miércoles, 21 de septiembre de 2016

Empleo de plantas nativas por los indígenas atacameños: valioso aporte del naturalista Rodulfo Amando Philippi en 1860.

Ilustramos aquí este capítulo con algunas imágenes de la flora  referida en él por el viajero alemán Rodulfo Amando  Philippi en su obra: Viage al Desierto de Atacama (Halle, Sajonia, 1860).



Fig. 1.   Ejemplar en flor de Tetragonia  sp. fotografíado en el oasis de niebla de Alto Patache, en el mes de octubre 2015 (Foto H. Larrain).  Según Philippi, sus hojas  carnosas habrían sido, igualmente, consumidas por los habitantes de la zona.

Fig. 2.  El suelo arenoso en los faldeos bajos de la zona de Palo Buque (junto a Los Verdes, sur de Iquique),  cubierto de ejemplares  de Nolana  jaffueli  y de  Fortunatia biflora con ocasión  de las fuertes lluvias del  día 8 del mes de agosto del año 2015. Visitamos dicha zona en octubre del mismo año.  A esta misma área, precisamente, se refiere el artículo del arqueólogo Julio Sanhueza, citado más abajo (altitud:  150 m. snm). Sospechamos que la especie nombrada por el sabio Philippi como Cumingia campanulata pudiera corresponder hoy  a esta especie: Fortunatia biflora.

  Fig. 3.  Ejemplar de la  Liliácea Fortunatia biflora, entre   plantas de Nolana jaffueli en el mismo lugar.  Los pequeños bulbos de esta especie  se hallan  tan solo a unos  12-18 cm de profundidad (no más), según pudimos verificarlo en el terreno y son comestibles.   (Foto H. Larrain, octubre 2015).

Referencias etnográficas.

En nuestro afán por  descubrir  aportes eco-antropológicos en antiguas descripciones de viajeros en el territorio patrio, hemos tropezado con algunos textos del naturalista alemán Rodulfo Amando Philippi, avecindado ya en Chile, que nos  permiten ilustrar  mejor el modo de vida y cultura de los lickan antai o atacameños. Aquí y allá, dispersos en una maraña intrincada de explicaciones descriptivas de especímenes de la flora nativa, Philippi, nos entrega retazos de información etnográfica, al parecer muy poco conocidos. Éstos los hemos espigado pacientemente en el capítulo denominado "Florula atacamensis" en el que se enumera, una por una,  las especies de plantas que el viajero observó durante el transcurso de su homérico viaje por el desierto de Atacama. Al estar este capítulo redactado en latín, idioma hoy prácticamente desconocido entre los científicos de nuestro país, esta información ha quedado fatalmente en la penumbra, por no decir en total desconocimiento de nuestros investigadores antropólogos. Por tal razón, nos ha parecido oportuno darlo a conocer a nuestros público culto pues nos da nuevas luces acerca del uso que los naturales de Atacama hacían, a mediados del siglo XIX, de su flora autóctona.

Donde encontrar esta información.

La información la hemos recabado de la conocida obra del naturalista Philippi: Viage al desierto de Atacama, publicada en Halle, Sajonia, en el año 1860. ( Edición original, Librería de Eduardo Anton, Halle  (Sajonia),  1860 :180 y passim); reedición en Santiago de Chile, Eds. Augusto Bruna y Andrea Larroucau, 2004:  231 y passim).

Empleo de la flora nativa.

El hecho no nos ha de sorprender, pues todos los pueblos de la tierra, en tiempos antiguos, se han servido abundantemente de su flora nativa tanto para su alimentación como para su cobijo, aseo, medicina o para alimento de sus animales. Lo interesante del caso presente es que el descriptor Philippi  se dio el trabajo de preguntar a sus entrevistados  y/o a sus baquianos sobre el uso particular de cada especie. Lo cual revela ciertamente una constante preocupación etnográfica y antropológica bastante poco común. Ya hemos señalado en un capítulo anterior de este mismo blog,  la preocupación de Philippi por las lingüística atacameña, y el  valioso rescate que hace de expresiones y  términos en esa lengua que aprende de sus guías atacameños y de algunos pobladores ancianos que casualmente topa en su trayecto. 

Análisis eco-antropológico de un valioso texto.

Mostraremos primero el texto latino de la edición de  1860,  nuestra traducción  y agregaremos notas de nuestra cosecha para mejor ilustrar al lector acerca de  la importancia de la referencia.

El texto latino principal respecta a la utilidad de la flora nativa para el  hombre.

"Nullam plantam vidi, qua homo vesci possit, si bulbos papita del campo dictos Cumingiae campanulatae excipis, nam fructus Ephedrae istius supra dictae et Lycii humilis, Jume ab incolis vocati,  etsi edules, parvi momenti sunt. Sed fortasse  tetragoniae annuae partis litoralis, uti spinaciae coctae aequeo modo ac tetragonia expansa comedi possunt. Medullam quoque caulis Pitcairniae cujusdam, Chagual dictae,  incolae comedunt, quam ob rem nullam locis accesibilibus florentem vidi. Etiam a mulis animalibus qui alimentum rudissimum haud spernunt, pabulum parcissimum in deserto; gramina, ubi sunt, praeferunt sed libenter fame coacti etiam juncos, cyperos, scirpos comedunt, necnon atriplices et ephedram. In annis siccioribus ob deficientem vegetationen vita caprarun et asinorum, de quibus existentia incolarum litoralium pendet,  periclitatur;  tunc hominibus, admotis ad cactos et pitcairnias ramulis foliisque siccis ignem accendere necesse est, quo facto spinae harum plantarum comburuntur, ita ut caprae asinique eas depascere possint.". (Philippi, op. cit., 1860: 180).

Notas  adicionales nuestras.

Dada la extrema parsimonia del latín, en la descripción hecha por Philippi, nos ha parece necesario agregar notas nuestras al pie, para explicitar  su pensamiento y ampliar nuestros conocimientos,sobre el tema.

Nuestra traducción del latín.

No vi (1) planta alguna de la que el hombre pueda alimentarse, a excepción de los bulbos ya indicados de la papita del campo, Cumingia campanulata (2), pues  el fruto de  la Ephedra ya dicha (3) y del Lycium humilis (4), denominado Jume (5) por los habitantes, aún cuando son  comestibles, son de poca importancia (6).  Pero tal vez las plantas anuales de tetragonia, cocidas al modo de las espinacas, del mismo modo que la tetragonia expansa de la porción costera, puedan servir de alimento (7). Igualmente, los habitantes comen la médula de los tallos de cierta Pitcairnia, conocida como Chagual (8), razón por la cual no vi ningún ejemplar en flor en los lugares accesibles. Hay escasísimo forraje en el desierto incluso para  animales que, como las mulas,  no desdeñan el alimento más rudo; donde encuentran gramíneas, las prefieren (9), pero  cuando están apretados por el hambre, con gusto comen variedades de  juncos (10), totoras (11), y aún ephedras (12) y atriplex (13).  En los años más secos, por causa de la falta de vegetación, peligra la vida de las cabras y burros de los que depende la existencia de los habitantes del litoral (14); en tales casos, se ven obligados a acercar al fuego las ramas y hojas de cactus y pitcairnias secas, con lo cual  se queman las espinas de estas plantas, de tal modo que las puedan  así comer las cabras y burros (15)". (Philippi, op. cit., 1860: 180).

Nuestras notas.

(1)  Las finas observaciones hechas por Philippi incluyen un extenso tramo de la costa desértica entre Taltal y caleta El Cobre, además del extenso y agotador recorrido por el interior de  la región,  rumbo a San Pedro de Atacama. Philippi fue siempre acompañado del baquiano y buen conocedor de la zona el minero Diego de Almeyda y por arrieros atacameños, de quienes, sin duda, recabó buena parte de  la valiosa información ecológica que aquí presentamos al lector, máxime de la flora presente en la franja costera.

(2)  Cuando Philippi describe minuciosamente esta especie en el capítulo noveno de su obra  titulado  "Flora Deserti", anota textualmente: "frequens  prope Paposo occurrit; incolis papita del campo dicta et  inter esculentas habitus.  Ipse bulbos edi et  recentes bonos inveni in posterum diem servati aliquantulum adstringentes et amaruli fiunt..." (edición 1860: 226). Traducido al  español: "se presenta con frecuencia cerca  de Paposo;  es denominada como papita del campo por los residentes y es considerada como comestible. Yo mismo comí estos bulbos y los hallé buenos  estando frescos, pues guardados para el día siguiente  se vuelven algo astringentes y amargos".

¿Qué especies anota Philippi?.

Philippi, por lo visto, quiso comprobar personalmente lo que sus informantes le señalaron sobre la palatabilidad  de esta especie. Nos queda ahora por averiguar de qué especie botánica se trataba realmente. Seguramente,  de una liliácea o tecofilácea, sin duda, pero, ¿cuál?. La denominación científica  Cumingia campanulata no aparece hoy en la gran obra del botánico chileno Carlos Muñoz Pizarro: Sinopsis de la flora Chilena (Santiago, Ediciones de la Universidad de Chile, 1966). Tampoco bajo la denominación "papita del campo", en la obra reciente Ciencia Indígena de los Andes del Norte de Chile, de Carolina Villagrán y Victoria Castro, (Editorial Universitaria, S.A., 2004). Tal vez aquel nombre de Cumingia campanulata, dado por Philippi pasó ya a la sinonimia botánica y hoy se la reconozca con otro nombre, diferente. Esto es casi seguro. Sospechamos fundadamente, en consecuencia, que se trataría de alguna especie de los géneros Fortunatia,  Leucocoryne o aún Zephyra que prosperan en nuestra costa desértica y hemos visto crecer en Paposo como también en varios oasis de niebla al sur de Iquique (Chipana, Punta de Lobos, Alto Patache y Punta Gruesa).

Nuestra propia experiencia.  

En Alto Patache, a los 770 m.s.n.m., hemos colectado hace ya algunos unos años  (entre 1997 y 2002), bulbos de Leucocoryne ixioides y de  Fortunatia biflora y los hemos preparado crudos, como ensalada, con algo de aceite y sal. Tienen buen sabor. Bulbos secos de Liliáceas y Tecophilaceas han sido hallados, además, en tumbas antiguas en el sector de Caleta Cáñamo y Patillos, a muy corta distancia del oasis de Alto Patache, confirmando así su uso en la alimentación humana por los antiguos pescadores del sector. De hecho, el arqueólogo Julio  Sanhueza  en un estudio relativo a las poblaciones costeras prehispánicas de la costa de Iquique señala  textualmente: "en los basurales y las tumbas  los registros de densos bolsones del bulbo clasificado como Zephyra elegans D. Don nos siguen planteando la hipótesis que pudo ser un recurrente alimenticio complementario que crece en faldeos de la Cordillera de la Costa"  (en "Poblaciones tardías en playa "Los Verdes" costa  sur de Iquique, I° Región de Chile",  (en Revista Chungará,  N° 14,   1985: 45-60; subrayado nuestro). La expresión "densos bolsones..." apunta, indudablemente al enorme empleo de esta especie por parte de los antiguos pescadores.

Nuestra experiencia en el terreno.

 En un capítulo reciente de nuestro blog:  http://eco-antropologia.blogspot.com hemos señalado, con despliegue de imágenes alusivas,  la presencia de una nutrida vegetación temporal que apareció exactamente en esta misma zona descrita por Sanhueza, debido a las fuertes lluvias del 8 de agosto del año 2015. Entre esta flora autóctona, aparecieron numerosos ejemplares de la liliácea Fortunatia biflora en los faldeos que caen del macizo de Punta Gruesa hacia la localidad de Los Verdes. Curiosamente, ningún ejemplar de la referida Zephyra elegans y, muy raros, de Leucocoryne ixioides. Los bulbos de estas especies son extraordinariamente semejantes entre sí, del mismo tamaño y muy fáciles de confundir. Nos parece, pues, que considerar estos bulbos arqueológicos como pertenecientes únicamente a la especie Zephyra elegans -como suelen señalar los arqueólogos- sería poco fundada y tal vez pudiera atribuirse a la falta de material comparativo de parte de los clasificadores. Si no, ¿cómo explicar la total desaparición de  Zephyra elegans de estos faldeos en la actualidad, tan próximos a Los Verdes?. El dato concreto de Sanhueza a nuestro entender, se explicaría tal vez mejor mediante el consumo por parte del hombre, de las tres citadas especies, todas ellas igualmente comestibles.   Consulte el capítulo  de nuestro blog: "Insólita floración en la quebrada de La Chimba, Antofagasta: desierto florido en el Trópico de Capricornio",  18 de septiembre de 2015 y otros capítulos alusivos al oasis de niebla de Alto Patache, Sur de Iquique.

(3) Ephedra breana existe hoy en relativa abundancia  en toda la costa norte desértica, en la parte más alta de  los oasis de niebla y en mucho mayor abundancia aún, en la zona de Paposo. Produce unas minúsculas brácteas color rojo cuando maduras y éstas son dulces y agradables al gusto. Las hemos degustado varias veces. Pero su aporte alimenticio es ciertamente  muy escaso. (Cfr. Nota 11, abajo).

(4)  La planta del género Lycium  produce unos frutitos  muy pequeños de color blanco, dulzones, que son comestibles. En la zona litoral de Iquique, en los oasis de niebla, se encuentra hoy en cierta abundancia Lycium leiostemum,  planta leñosa que debió constituir un alimento ocasional pero, sobre todo, un excelente combustible para los antiguos habitantes pescadores de la costa.

(5)  Esta voz "jume" parecería ser  atacameña  (lickan antai). No consta, sin embargo,  en el "Glosario de la Lengua Atacameña" de  Emilio Vaïsse  y otros (1896), ni en la obra de Ludovico Bertonio  "Vocabulario de la Lengua Aymara",  1612.  Tampoco en el Anónimo  de  1586 en lengua quechua. 

(6)  "De poca importancia", sin duda  por  su minúsculo tamaño. De acuerdo a nuestra experiencia de terreno, tanto  Ephedra como  Lycium no  florecen todos los años en esta costa desértica. Sólo en los años más húmedos, sujetos a la intensa influencia  húmeda del Fenómeno de "El Niño".

(7)  Tetragonia  es abundante  y presenta gran desarrollo en años lluviosos o de "El Niño"  en nuestra zona costera norte. Adquiere un buen porte y sus hojas suculentas, de tamaño muy superior a la de otras especies costeras, nos parecen comestibles. En efecto, las hemos probado varias veces y aunque son bastante saladas, son comestibles. Con toda probabilidad, fue un alimento adicional  recogido por los habitantes de la costa, en épocas de lluvias o lloviznas eventuales, entre los meses de agosto a diciembre,  época en que adquieren su mayor desarrollo.  (Vea la Fig. 1 de este capítulo).

(8)  Esta "Pitcairnia", sin duda, parece ser  un nombre antiguo por Deuterocohnia chrysanta (Phil) o tal vez por Puya berteroniana o alguna otra Puya. No aparece registrada como Pitcairnia en los catálogos actuales de botánica. Era conocida por los pobladores como "chagual", voz que viene de -chawar-  o -cchahuara-; expresión bien conocida tanto en la lengua quechua como aymara (Cfr. Ludovico Bertonio, Vocabulario de la Lengua Aymara, Juli, Perú, reimpresión facsimilar agosto 1984:161: 74). Su significado es  "planta para hacer sogas, o  cabuya"; (Vea también Rafael Aguilar,  Gramática Quechua y Vocabularios, (adaptación de la obra de Antonio Ricardo, 1586) , 1970: 148).

(9)  Numerosas gramíneas se hallan en el desierto y el propio Philippi reconoce y colecta alrededor de 20 géneros diferentes. Las especies preferidas por los animales (mulas y burros) eran las que  se desarrollaban en torno a las  escasas aguadas dulces del desierto. (Vea Fig. 6).

(10)   Género Juncus spp.

(11)   Con el nombre genérico  quechua de totora,  -t´utura- , los antiguos  reconocían a las especies actuales de los géneros Typha y Scirpus. Ambos géneros se hallan en manchones en torno a las aguadas  o riachuelos perennes sea de la costa, sea del interior.

(12)   Ephedra breana es la más común de las especies de este género que se halla tanto en la costa, como en el interior del desierto. Phillippi la nombra como Ephedra andina  (Philippi, 1860: 223). El autor le dedica, luego de su descripción botánica, el siguiente comentario, muy a propósito para nuestro enfoque eco-antropológico: "Frecuens in locis mediterraneis deserti..; Incolis pingo pingo: mulis ramulis vescuntur, homines fructum, i. e. bracteas demum carnosas, rubras, satis insipidae comedunt (Philippi, 1860: 50).  Traducido por nosotros al español: "Es frecuente en sitios en medio del desierto...; los habitantes del lugar la llaman  pingo-pingo; las mulas se alimentan de sus ramas; los hombres comen su fruto, esto es, sus brácteas,  que son precisamente carnosas, y de un color rojo, bastante insípidas".

(13)   El atriplex  aquí citado es probablemente Atriplex atacamensis  que forma enormes  conjuntos o manchones,  a veces de varios  m2 de ruedo, cuyos tallos más tiernos son comestibles para los animales hambrientos (mulas y burros). Sospechamos que guanacos y llamas los comían, igualmente. Philippi distingue y clasifica en su obra cinco  especies de este género, en su dilatado viaje por el desierto.  (Vea Fig.4).

(14)   La crianza de hatos de cabras y burros en la zona costera desértica, solo fue posible en sitios de presencia de aguadas costaneras permanentes, de aguas potables. Tal cosa ocurría en la zona de Paposo, y Caleta el Cobre  y aún en los altos de Cobija , en la costa de la región de Antofagasta. Esta crianza, de evidente origen hispánico, permitió a los pescadores changos, que antiguamente  vivían, en gran parte,  de los productos del mar (pesca y recolección marina), ampliar bastante su base de sustentación económica. Cabras y burros les suministraban, además de su carne y leche, productos fundamentales para su alimentación, cueros para hacer cuerdas, y hasta sus camas. Tanto cabras como burros son animales muy rústicos que  se alimentan de gran parte de la vegetación costera, incluyendo los cactus, tilandsias  y puyas, y no requieren de forraje  importado; lo que no ocurre ciertamente con la oveja. Por esta razón, ni ovejas ni caballos ni bovinos fueron utilizados por el hombre en estas zonas de desierto.

(15)  Esta práctica de chamuscar y quemar superficialmente las espinas de cactus y puyas,  para hacerlos más fácilmente comestibles para su ganado caprino, pudimos presenciarla personalmente en años secos en las alturas de El Tofo y junto a  la playa Temblador, entre  los años 1980 y 1985. Las escasas familias de cabreros allí residentes, recurrían a este procedimiento brutal, tan dañino y desastroso para la vegetación natural, para salvar su ganado, ante la imposibilidad de importar un costoso forraje foráneo.

                                
Fig.  4.   Ejemplar de  Atriplex atacamensis localmente llamado  aún hoy pillalla en Tarapacá y cachiyuyo, en el salar de Atacama.  Imagen  captada  en la pampa del Tamarugal (Región de Tarapacá)  a unos pocos kilómetros al oeste del poblado de Matilla (foto H. Larrain,  octubre 2015; escala de 1 metro).


Fig. 5.  Planta de  Oxalis   sp. en flor, creciendo entre las oquedades de las rocas en el oasis de niebla de Alto Patache. Conocido en la zona como "vinagrillo",  sus hojas y aún flores  también son comestibles por el hombre aunque Philippi no lo nombra  en esta referencia. La incluimos aquí por constituir, igualmente, un alimento ocasional en tiempos prehispánicos, para los cazadores indígenas que  subían del área litoral a cazar guanacos en los oasis de niebla.   (Foto H. Larrain, octubre  2015).

Fig. 6.  Ejemplar de la gramínea Stipa ichu,  alimento preferido por mulares y asnos durante la expedición de Philippi. Fue, igualmente,  alimento preferido por los guanacos que llegaban antaño hasta estos oasis costeros. Especie muy escasa hoy en los oasis costeros de la costa de Iquique, es mucho más abundante en los faldeos de Paposo. Es  la misma especie que se halla  en enorme abundancia   por sobre los  3.500 m de altitud snm.  y que los  residentes aymaras utilizan hasta hoy en manojos para cubrir las techumbres de sus  viviendas.  (Foto H. Larrain en Alto Patache, octubre 2015). 

2 comentarios:

Pasquino de Arica dijo...

Estimado doctor,
Me refiero a la nota (2) de esta entrada que se refiere a "Cumingia campanulata".
En realidad en la obra de R. A. Philippi de 1860 (viaje al desierto de Atacama), por error propio o de tipografia, desaparecio una m en el nombre del género.
El nombre original es (o mejor dicho era) "Cummingia campanulata" D. Don. Hoy dia es "Conanthera campanulata" Lindl. y la familia es Tecophilaeaceae.
Puede consultar en Tropicos:
[http://www.tropicos.org/Name/1201312]
Esperando volver a encontrarlo en Pica, reciba junto a nuestras calurosas felictaciones por su incansable trabajo, un atento saludo.
Jose Luis Pizarro Theiler

Dr. Horacio Larrain Barros dijo...

Estimado amigo José Luis: Mucho le agradezco su comentario botánico a mi texto. Así se enriquece en beneficio de nuestros lectores. ¡Si otros hicieran lo que Ud ha hecho al comentar mi entrada, estos capítulos se convertirían pronto en una auténtica enciclopedia!. Quiero aprovechar de señalarle que hemos decidido con mi esposa Marta, regresar definitivamente a la región Metropolitana, área de Colina, por razones familiares, tras 34 años de residencia en este querido norte desértico. Creo que voy a echar mucho de menos mis frecuentes exploraciones por el desierto. Ojalá nos mantengamos en contacto.

Dr. Horacio Larrain