

























Relato sucinto de una reciente expedición a Cala-cala, Quebrada de Aroma.
Nos ha solicitado la Directora del Centro del Desierto de Atacama, de la Universidad Católica de Chile, Pilar Cereceda T., un breve relato, con fotografías, de nuestra reciente visita al sitio arqueológico de Cala-Cala, junto a Ariquilda, en la porción inferior de la quebrada de Aroma, (Provincia del Tamarugal.) Por su connotación geográfica y ecológica, este sitio merece una referencia especial, pues fue, a lo que podemos colegir, un área de intenso tráfico prehispánico desde el altiplano a la costa y viceversa. Lo comprueban sus incontables diseños tallados en forma delicada en enormes paneles rocosos, oxidados por el paso del tiempo. Por la profusión de las figuras, el enorme número de conjuntos tallados, y su hermosa posición geográfica a ambos costados de la quebrada (norte y sur) así como por su abundante provisión de agua a lo largo de todo el año, esta quebrada constituye un sorprendente monumento geológico natural, esculpido por manos prehispánicas en infinitud de pequeñas figuras: los "petroglifos". El sitio es, hoy por hoy, sin lugar a dudas, el lugar de manifestaciones rupestres más interesante de nuestro país. "Cala-cala", en lengua aymara, significa "pedregal" y constituye la forma plural de la voz "q´ala"= piedra. Tanto en lengua aymara como en quechua, la repetición de la sílaba es una forma de pluralizar.Y bien hace honor a su nombre dada la impresionante concentración de cantos rodados de río, que tapizan hoy el fondo de la quebrada y dificultan el paso aún a pie.
Los arqueólogos, en especial, Luis Briones de la Universidad de Tarapacá, (ver: www.uta.cl/masma/patri_edu/rupestre.htm) los ha estudiado con especial dedicación y detalle, y ha publicado sus resultados en revistas científicas. Pero el visitante ocasional, interesado por la cultura local o el estudiante no tiene fácil acceso a dicha literatura especializada, en cierto modo "oculta " en contadas bibliotecas y solo al alcance de los especialistas. Razón por la cual damos a conocer aquí el sitio y su riqueza arqueológica, usando nuestras propias observaciones y fotografías de campo. Es nuestro anhelo más caro que esta referencia contribuya no solo al conocimiento del sitio por parte de muchos compatriotas, amantes de la cultura, sino sobre todo a su protección y cuidado para las futuras generaciones, cuando seamos realmente capaces de mostrar dignamente nuestros tesoros con las cautelas y cuidados indispensables. Porque, a la verdad, aún estamos muy lejos de ello. Es lamentable confesarlo, pero ni tenemos conciencia clara de nuestros tesoros culturales, ni tampoco hemos aprendido a protegerlos, amarlos y darles el cuidado que se merecen. Ojalá este Blog cumpla debidamente este cometido.
Texto del relato:
VISITA A LA ZONA DE PETROGLIFOS DE LA QUEBRADA DE AROMA, PATRIMONIO DE TARAPACÁ.
El día 1/04/2009 junto con mi esposa Marta Peña, acompañamos a los investigadores españoles Francisco Juez Juarros, experto en lengua y cultura islámica y a Beatriz García Traba, antropóloga social y sus dos hijos, Martín y Guillermo a la quebrada de Aroma, situada al NE de la localidad de Huara. A unos diez km. al N de Huara, aparece en la Carretera Panamericana, el desvío que nos lleva directamente al NE., por una excelente huella ripiada, rumbo a la quebrada de Aroma. A medio camino, en plena pampa, nos aparece, como por ensalmo, un pequeño oasis verde, de nombre Curaña, hasta donde llegan las calmas aguas de la quebrada de Aroma, para infiltrarse allí definitivamente en los estratos profundos de la pampa. Figs. 1-12, arriba).
El oasis muestra un pequeño bosquete, bastante desmejorado, de ejemplares de tamarugo (Prosopis tamarugo Phil), algunas pillallas, nombre local del Atriplex atacamensis Phil, retamillas (Caesalpinia angulata). En el pequeño arroyo de aguas dulces y cristalinas, crece hoy, en espléndida floración, la Cortaderia sp., conocida aquí como “cola de zorro” Figs. 9 y 12), el junco (Juncus sp.) y algunas Asteráceas (Compositae) también en flor. Fuera de los consabidos “matapiojos“ o libélulas (Fam. Odonata) y sus larvas ("renacuajos"), unos pequeños sapitos de color negro de unos 2 cm de largo y alguna que otra mariposa (Vanessa carye), no se vio ningún otra forma de fauna presente. Ningún ave. Allí nos servimos, a la sombra de los tamarugos (Fig 1) , un pequeño refrigerio preparado por Marta.
Curaña, aunque no supera la hectárea y media de superficie arbolada, constituye un espléndido oasis donde reponer las fuerzas, antes de enfrentar la última repechada que nos conducirá, por una huella estrecha, al fondo de la quebrada. Surge de pronto un hermoso verdor que cubre, de lado a lado, el fondo del valle saturado de agua. Cortaderias, Juncos y soronas (Tessaria absynthoides), ofrecen distintos tonos de verde a un paisaje fuertemente contrastante con la desnuda aridez de los cerros (Fig. 2) .Seguimos valle arriba por un trecho. Atravesamos el arroyuelo un par de veces. De pronto signos de ocupación humana, de reciente abandono. Es el lugarejo de Ariquilda, hoy totalmente abandonado. El lugar ha sido despoblado apenas hace unos cuatro o cinco años, con motivo, tal vez, de la última avenida que arrasó sus tomas de agua y cuyas huellas destructoras han quedado nítidas en el paisaje. El antiguo poblador cultivó aquí numerosas eras, en las que plantó maíz y hortalizas que conducía a Huara. Duele el alma ver este total abandono de un hermosísimo valle, pleno de agua de la mejor calidad. Pero las eventuales avenidas o huaycos que arrastran consigo troncos, sedimentos y piedras, todo lo destruyen a su paso. Aquel ser humano que se atreviera a poblar aquí, tendría que estar dispuesto a soportar muchos días de total aislamiento, a causa de la inundación y la subsecuente destrucción de las vías de comunicación.
Junto a las ruinas de Ariquilda, se yergue un letrero de Monumentos Nacionales que indica la proximidad de la zona arqueológica o zona de petroglifos. Pero para el que no conoce el lugar exacto, tal letrero despista y más bien parece apuntar a una quebrada lateral, seca. Afortunadamente, nosotros sabemos donde están exactamente los extraños signos y dibujos que conocemos como “petroglifos” (“diseños hechos en piedra”). Los hay, en varios miles de figuras, alrededor de 800-900 m hacia el Este, quebrada arriba, a ambas bandas del riachuelo, al norte y al sur de éste; pero la mayoría ha sido tallada en unos imponentes paredones rocosos, color rojizo tenue, al costado sur de la quebrada, a lo largo de un espacio de cerca de un kilómetro. (Figs. 13, 21 y 24) . El paisaje es imponente por su inquietante soledad, total aislamiento y grandiosidad escénica.
Solo la presencia de infinitos "jerjeles" o "jejenes",(dípteros diminutos de color muy oscuro o negro, de la familia Simulidae) que nos pìcan sin piedad alguna en manos, cuello y rostro, nos distrae de nuestra tarea de admirar estas expresiones increìbles del arte antiguo, de excelente factura e inmejorable grado de conservación. Conviene usar binoculares para poder observar mejor a las escenas talladas en la parte más elevada del acantilado. Pero el zoom de una buena cámara digital, igualmente, constituye una excelente ayuda.
Un nuevo letrero anuncia, no como creíamos, la presencia de la extraña simbología de los antiguos habitantes, sino la curiosa advertencia de “no trepar” por lar cornisas de rocas. ¡Pobre del visitante que llegue aquí en busca de estos antiguos vestigios!. Salvo que haya visto fotografías precisas del lugar, no dará fácilmente con ellos. No logramos entender esta simbología más bien distractiva, que en nada contribuye a mostrar el sitio a los estudiosos, sino, al parecer, más bien a despistarlos. Hace falta aquí, como en el sitio arqueológico de “Pintados”, una caseta de vigilancia y control y, a la vez, una clara señalización del sitio, que ilustre y señale la importancia del lugar. ¡Y pensar que el sitio que visitamos hoy constituye, sin duda alguna, el lugar arqueológico de presencia de petroglifos más importante de Chile!. Miles de figuras, generalmente de pequeño tamaño, han sido industriosamente labradas en la roca, utilizando el café-rojizo, producto de la oxidación, como tela de fondo del diseño. Signos extraños, figuras geométricas, representaciones solares, aves, perros domésticos, animales carniceros, seres del agua, camélidos, balseros en balsas de cueros de lobos, etc. se agolpan en desordenada forma y diferente tamaño, llenando los pocos espacios disponibles en los paneles rocosos de superficie lisa, color café-rojizo.
No son grandes: su tamaño oscila entre los 10 cm hasta los 40 - 50 cm. aproximadamente. (Fig. 25 y 26). No es fácil medirlos, pues distan muchos metros de la base de la quebrada, desde donde los observamos hoy atónitos.Algunos nos miran desde una alta cornisa, a no menos de 50 m. por sobre nuestras cabezas . Algunos se ven apenas desde la base de la quebrada. Es evidente que no fueron hechos sólo para ser observados. Otras motivaciones, de cierto, detonaron su diseño y talla in situ. En otro segmento de este mismo Blog, hemos tratado de ahondar algo más acerca de su significado oculto, que creemos fundadamente trasciende lo estrictamente utilitario y linda con lo simbólico y lo sobrenatural. Estamos convencidos que son, antes que nada, expresiones rituales, verdaderas "mandas" o fervientes oraciones de los antiguos viajeros, que se dirigen a lugares donde la deidad les podìa ofrecer otros recursos vitales, escasos o inexistentes en su zona de origen. (Vea segmento de este Blog rotulado: "Arte rupestre en San Marcos: ¿arte auténtico, rito ancestral de pesca o señalética?").
Nadie lo creería, al ver el estado en que hoy se muestra este lugar al visitante. Contrasta vivamente este evidente descuido y total abandono cultural con el énfasis casi obsesivo que se pone en Iquique para fomentar el turismo nacional e internacional. Tarapacá posee un rosario de sitios arqueológicos muy significativos a nivel mundial. Citemos tan solo a Tamentica, junto al poblado de Guatacondo, Pintados, en un extremo del salar del mismo nombre, Tarapacá Viejo, cerro Unita, en plena pampa del Tamarugal , y el sitio de lejos más importante de todos, el que hoy hemos visitado, la quebrada de Aroma en Cala-Cala.
¿Cómo lograr motivar a alguna institución científica seria para que se haga cargo de dar a conocer, estudiar, cuidar y proteger este sitio, el más notable ejemplo de patrimonio cultural de nuestra Región?. Las Universidades locales que han adquirido un desarrollo evidente y un cuantioso patrimonio económico en estos últimos dos decenios, deberían demostrar su real interés por la cultura y el patrimonio regional, haciéndose cargo de éste y otros sitios, que las Municipalidades locales no han podido – ni podrán - resguardar y mucho menos investigar. Así demostrarían con hechos concretos, lo que tanto suelen pregonar: su verdadero y real interés por la cultura y su difusión a la comunidad.
Las fotografías que hemos puesto arriba, dotadas de pequeñas explicaciones en pie de foto, ilustran muy bien el trayecto recorrido por nosotros este 1 de Abril del año 2009, en medio de la más absoluta soledad y el silencio más impresionante. Solo un destartalado vehículo con tripulantes aymaras, procedente de Soga, se nos cruzó ese día en nuestro interminable transitar, por más de 100 kilómetros, por las ardientes arenas del margen este del desierto de Atacama.
El significado oculto de estas manifestaciones de Arte Rupestre
Los investigadores no se han puesto de acuerdo sobre su significado más íntimo. Unos propician su significado como primariamente de carácter económico, destacando que su presencia coincide perfectamente con el trazado de las antiguas rutas de contacto y comercio interregional (L. Núñez) . Otros prefieren no referirse al significado oculto, mostrándonos, más bien su tecnología, su distribución geográfica y/o su diversidad temática (H. Niemeyer y L. Briones); Otros como el sacerdote-sociólogo J. Van Kessel , les otorga claramente un carácter ritual religioso al estilo de las "mandas", o como formas concretas de una "impetración inscrita en la piedra". Algunos sospechan se trate de sitios de enterratorios (W. Bollaert).
Probablemente jamás sabremos con exactitud su sentido profundo, ese que trata de penetrar la semiología y el simbolismo religioso o la psicologìa social. Lo más probable es que posea varias finalidades interconexas, con interrelaciones mutuas difìciles de percibir y penetrar. Mera "señalética caminera", no podría en realidad ser, pues para eso bastarían unos pocos signos, en sitios claramente visibles, o e intersecciones de huellas. Que su si finalidad última haya sido tan solo de carácter cúltico y religioso tampoco, pues es obvio que se encuentran en rutas bien traficadas en el trayecto costa-cordillera y viceversa. Lo que claramente apunta a que su finalidad haya sido múltiple.
Si consideramos que el mundo del antiguo habitante de estas regiones estaba plagado de mitos y leyendas, alusivas a su origen y evolución cultural, parece obvio suponer que el elemento religioso y el culto (al que eran tan proclives en su accionar diario), hayan formado parte de esta actividad "artística". Ningún autor, por cierto, se ha atrevido a señalar que estas manifestaciones fueran solo "arte puro" o expresión del "arte por el arte". Tampoco, ciertamente, alguna forma prístina y primitiva de "Land Art". Porque tales conceptos son muy recientes, y propios de una sociedad secularizada, donde lo "profano" y lo "religioso" estàn separados por una sima profunda. Tal "sima", ó abismo separador de dos mundos, no existió nunca en el pasado indígena, en ningún lugar de la tierra, sino, por el contrario, hombre, cosmos y deidades tutelares constituían una unidad indisoluble que se traducía en mitos y en ritos o expresiones de "reconocimiento", "gratitud" e "impetración", por parte de los mortales en cada una de sus actividades importantes.
(Descripción de H. Larrain B.)
Bibliografía mínima sobre este tema
Niemeyer, Hans, 1972. Las pinturas rupestres de la sierra de Arica", Enciclopedia m,oderna de Chile, Editorial Jerónimo de Bibar, Santiago.
Revista Chungará, 1995. Universidad de Tarapacá, Volumen 28 Nº 1-2. Contiene todos los trabajos presenbtados al "Simposio Internacional de Arte Rupestre Andino", Arica.
Núñez, Lautaro, 1976 "Geoglifos y tráfico de caravanas en el desierto chileno", en Volumen de Homenaje al R. P. Gustavo le Paige, S.J. Universidad del Norte, Antofagasta.
Santoro, Calogero y Percy Dauelsberg, 1983 "Identificación de indicadores templo-culturales en el Arte Rupestre en el extremo norte de Chile", En Estudios de Arte Rupestre, Museo Chileno de Arte Precolombino, Santiago.
Van Kessel B., Juan, 1976 "La pictografía rupestre como imagen votiva (un intento de interpretación antropológica)", en Volumen de Homenaje al R. P. Gustavo le Paige, S.J. Universidad del Norte, Antofagasta.