En dos capítulos anteriores, nos hemos referido in extenso, a un descubrimiento arqueológico nuestro, de tipo enteramente casual, hecho junto al estero "Las Ñipas", ( Comuna de Graneros, VI Región de Chile), de un campamento de cazadores-recolectores fechado por el C14 en unos 2.500 B.P (antes del presente). Hemos mostrado allí, en detalle, fotografías del proceso de excavación, y, también, del protocolo de la excavación entregado al Consejo de Monumentos Nacionales en su época. A través de estos documentos, queda claro qué se descubrió allí y qué características culturales poseía el grupo humano que habría sido el ocupante ocasional del lugar. El lugar del hallazgo corresponde al matorral de secano de la zona central de Chile, y desde el punto de vista botánico, al bosque esclerófilo chileno, formado por boldos, peumos, litres y quillayes, árboles autóctonos muy comunes que pueblan las quebradas y laderas bajas de las primeras estribaciones de la Cordillera de los Andes. Las coordenadas UTM del yacimiento son: 357714 E y 6232620 S.
¿A través de qué signos llegamos a dar con este asentamiento humano?.
Un antecedente fundamental.
En este sencillo croquis, se puede ver la posición relativa de las casas de Pedro Gómez, nuestro cuidador, (Número 1) y de mi padre ( Número 2), el sitio ocupado por los corrales y la cabrería (Número 3) y el sitio exacto donde fueron hallados los primeros artefactos arqueológicos, muy pequeños: dos puntas de proyectil y un raspador. En el sector denominado aquí "plano inclinado" se halla la terraza fluvial bien provista de árboles del tipo esclerófilo, donde posteriormente pudimos ubicar con exactitud el lugar de mayor concentración de artefactos y el campamento antiguo.
La vegetación natural del sector precordillerano de Chile central.
Anotaciones en mis Diarios de Campo.
Referencias en mis Diarios de Campo de la época 8Vols. XII y XIII).
La primera mención a este tema, que encuentro ojeando mis viejos Diarios de Campo, trae la fecha
19/09/1979.
Dice así: "hallazgo en La Leonera, de 2 puntas de flechas de cuarzo, muy pequeñas, y un raspador. Ubicación (sigue croquis del hallazgo que ocupa casi toda la página. Se reproduce aquí en la Fig. 1 de este capítulo, arriba)." Después del croquis, sigue la siguiente reflexión mía, que copio ad litteram:
"(....) son indicio cierto de presencia de cazadores de la zona. Las flechas son muy pequeñas y fueron utilizadas para aves. Hay [en la zona] muchas tórtolas, perdices, y codornices, turcas, tencas, etc. Pueden ser también agricultores del valle que complementaban su dieta con caza de aves. La presencia de la Quebrada Las Ñipas y su vertiente y del río Codegua, favorecen la presencia de aves en el lugar.
Sospecho que junto a la vertiente "Las Ñipas" debe existir algún posible asentamiento humano o, al menos, signos de campamento. El área jamás ha sido trabajada, sino es en la corta de árboles para obtención de carbón, de lo que hay trazas de unos 5 [hornos] en el área inmediata"-(Diario de Campo Horacio Larrain, tomo XII: 80-81; énfasis nuestro).
Certeros atisbos iniciales.
Tal fue mi primera reacción ante este pequeño hallazgo. Como se puede ver, el atisbo inicial resultó ser de verdad, profético. El único error en nuestra primera percepción fue que no se halló, terminada ya la excavación, evidencia alguna de actividad agrícola; todo apuntaba a la caza-recolección como actividad económica primaria de los antiguos pobladores. Si hubiesen sido agricultores, habrían traído consigo su cerámica; lo que aquí no ocurrió.
Segunda referencia en mis Diarios de Campo.
La segunda referencia, muchísimo más extensa, la encuentro en mi Diario de Campo del día 26 de Febrero de 1980, seis meses después (Vol. XIII: 213-142). Tras los primeros descubrimientos de septiembre del año 1979 que me dieron la primera valiosa pista, en una nueva permanencia en Las Ñipas con mi familia, se sucedieron, uno tras otro, numerosos descubrimientos de lascas o esquirlas (fruto del retoque en la fabricación de artefactos líticos) y de instrumentos varios, muy típicos del cazador-recolector. Fue tal mi entusiasmo por el hallazgo, que me propuse buscar el yacimiento principal, esto es, el campamento mismo de los antiguos moradores. De seguro no estaría muy lejos. Hasta dos veces al día recorrimos incansablemente los alrededores, haciendo numerosos hallazgos Mis dos hijos me acompañaban siempre, en forma entusiasta, colaborando activamente en los hallazgos. Para ellos, era algo nuevo, casi increíble: ser testigos de la presencia, ante sus ojos, de más de 2.500 años de historia!. Al hallar nuevas lascas de obsidiana, estampé en mi Diario el siguiente comentario que habla por sí solo:
"Empezó entonces una búsqueda afanosa con Carlitos, hallando en una hora y media de búsqueda, unos 50 fragmentos de obsidiana, algunos grandes de hasta 4.5 cm de longitud; unos 60 fragmentos de sílex rojo granate, ...; muy pocos de sílex blanco, o casi transparente y muy pocos veteados de tonos rojo y blando. No puedo dudar ya de que dí con un lugar de campamento de indígenas cazadores de pajarillos (por lo pequeño de las puntas [líticas] en general), con fácil acceso al río y con agua de la quebrada "Las Ñipas"..." (Diario H. Larrain, Vol. XIII: 215; énfasis nuestro).
Búsqueda ansiosa de evidencias arqueológicas.
A partir de ese momento, dejé casi de lado la búsqueda de insectos, y todo mi interés se concentró en hallar más evidencias y en circunscribir la zona de los hallazgos arqueológicos, en procura de atinar con el centro del campamento antiguo. Al entomólogo aficionado de los primeros días, sucedió rápidamente el arqueólogo de campo, formado en México.
Al cabo de esos pocos días de frenética búsqueda de evidencias, entre los tres, se pudo obtener un total de 530 lascas, entre obsidiana, sílex blanco y jaspe ( rojo-marrón) y un total de 21 instrumentos o trozos de éstos), entre ellos: puntas de proyectil, raspadores, percutores, bifaces y raederas. (Diario H. Larrain, Vol. XIII: 232). Más abajo, se muestra el dibujo hecho entonces en el Diario de Campo, de las piezas halladas en esta temporada de trabajo.
Recuerdo que buscamos evidencias dejadas por los antiguos cazadores hasta el último momento, antes de partir a Santiago el día 1 de Marzo de 1980, fecha del término de nuestras vacaciones. Nos fuimos felices, seguros de haber hallado la zona de campamento antiguo, atestiguada por el área de máxima concentración de lascas y artefactos (enteros o rotos).
Nuestra propia síntesis en ese momento ( 29/02/1980).
Nada mejor que copiar de nuestro propio Diario de Campo (Vol. XIII: 233-235) las reflexiones que dejé estampadas sobre este descubrimiento
"La impresión del conjunto es que:
a) el sitio fue ocupado solo esporádicamente,
b) por un grupo [humano] muy pequeño (horda), o una sola familia de cazadores,
c) que no conocieron - o emplearon- la cerámica;
d) que no hay trazas de sitios habitacionales aquí, pues las rocas son muy pequeñas y no ofrecen abrigo alguno adecuado;
e) que se dedicaron a fabricar sus instrumentos talleres in situ);
f) que la materia prima pudo provenir del lecho del río Codegua, con excepción de la obsidiana:
g) que los abrigos rocosos de las cercanías podrían dar la clave para buscar los sitios habitacionales;
h) que el instrumental [hallado] revela caza menor, trabajo en cueros y huesos, para extraer la carne y el cuero, cazando en consecuencia roedores, conejos, aves de quebrada ( tórtolas, torcazas, diucas, codornices, perdices y [aves] de río;
i) que la ocupación del yacimiento es probablemente de verano, para aprovechar los frutos del quilo, boldo, peumo, maqui y quiscos (su fruto llamado "copao"), y para la caza de aves y pequeños animales;
j) que la capa ocupacional siendo tan tenue, no revela ocupación periódica por el mismo grupo, sino más bien casual; es por antonomasia un sitio que podríamos definir como campamento esporádico y taller lítico;
El área arqueológica según croquis de la época.
Los instrumentos mostrados aquí, han sido tomados directamente de los originales de nuestro Diario de Campo (Vol. XIII: 228-231), y son parte de un total de 23 instrumentos y trozos de instrumentos, hallados en el asentamiento de los antiguos cazadores de la quebrada de Las Ñipas, junto al río Codegua. Todos, fueron hallados en superficie, en numerosos recorridos nuestros Salvo el raspador en piedra andesita (Fig. 3), todos los demás son muy pequeños, tal como se puede comprobar por la escala gráfica que se acompaña.
Fig. 4. Dos pequeñas puntas de proyectil en sílex: arriba, en color blanco; abajo, color marrón.
Fig. 5. Otros artefactos líticos; pequeños raspadores y raederas y fragmentos de puntas de proyectil. Las tres representadas abajo, son en obsidiana volcánica, color negro brillante.
4 comentarios:
Nos escribe el arqueólogo Ruben Stehberg Landsberger del Museo Nacional de Historia Natural al recibir noticia de estos capítulos del Blog:
"Grande Horacio!!! Muchísimas gracias por estos valiosos informes, en una zona de Chile poco estudiada.
Saludos,
Rubén
Estimado amigo: Agradezco tu valioso comentario. He creído necesario que esa experiencia del hallazgo de un campamento de cazadores-recolectores en la quebrada de Las Ñipas, La Leonera, entre 1979 y 1983, no se pierda para la ciencia. Una dolorosa situación familiar me impidió, en esos momentos, publicar este descubrimiento en alguna revista especializada del área de Arqueología. No se dieron entonces las condiciones y poco después, partí al Norte del país en forma definitiva (1984). Siempre pensé, sin embargo, que no podía dejar ese descubrimiento "en el canasto de la basura", razón por la cual hoy gustosamente lo doy a conocer. Mi ética profesional me lo exigía. Creo haber cumplido ,con mi deber como investigador. Ojalá estos informes sean de utilidad para otros investigadores de la zona de Rancagua-Graneros.
Horacio Larrain
Me escribe mi querida hermana Carolina, testigo de La Leonera y la casita del papá en Las Ñipas:
Horacio:
¡Qué interesante! He leído todo lo que has escrito (hasta ayer!) sobre el encuentro de antiguos rastros de habitantes en La Leonera y alrededores. He visto tus mapas y me ha emocionado ver numerados para su ubicación la casa (del "paraderito", como le llamaba el papá), la casa de Pedro y la cabrería. A mí me encantaba esa casa, tan sencilla, pero -al mismo tiempo- tan llena de encanto por el paisaje agreste que la rodeaba. El bosque y el río, junto a las quebradas y el cerro, parecía una casita encantada "in the middle of nowhere", como dirían los gringos. Mi hijo Patricio fue una vez con varios compañeros del colegio en un fin de semana largo. El papá, tan generoso como siempre, se la prestó, para gran espanto de la mamá. Puros cabros chicos, decía ella, van a arruinar la casa! Pero, total, tú conocías al papá, él terminaba haciendo lo que quería y a la mamá, en el fondo, no le importaba nada esa casa en el medio del cerro. Nunca quería ir, salvo en una oportunidad cuando le celebraron los 60? años de matrimonio, con una misa en la casa de piedra de los Jesuitas celebraba por Poncho Vergara, y un almuerzo campestre en el paraderito, a cargo de Pedro Gómez y Sra.. A la mamá no le quedó otra que ir, a pesar de toda la resistencia que opuso al proyecto.
Un gran abrazo y felicitaciones,
Tengo que irme. Después te hago más comentario.
Tu hermana
Nina
Muy querida Nina.
Mucho te agradezco tu emotivo comentario a estos recuerdos de La Leonera. Fueron para nosotros, lo mismo que para tí y los tuyos, vivencias maravillosas: el contacto con la naturaleza virgen, el río y sus cascadas, los "Corrales de Piedra", El potrero del "Peumal", "Las Marcas", "La Melchora", y los paseos a caballo... En fin, cuántos recuerdos de nuestros padres en tiempos idos, que han dejado una huella maravillosa en nuestro carácter y modo de ser. De eso estoy seguro.
Un abrazo apretado, tu hermano,
Horacio
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