domingo, 12 de julio de 2020

Recordando la figura del abate Juan Ignacio Molina al cumplirse los 280 años de su nacimiento: Reseña de su vida y obra.


¿Quién fue  el abate Juan Ignacio Molina y  qué importancia tiene para la historia cultural  de Chile?. Es lo que intentamos explicar en este capítulo del blog. 

Fig. 1.   Retrato del  abate Juan Ignacio Molina a sus  65 años de edad (1805), obra del  pintor Giambattista Trulli y grabado por Francesco Rosaspina. Tomado de la obra  de Molina: "Ensayo sobre la Historia Natural de Chile", Bolonia, 1810; edición y traducción de  Rodolfo Jaramillo, Santiago de Chile, 1987: Introducción, iv.

Hace 280 años, en la hacienda de Huaraculén.

Se acaban de cumplir, el 24 de Junio de 2020, los 280 años del nacimiento de uno de los más grandes sabios chilenos. El único americano que obtuvo reconocimiento internacional en su tiempo: el jesuita Juan Ignacio Molina, notable naturalista, zoólogo y botánico, nacido en nuestro suelo patrio. A lo que parece, ni en su lugar de origen (junto a la ciudad de Villa Alegre, cerca de Molina) ni en la capital (Santiago) alguien en Chile ha prestado atención a este glorioso aniversario. Y según creo, ni siquiera los botánicos o los zoólogos, en cuyo gremio Molina particularmente militó -y en grado eximio- desde las aulas de la  Universidad de Bolonia  (Norte de Italia), entre los años 1775 y 1829, fecha de su muerte. Como en tantos otros casos, este aniversario ha pasado despercibido en su patria de origen. Probablemente, también en Europa.

Una numerosa bibliografía.

Para  informarnos mejor sobre su vida y obras, hemos revisado y leido con cuidado varios escritos sobre su persona. Pero no pretendemos aquí hacer una biografía completa de nuestro personaje. Tampoco hallará el lector aquí una semblanza original sobre el Abate Molina salvo, tal vez, en el modo quasi periodístico de presentar y destacar su figura y su riquísima herencia cultural.  
Sobre Molina y sus obras se ha escrito mucho tanto en Chile como en el extranjero; en  la bibliografía que añadimos al final de este trabajo, hemos puesto solamente aquellas obras que hemos citado o que consideramos más representativas y/o accesibles para penetrar mejor en su legado científico y humano.

No pretendemos  agotar el tema...

 No hemos tenido, pues, aquí, ni mucho menos, la pretensión de decir la última palabra. Creemos que solo alcanzamos a esbozar su figura con el objeto de que nuestros lectores, especialmente los jóvenes, investiguen por su cuenta y profundicen en aquellos aspectos de su interés particular. Porque la figura de Molina y su vasta obra, permiten muchos acercamientos, dada la  multiplicidad de temas que él abordó en su tiempo, con soltura, profundidad  y pleno  conocimiento de causa.  

Recordando al sabio.

Hoy, conmovidos por la horrorosa pandemia del Coronavirus que nos aqueja y que ha cobrado ya tantas vidas, queremos hacer un justo reconocimiento a su memoria para enseñanza de los jóvenes estudiantes chilenos y para enaltecer, al menos con este gesto tardío,  su figura de sabio en nuestra historia patria.  También él, sufrió, en carne propia,  el temible contagio de la viruela, epidemia que casi segó su vida cuando muchos de sus coterráneos sucumbían a su alrededor.
Fig. 2.  Reproducción del busto de Molina confeccionado por el escultor italiano Innocenzo Giungi cuando  Molina tenía 85 años (esto es en 1825, cuatro años antes de su muerte). Fué traido a Chile  gracias a las gestiones del historiador Benjamín Vicuña Mackenna en el año 1855. Hoy se expone en nuestro Museo Histórico Nacional en Santiago de Chile.

Fig. 3.  Portadilla de la obra de Juan  Ignacio Molina: "Ensayo sobre la historia Natural de Chile", 1810,  traducida por primera vez y anotada por el ingeniero agrónomo chileno Dr. Rodolfo  Jaramillo Barriga en 1987, en Santiago de Chile (ver bibliografía).

 Primera traducción de la obra cumbre de Juan Ignacio Molina.

Un  ingeniero agrónomo chileno don Rodolfo Jaramillo Barriga, al acercarse los 250 años del nacimiento del Abate Molina (1990), tuvo la genial ocurrencia de traducir al castellano y publicar, por vez primera,  la obra máxima de Molina, que lleva el nombre de  "Ensayo sobre la Historia Natural de Chile" (Ediciones Maule,  Santiago de Chile,  1987,   386 p.). Este esfuerzo demandó a su autor años de trabajo arduo no solo por la traducción emprendida  (tarea nada fácil, tratándose de una obra plagada  de terminología biológica antigua), sino también por su prolija búsqueda de las numerosas fuentes que Molina cita,  en forma incompleta, al estilo de la época.

Recordando con admiración su egregia figura.

Al haberse cumplido hace unos pocos días un  nuevo aniversario (número 280) de su nacimiento, nos hemos atrevido a pergeñar estas modestas líneas para  recordar y reactualizar, una vez más, su  figura y sus producciones científicas, tan alabadas en su época pero tan olvidadas hoy.

"El gran olvidado".

Molina ha sido, lamentablemente,  uno de los "grandes olvidados" en  nuestras aulas. En nuestra época ya lejana  de colegio (1939-44) se nos enseñó  a conocer a Lamarck, a Linneo, a Darwin; tal vez a Buffon, a Gregor Mendel y Ernst Haeckel, pero jamás escuchamos hablar de nuestro coterráneo el gran naturalista y biólogo Juan Ignacio Molina González. Esto a pesar de haber tenido nosotros como profesor de biología también a un jesuíta admirador de Molina, el  P. Guillermo Ebel, S.J., biólogo, quien nos introdujo en las temáticas del saber científico. No recuerdo que él  nos hubiera hablado alguna vez del abate Molina y su admirable obra.

Nuestra juventud necesita tener hoy ídolos de fuste, de valor histórico.

Hoy (2020) la situación cultural nos parece preocupante, a pesar del fabuloso instrumental de búsqueda de información que nos brinda Internet a través de Google. La juventud de nuestro tiempo, mucho más interesada en aprender  los bailes de moda como el regaetón que la historia y geografía patrias y sus héroes, ignora hoy, casi por completo, la figura de este preclaro chileno, el más notable de su época.  Lo hemos podido constatar con mucha pena con sobrinos  nuestros, alumnos de connotados colegios de la capital. 
Nuestra juventud actual, ansiosa de goces y placeres inmediatos, necesita, sin embargo, de auténticos modelos que les abran nuevas perspectivas, nuevos horizontes, nuevos derroteros. Que les enseñen a "ver" más ques solo a mirar". Molina a través de su vida y obra, nos muestra méritos de sobra para  servir de maestro y guía luminoso. Fue maestro y guía en su tiempo y al estudiar su notable vida, sigue encendiéndonos hoy con su entusiasmo y su pasión por el estudio profundo de la Naturaleza.  ¡Hay tanto todavía por hacer, tanto por descubrir!. ¡Y tanto por denunciar!.

¿Por qué recordamos hoy a Juan Ignacio Molina?.

  Enumeremos escuetamente sus méritos. 

a) Molina fue el primer americano en ser incorporado a una de las más prestigiosas academias científicas de la Europa de su tiempo, la Academia de Ciencias de Bolonia; 
b) el primer hombre de ciencia que audazmente se anticipó al propio Charles Darwin en la formulación de una teoría de la evolución de las especies;  
c)  el primero en esbozar un cuadro completo de la naturaleza en  nuestro país, destacando  los elementos más notables en su geografía, geología  y seres vivos;
d) el primer botánico y zoólogo chileno que describe minuciosamente, por primera vez en forma científica, parte importante de nuestra flora y fauna nacional;
e) el primer científico chileno que utiliza voces de la lengua mapuche en la descripción científica de las especies para referirse a la  flora y fauna del país,  reconociendo  la utilidad y riqueza de  esta lengua aborigen que el conoce bien.  Así, denominará Acacia caven a nuestro espino de la zona central de Chile:  caven es el nombre de esta planta  en mapudungun, o lengua mapuche;
f) el primero que valientemente la adapta a la nomenclatura científica binominal (compuesta de género y especie) recientemente introducida por Karl Linné (Linneo) y expresada en su Systema Naturae ("El Sistema de la Naturaleza", obra suya escrita en latín en 1735); 
g)  uno de los primeros en proponer audazmente una teoría sobre el poblamiento de América  desde el Asia, adelantándose a su época, teoría comprobada por la ciencia del siglo XX  (Cf. Jaramillo, 1968). 
h) el primero que se atreve a contradecir o refutar, con valentía y decisión, a autores extranjeros (europeos) de moda, que  pontificaban sobre América  y sus aborígenes,  sin haberlos conocido jamás  de cerca.   

Méritos éstos que le han sido ampliamente reconocidos tanto en su época, por el Barón de Humboldt,  como en la actualidad (Gunckel, 1929, Encina, 1946, 1952  inter alia; consultar bibliografía infra).

 
Fig. 1.   Este busto del abate Molina se encuenta hoy en la ciudad de Bolonia. La primera versión de éste, hecha en terracota por Innocenzo Giungi en 1825, cuando Molina ya tenía 85 años de edad, fue seguida de ésta,  tallada en mármol y expuesta  hasta hoy en la ciudad de Bolonia, al lado de las figuras de  eminencias científicas como los astrónomos Copérnico y Galileo.

Fig. 2.   Portada de la obra más importante del abate Molina, publicada en el año 1810  en Bolonia, Italia, (¡hace 177 años!), y traducida del italiano al castellano hace tan solo 33 años por el ingeniero agrónomo chileno don Rodolfo Jaramillo Barriga (1919-2010). Fue editada en Santiago de Chile el año 1987. (Cf. bibliografía).

¿Por qué no fue traducida antes?.

Por extrañas circunstancias que no atinamos a  explicar bien, (y que sospechamos tienen que ver con la acusación de herejía que  se le imputó en su tiempo),  nunca antes había sido traducida del italiano (su lengua original)  a alguna otra lengua moderna.  Es ésta, en consecuencia, la primera traducción de la obra cumbre de Molina  publicada originalmente  el  año 1810. Mérito indiscutido de su traductor y editor.

¿Quién fue, pues,  el abate Juan Ignacio  Molina?.

Nacido el  24 de Junio del año 1740, en la hacienda de Guaraculén,  en Loncomilla  (Linares), poseía sangre de ilustres españoles venidos en el siglo XVI a Chile y, por el lado materno  (González),  de ancestros portugueses. El Dr. Rodolfo Jaramillo  registra también ancestros mapuches, en su sangre. 
El joven Molina entra a la Compañía de Jesús (Orden de los jesuítas) en el año 1755, a la edad de  15 años, en el Noviciado San Francisco de Borja, en la ciudad de Santiago de Chile. Realiza sus largos estudios de humanidades clásicas (griego y latín)  y ciencias en la casa de Bucalemu, lugar donde ya empieza a hacer minuciosamente sus observaciones y anotaciones botánicas y zoológicas.

 ¿De dónde le brota esta auténtica pasión por el estudio de la Naturaleza?.

Esta fuerte atracción por conocer la naturaleza y sus diferentes producciones (tanto inertes como vivas), no le vino solamente por sus genes ancestrales;  por lo que sabemos, le fue también tempranamente transmitida por su padre quien poseía en su casa colecciones de historia natural, según nos informa el señor Antonio Santágata, naturalista, confidente de Molina y uno de sus primeros biógrafos. Podemos imaginar, pues, sin temor a equivocarnos, a nuestro joven Molina contemplando y explorando, extasiado, los objetos y elementos que despiertan y agudizan su natural curiosidad intelectual. El propio abate nos describe esta pasión suya:

"Mi caracter me llevó, desde mis más tiernos años a observar las producciones de la naturaleza y particularmente los animales, por lo cual, mientras viví en el pais hice todas las investigaciones posibles...; desde mi juventud me había dedicado a observar sus riquezas naturales y a instruirme en sus acontecimientos, con intenciones de  publicar sus resultados para beneficio común de mis compatriotas" (citado por Rodolfo Jaramillo, editor,  1987: Introducción, xxxii).

La Europa de entonces poco o nada sabe de ese lejano país llamado Chile. Por eso Molina se muestra muy interesado por hacer  conocer a su país. No tan solo por su rica y curiosa vegetación y fauna, pues otros viajeros ya en parte lo habían hecho, como los franceses Feuillée (1714) y Frézier (1717), o los españoles Ruiz y Pavón (1794). El se impone, por tanto, la laboriosa tarea de demostrar que, en muchos campos del saber, la naturaleza de su lejano país  es digna del mayor interés para la ciencia y los científicos de todo el mundo.

A continuación, enumeramos la enorme variedad de tópicos que  abarca su obra.

Contenido de  su obra.

Con el objetivo  "de dar a conocer su país", en la culta Europa de su tiempo,  el abate  se referirá, en detalle, en sendos capítulos ad hoc, a numerosos aspectos propiamente geográficos del territorio. Así,  nos relata,  entusiasmado:

Sobre sus islas, costas, lagos, montañas,  clima,  volcanes, cielos, vientos,  ríos y vertientes;
sobre las enfermedades y epidemias;
sobre su agricultura, pastoreo, pesca y caza; sobre temblores y terremotos y su  efecto destructivo;
sobre sus minerales, feracidad de la tierra y sus aguas termales;
sobre su agricultura y forestación;
sobre su geología, rocas, minerales y piedras preciosas;  tipos de tierras y arenas; sobre  la explotación de la sal marina, sulfatos, nitratos, asfalto, pez y azufres;  sobre la presencia  y explotación de diferentes metales  y sus minas.
Sobre las especies de la flora nacional se extiende ampliamente,  deteniéndose en cada una de las especies de árboles, arbustos y hierbas que ha observado y estudiado detenidamente (Cf. pp. 127-201 del texto de su "Saggio .." del año 1810; edición de R. Jaramillo, 1987).

Especial énfasis en la zoología del país.

El  Libro IV de su obra de  1810 está dedicado íntegramente a  la descripción de los animales propios y característicos de Chile, a través de  23 capítulos (1810: 205-297), finalizando este Libro con unos párrafos dedicados a analizar la situación de la ganadería en el Chile de su tiempo.

Por fin, la obra termina describiendo  someramente los grupos indígenas de su país, señalando que ya se ha  referido a ellos más in extenso en su tercera obra, el "Saggio sulla storia civile del Chile" (1787).
  
El destierro de su patria, Chile: los avatares de su viaje a Italia.

Siendo aún estudiante de teología, en 1769,  teniendo 29 años, es expulsado de Chile por orden del rey Carlos III de España, al igual que todos los jesuitas de Chile y América. Tras una agotadora navegación a través del Cabo de Hornos,  llega desterrado, junto a sus compañeros jesuitas,  a los Estados Pontificios (puerto de Ostia) y es destinado a la pequeña ciudad de Imola, cerca de Bolonia.

En esta última ciudad y su famosa universidad -considerada entonces como la más antigua del mundo-, termina por fin sus estudios y se ordena de sacerdote en 1773, meses antes de la definitiva supresión de su Orden, la Compañía de Jesús, decretada por el Papa Clemente XIV por insistentes presiones ejercidas sobre la Santa Sede por la confabulación de los reyes Borbones de Francia, España, Nápoles y Portugal.

¿Sobreviven comunidades de jesuítas tras la supresión de su Orden?.

El Breve pontificio de supresión de la Compañia de Jesús se denominó  en latín: "Dominus ac Redemptor" ("El Señor y Redentor") y fue  emitido el  21 de Julio del año 1773. La orden pontificia, sin embargo, no se llegó a ejecutar ni en Prusia ni en Rusia, donde la zarina Catalina la Grande los acoge y protege. Extrañamente, -cosas de la Providencia divina-  son un príncipe protestante y una reina ortodoxa quienes los protegen por entonces. La Orden jesuíta, de este modo, logra  sobrevivir, aunque precariamente,  en dichas naciones.

Llegada a los Estados Pontificios.

Casi 5.000 jesuítas deben así abandonar para siempre los dominios de España y lass colonias americanas. A los ex-jesuítas, se les prohibe vivir en número superior a dos en una misma casa, por temor a una posible reorganización. En Bolonia, ya sacerdote, vivirá por tanto solo, y se incorporará muy luego al claustro de profesores de la citada Universidad, lo que le permite sobrevivir decentemente. Su dominio del latín y del griego, además del francés, le facilitarán enormente esta destinación. Igualmente, aunque recibe un mísero estipendio de España, por acuerdo pontificio, -estipendio que a veces no le llega-. sobrevive dando clases particulares de latín, griego y de francés, idiomas que domina a la perfección.

Su labor social.

Además de sus lecciones en la Universidad de Bolonia, Molina da clases particulares a grupos de niños pobres de su vecindario, actividad que realizará hasta su avanzada edad y le granjeará numerosas simpatías en su medio. También dictó clases a algunos hijos de algunas familias adineradas de la ciudad, lo que le permitió vivir con cierta holgura. Además de los idiomas (latín, griego y francés), enseña geografía,  física, cosmología y ciencias de la naturaleza. 

Sus primeras obras sobre Chile.

Muy pronto va a terminar la redacción, en la soledad de su departamento, primero de memoria, (pues aún no recupera sus valiosos manuscritos), los borradores de sus primeras obras, donde, -como el mismo señalara-,  quiere dar a conocer al mundo  las maravillas de su lejana tierra: Chile, región prácticamente desconocida en la Europa de entonces. En sus palabras: "hice todas las investigaciones posibles...con intenciones de publicar sus resultados para beneficio de mis compatriotas".

Rebatiendo  las concepciones  erróneas sobre los indígenas americanos.

A las fantasiosas y antojadizas apreciaciones sobre América y los indígenas americanos expuestas en los escritos de  Cornelius de Pauw  (1733-1799), un erudito holandés, diplomático en la corte del rey de Prusia Federico de Grande, Molina opone con energía su rica experiencia  americana y sus vivencias  personales.
De Pauw nunca llegó a pisar suelo americano y, sin embargo, fue considerado en su época, por sus potentes vínculos con la realeza, el "gran experto" en cuestiones  americanas. Molina se propuso - al igual que Clavijero- destronar a De Pauw de su sitial  y dejarlo en ridículo ante los círculos científicos.
La obra del holandés de Pauw, muy publicitada en los círculos europeos, portaba este pretencioso título: "Investigaciones filosóficas sobre los americanos o memorias interesantes para servir a la historia de la especie humana (publicada en francés  en 1771).

Molina se expresa así, con su pizca de sorna,  sobre la obra de Cornelio de Paw:

"En suma, Paw ha escrito de las Américas y de sus habitantes con la misma libertad que podía haber escrito de la luna y de los selenitas; pero quiere  su desgracia que la América no diste tanto de nosotros como la luna, y así, muchos sabios europeos que han estado en aquellas regiones y que han visto lo que son [los indígenas] por sus propios ojos, afirman lo contrario a lo que afirma Paw y hay otros que, bien instruidos en la historia de las varias provincias de aquel continente, desprecian unas tan voluntarias cavilaciones....".  (Citado por Januario Espinosa, 1946: 114-115; subrayado  nuestro).

Su dominio de lenguas.

Conocedor de varias lenguas (griego y latín; mapuche, francés y ahora  el italiano), Molina  puede comunicarse libremente con los sabios de la época que frecuentan  las aulas de la  Universidad, o consultan su riquísima biblioteca, tal vez la más rica de Italia. En su refugio de Bolonia, Molina será pronto visitado por famosos sabios, entre otros por el alemán Alexander von Humboldt a su regreso de América. La excelente biblioteca de la Universidad le permite, además,  leer ávidamente las obras de los más destacados científicos de su época:  Lamarck, Brisson, Tournefort, Linneo, Waller y Bomaré, así como la filosofía de Locke, Rousseau, Descartes y otros pensadores en boga.

Interés enciclopédico.

Se interesa Molina, como el mismo lo señala,  "por todas las producciones de la Naturaleza", y por eso lee y estudia la zoología, botánica, astronomía,  geografía, mineralogía, química y física a través de los escritos de los más famosos sabios de su tiempo; incluso lee y estudia sobre cosmología y geología. Le calzaría así, al dedillo, a Molina, la conocida expresión de Publio Terencio, el cómico romano nacido el año 165 a.C. : "Homo sum et nihil humani a me alienum puto" ("soy un hombre y [por eso] considero que nada de lo humano me es ajeno").

Posible trato con otros americanos.

 Además de sus coterráneos, desterrados como él, conoce providencialmente en Bolonia  y  probablemente trata con otro ex-jesuíta, desterrado como él, el padre Francisco Javier Clavijero  (1731-1787), ilustre mexicano, nacido en Veracruz,  quien por los mismos años que Molina escribe en Bolonia su famosa Historia antigua de  México, editada en 1787, el mismo año de su muerte. Los objetivos de ambos sabios son muy coincidentes: dar a conocer sus países de origen y  desvirtuar con potentes argumentos las falsas apreciaciones sobre América.

Clavijero, en efecto,  rebate con energía, al igual que Molina, las antojadizas y ridículas  aseveraciones de Cornelius De Pauw sobre los indígenas americanos. Clavigero los conoce tan de cerca  tanto que llega, en su patria natal México,  a dominar el nahuatl, idioma propio de los mexicas. No conocemos estudios que nos informen sobre un posible contacto y comunicación entre estos sabios, ambos ex-jesuítas, y ambos  profesores en la Universidad de Bolonia. Nos parece, sin embargo, casi imposible que, siendo estrictamente contemporáneos (aunque Molina era 7 años mayor), perteneciendo a la misma Universidad (Bolonia) y con intereses tan coincidentes, no hayan trabado alguna relación y, tal vez, intercambiado experiencias,  información  y probablemente, bibliografía. Sin embargo, en vista de la suspicacia que recaía sobre su antigua Orden religiosa tras la supresión ordenada por el Papa, sospechamos que sus encuentros -si los hubo, como creemos- debieron haber sido entonces muy discretos. En todo caso, Molina, por razones obvias, no lo cita directamente  en ninguna de sus obras.

Sus primeros manuscritos: una historia increíble.

No deja de sorprendernos el hecho que Molina, al ser obligado a salir, desterrado,  de Chile en 1767, a los 27 años de edad, tiene ya bastante avanzada la redacción de su primera versión de la Historia Natural de Chile. Así lo afirman sus biógrafos. Los apuntes y borradores de este manuscrito que celosamente llevaba consigo, le fueron confiscados antes de embarcar por el puerto de Valparaíso,  pero milagrosamente le serán devueltos  (aunque "mutilados", según el mismo  nos señala),  doce años más tarde, en  1789,  por un chileno que fuera su compañero de estudios, el señor José Ignacio García Huidobro y Morandé, quien lo visita y los devuelve a su autor en Bolonia.

Reestructuración y reedición de su "Ensayo".

Para entonces, Molina ya había escrito -fiado sólo de su admirable  memoria- y editado, sus primeras tres obras (1776, 1782, 1787).  Este hecho fortuito, -es decir la recuperación de gran parte de sus manuscritos originales- le permitirá afinar y reestructurar completamento su texto, escrito originalmente de memoria, introduciendo numerosas observaciones en sus últimas obras, muy en especial en el texto del año 1810 de su "Saggio sulla storia naturale del Chile".

Molina señala allí, con modestia, que se trata de una "edición aumentada" ("accreciutta") respecto de su anterior del año 1787  pero, a la verdad, se trata de una obra muy diferente, mucho más rica y documentada y, sobre todo, afinada y corroborada por sus observaciones de campo manuscritas, ahora milagrosamente recuperadas. 

Itinerario cronológico de su vida (1740-1829).

24-06-1740. Nace en la hacienda de Guaraculén (cerca de Linares), Juan Ignacio Molina González, hijo de Agustín Molina y Francisca González Bruna, y es bautizado ese mismo día.

1747. Muere su padre de repentina tisis pulmonar.

1748-1755. Estudia en el colegio de los jesuítas en Talca.

1754. Fundación de la ciudad de Concepción  por el presidente Ortiz de Rosas. Los jesuítas crean allí muy luego un colegio. donde estudiará el joven  Molina.

1755 (?)  Conoce y trata en Concepción al anciano jesuíta, su correligionario, el historiador  Miguel de Olivares.

1755. Entra en el Noviciado de la Compañía de Jesús en Concepción, a los quince años de edad.

1757. Hace sus primeros votos.  Enviado a estudiar en la hacienda de Bucalemu las Humanidades Clásicas, de acuerdo a las normas de la Ratio Studiorum de la Compañía de Jesús. Estudia además del latín y griego, el  francés  y las matemáticas.

1760 (?).  Parte al Colegio Máximo de los jesuítas en Santiago para estudiar la filosofía escolástica. Obtiene buenas notas, pero no es éste un tema de su particular agrado. Se perfecciona por su cuenta en el estudio de la lengua griega, que llega a  dominar a la perfección.  También se dedica en sus tiempos libres al estudio de la Geografía. Conoce aquí la filosofía de Descartes y Newton. Se aficiona al estudio del italiano, para poder leer a algunos escritores de su interés, como Metastasio. Un hermano jesuita italiano llamado Fabricio, le ayuda en sus dudas. En vistas de su interés por las lenguas, sus superiores le nombran bibliotecario. La biblioteca del Colegio Máximo de la Compañía era una de las más ricas del país y contaba con  más de 15.000 volúmenes. Podemos imaginarnos sin dificultad al joven estudiante Molina revisando ávidamente sus  textos y tomando notas de ellos. Notas que en parte, por fortuna,  se han conservado.

1760-63. (?)  Toma conocimiento y consulta la rica biblioteca del español Juan Ignacio de Santa Cruz. Intima con él y, a lo que se cree, hace clases (pagadas) a alguno de sus hijos.

1761. Contrae la  epidemia de la viruela al visitar a los enfermos en el hospital. Sana de este mal,  pero su piel quedará marcada y manchada para toda la vida por sus efectos.  Escribe en la ocasión una elocuente elegía en latín  sobre su  dura experiencia de la viruela.

1761. Igualmente, en este año, compone su autobiografia en versos latinos, dedicada a su compatriota y amigo, el P. Miguel de Olivares.

22-07-1761.  Redacta una escritura cediendo sus bienes a su madre y, en caso de fallecer ésta, a  su hermano  José Antonio. Se reserva para sí "cien pesos para adquirir libros".

1761. Para cuidar su quebrantada salud, sus superiores le envían por un tiempo a la hacienda de los jesuítas en Carén, a descansar. Recorre  así con misioneros el valle del Aconcagua y llega hasta el valle de Uspallata. Conoce igualmente la zona de Valparaíso a donde también es enviado para recuperar su salud.

1766. Viaja a Talca a conocer a su sobrino, hijo de José Antonio, su hermano. Es la última vez que  estará y departirá con su madre. Se avecina el temible y definitivo destierro.

26-09-1767. Se ordena la prisión de todos los jesuítas de Chile. Los del Colegio Máximo de Santiago de Chile, quedan en custodia a la espera del barco que les conducirá al Viejo Mundo. Molina es uno de ellos.  Les notifica la orden real el Oidor de la Real Audiencia, Juan de Balmaceda. El gobernador Antonio Guill y Gonzaga trata de hacerles la estadía lo más llevadera posible, a la espera de su viaje.

23-10-1767. Se ordena, de madrugada y en total sigilo, su partida a Valparaiso. Molina lleva consigo en su equipaje una obra de Cicerón,  sus ropas, una fina  frazada mapuche,  un  vaso de greda cocida y otro de hueso: son cálidos recuerdos de su tierra. Al término de la ciudad (hoy avenida Brasil), les esperan caballos y soldados, que en  ocho jornadas,  les conducen a Valparaíso. Aquí se juntan unos trescientos jesuitas, entre sacerdotes, estudiantes y hermanos coadjutores. Entre los desterrados, además de Molina, se encuentran el anciano padre Miguel de Olivares, el padre Manuel Lacunza y el entonces estudiante Felipe Gómez de Vidaurre. Los tres, fecundos escritores. Tras una larga espera en el puerto, son embarcados en tres pequeños navíos a vela, rumbo al Callao.

25-02-1768.  Larga estancia en Lima en espera de un navío de mayor calado. Las damas peruanas de la capital  se esfuerzan por aliviar su destierro.  Los estudiantes jesuitas siguen sus lecciones con sus maestros, como pueden.

04-05-1768.  Parten finalmente del Callao  69 compañeros en la nave "San Francisco Javier", entre ellos, 36 sacerdotes y 19 estudiantes, incluido Molina.  Quince días de fácil navegación. Molina logra conservar,  escondida, una obra de Cicerón que logra pasar como Breviario, el cual les estaba permitido. Damas peruanas les obsequian libros en Lima, pero no se les permite llevarlos.

23-07-1767. Después de doblar el Cabo de Hornos y ser  golpeados por una terrible tempestad que causa daños a la nave, logran llegar al trópico  a la altura del Uruguay. Cruce del Océano Atlántico.

06-09-1767.  Entran por fin en el puerto de Cádiz. Larga permanencia allí de casi dos años en encierro. Los estudiantes continúan sus clases con sus maestros. Bajo pena de muerte se les prohibe evadirse. La larga espera se debe a que el nuevo Papa, Inocencio III, se niega a recibirlos por considerar injusta la medida real decretada en su contra.

02-02-1769. Muere en Roma el Papa Inocencio III, defensor y admirador de los jesuítas.

Fines de marzo, 1769. Son finalmente despachados los jesuítas  venidos de Chile a las costas de Italia. Alli son abandonados a su suerte. Su número asciende a 240.

15-03-1769: arriban, despues de soportar otra terrible tormenta en el Mediterráneo,  al puerto de Spezia,  perteneciente a la república de Génova. De ahí viajan a Imola. Llegan aquí después de varias sacrificadas jornadas, donde son finalmente hospedados y repartidos en 17 casas.  Los recién llegados son ahora solo 207.

23-07-1773. El nuevo Papa, Clemente XIV, decreta en Roma la supresión definitiva de la Orden jesuíta, fuertemente presionado por las cortes borbónicas. Los jesuítas chilenos quedan abandonados a su suerte. Algunos se quedan en Imola, como el P. Miguel Lacunza, famoso teólogo; otros en Bolonia u otras pequeñas ciudades de los Estados Pontificios.

Enero 1774. Molina y tres de sus compañeros logran llegar,  por fin a Bolonia. Uno de sus compañeros es el padre Felipe Gómez de Vidaurre, su  amigo  y compañero de viaje, futuro historiador de renombre. Encuentran un departamento en calle de Santa Apolonia, frente a la iglesia de dicho nombre. Por fin llega la tranquilidad y la paz, después de  más de 6 años de zozobras  e incertidumbre sobre su suerte.

31-08-1775. Muere su madre en Chile.  Molina se entera de ello muchos meses más tarde. Sufre en silencio.

1776.  Aparece, en lengua italiana y en forma anónima,  su "Compendio della storia geográfica, naturale y civile de Regno del Chile"  en Bolonia.

1782. Publica, ahora con su propio nombre, el "Saggio sulla storia naturale del Chile" en Bolonia.

1787. Publica el "Saggio sulla storia civile del Chile", en Bolonia.

1788.  En carta al P. Lacunza le comenta que de los  352 jesuítas que salieron de Chile al destierro solo queda la mitad vivos: "entretanto, nos vamos acabando", le escribe  con evidente nostalgia y pesar.

1789. Viaja a Roma con 3 ex-jesuítas, entre ellos Gómez de Vidaurre, para justificarse por algunos de sus dichos en su obra "Saggio sulla storia civile del Chile". Ha sido acusado de herejía por uno de sus discípulos en Bolonia, un tal Camilo Ranzani, biólogo como él.  Visita en Roma, según nos cuenta, el cuerpo incorrupto de San Ignacio de Loyola y le obsequian, a su solicitud, una reliquia suya.

1805 (no hay fecha exacta) le visita en Bolonia el barón Alexander von Humboldt. Lamenta no haberle encontrado pues Molina se halla ese día de exploración, en terreno. Pero ambos se escriben a partir de ese momento.

1805. Algunos de sus alumnos le mandan hacer un retrato, a su costa, al pintor  Giambattista Drulli. Molina tiene ya 65 años. Gracias a ellos, conocemos hoy  con mucha exactitud su aspecto físico.

1810. Publica su obra más importante: el "Saggio sulla storia naturale del Chile", igualmente en Bolonia.

25-02-1811. El Ateneo de Bolonia le nombra miembro de número.

01-07-1811.  El Virrey de Italia príncipe Eugenio de Beauharnais, hijastro de Napoleón le asigna,  para su sorpresa,  una pensión de 1.000 francos al año.

1812.  Es nombrado por Napoleón miembro pensionado del Instituto Italiano.

07-08-1814.  Restauración de la Orden de la Compañía de Jesús por el Papa Pio VII mediante la Bula: "Sollicitudo omnium eclesiarum",  tras 41 años de  supresión.

1815. Expresa en carta a Ignacio Opazo, su sobrino, su íntimo deseo de embarcarse de regreso a Chile, deseo que Molina, muy a su pesar, no alcanza a ver realizado. Se ha puesto de acuerdo con varios ex-jesuitas para regresar a su tierra.  Pero, dada su avanzada edad y sus achaques, se le recomienda desistir del viaje.

1815. Los jesuítas son expulsados de Rusia.

1815. En este mismo año, Molina recupera su fortuna familiar por fallecimiento de sus sobrinos y hace donación de la misma para fundar, a su costa,  un Liceo en Talca y una parte importante, para equipar la Armada nacional en época de las guerras por su Independencia. El naciente gobierno de Chile agradece su aporte.

Mayo de 1820. Es nombrado Miembro de Número de la Academia Trentina de Ascola.

1822. Nombrado Miembro Adjunto de la Academia de  Palermo.

12-09-1829. Fallece en Bolonia a la edad de  89 años. Sus últimas palabras fueron: "agua de aquellas cordilleras". Es su último y supremo recuerdo del país que lo vio nacer y al que quiso ardientemente regresar. Su avanzada edad y sus achaques, no se lo permitieron.  Es sepultado en el panteón de los hombres ilustres de Bolonia.

08-04-1855. El historiador Benjamín Vicuña Mackena  va a Bolonia y visita la antigua casa que ocupara el abate. Su ocupante, que fuera la fiel ama de llaves de Molina, la señora Camila Zinni, le hace entrega de todas sus pertenencias, las que ha guardado religiosamente por largos años. Molina en su testamento había testado en su favor, obsequiándole  la casa.

16-09-1861.  Se inaugura la estatua de Molina, frente a  la Universidad de Chile, en la Alameda por iniciativa de Benjamín Vicuña Mackenna. Esta estatua fue trasladada posteriormente a la ciudad de Talca, en Julio del año 1927 a pesar de las vivas protestas de  científicos e historiadores de la época.

Fines de 1966. Sus restos son repatriados a  Chile y sepultados en la sencilla iglesia parroquial de Villa Alegre, pueblo situado a escasa distancia de su natal Guaraculén. Allí, por fin, descansan en paz.

Una opinión autorizada.

Para cerrar este capítulo sobre nuestro sabio Molina -ya de por sí extenso-, permítaseme traer a colación la opinión de uno de los más grandes historiadores de nuestro país, el linarense Francisco Antonio Encina (1874-1965):

"Molina es, ante todo, un cerebro de corte europeo,  que piensa directamente la realidad y está colocado en otro plano cerebral que Lastarria, Amunátegui, Letelier y demás escritores criollos.  Aún prescindiendo de la cultura y del ambiente que lo moldearon,  no puede comprendérsle y juzgársele dentro de nuestro desarrollo cerebral. Hay que referirlo a los sabios europeos de su época: Lamarck, Darwin, Humboldt, George Edwards...etc. Por su poder cerebral, por su cultura y la potencia de la imaginación escrutadora, está a su altura; tiene perfecto derecho a sentar plaza entre los genios científicos de segundo orden. Aplicó antes que Comte y Spencer el concepto leibniziano de la evolución al desarrollo histórico de los pueblos."  (Encina, en Prólogo a la obra de Januario Espinosa, 1946. 62).

Epílogo.

Con profunda emoción  y admiración, dedicamos este trabajo de síntesis sobre la vida del jesuita Juan Ignacio Molina a los estudiantes y estudiosos de nuestro país, para que,  motivados por su ejemplo, se atrevan a seguir audazmente sus huellas  y  no se dejen  amedrentar por las dificultades  que les ofrece la vida.  Molina supo  sobrellevar, con valentía, circuntancias increíblemente adversas -incluida la viruela-,  que a cualquier otro hubiesen intimidado.

En estos tiempos de  dura pandemia, en que nos vemos obligados a sufrir un duro encierro involuntario, la figura del abate Molina y su ejemplo pueden llegar ser un potente faro que nos ilumine nuevos derroteros y nos señale nuevas sendas para el estudio de las diversas regiones de nuestro país.   

Bibliografía  recomendada. 

Briones, Toledo, Hernán,   1968,  "El Abate Juan Ignacio Molina", Ensayo crítico-introductorio a su vida y obra", Editorial Andrés Bello,  246 p.

Encina, Francisco Antonio,  1946, "La renovación de nuestra historia, una odisea literaria (a propósito de  las biografías de Januario Espinosa)",   en  Prólogo a la  obra de Januario Espinosa  "El abate Molina", 1946, Prólogo, pp.  6-63.

Encina, Francisco Antonio, 1952, Historia de Chile, Tomo V, Editorial Nascimento,  Santiago de Chile.

Espinosa, Januario,  1946,   "El Abate Molina",  Editorial Zig-zag, Santiago de Chile, 191 p.

Charrier, Reinaldo y Francisco Hervé, 2011, "El abate Juan Ignacio Molina una vida dedicada a la historia natural y civil del Reino de Chile", Revista de la Asociación Geológica Argentina,  vol.  68 (3) 445-463.

De Paw, Cornelius 1768,, Recherches Philosophiques sur les Américains,  ou Mémoires intéressantes pour servir a l´histoire de l´espece humaine", Imprimerie Antoine Joseph, Paris.

Fontecilla Larrain, Arturo, 1929,  "El Abate  José Ignacio Molina", Imprenta Cervantes, Santiago de Chile,

Gunckel, Hugo, 1929,  "Don Juan Ignacio Molina, su vida, sus obras y su importancia científica", Revista Universitaria14 (1-2)  195-216;  14 (3-4): 320-341, Santiago de Chile.

Gunckel, Hugo, 1972, "Plantas chilenas descritas como nuevas por Juan Ignacio  Molina y sus concordancias con la nomenclatura botánica actual", Noticiario Mensual del Museo Nacional de Historia Natural 17 (197) 3-11.

Gunckel, Hugo, 1980, Bibliografía Moliniana, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 166 p.

Jaramillo, Rodolfo, 1968, "La teoría antropológica del abate Juan Ignacio  Molina  sobre el primitivo poblamiento del continente americano (1821) y su comprobación por la ciencia del siglo XX", Revista Universitaria, Universidad Católica de Chile, Año LIII, Anales de la Academia Chilena de Ciencias Naturales, Nº 31: 145-154.

Jaramillo, Rodolfo,   1987. "Introducción" a la obra del abate Juan Ignacio Molina del año 1810, "Ensayo sobre la historia Natural de Chile", Ediciones Maule, Santiago de Chile, pp. xxvii-xlii.

Jiménez Berguecio, Julio, S.J., 1973, El abate Molina humanista clásico y sabio cristiano. Escritos inéditos suyos. Texto latino y traducción castellana y estudios sobre su persona y obra,   Anales de la Facultad de Teología, Vol. 24, Cuaderno 2 (1973),  Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 284 p. 

[Molina, Giovanni Ignazio], Anónimo [1776],  "Compendio delle storia geografica naturale e civile del Regno del Chile", Bologna, MDCCLXXVI, nella Stamperia di S. Tommaso d´Aquino [10 láminas].

Molina, Giovanni Ignazio,  [1782].  "Saggio sulla storia naturale del Chile, del signor abate Giovanni Ignazio Molina", Nihil mihi, In Bologna, MDCCLXXXII, Nella Stamperia di S. Tommaso d´Aquino, [1 mapa].

Molina, Giovanni Ignazio, [1787], "Saggio sulla storia civile del Chile, del signor abate  Giovanni Ignazio Molina", nihil mihi, in Bologna, MDCCLXXXVII, Nella Stamperia di S. Tommaso d´Aquino.

Molina, Giovanni Ignazio, [1810], "Saggio sulla storia naturale del Chile". Seconda edizione accresciutta e arrichita di una nuova carta geografica e del ritratto dell´autore. Epigrafe de "Georgicas", Bologna, 1810, Tipografia di Fratelli Masi e Comp.

Molina, Gian Ignazio, [1821-1822], "Memorie di Storia Naturale lette in Bologna nelle adunanze dell´Istituto" dall`abate Gian Ignazio Molina americano, membro dell`Istituto Pontifizio  [delle Scienze], Bologna, 1821-1822.

Molina, Juan Ignacio, 1987, "Ensayo sobre la historia Natural de Chile", Primera traducción del original italiano de 1810, Prólogo y Notas del  Profesor Dr. Rodolfo Jaramillo, de la Academia de las Ciencias de Instituto de Bolonia,  Ediciones Maule, Santiago de Chile. 9 Figs. y 1 Mapa, 383 p.

Rojas Mix, Miguel A. 1961. "El Abate Molina y su teoría de la cultura", Tesis presentada en la Universidad de Chile, en la Facultad de Filosofía y Educación para optar al título de Profesor de Estado con mención en Historia, Geografía y Educación Cívica, Santiago de Chile.

Vicuña Mackenna, Benjamín, 1856,  Páginas de mi Diario durante tres años de viaje, 1853, 1854 y l856, (Rasgos biográficos del abate Juan Ignacio Molina, primer historiador de Chile), Imprenta del Ferrocarril, Santiago de Chile, 454 p.

Vicuña Mackenna, Benjamín,  1860,  "Historiadores chilenos. El abate don Juan Ignacio Molina,  rasgos biográficos", Anales de la Universidad de Chile,  tomo 17: 600-612, Santigo de Chile.

domingo, 5 de julio de 2020

Gustavo le Paige S.J.: homenaje de un discípulo en Mayo de 1980.


 Fig. 1.  Notable escultura en bronce del padre Gustavo le Paige, S.J., obra del escultor Harold Krusell. Adornò por muchos años el acceso al Museo Arqueológico, su obra, antes de ser demolido por manos iconoclastas. (Fot H. Larrain, Enero 2016).

Fog. 2.  Así lucía el edificio del Museo Arqueológico en San Pedro de Atacama, antes de su ignominiosa demolición.(Foto H. Larrain,  Enero 2016).

Origen de este escrito.

A fines de mayo del año 1980, pocos días después de la partida del P. Gustavo le Paige S.J. a la eternidad, redacté las notas que quisiera compartir ahora, después de cuarenta años de su fallecimiento. Esas hojas, amarillentas ya por el paso del tiempo, expresan  bien mi sentir en ese momento. Hace un par de meses, se cumplió el cuadragésimo aniversario de su partida y,  en ese momento redactamos nuevas líneas en este Blog para recordar su egregia memoria. Hurgando ahora entre mis viejos papeles, acabo de encontrar este documento, ya olvidado, que en su momento publicara el Diario "El Mercurio" de Santiago en su memoria. Creemos nuestro deber darlo a conocer a nuestros lectores.

El peso de la herencia de le Paige.

   Reafirmo hoy (Julio 2020) explícitamente este testimonio escrito pocos días después de su muerte, en mayo de  1980, expresando el deseo de que  la memoria de Le Paige no fenezca sino que más bien se afiance y robustezca entre sus queridos atacameños  o likan-antay, algunos de los cuales han sido infieles a su memoria  achacándole,  injustamente, intenciones  muy ajenas a su sentir y querer más íntimo.

Base anti-histórica de la crítica.

La crítica que se suele hacer a Le Paige y su actuación en San Pedro  entre  1957 y 1980, sobre la base de la sensibilidad y reflexión étnica de hoy, es no solo injustificada sino totalmente injusta. El hombre y su actuar debe ser  enjuiciado de acuerdo  al momento histórico que le toca vivir.  Juzgar a le Paige  en base a  lo que hoy se piensa y reflexiona sobre la función de los Museos y/o de las excavaciones arqueológicas, constituye un grave y craso error histórico. El hombre debe ser siempre juzgado conforme a los criterios y parámetros imperantes en su tiempo. Si no, incurrimos en un grave error histórico que solo pondría de manifiesto nuestro profundo desconocimiento e  ignorancia.  ¿Acaso tenemos el derecho de juzgar y condenar hoy la conducta de Julio César para con los galos  (celtas)  el año 58 a.C en la famosa "Guerra de las Galias"?. ¿O el esfuerzo bélico de los príncipes cristianos de Occidente por reconquistar los Santos Lugares de Palestina de manos de los musulmanes en la época de Las Cruzadas en el siglo XII d.C.?.

Se ha convertido hoy, desgraciadamente, en costumbre (y casi en deporte)  el  mirar,  juzgar y condenar  el pasado, aún el más remoto, con los ojos  del sentir,  pensar,  juzgar y valorar en boga en el día de hoy. Es lamentable que algunos de  nuestros propios historiadores se hayan hecho cómplices de esta actitud tan poco científica, mejor dicho, tan claramente anti-científica.

Una opinión de peso.

Apunto aquí y suscribo plenamente -aunque a algunos le pese- lo que a este respecto señala un reconocido historiador norteamericano, el Dr. Richard L. Kagan, profesor emérito de la Universidad John Hopkins, USA y gran experto en historia de España y América:

"como historiador, creo que es un error juzgar el pasado con los valores y normas de hoy. También me opongo a los esfuerzos por reescribir la historia en este mismo sentido....; mejor es, en mi opinión explicar el pasado que tratar de borrarlo"  (Cf. www.hispaniccouncil.org.). 

Así, pues, vamos a presentar el texto de nuestro documento publicado por el diario "El Mercurio" de Santiago de Chile en mayo 1980. Como el texto es bastante extenso, lo dividimos  a continuación en cuatro sccciones.

Texto de "El Mercurio"  de fines de Mayo 1980 (no consta el día exacto de edición):

Fig. 1.  Con esta imagen  se inicia el artículo del diario "El Mercurio" sobre el P. le Paige en su Museo. Se observa algunas momias por él excavadas en los ayllos de San Pedro. La fotografía  corresponde  a las postrimerías  de la  década del 1960 del pasado siglo.  

Texto de nuestro artículo.

                                               Fig. 2. Primera parte.

                                               Fig. 3. Segunda parte.

Fig. 4. Tercera parte.

                                        Fig. 5.  Parte final del artículo.

Breve comentario.


1. En noviembre de 1979, cuando lo entrevisté en la enfermería del Colegio S. Ignacio, en Santiago de Chile, donde era tratado de sus dolencias, el P.  Paige estaba ya enfermo, disminuido,  pero perfectamente consciente y en sus cabales. Tuvimos entonces una muy franca y agradable conversación, mitad en francés mital en español. Conservo una grabación de dicha entrevista que hemos dado a conocer en este mismo Blog, con fecha 16/06/2010 con el titulo de: "Entrevista Gustavo le Paige, S.J., el 2 de noviembre de 1979".

2.  Cuando le pregunté en esa fecha: "¿cuál fue su misión como arqueólogo?", me respondiò sin vacilar "dar a conocer a San Pedro". 
Y, en efecto, lo dio  conocer de tal suerte,  que pasó a ser San Pedro y su zona el destino turístico más importante de Chile después del  parque nacional "Torres del Paine" en la región de Aysén.  Antes que él, San Pedro vegetaba, semi-oculto y desconocido,  entre las arenas del desierto y los salares de altura.

3. Y bajo este prisma -y no otro-  se ha de dar a conocer y presentar en el futuro al jesuita Gustavo le Paige de Walque y su inigualable obra en San Pedro.  Cualquier otro enfoque pasaría a ser  históricamente distorsionado y/o erróneo. 

4. Esperamos, en consecuencia, que la estatua del P. le Paige, obra genial del escultor de la Universidad Católica del Norte el señor Harold Krusell  (Ver Fig. 1.),  vuelva un día, en gloria y majestad, a ocupar el sitial que le corresponde  en San  Pedro y en  la historia cultural de la Región.  La moda iconoclasta que hoy aflora y confunde a algunos atacameños, so pretexto de "progreso", un día dará -no lo dudamos- paso a la verdad plena. 

Como decía el apóstol San Pablo. "la verdad os hará libres" (Juan, 8, 31-38). 

Apelamos, pues, confiadamente en el futuro, al juicio implacable de la historia "magistra vitae" ("maestra de la vida").