Fig. 1. Portada del volumen de las Primeras Jornadas de Estudio de las Zonas Áridas, La Serena, 1970.
Primeras Jornadas de estudio de las Zonas Áridas en Chile.
En Abril del año 1970, se realizaron en la ciudad de La Serena (Chile) las "Primeras Jornadas Interdisciplinarias de Estudio de las Zonas Áridas del Norte de Chile", con asistencia de especialistas del país y del extranjero. Sus conclusiones fueron editadas en un volumen especial de PLANDES, Boletín Especial, Órgano Oficial de la Sociedad Chilena de Planificación y Desarrollo, Ediciones Forum Publicidad, Santiago de Chile, 218 págs. (Vea Fig. 1) Allí se reunieron 23 trabajos de investigadores chilenos y extranjeros, y se presentó una riquísima bibliografía sobre el tema con un total de 553 trabajos, relativos al desierto y zonas áridas de todo el mundo. Esta excelente bibliografía de consulta constituye también hoy un valor en si misma, pues recapitula todo lo publicado en el mundo sobre zonas áridas hasta el año 1970.
Una publicación de síntesis de los estudios de Antofagasta.
En este contexto y oportunidad, dos físicos de la Universidad del Norte de Antofagasta Señores Carlos Espinosa y H. Raúl Muñoz presentaron un trabajo de síntesis de sus investigaciones de casi 10 años (1961-1970) en la región de Antofagasta. El trabajo se tituló: "Rocío y nieblas: recursos hídricos no convencionales en las zonas áridas".
Nos ha parecido muy conveniente reproducir in extenso este trabajo en nuestro Blog, por ser muy poco conocido en nuestro medio, y por constituir, además, un excelente resumen de casi diez años de experiencias de captación en la zona de Antofagasta, hecho por sus propios autores. Inicialmente, según lo señalan, estudiaron también el fenómeno del rocío como fuente de agua dulce, pero habiendo comprobado que la neblina costera o camanchaca daba resultados muy superiores en términos de captación, se dedicaron, a partir de fines del año 1961, casi exclusivamente a ésta.
Las experiencias realizadas en los cerros costeros de Antofagasta se indican en detalle en el trabajo, al igual que sus resultados. Quien hoy (Mayo del 2015) escribe estas líneas (Horacio Larrain) tuvo el gran privilegio de conocer muy de cerca y visitar, desde su llegada como profesor a la Universidad del Norte en Junio del año 1963, estas experiencias que le marcarían para toda su vida, orientando sus propias investigaciones. Así, pues, tanto los lugares de experiencia como las personas involucradas, nos resultan muy familiares.
Se constituyó así, a partir de fines del año 1961, con escasos medios pero mucha dedicación y entusiasmo, un equipo de trabajo conformado por varias personas, casi todos físicos, matemáticos o profesores, el que por largos años llevó en Chile la batuta de los estudios de las nieblas costeras. Del grupo primigenio y fundador, ha ya fallecido la mayor parte de ellos. En la ciudad de Antofagasta solo vive hoy entre los fundadores, don Carlos Espinosa Arancibia (nacido en Taltal el 29/02/1924), quien por sus trabajos recibió un bien merecido reconocimiento por parte de la ciudad, al otorgársele la condecoración llamada el "Ancla de oro", presea que se entrega solo a los grandes promotores del desarrollo científico o cultural de la Región. En el año 2013, su Alma Mater, la Universidad del Norte, le otorgó el título de "Doctor Honoris causa", en atención a sus notables méritos. Se lo merecía de sobra.
Fig.3. Segunda página: camanchaca y rocío.
Fig. 4. Tercera página: posibilidades de captación y aprovechamiento del agua contenida en la niebla.
Fig. 5. Cuarta pagina: lugares de experiencias.
Fig.7. Última página el trabajo.
Comentarios eco-antropológicos.
1. El gran mérito de Carlos Espinosa, físico y profesor de física de la Universidad del Norte, fue haber aglutinado a su alrededor a un pequeño grupo de científicos, soñadores como él, en pos de un ideal común. Supo transmitir hábilmente a sus colegas, las experiencias que el mismo había experimentado en carne propia en la pampa salitrera (María Elena), bañada no pocas veces por la neblinas rasantes provenientes del océano. Así, este largo proceso de investigación, partió de experiencias concretas vividas en la pampa salitrera, no de un estudio erudito obtenido tan solo de las páginas de los libros.
2. El percibir en carne propia la imperiosa necesidad de agua en el desierto, problema crónico en Antofagasta, aguijoneó a don Carlos para buscar soluciones con los escasos medios disponibles.
3. El equipo formado por Espinosa en la Universidad del Norte produjo numerosos trabajos de investigación, que han sido el fundamento indiscutido de todos los estudios y trabajos posteriores. Todo lo que nosotros mismos, como equipo levar adelante una investigación científica, metódica y de la Universidad Católica (Instituto de Geografía) hicimos entre los años 1980 y 2013, se basó y partió de las experiencias exitosas y/o fallidas del grupo de Carlos Espinosa. La generosidad con que don Carlos nos entregó, a partir del año 1980 cuando nosotros recién nos iniciábamos en este tipo de estudios, sus conocimientos, su experiencia y su bibliografía, lo enaltece y engrandece. Fue la actitud de un auténtico sabio.
4. Es muy lamentable, sin embargo, que la generosa siembra hecha por don Carlos en Antofagasta no haya tenido hoy continuadores en su propio Departamento. Es hora, creemos, en que otras disciplinas, como la arquitectura, la ingeniería, la mecánica, la antropología, la química y la biología, y hasta la educación se aventuren por estos campos y se pongan de consuno al servicio de la entrega de agua de la mejor calidad tanto para la vida humana en caletas y ciudades, como para renovar los ecosistemas biológicos de desierto, trastornados por una creciente y pavorosa desertización. La camanchaca como recurso, todavía está esperando. Tarea sin duda del futuro cercano, pero que debe surgir como necesidad para enfrentar un porvenir tan incierto en materia de disponibilidad de agua de buena calidad.
5. Los estudios de camanchaca que hemos llevado a cabo por años en el CDA de la Universidad Católica, nos han enseñado que el agua está allí a la espera: solo hay que tener la audacia, la porfía y el heroísmo de ordeñarla y ponerla al servicio del bienestar humano. Esa es la tarea que nos espera en un futuro próximo cuando surjan nuevos soñadores, con más y mejores medios y metodologías de captación. Tenemos fe en que esto va a ocurrir algún día en nuestra costa, tal como ya ha ocurrido en la costa peruana, en las lomas de Atiquipa, donde podemos ver hoy erguirse enormes plantaciones de árboles, regados por la camanchaca, gracias a la convicción, el tesón y el ingenio de su gente.
6. Este estudio fue publicado hace ya 45 largos años en Abril del año 1970. ¡Quién lo creyera!. Muy poco se ha avanzado hasta hoy en este anhelo que los investigadores Espinosa y Muñoz expresaran con estas palabras: "no perdemos las esperanzas de encontrar alguna forma de financiamiento que permita llevar adelante una investigación metódica y sistemática en torno a la posibilidad de captación y aprovechamiento del agua de las nubes rasantes".
7. Nos duele releer hoy, tras casi medio siglo, estas palabras, máxime cuando el agua atmosférica, producto de las neblinas, constituye hoy, probadamente, un recurso inagotable, al alcance de la mano en nuestras costas, de excelente calidad y de muy bajo costo en comparación con otras fuentes disponibles (desalinización del agua de mar). Hoy podríamos repetir exactamente las mismísimas palabras de Espinosa y Muñoz, pero con un profundo dejo de amargura y frustración: ¡no lo hemos logrado aún!. ¡No hemos sabido convencer a la autoridad de invertir en esta fuente de agua limpia!. ¿Qué nos faltó?.
8. Grave es, a nuestro juicio, la responsabilidad de las Universidades donde se gestó esta epopeya increíble de captar el agua de niebla: la Universidad Católica del Norte (Antofagasta) y la Universidad Católica en su Instituto de Geografía. (Santiago). Tal vez aún sea tiempo..., porque si no lo hacen ellas, pronto, muy pronto, tal vez, se nos adelantarán las empresas, ávidas de negocio, y dejarán a las caletas y puertos sin el agua que les pueden brindar sus cerros cubiertos de camanchaca y que geoecológicamente les pertenecen por ser parte de su territorio de subsistencia: los oasis de niebla aledaños a sus viviendas.
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