¿Un santuario para los caminantes?.
En el capítulo anterior del blog, nos hemos referido a las numerosas figuras de geoglifos representadas en el sitio denominado Chug-chug situado en la Provincia de María Elena, Región de Antofagasta. Hemos señalado allí que para nosotros la extrema acumulación de figuras denotaría la presencia de un importante sitio ceremonial o santuario (como se prefiera denominarlo) de los antiguos caminantes y viajeros. Este sitio se halla contiguo e inmediato a un tramo importante del Qhapaq Ñan de los Incas, que viene de la zona de Calama, acerca del cual entregamos detalles en este capítulo, tras minuciosa observación en terreno (Ver Fig. 1).
Fig. 2. El autor de este blog al costado derecho de la antigua ruta incaica, o Qhapaq Ñan. Alrededores del sitio de Chug-chug. La regla en el suelo mide un metro. Un bastón nuestro, puesto en el extremo opuesto, marca el ancho constante de la senda: son casi exactamente 3.50 m. Observe el lector las numerosas piedras alineadas toscamente a sus costados, señalando sus límites. Este sistema de indicación de la vía incaica lo hemos observado en prácticamente todos los sitios donde con certeza se detecta el trazado de esta ruta, desde la ceja sur de la quebrada de Camarones, hasta Quillagua. Nuestra hipótesis es que este tramo que pasa por el sitio arqueológico de Chug-chug enfila directamente al Norte, y empalma con la ruta que de N. a S. viene desde la quebrada de Maní, cruzando varias quebradas normalmente secas como Sipuca, Los Tambos,
Fig. 3. Este geoglifo, hecho en el suelo, se halla muy cerca de uno de los miradores actuales. Ha sido delineado mediante piedras de tamaño semejante, puestas toscamente en todo su contorno, Tal vez (?) se trate del diseño de un ave, con las alas abiertas; la cabeza del ave estaría donde se halla el observador y sus patas, en el extremo opuesto. Pero la figura no es muy clara. Allí, a corta distancia, se yergue otro geoglifo representando una hermosa estrella de cinco puntas. (Foto Pedro Lázaro, 02-12-2016).
Fig. 4. Los cerros con figuras de geoglifos vistos desde uno de los miradores. Distancia aproximada: unos 300 metros. (Foto Pedro Lázaro, 02.12-2016).
¿Quién fue el descubridor de este sitio de arte rupestre?. Un nombre ignorado.
Exploraciones arqueológicas desde la salitrera María Elena.
Castellón en efecto, con base en María Elena, sitio de su residencia, durante muchos años recorrió incansablemente la región, tanto para procurarse objetos antiguos para su flamante Museo de María Elena, cuanto para incrementar el conocimiento arqueológico de la Región y señalar a las autoridades los peligros que corría este arte, ante el avance incontenible del progreso (Exploraciones mineras, electrificación, Carreteras, etc.). Fue así como, acompañado de un grupo de amigos amantes de la antropología, Castellón encontró y dio a conocer al mundo científico numerosos lugares de gran interés arqueológico y patrimonial. Con gran generosidad, no siendo él mismo un arqueólogo formado en la Academia, sino un entusiasta autodidacta de la arqueología, supo dar aviso a los científicos locales de sus descubrimientos. Lo que mucho le honra.
Explorando un tramo del Qhapaq Ñan junto a Chug-chug.
Con la experiencia adquirida por nosotros (Pedro Lázaro y yo) en el estudio del camino Inca, tras numerosas expediciones en su búsqueda en la depresión intermedia de Tarapacá, entre la quebrada de Camarones y Quillagua (entre los años 2011-20l5), quisimos examinar con alguna detención sus huellas aquí, junto a la cadena de cerros Pintados de Chug-chug. Lo hicimos a comienzos de diciembre del pasado año 2016. El joven guía de la "Fundación Patrimonio Desierto de Atacama" nos indicó someramente su rumbo. Muy pronto dimos con los típicos trazos sinuosos, en forma de rastrillo, formados por numerosas huellas paralelas de tránsito animal, que serpenteaban viniendo claramente del Sureste. Se observa aquí numerosas huellas, que cubren un ancho medio total de no menos de 10-12 m. Nuestro guía pareció no dar mayor importancia a esta ruta, encandilado como estaba por el estudio de los grabados en tierra (geoglifos), rasgo cultural sin duda de la mayor importancia en este yacimiento.
Rastros de antiguas acampadas.
A poco andar, siguiendo el trazado de la antigua ruta, observamos unos confusos amontonamientos de piedras al costado de una pequeña cárcava provocada por la eventual bajada de aguas. (Vea nuestra Fig. 4). "Un antiguo campamento de viajeros", le susurro a Osvaldo. En efecto, vemos latas de conserva oxidadas, trozos de botellas de cerveza antiguas, alambre, herraduras, elementos todos típicos de la época del auge de la explotación salitrera (1870-1915). Se trataba de antiguas oquedades circulares, protegidas por piedras, aptas para pasar la noche, al abrigo de sus ponchos y monturas. La ruta fue muy frecuentaba durante el período salitrero, época en que se traía animales bovinos en pie desde Atacama, rumbo a los mataderos (llamados "camales") de las Oficinas Salitreras. Digo a Osvaldo: "tendria que haber cerámica indígena por aquí". Pocos segundos después, vuelve con varios fragmentos que identifica como cerámica atacameña temprana. Huella indeleble de un tráfico muy antiguo, de varios siglos antes de la llegada del Inca. Pronto halla Osvaldo (cuyo olfato arqueológico nos maravilla) un inconfundible fragmento de cerámica del tipo "negro pulido atacameño", según la denominación antigua dada por el sacerdote-arqueólogo, párroco de San Pedro de Atacama, Gustavo Le Paige S.J.
Un hallazgo fortuito.
Estamos bastante cerca y al oriente de uno de los miradores instalados por la Fundación para la observación de los conjuntos de figuras de los cerros vecinos. De pronto Osvaldo me señala un curioso círculo, formado por piedrecillas finas, de color muy oscuro. Llamo a Pedro y le digo "¿qué te recuerda esto?". "Un geoglifo", me responde, tras unos segundos de vacilación. Era un dibujo en tierra, inconfundible, de un imponente sol con un gran círculo central. Figuras de este mismo tipo (prácticamente idénticas) habíamos observado con bastante frecuencia a los costados de la ruta Inca, a través del Tamarugal. Habíamos visto docenas de ellas, de diversos tamaños, con y sin un punto central característico. Nos fue, pues, fácil reconocerlo. El círculo interior, con un diámetro de unos 90 cm., fue intencionalmente formado acumulando innumerables piedrecillas muy pequeñas, de color muy oscuro, delineando un cúmulo levemente levantado del suelo. El círculo exterior del sol, igualmente, aunque incompleto, fue formado por unas corridas de piedrecillas finas, en un contorno de unos 14.40 m. de longitud. Pronto nos dimos cuenta que alrededor de un tercio de la figura, había sido pisoteada y destruida por el paso incesante de tropillas animales por la senda. Entre el borde externo del círculo y su punto central, el área había sido clara y cuidadosamente despejada totalmente de piedras, dejando bien visible un soporte terroso, de color mucho más claro. En un sector del borde externo del círculo, pudimos descubrir varios minúsculos fragmentos de cerámica color café oscuro. Osvaldo nos señala que se trata de cerámica de los antiguos atacameños.
Un gran geoglifo solar.
Habíamos al parecer descubierto con Pedro y Osvaldo, un gran geoglifo representando probablemente a la divinidad solar incaica (Tata Inti), casi imperceptible a la vista por su alto grado de destrucción y degradación. Sospechamos que su presencia había escapado a los investigadores del sitio, pues no estaba señalizado. Se halla a unos 90 m de distancia (a ojo) del mirador Nº 2. Tomamos de inmediato con el GPS las respectivas coordenadas UTM: 482299 N y 7545197 E. El antiguo geoglifo se halla al costado weste de la ruta Inca, y contiguo a ésta. ¿Qué pasó y por qué se hallaba destruido en buena parte?. Fue nuestra primera pregunta. Tenemos ahora una hipótesis explicativa muy simple sobre este hecho. Pero antes, mostraremos aquí la forma en que aparece visible el geoglifo, de acuerdo al dibujo hecho en mi Diario de Campo (Vol. 98, págs. 33 y 35) y que presentamos aquí.
Fig. 7. Descripción detallada , tomada de nuestro Diario de Campo, del hallazgo del geoglifo del sol (Vol. 98, pág. 34). Nos llamó bastante la atención no hallar fragmentos de cerámica colonial española (de tinajas o botijas), evidencia normal del paso de españoles por la vía, muy frecuente en otros tramos de la vía antigua. Sólo cerámica indígena típica. Al parecer, los españoles, al revés de los indígenas, no se detuvieron aquí, ni tuvieron motivos para hacerlo. En cambio los arrieros del siglo XIX y XX dejaron aquí rastros evidentes de su paso y acampada.
4 comentarios:
Extraordinario sus comentarios. Si no mi falla la memoria Rispatron en su diccionario hace referencia a Chug Chug
Estimado, llevo rato leyendo una de sus entradas sobre el oasis de niebla de alto patache. Admiro notablemente su trabajo, espero pueda escribirme para hacerle una invitación académica. Un abrazo. Paulina Torres.
Paulina: Gracias por su nota de saludo. El oasis de niebla de Alto Patache al sur de la ciudad de Iquique fue para mí una maravillosa escuela de aprendizaje sobre geografía, botánica, zoología y arqueología e incluso historia regional. Allí se conjugan -hasta hoy- numerosas ciencias del medio ambiente y del hombre. Una auténtica mina de oro para un científico, estudioso y preocupado por el cuidado del medio ambiente y la naturaleza. Fueron para mí 16 años de fructífera labor en pro de la ciencia, en un rincón desconocido de la región costera de Iquique. Allí ha quedado, en mi opinión, una ingente tarea aún pendiente para los geógrafos e ingenieros de las Universidad Católica de Chile: dotar de agua potable de la niebla a alguna de las caletas costeras próximas(Chanabaya, Río Seco o San Marcos...) y demostrar, una vez más, que esto es posible. Ya lo hicimos en la caleta de Chungungo (IV Región de Chile), en la década de los 80 y 90 del pasado siglo. Será gratísima pero dura tarea para otros, más jóvenes que yo y soñadores de futuro,igual que yo.
Reciba Ud, estimada Paulina, mis saludos cordiales,
Dr. Horacio Larrain B. (Ph.D.),
Pica, Región de Tarapacá.
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