¿Habría aquí insectos de interés?.
Me interesaba especialmente constatar si en su follaje o en sus flores podía encontrar yo una poco conocida especie de coleóptero de gran interés científico: un pequeño bupréstido de apenas 0.6-0,7 cm de largo, (Atacamita chiliensis), de coloreados élitros en tonos grises y blancos, que visita la planta en flor entre los meses de octubre y diciembre. Este pequeño bosquete constituido por unas 80-100 plantas se hallaba a unos 800 m al Sur de la carretera. Justo allí, se veía una buena huella que enfilaba en esa dirección y la seguí. Andaba solo aquel día. Nada hallé de especial interés en las plantas de retamilla, salvo ciertas abejas silvestres del género Centris sp., que revoloteaban en torno a las escasas flores. Por lo cual vagué un rato, observando los alrededores, llamándome pronto la atención un conjunto irregular de cantos rodados grandes (bolones de aluvión), que aparecían agrupados en una pequeña eminencia del terreno y que, a todas luces, habían sido transportados al lugar y por tanto, representaban una muy probable presencia humana.
Ante un sitio arqueológico, en forma de un campamento de paso.
Al revisar el lugar, pronto me percaté de que se trataba de un pequeño sitio arqueológico, por la presencia de lascas procedentes de piedras volcánicas de colores claros (no sílex) y, sobre todo, de fragmentos de cerámica, de vasijas de buen porte, a juzgar por sus bocas. Obviamente, usadas éstas para el transporte de agua en el desierto. Poco después, noté la presencia en superficie de diminutos trozos de malaquita y turquesa. Resultaba claro entonces para mí que aquí había sido trabajado este mineral de cobre por el hombre. ¿Para qué?. La respuesta surgió pocos minutos después, al hallar diminutas cuentas de collar, perfectamente confeccionadas en este material.
El relato conservado en el Diario de Campo.
Las páginas de mi "Diario de Campo" de la época ( Diario H. Larrain Vol. 54: 53-60), que insertaremos en un próximo capítulo del Blog por razones de espacio, son la mejor prueba de lo que pensábamos sobre este pequeño y casual hallazgo en el momento preciso de su encuentro. Resulta interesante y hasta curioso, ver cuál fue nuestra primera reacción frente a este hallazgo, cuyos enigmas, con el correr del tiempo, iban aclarándose más y más.
Una segunda visita al lugar.
Una visita posterior al lugar, una semana más tarde, acompañado del joven estudiante Mario Aguilar Araya efectuada el día 21-12-1995, nos arrojó varias evidencias nuevas. Veníamos ahora provistos de un harnero fino, para cribar una superficie de 1m x 1m (= 1 m2), para así poder recoger las evidencias más pequeñas y sacar algunas conclusiones válidas. El relato nuestro conservado en nuestro Diario de Campo (Vol. 54: 70-76) consigna minuciosamente la descripción y los dibujos (con sus tamaños exactos) de los elementos hallados en la ocasión y que hoy son parte de nuestra Colección Arqueológica. Ésta, en los próximas semanas, debe partir al Museo Regional de Antofagasta donde quedará depositada en forma definitiva. En ambas ocasiones, no se invirtió un tiempo superior a 2-3 de horas de observación, rastreo y /o criba de materiales. No se excavó propiamente un pozo de sondeo, sino tan solo se efectuó una recolección de aquellos materiales culturales o naturales que aparecían en el harnero, hasta una profundidad de 7-8 cm., en una superficie de aproximadamente 1 m2. Así aparecieron las conchas, huesos, leña, carbón vegetal y cuentas de collar. El sitio ha permanecido afortunadamente intocado desde aquella fecha (1995).
Los elementos rescatados del sitio.
A continuación, mostramos, en imágenes, todos los elementos rescatados de este pequeño salvamento arqueológico.
Fig. 2. Este muestrario se hizo pensando en una posible exhibición de carácter transitorio. En pequeños compartimentos cortados en material de "plumavit" blando, hemos depositado los materiales culturales hallados; es decir, la representación concreta de la cultura humana allí representada así como también sus materiales de origen (turquesa, andesita o concha de molusco). Más abajo, especificamos estos materiales y nos referiremos a su funcionalidad.
Fig. 3. Este segundo muestrario, ostenta, en cambio, los elementos naturales y/o vegetales utilizados por el hombre como alimento, como combustible, o como materia prima para sus redes o cuentas de collar. Destaca la abundante presencia de semillas de algarrobo (Prosopis alba), maíz, conchas marinas y vértebras de peces. Es decir, hay pruebas evidentes de alimentación in situ, tanto de origen marino como terrestre (agrícola) de los valles vecinos (Tarapacá, Aroma, Quipisca)..
Fig. 4. Un típico peso de red (sinker, en idioma inglés), idéntico a los hallados por Junius B. Bird, el gran arqueólogo norteamericano, en el gran conchal de Quiani (costa de Arica) en el año 1943 (Vea su obra: "Excavations in Northern Chile", The American Museum of Natural History, New York, 1943: 139, Figura 18). Observe Ud. los trozos de lienza aún adheridos a la parte media del peso de red. Este ejemplar estaba roto en dos partes, de un perfecto calce, y que hemos pegado.
Fig. 4. Punta de proyectil. hecha muy finamente en basalto brillante, no representa, a lo que creemos una punta de arpón para la pesca (son éstas de un aspecto muy diferente), sino más bien una punta destinada a la caza animal (probablemente de guanacos o vicuñas). Es la única punta que fue hallada hasta ahora en superficie en este sitio arqueológico. Fue tal vez descartada aquí por haberse roto el pedúnculo mediante el cual se ataba fuertemente al astil. Extrañamente, no hemos encontrado allí a la vista esquirlas o lascas de material de basalto, cuya presencia nos indicaría con cierta certeza que el artefacto fue confeccionado allí mismo, esto es, in situ. Tampoco aparecieron en el harneo efectuado en una pequeña superficie. Casi con certeza, a lo que creemos, fue traída de fuera (¿desde el altiplano?).
Fig. 5. La existencia de numerosas semillas de algarrobo (Prosopis alba) nos comprueba su consumo habitual por parte del hombre durante su estancia en este campamento.
Fig.6. Carbón vegetal y señas de la presencia del maíz: coronta y chala (hojas). El pequeñísimo tamaño de la coronta o zuro del maíz, nos indica con certeza su origen indígena antiguo. El carbón, sugiere la presencia de fogones.
Fig. 8. Detalle de la punta de proyectil hecha en basalto. El finísimo lasqueado efectuado por ambas caras del artefacto, denota una gran maestría y dominio del material por parte del artesano.
Fig. 9. Los fragmentos de hueso, se hallan muy destrozados y no permiten una fácil identificación. Podría tratarse de huesos de guanaco muy desmenuzados y triturados, tal vez para extraer de ellos la totalidad de la médula adherida.
Fig. 10. Resulta de gran interés este trozo de cuerda adherida aún a la parte media de este peso de red. El sistema normal de amarre es por los extremos, donde presenta una muesca (bien visible) especialmente hecha para pasar y atar una cuerda fina. Esta amarra en la parte media del peso de red, nos sorprende.
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