El objetivo inicial: la colecta entomológica.
El objetivo inicial de nuestra primera expedición no fue, precisamente, ubicar yacimientos arqueológicos. Más bien, recolectar insectos del oasis, máxime Coleoptera que se hacían presentes en el oasis con motivo de la llegada del Fenómeno de El Niño (1997-98). Nuestra afición entomológica databa de los años 1955-56, con motivo de mis tempranas relaciones de amistad con Luis Peña Guzmán, eximio entomólogo santiaguino, experto en Coleópteros del género Tenebrionidae. En efecto, nuestras primeras visitas al oasis nos permitieron colectar numerosos especìmenes de Coleópteros tenebriónidos de los géneros Philorea, Physogaster, Psammetichus, Scotobius y varios otros más, abundantes en ese momento. de copiosa floración Nos sorprendió gratamente poder hallar, a la vez, representantes de curiosos carábidos, en especial la especie Calosoma rufipennis, de hermosa tonalidad terracota rojiza que vagaba velozmente y en gran número, entre las praderas de Nolana spp., Frankenia sp. y Liliáceas de los géneros Leucocoryne, Zephyra y Fortunatia. Sucesivas visitas fueron engrosando la Colección que hoy representa varios miles de individuos, de alrededor de 30 especies diferentes.
La súbita aparición de la niebla mojadora.
Desde nuestra primera visita, nos sorprendió, igualmente constatar in situ la presencia de una intensa niebla o camanchaca que penetraba a raudales, velozmente, en el oasis, humedeciendo su superficie. Aquella tarde de densa niebla mojadora, del mes de Abril del año 1997, nos abrió todo un atractivo y riquísimo panorama de estudio de las nieblas del tipo estrato-cúmulo, procedentes del Pacífico, que haría reverdecer el seco oasis, en los meses inmediatamente siguientes. A los pocos días, informábamos a nuestra amiga geógrafa, Pilar Cereceda Troncoso, del Instituto de Geografía de la Universidad Católica en Santiago, de este hallazgo. Muy pocos meses después, iniciábamos juntos una gloriosa epopeya que dura hasta hoy, con un inusitado despliegue de estudios, publicaciones, trabajos, informes y presentaciones a Congresos, que ya suman unas cien producciones cientificas. La página web del actual Centro del Desierto de Atacama, de la Pontificia Universidad Católica (www.cda.uc.cl) muestra buena parte de ellas.
Más de doce años de estudio de la neblina costera.
Este estudio, proseguido hasta hoy mismo con geógrafos de la Pontificia Universidad Católica de Chile (P. Cereceda, P. Osses, F. Velásquez), nos ha mantenido ocupados y felices a lo largo de todos estos doce años. La observación directa del impacto de la niebla rasante sobre el paisaje arenoso y rocoso, nos sobrecogió al momento, y nos trajo a la memoria nuestros tempranos contactos con el físico de la Universidad del Norte, Antofagasta, Carlos Espinosa Arancibia, pionero de las investigaciones sobre la niebla en Chile (1957-1977). Se abría así, un segundo campo de investigación, igualmente apasionante, en el seno de este escondido oasis de la costa desértica.
Los artefactos arqueológicos: prueba de la presencia antigua de cazadores.
Por añadidura y como por encanto, nuestra primera visita, realizada al oasis con mi esposa Marta Peña Guzmán (1997) nos dio otra grata sorpresa: el hallazgo de varios instrumentos arqueológicos (cuchillos, raederas y puntas de proyectil rotas) , junto a numerosas lascas o esquirlas de sílex, y basalto, de variados colores, en el contorno de un antiguo revolcadero de guanacos. Mi antigua formación arqueológica en México, despertó súbitamente de su largo etargo y de inmediato nos dimos cuenta que surgía, en este oasis, una tercera y apasionante veta de investigación: la arqueología costera.
Un oasis multifacético: rico campo de experimentación para el científico.
En un solo día de intenso recorrido, pues, se agolpaban en mi mente inquieta, multitud de ideas y reflexiones sobre niebla, entomología y arqueología de grupos indigenas. El lugar, tan aislado y remoto, en la cima de los acantilados costeros, mostraba aspectos de gran interés como para encandilar a cualquier científico del área de la geografía y climatología, de la zoología de vertebrados e invertebrados y, como si fuera poco, en el campo de la antropología y arqueología.
El sitio, de esta suerte, se transformaba de repente en un excelente laboratorio para estudios interdisciplinarios. Pocos meses después, con la aparición de un intensa lluvia local, ocurrida in situ hacia el 18-20 de agosto de 1997, la biogeografía y la botánica se agregaban a la lista de tópicos por explorar en el lugar. En los meses siguientes, entre octubre y diciembre del 1997, pudimos presenciar la aparición de extensas praderas de plantas en flor, con numerosos géneros de plantas presentes. Gran variedad de grupos de insectos (Lepidopetera, Orthoptera, Diptera, Hymenoptera, Hemiptera, Coleoptera, Thysanura, acompañaba esta repentina eclosión de la flora endémica, dormida o adormilada tras años de intensa sequía .
En los párrafos que siguen, iremos apuntando tanto los numerosos descubrimientos hechos como su estrecha relación con el ecosistema de niebla. Nuestra memoria se apoya en más de 30 Cuadernos de Campo o Bitácora, donde he ido pacientemente anotando todas las observaciones, hechas en cada visita. Esta interrelación íntima entre el ecosistema natural, escenario geográfico y poblamiento humano, constituye lo que hemos denominado una eco-antropología: ciencia integradora que nos permite entender profundamente el cuándo, el dónde, el cómo y el porqué el grupo humano prehistórico se hizo presente para utilizar y cosechar los recursos que le ofrecía el medio, y con ellos, crear su propia y peculiar cultura.
La eco-antropología: una disciplina que intenta dar respuesta al porqué de un determinado poblamiento.
La Eco-antropología no sólo procura explicarnos el poblamiento humano desde tiempos al parecer muy tempranos (tal vez desde los 8.000 años A.P), en una determinada comarca del desierto norte chileno, sino también nos impele a buscar nuevas interrelaciones con el medio, todavía ocultas, no reveladas aún, o insuficientemente conocidas por los arqueólogos y antropólogos. Por ejemplo, el empleo de líquenes fruticosos, muy abundantes en el sector extremo sur del oasis de niebla, por parte de los antiguos habitantes de la costa, es un tema aún virgen que requiere tanto de búsqueda bibliográfica pertinente, como de observaciones y experimentación in situ. Al igual que la presencia probable de plantas medicinales o psicotrópicas que pudieron ser utilizadas in situ por los habitantes costeros. Casi nada sabemos en concreto sobre estos temas que inciden directamente tanto en su alimentación y salud, en movilidad y sus hábitos migratorios y, por fin, en numerosas manifestaciones de su vida psíquica y cultural.
En los párrafos que siguen, iremos apuntando nuestras principales reflexiones y conclusiones sobre el porqué de la ocupación de este sitio, desde muy alejados tiempos prehistóricos, en procura de reservas alimenticias (carne, huesos, flores, frutos, tallos, bulbos y rizomas vegetales) que el medio marino no podía ofrecerles. Todas ellas, creemos se insertan plenamente en un enfoque eco-antropológico.
Durante años y desde nuestros primeros trabajos cientìficos (1970), rotulamos este enfoque como "ecológico cultural", siguiendo fielmente la denominación de Marshall Sahlins en su notable trabajo: "Culture and Environment. The study of Cultural Ecology" (publicado por Aldine Publishing Co. [Sol Tax, Editor], Chicago, 1967). Este estudio y otros posteriores de este autor, fueron muy iluminadores para mí en aquellos años.
Desde hace un par de años, a lo menos, hemos preferido el uso del término "eco-antropológico", por considerarlo más rico, amplio y abarcante y por considerar fundadamente que este enfoque formaría parte de una verdadera sub-disciplina nueva en el campo de la Antropología: la Eco-antropología.
(segmento en construcción, 23/12/2009)..
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