Un día como hoy, hace exactamente 25 años, fallecía en su casa de "El Portezuelo", Las Canteras (Comuna de Colina), el entomólogo Luis E. Peña Guzmán, aquejado de un incurable cáncer. El incansable andariego, acustumbrado a acampar y recorrer los sitios más recónditos de Chile y Sudamérica en busca de la fauna o flora rara y escasa, yacía postrado, indefenso, en su lecho de enfermo, rodeado de sus familiares más íntimos y de sus fieles ayudantes de campo. El sabía que sus horas estaban contadas. Podemos bien imaginar cómo su mente vagaría, en esos momentos finales, recorriendo retrospectivamente su intensa y agitada vida escudriñando palmo a palmo todos los senderos y vericuetos de Sudamérica.
Fig. 1. El camper de Lucho acompañado de un vehículo del Programa "La Tierra en que vivimos", del cineasta chileno y gran amigo de Lucho, Sergio Nuño (foto de S. Nuño).
Su cuerpo, agotado con más de cuatrocientas expediciones a todos los rincones de Sudamérica, ya no fue capaz de resistir más. Cedió al cansancio, al agotamiento tras infinitos ajetreos y movimientos sin descanso en pos de las más raras especies de la fauna nativa. Nacido hace 99 años en Santiago de Chile un día 21 de Enero de 1921, la muerte lo sorprende a los 74 años en su casa-museo que le construyera su gran amigo el arquitecto Miguel Eyquem en una colina, al norte de Santiago, con una maravillosa vista al norte y al nororiente. Desde su escritorio, abarrotado de libros, fotografías y cajas de insectos, podía ver la cordillera nevada, y/o los potreros multicolores rodeados de amplias alamedas. Allí, en la soledad, desarrollaría una increíble actividad de investigación sólo interrumpida por sus continuos viajes, acompañando a los especialistas mundiales en flora y fauna que le buscan como experto guía y eximio conocedor de los más recónditos ecosistemas. Desde Visviri a la remota isla de Cabo de Hornos, desde el extremo norte del Ecuador y sur de Colombia hasta la isla grande de Tierra del Fuego, desde las nacientes del Amazonas, a las pampas argentinas colindantes con el Estrecho de Magallanes.
Luis Peña acompañará más de 350 expediciones guiando a científicos de las más grandes Universidades y Museos del mundo que buscaban enriquecer sus Colecciones para el estudio de la fauna y flora americana. Luis Peña pasa a ser, en opinión de los sabios que nos darían pronto su testimonio, el más grande conocedor de todos los ecosistemas de América del Sur. Comparado por algunos biólogos con Charles Darwin o con Claudio Gay por el número de especies que portan su nombre, Peña tiene a su haber el honor de ser el descubridor de centenares de especies nuevas, totalmente desconocidas para la ciencia , no sólo de insectos -su especialidad serán siempre los Coleópteros- sino también de anfibios, reptiles y aún de aves. Porque, al igual que al sabio naturalista chileno Juan Ignacio Molina, todas las "producciones de la Naturaleza" le resultan de un incontenible atractivo.
Fig. 2. En la selva del Ecuador, con un cacique de la tribu de los Shuaras, hacia el año 1950.
Su nutrida correspondencia con más de 300 especialistas de todo el mundo, llegará por varios decenios a abarrotar su casilla Nº 2974 de Correos de Santiago de Chile, en busca de apoyo, sugerencias o consultas de toda índole. Recibe cartas en inglés, francés o alemán -además del castellano- solicitando sus servicios como "guía científico" calificado para visitar las selvas del Perú, Ecuador, Perú, Bolivia o Brasil, o los páramos de Colombia, las pampas argentinas, las selvas del Paraguay, o las más remotas islas de la Patagonia chilena.
Viajero impenitente, Luis Peña o "Lucho", como cariñosamente todos le decíamos, gozaba preparando las más raras expediciones cuyo trayecto estudiaba, mapa en mano, por horas o días enteros. Su famoso Camper (de los que tuvo varios, por cierto), era su "oficina" en terreno, atiborrada de diminutos compartimentos y cajoncitos, y lo montaba sobre vehículos potentes capaces de enfrentar los caminos más escabrosos o accidentados de las montañas de Bolivia o el Perú.
Desde donde hoy escribo estas líneas, sumido en el silencio de mi container y a escasos metros de su antigua casa-museo, puedo contemplar aún hoy su último camper, reliquia inefable, testigo mudo de sus últimas andanzas y expediciones. ¡Oh!, si pudiera hoy hablar esta reliquia andante, ¡cuántas anécdotas podría relatarnos sobre los viajes y andanzas de "Lucho"!.
Después de las agotadoras horas de trabajo de colecta diurna, red en mano, Lucho y sus ayudantes (generalmente al menos de 2 ó 3), se sumían algunas horas en un silencio sobrecogedor, preparando los insectos o colectas del día, colocándolos sea en sobrecitos especiales, sea en frasquitos con alcohol, según fuera la forma que los científicos deseaban se preservara el fruto de la colecta del día. Esta última tarea podìa durar tres o más horas, y era prioridad realizarla; jamás se dejaba para el día siguiente. Así, el equipo cerraba el día antes de ir a acostarse. Puedo dar fé de esto por mi propia experiencia, vivida en mis viajes con "Lucho". Y al referirlo hoy, mi memoria olfativa extrañamente me conduce retrospectivamente a rememorar el penetrante olor a alcohol, o a paradicloro benceno, gases que invadían el estrecho recinto del camper y que nos obligaban a mantener las ventanillas siempre abiertas.
Lucho no solo era el sabio y experto guía, también era el cocinero de la expedición, tarea que jamàs confiaba a terceros. (Ver Fig. 3, abajo ).
Fig. 3. Experto cocinero, Lucho gustaba de preparar personalmente el alimento para el equipo expedicionario, tarea que según decía le ayudaba a descansar la mente.
Fig. 4. Lucho mostrando el fruto de su colecta entomológica a niños curiosos en el Ecuador. (Foto tomada por Gastón Acuña en su viaje con Lucho a las vertientes del río Napo, afluente del Amazonas).Fig. 5. Luis Peña descansando en una cabaña en Machala, costa del Ecuador. (foto tomada por Gastón Acuña, su compañero de viaje).
4 comentarios:
Hermoso recuerddo de Lucho, que nos junto a vivir en una colina, cerca de los canteros, hasta el dia de hoy.
Que lindo homenaje para Lucho !!, siempre permanecerá vivo en el recuerdo de todos los que lo conocimos y apreciamos!
Cristián Quinteros Raymondi dijo...
Don Horacio:
Merecido homenaje al Entomólogo y sabio educador de juventudes Don Luis E. Peña Guzmán.
No tuve el honor de conocerlo; pero a través de su testimonio puedo decir que
sé de él fehacientemente.
Por favor discúlpeme este atrevimiento. Soy inocente por desconocimiento de los protocolos del blog.
ARICA,29 de Septiembre de 2020, 10:55
Queridos amigos: leo, emocionado, lo que Uds expresan sobre la persona y obra de Luis Peña Guzmán, sabio entomólogo chileno. "Lucho" fue verdaderamente un sabio totalmente atípico. No recuerdo haber oido de un caso semejante: se labró su porvenir y su fama, sin contar con titulos universitarios o académicos. Ni siquiera terminó su educacion media, pues odiaba el colegio, con gran sentimiento de sus padres. Fue un auto-didacta en el sentido más pleno de la palabra. De los reconocidos científicos que solía guiar en sus expediciones a traves de América del Sur, aprendio no sólo a reconocer las especies, sino a estudiarlas. Se creó su propio laboratorio y lo vimos muchas veces, absorto ante el microscopio, observando, dibujando y describiendo los especímenes raros que el mismo descubría.
Al morir, llegaron a su casa multitud de testimonios de grandes biólogos, europeos o asiaticos, entre ellos entomólogos, zoólogos o botánicos, que no dudaron en catalogarlo como el mejor conocedor viviente de los ecosistemas de América del Sur, el nuevo Darwin de los tiempos modernos.
Pienso que su vida y obra debería ser conocida por nuestra juventud de hoy, tan necesitada de modelos y verdaderos "maestros". De raíces aristocráticas, sufre en carne propia la necesidad y la pobreza cuando en diciembre de 1940 su casa es consumida por un voraz incendio perdiendo allí su biblioteca y todas sus pertenencias y colecciones, ya por entonces valiosas y admiradas. Desde muy niño, no trepida en ir a conversar con los sabios de su época, saliendo en expedición con algunos de los científicos del Museo de Historia Natural como el Dr. Carlos Porter, Flaminio Ruiz, Emilio Ureta, Humberto Fuenzalida, o especialistas en botánica o zoología como Hugo Gunckel, Gualterio Looser, Teodoro Drahten, o Guillermo Kuschel o José Herrera. De todos ellos aprenderá vorazmente los nombres de las plantas, sus características y los nombres y filiación de los insectos que hospedan o alimentan.
Su "academia" de aprendizaje será, de este modo, la conversación abierta con los científicos, máxime en terreno, en expediciones que el mismo dirige.
Atentamente,
Dr. Horacio Larrain
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