lunes, 25 de marzo de 2024

¿Tropillas de guanacos en la costa desértica del norte de Chile?.¿Mito o realidad?. Nuestras observaciones en el sector sur de Iquique .

 ¿Colonias de guanacos en el desierto  costero del norte chileno?.


Fig. 1. Guanaco, (Lama guanicoe L). Foto tomada de Internet.

En  el año 1953  el zoólogo Guillermo Mann  publicó un pequeño trabajo sobre la existencia de guanacos en la zona desértica costera de Tarapacá y Antofagasta. Apareció en la revista Investigaciones Zoológicas  Chilenas, (Vol. 1: 10),  con el nombre de  "Colonias de guanacos -Lama guanicoe- en el desierto septentrional de Chile". Tras su atenta lectura, siempre me quedó dando vueltas en la cabeza la idea de hallar algún día rastros de tales colonias, que habrían sobrevivido en sectores costeros especialmente  favorecidos por la presencia de la camanchaca (1).

Nuestras  inquietudes.

Nuestra pregunta era, a mediados de la década de los sesenta del pasado siglo: a) ¿existirán todavía guanacos en la  franja costera de las primeras  tres regiones septentrionales de Chile  (Arica, Tarapacá y Antofagasta)?. b) ¿Cómo poder  tener plena certeza de su presencia?. c) ¿Podríamos hallar signos inequívocos de su existencia (o sobrevivencia) en lo alto de los cerros?.  Y, por fin, ¿por qué y cuándo dejaron de visitar estos lugares?

Nuestro avistamiento de guanacos en Cerro Moreno, en agosto del año  1964.

Tuvimos, como respuesta a la primera interrogante nuestra,  nuestra primera  experiencia previa trepando a  los altos de Cerro Moreno (Antofagasta), donde habíamos avistado (en agosto del año 1964) cuatro ejemplares de guanaco (tres adultos y una cría juvenil) hacia los 800 m de altitud, en la zona poblada de grandes cactáceas  (del género Eulychnia sp.), literalmente cubiertas por masas de líquenes del tipo "barbas de viejo" (¿Ramalina sp.?). Este primer y único avistamiento ya nos sugería claramente una valiosa pista de investigación. Allí también, en las alturas de  Cerro Moreno, habíamos ido aprendiendo, por experiencia directa, a distinguir los senderos antiguos, dejados por el guanaco, y a observar sus defecaderos y sus revolcaderos. Más aún, cuando en una de nuestras ascensiones, habíamos hallado varias puntas de proyectil hechas en sílex, justamente muy cerca o junto a tales senderos. Era evidente, pues, que el antiguo habitante de la costa de Antofagasta, el antecesor de los changos históricos, había tenido por costumbre de encaramarse a lo alto persiguiendo al guanaco, para aprovechar su carne y así diversificar su dieta alimenticia  preferentemente marina, con proteínas procedentes de animales terrestres. De hecho, no podía interpretarse de otra manera la presencia de puntas de proyectil hechas en sílex, fragmentadas o enteras, que  hallamos junto a los senderos que trepaban hacia  lo alto por sobre los 400 m de altitud.

De aquel primer contacto personal con ejemplares de guanaco avistados en los altos de Cerro Moreno, hemos dejado constancia escrita  en nuestra obra "Etnogeografía de Chile" (Colección Geografía de Chile, Instituto Geográfico Militar):

"En Cerro Moreno, Antofagasta, hubo un familia de guanacos hasta 1975.  Nosotros mismos vimos 4 ejemplares  hacia los 600-800 m de altitud,  en laderas que miran al W - SW y donde los cactus del género Eulychnia mantienen una frondosa maraña de líquenes  ("barbas de viejo")  de las que bebían el agua y se alimentaban"  (1987:  69, Nota 11).

Nuestra experiencia en los cerros del sur de Iquique (2).

 
Fig. 2.  Panorámica desde el área del oasis de niebla de Alto Patache hacia el sur. Se divisa a lo lejos  (arriba, a la derecha), el macizo denominado "Pabellón de Pica". (foto H. Larrain, 1997).

Desde nuestra primera visita al Oasis de Niebla de Alto Patache (diciembre de 1996), lugar  situado a unos 65 km al Sur de Iquique y a unos 775 m.snm.,   la idea de investigar la antigua presencia del guanaco (Lama guanicoe L) en esta área surgió potente y avasalladora casi desde el primer día. Habiendo llegado originalmente allí inicialmente con el objetivo concreto de descubrir e investigar el universo entomológico (es decir, el mundo de los insectos)  allí presente, por consejo de nuestro amigo biólogo Walter Sielfeld de la Universidad Arturo Prat, pronto nos dimos cuenta que había otros temas de investigación, tanto o más atrayentes que la entomología. La presencia de abundante camanchaca o neblina costera en el área, y las posibilidades de captarla, y el hallazgo inmediato de piezas líticas, prueba evidente de la práctica de caza animal por parte de los habitantes prehistóricos de la costa, realizado ya en nuestra primera visita, nos llevó rápidamente a interesarnos por estudiar la antigua presencia y actividad humana de caza en ese sector alto, muy próximo a la costa.

Tras las huellas de los guanacos.

Por eso, al visitar por primera vez el Oasis de Niebla de Alto Patache (diciembre  1996) y al hallar las primeras pistas patentes de la presencia de guanacos, quedamos gratamente sorprendidos; más bien diría yo, encandilados con el tema. Los rastros dejados por estos camélidos no nos eran en absoluto desconocidos; más bien, nos eran ya bastante familiares desde nuestros primeros  años de  eterno "caminante" por los cerros que se alzan detrás de la ciudad de Antofagasta  (1963-65). Los habíamos encontrado en los altos de los cerros costeros que miran a la ciudad, en zona de cactáceas columnares del género Eulychnia. Allí mismo, junto o muy  cerca de tales senderos, habíamos tenido la fortuna de hallar, igualmente, alguno que otro ejemplar de punta de proyectil, abandonada por los antiguos cazadores in situ. Pronto comprendimos que guanacos, camanchaca mojadora y flora y fauna autóctona, constituían una valiosa tríada, inseparable, merecedora  de mucho más investigación y estudio. Y por espacio de varios años, nos hemos dedicado a reunir antecedentes in situ sobre la cacería de guanacos por parte del pescador-recolector marino, convertido ahora también en avezado cazador terrestre.

Observaciones anotadas en el "Diario de Campo".

Nuestro Diario o Bitácora de Campo -herramienta insustituible del verdadero explorador-   ha ido sumando en sus páginas  numerosas experiencias y observaciones, muchas de las cuales queremos recoger aquí en beneficio de nuestros lectores, sobre todo de los jóvenes exploradores o "caminantes" que, de alguna manera, se interesan por enfoques nuevos en la ecología o arqueología, mucho más centrados en el análisis de la "morada humana" en su totalidad. "Morada"  en un sentido amplio, que incluye no solo sus asentamientos propiamente dichos (conchales), sino también sus territorios habituales de caza y pesca, su territorio de movilidad estacional, su territorio cúltico o  de veneración a sus deidades, su territorio de obtención de materias primas, etc. Forma de enfoque que nosotros hemos denominado como una eco-antropología. (3).  

Las primeras pistas de guanacos en Alto Patache: 1997.

Fig. 3.  Descubrimiento, junto a la huella de vehículos,  del primer revolcadero de guanacos en el sitio de Alto Patache. Aquí con mis alumnos de sociología José Bustamante y Johanna Chaparro (11/09/1997). En el contorno de esta "depresión" artificial, hallamos los primeros instrumentos líticos, fragmentados, y numerosas lascas  (Vea Fig. 5, más abajo. La escala gráfica de 1 m  permite apreciar el diámetro del revolcadero).


Cuando subimos por segunda vez en vehículo hasta la parte alta del oasis de Alto Patache, no tardamos en tropezar, a la orilla de la huella, con un típico revolcadero, depresión característica de aproximadamente 1.5 m de diámetro y no más  de 18-20 cm de profundidad (ver Fig. 3),  perfectamente circular, que usa el guanaco para revolcarse y librarse así de sus parásitos. En seguida, descubrimos en su derredor, numerosas lascas de sílex dispersas, de variados colores, y tres o cuatro instrumentos tallados que reconocimos de inmediato como toscos cuchillos hechos en sílex de diversos colores. A muy corta distancia del revolcadero, pasaba un sendero de guanacos, bien delineado, que se perdía en lontananza, hacia el norte y hacia el sur. Esa notable experiencia en un lugar nunca visitado antes por arqueólogos, nos dejó fascinados. En visitas posteriores, junto a la colecta obligada de interesantes especímenes entomológicos, máxime de coleópteros tenebriónidos que muy pronto aprendimos a buscar bajo el follaje casi seco de plantas de  Nolana, Ephedra, Lycium o Solanum, o bajo piedras y pedruzcos,  fuimos afinando los ojos en busca de pistas que nos ayudaran a desentrañar el misterio de estos guanacos de antaño  y su esquiva presencia en el lugar.  Hoy, al parecer y  desde hace muchísimos años, han abandonado definitivamente  el lugar. ¿Por qué?   Era la incógnita que deseábamos a toda costa desentrañar.

Quince años de  prolijas observaciones.

En los quince años de constante y fatigoso ascenso al lugar  del oasis de niebla (1996-2012), hemos reunido gran cantidad de observaciones, objetos arqueológicos y fotografías  probativas de la presencia del guanaco en este oasis de niebla. Con paciencia, íbamos describiendo minuciosamente en nuestro Diario de Campo cada una de nuestras observaciones, procurando no omitir detalle. Este material lo expondremos a continuación en beneficio de nuestros lectores y, a propósito de él, aprovecharemos para  insertar nuestras propias reflexiones  eco-antropológicas.

 Trataremos de responder a las siguientes  preguntas: ¿por qué ya no visitan los guanacos este oasis?. ¡Qué esperaban comer allí, cuando venían?.  ¿Cuál era el lugar de origen de estas tropillas?. Y, finalmente, ¿en qué momento dejaron de llegar aquí? , ¿Por qué?.   O, lo que es lo mismo,  ¿en qué fechas, aproximadamente,  llegaron  hasta aquí las últimas tropillas de guanacos?.

Las pruebas inequívocas de la presencia del guanaco en el oasis de niebla.

Si bien nunca tuvimos, durante esos primeros quince años de investigación del lugar   (1997-2012),  la inmensa suerte de observar aquí un animal vivo en este paraje, las evidencias de su antigua presencia  y actividad en la zona, abundaban. ¿Cuáles eran  éstas?

Las enumeramos una a una:

A.  Los  senderos (guanaco trails) trazados en las lomajes  y en en la pampa interior.  Estas huellas han quedado indeleblemente  grabadas en la superficie. Observe las  fotos que siguen: 


Fig. 4.   Retícula formada por numerosos senderos de guanacos que se cruzan (Foto H. Larrain, 10/01/2010).




        

Fig. 5.  Composición fotográfica de Luis Pérez Reyes (2009) en los cerros cercanos a Alto Patache. Observe la increíble malla de  senderos entrecruzados en las laderas.

 Los senderos típicos de guanaco son  muy angostos y nunca miden más de unos 20-25 cm de ancho. Es  imposible confundirlos con un sendero hecho por seres humanos; éstos son mucho más anchos.  El paso frecuente y repetido,  exactamente por los mismos lugares,  ha hecho profundizar la huella. Estas recorren toda el área formando  una  confusa red de senderos a veces paralelos o casi paralelos, que descienden cerro abajo hasta  los 300-350 m de altitud sobre el nivel del mar. Seguramente bajaban hasta la misma terraza marina, pero  la presencia aquí de arenas movedizas y dunas costeras termina  por cubrir y tapar sus huellas aquí abajo.  En lomajes más abruptos, los hemos encontrado muchas veces en líneas casi paralelas, formando un  auténtico mosaico de rejillas; de seguro,  dos o tres animales transitaban muy juntos, uno detrás del otro, dirigidos por un macho guía. Estas huellas, debido a las escasas  y muy esporádicas  precipitaciones en el área, perduran aquí por siglos, decorando el paisaje. 

B. Los defecaderos (o "bosteaderos", como prefieren decir los zoólogos).  Son lugares  situados inmediatamente al lado de los senderos, donde dejaron, acumuladas, sus fecas. Es costumbre conocida de estos camélidos americanos (compartida por llamas, alpacas  y vicuñas), la de defecar siempre exactamente en los mismos sitios. Lo que va produciendo,  con el correr del tiempo, pequeñas acumulaciones. Las fecas que hemos hallado aquí en Alto Patache denotan claramente un largo período de abandono. En efecto, las fecas recién depositadas aglutinan muchas "bolitas" formando pequeños glomérulos o cúmulos. En los bosteaderos abandonados hace mucho tiempo (como en nuestro caso), se ha producido tanto la disgregación de las "bolitas", como igualmente su paulatina e inexorable disminución de tamaño (diámetro). Sospechamos que aquí se produjo el abandono definitivo del área por parte de las tropillas de guanacos visitantes,  hace unos 100  ó más años. Probablemente, no mucho más.(....).  No pocos de los bosteaderos examinados por nosotros son muy pequeños y  las "bolitas" (fecas) que lo componían, han sido ya en parte o desmenuzadas o arrastradas por el viento ladera abajo. La pequeñez de estos bosteaderos (nunca hallamos uno con más de 1.5 m2 de superficie), apunta, igualmente,  a la presencia in situ  de tropillas muy pequeñas de animales, los que tal vez no superaban los 3-4 ejemplares. En nuestro estudio, detectamos la presencia de más de 30 defecaderos, algunos tan pequeños como una superficie de apenas 30 cm2. Los mayores, apenas superaban el m2 de superficie. Los hemos hallado en planicies, hondonadas y también en laderas suaves. Un bosteadero  muy antiguo se detecta de inmediato  por el tamaño muy pequeño  de sus "bolitas", apenas perceptibles. Éstas, con el paso inexorable  del tiempo, el efecto del viento y las eventuales lluvias  in situ, van perdiendo peso y tamaño pero conservan su forma esférica característica.

Fig. 6.  Imagen de un bosteadero o defecadero ("dung piles", en inglés) cercano al taller lítico en el oasis de niebla de Alto Patache.  El tamaño del cuaderno y el lápiz de referencia dan una idea de la pequeñez del sitio. (Foto H.  Larrain, 2012).


C. Los revolcaderos.  Son los sitios preferidos para  echarse y revolcarse. Prefieren para ello sitios planos,  en terrenos  más bien  
blandos, arenosos, donde no hay piedras que estorben. Su forma y aspecto es característico: presentan  pequeñas depresiones de  1.40 - 1.60 m. de diámetro, son casi perfectamente circulares, y tienen una profundidad variable, del orden de los 20-25 cm dependiendo de las características y dureza del subsuelo.  Invariablemente, se hallan a un costado y muy cerca de sus senderos. En varios de estos revolcaderos (como se observa en nuestra figura Nº 3, más arriba), hemos hallado signos típicos de actividad humana: como  lascas de sílex y aún instrumentos toscos, como cuchillos o raspadores. Los guanacos, por lo que se sabe, necesitan refregarse contra  el suelo arenoso. Se lee en la literatura zoológica que esto sería para librarse de parásitos; tal vez sea, también,  por otra razones biológicas que hoy se nos escapan.

D.  La presencia de  artefactos líticos en sus inmediaciones. Frecuentemente hemos hallado puntas de proyectil, generalmente rotas,  rara vez intactas,  junto a estos senderos. Seguir por largo trecho uno de esto senderos, es casi con certeza la oportunidad para hallar  alguna herramienta  en sílex o al menos lascas de este material. Lo hemos comprobado a menudo  personalmente. Lo que vendría a ser un indicio seguro de que el animal herido fue perseguido por sus cazadores, a lo largo de sus sendas; lo que nos  parece obvio. Es sabido que, una vez alcanzado por un proyectil del cazador indígena, el guanaco se va desangrando lentamente, pero puede caminar algunos kilómetros hasta caer finalmente exhausto o muerto. El cazador que sabe que acertó el disparo de su flecha,  lo siguió  imperturbablemente, tal vez por horas y horas,   hasta encontrarlo postrado, desangrado.

Fig.  7.  Estos tres instrumentos fueron hallados a los costados del revolcadero señalado en nuestra Figura Nº 3. Expedición a Alto Patache del día  04/04/1997.  (Referencia en nuestro Diario de campo  Nº 58, pág. 22). 


E. La presencia de parapetos de caza. En varios puntos, de preferencia en  los filos de los cerros, hemos hallado unas extrañas acumulaciones de piedras, desordenadas, pero que claramente no parecen ser un producto natural de la geomorfología y/o de la litología del lugar. Alguien las acumuló allí con una finalidad específica. Sospechamos fundadamente que éstos eran pequeños apostaderos donde el indígena cazador se agazapaba y ocultaba, cubierto tal vez por una piel de guanaco, con  su arco listo para disparar, a la espera del paso de su presa. Estos  parapetos -como los hemos llamado-  se ubican estratégicamente  junto a cruces de senderos donde la visibilidad era mayor en varias direcciones. El cazador debió aprender a conocer, por una larga experiencia, exactamente la hora preferida de paso de los animales, así como los puntos estratégicos de desplazamiento habitual. La presencia de cruces de senderos ya sugería qué lugares eran los  más promisorios para una caza efectiva. En alguno de estos parapetos, hemos hallado restos de conchas marinas o fragmentos pequeños de sílex, frutos éstos del desbaste de las rocas para obtener instrumentos, y son señas inequívocas de la presencia humana. Un afloramiento natural de rocas, pudo ser aprovechado, también, como un parapeto ocasional, con fines de caza. Los restos allí dejados o descartados, pueden  y deben constituir una evidencia palpable de su presencia.

              
Fig. 8. Típico parapeto de caza en una encrucijada de senderos antiguos. (Foto H. Larrain,  2016). 



F. Otra posible seña, más reciente, de su presencia y de su persecución por el hombre, puede ser el hallazgo que hemos hecho, en un par de ocasiones, de un casquete de bala,  como evidencia de caza in situ en el entorno del oasis de Alto Patache. Pudo tratarse, igualmente,  de la caza del zorro chilla o de aún de algún ave. Es posible;  pero la máxima probabilidad -en nuestra opinión- apunta a su interés por perseguir aquí guanacos, presas que por su tamaño valía la pena obtener.

G.  Los huesos de guanaco. En la zona que hemos denominado "taller lítico", donde hallamos amplia evidencia de confección de artefactos líticos (lascas),  hay sectores llenos de pequeños fragmentos de huesos, muy fragmentados, y no pocos de ellos con señas de quema. Su  examen, hecho por el zoólogo chileno Benito González a petición nuestra, comprobó que se trataba únicamente  de huesos de guanaco faenados in situ.  He aquí el conjunto de  fragmentos de huesos obtenidos al cernir cuidadosamente el material extraìdo  del pozo de sondeo que practicamos en el lugar: 


Fig. 9.  Variedad de fragmentos de huesos de guanacos hallados  en el pozo de sondeo del "taller lítico"  el día 04/02/2006. Los huesos color oscuro, negruzco,  fueron expuestos al fuego y quemados. Las astillas más finas, a lo que creemos, corresponden a la práctica de la  extracción cuidadosa de la médula ósea como alimento.  (V
er Dario H. Larrain,  vol. 76: 112-116). 


H. Las puntas de proyectil de sílex halladas en la zona del taller lítico, en el oasis de Alto Patache. Solo en el contorno del taller lítico, hallamos más de 50 puntas, enteras o fragmentadas.

Fig.  10.  Algunas de las puntas de proyectil  están provistas de pedúnculo, elemento que permite asir fuertemente la punta al astil de madera (Foto H. Larrain, 2012).

I.  Los fragmentos de sílex desechados (lascas),  fruto del desbaste de un núcleo para la obtención de las puntas de proyectil (flechas) o raspadores.


Fig., 11. Material de desecho en sílex color blanco. (lascas).

No hemos detectado otras evidencias seguras de su presencia.


Respondiendo las preguntas   iniciales.

Al parecer, no se ha vuelto a  avistar ejemplares de  guanacos en los cerros cercanos a Iquique en los últimos cien años (Vea, sin embargo, nuestra Nota 1).  Existe  la valiosa  información histórica que recoge Lautaro Núñez en uno de sus trabajos antiguos, de que los salitreros ingleses, entre  los años 1880-1890,  hacían todavía eventuales partidas de caza del guanaco en los altos de  Chucumata  (Vea Nota Nº 4).
 
Si no nos equivocamos, el químico y ensayista de metales inglés William Bollaert confirma esta misma versión, en su obra  editada en el año 1860 en Londres.  La permanencia de guanacos en minúsculas tropillas en tales sectores era  un indicio cierto de una mayor presencia o durabilidad de la vegetación in situ. Y ésta, de la existencia de mayor humedad en el área. ¿Lluvias tal vez más frecuentes o una camanchaca más  densa y persistente?. No lo sabemos.

¿Cómo podríamos tener plena certeza de su presencia actual?.

 A mi juicio, la única manera sería verlo deambular aún en alguno de los oasis de niebla de la costa o, al menos hallar alguna vez sus fecas frescas en sus bosteaderos o defecaderos. No existe otro posible modo, que sepamos. De presentarse en estos lugares, solo podría ser con ocasión de la presencia de un año muy anómalo del fenómeno de "El Niño", con la aparición de abundantes lluvias en la costa que permitieran el desarrollo de un  verdadero "desierto florido" en sus contornos por espacio de varios meses (julio-diciembre). De darse tal situación, tendría allí este animal  el alimento indispensable para subsistir allí por tres o cuatro meses.  ¿Podría ocurrir esto?. Sí, pero es altamente improbable, pues  la existencia de modernas rutas asfaltadas, muy concurridas,  en la depresión intermedia o pampa del Tamarugal en dirección  N-S,  espantan y alejan definitivamente  a estos animales, enemigos acérrimos del ruido y de la presencia humana.

Ya hemos respondido más arriba la segunda duda, sobre la existencia de signos inequívocos de su presencia eventual.

¿Por qué dejaron de visitar estos lugares costeros?.  

 Hay tres respuestas que nos parecen  hoy más probables:

a) porque  la presencia de  las actuales rutas y carreteras los alejan y espantan  y así no pueden cruzar de Este a Oeste desde su actual refugio  en altitudes entre los 3.800 y los 2.500 m. de altitud  ni siquiera de noche;   

b) porque en todos los oasis de niebla de la zona norte ha disminuido tan notoriamente la vegetación, que su escasez haría hoy prácticamente imposible su permanencia; 
  
c) Porque, además,  el número de guanacos en la zona precordillerana -su presumible lugar de origen- también ha disminuido ostensiblemente.

Para que algún día en el futuro, volviesen los guanacos a visitar estos parajes costeros donde existen oasis de niebla, se requeriría al menos de  dos factores, prácticamente imposibles de reproducir hoy:
  
a) un período notorio de varios años consecutivos de  aumento en las lluvias en la costa, capaces de  revitalizar y regenerar la vegetación propia del ecosistema de oasis; 
  
y b) la creación de protegidos y bien diseñados "corredores biológicos" que permitieran a esta especie  transitar hacia las costa, sin ser perturbados.  Esta última idea es difícilmente practicable hoy día, dado el tráfico vehicular incesante, de día y de noche, que circula por las carreteras y la presencia y actividad humana creciente en torno a ella. El guanaco es un animal  sumamente tímido y desconfiado, y rehuye sistemáticamente la presencia humana.  La creciente ocupación humana de la pampa, es pues, el primer elemento que a nuestro juicio,  ha ahuyentado de inmediato su presencia.

Notas aclaratorias.

1.   El biólogo Walter Sielfeld de las Universidad Arturo Prat de Iquique nos informó que la última observación segura de guanacos en los altos de Chipana (oasis de niebla) fue realizada en el año 1996 (Com. personal al autor en el año 2006).

2.  Este artículo se nos había quedado en borrador entre nuestros capitulos del Blog desde el año 2012. El trabajo estaba entonces  virtualmente completo. Dado su interés, hemos considerado necesario insertarlo hoy. Solo hemos añadido al trabajo original las fotografías alusivas, y algunos comentarios nuestros  en notas ad hoc. El tema es apasionante. 
Sobre este mismo tópico, hemos publicado otro capítulo de nuestro blog con el título de: "Cómo se cazaba el guanaco en tiempos prehispánicos: argumentos tomados del oasis de niebla de Alto Patache", editado el  24/12/2009. 
 Para entender mejor las estrategias de caza de los primitivos habitantes de la costa en estos oasis de niebla, véase la valiosa tesis del arqueólogo Luis Pérez Reyes: "Parapetos en la camanchaca: estrategias de caza  del guanaco en los oasis de niebla, área de Alto Patache, Región de Tarapacá", Universidad Bolivariana de Iquique,  Marzo 2012,  297 p. 

3. Vea in extenso qué entendemos nosotros por   "eco-antropología" en nuestro Blog  https://eco-antropologia.blogspot.com .

4. En la obra “Riquezas Peruanas”, Colección de artículos descriptivos escritos para  “La Tribuna”, Lima,  Junio 28,  1883, se estampa la siguiente nota: “En los mismos Altos de Iquique, en las faldas del cerro Ayarbide  [se trata del cerro conocido  hoy como  Oyarbide!], en las alturas de Choquemata [Chucumata actual, sector aeropuerto],  crecen algunas yerbas en los meses de mayo a octubre, producidas por las constantes neblinas, ahí llamadas camanchacas, que humedecen de noche de modo notable estos terrenos. En esos campos no escasea el guanaco, perseguido muchas veces por vecinos extranjeros [léase ingleses de las Oficinas Salitreras]  de Iquique. En las cumbres de Choquemata ha  sido labradas  las superficies de algunas rocas areniscas, en figuras de estanques, donde  se depositan las aguas de esos copiosos rocíos de que he hablado. ¿Por quién y cuándo se hicieron esas  obras?”. (cit. en artículo de  Núñez Lautaro y Juan Varela:“Sobre los recursos de agua y el poblamiento prehispánico de la costa  del Norte Grande de Chile”, Estudios Arqueológicos, Universidad de Chile, Antofagasta, Vol. 3-4,  1967/68, Antofagasta, pág. 13; paréntesis cuadrados  nuestros).

5.  Raro hallazgo de un esqueleto de guanaco en área de Patache.


Fig. 12.  Lugar exacto del hallazgo de un esqueleto de guanaco por nuestro ayudante el joven arqueólogo don Luis Pérez Reyes. Que yo recuerde, es éste el único hallazgo de esta naturaleza (esqueleto semi completo) realizado en los contornos del oasis de niebla de Alto Patache durante nuestros extensos recorridos por el sector (1997-2016). 

6. Referencias recientes. De una carta del  zoólogo Benito González al suscrito, fechada el  20/10/2006:

"...además, te mando una foto de una hembra de guanaco comiendo la flor de un cactus rastrero (no recuerdo su nombre) y,además, me tocó ver cómo un animal pateaba fuertemente una Copiapoa columba-alba y consumía su contenido. Los líquenes, además de consumirlos, sirven como pantallas que retienen el agua para ser bebida. Esto me tocó verlo con la gente de la BBC en un documental donde yo colaboré....".











 







viernes, 15 de marzo de 2024

Momias o esqueletos humanos en Museos: ¿se puede exhibirlos, o no?. Problemática disyuntiva planteada hoy a los Museos del mundo.

 En  recientes artículos nuestros en defensa de la actividad arqueológica del jesuita padre Gustavo le Paige en San Pedro de Atacama, en este mismo Blog, nos hemos planteado  la siguiente inquietud: "es lícito exponer en los Museos momias o restos humanos del pasado"?.  Las etnias indígenas reconocidas en Chile han estado poniendo hoy  en tela de juicio esta práctica habitual, muy en boga en el siglo pasado en gran parte de los museos del mundo.  Por cierto, también en Chile (1). 

 El caso tal vez más bullado en nuestro país, -que ha desencadenado una verdadera persecución a su autor-  ha sido el del Museo arqueológico construido por el padre Gustavo le Paige en el poblado atacameño de San Pedro de Atacama,  en la región de Antofagasta. Es bien conocido el hecho de que uno de los mayores atractivos de dicho Museo donde confluía un numeroso público extranjero curioso, era la exhibición de momias atacameñas perfectamente conservadas, junto a su rico ajuar mortuorio con el que fueron enterradas. No pocas de ellas, a lo que sabemos,  con fechados de C14 cercanos a  los  1.000 a  2.000 años atrás.  

Fig. 1.  Momias atacameñas expuestas en el Museo Arqueológico de San Pedro de Atacama por el padre le Paige (Antigua foto nuestra en blanco y negro del 8 de  diciembre 1964).

Fig. 2.  La primera sala de exposición del Museo de San Pedro de Atacama. Observe las momias dispuestas a ambos lados de la sala. No se expone en vitrinas aún...todo está a la vista. (Foto H. Larrain, 8 diciembre 1964). 

Fig. 3   Fotos de momias y cráneos del Museo del P. Le Paige en San Pedro de Atacama. En reportaje del diario "El Mercurio" de Santiago de Chile del día 25 de Junio,1981.

Nunca, que sepamos, exhumó le Paige tumbas  o excavó cementerios indígenas recientes, posteriores a la conquista española. Mucho menos las tumbas adosadas a los costados de las iglesias antiguas, como en el caso de Chiuchíu (2). Pero sí cementerios o tumbas que, por cierto, no estaban visibles  en el paisaje y que el arqueólogo llegó a descubrir gracias a su "olfato" característico o -más frecuentemente- al "dato" suministrado por lugareños y que le hacían llegar muchas veces (3). 

Las momias  y los cráneos atacameños.

¿Qué tenían de particular estos antiguos restos humanos para le Paige?. ¿Por qué su afán, aparentemente desmedido, por colectar y estudiar varios  miles de cráneos humanos antiguos exhumados en la zona atacameña?.  Porque hay constancia de que en su Museo llegó a acumular una enorme cantidad de cráneos, más de 3.000 (4).

Fig. 4.  Momia expuesta en el antiguo Museo de San Pedro de Atacama. Motejada como "Miss Chile" por algún desaprensivo visitante, tal denominación prendió y siguió en uso. Lamentable falta de respeto  hacia una joven mujer atacameña del pasado. (Foto en reportaje citado de "El Mercurio", del 25 de junio 1981).

En nuestra opinión, tres muy poderosas razones impulsan al arqueólogo a buscar afanosamente y extraer,  estudiar y guardar  tales restos en su Museo:  

a)  Estudiar el tipo, forma y características  de algunos de los cráneos  comparándolos con especímenes del tipo Neandertal descubiertos recientemente  en  Europa, entusiasmado con la idea de hallar rastros del período paleolítico en  la zona atacameña (tarea propia de la antropología física), 

b) analizar y describir las características de cada cultura representada por el conjunto de elementos de su ajuar  funerario,  vestimentas: objetos, cerámica,   utensilios varios u ofrendas asociados al  entierro (tarea propia de la arqueología).

c)  Verificar las secuencia cultural observable  desde un punto de vista cronológico para llegar a concluir la existencia de una continuidad de la cultura atacameña  in situ. Para ello necesitará  le Paige y obtendrá algunos fechados de C14 que le permitan afirmarla  (tarea propia de la arqueología). (5). 

En el primer caso, le interesaba  descubrir posibles  relaciones de los más antiguos habitantes de Atacama  con  grupos marginales (o finales)  del paleolítico europeo. Concretamente, llega a sospechar la existencia de un posible contacto con grupos Neandertales llegados a América desde Siberia a través del estrecho de Behring en Alaska. Por ello, su interés casi enfermizo por hallar posibles relaciones genéticas perceptibles a través de la forma externa del cráneo  (análisis de la calota craneana). Curiosamente, no se interesaba mayormente por los maxilares inferiores (mandíbulas), como se puede apreciar a través de  sus escritos.

 En este contexto, se comprende su marcado interés por estudiar los que él denomina "cráneos chatos" que a él le recuerdan vivamente formas neandertales. Tal preocupación es claramente perceptible en  varios de sus artículos de índole antropológico-física. Véase, a título de ejemplo, las siguientes citas que señala en su trabajo "Cráneos atacameños, evolución, ritos", editado en los Anales de la Universidad del Norte Nº 5,  año 1966:

"El caso  tan extraño y especial de San Pedro de Atacama, mostrando en su material lítico y agro-alfarero una secuencia tan perfecta, esta vez no artificial, ¿tendría también su comprobante en los rasgos antropológicos?. La arqueología no, puede contestar (esta pregunta) y lo importante (aquí) es la antropologia física"  (le Paige, 1966: 7).

"El grupo de cráneos de "tipo chato" nos había llevado a decir que no podríamos afirmar  si la mezcla de Neandertaloide y de Sapiens se había realizado antes del paso por Bering, o en América misma. El cráneo de Tambillo inclina la cuestión en favor de la segunda hipótesis" (Le Paige 1966: Lám. 4). (6).

"Ahora bien, ¿en qué consiste  el grupo de Tipo Chato?. Tiene tres características :  1)  arcada supraciliar (7)  pronunciada;  2) frente huyente, 3) occipital bajo y alargado, además de la altura Bregma-Basion (ABB) muy reducida. 

También hay que insistir sobre el hecho de que el cráneo del "Tipo Chato" se encuentra en los cementerios más antiguos de San Pedro de Atacama, para desaparecer totalmente en los más recientes". (le Paige, 1966: 8-9, énfasis nuestro).

El lenguaje usado por le Paige en estas citas es a veces tan parco y sintético, que cuesta no poco entenderlo...Por eso nuestra adición en el texto de palabras entre paréntesis. 

Fig. 5.  El padre le Paige estudiando los cráneos de su colección craneológica. Imagen tomada de su propio trabajo: "Antiguas culturas atacameñas en la cordillera chilena",  Anales de la Universidad Católica de Valparaíso,  Nº 4-5,  1957/58, pág. 123.

En síntesis, le Paige nos viene a decir

 Así como se puede comprobar en la zona atacameña una clara secuencia cultural tanto en la  evolución de la cerámica como en la lítica, podríamos preguntarnos si, a la vez, será posible observar una evolución temporal en los caracteres físicos de la calota humana desde el tipo Neandertal al tipo de Cráneo Chato, exhumado en San Pedro, tipo éste último que,  de acuerdo a le  Paige,  termina por desaparecer del todo en tiempos más recientes.

A le Paige se le objetó en su tiempo que en sus análisis confunde  la deformación  tipo "Tabular oblicua" -frecuente en la zona- con un imaginado "Tipo Chato". Le  Paige arguye con argumentos, sin embargo,  decididamente  en contra de dicha posible confusión (ver 1966: 9); (8). 

En suma, aún cuando los conocimientos de le Paige en materia de antropología física fueran frágiles (pues no existe la menor constancia de estudios suyos en esta especialidad) (9), podríamos concluir que  él tenía el "presentimiento" de que su secuencia craneométrica  apuntaba a la existencia probable de rasgos neandertaloides en su zona de San Pedro.  Muchos de sus cráneos, como los que rotula de "tipo chato", en su opinión, le parecen comprobar su hipótesis (10).

Tal búsqueda le incentivaba  a exhumar y reunir la mayor cantidad posible de cráneos con el objeto de  corroborar sus audaces hipótesis. Lo cual nos permite explicarnos hoy, de inmediato, la enorme cantidad de cráneos que llegó a reunir en su Museo arqueológico. 

Lo que más le apena -lo confiesa abiertamente- es no haber podido hallar tumbas comprobadas  correspondientes a las culturas líticas más antiguas de cazadores-recolectores: según él, las de Ghatchi o Tulán (11). Lo señala, con una cita en francés, explícitamente, al inicio de su trabajo "Cráneos atacameños" (1966: 5):

"En abril de 1966 el arqueólogo francés  que descubrió en enero de 1953 el  tesoro de Vix, decía: "mais ce qu`il me faut, voyez vous, c´est la nécropole de guerriers de Vix. Où est elle? sacrebleu!.." (1966:  7).

Citas semejantes se puede espigar en sus trabajos: "Estudio craneométrico de la colección del museo de San Pedro de Atacama", Anales de la Unversidad del Norte, Antofagasta,  Nº 1, 12-35 del  año 1961 o en su artículo: "Cráneos atacameños: evolución, ritos", publicado por  Anales de la Universidad del Norte, Antofagasta, Nº 5, 7-10, año 1966.

Este tema (posible influencia temprana Neandertal en América) le intriga y apasiona enormemente. En buena medida, -sospechamos- sería el fruto de sus lecturas de reportes franceses aparecidos en revistas de Francia o Bélgica, que recibe regularmente y/o de las lecturas de las obras de su correligionario, el jesuita y paleontólogo francés Pierre Teilhard de Chardin  (1881-1955). (12).

En nuestras frecuentes visitas a San Pedro de Atacama (1963-65) para ayudar a le Paige en sus tareas apostólicas, tuvimos la grata oportunidad de conversar y discutir más de una vez este tema con el propio le Paige que estaba por entonces obsesionado con  esta posibilidad. 

Momias atacameñas.

¿Qué pensaba le Paige sobre la exposición de sus momias en el Museo de San Pedro?.  Hay que considerar que, en esos años, era frecuente y normal exponer cuerpos humanos con su respectivo ajuar funerario procedentes de excavaciones, en nuestros museos arqueológicos. Nadie lo objetaba. Por el contrario, ello constituía una prueba más de la fidelidad del científico en mostrar sus excavaciones y sus resultados concretos. 

Recuerdo bien que nosotros mismos, en nuestro pequeño museo de la Universidad del Norte en calle Prat, teníamos en exposición varias momias desenterradas por Bernardo Tolosa en Quillagua (1964). En particular, recuerdo muy bien aquella de un pescador que presentaba, colgada a su cuello, una talega decorada. En su interior, hallamos numerosos pececillos  pequeños, disecados. como "alimento" para la vida en el más allá. 

Otro recuerdo personal.

Me atrevo a aportar aquí otra escena en que me tocó ser protagonista. Extracto de mi Diario de Campo Nº 1-A la fecha aproximada del hecho: 24/09/1964.   Invitado por el arqueólogo Percy Dauelsberg del grupo de Arica, fui desde Antofagasta con el joven estudiante de biología Agustín Llagostera a ayudar a Percy y su equipo a desenterrar tumbas halladas en un montículo funerario, en la parcela  19 del valle de Azapa.  Los dueños de dicha parcela, la familia Ramos Coddou querían, a toda costa,  eliminar un gran túmulo,  a unos 30 m. de su vivienda, que según ellos les estorbaba. Sondeos previos hechos por la propia familia (en realidad, huaqueos), señalaban claramente la presencia de gran número de tumbas apiladas unas encima de otras. Por ello recurrieron al arqueólogo Dauelsberg, por entonces el experto de la zona. Dos o tres días, en efecto, estuvimos allí ayudando y tomando notas de los hallazgos (13). La totalidad del material funerario entonces recolectado pasó a integrar las colecciones del Museo arqueológico de Percy que a la sazón se encontraba en calle Sotomayor en la ciudad de Arica. Pero Percy, a pedido mío, nos obsequió algunas momias y cerámicas decoradas para formar parte de la colección de nuestro museo de la Universidad en Antofagasta. 

Como el jesuíta Alfonso Salas nos había pedido que de vuelta a Antofagasta trajésemos dos vehículos nuevos (citronetas), recién compradas en Arica, aproveché la oportunidad de llevar conmigo 3 momias procedentes del citado túmulo funerario (14), obsequio de Dauelsberg para nuestro Museo universitario. No pensé para nada en las posibles  consecuencias. Al llegar a la aduana de Cuya, sitio de control policial obligado,  me presenté en la oficina. A la pregunta del carabinero por el número de pasajeros que yo portaba, señalé que en mi vehículo venían otros tres pasajeros que estaban imposibilitados de bajar. El funcionario se acercó al vehículo a verificar y ahí se da cuenta de la calidad de los presuntos viajeros. Al ver mi aspecto de sacerdote y al escuchar mis explicaciones, el funcionario policial sonrió y nos dijo: "aquí en Cuya cuando levantaron el cuartel policial, aparecieron también varios entierros". Por suerte para nosotros, no dio mayor importancia al hecho que pudo habernos costado caro (15).

Este pintoresco episodio demuestra con qué facilidad, en aquellos años, se podía traficar en el país  con restos humanos arqueológicos y objetos  funerarios.


En Santiago, la momia del cerro El Plomo.


La arqueóloga austríaca Grete Mostny, directora del Museo de Historia Natural de Santiago, mantenía en exposición, como notable adquisición,  la famosa momia de la niña del cerro El Plomo, hallada en el año 1954, notable expresión de un  sacrificio humano denominado "capacocha" dedicado  al sol y a las divinidades  de las alturas en  el Tawantinsuyo de los Incas. (16). Esta exposición ha atraído, por muchos años, numerosísimos visitantes. Nadie objetó su exhibición en el Museo.

Le Paige por lo tanto, en este tema solo continuaba una tradición general existente en todos los museos del mundo, costumbre  iniciada, tal vez, en el Museo de El Cairo con la exposición pública de las famosas momias de los faraones egipcios  que han sido  exhumadas hasta hoy, en los cementerios de Saqqara, Lisht, Tebas y otro sitios más en Egipto y Nubia  (17).

Es cierto que Le Paige -a diferencia de  todos los otros arqueólogos en Chile- exhuma muchos más cuerpos y cráneos que todos sus colegas chilenos juntos (18). Ya hemos abundado en su explicación, a nuestro entender,  por las poderosas razones que le mueven e impulsan en  este afán aparentemente exagerado.


¿Ahora bien, existe algún "parentesco" real de las momias atacameñas con los actuales habitantes de la zona?. 

Los pueblos indígenas en Chile, en particular los del Norte (aimaras, quechuas, lickan antai, collas o diaguitas) arguyen hoy que la exposición  museológica de los restos de sus "antepasados", máxime en el estado de momias,  les resulta particularmente denigrante y vergonzosa, Atenta -señalan- contra su dignidad  y  sus más caras convicciones religiosas y éticas. Consta, en efecto, el profundo respeto que  sienten por sus antepasados ("los abuelos") a los que visitan y honran invariablemente en sus cementerios  y camposantos hoy día.  Y basta acudir a sus cementerios, especialmente los días 1 y 2 de noviembre de cada año (19), para constatar cómo las familias indígenas honran la memoria y el recuerdo de sus antepasados. 

¿Son estas momias realmente sus verdaderos antepasados?.

Ahora bien, nos podemos preguntar seriamente sobre el parentesco real de los actuales habitantes de Atacama y los cuerpos momificados que se exponía a la vista del público  en el Museo arqueológico del padre le Paige en San Pedro de Atacama.   En otras palabras, ¿son los actuales Atacameños en sus diferentes poblados los descendientes directos de esos difuntos momificados expuestos en el Museo?. Porque si no lo fueran y tuviesen un probado origen diferente, estarían reclamando sin fundamento alguno.  

Si, ex hypothesi, el cuerpo momificado corresponde a un individuo que vivió hace 1.500 años digamos en el ayllo de Coyo, Tchécar,  Túlor o Quitor, habría transcurrido entretanto la friolera de 80 generaciones (si consideramos un promedio de 25 años por generación) hasta alcanzar la generación actual. ¿Será posible constatar un parentesco real de un actual residente de Coyo con su lejano antepasado prehistórico, transcurridas entretanto 80 generaciones?.

 En sentido estricto, sí sería posible. Pero para ello se requiere, de necesidad,  el cumplimiento de varias premisas básicas. Una,  que los miembros de dicha familia no se hubiesen movido de su lugar de origen durante todo ese extensísimo período de tiempo; y dos, que no hubiese existido interferencia en el árbol familiar por el aporte genético de otros individuos (hombres o mujeres), venidos de otras zonas geográficas, otras tribus y otras culturas. En otras palabras, que no hubiese existido mezcla alguna racial con otros grupos. 

 ¿Es posible que tal cosa haya podido ocurrir en Atacama?  ¿Es posible la conservación  en el ADN de un actual residente de Coyo o Tchecar de genes de hace unas 80 generaciones atrás?. En principio, sí es posible.  

Tenemos hoy en el mundo algunos notables casos ilustrativos al respecto. Así, por ejemplo, estudios genéticos recientes han podido comprobar, sin género de duda, que en el ADN de no pocos actuales habitantes del Ötztal, en los Alpes italianos, persisten  genes ya presentes en el ADN del famoso Ötzi, el cazador alpino también conocido como "el hombre de  Hauslabjoch" que vivió hace alrededor de 5.300 años en la misma zona alpina. Fue hallado en el año 1991 casualmente,  intacto, con sus armas de caza, por montañistas alemanes, entero y congelado, entre los hielos de los Alpes  a 3.200 m de altitud. ¡En este caso, se estaría probando que subsiste un lejano parentesco tras el transcurso de  212 generaciones!.

Otros casos de exposición de cuerpos humanos momificados.

Además del cercano caso del "hombre verde" o "momia de cobre" , cuerpo naturalmente momificado de un antiguo minero atacameño, hallado en el año 1881 en una antigua mina cercana a Chuquicamata, intacto, con sus herramientas de trabajo y vestimenta (20), hay en el mundo muchos casos de hallazgos de momias semejantes, muy antiguas y  bien conservadas, sea en las arenas del desierto egipcio, sea en las turberas escandinavas o inglesas. 

En el Museo de Arica de la Universidad de Tarapacá, en el valle de Azapa se expone hasta hoy, sin prejuicio,  un conjunto de  momias del tipo "Chinchorro",  fechadas entre los 6.000  y 7.000 A.P (antes del presente). 

En el año 1950 fue hallado en Tollund, Dinamarca, el cuerpo momificado y perfectamente conservado, en la turba de un pantano de un hombre de unos 40 años de edad que se especula habría sido sacrificado a los dioses en la Edad del Hierro.  Su data es de unos 2.400 años. Los daneses lo exponen hoy  al público sin ruborizarse.  

Estos casos como muchos otros semejantes que podríamos citar, son hoy conservados y mostrados con naturalidad  y sin escándalo en varios museos de Estados Unidos o de los países nórdicos.   Nadie ha objetado hasta hoy su exhibición al público.


¿Qué ocurre en el caso atacameño? El caso particular del área atacameña desde el punto de vista demográfico.


En nuestra opinión, la premisa (de un  total aislamiento geográfico) no se dio, ciertamente,  en el caso atacameño. A pesar de su aparente soledad y lejanía, el área de Atacama y sus poblados ha sido objeto de un tráfico intenso e incesante de personas a lo largo de la historia antigua y reciente.  Pruebas al canto. 

En primer término, recordemos la presencia del camino del Inca  o Qhapaq Ñan, ruta incaica que cruzaba de norte a sur el territorio atacameño y que, aún hoy, conserva algunas de sus antiguas huellas en la zona de Peine  y al sur de Tilopozo (21). Durante el período incaico, esta era la única ruta normal de comunicación con el extremo sur andino del Tawantinsuyo, cercana al océano Pacífico. Por aquí traficaron -según las crónicas- los ejércitos del Inca desde Pachacuti hasta Huayna Cápac y, posteriormente, las huestes de los conquistadores españoles Diego de Almagro  (1535), Pedro Sánchez de la Hoz y Pedro de Valdivia (1540) y otros grupos posteriores  de refuerzo solicitados a Lima por este último.  Movimientos de tropas que, invariablemente, involucraban un contacto (forzado o amistoso) con los pobladores cercanos para recabar su indispensable apoyo y asistencia.  Así, se reclutaba siempre a los pobladores cercanos  como cargadores  o auxiliares. 

Se sabe bien hoy, además,  por las fuentes de la arqueología histórica y la historia colonial temprana, que el río Loa fue una habitual senda de comunicación de los grupos altiplánicos con los grupos de pescadores changos y camanchacas de la costa pacífica. Durante el trayecto, disponían de agua fresca del río y alimento seguro para sus llamas de carga.  Al llegar a la costa, en la desembocadura del Loa,  intercambiaban sus producciones: textiles, coca, quínoa y variedades de papas por pescado seco ("charquecillo"), algas secas y mariscos con los changos pescadores allí residentes.  En efecto, existió un tráfico incesante en ambos sentidos, ya que también los pescadores solían  internarse en el territorio árido y alcanzaban los poblados atacameños o aimaras para realizar un activo intercambio comercial o trueque (22). 

Esta incesante movilidad entre las tierras altas de Bolivia actual y la costa del Pacífico -bien comprobada por el arqueólogo John Murra (1972) para el sur peruano (23), debió  existir desde una remota antigûedad  y nos consta se dio al menos desde la época de influencia de la cultura altiplánica de Tiahuanaco (24). Tal frecuente intercambio mutuo de productos, sin duda alguna, trajo también consigo un incesante intercambio de genes, fruto del maridaje o cruce eventual con mujeres atacameñas.

Esta movilidad trans-andina (en ambos sentidos)  experimentó su máximo desarrollo -a lo que creemos- en la época salitrera  (entre los años 1840 y 1925), cuando desde Jujuy, Catamarca, La Rioja o Tucumán numerosos arrieros argentinos viajaban continuamente, conduciendo recuas de ganado bovino en pie hasta las Oficinas Salitreras  sitas en la pampa, para aportar carne fresca a sus pulperías. No pocos de entre ellos, solteros, terminaron radicándose definitivamente  en poblados atacameños donde formaron familia.

La consulta de archivos parroquiales: un  hallazgo.

Hace años, tuve la oportunidad de revisar someramente los archivos antiguos de bautismo y matrimonio de la parroquia católica de Calama. Recorriendo las partidas fechadas aproximadamente entre los años 1880-1925 me sorprendió mucho en la información  referente al lugar de origen y actividad  del padre  (del bautizado o casado)  la gran cantidad de anotaciones que señalaban como actividad "arriero", y como procedencia,  pueblos de Bolivia  y/o Argentina.  Asentados ya en pueblos atacameños pertenecientes a la parroquia católica de Calama, estos antiguos arrieros terminaron casándose con atacameñas, formando allí sus nuevas  familias. Varios de los actuales apellidos de la zona, tales como Cruz, González, Reyes, Tejerina, Ramos, Zuleta, Escalante, Mondaca, Lobera, etc.... tendrían -según mis sospechas-  este probable (¿o posible?) origen. Los antiguos y venerables apellidos atacameños  son hoy sumamente escasos allí y más bien se les podría hallar en los pueblos más alejados como Caspana, Toconce, Ayquina o Cupo. Los arrieros argentinos o bolivianos que se  afincaron en la zona -tal como lo hemos explicado- prefirieron instalarse en las prósperas tierras agrícolas, entre los ayllos de San Pedro y/o  Toconao. 


Comentario final.


Gustavo le Paige es un hombre de su tiempo. Es decir, en muchos aspectos y decisiones, actúa como todos sus coterráneos. Pero hay algo más en él que lo diferencia profundamente  de sus colegas chilenos de su época:   está imbuido de ciertas hipótesis fijas que procura, por todos los medios posibles, comprobar. Ya lo hemos señalado. Son éstas: 1) probar la enorme antigûedad del hombre atacameño y su relación genética con el Neandertal de Europa, y 2)  dejar en evidencia y comprobar la "continuidad de la cultura atacameña"  en la zona a pesar de los evidentes cambios en sus estilos  cerámicos. Y como corolario final: 3) dar a conocer al mundo culto la extraordinaria riqueza cultural de la zona de Atacama. 

Como instrumento práctico para ello, toma la audaz decisión de montar  un Museo arqueológico donde puede mostrar a los sabios del mundo sus descubrimientos. Por eso convoca allí mismo, en el recinto de su naciente museo, dos importantes Congresos:  el primer Congreso Internacional de Arqueología en  el año 1963  y -posteriormente-   el Congreso Panamericano de Arqueología, el  que tuvo también lugar en San Pedro, en el mes de diciembre del año 1969.


¿Le faltó,  tal vez,  hacer algo al padre le Paige para dar a conocer sus audaces hipótesis?.


Reflexionando serenamente sobre este tema, hemos llegado a la convicción de que más de algo le faltó a le Paige hacer en relación con su actividad museológica en San Pedro de Atacama. Algo que le habría evitado - así lo creemos- la ola de críticas actuales  a su labor. Algo que, por lo demás, también hemos echado de menos entre los actuales arqueólogos del Museo  de San Pedro de Atacama y que ha provocado ese distanciamiento (por no decir alejamiento)  de los atacameños de las actividades del Museo y de los arqueólogos en general .  ¿Qué  es?. 

Le Paige se apoyó solamente en sus jóvenes y fieles ayudantes a los que enseñó a excavar.  A ellos los educó, formó y corrió siempre con  los gastos de su educación y sus necesidades personales. A ellos les explicaba algunas cosas acerca de la importancia del trabajo científico que se hacía en el Museo.  

Pero, que sepamos, nunca intentó  dar a conocer y explicar a los adultos atacameños de su pueblo, y especialmente a los  jefes de familia más capaces y despiertos, acerca de las profundas razones de su labor y de los objetivos concretos que él perseguía en sus búsquedas.  En suma, no supo dar a conocer  y explicar su trabajo a sus propios feligreses de su Parroquia.

  ¿Qué debió hacer a mi entender? El padre pudo formar  a su alrededor, un grupo de apoyo de hombres, jefes de familia, a los que explicara en detalle su trabajo y sus motivaciones más caras. Debió formar una especie de "círculo de estudios antropológicos" con ellos y para ellos. A ellos pudo y debió explicar la enorme importancia  de su labor para el futuro de su pueblo. ¿Por qué no lo hizo?. ¿Por falta de tiempo?...Ciertamente no habría sido tarea fácil reunir periódicamente un grupo de hombres y mujeres del pueblo con dicho fin,  cuando disponían de escaso tiempo para ello, ocupados como estaban en sus urgentes  labores agrícolas.

 ¿Tal vez  pensó que ellos no llegarían a  comprenderlo?. ¿Resabio éste de una "mentalidad colonialista" fruto insospechado, tal vez, de su actividad entre las tribus del Congo Belga?. Impronta que ha sido sugerida por un investigador reciente  de su labor, a nuestro entender sin fundamentos serios (25).  

Lo cierto es que no lo hizo, o no supo hacerlo. En cambio, sí lo hizo y con un éxito descomunal, ante el mundo científico internacional a través de sus Congresos en San Pedro. A los científicos del mundo, sí supo presentar sus descubrimientos y sus audaces razonamientos.

Lo cierto es que le Paige nunca imaginó -a lo que sospechamos-, la reacción negativa futura de algunos atacameños ante su trabajo,  reacción negativa que se iba incubando e incrementando con los años. ¿Supuso, tal vez, que solo se trataba de un cierto vago temor a la "venganza" de los  difuntos por  violar su descanso eterno  y que éste se desvanecería con el paso del tiempo?. Si  llegó a darse cuenta de ello, ciertamente no le confirió mayor importancia. Máxime cuando veía que muchos de ellos o sus mujeres, le suministraban con frecuencia datos de hallazgos de cuerpos o le traían de obsequio los cántaros u objetos hallados en sus chacras. Yo fui, varias veces,  personalmente, testigo de tales donativos (1963-64).  ¿Vió le Paige en ello una suerte de aprobación tácita a la labor desarrollada en el Museo?.

Resulta bastante difícil hoy, saber con certeza qué opinaba le Paige al respecto. ¿Subestimó, tal vez, la capacidad intelectual de los atacameños para comprender la enorme importancia de su labor?.  ¿Resabio inconsciente de su labor misional en el Congo entre sus negros iletrados...?. ¿ O fue causado por  su  convicción de que, en definitiva,  terminarían finalmente por aceptar y comprender su labor confiando en él tal como ocurriera en tantas otras ocasiones?  Recordemos a este propósito, que el padre fue un líder indiscutido en muchas actividades del pueblo, incluso en sus justas y competencias deportivas. 

Preguntas que resulta muy fácil hacerse ahora y que no podemos responder con certeza. Por ejemplo: ¿se percató le Paige de la reacción normal general de sus visitantes atacameños al contemplar las momias expuestas de sus presuntos "abuelos"?. ¿Analizó las posibles consecuencias de este temor reverencial a los difuntos?.

 Consideremos, a este propósito, que la actividad museológica y excavatoria del padre le Paige coincide con un período previo al reconocimiento de los atacameños como "pueblo indígena" en la legislación nacional.  Es decir, le Paige actúa como investigador del pasado remoto atacameño bastante antes de que los pueblos atacameños se auto-definieran  y fueran reconocidos como "pueblo" indígena, autóctono de Chile.  Le Paige muere en mayo del año 1980; La Ley indígena en Chile que por fin los reconoce como pueblo autóctono, data, en cambio,  del mes de  octubre del  año  1993.

Nos consta a los investigadores que tal reconocimiento legal acarrearía,  muy pronto, gran número de cambios en la propia visión de los pueblos indígenas (auto-percepción étnica) y en sus demandas específicas al Estado chileno.

Le Paige, finalmente, fue un destacado hombre de ciencia de su tiempo en nuestro país. Los valiosos reconocimientos nacionales e internacionales recibidos  en vida,  así lo atestiguan. Negarles hoy su validez,  equivaldría a  pretender borrar el pasado, por el hecho de ser pasado. Tal proceder sería contrario al más elemental examen histórico. En consecuencia, el proceder de le Paige debe ser juzgado con  los criterios  y juicios éticos propios de su época, de ningún modo en base a concepciones,  modelos,  juicios o parámetros  actuales. Esto, de acuerdo a las reglas de  la más estricta justicia. 

Colofón.

En cuanto a la persistencia de un posible y remoto "parentesco" entre los actuales habitantes del salar de Atacama y las márgenes del río Loa, y las momias excavadas por le Paige, valga la abundante argumentación arriba expuesta. Tal posibilidad ciertamente podría darse (26), pero creemos que en el caso presente es sumamente remota y/o muy dudosa, siendo muchísimo más probable que se detecte -mediante el cotejo de muestras de ADN- el parentesco mucho mayor  de los atacameños actuales con los pobladores quechuas del extremo sur boliviano (Lipes) y/o con algunos grupos étnicos del Noroeste argentino por las poderosas razones aducidas más arriba. Valdría ciertamente la pena que algún investigador avezado realizara un día tal prolijo cotejo para esclarecer bien este punto y salir, una vez por todas,  de dudas (27). 

Estampamos en el capítulo de nuestro blog titulado: "El arqueólogo Mario Orellana y Gustavo le Paige: un testimonio elocuente", editado el día 30/08/2011 las frases que siguen, tomadas ad litteram del arqueólogo Orellana y que hoy reafirmamos con pleno conocimiento de causa:

"Hoy por hoy, digan lo que digan algunos sobre la "impiedad" de Le Paige para con los ancestros de los atacameños al sacarlos de sus tumbas, no puede dudarse de que la llegada de este humilde y servicial sacerdote de sotana gris, cambió el rumbo de la sociedad y de la cultura lickan antai, orientándola decidadamente hacia la presente toma de conciencia y reetnificación de su pueblo, el pueblo atacameño".


Notas al texto.   


(1)  En tiempos del P. le Paige no existía aún esta exigencia de los actuales pueblos indígenas en relación al cuidado y respeto hacia sus antepasados. En enero del año 1960, residiendo yo durante dos meses en el poblado, observé atónito en los alrededores de Chiuchíu y Lasana decenas de momias expuestas al sol y a la curiosidad de los turistas. Lo vi con mis propios ojos. A nadie parecía importarle tal proceder. Por entonces, en todos o casi todos los Museos de Chile se exhibía con orgullo algunas momias. Más aún, éstas eran consideradas parte integrante obligada de un registro arqueológico cuidadoso, tras las excavaciones practicadas por  los arqueólogos.


(2)  A los costados de la iglesia colonial de Chíuchiu, la más antigua de Chile, se adosan  filas de  túmulos de barro, semejando  sarcófagos, algunos de los cuales aún portan los nombres del difunto. Allí se enterró piadosamente hasta fines del siglo XIX. Durante la época colonial, en los muros de los templos más importantes de las ciudades, fueron inhumados personajes principales que así lo habían solicitado expresamente en sus testamentos. Algunos templos incluso poseían sendas criptas bajo la nave principal, para tal efecto. Es el caso que nos consta, por ejemplo, en la iglesia del pueblo de Tarapacá, también de época colonial. Cripta ésta que nunca ha sido examinada todavía desde un punto de vista demográfico  y que sabemos contiene numerosos entierros de la época colonial. (Información oral obtenida de Eduardo Muñoz hacia el año  1980).


(3)  Tengo la impresión -lo que tal vez fuera posible confirmar a través de las páginas del Diario de le Paige- que la mayoría de los cementerios excavados por el padre fueron fruto directo de un  aviso oportuno por parte de los propios lugareños agricultores que tropezaban con dichos cuerpos al labrar sus campos. Tal vez sus antiguos ayudantes del Museo, puedan aún hoy informarnos mejor al respecto. Si tal fuera el caso  -como sospechamos- la responsabilidad quedaría evidentemente compartida.


(4)  Véase nuestro artículo: "Gustavo le Paige: escudriñando los orígenes del pueblo atacameño", en este mismo blog de fecha 11/07/2010. 

El arqueólogo Agustín Llagostera M. en su obra Los antiguos habitantes del Salar de Atacama, Prehistoria atacameña,  (Biblioteca del Bicentenario, Pehuén editores, 2004): destaca lo siguiente sobre la inmensa labor arqueológica del padre le Paige en la zona: 

"El Padre le Paige, si no fue el primer investigador de estos lares, fue el que trabajó y vivió aquí  por más tiempo y, con justa razón, se autodefinió como  el "creador de los estudios atacameños". Reuió alrdedorde 375.000 objetos, descubrió más de 100 sitios arqueológicos y cerca de 40 pueblos en ruinas, excavó más de 3.000 sepulturas  en alrededor de medio centenar de cementerios" (2004: 13).  


(5) Le Paige consigue a través de sus contactos en Francia, varios fechados por C14 obtenidos del Institut Internationale de l´Énergie Nucléaire de Francia de muestras de las culturas que considera más representativas del desarrollo cultural en el área atacameña. Así envía, por ejemplo,  muestras de su famoso cráneo de Tambillo, espécimen  que considera de su "tipo Chato",  con evidente  influencia -según él- del ancestro Neandertal. Le Paige, en efecto, no desdeña recurrir a las más avanzadas técnicas de fechado de sus materiales arqueológicos, así como consulta constantemente sus dudas con los especialistas geólogos, antropólogos físicos  o  paleontólogos. 


(6)  Le Paige se pregunta, confuso,  sobre la época  precisa de un posible cruce genético entre el Neandertal y el tipo Sapiens. Y se inclina por creer que tal mezcla genética pudo producirse en territorio americano. Para él, sus cráneos del "Tipo Chato" lo estarían demostrando...Hoy sabemos, sin embargo,  por la arqueología, que los grupos Neandertal se extinguen totalmente y desaparecen en Europa y Asia hace unos 40.000 años atrás.  No conocemos aún con precisión las fechas más antiguas del posible tránsito de grupos humanos desde Siberia, a través del Estrecho de Behring, hacia América (Alaska). Los fechados más antiguos, probables,  que hoy manejan los arqueólogos americanos,  rondan los 25.000-30.000 años A.P. (antes del presente). Pero no más atrás por ahora...  Hubo, probablemente, varias oleadas sucesivas de tránsito, siendo los esquimales al parecer los últimos en poner pie en Alaska, varios  milenios más tarde,  procedentes de Asia. Pero hasta hoy, no se ha registrado dato alguno que confirme con certeza  la penetración de grupos Neandertales o Neandertaloides a América. El tema, sin embargo, como en la época de le Paige, sigue siendo  hoy de gran interés y actualidad.

(7)  Arco o arcada superciliar se denomina a "una eminencia ósea del cráneo que se encuentra  situada sobre las cavidades oculares, en la porción anterior del hueso frontal  a la altura de la ceja, por encima de la órbita". (cita tomada de Internet).

 

(8) No sabríamos si los argumentos esgrimidos aquí por le Paige en favor de su hipótesis poseen validez científica hoy día. Aquí tienen que opinar más bien los especialistas: es decir, los antropólogos físicos.


(9)  La única pista que hemos hallado sobre los conocimientos de le Paige en temas de antropología física son sus contactos con el médico forense (?) Carlos Larrain del Campo quien revisó algunos de sus trabajos sobre craneología de Atacama.

  

(10)  No hemos vuelto a leer nada sobre la existencia de "cráneos chatos" en la literatura científica chilena, de suerte que, a lo que parece, se trató aquí  solo de "un volador de luces" de le Paige, fruto de su entusiasmo por hallar evidencias de la existencia de un período Paleolítico  en América representado por tipos Neandertales. 


(11)  Si Ghatchi es en realidad una de las más antiguas culturas representadas en la zona atacameña  -como sospechaba le Paige- sus portadores habrían sido tan solo cazadores-recolectores nómades o semi-nómades. Tales bandas primitivas, ex hypothesi, muy anteriores a los grupos agrícolas aldeanos radicados en los aillos atacameños, debieron ser sumamente pequeñas, movedizas, siguiendo a diario a sus presas de caza, y seguramente estaban constituidas por muy pocos individuos. No tenían propiamente cementerios.  Al morir alguno de sus miembros, habría sido enterrado (o depositado) en cualquier parte. Tales grupos, al no poseer cementerios propiamente dichos, enterraron o dejaron a sus difuntos allí mismo donde fallecieron. No podría ser de otra manera dado su tipo de vida esencialmente movediza y migratoria. Hallar hoy sus cuerpos, parecería ser solo cuestión del azar. No habría, a lo que creemos,  ninguna pista segura para hallarlos.  Sin embargo, sospechamos que se albergaban de preferencia en cuevas naturales donde, posiblemente, fueron también depositados sus difuntos.


(12) Le Paige era  un ferviente admirador de las ideas del jesuíta y paleontólogo francés Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955). Leía apasionadamente sus obras póstumas, escritas en francés. y publicadas a partir del año 1955 en París. Durante mis últimas estancias en San Pedro de Atacama (fines de 1964)  le Paige me obsequió como recuerdo un ejemplar de la obra de Teilhard: Le groupe zoologique humain, publicado por Editions Albin Michel.  


(13) En mi Diario de Campo  rotulado como 1-A,  que conservo aún conmigo, he transcrito entre las páginas 1 y 72,  mis observaciones y notas personales tomadas en dicha excavación en el túmulo de la Parcela  nº 9  del valle de Azapa en el año 1964. Son anotaciones francamente rudimentarias, con dibujos muy primitivos de los hallazgos hechos en cada tumba. En aquellos primeros años de mi actividad arqueológica, no tenía yo todavía una noción clara de la enorme importancia de llevar un detallado y preciso Diario de las observaciones hechas en terreno. 


(14)  Estas tres momias más algunas hermosas piezas de cerámica decorada procedentes del túmulo de Azapa, obsequiadas por Percy Dauelsberg quedaron depositadas en septiembre del año 1964 en el Museo de la Universidad del Norte en Antofagasta. Su heredero, el museo regional de Antofagasta, podría, tal vez,  conservarlas aún hoy  en sus colecciones.


(15)  En aquellos años, no había ningún control  sobre tráfico de objetos  arqueológicos en el país, lo que recién en el año 1993,  con la puesta en vigencia de la nueva Ley indígena Nº 19.253 del presidente Patricio Aylwin, empieza a ser objeto de control  y castigo.  


(16).  Más de 20  cuerpos momificados  sacrificados a las divinidades de los cerros  han sido encontrados hasta hoy en las cumbres andinas del sur del Perú,  Norte de Chile y Argentina. Casi siempre se trata de individuos muy jóvenes, niños o niñas. Este elaborado rito funerario denominado "Capacocha" -al parecer de origen puquina- ha sido descrito prolijamente por varios cronistas españoles como Betanzos, (1551), Molina (1575) o Guamán Poma de Ayala (1615).


(17)   La BBC de Londres nos informó en el mes de febrero de 2024 acerca del notable descubrimiento de un conjunto de más de 200 sarcófagos y momias en la necrópolis de Saqqara, en un red de túneles bajo una antigua pirámide. Momias que serán exhibidas con orgullo en el novísimo y colosal  museo  egipcio de El Cairo.

(18)  El médico patólogo alemán, Dr  Otto Aichel, en su extenso trabajo "Ergebnisse einer Forschungsreise nach Chile-Bolivien", publicado  en la revista alemana Zeitschrift fur Morphologie und Anthropologie (Vol. 31, 1932: 1-166), afirma haber excavado  numerosas tumbas en busca de cráneos indígenas en nuestra zona atacameña y en la costa aledaña para sus estudios de craneología comparada. Su colega y coautor del trabajo, Gunnar Moeller-Horst en la sección intitulada: "Der äussere knöcherne Gehörgang  südamerikanischer Schädel"  apunta textualmente al respecto:

  "....los principales, lugares de hallazgo son: Taltal: 12; Santa María: (isla), 13; Calama, 20;  Chiuchiu:  26; Copaca: 31;   Chunchuri; 53;  y Quillagua: 156"  (ibid. 1932: 76). Lo que hace un total de 311 cráneos exhumados en otras tantas tumbas. Además de varias decenas de cráneos obtenidos de la franja costera entre Cobija y Taltal. Expresamente nos indica, además, que "aquellos cráneos son en parte deformados, en parte, sin señas de deformación. Los cráneos que tenían partes blandas momificadas o el timpanicum dañado, debieron ser, para los efectos de esta investigación, descartados". (ibidem, 1932: 76).  

En su "Einführende Bemerkungen" (Notas introductorias), Otto Aichel nos confidencia finalmente: "como resultado de mis excavaciones, pude yo incrementar gracias al aporte de esqueletos, cráneos y momias,  la colección del Instituto de Antropología de Kiel en alrededor de 400  piezas de su catálogo". (1932: 2; énfasis nuestro).

Era una época, por lo visto,  en que primaban en Europa (a través de Paul Broca) y en los Estados Unidos (por  Ales Hrdlicka y su equipo) los estudios de craneología comparada, tanto para un examen profundo de las diferencias observables  en las distintas razas humanas y sus orígenes, como para el examen de sus rutas de  propagación y difusión a través del planeta.  La expedición contó, según se nos informa,  con el pleno apoyo del gobierno del Presidente Carlos  Ibáñez del Campo  y las autoridades locales y  tuvo lugar en los años 1928-1929,   durando casi exactamente un año. En el museo de Santiago, contó con el irrestricto apoyo del antropólogo  chileno Dr. Aureliano Oyarzún, uno de los poquísimos chilenos que por entonces se interesaban  por este complejo tema: la paleo-antropología.  Gustavo le Paige, aunque 25 años más  tarde, es ciertamente partícipe de estas mismas inquietudes y objetivos de la ciencia antropológica de su tiempo. No es, por tanto, una excepción, una rara avis  o una gens perversa, como se nos quiere hacer creer aquí en Chile (Vide artículo de Pavez, 2012, infra).

(19)  El día 1º de noviembre la iglesia católica commemora el día de todos los Santos, y el 2 de noviembre, la commemoración de los Difuntos. En ambos días los fieles católicos visitan los cementerios llevando flores  a  sus deudos. En la sierra ecuatoriana, en Otavalo, nos tocó,  a fines de 1977, observar cómo los parientes llegaban al cementerio con alimentos y bebidas que consumían junto a las tumbas de sus deudos, acompañándoles por horas y horas,  brindando por ellos.


(20) Este interesante y curiosísimo caso ha sido bien estudiado por el arqueólogo norteamericano  Junius B. Bird en su artículo titulado:  "The copper man a prehistoric miner as his tools from Northern Chile",  y fue editado por la Dunbarton Oaks Conference on Precolumbian Metallurgy at South America, Trustees for Harvard University, Washington, D.C. 1975: 105-132. No sabemos si ha sido sometido a  examen de su ADN y si éste sea hoy compartido por descendientes atacameños.  


(21)  Los  arqueólogos  que exploraron en detalle  este tramo del Qhapaq Ñan señalan explícitamente la existencia de varios tambos y tambillos incas a lo largo de la extensa y desolada ruta entre el poblado atacameño de Peine y el pueblo de Copiapó. (Cfr. Hans Niemeyer y Mario Rivera: "El camino del Inca en el despoblado de Atacama", Boletín de Prehistoria de Chile   Nº 9, 1983: 91-123).


(22) Véase especialmente una de sus más representativas  obras:  "El control vertical  de un máximo de pisos ecológicos  en la economía de las sociedades andinas",  Universidad Nacional Hermilio  Valdizán, Huánuco, Peru, 1972.  

 

(23) La continua movilidad sierra-costa, propia del control vertical de varios pisos ecológicos, exigía un continuo movimiento de recuas de llamas de carga entre las comunidades alteñas y los grupos de pescadores changos  o camanchacas de la costa.  Cada viaje solía o podía durar varios meses y recorría numerosos pueblos.


(24)  El arqueólogo Lautaro Núñez señala en uno de sus trabajos la presencia de entierros de pescadores costeros en cementerios antiguos de Pica. Dada la constante movilidad costa-sierra ya aludida, esto no tendría nada de extraño. Nosotros también hallamos y estudiamos un lugar de descanso de pescadores costeros en plena  pampa del Tamarugal, muy cerca del Cerro Unita, camino al pueblo de Tarapacá, con presencia de instrumental de pesca, puntas de proyectil y alimentos varios. Consulte en este nuestro blog el artículo  titulado: "Un campamento de pescadores en plena Pampa del Tamarugal, ¿qué hacen  aquí en pleno desierto?. (Fechado el  10-01-2015).

De  paso, señalemos aquí que nosotros siempre utilizamos la grafía tradicional "Tiahuanaco" y no la de "Tiwanaku" -impuesta  por los arqueólogos norteamericanos-, por razones de índole lingüística, según la recomendación que  nos hiciera hace años el gran lingüista peruano Rodolfo Cerrón Palomino.


(25). Véase el artículo de J. Pavez publicado en la propia revista creada por el padre le Paige, "Estudios Atacameños",  Nº 44,  año 2012, con el título de: "Fetiches Congo, momias atacameñas  y soberanía colonial. Trayectoria de Gustavo le Paige, S.J. (1903-1980)".     

(26)   Los estudios comparativos del ADN mitocondrial, son hoy día muy frecuentes -aunque caros- para dilucidar esto temas tan espinudos. Sospechamos que si se llegara a detectar tal  "parentesco", éste vendría a ser  -a lo que creemos- sumamente lejano y débil  y no habría ya razón de peso para considerarles  como "sus abuelos".  

(27) En las  arteras y a veces  solapadas acusaciones actuales contra le Paige y su Museo, constatamos hoy mucho más que sólidos y potentes argumentos científicos, la expresión de un "purismo" indigenista exacerbado y desbordado que, tras el intenso y sostenido mestizaje  comprobado tras siglos de contacto con los conquistadores blancos y varios  otros grupos indígenas vecinos,  pasaría a ser, a nuestro juicio,  inconsecuente  e incluso francamente errado. El atacameño de hoy es  un ser muy mestizado tanto biológica como culturalmente, fruto de un  intenso y continuo entrecruzamiento genético con otros pueblos y culturas y esto desde hace milenios. Aquí, la pureza racial o cultural, (lo "atacameño") que parecerían preconizar y pregonar algunos, no es más que un mito. Lo que no significa, en modo alguno, que algunos elementos típicos de su cultura no pudieran ser  creaciones hechas in situ, como por ejemplo, la famosa cerámica rotulada por le Paige como "negro pulido atacameño".

Se ha de tener siempre muy presente, en este tipo de estudios,  el hecho comprobado de que, desde un punto de vista demográfico, los atacameños o Likan antai hablantes de la lengua kunza fueron siempre un grupo  muy pequeño en número, frente a las decenas de miles de componentes de las tribus vecinas (aymaras, quechuas, lipes, calchaquíes, diaguitas etc.) con las que mantenían asiduo contacto comercial desde tiempos inmemoriales.