jueves, 31 de julio de 2014

Los inicios de "Expedición a Chile": una entrevista en Las Cruces (zona central de Chile) en 1975: pescadores y mariscadores de la Playa Grande.



Fig. 1.  Se muestra aquí el sector Norte de la "Playa Grande", que enfrenta  a  la "Laguna del Peral", contigua al antiguo Fundo de los Padres Agustinos.La ubicación de la casa de los Codoceo, es solo muy  estimativa. Pudo estar ubicada algo más al Sur de la  actualmente señalada (Foto actual tomada del Google Earth, Agosto 2014).

¿Cómo se  gestó "Expedición a Chile"?. Una entrevista nuestra  hecha en Enero 1975.

A fines del año  1974, ya bajo el gobierno militar, nos reuníamos en la nueva  Editorial Gabriela Mistral (ex Quimantú), un grupo de soñadores dirigidos por dos poderosos cerebros:  Luis Peña Guzmán, entomólogo y Alberto Vial Armstrong, ingeniero y matemático. Quien nos convocaba y aglutinaba, era   Mario  Correa, abogado, hombre cultísimo, futuro agregado cultural  de Chile en Washington, que quería  rescatar y profundizar en el conocimiento de Chile en su vertiente tanto histórica, como cultural, geográfica y biológica. Se pensó audazmente en algo grande, una publicación dirigida a los jóvenes,  para dar a conocer las riquezas de Chile  y sus paisajes naturales y culturales. Alberto Vial venía de ser profesor y  director de un Centro de Estudios en  la Universidad Católica de Valparaíso. Alberto y Mario  ya  se conocían.

¿Cómo reencantar a los chilenos?.

 Había que pensar en invitar a un núcleo de científicos que supieran y quisieran mostrar el rostro de Chile.  No habría sueldo alguno de por medio. Todo sería  fruto del entusiasmo y la devoción por esta causa nueva: mostrar a Chile de un modo diferente. Se trataba de una empresa audaz, novedosa, desafiante. ¿Cómo mostrar el rostro de Chile  al mundo entero, destacando su singularidad y sus bellezas tanto naturales como culturales?. ¿Como reencantar a los chilenos  -.especialmente a los jóvenes en un momento en que Chile era internacionalmente denostado por el "Golpe de Estado"?.   El  presidente y director de esa Editorial era un ex general  de ejército y escritor,  Diego Barros Ortiz, hombre profundamente interesado en las letras y en las artes. Era entonces una época en que todas las grandes instituciones culturales  del país (Universidades, Centros, Institutos especializados), así como  los gobiernos de las provincias  estaban en manos de  miembros de las Fuerzas Armadas. Se vivía un momento político muy difícil y conflictivo en nuestro país, luego del derrocamiento y muerte del Presidente Salvador Allende Gossens y la instauración de la Junta Militar en Septiembre del año 1973.

Los pioneros.

Alberto Vial, a solicitud de Diego Barros,  se contactó con María Gloria Yrarrázaval, esposa del conocido arquitecto Rodrigo  Márquez de la Plata. Gloria serviría de enlace para llegar a seducir a otros posibles científicos, conocidos en el ámbito nacional.  Había que buscar adeptos para esta temeraria empresa. Así, pronto  apareció en la lista de invitados especiales Luis Peña Guzmán,  famoso entomólogo  nacional, que ya había demostrado experiencia y especial maestría colaborando  en una revista para niños,  la revista "Mampato". Este, a su vez, invitó a otros. Así fueron llegando  al grupo inicial  los botánicos Manuel Schilling y su hijo Guillermo,  el biólogo marino Juan Carlos Castilla, de la Universidad Católica, el diseñador Francisco Olivares Thomsen; más tarde  dos dibujantes. Uno de los últimos invitados a participar  en esta grandiosa epopeya fui yo mismo, por entonces profesor de Antropología en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Solo me avalaba  el título de Arqueólogo  obtenido en la Universidad Nacional Autónoma de México en 1970. No tenía  -ni con mucho- los pergaminos y la experiencia de mis nuevos compañeros de gesta.

María Gloria Yrarrázaval  actuó desde los inicios como eficiente coordinadora y   secretaria, apoyada eficazmente  por Marta Peña Guzmán, hermana del entomólogo Luis Peña, quien fue encargada de mantener los archivos.

La prueba de fuego.

Había que  hacer una prueba concreta, tangible,  de nuestras respectivas capacidades, mostrándolas en terreno. Había que realizar un viaje de prueba. Pues se trataba, efectivamente, de  constituir un grupo homogéneo de trabajo,   en  un lugar  de interés múltiple para los diversos científicos  que ya formábamos parte de este equipo. Surgió la primera gran pregunta: ¿cómo se va a llamar la revista que proyectábamos en mente?. Dos elementos aparecieron como  vitales para decidir el nombre:   a)  la metodología  y las técnicas que pensábamos usar,  y b)  el dónde emplearlas. ¿Dónde proyectábamos trabajar?.  Obviamente, la respuesta fue inmediata: en Chile, dando a conocer Chile y sus rincones. Rondaba en nuestras mentes  -sospecho yo ahora-    la idea de "Chile:  una loca geografía", obra del escritor  Benjamín Subercaseaux, espléndida descripción literaria de la variedad, riqueza y belleza  de nuestros paisajes naturales.

¿Como hacer una revista atractiva, para niños y adultos?.

Dar a conocer a Chile, sus paisajes,  su riqueza biológicas, sus gentes y su historia era el argumento. Hubo total consenso al respecto. ¿Pero, ¿cómo hacerlo?. La respuesta la dieron los biólogos, experimentados conocedores de paisajes y ecosistemas y viajeros impenitentes. Había que hacer, en grupo,  expediciones reales; había que investigar sitios o parajes, desde muchos ángulos de mira. Había que mirar una misma realidad con muchos ojos escrutadores.  Cada científico tendría que  mostrar su forma propia y personal de ver la realidad; luego alguien, debía  sintetizar las ideas, enhebrar un relato coherente, entretenido y   de profundo contenido ecológico.  ¿Por qué ecológico?.   Porque  la experiencia cotidiana de los biólogos de todo el mundo nos enseñaba que  los ecosistemas estaban en franco deterioro por obra  de la actividad humana, la contaminación  y el aumento creciente de la población. Es decir, el paisaje a nuestro alrededor   cambiaba rápidamente de siglo en siglo, y aún de decenio en decenio. Muchas especies vivas desaparecían para siempre del planeta.   Era, pues, urgente hacer una radiografía de los paisajes y sus componentes, vegetales y animales, antes de su definitiva desaparición.

Necesidad de expedicionar.

En suma, había que expedicionar verdaderamente dentro del territorio patrio, describir y  comentar  las especies  y/o elementos culturales hallados en una expedición real, multidisciplinaria;  mostrar su importancia y significado ante las mentes juveniles, y con ello,  contribuir a  crear una "conciencia ecológica" en el país. Surgió así, nítidamente, y poco a poco, la idea  primeriza de  "Expedición a Chile":  una expedición y muchas expediciones  a rincones recónditos del país.

¿A dónde ir?. Una exploración con sentido ecológico y cultural.

En otro próximo capítulo de este Blog , mostraremos los resultados concretos de la iniciativa : la revista "Expedición a Chile",  su contenido y su peculiar diseño. Por ahora, en este capítulo, damos a conocer una primicia:  el resultado concreto de la primera expedición de prueba realizada al sitio de Las Cruces, balneario de la costa de Chile central. ¿Razones de esta elección?. Dos: a)  el hecho de que  la Universidad Católica tenía, en Las Cruces, una Estación de campo de Biología Marina, donde Juan Carlos Castilla ya trabajaba investigando la flora y fauna de nuestro litoral;  y b) porque Gloria Yrarrázabal, nuestra gentil coordinadora, tenía  allí mismo una casa de veraneo, que ofrecía al equipo como campamento base para su primera salida de prueba. .Había que abaratar costos; aún no se disponía de presupuesto propio: todo fue "prestado" o "regalado" en esta salida primeriza. Cada cual aportó lo suyo con la mayor generosidad.

Nuestra actividad en terreno: Las Cruces nuestra meta.

Así,  un bien  día 2 de enero de 1975, nos embarcábamos por dos días,  en autos particulares  un grupo en el que íbamos  biólogos, botánicos, antropólogo, historiadora y  diseñador-dibujante; además del  futuro cronista de la expedición, Alberto Vial. Cada uno tenía la misión de describir lo que vio y observó,  desde su propio ángulo de mira, con sus palabras. Cada uno tuvo por objetivo concreto  redactar un Informe cicunstanciado de lo que vio y observó, sacando sus propias conclusiones y pensando siempre  en el "producto" final que se iba a mostrar:  crear  una excelente  revista para niños y adultos. ¿El tema?  Chile y sus ecosistemas.

Fig. 2.  El paisaje  natural   del matorral de secano de la  IV y V región de Chile. Es característico de los cerros costeros  de nuestra costa central chilena. Foto de la zona de Las Cruces, tomado del Google Earth. Este es el paisaje exacto que se observaba entonces  en las vecindades del Morro Grande, donde observamos   el bloque de "piedras tacitas" en esa misma fecha.


Fig. 3.  Aspecto  de la "Laguna del Peral",  reducto actual de una  avifanua muy rica, tanto endémica como de  asiduos visitantes de verano (aves migratorias). Se ha contabilizado aquí la presencia de 105 especies de aves, muchas de las cuales nidifican en sus  orillas. (Ver en Internet bajo "Laguna del Peral santuario de la Naturaleza"). La ubicación geográfica de la laguna es: exactamente  33º 30´18´´ N´ y  71º 36´ 24´´ E.

Texto literal de nuestro Informe sobre este viaje a terreno.

"Expedición  a  Las Cruces.  2 y 3 de Enero  1975.  Relato de la expedición hecho con el apoyo de la Srta. María Eugenia Góngora, en la entrevista al pescador.  Documento original consistente en  un pequeño fajo de  7 páginas, en papel borrador ordinario  (copia a máquina) , dado por la Empresa Editorial Gabriela Mistral. (Entre comillas en el texto,  se ponen las expresiones propias usadas por los pescadores).

Texto del relato  copiado a la letra del original apenas legible en algunos de sus  párrafos. Expedición a “Las Cruces”.(del 2 al 3 de Enero de 1975).

Autores: Horacio Larrain Barros  y María Eugenia Góngora.

1. Observando los roqueríos en Punta del Lacho.

"El día 3 de Enero de 1975, un grupo de investigadores varios de ellos de las Universidades de Chile y Católica, realizaron una salida a terreno a la zona de Las Cruces, con el objeto de analizar en conjunto, y en equipo, diversos aspectos que ofrece la naturaleza y el hombre, en la zona próxima a la costa. Los aspectos que dicen relación  con la antropología y  etnografía del lugar son los que ofrecemos en este capítulo.

La observación comenzó con el área de roqueríos inmediatamente bajo la terraza marina solevantada, que es la Punta del Lacho. La máxima baja marea se producía  a las  8.30 A.M.,  hora en que todos los investigadores estaban en el lugar. Mientras Juan Carlos Castilla (biólogo marino) y los botánicos Manuel Schilling y Guillermo Schilling (hijo) reconocían y recolectaban las especies de moluscos, celenterados y algas,  respectivamente,  me dediqué (H. Larrain) a observar aquellos elementos  de la fauna y flora marina que  pudieron haber sido utilizados por el hombre  tanto para su alimentación como para combustible. [obsérvese aquí de paso, ya en germen, nuestra vocación eco-antropológica] . De las aproximadamente 30 especies de algas presentes, varias podrían ser comestibles. De hecho, ninguna contiene principios tóxicos., Estas son Durvillea utilis, el cochayuyo, cuyos tallos son comestibles (previamente secados),   y cuya parte inferior, próxima a la base, el ulte, es [igualmente] comestible. Más adelante, [en esta misma entrevista],   se explica el procedimiento usado por [los]  pescadores  de Las Cruces para prepararlo.  También son comestibles, en diverso grado, Ulva lactuca (luche), Iridaea laminaroides, de grandes hojas  de color café amarillento, Lessonia sp. (tipo huiro), Macrocystis  pirifera, de la que, al parecer, también  se podría obtener  el ulte.

De los moluscos comestibles, pudimos observar el loco (Concholepas concholepas),  escaso y pequeño (no más de  6 cm de longitud en la zona expuesta),  especies de Patella y Collisela, chitones o apretadores dos especies de apretadores: Acantopleura equinata  con  ejemplares de hasta  9-10 cm de longitud, y Chiton granosus, más pequeño. Era extraordinariamente abundante el chorito (Perumytilus purpuratus), formando bancos compactos en las áreas relativamente planas de las rocas expuestas a las olas.  Agreguemos el Megabalanus psittacus (pico de mar). Vimos algunos picos de mar de un tamaño útil hoy, pero en muy poca cantidad. Supongo que la escasez o ausencia de algunas especies  (v .gr. el erizo de mar  Loxechinus albus)  del que solo pude observar un ejemplar pequeño), se debe a la extracción masiva realizada en los últimos decenios y a la falta de control. A los mariscos, hemos de agregar algunos crustáceos comestibles  de los que vi muy pocos ejemplares [jaibas].
[Entre los vegetales],  se ha de considerar  el pangue,  que es el grueso tallo o pecíolo de la hoja de Gunnera chilensis. El chagual,   que es el brote tierno que se obtiene en primavera de la planta  Puya chilensis y P. berteroniana. Ambas son bromeliáceas".

"Las zonas próximas al roquerío bajo la terraza [marina] y sobre ésta,  presenta varias especies de arbustos, ninguno de los cuales es comestible. En cambio,  es muy abundante Haplopappus  foliosus, cuyos tallos y hojas secas constituyen un excelente combustible que se puede emplear [para hacer fuego] junto con los talos de Laminaria o Macrocystis.  Estas últimas dos especies [de algas] son arrojadas con gran frecuencia a las rocas o a las playas, y fueron abundantemente recogidas por los antiguos y actuales pescadores. Algo más arriba, más allá de las dunas litorales,  el paisaje de colinas presenta una gama de arbustos y árboles útiles tanto como combustibles y elementos constructivos livianos (el molle: Schinus latifolius;  el litre: Lithraea caustica),   el maqui (Aristotelia chilensis),  el boldo (Peumus boldus). Como alimento, podemos  mencionar los  frutos del boldo, peumo y maqui además del frutito de quilo (Mühlenbeckia hastulata).
Las laderas ascendentes hacia los cerros (aproximadamente desde los 20 m hasta los 100 m. de altitud) presentan, en algunos parajes (cerros frente a la “Laguna del Peral” (una abundante cubierta de cardos (Cynnara carunculus) (en tierras de secano)  cuyos tallos y peciolos son comestibles (“pencas”) y son aprovechados en los meses de Agosto y Septiembre (?)".

"A estas plantas,  hay que agregar algunas propias del ambiente de laguna (Typha sp), cuyas raíces eran también comestibles. En suma,  si consideramos el ambiente global,  conformado por la zona sublitoral, litoral y litoral superior, más la playa (anterior y posterior)  las dunas litorales, la terraza  y el área de colinas que va ascendiendo hacia las estribaciones  de la Cordillera de la Costa,  cortada por quebradillas y a la que frecuentemente se anteponen lagunillas costeras (como la Laguna del Peral: vea Figura 1), en las que se puede observar  una nutrida fauna de patos, taguas, pidenes, garzas, etc, podemos  fácilmente imaginar la riqueza del ecosistema costero para mantener en forma constante, una población humana  sedentaria o casi sedentaria.  En particular, la riqueza de mariscos, crustáceos y  ¿celenterados?  -prescindiendo ahora  de los peces-  varias de cuyas especies fueron  secadas y saladas, permitió, como lo pudimos comprobar poco después,  el asentamiento de pescadores en conchales  costeros". 

2. Conversando con los pescadores.

"Entrevistando a la señora más  anciana del pueblo, doña Doralisa Álvarez y Álvarez, de unos 90 años, obtuvimos datos de algunos antiguos pescadores del lugar. Nos nombró a Humberto Codoceo (pescador) y Eliseo Silva (mariscador). No fue difícil encontrar la casa del primero. Ubicada en la Playa Grande, junto al bosquecillo de pinos que da comienzo al Fundo  de la aldea de los Padres Agustinos, la casita construida en 1936 por el pescador, junto a la cual se adosaron, posteriormente,  otras dos casitas de sus dos hijos casados, se halla exactamente en el mismo sitio de un antiguo asentamiento de pescadores  (Figura 1)".

"El relato que tomó María Eugenia Góngora,  mientras yo hacía la entrevista,  revela el género de vida duro y precario del pescador-mariscador actual de Las Cruces. Allí alternan las labores de pesca de alta mar,  de pesca con espinel desde la playa, la extracción de mariscos, la extracción de cochayuyo por las mujeres,  el sistema de comercialización de sus productos,  etc. etc.".

3. Entrevista.

"Las Cruces,  3 de Enero de 1975.  Horacio Larrain B.  y María Eugenia Góngora.
Familia de don Humberto Codoceo, pescador de Las  Cruces;  domicilio: en Avenida de la Playa  s/n. [Escribe María Eugenia Góngora; texto  revisado por H. Larrain, con adiciones y comentarios de éste. En el texto se alude a un "plano" y  a  unos"croquis" que formaban parte del documento original, materiales que desgraciadamente no acompañaban  la copia usada por nosotros].

3.1. La familia Codoceo

"Don Humberto Codoceo nació en San Francisco del Monte  y llegó a Las Cruces en  1944  a trabajar como pescador;  aprendió el oficio con Leonardo Mellado y Evaristo Silva, [pescadores del lugar]. Este último era tío de María Herminia Silva,  con quien se casó don Humberto en 1950. La Señora María ayuda en la pesca, pasando a veces las noches en el varadero;  por la mañana se dedica a vender erizos, ulte, locos y pescado por las casas particulares de Las Cruces.  A parte de sus ocupaciones como dueña de casa, y del cuidado de sus cinco hijos, que ahora son grandes y ya casados, escribe versos  acerca de personalidades y sucesos locales. 
En primer lugar,  don Humberto nos muestra sus redes (“reses”, dice él),   hay una colgada al lado de la casa,  que esta siendo reparada. Es una red corvinera, (“caladora”),  de unos 50 metros de largo y de 8 metros de ancho u “hondura”, “como decimos nosotros”. Nos muestra los diversos implementos de la red: el “cabo”,  un cable verde que bordea a todo lo largo;  las pesas de plomo;  la aguja de madera para reparar la red. Esta red tiene un gran boquete hecho por un lobo de mar. 
Señora María:  “Los lobos andan mirando   los pescadores y los siguen y rompen la red”;   hacen correr los pescados  hacia la red.
Antes de tener una camioneta, los Codoceo cargaban la red a hombro hasta el varadero,  que queda al otro lado de Las Cruces;   allá tienen actualmente sus dos botes,  el “Pingüino” y el “Rafael”. El primero  tiene  6.85 m de largo y el segundo, mide  5.40 m. 
Aunque ellos viven cerca de la playa grande, tienen que  embarcar y  desembarcar en el varadero, lejos de su casa, porque en la playa grande “el tumbo de la ola es demasiado fuerte”.  También el varadero puede ser peligroso para entrar o salir,  y a veces, dice don Humberto,  “volamos como avión a chorro contra las rocas  del varadero”.

3.2. Un día de trabajo de los pescadores.

"Don Humberto,  con ayuda de su señora y de los dos hijos,  nuera y nietos presentes, [nos] cuenta cómo es un día de trabajo.
“Salen una tarde, alrededor de las seis, a llevar la red al varadero, la ordenan junto al bote que está colocado sobre tres “polines” o varas de eucaliptus que luego sirven ara hacerlo rodar fácilmente hacia el mar.
Van tres hombres en el bote, uno al timón y dos  al remo;  llegan generalmente a una o dos millas de la costa; si fueran a motor, irían más lejos.  Cuando han encontrado alguna  "manga de pescado”  de acuerdo a las corrientes, echan o “calan”  el ancla o “arpeo”, que va amarrado con un cable a un banderín que flota   con una boya  que ha quedado fija  con el banderín. El  arpeo  o ancla pesa unos doce  kilos y hace que la red  baje unas  dieciocho brazadas   (= 24 metros).
Se tiran dos arpeos, uno a cada lado de la red.  Pescan generalmente  tollo, pejegallo, jurel, merluza, pejezorro, pejevaca y corvina (que se enreda en la red por las agallas). El peso medio de las corvinas es de 6 a 10 kilos, y las más grandes que han cogido han tenido un peso de  12 a 14 kilos. 
Dejan la red toda la noche, y a las  seis y media o siete de la mañana siguiente, se va a recoger, antes de que lleguen los lobos de mar, “que a  lo mejor han dormido en los roqueríos”. La señora María cuenta que  “hay algunos lobos grandes  como bueyes;  no atacan a la gente, pero una vez a  mi tío Evaristo Silva lo persiguió un lobo cuando estaba en la mar, el lo entretenía tirándole mariscos, pero el lobo lo tuvo toda la tarde en un roquerío, tiritando, desnudo”. 
A veces se deja la red más de una noche, unos dos días como máximo. Entonces se echa la red arriba del bote y se va sacando el pescado.
La buena época para pescar es durante los meses de septiembre a marzo. En la época mala,  de abril a agosto, cuando “no entra pescado a la red”, los Codoceo “trabajan el buceo desde el bote”.  
Mariscan “a pulmón”,  sin compresor,  a unos 8 o 12 metros de profundidad, y recogen locos, erizos y jaibas más a la orilla, en las partes más peligrosas. Yendo en barco, se pueden sacar hasta mil erizos por día;  ahora en enero, sacan  de 300 a 500 locos al día en cada embarcación, pero febrero y marzo son los mejores  meses para mariscar locos. Uno de los hijos nos muestra  un loco que tienen en la casa para la venta, mide 12 x 9  cm.

Don Humberto y su señora nos explican cómo se hace la pesca con espinel, en la playa grande:   se cala un chuzo a los bancos, o zonas parejas de arena, bajo el agua;  el pescador, en la playa,  sujeta el otro extremo del chuzo, que es un cable que lleva unos  cien o ciento cincuenta  anzuelos; las carnadas son camarones enteros. Se recorre el chuzo a mano,  durante toda la noche, “cada una hora”,  se coge la pesca y se van renovando las carnadas. De este modo han logrado pescar corvinas de hasta 15 kilos.  “Los lobos de mar no llegan al espinel”.

[3.3. Charqui  de pescado y  aprovechamiento del cochayuyo].

"Nos explica, también, cómo secan el tollo (Nota: llamado “charquecillo” durante la Colonia,  don Humberto le llama “charqui”).  Se corta el tollo en dos partes,  se amarra, se limpia, se sala con sal gruesa o fina y se pone a secar amarrado a unos cordeles, guardándose durante la noche. Enero y Febrero son los mejores meses para secar el tollo. La familia Codoceo guarda unos cuarenta kilos de tollo para su propio consumo (hay unos doce tollos en el kilo). También resulta el secado de la merluza, pero don Humberto nunca ha podido aprender el secreto del secado de mariscos. 
Los Codoceo comercian y consumen el ulte, que es el tallo del cochayuyo (-“la champa” no sirve"- dicen). Hay que cocerlo, alternando capas de ulte y vinagrillo, una planta que se recoge en la playa, después de pela, se corta y se guisa. Don Humberto nos dice que en Las Cruces hay cinco embarcaciones y doce personas que se dedican a la pesca; pero, aparte de su familia, todos se dedican a mariscar y ya no usan redes. Don Humberto no está afiliado a ningún sindicato de pescadores, a pesar de que hay uno en Cartagena: “había antes mucho chuchoqueo político….nunca me ha gustado eso”.

3.4. La vivienda de los Codoceo.

La casa de los Codoceo, a orillas de la Avda. de la Playa, está al pie de una pequeña duna. Al lado de la casa de los padres, han edificado su casa dos de los hijos casados; construyeron sus casas con maderas viejas, algunas de ellas [procedentes]  “de la mar”; son tablas de cajones de pescado que botan al mar  los barcos, etc. Uno de los hijos, pescador, Víctor Manuel de 21 años, pinta pequeños paisajes en las conchas de los locos desechados, y hace arreglos con los huiros secos. Los tres hijos hombres, y ocasionalmente una de las mujeres, ejercen de salvavidas en la época del veraneo. Cuando hay mar malo, se dedican a “quebrar piedra”, detrás de la casa, y la venden para construcción.

3.5. Asentamiento arqueológico.

"En el promontorio situado detrás de la casa de los padres existe una piedra plana, horadada, que los Codoceo llaman “piedras del indio”. Este bloque de roca donde  están las  “piedras tacitas"” mide 3.20 m. de largo por unos  1,9 m de ancho. Se encuentran varios trozos de cerámica, uno al menos pintado, y Luis Humberto uno de los hijos, dice haber encontrado a mediados de  1974, una piedra horadada. A un costado de la casa se encuentra una pequeña franja de conchal (donde) hay una capa de tierra natural. Todos estos elementos indican la posible localización de una habitación de pescadores indígenas en el terreno donde ahora vive la familia Codoceo".

4. El antiguo asentamiento indígena.

"En la entrevista, surgió de pronto la referencia a la “piedra de los indios”, piedra granítica situada inmediatamente junto a la vivienda de don Humberto. Se trata de un bloque  de superficie bastante plana, en el que fueron excavadas 11 tacitas o morteros, de diversas profundidades y diámetros, elemento que es bien conocido en la arqueología de Chile central con el nombre de “piedras tacitas”. Estas excavaciones, practicadas con piedras más duras en la superficie blanda del granito, tenían varias  finalidades: los grupos agricultores las usaban para molienda de sus productos agrícolas: maíz, frijoles, calabazas o de diversas plantas, tanto medicinales como tintóreas. Entre los pescadores,  a esta finalidad hay que agregar –de acuerdo a los antecedentes que se poseen de otros lugares costeros- la molienda de tierras minerales (óxidos der Fe, entre otros), particularmente de color rojo y amarillo  a fin de teñir con este producto sus embarcaciones, redes, arpones y, en general,  todo el avío relacionado con la pesca. Tal piedra, casi seguramente, les sirvió también para  “apalear” los locos, tal como lo siguen haciendo hoy. Es bastante probable que también haya servido para otros usos relacionados con la alimentación: desconchado de gastrópodos y bivalvos, secado de los mismos, etc. Estimamos como probable que las distintas profundidades de las tacitas que se encuentran en un mismo bloque, pueda decir relación con el uso que se les diera".

5. El conjunto de “piedras tacitas” del Morro de Piedra.

"Gracias a la información recibida por los pescadores, y al constatar en el sitio de la casa de Humberto Codoceo la presencia de numerosos fragmentos de cerámica (uno de ellos decorado), y al hallazgo, año y medio atrás, de una piedra horadada, a 1 metro de profundidad, no nos cabía duda alguna que estábamos en un asentamiento de pescadores, de carácter arqueológico. Una somera revisión del sitio, nos llevo a encontrar el resto del antiguo conchal, con su clara estratigrafía de conchas superpuestas. Gran parte de este parece haber sido ya destruido por la existencia y establecimiento de las viviendas [de la familia]. Dos niños nos llevaron hacia el Morro de Piedra, sitio ubicado en la parte alta de los cerros, detrás de la Laguna del Peral, y aproximadamente a unos 120 metros sobre el nivel del mar. Posteriormente, ya en ruta, se nos agrego uno de los hijos del pescador, quien nos condujo al lugar mismo de las piedras tacitas. El conjunto arqueológico conformado por tres piedras [con]  tacitas (de las cuales solo dos pudieron ser estudiadas y fotografiadas) y un entierro semidestruido, dice, evidentemente, relación estrecha con la vida de los pescadores costeros, y podría, al parecer, ser un sitio de culto de los mismos, en relación con el sitio de enterramiento. Este conjunto se compone de lo que sigue:"

6. El entierro.

"Aparecieron algunos huesos a la vista en una pequeña excavación [anterior], de claro carácter artificial, practicada junto a algunas piedras. Todo el material de roca existente en el lugar –como en toda la zona- es granito. Los huesos, bastante destruidos, revelan el entierro de un niño  [o niña], de unos 8 -10 años de edad. El cráneo estaba totalmente destruido. No se encontraron ofrendas formales, solo varios fragmentos muy pequeños de cerámica culinaria, de color oscuro, y, un fragmento de molusco (gastrópodo). El entierro distaba 12 metros de una pequeña piedra tacita, provista de un mortero (vea croquis) y 18 metros (formando entre los tres elementos un triangulo) (vea plano) de otro bloque, mucho mayor en tamaño, que contenía cuatro hermosas “tacitas”, dos de ellas muy profundas (20 metros). Este último bloque estaba parcialmente oculto por la vegetación. La cuarta tacita casi se nos pasa desapercibida, por la gran cantidad de hojas de molles que la cubrían. En los alrededores del conjunto se recogió algo de cerámica (sin decoración), y se ven pequeñas trazas de conchas desmenuzadas, en su mayor parte machas.

 La presencia de machas (Mesodesma donacium) no puede sorprender, por cuanto estas abundaban hasta no hace muchos años en la gran playa Grande, en la parte baja, y a corta distancia en línea recta. Mas aun, pudimos percibir al ascender hacia el Morro de Piedra, las huellas inequívocas de restos de conchas de machas y locos, en el sendero que lleva al Morro de Piedra. Estas trazas desaparecen en el momento en que el sendero actual se desvía de la línea recta que lleva a la laguna del Peral y a la playa, trayecto que, sin duda, siguieron los antiguos desde este conjunto, que tal vez, pudiéramos considerar como un centro ritual del grupo pescador. Tal hipótesis habría que confirmarla con una excavación en regla, que podría arrojar la presencia de un pequeño cementerio. Tal cosa es tanto más verosímil, cuanto que es frecuente el hallazgo de cementerios en conexión con conjuntos de piedras tacitas".

7. El asentamiento actual.

En el sitio que les ha cedido la Municipalidad, la familia Codoceo realiza sus actividades de pesca y recolección. La casa inicial, única, se ha visto aumentada con las de los hijos. Ha surgido una pequeña comunidad de pescadores, una verdadera familia extensa que realiza las mismas actividades. Y, al parecer, se prestan una gran ayuda mutua. Aspecto que merecería más estudio. Las mujeres realizan, además de sus actividades caseras, actividades relacionadas con el mar. La señora María Silva de Codoceo, esposa de Humberto,  ayuda a la pesca, apoya desde el varadero, vende el producto cogido, recolecta el cochayuyo para hacer el ulte. Y lo vende por Las Cruces. Uno de los hijos ha ayudado en las balsas salvavidas de la playa. La relación con la población de veraneantes es tan solo de comercio. Ellos se sienten ligados  a una antigua labor pescadora en el área, y se sienten orgullosos de sus recuerdos y tradiciones, de las que conservan varias".

 (Fin del documento).

Bibliografía arqueológica  recomendada sobre este sitio:

  • Falabella, Fernanda y M. Teresa Planella. 1987. Informe de investigaciones arqueológicas. Sitio Laguna El Peral-C. Actas del I Congreso de Antropología,  1987: 526-539.
Epílogo.

"Hemos querido en este Blog  salvar de la desaparición esta entrevista nuestra hecha hace ya casi 40 años. Faltan por desgracia las fotos y  los planos y croquis hechos en esa ocasión.  En efecto, aunque este viaje de prueba  fue el inicio histórico de la revista "Expedición a Chile", estos materiales nunca fueron usados en ella Quedaron, pues, guardados en depósito. Años después, la totalidad de  los materiales usados por  la revista fueron a parar a la propiedad de don Luis Peña Guzmán,  en el Fundo "Portezuelo", junto a las Canteras, al sur de Colina.  Como autor, hemos conservado por casualidad esta copia, apenas legible, la que damos hoy a la publicidad, seguros de que encierra un valioso testimonio de época.  En el plano geográfico que encabeza este capítulo, tomado de Google Earth, se puede apreciar la zona tal cual luce hoy. En aquellos años, toda el área  frente a la Playa  Grande (que se extiende hasta Cartagena), estaba totalmente deshabitada.  La amplia casa de los Codoceo estaba a corta distancia del mar, en la zona de dunas, apenas a unos  8-9 m por sobre  el  nivel de éste, prácticamente en el borde la la playa donde se iniciaba la  escasa vegetación dunaria. En la Fig. 1,   hemos indicado, solo con carácter tentativo, la posible localización de su casa. Tal ubicación, por tanto, es tan solo  aproximada.

Comentario eco-antropológico.

a). El enfoque del cuestionario de esta entrevista nuestra, revela ya claramente  el interés eco-antropológico que  ya por entonces nos marcaba: esto es, querer conocer y explicar el modo de vida de un grupo humano a través de su contacto vital con su medio ambiente, geográfico,  biológico   y ecológico. La presencia del mar y su dilatada playa adyacente, por una parte, y  la existencia de una potente laguna litoral a  poca distancia, ofrecía a los seres humanos allí asentados enormes posibilidades de  existencia. Lo revelan así claramente las excavaciones allí practicadas, a orillas de la laguna, por las arqueólogas Fernanda Falabella y  María Teresa Planella hacia 1986. (Vea bibliografía).

b)  La familia de pescadores  de apellido Codoceo, tal como se vislumbra en la entrevista (más arriba),   sacaba provecho de una gran cantidad de  algas y plantas de su entorno inmediato.  En el pasado arqueológico,  a no dudarlo, las aves ribereñas  y sus nidos deben haber contribuido también y en no menor grado, a su alimentación. Entre las aves de mayor tamaño que hasta hoy pueblan la laguna se cuenta el cisne de cuello negro  (Cignus melanocoryphera, familia Anatidae, Clase Aves); Vea Fig.  5)

c)  Obsérvese en la Figura  4 (abajo), la peligrosa  proximidad de la población actual  a las márgenes de la laguna por su costado NW. Un "Santuario de la Naturaleza" nunca puede ni debe tener estos huéspedes humanos modernos tan cerca, no solo por los problemas sanitarios  inherentes (presencia de alcantarillado o pozos negros), sino también por perturbar gravemente la nidificación y la presencia de aves en el sector. Grave error que imaginamos ya debe estar creando ya problemas de preservación a las especies de aves residentes o visitantes. (Foto tomada de Google). Lo único que faltaría para aniquilarla y darle el golpe de gracia definitivo sería  otorgar autorización a sus vecinos para usar en ella  embarcaciones a  motor!.  Poco falta para ello!.  ¡Dios quiera que nunca lo permitan!. La CONAF, recientemente  (2012), ha cerrado para los visitantes  el paso a la laguna tras  haberse comprobado una grave contaminación con  presencia de bacterias coliformes producidas por materias fecales arrojadas a la laguna. Me pregunto: ¿cómo no se previó esta situación  a tiempo?. ¿Cómo se  autorizó el asentamiento humano  masivo  junto a la laguna?. Una vez mas repetimos  con Quevedo: "poderoso caballero es don Dinero". Turbios intereses económicos de inmobiliarias, sin duda,  han querido aquí  " hacer su agosto" a expensas de la conservación de este  otrora  bello  e intocado santuario de la naturaleza.

Fig. 4.   Numerosas casas de veraneo de  gente acomodada en las proximidades inmediatas a la laguna declarada  "Santuario de la Naturaleza", en el costado  Norte de la laguna.  Un contrasentido evidente, fruto de la imprevisión estatal  y el afán de lucro de particulares.  (Foto del Google Earth in situ).

Fig. 5.  Una pareja del cisne de cuello negro (Cygnus melanocoryphera), uno de las aves más hermosas de Chile que nidifican en el lugar. Son desde muy antiguo huéspedes de esta laguna y una de sus máximas atracciones. (Foto tomada del Google Earth in situ).





sábado, 26 de julio de 2014

Un aporte de Ingeborg Lindberg al folklore alimenticio atacameño: vivencias de la década del sesenta.

                                        
                                       Fig. 1. Portada del Cuadernillo   (22 cm  x  16,5 cm).

El Departamento de Folklore del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad del Norte, Antofagasta, editó en el año  1967 un pequeño cuadernillo de 16 páginas con dos publicaciones  de sus miembros en relación al folklore  regional de los pueblos andinos de Tarapacá y Antofagasta.  Esta Serie "Cuadernillos", cuyo primer número tenemos en las manos, quiso ser una publicación trimestral. en la que se fuera mostrando  los aportes e investigaciones de sus miembros. en el campo del folklore. El Director responsable de esta publicación era en aquellos años el  experto musical Miguel Politis,  director también del Coro de la Universidad. 

Los orígenes de la Universidad del Norte.

La Universidad del Norte, dependiente por entonces de la Universidad Católica de Valparaíso  había sido creada  en 1957  por la Compañía de Jesús y su primer rector fue el jesuita  Gerardo Claps Gallo, antofagastino de origen italiano. Desde sus inicios, uno de los aspectos que mereció particular  interés para los jesuítas, motivados por su reconocido  humanismo y  su inquietud social,  fue, precisamente, el estudio de la antropología, la historia  y el folklore de los pueblos atacameños.

Los investigadores.

 Por esos mismos años, hacia  1955, se había asentado como párroco en San Pedro de Atacama el jesuíta belga Gustavo le Paige dedicado desde su  llegada  a la atención espiritual de los  habitantes de los poblados atacameños situados en torno al Salar de Atacama y  el río Loa.  Le Paige, desde San Pedro,  apoyaba y alentaba  las visitas  realizadas por el incipiente equipo de investigadores del Museo Regional de Antofagasta, conformado por entonces por Bernardo Tolosa, Ingeborg Lindberg y Miguel Politis.  El Museo recibía  de continuo, además,  el apoyo cartográfico  y gráfico del arquitecto antofagastino Carlos Contreras Alvarez,  quien colaboraba gentilmente en tareas específicas. (diseños, planos, mapas). Ninguno de ellos  contaba  con estudios específicos en el campo de la antropología, etnografía  o arqueología  (no existía esa carrera en Chile por esos años) , pero el entusiasmo y el deseo de  investigar esta realidad indígena nueva, poco conocida en el medio nacional, suplía con creces su falta de expertise profesional. No menos importante era el apoyo técnico   que prestaba el entonces  encargado de las finanzas de la Universidad, el jesuita padre Alfonso Salas Valdés S.J., quien alentaba  las actividades  de investigación del Museo Regional y, en más de una ocasión, nos acompañara en dichas jornadas.

Nuestra propia experiencia en la zona.

Las noticias y referencias  que anteceden,  son  fruto en buena parte de nuestra  propia experiencia personal. Conocimos  y tratamos familiarmente a todos los personajes arriba citados, y  pudimos tomar parte en no pocas de sus expediciones al interior de Antofagasta. En efecto,  tuvimos la fortuna de ser incorporados a la naciente Universidad del Norte en Junio del año 1963 y, desde nuestra llegada,  siendo yo mismo jesuíta aún,  nos incorporamos  como novatos a las tareas de investigación en el Museo Regional de la calle Prat. Así, nos tocó viajar entre  1963 y  1965  a casi todos los pueblos atacameños, acompañando a Ingeborg Lindberg y Bernardo Tolosa,  encargado este último del "Plan Cordillera" de Caritas-Chile, que  socorría  habitualmente con alimentos no perecibles a  los habitantes más pobres y desamparados de los pueblos del Salar de Atacama. Tal experiencia nos marcó para toda la vida y fraguó y orientó, sin duda, nuestra posterior formación antropológica emprendida en el Instituto de Antropología e Historia de la ciudad de México,  (INAH, 1965-1970).

Una publicación modesta.

No sabemos cuántos números  alcanzó a editar este  incipiente Departamento de Folklore de la Universidad del Norte. El artículo que aquí presentamos  fue escrito por Ingeborg Lindberg,   Directora por entonces del Museo Regional de Antofagasta situado en la calle Prat. El otro artículo incluido también  en este Cuadernillo es de la pluma de Miguel Politis y  versaba  sobre  la  "festividad de La Candelaria en Toconao" (páginas  5-11).

Como esta modesta publicación es casi totalmente desconocida hoy en el ambiente académico  por el reducido tiraje que tuvo en su tiempo, la  incluimos en este Blog, en el cual hemos  analizado otras investigaciones de la misma  investigadora alemana  que tanto contribuyó en ese decenio  al estudio de la etnografía y folklore regional. Su nombre, inscrito en el registro de los pioneros estudiosos del pueblo atacameño, no debe ser olvidado por las generaciones jóvenes.

Contribución al estudio de la gastronomía atacameña.

Este pequeño trabajo  aporta algunas luces sobre la gastronomía de los pueblos atacameños, en una época en que aún San Pedro, sus ayllos y  sus pueblos comarcanos aún no empezaban a recibir  el fuerte impacto aculturador externo de los recientes decenios (con posterioridad a la muerte del párroco de San Pedro, padre Gustavo le Paige S.J. ocurrida en 1980)   por efecto de un  turismo desenfrenado, mal concebido,   falto de control y  que, por desgracia, ha  alterado de manera significativa  el modo de vida y costumbres de los antiguos lickan antai o atacameños. 

San Pedro capital del turismo  y el brillo del "progreso".

San Pedro hoy día  (2014), a pesar de los recientes y auspiciosos esfuerzos por  preservar la identidad, las costumbres y aún la lengua kunsa por parte de  las asociaciones indígenas locales, no es ni la sombra de lo que conocimos en aquellos lejanos años de  1963-65. ¿Para bien o para mal?.No lo sabemos aún.  Esto nos  lo dirá la historia que un día dará su veredicto implacable. Lo que sí sabemos a ciencia cierta es que  muchos de sus valores se han ido perdiendo, en especial  sus faenas y trabajos comunitarios expresados en rituales  de antigua data, cuando se cantaba aún el talátur en las "Limpias de Canales" al estilo antiguo. La politiquería y las banderías políticas de diverso signo, el turismo sin control, los nuevos campamentos mineros,  la propagación del alcohol, bares y  prostíbulos, han ciertamente corroído  la antigua moral del pueblo  en nombre de un   engañador "progreso"  que ha hecho - o está a punto de hacer-  tabla rasa de sus más caros valores. Aquellos que les transmitieron sus ancestros y que año a año rememoraban en sus fiestas patronales  y en sus curiosos y enigmáticos  ritos ancestrales. 

Texto del trabajo.

Fig. 2.   Presentación y carátula del Cuadernillo.

Fig. 3.    El artículo  sobre alimentación. Primera página.


Fig. 4.  Segunda página del artículo

Fig. 5.  Tercera página.

Fig. 6. Página final del artículo.


Colofón.

Epílogo.   Esta breve  presentación constituye  un pequeño homenaje  a su autora,  Ingeborg Lindberg, folkloróloga y  etnógrafa, pionera de los estudios etnográficos y folklóricos en la región de Antofagasta, quien por largos años junto a su esposo geólogo Carlos, Klohn  recorrió los caminos polvorientos de Atacama  llevando  el entusiasmo por preservar y enriquecer las manifestaciones artesanales y folklóricas de la provincia. A ella y  a Bernardo Tolosa, su inseparable compañero de jornadas,  debe  el pueblo atacameño de hoy  la consolidación y la perduración de la pureza de su artesanía tradicional y,  en particular, los inicios  de  su  artesanía en piedra liparita de origen volcánico. ¿Lo saben acaso las generaciones jóvenes de atacameños o lickan antai?. ¿Se les enseña esto en sus escuelas?.  Lo dudo.  Ojalá sí fuera.