El artículo hace una concisa descripción geográfica de la isla, y en el aspecto cultural de la isla, intenta darnos luces sobre el oscuro y controvertido significado y sentido de sus famosas tablillas de madera inscritas, conocidas en su lengua como Kohau rongo rongo ("gran mensaje en madera"). Entre los muchos intentos por descifrar el significado de los glifos de dichas tablillas, el autor parecería adherir a la reciente teoría del húngaro Vilmos (Guillaume de) Hevesy (publicación de 1932) quien afirmaba que sus símbolos o glifos mostraban una gran semejanza con la escritura jeroglífica de la civilización de Mohenjo-daro (Valle del río Indo, Harappa, Punjab), del segundo milenio antes de Cristo. En consecuencia, estos glifos serían para dicho autor una forma primitiva de escritura y estarían relacionados con esta antigua cultura de la India. Esta teoría, expresada en el año 1932 tuvo en su tiempo muchas seguidores. Actualmente, se la considera totalmente descartada principalmente por la inmensa distancia cronológica que separa ambas culturas: más de 2.200 años. En efecto, Mohenjo-daro data del segundo milenio antes de Cristo mientras que los inicios de la cultura pascuense se han establecido hoy, con bastante seguridad, merced a las pruebas por C14, hacia el año 1200 D.C. En ningún caso antes. Además, la enorme distancia geográfica de ambas culturas hace muy difícil por no decir imposible su contacto por mar en aquella tan temprana época. No existe hoy -al menos todavía- el menor indicio de una propagación de las culturas de la India hacia las islas del Pacífico. Era, por consiguiente, obvio que el autor del artículo que presentamos adhiriera a esta hipótesis, por entonces en boga.
Las hipótesis emitidas por diversos investigadores sobre el sentido y contenido de los glifos de las tablillas Rongo rongo han sido muy variadas: desde un instrumento de navegación para guiarse por las estrellas, hasta una expresión de ritos de iniciación sexual para jovencitas pascuenses. Más de 25 expertos internacionales, entre lingüistas, etnógrafos e ingenieros, han tratado de descifrar su contenido, pero sin el menor éxito hasta el presente. Tarea aún pendiente par los investigadores del futuro. Se sospecha, en todo caso, que más bien se trataría de una colección de apuntes, conceptos o ideas, a manera de un ayuda-memoria, para permitir y apoyar su recitación en ciertas ceremonias familiares. Una especie de qhipu pascuense, formado por símbolos inscritos en la madera en vez de nudos y colores. Pero no una escritura propiamente tal. Mucho menos de una escritura alfabética. Al no existir en nuestro caso una "Piedra Rosetta" que permitiera cotejar un relato hecho en varias lenguas, desprendiendo, por comparación, el significado de la lengua desconocida, no nos queda más remedio que seguir investigando.
Sabemos por el temprano relato del misionero católico Eugène Eyraud, de la Orden de los Sagrados Corazones (SSCC), que estas tablillas se hallaban presentes en todas las casas de los pascuenses, en la época de su llegada a la isla (en carta a su obispo fechada en diciembre de 1864). Siendo esto así, debemos suponer que ellas eran algo muy importante para sus habitantes y, además, de obligado uso común. Absurdo sería suponer que eran meros objetos de decoración o adorno en sus viviendas Sin duda alguna, tenían para ellos una función práctica, tal vez ritual ¿Cuál? No lo sabemos hoy. Si hemos de creer a Eyraud no eran, por lo tanto, objetos tan solo poseídos y empleados en sus rituales por los sabios o shamanes de la tribu. Todas las familias las poseían. ¿Cómo pudo entonces llegar a perderse totalmente entre los habitantes de Rapa Nui el recuerdo de su verdadero sentido y significado? Hasta hoy es éste un enigma no resuelto y, al parecer, de muy difícil solución.
Algunos atribuyen el hecho, con bastante razón, al despiadado secuestro y rapto de numerosos habitantes efectuado por barcos peruanos entre 1860-1963, período durante el cual varios centenares de nativos fueron conducidos a la fuerza, en calidad de esclavos, a trabajar en las explotaciones del guano en la Islas Chinchas en la costa peruana frente a Lima. Tal vez entre éstos se hallaban los expertos en su interpretación De éstos deportados, gracias a las reclamaciones de Gran Bretaña y Francia, a través de sus cónsules en Lima, unos pocos sobrevivientes, apenas alrededor de una docena, lograron ser repatriados de regreso, infectando con ello, casualmente, a los habitantes de la isla de la fiebre amarilla que habían contraído, sin saberlo, en el continente americano. El resultado fue una verdadera catástrofe demográfica. La población de la isla descendió así a sus niveles mínimos. Se calcula que más de 1.000 isleños, la mayor parte varones, habrían sido así secuestrados para ser empleados como esclavos. En 1877 de la primitiva población insular que los antropólogos calculan estimativamente en unas 3.000-3.500 personas, se contaban apenas 111 isleños. No pocos habían sido llevados por los misioneros católicos a Tahiti, para sustraerlos a la crueldad del francés Dutrou Bornier quien tenía el derecho de explotación de la isla por concesión del gobierno chileno. Para ello, la había poblado de ganado vacuno y lanar. Otros (no menos de 150 isleños) habían sido llevados antes de 1870 a las islas Gambier por el señor Brander en calidad de obreros para sus plantaciones de azúcar, tal como lo señala Stephen Chauvet en su obra "Isla de Pascua" editada en 1945.
Del secuestro de gran número de naturales de Rapa Nui en repetidas expediciones por flotillas de barcos peruanos en la década del sesenta del siglo XIX, da cuenta el investigador inglés y químico industrial William Bollaert, en una breve pero casi desconocida referencia publicada en la revista científica "Anthropological Review" de Londres con el nombre de "Remarks on the kidnapping of Natives of Eastern Island". Este cita contemporánea constituye una prueba irrefutable de tal tráfico horrendo, y procede de la pluma de un personaje confiable que vivió largos años en el sur peruano y escribió numerosos trabajos de índole química, histórica y antropológica sobre el sur del Perú de entonces, especialmente sobre la provincia de Tarapacá. Lo daremos a conocer, Dios mediante, en los próximos días en otro capítulo de nuestro Blog.
Bollaert fue un colaborador asiduo de varias revistas científicas inglesas de la época, en las que iba dando cuenta de sus investigaciones y hallazgos. A él más que a nadie en el Perú de entonces, debemos numerosas contribuciones científicas de gran calidad, tanto en el rubro industrial del salitre, del boro y de la plata como en el campo antropológico. Posteriormente, varios otros autores han dado cuenta pormenorizada del hecho, como Stephen Chauvet en su obra "La Isla de Pascua y sus misterios" (1ª edición castellana 1945, Imprenta Zig-zag, Santiago de Chile). Por su antigüedad, merecen sin embargo destacarse especialmente aquí los artículos sobre Isla de Pascua, recopilados por Ignacio L. Silva A. (Editor), en su obra "Isla de Pascua" (Santiago de Chile, Imprenta Litografía y Encuadernación Barcelona, 1903: 161 páginas). Contiene esta obra los Informes de Ignacio L. Gana, Julien Viaud (Pierre Lotti) y J. R. Ballesteros, quienes visitaron en su momento la isla y se documentaron in situ al respecto.
Damos a conocer, en los párrafos que siguen, el mentado artículo sobre Isla de Pascua en septiembre de 1949 en su versión original fotostática.
Texto del artículo de 1949.
Fig. 4. Segunda página. Vista de una de las tablillas Rongo rongo. Esculturas de Moais enterradas en las laderas del cráter del volcán Rano Raraku. Gran parte de las estatuas aquí mostradas yace enterrada bajo tierra.
Fig. 5. Sección final del artículo de la revista Histonium.
Colofón.
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