sábado, 20 de julio de 2024

¿Puede existir un trabajo arqueológico serio sin el rescate y estudio de restos humanos momificados o esqueléticos del pasado reciente o remoto?. Antecedentes útiles o necesarios para una discusión.


Fig. 1. Notable estatua del padre Gustavo le Paige, erigida frente  la entrada de su Museo arqueológico  en San Pedro de Atacama, obra del escultor Harold Krüssel. Sostiene en su mano  una réplica de cráneo humano producto de sus excavaciones. Estuvo expuesta aquí hasta el año 2015. Hoy, al parecer,  desaparecida (foto H. Larrain, marzo 2015). 

Fig. 2.  Momias atacameñas dispuestas en fila en una repisa del pabellón nuevo del Museo de San Pedro de Atacama. (foto de Gerardo Melcher, en su obra:  "El Norte de Chile, su gente,  desiertos y volcanes" (Editorial Universitaria, Santiago, 2004)  en su visita del año 1965.

Fig. 3. Antigua exposición de cuerpos momificados y objetos en las primitivas repisas de madera del Museo. (Foto H. Larrain, diciembre 1964).

1. Planteamiento del problema: ¿se puede hacer hoy verdadera arqueología en zonas indígenas?

Ante la suspicacia o franco  malestar que se ha despertado en las últimas dos o tres décadas en algunas comunidades indígenas nacionales, (en especial entre aimaras, quechuas y atacameños) por la exhumación de cuerpos humanos como parte integrante de los procedimientos arqueológicos, cabría preguntarse hoy cuál será el destino de la arqueología, o cuáles tendrían que ser, en el futuro, los procedimientos aceptables en cualquier trabajo arqueológico (de excavación o rescate) en las zonas de actual poblamiento indígena en nuestro país (1). ¿Es posible practicar hoy una verdadera y auténtica arqueología de campo en las regiones de poblamiento indígena?.  ¿Sería posible -podemos preguntarnos- excavar e investigar (es decir, hacer arqueología)  sin sacar ni exponer los cuerpos humanos que aparecieren? ¿Se podrá hoy (o mañana) estudiar un cementerio indígena antiguo recién descubierto, o una simple tumba que aparece casualmente en nuestro registro arqueológico?. ¿De qué modo?. ¿Qué deberíamos hacer hoy si tropezamos con un entierro humano al excavar un poblado, un cueva, un taller lítico o un sitio agrícola antiguo?. Y, por último, qué debería hacerse con los cuerpos momificados ya existentes en las bóvedas de los Museos (2)?

Son las preguntas que naturalmente hoy nos planteamos ante la tenaz  oposición a la exhumación de cuerpos o esqueletos antiguos  manifestada por varios de los actuales líderes indígenas del país (Vide infra). (3). Más abajo, intentaremos responder a estas preguntas.

Todas estas preguntas (y otras similares que podríamos hacernos), envuelven dudas razonables que es necesario esclarecer bien tanto para el futuro de la arqueología misma en la zona como para recomponer las relaciones entre los Museos arqueológicos y las Comunidades,  hoy claramente muy deterioradas (4).

El tema es de gran actualidad hoy y requiere de una meditación profunda. De su correcta respuesta depende el futuro de la investigación arqueológica y antropológica en muchas zonas del  país.  Igualmente, el futuro de la museología en cuanto  ella  tiene que ver con las técnicas de conservación de los especímenes expuestos en ellos.

Meditando las tajantes declaraciones recientes de algunos líderes indígenas del país que aquí analizaremos, parecería que la ciencia  de la arqueología y su práctica en terreno, estarían hoy condenadas a un rotundo fracaso, o al parecer a su definitiva cancelación como instrumento de conocimiento histórico de las culturas indígenas locales. En resumen, ¿sería ahora posible  estudiar toda la cultura de un grupo humano sin tocar para nada sus restos mortuorios?.  

2. Declaración reciente de un  representante lickan antai:

Escuchemos la reciente y lapidaria declaración pública: 

En el periódico digital  el ciudadano.com el periodista don Absalón Opazo escribía hace un par de meses: "Pueblo Lickan antai pide una ley para la repatriación de los cuerpos de sus ancestros".

  Allí se nos indica que se ha recurrido al efecto a la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados. "Piden la formulación de un proyecto de ley que permita la repatriación de los cuerpos de sus ancestros. El representante del pueblo atacameño Rudecindo Espíndola señala que la arqueología del siglo XX se caracteriza por la excavación de tumbas indígenas, lo cual (sic!) faltó al respeto a sus ancestros que incluye no molestar  los cuerpos de sus antepasados, a quienes conocen como sus "abuelos" o "gentiles". (énfasis nuestro). (Opazo, El Ciudadano.com,  2024). (5).

En suma,  de acuerdo a las expresiones del representante atacameño, toda la arqueología del siglo XX (al menos en el Norte de Chile) estaría así fatalmente viciada. Con ello, no solo se condena la obra de 25 años del padre Gustavo le Paige en su museo arqueológico de San Pedro de Atacama (seguramente, justificando así también su actual destrucción),  sino también el trabajo  arqueológico de todos sus predecesores y continuadores, sin excepción,  a partir de los exploradores franceses Créqui Montfort y Sénéchal de la Grange en el año 1904 (6).  Así, no deja, como decimos vulgarmente, "títere con cabeza", tildando de "violadores de los derechos humanos"  a los arqueólogos y solicitando recurrir a la "Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados" para sancionar su delito y exigir su inmediata reparación. 

                     








Fig. 4. Así lucía el Museo arqueológico del padre Gustavo le Paige todavía en marzo del año 2015, muy poco antes de ser  desmantelado y vandalizado con autorización de la Municipalidad de San Pedro de Atacama. Se puede ver  aún, erguida y enérgica, la efigie del padre, obra eximia del escultor Harold Krüsell (foto H. Larrain, marzo 2015).


3. El tema de fondo: ¿tiene don Rudecindo razón en su alegato?

 Hace muy poco tiempo (7)  en este mismo blog,  dedicamos un  capítulo especial al análisis de este tema en su aspecto o faceta propiamente museológica, es decir, ante  el hecho de su exposición al público en los museos. Lo rotulamos:  

Momias o esqueletos humanos en Museos: ¿se puede exhibirlos, o no?. Problemática disyuntiva planteada hoy a los Museos del mundo.


Remitimos a nuestros lectores  a dicho trabajo.

 ¿Arqueología sin seres humanos?

Hoy pretendemos ir más allá y meditaremos sobre el destino de la arqueología misma como ciencia del pasado, ante la pretensión de algunos líderes indígenas de que cualquier cuerpo humano que se hallare en la región, pasa a  ser, automáticamente,  un "abuelo" o un miembro de la "familia" y, por tanto, su "descanso eterno" no podría ni debería ser perturbado, y mucho menos,  por extraños al lugar.


 4. ¿Qué hace realmente  un arqueólogo?. ¿Cuál es su función? 

Como base de nuestra reflexión, examinemos primeramente qué es y qué pretende hacer la arqueología como ciencia. ¿Qué  busca y pretende  al exhumar objetos y/o  cuerpos humanos del pasado?.  En un pequeño Manual de Campo (o "Field Guide") editado por nosotros en la revista "Expedición a Chile"  en 1975 en Santiago de Chile,  con el título "¿Qué hace el arqueólogo?", explicábamos en un lenguaje accesible y fácil qué elementos considera la arqueología como esenciales y por qué es ella tan importante para el estudio del pasado.

 Reproduzcamos aquí un par de textos:

"La palabra arqueología  (del griego: ἀρχαίος  (antiguo, arcaico  y λóγος: estudio, ciencia),  nos introduce en un reino de fascinación y misterio: atisba el modo de vida de las generaciones pasadas. La arqueología es el estudio del comportamiento de las sociedades humanas ya desaparecidas, mediante el examen cuidadoso de sus restos materiales abandonados. A través de ellos, el arqueólogo intenta la reconstrucción histórica de su cultura y descubre sus patrones culturales básicos. La arqueología no es una mera técnica de investigación del pasado (aunque utiliza  técnicas varias), es una ciencia que trata de descubrir el género de vida de distintas sociedades, en distintas épocas, analizándolas y comparándolas....A ella le interesan todos los grupos humanos: desde los distantes cazadores de animales ya extinguidos hasta los recientes creadores de las civilizaciones urbanas" (1975: 4).
  
"El arqueólogo se vuelca al estudio del pasado a fin de revivirlo, hacerlo patente. No debe ser un mero enamorado de las cosas que encuentra (puntas de flechas, vasijas, etc),  sino de la historia que dichas cosas saben contar a quien sabe preguntar y buscar. El primero, es un simple coleccionista; el segundo, es un científico" (1975: 4-5).

Esto pensábamos y escribíamos en 1975, hace ya casi cincuenta años.


5.  La arqueología y el hombre su protagonista.

Ahora biendetrás de los utensilios, armas, vasijas, vestimenta o construcciones que el arqueólogo descubre al excavar un sitio, se yergue la figura del hombre mismo  su autor, con su propia y peculiar historia, su historial genético y su rico bagaje cultural.  La "cultura", pues,  ha de ser concebida como la "totalidad de la obra de ese hombre" en el contexto de un paisaje geográfico natural dado, pero no puede ser separada del hombre mismo, su creador, difusor y continuador. Porque no hay "cultura" sin ser humano. Los animales no crean propiamente cultura en su entorno (8), y desconocen su carácter acumulativo.  El hombre, sea éste cazador, pescador o agricultor, nómada o sedentario, es por esencia portador y difusor de "cultura" en su ambiente: la que el mismo se ha creado -cual una "segunda naturaleza"- para poder sobrevivir con éxito en un ambiente natural hostil; "culturas" antiguas que hoy nos es posible estudiar tanto a través de su vestimenta, como de su calzado, su morral, sus herramientas, sus adornos corporales  o las armas con las que ha sido hallado. Todo estos elementos  constituyen su creación propia, su "obra" por excelencia.

6. El notable caso del cazador Ötzi y de otros cuerpos humanos conservados hoy en Europa.

Para podernos enfocar correctamente en este tema tan delicado, creo necesario que reflexionemos por un momento  en el caso notabilísimo del "hombre  de Hauslabjoch", denominado  como Ötzi, hallado en el año 1991  en los Alpes italianos junto a la frontera con Austria. Fue hallado  provisto de su vestimenta de pieles y un morral con  todo  el equipo  de un experto cazador alpino.  Vivió hace 3.255 antes de Cristo y permaneció congelado más de 5.000 años en la nieve y el hielo tras haber sido herido de muerte. La infinidad de estudios de que ha sido objeto su cuerpo y sus pertenencias por especialistas de toda índole, ha revelado mucho más detalles de su modo de vida, cultura y ambiente de lo que un relato escrito de la época nos hubiese podido transmitir. Hoy día sabemos mucho acerca de su alimentación, enfermedades, su flora bacteriana  intestinal, sus adornos, vestimenta y armas de su época de cazador. Detalles como las características y origen de los alimentos consumidos en su última comida, el origen de sus armas, su atuendo, sus  tatuajes, su ADN mitocondrial, o las características o color de su cabello o de su  piel, nos siguen asombrando y maravillando hoy. Su minucioso estudio multidisciplinario nos ha enseñado sobre el modo de vida y costumbres de los habitantes del período Calcolítico en los Alpes (9) más que mil descripciones escritas. Ötzi es el cuerpo momificado completo (10) más antiguo y mejor conservado que se conoce del Viejo Continente al presente, y se conserva hoy como un tesoro de invaluable valor en el museo de la ciudad italiana de Bolzano.   

Este caso como el de numerosos otros cuerpos humanos intactos hallados en pantanos o turberas (11) en Escandinavia (12), Irlanda, Alemania, Inglaterra o en Siberia, nos enseñan muchísimo sobre la cultura,   costumbres y ritos locales en épocas pretéritas, de edad bien definida hoy, gracias al  método de datación del C14.  Estos descubrimientos casuales hechos en numerosas turberas del norte de Europa (13), en cierto modo, han contribuido a ilustrarnos hoy sobre las culturas contemporáneas mejor que las mismas momias de los faraones y altos dignatarios del antiguo Egipto (14).

 7. En resumen:

Los estudios realizados en laboratorios especializados de institutos y universidades en distintos países nórdicos (Irlanda, Inglaterra, Dinamarca, Suecia, Noruega  o  Alemania) sobre cuerpos humanos momificados hallados en su territorio, son un libro que sigue abierto y nos ha seguido (y seguirá) entregando una increible cantidad de conocimientos acerca del modo de vida, biología y cultura  de los hombres del pasado en dichas regiones.  Lo que los romanos Tácito, Julio César, Séneca o Plinio el Viejo nos han aportado en sus escritos sobre dichos pueblos nórdicos (los llamados "barbari")  es  un migaja comparado con lo que hemos aprendido de las momias de los pantanos.  Y aún hoy, siguen siendo "un libro abierto" y una verdadera "caja de Pandora"  que nos promete muchas más sorpresas a  medida que la tecnología de análisis avanza, año tras año,  a pasos de gigante.

8. La lección para nosotros en Chile.

La lección que este tipo de conocimiento nos puede aportar para el estudio en nuestras zonas de poblamiento indígena, es clara y evidente.  Lo que las momias atacameñas, estudiadas con una tecnología de punta en laboratorios especializados, nos podría entregar hoy es seguramente más de lo que hoy ya sabemos sobre los atacameños del pasado y sus modos de vida.  Hay aún muchísimos vacíos por llenar en el registro cultural, cronología y evolución de su cultura. Gustavo le Paige descubrió algunos de sus más importantes hitos básicos. Pero falta mucho por aprender del pasado, máxime del pasado más remoto  (de los 10.000 A.C. hacia atrás). Es tarea del futuro arrojar más luz sobre el pasado atacameño remoto, del que hoy solo poseemos escasos atisbos. Pero para ello, deberá labrarse en el futuro una hábil e inteligente comprensión mutua y entendimiento entre las comunidades atacameñas y los especialistas arqueólogos y antropólogos. De no lograrse tal entendimiento, el estudio del pasado atacameño quedará definitivamente estancado, detenido en el tiempo, mientras otros pueblos, más despiertos y abiertos al progreso científico,  aprenderán cada día más sobre su historia, su cultura  y su rol en el desarrollo humano de la región.   

 Al parecer, por el contenido de las  declaraciones  actuales de algunos líderes lickan antai, aún estamos lejos de ello. 
    

9. Necesidad de un trato digno a los cuerpos humanos momificados descubiertos. 

Estamos convencidos de que mucho de lo que ha ocurrido en Atacama se habría podido  evitar, o al menos,  suavizar y controlar si se hubiese tomado a tiempo algunas medidas básicas con respecto  al  tratamiento  de los cuerpos humanos momificados.  
La primera de ellas,  es que los cuerpos  hallados debieron haber sido tratados con mucho más respeto, cuidado e higiene (!), guardándoseles en recintos especiales, en cajas selladas, tal como vemos se hace hoy en  los grandes museos del mundo como en el gran Museo de El Cairo, en Egipto. Su manejo y detallado estudio queda allí solo reservado a los científicos y expertos. No se muestran a cualquier visitante. 
Por el contrario, su exposición  por decenas, en filas, en repisas repletas y al alcance de la mano del observador (Vea Figs 2 y 3) -tal como fue la costumbre por décadas-, además de constituir un  peligro real para la salud de los visitantes (15), fue un aliciente para inevitables robos de partes u objetos, en calidad de recuerdos o "souvenirs", por parte de los espectadores. Pero en aquellos años, había escasa o nula conciencia de tales peligros. Menos aún, hubo conciencia del valor e importancia que los indígenas atribuían a sus cuerpos  enterrados.
Tal tratamiento ideal de los cuerpos exhumados para su estudio, exige asumir muy altos costos. En los primeros años, Le Paige luchó denodadamente por obtener mayor apoyo económico para el Museo. Éste, siempre escaseaba. Yo me acuerdo bien cómo el padre pedía ayuda al entonces ecónomo de la Universidad del Norte, el jesuita  Alfonso Salas Valdés S.J. para instalar sus hallazgos en vitrinas decorosas. Pero la Universidad tenía por entonces otras prioridades.  En los primeros años  (1961-63), -lo recuerdo bien- las momias que le Paige iba desenterrando colmaban unos estantes precarios, a la intemperie,  en el patio trasero de la parroquia católica de San Pedro. Era un espectáculo ciertamente aterrador para cualquier visitante desprevenido. También para mí, pues fui testigo de ello.  Tomé sendas fotos en su época  (1963-64), las que  recuerdo haber prestado a un arqueólogo de San Pedro, fotos que hasta ahora no me ha sido posible recuperar y que habrían podido ilustrar honrosamente este capítulo (16).

Nuestra respuesta a las inquietudes planteadas más arriba (Párrafo 1). 

a) ¿Es posible practicar hoy  un verdadera arqueología en regiones de poblamiento indígena ?.

Respuesta.

Dado que las comunidades indígenas controlan hoy con cuidado todos los trabajos y faenas que se efectúan en su territorio (ADI) (17),  será imposible o impracticable, a menos que se llegue a un acuerdo previo, concreto,  con sus autoridades y/o representantes. Y, en el caso de Atacama, tengo entendido que el último trabajo de campo realizado por los arqueólogos del Instituto de Investigaciones de la Universidad Católica del Norte habría sido realizado en el año 2005 por la arqueóloga Carolina Agûero (según artículo publicado en la revista Estudios Atacameños Nº 30). ¡Es decir, hace casi 20 años!.
Después de esa esa fecha, parecería que cesan por completo los trabajos de prospección arqueológica en la zona atacameña. Lo que se hace particularmente visible a través de los títulos de los trabajos publicados en la revista "Estudios atacameños", la que de "atacameño" tiene hoy cada vez menos.  ¿Constituye esto un avance o más bien un triste y lamentable retroceso en el conocimiento de las raíces históricas del pueblo atacameño?.  
Mientras  otros pueblos indígenas del mundo siguen estudiando afanosamente  sus antecedentes, hurgando en sus raíces más antiguas, empleando para ello las técnicas más avanzadas y  arrojando con orgullo  luz  a nuevos conocimientos, en Atacama la situación parecería ser  la inversa; se propicia hoy -por todo lo que uno escucha- "tender un manto de olvido" sobre el pasado. La historia multisecular de su etnia  y sus logros culturales, parece no interesar hoy mayormente  a sus líderes. Ante esta situación, nos parece que hay aquí una grave responsabilidad histórica de esos líderes cuya ignorancia en estos temas  quedaría  así penosamente en evidencia.       

 Por los antecedentes que hemos recogido, las comunidades están planteando hoy una serie de exigencias partiendo por la restitución inmediata de los cuerpos humanos a su lugar de origen, previo cierto "pago" ritual, de carácter expiatorio, a la Pachamama  o Madre Tierra. Esta exigencia, explicable desde el ángulo de su percepción étnica, hará muy difícil o imposible en el futuro su estudio minucioso de carácter científico. Menos aún, su examen repetido, efectuado  varias veces, a lo largo de varios años usando diferentes  técnicas, cada vez más avanzadas  (18).      

b)  ¿Sería posible excavar e investigar  sin sacar los cuerpos humanos que se hallare?

Respuesta.

Puede suceder que en la excavación respectiva no se tropiece con cuerpos o esqueletos humanos sino solo con objetos, ruinas y/o restos animales. En tal caso,  la comunidad (o su veedor en el campo) no debería objetar el trabajo prolijo del arqueólogo.  Pero si aparecen restos humanos, (que por hipótesis no deberían ser tocados),  el trabajo se tornaría difícil, por no decir imposible, de acuerdo a los cánones de procedimiento en la arqueología científica tradicional.  
No tendría  mucho sentido el estudiar los objetos  que le acompañan, (ofrendas) pero no a su creador, el hombre, salvo cuando éste no aparece en escena (como ha ocurrido en el  caso de algunos  fuertes romanos en el norte de Europa). Si no aparecen restos humanos en la excavación, sería perfectamente posible avanzar en su estudio tomando nota y registro de las construcciones, armas u objetos o elementos  varios  que  se encontrare.  

c)  ¿Será posible estudiar un cementerio antiguo o una tumba recién descubierta?.  

Respuesta:

Ciertamente que no. Solo cabe, en este caso, anotar cuidadosamente en el Cuaderno de Campo, el descubrimiento hecho y sus caracteristicas externas visibles anotando sus coordenadas exactas,  como dato científico que se reserva para el futuro, "para tiempos mejores".

d) ¿Qué deberíamos hacer hoy si tropezamos con un entierro humano al excavar un sitio?.

Respuesta.

Delimitar, marcar y cerrar ese sector, registrando su presencia, como queda dicho, en el Cuaderno de Campo.  No cabe aquí otro proceder. Podría ocurrir que se trate de un entierro humano aislado,  solitario,  pero tambien -como es frecuente-  este hallazgo puede formar parte de un cementerio.

e)  ¿Qué se debería hacer con los cuerpos  momificados que existen en las bóvedas de los museos?. 

Respuesta.

Esta es una de las cuestiones de más difícil y compleja respuesta. Algunos líderes exigen que se les devuelva a la "madre tierra" y se les re-entierre, realizando una ceremonia ritual de "pago" a la Pachamama.  Pero a menudo tal cosa es imposible pues el terreno ha cambiado de uso o se encuentra hoy edificado. ¿Qué hacer?. ¿Enterrarlos en cualquier parte?. No tiene mucho sentido. Pensamos que la única posible alternativa es que se les siga conservando en las bóvedas climatizadas de los museos, pero ahora en condiciones dignas y sin peligro de contagio o lenta destrucción causado por los cambios de temperatura.   

   
Corolario.

En los párrafos anteriores, hemos procurado probar que es del todo  imposible  hacer auténtica arqueología con prescindencia del estudio de los cuerpos antiguos, sus vísceras, su piel o cabellos, su  vestimenta y su valioso ajuar mortuorio. El estudio de la comunidad humana como tal con su corporeidad y toda su riquísima expresión cultural es el objeto principal  de la arqueología como ciencia.  La arqueología estudia todos los aspectos  del quehacer humano  en un determinado lugar  geográfico. Pretender, pues, estudiar "las obras" (es decir, las  expresiones varias de la cultura)  del hombre  sin conocer, estudiar y examinar a su autor, sería ciertamente un mito (19).

Pensamos que la escuela básica en los pueblos atacameños tiene hoy un importantísimo rol formativo que jugar en este tema. A sus profesores, bien pertrechados en historia, geografía y antropología, les tocará enseñar a sus alumnos  a distinguir cuidadosamente entre la verdad y el mito, entre la historia y la leyenda. 
 
"La verdad os hará libres"  nos enseña Jesús en la Biblia (Juan 8, 31-32).  Y la verdad, aunque duela, debe primar en nuestros estudios. Sin acceso meticuloso a  esta "verdad", no hay ciencia posible. 
    


Notas

(1)  El debate y discusión sobre este punto ha sido iniciado (¿o fomentado?) en Chile con ocasión del reciente desmantelamiento del Museo arqueológico levantado en San Pedro de Atacama por el sacerdote jesuita Gustavo le Paige, S.J. a partir del año 1962. En su antiguo Museo (ver Figs. 2 y 3), hoy lamentablemente destruido), le Paige conservaba centenares de cuerpos momificados, esqueletos y cráneos humanos hallados en sus excavaciones arqueológicas  a  través de cuyo estudio y análisis llegó a elaborar sus propias conclusiones científicas. ¿Qué ocurre exactamente hoy en San Pedro con esos numerosos cuerpos momificados? ¿Fueron re-enterrados por la comunidad o  yacen guardados "bajo siete llaves"?.  No lo sabemos.   

(2)   Es sabido que el padre le Paige llegó a reunir en su Museo, para sus estudios, la cantidad de 4.258 cráneos humanos y 346 fardos funerarios (momias). (Según inventario hecho por A. Llagostera y M. A. Costa, 1984, en su obra: "Museo Arqueológico R. P. Gustavo le Paige, San Pedro de Atacama", Departamento de Extensión Cultural del Ministerio de Educación,  Serie Patrimonio Cultural Chileno, Colección Museos Chilenos,  1984: 7).

(3) Opiniones muy semejantes -casi calcadas- hemos escuchado recientemente de labios de delegados indígenas  de los pueblos  Quechua y Coya en distintas instancias políticas en el pais. 

(4)   Para nadie es un misterio el actual distanciamiento y alejamiento de las comunidades atacameñas  de la actividad museográfica en San Pedro de Atacama. Esta situación anómala  ha llevado a detener  o suspender totalmente las investigaciones de campo en dicha zona.  Situación que trae consigo,  por desgracia, la pérdida de oportunidades formativas en el campo de la historia y la antropología para los propios jóvenes atacameños en el "Instituto de Investigaciones Antropológicas" que la Universidad Católica del Norte viene desarrollando en San Pedro desde el año  1984, año de su creación. Hoy ofrece estudios de postgrado en Antropología y Arqueología. Lamentablemente, los que hoy se benefician de esta formación académica, son extraños al lugar; no son los mismos atacameños a los que debió dárseles  desde vel inicio, oportunidad y facilidades especiales.

(5)   Expresiones semejantes hemos escuchado recientemente de labios  de varios líderes indígenas de diversas etnias  o pueblos.

(6)  En su obra: "Informe de un misión científica a América del Sur,  (Bolivia, República Argentina, Chile, Perú)", Paris, Imprimerie  Nationale, 1904).    

(7) Con fecha   15/03/2024  hemos publicado este capítulo en nuestro blog científico: https://eco-antropologia.blogspot.com . El tema es de álgida discusión hoy, y creemos lo seguirá siendo por mucho tiempo.

(8)  Algunos animales, como los chimpancés  (Pan troglodytes), aunque capaces de elaborar algunos aparentes "objetos" o "herramientas" primitivas, como nos lo ha demostrado la bióloga y etóloga inglesa Jane Goodall (1934-   ) en sus notables experiencias en el parque nacional Gombe (Tanzania), no tienen la capacidad de elaborar propiamente cultura, ni menos construir con ella una historia evolutiva, tal como lo ha hecho el hombre (Homo sapiens).   

(9)  El período Calcolítico (del griego χαλκός,  'cobre'; y λίθος,  'piedra') es conocido también como "Período del Cobre", por ser el uso de este metal lo más caracteristico de  su  producción cultural. Representa el comienzo de la "Edad de los Metales" y sigue inmediatamente después del llamado "Período Neolítico"  en el Viejo Mundo.              El período Calcolítico o "Edad del Cobre", se extiende aproximadamente entre los   años  4.000 A.C. y 1.700 A.C.

(10)   Decimos  aquí "completo", por cuanto se ha hallado en los paises escandinavos no pocos cuerpos mutilados por efecto del sistema de extracción de la turba, mediante el empleo de maquinaria. Por ahora, no se ha inventado aún algún sistema o instrumento práctico que permita localizar estos cuerpos antes de su extracción mecánica de la turba,  al modo como operan los detectores de metales, instrumentos tan en boga hoy y de tanto éxito en los hallazgos fortuitos de objetos de metal, máxime de plata y oro.  

(11)    Los hallazgos de cuerpos momificados  en turberas son antiguos en Europa septentrional.  Alfred Dieck en el año 1965 publicó una  valiosa y detallada reseña en su libro sobre este mismo tema titulado:  "Die europäischen Moorleichenfunde  (Hominidenmoorfunde)"  Neumünster, J. Wachholz). ("Los hallazgos europeos de cadáveres en pantanos, (hallazgos de homínidos en pantanos"). Reúne y analiza allí todos los antecedentes disponibles a la fecha.  Reseña varios centenares de casos.

(12)  El hombre de Tollund, hallado casualmente en una turbera en Dinamarca (península de Jutlandia) el 6 de mayo del año 1950, fue ajusticiado (ahorcado) y enterrado en el fango de un antiguo lago con una soga gruesa atada alrededor del cuello. Se estima que se habría tratado aquí de un sacrificio humano: ¿inmolado a las espíritus del pantano?. De edad de unos 30 años, su cuerpo totalmente ennegrecido se recuperó de la turbera conservando sus facciones notablemente intactas. Habría nacido hacia el  año 375 A.C.  (siglo IV A.C.). Se conserva en el museo de Silkeborg  en Dinamarca.  (Cf. Revista Antiquity). Entre otros numerosos y valiosos  estudios de su  cuerpo, se ha podido determinar,  con notable exactitud, todos los ingredientes alimenticios de su última comida,  horas antes de su muerte. 

(13)  Las "turberas" se diferencian de los pantanos en que las primeras se alimentan de aguas lluvias  ocasionales, y no  -como los pantanos- de aguas superficiales que los mantienen siempre húmedos. La turbera se forma en paises fríos, muy lentamente por el desarrollo, crecimiento y ulterior muerte de  especies de musgos del género Sphagnum cuya abundante depositación a lo largo del tiempo,  va acumulando una gruesa capa vegetal inerte que puede llegar a  alcanzar varios metros de espesor. Riquísima en materia orgánica descompuesta, la turba es hoy usada habitualmente en jardinería para la producción de plantas de flor.  Mantiene una fuerte acidez  (Ph 3 a 3.92)  lo que impide y/o frena la rápida descomposición de los cuerpos. Una turba tarda varios miles de años en formarse. Hoy es cortada y explotada en lugares de Inglaterra, Irlanda o Escandinavia mediante el uso de  maquinaria, por lo  cual algunos de los hallazgos humanos han aparecido lamentablemente mutilados. Las turberas son, además,  gigantescos reservorios de carbono en la naturaleza y conforman alrededor del 3% de la superficie del planeta. Hoy se ha comprobado que el calentamiento global está también produciendo un calentamiento paulatino de las turberas  en todo el mundo, a un ritmo de 0,6º C por cada década, proceso por el cual ceden el carbono (CO2) hasta entonces retenido, a la atmósfera, acrecentando así el problema  del calentamiento global.   
   

(14)  Las momias egipcias  sufrieron un elaborado y largo proceso de embalsamamiento a manos de expertos, habiéndoseles extirpado todos  sus  órganos internos (vísceras)  los que fueron depositados -como se sabe-  en vasos especiales de greda hermosamente decorados (llamados vasos canopos) junto al sarcófago. Razón por la cual un estudio biológico fino y detallado de ellos se hace hoy prácticamente imposible. La amplia aplicación del natrón (Na2CO3·10 H2O) al  cuerpo momificado para obtener un secado rápido de los tejidos blandos, ha destruido o descompuesto muy pronto buena parte de las evidencias biológicas, máxime las de carácter microscópico. 

(15)  El prurito de conservar y amontonar momias indígenas para su estudio ulterior no fue ciertamente tan solo una  costumbre del padre Gustavo le Paige. Recuerdo haber visto un espectáculo semejante, en la década del 90, en una primitiva choza o bodega de quincha y barro, muy cerca del pueblito de Huarasiña donde el arqueólogo Lautaro Núñez solía parar en sus viajes de estudio a la quebrada de Tarapacá. Dichos cuerpos momificados procedían de sus propias excavaciones en dicha quebrada. Allí estuvieron guardados por más de 10-12 años. Ignoro cuál sea su actual paradero. En todo caso, allí no estaban "expuestas" al público sino solo "guardadas" en forma provisoria, a falta de mejor repositorio. De modo semejante, apilados en una pequeña bodega en el pueblo de Chiuchíu, los investigadores guardaron por años, en la década del 80-90 cuerpos humanos  y/o esqueletos hallados en sus excavaciones. Este proceder que hoy nos parece anómalo, degradante, y particularmente doloroso para las comunidades actuales, fue proceder muy común en las excavaciones del Norte, hasta la década del 1980. A nadie le llamaba la atención, tampoco (¡que conste!) a los propios pobladores de los pueblos atacameños, acostumbrados a ver cuerpos humanos momificados expuestos,  como me consta. 
En enero del año 1960. estando yo en Chiuchíu estudiando mi bachillerato, solicité a las autoridades del pueblo que me facilitaran algún operario para enterrar los cráneos y las numerosas momias, enteras o mutiladas, que se podía observar entonces tirados por los alrededores y que eran entonces fotografiadas a destajo por visitantes afuerinos.  No fui escuchado.  A nadie le importó el hecho. De esto hace ya casi 65 años (!). 
También -hay que reconocerlo-  los propìos  atacameños han ido cambiando de modo de pensar  al respecto a partir del momento en que  empiezan a  tomar conciencia de que ellos también constituían un pueblo indígena digno de figurar en la nueva Ley Indígena del Presidente Alywin  en el año  1995.  

(16)  Lamentamos no poder incluir aquí otras fotos nuestras de los cuerpos momificados que el Padre le Paige tuvo originalmente  expuestas en el patio interior de su parroquia hasta el año 1963, antes de  la inauguración del primer pabellón (rotonda) de su nuevo museo  arqueológico.


(17)  Las  Áreas de Desarrollo  Indígena (o ADI)  son territorios donde ha vivido y aún vive una población indígena que los utiliza desde antaño sea en labores de ganadería, de agricultura o de minería  tradicional  y donde el  Estado chileno debe focalizar su acción en beneficio directo de las comunidades, conservando su identidad. Están contempladas en la Ley 19.253 de octubre del año 1995 (artículo 26).  . Daría la impresión, sin embargo, que algunos de los líderes atacameños han re-interpretado hoy dichas ADI, a su manera,  como si fueran sus propios "territorios autónomos", donde solo ellos imponen y establecen sus reglas.  Tal proceder, parecería insinuar un peligroso y lamentable sesgo "separatista" (o "autonomista")  dentro del territorio de nuestra nación chilena. Algunas agrupaciones indígenas de la zona mapuche, como la CAM (Coordinadora Arauco-Malleco), así lo han interpretado en la práctica imponiendo, de paso,  con su política de incendio y destrucción  de predios, el terror y la angustia en la zona.

(18)  Los estudios del hombre de Tollund asi como los de Ötzi, el cazador andino del norte de Italia, han sido repetidos varias veces,  aplicando nuevas tecnologías y hallándose cada vez nuevos antecedentes de un alto interés cultural y científico.

(19)  El gran antropólogo norteamericano Melville J. Herskovits (1895-1963) tituló su obra cumbre como: "El hombre y sus obras"  (1952).  Estudiar al hombre solo a través de sus obras y no en si mismo, es como estudiar y describir el trabajo en la fragua sin considerar al herrero, el pastoreo de ovejas sin  referirnos al pastor, o la captura de peces sin describir al pescador, sus instrumentos y habilidades. Porque el hombre es algo inseparable de sus propias producciones (su "cultura") que son como el  reflejo de su propio ser ("segunda naturaleza").   

 Agradecimientos

A la arqueóloga Ana María Barón, arqueóloga de larga experiencia en la zona por sus comentarios a nuestros trabajos.   
A la geógrafa Giselle Araya por sus numerosas observaciones y sugerencias prácticas, fruto de sus trabajos en San Pedro de Atacama.
Al museólogo Branko Marinov Martinic, mi antiguo compañero se labores en Antofagasta, por su valioso aporte bibliográfico especializado en temas de museología.