jueves, 30 de diciembre de 2010

Cómo vio el mineral de plata de Huantajaya un cronista y soldado español del siglo XVI: el rastro desconocido de Pedro Pizarro.

Fig. 1. Portada de la edición de la Crónica de Pedro Pizarro, hecha en Buenos Aires por la "Editorial Futuro" en el año 1944.

Fig. 2. Título completo de la obra escrita en España en el año 1571. Ya el título destaca bien el interés particular del cronista por presentar la "cultura" de los Inkas, señalada como su "gobierno y orden".

Nuestro personaje y su única obra.

Pedro Pizarro (1515 , Toledo - 1602?), primo hermano del Marqués Francisco Pizarro, participó activamente al lado de sus primos y hermanos en las luchas de la conquista y recibió también, como otros capitanes, de manos de Francisco Pizarro una encomienda de indios que abarcaba sectores del sur peruano hasta cerca de Tarapacá. Su encomienda de Tacna colindaba, por lo que sabemos, con la encomienda de Martínez Vegazo. Ya de edad madura, terminó de escribir en febrero de 1571 sus recuerdos y los plasmó en una Crónica que lleva por titulo de:Relación del Descubrimiento y Conquista de los Reinos del Perú.” que fuera incluida y publicada por vez primera en el quinto volumen de la «Colección de documentos inéditos para la historia de España», en Madrid en el año 1844; (reedición Buenos Aires, 1944). En esta obra se refiere específicamente la explotación de sus minas de plata, que tiene en plena producción, en Tarapacá.

Testigo presencial.

Pizarro se refiere con desdén a los que antes han escrito sobre el Perú sin haber sido testigos presenciales. Su ágil relato, por lo detallado y preciso, da una fuerte impresión de objetividad. Al referirse a las “minas que están en Tarapaca”- lugar que visitó personalmente en busca de ricas vetas- sin el menor género de duda, se está refiriendo al mineral de plata de Huantajaya, y muy probablemente al sector correspondiente al alto del cerro de San Simón. No existió ningún otro filón de plata explotado por las cercanías, pues el Mineral de "Santa Rosa", hoy geográficamente muy próximo, fue recién trabajado a partir del siglo XVIII, no antes, al menos según los antecedentes de que disponemos.


Muy valiosa es su clara referencia al hecho de que este yacimiento, que hoy conocemos como "Huantajaya" ya era bien conocido y explotado en el tiempo de los Incas para la extracción de plata. Sin duda alguna, sólo mediante el sistema de "catas" o sondeos, o pequeñas galerías cerca de la superficie; hay que descartar, en todo caso, la perforación de pozos profundos. Estos, con profundidades de más de 200 y 300 metros, sólo serán perforados a mediados del siglo XVIII.


El texto alusivo a las "minas de Tarapaca":


Analicemos con especial esmero este notable texto, entre los más antiguos lejos es el más explícito y detallado referente a estas Minas de Tarapacá.

Se señala explícitamente que de las Minas de Porco, que estaban en tierras de Hernando Pizarro y “de las Tarapaca”, se sacaba antiguamente plata para el Inka:


“Y en este tiempo, descubrió Hernando Pizarro [primo de Pedro] las minas de Porco y tomó aquella rica mina que allí tiene; que destas minas y de unas questán en Tarapacá, tierra yunga, legua y media de la mar del sur [esto, es 8-10 km. del mar] sacaban plata para los Yngas, que las de Potosí en tiempos de españoles se labraron, aunque los naturales tenían algunas catas en ellas” (edición 1944:150).


Un poco más abajo (p. 151), vuelve a referirse al tema:


“Hay otra parte que sacaban plata ansimesmo como tengo dicho, que se llamaba Tarapaca. Tiene este nombre de Tarapaca por un pueblo que ansí se llama, questá doce leguas destas minas. Están estas minas de Tarapaca en unos arenales.


Examinemos con algún detalle este valioso texto:


a) No se nombra el lugar exacto de las minas por su actual topónimo “Guantajaya”. Tampoco lo hará el Testamento de Lucas Martinez Vegazo, hecho en noviembre del año 1565, quien se refiere a ellas como “las minas de plata de Tarapacá”. Sólo se les llama inicialmente las “minas de Tarapaca”, por quedar en las cercanías y en el distrito de este pueblo indígena. Y, probablemente, porque era el cacique de Tarapacá el usufructuario de dichas minas para el Inca. Pero lo que sí nos sorprende bastante es que se llame al pueblo al modo indígena, como “Tarapaca (como palabra grave, sin acentuación en la á final) y no “Tarapacá”. Lo que querría decir, al parecer, que Pedro Pizarro usa todavía la manera de pronunciar indígena local: “Tarapaca”.


b) Se señala que el agua dulce para la bebida se trae de muy lejos, desde doce leguas de distancia. Siendo la legua una medida española “itinerante”, es decir el espacio que se cubre caminando a pie o a caballo en una hora de tiempo, la distancia de “una legua” se ha solido calcular aproximadamente en unos 6 km. Lo que haría unos 74 km. de recorrido. (A través de Google Earth hemos calculado exactamente la distancia en línea recta Huantajaya-Tarapacá en 68 km.).


c) “a doce leguas”, igualmente, se encuentra según el cronista Pizarro el agua para la bebida; esto coincide exactamente con la localización de las vertientes en Huarasiña y/o Tarapacá, lugares donde había agua permanente. Esta agua es la que permitirá al encomendero Martínez Vegazo accionar su molino de Tarapacá y la fundición de plata en el sitio inmediato de Tilibilca.(Cf. Trelles, 1988);


d) Las Minas dichas se encuentran “en unos arenales”. Para los españoles la ausencia total de vegetación del lugar les permite calificar el sitio como “arenales”, pues no otra cosa sino arena suelta era y aún es el material visible en toda el área alrededor de Huantajaya.


e) Pizarro señala la riqueza de estas minas:


“es el metal de plata que en estas minas hay muy rico, porque lo más que se ha sacado dellas es plata blanca acendrada, y aún quieren decir que tiene quilates de oro”. “Hay tantos veneros a manera de vetas en diez leguas al rededor de lo que se ha visto, como venas tiene una hoja de col, y en todas las partes que cavan sacan metal de plata, uno más rico que otro” (1944: 151);


f) el grave problema con que se tropieza aquí es la falta de agua para accionar los quimbaletes o molinos. “Por la falta de agua que tiene tan grande no se labran estas minas ni se ha descubierto la riqueza que en ellas hay”.(1944: ibid.).


g) Reconoce que Lucas Martínez Vegazo labraba, sin embargo, estas minas, “porque tenía en encomienda estas minas de Tarapacá”.


h) Nos indica igualmente, que este encomendero “halló unas papas de plata redondas como bolas, questos indios llamaban papas, sueltas entre la tierra, de peso de doscientos pesos, y de trescientos y de quinientos y de arroba y de dos arrobas, y aconteció hallar papa que pesaba un quintal…Hallábanse estas papas a tiempos…”.


i) Nos indica que Pedro Pizarro tenía su encomienda “cerca destas minas”. ¿Cuál era ésta?, Casi ciertamente la de Tacna, que por entonces compartía con el encomendero Hernando de Torres.


No nos queda nada claro cómo pudo Pedro Pizarro pretender acceso y ejercer propiedad sobre estas minas, tan próximas a las de Martínez Vegazo a sólo “dos tiros de arcabuzde éstas, como señala en su texto. Tal vez, porque la jurisdicción de las encomiendas de ambos era de límites muy imprecisos en este sector costero, o más probablemente, porque el descubridor de vetas tenía, ipso facto, derecho sobre la explotación de éstas, cualquiera fuera el dueño de la encomienda respectiva.



j) El texto del cronista nos sugiere que uno de sus indios de encomienda le advirtió sobre la presencia de “una mina más rica que la que Lucas Martínez labraba, y yendo en busca della, topó unas catas que los indios antiguamente labraban a dos tiros de arcabuz de la cueva de Lucas Martínez”.


Pedro Pizarro busca, según el texto, “en una cata pequeña …poco más de dos palmos debajo de la tierra, se halló unas piedras a manera de adobes que en obra de medio estado questaban estas se sacaron mas de tres mil pesos de pedazos de piedras a manera de adobes de plata blanca que subía de la ley”.


La distancia señalada como de “dos tiros de arcabuz” (esto es, del equivalente a unos 100-120 metros lineales) nos estaría probablemente indicando que las vetas explotadas por esas fechas por Martínez Vegazo, entre los años 1545 y 1565, correspondían todavía al área alta del cerro San Simón, y no a los faldeos orientales del cerro de San Agustín, (zona del llamado “hundimiento”) donde se asentará el grueso de la población colonial en el siglo XVIII.


k) Pedro Pizarro, creyendo haber dado con la veta principal tras el hallazgo de gruesas papas de plata como “adobes”, invierte “más de veinte mil pesos, cavándola dieciocho estados de peña viva”. [esto es una profundidad de aproximadamente 30 metros, según 'El Tesoro de la Lengua Castellana o Española' (Madrid, 1611), de Sebastián de Covarrubias Orozco, primer diccionario de la lengua española.]. Grande fue su desilusión al no hallar más metal de plata. Aparentemente, tras este enorme esfuerzo inicial, el cronista abandonó el trabajo.


l) Una afirmación general sobre la riqueza de la zona queda explícita en esta cita del cronista: “Aquí en Tarapacá hay grandes riquezas de minas encubiertas, que por falta de agua que hay y de leña no se descubren. Agora andan en busca dellas” (1944: 153). Esto lo dice cuando está por terminar su obra, esto es hacia 1570-1571, más o menos. Lo que no sugiere, al parecer, que todavía por esas fechas subsiste en la zona un enorme interés por la minería metálica en Tarapacá.


El historiador nortino Oscar Bermúdez, en su obra: “El Oasis de Pica y sus nexos regionales, (Arica, 1986) en cambio, afirma que entre 1539 y 1559 “se hace escasa explotación en Huantajaya de suerte que la actividad española desde Pica a la quebrada de Tarapacá ha sido de importancia ínfima en esas primeras décadas” (Bermúdez, 1986: 17).


Pedro Pizarro y Lucas Martínez Vegazo, el encomendero de Tarapacá.


El análisis interno del Testamento de Martínez Vegazo, cotejado con la Crónica de Pedro Pizarro y otros documentos, nos confirmaría en la sospecha nuestra de que hasta su muerte ocurrida en 1765, mantiene Martínez Vegazo asiduos trabajos de extracción de plata por medio de esclavos negros e indios en los altos de Guantajaya y en la fundición de plata establecida por él en Tilibilca, junto a Huarasiña, donde posee, según el mismo Testamento, una propiedad grande que testará a favor de sus fieles yanaconas. Y esos trabajos suponen nutrido tráfico entre Tarapacá y Huantajaya, trasladando continuamente obreros, enseres y herramientas, agua y alimentos frescos, además del mineral mismo de buena ley para ser fundido en sus buitrones de la quebrada de Tarapacá. (Cf. Trelles, 1988).


Lo dicho más arriba nos confirma plenamente que Pedro Pizarro no sólo se refiere con certeza al yacimiento de plata de Huantajaya cuando habla de "sus minas en Tarapacá", sino que, además, nos asegura que él mismo explotó uno de sus filones, invirtiendo cuantiosas sumas en ello, a muy corta distancia de la propia explotación realizada por Lucas Martínez Vegazo.


Su fiel relato también parece sugerir que pronto decidió abandonar tal proyecto minero, abatido por su fracaso. A partir de entonces, a lo que creemos, el encomendero Martínez Begazo ya no tiene contendiente alguno en dicha zona minera, la que de acuerdo al Testamento publicado por Efraín Trelles, sigue explotando activamente hasta el fin de sus días.


En toda caso, Pedro Pizarro queda de este modo clara e indisolublemente unido a la historia temprana y al destino del glorioso mineral de plata de Huantajaya, junto a Iquique.


Sus enseres de cuero, sus botijas, sus caballos o mulares o posiblemente sus herraduras, deben estar aún ahí, esperando al venturoso arqueólogo que quiera desenterrarlas.


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domingo, 19 de diciembre de 2010

El enfoque ecológico en los estudios arqueológicos: un trabajo nuestro del año 1972.

Fig. 1. Primera parte del artículo.

Fig. 2. Segunda y última parte del artículo citado.

Las dos páginas de este breve artículo nuestro, ya amarillentas y ajadas por el correr del tiempo, fueron publicadas por el suscrito en el diario ariqueño "La Concordia", en día 23 de Abril del año 1972 . Tal vez su único mérito es expresar con claridad, en tan tempranos años, nuestra preocupación por el enfoque ecológico en las investigaciones arqueológicas, aspecto que nos sedujo desde nuestros primeros pasos en la senda de la Arqueología.

La seducción del enfoque ecológico en la Antropología.

Nos hemos propuesto en nuestro Blog , desde sus inicios, demostrar la necesidad de señalar la importancia vital que tienen el medio ambiente y los ecosistemas y su estudio minucioso, en los estudios antropológicos. Es lo que hemos llamado una eco-antropología. Sobre este tema, nos hemos extendido frecuentemente en este Blog en los últimos años, haciendo ver su valor e importancia para la sobrevivencia de nuestras culturas. Toda cultura humana, en cualquier parte del planeta, se construye, necesariamente, en un ambiente ecológico y climático determinado. El ambiente (ecosistema) donde se desarrolla una cultura humana, es algo inescapable. Sus características e inpronta van a quedar impresas en múltiples aspectos de su expresión tangible ("cultura material"). Pero, a la vez, toda cultura si quiere sobrevivir, debe ser especialmente cuidadosa con su ambiente. Ojo: que no nos ocurra lo que al parecer pasó en Centroamérica con las culturas mayas, cuya agricultura terminó por agotar sus tierras y provocar a la postre la hambruna, la migración masiva y el abandono de sus ciudades..

Cómo influye el ambiente sobre la cultura humana.

Lo que no quiere decir, en todo caso, que el ambiente determine absolutamente el tipo, grado y características de la cultura resultante. El ambiente, influye, a veces muy poderosamente, per no determina. Ciertamente que no. Nuestros indígenas canoeros: Yaganes, Chonos y Alacalufes en el extremo sur de Chile vivieron en un ambiente insular, físico y ecológico, prácticamente idéntico. Sin embargo sus culturas, lengua, mitología y religión, fueron muy diferentes. Por tanto, estamos bien lejos de un "determinismo ambiental", como algunos le han achacado al gran geógrafo alemán Friedrich Ratzel, a nuestro juicio en forma injusta e indebida.

Es algo totalmente normal que los geógrafos -sobre todo los geógrafos físicos- y biogeógrafos aprecien y examinen con lupa el impacto ambiental y sus consecuencias inmediatas en la culturas humanas. No hacerlo, significaría que la comunidad humana vive y actúa en su ambiente determinado, casi sin rozarlo, casi casi como un ser visitante de otro planeta que "se asoma" a nuestra Tierra trayendo consigo todo su bagaje cultural.

Pues bien, uno de los primeros trabajos que hemos escrito a nuestro regreso a Chile tras dar cima a los estudios de Antropología Cultural en los Estados Unidos (1971) se refiere a este tópico medioambiental. Este es el fruto de nuestro marcado y creciente interés por los aspectos ecológicos de la cultura, influenciado fuertemente por entonces por autores como Alfred Kroeber o Julian Steward, autores que han marcado tempranamente nuestro pensamiento en esta materia. Mucho antes aún, estando el suscrito estudiando Teología en Austria (entre 1957 y 1960), los cursos seguidos sobre glaciología, botánica y zoología alpinas ya habían enmarcado mi futuro derrotero cultural de antropólogo.

Como este trabajo, publicado en el diario ariqueño "La Concordia", (Año 12, Número 3877, del 23 de Abril del año 1972, es enteramente desconocido en nuestro medio nacional, por haber quedado "oculto" o casi "desterrado" en un ignoto diario de la Provincia, y, al parecer , puede ser considerado uno de los primeros ensayos antropológicos que se han escrito en Chile sobre este aspecto concreto - salvo meliori iuditio- , nos ha parecido de interés publicarlo en nuestro Blog como modo de darlo a conocer.

Este trabajo sigue la línea ecológica desarrollada en nuestra Tesis de titulación en arqueología, que lleva por título: "Las Culturas arqueológicas en Chile: Ensayo de una zonificación ecológico-cultural", Escuela Nacional de Arqueología e Historia, Universidad Autónoma de México, Enero 1970.

De la ecología cultural a la eco-antropología.

El desarrollo posterior de esta idea-fuerza, nos ha llevado a hablar ya confiadamente , a partir del año 2006, de una "eco-antropología" como una nueva visión o enfoque de la Antropología Social y/ o de la Arqueología de Campo, enfasis no suficientemente recalcado por la Academia tradicional. A nuestro entender, este enfoque nuevo , la eco-antropología, debería quedar plasmado en un nuevo y más abierto curriculum universitario, en el cual se diese énfasis particular a los estudios de la geografía en cada una de sus sub-disciplinas, además, por cierto, de la Antropología propiamente tal. Un eco-antropólogo, en nuestra opinión, debe ser un sujeto muy versado en las disciplinas geográficas y ambientales y por consecuencia, muy consciente de los problemas ambientales que la ocupación del espacio por el hombre depara hoy día a los ecosistemas.

Hacia un nuevo modelo de desarrollo.

Un eco-antropólogo, pasa así a ser necesariamente y por definición, un defensor de la Madre Tierra y de los ecosistemas (terrestres y marinos) ante los intentos de no pocas técnicas extractivas modernas por destruírla, modificarla o envilecerla, sin la más mínima preocupación por las funestas consecuencias a futuro. Un eco-antropólogo, por tanto, necesariamente se convierte en un defensor del agua, la tierra, y el aire que respiramos y su calidad química, ante los embates de tecnologías, presuntamente desarrollistas pero en realidad fuertemente destructivas del medio ambiente o muy poco amigables con él. Un eco-antropólogo aboga y lucha por un nuevo concepto de "desarrollo", congruente con la sustentabilidad en el tiempo de toda la actividad humana y con una nueva actitud filosófica y ética ante el consumismo despiadado que hoy nos agobia y al que nos han llevado fatalmente diversos modelos de desarrolloeconómico, heredados del neo-liberalismo.

Un nuevo tipo de antropólogo: atento y cuidadoso del medio ambiente.

Este nuevo tipo de "antropólogo" en ciernes, que hemos querido llamar eco-antropólogo, estará, en consecuencia, muy atento y alerta ante todas las amenazas que los ecosistemas puedan sufrir a manos de la explotación irracional y suicida de los bosques, praderas, ríos, lagos o los paisajes de infinita belleza. Algunos de éstos constituyen rarezas y piezas únicas en el planeta. Hoy se pretende aplicar un modelo de desarrollo en nuestra Patagonia austral al querer a toda costa y contra la resistencia de todo un país, construir numerosas mega-represas en el único lugar todavía prístimo e intocado del planeta Tierra: el área de los archipiélagos del extremo Sur. Este "nuevo antropólogo" debe constituirse en el apoyo y el sostén de las comunidades humanas supuestamente afectadas o afectables por determinados Mega-Proyectos que nuestra débil y precaria legalidad ambiental chilena ciertamente no sabrá defender, como no lo ha sabido hacer en el pasado reciente.

El auténtico eco-antropólogo debe ser capaz de prever, de alertar, de sopesar las tendencias del desarrollo humano y sus posibles yerros.

Estamos seguros que este nuevo enfoque, atraerá a muchos cultores de la Antropología y Arqueología, los que encontrarán en él la plena justificación a su legítima preocupación por el destino final de nuestro Planeta, el que todavía -lo esperamos- sea hogar nuestro por muchas generaciones en el porvenir. A través de este enfoque, la Antropología se convierte en una herramienta poderosa no sólo para entender y profundizar en el origen y evolución de las culturas humanas, sino también en su futuro.y en su destino. Muchos especialistas de otras disciplinas (es el caso de la Arquitectura y las Ingenierías, principalmente) encaminadas directamente a transformar y modificar el paisaje, no advierten fàcilmente la profundidad y alcance del problema ecológico planetario, tan absortos están en el brillo de sus técnicas y tecnologías aplicadas a la transformación de la materia. La Biogeografía, la Ecología o la Etica ambiental no son materias propias de su curriculum académico, lamentablemente.


¿Dónde brilla más la belleza, la grandiosidad?.

Mucho más brillo, pomposidad y "creatividad" adquiere para el vulgo el edificio más alto de la tierra, o la represa más grande del mundo, o el crucero transatlántico más gigantesco que surca los mares, que un paisaje de bosques vírgenes o un rosario de lagos paradisíacos color verde esmeralda interconectados en un paisaje boscoso, fruto del potente deshielo ocurrido a inicios del Holoceno. Retazo de naturaleza virgen, no conculcada aún por el pie humano.

Aunque parezca un absurdo, mucho más se valora y aquilata hoy las creaciones del hombre, del Homo faber, que la Creación divina, manifestada en soberbios paisajes naturales sorprendentes e irrepetibles. Mucho más interesa hoy al hombre las nuevas formas de la "Torre de Babel" que el Parque natural del Yellowstone o las Cataratas del Iguazú o del Niágara. . A eso hemos llegado!.

Para eso, se nos ha formado (o deformado).!

(Esta reflexión de tipo ético-cultural ha sido escrita en vísperas de la Navidad del año 2010).


jueves, 16 de diciembre de 2010

Gustavo le Paige S.J. a los 30 años de su muerte: homenaje a su preclara memoria.

Presentamos hoy a nuestros lectores un artículo actual nuestro, dedicado a la memoria de Gustavo Le Paige, arqueólogo y religioso jesuíta, fundador del Museo Arqueológico de San Pedro de Atacama. Recientemente publicado, no será de fácil acceso, por lo que hemos optado por darlo a conocer en nuestro Blog. Se agrega esta nota a varios otros segmentos de nuestro Blog, dedicados a su memoria. Para verlos, puede Ud. buscar en etiquetas como "Gustavo le Paige", "Atacameños", "Museo de San Pedro de Atacama" o "Cultura atacameña".

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Nuestro reciente artículo dedicado a Gustavo Le Paige, sabio y religioso jesuíta.

Las cuatro páginas que anteceden, corresponden a un reciente artículo nuestro dedicado a la memoria del sacerdote-arqueólogo y jesuíta, Gustavo Le Paige S.J. Este año 2010, en Mayo pasado, se cumplieron exactamente 30 años de su fallecimiento en Santiago, luego de una ardua labor científica desempeñada durante 25 años en el entonces ignorado y recóndito poblado atacameño de San Pedro de Atacama.

El artículo, aparecido en la revista "Mensaje" de los jesuítas chilenos, corresponde al Nº 595 de esta publicación mensual y ha sido recién publicado en la edición del mes de diciembre 2010. Fuera de San Pedro de Atacama, pueblo que fue testigo de su labor sacerdotal y científica por 25 años (1955-1980), lugar donde se le rindió especial tributo de recuerdo con motivo de su natalicio (24 de Noviembre 2010), nadie más parece haberse acordado del aniversario de este hombre notable, cuyo legado científico aún está por ser develado y debidamente aquilatado. por los historiadores de la ciencia. En los ámbitos científicos de su especialidad (la Arqueología) este aniversario ha pasado, al parecer, en un insólito silencio.

¿Por qué este "silencio" académico en torno a la figura de Le Paige?

Salvo honrosas excepciones como Mario Orellana y Agustín Llagostera, cuyas elogiosas expresiones en torno a la figura de Le Paige y su obra ya hemos vertido en otro capítulo de este Blog, parecería observarse un cierto "silencio acusador" en el ámbito académico en torno a su legado, porque Le Paige rompió los cánones normales en el modo de hacer ciencia en nuestro país. No pocos de los que lo miran aún hoy con recelo, ni siquiera conocieron de cerca su obra y su figura. Por eso, nos hemos propuesto escribir el artículo que antecede, en la prestigiosa revista "Mensaje" de la Compañía de Jesús en Chile, fundada nada menos que por San Alberto Hurtado, su amigo y confidente en Lovaina. Sirva este modesto artículo como una contribución al conocimiento más cabal de su legado, a nuestro juicio aún inconcluso e insuficientemente analizado.
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Una valiosa obra reciente sobre el desarrollo cultural de San Pedro de Atacama que porta el nombre de "Vida y Cultura en el oasis de San Pedro de Atacama", del distinguido arqueólogo piqueño Lautaro Núñez Atencio (Editorial Universitaria, Santiago, 2007) nos "deja sabor a poco" en lo que respecta a Le Paige y su legado cultural . De su vida y de su gigantesca obra social y cultural durante un cuarto de siglo, nada se dice allí. Si bien el aporte de Le Paige a la cultura en San Pedro sólo aborda el período 1955-1980 (etapa de su vida en el Salar de Atacama), tenemos la convicción de que la vida y obra de Le Paige constituye, para San Pedro y toda la comarca atacameña un formidable hito histórico, demarcatorio de una nueva época. Creemos que histórica y culturalmente, se debe hablar claramente de un "antes de Le Paige" y de un "después de Le Paige".

Si mentalmente abstraemos y sacamos a Le Paige de la zona atacameña,- como algunos han pretendido- queda un profundo y evidente vacío cultural. San Pedro actual y toda su increíble actividad científica y turística presente no tendría explicación alguna. No se entiende el "hoy" en San Pedro y sus realidades culturales: el magnífico Museo Arqueológico, la prestigiada Revista "Estudios Atacameños", el actual sistema de educación ecológica y antropológica que se ofrece hoy en el Museo a la juventud de San Pedro y sus pueblos vecinos, nada de esto habría ciertamente existido sin la presencia activa y enérgicamente impulsora, por espacio de 25 largos años, de este sacerdote católico belga, agraciado por el gobierno chileno con la medalla al mérito y la ciudadania chilena "ad honorem".

El artículo que hoy presentamos en nuestro Blog sólo quiere hacer plena justicia a su nombre, su misión y su legado científico ante la historia, ante la comunidad atacameña. y ante el país entero. Si rememoramos lo que Le Paige afirmaba una y otra vez cuando se le preguntaba acerca del por qué de su obra, "que su misión había sido dar a conocer a San Pedro", podemos decir hoy que ciertamente lo logró y con creces. Más aún, que lo logró como ningún otro gran científico o arqueólogo lo haya logrado jamás en Chile. Ni un Max Uhle, ni un Aureliano Oyarzún, Grete Mostny, Ricardo Latcham o un Hans Niemeyer. Ninguno de ellos unió su destino y su obra, de por vida, a un pueblo determinado, como fue el caso de Le Paige.

En este sentido, no creemos estar errados al afirmar que su legado y su misión no tiene parangón alguno en la historia arqueológica científica en Chile.

Con humildad y profunda gratitud hacia su memoria, presentamos hoy aquí este trabajo sobre el "legado inconcluso de Le Paige". Inconcluso, porque creemos fundadamente que todavía hay mucho que hurgar, revisar e investigar en torno a su vida religiosa, su misión social, su vida mística,su actividad arqueológica y su legado cultural como incansable arqueólogo de campo. Esos 350.000 ó 400.000 objetos recolectados por él, en innumerables salidas a terreno con sus fieles ayudantes atacameños, esperan no sólo una digna catalogación y registro (queda aún mucho por hacer en este aspecto!), sino sobre todo un análisis cultural más profundo, en función de su propias hipótesis de trabajo.

martes, 7 de diciembre de 2010

¿Conoce Ud. a los antiguos "Exploradores" del desierto de Atacama. en el siglo XIX?. Sus logros, sus hazañas, sus fracasos?


Damos a conocer gustosamente, en esta oportunidad, un trabajo casi desconocido del historiador nortino Oscar Bermúdez Miral, aparecido en la revista "En Viaje", en el mes de Septiembre del año 1960.

Bermúdez es reconocido como el gran investigador de la historia del salitre. Pero, además, hizo varios estudios cortos, defíciles de encontrar, sobre temas relacionados con el Norte y su desierto, en particular sobre figuras de personajes que actuaron en su historia y sobre los indios changos, pobladores del litoral desértico. Publicar este material oculto en revistas antiguas de poca circulación y que no son del ámbito científico, es, pues, una tarea que sabemos será de gran utilidad para muchos investigadores y estudiantes de la Historia, Geografía y aún de la Economía del Desierto de Atacama.

Este breve artículo pero sustancioso de apenas cuatro páginas, contiene valiosa información sobre viajeros del desierto, algunos de ellos rara vez citados en las fuentes .

Bermúdez demostró un enorme interés por la geografía y la descripción de los paisajes del desierto de Atacama. Y, justamente, es en estos viajeros tempranos, los primeros "exploradores del desierto", donde uno encuentra un material descriptivo muy valioso de los escenarios de la época, no poco modificados hoy por el paso del tiempo.

Hubo ciertamente viajeros anteriores, como Johann Jakob von Tschudi, austríaco, Rodulfo Armando Philippi, alemán, o William Bollaert, inglés, quienes a mediados del siglo XIX hicieron largos trayectos atravesando sectores del desierto de Atacama, consignando en sus relatos y artículos especializados (publicados generalmente en alemán o inglés) gran cantidad de elementos valiosos para la Geografía, Antropología, lArqueologìa y Demografía del desierto.

Los "exploradores" que hoy nos presenta Bermúdez más bien recorren este desierto, no tanto con el objeto de describirlo desde un ángulo geográfico o para reunir información de valor sobre su flora y fauna y población, sino para destacar y señalar con precisión la existencia de minas, aguadas y recursos varios, de posible interés económico para el Estado chileno, en parajes muy poco conocidos con anterioridad o solo surcados en travesías de pocos meses, siguiendo las rutas conocidas de los pueblos atacameños o aymaras. El objetivo de estos "exploradores" es muy diferente y los resultados obtenidos, igualmente distintos.

El artículo dedicado a los "exploradores del desierto".

Entre los numerosos escritos dispersos de Bermúdez, entregados a periódicos o revistas de divulgación no científicas, figura el valioso artículo que aquí arriba hemos presentado a nuestros lectores. Casi totalmente desconocido, fue publicado en la revista "En Viaje", año XXVII, enúmero 323, correspondiente al Número Extraordinario publicado con motivo del Sesquicentenario de la República de Chile, en Septiembre de 1960. Es decir, hace exactamente cincuenta años. Su título: "Los exploradores del Desierto de Atacama" (pp. 45-48). Este tomo de homenaje al Sesquicentenario de la Nación Chilena trae numerosos artículos dedicados al análisis de temáticas distintas, representativas todas de la cultura nacional, escritos por distinguidos personajes de la época, constituyendo, por tanto, una pequeña joya bibliográfica. Uno de ellos, es el de nuestro amigo Oscar Bermúdez Miral. Por entonces, Bermúdez tenía ya 56 años y se encontraba ya totalmente enfocado al estudio de la historia nortina.


He aquí, in extenso, en cuatro páginas, el artículo titulado: "Los Exploradores del desierto de Atacama". (Revista "En Viaje", Año XXVII, Nº 323, Septiembre 1960):


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Aquí abajo, mostramos al lector las portadas originales de su obra principal, en dos tomos, dedicada a la historia del salitre chileno en el Desierto de Atacama.

Portada de la edición de la obra de Oscar Bermúdez Miral , "Historia del Salitre", Tomo I, 1963.

Portada del Tomo II de la "Historia del Salitre" de Oscar Bermúdez Miral, 1984.

Obras de Bermúdez relativas al salitre.

El gran historiador del Norte don Oscar Bermúdez Miral (La Noria, 1904- Antofagasta, 1983) nos ha dejado estupendas obras sobre el Norte Chileno, especialmente sobre Tarapacá y Antofagasta. Sin lugar a dudas, Bermúdez ha sido el más alto exponente de la historia del N0rte Grande de Chile. Su obra cumbre fue dedicada a historiar la génesis y el desarrollo de la industria salitrera. El primer tomo: Historia del Salitre desde sus Orígenes hasta la Guerra del Pacífico" se publicó en 1963, en las Ediciones de la Universidad de Chile. Dedicó años de intenso trabajo a esta su pasión: dar a conocer el Norte desértico en múltiples facetas. El segundo tomo de su obra: "Historia del Salitre desde la Guerra del Pacífico hasta la Revolución de 1871" , quedó terminada a su muerte, ocurrida en 1983, pero sin editar . Fue publicada, en forma póstuma, por su hijo Rabindranath Bermúdez, en las Ediciones Pampa Desnuda en 1984, exactamente un año después de su muerte.

La rica personalidad del historiador de origen pampino.

Llama la atención cómo este notable historiador nortino que nunca estudió Historia en las aulas universitarias y fue por tanto un perfecto autodidacta, llega a dominar en forma admirable el "arte de hacer historia", manejando a la perfección las fuentes documentales y logrando la hazaña de hacer la primera gran síntesis del desarrollo y evolución de la explotación del salitre en el norte chileno, como lo ha reconocido el gran historiador Harold Blakemore. Literato y novelista primero, poeta después, amante de la teosofía, finalmente, la figura de Bermúdez alcanzó la estatura de un gigante por su capacidad de enhebrar sabiamente toda la enorme y confusa literatura, dispersa en mil documentos y archivos, sobre el salitre y las pampas salitreras.

Escritor prolífico.

Pero además de sus obras mejor conocidas, y difundidas , como la "Historia del Salitre", "Pica y su Nexos regionales," o "Antonio O´Brien y sus labores administrativas", Bermúdez nos ha entregado en artículos cortos y en revistas prácticamente desconocidas, otros estudios fruto de su curiosidad sin medida. Así, se interesó por examinar diversos temas atingentes al modo de vida pampino o indígena, las exploraciones del desierto de Atacama, o las balsas de cueros de lobos marinos y su uso en época republicana en puertos salitreros del Norte.

Nuestras primeros contactos con el historiador Bermúdez.

Poseía una tremenda curiosidad científica la que le impulsaba a profundizar sobre temas siempre ligados a la historia, la arqueología y la geografía del Norte Grande. Permítaseme traer aquí a colación algunas experiencias personales de aquellos años. Conocí a Bermúdez a mediados del año 1963 en la ciudad de Antofagasta. Había yo llegado como joven profesor a la Universidad, del Norte, fundada por los jesuítas pocos años antes. Dado mi creciente interés por la arqueología, de inmediato me vinculé con el Museo Regional y con las personas que allí laboraban por entonces: el joven y dinámico Bernardo Tolosa Cataldo y la investigadora en etnografía y folklore, la alemana Ingeborg Lindberg.

Pues bien, una de las personas que invariablemente, casi semana a semana, solía visitarnos en el Museo, era don Oscar Bermúdez, siempre curioso de saber más sobre los changos, uno de sus temas predilectos. Sabía que estábamos haciendo algunas investigaciones sobre el poblamiento chango en la franja costera, al Norte de Antofagasta. Y que nos interesaba el tema de las pictografías rupestres. En cada visita nos preguntaba con gran interés qué novedades teníamos para mostrarle, fruto de nuestros recientes descubrimientos. Todo lo quería ver y examinar con especial cuidado. Nos acompañaba un buen rato en el Museo, haciendo mil preguntas y tratando de ese modo de penetrar en el género de vida de los antiguos cazadores-recolectores costeros que le fascinaban en extremo. Era un hombre muy inquisitivo y extraordinariamente receptivo. A la vez, un hombre muy discreto y sumamente respetuoso de las opiniones ajenas.

Nuestras relaciones académicas.

Recuerdo perfectamente su estampa delgada y frágil, su delicadeza en el trato y finura de modales, su seriedad y la forma respetuosa de interrogarnos. Era, a lo que sabíamos, un hombre muy solitario y de pocos amigos. Hicimos por entonces una buena amistad que perduró por años, hasta el punto de que, de regreso de los Estados Unidos con mi grado de Magister en Arqueología (fines de 1971) otorgado por la State University of New York, lo invité a trasladarse a Iquique, su tierra, a formar parte de un naciente "Instituto de Investigaciones Históricas y Antropológicas" que se encontraba en germen por entonces en la Sede de Iquique de la Universidad del Norte. Incluso llegó a tener nombramiento universitario para integrar nuestro equipo de Iquique en 1972.

Pero su delicado estado de salud por entonces, fue la excusa para no decidirse a acompañarnos. La idea de un cambio tan radical, lo inquietaba. y así nos lo hizo saber por carta. Nuestra idea era formar un potente equipo de investigación con sede en Iquique con las mejores personas disponibles en la Región, máxime con aquellos que ya pertenecían a la Universidad del Norte, como era el caso de Bermúdez.

Sirva hoy la presentación de este artículo suyo como un merecido reconocimiento a su valioso aporte al conocimiento de la historia del desierto de Atacama, y, a la vez un sentido homenaje a su memoria, transcurridos ya 27 años de su alejamiento. Quisiéramos, mediante este sentido testimonio, animar a las generaciones de investigadores jóvenes a seguir su ejemplo.

Pocos historiadores han demostrado tanto interés como él por la antropología y la geografía, ciencias que consideró de vital importancia para la perfecta comprensión del acontecer humano. Y por eso, con toda razón, le consideramos aquí un representante genuino de la eco-antropología, enfoque propio de este nuestro Blog.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Historiadores, etnohistoriadores y "mitoriadores": el respeto debido a las fuentes históricas.

A propósito de la gran cantidad de documentos inéditos y editados que hemos debido examinar sobre el antiguo mineral colonial de Huantajaya y su rica historia, nos aflora rápidamente una reflexión que consideramos pertinente a nuestra región. Aquí en Iquique parecen pulular los "escritores" sobre el pasado regional. Se tejen y entretejen diversos tipos y matices de algo que semeja la "historia", pero que en realidad no lo es. La gente se confunde al respecto. ¿Qué diferencia hay entre "historia", "arqueología", "etnohistoria" y "mito-historia"?. ¿Cuál es, por fin, la verdadera historia?. ¿Cómo y con qué objetivo se manejan las fuentes históricas?. Porque "de todo hay en esta viña del Señor". Especialmente en nuestra zona norte.

Aclarando los conceptos. ¿En qué se basa la historia?

La auténtica "historia" trata de reconstruir los sucesos ocurridos en una región, localidad o país, sobre la base del análisis documental, escrito o iconográfico, esforzándose por lograr un cuadro de "lo que realmente ocurrió" en una determinada época o momento y, ojalá, como quería el gran Leopold von Ranke (1795-1886): "tal y como sucedió". La materia prima del historiador, pues, son los escritos, los documentos de la época respectiva. Entendiéndose aquí por "documentos", también la fotografía, la iconografía, o la epigrafía de la misma época, incluso las lápidas funerarias.

El rol de historiador.

El historiador debe sopesar la importancia relativa de cada documento en función del análisis del contenido interno, del examen de la veracidad y acuciosidad del personaje (autor) que escribe y su capacidad de percepción de la realidad y de su sagacidad o habilidad para conseguir información fidedigna de terceros. Y, por fin, del cotejo minucioso de sus dichos con los de otros historiadores del mismo período de tiempo. La crítica interna de la obra, adquiere así enorme importancia. La dificultad mayor del historiador para la recta interpretación de los hechos, suele radicar en su desconocimiento del área geográfica y sus recursos propios, allí donde se desenvuelven los hechos, porque el historiador trabaja en su gabinete de estudio, enfrascado en sus libros y archivos, y no suele ser un hombre de terreno (un "baquiano".) Casi no existen - que sepamos- historiadores "de terreno"...

Cronistas y cronistas...

A mayor riqueza documental sobre un determinado período histórico, mayor posibilidad de acercamiento a la realidad "tal y cómo sucedieron los hechos". Un estudio basado sobre un sólo documento de época, v.gr. un Testamento de un funcionario importante del siglo XVI, puede así fàcilmente pecar de incompleto, por el sesgo propio de cada cronista o escritor, o del propio testante. Así, a modo de ejemplo, la opinión de un Cieza de León o de un Gerónimo de Bibar, como testigos presenciales de hechos, puede ser muy diferente y mucho mas valiosa que la de un Antonio de Herrera que escribe en España y muy lejos del escenario geográfico de las Américas.

¿Qué hace el arqueólogo?.

El arqueólogo es un ser de formación diferente, que hace a su vez un tipo de "historia" muy diferente. También trata de llegar a obtener un cuadro de "lo que realmente sucedió aquí". Pero obtiene sus informaciones primarias ("su materia prima") a partir de la excavación misma y/o de la prospección cuidadosa de la zona de estudio. Su rol será describir, con los elementos que tiene a la mano, las expresiones culturales de un determinado grupo humano basándose en lo que Gordon V. Childe ha llamado el "registro arqueológico", esto es, el "catastro" de rasgos del pasado aún presentes y rescatables del yacimiento excavado. Lo que linteresa primariamente al arqeuólogo es destacar y poner en relieve la "cultura" del grupo humano detectado en el yacimiento, más que los "hechos" , episodios o "sucesos" mismos, casi imposibles de visualizar a través de los escasos y mezquinos restos del pasado.

Así el arqueólogo, por desgracia, está totalmente dependiente de la cantidad y calidad de "los rasgos" presentes. A mayor antigüedad del yacimiento (pensemos en un hallazgo de los 10.000 A.C.), menor cantidad de información. Problemas de conservación impiden que todo se haya preservado intacto. Casi todo el material orgánico desaparece si el clima es húmedo o lluvioso. En ocasiones, sólo sobrevive el material lítico. El clima del área de estudio, en consecuenmcia, es aquí decisivo. Por eso los arqueólogos que trabajan en el desierto del Norte chileno obtienen muchísima más información de sus yacimientos, que los que trabajan en la Patagonia, o en la Isla Grande de Tierra del Fuego, o en los ardientes trópicos.

El apoyo de las ciencias auxiliares de la arqueología

Consciente de su desventaja, el arqueólogo recurre, como apoyo indispensable, entre otros, al análisis faunístico y botánico de los restos encontrados. O al examen de las características geográficas o geomorfológicas del contorno.Y tratará, además, de buscar apoyo documental, si se trata de estudios de arqueología histórica es decir, de un período histórico. que haya preservado documenmtación de la época. El arqueólogo necesitará siempre, imperiosamente, del apoyo de numerosas ciencias auxiliares, las que van desde la geografía y climatología, hasta la botánica, la fìsica y la química. El examen por C14 es para él decisivo a la hora de obtener dataciones precisas que le permiten aproximarse a la "coordenada cronológica", en palabras de Childe.

La etnohistoria y el etnohistoriador.

El etnohistoriador debe saber combinar sagazmente los datos obtenidos de los documentos, en relación a la vida social y cultural de un determinado grupo étnico o social con los conseguidos del examen del ecosistema (geografía) y del modo de vida de los posibles grupos sobrevivientea aún hoy, ojalá en la misma zona geográfica (etnografia). Discuten acaloradamente los expertos si la "etnohistoria" como disciplina (o sub-disciplina) se ha de considerar una ciencia que es parte de la Historia, o más bien, como opinan muchos, parte de la Antropología. Porque la esencia de la etnohistoria, a nuestro entender, es descubrir el ángulo cultural del actuar humano de cada etnia, más allá de la simple enumeración de hechos o sucesos ocurridos.

El suscrito aboga decididamente por la adscripción de la "Etnohistoria" a la "Antropología Cultural" mucho más que a la "Historia" propiamente tal. Y en muchas Universidades se forma a los etnohistoriadores en los Departamentos de Antropología, en particular en los Estados Unidos. Los máximos etnohistoriadores, al estilo de un John Murra, o Alfred Métraux, han procedido del campo de la Antropología como ciencia de origen. Evidentemente, esta nuestra declaración de principios, probablemente no será del gusto de los historiadores. No negamos , sin embargo, que pueda haber excepciones.

Por fin, vienen los "mitohistoriadores" (tambien motejados de "mitoriadores") y la "mito-historia".

Tenemos aquí un grupo de personas, indudablemente bien intencionadas, que con alguna ligereza se auto-titulan "etnólogos o "antropólogos" y aún "arqueólogos", pero que sólo alcanzan, a nuestro entender, al grado de "mito-historiadores". o "mitoriadores". La expresión no es mía sino de mi buen amigo el poeta iquiqueño Guillermo Ross-Murray. Este grupo de personas es por lo general totalmente autodidacta, sin especialización académica demostrable ni en el campo de la Historia, ni tampoco en el de la Antropología , la Arqueología o la Folklorología. Su objetivo confesado, al escribir sobre Folklore regional o "Etnografía" - como ellos dicen-, es el "rescate" de "leyendas, tradiciones, historias locales o aún descripciones de lugares", y su experiencia deriva generalmente de su trayectoria como "guías de turismo" y de su marcado interés por las temáticas vinculadas a la identidad regional tarapaqueña. Interés, sin duda, muy legítimo.

Necesidad de hacer ciencia etnohistórica y antropológica.

Son ellos ciertamente personas beneméritas y honestas, que han logrado con su esfuerzo personal un alto grado de conocimiento de terreno, que han leído no poco sobre la región y su historia, y que presumen -a veces en forma algo engreida-, poseer conocimientos que nadie más posee. Admirable, es sin duda, el valor del conocimiento de terreno y la experiencia de campo; o la capacidad de conservar y transmitir tradiciones, anécdotas y episodios locales, pero sin una formacion sólida y profunda, no es posible "hacer ciencia", esto es, crear conocimiento nuevo, estructurado y de base científica, y, además, validado y reconocido por sus pares internacionales, en este caso, por otros antropólogos, etnografos, etnólogos o historiadores.

Estos "mito-historiadores" o "mitoriadores", suelen mezclar facilmente la realidad y el "mito", otorgando con frecuencia y tal vez sin darse cuenta, a este último, el valor de la realidad misma. Estrictamente hablando, están estos personajes bastante más cerca de la Literatura Popular que de la Historia o Antropologia. propiamente tales. Porque estas últimas disciplinas se rigen por estrictos cánones formativos y metodológicos, que no pueden ser eludidos "so capa de poseer un profundo conocimiento local".

Existe una disciplina científica que estudia el ethnos o etnia: la Etnología.

Mucho menos hay derecho a auto-calificarse como "etnólogo" sin serlo. La "Etnología" es aquella rama de la Antropología que es capaz de establecer relaciones de parentesco cultural entre distintas etnias y/o distintas concepciones culturales de los pueblos, estableciendo posibles préstamos culturales, influencias mutuas o relaciones interétnicas. Es, según los científicos, la más difícil y compleja de todas las disciplinas antropológicas, pues supone el conocimiento acabado de la cultura y lengua de numerosos grupos indígenas, vecinos o lejanos, cuyo acervo cultural manifiesta semejanzas. Etnólogos ha habido muy pocos en América del Sur. Paul Rivet, Martin Gusinde, Alfred Métraux, Alfred Kroeber, John Rowe, John Murra, y algunos pocos más. Auto-calificarse como "etnólogo", por las complejas implicancias cognitivas que necesariamente exige tal especialización, supone arrogancia, o si no, un total desconocimiento de su significado real (ignorantia elenchi).

Epílogo.

Como epílogo a este capítulo de nuestro Blog, quisiéramos agregar que aún en el caso del Folklore ("folclore" se suele decir hoy día, expresión escrita que no compartimos), estamos ante una auténtica ciencia, con objetivos y métodos muy precisos, que ha tenido un inmenso desarrollo en los países nórdicos y Europa en general, ciñéndose a normas y metodologías muy bien acotadas. Estrictamente hablando, verdderos folklorólogos ha habido muy pocos en Chile. Elegiremos al azar los nombres de Ramón Laval, Yolando Pino, Manuel Dannemann, Raquel Barros. "Folklorólogos", pues, deben ser considerados y llamados los científicos estudiosos del Folklore. "Folkloristas", en cambio, ha habido muchos. Margot Loyola, una de las más notables conocidas. Estos últimos, son los recopiladores y transcriptores de elementos del folklore musical popular o literario y los que lo difunden al gran público. Mérito indiscutido inherente a esta necesaria y abnegada labor de registro de la sabiduría popular.

Necesidad del conocimiento científico adquirido y refrendado en la Academia.

Por fin, queremos señalar que para ser antropólogo, etnólogo o etnohistoriador, hay que pasar por la Academia. No existe otro camino. No hay atajos posibles. Lo que necesariamente supone varios años de estudio y la confección laboriosa de una Tesina o Tesis de Grado, la que constituye un trabajo de investigación que debe conducir a conocimientos nuevos en esos campos. El tiempo de los "pioneros" ya pasó hace rato, y hoy se requiere de la especialización seria y profunda, la que afortunadamente existe y se imparte hoy en numerosas universidades del país. Para ser "mitoriador", en expresión de nuestro buen amigo el poeta Guillermo Ross-Murray, en cambio, no se necesita estudios previos, basta transitar por los caminos del Norte con los ojos bien abiertos y el oído atento...

sábado, 4 de diciembre de 2010

El Mineral de Huantajaya hoy: una bofetada al rostro del paisaje costero tarapaqueño.

Fig. 1. Sector montañoso, a 750 m de altitud situado a 3, 3 km al NW de zona minera de Huantajaya. Intocado por el hombre, salvo un par de rutas de acceso.(tomado del Google Earth). Así debió lucir el área de Huantajaya antes de la intervención minera.

Fig. 2. Así "luce" hoy el sector del cerro San Simón, con su cima a los 967 m. de altitud. Totalmente perforado y atravesado por profundas tajos abiertos en busca de vetas de plata. Destrucción absurda del paisaje realizada por maquinaria pesada entre 1988 y 1992 (tomado del Google Earth). Toda la intervención minera colonial se reducía a piques profundos y a pirquines muy superficiales. Lo que hoy vemos aquí, fruto insensato de la "tecnología moderna" , equivale a "destripar" el área en forma inmisericorde y despiadada, sin dejar rastros de ninguna clase de la antigua presencia y actividad humana. ¿A quién le importa eso hoy día?. "Total, sólo se trata de un paisaje desértico, donde no hay nada"!. Así se nos argumenta. Supina ignorancia!.

Fig. 3. Estructura sobreviviente del siglo XIX, ubicada a pocos metros del Pique colonial de "San Juan", de 340 m. de profundidad. Fue usada recientemente como depósito de muestras minerales allí arrumbadas hasta hoy (Foto H. Larrain, Agosto 2010).

Fig. 4. Gigantesco movimiento de escombros y ripios realizado en la década del noventa del pasado siglo. No se excavó en profundidad en procura de nuevas vetas: solo "se arañó" la superficie en el sector de antiguos ripios coloniales, para extraer de éstos el mineral residual, no aprovechado en la antigüedad, por falta de la tecnología adecuada. (Foto H. Larrain, 2010).

Fig. 5. Pique vertical denominado de "San Juan", de la época colonial (mediados del siglo XVIII). Tiene 340 m. de profundidad. Se comunica en el fondo con otros sistemas de túneles transversales, conformando una verdadera grilla de socavones interconectados. Hay en la zona, más de 30 piques semejantes, la mayoría de ellos de gran profundidad. La primeras labores mineras, en tiempos del Inka, se reducían a pequeños cateos o pirquines, hoy ya desaparecidos por efectos de la despiadada explotación ulterior. (Foto H. Larrain, Agosto 2010).

Fig. 6. Sitio antiguo denominado "El Hundimiento" ya señalado explícitamente por Antonio O´Brien en el siglo XVIII en su famosa Descripción de Tarapacá (1765). Corresponde al área de ocupación colonial y de la antigua población. Vista desde el Weste (esto es, desde ladera este del cerro San Agustín hacia el oriente). (Foto H. Larrain, Agosto 2010).

Fig. 7 Vista general de la zona del mineral de Huantajaya, tomada desde el Este (huella a Caleta Buena). La cumbre más alta del fondo corresponde al cerro San Agustín, de 982 m de altitud. (Foto H. Larrain, Agosto 2010).

Nuestra experiencia reciente en la zona.

En estos meses recientes nos ha tocado subir varias veces a visitar y estudiar el antiguo mineral de plata de Huantajaya, de data colonial, inmediato (al Norte) a la localidad de Alto Hospicio. El objetivo: reunir un cúmulo de antecedentes tanto históricos, geográficos como arqueológicos para rescatar del actual olvido este antiguo y valioso sitio para la historia y la cultura regional tarapaqueña. Y poder asi planificar un futuro digno para un yacimiento histórico de primer orden en el Norte chileno. Queremos que la ciudadanía y los estudiantes conozcan a fondo esta historia, la valoren, y la protejan para el futuro.

¿Quién conoce hoy el alto de San Simón, o el cerro de San Agustín en Huantajaya?. ¿Quién, el Chiflón del Diablo, el Pique de San Juan o el de María Mercedes?. Quién, la Mina Descubridora?.

¿Ha oido hablar Ud, acaso, de la Quebrada del Obispo?. ¿Sabe Ud, qué rasgo es denominado "El Hundimiento" desde el siglo XVIII, y por qué éste se hizo tan famoso?. Nombres todos que ilustran la larga y accidentada y muchas veces doliente, desgreñada y hoy casi olvidada historia de Huantajaya.

Hemos recorrido palmo a palmo todos los vericuetos y huellas de este vasto conjunto de hoscas serranías, escenario sin duda de mucho dolor y sufrimiento en la época en que. obligados por la mita minera, numerosos indígenas de los pueblos de Pica, Sibaya, Tarapacá, Mocha y Guaviña y otros más, debían pasar muchos meses sujetos al duro trabajo de las minas. Corría la medianía del siglo XVIII cuando los ricos mineros de Pica y Tarapacá, los De la Fuente, los Loayza y otros, explotaban enérgicamente sus estacas mineras en este yacimiento usando la fuerza de trabajo indígena y algunos esclavos negros.

Antes de describir el espantable y horroroso paisaje de masacre y destrucción observable hoy en lo que fuera el área de los cerros de San Agustín y San Simón, quiero traer a colación y examinar un valioso texto de una descripción de la misma época, datada en 1768.

Su autor es el cosmógrafo Francisco Antonio Cosme Bueno (1711-1798). Hombre de vasta erudición, se doctoró en 1750 en la Universidad de San Marcos de Lima, demostrando gran habilidad en materias farmaceúticas, desarrollando su arte médico en varios hospitales de esa época. Demostró, igualmente, especial atracción por la geografía, la economía, la climatología y la historia de los lugares, escribiendo una obra que hoy se conoce como "Geografía del Perú Virreinal", obra que permaneció inédita y sólo vio la luz en el año 1951 gracias a los desvelos de Daniel Valcárcel, su editor.

La obra contiene interesantes reflexiones geográficas y económicas sobre la "Provincia de Arica "y posee un especial interés para nosotors los habitantes de Iquique, por los datos que nos ofrece sobre la minería de la época en la localidad de Huantajaya y sobre la actividad del puerto de Iquique.

Junto con presentar aquí parte del texto de la obra, en los aspectos que aquí nos interesa destacar, nos va a servir de telón de fondo para la crítica que haremos al "moderno" sistema de prospección geológica practicado recientemente con el uso de poderosas máquinas retroexcavadoras.

Pero volvamos de nuevo al año 1768 y al relato de Cosme Bueno.

En la quebrada y pueblo de Tarapacá en dicha época, se encontraba en plena acción el teniente de Gobernador el sevillano de origen irlandés don Antonio O´Brien, encargado especialmente por el Virrey del Perú de fiscalizar y poner orden en la caótica actividad minera en la zona. Aparentemente, reinaba el más absoluto desorden en el Mineral de Huantajaya, cuyos propietarios mineros no llevaban toda la producción de plata a las Cajas Reales donde se calculaba "el quinto real" - según lo establecía la ordenanza- sino usufructuaban liberalmente de ella en beneficio propio, aprovechándose de la coyuntura de la extrema lejanía del lugar y de la falta total de control administrativo.

En otro capítulo de nuestro Blog [cf. Antonio de O ´Brien o Antonio Ö´Brien ] hemos tratado de analizar la riesgosa labor administrativa de O´Brien, que tan bien ha descrito el historiador don Oscar Bermúdez Miral en su obra "Estudios de Antonio O´Brien sobre Tarapacá; Cartografía y Labores administrativas (1763-1771), Antofagasta 1975.

El texto del geógrafo español Cosme Bueno.

Pero vayamos al texto auténtico del geógrafo colonial Cosme Bueno, fechado en 1768, época en que Huantajaya se hallaba en el máximo apogeo de su actividad minera:

"Lo más notable de esta Provincia [de Arica] son sus Minas. En los altos del Curato de Pica hay vetas de oro y de finísimo cobre, que no se trabajan por lo rígido del temperamento [clima]. Por la parte de la costa se hallan los cerros de Chanavaya y Huantajaya, a dos leguas más o menos, del mar, y otros muy ricos de metales de plata, de los cuales muchos no se trabajan por carecer de agua aquel terreno en muchas leguas. El de Huantajaya se cree que fue trabajado en tiempos antiguos. Cerca de estos tiempos, esto es ya avanzado el principio de este siglo, se empezó a trabajar de nuevo [este mineral de Huantajaya] sin método creyendo que no había vetas fijas sino bolsones de Plata, porque se encontraban a trechos unas piedras sueltas, que llaman de barra, porque se sacan de ella por fundición grandes cantidades de Plata. Pero posteriormente se ha visto que hay vetas fijas y que aquellas Papas son anuncio de veta cercana. Así se han establecido labores en forma de que se ha sacado mucha riqueza. Y a no haber la penalidad de la falta de agua, pues es preciso llevar a beneficiar los metales a distancia de muchas leguas de despoblado, estas Minas enriquecerían mucho a sus dueños y fueran utiles al Reino, porque se aumentaran mucho sus labores." (en "El Conocimiento de los Tiempos" Año 1768, editado en Daniel Valcárcel en Geografía del Perú Virreinal, Lima, 1951: 91).

Análisis de este breve pero significativo texto. Conclusiones varias:

a) Huantajaya se halla a dos leguas (aprox. 12 km.) del mar, o sea de alguna manera, su abastecimiento depende del mar;

b) El autor plantea que "se creía que este mineral había sido trabajado en tiempos antiguos", esto es, desde época indígena, anterior a la conquista. Y, de hecho esto resulta altamente probable si se considera que Martínez Begazo ya está explotando este mineral hacia 1545, apenas cinco años después de concedida su encomienda por Francisco Pizarro, cuando todavía la tierra no está conquistada ni pacificada. Lo que permite concluir que algunos de los caciques de Tarapacá - seguramente bajo alguna suerte de presión o tortura- entregó el dato o la referencia exacta de su explotación anterior, desde tiempos del Inca.

c) que su explotación se ha iniciado nuevamente "avanzado el principio del siglo presente", esto es, aproximadamente hacia 1710-1720. Lo que significa, a la vez, que estuvo bastante inactiva por un cierto período de tiempo.

d) Que se la trabaja "sin método", es decir haciendo cateos y piques aqui y alla, sin orientación exacta;

e) Que sólo ha habido preocupación por hallar las papas de plata pura, sin interesarse por las vetas y menos aún seguirlas;

f) Después se ha constatado que hay vetas fijas y que la presencia de las "papas" de plata es solo su anuncio;

g) Que recientemente, se ha establecido allí labores mineras más controladas y ordenadas;

h) Y gracias a este nuevo método, se ha sacado de allí muchas riquezas;

i) El principal problema que allí se detecta es la falta de agua, lo que obliga a llevar el mineral muy lejos para su beneficio [sabemos que esto se verificaba en el sitio Tilibilca, en la quebrada de Tarapacá dese el siglo XVI, y también, posteriormente, cerca de La Tirana, en trapiches de la Pampa del Tamarugal].

j) Que si hubiera agua disponible, se podría producir mucho más riqueza en el lugar.

Comentario al texto.

Este texto revela que Cosme Bueno, como buen "geógrafo" [cosmógrafo", decían en la época]
se sabe informar detalladamente, tal vez de boca del propio O´Brien, quien lleva ya algunos años tratando de controlar a los mineros tarapaqueños, acostumbrados a explotar el lugar escamoteando el quinto real. También nos demuestra que para su autor, Tarapacá es prácticamente conocida casi únicamente a través de su Minería, a causa de la falta endémica de agua dulce en toda la región.

Orgullo de Tarapaca colonial.

Es decir, Tarapacá bien podría enorgullecerse hoy de la existencia de estas minas que fueron explotadas desde tiempos del Inca. Incluso podríamos decir que Huantajaya y su contorno constituye un ícono muy significativo para la historia regional de esta provincia hoy región. Icono tanto o más importante que las Salitreras, hoy abandonadas. Gran parte de la historia de Tarapacá se encuenta indisolublemente unida al Mineral de plata de Huantajaya. Nos preguntamos: ¿qué hemos hecho como Región para rememorar o traer a la memoria ciudadana este hito histórico?. ¿Alguna vez hemos pensado en perpetuar de alguna manera su memoria?. Hemos pensado, tal vez, en erigir un día el gran "Museo de la Plata" recordatorio para las generaciones venideras del rol jugado por Huantajaya en la historia colonial?. Nosotros ciertamente sí lo hemos pensado.

¿Qué pensamos hacer con sus tres cementerios, el colonial, el peruano y el más reciente el único que queda en pie hoy, ya desmantelado por vándalos en los últimos 25 años?. Varios centenares de cuerpos, mártires de la dura explotación minera, yacen allí, esperando la Resurrección final. ¿Alguien, alguna vez, les ha rendido testimonio de respeto y admiración por lo que lograron e hicieron en su época?. ¿Por la riqueza que acumularon para sus encomenderos o patronos, terminando ellos mismos, probablemente, en la miseria total?. ¿Sepultaremos con esos cadáveres, de una vez, toda la historia de seis o siete siglos de gloria de Huantajaya?. O los haremos desaparecer para siempre, cubriéndolos con montañas de ripios, cada vez más gigantescas?.

En el relato del cosmógrafo español Cosme Bueno, arriba comentado, queda flotando una consideración, que para él constituye como la síntesis de la importancia de esta Provincia: "lo más notable de esta Provincia son sus Minas".

Esta frase nos trae, inevitablemente, al recuerdo otra, frecuentemente esgrimida hoy como slogan por las autoridades nacionales: Tarapacá tiene una vocación minera". Ojo, pues esta tan repetida frase es notoriamente equívoca y puede interpretarse de varias maneras. Una de ellas, la más peligrosa: "Tarapacá tiene tan sólo una vocación minera..., por tanto las otras actividades económicas y/o culturales tendrán que esperar".

¿Qué queda a nuestra vista hoy del glorioso Huantajaya de antaño?

Pero vayamos a contemplar la situación que presenta hoy Huantajaya, el viejo y venerable Mineral de plata el que un día fue comparado con el cerro rico de Potosí, el máximo exponente de la minería colonial española en América.

Por favor, observe con cuidado la foto Nº 3 (arriba), correspondiente a la parte alta del cerro San Simón. hoy día. Por doquier, extracción masiva de ripios y perforación de largas y enormes zanjas con máquinas retroexcavadoras en busca de posibles vetas del mineral. De la antigua superficie no queda ni siquiera una traza. Si hubo allí rasgos culturales, o de presencia indigena, ciertamente ya no existen.

a) del antiguo poblado colonial y republicano, que llegó a albergar más de 2.000 habitantes, con sus casitas de madera y su vistosa iglesia de erguida torre, absolutamente nada. Solo antiguas fotografías color sepia, desleídas y ajadas por el paso del tiempo;

b) sus numerosos piques profundos, con nombres de santos católicos, cerca de cuarenta en total, desprovistos hoy de sus protecciones de gruesos tablones de pino oregón; piques profundos labrados a fuerza de barreta y pala, que demuestran una actividad minera muy intensa (Vea Fig.5);

c) sus extensos basurales coloniales, republicanos y de la época del salitre. Numerosos , y que se extienden por doquier, testimoniando una frenética actividad extractiva y la presencia de familias completas que pasan su vida entera en este inhóspito y desértico lugar.

d) restos de bases de estructuras de diversas épocas, lugares de molienda, de fundición y acopio de minerales.

e) Y, por sobre todo, ingentes cerros de escombros y ripios, acumulados por maquinaria pesada desde la época del 1988-1992, al parecer, fechas en que se empezó a explotar los ripios dejados en las centurias anteriores para explotar su residuos de plata. Esos cerros de ripios y escombros, arrasaron el cementerio más antiguo de data colonial, tal como lo hemos comprobado en el capítulo de nuestro Blog que lleva por nombre: "Cementerio colonial de Huantajaya: visitas efectuadas en 1993 -1994". Ahí damos las pruebas de un hecho que merece el repudio general, pero del que nadie se hizo responsable en su momento. Tampoco después, por desgracia.

f) Barrido total y extracción violenta de enormes superficies de laderas y cimas, en busca de las apetecidas trazas de las huidizas vetas argentíferas. Cientos de hectáreas removidas, desarticuladas, donde el sustrato fue sacado de cuajo por maquinaria pesada, en semanas y semanas de absurda remoción, descontrolada y casi diabólica. ¿Para qué?. Para terminar claudicando y señalando que no valía la pena tanto esfuerzo. Así nos lo han confesado ingenieros que participaron en este acto de barbarie moderna. Barbarie disfrazada de "metodos modernos" de despeje, o como se prefiere decir hoy elegantemente en el lenguaje minero de hoy, usando el sistema del "pre-stripping". ¿Qué pensar de tanto desatino?.

Nos preguntamos horrorizados: si éste ha sido el efecto de apenas unos 3 ó 4 años de faenas recientes, con empleo de maquinaria pesada, ¿qué ocurriría aquí mismo si se instaurara el sistema de "minería a tajo abierto," al estilo de Chuquicamata? ¿Quedaría alguna evidencia de la presencia antigua, inka, colonial o republicana, algún dato sobre el pasado antiguo o reciente?. No quedaría absolutamente nada. Solo gigantescas tortas de ripios -estilo Chuquicamata- que tendrían que ser apiladas en las vecindades inmediatas, para ahorrar costos, montañas de escombros creciendo sin fin, de año en año.

El paisaje geográfico vecino a Alto Hospicio y su belleza natural no interesa a la gran minería extractiva. No posee valor alguno en sí. Es sólo mercancía.

Este es el temor que a nosotros, hombres de la cultura y amantes del pasado, nos sobresalta hoy, y nos induce a reflexionar sobre el futuro incierto de este Mineral de Huantajaya, de larga y heroica historia. Tenemos que evitar a toda costa, que un día no lejano, algún capital canadiense, japonés o australiano (¿?) quiera transformar los cerros de San Simón y San Agustín en un gigantesco y dantesco hoyo, más profundo y extenso que Chuquicamata. No es ésta una visión catastrofista.

La actual tecnología de extracción "a tajo abierto", constituye una amenaza real para cualquier zona que tenga una larga historia, una rica biogeografía o una maravillosa escenografía natural. Esto puede suceder aquí en Huantajaya en cualquier momento y conviene que estemos prevenidos. "Más vale prevenir que curar". Las autoridades y la Municipalidad deben tomar cartas en un asunto que atañe al futuro de la región, su historia y su rica geografía. Hemos visto ya un par de veces rondar a varios geólogos extranjeros por los vericuetos de Huantajaya. Más aún, han bajado al fondo de sus piques y han tomado muestras del contenido de sus vetas. ¡Algo se traen entre manos!.

La increíble y gloriosa historia de Huantajaya.

La increíble aventura histórica de Huantajaya que nos muestran los documentos coloniales, conservados en Perú, Bolivia, Sevilla o Santiago de Chile, se merece algo más que un gigantesco hoyo, un millón de veces más grande que el actual "Hundimiento". Huantajaya debe sobrevivir como monumento al pasado, no sucumbir a la codicia sin mesura de empresarios extranjeros, a los cuales la historia y geografía patrias les es totalmente indiferente. Estas, para nosotros, son herencia invaluable del pasado, a la que no vamos a renunciar.

¿Es esto sólo un presentimiento nuestro o un desesperado llamado de alerta. ante lo inminente? Juzgue por Ud. mismo. La historia lo dira un dia no lejano.

Dios quiera que no tengamos que repetir llorosos, un día, la ya famosa estrofa del poeta español Rodrigo Caro (1573-1647, al contemplar las ruinas de una soterrada ciudad romana en España (¿Numancia?):

"Estos, Fabio, ¡ay dolor!
que ves ahora,
campos de soledad,
mustio collado,
fueron un día Itálica famosa"...