Antes de entrar en un análisis interno de esta notable pieza cartográfica del siglo XVIII, quisiéramos plantear algunas indicaciones previas. Porque Cobija no era cualquier punto en el mapa, ni una mera referencia topográfica, ni un mero muelle de atraque para penetrar al interior del continente. Cobija fue un lugar de asentamiento preferido por los antiguos habitantes de la costa, desde tiempos muy remotos, un lugar de poblamiento desde tiempos arcaicos hasta tiempos recientes. Cobija tiene a su haber, a lo menos, unos 8.000 años de historia, si es que no tiene aún más.
Y Cobija no solo atrajo el interés descriptivo de cronistas, viajeros, corsarios y geógrafos de antaño. Los historiadores y arqueólogos han demostrado hasta hoy un inmenso interés por estudiar el lugar. La arqueóloga danesa Bente Bittmann, por ejemplo vivió allí por largas temporadas y estudió incansablemente Cobija por un par de decenios, entregándonos en su rica bibliografía una increíble visión del pasado prehispánico e hispánico de la caleta y de sus contornos inmediatos (Gatico, Punta Huasilla). Ella encontró sus habitaciones, sus tumbas y evidencia de sus asentamientos y hábitos alimenticios. También ella, por desgracia, cogió allí la dolorosa enfermedad bronco-pulmonar que la llevaría a la tumba.
Cuando pasamos por el lugar, con mi familia, en Febrero de 1977, rumbo al Ecuador, Bente se hallaba excavando precisamente el lugar, y ella misma nos mostró varias de sus sitios. La mayoría de las fotos que acompañan este segmento del Blog, son suyas propias, y fueron rescatadas por el autor en el año 2000 de su departamento de la ciudad de Antofagasta, donde había vivido, antes de su viaje definitivo a Dinamarca, donde falleció de la enfermedad que contrajera en Cobija.
Cobija: hito geográfico en la costa desértica del Pacífico Sur.
Cobija : situada a los 22º 33´S y 70º 16´W., (según Riso Patrón, 1924) fue una localidad costera, casi insignificante, en el árido mapa de la costa pacífica norte-chilena. Escuálida aldea de una decena de chozas de changos pescadores, audaces mercaderes de pescado seco o "charquecillo" que transitaban a pie hacia Chiuchíu, Calama, o San Pedro en la Atacama colonial y aún hasta Potosí. Lugar de recalada obligada de galeones, fragatas o bergantines que traficaban por las costas del Pacífico, entre Callao y Valparaíso. Allí pararon por horas los conquistadores que llevaban refuerzos a don Pedro de Valdivia en su desesperada lucha contra los alzados picunches; allí descansarán también los batallones navales chilenos en la Guerra contra la Confederación perú-boliviana en 1836, destinados al Perú.
El 9 de Mayo de 1877 la rada de Cobija sufrió un fortísimo maremoto, con salida de mar que provocó la casi total destrucción de la pequeña ciudad, dejando sus muros enhiestos, en el estado lamentable en el que hasta hoy se encuentran. La erección de la ciudad de Antofagasta, hacia 1870 y su ulterior desarrollo portuario, selló definitivamente el destino de Cobija. Recién en 1960 llegará la familia Pinto y algunos otros escasos pobladores a poblar y dar nueva vida a la caleta abandonada. Conocimos Cobija en 1963 cuando no había más que dos o tres cabañas de pescadores, entre ellas, la de los hermanos Pinto, ubicada junto a la carretera.
Allí vivieron en siglos pasados camanchacas, camanchangos, uros o proanches, dedicados a la caza de la ballena o a la pesca del congrio y del jurel , según diferentes cronistas o viajeros tempranos. Y los hubo hasta fines del siglo XIX cuando las epidemias de viruela o fiebre amarilla acabaron con ellos. Sus viviendas hechas de cueros de lobos marinos sobre costillas de ballenas, o sus extrañas balsas hechas de estos mismos cueros de lobos, serán prolijamente descritas por los navegantes franceses Feuillée, Frézier o D´Orbigny , o por los filibusteros ingleses como Drake, Cavendish, Sharp y otros más.
Cobija: ecosistema de desierto.
Cobija, gracias a sus mínimas condiciones de habitabilidad en un desierto absoluto (buen puerto, agua, pastos, leña, y recursos marinos), fue un hito fundamental en la ruta marítima desde y hacia la capital virreinal, Lima. Por eso mereció descripciones minuciosas desde la época más temprana. Una de las primeras, tal vez, hecha por el comerciante francés Vincent Bauver hacia 1707, ó la del ingeniero francés Frézier en 1712. Todos destacan la extrema esterilidad del paisaje y la falta casi total de recursos para la vida. Pero todos, igualmente, afirman que alli encuentran, al menos, un puñado de habitantes, dedicados a la pesca y al marisqueo de orilla. Todos señalan que allí se inician difíciles e intrincados caminos y huellas que surcarán el desierto, tierra adentro, hasta llegar a los llanos de Calama y de aquí, al "cerro rico" de Potosí, en largas y extenuantes jornadas, atravesando el gélido páramo andino.
Cobija ofrecía un puerto relativamente seguro, bien resguardado de los vientos del sur y surweste por una pequeña península. El cuidado diseño del Plano que aquí presentamos, lo muestra claramente. Era, así, la puerta de entrada obligada hacia la provincia altiplánica de Lipes, en la actual Bolivia.
Los barcos, desde Valparaíso al norte, enfilaban a las islas Juan Fernández, a Coquimbo y de alli a Cobija. El próximo hito septentrional de recalada era, a veces, Iquique; más generalmente Arica, Pisco o El Callao, durante el Perú colonial. Desde los primeros viajes de los siglos XVI y XVII de los primeros navegantes hasta los viajes de los científicos españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa, de la expedicion Malaspina en el siglo XVIII , ó del científico francés Alcide D´Orbigny, o del oficial de marina norteamericano Ruschemberger, y el periplo costero de los capitanes chilenos Delfín o Vidal Gormaz, en vísperas de la Guerra del Pacìfico (fines del siglo XIX) , la ruta y los lugares de recalada, serán casi siempre los mismos: Coquimbo, Cobija, Arica. Y gracias a ello disponemos de variadas y valiosas descripciones, tanto de los paisajes áridos de la costa, como de sus habitantes, indígenas o españoles , sus actividades y sus muy limitados recursos.
Necesidad de una cartografía de lugares de recalada.
Gracias a la frecuencia de viajes a lo largo de la costa pacífica, disponemos hoy de planos y mapas de no pocos de estos puertos de la "Mar del Sur", como le llamaban los españoles al Pacífico. Planos que no solo describirán aspecto relativos al clima, los vientos y mareas, las facilidades o dificultades de atraque y desembarque (problemática náutica), sino que nos ilustrarán sobre los recursos que un viajero podrá encontrar en esos áridos parajes (problemática eco-cultural). Por tal motivo estos Planos serán considerados piezas valiosas , especialmente para los filibusteros extranjeros, ansiosos de asediar y destruir los puertos españoles y asestar duros golpes a la economía y sociedad colonial española.
Algunos de los Planos de la época son mucho más que meras descripciones físicas o bocetos de la geografía, batimetría o topografía local; también constituyen una suerte de Manual obligado de supervivencia, o un indispensable "Vademecum" o almanaque de recursos ambientales disponibles in situ . Y es en este sentido, que han atraido nuestra atención como exponentes sumamente valiosos de los recursos disponibles para la vida humana, o como una rica cantera de referencias eco-culturales. Por eso los consideramos como aquí válidos elementos eco-antropológicos y como tales, figuran en este Blog en que queremos destacar los aportes, desde diversas vertientes, para construir un enfoque eco-cultural o eco-antropológico.
Las primeras referencias a la caleta de Cobija.
"Cobixa", escribieron tempranamente los españoles. Y la existencia de una población numerosa de indígenas asentada allí desde muy remotos tiempos, está acreditada en antiguos documentos españoles. En efecto, el Factor de Potosí don Juan Lozano Machuca, en Noviembre de 1581, nos entrega los primeros antecedentes conocidos de esta región. Nombra a la "Ensenada de Atacama", como lugar de asentamiento de 400 uros pescadores, los que podrían ser reclutados para futuros trabajos mineros en el área. Pero el Factor no denomina el lugar con este nombre: l "Cobixa".
La existencia de tan numerosa población indígena en el lugar, y el ser un punto focal de ingreso a los territorios altiplánicos de Lípez, próximos al Mineral de plata de Potosí, aconsejaron desde tempranos tiempos, instalar allí una presencia española. Los españoles, como fue siempre su costumbre, rebautizaron el lugar con el nombre de "Santa Magdalena de Cobixa" o simplemente el "Puerto de Magdalena". Porque a la usanza española de la época, el lugar fue confiado a la protección celestial de un santo patrono, en este caso, a Santa María Magdalena. La eventual presencia de piratas obligará más tarde a fortificar el lugar, como el resto de los puertos del Pacífico.
Una de las primeras menciones específicas del topónimo "Cobixa" - y al parecer la primera - data del 19 de julio de 1591, en un temprano documento referido al tráfico de pescado seco entre Cobija y el mineral de Potosí. Así lo confirma un serio trabajo de investigación del etnohistoriador chileno José Luis Martínez ("Información sobre el comercio de pescado entre Cobija y Potosí, hecha por el Corregidor de Atacama, Don Juan de Segura (19 de julio de 1591)", Cuadernos de Historia, Universidad de Chile, 1985: 161-171). Allí se demuestra el nutrido tráfico de indios desde este puerto costero hacia Chiuchíu (Atacama la Alta) y San Pedro de Atacama (Atacama la Baja) , conduciendo cargas de pescado seco o "charquecillo", cogido por los indígenas camanchacas de Cobixa, para ser llevado al Corregidor de Atacama Juan Velásquez Altamirano. Este encomendero, verdadero sátrapa de la época, obligaba a los pescadores a este auténtico tributo y a suministrarles personal de servicio para su casa de San Pedro de Atacama, donde vivía con una copiosa servidumbre y sus numerosos hijos mientras su mujer promovía el negocio en la alejada caleta.
¿Qué significa el nombre de Cobixa o Cobija?
No intentaremos aquí adentrarnos a fondo en la etimología de este curioso topónimo, bastante ajeno y extraño a la toponimia costera de la antigua Provincia de Atacama [ hoy de Antofagasta]. A pesar de su aparente aspecto castellano, la voz tiene posiblemente un origen indígena (¿Cupiza, Cupitsa, Kupicsa?). Observemos, de paso, que este nombre se asemeja a "Tupiza", en el altiplano de Lípez. ¿Será, tal vez, de origen atacameño?; ¿ o de origen chicha?. No es imposible. En todo caso, los españoles lo castellanizaron fácilmente, por la cercanía fonética al término "cobija", sustantivo del verbo "cobijarse" y que nosotros usamos como sinónimo de manta o frazada para cubrirse del frío. Si bien existe una ciudad en Bolivia, en el departamento de Pando, con ese mismo nombre, no nos parece probable que se la haya nombrado por ésta. Pues eso significaría que dicho lugar, muy poblado de indios camanchacas según Lozano Machuca en 1581, hubiera carecido de nombre local propio indígena; o que éste nombre local, hubiese desaparecido por completo, sin dejar rastros, por lo que debió ser rebautizado en tiempos hispánicos muy tempranos. Tal cosa nos parece altamente improbable, dada la persistencia ocupacional del sitio, a lo largo de los siglos coloniales, hasta las postrimerías del siglo XIX. Optamos, pues, por un posible -si bien aún no identificado- origen indígena, propio de alguna lengua de las habladas en la costa de Atacama.
¿Quién es o quiénes son los autores del Plano?
Por desgracia, no se consigna. El Plano señala que este Plano "se practicó en 26 de Noviembre del año 1786, de orden del Sr. Dn. Juan del Pino Manrique....". Por cierto no fue su autor el propio Gobernador-Intendente que lo mandó hacer. ¿Quién fue, entonces?. No lo sabemos, pero de cierto fue alguien que demostró conocer muy bien la zona y cada uno de sus rincones. Alguien que probablemente residía, o había residido, en la localidad. A diferencia de los Planos de Antonio de O´Brien, siempre firmados por él, aquí el verdadero autor permanece en total anonimato. Su autor fue sin duda un eximio dibujante, amén de un experto conocedor del lugar. La precisión con que se consignan, en particular, las brazas de profundidad en el área del fondeadero de los navíos, junto a la península, apunta a que su autor habría sido, muy probablemente, un marino, tal vez, un oficial de marina. Detalle que, unido a la notable rigurosidad en el señalamiento de las peñas y roqueríos costeros, posibles escollos para el atraque y desembarco de navíos, apuntaría en esa misma dirección.
El autor es un baquiano de la zona, buen conocedor de su geografía y recursos.
Podemos asegurar que su autor fue alguien que recorrió a pie los senderos y llegó hasta la "Aguada de las Cañas" observando de paso lo escabroso del paisaje horadado por la bajada eventual de aluviones, en tiempos de lluvias intensas, ocasionales. Tal Plano no pudo ser dibujado por un extraño, poco familiarizado con el lugar. Y tampoco don Juan del Pino Manrique, a solicitud del Virrey, lo hubiera confiado a cualquier forastero, extraño al lugar. Nos parece, por tanto, obvio que se buscó al mejor hombre para ejecutar esta labor, tal como lo exigía el Virrey. Nos preguntamos, sin embargo, ¿por que no lo firmó su verdadero autor?. Otros lo hacen, como es el caso de Antonio de O´Brien, un par de decenios antes. Tal vez ,en señal de respeto a la autoridad del Señor Gobernador, su mandante.
Las explicaciones del Plano.
El plano de referencia presenta dos recuadros en su parte superior, donde se anotan los datos precisos referentes al encabezado, su origen, coordenadas geográficas y cronología (lado izquierdo), y en el otro, sobre su contenido y simbología usada (lado derecho).
a) El recuadro izquierdo. Transcribimos el contenido textual del encabezado:
al Sur de la [Línea] Equinoc[c]ial en 22gr.º 20 minº/
de Lat.d y 303 gr.os. de Long.d en/
la Costa del Partido de Atacama. Se/
practicó en 26 de Noviembre del/
año 1786 de orden del Sr. Dn./
Juan del Pino Manrique, del/
Consejo de S.M. y Gov.or. Intend.te/
de la Provincia de Potosí à cuya/
Jurisdic.on pertenece aquel Partido/.
El recuadro derecho. Referencias y simbología:
A. El Muelle
B. El Almacén
C. La Capilla
D. Manantial de Agua
E. Quebrada de las Cañas con vista 20 millas del Muelle/
F. Noria que tiene 3 Palmas/
G. Quebrada y Cuesta por donde sube el camino tierra a mar/
H. Sanja labrada por el Agua que q[uan]do
llueve viene de las Cañas al [...ilegible]/
J. Lomas altas que fecundan su Cerro con/
Corta llubia que hay desde Mayo/
hasta Octubre se cubren de Pasto/
y alguna Leña./
Análisis de los elementos eco-culturales observables en este Plano.
a) Lo primero que nos salta a la vista en este Plano del siglo XVIII es el inventario de puntos geográficos que nos ofrece el Plano en el recuadro superior del lado derecho (Simbología) . Allí aparecen señaladas las principales edificaciones: el Almacén, La Capilla y el Muelle. Este último fue totalmente arrasado en el maremoto de 1887. Estos elementos arquitectónicos ya nos están sugiriendo bastante bien los roles de esta Caleta desde el punto de vista económico, social y religioso. El Almacén es muy importante, pues Cobixa era un lugar de arribo de muchos productos foráneos que se transportaban en recuas de mulas y/o en carretas, para luego ser vendidos tierra adentro, en la provincias interiores. También se señala la existencia de algunas viviendas. Una de éstas, tal vez, fue la ocupada en tiempos antiguos por la familia del encomendero Velásquez de Altamirano.
b) Además, campea, en forma especialmente notoria, un interés vital por el aprovisionamiento de agua potable. ¿De dónde podían surtirse de este vital elemento los viajeros y vecinos?. A diferencia de otros lugares, -como Iquique- que debían abastecerse por mar desde lejanas desembocaduras de quebradas (Camarones o Pisagua), Cobija presentaba tres fuentes de agua dulce. Aunque todas eran escasas, y algunas bastante salobres, eran de todos modos un gran lujo en esa estéril e inhospitalaria zona costera. Por eso reseña sus nombres: La Quebrada de "Las Cañas", quebrada adentro (notoria en el Plano), subiendo unos 400 m., "La Noria" en la terraza litoral, donde había -se señala- tres palmas vivas por entonces; y "El Manantial", cercano a esta última. Hemos conocido las tres, aún vigentes, pero que nadie explota hoy , pues el agua dulce llega por medio del camión aljibe que envía la Municipalidad.
c) Se destaca en el Plano, especialmente bien trazada, la huella tropera y de carretas que sube frente a la Punta Gatico, tierra adentro utilizando una profunda abra entre los cerros costeros. No era la única vía de penetración hacia el Oriente, pues cerca de la Aguada de las Cañas transitaba otra huella para mulas que subía al alto. Esta era ocupada para acceder a los "pastos" del alto, a lo que aludirá el Plano. Era una huella que subía a las "lomas altas " para el abastecimiento de forraje animal y combustible (leña). Había una tercera huella, por el costado sur del cerro "Copo de nieve", como lo denominara la Señora Blanca, madre de los hermanos Pinto. En el Plano solo se muestra la primera, tal vez por ser la más importante para el tráfico de carretas.
d) No escapa a su autor el señalar con precisión la potente cárcava de erosión producida por las lluvias eventuales que arrastran materiales rocosos desde la boca de la Quebrada y se aproxima al mar. Esta es señalada como :
la "Sanja labrada por el Agua que quando llueve, viene de las Cañas al [... ilegible..]".
e) Tal vez la indicación más valiosa del Plano, desde un ángulo eco-cultural, se refiere a algo de mucho valor, a juicio de su autor, y que se produce en abundancia en las zonas altas de los cerros. Las indica con la letra mayúscula "I" escrita como la "J" actual . Seis "J" se perfilan en lo alto del cordón de cerros que domina la "Ensenada de Atacama". Por algo esta letra "J" se repite tanto: sin duda alguna, a causa de su gran importancia para los vecinos de Cobija. ¿En qué radicaba su valor?. El rótulo alusivo en el recuadro bajo la letra "J", lo señala claramente :
"Lomas altas que fecundan su cerro con Corta llubia que hay desde Mayo hasta Octubre. Se cubren de Pasto y alguna Leña".
Es decir, aquí se refiere el texto inequívocamente a las lluvias finas, llamadas "garúas" en el Perú o "camanchacas", en Chile, propias de las nubes estrato-cúmulos saturadas, que se adosan a las partes altas de los cerros costeros, condensándose y produciendo fuerte humedad en el suelo durante varios meses.
f) El texto indica "corta lluvia", es decir, no solo mera humedad atmosférica. Lo que nosotros llamaríamos hoy una "neblina mojadora". Conocemos bien este fenómeno, pues lo hemos experimentado cientos de veces en el oasis de niebla de Alto Patache, durante nuestros estudios. La atmósfera, plenamente saturada, con un 100% de humedad relativa, permite condensar sobre cualquier obstáculo vertical, la humedad en forma de gotitas de agua.
g) La duración de este fenómeno queda bien registrada: "con corta llubia que hay desde Mayo a Octubre...". En nuestra zona (Iquique) la duración del fenómeno alcanza incluso hasta comienzos de Diciembre. Podría tratarse aquí de una variación geográfica de carácter regional. Pero, en general, la indicación acerca de la duración del fenómeno corresponde, evidentemente, a una observación hecha por gente del lugar, con experiencia.
h) El efecto de estas "cortas llubias" se explica del modo que sigue: "[Las] lomas altas... se cubren de Pasto y alguna Leña". El autor no parece hablar de oidas. Habla con "conocimiento de causa". Su descriptor debió recorrer ese nada fácil sendero de ascenso, hasta los 800-900 m de altitud, y ver personalmente las plantas que identifica aquí como "pasto" y los arbustos leñosos , que sabe bien sirven de combustible o "leña".
i) ¿De qué plantas estaría hablando aquí?. No es tan difícil dilucidarlo. Pues en los oasis de niebla de la zona sur de Iquique que hemos estudiado desde el año 1997, también existen las mismas especies que en los altos de Cobija. Entre los pastos, casi seguramente reconoceremos manojos de la gramínea Stipa sp, también presente en Alto Patache, Punta de Lobos y Alto Chipana (oasis al sur de Iquique), además de ejemplares de Oxalis, Cristaria, Nolana spp. Tetragonia sp y Frankenia sp., todas ellas plantas palatables para un ganado poco exigente como los mulares o asnos, animales de carga utilizados habitualmente por los españoles. Por el testimonio de Bauver, del año 1707, sabemos con certeza que había guanacos en los altos de Cobija, que se mantenían gracias a esta vegetación, los que solían ser cazados por los indígenas con la ayuda de perros amaestrados (Bauver en Pernaud, edit., 1960: 17-18; cit. en Bittmann, 1977: 21-22).
j) Y... ¿qué especies vegetales podían ser consideradas aptas para leña? No es tampoco difícil adivinarlo. En Alto Patache y Punta de Lobos o Chipana, tenemos al menos 4 especies, que bien pudieron servir como combustible. En primer término, el cactus Eulychnia iquiquensis , Sus troncos secos, son espléndido combustible; pero también las ramas de Ephedra breana (pingo pingo) , Atriplex taltalensis, y sobre todo, Lycium leiostemum. Este último es aún abundante y se ve aún hoy numerosos ejemplares secos, en amplios sectores de la costa, bajando hasta altitudes de los 250 m y aún menos, formando manchones de color pardo oscuro. Aún hoy se le puede recoger en cantidad para avivar un fuego. Ancianos habitantes de la caleta de Chanavaya (Sur de Iquique) nos han relatado recientemente cómo, cuando no había carretera de comunicación con Iquique, subían a los riscos del alto (sobre los 600 m.) a cortar cactus del género Eulychnia (que llaman copaos), para dejarlos secar un tiempo y luego emplear en sus fogatas.
El texto, por lo demás, es enfático al afirmar que solo se recogía allí ^[en los altos] "alguna leña". Es decir, el descriptor es muy consciente de que el recurso no abundaba y era más bien escaso. A estas especies habría que agregar la posibilidad de colectar, en cantidad, líquenes fruticosos de varias especies, que arden con gran facilidad y dan mucho calor, como lo hemos experimentado nosotros mismos en ocasiones. En otras palabras, había en los Altos de Cobija elementos suficientes para avivar el fuego de sus hogueras; el único problema era la lejanía del sitio de recolección. Por suerte para los habitantes costeros, el mar arroja con frecuencia talos de algas marinas de especies como Lessonia sp y otras menores (Graciliaria sp.) las cuales, una vez secas al sol, constituyen un excelente combustible. Pero el Plano no se refiere a ellas. Sobre la utilización de las algas marinas, en tiempos prehistóricos, por los antiguos habitantes, se extiende Bente Bittmann profusamente en varias de sus obras y con acopio de referencias históricas. (Cf. Bittmann, 1977, 1981, 1983, 1984).
k) Por último deseamos recalcar que el Plano también nos menciona, en su extremo derecho, abajo, un roquerío como lugar de extracción de guano, seguramente desde antiguos muy tiempos. Y este recurso, muy preciado por los agricultores del interior, especialmente en la zona atacameña de Chiuchíu y Calama, debió ser treansportdo desde este lugar, por las rutas ya señaladas tierra adentro. Varios Mapas de esta misma época, o algo anteriores, destacan y enfatizan también la explotación del guano. Es el caso del Plano del Puerto de Iquique de don Antonio de O´Brien, confeccionado por éste en el año 1765 (Cf. Bermúdez, Estudios de Antonio O´Brien sobre Tarapacá, 1763-1771, Ediciones Universitarizas, Universidad del Norte, Antofagasta 117 p.).
En síntesis, podemos afirmar que este Plano que ostenta el modesto título de "Demarcación del Puerto de Cobixa", contiene muchísimos más elementos que una mera "demarcación" de corte geográfico. Registra y constata la existencia in situ de una variada gama de recursos. Y hay voces tempranas, como las del coronel inglés Francis O´Connor, que nos refieren que los habitantes de Cobija hacia el año 1827, solían enviar animales a pastar a los cerros altos, por espacio de varios meses, donde se alimentaban solos. Es exactamente la misma idea que nos señala, en forma de recurso importante, el Plano de Pino Manrique.
Por la riqueza de su información ecológica y por su connotación cultural (es decir el "empleo de recursos naturales "para el desempeño de la vida humana"), hemos considerado que este Plano bien merece ser analizado con un enfoque eco-cultural, tal como lo hemos querido hacer aquí. Y por ello rotulamos intencionadamente este capítulo como "una cartografía eco-cultural" y casi nos atreveríamos a decir: como un breve "Manual de supervivencia en el desierto": indicador de rutas, fondeadero de navíos y detector de presencia de recursos vitales para la vida humana.
(Debo este Plano y su copia a la benevolencia de mi buena amiga la antropóloga española Beatriz García Traba, de Madrid, quien se tomó las molestias para conseguir este preciado documento del Archivo de Indias en Sevilla. A ella, mi especial reconocimiento).
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