Introducción.
En el capítulo anterior de este blog, he traído a colación mis conversaciones con uno de nuestro operarios en las faenas de plantación de árboles y colecta de agua de niebla en los altos de "El Tofo", don Clemente Mendieta, sobre el empleo de las plantas nativas de la zona. Pues bien, revisando otro de mis Diarios de Campo (Volumen 24), hallo nuevas referencias de interés sobre este mismo tema. De suerte que ambos capítulos, el anterior (editado el 30-10-2020) y éste, constituyen una unidad temática evidente. Como el anterior ya salió bastante largo, agrego éste como un capítulo complementario, pero diferente.
En mis recorridos a pie con don Clemente por la zonas próximas al Tofo, en busca de evidencias arqueológicas y aguadas costaneras, observamos la presencia de diversas plantas autóctonas. Mi interés por saber más acerca del uso que los pobladores de la zona hacían de las mismas, motivó estas amenas conversaciones que hoy, después de 36 años, reproducimos con especial cariño y afecto hacia este sencillo cabrero, hombre iletrado y humilde, que nos brindaba su sabiduría sin aspavientos ni recelos de ninguna clase. Por eso le hemos rendido un sentido homenaje en nuestro capitulo anterior.
El antropólogo social y el etnógrafo saben bien la importancia fundamental que tiene, en los estudios antropológicos de campo, el recurso a los informantes. Si bien el principal objetivo del etnógrafo debería ser primariamente "la observación participante", es decir, el observar personalmente y retener lo que la gente hace o emplea en una determinada faena, fiesta o tarea, a menudo esto debe complementarse con una suerte de entrevista in situ, es decir en el lugar mismo de la actividad cuando esta actividad, fiesta o faena no se realiza en ese instante, sino solo se rememora o se recuerda. En el caso nuestro, los recorridos a pie hechos con don Clemente por la zona próxima a su cabrería, me permitían ir haciendo preguntas muy concretas sobre las plantas existentes y su reconocida utilidad. La grabadora que siempre llevaba conmigo en estas excursiones, se encargaba de preservar todos los detalles que la simple memoria jamás hubiese podido retener con fidelidad.
No cualquier habitante es informante habilitado.
Lo importante es saber elegir al informante correcto en cada caso. Y no es nada fácil atinar en ello. No cualquier habitante es un informante idóneo. Tampoco, ncesariamente, las personas de más edad. Porque el atributo principal del buen informante es su propia experiencia regional y local. No basta que la persona viva desde hace mucho tiempo en la zona; debe, además, estar muy familiarizada con su entorno geográfico. Ahora bien, los cabreros, a diferencia de los agricultores, por las características mismas de la actividad que realizan, son gente que no sólo conoce el terreno palmo a palmo, siguiendo a diario a sus cabras o asnos, sino todos los lugares de presencia de agua (aguadas o vertientes), las zonas donde se dan (o no se dan) ciertos pastos suculentos o preferidos de sus animales, o los lugares predilectos de sombra para el descanso de hombres y animales. En realidad, muy pocas personas en el medio rural pueden llegar a conocer palmo a palmo su ambiente como ellos, a causa de su increible capacidad de observación, que queda demostrada, precisamente, en las precisas observaciones, aquí transcritas.
No es un requisito sine qua non ser necesariamente oriundo de la zona. Don Clemente llegó desde algún otro lugar del Norte Chico a esta zona, pero llevaba ya 22 años de experiencia en la cabrería local y visitaba periódicamente a sus amigos, los cabreros vecinos, con los que se llevaba muy bien. Ante cualquier necesidad, se ayudaban mutuamente, como lo pudimos comprobar.
Copio ad litteram mis apuntes en mi Diario de Campo Nº 24, págs. 66-67 y 83):
Fig. 3. Conversación con don Clemente Mendieta, parte 1. (1984: pág.66), (10-03-1984).Fig. 4. Segunda parte de la conversación (10-03-1984, pág. 67).
Fig. 5. Tercera parte y última de la conversación en terreno (10-02-1984, Diario Nº XX: pág. 83).
Comentario eco-antropológico.
1. No deja de ser bastante sorprendente que existiera (y aún persista hoy) en la zona la costumbre de obtener carbón mediante la quema en hornos, de los pocos arbustos leñosos que se dan en el área. La gente del pueblo necesitaba y aún necesita disponer de carbón de leña para el brasero en sus casas, especialmente para defenderse del frío en los inviernos.
2. En otro capítulo de este blog, hemos presentado antecedentes sobre la confección de carbón de leña en la zona central de Chile (Ver capítulo nuestro editado el 29-06-2020). En aquella zona del país, se justificaría, en todo caso, la elaboración de hornos de carbón, pues abundan numerosas especies vegetales leñosas (árboles y arbustos) que pueden producirlo y de hecho lo producen. No es éste el caso del Norte Chico, cuya flora es preferentemente de talla muy pequeña y, además, ha sido depredada desde tiempos antiguos, como lo ha comprobado el minucioso estudio del geógrafo Conrad J. Bahre (1979: 29,31 y passim; ver bibliografía infra).
3. A causa de la escasa precipitación pluvial anual, cuya media en esta zona no supera los 80-90 mm en la última década, la cubierta vegetacional arbustiva ha ido menguando tanto por razones de tipo meteorológico (sequías prolongadas) como por efecto antrópico directo (i.e , por la actividad humana, especialmente por la crianza desmedida de cabras y burros), agudizándose en gran medida la llamada "desertificación". Este proceso agro-meteorológico, de larga data, se ha ido acelerando drásticamente en las últimas décadas y, al parecer, ha llegado "para quedarse". Sus efectos en el estado presente de la vegetación, son evidentes y lamentables. Su destino final, a no mediar drásticas medidas de mitigación y/o conservación, es el temido arribo del "desierto absoluto". Los geógrafos nos vienen advirtiendo acerca de este proceso deletéreo ad portas, desde hace ya por lo menos 50 años. Pero se les ha hecho muy poco caso. O ninguno. La actividad de la cabrería no ha cesado, a pesar del evidente daño inferido al ecosistema. Ni siquiera se salvan de sus voraces fauces las cactáceas, a pesar de la protección de sus poderosas espinas.
4. La algarrobilla (Balsamocarpon brevifolium Clos-Barrick) es una especie arbustiva endémica de Chile considerada hoy como especie muy "vulnerable". Solo existió (y aún subsiste) en las provincias de Atacama y Coquimbo, en Chile. Puede llegar a medir hasta un máximo de 3m de alto. Sus frutos de cubierta roja y provistos de semillas aplanadas en su interior, son muy ricas en tanino y por ello la planta fue antiguamente muy buscada por las curtiembres. Sus semillas son comidas por la chinchilla (Chinchilla lanigera) y el loro tricahue (Cianoliseus patagonus broxami), especies ambas que presentan graves problemas de conservación en la actualidad. Esta planta es hoy sumamente escasa en su medio natural original y está protegida. El botánico Karl Friedrich Reiche (1860-1929), en su obra del año 1901 se extiende sobre esta industria de obtención del tanino de la algarrobilla, por entonces en pleno auge en nuestro país (Ver bibliografía, infra).
5. Don Clemente nos relata -a propósito de mi pregunta sobre la elaboración de carbón de leña- que también existen plantas de pequeña talla del litre (Lithraea caustica) en algunos escasos rincones poco accesibles de la zona. Es éste -por lo demás- el límite máximo septentrional que alcanza esta especie, de amplia difusión en el bosque esclerófilo de la zona central de Chile, donde se asocia comúnmente al quillay (Quillaja saponaria) y al espino (Acacia caven).
6. Por fin, nuestro informante hace alusión a la extracción de las gruesos rizomas del "palo gordo" (Carica chilensis), para alimentar a sus animales en tiempos de sequías, al igual que el uso del cactus llamado "sandillón" (Eryosice aurata ex Neoporteria), hermosa cactácea esférica que adquiere gran tamaño; especie muy cotizada por los cultivadores de cactáceas. Sobre este mismo tema, nos había ya informado nuestro amigo el botánico Sebastian Teillier, en el capítulo precedente de este Blog.
7. En conversación sostenida con la botánica Mélica Muñoz, del Museo Nacional de Historia Natural el 17-03-1984, ella tuvo la amabilidad de identificar, en base a ejemplares colectados in situ, las referencias dadas por don Clemente (tercera parte de su entrevista, arriba, en nuestra Fig. 4), en los siguientes términos transcritos de mi Diario de Campo:
"Mélica Muñoz (Museo Historia Natural) me ayuda a identificar a la "tutema" (o "atutemo") como Llagunoa glandulosa, y a la "melosa" indicada por Clemente Mendieta, (informante de El Tofo, 53 años), como "cola de ratón" o Pleocarpus revolutus. Esta [última especie] estaba copiosamente en flor en mis días de visita: 9/12-03-1984". (Diario de Campo H. Larrain, Nº 24 (1983-84), pág. 85).
Bibliografía citada en el texto.
Bahre, Conrad J., 1979 . Destruction of the Natural Vegetation of North-Central Chile, University of California Publications, Geography, Vol 23, University of California Press, Berkeley, Los Angeles, London, 117 p.
Reiche, Karl Friedrich, 1901, Los productos indígenas vegetales de Chile, Santiago de Chile, (cit. in Bahre, Conrad J, 1979, ver bibliografía).
Reiche, Karl Friedrich, 2014, Geografía Botánica de Chile, Cámara Chilena de la Construcción, Santiago de Chile, Eds. Andrés Moreira-Muñoz y Mélica Muñoz-Schick, traducción de don Gualterio Looser, (reedición de la obra original publicada en el año 1907 en idioma alemán).
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