viernes, 14 de febrero de 2020

Evangelizando a los grupos Changos de El Paposo: Notas antropológicas de una expedición de misioneros en el año 1841.




Fig. 1.  Perspectiva de la caleta pescadores de  Paposo  tomada por nosotros  en el año 1981 con motivo el viaje del Grupo Chile-Perú de Estudios de la Camanchaca (Foto H. Larrain  Junio 1981).

Informe de misioneros en 1841.

Presentamos aquí a nuestros lectores un estudio eco-antropológico del  Informe presentado por  un grupo de misioneros dirigidos por el presbítero  don  Rafael Valentín Valdivieso para evangelizar a las familias de Changos asentados en la zona. El documento está fechado el 10 de Mayo del año 1841 y está dirigido a don Manuel Montt, Ministro de Justicia, Instrucción y Culto del gobierno de Chile.  Este precioso documento nos ofrece multitud de observaciones realizadas entre los grupos de pescadores Changos de la zona entre Caldera (por el sur) y la Punta Miguel Díaz ( por el norte)  durante el período de la misión  (febrero-marzo 1841), y nos permite entender y comprender mejor  su ethos, población y costumbres por esos años.

Las imágenes  1, 2 y 3 que acompañan este trabajo, fueron tomadas por nosotros en la misma  zona de Paposo con motivo de nuestra visita del mes de Junio del año 1981, y  pretenden servir de marco de referencia geográfico-ecológico al antiguo trabajo que aquí  comentamos.

                         
Fig. 2. Año 1981. Vertiente en la quebrada de Paposo (extremo sur de la IIª Región de Chile). Miembros del equipo expedicionario peruano-chileno de estudio de la camanchaca costera se detienen para observarla en detalle. Se observa una rústica choza de una familia de cabreros locales y su corral anexo.  Un pequeño estanque de acumulación  permite regar una huerta aledaña (Foto H. Larrain, 8/06/1981).


                      
Fig.  3.  Vegetación típica del borde costero en la zona de Paposo, a escasa altitud sobre el nivel del mar  (10-15 m.), formada por arbustos y un copioso manto de hierbas rastreras de una Nolana sp., tal vez  Nolana sedifolia (foto H. Larrain, 8/06/1981).

Fig. 4.  Dibujo  hecho in situ por el naturalista Rodulfo A. Philippi  de chozas de Changos en la caleta del Paposo en diciembre del año 1853, unos 12 años después de la visita de los misioneros  (Cfr. Philippi,  1860, sección imágenes). Lo estampamos aquí  para ilustrar mejor el habitat y el modo de vida de los pescadores Changos aquí descritos. Suponemos fundadamente que el breve lapso de tiempo transcurrido entre ambas visitas, no habría modificado mayormente ni el paisaje  ni  las costumbres propias de sus habitantes.

Una misión fuera de lo común. 

Entre las innumerables descripciones de los pescadores-recolectores Changos de la costa norte de Chile y sus curiosas balsas hechas de cueros de lobos marinos, destaca, en la primera mitad del siglo XIX, el relato circunstanciado hecho por un grupo de sacerdotes de Santiago, que se ofrece para misionar en la caleta del Paposo y sus cercanías, lugares por entonces de muy difícil acceso. Sus únicos habitantes, todos pescadores, constituían el núcleo de población más septentrional de la república de Chile por entonces y, por ser lugar tan recóndito, muy rara vez eran visitados por los misioneros católicos. Su total abandono espiritual y humano commueve profundamente a don Rafael Valentín Valdivieso y varios otros sacerdotes quienes escriben al arzobispo recién electo de Santiago (1840), don Manuel Vicuña Larrain, ofreciéndose a misionar en el extremo Norte donde había suma escasez de sacerdotes. El arzobispo electo Monseñor Manuel Vicuña (1778-1843), acoge con alegría su ofrecimiento y solicita del gobierno chileno apoyo económico para el envío de la delegación. (Cf. Matte Varas, 1981:51; ver bibliografía).

En un trabajo nuestro publicado en 1981 (Ver bibliografía, infra), hemos hecho un pequeño extracto del relato del sacerdote Joaquín Matte Varas, en especial en lo referente al modo de vida de los Changos pescadores y al ecosistema de la niebla o camanchaca gracias al cual logran sobrevivir en esta costa del desierto. Aquí, en cambio, nos hemos propuesto re-examinar más a fondo dicho documento para destacar sus aristas tanto antropológicas como ecosistémicas. En particular, nos interesa reunir y examinar detalles sobre el modo de vida y costumbres de los Changos habitantes autóctonos del litoral del Paposo.

La más completa descripción del grupo Chango en su época.

A nuestro modo de ver, la descripción de los misioneros del modo de vida, ethos y cultura de los pescadores Changos -que el autor solo denomina  "paposinos"-,  es, lejos, la más completa existente por esas fechas (1841), y abarca varios aspectos de la vida de estos pescadores que escapan generalmente a otros viajeros o descriptores,  la mayoría de los cuales solo topan accidentalmente con esos pescadores o sus balsas de cuero de lobos marinos, y a quienes hemos rotulado, por eso mismo, como  esporádicas "aves de paso".
    El apoyo del gobierno de Chile.

    En nombre del  Presidente de Chile don Joaquín Prieto, su Ministro de Justicia, Instrucción y Culto  don Manuel Montt  contesta  la carta del Arzobispo en los siguientes términos: "esta misión llena el deber que tiene el gobierno y los pastores de la iglesia chilena de proporcionar doctrina a aquellos fieles extremadamente necesitados" (Matte Varas, 1981: 51-52).

    La misión al Norte tuvo una duración de casi tres meses, y estuvo formada por  ocho sacerdotes, de los cuales cinco  misionaron en la zona de Copiapó y  el mineral de plata Chañarcillo,  y tres fueron destinados específícamente a El Paposo y caletas próximas. Estos últimos fueron don Rafael Valentín Valdivieso, jefe del grupo,  Joaquín Vera y José Ignacio Víctor Eyzaguirre. El gobierno cooperó con $ 2.000 para los gastos y puso a disposición del equipo un buque de la Armada  para su traslado al Norte,  recomendando al gobernador de Copiapó el apoyo irrestricto de la delegación.  El documento de  Comisión del gobierno estipula exactamente: "Se comisiona al mismo don Rafael V. Valdivieso para que, examinando el lugar del Papososus circunstancias, su territorio, sus proporciones, el número de habitantes, su distancia de la capital de Copiapó y todo lo demás que conviene tener presente....".  (Matte Varas,  1981: 52; énfasis nuestro).

    En relación al texto recién citado, nos llama la atención el encargo especial de suministrar al gobierno nacional noticias fidedignas sobre las características físicas del territorio y el número y características de la población de pescadores. Para el gobierno de Chile, este viaje era una ocasión extraordinariamente propicia para  obtener noticias fidedignas de este alejado territorio y sus huidizos habitantes, del que sólo se tenía noticias  vagas  o poco  confiables.

    A continuación,  seguiremos fielmente y comentaremos el texto del documento titulado "Misión del Norte" que consigna Joaquín Matte Varas (1981:  56-64). Nos concentraremos, de modo muy especial,  en la información relativa a los  pescadores Changos y sus modos de vida en ese curioso ecosistema litoral, bañado por la camanchaca. El documento aporta, además, otras noticias históricas, sin duda  de interés para los historiadores de la región.

    El viaje.




    El grupo se embarca en Valparaíso y llega al "puerto de Copiapó" (se trata de "Puerto Viejo", situado al sur de la desembocadura del rio Copiapó), el día 7 de Enero del año 1841.  Después de misionar todos juntos en la ciudad de Copiapó y alrededores, el grupo se divide de suerte que el grupo mayor se queda en  la ciudad de Copiapó  y los otros tres,  cuyo jefe era Rafael V. Valdivieso, regresan al "puerto de Copiapó" para embarcarse en la goleta Yanequeo, de la Armada Nacional. Ésta los desembarca en la caleta de Guanillo, ante la imposibilidad de recalar frente al Paposo. Desde allí se dirigen a pie -recorriendo una distancia de una legua = aprox. 6 km.) según el texto- para arribar a la "Estancia del Paposo", donde son alojados en unas casas de la administración. Allí quedan instalados  y son mantenidos durante su estadía de casi tres meses por la generosidad del dueño de la estancia, el señor Gallo.

    El Paposo.

    La estancia denominada "El Paposo" formaba parte de la propiedad de don Miguel Gallo Vergara, rico hacendado de Copiapó  y comprendía una extensa zona de "cuarenta y cinco leguas," de costa (es decir unos 270 km) , desde el lugar nombrado "Hueso Parado" hasta la punta de Miguel Díaz, lugar que era reputado a la sazón como el límite con Bolivia, y donde comenzaba -hacia el Norte- el desierto absoluto, totalmente carente de agua y vegetación.

    Presencia de los pescadores Changos.

    Una vez instalados y avisados los pescadores Changos de su llegada, éstos acuden y se apresuran a  concentrarse en sus cercanías, formando con sus chozas portátiles un verdadero pueblo trayendo consigo hasta sus cabras y animales domésticos. (Cf. Matte Varas, 1981: 57).

    El Paposo.

    Es sumamente interesante, desde un punto de vista ecológico-cultural, analizar la detallada descripción geográfica que los sacerdotes hacen del lugar  y sus habitantes pescadores, los Changos. En este trabajo, las notas  entre paréntesis añadidas al texto, son nuestras. Entre corchetes [  ], hemos sugerido,  también, por razones metodológicas, la división del texto en párrafos distintos. A continuación, copiamos literalmente  sólo algunas secciones atingentes al tema del Informe que, por fortuna para nosotros incluye, in extenso, el presbítero Joaquín Matte en su artículo del año 1981. (El documento original se encuentra, según este autor,  en el Archivo Nacional, Ministerio de Justicia, Instrucción y Culto, vol. 35, Nº 28;  cit. in Matte Varas, 1981: 51-64).

    Secciones del documento analizadas (Notas nuestras).

    [Características del clima].

    "El temperamento en Paposo es más templado que el de Copiapó (1). Se nos aseguró que desde Julio o Agosto hasta Noviembre o Diciembre (2)  llueve con frecuencia, aunque los aguaceros no son muy copiosos (3) y nosotros observamos  durante el tiempo de nuestra permanencia (4), que rara vez deja la niebla de cubrir los montes. A esto, seguramente, es debido el que se mantengan perennes las muchas vertientes, que si bien no bajan a los planos, por lo menos proveen de bebidas cómodas a los ganados que por ahí pastan" (5). (Matte Varas, 1981: 57).

    [Presencia de  vegetación en los cerros].

    "...Entre la playa y la sierra hay planos que por lo regular son de poca extensión (6), áridos y que casi no admiten cultivos por la escasez de agua.  Los cerros son elevados y forman un cadena que corre toda la costa (7).  Aquí es donde se encuentra con abundancia pasto, que conserva su verdor la mayor parte del año....". (8) (1981: 57).


    [Intentos de establecer un poblado permanente para los Changos].

    "Tres leguas al sur de Junquillar, en el lugar nombrado Estancia Vieja,  quedan vestigios de la casa en que habitó el Ilustrísimo Señor D. Rafael Andreu Guerrero, antes de ser obispo de  Epifanía, auxiliar de varios obispados con residencia en Paposo (9). Hay tradicion de que en este punto pensó formar un aldea para reunir a algunas personas en población (10). En efecto, el terreno presenta un superficie plana, quizá [la] de más extensión que se encuentra en aquellas costas; y aunque no parece el más a propósito para plantaciones, puede ser que con algún  trabajo se lograse hacer correr el agua de una vertiente cercana, y con este auxilio, cultivarlo. Lo que sí me parece muy difícil es que aquellas gentes se reduzcan a poblado, renunciando a la vida vagante a que los impele su misma profesión y los hábitos que han contraido (11)". (Matte Varas, 1981: 58), énfasis nuestro).


    [Actividad  de pesca,  sus  implementos típicos y embarcaciones].

    "Su ocupación favorita es la pesca del congrio, que abunda mucho por allí (12), y es digno de notarse el modo cómo lo pescan. Este pescado es de aquellos que solamente pueden cogerse con anzuelo, y los pescadores de nuestras playas (13), para hacer esta operación, colocan una cuerda, de modo que a costa de un incesante trabajo, solo  van sacando el pez uno en pos de otro. Mas los paposinos (14)  tejen a propósito un trozo de cañamo de poco grueso y mucha consistencia, que llaman varilla, y van poniendo en distancia de pie o pie y medio (15) cada anzuelo, hasta reunir setecientos u ochocientos: luego colocan guijarros de trecho en trecho, para que se mantenga la varilla estirada en el fondo del mar y, en sus dos extremos, aseguran otras cuerdas que terminan en sus respectivas boyas, para servir de señales que den a conocer el lugar donde están. Con este arbitrio, los pescadores sin más trabajo que tender la varilla al anochecer, y recogerla al siguiente día, cogen una pesca abundantísima. En la primera ocasión que vi sacar uno de estos lances,  conté hasta ciento noventa y tantos peces, y felicitando al pescador por su buena suerte,  el me contestó con frialdad que cuando no llegase a trescientos o cuatrocientos, apenas era regular; y posteriormente supe que esta misma era la opinión de todos. Desechando también el anzuelo de fierro por quebradizo y de poca duración en el agua, ellos los trabajan de planchas de cobre (16). Las únicas embarcaciones que usan son balsas de piel de lobo (17),  y como aquellos mares rara vez  se alteran,  hacen en ellas sin temor alguno viajes muy largos". (Matte Varas ,1981:58).

    [El comercio del pescado seco].


    "Al ver la facilidad con que [se] acopia gran cantidad de pescado,  que con la misma  [facilidad], se seca (18),  y pocas veces deja de venderse con prontitud en Copiapó y en el Perú (19),  todos creerán  que este giro era muy productivo; mas no es así, pues los paposinos solo pescan compelidos del hambre, o la necesidad de cumplir un contrato,  cuyo importe han recibido con anticipación.  Quizá por esta misma desidia no se dedican a la agricultura (20); pues no es posible que dejen de producirse granos y hortalizas en aquellos cerros más fértiles, que al parecer contienen excelentes secanos para sementeras (21). Nosotros vimos hermosos [ejemplares de] maíz, trigo y zapallo y hasta plantas de sandía y melón, bien que en terrenos cultivados con riego".  (Matte Varas, 1981:  58-59).

    [Su ganadería y su empleo].


    "La ganadería es abundante con respecto a la población y aunque pocos y pobres, tienen ganado mayor (22). El propietario de la hacienda [don Miguel Gallo] ha formado una gran masa, del que condujo  desde las provincias limítrofes de la república Argentina. Pero casi a ninguno falta su rebaño de reses menores  (23). El borrico es ahí, por su fortaleza y brío, la bestia de carga más común. y, según las noticias que adquirimos, hacía mucha cuenta su crianza,  pues los comerciantes de Atacama los buscan con empeño  y ofrecen buenos precios; mas  aquellas gentes tampoco hacen caso de este giro. Lo único en que suelen emplear a los que tienen para su uso,  es el cargar metales desde la mina del Salado al puerto de Chañaral (24)".


    [Su modo de poblar ,  sus viviendas  y su ajuar doméstico].


    "Aunque  hay mucho congrio en toda la costa, no siempre se consigue con la abundancia con que los paposinos lo desean; y esto hace que trasladen continuamente su habitación de un lugar a otro (25), llevando consigo su equipaje y familia, excepto aquellas personas destinadas para el cuidado de su rebaños, que no lo desamparan en los lugares donde pastan (26). Por esta causa, sus chozas son en extremo sencillas y más propias de salvajes que de  hombres civilizados (27).  No se componen más que de algunas costillas de ballena que tapan con pieles de animales y  andrajos, dejando una gran parte sin cubrir. Son redondas,y solo tienen  dos varas y media o tres de diámetro, y poco más de la mitad, de altura (28). El ajuar corresponde a la miseria de sus casas (29); pero su vestido es quizá más cómodo y decente que el de otros pescadores de nuestras costas (30)". (Matte Varas, 1981: 59).


    [Su población a la fecha;  1841].


    "Un señor dijo que la población se había disminuido desde que el propietario de la hacienda comenzó a criar ganado y a exigir, con este motivo, que las bestias que talaban pastos compensasen su valor con el del jornal que debían recibir por trabajos en la misma hacienda; pero indagando qué gentes se habían ido para Cobija y otros puntos (31), observamos que esta decantada migración era quasi insignificante."
    "Las chozas están situadas a gran distancia unas de otras (32), pues en las cuarenta y cinco leguas (33) de la extensión del Paposo, solo hay dieciocho familias. A más de éstas, desde poco tiempo (34)  existen dos al norte de la punta de Miguel Díaz, o sea, en el territorio que aquellas gentes miran como perteneciente al desierto y entre las veinte, comprenden  ciento noventa personas de todos sexos y edades (35)". (Matte Varas, 1981: 59).


    [Su alimentación  y forma de obtención en el desierto;  el agua].


    "El alimento ordinario de los paposinos es el pescado y marisco;  pocas veces comen sustancias animales (36) y rarísimos vegetales sino es el chahual de que usan con frecuencia en lugar de fruta y legumbres (37). Dan este nombre a la parte que está cerca de la raíz en el arbusto que nosotros vulgarmente llamamos cardón y que allí es más tierno y de un sabor algo dulce. Tienen  gran afición a la coca (38);  pero solo pueden conseguirla a precio muy subido,  por lo que su uso no es tan común como en el Perú. No dejó de causarnos extrañeza  que, como llevo dicho, dos familias habitaban en el desierto (39). Procurando averiguar el modo cómo vivían [allí] se nos dijo que en la época de las lluvias no faltan medios de subsistencia para racionales y las bestias (40), que algún tiempo después se proporcionan  bebidas con ciertos aljibes que la naturaleza ha formado en la cavidades de las peñas y que ellos llama tinajas (41); pero como al fin  esos arbitrios y el pasto paras los rebaños se acaban,  apurando nuestras preguntas, los de una familia contestaron que era el primer año que ellos habitaban en ese punto y que tenían pensado volver a Paposo. mas de los otros no pudimos obtener respuesta satisfactoria  y aquellos que los trataban de cerca  nos aseguraron que es inexplicable cómo subsisten, bien que ellos y sus pequeños rebaños  están ya conturalizados con el uso de ciertas aguas, que nadie más puede tomarlas" (42).  (Matte Varas, 1981: 59).


    [Su carácter, respeto a los mayores y religiosidad].


    El carácter de los paposinos es suave y sus costumbres, aunque se resienten algo del aislamiento en que viven,  lejos de inclinarse a la barbarie, conservan ciertos rasgos de sencillez primitiva (43). Respetan mucho la autoridad paterna, veneran a los ancianos y  tienen particular esmero en honrar a sus muertos (44). Jamás tendría conformidad el hombre de cualquier edad que hubiera contraido matrimonio o hecho otro acto importante en la vida, sin la venia de su padre. Vimos una vez llegar a la misión a una anciana, como de noventa años, bastante ágil,  que era el tronco de las familias que alli existen ahora,   y apenas la vieron llegar su hijos y nietos (entre los que había algunos casi septuagenarios),  cuando todos se postraron en tierra y no se levantaron mientras no les dio su bendición (45). Al tiempo de celebrar el santo Sacrificio de la Misa por sus finados, los deudos inmediatos hacían duelo con verdadero llanto, y al salir de la iglesia para visitar el cementerio donde reposan sus huesos, publicaban a voces las buenas cualidades que, los habían distinguido en vida,  no obstante que hacía mucho tiempo que eran muertos. Uno de aquellos hombres más notables, a la hora de su muerte,  rogó a sus hijos que llevaran sus cenizas al sepulcro de sus padres,  y para cumplir con este encargo, tuvieron que atravesar  grandes distancias,  hasta colocar el cadaver en una de las poblaciones de Atacama (46), a costa de crecidísimos gastos". (Matte Varas, 1981: 60).


    [Interés por instruirse].

    "Aunque son ignorantes, conocen las ventajas de la instrucción y ansían por ella. Entre los jóvenes que concurrían a la misión, conocimos una como de dieciocho a veinte años, la cual sin otro maestro que los transeúntes de quienes mendigaba algunas lecciones, aprendió regularmente a leer y  escribía de modo que se daba bien a entender. Todos recibieron las cartillas que distribuimos entre ellos y en los pocos días que permanecieron con nosotros en la misión, conocimos que avanzaban bastante en la lectura (47). Allí rara vez llegan licores, de modo que es casi desconocida la embriaguez; tampoco oí quejarse de robos ni pendencias; y así es que la justicia se administra sin fuerza". (Matte Varas, 1981:  60).

    [Otros grupos  de pescadores visitados en el trayecto de regreso].

    "Concluídas nuestras tareas, resolvimos volvernos por tierra para misionar en los puntos habitados de la costa, y fue tal el sentimiento que manifestaron [los Changos] al tiempo de nuestra separación, que nos fue preciso, para consolar aquellas gentes, asegurarles que el gobierno se empeñaba en remediar de un modo permanente sus necesidades espirituales. El 23 de febrero salimos para Copiapó, y el 24  comimos en el punto que llaman Agua del Cura, situado en los confines del Paposo, y que es alojamiento preciso por la dificultad  de proporcionarse agua para beber (48). Cerca del deslinde de la hacienda está el hermoso puerto que ahora conocen con el nombre de  Hueso-Parado, y que según todas las apariencias  debe ser la ensenada que en las cartas se denomina del río Salado (49). Al anochecer, partimos de Agua del Cura para pasar de trasnochada las treinta leguas del desierto, sin agua, que hay hasta la hacienda de Cachinal. Al principio se camina hacia el este, como cinco leguas por una espaciosa barranca que llega hasta el mar y, según se nos dijo, atraviesa desde la cordillera de los Andes. Hoy está enteramente seca, pero en otra época debió correr un río no despreciable, o por lo menos, de tiempo en tiempo ha habido grandes avenidas (50)...".

    "Al salir de la barranca, varia el camino su rumbo al sur y pasa por llanadas más o menos extensas, con pequeñas colinas, hasta el Cachinal (51) donde llegamos el 25, poco después del mediodia. Esta hacienda es de muy poca importancia, y sólo notable por el manantial, cuya agua se mira como una de las mejores de aquellos lugares.. Nosotros extendimos cerca de él nuestra carpa, porque no había donde alojarnos, y allí misionamos a todos aquellos habitantes, que apenas componen unas cinco familias. De éstas, los unos viven en la caleta de Pan de Azúcar, y los otros en las inmediaciones del manantial, distando ambos puntos entre si  como cinco leguas..."(52).

    "Una persona muy conocedora de aquellas costas  me aseguró que este punto es el que marcan las cartas con el nombre de Juncal;  y a mi juicio la situación lo indica  perfectamente,  porque allí llaman cachina lo que nosotros conocemos como junco marino (53), y la caleta es parte de la hacienda de Cachinal" (Matte Varas, 1981: 61). 

    "En la caleta del Obispo  hay una vertiente de agua en extremo salobre,  pero como a las dos leguas adentro de la quebrada se encuentra otra mejor y abundante, pues con ella se ha formado una vega donde pastan los pocos animales de aquellas gentes (54). Hay tres o cuatro familias (55) y como parte de los hombres había ido a Cachinal y la demas gente estaba preparada para aguardarnos, pudimos fácilmente administrarles los sacramentos (56) en menos de veinticuatro horas, y seguir nuestro camino antes del mediodía del [día] dos....".

    "De la caleta del obispo había como quince leguas  (i.e. aproximadamente 90 km)  a la Caldera, que antes era el puerto principal de Copiapó y hoy a pesar de su buen surgidero se halla reducido a servir solamente para el embarque de metales de uns pocas minas inmediatas. Toda la población se reduce al mayordomo que cuida de las bodegas y unos cuantos pescadores (57), sin que se encuentre una  sola choza desde la caleta del Obispo hasta la ensenada de la Caldera..." (Matte Varas, 1981: 62; énfasis nuestro).


    "El aspecto que presentan los terrenos de la costa desde Hueso-Parado hasta la quebrada donde corre el río de Copiapó es muy diverso del Paposo propiamente dicho;  porque exceptuando alguna parte de la hacienda de Cachinal y uno que otro lugar bien corto, todo lo demás es árido, arenoso, o tan cubierto de piedras que difícilmente se consigue vegetación. Las gentes que habitan en los puntos que llevo mencionados, y en especial las de Cachinal y el Obispo  tienen, con poca diferencia, el mismo carácter, hábitos, modo de vivir y costumbres  que los paposinos (58); y aún cuando no visitamos personalmente el alto Chañaral, ni nos detuvimos en la Caldera, según lo que se nos informó,  creo que todos los habitantes que hay desde el límite  austral del Paposo hasta el puerto actual de Copiapó,  no alcanzan a ciento; de modo que juntos con los del mismo Paposo, apenas llegarán a poco más de doscientos ochenta" (59). (Matte Varas, 1981: 63).

    "Por  relación sucinta que he hecho a V.S., es fácil conocer que el Paposo dejaría de ser insignificante como ahora es si sus habitantes abandonasen la inacción en que están (60) y empleasen su trabajo en aprovechar las ventajas con que allí la naturaleza los convida. Entonces se haría mucho más productivo el giro de la pesca, se sacaría mayor lucro de los pastos y los terrenos recibirían el cultivo de que son susceptibles. Habiendo agricultores activos que se dedicasen a la  labranza (61), el propietario de la hacienda preferiría [recibir] el canon que les pagasen sus colonos, a la crianza de ganados mayores, que pasando de cierto número ofrece mil inconvenientes. Con la abundancia de víveres y trabajadores, haría cuenta  explotar las minas que en otro tiempo se han explotado en Paposo y que quizá se ven abandonadas por la carestía y escasez de una y otra cosa. 
    Es verdad que para conseguir esta transformación, era necesario criar nuevos hábitos y hacer variar de ideas a aquellas gentes (62); y eue esta empresa es difícil, pues a su ignorancia se  junta el aislamiento que no les permite  aprovecharse de ejemplos ajenos. Pero, ¿quiénes más a propósito para ella que los sacerdotes que por elección propia la tomasen a cargo?. El respeto que allí se les profesa y la confianza  que se tiene de sus buenas intenciones son resortes muy poderosos, y del que no es fácil  puedan usar otras personas (63)".  (Matte Varas, 1981: 62-63).

    A continuación,  el misionero apunta a la necesidad de que el gobierno nacional no deje abandonados a esos cerca de 300 chilenos que necesitan atención. Sugiere que se establezca en el lugar del Paposo una Vice-parroquia o, al menos, una misión permanente a cargo de religiosos de convento. El autor sugiere también  que  se pueda facilitar desde la hacienda la disponibilidad de cabalgaduras para acceder al lugar  y la entrega de un pequeño rebaño para su sustento.

    Por fin, el documento señala la urgente necesidad de establecer  una escuela en el lugar:

    "La escuela de primeras letras que el Supremo Gobierno quiere establecer en Paposo sería de grade utilidad; ofrece dificultades que solo podrían vencerse si se enviasen sacerdotes". 

    En este contexto, indica:

    "Con este apoyo [del gobernador de Copiapó]  hice cuanto pude por realizarla; se consiguió maestro sobraban discípulos anhelosos, pero como las familias viven a tan largas distancias unas de otras, fue imposible facilitar su concurrencia (64) pues los arbitrios que se presentaban excedían de las facultades con que se contaba. Me contenté con distribuir cartillas y catecismos a cuantos los pedían.....". 

    "Bajo la dirección de hombres de confianza como deben ser los sacerdotes que vayan, puede reunirse algunos jóvenes, y permanecer a su lado mientras aprendan a leer y escribir pues, estando acostumbrados a vivir del pescado y marisco (65), ellos mismos se los podrían proporcionar en los ratos  que para ello se designasen. Y si esto no es realizable,  pueden tomarse otros temperamentos de los que ya he indicado algunos  al señor Gobernador de Copiapó cuando le informé sobre este particular. (66)..." (Matte Varas, 2981: 64).

    Comentario eco-antropológico al texto (Notas).

    (1)  "Temperamento" es la voz antiguamente usada para designar el  tipo de clima. En efecto, el clima costero en esta porción del Norte Grande de Chile es templado y muy benigno, observándose una pequeña oscilación de la temperatura  entre el día y la noche (alrededor de  5º - 7º C). Impera aquí el llamado "clima desértico costero nuboso" con una temperatura media diurna de  unos 18-20º C observándose raramente temperaturas sobre los 25º C  salvo en los años cálidos cuando predomina el  "fenómeno de El Niño". La corriente fría de Humboldt  produce un efecto moderador de la temperatura en la costa, creando neblinas matinales y alta humedad relativa del aire. En cambio, en el interior (Copiapó) la oscilación entre máxima y mínima diurna puede llegar a alcanzar los 30º C.  Este clima tan benigno , donde rara vez llueve,  permitió a los pobladores Changos utilizar, durante todo el año, sus precarias chozas techadas de pieles de lobos marinos y parcialmente abiertas por un costado. (Vea Fig. 3).

    (2)  "Aguaceros" propiamente tales no se presentan en la zona, salvo en los esporádicos períodos de presencia del  "Fenómeno de El Niño". Lloviznas mojadoras son frecuentes por efecto de la camanchaca, máxime entre los meses de mayo a octubre-noviembre.  Dichas lloviznas eran probablemente considerados verdaderos "aguaceros" por sus habitantes porque ellos desconocían otras  forma de lluvia (como en el sur de Chile).

    (3)  En la fecha de la permanencia de estos misioneros (de enero a marzo), las neblinas mojadoras son mucho más débiles y se concentran más bien en las partes altas de los cerros. Acotemos aquí que  la expedición de los sacerdotes  se realiza en los meses cálidos del verano, la época menos propicia para la presencia de nieblas mojadoras. De junio a noviembre, las neblinas son mucho más densas y llegan a  cubrir  hasta la misma terraza litoral.

    (4) Los misioneros, sin embargo, dejan constancia en su escrito de la presencia constante de la camanchaca cubriendo la zona de cerros. Anotan: "rara noche deja la niebla de cubrir los montes". 

    (5) Intuyen con razón los misioneros que la persistencia y continuidad de las aguadas se ha de atribuir a las nieblas mojadoras; si bien señalan que su caudal es muy pequeño de modo que resulta apenas suficiente para surtirles de agua a  ellos y a su  escaso ganado de asnos y cabras.

    (6) El plano al que se refiere la descripción no es otro que la terraza litoral, bastante estrecha, aquí y que solo en algunos puntos alcanza una anchura mayor.  Los autores reconocen con mucha razón que el cultivo en ellos sería casi imposible por  el escaso caudal de las vertientes.

    (7). Los cerros que dominan Paposo por el Este son parte integrante de la cadena montañosa que conocemos como la "Cordillera de la Costa", que recorre gran parte del territorio nacional. El influjo benigno de las camanchacas o neblinas costeras se verifica únicamente hasta aproximadamente los 1.000 m de altitud,  donde comienza hacia arriba  la faja de "inversión térmica", es decir donde la temperatura en lugar de descender, comienza a subir, creando allí cielos abiertos y sin nubes. En consecuencia, por sobre los 1.000-1.100 m altitud  (aprox.), la vegetación (incluso de líquenes), cesa por completo.

    (8).  El "verdor de los pastos", aquí referido, indudablemente apunta a la presencia de  formas de vegetación útil y palatable para sus animales. Esta se compone seguramente de diversas especies de Nolana, Tiquilia, Polyachyrus,  Cristaria, Tetragonia, siendo los pastos propiamente tales (es decir, las gramíneas) bastante más escasos  (v.gr. Cortaderia, Poa, Calamagrostis, etc.).(Cf. más detalles sobre la cubierta vegetacional en  esta zona en Larrain Barrios, 2007, passim).

    (9)  En la parte expositiva  de su trabajo, antes de presentar el texto del Informe mismo,   el sacerdote  Matte Varas  señala que  en tiempos de  un obispo de apellido Marán,  dos franciscanos misionaron la región del Paposo. Esto habría ocurrido, al parecer,  hacia fines del siglo XVIII. No se nos indica,  por desgracia, la fecha de esta visita e Informe, pero dice que "congregaron a los habitantes de las sesenta leguas que comprende la jurisdicción del Paposo" (Cf. Archivo Nacional, Fondo J. I. Víctor Eyzaguirre, Vol. 26, pieza 45a).
    Los misioneros señalados nos aportan un dato precioso: que los  habitantes son 233, contando los adultos y niños. Agregan que "su calidad es de mestizos". También se indica allí sus apellidos: Zuleta, Almendares,Velásquez, Castillo, Díaz, Maldonado, Aracena, Sandoval, Maturana, Cotaypi y Contreras. Para los misioneros no se trataría, por tanto, de indígenas puros, sino de mestizos. Esta información que dataría  de fines del siglo XVIII resulta particularmente valiosa para nosotros, y volveremos sobre ella en nuestro comentario eco-antropológico, al final.

    (10) Su vislumbra aquí el eco lejano de una antigua práctica colonial: a "reducción a pueblos". Esta fue una política  socorrida para el estado español en todos sus dominios,  sobre todo a partir del Virrey Toledo. Su objetivo era por una parte facilitar una  atención espiritual más expedita del indígena por parte de los sacerdotes y, a la vez, facilitar el cobro del tributo a éstos y/ o su participación obligada en alguna mit´a minera. Los pescadores, por lo general, no estaban obligados a dicha mit´a  sea por su pequeño número, sea porque su producción de pescado seco o "charquecillo" era necesaria en los pueblos de españoles, en particular durante el período de la Cuaresma, período durante el cual los cristianos se privaban de la carne de animal.

    (11) Reconocen los misioneros que los Changos muy difícilmente se acostumbrarían a una vida totalmente sedentaria, dedicados a la agricultura. Las razones de este nomadismo o trashumancia costera las encuentran en su  "profesión" de pescadores y en sus "hábitos" (costumbres). Es cierto que la costumbre inveterada de un pueblo, practicada durante generaciones,  es algo muy difícil de enmendar y re-orientar; pero en el caso presente  los misioneros no atinan a vislumbrar que  el ecosistema costero  en cierto modo les obligaba a llevar una vida nómada, de caleta en caleta. En efecto, al agotarse el recurso (pesca o marisqueo) en un sitio, se mudaban de inmediato a otro lugar en sus propias embarcaciones. Pero el mar les daba, desde tiempo inmemorial, todo lo que necesitaban para subsistir. Las aguadas costeras eran demasiado pequeñas y no habrían sido nunca  suficiente para alimentar plantaciones  de carácter agrícola. Por otra parte,  su producción favorita,  el pescado seco o "charquecillo"  de congrio,  era un  excelente alimento para ellos, muy solicitado en los pueblos españoles y que ellos mismos, además, podian conservar  por meses  como reserva alimenticia, al igual que las algas (luche) y mariscos secos.  La agricultura, en cambio, exige un cuidado continuo y una gran cantidad de agua, de la que ciertamente no disponían. Las cortas aguadas apenas eran suficientes para la bebida humana y  de sus hatos de cabras  y asnos.

    (12)  Las especies de congrio  (Genipterus chilensis, G. niger  y G.  maculatus) eran muy apetecidas por ellos pues de ellas fabricaban el famoso "charquecillo", (charqui de pescado) que traficaban continuamente con las poblaciones del interior Podríamos decir que era la verdadera "moneda de cambio" que movía su economía. El trueque del apetecido charquecillo por maíz, harina,  azúcar, velas, grasa, tejidos o coca de los pobladores de las quebradas del interior, les permitía abastecerse de todo lo necesario. En su búsqueda incesante  se explica perfectamente su continua movilidad costera y, por ello mismo,  resulta  del todo impensable  que ellos pudiesen renunciar a estas faenas de  captura para dedicarse a la agricultura, como pretenden sugerir los ingenuos pero bien intencionados misioneros.

    (13)  Se contrapone aquí a los "pescadores de nuestras playas" (i. e. de la zona central de Chile)  con los "paposinos" o Changos. Poseen técnicas diferentes de captura,  las que son claramente explicitadas en el texto. La técnica de la "varilla", aquí descrita en detalle, parece ser de muy antigua data. Habría que cotejar cuidadosamente esta descripción con las referencias arqueológicas de los utensilios y técnicas de pesca costanera de los antiguos pescadores de esta misma costa. Tal "varilla" debió poseer, muy probablemente, una denominación indígena, lamentablemente ya perdida. El único término de origen indígena de la balsa que habría sobrevivido hasta el siglo XX fue el de "copuna", transmitido al arqueólogo Hans Niemeyer  en el año  1964,  por el chango  Alvarez, pescador de Chañaral de Aceitunas. Creemos que la voz "copuna" usada para designar al sistema de inflado (soplete) de la balsa de cueros de lobos, muy probablemente,  no sería otra cosa sino  una transliteración del término quechua "phucuna"  que significa, precisamente "fuelle para soplar".

    (14)  Conste que en ningún momento los misioneros  los denominan "Changos". Les llaman siempre "Paposinos", esto es, moradores del Paposo. Ya hemos señalado que es obvio que no los consideran propiamente indígenas sino como pescadores muy pobres, al igual que  el  químico inglés William Bollaert, radicado en las minas de Huantataja junto a Iquique,  quien los describe en sus trabajos de los años  1854 y 1860 y a los cuales describe  en su minucioso periplo costero realizado en el año 1828  entre Cobija y Paposo.

    (15) Un pie es igual a 30,48 cm. Pie y medio, por tanto,  equivalen pues a 45,7 cm.

    (16)  Recordemos que el hierro fue totalmente desconocido entre los  aborígenes americanos. Utilizaron sí el cobre, a veces con adición de estaño en pequeñas cantidades. En nuestos recorridos por los conchales al Norte de Antofagasta o al pie de Cerro Moreno en los años 1963 y 1964, hallamos  algunas veces anzuelos de cobre oxidados, ocultos bajo las piedras de sus viviendas.

    (17) Según este texto, los Paposinos  solo se servían, en  sus viajes  de pesca, de las balsas de cueros de lobos marinos. No habían adoptado aún ningún otro tipo de  lancha,  falucho o embarcación. Nos preguntamos por qué. La respuesta parece simple:  no necesitan gastar dinero para dar caza a los lobos marinos  -elemento básico en su construcción- que les brinda generosamente la naturaleza en su "loberas" o "loberías" que ellos bien conocen. Al carecer de quilla, estas notables balsas pueden, a pesar del oleaje,  acceder fácilmente a la costa arenosa o pedregosa lo que facilita tanto su carga como su atraque. Su sistema de factura las hace  -a diferencia de cualquier otra embarcación- verdaderamente insumergibles y como tales han sido descritas con admiración por diferentes viajeros extranjeros que las han observado en plena faena. En este sentido, estas embarcaciones son superiores a los botes que usa el  pescador chileno. Se aferran a ellas, pues, no tanto por tradición, sino por ser superiores. El único problema que presentan es su menor durabilidad. Los tiburones  las pueden morder  y perforan el cuero, pero en su zona habitual de presencia los tiburones son bastante raros. Cuando ya están inservibles, constituían un valioso  aporte para el fuego hogareño  en forma de  excelente leña. Sospechamos que por esta razón, casi nunca se ha encontrado balsas varadas o abandonadas. Tampoco sus remos.

    (18)  Referencia al secado y salazón del pescado que se verificaba en la misma playa, aprovechando el ardiente sol, para la obtención del  "charquecillo" ya referido. No recordamos haber leido descripciones detalladas antiguas sobre el procedimiento exacto  del secado del congrio para obtener el "charquecillo".

    (19) Señalan aquí los misioneros los dos puntos de mayor demanda del producto: Copiapó y sus minerales adyacentes, para los Changos del sector sur,  y los poblados atacameños de Chiuchíu y San Pedro de Atacama, entonces en el Perú para los Changos del norte (de Cobija al norte, hasta Arica). Rodulfo A. Philippi en su obra "Viaje al desierto de Atacama"  efectuado en los años 1853-54  se queja de no haber podido hallar pescadores Changos en la costa precisamente por hallarse éstos en viaje hacia los poblados atacameños para trocar su pescado  y mariscos secos por  las pocas provisiones que necesitan en su vida diaria. (Pilippi,  1860, passim).

    (20)  Atribuyen los misioneros  a  "desidia" de los Changos  su falta de dedicación a la agricultura.  Los varones no tendrían el tiempo para ello  dedicados como estabaa a la pesca que a veces les exigía días de ausencia en el mar. Las mujeres con sus hijos a cuestas debían atender, además del alimento, el ganado que pastaba entre sus aguadas, lo que significaba una forma continua de pastoreo trashumante. La práctica de la agricultura, por pequeña que ésta sea, exige la presencia y vigilancia constante  para alejar y espantar posibles merodeadores (zorros, ratones o lauchas). Sabemos bien que los zorros  (Lycalopex culpaeus y Lycalopex griseus)  son de alimentación omnívora  y, con hambre, arrasan con cualquier tipo de plantación, hasta con las cebollas y los ajos.
    Una cita de R. A. Philipi  quien  observó el modo de vida de los Changos en este mismo trecho de la costa, unos catorce años después de estos misioneros, viene aquí muy a cuento: "dichas neblinas producen los manantiales y la vegetación particular de que he hablado extensamente. Es manifiesto que estas condiciones físicas no permitiran jamás la agricultura y que aún la crianza de ganado será siempre muy limitada. Las pastoras han de ser necesariamente nómadas, y hay años muy secos en que sus cabras y burros están en peligro de morirse de hambre. Entonces, deben procurar hacer comestibles los chaguares y quiscos para estos animales..." (Philippi, 1860: 35).

    (21)  Sementeras o plantíos de maiz o trigo  o cebada  suponen disponer de gran cantidad de agua de riego. Ya hemos comentado que  las aguadas costaneras son  muy pequeñas y apenas permiten un escaso escurrimiento para mantener algunas hierbas o pasto. Un riego supone poder embalsar un arroyo, lo que es aquí impensable y prácticamente  imposible (Ver Fig.  2  de este trabajo).

    (22) La "ganadería" que poseen solo consta de asnos, cabras y algunos mulares.  El asno es a la vez cabalgadura y animal de carga. La gran ventaja del asno y de la  cabra  es que son capaces de consumir o ramonear distintas especies de plantas nativas que otros animales no comen. No se ven aquí ni por asomo, caballos, vacas o bueyes. Todos los viajes se ejecutan en burro, sufrida y excelente cabalgadura y animal muy resistente a la escasez de agua en  el desierto.

    (23)  Por "reses menores" entiende el autor un pequeño hato de cabras u ovejas. Pero, en el caso presente, suponemos se trató solamente de cabras, como muy bien lo atestigua el dibujo de Rodulfo A. Philippi hecho in situ, consignado en su obra del año 1860  (Cfr. Fig. 3,  bibliografía final). La cabra, a diferencia de la oveja, es mucho menos exigente  en materia de alimento, siendo capaz de consumir especies vegetales que la oveja rechazaría (V.gr. hasta las hojas tiernas del cachiyuyo (Atriplex atacamensis).

    (24) Lamenta el misionero que los Changos no se dediquen a la crianza de burros, tan  solicitados  por los comerciantes de Atacama. Pero olvida o desconoce que  las cortas aguadas del sector apenas eran capaces de sostener  uno o dos de estos animales por familia (Ver Fig.    ).

    (25)  Explica el misionero el porqué de su gran movilidad  lo largo de la costa: la búsqueda incesante de zonas de abundante congrio. Al cambiar de caleta, los pescadores Changos cargan en sus balsas  sus pocos implementos básicos y  su familia,  quedando siempre alguien -generalmente la mujer- al cuidado de su rebaño que "nunca desamparan".

    (26)  Muy interesante resulta la descripción detallada de sus sencillas chozas, que realiza algo más abajo (Nota 28).

    (27)  Por eso, a los misioneros el aspecto de sus primitivas viviendas les parece  más bien propio de salvajes. Es ésta la única indicación que ofrecen los autores respecto de su bajo grado de desarrollo cultural. Pero en ningún  momento los llaman o consideran por eso como indígenas o indios.

    (28) Sus  chozas son redondas. formadas de costillas de ballena y cubiertas por pieles de lobo marino o trozos de telas viejas. Ofrece sus precisas medidas: diámetro: entre  2,10 y 2,50 m; alto: aproximadamente entre 1,20 m y 1,40 m.  El sistema antiguo fue techar la choza con pieles de lobo marino,  pero desde que tienen acceso a viejas telas de los barcos, las usan en su lugar. Llama bastante la  atención la baja altura de sus chozas: por lo que no se podía estar de pie dentro de ellas, pues solo eran usadas para tenderse en ellas para pasar la noche. Tales chozas, por cierto, están conformadas por un ambiente. El fuego y la cocina se hallan en el exterior. No hay indicio alguno de que cocinen dentro de su recinto, como ocurrirá siempre entre los mapuches  y otras tribus  más meridionales. Aquí, en el desierto costero del Norte, el clima benigno y la temperatura reinante permite cocinar y comer siempre en el exterior, cerca de la vivienda.

    (29)  Su relato no nos ofrece, por desgracia, detalle alguno del ajuar interior de la choza.  Pero para su descripción, recurriré al relato de R. A. Philippi  hecho  en la misma costa, muy cerca de "Agua del Clérigo":  "cerca de nuestro toldo había muchos ranchos de Changos. Nada es más sencillo que un tal rancho.  Se fijan en el suelo cuatro costillas de ballena  o troncos de quisco, apenas del alto de seis pies [= aprox. 1.80 m], y  se echan encima cueros de cabras, de lobos marinos, velas viejas, harapos o aún solo algas secas, y la casa está hecha.   Por supuesto, no hay en el interior ni sillas, ni mesas ni catres, el estómago de un lobo sirve par guardar el agua, unas pocas ollas y una artesa completan el ajuar de la casa"  (Philippi,  1860: 19).

    (30) En el dibujo confeccionado por el propio Philippi, rotulado "Paposo", aparecen dos mujeres Changas de largas trenzas y  faldas hasta el tobillo,  y se observa  dos ollas de arcilla  cocida y, muy cerca, cuatro cabras ramoneando la yerba. El mismo Philippi nos describe en su viaje de 1853-54 y en detalle  la vestimenta de las mujeres: "se visten como en las ciudades, las mugeres tienen vestidos de algodón, zapatillas, zarcillos, sortijas; hablan muy bien el castellano..."(Philippi, 1860:19).

    (31)  Ante las exigencias del dueño de la hacienda, el señor Miguel Gallo, algunos Changos habrían decidido escaparse y migrar al Norte: "a Cobija y otros lugares".  Lo que obviamente  significa que dichos lugares les eran totalmente familiares gracias a sus  frecuentes viajes  a lo largo de la costa en procura de pesca. Tales lugares, familiares para ellos, a diferencia del Paposo, no conocían dueño alguno y eran concurridos por otros Changos, de similares costumbres.  Probablemente,  tendrían también  parientes entre ellos.

    (32).  Se indica que las chozas no están contiguas, sino bastante separadas unas de otras.  En ningún momento llegan a conformar un poblado.  La razón parece obvia: cada aguada era al parecer utilizada por una o dos familias, no más, pues cada una disponía de burros y cabras que debían alimentarse allí. Seguramente el caudal de la aguada y el pasto disponible  a su alrededor determinaba  el número de chozas y familias cercanas.  De aquí, la gran distancia que se señala en el documento entre diferentes grupos  de chozas. Los notables grabados de Philippi referidos a Chañaral de las Ánimas y Paposo sugieren la presencia simultánea de no más de 2-3 chozas por aguada. Probablemente, de familias emparentadas (tal vez padres e hijos).

    (33)  45 leguas equivalen aproximadamente a  270 km. Hemos insinuado en otras notas que los cálculos en leguas son solo aproximaciones, a veces exageradas. Tales distancias, pues, han de ser tomadas "cum mica salis".

    (34) La punta Miguel Díaz (24º 35`S) era considerada el punto extremo norte de la hacienda del Paposo, perteneciente entonces al hacendado don Miguel Gallo. Más al norte, comenzaba el desierto absoluto, sin dueño alguno, por carecer totalmente de recursos.

    (35)  Resulta para nosotros de enorme interés  el dato poblacional que aquí se nos ofrece. Señalan los misioneros que la población total de Changos que habitan la costa de la hacienda del Paposo (es decir, un tramo de unos 270 km de costa)  asciende  a dieciocho familias.  Agregan ellos a este cómputo dos familias más,  que desde hace poco se habían asentado algo más al norte (fuera de los límites de la hacienda). En total, nos señalan exactamente una población de veinte familias, las que hacen, según ellos, un total de 190 personas, (incluyendo adultos y niños de diversas edades).
     Ahora bien, si dividimos 190 entre 20, obtendríamos una media de  9,5 personas por familia. Queda en evidencia, a nuestro entender,  que  en este caso "familia" no correspondería exactamente  a vivienda o choza. Si cada familia estaba integrada por los dos padres, tal vez un  abuelo(a) y varios hijos, me inclino a suponer que  cada familia estaba formada por al menos dos  (¿o tres?) chozas, por la sencilla razón de que en una choza tan pequeña, como señalan sus medidas (Nota 28), no podrían albergarse  9 ó 10 personas (entre adultos y niños).
    Por tanto, si este razonamiento parece válido, podríamos concluir que las veinte familias reseñadas como población total de Changos del sector costero de la hacienda, ocuparían al menos cuarenta o más chozas. A nuestro parecer, esto estaría en consonancia con el dato que nos ofrecen los mismos misioneros en su relato, cuando afirman que,  a su llegada, se congregaron  muchas chozas de Changos, "a manera de un pueblo, trayendo consigo hasta sus ganados",  para poder participar  activamente de los actos de la misión. Para entender mejor esta insólita forma de formar pueblo, recordemos aquí que sus viviendas eran fácilmente  transportables  y las instalaban rápidamente sobre una base circular de piedras. Las familias más alejadas del asentamiento, llegarían en sus balsas, portando sus enseres básicos, tal como solían hacerlo en sus recorridos habituales por la costa (Cf. nuestra Nota  29).

    (36)  Su alimento ordinario era "el pescado y marisco". El primero era cogido por los varones desde sus balsas; el marisco, en cambio, era  colectado seguramente por las mujeres y los niños entre las rocas, aprovechando la baja marea. No se alude aquí al consumo de algas (como el luche)  que debió ser igualmente una comida habitual. Se habla de "sustancias animales".  ¿Qué "sustancias animales" pudieron consumir ellos?. Sin duda, no la carne de cabra o burro, sus escasos animales domésticos que les eran  indispensables para la obtención de leche y para el transporte, razón por la cual jamás los sacrificaban; tampoco probablemente el guanaco, visitante ocasional de sus lomajes, que ellos ya no podrían cazar, a diferencia de sus predecesores los camanchacas,  por carecer de arco y flechas. Para atinar con una probable respuesta, recurro a una interesante experiencia observada por nosotros al sur de Iquique, entre operarios de las guaneras, al sur de Pabellón de Pica. En nuestra estadía en Iquique, por los años  1993-95, conocimos a un guanero de origen español, llamado Antonio Ruiz. Trabajaba con otros compañeros en la extracción del guano en el sector denominado "La Paloma", al Sur de Río Seco. Caminando con él por las rocas del sector costero, un día divisamos lobos marinos asoleándose, y me indicó que ellos habían cazado en varias oportunidades crías nuevas de  lobos (lobeznos) y los había cocinado y comido durante una semana, encontrándolos  muy sabrosos.  (Cf. Diario H. Larrain, vol.  49,  1994: 81-84). En el área próxima a Paposo hay varias "loberas" o "loberías" donde los Changos pudieron perfectamente cazar sus crías nuevas para alimentarse.
    Además, muy poco se sabe o se ha escrito acerca del consumo de aves marinas por parte de  los pescadores, a pesar de que en sus conchales antiguos, en los depósitos de sus predecesores, los hombres de la cultura Chinchorro y sus descendientes, es muy frecuente hallar enorme cantidad de plumas de aves tal como nosotros mismos lo pudimos comprobar en un pequeño pozo de sondeo (1 m. x 1 m.) practicado en un conchal arqueológico intocado, a escasa distancia (aprox. 1 km.) al sur de  la península de Patillos.

    (37) El "chagual" nombrado aquí correspondería, según creemos,  a  la planta  bromeliácea Puya chilensis, de vistosas flores amarillas,  también conocida como "cardón".  Los botánicos generalmente suelen señalar  su presencia en el norte de Chile a partir de la IV Región.  Pero, según el dato aquí ofrecido por los misioneros, esta especie habría estado ya presente a partir de la IIª Región de Chile (Antofagasta). La voz "chagual" viene al parecer de la palabra quechua ch´awar que significa "cabuya o cáñamo de las Indias" según el diccionario de la Lengua Quechua de Ricardo (Lima, 1586), por obtenerse fácilmente de las fibras de sus hojas  fuertes cuerdas para amarre. La parte baja del tallo es blanda y dulzona y podía servir de alimento a hombres y animales domésticos, máxime en tiempos de sequía extrema.

    (38)  La afición a la coca y su consumo habitual en los largos y fatigosos viajes al interior,es algo que los Changos sin duda aprendieron tempranamente de las tribus  atacameñas y  aymaras del interior, con las que comerciaban activamente.  La coca (Erythroxylum coca)  se cultivaba y se cultiva aún  en  las tierras yungas de Bolivia y Perú.  La hoja de coca fue muy utilizada en el mundo andino como medicamento,  analgésico y  estimulante y era consumida y mascada continuamente  en los largos viajes  para resistir  la fatiga y el cansancio. Philippi en su Viaje al Desierto de Atacama  hace especial referencia a su consumo habitual en hombres y mujeres  entre los pescadores changos  (Cf. Philippi,  1860:  37).

    (39)   Se asombran los misioneros al saber que algunas familias de Changos  viven en pleno desierto interior, es decir lejos de la costa.  Pronto comprenderán que tal  habitat era solo transitorio, y enteramente dependiente  de la floración del desierto, fenómeno que ocurre cada ciertos años, por efecto de las lluvias provenientes del "Fenómeno del Niño".

    (40) Nos ha tocado ver, en los altos de Taltal, en pleno desierto interior,  una abundante floración de especies vegetales que surgen con motivo de las lluvias y duran un par de meses para luego fenecer. Grandes manchones de plantas en flor.   Es una espléndida manifestación del "desierto florido", fenómeno mucho más notorio y esplendoroso hacia el sur, a partir del límite entre la IIIª y IVª Región de Chile. Las familias Changas de que nos habla el relato de los misioneros, sin duda alguna, se trasladaron dese el borde costero a esa zona con sus pocos enseres a aprovechar el breve período de forraje para su  corto ganado de cabras y burros.

    (41) Las lluvias eventuales propias del "Fenómeno del Niño",  producen  ocasionalmente  charcos y avenidas -a veces muy destructivas-  las que permiten  formar  apozamientos de agua o charcos, que pueden durar  algunas semanas. Conociendo la facilidad y rapidez de instalación de sus efímeras viviendas, resulta bastante fácil imaginar su repentino cambio de habitat, para aprovechar  al máximo el desarrollo vegetacional y la floración  temporal del paisaje del desierto.

    (42)  Muchas de las aguadas de la zona costera eran fuertemente salinas  y los Changos, sin duda, ya estaban acostumbrados a beberlas desde tiempo inmemorial. Raras eran las aguadas de buena calidad en este medio desértico. Rodolfo A. Philippi, en su relato del trayecto por estos mismos lugares,  hace referencia a las mejores aguadas, donde su expedición se abastece y/o pernocta (Cfr. Philippi, 1860: 20, 26, 27, 30 etc.).

    (43)  El relato habla de su buen carácter y de su sencillez primitiva. Pero insisto en que en ningún momento son por eso considerados indígenas. Son todos cristianos de larga data, bautizados y  reconocen la autoridad moral de los sacerdotes. Durante la misión que dura casi tres meses, reciben los sacramentos de la iglesia católica a la que todos pertenecen. Así,  aunque el texto no lo diga expresamente, podemos colegir que, durante la misión,   todos los niños pequeños son bautizados, y los adultos son confirmados, confesados y  las parejas que solo conviven.  reciben el sacramento del matrimonio.  l

    (44) Asisten devotamente a la Misa y escuchan los responsos por sus deudos  fallecidos, que se realizan devotamente en el cementerio local. El recuerdo piadoso  de los antepasados difuntos es un  rasgo   muy arraigado  entre ellos, al igual que entre los aymaras y atacameños hasta el día de hoy.  Personalmente, conservo yo un recuerdo imborrable de las celebraciones y rituales realizados en los cementerios de Mocha, Huasquiña o Coscaya al acompañar al sacerdote Juan Van Kessel  en los años  1993-1995. O aún mucho antes, hacia 1963-65 en Atacama, en los poblados atacameños de Toconao, Cámar,  Socaire o Peine, en visitas efectuadas con su párroco, el padre  Gustavo le Paige S.J., durante mis periódicas permanencias en Atacama.

    (45)  El gran respeto y veneración por los mayores ("los abuelos") es también un rasgo predominante entre los grupos y pueblos cristianos de larga data, tanto de origen indígena como  de las poblaciones autóctonas, ya aculturadas. Costumbre casi desaparecida hoy día en las ciudades, donde el rol de los ancianos  y su experiencia no es reconocido ni apreciado como antaño.

    (46)  El hecho aquí aludido apunta claramente a la presencia de matrimonios mixtos entre Changos y Atacameños. Lo que no tiene nada de particular conociéndose el frecuente contacto comercial  entre ambos grupos humanos, desde tiempos inmemoriales.

    (47)  Toda la población Changa es  totalmente iletrada. Por mucho que se hizo esfuerzos en varias ocasiones por  crear una escuela de primeras letras en el Paposo, jamás se llevó a efecto por la extrema lejanía del lugar y la muy difícil aclimatación de un profesor en ese medio. La mayor dificultad, sin duda,  con que siempre se tropezó fue el caracter andariego y trashumante de la población,  siempre en movimiento de caleta en caleta. La ausencia total de sendentarismo de su población fue por entonces un obstáculo insalvable para los intentos por entregar cultura y civilidad a sus habitantes.

    (48) Al término de la misión, el 23 de febrero de 1841 emprenden el viaje de regreso por tierra, en cabalgaduras facilitadas por la hacienda  del señor Gallo. La  parada obligada era en la aguada denominada "Agua del Cura" por poseer ésta agua de buena calidad  para beber y acampar, y poder llenar las cantimploras par el resto del viaje, lo que significaba atravesar treinta leguas de desierto absoluto (aprox. 180 km), hasta arribar a  la hacienda de Cachinal, donde encuentran agua de buena calidad y se reponen de sus fatigas. Han caminado, según nos informan,  casi dos días sin parar. El número de leguas señalado en el Informe nos parece muy exagerado. Muy difícil resulta imaginar que los caballos o mulas en los que viajan hayan podido cubrir 90 km al día.

    (49 y 50) El río Salado es de curso intermitente y generalmente no llega al mar. En ocasiones, sin embargo,  produce potentes aluviones de piedra y lodo que arrasan todo a su paso. Los autores señalan que observaron en el área indicios ciertos de una fuerte avenida o huaico, relativamente reciente, que habría ocurrido  seis o siete años antes.  La última avenida destructora de este río en ests siglo ocurrió en el mes de marzo del año 2015, causando daños enormes en la población del puerto de Chañaral.

    (51)  La hacienda de Cachinal poseía una excelente aguada a la que acudían con frecuencia los moradores de la costa vecina. El Informe nos señala dos grupos de moradores, a los cuales adoctrinan los misioneros en esta ocasión: uno que se encontraba en las inmediaciones -seguramente en un campamento temporal provisorio- y el otro que se asentaba normalmente en la caleta Pan de Azúcar. A todas luces, por el contexto, se subentiende que estos moradores son también Changos que acuden  al llamado de los misioneros.Se señala que son cinco familias, lo que sugeriría una población de  unas 30 personas en total.

    (52). La hacienda distaba unas 5 leguas del manantial, esto es,  unos 30 km.,  distancia que los pescadores  y sus familias montando sus burros, podìan cubrir facilmente en un día.

    (53)  Cachinal viene de cachina,  voz de origen evidentemente quechua, que  ostenta la raiz kachi,   que significa "sal"  en esa lengua (Vea, por ejemplo el término "cachiyuyo" o hierba de la sal, presente en la misma zona). Se trataría de un tipo de junco que crece en terrenos salinos. Tal vez un Juncus sp. 

    (54) Señala el Informe la presencia de otro grupo de Changos en la caleta  "del Obispo".  Se trataría del actual  lugar llamado "Obispito", situado en la costa, a 18 km al Norte de Caldera. Aquí se encuentra - se dice en el Informe- una aguada muy salobre pero existe otra de mejor calidad, dos leguas ( i. e. aproximadamente  11-12 km.) tierra adentro,  a donde los pescadores conducen sus animales a pastar en un veguita próxima a la aguada.

    (55)  En la "caleta del Obispo" viven  "tres o cuatro familias" de Changos, es decir unas 20-24 personas. Alertadas de la presencia de los misioneros en la hacienda y aguada de Cachinal, acuden allí  para ser evangelizados  en "menos de veinticuatro horas" -reza el Informe-, hasta donde conducen sus animales a pastar. Por lo observado, estos pescadores Changos jamás dejan solos a sus animales y viajan siempre con ellos  cuando es preciso.

    (56) Los misioneros bajan desde Cachinal inmediatamente después, hasta la caleta del Obispo (hoy sector Obispito), donde sus moradores son evangelizados y reciben los sacramentos de la Iglesia. El Informe agrega, sin embargo,  que los misioneros no pudieron  celebrar la santa Misa ni en Cachinal  ni en  El Obispo por falta de los paramentos necesarios que habían quedado en la goleta.

    (57)  Los misioneros recorren, por fin, el trayecto de 15 leguas ( i.e. 85-90 km.) entre Obispito y Caldera  indicándonos que no observan  ninguna  choza (¿de Changos?) en todo ese largo trayecto. En Caldera  -donde solo encuentran un cuidador de una bodega- hay "algunos pescadores", seguramente también Changos,  los que no fueron evangelizados dada su gran cercanía con Copiapó, a  donde ellos fácilmente podían viajar para ser atendidos espiritualmente.
    Los misioneros regresan por fin a Copiapó el día  4 de marzo de 1841, tras casi tres meses de viaje de misión. (Matte Varas, 1981: 62).

    (58)  Advierte el Informe que los pescadores que habitan la zona al sur del Paposo (hasta Caldera) son muy semejantes en hábitos y costumbres a los Changos del Paposo ("tienen poca diferencia") y, por lo tanto, de hecho los adscriben a un mismo grupo humano. No nos indica, por desgracia, en qué consistiría esa pequeña diferencia. Creemos que esta expresión se debe a que ellos no trataron directamente con estas familias de pescadores, sino solo se remitieron a los datos entregados por terceros. Pero, a la vez,  nos confirma en la idea de que  trataron de averiguar lo más posible sobre su modo de vida, costumbres y población, tal como les había  solicitado el Ministro Montt al confiarles la misión de parte del Estado.

    (59)  Con este dato complementario, los misioneros  nos ofrecen su propio cálculo estimativo del total de población para toda la zona costera comprendida entre  la frontera sur del Paposo y el puerto de Copiapó : suman algo menos de cien  personas de  ambos sexos y diversas edades. Agregando a esta cifra los habitantes de la hacienda del Paposo, llegan los misioneros a la suma total aproximada de algo más de doscientos ochenta. Propongamos, pues,  una población total estimada de 285-290 pescadores Changos entre la Punta de Miguel Díaz y el puerto de Copiapó.  El Informe deja entender que más al Norte, en la costa del desierto absoluto, hay otros pescadores, de las mismas características, al menos hasta Cobija, pero no aportan datos estimativos por carecerse de información confiable y, además,  por tratarse de un zona que excedía de los límites de la República de Chile.

    Esta estimación de la población Changa válida pra el verano del año 1841, habría que compararla con la que el propio Joaquín Matte Varas (autor el artìculo de la revista Teología y Vida de 1981), asigna a la misma zona en una época anterior, según el Informe del obispo Marán. al que hace referencia. (Cf. Matte Varas,  1981:52). No conocemos su fecha, pero aparentemente sería de fines del siglo XVIII. Este dato, pues, podría corresponder al menos a  unos 50 años antes del  Informe Valdivieso. Lo que significaría que la población de pescadores en esa misma zona, subiría de 233 personas (registrados por el obispo Marán) a cerca de 300.  Solo  nos queda la legítima duda de que se trate exactamente de la misma zona de costa. Un estudio cuidadoso del Informe (¿perdido?) de Marán, tal vez pueda disipar un día esta duda. Tarea para los historiadores o antropólogos  del futuro.

    (60)  Tilda el documento de "inacción" la labor económica y formas de trabajo ejercidas por los pescadores Changos. Ya hemos señalado más arriba (Notas 11, 20, 21 y 24) que tal  afirmación resulta errónea, injusta y falta de  base, y más bien obedece a prejuicios "progresistas", propios de hombres de la ciudad, desconocedores del cambiante medio ambiente marino y del clima local. Sabemos que durante los meses invernales, las bravezas del mar impedían no pocas veces a los pescadores salir a pescar y- como nos lo recuerda Philippi en su obra de 1860-, eran forzados a intentar la caza del guanaco presente en las lomas, para poder sobrevivir.

    (61)  Las aguadas de los pescadores además de ser generalmente muy salobres, apenas permitían su uso para satisfacer las necesidades básicas de los residentes y sus animales de pastoreo. Por otra parte, intensificar el rubro de la pesca -como parecen proponer los misioneros- no era algo tan sencillo dados sus rudimentarios métodos de captura y, además, tal cosa era considerada innecesaria por sus habitantes quienes se contentaban con muy poco para vivir. Siempre habían vivido así, por generaciones. El mar y los lomajes cercanos les ofrecían lo suficiente para vivir,  el clima era benigno y no aspiraban a más.

    (62)  Atribuyen los misioneros su atraso cultural a su "ignorancia" y "aislamiento". Es muy cierto que su aislamiento geográfico impedía totalmente el que pudieran  recibir otras influencias culturales de pueblos vecinos, más delantados. En sus formas de aprovechamiento del medio marino, solo pueden  recibir el influjo de otros pescadores, tan pobres como ellos, de su misma estirpe. En su ya milenaria existencia en esta costa desértica, los pescadores  han sobrevivido con éxito  y se han adaptado a ella, modificando sus técnicas de pesca muy poco en los últimos 2-3 milenios. Técnicas, por lo demás,  que han  resultado  notablemente útiles y beneficiosas como en el caso de sus curiosas embarcaciones las balsas de cueros de lobos marinos, extraordinariamente adaptadas para surgir en esas playas rocosas. "Criar nuevos hábitos", diferentes de los tradicionales,  como sugieren los cándidos misioneros, era prácticamente imposible en esas circunstancias.  Llevaron sus técnicas hasta el extremo de perefeccionamiento que les era posible en esas circunstancias.

    (63) Sugiere el documento que las personas que el gobierno enviase eventualmente para su instrucción y educación, sean sacerdotes, en lo posible de alguna congregación religiosa. Y  esto por el respeto y veneración que esas gentes sentían hacia ellos. Condición muy difícil de alcanzar con otro tipo de personas. En dos o tres secciones del Informe, sus autores  vuelven sobre este punto, sugiriendo, con mucha razón,  que se envíen dos a la vez, para mutuo apoyo espiritual y material.

    (64)  Los misioneros se dan perfecta cuenta que el modo de habitar de los pescadores,  basado en los escuálidos recursos de agua de sus aguadas y  diseminados en infinidad de puntos  o largo de esa extensa costa, hacía casi del todo imposible su  agrupación ni siquiera temporal y, por ende, su instrucción escolar.

    (65) Como sustento básico, el Informe señala que estos pescadores se mantienen "de marisco y pescado", lo que tambien podría  realizarse  -afirma el Informe- en el caso de disponerse  de maestros de escuela. Esta aseveración revela, nuevamente, cierta ingenuidad y un total desconocimiento de las razones más profundas de su inveterada trashumancia. Pues ésta no es tanto debida a la "costumbre" sino a la necesidad. Respecto a su sustento diario, además del marisco y pecado, el naturalista Philippi que tiene la ocasión de observar el modo de vida de los pescadores exactamente en esta misma zona, señala que también tienen recurso a leche, huevos y gallinas y con estos productos propios, hacen el intercambio por azúcar, yerba, [yerba mate] harina y grasa  que traen los forasteros. (Philippi,  1860: 19).

    Síntesis final.

    Este Informe, elaborado en 1841  por los sacerdotes misioneros,  contiene una enorme cantidad de información de caracter antropológico y ecológico sobre este extenso tramo de la costa desértica norte chilena y sus habitantes los pescadores Changos.  Por lo que sabemos, el documento es anterior a la terrible difusión de las epidemias que asolarán la zona en el último cuarto del siglo XIX y provocarán en Cobija y la zona costera aledaña, una enorme mortandad entre los grupos pescadores. En Cobija mismo, prácticamente desaparecen.
    Aún cuando no presenta (ni puede presentar por la temprana fecha del escrito!) el cariz y resultados propios de una "observación participante", característica de la metodología de los antropólogos del siglo XX, (al estilo de un Bronislav Malinowsky y sus discípulos), por la riqueza y variedad de la información y  la prolijidad y exactitud de sus apuntes, este documento debe ser considerado, a nuestro juicio, como uno de las mejores y más completas descripciones acerca del modo de vida, ethos y cultura de los Changos, solo comparable, si no superior, a las descripciones del naturalista alemán Rodulfo Amando Philippi  lo largo de las páginas de su famosa obra: "Viage al desierto de Atacama" (1860). 

    Bibliografía sucinta recomendada sobre el tema.

    Ballester, Benjamín y  Daniela Grimberg , ¿2018?. "Historia de la vegetación y ocupación humana  en la costa del deserto de  Atacama (Antofagasta, Chile", Revista Hombre y Desierto, Instituto de Investigaciones Antropológicas, Universidad de Antofagasta, Antofagasta (en prensa).

    Larrain Barrios, Bárbara Carolina, 2007, "Relaciones florísticas entre oasis de  neblina del desierto costero del Norte de Chile",  Memoria de Título, Universidad de Chile, Facultad de Ciencias Agronómicas, Escuela de Agronomía, Santiago de Chile,  116 p.

    Larrain Barros, Horacio, 1978,  "Análisis demográfico de las comunidades de pescadores Changos del Norte de Chile en el siglo XVI", M.A. thesis, Department of Anthropology, State University of New York, Stony Brook, L.I, U.S.A., May 1978, 94 p.

    Larrain Barros, Horacio, 1981,  "Hurgando en el pasado climático de Paposo", Revista Creces, Revista de Información Científica, Santiago de Chile, Vol 2, Nº 11: 25-29.

    Larrain Barros, Horacio, 1987, Etnogeografía,  Vol. XVI de la Colección  Geografía de Chile, Instituto Geografico Militar, Santiago de Chile,  285 p.  Tablas y Mapas. (ver especialmente pp. 70-80, 122-128,  231-232).

    Larrain  Barros,  Horacio, 2016,  "Noticias adicionales sobre el modo de vida y la cultura  de los Changos, pescadores-recolectores de la costa de Atacama, demografía, movilidad y ecología",  en su blog https://eco-antropologia.blogspot.com, editado el  24 de agosto 2016.

    Larrain Barros, Horacio, 2019, ¿Quedan aún grupos indígenas changos  en las costas de Chile?. Una discusión pertinente en el Chile de hoy (2019)". capítulo en blog: https://eco-antropologia.blogspot.com  editado el 29 de septiembre, 2019.



    Martínez, Hugo,  Moraga, Mauricio et al., 2004.  "Caracterización genético-molecular de habitantes de caleta Paposo, último reducto Chango en Chile", Revista Médica de Chile, 2004: 132:  663-672.

    Matte Varas, Joaquín, 1981, "Misión en el Paposo", Revista Teología y Vida, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Vol. 22, Nº 1: 51-64.

    Philippi, Rodulfo Amando, 1860.   Viage al desierto de Atacama hecho de orden del gobierno de Chile en el verano 1853-1854, Halle, Sajonia, Librería de  Eduardo Anton (ver especialmente  pp. 19, 35-36 y Lámina 7).

    Philippi, Rodufo Amando, 2008 [1860], Viaje al desierto de Atacama, Estudio introductor de Augusto Bruna y  Andrea Larroucau, Cámara Chilena de la Construcción, Pontificia Universidad Católica de Chile, Biblioteca Nacional y Fundación, R. Philippi, Santiago de Chile, 353 p, Láminas y Mapas.

    Ricardi, Mario, 1957, "Fitogeografía de la costa del Departamento de Taltal", Boletín de la Sociedad de Biología de Concepción (Chile), tomo XXXII, 3-9.

    Rothhammer, Francisco, Moraga Mauricio et al, 2010,  "Origen de los Changos. Análisis del ADNmt antiguo sugiere descendencia de pescadores de la cultura Chinchorro (7.900 - 4.000 A.P.", Revista Médica de Chile, vol. 138, Nº 2: 251-256.

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    (Escrito en Las Canteras, Región Metropolitana, 31 de Marzo 2020, en pleno auge de la dolorosa pandemia del Coronavirus que azota al mundo y a nuestro país).


    miércoles, 12 de febrero de 2020

    Tempranas noticias antropológicas de la Provincia de Tarapacá, con especial referencia a los grupos de pescadores Changos del litoral desértico en 1828.

    Fig. 1.  Reproducción del dibujo hecho por el cartógrafo mayorquino Felipe Bauzá (1764-1834), miembro de la famosa Expedición Malaspina-Bustamante,  de una balsa de cuero de lobos observada en la rada de Arica hacia el año 1794.  Imagen tomada de la obra:  "La Expedición Malaspina en la frontera austral del imperio español" de los autores. Rafael Sagredo y José Ignacio González, Santiago de Chile, 2004).


    Chozas  de pescadores Changos en Paposo  hacia el año 1854. Dibujo del naturalista alemán  Rodulfo Amando Philippi, hecho in situ. Tomado de  su obra: Viaje al desierto de Atacama, Halle, Sajonia, Reproducción hecha en la reedición de la obra original  del  año 1860  por  Augusto Bruna y Andrea Larroucau, Cámara Chilena de la Construcción, Pontificia Universidd Católica de Chile, Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos, Santiago de Chile, 2008.
    Descubriendo nuevos aportes antropológicos del inglés William Bollaert. 

    Hace unos meses, el 10 de octubre de 2019  hemos  publicado en este mismo Blog un artículo sobre los aportes eco-antropológicos del químico inglés William Bollaert (1807-1877) en su trabajo titulado "Observations on the Geography of Southern Peru, including Survey of the Province of Tarapaca, and Route to Chile by the coast of  the Desert of Atacama", trabajo que fuera publicado en  el Journal of the Royal Geographical Society of London, Vol. 21, 1851: 99-130.

     Una cantera aún virgen de datos eco-antropológicos.

    Bollaert - tal como lo hemos señalado en múltiples ocasiones- es una verdadera mina de referencias de gran interés para el conocimiento tanto del ecosistema desértico como de los habitantes de Tarapacá, tanto antiguos como presentes. Cantera poco explotada por los investigadores, tal vez por  la suma dificultad para acceder a sus numerosos escritos, dispersos en distintas revistas europeas de la época.  Sus trabajos, todos  publicados en inglés,  abarcan desde el año 1838 hasta al menos el año 1875,  y  se refieren a una nutrida gama de aspectos diferentes, desde la  geología y mineralogía, hasta el estudio de la posible presencia  de enfermedades como la sífilis, pasando por la historia, la geografía, la arqueología y sus monumentos,  la etnografía y el folklore del sur del Perú de la época.

    Explorando un nuevo trabajo, prácticamente desconocido, de William Bollaert.


    En esta ocasión, presentaremos, con notas aclaratorias nuestras, la traducción de una parte importante de un trabajo suyo en el que hace referencias, bastante desconocidas en nuestro medio nacional, a diversos aspectos culturales de la  provincia de Tarapacá y, en particular,  a sus habitantes costeros, los Changos con los cuales tuvo frecuente contacto. A la verdad, este trabajo no lo hemos visto citado por historiadores y/o antropólogos en nuestro medio nacional.

    El extenso artículo que hoy parcialmente vamos a traducir y analizar, se titula: "Observations on the history of the Incas of Peru, on the Indians of south Peru, and on some Indian remains in the province of Tarapaca,  y fue publicado  en el Journal  of the Ethnological Society of London,  vol. III,  1854:132-164. La  traducción abarca la parte final de artículo, entre las páginas 154-164, donde,  entre otras observaciones antropológicas de gran interés, aparecen valiosas menciones a su encuentro con grupo de pescadores-recolectores Changos.

     Texto de nuestra traducción del texto en las páginas 154-164. 

    (Los títulos de párrafos y "Notas" numeradas -que van entre corchetes-, son adiciones o aclaraciones nuestras, o reproducen voces textuales del texto inglés para ilustración del lector; en cambio, las Notas que aparecen  en paréntesis redondos, son las propias de William Bollaert).

    [Lenguas y razas indígenas del extremo sur del Perú].

    "Nos referiremos ahora a la parte sur del Perú. No tengo duda alguna de que los indios Aymará de la actualidad son descendientes  de aquellos que vivieron  allí  antes y durante los tiempos de los Incas.  Las tropas de Almagro, a su regreso del descubrimiento de Chile en 1537, retornaron a lo largo de la margen oriental del desierto de Atacama, cuando fue descubierto  el sur del Perú y cuando algunos de sus seguidores se quedaron  en las localidades menos áridas de Pica, Tarapacá y Camiña. Éstas  encerraban poblaciones indígenas  dependientes de  sus caciques o jefes  Aymarás de nombre Sanga, Opo, Chuquichambi, Ayvire, Tancari, etc., nombres que es dable encontrar al presente entre ellos (1)De todo lo que yo ya he presentado, se podrá ver que la lengua hablada por los primeros Incas se ha perdido; existe la probabilidad, sin embargo, de  que  hubiera sido una de las lenguas de la nación Aymará (2). Tan solo bajo el quinto  Inca, los Aymarás y Quichuas fueron conquistados;  y fue el duodécimo Inca  quien hizo todo o posible [tried his utmost] para que el Quichua fuera la única lengua  hablada. No tuvo éxito en la tarea de  suprimir  los otros idiomas bárbaros (3). El Quichua fue hablado en toda su pureza en el Cuzco. En nuestro tiempo, las naciones Quichua y Aymará son las más conocidas [are the principal ones known] en la parte habitada del Perú. 

    [Atacameños y Changos].

    Los indígenas de Atacama se distinguen claramente [appear to be distinct from] de  los recién mencionados, y los Changos o pescadores que se encuentran entre Cobija y Copiapó, constituyen más bien una raza mezclada [a mixed breed] y yo creo que no constituyen  una tribu separada, como algunos afirman (4).  

    [Observación directa de familias de Changos en la costa entre  Cobija y Copiapó].

    A comienzos de 1828 estuve en el puerto de Cobija, [situado] a los 22º 28´[Sur], durante mi recorrido a lo largo de la costa rumbo a Chile.  En Cobija había unos pocos [a few]  mestizos [half Indian]  o pescadores Changos (5). Yo abandoné Cobija en un bote abierto [open boat]  con rumbo sur hacia Paposo, navegando a la vela [sailing] durante el día y remando durante la noche a lo largo de una costa miserable, estéril y montañosa.  Al día noveno [del viaje]  divisamos tres pescadores en la playa; ellos hablaban español (6). Al día siguiente,  tres de ellos vinieron a nuestro encuentro en una balsa de cueros de lobos marinos [on a seal-skin balsa] procedentes de la Caleta de Cardón ) (7), para intercambiar con nosotros su  pescado (congro) por harina y coca (8). Cuando ellos oyeron que teníamos coca, exclamaron: "O qué cosa tan rica  y bendita" [sic! en español en el texto]. Oh!, qué buena y bendita es la coca [traducción del propio Bollaert al inglés]. En el día duodécimo [de viaje], otros tres [Changos] llegaron en balsas desde El Rincón, y en el día en que echamos anclas en  Paposo donde había tres o cuatro familias de personas de Copiapó, que estaban aquí para intercambiar [barter] por pescado seco [dried fish] con los pescadores que hablan español y pueden comprender [may understand] las lenguas  Atacama y Aymará (9). Dos leguas al sur de Paposo se encuentra Punta Grande, donde  hay tres o cuatro familias [de Changos] y cinco leguas más al sur, está Agua Dulce, donde hay media docena de familias que poseen unas pocas cabras y asnos (10). Habiendo atravesado el peligroso Mal Paso,  llegué a Hueso Parado, que queda a los 25º 30´ [Sur]; (este lugar me fue señalado como el punto de división entre Perú, o más bien Bolivia, y Chile) [sic! entre paréntesis]. Acercándonos al valle de Copiapó, se encuentra Salinas, donde yo hallé cuatro o cinco familias, cuyos pescadores que habían sido abastecidos de vino, estaban bailando y cantando toda la noche. Fue una suerte de "velatorio" [wake] como consecuencia de la muerte de dos niños cuyos cuerpos estaban a punto de ser conducidos a Copiapó para ser enterrados: de este modo, estos indios tal vez pueden ser considerados cristianizados [may be called christianized] (11).

    [Movilidad costera  y comercio].

    Estos pescadores se mueven de una caleta  [sic! en español] (cove)  a otra (12); ellos me dijeron que pertenecían al distrito de Copiapó pero que no pagaban tributo. Ocasionalmente, ellos van con sus burros cargados con pescado seco (charquicillo) [sic! en español] (13)  atravesando el desierto de Atacama y tal vez más allá de ese punto,  e igualmente, viajan  hasta Copiapó. 

    [Nombre  y número de población].

    En Copiapó estos pescadores de la costa son llamados "Changos", pero yo no escuché que fueran mencionados como una tribu de indios (14), y yo considero el término "Changos" como algo relacionado con su condición y ocupación miserable más que con el nombre de su tribu (15). Yo pude ver alrededor de  100, y suponiendo [allowing] unos 50 que pescan al norte de Cobija y otros  100  en viaje hacia el interior,  harían en total unas  250 almas [souls] (16).
    [El Padre Joseph de] Acosta  (17) menciona una nación de "Changos" a noventa millas del Cuzco. A los 12º 20`Sur hay un lugar denominado Changos. El Quichua y el Aymará son las dos lenguas principales habladas en el Perú. El Aymará fue y es la más conocida en el sur y [es] hablada por los indios de Tarapacá. Existe un dialecto llamado Chinchasuya [sic!] (18), que es hablado más hacia el norte.

    [Excursus de tipo lingüístico].

    Estas lenguas, originalmente orales, fueron aprendidas por los españoles y forzadas por ellos a [un tipo de] construcción [propia] del griego y del latín, como presentando  semejantes declinaciones y terminaciones (19)Lo que sigue, creemos puede ser considerado no falto de interés para los filólogos. Procede del prefacio en español al Evangelio de San Lucas, traducido al Aymará por  el  ya difunto Don V. Pazos, Doctor de la Universidad del Cuzco (Moyes, Took´s Court, Chancery Lane,1829), (20)

    [La pronunciación de la lengua Aymara] (21).

    La lengua Aymará posee una pronunciación labial, dental y gutural  que le son propias.   La primera,  se designa como pp, siendo pronunciada  emitiendo la respiración  con fuerza contra los labios unidos, como  en la voz ppia, que significa un agujero; ppampaña: sepultar.  La segunda [pronunciación],  es como tt, y es producida [con la lengua] afirmada contra los dientes, como en el caso de ttanta: cabeza, pero la cual,  si se pronuncia con fuerza,  significaría algo así como picaresco [knavish]. La tercera [pronunciación] ck ó k, es pronunciada en la garganta  con esta diferencia: de que la primera, es más gutural como en choka, árbol; kollke: dinero. La ha sido introducida  porque la v española y la u no dan el sonido de w, pero  en cambio en Aymará es lo mismo que en inglés:  así, acawa: éste [this]; acanwa: aquí [here]. Las otras letras, tienen el mismo valor que en español.

    [El tipo físico-racial del aymara].

    "El indígena Aymará es de un color café oliva pero más oscuro que en los Andes, pelo negro, más bien ralo [speraly made] y puede ser considerada una raza de gente pequeña. La población total (22) de la provincia de Tarapaca  es alrededor de 10.000,  de los cuales 6.000 son indígenas. La provincia se halla dividida en cuatro Curatos, esto es,  Tarapacá, Pica, Sibaya y Camiña. La Paz, situada al N.N.E. de Tarapacá, se encuentra aproximadamente en el centro del país Aymará (el que antiguamente incluía las siguientes naciones: Canchis, Canas, Collaguas, Lupacas, Pacases, Carancas y Charcas). 

    [Una leyenda recogida en Tarapacá].

    La única leyenda que encontré  en Tarapacá (23) es la siguiente: Dos Curacas, el bravo y generoso Tata (*) Jachura y el hosco y salvaje Tata Savaya estaban enamorados de una doncella india de nombre Marna Huanapa. Ella daba su preferencia a Jachura sobre lo cual Savaya  desafió a su rival a un combate  mortal; en éste, Savaya cayó, cuando su cabeza fue separada de su cuello. Los indígenas dicen que Pacha-cawak de inmediato hizo surgir [reared] tres montañas para perpetuar este suceso; una llamada Huanapa, que presenta un aspecto como si sus trenzas de pelo estuvieran colgando de ella (probablemente, antiguas corrientes de lava). Jachura es una montaña  de aspecto muy cónico, y está a 17,000 pies  [=5.486 m] cuya cima yo ascendí; Savaya, cuya parte superior fue cortada, es probablemente una montaña volcánica, cuyo cono  ha caído a su interior. 

    (*)  Nota al pie de página del  texto original: "Se dice que mama es la palabra indígena  para [decir] madre, y tata o tayta, padre. Estas expresiones a mí me parecen como de origen español. En algunas gramáticas quichuas,  "madre"  es  indicada como  mamay  y padre, como  tayay.  En Aymará, "madre "  se dice  taika y "padre", haki.  (en  1854: 157).                      

    [Informe sobre los quipus].

    Hay razones para creer que aunque los Incas avanzaron con sus ejércitos de conquista más allá de Quito, los Peruanos  sabían poco o nada acerca de las comarcas [situadas] más allá del ecuador. Los celebrados quippos [sic! por quipus] o cuerdas coloreadas provistas de nudos, que sirvieron a los Peruanos de escritura, son muy poco usadas hoy día en el Perú. Los nativos de Anahuac, antes de usar sus dibujos jeroglíficos, poseían quippos. Dichos [quippus] fueron usados entre los Canadienses y fueron [también] empleados por los chinos tal como Humboldt nos relata.  Los quippos fueron conocidos por los Puncays de Quito, de acuerdo a [William Bennet] Stevenson [1787-1830] quien también vio una especie de quippo en uso en Arauco.
    Los antiguos Peruanos usaron cuerdas hechas de las semillas de capsicum [ají]  y hojas de coca en lugar de moneda de cambio.          + 

    [Sistemas de caza y creencias, pastoreo  e influjo del catolicismo].

    El indio de Tarapacá es quieto e inofensivo: su única arma es la honda con la que caza el guanaco, la vicuña y  la vizcacha. Ha sido endoctrinado, pero muy  imperfectamente, en  el Cristianismo  de Roma [catolicismo] (25) y sus sacerdotes, apoyados por  el brazo secular, ejercen un gran poder sobre el indio. Ocasionalmente, los sacerdotes sugieren [get up] un milagro y hace no muchos años a "Nuestra Señora de Guadalupe" [sic! en español, entre comillas] o la Virgen María  se la hizo aparecer a  una mujer  indígena  -o ella fue inducida a creerlo-  cerca del volcán Isluga, en cuya ocasión se realizaron grandes ceremonias y se erigió en el lugar una gran cruz y el lugar ha llegado a ser [hoy día] un sitio de  gran  veneración. 
    Los indígenas se casan a una edad temprana. Son lentos pero perseverantes, y cuando sus varones llevan el producto de su tierra a las ciudades de los criollos, las mujeres que quedaron en sus casas se encargan  del cultivo y apacientan  las llamas y alpacas.   El perro es el fiel compañero del indio, especialmente cuando viaja, es generalmente de un color negro, buen porte, cabeza y nariz alargadas y su ladrido semeja el de un agudo aullido [howl]

    [Agricultura, cultivos y empleo de la chicha].

    Los indígenas cuando están en sus casas, en sus aldeas, viven bien, tienen carne de llamo, aves de corral, frutos y hortalizas; algunos  disponen de harina de trigo, pero el grano principal es el maíz (conocido inicialmente con el nombre de mahiz en Haytí), del cual al parecer hay cinco variedades en el Perú; su pan está hecho de maíz. Como también haciendo fermentar el grano, [obtienen] su bebida favorita la chicha, cuyos méritos son celebrados frecuentemente con un canción: un verso, uno de los cuales  reza así:

    "Oh deliciosísimo néctar, tu corriente coloreada de oro, es el gozoso tesoro del indio. Oh.! bebámoslo  libremente".

    La chicha de maíz [sic! en español] es una especie de mosto dulce [sweet-wort] que también se hace de cebada y de mijo blanco (26)  [white millet]; el mijo rojo es mejor y es usado en medicina (quinoa o chenopodium). [sic! entre paréntesis]. 


    [Uso de la hoja de coca].

    Con un poco  de maíz tostado, agua en una calabaza, y algo de cuca o coca  [sic!], ellos pueden viajar durante días por los senderos más áridos. Las hojas de coca son masticadas con mambi o uncta, la que se compone de una ceniza alcalina, especialmente [obtenida] de un cactus y de  quínoa, y, en ocasiones, mezclada con  papas cocidas. Se ha señalado que  se producen ciertos efectos nocivos  [deleterious]  en el coquero o masticador habituado; y  el masticarla o el acullicar [sic! en el original], les da una fea apariencia: las mejillas se muestran abultadas [stuffed out] con éste, dejando boca, labios y dientes de un color verde sucio y con un olor desagradable.

    [Sus viviendas, cocina, textiles  y vestimenta].

    Las viviendas de los indios están construidas  de piedra tosca y techadas con pasto [grass], raras veces presentan más de un ambiente, sin ventanas,  con el fogón al centro y el humo sale por la parte superior. Los utensilios de cocina consisten en unas pocas vasijas de barro [earthen pots] y platos; ellos confeccionan a mano, mediante el hilado y el tejido,  sus toscos tejidos, siendo el material para sus telas la lana de llama, alpaca u oveja y también, el algodón.  Su actual moda de vestir es una mezcla de indio y de español. Los hombres  nunca  se dejan ver sin su manta o sombrero; la vestimenta usada por la mujer es llamada lliella [sic! por llijlla]; sus alfombras son llamadas chuces. Los topos o alfileres ornamentados de gran tamaño sirven para sujetar la lliella [lliclla] y, a veces, uno de su extremos termina en una cuchara. 

    [Sus embarcaciones].

    En los ríos  en el norte [del Perú]  y en  los lagos del interior se usa balsas o flotadores -huampu en quechua- construidas de madera o de juncos [rushes], pero en la costa sur donde el oleaje es fuerte, los pescadores indios usan  una balsa  hecha de cueros de focas inflados [made of seal-skin inflated], cuya manufactura demuestra una gran ingeniosidad" (27). (Bollaert, 1854: 160, subrayado nuestro).

    [Su ganado, pasturas y animales salvajes característicos de su habitat].

    Aquellos indios  que tienen algo de tierra, pagan un tributo equivalente a una libra [esterlina] al año; otros que no poseen tierra pero que tienen la esperanza de adquirir alguna tan pronto como se presente un vacancia, pagan l6 chelines. Ellos residen desde la costa hasta las  grandes elevaciones de los Andes. Y así, la aldea de Isluga, situada al pie de un volcán activo del mismo nombre, se encuentra  a una altitud  de alrededor de 14.000 pies. [4.267 m] sobre el océano. La llama se cría aquí  y un pequeño mijo [pone millet,  por quínoa] crece en este lugar. Durante el verano, se halla  pasturas  [pastures] a altitudes superiores a los 15.000 pies [5.200 m]. Aquí se encuentra el cóndor que con frecuencia mata animales domésticos pequeños. El puma, o sea el león sin melena y la avestruz se observan [también] en estas grandes elevaciones.

    [Los herbolarios o médicos viajeros y las fiebres intermitentes].
    Ocasionalmente, algunos Yungueños [pone Yungeños, en español] también llamados Chiriguanos visitan el sur de Perú (28). Son conocidos como los  médicos viajeros a causa de llevar consigo una farmacia ambulatoria que posee remedios para toda clase de dolencia, real o imaginaria, esto es, hierbas, gomas, resinas, raíces, untos, carimunachis y piri-piris [sic! en su idioma] o hechizos para el amor de varias clases  [love charms], piedra imán [loadstone]. Pero la única medicina útil es la quina,  o corteza de Cinchona (29), que se toma para las fiebres que suelen aparecer en el otoño en los valles de la costa, allí donde suele haber agua y vegetación. En Pica que se encuentra a  unos 3.800 pies sobre el nivel del mar son éstas muy frecuentes en ocasiones, pero son desconocidas a unos 2.000 ó 3.000 pies más arriba. El  [médico] Chiriguano a veces hace sangrías, operación que ejecuta mediante  una rústica lanceta, compuesta por un trozo filudo de obsidiana o vidrio [volcánico ?]  fijado a una pieza de madera, insertando el extremo filoso en la vena  y luego  dándole un pulso [a nick]  con el pulgar y dedo.

    [Momias y cementerios indígenas].

    El Señor Blake, en su Noticia de Tarapacá (American Journal of Science, 1843), dice que "a una milla o dos de Tara (30)  hay una antigua región  diferente de otras cerca de Arica y otras partes del Perú,  donde los cuerpos [sepultados] se han  convertido en polvo. Han sido enterrados en posición  sedente con sus brazos cruzados en el pecho,  y envueltos en telas de lana, algunas de ellas fina  y ricamente coloreadas.Tal como en un cementerio en Arica, muchos de los cráneos aquí hallados son alargados, de suerte que dos tercios de la masa cerebral se halla detrás del foramen occipital  (31)".

    [Modificación artificial del cráneo].

    Durante mi residencia en el Sur del Perú, particularmente en Arica y Tarapacá, yo abrí muchas huacas (32) y aunque  unos pocos cráneos se mostraban alargados, la mayoría no  eran así, y cuando se halla cráneos de esta forma alargada, se ha de atribuir  al efecto del empleo de medios artificiales y tal era la práctica común entre muchos indios del Perú, aún tan tardíamente como el siglo XVI. Condamine señala que  el término "Omaguas" en la lengua del Perú, así como la voz  "Camberas", en la del Brasil,  significa "cabezas aplastadas" [flat heads]. Este aplastamiento se efectúa  comprimiendo entre dos placas la frente del recién nacido con el objeto de asemejarlos a la forma de la luna llena. Tal [práctica] fue prohibida por los Concilios eclesiásticos españoles  en  1585, y por un Sínodo realizado en Lima, ocasión en que se cursó un decreto contra la práctica indígena de  desfigurar la cabeza. Con mucha probabilidad, esta práctica ha dado origen a la  opinión sostenida por algunos de que los cráneos aplastados encontrados  en los alrededores del lago Titicaca eran así de forma natural y no producidos por medios artificiales.


    (*) Nota del propio autor:  "Proviene de "Apachitas" o "Cotararayrrumi" (Quichua) y eran adoradas como dioses. El indio que ha logrado remontar un cerro  dificultoso y ha logrado arribar al paso, agradecía a Pacha-camak y exclamaba "Apachecta" , es decir: " A aquel que me ha dado fuerzas" (Nota al pie de página, 1854: 163).

    [Monumentos, cementerios, lugares sagrados  y  ofrendas funerarias].

    El Señor Blake, igualmente, menciona que en la cima de un cerro cónico en las cercanías de Tara (33), hay dos grandes círculos, uno dentro de otro, formados por grandes bloques de roca. evidentemente acarreados desde un valle cercano, algo más abajo,  sin ayuda de maquinaria, y mediante  un inmenso  despliegue de trabajo. Círculos similares de piedra, como aquellos erigidos por los antiguos Celtas (34) no son raros en el Perú y Bolivia. En varias partes de la provincia de Tarapacá, tanto en la costa  como en el interior, se encuentra huacas  o lugares sagrados, (aya-huasi casas de los muertos o o antiguos cementerios indígenas) junto con las momias, figuras hechas de oro y plata, cerámica curiosamente  labrada, pinturas, armas, herramientas, implemento de pesca, espejos de plata y piedra  pulida, hachas de cobre, frutos secos, maíz, conchas, huesos fósiles de animales, etc, etc. Se ha sostenido que los muertos se han preservado mediante embalsamamiento,  y su conservación en tumbas en las regiones heladas de los Andes. Una de las formas de esta antigua cerámica es  en  forma de una botella doble y cuando un líquido es vaciado desde  ella se percibe un ruido como silbido. Se dice que tales sonidos fueron usados para llamar a los indios del trabajo en los campos. Estos son conocidos como las jarras musicales de los incas,  y constituyen una evidencia del grado de perfección [alcanzado] en la manufactura y diseño de la cerámica  que  la raza actual ya no posee. Como el distrito de Tarapacá y la comarca alrededor es tan seca y desértica, y su superficie cargada con tantos materiales salinos, los cuerpos muertos han sido preservados en forma natural por centurias, en varias partes  (35).

    [Descripción del pucará de Chiuchíu].

    El Dr.  [Aquinas] Ried  un viajero, en su recorrido hecho en 1850 desde Cobija (el puerto de Bolivia) hacia el interior, refiere en sus observaciones acerca de la antigua fortaleza peruana  de Lasana  (36), no lejos de Chuic-chuic  [sic!  por Chiuchíu, o Atacama la Alta] Dice: "Hay una extensa medialuna [half moon]  en ella [se puede ver] sentados, a hombres, mujeres y niños, entre quinientos o seiscientos [cuerpos], todos en la misma actitud  mirando  al vacío, algunos caídos,  otros parcialmente cubiertos de arena. La opinión común es que ellos fueron sepultados en dicho lugar; pero yo soy de opinión  que ellos se enterraron  a sí mismos  porque no existe lugar en su proximidad donde  pudieran haber vivido. Entre ellos, se puede ver a muchas mujeres [sosteniendo a] sus niños en su pecho. La actitud similar entre todos ellos y la expresión de dolor  que aún se puede descubrir  en la mayoría de sus actitudes,  es una prueba de que ellos  se retiraron a este lugar  desesperados cuando los españoles  conquistaron y devastaron su tierra. Ellos tenían la creencia de que al morir, serían transferidos a un mundo mejor, [situado]  hacia el oeste; en apoyo de su creencia, los utensilios de cocina hallados junto a ellos, están llenos de maíz. Toda la escena produce una profunda y melancólica  impresión" [hasta aquí  la cita de A. Ried]. Dos de esos cuerpos fueron enviados [¿por el propio Dr. Ried?] a Ratisbona. Los hechos narrados por el Dr. Ried son interesantes; pero su opinión  de que habrían ido allí para morir escapando así de los conquistadores españoles, es  muy poco  probable;  más bien resulta más probable que este sitio sea una huaca, un antiguo lugar de sepultación indígena. Cerca de este sitio existen depósitos del hierro meteórico de Atacama (37);  en Toconao, se halla en los 23º 20` S y 68º 10´  W.

    [Geoglifos  y modo de  construcción].

    Al sur de las minas de plata de Santa Rosa (no lejos, tierra adentro, del puerto de Iquique) existe un curioso lugar conocido como Las Rayas:  las laderas de uno de los  estériles cerros  en particular  ha sido dispuesto como si se tratara de un jardín, con un doble círculo en su centro y senderos que parten de él dividiendo  el suelo en compartimentos. Habiendo sido recogidas  cuidadosamente  las piedras sueltas  del camino, éstas se vuelven  duras aparentemente  debido a las pisadas de la gente. Se supone que aquí se realizaban ritos y ceremonias indígenas. En su proximidad,  se encuentra la representación de una llama  que ha sido elaborada mediante  la extracción de las piedras sueltas del cerro en la parte interior del diseño (38). Estas representaciones son denominadas "Pintados de los Indios" [sic! en español]  o pictografías indias, y pueden ser vistas desde una gran distancia. Al sur de la Nueva Noria, donde se extrae y refina  el nitrato de soda en bruto, hay una hilada de cerros conocidos como Los Pintados por las numerosas figuras de llamas, cuadrados, círculos y otras formas [geométricas] que se encuentran cubriendo sus laderas por espacio de una legua. Esta es la  colección más grande de "Pintados" de Tarapacá (39). La opinión en boga es que su formación  fue conocida de los "Indios Gentiles" [sic! en español] antes de la conquista. En la quebrada de los Pintados, o   el valle dibujado [pictured valley], muchas leguas al sureste del último lugar mencionado, yo examiné las representaciones de los indígenas: machos y hembras, llamas, perros, y otras formas curiosas que se ven a un costado de un cañón [ravine] del desierto. algunas de las figuras tenían de 20 a 30 pies de alto [= 6,1 m a 9.14 m], cortadas [cut]  en la  marga arenosa, siendo sus trazos de un ancho de 12 a 18 pulgadas [= 30,4 cm a 45,7 cm]  y de 6 a 8 pulgadas de profundidad.[=15,2 cm a 20,3 cm] (40). Por entonces yo pensé (1826) que tales diseños [deliniations]  habían sido hechas por los indígenas por diversión, pero ahora pienso que su existencia puede bien  atribuirse a algún otro motivo, tal vez para marcar la proximidad de sus cementerios (41). La pictografía indígena, y sus instrumentos simbólicos  y representativos es común a las tribus del Nuevo Mundo. En Norteamérica  son trazados [cut]  en rocas, árboles o son pintados en pieles [skins].

    [Apachetas].

    En los pasos de los Andes  de  Pacheta (*)  y Pichuta, en el alto de Camiña, los indios que caminan por allí recogen una piedra, aún a alguna distancia, con el fin de agregar otra a la pila  [preexistente]: estos apilamientos de piedras no son infrecuentes en los Andes y otras partes de Sudamérica (42).


    (*)  Nota al pie de la página 163 del propio autor: Proviene de "Apachitas" o "Cotarrayrrumi"  (quichua) y eran adoradas como dioses. El indios que han logrado remontar un cerro dificultoso y han logrado arribar  al paso, agradecía a Pachacamak y exclamaba: "Apachecta", es decir, "A aquel que me ha dado fuerzas" . (43).

    [Minería indígena,  socavones   y cochas de riego].

    (Sigue el texto). "Los antiguos indios labraban minas de oro, plata y otros metales. Estas operaciones mineras probablemente los prepararon para otros trabajos de destreza ingenieril. Sus acueductos son grandes obras, tal como puede observarse en Pica, en la provincia de Tarapacá.  donde existen socabones [sic! en español ] o túneles (44) de tres mil yardas de longitud [= 2.798 m ó 2,8 km] excavados a través de montañas de arenisca para suministrar agua para el regadío, para lo cual aún hoy son utilizados. Estos túneles tienen cuatro pies de ancho [=1,22 m] y seis pies de alto [=1,83 m] y cada  cien yardas [91,5 m]  existe una lumbrera  o conducto de ventilación [ventilating shaft], al estilo de nuestros túneles de ferrocarril.  El agua así colectada es conducida a las cochas [sic! en español] o reservorios desde los cuales es distribuida a las chacras o  fincas [farms]  y viñedos [vineyards].(Bollaert, 1854:154-164). 

    (Fin de trabajo).


    Addendum. Con el fin de aportar algún otro elemento que nos ayude a interpretar correctamente el pensamiento etnológico de Bollaert, nos ha parecido oportuno citar aquí otra muy breve pero interesante referencia a los grupos étnicos Changos. Procede de otro trabajo suyo, igualmente muy poco conocido  y casi nunca citado. Este artículo está dedicado al examen del tema -por entonces intensamente  debatido- sobre el posible origen americano de ciertas enfermedades, especialmente las  venéreas. El trabajo se titula:  "On the alleged Introduction of Syphilis from the New Word. Also some notes on the Local Imported diseases into America", y fue publicado en el Journal of the Anthropological Society, año 1864: cclvi- cclxix.

    "Viniendo del Perú a Chile por tierra, a lo largo de las playas del desierto de Atacama en 1829-30, me encontré con  algunas familias indígenas conocidas como Changos  (45). Yo no observé [síntomas de] esta enfermedad (sífilis) entre ellos. Estuve  posteriormente  entre los indios Araucanos y tampoco vi o escuché que ellos fuesen atacados por ella [were so afflicted]". (1864: cclvi; énfasis nuestro).


    Notas nuestras a la descripción antropológica de Bollaert.

    (1) Los apellidos Choque, Chambe, Ayavire  y Taucare suelen escucharse aún hoy en varios pueblos del interior de Tarapacá.

    (2) Bollaert siempre escribe "Aymará";  jamás  Aymara; mucho menos Aimara. La lengua aymara no posee voces acentuadas en la última sílaba: tal costumbre es una clara  influencia del español.

    (3)  Entre estos idiomas "bárbaros", estaban el puquina y el chipaya, en el sur  y sureste respectivamente, y el  idioma  muchik o mochica en la costa norte del Perú.

    (4)  La lengua de los atacameños o lickan antai fue el kunsa, lengua totalmente diferente de sus vecinos y de origen lingüístico por ahora desconocido. Respecto de los changos, el autor  no solo no les atribuye lengua propia sino que tampoco les otorga  un ser étnico definido y propio.  Dice: "no constituyen una tribu separada como  algunos afirman". Varias citas suyas posteriores, en este mismo trabajo, apuntan a validar la misma opinión suya, a medida que traba contacto directo con numerosos changos pescadores, en diferentes puntos de la costa. Es bastante evidente,  a juzgar por  las citas  de sus trabajos, que para Bollaert los Changos que conoció personalmente en sus viajes por la costa no constituyen una etnia o grupo indígena autóctono propiamente tal,  sino tan solo grupos de familias pobres de pescadores radicados en la costa árida norte chilena y dedicados desde antiguo a la pesca y salazón  y comercio de pescado  seco. 

    (5)  En el puerto de Cobija - desde antiguo, uno de los  lugares tradicionales de asiento semi-permanente de changos- Bollaert se encuentra con pescadores Changos a los que él considera  no indígenas, sino mas bien mestizos ("half Indian"). Su opinión es tajante al respecto. Porque observa en ellos, sin duda, muchos rasgos culturales de influjo occidental y carecen de lengua propia. 

    (6)  Después de nueve días de navegación con rumbo sur, los viajeros topan nuevamente con  pescadores. Por la frase que sigue en el texto, nos consta que se refiere a changos pescadores, que emplean la balsa de cueros de lobos marinos. Señala explícitamente que hablaban español. Este notable interés suyo por averiguar sobre su lengua  y costumbres, revela su interés por indagar más sobre su condición étnica.

    (7)  En la caleta de Cardón  les salen al encuentro otros changos, en sus balsas típicas, las que son aquí someramente descritas. Los Changos les detienen para intercambiar con ellos su producto más típico de comercio: el pescado seco o "charquecillo" que ofrecen trocar por harina y coca. En estos parajes, era prácticamente desconocida la moneda, y se recurre, desde tiempo inmemorial,  al tradicional trueque. La coca es un  elemento vital e indispensable en todas las culturas  peruanas, y su uso se encontraba  muy afianzado no sólo entre los indígenas, sino también  entre los mestizos  y gente del pueblo.

    (8)  Nótese que Bollaert llama "congro" (sic! por congrio) al tipo de pescado comúnmente más empleado en la confección del "charquecillo". El congrio  (Genypterus chilensis y G. maculatus)  presenta al menos dos especies en esta zona: el congrio colorado y el congrio negro. Entre las numerosas especies de peces habitantes de esta zona litoral, sujeta al influjo de la Corriente fría de Humboldt, al parecer sólo estas especies se prestaban perfectamente para  producir el excelente "charquecillo", producto muy apetecido por "las provincias de arriba", al decir de los autores coloniales españoles. 

    (9)  Nuevamente se refleja aquí el interés del viajero Bollaert por  conocer más acerca de su lengua. Por eso destaca aquí expresamente que hablan el español pero apunta que entienden el aymará y el atacameño. Siendo los Changos pequeños grupos  pescadores y  necesitados, para sobrevivir, del comercio y trato con las etnias vecinas,  era obvio que manejaran la lengua de éstos, al menos a un nivel básico de mutua inteligibilidad.

    (10)  Al sur de Paposo, donde ya se insinúa una algo mayor pluviosidad anual, aparece en escena la otra actividad económica que los Changos muy pronto aprenden de los españoles: la crianza de cabras y asnos que viven del ramoneo de la escasa y raquítica vegetación costera, mantenida por la niebla húmeda, o "camanchaca". Estos animales les proveerán de carne, grasa, leche y cuero para sus escasas manufacturas.

    (11). Duda Bollaert con razón de la profundidad y arraigo de su fe cristiana por la escasa y superficial evangelización de que han sido objeto. A causa de la lejanía, rara vez sus rancheríos eran visitados por sacerdotes católicos  que tenían que acudir sea desde Chiuchíu (en la provincia de Antofagasta), o desde Copiapó  (en la provincia de  Atacama). Por lo general, tales visitas ocurrian  rara vez más de una vez al año, con motivo de sus fiestas patronales.

    (12). Alude aquí el autor a otro de sus rasgos culturales más típicos: su constante movilidad o transhumancia norte-sur. Agotada la pesca o el marisqueo en un sitio, se movían inmediatamente a otra caleta desierta llevando consigo a bordo de sus balsas su escasísimo  mobiliario y vajilla, además de la techumbre (cueros) de sus humildes chozas.Testigo fiel de esta costumbre inveterada fue don Pedro Vicente Cañete y Domínguez, Gobernador interino de Potosí,  en su notable descripción del Puerto de Santa Magdalena de Cobija  en el año  1791  (Cfr.  H. Larrain  editor, "Noticia Tercera" del Puerto de la Magdalena de Cobija, en Norte Grande, Revista del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Vol. I, Nº  1, 82-87, Marzo 1974). 

    (13)  Sus esporádicos viajes al interior, atravesando el desierto, obedecen a la necesidad de intercambiar su "charquecillo" (charqui de congrio) con los habitantes de los oasis interiores de Atacama o la lejana ciudad frontera de Copiapó, a cuyo distrito, según el texto,  pertenecen.  El "charquecillo" era un alimento seco, muy apreciado  en tiempos coloniales, por su gran durabilidad y riqueza proteica, el que los viajeros podían estar seguros de vender allí o trocar  por los elementos que ellos más necesitaban:  sebos, velas, azúcar, harina, lana, textiles y, por cierto, la siempre infaltable coca.
      
    (14)  Es interesante  recalcar aquí que, según Bollaert,  los Changos que visitaban Copiapó con sus productos eran allí bien conocidos como comerciantes viajeros pero no eran considerados como pertenecientes a una tribu indígena.  Y esto ocurría hace ya  193 años!. Téngase esto presente cuando hoy circulan voces y rumores de personas bien intencionadas que buscan entre sus descendientes redescubrir y legitimar su pertenencia actual (año 2020) al mundo cultural indígena del Chile del presente.

    (15) Bollaert es explícito al respecto: para él, los Changos son grupos de familias de pescadores de condición pobre pero que no conforman propiamente una tribu indígena al estilo de los grupos indígena del interior de Tarapacá cuyo modo de vivir, lengua y costumbres él muy bien conoce y describe en varios de sus trabajos.

    (16)  Para satisfacción de demógrafos y etnólogos,  Bollaert intenta  aquí darnos una cifra aproximada de su población total, en el sector de costa comprendido entre Cobija y la costa de Copiapó, basándose en sus averiguaciones y propias observaciones de terreno.  Sin duda, hay en sus cifras un rango de incertidumbre al atribuir, por ejemplo, un tal alto número de viajeros Changos de viaje,  atravesando el desierto. Ciertamente sabemos que se movían mucho, incluso traficando tierra adentro, pero ¿serían realmente tantos cuando el mismo Bollaert nos indica que tales viajes  hacia el interior se hacían solo ocasionalmente?. Pese a sus esfuerzos por contarlos y apreciar su número total, queda aquí evidentemente un manto de duda.

    (17) El sacerdote jesuita español Joseph de Acosta, escribió  su tratado: "Historia Natural y Moral de las Indias....", publicado por Juan de León, Sevilla en el año 1590. (Cf. edición preparada por Edmundo O`Gorman, México, 1962).

    (18)  El "dialecto Chinchasuya" de Bollaert, parece probablemente referirse al Muchik, lengua hablada en la cultura Mochica y Chimú y que fuera posteriormente totalmente desplazada por el quechua.

    (19) En efecto, los primeros españoles, estudiosos de la lengua quechua y aymara, provistos de una formación clásica en latín y griego,  trataron infructuosamente de acomodar las nuevas lenguas al esquema lingüístico clásico del latín o griego, forzando así los idiomas nativos . 

    (20)  Esta es al parecer una referencia concreta, la que no hemos podido corroborar.

    (21)  La presente cita del Dr. Pazos revela el profundo  interés del Bollaert por  penetrar y profundizar en la lengua de los aymaras. En sus encuentros con los pescadores Changos, Bollaert tratará de averiguar si poseen alguna lengua propia, lo que, después de sus pesquisas,  finalmente descarta por completo. 

    (22)  Asigna  en su época  una población de 6.000 aymaras para la provincias de Tarapacá, con una población total de unos 10.000 habitantes. Dato que seguramente obtiene el autor de la administración peruana de la época, tal vez transmitida   a través de  su amigo  el magnate salitrero  inglés George Smith,  con quien realiza en el año 1828 un extenso viaje de reconocimiento de la Provincia, por petición expresa del entonces presidente  del Perú, el general  don Ramón Castilla.

    (23)  Bollaert  recoge aquí una leyenda o mito  difundida entre los Aymaras. Este hecho nos revela, una vez más,  su peculiar interés por conocer profundamente la cultura y tradiciones de los pueblos entre los que le ha tocado trabajar.  Para nosotros, este gesto,  habla muy bien de  la autenticidad y veracidad de sus informaciones, recabadas generalmente de labios de los propios habitantes.

    (24) Es perfectamente imaginable que los mapuches o araucanos hayan hecho uso del quipu peruano, por cuanto tuvieron estrecho contacto con los Incas en su denodada lucha  por defenderse de su expansión hacia el sur del río Maule. Tal como muy tempranamente se apoderan ellos y utilizan, igualmente, el caballo de los conquistadores, adaptándolo a sus largas travesías o correrías.

    (25)  Bollaert, de nacionalidad inglesa, era de religión anglicana y por ello se deja ver aquí claramente su reticencia y recelo con respecto al catolicismo romano y sus expresiones ceremoniales y creencias, lo que aquí no deja de estampar.

    (26)  El "mijo blanco" aquí referido ciertamente no puede ser otro sino la quínoa  (Chenopodium quinoa), cereal autóctono producido en el altiplano y que era para ellos tan importante como el propio maiz  (Zea mays).

    (27)    Referencia clara a los pescadores Changos de la costa sur del Perú. No los cita  aquí por su nombre sino tan solo  como "pescadores indios".  Se refiere aquí en general a sus balsas de cueros de  focas inflados, sin entrar, por desgracia, en mayores detalles sobre su manufactura  que considera  muy ingeniosa.

    (28).  Referencia explícita a los callaguayas  médicos indígenas o curanderos ambulantes, originarios de la provincia boliviana Bautista Saavedra, que conocían las propiedades medicinales de numerosas plantas nativas y que hacían extensos recorridos llegando hasta la costa del Perú. Trocaban sus hierbas medicinales y  remedios caseros por productos básicos de las poblaciones que visitaban  periódicamente.  Bollaert debió toparse con ellos varias veces en su extenso recorrido por el sur del Perú, por lo que pudo formarse una idea bastante precisa  acerca de sus capacidades  médicas, las que pone en duda. Hablaban  (y aún hablan) una lengua  propia,  con aportes del quechua y del puquina  cuyos orígenes se pueden rastrear hasta la época final de Tiahuanaco.  Hasta hoy constituyen un grupo étnico muy sui generis que ha recibido el reconocimiento oficial de la UNESCO  como "obra maestra del patrimonio oral e intangible de la Humanidad" en el año  2003.

    (29). Se refiere aquí al árbol que crece en la Amazonia boliviana llamado  científicamente Cinchona officinalis  (quina) cuya corteza fuera intensamente utilizada como febrífugo muy eficaz. Intensamente explotado por siglos y utilizado para combatir la malaria,  hoy este árbol es sumamente escaso en la selva amazónica y  por ello muy poco conocido, salvo por los callaguayas  o médicos herbolarios indios. 

    (30). Casi seguramente se trata aquí de Tana,  quebrada  también llamada de Camiña, que desemboca en el mar con un escaso flujo de agua a unos 2 km al norte de Pisagua. No existe,  que sepamos, ningún topónimo con el nombre de Tara en esta región del país.

    (31). Estos cráneos, alargados artificialmente, para la especialidad de antropología fisica denominada  craneometría son  llamados "dolicocéfalos",  y han sido hallados no sólo en las culturas peruanas, sino también en China, Croacia y  otros lugares  en tiempos muy tempranos. Durante mucho tiempo, su forma causó la extrañeza de los especialistas hasta que fueron halladas, en algunas tumbas, las tablillas e instrumentos utilizados para deformar el cráneo de los infantes. Su empleo obedeció tanto a razones de diferenciación étnica como a la búsqueda de una pretendida belleza física.

    (32). Era la costumbre en la época de los grandes viajes de exploración de los europeos, el obtener rarezas culturales de los pueblos que visitaban destinadas a ser exhibidas en los grandes Museos de Europa.  Esto fue válido no solo para  ejemplares de flora y fauna, desconocidos en Europa y aún no estudiados por la ciencia, sino también para  objetos, monumentos o habitantes de los diferentes pueblos catalogados como "salvajes". En la época de Bollaert estaba en su apogeo el interés por la craneometría y el estudio de las razas humanas. Era la época de esplendor de los estudios de antropometría humana uno de cuyos máximos exponentes fue el francés Paul Pierre Broca (1824-1880).  Este afán por  reunir abundantes colecciones de cráneos y esqueletos humanos de lugares remotos, llevará también al médico patólogo alemán Otto Aichel a excavar numerosas tumbas en la costa de Antofagasta, en la década del 20 del pasado siglo. Desde la época del viajero  y naturalista francés  Alcide D´Orbigny  (1802-1857) y su viaje a América  y aún antes,  se puede rastrear este frenético y casi enfermizo interés por estudiar y catalogar las razas humanas para descubrir el posible lugar de origen del hombre y sus desplazamientos en el planeta.

    (33). Tal como lo hemos dicho más arriba, se trataría de un sitio muy próximo a la quebrada de  Tana o Camiña.

    (34).  Como en el sitio Stonehenge, en el condado de Wiltshire, al norte de Salisbury, en el extremo sur de Inglaterra. Monumento megalítico datado por el radiocarbono en los inicios de la Edad del Bronce, entre los 3.000 y 2.000 antes de Cristo. Sitio arqueológico declarado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad en  1986.

    (35). Bollaert, buen observador, se da perfecta cuenta que la momificación de los cuerpos humanos hallados en las tumbas del sur del Perú era producto no de un proceso de embalsamamiento artificial (como en el Egipto antiguo), sino era un proceso natural debido al clima extremadamente del desierto  y la alta salinidad del suelo.

    (36). El primer plano conocido del pucará de Lasana se debe al sacerdote jesuita Gustavo Le Paige, S.J.  en el año  1957/58 (Ver  "Antiguas culturas atacameñas en la cordillera chilena", IIº Parte, Anales de la  Universidad Católica de Valparaíso, Nº 4-5,    1957/58: 15-143;   frente pg. 131).

    (37)  Referencia al hallazgo, en 1822, de los restos dispersos de un meteorito caido cerca de la Aguada de Imilac (24º 01´ S.).  Confundido su material inicialmente con  mineral de plata,  fue  intensamente buscado por indígenas de Atacama y luego por sabios naturalistas, como nuestro viajero Rodulfo Amando Philippi, quien describe  prolijamente sus intentos por hallarlo,  en su obra Viaje al Desierto de Atacama, Halle, Sajonia, 1860.

    (38)  Describe muy acertadamente Bollaert el sistema de factura de los "Pintados",  diseños hechos en pampas y laderas de cerros en el desierto  de Tarapacá, hoy conocidos como "geoglifos" en la literatura arqueológica americana. La denominación "geoglifos" se atribuye a la Dra. Grete Mosty,  arqueóloga y etnóloga austríaca radicada en Chile,  en uno de sus trabajos (Mostny,  "Pictografía rupestre", Noticiario Mensual del Museo Nacional de Historia Natural, Año VIII, Nº 94, Mayo  1964).  Con anterioridad, se utiliza más bien el término "pictografías", como lo hace, por ejemplo, A. Plagemann en su trabajo pionero, publicado  en Hamburgo, en el año1906. (Plagemann, 1906:  5-87).

    (39). Acierta plenamente Bollaert al afirmar categóricamente que en los cerros de Pintados (Coordenadas  20º 37´S)  se halla el lugar de máxima concentración de geoglifos en la provincia de Tarapacá. Esta escueta afirmación nos revela el notable grado de conocimiento que poseía Bollaert sobre ésta y otras manifestaciones artísticas de los antiguos habitantes. 

    (40). Nos sorprende una vez más el autor por su acuciosidad en señalar y querer conservar las medidas exactas de las figuras de geoglifos que encuentra  en la zona de Pintados.


    Comentario final. 

    En esta porción traducida del trabajo de William Bollaert del año 1854 destacan numerosas referencias de gran interés tanto para el geógrafo, como para el arqueólogo, etnólogo o aún el lingüista. Casi no hay aspecto  de la antropología de la región  que escape a su atención preferente. Pero, en particular, nos ha interesado aquí mostrar y analizar sus referencias, poco conocidas, sobre los Changos pescadores con los cuales departe muy tempranamente (desde el año 1826)  en Iquique y especialente duranter su notable travesía por mar, en un falucho a remos, desde  Iquique hasta Taltal en una época algo anterior a la breve visita del comerciante francés Moerenhout, en el año 1828 y, poco después, del viajero francés Alcide D`Orbigny quien recalará en Cobija en el año 1832. (Véase el capítulo alusivo en nuestro blog: eco-antropologia.blogspot.com  bajo el nobre de "Cobija en 1828: la notable descripción del francés Jacques Antoine Moerenhout", (editado por nosotros el 27-11-2012).

    A lo que creemos,  las numerosas referencias de Bollaert  a los pescadores Changos y su modo de vida en el mar están entre las más antiguas  conocidas en el siglo XIX  y tienen, a nuestro modo de ver,  la indudable ventaja sobre otros testimonios de provenir de un personaje  que trabajó y  residió varios años en la zona de Iquique, cuando se desempeñaba, desde su arribo en el año 1826, como "ensayista de metales" en las cercanas minas de plata de Huantajaya. Otros viajeros, como Francis O´Connor, René Lesson,  Jacques Antoine Moerenhout o el propio Alcide D´Orbigny y algunos otros más, son más bien  "aves de paso" en el área por la brevedad de su estadía u observación.

    Confiamos, pues, más en la veracidad y autenticidad del testimonio de Bollaert por haber sido él el único que tiene la audacia de emprender un agobiador viaje costanero, en un falucho a remos, escudriñando el  área litoral  durante muchos días, y recalando en cada caleta o abrigo de la costa. Hecho totalmente inédito para la época, que nos está revelando su profundo interés por conocer a fondo toda la región.  Es gracias a su reconocida capacidad de observación que mereció recibir, del general Ramón Castilla, la difícil comisión de describir la provincia de Tarapacá, tarea que realizará a satisfacción. 


    Observación final. Este trabajo, con varios cambios, fue enviado con fecha  10 de febrero 2020 a publicación a la revista "Taltalia" número 12, del Museo Arqueológico de  Taltal, donde apareció con fecha 17 de abril del 2020. Allí, nuestra colaboradora Srta. geógrafa  Daniela  Rivera Marín ha incluído varios Gráficos y Tablas propios, que enriquecen notablemente  este estudio.






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