lunes, 29 de junio de 2020

La elaboración de carbón de leña en los cerros de la zona central de Chile: Observaciones hechas en 1983 junto al río Codegua (precordillera de Graneros).

                     
Fig. 1.  El área de elaboración del carbón de leña indicada en este artículo. El río Codegua cruza la imagen de este a oeste, escenario donde se solía realizar la corta de leña y producción de carbón en la década del 1980. (Tomado de Google Earth; los títulos son un agregado nuestro). Coordenadas geográficas aproximadas: 34º 02` L. S.  y 70º 32`L.W.   

                     
Fig. 2.   El ambiente  geográfico-ecológico del lugar. El área circundante estaba poblada de espinos (Acacia caven), quillay (Quillaja saponaria)  y litres  (Lithraea caustica), especies  que ocupan la pequeña terraza fluvial. Son especies muy  representativas del matorral de secano de la zona central de Chile.  En el primer plano de la foto, se observa, además,  algunos ejemplares del  cactus (Trichocereus chilensis), quila (Chusquea quila),   quillayes (Quillaja saponaria) y  la bromelia Puya chilensis que  ascienden por las laderas más soleadas y secas. Los árboles más grandes de atrás son fresnos (Fraxinus excelsior), árbol  de origen europeo que ocupa  el fondo más húmedo de esta quebradilla de  "Las Ñipas" pues es muy ávido de agua.  Especie que sospechamos fue traída  por los jesuitas desde Europa  a su antigua hacienda y que  se ha  reproducido y prosperado muy bien  en estas quebradas, donde ha encontrado un clima semejante al de Europa.  

El horno de barro.

Las imágenes que siguen, muestran muy bien el aspecto del horno y el apresto para la quema. Las tres fotografías (Fotos 3, 4 y 5) nos han sido gentilmente enviadas por nuestro sobrino Cristián Larrain Arnolds, y corresponden a la zona de Cuncumén, Sector "El Asilo" (Vª Región de Chile, parte de la cordillera de la costa). La vegetación aquí es bastante similar a la que señala en la Figura 2.

Fig. 3. Dos hornos de barro y una pila de leña ya cortada, a punto de ser introducida en su interior. (Foto Cristián Larrain Arnolds, 02-07-2020).

Fig. 4. El horno ya está lleno de leña. Falta solo instalar la "puerta", es decir el trozo de latón que la cubrirá. El toque final, consiste en embadurnar con barro  las junturas, para  cerrar por completo la entrada de aire, una vez encendido.  (Foto Cristián Larrain A., 03-07-2020).

Fig. 5. Estos troncos sostienen  el trozo de latón que conforma la "puerta" de acceso. Solo falta sellar totalmente  la entrada. (Foto Cristián Larrain A., 02-07-2020).
                                 
                      
Fig. 6.  Horno de leña ya abandonado. Fotografia enviada por el arqueólogo Ulises  Cárdernas, en visita inspectiva a la zona de  La Punta, (Comuna de Codegua), Sitio llamado "quebrada Portón de Varas, Planicie Rodelillo", ubicado a los 836 m de altitud s.n.m. Otro testigo de la explotación del carbón de leña de  especies nativas  hace unos 20-30 años, o tal vez más, en una zona muy próxima, al Norte del río Codegua. Algo distinto en su forma  a los anteriores,  refleja sin duda pequeñas diferencias locales de estilo. (Ulises Cárdenas, septiembre  2020).

La explotación del carbón de leña.

La tarea de hacer carbón de leña es de muy antigua data colonial. Ciertamente no es -como podría sospechar alguien- una reminiscencia cultural  indígena, sino claramente hispana. Revisando la obra del abate Juan Ignacio Molina (Molina, 1810), al hablar del espino (Caven en lengua mapuche), árbol preferido para la obtención del carbón,  no se hace referencia alguna a la elaboración de  su carbón  por parte de los naturales o de los españoles de su tiempo.
En cambio, se alaba la dureza de su madera:  "los artesanos lo emplean para hacer los mangos de sus instrumentos"  (Molina,  1986 [1810]: 186). La obra:  Flora arbórea de Chile de los autores Roberto Rodríguez, Oscar Matthei y Max Quesada  (1983), en cambio,  nos señala: "su madera...es muy buscada para la fabricación de carbón vegetal de excelente calidad, lo que ha llevado a una rápida explotación de los otrora extensos espinales"  (1983: 53).

Una referencia  del año 1820.

Sobre el este tema, creemos sería de intéres aportar aquí el testimonio de un  marino inglés que recorrió las costas de Pacífico Sur y luchó a las órdenes del Lord Cochrane  en las guerras de la Independencia. Se trata del oficial naval Richard Longeville Vowell quen escribó una notable y detallada reseña de sus viajes y de su  participación en acciones navales en la costa de Pacífico. Al recorrer Chile, nos ofrece  una magnífica descripción de sus ciudades, sus habitantes y sus costumbres. Tambien nos ofrece  una muy valiosa descripción de sus paisajes  naturales, y de su flora, fauna y aún de su mitología.  Al pasar por la cuesta de Lo Prado rumbo a Valparaíso, hace especial referencia al árbol del  espino (Acacia caven) y su utilización en el país:

"El terreno montañoso que se extiende entre Bustamante y el pie de la Cuesta, está cubierto principalmenrte de espino, árbol espinoso, rojizo, que crece hasta un grueso considerable....Como los troncos de estos árboles son  bastante altos y lo suficientemente derechos, producen una madera excelente para horcones, especie de vigas biterminales de las granjas para sostener el techo de fagina...Son útiles también para guardacantones, puentes y para toda obra expuesta forzosamente a mojarse pues su madera es notablemente duradera y muy resistente a la humedad. Se vende con facilidad y  a un alto precio, cortada en trozos para el fuego, pues arde bien con poco humo y deja cenizas fuertes. Es también la madera  más adecuada para hacer carbón,  por lo cual se la busca con preferencia, pues no se puede obtener carbón mineral sino en las cercanías de Penco, en la bahía de Concepción,  que contiene tanto azufre y es tan pizarreño que no sirve para los menesteres domésticos, quizá ni aún para fundir el hierro." (Longeville Vowell, 1968: 88-89; cap. IV;  énfasis nuestro).

La normativa actual del Ministerio de agricultura de Chile, ha prohibido el empleo de ciertas especies arbóreas para hacer carbón. Es el caso del espino (Acacia caven), del boldo (Peumus boldus)  del quillay (Quillaja saponaria), del canelo  Drymis winteri), del  ciprés de la cordillera (Austrocedrus chilensis), el lun (Escalonia revoluta), y otras más, escasas. (Cfr. Decreto Nº 366, del 30-03-1944 del Ministerio de Tierras y Colonización) Este Decreto rige la explotación del  quillay y otras especies forestales).

Releyendo viejas notas de campo.

Revisando mis viejos Diarios de Campo, (Diario Nº 23, 1982-1984),  dí con unas notas mías referidas a la explotación del carbón de leña en las estribaciones bajas de la  precordillera de Graneros, parte del antigua hacienda de "La Leonera" (Fig 1). La referencia nos pareció digna de ser conservada, por provenir directamente de un carbonero experimentado. Exactamente sobre esta misma zona, hemos escrito un par de artículos en este mismo Blog, con ocasión de nuestros descubrimientos arqueológicos realizados en el estero de "Las Ñipas", pequeño afluente del río Codegua.  (Ver bibliografía, al fin de este trabajo). El área de nuestros descubrimientos arqueológicos distaba no más de 300 metros de los primeros hornos de carbón, ya abandonados, construidos entre  1945 y 1980, a los que se alude en  la cita siguiente.
 Justamente,  la entrevista al carbonero  que más abajo reproducimos,  se realizó  en los días en que iniciábamos con mi familia y alumnos de historia de la Universidad de Santiago, las excavaciones arqueológicas (Ver bibliografía, abajo) en las proximidades de los hornos de leña derruidos. La presencia de varios hornos antiguos, atrajo nuestra atención  y nos indujo a realizar  la presente entrevista. 

Breve historial de la zona  referida.

La zona de La Leonera formó parte de la extensa hacienda "La Compañía"  uno de cuyos últimos dueños (antes de su parcelación) fue don Ventura Blanco Viel  (1846-1930). La antigua hacienda perteneció a los antiguos jesuítas, y fue adquirida, tras el destierro de la Orden jesuíta (en 1769) por Orden del rey de España  Carlos III,  por don Mateo Toro y Zambrano en 1778  por la suma de 100.000 pesos de la época.  
En recuerdo de sus antiguos dueños, los jesuítas,  ha quedado hasta el día de hoy en pie la antigua iglesia en el lugar que lleva por nombre "La Compañía",  rica en imágenes y ornamentación colonial. El área próxima a la cordillera de esta hacienda fue comprada  por mi padre, Horacio Larrain Cotapos  hacia  1940, quien vendió algunas parcelas a algunos de mis tíos Barros Casanueva, fruto de la partición de la antigua hacienda a la muerte de don Ventura Blanco Viel, el último propietario de la antigua hacienda. La parte cordillerana (sobre los 950 m de altitud)  ascendía a un total aproximado de  10.000 há.,  colindando hacia el Este en su parte más alta con la Compañía Minera "El Teniente",  sociedad explotara del mineral de cobre, cerca de Caletones. La parte  agrícola más importante de la antigua hacienda, próxima a Graneros, fue comprada con el nombre de "La Blanquina" por don Luis Alberto Fernández Larrain,  al mismo tiempo que mi padre (1940).

Ârboles preferidos para hacer el carbón.

 El área precordillerana baja donde se desarrolla esta vegetación de bosque esclerófilo no presentaba otra fuente de ingreso para el agricultor sino la producción de carbón de leña y alguna eventual crianza de cabras. La ausencia de sectores planos impedía por completo la práctica de la agricultura, salvo en algunos muy escasos planos. Los árboles y arbustos más frecuentemente preferidos para la quema del carbón  eran,  además del espino  (Acacia caven), el boldo (Peumus boldus), el litre (Lithraea caustica),  el  peumo (Cryptocarya alba)  y, eventualmente, por ser más escaso, el lingue (Persea lingue). En la zona que estudiamos, la explotación del carbón de leña se venía realizando probablemente al menos desde la década del 1920,  pero se intensifica  y se hace más común, a lo que creemos, entre los años 1935-45 por la creciente demanda de carbón vegetal para uso en los braseros, tipo de calefacción en boga.  (Cf. Pacheco Marín, 2005, en bibliografía abajo).

Hornos abandonados.

En nuestras excursiones veraniegas desde el refugio de mi padre junto al estero las Ñipas entre los años 1982-85, acompañado de mis hijos María Cristina y Carlos, topé frecuentemente con hornos ya abandonados, (despues de ser usados por varios años) en las laderas bajas, cerca de arroyos invernales, testigos mudos de la antigua presencia de una mayor vegetación arbórea.  Alguno que otro se hallaba casi intacto, testigo de muchas quemas.
Esta actividad, tan común en los cerros de la cordillera de los Andes en la zona central de Chile,  practicada por años, sin duda, ha contribuido, junto con la mantención de hatos de cabras (cabrerías), a la disminución del tamaño y diversidad de la vegetación arbórea en dicha área.  Algunas especies de árboles autóctonos, sin duda, se han visto más afectadas por esta  industria local, hoy casi totalmente abandonada.

Texto de la entrevista.

Presentamos aquí a nuestros lectores el texto completo de nuestra entrevista hecha in situ a un carbonero, don José Maldonado, el día 19-06-1983 en el sector de La Leonera (Diario de Campo Nº 23: 222-225). Las Notas en negro, encerradas en un pequeño círculo, son adiciones  nuestras actuales (Junio  2020), y  tienen por objetivo esclarecer ciertos conceptos.


Fig. 7.    Primera página de la entrevista hecha el  19-06-1983, hace exactamente 37 años.

Fig. 8. Segunda página de la entrevista.

 Fig. 9. Tercera página de la entrevista

 Fig. 10.  Cuarta página y final de nuestra entrevista.

Fig. 11.  Detalle ampliado de la forma en que el carbonero va disponiendo los trozos de  leña, previamente cortados aproximadamente a la misma medida. Van alternándose en su posición  para facilitar al máximo la dispersión de calor interior del horno. Si el horno está intacto, el llenado del mismo se realiza desde la parte superior. La forma curvada final del horno  (cúspide)  la da el operario agregando gruesas capas de barro fresco, arcilloso, tomado del mismo lugar,  encerrando así  y cubriendo por completo las sucesivas capas de leña que ha dispuesto ordenada y alternadamente en su interior. La tarea final, una vez terminado el horno, es hacer una cierta cantidad de perforaciones u hoyitos desde el exterior, en todo el contorno del horno, (pueden ser decenas), a  una distancia de  20-30 cm. uno de otro,  con el objeto de crear vías de escape al humo mientras se realiza la combustión interior en forma muy lenta (en atmósfera reductora, sin llama). (Cf. Pacheco Marín, 2005, en bibliografía abajo).

Notas nuestras al texto  de la entrevista  (entre paréntesis redondos):
  
1.  La fecha de esta entrevista fue el 19-06-1983. Fue grabada durante un viaje a Codegua.

2.  El carbonero José Maldonado trabajaba por cuenta de Pedro Gómez, quien a su vez era capataz de mi padre en La Leonera; éste trabajó desde niño en esta labor que había aprendido,  a su vez, de su padre.

3.  "Ruco" es la expresión que usa el carbonero para designar a la sencilla cabaña  o choza donde aloja durante el trabajo  de la quema de la leña. Voz que deriva de la ruca mapuche o vivienda familiar típica de la zona de la Araucanía.  Más abajo, en el texto de la entrevista, se indica su forma  de factura, con empleo de la quincha para levantar los muros.  (Vea Nota 12).

4.  La pequeñez e incomodidad de la choza  o "ruco" impide al hombre casado  tener consigo a su familia, la que permanece en el pueblo más cercano (en este caso, Codegua). Esta vivienda rústica y transitoria es apenas un simple refugio para  guarecerse durante la noche o cuando arrecia la lluvia.  El carbonero, por lo general, vive allí solo, durante  largas temporadas, mientras  hace la quema en el horno, allí junto.

5.  El horno pequeño, (que es el más común),   hace unas 13-14 cargas de leña y cada carga representa unos 350 kg de leña. La carga total, por lo tanto, significa unos 4.900-5.000 kg de leña.  El carbonero emplea tanto leña seca como verde para cargar el horno. Nuestro carbonero José Maldonado prefiere la verde, porque según  él, rinde más.  Cuando la leña usada para la  quema  no es de espino sino de otro tipo de árbol, el producto final obtenido se llama "carbón blanco".

6.  Hago recuerdo al carbonero de la existencia de una ruina de un enorme horno, en la quebrada de Las Ñipas. El también la  ha visto.  El tamaño o el número de hornos próximos entre sí,  nos da una idea aproximada de la presumible riqueza de leña en derredor. El  horno siempre se construye en la proximidad de una apreciable cantidad de árboles para facilitar al máximo  su carga y así ahorrar energía.  El carbonero, antes de construir el horno, realiza una inspección  previa, precisa, de la potencialidad del lugar.  Varios hornos cercanos, delatarían la presencia de  una masa boscosa mayor.

7.  Cuando se fabrica por primera vez el horno, después de reunir las cargas necesarias de leña para llenarlo, la primera tarea es hacer una excavación circular de un mínimo de 40 a 60 cm de profundidad para darle mayor capacidad. Dispuesta la carga  y apilada en ese lugar elegido, se procede a levantar las paredes del horno  dándole la forma final en su cúpula, mediante el aditivo de gruesas capas de barro. La altura final del horno es variable y depende de la cantidad de leña, pero  fluctúa por lo general entre  1.40 m y 1.70 m.

8.  Si  en cambio el horno está previamente intacto (completo), la carga del horno se verifica a través de la puerta lateral, desde la parte baja,  introduciendo los palos cortados uno a uno y disponiéndolos de manera tal de ocupar todo el espacio interior disponible, en la forma que indica la figura  Nº 7.  Si, como es más frecuente,  la parte superior (o techo) del horno se ha caido parcialmente y falta, se carga por arriba. Terminada la carga de la leña, se procede, en este caso, a completar toda la parte superior o de la cúpula del horno, echando una gruesa capa de barro hasta darle su forma curva definitiva. 
Al barro agregado, de aspecto gredoso,  se  quita toda la piedrecilla de mayor tamaño y así, mediante la alta temperatura obtenida por la combustión interior, las paredes del horno finalmente se cuecen, presentando una coloración rojiza pálida y una dureza, características de  la cerámica.

9. En el caso presente, se da al horno la forma final de cúpula, para facilitar el escurrimiento del agua de lluvia  en el invierno. La capa de barro (o greda) debe ser muy gruesa, sobre todo en a parte superior, para ser capaz de resistir y soportar lluvias intensas.  En la Pampa del Tamarugal, en Tarapacá, donde nunca llueve, las cargas de leña no se introducen a un horno, sino que la postura ordenada de los leños cortados, se realiza en una especie de trinchera alargada (o foso), de varios metros de longitud la que, una vez llena de troncos  de la leña  elegida (que aquí es tamarugo),  es tapada con abundante tierra.

10.  Interesante nos resulta hoy la referencia al tipo de saco usado. Todavía se empleaba en 1983 el saco hecho de arpillera (de cáñamo), pero ya entonces se empieza a utilizar con fuerza el plástico,  que sustituirá muy pronto totalmente el empleo del cáñamo.

11.  Ya hemos insinuado más arriba que tanto el horno como el "ruco" se procuraba ubicar en las cercanías de un arroyo, por la necesidad de agua para su construcción.

12. Los muros del "ruco" o choza rústica,  son formados de "quincha", tipo de material compuesto de ramas y embadurnados con abundante barro, en lo posible rico en greda  (arcilla). El interior se calefacciona con un brasero. La leña para alimentarlo, sobra allí.

Notas adicionales.

1. El encendido del horno, se verifica  por la "puerta" (generalmente hecha de latón), situada en la parte inferior,  la que es luego tapada y bien sellada con barro un vez encendido.  Previamente, se  hace una  cantidad de perforaciones  a  20-30 cm de distancia una de otra, por donde el horno "respira" y humea, durante la combustión lenta (sin llama) que puede durar dos a tres días como mínimo.

2.  Para la elaboración de este capítulo, he recibido valiosa información de mis hermanos Andrés y Cristián Larrain Barros,  así como de mi sobrino, Cristián Larrain Arnolds. Aporte que agradecemos  en forma especial.

Bibliografía sucinta. 


Galaz Montero, Inés de las Mercedes,  2004, "Caracterización del sistema de producción de carbón de espino (Acacia caven, Mol) en la Comuna de Pumanque, VI Región",  Memoria de Título, Universidad de Chile,  Escuela de Ciencias Forestales,  Santiago de Chile.

Larrain, Horacio, 2015. "Cazadores-recolectores montañeses hace 2.500 años atrás: Excavación en La Leonera, Quebrada de Las Ñipas,  Comuna de Graneros (Chile Central)", Capítulo en su Blog científico: https://eco-antropologia.blogspot.com  de fecha  30-04-2015.

Longeville Vowell, Richard, 1968 [1831], Campañas y Cruceros en el Océano Pacífico, Editorial Francisco de Aguirre, Buenos Aires, Santiago de Chile, (Prólogo y traducción de José Toribio Medina. Traducción de la parte de la obra original de 1831 publicada en Londres referente a Chile,  en tres tomos.

Pacheco Marín, Germán Enrique, 2005, "Evaluación del proceso de carbonización y calidad del carbón de Acacia caven (Mol)   producido en hornos de barro", Memoria de Título, Universidad de Chile, Facultad de Ciencias Forestales, Departamento de ingeniería de la madera,  Santiago, Chile,

Rodriguez, Roberto, Matthei, Oscar,  Quesada, Max, 1983. "Flora arbórea  de Chile", Editorial de la Universidad de Concepción, Chile.

miércoles, 24 de junio de 2020

Lista de capítulos del Blog dedicados al estudio de la vegetación del Norte Grande de Chile: su relación con el poblamiento humano.

     
Fig.1.  Rocas del acantilado en oasis de  niebla de Alto Patache. Se observa aquí Alstroemeria lutea (flor amarilla, grande); al centro,  una planta en flor de Fortunatia biflora; en el ángulo izquierdo, abajo,  ejemplares de  Zephyra elegans, de  flor celeste y, a su derecha, Tetragonia ovata, de hojas gruesas, carnosas. (foto Marta Peña Guzmán, octubre 1997, en pleno desarrollo del Fenómeno de "El Niño" 1997).

Fig. 2.  Floración de Alstroemeria lutea Muñoz-Schick en los roqueríos de Alto Patache mirando al mar, a 775 m. snm. (foto H. Larrain,  diciembre 2004).

Fig. 3.  Frankenia chilensis K. Presl  en el oasis de niebla de Alto Patache (Foto H. Larrain, noviembre  2004).

Fig. 4.  Lycium leiostemum en los roqueríos del oasis de niebla de Alto Patache.  (Foto H. Larrain, Noviembre 2004).

Fig. 5. La cactácea columnar Eulychnia iquiquensis en flor, en los faldeos del oasis de niebla de Alto Patache (foto H. Larrain, Noviembre  1997).

 Fig. 6.  Cojines de la bromeliácea Tillandsia landbecki, Phil  en el oasis de niebla de Cerro Guanaco a 950 m snm. (Foto H. Larrain, Mayo 2014).

 Fig. 7. Colinas  tapizadas  de guirnaldas serpenteantes de Tillandsia landbecki Phil,  en Cerro Guanaco, la única especie vegetal presente en este oasis de niebla (Foto H. Larrain, Mayo 2014).

Listado de capítulos por materia.

En capítulos anteriores, hemos reunido los artículos de nuestro Blog  referentes a una sola temática en particular, para facilitar  a nuestros lectores su búsqueda y lectura.  La presencia de "etiquetas" de búsqueda del  mismo, no siempre resulta un procedimiento eficaz  para agotar el tema, de acuerdo a  nuestra experiencia. Por ello, en esta ocasión, presentamos por orden cronológico, todo  lo que hemos escrito sobre flora y vegetación de las zonas desérticas en nuestro Blog, desde su creación en el año 2006.

Mi interés por la flora local.

Hemos tenido la oportunidad, en  nuestra vida académica, de  trabajar en terreno con botánicos, agrónomos, ingenieros forestales y ecólogos quienes nos han aportado su rica experiencia y nos han hecho comprender la importancia de la flora local en el desarrollo cultural de los grupos humanos.  Este contacto con especialistas, nos ha familiarizado con numerosas especies vegetales que el hombre supo utilizar, de diversos modos, en su  vida cuotidiana. El haber seguido algunos cursos de botánica y zoología en la Universidad Católica de Valparaíso (1953-54)  nos ha sido, igualmente, muy útil para el reconocimiento de familias  y su habitat natural.
Por fin, durate mis años de experiencias en el oasis de niebla de Alto Patache, (1997-2015) tuve ocasión de hacer múltiples observaciones de la flora local, acompañando a veces a botánicos y ecólogos, chilenos y extranjeros. Experiencias que han quedado grabadas a fuego en mi retina  y que  transcribí en mis Diarios de Campo. 

Las plantas y el hombre.

El desarrollo cultural de un grupos humano es inimaginable sin  el conocimiento y utilización certera del acervo florístico existente en su ecosistema y sus contornos. La alimentación, el vestuario, la vivienda,  los instrumentos de caza y pesca,  la movilidad y transhumancia del ganado, y hasta  las costumbres mortuorias, están indisolublemente ligadas a  la utilización de la flora local.  ¡Ya  lo sabían bien los  pescadores Chinchorro desde los 7.000 A.C. al servirse de ella en sus envoltorios fúnebres!.  Casi todos los descubrimientos  arqueológicos en el mundo, dan cuenta del uso de las plantas por el hombre, o  de las presencia de éstas  a través de los granos de polen o de sus  semillas.
 Recordemos, de paso,  lo mucho que la arqueología ha aprendido del cuerpo congelado de "Ötzi", el cazador de los Alpes del valle de Ötztal  hallado intacto en septiembre de 1991  tras unos 5.300 años de estar  perfectamente preservado en el hielo del glaciar. Gracias a las plantas que comió, conservadas en su estómago, y al polen adherido a su cuerpo y a sus pertenencias, se tiene hoy día noticia bastante acabada  acerca del entorno geográfico y ecológico en el que se desenvolvía la vida de este cazador alpino. 

Nuestro listado.

1.  H. Larrain, 2008. "Las praderas de tillandsias  (Tillandsia landbecki Phil) al sur de Iquique", 21-02-2008.

2. H. Larrain, 2008, "La variabilidd de la neblina y formación de  oasis de niebla", 23-02-2008.

3. H. Larrain, 2008,  "Diversidad de habitats en la costa norte de Chile", 30-03-2008.

4.  H. Larrain, 2008. "Una ascensión a los cerros de Cobija", octubre 2002",   28-06-2008.

5.  H. Larrain, 2008. "La descripción del Partido de Tarapacá de don Antonio O´Brien", 29-11-2008.

6.  H. Larrain,  2008. "O´Brien: hidrografía, clima y vegetación",  29-12-2008.

7. H. Larrain, 2009, "Flor endémica de la Pampa del Tamarugal y oasis aledaños:  su uso en el pasado y en la actualidad", 17-01-2009.

8. H. Larrain, 2009, Flora nativa en el oasis de niebla de Alto Patache: diversidad específica",  03-02-2009.

9. H. Larrain, 2009, "Los pallares: un alimento prehispánico  de tiempos preincaicos", 13-05-2009.

10. H. Larrain, 2009, "Reverdece en primavera el oasis de niebla de Alto Patache. Contraste con bosque moribundo a sus pies",  10-10-2009.

11. H. Larrain,  2010, "Salar del Huasco: un frágil ecosistema altiplánico en peligro", 04-04-2010.

12. H. Larrain, 2010, "Oasis de niebla de Fray Jorge: estudio botánico y climatológico: 1966",  21-05-2010.

13. H. Larrain, 2010, "El bosque húmedo de Fray Jorge en 1982 visita de estudio",  10-10-2010.

14. H. Larrain, 2011, "El chañar árbol frutal imprescindible para los atacameños y aymaras:  testimonios históricos y experiencias", 29-09-2011.

15. H. Larrain, 2011, "Etnografía y caracterización botánica del chañar (Geoffroea decorticans)". 08-09-2011.

16. H. Larrain, 2011, "El oasis de niebla de Alto Patache:  esplendor primaveral de su flora desértica", 27-09-2011.

17. H. Larrain, 2012, "Efectos del aluvión de febrero-marzo 2012 en Tarapacá: la historia dolorosamente se repite", 10-05-2012.

18. H. Larrain, 2012, "Vegetación nativa nacida tras el aluvión de marzo 2012: un jardín de flores en plena Pampa del Tamarugal", 29-06-2012.

19. H. Larrain, 2012, "Curiosidades botánicas observadas  en la quebrada de Quipisca:  efectos del reciente aluvión de febrero y marzo 2012", 11-07-2012.

20. H. Larrain, 2012, "Una nueva visita a la pampa anegada por el aluvión de marzo 2012:  floración tardía y vida animal", 31-08-2012.

21. H. Larrain, 2013, "Los secretos de un mariscador iquiqueño: entrevista de Julio 1972", 21-03-2013.

22.  H. Larrain 2013, "Revisita y examen de las antiguas chacras de cultivo en la Pampa del Tamarugal:  la magnífica herencia de don Antonio O´Brien", 17-04-2013.

23.  H. Larrain, 2013, "Plantas resistentes a la sequia: una radiografía de la vegetación del desierto extremo. El caso de las quebradas que dan a la Pampa del Tamarugal", 22-10-2013.

24.  H. Larrain, 2014, "Campos de tilandsias en Iquique: rastros indesmentibles de antigua presencia humna", 30-03-2014.

25. H. Larrain, 2014, "Singulares signos de vida en un tilandsial de Tarapacá, seres que rara vez se ven durante el día", 06-04-2014.


26. H. Larrain, 2014, "Paposo: un oasis recóndito de extraña vegetación  y antiquísimo poblamiento",  27-04-2014.

27. H. Larrain,  2014, "Un estudio temprano de los efectos de la neblina en el bosque higrófilo de Fray Jorge: costa de la IV  Región de Chile",  04-10-2014.

28. H. Larrain  2014, "El árbol "apama" un ilustre desconocido de las quebradas de Tarapacá: usos tradicionales de esta especie en tiempos históricos", 18-11-2014.

29. H. Larrain, 2015, "Los tesoros del Tamarugal: Obra de CONAF-Chile dedicada al estudio de la Pampa del Tamarugal y áreas adyacenes. Una notable obra reciente sobre los ecosistemas protegidos de Tarapacá",  02-02-2015.

30.  H. Larrain, 2016, "La vegetación presente en la Pampa del Tamarugal a mediados del siglo XVIII: un testimonio veraz del cartógrafo Antonio O ´Brien",
30-01-2016.

31. H. Larrain, 2016, "Observaciones recientes sobre Prosopis spp, en la region de Tarapacá: curiosidades de un neófito", 03-02-2016.

32. H. Larrain, 2016, "Un ecosistema de aluvión: remanentes vegetales del aluvión de Marzo del año 2012 en la  Pampa del Tamarugal",  18-02-2016.

33.  H. Larrain, 2016, "Qué vio y cómo vio el gobernador de Tarapacá el bosque del Tamarugal en  1765. Un auténtico pionero de la reflexión ecológica en el desierto norte chileno  La descripción de la Pampa Iluga  por Antonio O ´Brien en 1765, fuente de conocimiento",  20-02-2016.

34.  H. Larrain, 2016, "Empleo de plantas nativas por los indígenas atacameños: valioso aporte del naturalista Rodulfo Amandio Philippi en 1860", 21-09-2016.

35. H. Larrain, 2018, "Incierto destino de bosque actual de Tamarugal: ¿muerte lenta o posible recuperación?.  23-01-2018.

35. H. Larrain, 2019, "Extrañas vainas de una casi desconocida planta autóctona del Norte de Chile: la "fortuna", "espinillo" o "kuti huaynitu". 22-06-2019.

Comentario eco-antropológico.

1.  Un análisis exhastivo del material  florístico que acompaña un enterramiento, o una excavación, puede y debe dar  muchísima más información que la propiamente osteológica, antropológica o arqueológica.  La identificación de las especies de plantas  sea  a través de sus partes visibles (raíces, hojas, flores  o tallos) o de sus granos microscópicos de polen (o esporas),  puede permitir determinar con precisión hasta la estación del año de un determinada muerte o enterramiento, o la procedencia geográfica de determinados elementos, siempre y cuando  el análisis respectivo se haga  de inmediato, o que  se recoja la muestra  con las debidas precauciones para evitar  una posible infección de la muestra con elementos recientes.

2.  Fuera de las plantas utilizadas por los antiguos como psicotrópicas (Anadenanthera sp y otras más) -las que han sido bastante bien estudiadas por los científicos- la presencia eventual de trozos o fragmentos de plantas presuntamente comestibles por el hombre es un capítulo, a mi entender, que  no ha sido estudiado aún suficientemente. Por ejemplo, la presencia de manojos de  Tillandsia landbecki (Fam. Bromeliaceae) en campamentos o enterramientos de la  costa norte de Chile  (Ver  Fig. 6 y 7), deja abierta la pregunta acerca de varios otros posibles usos de este vegetal, además de constituir una excelente materia prima para encender el fuego (al modo de la yesca), tal como personalmente lo hemos podido  comprobar varias veces en terreno. Nosotros hemos hallado frecuentemente  no pocos restos de esta planta (tan propia de algunos oasis de niebla) en bases de viviendas y entierros de la zona de Patache, Sur de Iquique. Sospechamos que esta planta pudo tener para ellos varios usos. (Cfr. Larrain 1990 y  Larrain  et al, 2004. cit. abajo).

3. Muy poco sabemos aún acerca del empleo de las partes florales (o radiculares)  de varias especies como nutritivo alimento, como en el caso de Oxalis sp ("vinagrillo") cuyos tallos y hojas son comestibles (¿y por qué no, también sus flores?), muy frecuente en los oasis de niebla costeros. Y tal vez de la  planta Tetragonia, de grandes  hojas suculentas y carnosas. ¿Consumían, igualmente, los antiguos pescadores las raíces carnosas de Alstroemeria lutea, notable planta recientemente descrita para los oasis de neblina de la costa de Tarapacá?, ¿o sus grandes flores color amarillo que alegran y embellecen  el paisaje entre los meses de septiembre y noviembre en las alturas de los cerros en los años de presencia del Fenómeno del Niño y sus abundantes lluvias?.  (Vea Figs. 1 y 2).  Es más que probable. Acerca del estudio profundo de la palatabilidad de nuestras plantas nativas, máxime las presentes eventualmente en los oasis de niebla del Norte Grande de Chile,  al parecer, no se ha dicho aún la última palabra. Y, sin embargo, constituían estas especies endémicas, seguramente, un aporte  importante en calorías para  el pescador-recolector de la época, cuando subía a las alturas de los cerros de la costa persiguiendo al esquivo guanaco  (Lama guanicoe) o , tal vez, a la taruka (Hippocamelus bisulcus). 

Bibliografía nuestra citada.

Larrain, Horacio,  1990, "El paisaje fitogeográfico  del Norte Chico y zona central chilenos y su utilización por el hombre en el siglo XVI. Visión de los Cronistas tempranos", Revista Chilena de Historia y Geografía, Santiago de Chile, Año 1990, Nº 158, 271-291

Larrain Horacio, Flavia Velasquez et al, 2004.,  "Un  yacimiento de cazadores-recolectores marinos en la terraza litoral de Bajo Patache, sur de Iquique, Estudio arqueológico-geográfico", en Polis, revista de Universidad Bolivariana, Santiago de Chile, Vol III, Nº  7, 2004: 361-396, passim). 

Pinto, Raquel,  Horacio Larrain, Pilar Cereceda et al.,  2001,  "Monitoring Fog-Vegetation Communities at a Fog-Site in Alto Patache, South of Iquique, during "El Niño"  and "La Niña" Events 1997-2000". Proceedings  of the 2nd International Conference on Fog and Fog Collection, Saint John´s, Canada, July 15-20, 2001: 293-296.



domingo, 14 de junio de 2020

Mis primeros descubrimientos arqueológicos en las cercanías de la quebrada de "La Chimba" (N. de la ciudad de Antofagasta): evidencias halladas a mediados del año 1963.

En este capítulo presentaremos el fruto de nuestros primeros hallazgos arqueológicos en el sector norte de la ciudad de Antofagasta a mediados del año 1963 en el sector denominado por nosotros como Conchal Nº 1. Dejamos para capítulos posteriores del Blog la descripción de nuestros hallazgos posteriores, en otros sectores aledaños a éste e, igualmente, en la base sur de Cerro Moreno.

Los documentos aquí ofrecidos han permanecido hasta ahora inéditos, y proceden de nuestros primeros Cuadernos de Campo (1963).
 Fig. 1.  La ciudad de Antofagasta en 1965. Vista desde el alto de las ruinas de Huanchaca hacia el N y NW. Abajo, a la izquierda, los novísimos pobellones de la Universidad del Norte (Foto H. Larrain, 15 Enero 1965).

Mi arribo a Antofagasta. 

El día 8 de Junio del año 1963 (esto es, hace 57 años exactos),  llegué a trabajar  a la Universidad del Norte de la ciudad de Antofagasta, como joven sacerdote jesuita. Este viaje al Norte de mi país, surgió por el llamado hecho por el Rector de la Universidad, el Padre Gerardo Claps Gallo, S.J. a jóvenes jesuitas de la Casa de Estudios de Estación Marruecos (hoy Padre Hurtado), a integrar el claustro de profesores de la nueva Universidad (Universidad del Norte). Me desempeñaba yo a la fecha como ecónomo del estudiantado jesuíta. Aprobado el cambio de domicilio por el Provincial de la  Compañía,  partí al Norte, con mis escasas pertenencias, para mí un lugar idílico, de ensueño, aunque totalmente desconocido.
Allí se encontraban dos personas de la Orden jesuíta, quienes influirían poderosamente en mi futura especialidad, la Antropología: el P. Gustavo le Paige (1903-1980), jesuíta belga que desde el año 1957 era el  párroco en San Pedro de Atacama y acababa de  montar un nuevo  y flamante Museo Arqueológico en la localidad. El otro, el P. Enrique Alvarez Castro, antiguo profesor en el Colegio S. Ignacio. A  mi llegada se me asignó el Curso de  "Formación Religiosa"  y quedé a cargo de los alumnos becarios.

Fig. 1.  El párroco, padre Gustavo le Paige, S.J.,  revestido de sus paramentos sacerdotales, en la procesión de la "Purísima" ( 8 de diciembre) en las calles de San Pedro de Atacama (foto H. Larrain, 8-12-1964).  Imagen tomada en  uno de mis últimos viajes  a San Pedro de Atacama, antes de partir a México.

Mis primeras caminatas por el desierto.

El relato que sigue tiene un cariz claramente autobiográfico. Pido excusas a mis lectores por ello, pero no veo otra manera de rememorar los hechos para dejar constancia de ellos. Estimo que es parte de mi compromiso con la ciencia: dejar constancia de lo que ví y observé entonces, con la mayor acuciosidad y fidelidad posible.

Me sentí a mis anchas desde el primer momento en mi nueva ciudad: el clima tan apacible, los compañeros de trabajo, los alumnos. Se notaba un espíritu de gran camaradería entre profesores y alumnos.  Pronto conocería allí a mis colegas: el literato y poeta Andrés Sabella, el historiador don Oscar Bermúdez, y el pintor Waldo Valenzuela con quienes  muy luego  entablaría excelente relaciones.  Los alrededores desérticos y los empinados cerros amenazantes, me atraían como un imán. 
A los pocos días, me contacté con el Museo Regional de la Universidad, en la calle Prat, a cargo por entonces de Bernardo Tolosa Cataldo, entusiasta  arqueólogo aficionado. Quien me habló de su presencia fue el vicerrector de la Universidad, el padre Alfonso Salas Valdés, a quien yo conocía desde mis tiempos de alumno del colegio S. Ignacio en Santiago.  Aquí tuve la oportunidad de conocer y tratar a la etnografa austríaca Ingeborg Lindberg, miembro activo del Museo y al arquitecto Carlos Contreras Alvarez,  gran colaborador del mismo. Muy pronto empecé a salir a terreno hacia el interior con Bernardo, por entonces encargado de Caritas-Chile institución benéfica encargada del apoyo de los pobladores más desamparados de los pueblos atacameños del interior de Antofagasta.  Con él tuve la oportunidad de conocer y recorrer varios pueblos de Atacama, empezando por Quillagua, junto al río Loa.

Testigo fiel de este período  y de nuestras actividades en el Museo, es el texto de una entrevista hecha por el diario "El Mercurio " de Antofagasta, con fecha  19-06-1964,  cuando yo ya preparaba mi viaje a México para estudiar la carrera de Arqueología:
Fig. 2.  Entrevista  en el  Diario "El Mercurio" de Antofagasta. Alude al desarrollo de Museo y la  presentación al  público de las nuevas secciones del mismo, en especial, la sección de arqueología. La existencia del Museo mismo, sin embargo,  databa al menos de 2-3 años antes, y mostraba una hermosa exhibición de historia regional  de elementos de la explotación del salitre (NaNO3), y era  regentado desde su inicio por el entusiasta e incansable Bernardo Tolosa Cataldo, su creador.

Nuestro background antropológico a la fecha.

Mis conocimientos arqueológicos eran por entonces,  muy limitados por no decir nulos. Desde mis años de estudio de la Filosofía en Buenos Aires, Argentina, (1951-1954) me había entusiasmado por la Antropología, gracias a las excelentes  y didácticas clases impartidas por un joven  jesuita argentino, el P. Beltrán, quien nos familiarizó con la prehistoria y la arqueología europea, los descubrimientos arqueológicos de las puntas Folsom y Clovis, en los Estados Unidos, los estudios paleontológicos de Florentino Ameghino y, por fin,  los trabajos etnográficos del jesuíta argentino Guillermo Furlong Cardiff (1889-1974) algunas de cuyas obras leí entonces con especial interés. Furlong era un escritor muy prolífico y había escrito, entre otros temas,  sobre las misiones jesuíticas del Paraguay, en la  época de la  Colonia,  tema que me impresionó profundamente. Allí en Buenos Aires, tuve la oportunidad (entre 1952-55) de verlo y escucharlo más de una vez: era un maestro muy venerado.

Mis primeros atisbos en arqueología de Chile.

Con el jesuíta padre Enrique Alvarez habíamos examinado juntos,  con anterioridad, algunos conchales arqueológicos en la zona central de Chile, concretamente en el Fundo "Las Brisas", (Al S. del balneario de Sto. Domingo),  donde tuvimos la oportunidad de colectar varios objetos liticos (puntas de flechas, raspadores...), y unas extrañas figurillas humanas, en  miniatura,  pequeñísimas,  hechas en greda cocida, cuyo significado nos resultaba muy enigmático. El agricultor don Luis Alberto Fernández Larrain, había cedido a los jesuítas una pequeña parcela -parte de su fundo-  en la desembocadura de un pequeño arroyo,  donde levantaron una rústica casa de campo de madera; en este lugar, alejado del bullicio de la ciudad,  los padres solían pasar algunos días en las vacaciones de verano.
 Los extensos conchales se extendían a la orilla del arroyo, junto al mar, más arriba de la más alta marea. Para qué decir que con  Alvarez  revisábamos estos conchales por horas y horas, hallando, extasiados, numeroso objetos que guardábamos celosamente para el museo del Colegio.

En el Museo de la Universidad del Norte, en Antofagasta, había por esas fechas un mínima biblioteca donde pude leer la obra del arqueólogo inglés avecindado en Chile,  Ricardo E. Latcham (1869-1943): "Arqueología de la Región Atacameña"(editada en 1938),  la obra de  Isaac Arce Ramírez  (1853-1951) "Narraciones históricas de Antofagasta" (editada en 1930), y el artículo del arqueólogo norteamericano Richard Schaedel (1920-2005) escrito en 1957 y titulado:  "Informe general sobre la expedición a la zonas comprendida entre Arica y La Serena" (1957)  y alguna que otra más acerca de esta región. Era éste casi todo el  bagaje bibliográfico disponible a la fecha para nosotros.

Primeras expediciones en la zona.

El primer registro que hoy encuentro en mis tempranos "Diarios de Campo" (Diario Nº 1-A, p. 3)  data del día 08-08-1963, esto es exactamente dos meses después de mi llegada a la ciudad. (Figura 1). En esta primera visita, tuve la fortuna de hallar un primer conchal arqueológico,  detectable éste por la presencia de numerosas lascas o astillas, fruto del desbaste del material  para la fabricación de piezas líticas. Copio directamente mis impresiones de ese día en la página  del Diario de Campo (Diario 1-B p. 4):

Fig. 3.  Nuestro descubrimiento del primer conchal arqueológico  (Diario Nº 1-B de Horacio Larrain, de fecha 08-08-1963.

Para poder apreciar correctamente la ubicación del mismo, agregamos aquí, a continuación, nuestro croquis de campo, hecho en la ocasión:

 Croquis de ubicación del Conchal Nº 1. Al Sur de la entrada a la quebrada de La Chimba.
                                                             
                                                        Fig.  4.
             ⇐ Norte  (adición nuestra actual; el original  lo muestra algo desviado. La verdadera orientación "Norte" sigue aproximadamente la línea de la cañería  de agua potable). 

Fig.  4.  Croquis nuestro de las secciones A y B  del conchal Nº 1  y detalles observados in situ en las dos visitas al lugar (8-08-1963 y 13-09-1963. (En Diario de Campo de H. Larrain Nº 1-B, pg. 1).

En el Plano que sigue, confeccionado a fines del año 1964 o inicios de 1965, se da cuenta de todos los descubrimientos hechos  hasta esa fecha.  Nos interesa insertarlo aquí para mostrar la ubicación exacta del Conchal Nº 1, que aquí estamos analizando en detalle:


Fig. 5.  Plano de todos los descubrimentoss arqueológicos (conchales, cementerios o tumbas aisladas) hallados por Horacio Larrain entre agosto 1963 y Enero 1965. Nos interesa aquí en especial mostrar la ubicación exacta del Conchal Nº 1 en el costado derecho, y a la altura de la coordenada  23º 34´ L.S.  Se aprecia bien  el Nº 1 y el gran zanjón divisorio de las dos secciones de este extenso conchal, producido por antiguos aluviones.  Este Plano forma parte del articulo de H. Larrain intitulado: "Contribución al estudio de una tipología  de la cerámica encontrada en conchales de la Provincia de Antofagasta", Anales de la Universidad del Norte (Chile), Nº 5, 1966:  83-128. Plano en pg. 87).

Descubrimientos hechos en visitas posteriores  a este mismo conchal.

Nada mejor que presentar, nuevamente,  el texto respectivo de nuestro Diario de Campo (I-B pp. 43-50)  donde se deja constancia de los hallazgos hechos por nosotros en visitas posteriores al mismo lugar,  aproximadamente un año después (14-07-64 y 18-07-1964). Los paréntesis cuadrados  [....], son agregados nuestros hoy. En paréntesis redondos (   ), nuestras notas,  al final.

"Expedición de H. Larrain, solo. Me dirigí al conchal Nº 1 (en parte alta de quebrada del Hipódromo [lugar] que fue mi primer hallazgo. (ver croquis mío en pg. 1 de este mismo cuaderno, Fig. 4, de este capítulo). Este se encuentra al Este y algo al sur de las áreas verdes de La Chimba, sector trabajado por [Heinrich] Froelich. En el sector sur de este conchal (y unos 200-250 m más abajo de la zona que exploré antes, en visita del 13 de agosto de 1963),  hallé otro pequeño habitat  donde había dos piedras planas  para molienda y una mano [de mortero], lascas, dos puntas rotas de proyectil, algunos raspadores pequeños, tres percutores (en canto rodado de la playa).  Llevo solo uno conmigo: los otros dos son muy corrientes. El conchal está junto a rocas pequeñas, abundando conchas de lapas y locos.".

Sector Sur conchal Nº 1.

"Decidí excavar un pequeña cuadrícula entre antiguos refugios. La capa ocupacional con materiales culturales llega solo a los 9.5 cm. Llegué hasta los 20 cm sin hallar nada. Excavé entonces en el sitio donde se veía mayor abundancia de conchas de mariscos (¿basurero principal?). La capa cultural llegó hasta los 40 cm. de prof. [Âparece] muy poca cerámica burda  con engobe rojo. Tomé fotos de conjunto del conchal (quedaron en el Museo Regionl de la Universidad del Norte). Hay en este lugar percutores atípicos que utilizan piedras no rodadas, de las que hay en este terreno".

Sector intermedio (se encuentra en el lado sur, pegado a la zanja o zanjón [cárcava de erosión] ). Aquí hallé más cerámica que en sector sur. Se observa presencia de refugios (piedras en círculo) en su parte alta. Conté hasta 9, algunos ya medio borrados. Siempre en sus orillas con abundancia de  lascas y conchas de mariscos".

"Dimensiones observadas.

"Radio de 060 m. - 0.80 m. Una habitación de 1,20  de radio; siempre cerradas con piedras  en círculo por el lado sur. En la parte baja de este sector, conté hasta  10 [de] tales refugios.  Estan muy cerca uno de otros: ( 1 m, 2 m) Un grupo de 7 refugios, constituyen un conjunto (vea croquis adjunto)." (Diario H. Larrain, 1-B pg. 45)".

 El croquis de los habitas o refugios en referencia, se muestra aquí:

Fig. 6.  Croquis de campo del conjunto de bases de viviendas  de pescadores-recolectores, tomado del Diario de Campo de H. Larrain 1-B de fecha 14-07-1964. pg. 46.  (Nos llama hoy la atención la forma curiosa como se señala  el Norte en el diseño respectivo).

Sigue nuestro texto:

"Un análisis más atento,  me indica la presencia de huesos en ellas. ¿Fueron habitaciones, primero, y luego tumbas?. En todo caso, al final fueron ocupadas para tumbas. Hay restos de cerámica esparcidos. (¿hubo saqueo aquí?). Así parece)".

"Conchal Nº 1, Sector Norte  (Vea croquis pg. 1 de este Cuaderno).

"Este sector parece haber sido muy habitado.  Se halla aquí bastante fragmento de cerámica...pero no excesiva. La superficie de este conchal, tentativamente, sería: largo máximo 350 m (bajando al mar), ancho máximo 100 m (a lo más), profundidad [del] estrato cultural: 0.15 m.".

"Material cultural recogido en mi expedición del 14/07/64 (H. Larrain solo).

Puntas de proyectil completas: 3.  (2 pedunculadas; una: larga y fina). 
Puntas de proyectil rotas: 12;  (2 pedunculadas).  1  punta de arpón grande; otra base de arpón. 1 perforador der cuarzo (1); 2 raspadores pequeños y 1 mediano (negro). Un raspador grande (de 9 cm de largo).  3 trozos de cuarzo algo trabajados.  45 fragmentos de cerámica pintada (2); 1 hachita-cuchillo. 1 percutor grande".      

"18-07-64. Expedición a Conchal Nº 1. Sector Intermedio.

"Como a las 2 P.M., encontré una tumba  de niño, a 0.60 m de profundidad y en la parte central de uno de los círculos  (de viviendas). Se trata de un niño pequeño y se halla enterrado en una especie de cista de piedras (al modo de un ataúd)". (pg. 48 del cuaderno)

Croquis del entierro del niño.   


Fig.  7.  Croquis nuestro del entierro de un niño . (En  Diario de Campo de H. Larrain  Nº  1-B, pg. 49).

Final del texto original:

"Aparecen también: 1 palito y 1 piedra de playa, ambos pintados de rojo. Los objetos de hueso (barbas de arpón y espátula),  también [están] pintados de rojo ocre. La tumba apareció bajo varias piedras, las que reposaban sobre un nicho de ramillas. Debe haber otras tumbas por aquí, a pesar de que allí se ve varias ya saqueadas.  Se recogió  [en este conchal] más fragmentos  del ceramio fino con pintura  hasta lograr dar forma a una vasija (¿ Atacameño?) (2).

(Fin del texto)

A partir del mes de Mayo de 1964, luego de haber descubierto varios sitios de conchales y enterramientos indígenas, me hice acompañar, en algunas de mis expediciones a terreno, de estudiantes de Biología de la sede de la  Universidad de Chile, con los cuales había yo tomado contacto a través de la "parroquia universitaria"  creada en nuestra universidad. Entre ellos, recuerdo  los nombres de Agustín Llagostera, Bernardo Maldonado y Dino Azúa. Llagostera -hoy connotado arqueólogo, autor de notables trabajos de arqueología regional-, se convertirá muy pronto en  nuestro más asiduo acompañante. Tal vez se halla aquí, sospecho yo, en estas excursiones primerizas, el germen de su vocación arqueológica que ha logrado desarrollar en tan alto grado.

Breve comentario eco-antropológico  nuestro.

1.  Estos descubrimientos tempranos en la zona de Antofagasta constituyen un aporte a la historia arqueológica local  y habían quedado inéditos hasta hoy.
 Todos los trabajos arqueológicos anteriores ejecutados en esta zona tuvieron por objetivo recabar momias, cráneos, utensilios de pesca o fardos funerarios para  los Museos de Europa. Es el caso de la expedición francesa del año 1902  a cargo de Senéchal de la Grange que excava  enfrente de la isla Guamán (Cf. en este nuestro blog: "Investigaciones arqueológicas  en la costa de Antofagasta, sector La Chimba. Expedición francesa del año 1902"). Es también el caso de las excavaciones del médico patólogo alemán Otto Aichel que a fines de la década del 1920 excava numerosas tumbas en varios lugares para proporcionarse cráneos y esqueletos humanos  para los Museos de Alemania.
 El propio Isaac Arce Ramírez, autor de la obra  "Narraciones históricas de Antofagasta" (1930), poseía una hermosa colección de objetos arqueológicos obtenidos en excavaciones (¿propias, o de terceros?) hechas en las proximidades de la ciudad. Tal cosa me consta porque en nuestro Museo Regional de Antofagasta, por entonces (1964) perteneciente a  la Universidad de Norte, tuvimos el privilegio de exhibir, durante unos meses, una gran cantidad de objetos arqueológicos de su propiedad,  que su viuda gentilmente nos prestara para la ocasión (Ver Fig. 2 de este capítulo). Recuerdo haber expuesto personalmente en dicha ocasión, en una vitrina grande del Museo, una notable variedad de objetos: martillos de minero, capachos, dardos provistos de puntas líticas, y astil de madera, redes,  tejidos y cerámica común o culinaria. Tratamos por entonces de obtener dichos materiales en donación para el Museo, pero sin lograrlo. ¿Donde se hallarán esas magníficas piezas hoy día?. ¿Seguirán en poder de su familia?.  Eran, lo recuerdo bien, no menos de 50 objetos conservados en forma excelente. ¿Habrán pasado a poder del actual Museo Regional de Antofagasta?. Ojalá. Convendría indagar al respecto en los catálogos antiguos del Museo.

2. Es interesante  constatar, como nos lo confirma hoy nuestro amigo Mauricio González del grupo "Caminantes del desierto", que este conjunto  de viviendas de pescadores estaría intacto e intocado hasta el día de hoy, seguramente por hallarse en un lugar más elevado y muy próximo a las quebradas. Noticia que nos alegra muchísimo. Pero sería interesante que los arqueólogos del Museo Regional echaran un vistazo a este lugar por cuanto aquí, en los contornos de este conchal, se halló toda la  cerámica  pintada (Inca, Diaguita y de tipos de Arica). Tal vez haya allí aún tumbas intactas. Es posible que en este lugar haya residido el principal de la tribu de pescadores, quien tal vez recibió como donativo las piezas de  cerámica fina extranjera (inca, diaguita y ariqueña), a cambio de algún servicio prestado.

3.  En un par de lugares del texto se alude a la piedra de "cuarzo" como material propio de piezas líticas. Sabemos hoy con certeza que  el cuarzo no se presta bien para  ser tallado; en cambio el sílex -muy semejante en aspecto-, sí se presta  admirablemente par la talla. Sílex y calcedonia son las piedras más utilizadas para confeccionar herramientas finas (puntas de proyectil, leznas o perforadores)  en estos lugares. En un hallazgo efectuado en Bajo Molle, al sur de Iquique, se encontró, hacia 1980,  entre otros elemento de pesca,  una bolsita llena de trozos informes de sílex, evidentemente aptos para ser usados como materia prima para  tallar excelentes artefectos e implementos  de pesca  y caza. (hoy en el Museo Regional de Iquique, mediante donación  nuestra, Noviembre 2017).

4. Las "piedras de playa" nombradas aquí como herramientas (percutores), son generalmente de andesita, material  de origen volcánico muy frecuente en las costas de Chile. De ella se sirvieron para  usarla como morteros (metates), manos de mortero,  percutores y aún raspadores o raederas. 

5.  Nuestra metodología de trabajo, en esos tiempos era sumamente rudimentaria. Carecíamos aún de una formación especializada en este campo de estudio. Una palita, un pequeño arnero, brochas,  espátula y huincha de medir constituían todo nuestro repertorio instrumental. La máquina fotográfica pronto pasó a ser insustituible. Me consta, por mis Diarios de Campo,  que tomamos fotos en aquellos años tempranos, las que parecen perdidas, aunque tal vez aún puedan encontrarse en los antiguos archivos del actual Museo Regional de Antofagasta, heredero de nuestro antiguo Museo de calle Prat en la ciudad de Antofagasta.

6.   Nos puede llamar hoy la atención nuestro interés demostrado entonces por colectar y recobrar numerosas piezas arqueológicas. En nuestros primeros Cuadernos de Campo, campea notoriamente esta preocupación central. Trabajábamos -hay que recordarlo-  en un Museo y nuestro interés primario, en nuestras salidas a terreno, era  obtener objetos de interés museológico para ser mostrados. Sólo muy secundariamente existía la intención de  investigar y publicar los resultados. No estaba aún en nuestra mente -en esos tiempos- el  interés por escrutar  y estudiar el modo de vida y las manifestaciones  culturales de sus habitantes pescadores. Menos aún, el examinar las relaciones entre culturas humanas y medio ambiente circundante. Tal preocupación ecológica surgirá después, como fruto maduro de mis estudios de arqueología en México y quedará patente en nuestra Tesis de Arqueología en la Escuela Nacional de Arqueología e Historia de México (1970). 

7.  Sería de desear que este lugar, rico en tempranos hallazgos arqueológicos, pudiera ser protegido y defendido de posibles huaqueos, basurales clandestinos o  tomas de terrenos.  La presencia de un pequeño "Museo de sitio" en el lugar podría ser, tal vez,  una excelente  iniciativa  para ayudar a proteger el área, tan próxima a la quebrada de La Chimba, reconocido santuario de la naturaleza. Tienen aquí la palabra tanto la CONAF (Corporación Nacional Forestal)  como el Museo Regional de Antofagasta. Si no se hace algo al respecto pronto, dentro de poco no quedará sino un vago recuerdo de estas antiguas formas de ocupación humana en estos espacios.
  
¿Cómo luce este lugar en la actualidad  (Junio 2020)?.

El plano que insertamos a continuación, es un obsequio hecho por el señor Mauricio González, jefe de la Asociación cultural "Caminantes del Desierto", quien ha tenido la amabilidad de dibujar, sobre nuestro antiguo plano del año 1964, los cambios observables hoy día en dicha el área.  Excelente iniciativa que agradecemos especialmente, y que nos permite hoy apreciar la transformación del paisaje en  estos 57 años  (1963-2020). En aquellos años, la ciudad se extendía, en sentido norte, hasta cerca del Hipódromo, lugar hasta donde llegaba la movilización en esa época. Más al Norte, se extendía el desierto absoluto, escenario de nuestras andanzas.

.                  
Fig. 8.  Superposición  de áreas  transformadas  el día de hoy (2020), sobre la base de nuestro Plano  publicado en 1966 en nuestro artículo aludido más arriba. Aporte actual del señor  Mauricio González.