jueves, 21 de enero de 2021

Hace cien años, en 1921, nacía un sabio biólogo que emuló a Humboldt y a Darwin: Luis E. Peña Guzmán.

El singular elogio del epígrafe no ha sido idea nuestra. Lo declaró en 1994 el prestigioso biólogo canadiense Lubomir Masner con ocasión de la presentación  del entomólogo Luis Enrique Peña Guzmán  al Premio Nacional de Ciencias de su país: Chile.  Sus palabras, a primera vista, parecerían una grosera hipérbole y nos suenan hoy grandilocuentes, pero a la verdad se afirman en hechos incontrovertibles. En efecto, señalaba:     

      " He mantenido contacto científico con Lucho desde 1968 y tuve  el placer de          que guiara mi expedición en 1988.  Si no me equivoco , ésta fue su expedición          científica número  412. A lo largo de los años, he podido apreciar la                        personalidad de Lucho Peña como científico, como hombre y como                         amigo.  Rara vez en mi vida me he encontrado con alguien tan entregado  a su          misión como Lucho lo está respecto de la ciencia, el respeto a la naturaleza y         el  amor por Chile. A mis ojos, Peña es el Alexander Humboldt y el Charles             Darwin en una misma persona. En el alcance y la inspiración de su saber               difícilmente es segundo de nadie.  Por muy lejos, el es quien ha situado a Chile       en el mapamundi de la entomología. No logro imaginar un solo experto                   mundial  que no está estrechamente vinculado con Lucho. Sin duda, es hoy el           entomólogo chileno  mejor conocido internacionalmente. En múltiples                     aspectos,  está y permanecerá a la cabeza de sus colegas y pares. El detectó             tempranamente la necesidad de estrechar la colaboración internacional de los       entomólogos, atrayendo su atención sobre la singular fauna chilena. Promovió       medidas conservacionistas y la preocupación por la [defensa de] la diversidad       mucho antes que esos temas aparecieran  en los periódicos entomológicos y             nunca ha perdido oportunidad de expresar sus puntos de vista al respecto".             (citado en Gastón Acuña, "Rumbo a la Amazonía",  s/f,. [1965], p. 239,                   subrayado  nuestro).

     Estas palabras expresadas por un científico que lo trató íntimamente, nos servirán hoy de guía para presentar a los lectores la figura de este sabio atípico chileno,  casi olvidado hoy día, pero que honra los estudios de biología y ecología  de nuestro país.

Fig. 1.   A la derecha, Luis Peña Guzmán  en su casa rodante de expedicionario en la ciudad de Iquique. Conversando con Alfredo  Ugarte Peña (izquierda), su sucesor y Horacio Larrain Barros, antropólogo (al medio). (foto Marta Peña, Iquique, Marzo 1994).

 

Fig. 2.  El camper o casa rodante de Lucho Peña en plena expedición con  Sergio Nuño, en uno de los  programas  de la "La Tierra en que vivimos" (foto Sergio Nuño).

Fig. 3.  Luis Peña muestra a niños indígenas pehuenches en el Alto Bíobío la captura de insectos en un frasco de cianuro. Lucho tiene a la sazón 46 años bien cumplidos (foto Gastón Acuña, 1965; foto erróneamente atribuida a la sierra del  Ecuador en ese homérico viaje del año 1965).

"Nadie ama lo que no conoce".

Este  sabio proverbio castellano nos servirá hoy de guía  en este capítulo, dedicado a la memoria de Luis E. Peña Guzmán cuyo centenario de nacimiento conmemoramos hoy. En varios capítulos anteriores de nuestro blog  https://eco-antropologia.blogspot.com, hemos hecho mención a la obra titánica de este entomólogo y zoólogo chileno, eximio explorador de América del Sur y descubridor de numerosas especies de  insectos, aves, reptiles y batracios (y hasta fósiles), declaradas como "nuevas" para la ciencia.  En dichos capítulos, hemos hecho "memoria" de sus notables dotes como colector de especies, como notable  conocedor de los variados ecosistemas tanto nacionales como sudamericanos y como guía de terreno indiscutido de científicos de todos los continentes. 

Guía científico indiscutido.

En su camper manejado por él mismo, viajarán por todo el continente sabios ingleses, norteamericanos, canadienses, franceses, japoneses, rumanos o  húngaros, ansiosos de  conocer visualmente  ecosistemas recónditos  y colectar las más raras especies  de aves, insectos, mamíferos, reptiles, peces, batracios, o  plantas y/o  arbustos, aún ocultos a la ciencia.  Porque Lucho se convirtió, sin quererlo, en  el guía  más hábil en Sudamérica  para acceder a los lugares rara vez visitados por el hombre, sea por su inaccesibilidad, sea por su lejanía.

Nota: La mayor parte de las imágenes que ilustran este capitulo, han sido  copiadas  de la obra "Rumbo a la Amazonía", de Gastón Acuña Mac-Lean,  su amigo y compañero de expedición en 1965.

Fig. 5.   Colectando insectos ocultos bajo la materia orgánica de un cactus en el desierto sur peruano.   Nada escapa a su ojo avizor. (foto G. Acuña 1965). 

Luis Peña representado por el expedicionario "don Custodio Campos Silvestre".

Hay otra  frase que retrata perfectamente bien a Lucho y su "capacidad de ver" lo que otros no ven.  Por fortuna, ha quedado ésta registrada en sus cuatro cuadernillos para niños  titulados: Aventuras de Don Custodio Campos Silvestre, obra  ilustrada publicada por la Editorial Universitaria de Chile, en mayo de  1993, con  el apoyo  en imágenes ad hoc  del dibujante Andrés Jullian. La frase en cuestión reza:  "Don Custodio sabía ver lo que muchos otros no saben sino mirar".  La diferencia entre ver y mirar es sideral.   "Ver",  involucra descubrir, atisbar,  escrutar, investigar. En efecto,  muchos pueden mirar el mismo hermoso paisaje de una puesta de sol, con arreboles multicolores en el cielo, pero solo unos pocos  verán allí  un peculiar  fenómeno celeste o una mágica obra de arte dibujada en el cielo. El físico de nubes y el  artista pintor  "verán"   en ese evento  cosas muy distintas, pero sin embargo perfectamente compatibles.  Ambos miraron,  pero "vieron"  y descubrieron cosas muy diferentes.  Por eso el objetivo de Peña  al mostrar estas imágenes es "enseñar  a ver lo que otros no ven".


Fig. 6.   Portada del libro de Gastón Acuña Mc-Lean dedicado enteramente a la expedición al río Napo (Ecuador)  en el  año 1965 y organizada por Luis Peña. . (foto Luis Peña).

Esta es la portada de este hermoso libro (Vea Fig. 2.) que le dedicara su amigo Gastón Acuña Mac-Lean, periodista y editorialista del diario "La Nación" de Santiago,  con el  sugerente nombre de  "Rumbo a la Amazonía", (publicado en Santiago, sin fecha ni pie de imprenta). En esta obra se describe con lujo de detalles una prolongada  expedición de Lucho realizada en el año 1965 a las nacientes del río Napo y sus afluentes. Las peripecias del azaroso viaje, de seis largos meses de duración, sin duda nos deleitan y encantan hoy pero, a la vez, nos dejan vivamente impresionados por la audacia y osadía de Lucho al penetrar, por vez primera, en lugares poblados por tribus indígenas desconfiadas y/o por fieras o serpientes totalmente desconocidas en nuestro medio natural chileno. Confiado en Dios  y en su buena estrella, Lucho nunca dudó en emprender extensos y peligrosos viajes que a cualquier otro hubieran hecho titubear. En una época en que  la cartografía de muchos lugares de la selva peruana, ecuatoriana o boliviana  era todavía deficiente,  escasa o nula, y careciendo del preciso instrumental que hoy tenemos para  calcular posiciones y altitudes  (GPS y altímetro digital), Lucho se las arreglaba para  señalar en los mapas y en su Diario, con gran exactitud,  los lugares precisos de  su colecta. Así lo exigían sus auspiciadores como conditio sine qua non del viaje. Para eso, su "Diario de Campo" fue y sigue siendo fundamental.

 Esta entretenida obra de Gastón Acuña constituye, hasta el momento, el  único  testimonio escrito, en forma de libro, dedicado íntegramente a la memoria de Luis Peña Guzmán.

Fig. 7.  El noble camper Volkswagen  de Luis Peña que les sirvió de vehículo y vivienda durante  la mayor parte de la expedición  (foto G. Acuña). 

El carácter indomable de Luis Peña Guzmán.

Era Lucho de un atrevimiento y empecinamiento insólito, capaz de arriesgar su vida con tal de  conseguir su propósito:  colectar, registrar y fotografiar especies nuevas para la ciencia y  entregarlas a los mejores especialistas mundiales para su ulterior estudio y análisis. Algunas, las menos, terminarán bajo la lupa de su propio microscopio, y constituirán parte de sus propios aportes científicos al campo de la entomología americana. El osado viaje que tan magistralmente nos describe aquí  el periodista y escritor Gastón Acuña, realizado en 1965, deparó a Lucho y a los  científicos que le apoyaron económicamente en la expedición, la friolera de más de 40.000 dípteros, (familia de las moscas y zancudos) de todas las especies imaginables, debidamente pinchados y etiquetados: una colecta considerada por los especialistas como sensacional. Viaje que, según los investigadores consultados, revolucionó en su época el conocimiento que se tenía sobre este grupo de insectos gracias a la aparición de numerosas especies y géneros, hasta allí totalmente desconocidos. Esta colecta tenía por objetivo central, en buena parte,  reponer las colecciones entomológicas conservadas antiguamente en el Museo de Berlín y lamentablemente perdidas en los bombardeos de la IIª Guerra Mundial. Colecciones procedentes de antiguas y beneméritas colectas en la selva ecuatoriana hechas por  viajeros del pasado y perdidas para siempre.

Fig.  8.   Lucho se da tiempo para un merecido descanso en la selva ecuatoriana   (foto Gastón Acuña, 1965).

Postulación al premio Nacional de Ciencias en Chile.

En el año 1994 (escasamente un año antes de su muerte)  un grupo de científicos  postuló a Lucho  al Premio Nacional de Ciencias de ese año en Santiago (Chile). En dicha ocasión, se recibió desde el extranjero un verdadero enjambre de cartas de apoyo de connotados científicos de las más diversas disciplinas de la biología, zoología y botánica, que habían tenido la fortuna de viajar y expedicionar  con Peña en Chile y/o en otros países de América. Entre estos testimonios que cita ad litteram Gastón Acuña en su obra "Rumbo a la Amazonía" (pp.  237-241)  destaca el testimonio del Dr. Lubomir Masner, respetado entomólogo canadiense, presentado al inicio de esta crónica.  Su testimonio  constituye una excelente  síntesis de la obra científica de Peña.

Las opiniones de  otros científicos.

Muy escuetamente, pero con no menor énfasis que el precedente testimonio, se expresa el gran entomólogo estadounidense, Curador del Departamento de Entomología  del American Museum of Natural History of New York, el  Dr.  Jerome G. Rozen, Jr. en estos términos:

"No sé de otro naturalista vivo en el mundo que haya prestado más grandes servicios en la exploración de la historia natural de su país que el profesor Peña". (Cit. por Acuña, s/f. pág. 240, énfasis nuestro).

Otro elocuente testimonio proviene de la pluma del Dr.  Norman I. Platnik, Chairman y Curador del  mismo Departamento de Entomología,  cuyo potente testimonio no podemos  dejar de lado:

"Con vivo placer les envío mi entusiasta respaldo a la nominación del profesor Peña para el Premio  de Ciencias de Chile. Me es imposible pensar en otra persona tan bien calificada como él para recibir dicho honor. Es tan ampliamente conocido entre los biólogos que su nombre es sinónimo de investigación moderna respecto de la fascinante flora y fauna chilena. En mi estudio de las arañas de Chile, el profesor Peña ha sido para mí un colega en extremo valioso. Ha colectado numerosos especímenes importantes durante años, con frecuencia develando taxas que eran enteramente desconocidas. Su conocimiento de la geografía chilena, sus toponimias, y lugares de colecta es enciclopédico.  Con frecuencia he descansado en él para resolver puzzles relativos a la distribución de determinadas especies.  De allí que, al igual que muchos otros biólogos, he tenido la satisfacción  de honrar nuevas especies con su nombre.. En todos estos aspectos, mi experiencia no es excepción.  El Prof. Peña ha dado tanto, en tan variadas  áreas de la ciencia, que el American Museum of Natural History tuvo no hace mucho, el orgullo de hacerlo miembro correspondiente. Tal honor se ha otorgado a menos de 20 científicos del mundo. Igual importancia tienen los bien conocidos esfuerzos del Prof. Peña por educar a la ciudadanía chilena y a sus autoridades respecto a los excepcionales aspectos de la biota chilena, así como en cuanto a la tremenda responsabilidad que a todos nos concierne en su conservación. Sin duda, en tal sentido,  nadie ha sobrepasado su rol".  (Cit. en Acuña, s/f. p. 240, subrayado nuestro).

Otros especialistas  señalan  la amplitud de los conocimientos de Luis Peña en el campo de la biología y zoología unida a su notable espíritu de colaboración, nobleza de espíritu  y alegría de vivir. Es el caso del Dr. Richard  C. Froeschner, entomólogo de la Smithsonian Institution, quien  consigna:

"Mi contacto personal con el  Dr. Peña data de antes de 1968 y se ha prolongado desde entonces.  Siempre encontré en él a un estudiosos gentil,  gran colaborador alegre y campechano, a la vez que de cálida deferencia en su trato. Mis colegas de la Smithsonian Institution que han tenido la fortuna de participar con él en trabajos de campo, concuerdan en valorar por igual tanto su erudición  como su simpatía y su espíritu ilimitado de colaboración.  No hay duda acerca del extraordinario valor de sus innumerables aciertos científicos y sus publicaciones. En esto ha demostrado ser un verdadero naturalista,  que extiende su interés a toda la gama de las ciencias naturales y no un especialista en un solo campo. Es con vivo entusiasmo y admiración  por el Dr. Peña y sus múltiples méritos que respaldo su nominación".  (Cit. en Acuña, s/f., 238; subrayado nuestro).

Como éstas, varias decenas de cartas  de investigadores de Asia, Africa, América (Del Norte y del Sur)  Europa y Oceanía llegaron  a las oficinas  del  encargado de  la  presentación de Luis Peña Guzmán al Premio Nacional de Ciencias en 1994,  respaldando y apoyando con entusiasmo su postulación.  Si bien Lucho no fue nominado en dicha ocasión, nos queda el testimonio irrecusable de la opinión que el mundo científico internacional tenía de su capacidad, trayectoria científica y vastedad  y profundidad de sus  conocimientos.   
Al año siguiente  (septiembre  1995)  Lucho nos dejaba, aquejado de un implacable cáncer.  Nos preguntamos hoy si Luis Peña no pudiera ser postulado tal vez algún día a este mismo premio, en forma póstuma, como una forma de reconocer sus inobjetables méritos en el campo del conocimiento, estudio y difusión de  la ciencia biológica  de su país y de los países vecinos.

¿Por qué  a Luis Peña Guzmán no se le otorgó el  Premio Nacional de Ciencias?.

Es ésta una pregunta nada fácil de contestar.  Nos la ha hemos hecho varias veces  entre los que fuimos sus amigos tanto en el campo de la Biología, como de  la Geografía, Geología o Antropología.  No cabe duda alguna que, en numerosos aspectos, su conocimiento de los ecosistemas  naturales de Chile y América de Sur fue  excepcional y único en su tiempo.  Sus más de 480 expediciones casi siempre  acompañando a especialistas mundiales de todos los campos de la biología  (zoología, mastozoología, entomología, herpetología, botánica, silvicultura, ecología....) le entregaron un amplísimo conocimiento y, a la vez, una profunda y sagaz penetración en la ecología de los sistemas y la intrincada interrelación  simbiótica entre clima, suelos, plantas y animales.

Un "outsider" de la Academia.

Tal vez las bases del Concurso para poder adjudicar tal "Premio Nacional en Ciencias Biológicas" exigían -como requisito sine qua non-  una larga preparación  universitaria y títulos académicos previos que Lucho ciertamente no poseía. Es posible.  Lucho no fue formado en y por la Academia -como la inmensa mayoría de los especialistas en el competitivo mundo de hoy-  sino se formó  solo, con su propio esfuerzo, en el terreno mismo, a través de sus innumerables expediciones  a prácticamente todos los ecosistemas de América del Sur  y gracias al contacto directo con los mejores especialistas en terreno. Tal vez su posición como la de un "outsider" de la biología,  y un "outsider" de la Academia,  le jugó poderosamente  en contra.  La razón haya tal vez  que buscarla en  el hecho de que Lucho, si bien participaba activamente en todos los Congresos de su especialidad, la Entomología,  (en su grupo específico de estudio: los insectos tenebriónidos),  no era muy bien mirado  por algunos en el gremio nacional que le  echaban en cara  "su falta de doctorados",  su falta de "preparación académica". 
Lucho suplía, sin embargo y con ventaja, su pretendida "falta de méritos académicos" con  la aceptación por el mundo internacional  de la ciencia, gracias a su esforzado y genuino trabajo de campo siempre generosamente compartido con numerosos científicos de talla mundial.  Esa fue su auténtica "Escuela", esa fue su "Academia": el trabajo de campo en más de 450 expediciones compartido con los mejores especialistas en las diferentes ramas de la biología.  Por ello, sin haber obtenido jamás el título de magister o doctor en biología,  fue respetuosamente  señalado  por sus pares extranjeros como "el Profesor Peña" o el "Dr. Peña".   Porque en terreno, él podía dar a todos lecciones de ecología práctica, dados sus conocimientos de botánica y zoología comparadas.

Un conservacionista  sui generis. Precursor indiscutido en su afán  por dar a conocer  a la juventud chilena  la flora y fauna nacional  y la necesidad de proteger los ecosistemas. 

Lucho  Peña,  a diferencia de la mayor parte de sus coetáneos chilenos, gracias a su dilatada experiencia  de campo y  su conocimiento de  prácticamente todos los ecosistema del país y de gran parte de Sudamérica, supo darse cuenta de la acelerada degradación y transformación que éstos sufrían a través del tiempo. Entre una expedición y otra, con pocos años de intervalo,  los paisajes cambiaban bruscamente y el hombre se iba enseñoreando  de las tierras otrora vírgenes y dotadas de una vegetación nativa  en franca retirada. Esta rápida destrucción de los paisajes naturales  y -en  consecuencia de su flora y fauna endémica-  significaba de facto la desaparición o la muerte de numerosas especies, faltas de su habitat natural.

 Con frecuencia la "autobiografía" de Luis Peña, valioso documento que hemos estado  transcribiendo para su futura publicación, alude a este hecho  doloroso que le impacta sobremanera. Al azar, ofrecemos aquí una cita de esta obra inédita suya,  que se libró milagrosamente de un "robo"  selectivo efectuado a su escritorio, tras su muerte ocurrida en septiembre de 1995.  La "autobiografía" cubre todo el período desde su infancia y lejanos recuerdos hasta el año  1985,  fecha de su viaje a Miami y USA hecho con su amigo Octavio Barros Valenzuela. Desgraciadamente la dejo inconclusa.

En efecto,  en su segunda  visita al Ecuador  señala textualmente:

"La evolución de Quito fue drástica,  fue cosa de pocos años no podríamos decir siquiera decenios. Se creó otro Quito; el viejo era ya inhabitable. Nada reconocí a mi retorno, quince años después. Todo fue al parecer por el auge del petróleo. Los ríos que yo recorriera en canoa por el oscuro manto de la selva [en 1965],  ahora [1980] se pasan a través de un puente de hormigón. La selva desaparece;  no hay ni tucanes ni monos ni nada para admirarse.  Se destruye el ecosistema sin pena ni gloria alguna.  Como enamorado de aquel Ecuador antiguo, volver a él hoy es triste y desolador". (p. 61 de nuestra transcripción de su Autobiografía; las fechas son agregado nuestro).

Luis Peña conservacionista y educador de juventudes.

Una de las facetas más interesantes y menos conocidas en la vida de este científico singular es su afán por transmitir incansablemente a las generaciones jóvenes su propio amor y respeto por la naturaleza y sus ocupantes, en especial los más pequeños e insignificantes (insectos). Sus repetidas visitas de expedición a las mismas regiones, en épocas diversas, y siempre en compañía de grandes especialistas científicos, le permitió constatar y tomar viva conciencia de la devastación de los paisajes primigenios y de la  rápida transformación de  los ecosistemas  por efecto de la creciente y caótica (falta de previsión  y estudio) actividad antrópica reciente.  El hombre, con el explosivo aumento de la población,  ha ido ocupando todos los espacios disponibles,  arrinconando a la selva virgen a recónditos lugares. Si durante el siglo XIX fue  mediante el uso indiscriminado del fuego que el colono de Puerto Montt, Aysén o Magallanes  colonizó  y transformó en pastizales para el ganado las antiguas selvas vírgenes, refugio eventual de las tribus  cazadoras de antaño  (pehuenches, puelches, tehuelches), hoy  surge la necesidad (o el apetito) económico por parte de los grandes consorcios,  de realizar plantaciones gigantescas de monocultivos (como el eucaliptus y el pino insigne)  para la obtención de la  celulosa,  destruyendo así implacablemente el bosque nativo, o  arrinconándolo a estrechas fajas de tierra en sitios cada vez más abruptos e inaccesibles.  La tierra, en vastas regiones del sur, no solo cambió de dueño, sino también cambió drásticamente en el  uso del suelo en muy cortos años  (sólo un par de decenios). De esta súbita transformación, Luis Peña fue testigo presencial gracias a la frecuencia y reiteración de sus visitas.  Visitas muchas veces motivadas  por la necesidad de obtener especies de insectos o animales requeridas para su estudio y solicitadas por las Universidades o Museos extranjeros.  


Fig.  9.  Típicas  balsas hechas de madera de balsa, muy livianas, para la pesca  costera observadas en el norte peruano (Expedición al río Napo del Ecuador. Foto Gastón Acuña, 1965).

Luis Peña y sus pares chilenos.

 Los especialistas chilenos,  especialmente aquellos adscritos a los Museos o Universidades (la inmensa mayoría hoy día), pocas veces  dispusieron de los suficientes medios económicos y/o del tiempo necesario para  realizar expediciones periódicas a los lugares de colecta, con lo cual tampoco podían llegar a percatarse fácilmente de los cambios ecológicos ocurridos. La gran libertad de  movimientos de que gozaba Lucho Peña para realizar sus expediciones y la variedad de científicos extranjeros que  llevó a terreno a los lugares que solo él conocía,  le permitió tener una visión general del problema,  muy superior a la de sus pares chilenos. Esto es indiscutible, pero no ha sido por lo general  reconocido en nuestro país.  Y tal vez esta amplísima visión del problema in situ, compartida  y discutida en el terreno mismo con sus colegas extranjeros -todos investigadores de nivel mundial- , le convirtió en el hombre clave para  presentar y exponer, valientemente y sin tapujos ante las autoridades, el problema  de la destrucción sistemática de ecosistemas  máxime a través de las grandes consorcios o empresas explotadoras de la madera.

Obras científicas de Luis Peña Guzmán. 

Fuera de los centenares de artículos científicos publicados en  revistas especializadas de biología y entomología, destacan  las siguientes obras:  "Guía  para reconocer mariposas", Editora Nacional Gabriela Mistral, 1975;  "Los Coleópteros de Chile",  Editora Nacional Gabriela Mistral,  1976;  "Introducción al estudio de los Insectos de Chile",  Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1987, "Las Mariposas de Chile", Editorial Universitaria (con Alfredo Ugarte P.) 1997. 
  
Luis Peña y sus libros dedicados a niños y jóvenes. 

Pero Lucho no se contentó con escribir sobre sus hallazgos científicos y  exponer  con angustia el problema de la depredación ecológica de nuestro territorio a las autoridades nacionales. También comprendió que era urgente iniciar una gran cruzada nacional  para el conocimiento profundo y  conservación y protección de nuestra flora y fauna.  De esta viva conciencia nace su activa participación en CODEFF  ("Corporación para la defensa de la flora y fauna") y sus valiosas  iniciativas educativas como la revista "Expedición a Chile", publicación  en 48 fascículos que  pretendió mostrar la riqueza  y variedad  de la flora y fauna chilenas, o, finalmente, sus frecuentes artículos en la revista infantil  "Mampato", donde mostraba a los niños  las curiosidades y/o rarezas de la  flora y fauna del país. Lucho  fue un gran motivador de otros en pro de las iniciativas que el consideraba  necesarias para el logro de sus fines.  
El mismo objetivo tuvo la presentación de los cuatro  Cuadernillos ilustrados para niños, de acuerdo a las cuatro estaciones del año,  con el sugestivo título de "Las Aventuras de don Custodio Campos Silvestre", cuyas carátulas mostramos a continuación.  El estilo de estas obritas para dibujar y colorear,  destinadas a los niños pequeños, es claramente  el propio de  Lucho, con su simplicidad y agudeza, y su anhelo de llegar  a  re-encantar a  niños y jóvenes en el amor y respeto por la Naturaleza que nos rodea.

¿Qué quiso ser "Expedición a Chile" en 1975?.

Apuntemos aquí  un par de ideas sobre  "Expedición a Chile", obra singular y única en su género, en la que Luis Peña  fue  actor principal desde sus inicios, cuando la Editora Nacional Gabriela Mistral (ex Editorial Quimantú)   buscaba  en  1974-75 temáticas  sugerentes y atractivas de la realidad chilena para  encantar a sus lectores en una época política especialmente conflictiva y difícil del país.
La obra tuvo por objetivo mostrar paisajes singulares del territorio patrio, examinando, con un equipo científico multidisciplinario (geógrafo, entomólogo, biólogo, botánico, geólogo, arquitecto y antropólogo), determinados lugares y ecosistemas, dando a conocer a sus habitantes (plantas y animales)  y extraños sus modos de vida. Para ello. se hizo expediciones reales a lugares  de especial interés. Se pudo mostrar así, sus peculiaridades geográficas, geológicas, botánicas, faunísticas y antropológicas  que los constituían en ese momento en lugares únicos, irrepetibles.
La vida de campamento, las discusiones entre los especialistas a propósito de  descubrimientos efectuados in situ, las imágenes captadas  de la fauna y flora del lugar,  y el sabroso relato del cronista de la expedición  (Alberto Vial Armstrong), adquieren vida y alma en los 48 ejemplares de la revista (1975-1978)  y/o en sus numerosos Manuales de Campo, Planos, Mapas o fichas de estudio. Todo un riquísimo arsenal de información de primera mano,  recabado en el terreno mismo, y comentado para el lector en un lenguaje intencionadamente accesible y fácil. La labor de apoyo y búsqueda estuvo a cargo de los científicos, pero siempre acompañados de niños preguntones  (nuestros propios hijos, sobrinos o amigos) que  transformaban la respuesta científica abstrusa en conocimiento real y  vivo, puesto al alcance de todos. Las familias de los científicos  (hombres y mujeres)  tomaban parte activa en la expedición y,  a la vez, nos planteaban las preguntas que el propio escenario geográfico  despertaba en ellas.

Mostramos aquí, a continuación,  las portadas de los primeros números de la revista y algunos de sus  Manuales de Campo (Field Guides), hasta ahora  muy  solicitados por los especialistas.

Fig. 10.  Portada del primer número de la revista  "Expedición a Chile".

Fig. 11.  Portada del segundo número de la misma revista.

Fig. 12. Portada del tercer Número de la revista.


Fig. 13.  Portada del Manual de Arqueología  "¿Qué hace el arqueólogo", de H. Larrain,   1975.


A continuación, las portadas de la revista  para niños titulada: "Aventuras de don Custodio Campos Silvestre". 





Figs. 14, 15, 16 y 17.  Fauna y flora  correspondiente a las cuatro estaciones del año  (Verano, otoño, invierno y primavera). 

Sus ayudantes de campo. 

Un aspecto  bastante desconocido en la vida científica de Lucho, fue el trato y  la formación que él dio a sus ayudantes, sus colaboradores. Todos ellos, de origen humilde, fueron contratados por Lucho  entre  los jóvenes que conocía en los lugares de sus expediciones y que se ofrecían para ayudarlo en las colectas. Nombres como Osvaldo Segovia, Gerardo Barría, Manuel Rivera, Eduardo Pérez, Hernán Navarrete Parra, José Escobar fueron reclutados por Lucho y los traía a Santiago a vivir en su propia casa, como ayudantes pagados. Llegó así a  tener hasta cinco ayudantes simultáneamente, los que le apoyaban en la ardua tarea de  colecta, selección, ordenamiento, pinchado y  catalogación de los miles de ejemplares colectados en el campo, red en mano.  A las vez, los educaba y formaba como hombres de bien con sólidos principios. Algunos de ellos, como Eduardo Pérez, surgió de tal suerte como dibujante artístico, que tras algunos años de trabajar con Lucho fue contratado por un Universidad de Venezuela donde se desempeñó brillantemente como  experto dibujante.  Varios de ellos, conscientes del cambio inducido por Lucho en  sus vidas, se congregaron junto al lecho de muerte de Lucho, en septiembre de 1995, en su casa de "El Portezuelo" para acompañarlo en sus últimos momentos. Para todos ellos, Lucho fue su verdadero "padre". Su gratitud hacia el hombre que había  cambiado bruscamente el giro de  sus vidas era, en esos días, enorme.  A uno de ellos le financió sus estudios de biología en la Universidad, A otro, en recompensa por sus servicios por largos años, le dejó en herencia una propiedad rural en la Isla de Chiloé, donde actualmente vive. A otros, les obsequió un terreno, junto a su propia parcela al lado del pueblito artesanal de Las Canteras. ¿Que científico hace esto con sus ayudantes?.  No conozco, al menos en mi país, un solo caso semejante.  Este sentido profundamente social en la activísima vida de Lucho, brotaba  tanto de su profunda fe católica como de su propio ser, sencillo, afable y servicial. Gesto que le honra  y distinguirá por siempre a su autor.   

Epílogo.

A través de estas páginas e imágenes, hemos pretendido mostrar la increíble multiplicidad de facetas  en la vida y obra del notable entomólogo chileno Luis Peña Guzmán. Peña fue un sabio de tomo y lomo,  fuera de lo común, totalmente atípico, pero indiscutiblemente un gran sabio. Los testimonios vertidos por los investigadores extranjeros citados más arriba, lo señalan explícitamente y nos liberan de la tarea de tratar de descubrir los aspectos más significativos de su obra. Ellos ya lo han hecho. No hemos escuchado, sin embargo, elogios semejantes de sus pares chilenos,los cuales están aún en deuda con él.  El futuro -así lo creemos-  hará algún día plena justicia a su obra monumental, poco reconocida y divulgada en nuestro país.
 
Si aún viviera, el entomólogo Luis Enrique Peña Guzmán habría cumplido, en esta fecha  (21 de Enero) sus cien años. La muerte nos lo arrebató prematuramente un 27 de septiembre del año 1995, frisando sus  74 años de edad, en su propiedad de "El Portezuelo (Las Canteras).  
Luis Peña Guzmán, nacido en Santiago de Chile, sabio chileno  heredero legítimo del Abate Molina, Claudio Gay,  Rodulfo A.  Philippi, Filiberto Germain, Carlos Porter,  Flaminio Ruiz, Emilio Ureta,  Carlos Stuardo, José Herrera y otros célebres entomólogos nacionales, se merece plenamente hoy nuestro emotivo recuerdo y cálido agradecimiento. Pues Peña a través de sus numerosísimos viajes (más de 480 a cada rincón de nuestro país y de Sudamérica), nos enseñó a descubrir un Chile hasta entonces muy poco explorado y lo hizo a través no sólo a través de sus numerosas producciones científicas, especialmente valoradas por la Academia internacional, sino también  mediante notables obras educativas, motivadoras de nuestra juventud,  como las reseñadas más arriba en esta crónica. 
Su nombre y su vasta obra perdurarán, sin duda,  en nuestro país, dejando a las generaciones venideras  una vara muy alta, difícil de superar. 

"Exegi monumentum aere perennius....(segmento de la oda del poeta latino Horacio). "He levantado un monumento más duradero que el bronce..." Frase elocuente que le calza muy bien a la monumental obra del entomólogo Luis Enrique Peña Guzmán. 

Dr. Horacio Larrain Barros (Ph.D.) 
Antropólogo  y ecólogo cultural, 21 de Enero 2021.
Las Canteras, El Portezuelo  (Comuna de Colina).