Fig. 2. Área de abastecimiento de agua, en tiempos prehispánicos hacia los 750 mk de altitud, en plleno acantilado. La roca vertical destilaba y aún hoy destila abundante agua, en momentos de condensación de la niebla. Aquí debió, sin duda, llegar el guanaco a lamer los líquenes pletóricos de humedad, los que todavía hoy tapizan la roca hasta humedecer el subsuelo.
Nuestro primer contacto con las trazas del guanaco.
Avistamiento de guanacos en Cerro Moreno (Antofagasta), en agosto del año 1964.
Nuestra experiencia previa en los altos de Cerro Moreno (Antofagasta) donde habíamos avistado (agosto del año 1964) varios ejemplares del guanaco en la zona de cactáceas y líquenes "barbas de viejo", a los 900 m de altitud, nos sugería una valiosa pista de investigación. Allí, en Cerro Moreno, nos habíamos ya acostumbrado a distinguir los senderos antiguos, dejados por el guanaco, sus defecaderos y sus revolcaderos. Y en una de nuestras ascensiones, habíamos hallado varias puntas de proyectil hechas en sílex, justamente muy cerca o junto a tales senderos. Era evidente que el antiguo habitante de la costa de Antofagasta, el antecesor de los changos históricos, habìa solido encaramarse a lo alto persiguiendo el guanaco, para aprovechar su carne y así diversificar su dieta alimenticia con proteínas animales.
Las primeras pistas de la existencia de guanacos en Alto Patache.
Por eso, al visitar por primera vez el Oasis de Niebla de Alto Patache y al hallar las primeras pistas claras de la presencia de guanacos, quedamos gratamente sorprendidos. Los rastros dejados por estos camélidos no nos eran desconocidos; más bien, nos eran muy familiares. Pronto comprendimos que guanacos, camanchaca mojadora y flora local constituían una valiosa unidad de estudio. Y por espacio de varios años, nos hemos dedicado a reunir antecedentes in situ sobre la cacería de guanacos por parte del pescador-recolector marino, convertido ahora en avezado cazador terrestre. Nuestro Diario de Campo ha ido sumando numerosas experiencias y observaciones, muchas de las cuales queremos recoger aquì en beneficio de nuestros lectores, sobre todo de los jóvenes que de alguna manera se interesan por un enfoque nuevo en la arqueología: la eco-antropología.
Revolcaderos e instrumentos líticos: prueba de la caza del guanaco in situ.
Así, cuando subimos en vehículo hasta la parte alta del oasis, no tardamos en tropezar con un típico revolcadero, depresión característica de aproximadamente 1.5 m de ruedo, perfectamente circular, usada por el guanaco para revolcarse y librarse de sus parásitos. Casi en seguida, descubrimos numerosas lascas de sílex dispersas, de variados colores, y tres o cuatro instrumentos tallados que reconocimos como cuchillos hechos en sílex. A muy corta distancia del revolcadero, pasaba un sendero bien delineado, que se perdía hacia el norte y hacia el sur. Esa experiencia en un lugar no visitado antes por arqueólogos, nos dejó fascinados. En visitas posteriores, junto a la colecta obligada de especímenes entomológicos, màxime de tenebriónidos que muy pronto aprendimos a buscar bajo el follaje casi seco de Nolanas, Ephedras o Lycium, fuimos afinando los ojos en busca de pistas que nos ayudaran a desentrañar el misterio de estos guanacos y su presencia en el lugar.
Doce años de observaciones de terreno.
En estos doce años de constante subida al lugar (1996-2009), hemos reunido gran cantidad de observaciones, datos y objetos arqueológicos demostrativos de la caza animal. Todo, sin excepción, apunta a una antigua presencia y caza del guanaco por parte de los habitantes prehistóricos de la costa. Si, además, realmente llegó a existir aquí el ciervo de cola blanca (Odocoileus virginianus Zimmermann) o, aún eventualmente, el huemul o taruka (Hyppocamelus bisulcus Molina), hoy habitante sólo de las zonas altas de la cordillera, sobre los 3.700 m. de altitud, habría constituído un poderoso argumento adicional para los cazadores costeros para acceder a los cerros altos de la costa, ayudados por sus perros.
Las referencias históricas del siglo XIX.
La presencia de manadas pequeñas de guanacos en los cerros altos de la costa del extremo norte chileno, fue un hecho bien conocido de los antiguos. Tenemos referencias concretas del viajero francés Alcide D´Orbigny, Julian Mellet, Rodulfo A. Philippi, entre otros. Este último señala en su obra Viage al Desierto de Atacama (Halle, 1860):
[Trepa el morro hasta unos 650 m de altitud e indica]: "En esta altura se muestra alguna vegetación [de la que señala unas 8 especies]" y agrega: "Me admiré mucho de encontrar aquí rastros y estiércol de guanacos. ¿Hay acaso más vegetación en los meses de invierno?. El naturalista Philippi trepa este morro en Enero del año 1854, subiendo por el costado norte, desde Mejillones.(Philippi: 1860: 34).
En el año 1876 , muy poco antes del inicio de la Guerra del Pacífico, el capitán chileno Ramón Vidal Gormaz al recalar en Morro Moreno, comenta:
"Al presente los guanacos (lama guanaco) son escasos y el llama sólo se halla en las cercanìas de Conchi, región situada a unas 36 leguas de la costa y sobre el paralelo 22º 05´; sobre el Morro Moreno y otros puntos litorales se suelen ver algunos guanacos. El león [puma] es muy raro, pero se le ha visto en el Paposo descender hasta la playa para mariscar, según los pescadores de aquel puerto..." (1876: 89).
La observación de Vidal Gormaz es muy valiosa y certera pues apunta a destacar no solo la presencia de agua en la costa, sino también de otros recursos para la vida humana. En efecto reconoce la aguada de cerro Moreno, al nivel del mar, y se surte de esta fuente para su tripulación, la misma que había sido mostrada siglos antes, por los habitantes changos, al corsario Francis Drake en el año 1577, según su propio relato.
Trabajos científicos de zoólogos.
Ya en pleno siglo XX, el investigador Guillermo Mann, reconocido zoólogo, nos da datos muy exactos sobre la presencia de pequeñas colonias de guanacos en los cerros de la costa norte, en especial en el Morro Moreno. Su artículo: "Colonias de guanacos -Lama guanicoe - en el desierto septentrional chileno", fue publicado en 1953 en la revista Investigaciones Zoológicas Chilenas, vol.1, Nº 10.
Nuestro propio testimonio: manada de guanacos en Cerro Moreno (1964).
La presencia de guanacos en los contornos de cerro Moreno - ya advertida por Philippi-, duró hasta la década del setenta del pasado siglo (¿1975?). Fuimos testigos presenciales de una tropilla de 4 guanacos, avistada por nosotros en agosto del año 1964, hacia los 900 m. de altitud, en el sector dominado por la cactácea Eulychnia iquiquensis. (cf. H. Larrain, en su obra Etnogeografía de Chile, Instituto Geogràfico Militar, 1987: 69). El área está repleta de senderos y antiguos defecaderos, en cuyas cercanías hallamos varias puntas de proyectil hechas en sílex.
En 1985 vimos solo algunos esqueletos.
En nuestra última ascensión a Cerro Moreno (1985) encontramos tan sólo un par de esqueletos de guanaco, cubiertos enteramente de líquenes. Se dice que los aviadores de la Base Aérea de Cerro Moreno se ensañaron contra ellos, disparándoles desde el aire para probar puntería, después del golpe militar del año 1973. Lo cierto es que nadie los ha vuelto a ver in situ.
Segmento en construcción, 30/12/2009).
No hay comentarios:
Publicar un comentario