sábado, 20 de julio de 2024

¿Puede existir un trabajo arqueológico sin el rescate y estudio de restos humanos momificados o esqueléticos del pasado reciente o remoto?. Antecedentes útiles o necesarios para una discusión.


Fig. 1. Notable estatua del padre Gustavo le Paige, erigida frente  la entrada de su Museo arqueológico  en San Pedro de Atacama, obra del escultor Harold Krüssel. Sostiene en su mano  un cráneo humano producto de sus excavaciones. Estuvo expuesta aquí hasta el año 2015. Hoy, al parecer,  desaparecida (foto H. Larrain, marzo 2015). 

Fig. 2.  Momias atacameñas dispuestas en fila en una repisa del pabellón nuevo del Museo de San Pedro de Atacama. (foto de Gerardo Melcher, en su obra:  "El Norte de Chile, su gente,  desiertos y volcanes" (Editorial Universitaria, Santiago, 2004)  en su visita del año 1965.

Fig. 3. Antigua exposición de cuerpos momificados y objetos en las primitivas repisas de madera del Museo. (Foto H. Larrain, diciembre 1964).

1. Planteamiento del problema: ¿se puede hacer hoy verdadera arqueología en zonas indígenas?

Ante la suspicacia o franco  malestar que se ha despertado en las últimas dos o tres décadas en algunas comunidades indígenas nacionales, (en especial entre aimaras, quechuas y atacameños) por la exhumación de cuerpos humanos como parte integrante de los procedimientos arqueológicos, cabría preguntarse hoy cuál será el destino de la arqueología, o cuáles tendrían que ser, en el futuro, los procedimientos aceptables en cualquier trabajo arqueológico (de excavación o rescate) en las zonas de actual poblamiento indígena en nuestro país (1). ¿Es posible practicar hoy una verdadera y auténtica arqueología de campo en las regiones de poblamiento indígena?.  ¿Sería posible -podemos preguntarnos- excavar e investigar (es decir, hacer arqueología)  sin sacar ni exponer los cuerpos humanos que aparecieren? ¿Se podrá hoy (o mañana) estudiar un cementerio indígena antiguo recién descubierto, o una simple tumba que aparece casualmente en nuestro registro arqueológico?. ¿De qué modo?. ¿Qué deberíamos hacer hoy si tropezamos con un entierro humano al excavar un poblado, un cueva, un taller lítico o un sitio agrícola antiguo?. Y, por último, qué debería hacerse con los cuerpos momificados ya existentes en las bóvedas de los Museos (2)?

Son las preguntas que naturalmente hoy nos planteamos ante la tenaz  oposición a la exhumación de cuerpos o esqueletos antiguos  manifestada por varios de los actuales líderes indígenas del país (Vide infra). (3). Más abajo, intentaremos responder a estas preguntas.

Todas estas preguntas (y otras similares que podríamos hacernos), envuelven dudas razonables que es necesario esclarecer bien tanto para el futuro de la arqueología misma en la zona como para recomponer las relaciones entre los Museos arqueológicos y las Comunidades,  hoy claramente muy deterioradas (4).

El tema es de gran actualidad hoy y requiere de una meditación profunda.  De su correcta respuesta depende el futuro de la investigación arqueológica y antropológica en muchas zonas del  país.  Igualmente, el futuro de la museología en cuanto  ella  tiene que ver con las técnicas de conservación de los especímenes expuestos en ellos.

Meditando las tajantes declaraciones recientes de algunos líderes indígenas del país que aquí analizaremos, parecería que la ciencia  de la arqueología y su práctica en terreno, estarían hoy condenadas a un rotundo fracaso, o al parecer a su definitiva cancelación como instrumento de conocimiento histórico de las culturas indígenas locales. En resumen, ¿sería ahora posible  estudiar toda la cultura de un grupo humano sin tocar para nada sus restos mortuorios?.  

2. Declaración reciente de un  representante lickan antai:

Escuchemos la reciente y lapidaria declaración pública: 

En el periódico digital  el ciudadano.com el periodista don Absalón Opazo escribía hace un par de meses: "Pueblo Lickan antai pide una ley para la repatriación de los cuerpos de sus ancestros".

  Allí se nos indica que se ha recurrido al efecto a la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados. "Piden la formulación de un proyecto de ley que permita la repatriación de los cuerpos de sus ancestros. El representante del pueblo atacameño Rudecindo Espíndola señala que la arqueología del siglo XX se caracteriza por la excavación de tumbas indígenas, lo cual (sic!) faltó al respeto a sus ancestros que incluye no molestar  los cuerpos de sus antepasados, a quienes conocen como sus "abuelos" o "gentiles". (énfasis nuestro). (Opazo, El Ciudadano.com,  2024). (5).

En suma,  de acuerdo a las expresiones del representante atacameño, toda la arqueología del siglo XX (al menos en el Norte de Chile) estaría así fatalmente viciada. Con ello, no solo se condena la obra de 25 años del padre Gustavo le Paige en su museo arqueológico de San Pedro de Atacama (seguramente, justificando así también su actual destrucción),  sino también el trabajo  arqueológico de todos sus predecesores y continuadores, sin excepción,  a partir de los exploradores franceses Créqui Montfort y Sénéchal de la Grange en el año 1904 (6).  Así, no deja, como decimos vulgarmente, "títere con cabeza", tildando de "violadores de los derechos humanos"  a los arqueólogos y solicitando recurrir a la "Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados" para sancionar su delito y exigir su inmediata reparación. 

                     








Fig. 4. Así lucía el Museo arqueológico del padre Gustavo le Paige todavía en marzo del año 2015, muy poco antes de ser  desmantelado y vandalizado con autorización de la Municipalidad de San Pedro de Atacama. Se puede ver  aún, erguida y enérgica, la efigie del padre, obra eximia del escultor Harold Krüsell (foto H. Larrain, marzo 2015).


3. El tema de fondo: ¿tiene don Rudecindo razón en su alegato?

 Hace muy poco tiempo (7)  en este mismo blog,  dedicamos un  capítulo especial al análisis de este tema en su aspecto o faceta propiamente museológica, es decir, ante  el hecho de su exposición al público en los museos. Lo rotulamos:  

Momias o esqueletos humanos en Museos: ¿se puede exhibirlos, o no?. Problemática disyuntiva planteada hoy a los Museos del mundo.


Remitimos a nuestros lectores  a dicho trabajo.

 ¿Arqueología sin seres humanos?

Hoy pretendemos ir más allá y meditaremos sobre el destino de la arqueología misma como ciencia del pasado, ante la pretensión de algunos líderes indígenas de que cualquier cuerpo humano que se hallare en la región, pasa a  ser, automáticamente,  un "abuelo" o un miembro de la "familia" y, por tanto, su "descanso eterno" no podría ni debería ser perturbado, y mucho menos,  por extraños al lugar.


 4. ¿Qué hace realmente  un arqueólogo?. ¿Cuál es su función? 

Como base de nuestra reflexión, examinemos primeramente qué es y qué pretende hacer la arqueología como ciencia. ¿Qué  busca y pretende  al exhumar objetos y/o  cuerpos humanos del pasado?.  En un pequeño Manual de Campo (o "Field Guide") editado por nosotros en la revista "Expedición a Chile"  en 1975 en Santiago de Chile,  con el título "¿Qué hace el arqueólogo?", explicábamos en un lenguaje accesible y fácil qué elementos considera la arqueología como esenciales y por qué es ella tan importante para el estudio del pasado.

 Reproduzcamos aquí un par de textos:

"La palabra arqueología  (del griego: ἀρχαίος  (antiguo, arcaico  y λóγος: estudio, ciencia),  nos introduce en un reino de fascinación y misterio: atisba el modo de vida de las generaciones pasadas. La arqueología es el estudio del comportamiento de las sociedades humanas ya desaparecidas, mediante el examen cuidadoso de sus restos materiales abandonados. A través de ellos, el arqueólogo intenta la reconstrucción histórica de su cultura y descubre sus patrones culturales básicos. La arqueología no es una mera técnica de investigación del pasado (aunque utiliza  técnicas varias), es una ciencia que trata de descubrir el género de vida de distintas sociedades, en distintas épocas, analizándolas y comparándolas....A ella le interesan todos los grupos humanos: desde los distantes cazadores de animales ya extinguidos hasta los recientes creadores de las civilizaciones urbanas" (1975: 4).
  
"El arqueólogo se vuelca al estudio del pasado a fin de revivirlo, hacerlo patente. No debe ser un mero enamorado de las cosas que encuentra (puntas de flechas, vasijas, etc),  sino de la historia que dichas cosas saben contar a quien sabe preguntar y buscar. El primero, es un simple coleccionista; el segundo, es un científico" (1975: 4-5).

Esto pensábamos y escribíamos en 1975, hace ya casi cincuenta años.


5.  La arqueología y el hombre su protagonista.

Ahora biendetrás de los utensilios, armas, vasijas, vestimenta o construcciones que el arqueólogo descubre al excavar un sitio, se yergue la figura del hombre mismo  su autor, con su propia y peculiar historia, su historial genético y su rico bagaje cultural.  La "cultura", pues,  ha de ser concebida como la "totalidad de la obra de ese hombre" en el contexto de un paisaje geográfico natural dado, pero no puede ser separada del hombre mismo, su creador, difusor y continuador. Porque no hay "cultura" sin ser humano. Los animales no crean propiamente cultura en su entorno (8), y desconocen su carácter acumulativo.  El hombre, sea éste cazador, pescador o agricultor, nómada o sedentario, es por esencia portador y difusor de "cultura" en su ambiente: la que el mismo se ha creado -cual una "segunda naturaleza"- para poder sobrevivir con éxito en un ambiente natural hostil; "culturas" antiguas que hoy nos es posible estudiar tanto a través de su vestimenta, como de su calzado, su morral, sus herramientas, sus adornos corporales  o las armas con las que ha sido hallado. Todo estos elementos  constituyen su creación propia, su "obra" por excelencia.

6. El notable caso del cazador Ötzi y de otros cuerpos humanos conservados hoy en Europa.

Para podernos enfocar correctamente en este tema tan delicado, creo necesario que reflexionemos por un momento  en el caso notabilísimo del "hombre  de Hauslabjoch", denominado  como Ötzi, hallado en el año 1991  en los Alpes italianos junto a la frontera con Austria. Fue hallado  provisto de su vestimenta de pieles y un morral con  todo  el equipo  de un experto cazador alpino.  Vivió hace 3.255 antes de Cristo y permaneció congelado más de 5.000 años en la nieve y el hielo tras haber sido herido de muerte. La infinidad de estudios de que ha sido objeto su cuerpo y sus pertenencias por especialistas de toda índole, ha revelado mucho más detalles de su modo de vida, cultura y ambiente de lo que un relato escrito de la época nos hubiese podido transmitir. Hoy día sabemos mucho acerca de su alimentación, enfermedades, su flora bacteriana  intestinal, sus adornos, vestimenta y armas de su época de cazador. Detalles como las características y origen de los alimentos consumidos en su última comida, el origen de sus armas, su atuendo, sus  tatuajes, su ADN mitocondrial, o las características o color de su cabello o de su  piel, nos siguen asombrando y maravillando hoy. Su minucioso estudio multidisciplinario nos ha enseñado sobre el modo de vida y costumbres de los habitantes del período Calcolítico en los Alpes (9) más que mil descripciones escritas. Ötzi es el cuerpo momificado completo (10) más antiguo y mejor conservado que se conoce del Viejo Continente al presente, y se conserva hoy como un tesoro de invaluable valor en el museo de la ciudad italiana de Bolzano.   

Este caso como el de numerosos otros cuerpos humanos intactos hallados en pantanos o turberas (11) en Escandinavia (12), Irlanda, Alemania, Inglaterra o en Siberia, nos enseñan muchísimo sobre la cultura,   costumbres y ritos locales en épocas pretéritas, de edad bien definida hoy, gracias al  método de datación del C14.  Estos descubrimientos casuales hechos en numerosas turberas del norte de Europa (13), en cierto modo, han contribuido a ilustrarnos hoy sobre las culturas contemporáneas mejor que las mismas momias de los faraones y altos dignatarios del antiguo Egipto (14).

 7. En resumen:

Los estudios realizados en laboratorios especializados de institutos y universidades en distintos países nórdicos (Irlanda, Inglaterra, Dinamarca, Suecia, Noruega  o  Alemania) sobre cuerpos humanos momificados hallados en su territorio, son un libro que sigue abierto y nos ha seguido ( y seguirá) entregando una increible cantidad de conocimientos acerca del modo de vida, biología y cultura  de los hombres del pasado en dichas regiones.  Lo que los romanos Tácito, Julio César, Séneca o Plinio el Viejo nos han aportado en sus escritos sobre dichos pueblos nórdicos (los llamados "barbari")  es  un migaja comparado con lo que hemos aprendido de las momias de los pantanos.  Y aún hoy, siguen siendo "un libro abierto" y una verdadera "caja de Pandora"  que nos promete muchas más sorpresas a  medida que la tecnología de análisis avanza, año tras año,  a pasos de gigante.

8. La lección para nosotros en Chile.

La lección que este tipo de conocimiento nos puede aportar para el estudio en nuestras zonas de poblamiento indígena, es clara y evidente.  Lo que las momias atacameñas, estudiadas con una tecnología de punta en laboratorios especializados, nos podría entregar hoy es seguramente más de lo que hoy ya sabemos sobre los atacameños del pasado y sus modos de vida.  Hay aún muchísimos vacíos por llenar en el registro cultural, cronología y evolución de su cultura. Gustavo le Paige descubrió algunos de sus más importantes hitos básicos. Pero falta mucho por aprender del pasado, máxime del pasado más remoto  (de los 10.000 A.C. hacia atrás). Es tarea del futuro arrojar más luz sobre el pasado atacameño remoto, del que hoy solo poseemos escasos atisbos. Pero para ello, deberá labrarse en el futuro una hábil e inteligente comprensión mutua y entendimiento entre las comunidades atacameñas y los especialistas arqueólogos y antropólogos. De no lograrse tal entendimiento, el estudio del pasado atacameño quedará  definitivamente estancado, detenido en el tiempo, mientras otros pueblos, más despiertos y abiertos al progreso científico,  aprenderán cada día más sobre su historia, su cultura  y su rol en el desarrollo humano de la región.   

 Al parecer, por el contenido de las  declaraciones  actuales de algunos líderes lickan antai, aún estamos lejos de ello. 
    

9. Necesidad de un trato digno a los cuerpos humanos momificados descubiertos. 

Estamos convencidos de que mucho de lo que ha ocurrido en Atacama se habría podido  evitar, o al menos,  suavizar y controlar si se hubiese tomado a tiempo algunas medidas básicas con respecto  al  tratamiento  de los cuerpos humanos momificados.  
La primera de ellas,  es que los cuerpos  hallados debieron haber sido tratados con mucho más respeto, cuidado e higiene (!), guardándoseles en recintos especiales, en cajas selladas, tal como vemos se hace hoy en  los grandes museos del mundo como en el gran Museo de El Cairo, en Egipto. Su manejo y detallado estudio queda allí solo reservado a los científicos y expertos. No se muestran a cualquier visitante. 
Por el contrario, su exposición  por decenas, en filas, en repisas repletas y al alcance de la mano del observador (Vea Figs 2 y 3) -tal como fue la costumbre por décadas-, además de constituir un  peligro real para la salud de los visitantes (15), fue un aliciente para inevitables robos de partes u objetos, en calidad de recuerdos o "souvenirs", por parte de los espectadores. Pero en aquellos años, había escasa o nula conciencia de tales peligros. Menos aún, hubo conciencia del valor e importancia que los indígenas atribuían a sus cuerpos  enterrados.
Tal tratamiento ideal de los cuerpos exhumados para su estudio, exige asumir muy altos costos. En los primeros años, Le Paige luchó denodadamente por obtener mayor apoyo económico para el Museo. Éste, siempre escaseaba. Yo me acuerdo bien cómo el padre pedía ayuda al entonces ecónomo de la Universidad del Norte, el jesuita  Alfonso Salas Valdés S.J. para instalar sus hallazgos en vitrinas decorosas. Pero la Universidad tenía por entonces otras prioridades.  En los primeros años  (1961-63), -lo recuerdo bien- las momias que le Paige iba desenterrando colmaban unos estantes precarios, a la intemperie,  en el patio trasero de la parroquia católica de San Pedro. Era un espectáculo ciertamente aterrador para cualquier visitante desprevenido. También para mí, pues fui testigo de ello.  Tomé sendas fotos en su época  (1963-64), las que  recuerdo haber prestado a un arqueólogo de San Pedro, fotos que hasta ahora no me ha sido posible recuperar  y que habrían podido ilustrar honrosamente este capítulo (16).

Nuestra respuesta a las inquietudes planteadas más arriba (Párrafo 1). 

a) ¿Es posible practicar hoy  un verdadera arqueología en regiones de poblamiento indígena ?.

Respuesta.

Dado que las comunidades indígenas controlan hoy con cuidado todos los trabajos y faenas que se efectúan en su territorio (ADI) (17),  será imposible o impracticable, a menos que se llegue a un acuerdo previo, concreto,  con sus autoridades y/o representantes. Y, en el caso de Atacama, tengo entendido que el último trabajo de campo realizado por los arqueólogos del Instituto de Investigaciones de la Universidad Católica del Norte habría sido realizado en el año 2005 por la arqueóloga Carolina Agûero (según artículo publicado en la revista Estudios Atacameños Nº 30). ¡Es decir, hace casi 20 años!.
Después de esa esa fecha, parecería que cesan por completo los trabajos de prospección arqueológica en la zona atacameña. Lo que se hace particularmente visible a través de los títulos de los trabajos publicados en la revista "Estudios atacameños", la que de "atacameño" tiene hoy cada vez menos.  ¿Constituye esto un avance o más bien un triste y lamentable retroceso en el conocimiento de las raíces históricas del pueblo atacameño?.  
Mientras  otros pueblos indígenas del mundo siguen estudiando afanosamente  sus antecedentes, hurgando en sus raíces más antiguas, empleando para ello las técnicas más avanzadas y  arrojando con orgullo  luz  a nuevos conocimientos, en Atacama la situación parecería ser  la inversa; se propicia hoy -por todo lo que uno escucha- "tender un manto de olvido" sobre el pasado. La historia multisecular de su etnia  y sus logros culturales, parece no interesar hoy mayormente  a sus líderes. Ante esta situación, nos parece que hay aquí una grave responsabilidad histórica de esos líderes cuya ignorancia en estos temas  quedaría  así penosamente en evidencia.       

 Por los antecedentes que hemos recogido, las comunidades están planteando hoy una serie de exigencias partiendo por la restitución inmediata de los cuerpos humanos a su lugar de origen, previo cierto "pago" ritual, de carácter expiatorio, a la Pachamama  o Madre Tierra. Esta exigencia, explicable desde el ángulo de su percepción étnica, hará muy difícil o imposible en el futuro su estudio minucioso de carácter científico. Menos aún, su examen repetido, efectuado  varias veces, a lo largo de varios años usando diferentes  técnicas, cada vez más avanzadas  (18).      

b)  ¿Sería posible excavar e investigar  sin sacar los cuerpos humanos que se hallare?

Respuesta.

Puede suceder que en la excavación respectiva no se tropiece con cuerpos o esqueletos humanos sino solo con objetos, ruinas y/o restos animales. En tal caso,  la comunidad (o su veedor en el campo) no debería objetar el trabajo prolijo del arqueólogo.  Pero si aparecen restos humanos, (que por hipótesis no deberían ser tocados),  el trabajo se tornaría difícil, por no decir imposible, de acuerdo a los cánones de procedimiento en la arqueología científica tradicional.  
No tendría  mucho sentido el estudiar los objetos  que le acompañan, (ofrendas) pero no a su creador, el hombre, salvo cuando éste no aparece en escena (como ha ocurrido en el  caso de algunos  fuertes romanos en el norte de Europa). Si no aparecen restos humanos en la excavación, sería perfectamente posible avanzar en su estudio tomando nota y registro de las construcciones, armas u objetos o elementos  varios  que  se encontrare.  

c)  ¿Será posible estudiar un cementerio antiguo o una tumba recién descubierta?.  

Respuesta:

Ciertamente que no. Solo cabe, en este caso, anotar cuidadosamente en el Cuaderno de Campo, el descubrimiento hecho y sus caracteristicas externas visibles anotando sus coordenadas exactas,  como dato científico que se reserva para el futuro, "para tiempos mejores".

d) ¿Qué deberíamos hacer hoy si tropezamos con un entierro humano al excavar un sitio?.

Respuesta.

Delimitar, marcar y cerrar ese sector, registrando su presencia, como queda dicho, en el Cuaderno de Campo.  No cabe aquí otro proceder. Podría ocurrir que se trate de un entierro humano aislado,  solitario,  pero tambien -como es frecuente-  puede formar parte de un cementerio.

e)  ¿Qué se debería hacer con los cuerpos  momificados que existen en las bóvedas de los museos?. 

Respuesta.

Esta es una de las cuestiones de más difícil y compleja respuesta. Algunos líderes exigen que se les devuelva a la "madre tierra" y se les re-entierre, realizando una ceremonia ritual de "pago" a la Pachamama.  Pero a menudo tal cosa es imposible pues el terreno ha cambiado de uso o se encuentra hoy edificado. ¿Qué hacer?. ¿Enterrarlos en cualquier parte?. No tiene mucho sentido. Pensamos que la única posible alternativa es que se les siga conservando en las bóvedas climatizadas de los museos, pero ahora en condiciones dignas y sin peligro de contagio o lenta destrucción causado por los cambios de temperatura.   

   
Corolario.

En los párrafos anteriores, hemos procurado probar que es del todo  imposible  hacer auténtica arqueología con prescindencia del estudio de los cuerpos antiguos, sus vísceras, su piel o cabellos, su  vestimenta y su valioso ajuar mortuorio. El estudio de la comunidad humana como tal con su corporeidad y toda su expresión cultural es el objeto principal  de la arqueología como ciencia.  La arqueología estudia todos los aspectos  del quehacer humano  en un determinado lugar  geográfico. Pretender, pues, estudiar "las obras" (es decir, las  expresiones varias de la cultura)  del hombre  sin conocer, estudiar y examinar a su autor, sería ciertamente un mito (19).

Pensamos que la escuela básica en los pueblos atacameños tiene hoy un importantísimo rol formativo que jugar en este tema. A sus profesores, bien pertrechados en historia, geografía y antropología, les tocará enseñar a sus alumnos  a distinguir cuidadosamente entre la verdad y el mito, entre la historia y la leyenda. 
 
"La verdad os hará libres"  nos enseña Jesús en la Biblia (Juan 8, 31-32).  Y la verdad, aunque duela, debe primar en nuestros estudios. Sin acceso meticuloso a  esta "verdad", no hay ciencia posible. 
    


Notas

(1)  El debate y discusión sobre este punto ha sido iniciado (¿o fomentado?) en Chile con ocasión del reciente desmantelamiento del Museo arqueológico levantado en San Pedro de Atacama por el sacerdote jesuita Gustavo le Paige, S.J. a partir del año 1962. En su antiguo Museo (ver Figs. 2 y 3), hoy lamentablemente destruido), le Paige conservaba centenares de cuerpos momificados, esqueletos y cráneos humanos hallados en sus excavaciones arqueológicas  a  través de cuyo estudio y análisis llegó a elaborar sus propias conclusiones científicas. ¿Qué ocurre exactamente hoy en San Pedro con esos numerosos cuerpos momificados? ¿Fueron re-enterrados por la comunidad o  yacen guardados "bajo siete llaves"?.  No lo sabemos.   

(2)   Es sabido que el padre le Paige llegó a reunir en su Museo, para sus estudios, la cantidad de 4.258 cráneos humanos y 346 fardos funerarios (momias). (Según inventario hecho por A. Llagostera y M. A. Costa, 1984, en su obra: "Museo Arqueológico R. P. Gustavo le Paige, San Pedro de Atacama", Departamento de Extensión Cultural del Ministerio de Educación,  Serie Patrimonio Cultural Chileno, Colección Museos Chilenos,  1984: 7).

(3) Opiniones muy semejantes -casi calcadas- hemos escuchado recientemente de labios de delegados indígenas  de los pueblos  Quechua y Coya en distintas instancias políticas en el pais. 

(4)   Para nadie es un misterio el actual distanciamiento y alejamiento de las comunidades atacameñas  de la actividad museográfica en San Pedro de Atacama. Esta situación anómala  ha llevado a detener  o suspender totalmente las investigaciones de campo en dicha zona.  Situación que trae consigo,  por desgracia, la pérdida de oportunidades formativas en el campo de la historia y la antropología para los propios jóvenes atacameños en el "Instituto de Investigaciones Antropológicas" que la Universidad Católica del Norte viene desarrollando en San Pedro desde el año  1984, año de su creación. Hoy ofrece estudios de postgrado en Antropología y Arqueología. Lamentablemente, los que hoy se benefician de esta formación académica, son extraños al lugar; no son los mismos atacameños.

(5)   Expresiones semejantes hemos escuchado recientemente de labios  de varios líderes indígenas de diversas etnias  o pueblos.

(6)  En su obra: "Informe de un misión científica a América del Sur,  (Bolivia, República Argentina, Chile, Perú)", Paris, Imprimerie  Nationale, 1904).    

(7) Con fecha   15/03/2024  hemos publicado este capítulo en nuestro blog científico: https://eco-antropologia.blogspot.com . El tema es de álgida discusión hoy, y creemos lo seguirá siemdo por mucho tiempo.

(8)  Algunos animales, como los chimpancés  (Pan troglodytes), aunque capaces de elaborar algunos aparentes "objetos" o "herramientas" primitivas, como nos lo ha demostrado la bióloga y etóloga inglesa Jane Goodall (1934-   ) en sus notables experiencias en el parque nacional Gombe (Tanzania), no tienen la capacidad de elaborar propiamente cultura, ni menos construir con ella una historia evolutiva, tal como lo ha hecho el hombre (Homo sapiens).   

(9)  El período Calcolítico (del griego χαλκός,  'cobre'; y λίθος,  'piedra') es conocido también como "Período del Cobre", por ser el uso de este metal lo más caracteristico de  su  producción cultural. Representa el comienzo de la "Edad de los Metales" y sigue inmediatamente después del llamado "Período Neolítico"  en el Viejo Mundo.              El período Calcolítico o "Edad del Cobre", se extiende aproximadamente entre los   años  4.000 A.C. y 1.700 A.C.

(10)   Decimos  aquí "completo", por cuanto se ha hallado en los paises escandinavos no pocos cuerpos mutilados por efecto del sistema de extracción de la turba, mediante el empleo de maquinaria. Por ahora, no se ha inventado aún algún sistema o instrumento práctico que permita localizar estos cuerpos antes de su extracción mecánica de la turba,  al modo como operan los detectores de metales, instrumentos tan en boga hoy y de  tanto éxito en los hallazgos fortuitos de objetos de metal, máxime de plata y oro.  

(11)    Los hallazgos de cuerpos momificados  en turberas son antiguos en Europa septentrional.  Alfred Dieck en el año 1965 publicó una  valiosa y detallada reseña en su libro sobre este mismo tema titulado:  "Die europäischen Moorleichenfunde  (Hominidenmoorfunde)"  Neumünster, J. Wachholz). ("Los hallazgos europeos de cadáveres en pantanos, (hallazgos de homínidos en pantanos"). Reúne y analiza allí todos los antecedentes disponibles a la fecha.  Reseña varios centenares de casos.

(12)  El hombre de Tollund, hallado casualmente en una turbera en Dinamarca (península de Jutlandia) el 6 de mayo del año 1950, fue ajusticiado (ahorcado) y enterrado en el fango de un antiguo lago con una soga gruesa atada alrededor del cuello. Se estima que se habría tratado aquí de un sacrificio humano: ¿inmolado a las espíritus del pantano?. De edad de unos 30 años, su cuerpo totalmente ennegrecido se recuperó de la turbera conservando sus facciones notablemente intactas. Habría nacido hacia el  año 375 A.C.  (siglo IV A.C.). Se conserva en el museo de Silkeborg  en Dinamarca.  (Cf. Revista Antiquity). Entre otros numerosos y valiosos  estudios de su  cuerpo, se ha podido determinar,  con notable exactitud, todos los ingredientes alimenticios de su última comida,  horas antes de su muerte. 

(13)  Las "turberas" se diferencian de los pantanos en que las primeras se alimentan de aguas lluvias  ocasionales, y no  -como los pantanos- de aguas superficiales que los mantienen siempre húmedos. La turbera se forma en paises fríos, muy lentamente por el desarrollo, crecimiento y ulterior muerte de  especies de musgos del género Sphagnum cuya abundante depositación a lo largo del tiempo,  va acumulando una gruesa capa vegetal inerte que puede llegar a  alcanzar varios metros de espesor. Riquísima en materia orgánica descompuesta, la turba es hoy usada habitualmente en jardinería para la producción de plantas de flor.  Mantiene una fuerte acidez  (Ph 3 a 3.92)  lo que impide y frena la rápida descomposición de los cuerpos. Una turba tarda varios miles de años en formarse. Hoy es cortada y explotada en lugares de Inglaterra, Irlanda o Escandinavia mediante el uso de  maquinaria, por lo  cual algunos de los hallazgos humanos han aparecido lamentablemente mutilados. Las turberas son, además,  gigantescos reservorios de carbono en la naturaleza y conforman alrededor del 3% de la superficie del planeta. Hoy se ha comprobado que el calentamiento global está también produciendo un calentamiento paulatino de las turberas  en todo el mundo, a un ritmo de 0,6º C por cada década, proceso por el cual ceden el carbono (CO2) hasta entonces retenido, a la atmósfera, acrecentando así el problema  del calentamiento global.   
   

(14)  Las momias egipcias  sufrieron un elaborado y largo proceso de embalsamamiento a manos de expertos, habiéndoseles extirpado todos  sus  órganos internos (vísceras)  los que fueron depositados -como se sabe-  en vasos especiales de greda hermosamente decorados (vasos canopos) junto al sarcófago. Razón por la cual un estudio biológico fino y detallado de ellos se hace hoy prácticamente impracticable. La amplia aplicación del natrón (Na2CO3·10 H2O) al  cuerpo momificado para obtener un secado rápido de los tejidos blandos, ha destruido o descompuesto muy pronto buena parte de las evidencias biológicas, máxime las de carácter microscópico. 

(15)  El prurito de conservar y amontonar momias indígenas para su estudio ulterior no fue ciertamente tan solo una  costumbre del padre Gustavo le Paige. Recuerdo haber visto un espectáculo semejante, en la década del 90, en una primitiva choza o bodega de quincha y barro, muy cerca del pueblito de Huarasiña donde el arqueólogo Lautaro Núñez solía parar en sus viajes de estudio a la quebrada de Tarapacá. Dichos cuerpos momificados procedían de sus propias excavaciones en dicha quebrada. Allí estuvieron guardados por más de 10-12 años. Ignoro cuál sea su actual paradero. En todo caso, allí no estaban "expuestas" al público sino solo "guardadas" en forma provisoria, a falta de mejor repositorio. Este proceder que hoy nos parece anómalo y degradante, era muy común en las excavaciones del Norte, hasta la década del 1980.   

(16)  Lamentamos no poder incluir aquí otras fotos nuestras de los cuerpos momificados que el Padre le Paige tuvo originalmente  expuestas en el patio interior de su parroquia hasta el año 1963, antes de  la inauguración del primer pabellón (rotonda) de su nuevo museo  arqueológico.


(17)  Las  Áreas de Desarrollo  Indígena (o ADI)  son territorios donde ha vivido y aún vive una población indígena que los utiliza desde antaño sea en labores de ganadería, de agricultura o de minería  tradicional  y donde el  Estado chileno debe focalizar su acción en beneficio directo de las comunidades conservando su identidad. Están contempladas en la Ley 19.253 de octubre del año 1995 (artículo 26).  . Daría la impresión, sin embargo, que algunos de los líderes atacameños han re-interpretado hoy dichas ADI como si fueran sus propios "territorios autónomos", donde solo ellos imponen y establecen sus reglas.  Tal proceder, parecería insinuar un peligroso y lamentable sesgo "separatista" dentro del territorio de nuestra nación chilena. Algunas agrupaciones indígenas de la zona mapuche, como la CAM (Coordinadora Arauco-Malleco), así lo han interpretado en la práctica.

(18)  Los estudios del hombre de Tollund asi como los de Ötzi, el cazador andino del norte de Italia, han sido repetidos varias veces,  aplicando nuevas tecnologías y hallándose cada vez nuevos antecedentes  de un alto interés cultural y científico.

(19)  El gran antropólogo norteamericano Melville J. Herskovits (1895-1963) tituló su obra cumbre como: "El hombre y sus obras"  (1952).  Estudiar al hombre solo a través de sus obras y no en si mismo, es como estudiar y describir el trabajo en la fragua sin considerar al herrero, el pastoreo de ovejas sin  referirnos al pastor, o la captura de peces sin describir al pescador, sus instrumentos y habilidades. Porque el hombre es algo inseparable de sus propias producciones (su "cultura") que son como el  reflejo de su propio ser ("segunda naturaleza").   

 Agradecimientos

A la arqueóloga Ana María Barón, arqueóloga de larga experiencia en la zona por sus comentarios a nuestros trabajos.   
A la geógrafa Giselle Araya por sus numerosas observaciones y sugerencias prácticas, fruto de sus trabajos en San Pedro de Atacama.
Al museólogo Branko Marinov Martinic, mi antiguo compañero se labores en Antofagasta, por su aporte bibliográfico especializado en temas de museología. 

domingo, 30 de junio de 2024

Hace cincuenta años nació la revista universitaria de geografía titulada "Norte Grande". Un esfuerzo interdisciplinario al servicio de las regiones del Norte chileno.


Fig. 1.    Portada del primer número de la revista  "Norte Grande", del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile, editado en el mes de Marzo, 1974.  El diseño de fondo es un dibujo a pluma del pueblo aimara de Cultane, obra del arquitecto Carlos Contreras  Alvarez (julio 1973). 

La "prehistoria" de nuestra revista.

En marzo del año 1974 un grupo de soñadores se embarcó en una empresa de proporciones insospechadas:  crear una nueva revista universitaria al alero del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile en Santiago de Chile.  ¿Cómo se gestó esta revista?  ¿De quién fue la idea primera?. ¿Qué enfoque se decidió darle por entonces?  ¿Quiénes intervinieron directamente en esta gesta notable?. ¿Cómo se decidió su nombre: "Norte Grande" y por qué  esta denominación?. Y, por último, ¿cuál ha sido su aporte a la  cultura del Norte chileno?.

Los primeros antecedentes.

Son las preguntas que hoy nos proponemos responder, cincuenta  años después, aún a riesgo de que "la memoria nos juegue una mala pasada", pues nosotros mismos estuvimos involucrados directamente  en su enfoque, nacimiento y desarrollo. El largo tiempo transcurrido ha tronchado también la vida -y lamentablemente también el testimonio directo- de varios de sus destacados protagonistas de antaño.

Circunstancias  precursoras.

En el mes de noviembre de 1972, recientemente exonerado de la  Sede de la Universidad del Norte en Iquique por motivos políticos (1), partíamos  a Santiago con mi pequeña familia en busca de  nuevos horizontes. Mi suegro, don Victor Mardorf Becker, nos  acogió con especial cariño en su casa de calle "la Reconquista" 762.  Por sugerencia del iquiqueño Jorge Checura Jeria, mi antiguo compañero de labores en Iquique, fui a conversar con el geógrafo Hugo Bodini Cruz-Carrera, director por entonces del área de geografía en la Universidad Católica a su oficina sita en el "Campus Oriente"  de la Universidad.  Checura, en efecto, había prestado un decidido apoyo táctico durante las primeras investigaciones hechas por el Instituto de Geografía de la U.C. en la Pampa del Tamarugal en los años 1971-1972. Atraídos por la existencia de grandes extensiones visibles de antiguos campos de cultivo abandonados en la Pampa, de época indígena y colonial,  su presencia  planteaba  interesantes enigmas y reflexiones desde un punto de vista geográfico, hidrológico y aún económico. El tema seducía poderosamente tanto a geógrafos humanos como a geógrafos físicos y económicos, por su implicancia en el desarrollo futuro de la zona. Por entonces, se había  dado a conocer, hacía poco tiempo,  un antiguo Plano colonial de la "Pampa de Iluga", dibujado a mediados del siglo XVIII  por el español Antonio O´Brien, Teniente de Gobernador del  Partido de  Tarapacá  con sede en dicho pueblo. Esta extensa área de estudio era, precisamente en ese tiempo el foco principal de examen por parte del "Taller del Norte Grande", formado por Hugo Bodini en el seno del  Instituto de Geografía, para su estudio multidisciplinario

Fig. 2. Copia fiel del Plano confeccionado por don Antonio O´Brien, Teniente de Gobernador del Partido de Tarapacá, con el nombre de "Pampa Yluga" en 1765 y dibujado en el Instituto de Geografía de la Universidad Católica por el dibujante don  Francisco Sánchez  (Reproducción publicada en nuestra revista "Norte Grande", año 1974,  Vol 1, Nº 1: frente pg. 22).

Los trabajos en la denominada por Bodini "Pampa O´Brien".

El área de estos antiguos campos de cultivo en la pampa ya me era bastante familiar, pues estando yo en Iquique  el mismo Checura me había llevado varias veces a recorrerla en la camioneta de la Universidad del Norte (2). Bodini y los integrantes del equipo del taller del Norte Grande, ya habían publicado algunos trabajos sobre el área. Hugo Bodini se interesó por mi curriculum y grado académico, y después de varias consultas me ofreció un medio tiempo como profesor de Antropología en su  Instituto.  Ofrecimiento que acepté en el acto. De inmediato, también, fui invitado a formar parte del "Taller del Norte Grande". No mucho después, llegaría a ser nombrado director del Departamento de Geografía de Chile y del propio "Taller  del Norte Grande".

Nuestro aporte al "Taller del Norte Grande".

Nuestro ingreso al Instituto de Geografía de  la Universidad en marzo del año 1973, en calidad de profesor de antropología e investigador, significó, de hecho, la súbita irrupción del enfoque antropológico y etnohistórico al "Taller del Norte Grande" que con energía dirigía el geógrafo Bodini (3).  Hubo, pues, desde el inicio,  enormes coincidencias entre el planteamiento geográfico teórico-práctico de Bodini y mi interés personal de tipo antropológico y arqueológico en el estudio de dichas antiguas eras de cultivo abandonadas. Entretanto,  Bodini había logrado formar una pequeña biblioteca especializada en el tema, donde por primera vez pude yo tener acceso -entre muchas otras-  a las famosas obras del peruano Guillermo Billinghurst (1851-1915) sobre Tarapacá, sus salitreras y  sus recursos. (4).

Traía yo conmigo a Santiago una muy modesta experiencia editorial, pues en la sede de Iquique habíamos creado, con el apoyo de mis colegas, una pequeña publicación titulada pomposamente por nosotros como "Cuadernos de investigaciones históricas y antropológicas".  Más aún, habíamos audazmente iniciado, con el apoyo universitario, nada menos que un incipiente Instituto de Investigaciones Históricas y Antropológicas (5).

Mis primeras tareas en el Instituto  (1973).

Hugo Bodini nos asignó como ayudante, desde mis inicios en la U. C.  en 1973, a una joven recién titulada de geógrafa en el mismo Instituto: Pilar Cereceda Troncoso. Inquieta, activísima, además de buenamoza y jovial, deseosa de aprender todo lo que podíamos enseñarle. Nombrada "Secretaria de Actas" del flamante taller del Norte Grande, Pilar tomaba notas cuidadosas en su bien cuidada caligrafía y/o taquigrafía, -técnica que ella bien dominaba-, y nos recordaba todas la tareas que se nos había asignado a cada uno de los participantes para la semana. Una de las tareas que yo le confiara -y que ella recuerda hasta el día de hoy muy  bien-  fue copiar trozos seleccionados de textos de mis lecturas,  para ir formando un archivo  temático sobre el Norte Grande de Chile (6). En este período, yo me esforzaba por leer todo lo que encontraba a mano sobre  las regiones de Arica, Tarapacá y Antofagasta desde  el ángulo tanto  económico (explotaciones de plata, salitre o yodo), como geográfico,  histórico y cultural (7). 

Los colaboradores.

En este taller participaban activamente los colegas  Hugo Bodini, (Director del Instituto), geógrafo humano, Luis Velozo Figueroa, geógrafo físico,  Joaquín Sánchez, geólogo,  Reinaldo Rioseco, geógrafo físico, Reinaldo Börgel, geógrafo físico,  Horacio Larrain, arqueólogo y antropólogo cultural, más nuestras diligentes  ayudantes, Pilar y María Angélica. En ocasiones,  también nos acompañaron en calidad de expositores ocasionales, Hans Niemeyer, arqueólogo, Jorge Domeyko, arquitecto, Manuel Dannemann, profesor de literatura y folklorólogo, Luis Brahm Menge, educador y antropólogo social o el entomólogo y zoólogo, Luis Peña Guzmán. Así campeaba claramente el sesgo multidisciplinario que habíamos acordado dar  a la nueva  revista.

El sesgo particular de nuestra revista.

La revista tuvo en efecto y desde sus inicios, un marcado rumbo interdisciplinario, donde la geografía, la historia y la antropología constituían sus sólidos pilares de sustentación. En efecto,  el estudio de la geografía adquiere sentido pleno con la presencia del grupo humano que es el ocupante, utilizador, modificador y el mayor transformador de los paisajes geográficos. Ciertamente, no queríamos estudiar en la región de Tararapacá tan solo los aspectos físicos de una geografía regional -"ciencia descriptiva  de los lugares"-  con prescindencia de las actividades del hombre, sino, por el contrario, la estudiaríamos a sabiendas que es el hombre y su cultura  quien  altera, transforma, modifica (y no pocas veces destruye) los paisajes  naturales. Por eso, ya en el primer número de nuestra revista "Norte Grande", estampábamos en su primera página esta muy significativa nota:  "Revista de estudios integrados referente a comunidades humanas del Norte Grande de Chile en una perspectiva geográfica e histórico-cultural"  (Vol 1, Nº 1: 1). El acento estaba puesto en la comunidad humana y su habitat. Lo "cultural" hacía obvia referencia al enfoque antropológico  y lo "histórico" al rol que desempeña el devenir histórico en los cambios de la comunidad humana y  del paisaje.

Objetivos propuestos por la nueva revista.

En la "Presentación" de la nueva revista, reseñábamos claramente -y audazmente- nuestros ambiciosos  objetivos:

a)  "Recopilar, analizar y difundir materiales de estudio  que sirvan para interpretar y comprender la vida de las  comunidades antiguas y modernas";

b) "Ofrecer a las entidades estatales una base documental seria para proyectos de desarrollo";

c)  Como Taller (del Norte Grande), nuestro propósito central es estudiar, desde un punto de vista interdiciplinario, las condiciones de habitabilidad de la Pampa del Tamarugal y quebradas aledañas;

d) Queremos llegar a entender el rol de esta Pampa: sus asentamientos y sus cultivos,  en la compleja red de interacciones  entre las aldeas de la cordillera,  la depresión intermedia y la franja costera";

e)   "Esta perspectiva, basada en los aportes  de la historia, la geografía y la antropología, quiere cimentar los esfuerzos tendientes a convertir  la provincia Tarapacá en una "región geográfica" capaz de configurar por si misma un modelo propio de desarrollo regional"  (Vol. I, Nº 1, 1974: 5). 

Como se puede observar, nuestros objetivos eran de una audacia inaudita para los escasos medios con que por entonces contábamos.    

El aporte de la revista "Norte Grande" (8).

Una de nuestras primeras preocupaciones fue  conseguir la colaboración de connotados especialistas tanto en el campo de la geografía, como de la historia y la antropología. Hasta hoy, admiramos, en los primeros números de la revista, algunos trabajos de fuste como los de  Wolfgang Weischet en el área de la Geografía  (Nº 3-4), de Gabriel Martínez Soto-Aguilar (Nº 3-4) y/o  Juan van Kessel (Nº 1),  en el rubro etnográfico; el hermoso trabajo del arquitecto Carlos Contreras  sobre la arquitectura de la vivienda aimara en Cultane (Nº 1),  o la presentación como primicia, de un estudio del Plano colonial de O´Brien  de la quebrada de Tarapacá -hasta entonces inédito-, de Horacio Larrain y Ricardo Couyoumdjian, en el ámbito histórico y etnohistórico (Nº  3-4). 

La sección "Documentos". 

Una de las particuliaridades de nuestra revista, en sus primeros números, fue presentar, en una sección especial denominada "Documentos", sendos capítulos de valiosas pero muy poco conocidas descripciones de exploradores o cronistas del pasado, tanto para facilitar al lector el acceso directo a las fuentes como para corroborar con experiencias pasadas,  nuestras propias observaciones  de campo.   

Después de Hugo Bodini asumió en 1976 como directora del Instituto de Geografía de la Universidad Católica la geógrafa física y cartógrafa señorita Ana María Errázuriz Körner, quien apoyó decididamente nuestra revista así como su novedoso enfoque interdisciplinario, dándonos una gran libertad de acción (9).  

Conmemoración del Número 50 de la revista.

El día 2 enero 2012 editábamos en este mismo blog un capítulo  especial con el título de "La revista "Norte Grande conmemora la aparición de su número 50 (1974-2011)" en el que hacíamos igualmente referencia a  la exitosa  trayectoria de esta revista. A este acto conmemorativo realizado el 30 de diciembre del año 2011 en el Campus San Joaquín de la Pontificia Universidad Católica de Chile fuimos especialmente invitados con la profesora Pilar Cereceda Troncoso, ocasión en que nos tocó pronunciar unas palabras de saludo y agradecimiento. Invitamos a  nuestros lectores a releer dicho capítulo así como a meditar nuestras palabras de entonces.


Colofón.

Nostálgicos de lo que fuimos capaces de crear con escasos medios, pero con audacia y entusiasmo en el año 1974,  saludamos hoy los 50 años de la revista y sus grandes logros a través del tiempo. Por fortuna, Internet nos permite hoy consultar, con gran facilidad y rapidez, aquellos artículos de antaño con sabor y aroma a tiempos pasados. 

Con el poeta romano Ovidio podríamos hoy exclamar con pleno derecho: "Factum abiit, monumenta manent""El hecho pasa..., pero quedan los monumentos".  (Ovidio, "Fasti", 475).  "El suceso histórico como tal ya es cosa añeja, del pasado, pero  permanecen hasta hoy sus monumentos (obras)". Para nosotros y los miles de lectores de esos trabajos pioneros, muchos de sus primeros artículos han sido  inspiradores y/o  francamente innovadores. 

 

Notas.

(1)  En nuestro blog https://eco-antropologia.blogspot.com del 30 de abril del año 2023, hemos editado un capítulo con el título de "La increíble y apasionante historia del Meteorito caído en la región de Taltal: un capítulo ignorado del Museo Regional de Iquique."  Ahí se hace referencia en detalle a nuestra breve permanencia y actividad en la sede de Iquique de la Universidad del Norte  (marzo 1972-Noviembre 1972). 

(2)  En efecto, en el número 2 del "Boletín Informativo" del Museo de  la Sede de Iquique se reseña nuestro interés por profundizar en el estudio geográfico y arqueológico de dicha área de campos de cultivo antiguos. Anotábamos entonces: "dos son las tareas a que nuestro Instituto se abocará en lo meses que restan del año (agosto, 1972): la investigación arqueológico-histórica en la pampa del Tamarugal que se iniciará con una prospección superficial de los restos culturales mediante una  cuadriculación y cuantificación de elementos" (Agosto 1972: 8). 

Jorge Checura tuvo conocimiento y nos mostró una copia, bastante deficiente, del Plano de O` Brien de 1765, publicada en un periódico de la ciudad de Iquique. Documento que ya fue conocido por don Guillermo Billingshurst y comentado en su obra: "Estudio sobre la geografía de Tarapacá" (1880). Es mérito personal de Checura el haber realizado numerosas prospecciones de sitios, en busca de la huidiza ubicación del topónimo "Yluga" empleado por O`Brien. Checura ubicó antiguos canales, acequias y chacras de riego procedentes de los derrames de agua de las quebradas de Aroma y Tarapacá, en épocas de crecidas. El me condujo un día, a mediados de 1972, y me mostró un conjunto de unos 30-35 montículos claramente artificiales, construidos por los antiguos agricultores procedentes de las quebradas aledañas para protegerse de la inundación. Allí, en su cima, levantaron los antiguos rústicas cabañas de cañaveral cuyas trazas (cimientos) pudimos observar junto a fragmentos cerámicos  inca y  de las culturas de Arica (Pocoma y Gentilar). ¿Habrá sido este preciso lugar el sitio huidizo de la aldea de "Yluga" referida por O´Brien?.  Tal vez.  En nuestro trabajo titulado: "Antecedentes históricos para la reutilización de suelos agrícolas en la Pampa del Tamarugal, Provincia de Tarapacá,  Chile" (en revista  "Norte Grande", Nº 1,   9-22) , analizamos en detalle los aportes de Lautaro Núñez, Hugo Bodini y su grupo de estudios del Taller del Norte Grande de  la U. Católica en esos años (1971-73).  

(3)    Al comparar la producción de trabajos del "Taller del Norte Grande", obra de Hugo Bodini,  Jean Pierre Bergoing o  Luis Velozo, entre los años 1971 y 1973, se palpa de inmediato la  enorme diferencia  con el contenido y enfoque de la  nueva revista "Norte Grande".  La "irrupción" del enfoque  etnohistórico y  antropológico se hace evidente como acompañante obligado  del enfoque geográfico-físico tradicional. 

(4)   Entre las obras de don Guillermo Billingshurst  relativas a Tarapacá que entonces nos sirvieron de referencia obligada, destacan: "Estudio sobre la geografía de Tarapacá (páginas de un libro)". Trabajo escrito para el Ateneo de Iquique, Santiago, Imprenta de "El Progreso", 1880 y "El abastecimiento de agua potable del puerto de Iquique", 1888,  en Trabajos y antecedentes presentados al gobierno de Chile por la Comisión Consultiva del Norte, recopilados por encargo del Ministerio del Interior, (Manuel Salas Lavaquí, recopilador).Imprenta Cervantes, Santiago de Chile.

(5)  Alcanzamos a publicar dos números  de estos  modestísimos "Cuadernos...",  en Julio y Septiembre 1972 respectivamente, con breves artículos nuestros y noticias del Museo.  Igualmente, editamos dos números del "Boletín Informativo" del Centro Universitario de Iquique, cuya finalidad fue mantener informada a la ciudadanía iquiqueña sobre los trabajos, expediciones y adquisiciones de nuestro  pequeño museo. Recuerdo que invitamos al historiador  don Oscar Bermúdez (1904-1983) a formar parte de nuestro equipo. En un primer momento, Bermúdez se entusiasmó con la idea, pero, luego no se atrevió a dar ese paso que significaba para él dejar su casa de Antofagasta y las facilidades que el Centro de Documentación de la Universidad del Norte gratuitamente le ofrecía en Antofagasta. 

(6)   Con frecuencia, -lo recuerdo bien- acudía yo a la biblioteca y mapoteca de la biblioteca nacional de Chile en Santiago, en busca de  información. Aquí tuve la oportunidad de consultar una copia valiosa del  Plano del Tamarugal del sevillano Antonio  O´Brien más otros documentos contemporáneos.

(7)  En aquellos años en que no existía ni Internet ni Google como instrumentos de búsqueda,  cada investigador se hacía sus propios ficheros donde acumulaba los datos que consideraba de posible  interés para investigar en su  campo de  estudio. Tanto Pilar, como María Angélica Apey, también geógrafa, nuestra segunda ayudante, escribieron,  de su puño y letra, centenares de fichas para consulta.  Este fichero nuestro, hoy en el Museo de Historia Natural de Santiago, fue creciendo con el tiempo y llegó a albergar decenas de miles de datos. Fichero que, años más tarde, me sería de utilísima herramienta en la redacción de mis artículos y libros.  La bibliografía anexa a mis primeros trabajos en la revista "Norte Grande", es ilustrativa de  las extensas lecturas nuestras  de aquellos años.

(8)  La revista en sus primeros números, fue editada en  los talleres del Instituto Geográfico Militar y tuvo un enorme éxito entre los investigadores del Norte Grande del país. Y aún hoy día sus artículos son frecuentemente citados por los estudiosos. A partir del número 8  (año 1981), la revista cambió radicalmente de giro, concentrándose en el ámbito de lo estrictamente geográfico y abandonando su enfoque interdisciplinario en el estudio del modo de  habitar humano. Pasó a denominarse, en la época transicional de su director Ricardo Riesco Jaramillo, como "Revista de Geografía Norte Grande". Con ello, se quiso acentuar su carácter puramente geográfico ¿Fue este cambio  algo positivo  para la revista y sus lectores?. ¿Ganó con ello la geografía?. Francamente lo dudamos. Dejemos este tema y su examen abierto al escrutinio de los futuros investigadores.  Tal cambio radical y drástico, coincidió con la salida forzada del Instituto de Geografía, bajo el gobierno militar,  de todos los profesores que no éramos geógrafos a mediados del año 1980. El argumento entonces esgrimido fue el de  "una urgente reducción presupuestaria". Con el nombre de "Revista de Geografía Norte Grande", ha llegado a editar hasta hoy ( junio, 2024),  87 números  y aparece tres veces al año.   



 


martes, 25 de junio de 2024

El asentamiento pastoril aimara de Mosquito de Oro en 1973: observaciones hechas in situ en nuestra visita.

 

Dedicatoria.

Dedicamos este trabajo con especial afecto a los  pobladores  aimaras de Lirima, cuyos ancestros  nos atendieron con especial deferencia y afecto, durante nuestras investigaciones en el mes de julio de 1973.   


Antecedentes

En dos capítulos anteriores de este mismo Blog nos hemos referido a nuestras observaciones etnográficas hechas en el lugar en el mes de junio del año 1973 (1). De esto hace ya algo más de cincuenta años (2). La ocasión se dio en el viaje hecho con el sacerdote holandés Juan van Kessel a la celebración de la fiesta patronal de San Santiago, en el pueblo-santuario de Cultane por parte de los lirimeños (3).   Gracias a  las notas tomadas en nuestro diario de campo de la  época (Volumen VI, pp. 10-15),  nos es posible reeditar hoy con fidelidad el aspecto físico-geográfico que ofrecía por entonces la estancia pastoril  aimara de Mosquito de Oro  (4).  Su minuciosa descripción será el objeto específico de este capítulo nuestro.

Los ocupantess de la vivienda pastoril (Vea Fig. 2)  eran don Marcelino Vilca y su esposa doña Paulina Ticuna. En mi recorrido por  el área, me intrigó la presencia de varios corrales, algunos ya en ruinas, en los alrededores de las viviendas. Más aún, la presencia de algunas viviendas más antiguas, igualmente en ruinas, tal como se muestra en nuestra Figura 1. Me pregunté por qué había tantas viviendas distintas, en un mismo e idéntico lugar, unas actualmente en uso y varias otras hace ya mucho tiempo abandonadas.

¿Por qué se ve hoy varios asentamientos, al parecer independientes?.

 La respuesta a este interrogante se encuentra, a lo que creemos, en el propio relato de mi Diario de Campo. En efecto, señalo en una Nota marginal  de la Fig 1, lo siguiente: "se ven  4 asentamientos (¡en realidad, son cinco!). Uno solo ocupado hoy por la gente de Lirima. Antes venía gente con ganado de Cancosa y Sibaya, (pueblos) que hoy no tienen ganado. Señal (para mí) de despoblamiento paulatino" (....). (Ver "Diario" H.L. vol. VI: 3).  

En otras palabras, a mi entender, esto querría decir que con anterioridad a la llegada de la gente de Lirima al lugar, fueron familias de pastores de Cancosa y Sibaya los probables constructores de los 4 asentamientos más antiguos,  hoy día en ruinas. Lo que en buen romance vendría  a explicar que este lugar de pastoreo nunca fue pertenencia propia y particular de un solo pueblo, sino era (o había sido) un punto compartido de pernoctación y breve permanencia de los pastores y ganados de varios pueblos andinos como parte del frecuente circuito trashumántico anual Este-Weste, (entre las aldeas de Cancosa por el E. y Pachica, por el W.), siguiendo  la presencia de sectores de pastos  aptos, apetecibles,  para su ganado (5) .

Carta geográfica que muestra el sitio de pastoreo  de Mosquito de Oro.

Fig.  1.  Fragmento de un plano que muestra la localización de Mosquito de Oro, sobre el estero Paurimani, afluente  de la quebrada de Tarapacá. Tomado del plano del arquitecto Carlos Contreras en su trabajo titulado: "Arquitectura y elementos constructivos entre los pastores de la pampa de Lirima, provincia de Tarapacá", en revista Norte Grande, Nº 1: frente pg. 32).   

Elementos constructivos en Mosquito de Oro.

Aquí cada asentamiento cuenta con su respectivo corral anexo, tal  como se puede observar claramente en nuestra Figura 1.   ¿Hubo tal vez allí en Mosquito de Oro presencia simultánea de dos o tres rebaños, de gente de pueblos diferentes (Lirima, Cancosa, Sibaya)?. No lo creemos,  pues se habría prestado para rencillas y altercados entre los pastores, ávidos de reservar para sí  los mejores pastos para sus animales. Si nos fijamos bien, las viviendas y corrales se hallan en las proximidades del arroyito que recorre todo  el lugar, y que durante mi permanencia a fines de julio 1973 estaba parcialmente helado y semi cubierto de nieve. Tomé por entonces varias fotografías del lugar, las que lamentablemente no he hallado en mis archivos. Tan solo he hallado como prueba de lo dicho un listado de 14 fotos tomadas por mí en dicha ocasión con su respectiva explicación .  (Cf. Diario Nº VI: 1).

Los corrales grandes, eran destinados a albergar el ganado de llamas y alpacas, los más pequeños -más  inmediatos a sus viviendas- estaban destinados al encierro de sus burros de carga y monta. Recordemos aquí que los asnos o burros eran, además de utilísimas bestias de carga, la única cabalgadura disponible y  apropiada para las zonas altas, frías, donde los caballos no resisten. 

Viejas y sangrientas disputas.

Se conserva, sin embargo, en la memoria de los más  ancianos el recuerdo de viejas disputas entre pastores de las aldeas de Cancosa y Lirima, con resultado de varias muertes, en la década de los años 30 del pasado siglo (¿hacia 1935-38?), disputas  seguramente motivadas por la apropiación y uso de los mejores sitios de pastoreo, y cuyo resultado de muertes nunca fue aclarado por la justicia chilena. Es lo que yo escuché sotto voce en esos días de  labios de  una de las señoras. Tema tabú que los mayores de la comunidad evitaban comentar. 

En este lamentable hecho de sangre, sin duda, se puede encontrar -al menos en parte- el origen histórico de las profundas desaveniencias entre los habitantes andinos de Lirima y Cancosa, que perduran hasta el día de hoy. Distanciamiento y recelo que, a partir de la conversión masiva de Cancosa a la religión pentecostal, ha ido en incremento. Lirima, en cambio,  ha mantenido su fidelidad a la iglesia católica, sus pastores y sus prácticas ceremoniales antiguas gracias a la actividad pastoral de sacerdotes como Juan van Kessel, Pablo Diercks  o Argimiro Aláez García.


Imágenes de la estancia pastoril de Mosquito de Oro

Fig. 2.  Plano general de la estancia de Mosquito de Oro  dibujado por nosotros in situ el 22/07/1973. Se puede observar la presencia de cinco asentamientos humanos diferentes, cada uno de los cuales presenta una vivienda y sus corrales anexos. El estado ruinoso de algunas de ellas, delata a todas luces una mayor antigüedad. Probablemente, de solo unos decenios (Diario H.L: Vol. VI:  3). 

 
Fig. 3.  Vivienda de don Marcelino Vilca el patriarca y su familia  (Diario H. L. Nº VI:  12).

Fig. 4.  Asentamiento Nº 1:  corrales de uso reciente. El corral grande se  muestra al medio de la figura. El corral más pequeño es para las crías nuevas y/ o los burros  de carga y monta. (Diario H.L. Nº VI:  10).

Fig. 5.  El fogón en el exterior de la vivienda de don Marcelino Vilca.


Fig. 6.      Planta de la vivienda de don Marcelino Vilca, detalles.


Descripción general nuestra.

En mi Diario de Campo de entonces (Vol VI: 15),  redacté  unas breves notas explicativas luego de dibujar las figuras de las viviendas y corrales cuya fotos mostramos más arriba  (Figs. 3 a 6). Las transcribo a continuación pues constituyen un fuerte apoyo descriptivo a  las figuras mismas.

"Observaciones:

a)  Los corrales se construyen siempre de piedras no labradas, superpuestas, sin barro entre medio (a diferencia de las casas),
b) La orientación de puertas y ventanas no es fija, mientras las de la casa actual de don Marcelino miran al Este (Fig.6),  las del Asentamiento (As.) 5, miran al SE.
b) Viento observado: (viene) del poniente.
c)  Casa del asentamiento 5: sin ventanas: solo una puerta. La cocina: algo derruidos sus muros.. También parece que no tuvo ventanas. La construcción de la casa se ve más cuidada que la cocina (con muros más parejos). Ambas, con mezcla de barro, pero ninguna de ellas fue enlucida de barro, ni por dentro, ni por fuera.
d)  Encontré pocos fragmentos de cerámica bien cocida, con engobe rojo, en las proximidades del Asentamiento 5. Casi no los hay, en cambio, en el  Asentamiento Nº 1 (casa actual de don Marcelino Vilca). (In Diario nuestro Nº VI: 15). (6).

Notas

(1)  Nuestros dos capítulos anteriores referidos al lugar Mosquito de Oro son: 

a) "Mosquito de Oro: un asentamiento pastoril aymara en la cordillera de Tarapacá: conviviendo con los llamos y sus pastores en el mes de julio de 1973",  editado el 12/05/2023.

b)  "Descripción del carneo de un llamo para la festividad de San Santiago. Observaciones hechas en la estancia pastoril de Mosquito de Oro en julio 1973", editado el 23/05/2023.

Con este capítulo, completamos la trilogía dedicada al estudio etnográfico del asentamiento pastoril de Mosquito de Oro en la región de Tarapacá.

(2)  Este viaje a Mosquito de Oro en el invierno del año 1973 fue parte de la expedición organizada por las familias aimaras de la pampa de Lirima a su pueblo-santuario de Cultane con motivo de su fiestas patronal: San Santiago, a la que fuimos invitados los integrantes del grupo de estudio de la quebrada de Tarapacá, dirigido entonces por el geógrafo Hugo Bodini. Sobre la investigación geográfica y demográfica realizada por nosotros previamente en  el pueblo de Coscaya, remitimos al lector al capítulo de nuestro  Blog titulado: "El pueblo de Coscaya en julio del año 1973: una investigación demográfica olvidada (o traspapelada)". editado el 18 d septiembre del año 2011.   

 Al enfermarme  yo y caer víctima de la "puna", me tuve quedar obligadamente unos días recuperándome  en esta estancia de pastores al cuidado de doña Vicenta Ticuna y algunos de sus hijos pequeños. 

(3)  El sacerdote oficiante de la fiesta el holandés Juan van Kessel, nos acompañaba. En esos años, van Kessel estaba a cargo de la extensa parroquia católica de Tarapacá. Mosquito de Oro se alza a los 3.700 m de altitud y Cultane a los 3.850 m.   

(4)  El nombre de "Mosquito de Oro" de esta pequeña estancia  no figura en el excelente "Diccionario Jeográfico de Chile" de Luis Riso Patrón, 1924. En cambio, sí aparece el nombre del cercano  pueblo de Cultane, con la siguiente descripción:  "(aldea) de corto caserío, con cultivos de alfalfa, habitada por indíjenas que se dedican a la cría de ganado vacuno (sic!).   Se encuentra en la margen E de la quebrada del mismo nombre, hacia el SW de la cumbre de la misma denominación" (Riso Patrón, 1924: 276). Yerra claramente aquí por lo demás el erudito geógrafo don Luis Riso Patrón, al atribuir a los aimaras la cría de "ganado vacuno" en esta zona. Se trata, ciertamente, no de vacunos, sino de camélidos americanos o auquénidos (llamas y alpacas). Los vacunos -es bien sabido en la zona- no resisten el crudo clima altiplánico. y solo se les puede ver, en escaso número,  en los sectores más bajos de la quebrada de Tarapacá, dotados de un clima mucho más apacible.

(5)  En esta carta geográfica se puede observar el lugar de pastoreo de Mosquito de Oro situado en el transecto Este-Weste del circuito transhumántico anual de los pastores lirimeños. Obra del arquitecto Carlos Contreras y publicado en la revista Norte Grande, Nº 1, 1974: 25-32)

(6) Es interesante constatar la gran diferencia observada en la presencia de fragmentos cerámicos hallados en torno a las distintas viviendas. Las viviendas más antiguas (ya derruidas) presentan mucho más fragmenteria cerámica dispersa que las más recientes. La razón es obvia. La introducción de las vasijas y contenedores de loza ("v.gr. "Loza Penco", en Chile) a partir de los años  1930-35 viene a sustituir, poco a poco, el empleo tradicional de la cerámica confeccionada en greda (pucos,virques, callana, etc) . Más tarde aún, a partir de los años  1962-63 será el arribo de la utilería de cocina y comedor confeccionada en plástico (polietileno, polipropileno, policarbonato). Lentamente, el empleo de la loza y luego del plástico llegó a sustituir el uso de la greda en la confección de artefactos de cocina (ollas, contenedores, botellas, etc.). Notemos, a este propósito, que las Salitreras de la Pampa del Tamarugal, especialmente las inglesas y alemanas,  con las cuales las aldeas de la precordillera y cordillera estaban en frecuente contacto económico, traían de Europa  a sus  "Pulperías"  toda  esta moderna parafernalia de artefactos culinarios, hechos en baquelita, loza o plástico incipiente. Actividad de intercambio que cesa a fines de la década del 1920 y comienzos de 1930 debido al cierre paulatino -e irreversible- de las Oficinas Salitreras de la pampa. La invasión del plástico, en sus diversas formas y usos, vino a acabar definitivamente con  la elaboración de cerámica  en  los pueblos tarapaqueños (Macaya, Sibaya). 





































domingo, 26 de mayo de 2024

Descripción de dos curiosos objetos ceremoniales aimaras de época colonial tardía, procedentes de Isluga,altiplano de Tarapacá.

 Hurgando en el origen de los dos objetos aqui descritos.

Durante nuestra permanencia en la ciudad de Iquique (entre los años  1993 y 2017) con Marta mi compañera de vida  solíamos visitar semanalmente el mercado donde nos abastecíamos de todo:  alimentos, ropa, utensilios y mobiliario o herramientas las más variadas. Uno de los puestos de venta era arrendado por un conocido anticuario iquiqueño, el señor Maldonado, que nos atrajo poderosamente desde el primer momento. ¿Razón?  Exponía en su pequeño  y abarrotado  puesto de ventas, los más variados objetos provenientes de los pueblos indígenas del interior de Tarapacá,  o de las ruinas de las antiguas salitreras, largo tiempo ya desmanteladas.  Maldonado -según el mismo nos confesara- solía visitar periódicamente los diferentes pueblos indígenas del interior, para comprar a los pobladores objetos o reliquias de tiempos antiguos, que sus dueños conservaban aún  -ya sin uso práctico-  en algún rincón de su vivienda.  Además de algún mueble o escritorio en exposición, nos atrajeron ciertos objetos artesanales indígenas que para nosotros tenían un especial  valor. 

Recuerdo bien  dos objetos que en distintas ocasiones  finalmente le compramos, después de regatear largamente su precio. Los dos tenían especial significación para nosotros desde un punto de vista antropológico y/o etnohistórico.  Hasta hoy, los conservamos con especial cuidado y esmero por su valor intrínseco o simbólico.

Como estos objetos pronto irán  a formar parte  de las colecciones del Museo de Historia Natural de la ciudad de Santiago (Chile) (1), he creido pertinente describirlos aquí y ofrecer  su historial y sus respectivas imágenes para que no se esfume el recuerdo del  lugar y circunstancias concretas de su adquisición.


Una vasija ceremonial aimara.

Es bien sabido que en las celebraciones de los pueblos aimaras y quechuas, la chicha de maíz  jugaba y aún juega un importante rol. En sus fiestas patronales donde celebran el aniversario de sus Santos protectores católicos, o en sus ritos tradicionales (como  la Limpia de Canales,  el Inti raymi o Machaq mara)  la chicha de maíz era -y aún es hoy día- un elemento que nunca puede faltar y que era laboriosamente preparada, con semanas de anticipación, por las mujeres del pueblo.  Para conservar la chicha elaborada en casa, los aymaras -al igual que los quechuas- utilizaban unas grandes tinajas de greda cocida. Los aimaras las llamaban <makhma>  o   <virkhui > . Los quechuas, igualmente, macma (<maqma>) (2).

Los aimaras poseían diferentes tipos de vasijas hechos en cerámica (greda) y había, especialmente en la cercana Bolivia, algunos pueblos alfareros donde tradicionalmente se las fabricaba.  En la zona  aimara chilena de Tarapacá, solo hemos detectado históricamente -hasta ahora-  la existencia de un solo pueblo, Macaya,  donde se fabricó por parte de don Antonio Cáceres y sus hijos,  cerámica casera en piezas de tamaño pequeño  (jarras, ollitas, pucos...)  hasta aproximadamente los años 1980-90. De ello fui testigo presencial en mi visita a Macaya efectuada en febrero del año 1980  con mi amigo Eduardo Monreal. Don Antonio estaba cociendo algunas piezas cundo lo visitamos y fuimos testigos directos de lo primitivo de sus procedimientos e instalaciones.

 Las familias aimaras del altiplano y pre-cordillera andina chilena solían surtirse de cerámica culinaria a través del contacto asiduo con los pueblos bolivianos próximos. En ocasiones, eran los mismos herbolarios y curanderos callahuayas quienes traíande Bolivia, además de sus propias medicinas, objetos de cerámica para la venta.    

De los objetos señalados, voy a referirme, en primer lugar a una gran vasija ceremonial destinada a contener  chicha. Después,  describiré  el  bastón o insignia de mando de los jilacatas o alcaldes de los pueblos de indios conocido como "varayoc" (3) en lengua quechua. Ambos objetos, según Maldonado, procederían del pueblo de Isluga, en el altiplano tarapaqueño.

Recuerdo haber preguntado al señor Maldonado  sobre las posibles  razones por las cuales los indígenas aymaras de los pueblos andinos se desprendían, sin mayor pena o dolor, de  estos objetos antiguos. Me intrigó bastante su respuesta:  "es que ahora son Pentecostales", me dijo. "Sus pastores les prohiben tomar parte en sus antiguas fiestas y ritos religiosos propias del culto católico tradicional.  Ahora estos objetos han pasado a ser para ellos  -al decir de sus pastores-  cosas del demonio". Nos confidenció también  Maldonado  que los pueblos de donde proceden la gran mayoría de los objetos antiguos  usados en sus ceremonias tradicionales y que hoy son puestos a la venta,  eran Isluga y Quebe.  

Efectivamente, según me relatara un día el padre  Pablo Dierckx (4), sacerdote de la Orden de San Francisco en Iquique, y párroco por entonces del poblado de Colchane, estos dos pueblos cristianos fueron convertidos en gran parte a la Iglesia Pentecostal por la predicación de un famoso pastor evangélico de nombre  Braulio Mamani Amaro (1921-2015) en la década de los años 60 ó 70 del pasado siglo. Por ello, algunas de sus antiguas iglesias coloniales  lucen hoy en completo abandono y alguna que otra, como nos consta, ha llegado  ser usada como abrigo y refugio para sus animales, como en el triste caso de la  antigua capilla colonial de Carahuano. 

Como su pastor les inculcaba en su templo que todos estos recuerdos de antiguos ritos y ceremonias eran "cosas del demonio", lo mejor era desprenderse de ellos y si obtenían dinero con su venta, tanto mejor.  De  este modo, llegaron estos objetos, como muchos otros,  a poder del anticuario Maldonado en Iquique.

1. La tinaja para chicha: descripción y fotos.

Fig. 1. Gran tinaja para la conservación de la chicha. (Foto H. Larrain, mayo 2024).

                                

Fig. 2.   Dos pequeños mamelones en torno a la  boca de la tinaja  (Foto H. Larrain, mayo 2024).

Medidas.

alto:  59,70 cm   

diámetro máximo externo (sección panza): aprox. 44,1 cm

diámetro boca (interno):  11.0 - 11.5 cm (algo irregular)

diámetro boca (externo): 16.2-16.9 cm (algo irregular)

diámetro boca más mamelones del  borde: 18.8 cm

diámetro cuello (externo):  aprox. 13,5 cm

largo mamelones (opuestos,  sector boca):  1.0 - 1.03 cm 

ancho mamelones:  1.0 - a 1.03 cm

diámetro de la base (irregular):  aprox. 13.0 cm

Dos asas, situadas a medio cuerpo, equidistantes; miden  6.0 cm (en su base) y 3,6 cm (parte protuberante externa).

Peso total: 11,230 kg.

Capacidad:  (?). No hemos querido intentar medir su capacidad en litros  por observarse una trizadura en su parte media (panza), la que abarca no menos de  36-38 cm. Indicio cierto de futura quebradura que debemos evitar. A ojo, me atrevería a decir que su capacidad ronda los 45-50 litros como mínimo.

Caracterización de su superficie exterior.

La vasija presenta exteriormente un bruñido burdo y un engobe sencillo color café oscuro terroso, con una superficie claramente irregular. Daría la impresión de no haber sido confeccionada mediante el uso de un buen torno de alfarero. Su aspecto exterior, por efecto del intenso uso, muestra algunas zonas más oscuras, ennegrecidas (sucias). No muestra marca o letra alguna que denote  pertenencia a algún pueblo o comunidad  determinada. A pesar del escaso diámetro de  su base (13.0 cm), ésta permite que el ceramio se sostenga bastante bien en pie. Pero su notable  pequeñez nos sugiere claramente que eran probablemente enterrados unos poco centímetros en el piso de tierra de sus viviendas para asegurar su plena estabilidad al  estar llenos de líquido.     


2. El bastón de mando (<varayoc>) de la autoridad aymara.

El bastón de mando, <varayuc> en lengua quechua o <santurei> (forma aimarizada por "santo-rey") era la insignia de mando otorgada por las autoridades españolas a los alcaldes indígenas de los ayllus o a los mallkus  durante el Coloniaje, tanto en el ámbito quechua como en el aimara.  ¿Cuál es su origen? ¿Existe alguna constancia,   de que esta insignia de mando haya tenido algún origen o precedente indígena? . ¿O se trataría, más bien  de una introducción hispana más en el tejido social  y cultural indígena?.

Con estas dudas iniciales, decidimos consultar  sobre este objeto  específico  y su denominación como <varayoc> al versado linguista peruano Rodolfo  Cerrón Palomino, quien nos  comenta en su carta-respuesta:

"Fue un placer recibir tu mensaje y con él las preguntas que me haces. Sobre la primera, que es la estrictamente lingüística, y que me resulta fácil de responder, es que <varayoc> se analiza como /bara-yuq/ 'el que tiene vara (bastón de mando'), o sea la autoridad mayor indígena de las comunidades, llamado en castellano "alcalde de vara". Tú has identificado el núcleo de la expresión, y yo solo quisiera agregar que no se podía decir /wara-yuq/, que habría sido la forma nativizada original, pues se creaba una duplicidad u homofonía intolerable, ya que /wara-yuq/ se interpretaría inmediatamente como 'el que tiene huara', es decir pantaloneta. Así, pues, el sufijo quechua -yuq tiene valor posesivo, y yo lo llamo 'adjudicador'. La palabra, que es institucional andina moderna, es de origen quechua y no aimara. Ahora bien, en cuanto a documentación, sí que estoy perdido, y haces bien en preguntarme si conozco a un buen etnógrafo o a un buen historiador del mundo andino a quien puedas referirte para indagar sobre su creación, y aquí te puedo decir que no, pues mis mejores contactos ya son muertos, y no tengo la dirección de otros conocidos. De todos modos, no la hubieras encontrado en Guaman Poma, ni en la bibliografía temprana colonial (vocabularios y crónicas), ya que el término me parece que tiene origen, si no finicolonial (si puedo emplear esta expresión) o republicano. En tu país debe haber gente que conoce el asunto. ¿Por qué no se lo preguntas a tu paisano José Luis Martínez...? (Carta al suscrito, 12 de mayo, 2024;  énfasis nuestro).


En una segunda carta suya nos confirma:

"Gracias, amigo Horacio, por pasarme el comentario que hace José Luis Martínez sobre la institución del <varayuq>. Lo que en realidad quisiéramos saber es desde cuándo se emplea el nombre híbrido, ya que no está en los documentos clásicos de la temprana colonia. La expresión se ha lexicalizado (5) a tal punto que los historiadores criollos, al describir una foto con el alcalde de vara, nos dicen que allí aparece el alcalde de vara con su varayoc: pura tautología ("el alcalde vara con su alcalde de vara"!). Habrá que indagar sobre el tema en algún momento. Un gran abrazo, Rodolfo". (carta al autor del 27/04/2024).

Por consejo del propio Cerrón-Palomino, escribí después al etnohistoriador chileno José Luis Martínez con el fin de recabar más antecedentes sobre su empleo en la Colonia.  Copio su valiosa respuesta a continuación.


Opinión del etnohistoriador  José Luis Martínez Cereceda


  "...Estuve revisando otros materiales para poder responderle.  Ud. me pregunta por varios temas.  A ver si los puedo responder adecuadamente.

a) parto por las varas.  Efectivamente, la introducción de la "vara de alcalde" o alcalde vara, es colonial.  Se impuso, sobre todo, durante los procesos de reducción de las comunidades indígenas a los pueblos de indios, proceso iniciado a partir de los años 1550s pero impulsado con mucha fuerza por el virrey Toledo a partir de 1570.  Recuerdo haber leído algunos padrones de reducción de esa época y señalaban la designación de alcaldes y la entrega de varas como símbolo de su autoridad.  En la España medieval, la figura del alcalde de un pueblo ("El mejor alcalde, el rey") era la institucionalidad de administración indirecta sobre los habitantes, modelo que se reprodujo también acá.  La tesis doctoral de José María Arguedas, recientemente editada, trata de ese proceso y sus consecuencias en las comunidades andinas contemporáneas (Las comunidades de España y el Perú).  En muchos casos, la agencia indígena local llenó las varas de otras simbologías, tales como la inclusión de una bola representando el mundo imperial o la cristiandad; en otras con cruces cristianas, etc.  Pero las varas también existían desde tiempos precolombinos, usadas igualmente por sus autoridades.  Son muy conocidos los bastones de la costa centro norte de Perú, usados por moches, chimúes y lambayeques (son bastones largos con la figura de una divinidad, usualmente Ai-apaec, en madera con incrustaciones de conchas y piedras semipreciosas.  Y también los incas tenían el yauri, una vara corta, que aparece dibujada y pintada en las crónicas de Martín de Murúa (la de 1596) y en Guamán Poma.  Personalmente he visto varios bastones costeños, pero nunca un yauri, de modo que no me atrevo a describirlo.

b) Sobre la función de las varas, hay varias.  La principal desde el punto de vista español colonial, es la de ser un emblema de la autoridad que se va pasando de alcalde en alcalde al ser rotativo el cargo; la inclusión de significantes religiosos católicos ponía asimismo los rituales y ceremonias bajo la advocación o el control  de esta religión.  Pero sus usos se fueron ampliando.  Frank Salomon tiene un muy buen libro de etnografía sobre las varas del pueblo de Tupicocha, en la sierra central peruana.  Allí las varas, de distintos tamaños y con diseños propios, son usadas y presentadas en común para denotar los rangos de las autoridades y una estructura de poder social y simbólico.  Lo interesante es que sus signos, de acuerdo a Salomon, conforman un sistema semasiográfico, es decir, comunicativo de signos no alfabéticos.  En muchas ocasiones he visto que las varas "son" la autoridad, se ponen en las iglesias antes de los cambios de autoridades, son "cargadas" y una autoridad no puede ejercer sin tenerlas consigo.  En ese sentido, no son un emblema solamente, sino un objeto con poder propio.

c) No soy un especialista en varas, aunque he visto muchas tanto en contextos cotidianos como rituales.  Creo que todas las que he visto tienen algunos elementos en común que extraño en la que Ud. me muestra.  Tienen un cabezal, que puede o no tener un objeto tridimensional en su extremo superior (una cruz, un globo), el cuerpo mismo de la vara, que usualmente tienen bandas horizontales de plata u otro metal, y una punta, puesto que muchas veces se ponen de pie, apoyadas en el suelo o en una pared, o entre los brazos y piernas de sus portadores.  La de Isluga,(que Ud me muestra en foto)  totalmente de plata, tiene un extremo superior simple, y, lo que más me extraña es la terminación del otro extremo, en el que parece haber una especie de ojal por el que pasar una cuerda o algo similar.  Sería más bien un objeto para ser colgado que puesto o transportado por una autoridad.  Pero nada de eso es determinante, por supuesto; las variedades creativas y agenciadas de las comunidades son infinitas". (carta del investigador al suscrito de 15 de mayo 2024;   énfasis nuestro al texto).



En suma, de esos antecedentes creemos poder  concluir:


a)  que hubo ciertamente un claro precedente inca (un tipo de bastón como signo de autoridad en su comunidad) que sirvió de base para la elaboración y concesión del <varayuc>  como insignia de mando en una comunidad indígena en la época colonial. Una de las representaciones de Guamán Poma en su obra de 1616 lo ilustraría,  según nos comunica en su carta el etnohistoriador chileno José Luis Martínez.


b)  Que esta vara o bastón de mando solía incluir  diferentes símbolos representativos del poder en una comunidad dada, simbología que no estaba especialmente reglamentada y que, por tanto, quedaba al arbitrio del  mallku o jilacata respectivo (6).


c)   Que no disponemos aún de antecedentes  seguros para concluir sobre la época probable de la adopción del término híbrido hispano-quechua <varayuq>, término que no figura en ninguno de los Vocabularios coloniales de los siglos XVI y XVII (ni en lengua quechua, ni  aimara). Cerrón Palomino sospecha que este término podría ser de uso "fini-colonial", es decir de los finales de la época colonial. 


d) Martínez Cereceda nos confirma  que este tipo de varas, como símbolo  autoridad en los pueblos indígenas, probablemente  podría datar desde la época del Virrey Toledo  (hacia 1570).


d) que también fueron denominados comúnmente  como <santurei> (tèrmino aimarizado de "Santo Rey")  en muchas comunidades aimaras  en los que se  representaba físicamente la concesión de un mando colonial, otorgado por la autoridad del rey de España.


e) que  el origen "sacro" de estas insignias de mando exigía, por consiguiente,  que fueran guardadas y protegidas en las iglesias, no en las viviendas de los  mallkus o jilacatas


f)  En cuanto  al aspecto externo de nuestro <varayoc> -lo que llama especialmente la atención de José Luis Martínez- podríamos, tal vez, sospechar que  haya sido  objeto de alguna modificación posterior, al pasar a manos de su último dueño.   


                                       

Fig. 3. Imagen de nuestro <varayoc> procedente del pueblo de Isluga. (foto H. Larrain, mayo 2024).

                        

Fig.  4. Otra toma de la misma vara de mando aimara (Foto H. Larrain, mayo 2024).



Descripción de la pieza.


a) Nuestra vara o bastón de mando colonial aimara, confeccionada en madera,  mide 46,5  cm de largo, con un dm medio de  unos 2.05 cm  y ha sido cuidadosamente forrada con 9 láminas sumamente finas de plata, de distinto tamaño (su ancho varía desde 4.7 cm  a 5.9 cm). La imperfección de este forro, nos permite ver porciones de la madera subyacente del bastón.


b) Ostenta a lo largo ocho pequeñas medallones o rodajas, labradas en plata,  con una única decoración interna que muestra diminutos objetos semejando clavos los que, cual manecillas de un reloj, la circundan en un número variable entre 22 y 28. En el centro de dicho medallón o rodaja, se fijó una gema brillante, en vidrio de color tallado y pulido que muestra seis caras, de diferente color. De arriba hacia abajo de la vara, el orden del color de las gemas es el siguiente: rojo sangre, amarillo, rojo sangre, amarillo, verde oscuro (turquesa), rojo sangre, verde y azul.  (Vea Figs. 3 y 4). (7).


c) En su extremo superior, se observa, incrustado,  una especie de tornillo, dotado de un gancho que parecería sugerir que el objeto podía colgarse (¿del cuello del jerarca  mallku o jilacata?)  (Fig. 5).  En su extremo inferior, en cambio,  se puede ver otra pieza metálica en forma de grampa, que fue clavada por sus dos extremos en la base de madera y que hoy se presenta intencionalmente doblada y aplastada (Fig. 8). Este extremo inferior del <varayoc> muestra un pequeño agujero  visible, hoy vacío, que tal vez sirvió antaño para ser fijado al suelo mediante algún tipo de apéndice puntiagudo, hoy inexistente. En el extremo superior, se conserva aún un pequeño fragmento de lo que pudo ser una "flor" u  adorno hecho de lana color verde oscuro, amarrado con un alambre muy fino al "tornillo". Las finas láminas de plata que recubren la base de madera del <varayoc>  tienen , aparentemente, un grosor de algo menos de 0,5  mm.   


Medidas exactas de nuestro <varayoc>:


Esta vara de alcalde indígena consta de una base de madera, revestida de finas láminas de plata (Ag)  y guarnecida con  8  medallones cada uno de los cuales está provisto, en su parte central, de gemas multicolores semejantes,  insertas, igualmente, en una base de  plata ornamentada.  

  

Longitud total de la vara:  46,5 cm

Peso:   273 gr.

Diámetro  de cada medallón de plata de adorno: 4,55 cm.

Diámetro de la vara de madera original (sin el revestimiento de plata): 2,05 cm (No se observa mayor variación en el dm. de la vara a lo largo de la misma).

Diámetro de los cabezales,  superior:  2,5 cm,  inferior: 2,9 cm.

Diámetro de las gemas de vidrio (al centro del medallón):  1,9 cm.  (dos de las gemas color verde están muy dañadas) (8). 

Longitud de cada dibujo de "clavos" en las rodajas: aprox. 1,1 cm (con muy pequeñas variantes). 


                        

Fig. 5.  Detalle de la porción superior de la vara, mostrando una argolla mediante la cual se colgaba  (¿del cuello del oficiante?).  (Foto H. Larrain, mayo 2024). 

                         ¨¨

Fig. 6.  Observe el diferente color de la gema en cada medallón. (Foto H. Larrain, mayo 2024).


                        

Fig. 7.  Gema rota en uno de los medallons de la vara. Note Ud. la decorsción de "clavos"  circundando el interior del medallón. (Foto H. Larrain, mayo 2024).

                        

Fig. 8. Porción basal o inferior de la vara. Muestra una argolla aplastada.  (Foo H. Larrain, mayo 2024).



Notas


(1) Estos dos curiosos  objetos de fina artesanía indígena nortina, son hoy parte de nuestras colecciones etnográficas e irán a formar parte, muy pronto, de las colecciones del Museo Nacional de Historia Natural de Santiago de Chile.  Todos mis apuntes, archivos, fotografías y cassettes antropológicos grabados con sendas entrevistas nuestras a artesanos o cultores indígenas, atacameños y aimaras, ya han quedado depositados en el citado Museo desde el mes de noviembre 2023.

(2)  Según grafía usada por el jesuita Ludovico  Bertonio, en su famosa  obra  "Vocabulario de la lengua Aymara, (impresa en Juli, 1612), reproducción  fotostática del CERES, IFES y MUSEF, Cochabamba,  Bolivia,  1984: 449.  Antonio Ricardo, editor, en su obra  "Arte y Vocabulario de la Lengua General del Perú" , Lima, 1586, (reedición hecha por Rodolfo Cerrón-Palomino et al., Lima, 2014,  pág. 347), trae  la voz <macma> (<maqma>) para este mismo tipo de vasija de greda. Como en muchos otros casos, el intercambio de voces entre ambas lenguas, quechua y aimara era frecuente dada su contemporaneidad y gran proximidad geográfica.

(3) <Varayuq> resulta ser  una expresión híbrida de la lengua quechua (-yuq) y castellana (vara), y ciertamente no es de procedencia aimara sino quechua.

(4) El sacerdote franciscano flamenco Pablo Dierckx  durante más de 30 años (llegó a Chile en el año 1987), misionó incansablemente en los pueblos aymaras de Camiña, Chiapa, Sibaya,  Colchane y sus estancias vecinas, dejando el vivo testimonio de una vida ejemplar de un abnegado pastor católico. Estudió la lengua aimara con la que se entendía con sus feligreses más ancianos y dejó unos valiosos Apuntes para el aprendizaje de esta lengua. El 6 de enero del 2018 se le dió una solemne despedida en el pueblo de Huara, capital de la Comuna que engloba a la mayoría de los pueblos andinos del sector norte del Tamarugal y su Orden religiosa franciscana lo envió al convento del pueblo de Salamanca, donde aún vive ya anciano.

(5)  La expresión "lexicalizar", usualmente utilizada por los lingüistas,  significa hacer que un elemento lingüístico pase a formar parte del sistema léxico usual de la lengua. 

(6)  En nuestro caso, la introducción de una hilada de medallones equidistantes, de plata, de idéntico tamaño,  provistos de una vistosa gema de cristal de color.

(7)  Desconocemos la simbología que se ha querido representar mediante el empleo de este tipo de medallones confeccionados en plata y  provistos de vistosas gemas de varios colores. Sospechamos que ésta debió tener un sentido preciso  para sus creadores y no habría sido un mero y casual  adorno de la vara.  

(8) Lamentamos no haber contado para este trabajo  con la excelente "Tabla de Colores" de Munsell (1975) para poder determinar científicamente  el color exacto de las gemas de los medallones. Las fotos respectivas nos permiten, en todo caso, una cierta aproximación a la realidad.  

Post scriptum

Agradecemos aquí especialmente el apoyo técnico prestado por mis vecinos de El Portezuelo don Alfredo Ugarte Peña, Teresita Ugarte Silva y la señora Beatriz Funes en la realización de este trabajo.