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Los primeros artículos de investigación sobre la niebla en Antofagasta.
De estos casi incógnitos inicios y sus primeros resultados, nos habla el pionero artículo de Carlos Espinosa: "Captación de agua atmosférica en Mina Portezuelo, desierto de Atacama, entre el 6 de Noviembre de 1959 y el 8 de Marzo de 1961", publicado en el Boletín de la Universidad del Norte, Antofagasta, en 1961. Unos años después, Raúl Muñoz E., de la misma Universidad, escribe: "Captación de agua en la Provincia de Antofagasta", publicado en la Revista de la Universidad del Norte, Antofagasta, N° 2, Abril 1967: 65-74. Varias publicaciones posteriores de los físicos Espinosa, Zuleta y Alcayaga, entre los años 1965 y 1978, dan cuenta de los avances y ensayos del grupo de Antofagasta que por más de quince años prosiguió incansablemente sus investigaciones, instalando captadores en numerosos lugares de la costa de la provincia de Antofagasta.. El tema interesaba por entonces a las autoridades por la terrible necesidad de agua para las poblaciones costeras, situadas en el desierto más árido de la tierra.
La labor tesonera de Carlos Espinosa.
El aporte de Carlos Espinosa y su equipo de la Universidad del Norte queda bien descrito y reseñado por el hidrogeólogo Christiaan Gischler, en su excelente obra de síntesis: "The missing link in the production chain: vertical obstacles to catch camanchaca" (UNESCO- ROSTLAC, Montevideo, 1991, 197 p.; ver especialmente páginas 25-28). La obra destaca, con lujo de detalles, todos los estudios y trabajos realizados entre los investigadores de Chile y Perú para coordinar esfuerzos tendientes a realizar acciones comunes en pro del fomento de esta tecnología de vanguardia en la costa del Pacífico. La obra de Gischler es absolutamente fundamental para todos aquellos que quieran introducirse en el estudio de este tema, tanto en Chile como en el Perú.
Mi propia experiencia.
Cuando me incorporé en Junio del año 1963 a la Universidad del Norte (Antofagasta) como joven docente, tuve la suerte de acompañar a Germán Saa y Carlos Espinosa a conocer los ensayos de captación de agua de la niebla que se efectuaban por entonces en la Mina Andrómeda. Pude ver vivo y frondoso al famoso ciprés (Cupresus sp) que fue plantado por los investigadores en el lugar y que era alimentado con un captador de niebla. Muchos años más tarde, en 1985, volví a visitar a pie el lugar donde aún se podía ver los restos secos del mentado ciprés que sobrevivió varios años solo alimentado solamente por la camanchaca costera.
Los comienzos humildes de nuestro proyecto en Caleta Temblador.
La humedad captada por el follaje de los árboles.
En esos días cálidos de Enero de 1980, cuando recorría yo con mi hijo Carlos, de tan solo siete años, incrédulo y maravillado, estos hermosos sitios poblados por decenas de enormes y frondosos eucaliptus y algunos pinos (Pinus insignis), fuimos testigos del milagro. Observamos, en efecto, cómo éstos destilaban el agua que la neblina había depositado en su follaje, en forma de minúsculas gotitas, mojando completamente el suelo. El hallazgo de ejemplares nuevos de eucaliptus, nacidos al amparo de la humedad y la presencia de musgos y líquenes, en pleno mes de Enero, nos convenció muy pronto de que esta área parecía prestarse de maravilla para reproducir aquí las experiencias del grupo de Carlos Espinosa en Antofagasta. ¿Por qué no?. Al fin y al cabo, los geógrafos físicos del Instituto de Geografía al que yo pertenecía desde el año 1973, podrían interesarse en el recurso agua y, también, en el análisis del comportamiento de las nieblas costeras.
Se organiza la primera expedición a los cerros de El Tofo en Mayo del año 1980.
Así fue como, habiendo planteado esta posibilidad en el Instituto de Geografía de la Universidad Católica, y habiendo mostrado muchas fotografías tomadas en el lugar, la idea prendió de tal manera, que ya para el siguiente mes de Mayo pudimos organizar la primera expedición para sondear el terreno. ¿Sería El Tofo y sus alturas vecinas un lugar adecuado para la captación de agua de niebla, como lo eran las alturas de Antofagasta?. ¿Era su altitud la más adecuada?. El vigor de esos viejos eucaliptus que habían dejado de regarse por cerca de una década, ¿era un indicio suficientemente claro de la presencia de abundante niebla y humedad?. ¿Cuál podría ser la mejor altitud para instalar aparatos?. ¿Cómo saberlo?. La respuesta a estos nuestros interrogantes era obvia: había que ensayar y probar. Y fue precisamente lo que hicimos. "Ensayo y error" (trial and error) fue desde la más remota antiguedad, el método seguro para la fabricación de utensitios y herramientas por parte del hombre del período arcaico. Había que hacer ahora exactamente lo mismo. ¡Y lo hicimos!.
Contactos con don Carlos Espinosa.
Apenas iniciamos en Marzo siguiente el año universitario en la carrera de Geografía, tomamos contacto con don Carlos Espinosa, profesor entonces en el departamento de Física de la Universidad del Norte en Antofagasta. Le explicamos nuestro propósito. De inmediato nos secundó y prestó pleno apoyo, enviándonos copias de todos sus trabajos sobre el tema. Se ofreció, además, a resolver todas nuestras dudas y nos animó a proseguir en esta senda que, por entonces (1980), ya casi nadie seguía en su propia Alma Mater, la Universidad del Norte. Nos consideró desde el primer momento, como sus continuadores, sus discípulos. Y en realidad, lo fuimos. . Su espaldarazo resultó vital para nosotros y para conseguir el apoyo del Instituto de Geografía de la U.C.
Nunca dejaremos de agradecer suficientemente a don Carlos Espinosa el traspaso generoso de toda su rica experiencia tanto en materiales como en estructuras captadoras. Nada mejor que evitar errores ya conocidos a través de la experiencia de terceros, y avanzar así resueltamente a la búsqueda de mejores soluciones técnicas y de mejores sitios posibles de captación. La experiencia en terreno de los geógrafos físicos y su dominio de la cartografía y fotografía aérea, era un evidente plus en este etapa de nuestra investigación.
El instrumento captador usado en esta ocasión.
Nazareno Carvajal, el hábil constructor de aparato, fue el encargado de subir a cuestas, ayudado por otras dos personas, el delicado instrumento por las laderas del cerro. La espesura de la vegetación de este jaral costero, constituido por numerosos arbustos y plantas anuales, dificultó muchísimo el ascenso de los esforzados jóvenes geógrafos. Por fin, pudo ser instalado la tarde del día 2 de Mayo del año 1980, a los 500 m. de altitud sobre el nivel del mar. La tupida vegetación de estos cerros, impidió ponerlo más alto. como era la intención primera del equipo. Ansiosos dormimos - a medias- esa noche en nuestras carpas, porque todos anhelábamos saber el resultado ¿Captaría algo de agua nuestro instrumento? ¿Cuánto?. ¿Era este monto algo significativo?. ¿Había valido la pena el esfuerzo desplegado durante semanas de preparación?.
Tras 24 horas, acudimos todos a ver el resultado. Recuerdo haber acompañado a Nazareno y a Pilar, esquivando arbustos y espinas, cerro arriba porque todos estábamos ansiosos de saber cómo había funcionado el aparato de Grunow. La medición del contenido del tambor que servía de base al instrumento, nos arrojó la cantidad de 4,25 lts. en 24 horas. Años después, y tras múltiples experiencias en terreno, aprendimos que el mes de Mayo no era un un mes particularmente apto, y que la altitud de 500 metros era todavía muy insuficiente. Pero saltamos de gozo con el resultado: ¡habíamos captado varios litros de agua atmosférica pura!. Era el premio al esfuerzo desplegado.
El entusiasmo del equipo.
La rica experiencia de cuatro días en terreno enriquecido con un descubrimiento arqueológico en el conchal de la Terraza-2 y con la constatación fehaciente de una excelente captación de agua, fue el mejor premio a esta expedición. Nuestro "eureka" se escuchó sonoro y vigoroso por la zona y retumbó en los cerros vecinos. Habíamos triunfado. El agua atmosférica, contenida en la niebla, podía ser captada por este tipo de aparatos y, además, el agua recogida resultó ser de excelente calidad. Por cierto todas la probamos. Teníamos la sospecha que podría tener algún gustito salino. No fue así, sin embargo para nuestra satisfacción..
Epílogo.
Hemos querido reseñar cómo fueron nuestros humildes comienzos, en base a nuestros escritos y fotografías de la época y nuestros recuerdos, ya un tanto difusos. Así nació el estudio de la camanchaca en la Universidad Católica en 1980. Humildemente, como todos los comienzos de las cosas grandes. Los hechos ocurridos y sus detalles, a veces nimios, son importantes para el día en que alguien escriba esta verdadera historia: la historia de los humildes comienzos del la investigación de la neblina en Chile y sus promisorios augurios para el futuro de las zonas desérticas. Porque esa "historia" deberá ser escrita "tal y como sucedieron los hechos", como nos enseñara el gran historiador Léopold Ranke.
Un merecido premio.
El que fuera nuestro gran propulsor y apoyo en todo momento, desde nuestros inseguros comienzos, el físico antofagastino Carlos Espinosa Arancibia, recibió por fin, hace solo unos pocos meses atrás (Mayo 2013), a sus ochenta y seis años de vida, un merecido homenaje de su Alma Mater, la Universidad del Norte. Ya era tiempo. En estricta justicia, sin embargo, debió haberlo recibido muchos años antes. Pero, como reza el conocido proverbio: "más vale tarde que nunca...".
Es éste un terrible sino que nos persigue como país: olvidamos muy fácilmente a los "pioneros", aquellos que "se quemaron los ojos y las pestañas" estudiando o trabajando en terreno en pos de un ideal, hasta conseguirlo. Hoy nos parece tan obvio este resultado; pero ¡qué difícil fue alcanzar esta etapa!. ¡Cuántas expediciones, cuántos fracasos!; ¡Cuántas ilusiones y esperanzas!. La perseverancia con que Carlos Espinosa emprendió esta ruta, sin desfallecer, sin desanimarse, nos alienta hoy a seguir sus pasos.
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