- El día 4 de Marzo de 2021 la casa solariega del entomologo Luis Peña Guzmán, obra genial del arquitecto Miguel Eyquem Astorga, vivió horas extraordinarias. El silencio y soledad habituales se vieron alterados esta vez por las voces de admiradores y seguidores de "Expedición a Chile", la revista para niños y jóvenes creada en 1975 por la Editora Nacional Gabriela Mistral. Un grupo de sobrevivientes, testigos y/o autores de la Revista y sus admiradores se reunían para intercambiar ideas y recuerdos. ¿La ocasión?. Uno de sus principales artifices, el artista y dibujante Francisco Olivares Thomsen, quien fuera editor de la revista (1975-78) abandonaba definitivamente el país para radicarse en España junto a uno de sus hijos. El objetivo por tanto era doble: por una parte, se nos iba del país uno de los protagonistas de esta epopeya y necesitábamos rescatar y estampar su visión de los hechos que condujeron a la creación de la revista y, por otra, en este mismo año (en Enero pasado) acabábamos de conmemorar los cien años del natalicio de Luis Enrique Peña Guzmán (1921-1995), uno de los cerebros gestores de esta epopeya. La trayectoria de Peña como naturalista y su conocimiento sin igual de los paisajes naturales del país, lo constituían en una persona clave en esta naciente empresa.
- En este conversatorio reunido en la "Casa Peña", queríamos escuchar los recuerdos de sus gestores sobrevivientes, científicos, dibujantes o directores, antes de que se diluyeran del todo los recuerdos o desaparecieran por completo. No en vano han transcurrido, entretanto, 46 años desde sus inicios. La hermosa estructura de la "Casa Peña" -obra señera del recientemente fallecido arquitecto Miguel Eyquem- luce hasta hoy intacta. Pero los interlocutores de hoy mostraban ahora, casi todos ellos, una pronunciada calvicie apenas poblada de cabellos blancos, relucientes. El tiempo no ha pasado en vano.
- Texto de nuestra intervención.
El 21 de Enero recién pasado,
conmemoramos el centenario del nacimiento de Luis Peña Guzmán, zoólogo y
entomólogo, uno de los más notables descubridores de especies nuevas de la fauna
chilena y sudamericana. En ese día, nos
permitimos hacerle un homenaje en nuestro blog https://eco-antropologia.blogspot.com
con el título de: “Hace cien años en 1921 nacía un sabio biólogo que emuló a
Humboldt y Darwin: Luis E. Peña Guzmán”. Lucho fue uno de los pilares
fundamentales de la revista que hoy examinamos.
1.
Orígenes
de nuestra Revista.
Nos hemos reunido
aquí en la casa del sabio Luis Peña, junto a Las Canteras, a hacer recuerdos de
nuestra participación en una gran epopeya: “Expedición a Chile”. Feliz iniciativa
promovida por Alfredo Ugarte Peña, su sobrino nieto, heredero de sus aficiones
entomológicas y zoológicas. Aquí, entre estas mismas paredes, estantes y cajas
de insectos, deambula aún, aunque difusa, la figura señera de Lucho, su
creador. Su propia genialidad ha quedado retratada, de alguna manera en esta su
casa, monumento arquitectónico levantado en esta colina por su amigo el
arquitecto Miguel Eyquem, recién fallecido (02-03-2021).
Se nos ha pedido en este
conversatorio que evoquemos la figura de Lucho en “Expedición a Chile” y la
impronta de esta obra en cada uno de nosotros.
Mis primeros recuerdos datan de
Lucho del año 1953 cuando como joven profesor de Ciencias Naturales en el colegio
San Ignacio de Santiago, conocí en su casa de El Bosque (junto a Maipú) a Lucho
y sus colecciones de insectos. Desde aquel ya lejano día, la afición por el
estudio de la naturaleza “y sus
producciones” (en frase tìpica del abate Juan Ignacio Molina) brotó incontenible y
pervive hasta hoy fresca, lozana y
saludable.
Un día del año 1975 sonó el
teléfono en mi casa de calle Estrella Solitaria en Santiago. Era Luis Peña. Por años, habíamos
mantenido un frecuente contacto epistolar durante mis andanzas por Argentina
Alemania, Francia y México. Me invitaba a una reunión en la Editora Gabriela Mistral con posibles interesados en crear y
editar una revista ilustrada para la juventud chilena.
Nos convocaba el abogado Mario Correa Saavedra, Sub-director de la Editorial a
través de María Gloria Yrarrázaval que hacía las veces de Coordinadora.
Allí llegamos invitados, desde
diversos puntos e instituciones, Alberto Vial Armstrong, ingeniero y matemático,
Luis Peña Guzmán, zoólogo y entomólogo, Juan
Carlos Castilla, biólogo marino, de la Universidad Católica, los Schilling, padre e hijo, botánicos de la Universidad de Chile, Hernán
Santis Arenas, geógrafo de la UC, Hans Niemeyer Fernández, ingeniero y arqueólogo, Eduardo
Bernain, dibujante y Horacio Larrain,
arqueólogo más algunos otros más que no
recuerdo. Como dueño de casa y futuro Director de la revista, nos acompañaba como anfitrión el
ilustrador, artista y eximio dibujante Francisco Olivares Thomsen quien ya trabajaba en la editorial.
Allí se tiraron, audazmente,
las primeras líneas de la revista. Preguntas como: ¿a qué público se va a
dirigir la revista?. ¿qué vamos a presentar en ella que sea atractivo
y novedoso?. ¿Cuál podría ser el tiraje de la revista?. ¿En qué debe
ser diferente a otras revistas?.
¿A qué tipo de científicos se va a invitar a participar en ella?, menudearon dicho día.
Hubo unanimidad en que lo
primordial era citar a colaborar a diferentes científicos, de varias
universidades, expertos en el estudio de
aspectos varios de la Naturaleza, porque eso era lo que habría que mostrar: la
naturaleza de Chile en sus rincones
ignotos y desconocidos. ¿Dónde vamos a ir a explorar?. Las exploraciones y expediciones futuras iban, pues,
a dirigirse a zonas de Chile desconocidas o remotas, de modo de mostrar a los niños y
jóvenes chilenos aquello que hace
singular y único a este país desde el punto de vista tanto geográfico y
económico, como vegetacional y
zoológico. Un país de forma tan singular
que se extiende entre vastos desiertos por el norte y los hielos eternos junto a los canales
sureños, y una elevada cordillera que nos separa de nuestros vecinos con cimas que se empinan por sobre los 6.000 y 7.000 m de altitud.
Fue idea del futuro
director Francisco Olivares el incluir, en el formato de la misma revista, tanto el fruto concreto
de expediciones reales (dibujos,
croquis, fotos) como manuales especiales en forma de “Guías de Campo”, al
estilo de las "Field Guides" del mundo sajón.
¿Cómo poder reconocer las mariposas de Chile, sus insectos, o
sus árboles y arbustos, o los habitantes
de sus ríos y lagos o de las aguas litorales que bañan nuestras
playas y roqueríos?.
La revista
pretendió ofrecer una admirable solución técnica al futuro lector, aprendiz de
científico. Se iba a mostrar en una mismo formato, tanto el fruto de
expediciones reales como las "Guías de campo" para reconocer las diferentes
especies vegetales y animales. ¡Todo un gigantesco desafío!. La idea era enseñar a los niños y jóvenes a
observar y ver en profundidad lo que los ojos comunes suelen pasar por alto
al mirar un paisaje dado.
¿Cómo organizar una expedición?. El biólogo marino Juan Carlos Castilla nos sugirió hacer un primer intento: un simulacro real, que nos aportara experiencias concretas de terreno para organizar así mejor las futuras expediciones. La ocasión fue observar la máxima baja marea del año y sus habitantes en la costa. “Hagamos, nos dijo, una expedición de prueba”. Y así se hizo.
En
nuestros propios vehículos, se trasladó al primer grupo interesado de
científicos, dibujantes y artistas a un lugar determinado de estudio: el balneario
de Las Cruces, donde la Universidad Católica poseía un Centro de estudios
marinos, junto al mar. María Gloria
Yrarrázaval, nuestra coordinadora, ofreció la casa de veraneo de su familia
como lugar de hospedaje del grupo inicial.
Cada persona del grupo:
científico, artista o dibujante,
tuvo una misión especial: hacer
un recuento y registro minucioso de lo observado por él incluyendo fotografías, diseños, croquis dibujos y/o
anécdotas del recorrido realizado
por cada uno en el sector asignado Material escrito que al
final debía ser entregado a la naciente dirección de la revista para su
análisis. Recuerdo que en dicha ocasión
a mí se me confió recorrer con la historiadora María Eugenia Góngora las
proximidades de la playa Grande. Nuestra misión fue entrevistar a la familia de
pescadores de apellido Codoceo y lugares
vecinos a la laguna del Peral, donde se
decía que había restos arqueológicos. Mientras
María Eugenia hacía la entrevista a los pescadores, yo, acompañado de dos de los
hijos de los pescadores, buscaba
referencias a las “piedras tacitas” y a
posibles asentamientos arqueológicos del sector. Fruto de estos 2 días de
trabajo en el área, son dos artículos editados en este mismo blog científico, en base a
la documentación reunida en la ocasión. Aunque los registros de esta primera
expedición de prueba no aparecieron editados en la naciente revista, se
aprendió mucho de ella para la realización de las futuras expediciones: su
costo, su modo de organización y sus
exigencias en materia de personal, equipo y
utillaje. Así nació, casi de la
nada, la revista “Expedición a Chile”, de la que se publicaron 48 fascículos (1975 - 1978).
2. La impronta de esta experiencia.
Cada
uno de nosotros, los sobrevivientes de esta epopeya, tiene hoy su propia visión,
su propia percepción y recuerdos de esta gesta. Porque no fue tarea fácil coordinar las
actividades de científicos, artistas, diagramadores y dibujantes. El cronista o relator de la expedición fue un
personaje fundamental. A él le cupo el rol esencial de sintetizar y presentar,
en forma amena y atractiva, el desarrollo de la expedición. Tal tarea cumplió a
cabalidad nuestro amigo, el ingeniero y matemático Alberto Vial Armstrong, ya fallecido.
En el fogón nocturno, al calor de una hoguera, nos reuníamos a relatar y comentar nuestros
“descubrimientos” u observaciones concretas hechas en terreno, mientras el “cronista Vial tomaba nota
cuidadosa. De ahí surgiría el relato o
crónica amena de cada expedición del grupo, pieza vital de la revista. Así, la crónica iría acompañada de fotos,
croquis, mapas o pequeñas monografías temáticas acordes con el tema tratado en cada ejemplar
de la revista.
3. Efectos de esta experiencia pionera.
En los párrafos que siguen, trataré de sintetizar qué efecto tuvo en mí esta experiencia de trabajo en equipo.
a. Lo primero que me impresionó fue ver la forma de trabajo de cada uno, que era descrita en detalle por los cientìficos een el “fogón” nocturno. Todos participábamos de este encuentro en que se ponía sobre el tapete lo aprendido u observado ese mismo día. Cada uno de los presentes exponía lo que vio o encontró durante la jornada. Así, fuimos aprendiendo detalles del trabajo de los otros, sus técnicas, sus métodos y sus conclusiones. Este “aprender a ver con los ojos de otros” (especialistas), fue nuestra primera gran experiencia vivida en terreno. Todos veíamos, en un mismo paisaje, cosas muy diferentes. Cada uno de nosotros tenía una diferente lupa de observación: la especialidad propia: el punto particular de mira.
b. Esta simple técnica de trabajo nos permitió apreciar la actividad del otro, reconocer su
importancia en la percepción del paisaje
en su conjunto. Acompañar por una hora o
dos al biólogo marino. al botánico o al geólogo en sus observaciones y
escuchar sus explicaciones in situ,
enriquecía inmediatamente mis
percepciones como arqueólogo de campo.
De aquí surgió inmediatamente no sólo el reconocimiento de la valía de
otras percepciones, sino también, a veces, la adopción parcial de algunos
métodos o técnicas de otros en la tarea propia. O, al menos, la obligación de consultar mis
dudas con otros, expertos en su campo.
c. Otra lección aprendida en esta epopeya de
“Expedición a Chile” fue entender
lo indispensable que resulta la “interdisciplinaridad” en la percepción y estudio de cualquier fenómeno de la Naturaleza, es decir, el aporte simultáneo de varias disciplinas.
Durante mi estadía en el Instituto de Geografía de la Universidad Católica a
partir del año 1973 pude apreciar el trabajo de mis colegas geógrafos,
geólogos, o demógrafos. Pero ahora, en esta nueva experiencia iniciada en 1975,
se me abría un espectro disciplinario mucho más amplio al observar el trabajo
de biólogos, botánicos, zoólogos o entomólogos, además de geógrafos y geólogos.
d. Esta experiencia de trabajo de campo compartido con otros especialistas de la Naturaleza, tuvo en mí una repercusión especial. Yo me atrevería a decir que, a partir de esta experiencia, mi visión de la Antropología cambió bruscamente, adquiriendo un sesgo ambiental y ecológico particular. De aquí deriva, creo yo hoy, mi visión personal de la “eco-antropología”, como una subdisciplina de la Antropología que contempla las obras del hombre (es decir toda su “cultura”) como íntimamente ligada y dependiente de la Naturaleza circundante (El “oikos” o la "casa" o morada del hombre). A partir de entonces, mis investigaciones y trabajos se centraron fuertemente en esta sub-disciplina, la Eco-antropología, aunque soy consciente de que mis colegas antropólogos no le reconocen el status de una subdisciplina antropológica particular, para mí bastante evidente y aún necesario. A partir de entonces mantengo excelentes relaciones con geógrafos, ecólogos, entomólogos, botánicos, mastozoólogos e incluso biólogos marinos a los que consulto frecuentemente mis dudas y/u observaciones. Incluso este interés vital por la interdisciplina me ha permitido participar varias veces en Congresos de Geografía y aún de Entomología, tanto en Chile como en Argentina, Perú o Ecuador.
e. Finalmente quisiera recalcar que el contacto asiduo con investigadores de otras áreas de la Naturaleza (diferentes al estudio del Homo sapiens), me ha vuelto mucho más humilde al constatar que muchos otros campos del saber de la Naturaleza son absolutamente indispensables a la hora de estudiar el rol del hombre y de su responsabilidad en la modificación y cambios operados sobre la faz de la tierra. Lo expresó bien el antropólogo William L. Thomas hace ya 66 años (1956) en el mismo título de su famosa obra: Man´s Role in Changing the Face of the Earth (publicado por The University of Chicago Press, con la colaboración de Carl Sauer, Marston Bates y Lewis Mumford, entre otros grandes sabios de la época).
f. Creemos que el concepto y la práctica de una eco-antropología y su elaboración concreta en trabajos de
investigación, nos debería acercar mucho a la
comprensión plena de los temas hoy tan debatidos sobre los efectos actuales del
calentamiento global y cambio climático sobre la Naturaleza y los efectos concomitantes de la actividad del hombre (actividad antrópica).
g. Si yo
no hubiese tenido la oportunidad de trabajar en la revista “Expedición a Chile” codo a codo con numerosos científicos de otras disciplinas del medio natural, tal vez
hubiese dado yo un rumbo diferente a mis investigaciones y a mi docencia universitaria. Poderosa impronta que hoy agradezco a los
pioneros de “Expedición a Chile”, tanto a los que ya no nos acompañan en esta vida como a los pocos actuales sobrevivientes.
Dr. Horacio Larrain Barros (Ph.D.), El Portezuelo, Las Canteras, 04/03/2021.