineral, el más famoso de América. Por Rodulfo Amando Philippi y su preciso relato, sabemos que eran los atacameños de los oasis interiores del Salar de Atacama los encargados de este transporte en pequeñas caravanas de mulares (Philippi, 1860).
(16) "Una y otra vez" . En lenguaje castellano actual decimos "una que otra vez", lo que equivale a decir, "de vez en cuando", o " de cuando en vez".
(17) "En Chile", Es obvio que quiere darse a entender "Santiago de Chile", la capital de la Capitanía General de Chile, donde era igualmente muy requerido durante el período de la Cuaresma.
(18) "Embarcaciones oportunas", esto es, aptas y especialmente acondicionadas para tal faena.
(19) Es, justamente una de las propuestas concretas que hace el Gobernador de Chile Ambrosio O´Higgins al Cabildo de Copiapó como manera de fomentar la pesca en esas costas, y que éste representa al marino Malaspina, quien promete ayudar a conseguir los pertrechos para fabricarlas.
(20) "Cuadrillas de changos". Es interesante señalar que la actividad de los changos pescadores de congrio era bien conocida en la región. Estas "cuadrillas" deben referirse a agrupaciones de pescadores que actuaban en grupos para la pesca del congrio, para poder defenderse mejor del ataque de los lobos marinos, sus enemigos naturales. Como los changos requerían también de los lobos para obtener su carne, cueros, grasa y sangre, es probable que al actuar en pequeños grupos de 3-5 balseros, provistos de arpones, hubieran simultáneamente espantado a los lobos durante su trabajo de pesca. Obviamente, la presencia del lobo ahuyentaba de inmediato a los cardúmenes de peces.
(21). El límite Norte de la Gobernación de Chile estaba consignado en algún punto al Norte y muy cerca del Paposo, conocido como "Hueso parado". El dato aquí reseñado que señala la existencia de 251 changos pescadores entre este punto y la boca del río Huasco, nos estaría apuntando a una población total de changos, en toda esta franja costera de casi 400 kilómetros de longitud (en línea recta), que se aproximaba a las 1.000 personas, si aceptamos como bastante probable la ratio 1: 4. Población que, sumada a la existente entre el Huasco y Papudo (sugerida más arriba) y estimada en otros 60 pescadores (esto es, unas 240 personas adicionales), alcanzaría una población total estimada de unas 1.250 personas asignables al grupo cultural y económico chango, en una amplia franja costera entre Papudo (por el Sur) y Paposo (por el Norte). Cifra ciertamente nada despreciable para la escasa población de la época. Dado este contexto demográfico, podemos entender mucho mejor el interés de Don Ambrosio O´Higgins por fomentar la pesca artesanal en la costa de Copiapó-Coquimbo, y su interés en triplicar, si fuera posible, el número de personas comprometidas en esta importante tarea productiva.
1. En primer lugar, es de especial interés para nosotros el señalamiento preciso de unos 7 u 8 lugares donde se reconocía la presencia y actividad de changos pescadores a fines del siglo XVIII, en una amplia franja costanera entre Papudo (por el Sur) y Paposo (por el Norte). Se indica varios lugares, hoy perfectamente identificables, donde se practicaba habitualmente la pesca.
2. El trabajo principal a que se dedican estos changos es la pesca del congrio (Genypterus spp.) para salarlo o ahumarlo y venderlo en calidad de charqui (" llamado charquecillo").
3. Para pescar el congrio, utilizan balsas de cueros de lobos marinos como única embarcación.
El gobernador Ambrosio O´Higgins en 1779 considera necesario introducir otros tipos de embarcaciones, más aptas para la pesca de alta mar y de mayor resistencia y durabilidad. Recomienda reproducir e introducir el modelo de embarcación usado para la pesca en el Mar cantábrico del Norte de España.
4. Se señala en el texto que las balsas hechas de cueros de lobos son muy frágiles y sufren constantemente el asedio y ataque de los lobos marinos, que las muerden y destrozan y que, por tanto, no prestan mucha utilidad en una pesca de tipo comercial (en gran escala).
5. Se indica que estas balsas indígenas solo pueden penetrar mar adentro hasta una distancia máxima de 10-11 kilómetros de la costa, siendo demasiado peligroso su empleo más lejos.
6. Se reseña los valores altísimos que adquiere el quintal de este producto (= 46 kg.) al ser enviado a Potosí o a Chile (Santiago). Igualmente, se indica los destinos preferidos de este producto que rara vez llega a Lima e igualmente -lo que más nos llama la atención- a la cercana población de Caldera.
7. Se destaca el hecho de que la primacía de este comercio de larga distancia, no permite la entrega de pescado fresco a la población de las ciudades próximas (Copiapó o Coquimbo), que lo necesita con urgencia sobre todo en época de Cuaresma. Sin duda, los intermediarios en este negocio (que no son nombrados y que ciertamente no eran los mismos changos) prefieren los destinos lejanos donde el precio obtenido por el producto era considerablemente mayor. Nos queda la duda: :¿quiénes eran los que actuaban de intermediarios entre los changos y los mineros de Potosí?. ¿Eran los atacameños, como parece deducirse de algunas fuentes?.
8. Por fin, de estas informaciones se deduce que todavía por esas fechas (fines siglo XVIII), subsiste en este tramo de la costa, una importante población de changos, dedicada totalmente a la pesca del congrio el que en su totalidad es convertido en charqui como objeto de comercio y trueque. Otros tipos de peces (no aptos para la salazón) que sin duda también se capturaba en sus travesías, eran destinados a la comida familiar.
9. La búsqueda del congrio, sin duda, era un aliciente más para que los pescadores changos se alejaran, a veces considerablemente, de sus campamentos-base, razón por la cual solían ausentarse de sus hogares a veces por semanas. La mujer, en este caso, era la encargada de surtir la mesa familiar con mariscos y algas obtenidos de los roqueríos cercanos al hogar. A falta de pescado fresco, el "charquecillo" era un ingrediente habitual de su dieta diaria.
10. Es ésta, a lo que sabemos, una de las últimas referencias concretas a este grupo humano antes de la declaración de la Independencia de Chile (1810). Todavía su población se conserva importante en términos demográficos y, además, es altamente valorada por la autoridad para sus planes de fomento pesquero.
11. Si nuestro cálculo poblacional es certero y responde a la realidad, (quod est probandum) el grupo de pescadores changos por esas fechas es todavía realmente importante. ¿Eran estos changos descendientes directos de los antiguos camanchacas que nos describe Lizárraga o, antes que él, Gerónimo de Bibar para el Norte Grande o, para el Norte Chico chileno, la Tasa de Hernando Santillán, documento promulgado el año 1558, en tiempos del gobernador García Hurtado de Mendoza?. No lo sabemos. Pero es probable. En las familias de pescadores la tradición de la pesca era y aún es muy fuerte: No es fácil de imaginar a pescadores transformados en agricultores; más fácil es imaginarlos convertidos en mineros. De lo que estamos absolutamente seguros es que ciertamente no eran españoles o de ascendencia española: los españoles avecindados en Chile fueron siempre muy reacios a este tipo de faenas, consideradas de bajo rango.
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