Ya hemos señalado en otro capítulo que nosotros no fuimos, en modo alguno, los pioneros en estos estudios. En Chile, ya había demostrado el potencial de las nubes estrato-cúmulos provenientes del océano Pacífico el botánico y fisiólogo vegetal alemán Jochem Kummerov en 1966, al estudiar las extrañas asociaciones vegetales del bosque relicto de Fray Jorge, junto a la desembocadura del río Limarí. Su trabajo: "Aporte al conocimiento de las condiciones climáticas del bosque de Fray Jorge", fue publicado en el Boletín de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Chile, Santiago, N° 24, 1966: 21-24.
Los verdaderos pioneros.
Era la primera vez que en nuestro país se medía, con un instrumental adecuado e internacionalmente reconocido (captador del tipo Grunow), la cantidad de agua proveniente de la atmósfera sobre una asociación vegetal, detectándose allí, por el solo efecto de la condensación de la niebla costera, una pluviometría (=cantidad de agua caída en un m2 de superficie medidas en mm) muy semejante a la media caída en la costa de Valdivia, en el sur de Chile, varios grados geográficos más al sur. Es decir, era la primera vez que se comprobaba experimentalmente la existencia de un clima peculiar (rotulado como clima BWn). Poco antes, y desde los años 1958-59, un joven y entusiasta profesor de física de la naciente Universidad del Norte en Antofagasta llamado Carlos Espinosa Arancibia, experimentaba con extraños aparatos que llamaba "estructuras macrodiamante" la captación del agua de la niebla en los áridos cerros que miran a Antofagasta junto al sacerdote jesuita uruguayo y sismólogo Germán Saa, el joven físico Ricardo Zuleta, y otros profesores más. Eran los humildes pero prometedores inicios en esta gesta memorable.en la costa semidesértica del norte de Chile.
Fig.1. Los físicos Carlos Espinosa y Ricardo Zuleta en su laboratorio en la Universidad del Norte. Esta foto debe corresponder, aproximadamente, a los años 1967-69. (imagen tomada de la obra de Christiaan Gischler: The missing link in a production chain. Vertical obstacles to catch camanchaca, UNESCO-ROSTLAC, Montevideo, Uruguay, 1991, p. 14).
Fig. 2. Esta foto nos muestra el ciprés (Cupressus sp.) plantado en el año 1962 por los investigadores Carlos Espinosa y Germán Saa, S.J., en cerros al interior de la costa de Antofagasta. Se desarrolló espléndidamente con el agua de la neblina, plantado inicialmente en tierra abonada, en el interior de un tambor metálico de capacidad de 200 lts. Curiosamente, las ramas del árbol se desarrollaron casi exclusivamente hacia los lados, en forma perpendicular al viento predominante. Personalmente nos tocó ver vivo este árbol a mediados del año 1964. En la imagen, de izquierda a derecha, en tercer lugar vemos a Carlos Espinosa, y en quinto lugar, a Ricardo Zuleta. La extensión medida por Zuleta de las ramas laterales alcanzaba más de los 4.0 m. Muchos años más tarde, en 1985, pude visitar nuevamente el mismo lugar, pero el árbol estaba ya enteramente seco pero entero. (Imagen tomada de la misma obra de C. Gischler, 1991: 14).
Nuestro artículo periodístico.
En el texto del artículo de divulgación escrito por nosotros para el Diario "El Mercurio" de Santiago de Chile, publicado el 7/10/1981 que presentamos más abajo, se alude a la plantación de varias especies vegetales en lo alto de los cerros de El Tofo y a las posibilidades de reforestación utilizando el agua de la las nieblas costeras o camanchacas. Este texto es uno de los primeros trabajos escritos por nosotros sobre la base de las experiencias adquiridas en el Cordón Sarcos, en los cerros y alturas de El Tofo, a unos 900 m de altitud snm. Este texto solo tuvo por efecto informar a la comunidad nacional, acerca de los experimentos que se estaban realizando en las alturas del El Tofo, con fines prácticos. Que gran cantidad de agua podía ser captada en beneficio humano, quedó demostrado cuando en el año 1992 la caleta de pescadores de Chungungo recibió agua potable de la atmósfera, por medio de más de 100 captadores, gracias al apoyo del Environmental Service de Canadá y la Corporación Nacional Forestal de la IV Región. Tal hecho, inédito en Chile, no fue posible sin las experimentaciones realizadas in situ en los años precedentes por el Equipo de Zonas Áridas de la Universidad Católica de Chile entre 1980 y 1985.
Texto del artículo de 1981.
En la primavera del año 1981 asesorados por el botánico y ecólogo vegetal Dr. Rodolfo Gajardo, de la Universidad de Chile, apenas un año después de nuestra primera visita al lugar, iniciamos la plantación de una parcela forestal experimental. Para ello cercamos con postes de eucaliptus y alambre de púas un terreno cuadrado, de aproximadamente media hectárea, para evitar la intromisión de cabras, ganado menor que existe en la zona y cuyas voracidad es bien conocida. El trabajo fue ejecutado por obreros contratados en la vecina localidad de La Higuera. Inicialmente, fue nuestro anhelo introducir allí las especies vegetales bien conocidas de la asociación vegetal del oasis de niebla de Fray Jorge (olivillo, arrayán y canelo), situado en 30° 23´ de Lat. Sur, bastante más al sur. Pero al no encontrar en el mercado local este tipo de árboles, tuvimos que resignarnos con plantar especies foráneas de Eucaliptus y pinos, y algunas especies del secano costero de la zona central de Chile, como quillay (Quillaja saponaria) y molles (Schinus latifolius). Según mis recuerdos, estas especies se desarrollaron inicialmente bastante bien, a pesar de la presencia de fuertes vientos que frenaban el crecimiento en altura. El problema que pronto se suscitó fue que, debido a la altísima humedad reinante allí durante casi todo el año, se produjo una proliferación masiva de líquenes, de diversas especies, que terminaban por cubrir enteramente troncos y ramas, ahogando y sofocando su crecimiento. Los árboles no morían, pero su crecimiento quedaba visiblemente entorpecido, sin lograr alcanzar el tamaño y aspecto propios de su especie en lugares más secos.
Reforestar con especies adaptadas al medio nuboso.
Creemos que a futuro se podría probar la reforestación con otras especies arbóreas, como aquellas que viven hoy en Fray Jorge, ya citadas más arriba o, tal vez, con aquellas que prosperan bien en las lomas peruanas más sureñas como el mito (Carica candicans), el huarango (Acacia macrocantha), o el "arrayán" (Myrcianthes ferreyrae), especies que vimos vivas en las lomas peruanas de Pacta y Lachay, en nuestro viaje de estudios en el mes de Junio 1981. Si bien estas especies arbóreas prosperan hoy en lomas situadas varios grados geográficos al norte de la frontera chileno-peruana, las condiciones de humedad son en cierto modo semejantes. Los ensayos de reforestación realizados en los últimos decenios en las lomas peruanas de Atiquipa (16° 34´20´´ Lat Sur), por ejemplo, deberían ser estudiados cuidadosamente por nuestros botánicos y ecólogos vegetales en busca de respuestas.
Comentario eco-antropológico.
1. Aunque hoy en los oasis de niebla del extremo norte chileno a excepción de la cactácea Eulychnia iquiquensis no existen especies propiamente arbóreas siendo la especie más alta, entre las leñosas, Lycium leiostemum (llamado "chañarcillo"), creemos probable que en tiempos antiguos, mucho más húmedos que hoy, hayan prosperado in situ otras especies arbóreas, relegadas hoy a otras zonas del país de mayor pluviosidad. Estudios finos de palinología en dichos lugares probablemente podrían arrojarnos algunas sorpresas en este sentido. No hemos sabido del empleo de esta técnica en sitios de oasis de niebla costaneros del extremo norte de Chile. Tal vez ya existan.
2. Queremos rendir un particular tributo de admiración y reconocimiento a los pioneros de estos estudios en Chile y, en particular, al Dr. Carlos Espinosa Arancibia, profesor emérito de la Universidad Católica del Norte (Ex Universidad del Norte) en la ciudad de Antofagasta, único sobreviviente hoy día ( Septiembre 2016) de aquella pléyade inicial de estudiosos de este tema. Cuando nuestro pequeño grupo de estudios de la niebla formado con los geógrafos Pilar Cereceda y Nazareno Carvajal inició audazmente sus investigaciones en los cerros de El Tofo y Playa Temblador, el físico Carlos Espinosa nos brindó generosamente toda su cooperación, enviándonos copia de la bibliografía que ellos habían empleado y producido con sus experiencias en la costa de Antofagasta. Modelo de cooperación científica que agradecemos.
3. Conscientes del tremendo potencial hídrico que encierran las nieblas costeras o camanchacas, en el Norte de Chile, abogamos firmemente por una continuación de estos estudios, disminuyendo considerablemente los costos de fabricación e instalación de atrapanieblas, o mejorando sensiblemente su forma y diseño a fin de aprovechar en mejor forma su rendimiento. Hoy, en el mejor de los casos, los aparatos en uso en nuestra zona captan el 30% del potencial hídrico que atraviesa las mallas, perdiéndose el resto en el suelo, arrastrado por los vientos.
4. Si bien es cierto que esta pérdida favorece grandemente el crecimiento a su alrededor de un tupido manto vegetal bajo de Nolanas, Cristarias, Chañarcillo y otras especies, tal como lo hemos comprobado en el oasis de niebla de Alto Patache, a 75 km al sur de Iquique (Chile), es deber de las nuevas generaciones de científicos y geógrafos reducir de manera significativa los costos e incrementar la productividad de los aparatos captadores para llegar a producir agua potable a bajo costo para uso de las comunidades humanas de pescadores y recolectores marinos que viven en su medio.
5. Éstas, sometidas periódicamente a los efectos destructores del Fenómeno climático de "El Niño" o de las intensas marejadas costeras que suelen destruir una y otra vez sus cultivos marinos, difícilmente podrán incrementar y afianzar sus poblaciones sin el recurso a la neblina, fuente de vida, presente en los cerros inmediatos a su habitat. Este poderoso recurso, que tienen a sus espaldas les pertenece, es parte de su hinterland y el Estado debería asegurarles su posesión y uso para su propio desarrollo y perdurabilidad en el tiempo.
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