miércoles, 15 de septiembre de 2021

Recuerdos de una epopeya: mi deuda de gratitud para con “Expedición a Chile” y sus creadores (1975-1979).


Fig. 1: Primer número de la revista "Expedición a Chile". 
  • El día 4 de Marzo de 2021 la casa solariega del entomologo Luis Peña Guzmán, obra genial  del  arquitecto Miguel Eyquem Astorga, vivió horas extraordinarias. El silencio y soledad  habituales se vieron alterados esta vez por las voces de admiradores y seguidores de  "Expedición a Chile", la  revista para niños y jóvenes creada en 1975  por la Editora Nacional Gabriela Mistral. Un grupo de sobrevivientes, testigos y/o autores de la Revista y sus admiradores se reunían para intercambiar ideas y recuerdos. ¿La ocasión?. Uno de sus principales  artifices, el artista y dibujante Francisco Olivares Thomsen, quien fuera editor de la revista (1975-78)  abandonaba definitivamente el país para radicarse en España junto a uno de sus hijos.  El objetivo por tanto  era doble: por una parte, se nos iba del país uno de los protagonistas de esta epopeya y necesitábamos rescatar y estampar su visión de los hechos que condujeron a la creación de la revista y, por otra,  en  este mismo año (en Enero pasado) acabábamos de conmemorar los cien años del natalicio de Luis Enrique Peña Guzmán  (1921-1995), uno de los cerebros gestores de esta epopeya. La trayectoria de Peña como naturalista y su conocimiento sin igual de los paisajes naturales del país, lo constituían  en una persona clave en esta naciente empresa.
Fig. 2: Luis Peña y Miguel Eyquem, el arquitecto de su casa, en El Portezuelo, Las Canteras, R.M (hacia el año 1985). 
  • En este conversatorio reunido en la "Casa Peña", queríamos escuchar los recuerdos de  sus gestores sobrevivientes,  científicos, dibujantes o directores, antes de que se diluyeran del todo los recuerdos o desaparecieran por completo. No en vano han transcurrido, entretanto, 46 años desde sus inicios. La hermosa estructura de la "Casa Peña" -obra señera del recientemente fallecido arquitecto Miguel Eyquem- luce hasta hoy intacta. Pero los interlocutores de hoy  mostraban ahora, casi todos ellos, una pronunciada calvicie apenas poblada de cabellos blancos, relucientes.  El tiempo no ha pasado en vano.
Fig. 3: Lucho Peña con sus ayudantes trabajando en su camper (hacia el año 1990).

Fig. 4: Dibujo de Fco. Olivares tomado del natural durante la expedición a Los Molles (1975). De pie, Horacio Larraín (antropólogo). De izquierda a derecha, Guillermo Schilling (botánico), Alberto Vial A. (ingeniero, cronista de la expedición), Hernán Santis (geógrafo) y Juan Carlos Castilla (biólogo marino).

Fig. 5: Luis Peña conversando con Francisco Olivares, el flamante editor de la revista "Expedición a Chile" (fines de 1975)

Fig. 6: A la izquierda, Luis Peña. a la derecha, Francisco Olivares con algunos niños, hijos del grupo de "Expedición a Chile" (hacia 1976).

    En mérito de nuestra edad, nos tocó iniciar este Conversatorio. Las palabras que pronunciamos  en esta ocasión, se insertan a continuación. 
  • Texto de nuestra intervención.

El 21 de Enero recién pasado, conmemoramos el centenario del nacimiento de Luis Peña Guzmán, zoólogo y entomólogo,  uno de los más notables  descubridores de especies nuevas de la fauna chilena y sudamericana.  En ese día, nos permitimos  hacerle un homenaje  en nuestro blog https://eco-antropologia.blogspot.com con el título de: “Hace cien años en 1921 nacía un sabio biólogo que emuló a Humboldt y Darwin: Luis E. Peña Guzmán”. Lucho fue uno de los pilares fundamentales de la revista que hoy examinamos.

1.       Orígenes de nuestra Revista. 

Nos hemos reunido aquí en la casa del sabio Luis Peña, junto a Las Canteras, a hacer recuerdos de nuestra participación en una gran epopeya: “Expedición a Chile”. Feliz iniciativa promovida por Alfredo Ugarte Peña, su sobrino nieto, heredero de sus aficiones entomológicas y zoológicas. Aquí, entre estas mismas paredes, estantes y cajas de insectos, deambula aún, aunque difusa, la figura señera de Lucho, su creador. Su propia genialidad ha quedado retratada, de alguna manera en esta su casa, monumento arquitectónico levantado en esta colina por su amigo el arquitecto Miguel Eyquem, recién fallecido (02-03-2021). 

Se nos ha pedido en este conversatorio que evoquemos la figura de Lucho en “Expedición a Chile” y la impronta de esta obra en cada uno de nosotros.

Mis primeros recuerdos datan de Lucho del año 1953 cuando como joven profesor de Ciencias Naturales en el colegio San Ignacio de Santiago, conocí en su casa de El Bosque (junto a Maipú) a Lucho y sus colecciones de insectos. Desde aquel ya lejano día, la afición por el estudio de la naturaleza  “y sus producciones” (en frase tìpica del abate Juan Ignacio Molina) brotó incontenible y pervive hasta hoy fresca, lozana y  saludable.

Un día del año 1975 sonó el teléfono en mi casa de calle Estrella Solitaria  en Santiago. Era Luis Peña. Por años, habíamos mantenido un frecuente contacto epistolar durante mis andanzas por Argentina Alemania, Francia y México. Me invitaba a una reunión en la Editora Gabriela Mistral con posibles interesados en crear y editar una revista ilustrada para la juventud chilena.  Nos convocaba el abogado Mario Correa Saavedra, Sub-director de la Editorial a través de María Gloria Yrarrázaval que hacía las veces de Coordinadora. 

Allí llegamos invitados, desde diversos puntos e instituciones, Alberto Vial Armstrong, ingeniero y matemático, Luis Peña Guzmán, zoólogo y entomólogo,  Juan Carlos Castilla, biólogo marino, de la Universidad Católica, los Schilling, padre e hijo, botánicos de la Universidad de Chile, Hernán Santis Arenas, geógrafo de la UC, Hans Niemeyer Fernández, ingeniero y arqueólogo, Eduardo Bernain, dibujante y Horacio Larrain, arqueólogo  más algunos otros más que no recuerdo. Como dueño de casa y futuro Director de la revista, nos acompañaba como anfitrión el ilustrador, artista y eximio dibujante Francisco Olivares Thomsen quien ya trabajaba en la editorial.

Allí se tiraron, audazmente, las primeras líneas de la revista. Preguntas como: ¿a qué público se va a dirigir la revista?.   ¿qué vamos a presentar en ella que sea atractivo y novedoso?. ¿Cuál podría ser el tiraje de la revista?.  ¿En qué debe  ser diferente a otras revistas?.   ¿A qué tipo de científicos se va a invitar a participar en ella?,  menudearon dicho día.

Hubo unanimidad en que lo primordial era citar a colaborar a diferentes científicos, de varias universidades,  expertos en el estudio de aspectos varios de la Naturaleza, porque eso era lo que habría que mostrar: la naturaleza de Chile en sus rincones  ignotos y desconocidos. ¿Dónde vamos a ir a explorar?.  Las exploraciones  y expediciones futuras  iban, pues,  a dirigirse a zonas de Chile desconocidas  o remotas, de modo de mostrar a los niños y jóvenes chilenos   aquello que hace singular y único a este país desde el punto de vista tanto geográfico y económico, como vegetacional y  zoológico.  Un país de forma tan singular que se extiende entre vastos desiertos por el norte y los hielos eternos junto a  los canales sureños, y una elevada cordillera que nos separa de nuestros vecinos con cimas que se empinan por sobre los 6.000 y 7.000 m de altitud.

Fue idea del futuro director Francisco Olivares el incluir, en el formato de  la misma revista, tanto el fruto concreto de  expediciones reales (dibujos, croquis, fotos) como manuales especiales en forma de “Guías de Campo”, al estilo de las "Field Guides" del mundo  sajón.  ¿Cómo poder reconocer las mariposas de Chile, sus insectos, o sus árboles y arbustos, o los habitantes  de  sus ríos y lagos  o de las aguas litorales que bañan nuestras playas y roqueríos?.

La revista pretendió ofrecer una admirable solución técnica al futuro lector, aprendiz de científico. Se iba a mostrar en una mismo formato, tanto el fruto de expediciones reales como las "Guías de campo" para reconocer las diferentes especies vegetales y animales. ¡Todo un gigantesco desafío!.  La idea era enseñar a los niños y jóvenes a observar y ver en profundidad lo que los ojos comunes suelen pasar por alto al mirar un paisaje dado.

¿Cómo  organizar una expedición?.   El biólogo marino Juan Carlos Castilla nos sugirió hacer un primer intento: un simulacro real, que nos aportara experiencias concretas  de terreno para organizar así mejor las futuras expediciones. La ocasión fue observar la máxima baja marea del año y sus habitantes en la costa.  “Hagamos, nos dijo, una expedición de prueba”. Y así se hizo. 

En nuestros propios vehículos, se trasladó al primer grupo interesado de científicos, dibujantes y artistas a un lugar determinado de estudio: el balneario de Las Cruces, donde la Universidad Católica poseía un Centro de estudios marinos, junto al mar.  María Gloria Yrarrázaval, nuestra coordinadora, ofreció la casa de veraneo de su familia como lugar de hospedaje del grupo inicial.  Cada persona del grupo:  científico, artista o dibujante,  tuvo una misión especial: hacer  un recuento y registro minucioso de lo observado por él  incluyendo fotografías, diseños, croquis dibujos y/o  anécdotas  del recorrido realizado por cada uno en el sector asignado  Material escrito que al final debía ser entregado a la naciente dirección de la revista para su análisis.  Recuerdo que en dicha ocasión a mí se me confió recorrer con la historiadora María Eugenia Góngora las proximidades de la playa Grande. Nuestra misión fue entrevistar a la familia de pescadores de apellido Codoceo  y lugares vecinos a la laguna del Peral,  donde se decía que  había restos arqueológicos. Mientras María Eugenia hacía la entrevista a los pescadores, yo, acompañado de dos de los hijos de los pescadores,  buscaba referencias a las “piedras tacitas” y a posibles asentamientos arqueológicos del sector. Fruto de estos 2 días de trabajo en el área, son dos artículos editados en este mismo blog científico, en base a la documentación reunida en la ocasión. Aunque los registros de esta primera expedición de prueba no aparecieron editados en la naciente revista, se aprendió mucho de ella para la realización de las futuras expediciones: su costo, su  modo de organización y sus exigencias en materia de personal, equipo y  utillaje.  Así nació, casi de la nada, la revista “Expedición a Chile”, de la que se publicaron 48 fascículos (1975 - 1978).

2.       La impronta de esta experiencia.

Cada uno de nosotros, los sobrevivientes de esta epopeya,  tiene hoy su propia visión, su propia percepción y recuerdos de esta gesta. Porque no fue tarea fácil coordinar las actividades de científicos, artistas, diagramadores y  dibujantes. El  cronista o relator de la expedición fue un personaje fundamental. A él le cupo el rol esencial de sintetizar y presentar, en forma amena y atractiva, el desarrollo de la expedición. Tal tarea cumplió a cabalidad nuestro amigo, el ingeniero y matemático Alberto Vial Armstrong,  ya fallecido.  En el fogón nocturno, al calor de una hoguera, nos reuníamos  a relatar y comentar nuestros “descubrimientos” u observaciones concretas hechas en terreno, mientras el “cronista Vial tomaba nota cuidadosa. De ahí surgiría el relato o crónica amena de cada expedición del grupo, pieza vital de la revista. Así, la crónica iría acompañada de fotos, croquis, mapas  o pequeñas monografías temáticas  acordes con el tema tratado en cada ejemplar de la revista. 

3. Efectos de esta experiencia pionera.

En los párrafos que siguen, trataré de sintetizar qué efecto tuvo en mí esta experiencia de trabajo en equipo.

    a.   Lo primero que me impresionó fue ver la forma de trabajo de cada uno, que era descrita en detalle por los cientìficos een el “fogón” nocturno. Todos participábamos de este encuentro en que se  ponía sobre el tapete lo aprendido u observado ese mismo día. Cada uno de los presentes exponía lo que vio o encontró durante la jornada. Así, fuimos aprendiendo detalles del trabajo de los otros, sus técnicas, sus métodos y sus conclusiones. Este “aprender a ver con los ojos de otros” (especialistas), fue nuestra primera gran experiencia vivida en terreno. Todos veíamos, en un mismo paisaje, cosas muy diferentes. Cada uno de nosotros tenía una diferente lupa de  observación: la especialidad propia: el punto particular de mira.

     b.   Esta simple técnica  de trabajo nos permitió apreciar  la actividad del otro, reconocer su importancia  en la percepción del paisaje en su conjunto.  Acompañar por una hora o dos al biólogo marino. al botánico o al geólogo en sus observaciones y escuchar sus explicaciones in situ, enriquecía inmediatamente  mis percepciones como arqueólogo de campo.  De aquí surgió inmediatamente no sólo el reconocimiento de la valía de otras percepciones, sino también, a veces, la adopción parcial de algunos métodos o técnicas de otros en la tarea propia.  O, al menos, la obligación de consultar mis dudas  con otros, expertos en su campo.

    c.  Otra lección aprendida en esta epopeya de “Expedición a Chile”  fue  entender  lo indispensable  que resulta  la “interdisciplinaridad” en la percepción y estudio de cualquier fenómeno de la Naturaleza, es decir,  el aporte simultáneo de varias disciplinas. Durante mi estadía en el Instituto de Geografía de la Universidad Católica a partir del año 1973 pude apreciar el trabajo de mis colegas geógrafos, geólogos, o demógrafos. Pero ahora, en esta nueva experiencia iniciada en 1975, se me abría un espectro disciplinario mucho más amplio al observar el trabajo de biólogos, botánicos, zoólogos o entomólogos, además de geógrafos y geólogos.

       d.   Esta  experiencia de trabajo de campo compartido con otros especialistas de la Naturaleza, tuvo en mí una repercusión especial. Yo me atrevería a decir que,  a partir de esta experiencia,  mi visión de la Antropología cambió  bruscamente, adquiriendo un sesgo ambiental y ecológico particular. De aquí deriva, creo yo hoy, mi visión personal de la “eco-antropología”, como una subdisciplina de la Antropología que contempla las obras del  hombre (es decir toda  su “cultura”) como íntimamente ligada  y dependiente de la  Naturaleza circundante (El “oikos” o la "casa" o morada del hombre).  A partir de entonces, mis investigaciones y trabajos se centraron fuertemente en esta sub-disciplina, la Eco-antropología, aunque soy consciente de que  mis  colegas antropólogos no le reconocen el status de  una subdisciplina antropológica particular, para mí bastante evidente y aún necesario. A partir de entonces mantengo excelentes relaciones con geógrafos, ecólogos, entomólogos, botánicos, mastozoólogos  e incluso biólogos marinos a los que  consulto frecuentemente mis dudas  y/u observaciones.  Incluso este interés vital por la interdisciplina me ha permitido participar varias veces en Congresos de Geografía y aún de Entomología, tanto en Chile como en Argentina, Perú o Ecuador.

    e. Finalmente quisiera recalcar que el contacto asiduo con investigadores de otras áreas de la Naturaleza (diferentes al estudio del Homo sapiens), me ha vuelto mucho más humilde al constatar que  muchos otros campos del saber  de la Naturaleza son absolutamente indispensables a la hora de estudiar el rol del hombre y de su responsabilidad en la modificación y cambios operados sobre la faz de la tierra. Lo expresó bien el antropólogo  William L. Thomas  hace ya 66 años   (1956)  en el mismo título de su famosa obra:  Man´s  Role in Changing the Face of the Earth (publicado por  The University of Chicago Press,  con la colaboración de Carl Sauer, Marston Bates y Lewis Mumford, entre otros grandes sabios de la época).

    f. Creemos que el concepto y la práctica de una eco-antropología y su elaboración concreta en trabajos de investigación,  nos debería acercar mucho a la comprensión plena de los temas hoy tan debatidos sobre los efectos actuales del calentamiento global y cambio climático sobre la Naturaleza y los efectos concomitantes de la actividad del hombre (actividad antrópica).

        g. Si yo no hubiese tenido la oportunidad de trabajar en la revista “Expedición a Chile” codo a codo con numerosos científicos de otras disciplinas del medio natural, tal vez hubiese dado yo un rumbo diferente a mis investigaciones y a mi docencia universitaria.  Poderosa impronta que hoy agradezco a los pioneros de “Expedición a Chile”, tanto a los que ya no nos acompañan en esta vida como a los pocos actuales sobrevivientes.

Dr. Horacio Larrain Barros (Ph.D.),  El Portezuelo, Las Canteras, 04/03/2021.

Addendum. Agradeceríamos en forma especial a los sobrevivientes de esta epopeya que nos pudiesen aportar datos más precisos sobre fechas de las fotos aquí expuestas. 

 

lunes, 1 de febrero de 2021

Arqueología en el Cordón Sarcos: conchales arqueológicos en la costa aledaña al Mineral de hierro de "El Tofo". Descubrimientos nuestros durante el período de estudio de las neblinas costeras (1983-1984).

En el presente capítulo, presentamos el hallazgo de numerosos sitios arqueológicos en el extremo norte de la IV Región de Chile, en la zona de costa entre Totoralillo y Chungungo, en las inmediaciones del mineral de hierro de "El Tofo"  (coordenadas geográficas 20º 27` 05`` S  y  71º 14` 21`` S). Estos fueron encontrados por nosotros con ocasión de nuestras investigaciones sobre las neblinas costeras en dicha zona. 

Las acumulaciones de conchas o "conchales". 

El hallazgo consiste en conchales antiguos, situados a corta distancia del mar, pero en evidente relación con aguadas costeras. Estos "conchales", tal como lo sugiere su nombre, están formados por capas de conchas de moluscos usados antiguamente como alimento por los antiguos pobladores y luego desechadas, mezcladas con  arenas, huesos de peces, plumas de aves y residuos de cocina y,  en ocasiones, con cenizas de fogones. En estos  conchales, curiosamente, son muy escasas las "lascas", término con que denominan los arqueólogos a los desechos de talla (virutas) provenientes de la fabricación de sus instrumentos. (raspadores, cuchillos, percutores, raederas, etc.). Lo que significa que el instrumental lítico de los pescadores-recolectores no fue trabajado en el mismo conchal,  sino en otra parte. ¿Dónde?.  

Mi primera intención fue tratar de ubicar geográficamente, dimensionar  y cartografiar estos conchales para tratar de apreciar, de alguna manera, la potencialidad del poblamiento antiguo en la zona. Poco después, intenté ubicar sus talleres, o sea los lugares de elaboración de sus instrumentos líticos.  Me sorprendió bastante el hecho de que  éstos (sus "talleres") no estuvieran en sus sitios de habitación (conchales) sino bastante alejados de éstos. 

Ocasión de nuestros hallazgos. 

A partir del año 1980, como miembro del Instituto de Estudios Juan Ignacio Molina de Santiago y con el entusiasta apoyo de Pilar Cereceda, geógrafa de la Pontificia Universidad Católica de Chile, tuve ocasión de realizar  numerosos estudios sobre las neblinas costeras y su captación mediante el sistema de  atrapanieblas  o cortinas captadoras. El sitio elegido para la instalación de estos instrumentos fue en los altos de la cadena de cerros  Sarcos, donde se ubicara el antiguo mineral de hierro  de "El Tofo", frente al mar.  Ya había yo constatado, a partir de Enero de 1980,  la potencialidad del sitio desde el punto de vista de la presencia de neblinas mojadoras.

Pues bien, durante los largos meses de instalación, observación y paciente medición de los instrumentos captadores, pude aprovechar todos mis momentos libres para hacer  numerosos recorridos a pie, con un doble objetivo: a) observar en detalle la flora presente en el lugar, y b) rastrear la presencia de posibles sitios arqueológicos en las partes altas de la cadena de cerros costeros, lejos del mar. Gracias a las referencias explícitas conservadas en mis Diarios de Campo de la época, me resulta hoy posible reconstruir, con bastante exactitud, los hechos. 

En nuestros recorridos, descubrimos  dos tipos de yacimientos: a) numerosos conchales cercanos al mar y a las aguadas o vertientes, y b) talleres líticos,  es decir, los lugares donde los antiguos pescadores recolectores confeccionaban sus instrumentos de pesca y caza, utilizando principalmente el sílex y la calcedonia como materias primas; raramente, el cristal de roca. Aquí dejaron abandonadas  cientos o miles de fragmentos pequeños, o esquirlas, desprendidos a propósito de su núcleo original: los que han sido llamadas "lascas" por los arqueólogos.

 En este capítulo, nos referiremos a nuestro descubrimiento de estos conchales arqueológicos. En uno próximo, si Dios quiere, examinaremos los hallazgos de sus respectivos talleres líticos, donde sólo existe evidencia de talla de material lítico, asociada a escasa presencia de conchas marinas, prueba fehaciente de  su alimento marino acostumbrado.

Hallazgo previo.

En el mes de mayo del año 1980, en mi primera visita a esta zona  costera de la IV Región de Chile, cuando recién iniciábamos nuestros estudios de la neblinas costeras, al querer constatar la profundidad de un conchal, se dio la casualidad de hallar un entierro arqueológico en un conchal de la terraza marina adyacente a la  playa Temblador, justamente al pie de los cerros de "El Tofo" y muy cerca del mar. Hemos dado minuciosa cuenta de este hallazgo en dos de nuestros capítulos anteriores  (Cf. bibliografía, Larrain 2013a, 2013b). 

Además, habíamos hallado en esas mismas fechas, fragmentos de cerámica y diferentes implementos arqueológicos en varios conchales del sector costero y habíamos visto y obtenido de manos de pescadores del pueblo de Chungungo, algunas puntas de proyectil indígenas, hechas en sílex y/o calcedonia. La presencia antigua de pescadores-recolectores marinos en la zona, era, pues, a partir de entonces para nosotros, evidente.  

La escasa bibliografía antigua sobre esta zona costera tambien nos ofrecía otras pistas de gran interés sobre el antiguo poblamiento de esta zona litoral. (Cf. Mettler, 1913 y 1933; en bibliografía, al fin de este capítulo). El investigador francés Mettler, en efecto, había encontrado un pequeño cementerio antiguo,  muy cerca del mar, y, al parecer, en el contexto de un conchal. En estos contextos tan antiguos, que generalmente superan los 1.000 años de antigüedad, raras veces  hay evidencias de cementerios propiamente tales, es decir de sitios exclusivamente dedicados a la depositación de los cuerpos. Los entierros se verificaban directamente en el conchal, en forma  desordenada, y sin intencionalidad de crear cementerios o  sitios específicos de enterramiento. 

En varios conchales del borde costero  habíamos  hallado, igualmente,  evidencias de un antiguo poblamiento, pero nos quedaba todavía mucho por aprender sobre el modus vivendi et operandi de los antiguos pescadores-recolectores.  Preguntas como: ¿qué tipo de materia prima usaban para fabricar sus puntas de proyectil o raspadores?; o ¿de dónde obtenían su materia prima?, o ¿dónde fabricaban sus instrumentos?, o ¿cuáles eran sus preferencias alimenticias?, o ¿a qué distancia de la línea de playa tenían sus conchales?, permanecían aún totalmente en la penumbra y nos desafiaban a contestarlas.  

 En el año 1982 (Cf. bibliografía) publicamos un artículo -bastante desconocido hoy en el medio arqueológico nacional-  en el que tratábamos de  responder a algunas de estas preguntas. En él,  relacionábamos las variables geográficas con la presencia de aguadas costaneras y conchales en un segmento de la costa de la IV Región de Chile entre las coordenadas  29º 21` S y  29º 30` S, es decir,  a lo largo de una franja costanera de 10 minutos de grado ((cada minuto geográfico equivale a  1,83 km ó 1.833 metros), esto es, 18,3 km. en esta misma zona geográfica litoral. Nuestra zona de estudio se halla a 105 km al S. del río Huasco y 50 km al N de la desembocadura del río Elqui. Por tanto, nos hallábamos en una zona intermedia, prácticamente arreica,  cuyas pequeñas cuencas solo recibían aportes hídricos de las escasas lluvias locales que raras veces superaban los 80 o100 mm anuales.

 En dicho artículo nuestro (enviado a publicación el 20 de mayo 1981), hemos distinguido cinco mini-cuencas hídricas, perfectamente identificables a través de la fotografía aérea y en ellas, insertamos la ubicación exacta de  los conchales y aguadas (Cf. nuestro Mapa 1, en Larrain  1982: 17). 

Dicho trabajo obedecía a nuestro interés por relacionar la presencia de aguadas costaneras con la existencia de conchales  arqueológicos. Partíamos del supuesto de que la gran presencia de aguadas en dicho sector, debía  estar en estrecha relación con la existencia de potentes oasis de niebla, como ocurría en los altos de El Tofo. La intensa humedad producida por las nieblas en dichos sitios, durante muchos meses seguidos del año, debería infiltrarse, penetrar y contribuir a la formación de estas aguadas. Tal era nuestra hipótesis inicial de trabajo. Por eso nuestro afán en esos años por aportar antecedentes arqueológicos que pudieran corroborar tal  correlación. A este estudio geográfico-arqueológico dedicamos los primeros meses de nuestra estadía en el sector de El Tofo  (1982-1983). 

En el decurso de este trabajo, los pescadores de Chungungo, consultados al efecto,  nos ayudaron mucho para la localización exacta de las aguadas cuyo emplazamiento ellos conocían perfectamente. También contamos con el gran apoyo en terreno del profesor de la escuela de Chungungo don Fidel Inda, colaboración que agradecemos especialmente.

 En este trabajo, tratamos de responder algunas de esas preguntas que nos inquietaban. Por ejemplo, modo de relacionar la presencia de aguadas costaneras con la presencia de conchales arqueológicos;  o  búsqueda de la relación existente entre el potencial de las aguadas (calculado por su gasto) y el tamaño de los conchales aledaños.  

En dicho trabajo del año 1982 (Larrain,  1982) habíamos sugerido que la presencia de conchales y entierros humanos en la zona litoral  presuponía, además,  la existencia cercana de talleres líticos, los que por entonces aún no habíamos encontrado. En dicho trabajo nos expresabamos así: "es altamente probable que encontremos lugares de talleres líticos, donde confeccionaron sus instrumentos...." (1982: 13, Nota 10). Esto escribíamos en mayo del año 1981 (fecha de la redacción del trabajo), esto es hace ya casi 40 años!. Y a la verdad,  no nos equivocamos. Muy poco después, tan pronto  empezamos a explorar las partes altas del Cordón Sarcos con motivo de la instalación de atrapanieblas en las alturas de "El Tofo",  estos talleres empezaron a aparecer. ¿Lo habíamos anunciado (¿o prenunciado?) con antelación!.. Parecía  evidente que tendrían que estar por allí, no muy lejos. Y así fue, en efecto.  El detalle y características de nuestro hallazgo de estos talleres líticos, en lo alto de los cerros y lejos del mar, será, Dios mediante,  motivo de nuestro próximo capítulo de este blog. 

Ubicación de los conchales.

El Plano que sigue, muestra la presencia de los conchales arqueológicos y de las aguadas de las que se surtían los antiguos habitntes de la costa.

Fig. 1.  Plano que muestra  la presencia de  conchales y aguadas, en la zona litoral de "El Tofo"  (Cf. trabajo de H. Larrain, 1982:17; ver bibliografía).  Los conchales se representan aquí con un pequeño triángulo color rojo, y las aguadas, con un pequeño círculo en color azul (Se omitió en esta imagen la leyenda propia del mapa a fin de obtener una imagen de mayor tamaño). El color lo hemos introducido para esta edición, y no está presente en nuestro original del año 1982.  Las cotas de nivel aquí representadas, solo alcanzan, en escasos puntos, hasta los  1.000 m de altitud  s.n.m.  El corte abrupto de la Figura en su porción oriental, es claramente  arbitrario: ella intenta más bien mostrar la posición exacta de aguadas y conchales arqueológicos en la zona baja, más próxima al mar, tema especifico de estudio en ese trabajo. (Dibujante del Plano, Sr.  Alan Daille C.).

Nuestra descripción de estos conchales.


Comentario eco-antropológico a este Mapa.

1.  El mapa muestra la presencia de 36 conchales arqueológicos (indicados  mediante  triángulos en color rojo) y 18 aguadas (representadas aquí en numeros romanos. Con ayuda de los pescadores de Chungungo, se  visitó todas las aguadas de la zona expuesta en el Plano, en sentido N-S,  a partir aproximadamente  de la coordenada 29º  24´ 30´´ Sur. La parte superior del Plano (frente a la isla Damas hacia el Norte), quedó totalmente inexplorada, tal como se puede visualizar claramente en el Mapa.

2.    Con un par de raras excepciones en la zona baja  de playa Totoralillo, todas las demás aguadas, se presentan entre las cotas de los 100 m y 200 m de altitud s.n.m. donde afloran. Este hecho no nos sorprendió, pues es bastante común en la costa árida y semi árida del norte de  Chile. 

3.    La inmensa mayoría de los conchales arqueológicos (=80,5%) , si sitúa bajo la cota de los 100 m.snm. La razón nos parece obvia: una gran cercanía al mar pero lo suficientemente lejos como para evitar el efecto destructor de eventuales marejadas o tsunamis. De la ocurrencia  eventual de esos eventos, los antiguos habitantes debieron tener perfecta conciencia, transmitida fielmente de generación en generación. 

4.  En el Plano adjunto (Fig.1), se utiliza las siguientes abreviaciones para los sectores de playa:  To  (=Totoralillo);  Te  (=Temblador),   Cg (=Cruz Grande) y Ch  (= Chungungo). Estos sectores corresponden a la franja costera de las cuatro micro-cuencas, bien determinadas por fotointerpretación en nuestro Plano (Ver Fig. 1).  

Agradecemos aquí, aunque sea tardiamente, el sacrificado apoyo en terreno de los estudiantes de geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile Sres. Carla Möller, Consuelo de la Puente, María Elena Meneses, Isabel Torres, Cecilia Rodríguez, Jaime Rojas, Fernando Gutiérrez, Roberto Ulloa, Gonzalo Muñoz, César Aguila y Leopoldo Cáceres. 






Bibliografía.

Larrain, Horacio,  1982. "Variables hídricas y geomorfológicas  que condicionan el asentamiento humano en la zona litoral del Cordón Sarcos, IV Región, Chile".  Revista CODECI (Corporación para el Desarrollo de la Ciencia), Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Chile, Marcoleta 250, Nº 2, Fascículo 1, 1982: 3-35).       

Larrain, Horacio, 2013a, "Una excavación fortuita: hallazgo de un entierro humano en playa Temblador en mayo del año 1980", editado en este mismo blog el día 08-11-2013, 

Larrain, Horacio,  2013b, "Hace unos 5.000 años atrás: una mujer mariscadora de caleta Temblador: Una meditación sobre el pasado arqueológico de la costa norte chilena", editado en este blog el 21-12-2013. 

Mettler, A., 1913, "Notes sur un cimetière  précolombien à Cruz Grande, Chili", Bulletin et Mémoire de la Societé d´Anthropologie de Paris, Vol. VII: 233- 237.

Mettler, A., 1933, "Le cimetière chango de Cruz Grande", in Journal de la Societé des Américanistes, XXV,  1933:  998-101.

jueves, 21 de enero de 2021

Hace cien años, en 1921, nacía un sabio biólogo que emuló a Humboldt y a Darwin: Luis E. Peña Guzmán.

El singular elogio del epígrafe no ha sido idea nuestra. Lo declaró en 1994 el prestigioso biólogo canadiense Lubomir Masner con ocasión de la presentación  del entomólogo Luis Enrique Peña Guzmán  al Premio Nacional de Ciencias de su país: Chile.  Sus palabras, a primera vista, parecerían una grosera hipérbole y nos suenan hoy grandilocuentes, pero a la verdad se afirman en hechos incontrovertibles. En efecto, señalaba:     

      " He mantenido contacto científico con Lucho desde 1968 y tuve  el placer de          que guiara mi expedición en 1988.  Si no me equivoco , ésta fue su expedición          científica número  412. A lo largo de los años, he podido apreciar la                        personalidad de Lucho Peña como científico, como hombre y como                         amigo.  Rara vez en mi vida me he encontrado con alguien tan entregado  a su          misión como Lucho lo está respecto de la ciencia, el respeto a la naturaleza y         el  amor por Chile. A mis ojos, Peña es el Alexander Humboldt y el Charles             Darwin en una misma persona. En el alcance y la inspiración de su saber               difícilmente es segundo de nadie.  Por muy lejos, el es quien ha situado a Chile       en el mapamundi de la entomología. No logro imaginar un solo experto                   mundial  que no está estrechamente vinculado con Lucho. Sin duda, es hoy el           entomólogo chileno  mejor conocido internacionalmente. En múltiples                     aspectos,  está y permanecerá a la cabeza de sus colegas y pares. El detectó             tempranamente la necesidad de estrechar la colaboración internacional de los       entomólogos, atrayendo su atención sobre la singular fauna chilena. Promovió       medidas conservacionistas y la preocupación por la [defensa de] la diversidad       mucho antes que esos temas aparecieran  en los periódicos entomológicos y             nunca ha perdido oportunidad de expresar sus puntos de vista al respecto".             (citado en Gastón Acuña, "Rumbo a la Amazonía",  s/f,. [1965], p. 239,                   subrayado  nuestro).

     Estas palabras expresadas por un científico que lo trató íntimamente, nos servirán hoy de guía para presentar a los lectores la figura de este sabio atípico chileno,  casi olvidado hoy día, pero que honra los estudios de biología y ecología  de nuestro país.

Fig. 1.   A la derecha, Luis Peña Guzmán  en su casa rodante de expedicionario en la ciudad de Iquique. Conversando con Alfredo  Ugarte Peña (izquierda), su sucesor y Horacio Larrain Barros, antropólogo (al medio). (foto Marta Peña, Iquique, Marzo 1994).

 

Fig. 2.  El camper o casa rodante de Lucho Peña en plena expedición con  Sergio Nuño, en uno de los  programas  de la "La Tierra en que vivimos" (foto Sergio Nuño).

Fig. 3.  Luis Peña muestra a niños indígenas pehuenches en el Alto Bíobío la captura de insectos en un frasco de cianuro. Lucho tiene a la sazón 46 años bien cumplidos (foto Gastón Acuña, 1965; foto erróneamente atribuida a la sierra del  Ecuador en ese homérico viaje del año 1965).

"Nadie ama lo que no conoce".

Este  sabio proverbio castellano nos servirá hoy de guía  en este capítulo, dedicado a la memoria de Luis E. Peña Guzmán cuyo centenario de nacimiento conmemoramos hoy. En varios capítulos anteriores de nuestro blog  https://eco-antropologia.blogspot.com, hemos hecho mención a la obra titánica de este entomólogo y zoólogo chileno, eximio explorador de América del Sur y descubridor de numerosas especies de  insectos, aves, reptiles y batracios (y hasta fósiles), declaradas como "nuevas" para la ciencia.  En dichos capítulos, hemos hecho "memoria" de sus notables dotes como colector de especies, como notable  conocedor de los variados ecosistemas tanto nacionales como sudamericanos y como guía de terreno indiscutido de científicos de todos los continentes. 

Guía científico indiscutido.

En su camper manejado por él mismo, viajarán por todo el continente sabios ingleses, norteamericanos, canadienses, franceses, japoneses, rumanos o  húngaros, ansiosos de  conocer visualmente  ecosistemas recónditos  y colectar las más raras especies  de aves, insectos, mamíferos, reptiles, peces, batracios, o  plantas y/o  arbustos, aún ocultos a la ciencia.  Porque Lucho se convirtió, sin quererlo, en  el guía  más hábil en Sudamérica  para acceder a los lugares rara vez visitados por el hombre, sea por su inaccesibilidad, sea por su lejanía.

Nota: La mayor parte de las imágenes que ilustran este capitulo, han sido  copiadas  de la obra "Rumbo a la Amazonía", de Gastón Acuña Mac-Lean,  su amigo y compañero de expedición en 1965.

Fig. 5.   Colectando insectos ocultos bajo la materia orgánica de un cactus en el desierto sur peruano.   Nada escapa a su ojo avizor. (foto G. Acuña 1965). 

Luis Peña representado por el expedicionario "don Custodio Campos Silvestre".

Hay otra  frase que retrata perfectamente bien a Lucho y su "capacidad de ver" lo que otros no ven.  Por fortuna, ha quedado ésta registrada en sus cuatro cuadernillos para niños  titulados: Aventuras de Don Custodio Campos Silvestre, obra  ilustrada publicada por la Editorial Universitaria de Chile, en mayo de  1993, con  el apoyo  en imágenes ad hoc  del dibujante Andrés Jullian. La frase en cuestión reza:  "Don Custodio sabía ver lo que muchos otros no saben sino mirar".  La diferencia entre ver y mirar es sideral.   "Ver",  involucra descubrir, atisbar,  escrutar, investigar. En efecto,  muchos pueden mirar el mismo hermoso paisaje de una puesta de sol, con arreboles multicolores en el cielo, pero solo unos pocos  verán allí  un peculiar  fenómeno celeste o una mágica obra de arte dibujada en el cielo. El físico de nubes y el  artista pintor  "verán"   en ese evento  cosas muy distintas, pero sin embargo perfectamente compatibles.  Ambos miraron,  pero "vieron"  y descubrieron cosas muy diferentes.  Por eso el objetivo de Peña  al mostrar estas imágenes es "enseñar  a ver lo que otros no ven".


Fig. 6.   Portada del libro de Gastón Acuña Mc-Lean dedicado enteramente a la expedición al río Napo (Ecuador)  en el  año 1965 y organizada por Luis Peña. . (foto Luis Peña).

Esta es la portada de este hermoso libro (Vea Fig. 2.) que le dedicara su amigo Gastón Acuña Mac-Lean, periodista y editorialista del diario "La Nación" de Santiago,  con el  sugerente nombre de  "Rumbo a la Amazonía", (publicado en Santiago, sin fecha ni pie de imprenta). En esta obra se describe con lujo de detalles una prolongada  expedición de Lucho realizada en el año 1965 a las nacientes del río Napo y sus afluentes. Las peripecias del azaroso viaje, de seis largos meses de duración, sin duda nos deleitan y encantan hoy pero, a la vez, nos dejan vivamente impresionados por la audacia y osadía de Lucho al penetrar, por vez primera, en lugares poblados por tribus indígenas desconfiadas y/o por fieras o serpientes totalmente desconocidas en nuestro medio natural chileno. Confiado en Dios  y en su buena estrella, Lucho nunca dudó en emprender extensos y peligrosos viajes que a cualquier otro hubieran hecho titubear. En una época en que  la cartografía de muchos lugares de la selva peruana, ecuatoriana o boliviana  era todavía deficiente,  escasa o nula, y careciendo del preciso instrumental que hoy tenemos para  calcular posiciones y altitudes  (GPS y altímetro digital), Lucho se las arreglaba para  señalar en los mapas y en su Diario, con gran exactitud,  los lugares precisos de  su colecta. Así lo exigían sus auspiciadores como conditio sine qua non del viaje. Para eso, su "Diario de Campo" fue y sigue siendo fundamental.

 Esta entretenida obra de Gastón Acuña constituye, hasta el momento, el  único  testimonio escrito, en forma de libro, dedicado íntegramente a la memoria de Luis Peña Guzmán.

Fig. 7.  El noble camper Volkswagen  de Luis Peña que les sirvió de vehículo y vivienda durante  la mayor parte de la expedición  (foto G. Acuña). 

El carácter indomable de Luis Peña Guzmán.

Era Lucho de un atrevimiento y empecinamiento insólito, capaz de arriesgar su vida con tal de  conseguir su propósito:  colectar, registrar y fotografiar especies nuevas para la ciencia y  entregarlas a los mejores especialistas mundiales para su ulterior estudio y análisis. Algunas, las menos, terminarán bajo la lupa de su propio microscopio, y constituirán parte de sus propios aportes científicos al campo de la entomología americana. El osado viaje que tan magistralmente nos describe aquí  el periodista y escritor Gastón Acuña, realizado en 1965, deparó a Lucho y a los  científicos que le apoyaron económicamente en la expedición, la friolera de más de 40.000 dípteros, (familia de las moscas y zancudos) de todas las especies imaginables, debidamente pinchados y etiquetados: una colecta considerada por los especialistas como sensacional. Viaje que, según los investigadores consultados, revolucionó en su época el conocimiento que se tenía sobre este grupo de insectos gracias a la aparición de numerosas especies y géneros, hasta allí totalmente desconocidos. Esta colecta tenía por objetivo central, en buena parte,  reponer las colecciones entomológicas conservadas antiguamente en el Museo de Berlín y lamentablemente perdidas en los bombardeos de la IIª Guerra Mundial. Colecciones procedentes de antiguas y beneméritas colectas en la selva ecuatoriana hechas por  viajeros del pasado y perdidas para siempre.

Fig.  8.   Lucho se da tiempo para un merecido descanso en la selva ecuatoriana   (foto Gastón Acuña, 1965).

Postulación al premio Nacional de Ciencias en Chile.

En el año 1994 (escasamente un año antes de su muerte)  un grupo de científicos  postuló a Lucho  al Premio Nacional de Ciencias de ese año en Santiago (Chile). En dicha ocasión, se recibió desde el extranjero un verdadero enjambre de cartas de apoyo de connotados científicos de las más diversas disciplinas de la biología, zoología y botánica, que habían tenido la fortuna de viajar y expedicionar  con Peña en Chile y/o en otros países de América. Entre estos testimonios que cita ad litteram Gastón Acuña en su obra "Rumbo a la Amazonía" (pp.  237-241)  destaca el testimonio del Dr. Lubomir Masner, respetado entomólogo canadiense, presentado al inicio de esta crónica.  Su testimonio  constituye una excelente  síntesis de la obra científica de Peña.

Las opiniones de  otros científicos.

Muy escuetamente, pero con no menor énfasis que el precedente testimonio, se expresa el gran entomólogo estadounidense, Curador del Departamento de Entomología  del American Museum of Natural History of New York, el  Dr.  Jerome G. Rozen, Jr. en estos términos:

"No sé de otro naturalista vivo en el mundo que haya prestado más grandes servicios en la exploración de la historia natural de su país que el profesor Peña". (Cit. por Acuña, s/f. pág. 240, énfasis nuestro).

Otro elocuente testimonio proviene de la pluma del Dr.  Norman I. Platnik, Chairman y Curador del  mismo Departamento de Entomología,  cuyo potente testimonio no podemos  dejar de lado:

"Con vivo placer les envío mi entusiasta respaldo a la nominación del profesor Peña para el Premio  de Ciencias de Chile. Me es imposible pensar en otra persona tan bien calificada como él para recibir dicho honor. Es tan ampliamente conocido entre los biólogos que su nombre es sinónimo de investigación moderna respecto de la fascinante flora y fauna chilena. En mi estudio de las arañas de Chile, el profesor Peña ha sido para mí un colega en extremo valioso. Ha colectado numerosos especímenes importantes durante años, con frecuencia develando taxas que eran enteramente desconocidas. Su conocimiento de la geografía chilena, sus toponimias, y lugares de colecta es enciclopédico.  Con frecuencia he descansado en él para resolver puzzles relativos a la distribución de determinadas especies.  De allí que, al igual que muchos otros biólogos, he tenido la satisfacción  de honrar nuevas especies con su nombre.. En todos estos aspectos, mi experiencia no es excepción.  El Prof. Peña ha dado tanto, en tan variadas  áreas de la ciencia, que el American Museum of Natural History tuvo no hace mucho, el orgullo de hacerlo miembro correspondiente. Tal honor se ha otorgado a menos de 20 científicos del mundo. Igual importancia tienen los bien conocidos esfuerzos del Prof. Peña por educar a la ciudadanía chilena y a sus autoridades respecto a los excepcionales aspectos de la biota chilena, así como en cuanto a la tremenda responsabilidad que a todos nos concierne en su conservación. Sin duda, en tal sentido,  nadie ha sobrepasado su rol".  (Cit. en Acuña, s/f. p. 240, subrayado nuestro).

Otros especialistas  señalan  la amplitud de los conocimientos de Luis Peña en el campo de la biología y zoología unida a su notable espíritu de colaboración, nobleza de espíritu  y alegría de vivir. Es el caso del Dr. Richard  C. Froeschner, entomólogo de la Smithsonian Institution, quien  consigna:

"Mi contacto personal con el  Dr. Peña data de antes de 1968 y se ha prolongado desde entonces.  Siempre encontré en él a un estudiosos gentil,  gran colaborador alegre y campechano, a la vez que de cálida deferencia en su trato. Mis colegas de la Smithsonian Institution que han tenido la fortuna de participar con él en trabajos de campo, concuerdan en valorar por igual tanto su erudición  como su simpatía y su espíritu ilimitado de colaboración.  No hay duda acerca del extraordinario valor de sus innumerables aciertos científicos y sus publicaciones. En esto ha demostrado ser un verdadero naturalista,  que extiende su interés a toda la gama de las ciencias naturales y no un especialista en un solo campo. Es con vivo entusiasmo y admiración  por el Dr. Peña y sus múltiples méritos que respaldo su nominación".  (Cit. en Acuña, s/f., 238; subrayado nuestro).

Como éstas, varias decenas de cartas  de investigadores de Asia, Africa, América (Del Norte y del Sur)  Europa y Oceanía llegaron  a las oficinas  del  encargado de  la  presentación de Luis Peña Guzmán al Premio Nacional de Ciencias en 1994,  respaldando y apoyando con entusiasmo su postulación.  Si bien Lucho no fue nominado en dicha ocasión, nos queda el testimonio irrecusable de la opinión que el mundo científico internacional tenía de su capacidad, trayectoria científica y vastedad  y profundidad de sus  conocimientos.   
Al año siguiente  (septiembre  1995)  Lucho nos dejaba, aquejado de un implacable cáncer.  Nos preguntamos hoy si Luis Peña no pudiera ser postulado tal vez algún día a este mismo premio, en forma póstuma, como una forma de reconocer sus inobjetables méritos en el campo del conocimiento, estudio y difusión de  la ciencia biológica  de su país y de los países vecinos.

¿Por qué  a Luis Peña Guzmán no se le otorgó el  Premio Nacional de Ciencias?.

Es ésta una pregunta nada fácil de contestar.  Nos la ha hemos hecho varias veces  entre los que fuimos sus amigos tanto en el campo de la Biología, como de  la Geografía, Geología o Antropología.  No cabe duda alguna que, en numerosos aspectos, su conocimiento de los ecosistemas  naturales de Chile y América de Sur fue  excepcional y único en su tiempo.  Sus más de 480 expediciones casi siempre  acompañando a especialistas mundiales de todos los campos de la biología  (zoología, mastozoología, entomología, herpetología, botánica, silvicultura, ecología....) le entregaron un amplísimo conocimiento y, a la vez, una profunda y sagaz penetración en la ecología de los sistemas y la intrincada interrelación  simbiótica entre clima, suelos, plantas y animales.

Un "outsider" de la Academia.

Tal vez las bases del Concurso para poder adjudicar tal "Premio Nacional en Ciencias Biológicas" exigían -como requisito sine qua non-  una larga preparación  universitaria y títulos académicos previos que Lucho ciertamente no poseía. Es posible.  Lucho no fue formado en y por la Academia -como la inmensa mayoría de los especialistas en el competitivo mundo de hoy-  sino se formó  solo, con su propio esfuerzo, en el terreno mismo, a través de sus innumerables expediciones  a prácticamente todos los ecosistemas de América del Sur  y gracias al contacto directo con los mejores especialistas en terreno. Tal vez su posición como la de un "outsider" de la biología,  y un "outsider" de la Academia,  le jugó poderosamente  en contra.  La razón haya tal vez  que buscarla en  el hecho de que Lucho, si bien participaba activamente en todos los Congresos de su especialidad, la Entomología,  (en su grupo específico de estudio: los insectos tenebriónidos),  no era muy bien mirado  por algunos en el gremio nacional que le  echaban en cara  "su falta de doctorados",  su falta de "preparación académica". 
Lucho suplía, sin embargo y con ventaja, su pretendida "falta de méritos académicos" con  la aceptación por el mundo internacional  de la ciencia, gracias a su esforzado y genuino trabajo de campo siempre generosamente compartido con numerosos científicos de talla mundial.  Esa fue su auténtica "Escuela", esa fue su "Academia": el trabajo de campo en más de 450 expediciones compartido con los mejores especialistas en las diferentes ramas de la biología.  Por ello, sin haber obtenido jamás el título de magister o doctor en biología,  fue respetuosamente  señalado  por sus pares extranjeros como "el Profesor Peña" o el "Dr. Peña".   Porque en terreno, él podía dar a todos lecciones de ecología práctica, dados sus conocimientos de botánica y zoología comparadas.

Un conservacionista  sui generis. Precursor indiscutido en su afán  por dar a conocer  a la juventud chilena  la flora y fauna nacional  y la necesidad de proteger los ecosistemas. 

Lucho  Peña,  a diferencia de la mayor parte de sus coetáneos chilenos, gracias a su dilatada experiencia  de campo y  su conocimiento de  prácticamente todos los ecosistema del país y de gran parte de Sudamérica, supo darse cuenta de la acelerada degradación y transformación que éstos sufrían a través del tiempo. Entre una expedición y otra, con pocos años de intervalo,  los paisajes cambiaban bruscamente y el hombre se iba enseñoreando  de las tierras otrora vírgenes y dotadas de una vegetación nativa  en franca retirada. Esta rápida destrucción de los paisajes naturales  y -en  consecuencia de su flora y fauna endémica-  significaba de facto la desaparición o la muerte de numerosas especies, faltas de su habitat natural.

 Con frecuencia la "autobiografía" de Luis Peña, valioso documento que hemos estado  transcribiendo para su futura publicación, alude a este hecho  doloroso que le impacta sobremanera. Al azar, ofrecemos aquí una cita de esta obra inédita suya,  que se libró milagrosamente de un "robo"  selectivo efectuado a su escritorio, tras su muerte ocurrida en septiembre de 1995.  La "autobiografía" cubre todo el período desde su infancia y lejanos recuerdos hasta el año  1985,  fecha de su viaje a Miami y USA hecho con su amigo Octavio Barros Valenzuela. Desgraciadamente la dejo inconclusa.

En efecto,  en su segunda  visita al Ecuador  señala textualmente:

"La evolución de Quito fue drástica,  fue cosa de pocos años no podríamos decir siquiera decenios. Se creó otro Quito; el viejo era ya inhabitable. Nada reconocí a mi retorno, quince años después. Todo fue al parecer por el auge del petróleo. Los ríos que yo recorriera en canoa por el oscuro manto de la selva [en 1965],  ahora [1980] se pasan a través de un puente de hormigón. La selva desaparece;  no hay ni tucanes ni monos ni nada para admirarse.  Se destruye el ecosistema sin pena ni gloria alguna.  Como enamorado de aquel Ecuador antiguo, volver a él hoy es triste y desolador". (p. 61 de nuestra transcripción de su Autobiografía; las fechas son agregado nuestro).

Luis Peña conservacionista y educador de juventudes.

Una de las facetas más interesantes y menos conocidas en la vida de este científico singular es su afán por transmitir incansablemente a las generaciones jóvenes su propio amor y respeto por la naturaleza y sus ocupantes, en especial los más pequeños e insignificantes (insectos). Sus repetidas visitas de expedición a las mismas regiones, en épocas diversas, y siempre en compañía de grandes especialistas científicos, le permitió constatar y tomar viva conciencia de la devastación de los paisajes primigenios y de la  rápida transformación de  los ecosistemas  por efecto de la creciente y caótica (falta de previsión  y estudio) actividad antrópica reciente.  El hombre, con el explosivo aumento de la población,  ha ido ocupando todos los espacios disponibles,  arrinconando a la selva virgen a recónditos lugares. Si durante el siglo XIX fue  mediante el uso indiscriminado del fuego que el colono de Puerto Montt, Aysén o Magallanes  colonizó  y transformó en pastizales para el ganado las antiguas selvas vírgenes, refugio eventual de las tribus  cazadoras de antaño  (pehuenches, puelches, tehuelches), hoy  surge la necesidad (o el apetito) económico por parte de los grandes consorcios,  de realizar plantaciones gigantescas de monocultivos (como el eucaliptus y el pino insigne)  para la obtención de la  celulosa,  destruyendo así implacablemente el bosque nativo, o  arrinconándolo a estrechas fajas de tierra en sitios cada vez más abruptos e inaccesibles.  La tierra, en vastas regiones del sur, no solo cambió de dueño, sino también cambió drásticamente en el  uso del suelo en muy cortos años  (sólo un par de decenios). De esta súbita transformación, Luis Peña fue testigo presencial gracias a la frecuencia y reiteración de sus visitas.  Visitas muchas veces motivadas  por la necesidad de obtener especies de insectos o animales requeridas para su estudio y solicitadas por las Universidades o Museos extranjeros.  


Fig.  9.  Típicas  balsas hechas de madera de balsa, muy livianas, para la pesca  costera observadas en el norte peruano (Expedición al río Napo del Ecuador. Foto Gastón Acuña, 1965).

Luis Peña y sus pares chilenos.

 Los especialistas chilenos,  especialmente aquellos adscritos a los Museos o Universidades (la inmensa mayoría hoy día), pocas veces  dispusieron de los suficientes medios económicos y/o del tiempo necesario para  realizar expediciones periódicas a los lugares de colecta, con lo cual tampoco podían llegar a percatarse fácilmente de los cambios ecológicos ocurridos. La gran libertad de  movimientos de que gozaba Lucho Peña para realizar sus expediciones y la variedad de científicos extranjeros que  llevó a terreno a los lugares que solo él conocía,  le permitió tener una visión general del problema,  muy superior a la de sus pares chilenos. Esto es indiscutible, pero no ha sido por lo general  reconocido en nuestro país.  Y tal vez esta amplísima visión del problema in situ, compartida  y discutida en el terreno mismo con sus colegas extranjeros -todos investigadores de nivel mundial- , le convirtió en el hombre clave para  presentar y exponer, valientemente y sin tapujos ante las autoridades, el problema  de la destrucción sistemática de ecosistemas  máxime a través de las grandes consorcios o empresas explotadoras de la madera.

Obras científicas de Luis Peña Guzmán. 

Fuera de los centenares de artículos científicos publicados en  revistas especializadas de biología y entomología, destacan  las siguientes obras:  "Guía  para reconocer mariposas", Editora Nacional Gabriela Mistral, 1975;  "Los Coleópteros de Chile",  Editora Nacional Gabriela Mistral,  1976;  "Introducción al estudio de los Insectos de Chile",  Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1987, "Las Mariposas de Chile", Editorial Universitaria (con Alfredo Ugarte P.) 1997. 
  
Luis Peña y sus libros dedicados a niños y jóvenes. 

Pero Lucho no se contentó con escribir sobre sus hallazgos científicos y  exponer  con angustia el problema de la depredación ecológica de nuestro territorio a las autoridades nacionales. También comprendió que era urgente iniciar una gran cruzada nacional  para el conocimiento profundo y  conservación y protección de nuestra flora y fauna.  De esta viva conciencia nace su activa participación en CODEFF  ("Corporación para la defensa de la flora y fauna") y sus valiosas  iniciativas educativas como la revista "Expedición a Chile", publicación  en 48 fascículos que  pretendió mostrar la riqueza  y variedad  de la flora y fauna chilenas, o, finalmente, sus frecuentes artículos en la revista infantil  "Mampato", donde mostraba a los niños  las curiosidades y/o rarezas de la  flora y fauna del país. Lucho  fue un gran motivador de otros en pro de las iniciativas que el consideraba  necesarias para el logro de sus fines.  
El mismo objetivo tuvo la presentación de los cuatro  Cuadernillos ilustrados para niños, de acuerdo a las cuatro estaciones del año,  con el sugestivo título de "Las Aventuras de don Custodio Campos Silvestre", cuyas carátulas mostramos a continuación.  El estilo de estas obritas para dibujar y colorear,  destinadas a los niños pequeños, es claramente  el propio de  Lucho, con su simplicidad y agudeza, y su anhelo de llegar  a  re-encantar a  niños y jóvenes en el amor y respeto por la Naturaleza que nos rodea.

¿Qué quiso ser "Expedición a Chile" en 1975?.

Apuntemos aquí  un par de ideas sobre  "Expedición a Chile", obra singular y única en su género, en la que Luis Peña  fue  actor principal desde sus inicios, cuando la Editora Nacional Gabriela Mistral (ex Editorial Quimantú)   buscaba  en  1974-75 temáticas  sugerentes y atractivas de la realidad chilena para  encantar a sus lectores en una época política especialmente conflictiva y difícil del país.
La obra tuvo por objetivo mostrar paisajes singulares del territorio patrio, examinando, con un equipo científico multidisciplinario (geógrafo, entomólogo, biólogo, botánico, geólogo, arquitecto y antropólogo), determinados lugares y ecosistemas, dando a conocer a sus habitantes (plantas y animales)  y extraños sus modos de vida. Para ello. se hizo expediciones reales a lugares  de especial interés. Se pudo mostrar así, sus peculiaridades geográficas, geológicas, botánicas, faunísticas y antropológicas  que los constituían en ese momento en lugares únicos, irrepetibles.
La vida de campamento, las discusiones entre los especialistas a propósito de  descubrimientos efectuados in situ, las imágenes captadas  de la fauna y flora del lugar,  y el sabroso relato del cronista de la expedición  (Alberto Vial Armstrong), adquieren vida y alma en los 48 ejemplares de la revista (1975-1978)  y/o en sus numerosos Manuales de Campo, Planos, Mapas o fichas de estudio. Todo un riquísimo arsenal de información de primera mano,  recabado en el terreno mismo, y comentado para el lector en un lenguaje intencionadamente accesible y fácil. La labor de apoyo y búsqueda estuvo a cargo de los científicos, pero siempre acompañados de niños preguntones  (nuestros propios hijos, sobrinos o amigos) que  transformaban la respuesta científica abstrusa en conocimiento real y  vivo, puesto al alcance de todos. Las familias de los científicos  (hombres y mujeres)  tomaban parte activa en la expedición y,  a la vez, nos planteaban las preguntas que el propio escenario geográfico  despertaba en ellas.

Mostramos aquí, a continuación,  las portadas de los primeros números de la revista y algunos de sus  Manuales de Campo (Field Guides), hasta ahora  muy  solicitados por los especialistas.

Fig. 10.  Portada del primer número de la revista  "Expedición a Chile".

Fig. 11.  Portada del segundo número de la misma revista.

Fig. 12. Portada del tercer Número de la revista.


Fig. 13.  Portada del Manual de Arqueología  "¿Qué hace el arqueólogo", de H. Larrain,   1975.


A continuación, las portadas de la revista  para niños titulada: "Aventuras de don Custodio Campos Silvestre". 





Figs. 14, 15, 16 y 17.  Fauna y flora  correspondiente a las cuatro estaciones del año  (Verano, otoño, invierno y primavera). 

Sus ayudantes de campo. 

Un aspecto  bastante desconocido en la vida científica de Lucho, fue el trato y  la formación que él dio a sus ayudantes, sus colaboradores. Todos ellos, de origen humilde, fueron contratados por Lucho  entre  los jóvenes que conocía en los lugares de sus expediciones y que se ofrecían para ayudarlo en las colectas. Nombres como Osvaldo Segovia, Gerardo Barría, Manuel Rivera, Eduardo Pérez, Hernán Navarrete Parra, José Escobar fueron reclutados por Lucho y los traía a Santiago a vivir en su propia casa, como ayudantes pagados. Llegó así a  tener hasta cinco ayudantes simultáneamente, los que le apoyaban en la ardua tarea de  colecta, selección, ordenamiento, pinchado y  catalogación de los miles de ejemplares colectados en el campo, red en mano.  A las vez, los educaba y formaba como hombres de bien con sólidos principios. Algunos de ellos, como Eduardo Pérez, surgió de tal suerte como dibujante artístico, que tras algunos años de trabajar con Lucho fue contratado por un Universidad de Venezuela donde se desempeñó brillantemente como  experto dibujante.  Varios de ellos, conscientes del cambio inducido por Lucho en  sus vidas, se congregaron junto al lecho de muerte de Lucho, en septiembre de 1995, en su casa de "El Portezuelo" para acompañarlo en sus últimos momentos. Para todos ellos, Lucho fue su verdadero "padre". Su gratitud hacia el hombre que había  cambiado bruscamente el giro de  sus vidas era, en esos días, enorme.  A uno de ellos le financió sus estudios de biología en la Universidad, A otro, en recompensa por sus servicios por largos años, le dejó en herencia una propiedad rural en la Isla de Chiloé, donde actualmente vive. A otros, les obsequió un terreno, junto a su propia parcela al lado del pueblito artesanal de Las Canteras. ¿Que científico hace esto con sus ayudantes?.  No conozco, al menos en mi país, un solo caso semejante.  Este sentido profundamente social en la activísima vida de Lucho, brotaba  tanto de su profunda fe católica como de su propio ser, sencillo, afable y servicial. Gesto que le honra  y distinguirá por siempre a su autor.   

Epílogo.

A través de estas páginas e imágenes, hemos pretendido mostrar la increíble multiplicidad de facetas  en la vida y obra del notable entomólogo chileno Luis Peña Guzmán. Peña fue un sabio de tomo y lomo,  fuera de lo común, totalmente atípico, pero indiscutiblemente un gran sabio. Los testimonios vertidos por los investigadores extranjeros citados más arriba, lo señalan explícitamente y nos liberan de la tarea de tratar de descubrir los aspectos más significativos de su obra. Ellos ya lo han hecho. No hemos escuchado, sin embargo, elogios semejantes de sus pares chilenos,los cuales están aún en deuda con él.  El futuro -así lo creemos-  hará algún día plena justicia a su obra monumental, poco reconocida y divulgada en nuestro país.
 
Si aún viviera, el entomólogo Luis Enrique Peña Guzmán habría cumplido, en esta fecha  (21 de Enero) sus cien años. La muerte nos lo arrebató prematuramente un 27 de septiembre del año 1995, frisando sus  74 años de edad, en su propiedad de "El Portezuelo (Las Canteras).  
Luis Peña Guzmán, nacido en Santiago de Chile, sabio chileno  heredero legítimo del Abate Molina, Claudio Gay,  Rodulfo A.  Philippi, Filiberto Germain, Carlos Porter,  Flaminio Ruiz, Emilio Ureta,  Carlos Stuardo, José Herrera y otros célebres entomólogos nacionales, se merece plenamente hoy nuestro emotivo recuerdo y cálido agradecimiento. Pues Peña a través de sus numerosísimos viajes (más de 480 a cada rincón de nuestro país y de Sudamérica), nos enseñó a descubrir un Chile hasta entonces muy poco explorado y lo hizo a través no sólo a través de sus numerosas producciones científicas, especialmente valoradas por la Academia internacional, sino también  mediante notables obras educativas, motivadoras de nuestra juventud,  como las reseñadas más arriba en esta crónica. 
Su nombre y su vasta obra perdurarán, sin duda,  en nuestro país, dejando a las generaciones venideras  una vara muy alta, difícil de superar. 

"Exegi monumentum aere perennius....(segmento de la oda del poeta latino Horacio). "He levantado un monumento más duradero que el bronce..." Frase elocuente que le calza muy bien a la monumental obra del entomólogo Luis Enrique Peña Guzmán. 

Dr. Horacio Larrain Barros (Ph.D.) 
Antropólogo  y ecólogo cultural, 21 de Enero 2021.
Las Canteras, El Portezuelo  (Comuna de Colina).