viernes, 30 de septiembre de 2016

Resumen de nuestras primeras experiencias en captación de la camanchaca costera: años 1980-2000. Cerros de El Tofo (IV Región) y Alto Patache (I Región de Chile)


Fig. 1.  Uno de las primeras cortinas captadoras o atrapanieblas, levantada por nuestro equipo de la Universidad Católica en cerros altos de la cordillera de Buenos Aires, rumbo a la comuna de La Higuera, en la parte norte de la IV Región de Chile. Obra del geógrafo Nazareno Carvajal, miembro de nuestro equipo inicial  (1982). Con anterioridad a este diseño nuevo del tipo "cortina", los instrumentos confeccionados por los físicos de la Universidad del Norte de Antofagasta, utilizaron cilindros con hilos muy finos de polietileno, o estructuras macrodiamante. Creemos -si no erramos- que este diseño  de estructura horizontal, provisto de 8 paneles llenos de finos hilos verticales de polietileno,  fue un paso decisivo previo a la utilización de la malla raschel, que nosotros empezamos a usar por primera vez en el año 1982.  Debido al lento y excesivo trabajo que demandaba el confeccionar cada panel, formado por multitud de hilos finos de polietileno, este sistema fue pronto abandonado por nosotros y sustituido por el uso de una malla grande, tipo raschel, que cubría la superficie  del aparato.

Resumen de nuestras experiencias en camanchaca.

El día primero de Mayo del año 2000,  esto es hace ya más de dieciséis años,   redactamos  en equipo un resumen de nuestras experiencias durante veinte años en la investigación de la camanchaca costera en el norte de Chile. El documento, cuyo texto ofrecemos a continuación,  constituye una buena síntesis de lo logrado durante ese lapso de tiempo. La redacción es nuestra (Horacio Larrain). Creemos que este documento, que ha quedado inédito hasta ahora, no debe desaparecer pues constituye un testimonio vivo de los esfuerzos desplegados por un grupo de personas durante dicho período para desentrañar los misterios de la niebla costera en beneficio de las comunidades aledañas a la costa. A la vez, es un testigo fiel de  los anhelos e ideales que los pioneros acariciaban por esos años. Esperamos confiadamente que dichos ideales sustenten, apoyen y alienten, igualmente,  el espíritu de empresa de  nuevas generaciones de  jóvenes especialistas que lleven por fin a la práctica  muchos de nuestros audaces sueños de antaño.

Hemos creído pertinente  agregar notas nuestras a este documento  con la finalidad de destacar ciertas iniciativas, aclarar conceptos  o  plantear  nuevas ideas que  surgen  de nuestra experiencia de campo de  más de  treinta años. Acompañamos el documento con algunas fotografías de  época que ilustran bien  la epopeya  emprendida  con tanto entusiasmo 

Texto del documento.


Primeros pasos en la investigación sistemática de la neblina costera en Chile.

Hacia 1958,  los físicos Germán Saa  S.J., Raúl Muñoz y Carlos Espinosa A. (1)   y el matemático  Aníbal Gálvez, investigadores del Departamento  de Física de la  incipiente  Universidad del Norte (Antofagasta)  (2) fabricaron  y probaron  los primeros instrumentos para  captar el agua de la neblina en el Norte de Chile (3) . Pronto se les agregó el físico Ricardo Zuleta, de la misma Universidad. Distintos lugares de la costa de Antofagasta (Mina Andrómeda, Cerro Moreno, Los Nidos) ofrecieron  lugares aptos para estudiar el potencial de agua contenido en  la nube.  Eran los años pioneros, llenos de ilusiones y esperanzas; no importaban los fracasos. Diversos diseños de extrañas estructuras (macrodiamante) poblaron los acantilados de los cerros costeros.  La arpillera  absorbía por entonces  el agua condensada  (4).

Los pioneros de la Universidad Católica.

En Enero de 1980, el antropólogo de la U. C. Horacio Larrain  Barros descubre, en las alturas de El Tofo, un lugar aparentemente  apto para  hacer experiencias de captación de agua de niebla (5).   Situado a  900 m. de altitud, proximidad  al mar y a la caleta de pescadores de Chungungo, y  dotado de óptima exposición al SW, presagiaba  un éxito casi seguro. Un día primero de Mayo de 1980,  Pilar Cereceda  (6), Horacio Larrain (7), Joaquín Sánchez (8) y Nazareno Carvajal (9), con un grupo de alumnos de Geografía de la U.C., acampan en Playa Temblador, a 90 km. al N. de La Serena. Gracias a los consejos del físico Carlos Espinosa A., que generosamente nos ofrece su  valiosa experiencia anterior, Nazareno Carvajal confecciona nuestro primer atrapanieblas:  el tipo 111115, un  cilindro de  2.0  m. de alto,  repleto de centenares de finos hilos  verticales de polietileno, montado sobre un pequeño bidón  metálico de 100 litros. Instalado dicho día en una ladera, a los 550 m. de altitud, ofrecía, al día siguiente, ante nuestros ojos atónitos, 4.75 litros de pura agua de la nube (10). El milagro  esperado se había consumado: la neblina  contenía  agua en abundancia.


Las experiencias en “El Tofo”.

Entre 1980 y 1983, el pequeño equipo del Instituto de Geografía de  la Universidad Católica y el Instituto de Estudios y Publicaciones Juan Ignacio Molina de Santiago (11), aúnan esfuerzos y ganan pequeños Proyectos ante la SERPLAC de la IV Región. Su ambicioso objetivo, era nada menos, que  probar la factibilidad de captar agua de la niebla, en las alturas de El Tofo (900 m.), para dotar de agua potable  a los habitantes pescadores de la caleta Chungungo (12). Hacia 1982, la CONAF se  incorpora al Proyecto,  y uno de nosotros  (H. Larrain), contratado por la CONAF (13), prueba diversos aparatos y estructuras, de las más bizarras formas, y se  experimenta con  toda la gama existente de mallas que ofrecía  el mercado (14). A la vez, se instala varias parcelas forestales de experimentación (15).  Hacia mediados de 1984 ya habíamos colocado, en la cima de El Tofo, un gigantesco atrapanieblas  de 90 m2 de superficie de captación (16), provisto de malla raschel, la mejor de cuantas habíamos ensayado durante un año. Se había comprobado en terreno  la  alta  eficiencia  de esta malla, de peculiar diseño  romboidal (17).  Este aparato, un día del mes de  agosto de 1984, fue capaz de entregarnos, en una  sola noche, 2.700  litros de agua. Para surtir de agua nuestra propia Estación de Campo, que nos fuera cedida por la Cía. de Acero del Pacífico (CAP) (18)  se instaló un tambor metálico  con capacidad de 5.000 litros.  Ochenta metros de manguera  de PVC  lo unían al captador, situado  30 metros más alto.  En adelante,  el agua de la niebla  satisfaría  por completo las necesidades de la Estación y sus moradores.

La CONAF y el Environmental  Service del Canadá.

La Corporación Nacional Forestal (CONAF)  continuó la tarea de proseguir las mediciones sistemáticas del agua captada  e  instaló varias parcelas forestales de experimentación  en las alturas, cerca de los aparatos. Horacio Larrain, ahora contratado por CONAF (19), se hace cargo de la Estación de “El Tofo” durante dos años. En 1983,  las tres instituciones, la Universidad Católica, la CONAF  y  el Atmospheric Environmental Service  del Canadá (19), presentan un  proyecto de envergadura para dotar de agua potable a Chungungo. La Universidad de Chile instala  in situ una micro-estación meteorológica (20).   El año 1985 se da la aprobación al  Proyecto  con  la asesoría técnica  del  Dr. Robert Schemenauer (21). Las investigaciones en marcha  culminarán, en solemne ceremonia,  con la entrega oficial del agua potable, por parte del Ministro de Agricultura y la Embajada del Canadá,  a  la comunidad de Chungungo, un día del mes de  mayo del año 1992.  ¡Se hacía  por fin realidad el sueño de los primeros pioneros de la Universidad Católica!.(22) Actualmente, 100 captadores,  cada uno de 40  y 48 y m2 de superficie  de captación,  grandes estanques y una  extensa aducción que  salva  los 600 m. de desnivel y los  casi  seis km. de distancia,   surten de agua  potable al poblado de 550 pescadores. Chungungo podía darse ahora  el lujo  de beber el agua de la nube, regar sus huertos y jardines y lavar sus redes de pesca. Era la primera  experiencia  exitosa de este tipo en Chile (23).

El impacto  nacional e internacional

A partir del año  1990, igualmente, Pilar Cereceda, Robert Schemenauer, Pablo Osses y otros,  establecieron contactos con agencias internacionales las que financiaron  proyectos similares de captación en áreas  alejadas  como  el Sultanato de Omán en Arabia, Nepal, Namidia y Sudáfrica  (24). En América  Latina, hemos tenido presencia en México, República Dominicana, Perú y Ecuador.  En Chile,  tenemos en la actualidad aparatos de medición  en cerro Talinay, Chañaral, Fundo Canchones (Pampa del Tamarugal), en las cercanías de Iquique, en  Cerro Guatalaya y Alto Patache, de suerte que ya podemos  establecer mediciones comparativas del potencial de la niebla, según zonas geográficas (25).  El ideal es  incrementar esta red de aparatos de medición,  con el objeto de  establecer un catastro de zonas susceptibles de ser utilizadas  para la producción de agua potable.

Inicios de la investigación en la costa de Iquique  (1996).

A mediados de 1996, Pilar Cereceda y  Pablo Osses se contactan con Horacio Larrain, ahora profesor en  la Universidad Arturo  Prat de Iquique, para  reiniciar  las investigaciones sobre neblinas en la costa de Iquique. Este último había detectado (26) dos posibles lugares de captación de agua de niebla: uno en Alto Patache, a 850 m. de altitud,  en los acantilados costeros a 65 km. al sur de Iquique,  y el otro, en Cerro Guatalaya, a 15 km. en línea recta  al E. de  las ciudad de Iquique, en el trayecto entre Alto Hospicio y Humberstone, a 1050 m de altitud. La presencia de vegetación y de una rica fauna entomológica asociada (27) , fue  el mejor detector del área sometida a  la neblina.  Los primitivos habitantes de la costa (28) , habían visitado el lugar desde algunos  milenios antes, y dejado allí abundantes vestigios de su actividad  de caza y recolección terrestre (29). Con la visita realizada  a los sitios  señalados, se decidió presentar un Proyecto Fondecyt (Nº 1471248)  el que se inició formalmente en Julio de 1997. Su objetivo: medir comparativamente, a distintas distancias de la costa, varios parámetros físicos  (colecta de agua, temperatura,  vientos), de sitios ubicados en la costa (farallón  costero) y Pampa del Tamarugal. Para ello se realizaron varias campañas de terreno, de semanas de duración (30).

Estudio  de  los ecosistemas de niebla.

Iniciadas las mediciones en el sitio Alto Patache  en julio  de 1997, los  miembros del equipo (31), deciden sacar partido de las visitas semanales obligadas, para iniciar colectas sistemáticas de la entomofauna y observaciones sobre la  flora y fauna local (32). Se ha logrado obtener así, tras  33 meses de observaciones, un cuadro muy detallado de lo  ocurrido  en el ecosistema local, durante el período de influencia de la corriente de  “El Niño” (1997 - 1998) y los episodios climáticos subsiguientes (“La Niña”: 1999 - 2000). Se ha podido constatar, de este modo, la presencia de una rica  flora y fauna, asociada  tanto  a los  episodios anuales de lloviznas (producto de la camanchaca), como a lluvias ocasionales locales que provocan in situ  el fenómeno del “desierto florido” (33). Por esta razón,  los científicos del equipo han decidido  conservar este sector como  una auténtica  “área de protección  ecológica”, cuyo objetivo sea  salvaguardar el ecosistema local para las futuras generaciones  de científicos, evitando en lo posible  la  intervención  humana (34). Para ello se va a instalar  una barrera  que impide el  tránsito de  vehículos,  y  se ha colocado letreros  alusivos  al área protegida.  Es nuestro anhelo que esta zona, tan peculiar y  notable en sus especies florales y fauna asociada, sea solo  un campo de estudio para  los especialistas de todo tipo, aislando el lugar de las miradas de  terceros (turistas) (35).  Con esta finalidad, el equipo recurrió a la Cía. Minera Sal de Lobos, situada en el vecino puerto de Patillos, la cual ha apoyado esta iniciativa construyendo para nosotros in situ una pequeña Estación  de  Campo  (36) la que hemos bautizado con  el nombre de uno de los  más connotados pioneros del estudio de la camanchaca en Chile: Carlos Espinosa Arancibia (37).  La Compañía, además,  financia  buena parte del combustible  que se necesita semanalmente en las visitas de inspección y estudio (38).

Mirando hacia el futuro

 El objetivo de mediano plazo es  lograr  convertir este lugar en el primer sitio de estudio sistemático  y  global de  los oasis de niebla en Chile (39). Aspiramos a realizar experiencias de tipo físico en captación de la energía  eólica y solar, para surtir a la Estación de energía eléctrica  no contaminante (40). El sueño del agua propia se ha cumplido;  nos falta  contar con energía propia. Está por instalarse un gran captador, de 80 m2 de superficie de malla, el que servirá para realizar  distintas experiencias de riegos simulados, para investigar la respuesta del ambiente y de las distintas especies de plantas y animales (41). De este modo, estamos demostrando a Chile y al mundo que es posible habitar sin contaminar;  investigar sin destruir;  visitar sin  interferir  en  el  desarrollo de la vida local. Es parte de la tarea que nos depara el futuro.  Con  el desarrollo de la etapa actual,  hemos cumplido exitosamente 20 años de estudio de la camanchaca costera. Esperamos que el futuro nos brinde nuevas posibilidades de desarrollo de esta tecnología limpia para beneficio humano (42).


Pontificia Universidad Católica de Chile, Instituto de Geografía; Instituto para el Estudio de la Cultura y Tecnología Andina (IECTA).


Firman el documento  los miembros del equipo:  Dr. Horacio Larrain  B.,    Pilar  Cereceda T.,   Pablo Osses M.,   Raquel Pinto  B.,  Pedro Lázaro B.,  A. Ugarte  P.   y   Flavia Velásquez G.


Notas nuestras al documento.

(1)  Carlos Espinosa  Arancibia, nacido  en el puerto de Taltal el año 1924, llegó muy joven, como profesor de física, a la naciente Universidad del Norte, fundada  en  la ciudad de Antofagasta  el año 1955 por el sacerdote jesuita Gerardo Claps Gallo. Contó, desde sus inicios, con el apoyo y respaldo de su orden, la Compañía de Jesús en Chile.

(2)  La Universidad  del Norte,  fundada y  regentada por los jesuítas, tuvo desde sus inicios la misión de servir con un espíritu profundamente cristiano a las familias del extremo norte del país,  fomentando  el desarrollo de las potencialidades del desierto  nortino y sirviendo a sus necesidades básicas. 

(3)  La iniciativa en estos estudios partió de Carlos Espinosa.  De espíritu entusiasta y mente abierta, Espinosa supo conquistar  a algunos de sus colegas de departamento, entusiasmándolos  con este proyecto del estudio de las nieblas, típicas de la costa de Antofagasta. Muy luego se le  sumó un sismólogo uruguayo, el jesuíta Germán Sáa  S.J., del mismo departamento.  El aporte decidido de Germán Sáa es uno de los capítulos casi del todo olvidados en esta epopeya del  desarrollo del estudio de las neblinas costeras en Chile. 

(4) Espinosa comenzó probando instrumentos cilíndricos, repletos de hilos finos perpendiculares de polietileno, imitando el modelo patentado por el  climatólogo  alemán  Grunow. Posteriormente,  diseñó  y patentó una gran estructura compleja  que calificó de "macro-diamante" cuyas múltiples caras cubría con arpillera. La estructura, de un armado complicado y lento, se mostró a la larga,  muy difícil para transportar y armar, y de difícil anclaje y medición en el terreno. Una de estas enormes estructuras, fue probada por nosotros en lo alto de los cerros de El Tofo en el invierno del año 1983. Si bien producía grandes cantidades de agua, su monto era difícil de  calcular  y la arpillera absorbía agua en exceso que luego  en gran parte se evaporaba y perdía. Tras un par de semanas de exitosa prueba en El Tofo, sobrevino un  ventarrón violento que lo arrancó de raíz de sus amarras y lo destruyó por completo, arrojándolo contra los árboles vecinos. El aparato presentaba superficies demasiado grandes expuestas al fuerte viento adveniente, lo que produjo su desprendimiento y posterior destrucción.  

(5)   El relato circunstanciado de nuestro descubrimiento casual del sitio de niebla de "El Tofo", situado en el Cordón Sarcos, IV Región de Chile, a unos 75 km al norte de la ciudad de la Serena se describe en un capítulo de este mismo blog.  Esto ocurrió en el mes de Enero del año 1980  con ocasión de una visita de vacaciones de verano con mi familia.  A nuestro regreso a  Santiago, comunicamos el hallazgo del lugar a Pilar Cereceda, geógrafa de la Universidad Católica, quien se entusiasmó de inmediato con la potencialidad  que el lugar parecía ofrecer para experiencias de captación de agua de la niebla.  

(6)   Pilar Cereceda era por  entonces (1980)  una joven geógrafa del Instituto de Geografía de la U.C., vivamente interesada en temas de geografía física y climatología. Aquí se inició en sus estudios de niebla, especialidad que con tanto éxito ha practicado durante toda su carrera profesional.

(7)   Horacio Larrain, antropólogo cultural y arqueólogo, con estudios de postgrado en México y Estados Unidos, había ingresado al Instituto de Geografía de la Universidad Católica en Marzo del año 1973 como profesor del ramo de Antropología. Invitado por el entonces director del Instituto, el geógrafo humano Hugo Bodini Cruz Carrera  a formar parte del "Taller del Norte Grande"  era, desde el año 1974, director de la revista del Instituto, llamada "Norte Grande". 

(8)   Joaquín Sánchez era geólogo, especializado en hidrogeología y aguas subterráneas. Era profesor por hora de la cátedra  de geología en el Instituto de Geografìa de la Universidad Católica. 

(9)  Nazareno Carvajal era un estudiante avanzado de geografía del Instituto de la U.C. y aprovechó las primeras experiencias de captación de niebla en la zona de El Tofo y Caleta Temblador (1980-81) para hacer su tesis profesional como geógrafo.

(10)  La altitud elegida para instalar el aparato de prueba construido por Nazareno (550 m.)  distaba mucho de ser la ideal. Cuando transportábamos dificultosamente el enorme aparato que el había construido con  sus propias manos desde la playa de caleta Temblador cerro arriba, la creciente frondosidad de la vegetación arbustiva existente en la ladera que mira directamente hacia el mar, nos impidió esa tarde subir más alto, como hubiese sido lo ideal. Meses tarde, todos aprenderíamos que la altitud ideal de captación se encontraba en la cima misma de esos cerros,  esto es a los ca. 900 m de altitud s.n.m.  Sin embargo, el monto de agua captada durante esa noche de otoño  medido, con una probeta, esto es 4,5, lts., nos convenció de inmediato sobre  la excelencia del  lugar. Meses después. instalaríamos con Pilar y Nazareno pequeños aparatos a diversas altitudes y  en diversas exposiciones  (al W, NW, SW, S)  de cuya experiencia aprenderíamos a  elegir el o los  lugares más propicios para la obtención de agua condensada.  Fue un lento y prolijo aprendizaje de tres años,  mediante la aplicación del método de "ensayo y error" ( "trial and error method"). 

(11) El "Instituto de Estudios Juan Ignacio Molina" fue una notable creación científica ideada por el entomólogo chileno Luis Peña Guzmán y el ingeniero Alberto Vial Armstrong, creadores ambos y cerebros de la revista de difusión científica "Expedición a Chile",  que  apareciera en fascículos semanales entre los años 1975 y 1978. Tanto Luis  Peña como Alberto Vial apoyaron decididamente nuestros humildes comienzos de investigación en los cerros de El Tofo, dándonos generoso apoyo y cobijo en su institución. Reconocemos hoy, agradecidos, el inmenso favor que ambos  en su momento  nos hicieron.

(12)  Desde un comienzo (1980), intuíamos nosotros que la cantidad de agua captada por condensación en nuestros aparatos, podría llegar a satisfacer un día las necesidades de agua de una pequeña  caleta de pescadores. Teníamos a nuestro favor el valioso antecedente de las experiencias del grupo de físicos de la Universidad del Norte, en los cerros que miran a la ciudad de Antofagasta. Yo había sido testigo presencial de dichas experiencias en Antofagasta, observadas entre los años 1963 y 1965.  No eran, pues,  simples ensoñaciones de novatos, como podrìa sospecharse. Recuerdo bien mi porfiada insistencia en  dar a este proyecto, desde sus inicios,  una finalidad social,  esto es, el procurar  tener siempre in mente, el beneficio social en pro de comunidades costeras del desierto nortino, sedientas de agua. Algunos de mis colegas dudaban del éxito del proyecto. El tiempo nos dio, sin embargo, toda  la razón.

(13)  El día 31  julio del año 1981 fui exonerado de la Universidad Católica junto a otros 600 funcionarios de la entidad, situación que me obligó a buscar trabajo para mantener a mi familia. Corrían tiempos muy difíciles para  las Universidades, las que debieron recortar drásticamente sus presupuestos y su dotación de personal.  Los contactos previos que yo había mantenido con el ingeniero forestal Guido Soto, director de la oficina de la Corporación Nacional Forestal (CONAF) en la ciudad de La Serena, me abrieron la posibilidad de integrar la planta de CONAF, y se me confió  el puesto de "Encargado del Predio de El Tofo". Este nombramiento providencial, que me permitió sobrevivir por espacio de unos  tres años, fue para mí la maravillosa ocasión para  pasar muchos días en las cimas de los cerros de  El Tofo, viviendo en carpa  e investigando la flora y fauna del área, e intimando con los botánicos e ingenieros forestales de la ciudad de La Serena. Época de mi vida que recuerdo con singular afecto, por el gran apoyo recibido de mis colegas en esa época difícil de mi vida. 

(14)  Una de nuestras primeras actividades en lo alto de los cerros de El Tofo a partir del año 1982, fue probar, en pequeños aparatos idénticos, puestos uno al lado del otro y exactamente a la misma altura desde el suelo, diversos tipos de mallas finas, todas las que pudimos obtener en el mercado. Probamos así no menos de seis tipos diferentes, entre ellas,  la malla negra del tipo raschel. No solo importaba la  productividad lograda, sino también la durabilidad en el tiempo. Algunas, como la malla "tipo mosquitero", muy finas, eran excelentes condensadoras de la niebla, pero duraban muy poco a causa de la intensa corrosión por efecto de la gran humedad reinante, debiendo soportar en ese medio, durante muchas horas al día, humedades relativas cercanas al 100%. Tras un año de prolijas mediciones comparativas, optamos decididamente  por un tipo especial de malla raschel empleada en sombreaderos y de un tipo peculiar que, por su diseño, facilitaba el escurrimiento rápido de las pequeñísimas partículas de agua recién condensada proveniente de la nube arrastrada por los vientos alisios. En mis cuadernos de campo de dicho período se  puede hallar escrito el detalle de todo lo aquí señalado. 

(15)  Instalamos  pequeñas parcelas de forestación,  asesorados por el ecólogo vegetal Rodolfo Gajardo, de la Universidad de Chile. Gajardo visitó el sitio y  nos dio  especiales recomendaciones. La primera de ellas, cerrar cuidadosamente con alambre de púas, para evitar  el acceso de las temidas cabras,  de las majadas que existen en la zona. Los árboles recomendados por él  eran los propios del ecosistema de niebla de Fray Jorge (olivillos, arrayanes y canelos), los que por desgracia  no  fue posible adquirir  en el mercado  regional, de modo que nos contentamos con  especies de eucaliptus y pinos  además de  boldo, quillay y peumo. El desarrollo de esta especies fue muy desigual, notándose que  en corto tiempo   sus troncos y ramas se cubrían de abundantes líquenes que terminaban por ahogar casi del todo las plantas, entorpeciendo su  crecimiento. 

(16)  Aprovechamos como postes  para instalar esta  enorme cortina,  dos grandes antenas de la antigua mina de hierro, distantes diez metros una de otra que se hallaban, justamente,  en la parte más elevada del cerro, a 900 m de altitud  snm. Circunstancia que alivió notablemente nuestra tarea.

(17)  Hemos señalado más arriba que el diseño de este tipo de malla raschel formaba rombos alargados,  figuras que facilitaban grandemente el rápido escurrimiento de las minúsculas gútulas de aguas.

(18)   La Mina de El Tofo pertenecía a la Compañía  de Aceros del Pacífico (CAP). Como la mina estaba de para hacía varios años  por cierre de la explotación, todo el antiguo campamento estaba en  rápido proceso de demolición. Logramos convencer a las autoridades que nos facilitaran una casa en préstamo, mientras duraran nuestras investigaciones. Lo que nos permitió contar con un excelente  alojamiento y oficina. Asistimos  esos años (1982-85) con dolor a la implacable destrucción de suntuosas casas de directivos, de la iglesia y del hospital, así como  de centenares de  viviendas de obreros del antiguo  mineral.

(19)   Pilar Cereceda  había trabado contacto con el Dr. Robert Schemenauer, canadiense,  físico de nubes, quien se interesó mucho por nuestro proyecto y nos  brindó un generoso y cálido apoyo a través de su  institución "Fogquest".

(20)   Durante  mi estadía  en El Tofo, fui instruido en el manejo del instrumental y en  la toma de datos de la Estación  Meteorológica, información que transmitíamos directamente a Santiago. Contábamos para ello con el apoyo de un asistente contratado en La Serena, el señor  Roberto Ossandón, excelente compañero de labores.

(21)   El Dr.  Robert Schemenauer  creó en el Canadá la institución llamada  "Fogquest", la que ha financiado,  con el aporte de instituciones y personas del Canadá, numerosos proyectos de  captación de agua de niebla en todo el mundo, en particular en países del tercer Mundo, en beneficio directo de pequeñas poblaciones  rurales carentes de agua potable.

(22)  Tuvimos  el privilegio de ser especialmente invitados a este ceremonia de la llegada de agua potable al pueblo pescador de Chungungo. Pudimos apreciar personalmente cómo en cada uno de los hogares había grifos que  suministraban agua potable proveniente de la nube.  Para la bajada y distribución del agua, se utilizó los estanques de la antigua minera, situados a los  900 m.  snm. y en parte las cañerías de descenso antiguas. Tan solo se cloró el agua, por exigencia  directa de la  Dirección General de Aguas, para  evitar la proliferación de  microorganismos. El agua de la nube es en sí perfectamente potable pues proviene de la condensación  directa del agua de mar,  en la superficie del océano y no contiene  elementos minerales dañinos.

(23)  La población de la caleta  subió rápidamente  con la llegada del agua. De menos de  500 habitantes en 1980, ascendió pronto a los  660 después del año 1994.  Sus habitantes  invitaron a su parentela  del Norte Chico a asentarse en el lugar, ahora dotado de agua potable. El milagro duró poco tiempo: unos 3 años.  Tan pronto la Corporación Nacional Forestal (CONAF)  se desligó del Proyecto, dejando a los pobladores el cuidado y mantención del ya complejo sistema de captación, el sistema fue cayendo en desuso por falta de mantención. Fuertes vientos que derribaron y destruyeron captadores hechos con postes de eucaliptus, causaron el impacto inicial y no se creó una organización comunitaria sólida capacitada para reponer rápidamente los daños. La Municipalidad de la Higuera, tampoco fue capaz de asumir una responsabilidad directa en este ambicioso e inédito proyecto, por oscuras ambiciones personales que no es del caso referir aquí.  Hoy la comunidad ha vuelto al pasado, dependiendo totalmente del suministro de agua a través de un camión cisterna que les transporta, cada 15 días (si no hay un percance)  el agua desde pozos situados a una distancia de unos  40 km, cayendo de esta suerte  en una dependencia total de las autoridades de turno. Pérdida total de autonomía que los pobladores  hoy lamentan y lloran.   El sistema de control y mantención del instrumental requería de una organización  comunitaria  fuerte, del tipo Cooperativa, capaz de reaccionar de inmediato ante cualquier catástrofe natural producida por vientos de fuerza inusitada. Mientras la CONAF se hizo cargo, el sistema  se mantuvo intacto; al retirarse esta entidad estatal del proyecto, muy pronto se inició el desastre: los propios pobladores se robaron postes, alambre  y mallas de los aparatos derribados por el viento.  Experiencia lamentable que nos deja, sin embargo, una  moraleja clara:  hay que crear en las comunidades una capacidad de auto-gestión y auto-desarrollo,  incompatible con un fácil  asistencialismo  que crea insana dependencia.  

(24)  La organización sin fines de lucro "Fogquest" creada por  el Dr. Schemenhauer en Canadá llevó exitosamente esta experiencia chilena de captación de agua de niebla a muchos países del mundo, tanto en América Latina (Perú, Ecuador, Colombia, México, República Dominicana y Nicaragua) como en el Viejo Mundo  (Omán, Namidia, Sudáfrica). De esta suerte, fueron jóvenes geógrafos chilenos los que  llevaron,  durante varios años, junto con el instrumental ad hoc,  el entusiasmo y la mística por  utilizar  las nieblas para  el alivio de comunidades costeras  pobres, carentes de agua. (consulte en Internet  www.fogquest.org/f-a-q/).    
(25)   Debemos al biólogo chileno Walter Sielfeld, por entonces profesor e investigador en  el Departamento de Ciencias del Mar,  de la Universidad Arturo Prat de Iquique,   la referencia concreta a lugares de niebla en las proximidades de Iquique. Walter trabajaba en ese entonces (1995) en el estudio de la fauna marina, especialmente del lobo marino. Pero años antes había conocido al entomólogo chileno Luis Peña Guzmán y se había también interesado por la entomología, o sea, por el estudio de los insectos. Sabiendo de mi interés particular por tal especialidad, fomentada por mi amistad personal con Luis Peña, Walter tuvo la gentileza de indicarme dos lugares próximos a Iquique los que, a su juicio, debían contener una fauna entomológica endémica interesante. Uno, las alturas de Alto Patache a los  ca. 80 m. snm. a unos 65 km al sur de Iquique; el otro, los tillandsiales (formaciones de la plantas bromeliáceas Tillandsia spp.)  que adornan los cerros situados al oriente en el  hinterland de Iquique, entre los 900-1.100 m de altitud s.nm. Amablemente, me trazó un croquis de la ruta para acceder a tales lugares. No tardé en visitarlos y corroborar sus  asertos. Aquí se halla el inicio de nuestra  exitosa investigación, conducida por casi 15 años,  en Alto Patache, Cerro Guatalaya,  cerro Guanaco y Cerro Oyarbide  (1996-2012).

(26)  Nuestra primera visita a la zona del oasis de niebla de Alto Patache, ocurrió en el mes de diciembre de 1996, motivada, como se señaló más arriba, por las referencias entregadas por el  biólogo Sielfeld. Aquel día inolvidable subimos con nuestro automóvil  marca Ford Escort a los altos de Patache, salvando con dificultad la empinada cuesta que conduce  al oasis, por una huella recientemente construida por la empresa encargada de llevar la transmisión eléctrica desde la Central Patache a las minas del altiplano chileno (Collahuasi). Dicho día,  con mi esposa Marta Peña, tuvimos la fortuna tanto de  reconocer y apreciar  la fuerza de la camanchaca costera, como de descubrir las primeras trazas de una antigua ocupación humana del sitio, por obra de pescadores-recolectores  costeros. Estas consistieron en lascas de sílex, de variados colores, y de instrumentos de caza rotos (cuchillos y puntas de proyectil). La antigua presencia humana en el sector, era inobjetable.  En una visita posterior, unas semanas después, hallamos los primeros insectos (Tenebrionidae),  ocultos bajo el escaso follaje de Nolanas, Cristarias y Frankenias. El sitio se veía muy promisorio desde el punto de vista de varias disciplinas: geografía, climatología, biología y arqueología: especialidades que  me encandilaban y cuya interrelación pronto me condujo a gestar y elaborar el concepto de "eco-antropología", enfoque particular que resulta perceptible en todos los capítulos del presente blog, cuyo nombre en consecuencia, porta.    

(27)  Durante los años siguientes, apoyado primero por estudiantes de Sociología y luego de Antropología de las universidades  Arturo Prat  y Bolivariana de Iquique, donde yo era profesor, realizamos  numerosas colectas de insectos, llegando a encontrar  varias especies que resultaron nuevas para la ciencia. Entre los años  1999 y 2014 fueron clasificadas como especies nuevas, desconocidas, seis especies de Coleoptera (de los  Géneros Psammetichus, Scotobius, Philoria), una especie de mariposa nocturna (Noctuidae), y varias especies de abejas silvestres de  pequeñísimo tamaño (Apidae, especie ) que aparecen con ocasión de la extraordinaria floración en años  del fenómeno de el Niño".  Además,  se halló ejemplares de un pequeño reptil (Phrynosaura darwini) que se consideraba extinguido y que no había sido colectado en el desierto chileno desde la década del 1860. El estudio detallado de la flora local, emprendido por la botánica Raquel Pinto, con ocasión de la presencia de "El Niño" entre  1997 y 1998, dio como fruto el hallazgo de una especie nueva de  alstroemeria, la Alstroemeria lutea y la cactácea endémica Eryosice caligophila representada aquí por muy escasos ejemplares. En el estudio y clasificación de la flora local nos ha colaborado activamente, además de Raquel Pinto,  Mélica Muñoz-Schick, destacada botánica del Museo Nacional de Historia Natural.

(29)  Se conoce históricamente a los antiguos habitantes de la costa como "changos" o "camanchacas".  Su existencia en nuestra costa desértica norte, data de muy antiguo.  En nuestra zona, se ha hallado varios enterramientos que  han sido adjudicados al período de la cultura  funeraria llamada  "Chinchorro", con fechas de más de 6.000 A.C. (antes de Cristo).  Agustín Llagostera en la quebrada de "Las Conchas", en Antofagasta, encuentra niveles ocupacionales datados en  9.700 A.P, (antes del presente).  No sería del todo extraño que las cifras de poblamiento temprano  ya detectadas en la Pampa del Tamarugal (desembocadura de la quebrada de Maní) con fechas de  14.000 A.P, puedan extenderse igualmente, a la zona costera.  Sería lo lógico  y natural, considerando el constante flujo sierra-costa  que se observa  en yacimientos tempranos de la pampa, donde hemos detectado instrumentos de pesca  (pesas de red) muy  cerca de la desembocadura de la quebrada de Tarapacá en plena pampa.  En el sector de Bajo Patache, a  65 km al sur de Iquique y a unos 40 m.  snm., inmediatamente bajo el oasis de niebla de Alto Patache, hemos hallado en enero del año 2004,  en el sitio que denominamos entonces como BP-2 (Bajo Patache-2)  un enterramiento del tipo chinchorroide (vea descripción y fotos en artículo nuestro: "Un yacimiento de cazadores-recolectores marinos en la terraza litoral de Bajo Patache, sur de Iquique", revista POLIS, Universidad Bolivariana, Santiago de Chile, vol.3, N° 7:  361-396.

(30)  Como parte de un Proyecto Fondecyt, los miembros del equipo dirigidos por los geógrafos Pilar Cereceda y Flavia Velásquez,  instalaron en pleno invierno mini-atrapanieblas en distintos sectores de la pampa del Tamarugal, desde el Salar de Llamara, por el sur, hasta  lugares cerca de Pozo Almonte o  la Tirana o aún en el sector norte del Tamarugal, frente a Zapiga.  Se dejó, en carpas, a pequeños grupos de expedicionarios (dos personas por lugar)  para medir  cada cuatro horas y por espacio de dos semanas consecutivas todos  los parámetros ambientales de especial interés (colecta de agua atmosférica, velocidad  y dirección del viento, humedad relativa del aire, etc.).  Así se obtuvo medidas simultáneas en  ocho  lugares diferentes de la pampa.  Un  gigantesco esfuerzo humano y organizativo que fue coronado por el éxito. 

(31) Nuestro pequeño equipo estaba entonces conformado por Pilar Cereceda (jefe del grupo), Horacio Larrain (Coordinador, residente en Iquique), Pablo Osses, Pedro Lázaro,  arquitecto, Raquel Pinto, botánica y alumnos universitarios que se iban turnando.

(32)   Entre los años  1999 y 2003 los especialistas realizaron diferentes  recorridos y colectas  de flora y fauna para  poder apreciar  y entender cabalmente los componentes del ecosistema local. Solo se exceptuó la colecta de líquenes, por tratarse de un componente difícil de  examinar por falta de especialistas idóneos. Los líquenes han sido posteriormente estudiados  por dos liquenólogos  de la Universidad de Princeton (USA). Fruto de tales colectas sistemáticas fueron los trabajos publicados en  la revista  científica Atmospheric Research y los trabajos  presentados a las Conferencias de Niebla (Fog Conference) de Toronto, Saint John´s (Canadá) y La Serena (Chile)  en los años  1998, 2002 y 2006, respectivamente.

(33)  Hemos asistido a la eclosión de un "desierto florido" en nuestra región de Iquique en los años  1997-98 (fuerte),   2002 (débil) y 2015 (muy intenso).  En este último episodio, la lluvia caída en el lapso de solo 6 horas del día 8 de Agosto del año 2015,  fue de 56 mm,  enorme cantidad para un desierto,  la que provocó potentes aluviones muy localizados, y la aparición de gigantescas cárcavas de erosión, en toda  la zona. A causa de la gran  intensidad de este evento pluvial, el desarrollo de la flora endémica  que se presentó en los meses siguientes en la zona de Alto Patache, fue el más intenso que hallamos visto en 16 años de visitas ininterrumpidas  a este lugar. En efecto,  aparecieron en este episodio especies botánicas  en flor que no habían sido observadas con anterioridad.   Suponemos, sin tener pruebas categóricas al respecto, que este ha sido  el evento más intenso ocurrido en los últimos  100 o tal vez 150 años, a juzgar por  la potencia  de las  cárcavas que se formaron en el lugar.


(Nota del editor:   este capítulo está incompleto. En los próximos días le agregaré, Dios mediante,  fotos alusivas a los lugares señalados en el texto  y terminaré de redactar las notas faltantes).   

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Empleo de plantas nativas por los indígenas atacameños: valioso aporte del naturalista Rodulfo Amando Philippi en 1860.

Ilustramos aquí este capítulo con algunas imágenes de la flora  referida en él por el viajero alemán Rodulfo Amando  Philippi en su obra: Viage al Desierto de Atacama (Halle, Sajonia, 1860).



Fig. 1.   Ejemplar en flor de Tetragonia  sp. fotografíado en el oasis de niebla de Alto Patache, en el mes de octubre 2015 (Foto H. Larrain).  Según Philippi, sus hojas  carnosas habrían sido, igualmente, consumidas por los habitantes de la zona.

Fig. 2.  El suelo arenoso en los faldeos bajos de la zona de Palo Buque (junto a Los Verdes, sur de Iquique),  cubierto de ejemplares  de Nolana  jaffueli  y de  Fortunatia biflora con ocasión  de las fuertes lluvias del  día 8 del mes de agosto del año 2015. Visitamos dicha zona en octubre del mismo año.  A esta misma área, precisamente, se refiere el artículo del arqueólogo Julio Sanhueza, citado más abajo (altitud:  150 m. snm). Sospechamos que la especie nombrada por el sabio Philippi como Cumingia campanulata pudiera corresponder hoy  a esta especie: Fortunatia biflora.

  Fig. 3.  Ejemplar de la  Liliácea Fortunatia biflora, entre   plantas de Nolana jaffueli en el mismo lugar.  Los pequeños bulbos de esta especie  se hallan  tan solo a unos  12-18 cm de profundidad (no más), según pudimos verificarlo en el terreno y son comestibles.   (Foto H. Larrain, octubre 2015).

Referencias etnográficas.

En nuestro afán por  descubrir  aportes eco-antropológicos en antiguas descripciones de viajeros en el territorio patrio, hemos tropezado con algunos textos del naturalista alemán Rodulfo Amando Philippi, avecindado ya en Chile, que nos  permiten ilustrar  mejor el modo de vida y cultura de los lickan antai o atacameños. Aquí y allá, dispersos en una maraña intrincada de explicaciones descriptivas de especímenes de la flora nativa, Philippi, nos entrega retazos de información etnográfica, al parecer muy poco conocidos. Éstos los hemos espigado pacientemente en el capítulo denominado "Florula atacamensis" en el que se enumera, una por una,  las especies de plantas que el viajero observó durante el transcurso de su homérico viaje por el desierto de Atacama. Al estar este capítulo redactado en latín, idioma hoy prácticamente desconocido entre los científicos de nuestro país, esta información ha quedado fatalmente en la penumbra, por no decir en total desconocimiento de nuestros investigadores antropólogos. Por tal razón, nos ha parecido oportuno darlo a conocer a nuestros público culto pues nos da nuevas luces acerca del uso que los naturales de Atacama hacían, a mediados del siglo XIX, de su flora autóctona.

Donde encontrar esta información.

La información la hemos recabado de la conocida obra del naturalista Philippi: Viage al desierto de Atacama, publicada en Halle, Sajonia, en el año 1860. ( Edición original, Librería de Eduardo Anton, Halle  (Sajonia),  1860 :180 y passim); reedición en Santiago de Chile, Eds. Augusto Bruna y Andrea Larroucau, 2004:  231 y passim).

Empleo de la flora nativa.

El hecho no nos ha de sorprender, pues todos los pueblos de la tierra, en tiempos antiguos, se han servido abundantemente de su flora nativa tanto para su alimentación como para su cobijo, aseo, medicina o para alimento de sus animales. Lo interesante del caso presente es que el descriptor Philippi  se dio el trabajo de preguntar a sus entrevistados  y/o a sus baquianos sobre el uso particular de cada especie. Lo cual revela ciertamente una constante preocupación etnográfica y antropológica bastante poco común. Ya hemos señalado en un capítulo anterior de este mismo blog,  la preocupación de Philippi por las lingüística atacameña, y el  valioso rescate que hace de expresiones y  términos en esa lengua que aprende de sus guías atacameños y de algunos pobladores ancianos que casualmente topa en su trayecto. 

Análisis eco-antropológico de un valioso texto.

Mostraremos primero el texto latino de la edición de  1860,  nuestra traducción  y agregaremos notas de nuestra cosecha para mejor ilustrar al lector acerca de  la importancia de la referencia.

El texto latino principal respecta a la utilidad de la flora nativa para el  hombre.

"Nullam plantam vidi, qua homo vesci possit, si bulbos papita del campo dictos Cumingiae campanulatae excipis, nam fructus Ephedrae istius supra dictae et Lycii humilis, Jume ab incolis vocati,  etsi edules, parvi momenti sunt. Sed fortasse  tetragoniae annuae partis litoralis, uti spinaciae coctae aequeo modo ac tetragonia expansa comedi possunt. Medullam quoque caulis Pitcairniae cujusdam, Chagual dictae,  incolae comedunt, quam ob rem nullam locis accesibilibus florentem vidi. Etiam a mulis animalibus qui alimentum rudissimum haud spernunt, pabulum parcissimum in deserto; gramina, ubi sunt, praeferunt sed libenter fame coacti etiam juncos, cyperos, scirpos comedunt, necnon atriplices et ephedram. In annis siccioribus ob deficientem vegetationen vita caprarun et asinorum, de quibus existentia incolarum litoralium pendet,  periclitatur;  tunc hominibus, admotis ad cactos et pitcairnias ramulis foliisque siccis ignem accendere necesse est, quo facto spinae harum plantarum comburuntur, ita ut caprae asinique eas depascere possint.". (Philippi, op. cit., 1860: 180).

Notas  adicionales nuestras.

Dada la extrema parsimonia del latín, en la descripción hecha por Philippi, nos ha parece necesario agregar notas nuestras al pie, para explicitar  su pensamiento y ampliar nuestros conocimientos,sobre el tema.

Nuestra traducción del latín.

No vi (1) planta alguna de la que el hombre pueda alimentarse, a excepción de los bulbos ya indicados de la papita del campo, Cumingia campanulata (2), pues  el fruto de  la Ephedra ya dicha (3) y del Lycium humilis (4), denominado Jume (5) por los habitantes, aún cuando son  comestibles, son de poca importancia (6).  Pero tal vez las plantas anuales de tetragonia, cocidas al modo de las espinacas, del mismo modo que la tetragonia expansa de la porción costera, puedan servir de alimento (7). Igualmente, los habitantes comen la médula de los tallos de cierta Pitcairnia, conocida como Chagual (8), razón por la cual no vi ningún ejemplar en flor en los lugares accesibles. Hay escasísimo forraje en el desierto incluso para  animales que, como las mulas,  no desdeñan el alimento más rudo; donde encuentran gramíneas, las prefieren (9), pero  cuando están apretados por el hambre, con gusto comen variedades de  juncos (10), totoras (11), y aún ephedras (12) y atriplex (13).  En los años más secos, por causa de la falta de vegetación, peligra la vida de las cabras y burros de los que depende la existencia de los habitantes del litoral (14); en tales casos, se ven obligados a acercar al fuego las ramas y hojas de cactus y pitcairnias secas, con lo cual  se queman las espinas de estas plantas, de tal modo que las puedan  así comer las cabras y burros (15)". (Philippi, op. cit., 1860: 180).

Nuestras notas.

(1)  Las finas observaciones hechas por Philippi incluyen un extenso tramo de la costa desértica entre Taltal y caleta El Cobre, además del extenso y agotador recorrido por el interior de  la región,  rumbo a San Pedro de Atacama. Philippi fue siempre acompañado del baquiano y buen conocedor de la zona el minero Diego de Almeyda y por arrieros atacameños, de quienes, sin duda, recabó buena parte de  la valiosa información ecológica que aquí presentamos al lector, máxime de la flora presente en la franja costera.

(2)  Cuando Philippi describe minuciosamente esta especie en el capítulo noveno de su obra  titulado  "Flora Deserti", anota textualmente: "frequens  prope Paposo occurrit; incolis papita del campo dicta et  inter esculentas habitus.  Ipse bulbos edi et  recentes bonos inveni in posterum diem servati aliquantulum adstringentes et amaruli fiunt..." (edición 1860: 226). Traducido al  español: "se presenta con frecuencia cerca  de Paposo;  es denominada como papita del campo por los residentes y es considerada como comestible. Yo mismo comí estos bulbos y los hallé buenos  estando frescos, pues guardados para el día siguiente  se vuelven algo astringentes y amargos".

¿Qué especies anota Philippi?.

Philippi, por lo visto, quiso comprobar personalmente lo que sus informantes le señalaron sobre la palatabilidad  de esta especie. Nos queda ahora por averiguar de qué especie botánica se trataba realmente. Seguramente,  de una liliácea o tecofilácea, sin duda, pero, ¿cuál?. La denominación científica  Cumingia campanulata no aparece hoy en la gran obra del botánico chileno Carlos Muñoz Pizarro: Sinopsis de la flora Chilena (Santiago, Ediciones de la Universidad de Chile, 1966). Tampoco bajo la denominación "papita del campo", en la obra reciente Ciencia Indígena de los Andes del Norte de Chile, de Carolina Villagrán y Victoria Castro, (Editorial Universitaria, S.A., 2004). Tal vez aquel nombre de Cumingia campanulata, dado por Philippi pasó ya a la sinonimia botánica y hoy se la reconozca con otro nombre, diferente. Esto es casi seguro. Sospechamos fundadamente, en consecuencia, que se trataría de alguna especie de los géneros Fortunatia,  Leucocoryne o aún Zephyra que prosperan en nuestra costa desértica y hemos visto crecer en Paposo como también en varios oasis de niebla al sur de Iquique (Chipana, Punta de Lobos, Alto Patache y Punta Gruesa).

Nuestra propia experiencia.  

En Alto Patache, a los 770 m.s.n.m., hemos colectado hace ya algunos unos años  (entre 1997 y 2002), bulbos de Leucocoryne ixioides y de  Fortunatia biflora y los hemos preparado crudos, como ensalada, con algo de aceite y sal. Tienen buen sabor. Bulbos secos de Liliáceas y Tecophilaceas han sido hallados, además, en tumbas antiguas en el sector de Caleta Cáñamo y Patillos, a muy corta distancia del oasis de Alto Patache, confirmando así su uso en la alimentación humana por los antiguos pescadores del sector. De hecho, el arqueólogo Julio  Sanhueza  en un estudio relativo a las poblaciones costeras prehispánicas de la costa de Iquique señala  textualmente: "en los basurales y las tumbas  los registros de densos bolsones del bulbo clasificado como Zephyra elegans D. Don nos siguen planteando la hipótesis que pudo ser un recurrente alimenticio complementario que crece en faldeos de la Cordillera de la Costa"  (en "Poblaciones tardías en playa "Los Verdes" costa  sur de Iquique, I° Región de Chile",  (en Revista Chungará,  N° 14,   1985: 45-60; subrayado nuestro). La expresión "densos bolsones..." apunta, indudablemente al enorme empleo de esta especie por parte de los antiguos pescadores.

Nuestra experiencia en el terreno.

 En un capítulo reciente de nuestro blog:  http://eco-antropologia.blogspot.com hemos señalado, con despliegue de imágenes alusivas,  la presencia de una nutrida vegetación temporal que apareció exactamente en esta misma zona descrita por Sanhueza, debido a las fuertes lluvias del 8 de agosto del año 2015. Entre esta flora autóctona, aparecieron numerosos ejemplares de la liliácea Fortunatia biflora en los faldeos que caen del macizo de Punta Gruesa hacia la localidad de Los Verdes. Curiosamente, ningún ejemplar de la referida Zephyra elegans y, muy raros, de Leucocoryne ixioides. Los bulbos de estas especies son extraordinariamente semejantes entre sí, del mismo tamaño y muy fáciles de confundir. Nos parece, pues, que considerar estos bulbos arqueológicos como pertenecientes únicamente a la especie Zephyra elegans -como suelen señalar los arqueólogos- sería poco fundada y tal vez pudiera atribuirse a la falta de material comparativo de parte de los clasificadores. Si no, ¿cómo explicar la total desaparición de  Zephyra elegans de estos faldeos en la actualidad, tan próximos a Los Verdes?. El dato concreto de Sanhueza a nuestro entender, se explicaría tal vez mejor mediante el consumo por parte del hombre, de las tres citadas especies, todas ellas igualmente comestibles.   Consulte el capítulo  de nuestro blog: "Insólita floración en la quebrada de La Chimba, Antofagasta: desierto florido en el Trópico de Capricornio",  18 de septiembre de 2015 y otros capítulos alusivos al oasis de niebla de Alto Patache, Sur de Iquique.

(3) Ephedra breana existe hoy en relativa abundancia  en toda la costa norte desértica, en la parte más alta de  los oasis de niebla y en mucho mayor abundancia aún, en la zona de Paposo. Produce unas minúsculas brácteas color rojo cuando maduras y éstas son dulces y agradables al gusto. Las hemos degustado varias veces. Pero su aporte alimenticio es ciertamente  muy escaso. (Cfr. Nota 11, abajo).

(4)  La planta del género Lycium  produce unos frutitos  muy pequeños de color blanco, dulzones, que son comestibles. En la zona litoral de Iquique, en los oasis de niebla, se encuentra hoy en cierta abundancia Lycium leiostemum,  planta leñosa que debió constituir un alimento ocasional pero, sobre todo, un excelente combustible para los antiguos habitantes pescadores de la costa.

(5)  Esta voz "jume" parecería ser  atacameña  (lickan antai). No consta, sin embargo,  en el "Glosario de la Lengua Atacameña" de  Emilio Vaïsse  y otros (1896), ni en la obra de Ludovico Bertonio  "Vocabulario de la Lengua Aymara",  1612.  Tampoco en el Anónimo  de  1586 en lengua quechua. 

(6)  "De poca importancia", sin duda  por  su minúsculo tamaño. De acuerdo a nuestra experiencia de terreno, tanto  Ephedra como  Lycium no  florecen todos los años en esta costa desértica. Sólo en los años más húmedos, sujetos a la intensa influencia  húmeda del Fenómeno de "El Niño".

(7)  Tetragonia  es abundante  y presenta gran desarrollo en años lluviosos o de "El Niño"  en nuestra zona costera norte. Adquiere un buen porte y sus hojas suculentas, de tamaño muy superior a la de otras especies costeras, nos parecen comestibles. En efecto, las hemos probado varias veces y aunque son bastante saladas, son comestibles. Con toda probabilidad, fue un alimento adicional  recogido por los habitantes de la costa, en épocas de lluvias o lloviznas eventuales, entre los meses de agosto a diciembre,  época en que adquieren su mayor desarrollo.  (Vea la Fig. 1 de este capítulo).

(8)  Esta "Pitcairnia", sin duda, parece ser  un nombre antiguo por Deuterocohnia chrysanta (Phil) o tal vez por Puya berteroniana o alguna otra Puya. No aparece registrada como Pitcairnia en los catálogos actuales de botánica. Era conocida por los pobladores como "chagual", voz que viene de -chawar-  o -cchahuara-; expresión bien conocida tanto en la lengua quechua como aymara (Cfr. Ludovico Bertonio, Vocabulario de la Lengua Aymara, Juli, Perú, reimpresión facsimilar agosto 1984:161: 74). Su significado es  "planta para hacer sogas, o  cabuya"; (Vea también Rafael Aguilar,  Gramática Quechua y Vocabularios, (adaptación de la obra de Antonio Ricardo, 1586) , 1970: 148).

(9)  Numerosas gramíneas se hallan en el desierto y el propio Philippi reconoce y colecta alrededor de 20 géneros diferentes. Las especies preferidas por los animales (mulas y burros) eran las que  se desarrollaban en torno a las  escasas aguadas dulces del desierto. (Vea Fig. 6).

(10)   Género Juncus spp.

(11)   Con el nombre genérico  quechua de totora,  -t´utura- , los antiguos  reconocían a las especies actuales de los géneros Typha y Scirpus. Ambos géneros se hallan en manchones en torno a las aguadas  o riachuelos perennes sea de la costa, sea del interior.

(12)   Ephedra breana es la más común de las especies de este género que se halla tanto en la costa, como en el interior del desierto. Phillippi la nombra como Ephedra andina  (Philippi, 1860: 223). El autor le dedica, luego de su descripción botánica, el siguiente comentario, muy a propósito para nuestro enfoque eco-antropológico: "Frecuens in locis mediterraneis deserti..; Incolis pingo pingo: mulis ramulis vescuntur, homines fructum, i. e. bracteas demum carnosas, rubras, satis insipidae comedunt (Philippi, 1860: 50).  Traducido por nosotros al español: "Es frecuente en sitios en medio del desierto...; los habitantes del lugar la llaman  pingo-pingo; las mulas se alimentan de sus ramas; los hombres comen su fruto, esto es, sus brácteas,  que son precisamente carnosas, y de un color rojo, bastante insípidas".

(13)   El atriplex  aquí citado es probablemente Atriplex atacamensis  que forma enormes  conjuntos o manchones,  a veces de varios  m2 de ruedo, cuyos tallos más tiernos son comestibles para los animales hambrientos (mulas y burros). Sospechamos que guanacos y llamas los comían, igualmente. Philippi distingue y clasifica en su obra cinco  especies de este género, en su dilatado viaje por el desierto.  (Vea Fig.4).

(14)   La crianza de hatos de cabras y burros en la zona costera desértica, solo fue posible en sitios de presencia de aguadas costaneras permanentes, de aguas potables. Tal cosa ocurría en la zona de Paposo, y Caleta el Cobre  y aún en los altos de Cobija , en la costa de la región de Antofagasta. Esta crianza, de evidente origen hispánico, permitió a los pescadores changos, que antiguamente  vivían, en gran parte,  de los productos del mar (pesca y recolección marina), ampliar bastante su base de sustentación económica. Cabras y burros les suministraban, además de su carne y leche, productos fundamentales para su alimentación, cueros para hacer cuerdas, y hasta sus camas. Tanto cabras como burros son animales muy rústicos que  se alimentan de gran parte de la vegetación costera, incluyendo los cactus, tilandsias  y puyas, y no requieren de forraje  importado; lo que no ocurre ciertamente con la oveja. Por esta razón, ni ovejas ni caballos ni bovinos fueron utilizados por el hombre en estas zonas de desierto.

(15)  Esta práctica de chamuscar y quemar superficialmente las espinas de cactus y puyas,  para hacerlos más fácilmente comestibles para su ganado caprino, pudimos presenciarla personalmente en años secos en las alturas de El Tofo y junto a  la playa Temblador, entre  los años 1980 y 1985. Las escasas familias de cabreros allí residentes, recurrían a este procedimiento brutal, tan dañino y desastroso para la vegetación natural, para salvar su ganado, ante la imposibilidad de importar un costoso forraje foráneo.

                                
Fig.  4.   Ejemplar de  Atriplex atacamensis localmente llamado  aún hoy pillalla en Tarapacá y cachiyuyo, en el salar de Atacama.  Imagen  captada  en la pampa del Tamarugal (Región de Tarapacá)  a unos pocos kilómetros al oeste del poblado de Matilla (foto H. Larrain,  octubre 2015; escala de 1 metro).


Fig. 5.  Planta de  Oxalis   sp. en flor, creciendo entre las oquedades de las rocas en el oasis de niebla de Alto Patache. Conocido en la zona como "vinagrillo",  sus hojas y aún flores  también son comestibles por el hombre aunque Philippi no lo nombra  en esta referencia. La incluimos aquí por constituir, igualmente, un alimento ocasional en tiempos prehispánicos, para los cazadores indígenas que  subían del área litoral a cazar guanacos en los oasis de niebla.   (Foto H. Larrain, octubre  2015).

Fig. 6.  Ejemplar de la gramínea Stipa ichu,  alimento preferido por mulares y asnos durante la expedición de Philippi. Fue, igualmente,  alimento preferido por los guanacos que llegaban antaño hasta estos oasis costeros. Especie muy escasa hoy en los oasis costeros de la costa de Iquique, es mucho más abundante en los faldeos de Paposo. Es  la misma especie que se halla  en enorme abundancia   por sobre los  3.500 m de altitud snm.  y que los  residentes aymaras utilizan hasta hoy en manojos para cubrir las techumbres de sus  viviendas.  (Foto H. Larrain en Alto Patache, octubre 2015). 

jueves, 8 de septiembre de 2016

Los primeros trabajos del grupo de estudio de la niebla en El Tofo, IV Región de Chile: Esfuerzos exitosos.

Nos hemos propuesto en  varios artículos anteriores de este blog, dar a conocer las actividades  realizadas en la década del  80 del pasado siglo, para el estudio del aprovechamiento de las neblinas costeras o camanchacas,  en la IV Región de Chile, a partir del mes de Enero del año 1980.

Ya hemos señalado en otro capítulo que nosotros no fuimos, en modo alguno,  los pioneros en estos estudios. En Chile,  ya había demostrado el potencial de las nubes  estrato-cúmulos provenientes del océano Pacífico el  botánico y fisiólogo vegetal alemán Jochem Kummerov en 1966, al estudiar las extrañas asociaciones vegetales del bosque relicto de Fray Jorge, junto a la desembocadura del río Limarí. Su trabajo: "Aporte al conocimiento de las condiciones climáticas del bosque de Fray Jorge", fue publicado en el Boletín de la  Facultad de Agronomía de la Universidad de Chile, Santiago, N° 24, 1966:  21-24.

Los verdaderos pioneros.

Era la primera vez que en nuestro país se medía, con un instrumental adecuado e internacionalmente reconocido (captador del tipo Grunow), la cantidad de agua proveniente de la atmósfera sobre una asociación vegetal, detectándose allí, por el solo efecto de la condensación de la niebla costera, una pluviometría (=cantidad de agua caída en un m2 de superficie medidas en mm)  muy semejante a la media caída en la costa de Valdivia, en el sur de Chile,  varios grados geográficos más al sur.  Es decir, era la primera vez que se comprobaba  experimentalmente la existencia de un clima peculiar (rotulado como clima BWn).   Poco antes, y desde los años 1958-59, un joven y entusiasta  profesor de física de la naciente Universidad del Norte en Antofagasta llamado Carlos Espinosa Arancibia, experimentaba con extraños aparatos que llamaba "estructuras macrodiamante" la captación del agua de la niebla en los áridos cerros que miran a Antofagasta junto al sacerdote jesuita uruguayo y sismólogo Germán Saa, el joven físico Ricardo Zuleta, y otros profesores más. Eran los humildes pero prometedores inicios en esta gesta memorable.en la costa semidesértica  del norte de Chile.

 Los pioneros de la Universidad  del Norte, Antofagasta.

Fig.1.   Los físicos Carlos Espinosa y Ricardo  Zuleta  en su laboratorio en la Universidad del Norte. Esta foto  debe corresponder, aproximadamente,  a los  años 1967-69. (imagen tomada de la obra de Christiaan Gischler: The missing link in a production chain. Vertical obstacles to catch camanchaca, UNESCO-ROSTLAC, Montevideo, Uruguay,  1991, p. 14).


Fig. 2.  Esta foto nos muestra el ciprés (Cupressus sp.) plantado en el año  1962  por los investigadores Carlos Espinosa y Germán Saa, S.J., en cerros al interior de la costa de Antofagasta. Se desarrolló espléndidamente con el agua de la neblina, plantado inicialmente en tierra abonada, en el interior de un tambor metálico de capacidad de 200 lts.  Curiosamente,  las ramas del árbol se desarrollaron casi exclusivamente  hacia los lados, en forma perpendicular al viento predominante. Personalmente nos tocó ver vivo este árbol a mediados del año 1964. En la imagen,  de izquierda a derecha, en tercer lugar vemos a Carlos Espinosa, y en quinto lugar, a Ricardo Zuleta.  La extensión medida por Zuleta de las ramas laterales alcanzaba más de  los 4.0 m. Muchos años más tarde,  en 1985,  pude visitar nuevamente el mismo lugar, pero el árbol estaba ya enteramente seco pero entero.  (Imagen tomada de la misma obra de C. Gischler,  1991: 14).

Nuestro artículo periodístico.

En el texto del artículo de divulgación escrito por nosotros  para el Diario "El Mercurio" de Santiago de Chile, publicado el 7/10/1981 que presentamos más abajo, se alude a la plantación de varias especies vegetales en lo alto de los cerros de El Tofo y a las posibilidades de reforestación utilizando el agua de la las nieblas costeras o camanchacas.  Este  texto es uno de los primeros trabajos escritos por  nosotros  sobre la base de las experiencias adquiridas en el Cordón Sarcos, en los cerros  y alturas de El Tofo,  a unos 900 m de altitud  snm.  Este texto solo tuvo por efecto  informar a la comunidad nacional, acerca de los experimentos que se estaban realizando en las alturas del El Tofo, con fines prácticos.  Que gran cantidad de agua podía ser captada en beneficio humano,  quedó demostrado cuando en el año 1992 la caleta de pescadores de Chungungo recibió agua potable de la atmósfera, por medio de más de 100 captadores, gracias al apoyo del Environmental Service de Canadá y la Corporación Nacional Forestal de la IV Región.  Tal hecho, inédito en Chile, no fue posible sin las experimentaciones  realizadas in situ en los años precedentes por el Equipo de Zonas Áridas de la  Universidad Católica de Chile entre  1980 y 1985.

Texto del artículo de 1981.


Reforestación de parcelas experimentales en los altos de El Tofo.

En la primavera del año 1981 asesorados por  el botánico y ecólogo vegetal  Dr. Rodolfo Gajardo, de la Universidad de Chile, apenas un año después de nuestra primera visita al lugar, iniciamos la plantación de una parcela forestal experimental. Para ello cercamos con postes de eucaliptus y alambre de púas un terreno cuadrado, de  aproximadamente media hectárea, para evitar la intromisión de cabras, ganado menor que existe en la zona y cuyas voracidad es bien conocida.  El trabajo fue ejecutado por  obreros contratados en la vecina localidad de La Higuera. Inicialmente, fue nuestro anhelo introducir allí  las especies vegetales bien conocidas de la asociación vegetal del oasis de niebla de  Fray Jorge  (olivillo, arrayán y canelo), situado en  30°  23´ de Lat. Sur, bastante  más al sur.  Pero al no encontrar en el mercado local este tipo de árboles, tuvimos que resignarnos con  plantar especies foráneas de Eucaliptus y pinos, y algunas especies  del  secano costero de la zona central de Chile, como  quillay (Quillaja saponaria) y  molles (Schinus latifolius). Según mis recuerdos, estas especies se desarrollaron inicialmente bastante bien, a pesar de la presencia de fuertes vientos que frenaban el crecimiento en altura. El problema que pronto se suscitó fue que, debido a la altísima humedad reinante allí durante casi todo el año, se produjo una proliferación masiva de líquenes, de diversas especies, que terminaban por cubrir enteramente troncos y ramas, ahogando y sofocando su crecimiento. Los árboles no morían, pero su crecimiento quedaba visiblemente entorpecido, sin lograr alcanzar  el tamaño y aspecto propios de su especie  en lugares más secos.

Reforestar con especies adaptadas al medio nuboso.

Creemos que a futuro se podría probar la reforestación con otras especies arbóreas,  como aquellas que viven hoy en Fray Jorge, ya citadas más arriba o, tal vez, con aquellas que prosperan bien en las lomas peruanas más sureñas como el mito (Carica candicans),  el   huarango (Acacia macrocantha), o el "arrayán" (Myrcianthes ferreyrae), especies que vimos vivas en las lomas peruanas de Pacta y Lachay, en nuestro viaje de estudios  en el mes de Junio 1981. Si bien estas especies arbóreas prosperan hoy en lomas situadas varios grados geográficos  al norte de la frontera chileno-peruana, las condiciones de humedad son en cierto modo  semejantes.  Los ensayos de reforestación realizados en los últimos decenios en las lomas peruanas de Atiquipa  (16° 34´20´´ Lat Sur), por ejemplo, deberían ser estudiados cuidadosamente por nuestros botánicos y ecólogos vegetales en busca de respuestas.

Comentario  eco-antropológico.

1.  Aunque hoy en los oasis de niebla del extremo norte chileno a excepción de la cactácea Eulychnia iquiquensis  no existen especies propiamente arbóreas siendo la especie más alta, entre las leñosas, Lycium leiostemum (llamado "chañarcillo"), creemos probable que en tiempos antiguos, mucho más húmedos  que hoy, hayan prosperado in situ otras especies arbóreas, relegadas hoy a otras zonas del país de mayor pluviosidad. Estudios finos de palinología  en dichos lugares probablemente podrían arrojarnos algunas sorpresas en este sentido.  No hemos sabido del empleo de esta técnica en sitios de oasis de niebla costaneros del extremo norte de  Chile. Tal vez ya existan.

2.  Queremos rendir un particular tributo de admiración y reconocimiento a los pioneros de estos estudios en Chile y, en particular, al Dr. Carlos Espinosa Arancibia, profesor emérito de la Universidad Católica del Norte (Ex Universidad del Norte) en la ciudad  de Antofagasta, único sobreviviente hoy día ( Septiembre 2016) de aquella pléyade inicial de estudiosos de este tema. Cuando nuestro pequeño grupo de estudios de la niebla formado con los geógrafos Pilar Cereceda y Nazareno Carvajal  inició audazmente sus investigaciones en los cerros de El Tofo y Playa Temblador,  el físico Carlos Espinosa nos brindó generosamente toda su cooperación, enviándonos copia de la bibliografía que ellos habían  empleado y producido con sus experiencias en la costa de Antofagasta. Modelo de cooperación científica que  agradecemos.

3.  Conscientes del tremendo potencial hídrico que encierran las  nieblas costeras o camanchacas, en el Norte de Chile, abogamos firmemente por una continuación de estos estudios,  disminuyendo considerablemente los costos de fabricación e instalación de atrapanieblas, o mejorando sensiblemente su forma y  diseño a fin de  aprovechar  en mejor forma su rendimiento. Hoy, en el mejor de los casos, los aparatos en uso en nuestra zona captan  el 30% del potencial hídrico que atraviesa las mallas, perdiéndose   el resto en el suelo, arrastrado por los vientos.

4. Si bien es cierto que  esta pérdida  favorece grandemente el crecimiento a su alrededor  de un tupido manto vegetal bajo de Nolanas, Cristarias, Chañarcillo y otras especies, tal como lo hemos comprobado en el oasis de niebla de Alto Patache, a 75 km al sur de Iquique (Chile),  es deber de las nuevas generaciones de científicos y geógrafos reducir de manera significativa los costos e incrementar la productividad de los aparatos captadores para llegar a producir agua potable a bajo costo para uso de las comunidades humanas de pescadores y recolectores marinos que viven en su medio.

5.  Éstas, sometidas periódicamente  a los efectos destructores del Fenómeno climático de "El Niño" o de las intensas marejadas costeras que suelen destruir una y otra vez sus cultivos marinos, difícilmente podrán incrementar y afianzar sus poblaciones sin el recurso a la neblina, fuente de vida, presente en los cerros inmediatos a su habitat.  Este poderoso recurso, que tienen a sus espaldas les pertenece, es parte de su hinterland y el Estado debería asegurarles su posesión y uso para su propio desarrollo y perdurabilidad en el tiempo.





jueves, 1 de septiembre de 2016

Informe de actividades del grupo de estudio peruano-chileno sobre las camanchacas costeras: documento para la historia del aprovechamiento de las nieblas costeras (Junio 1981).

                          
Fig. 1.   Participantes del viaje  de estudios  a los oasis de niebla en junio  1981.  El primero, de izquierda a derecha es el ingeniero forestal de CONAF   La Serena,  Guido Soto; el tercero, es el ingeniero agrónomo peruano Carlos López Ocaña; el cuarto personaje  es Horacio Larrain, el quinto Christiaan Gischler.  De derecha a izquierda, el primero, es el meteórologo peruano Valdivia Ponce, el segundo,  es Carlos Espinosa, físico de la Universidad del Norte, Antofagasta; el tercero, el joven geógrafo Nazareno Carvajal (foto tomada de la obra:  The misssing link in a production chain. vertical obstacles to catch camanchaca, ENESCO, Montevideo, Uruguay,  1991, pg. 50). 

Orígenes del Proyecto Binacional Chile-Perú en  1981 para el estudio de la niebla.

Revisando viejos archivadores que contenían  información sobre los primeros intentos nuestros para estudiar y utilizar la neblina costera o camanchaca (1980-1981), apareció este viejo Informe, que encierra valiosos datos sobre el intercambio de experiencias entre científicos peruanos y chilenos en el año 1981. El cerebro gestor y organizador de este Encuentro, fue el infatigable hidrogeólogo holandés Christiaan Gischler, gran propulsor de los estudios de la camanchaca costera  hoy lamentablemente casi enteramente olvidado.  Damos a conocer hoy los prolegómenos de este Informe, en el  que se llegó a elaborar el Proyecto Binacional chileno-peruano para la utilización de las neblinas costeras.  Tenemos hoy el profundo convencimiento de que  aquel esfuerzo temprano por elaborar un plan común entre peruanos y chilenos para estudiar juntos el fenómeno de la camanchaca costera y su aprovechamiento, debería constituir un ejemplo y un modelo de colaboración futura entre países hermanos, dotados del mismo recurso y de las mismas necesidades.

                                                  
Fig. 2. El hidrogeólogo de UNESCO, Christiaan Gischler durante  nuestro viaje a terreno en Fray Jorge, oasis de niebla de la IV Región  de Chile (río Limarí). (Foto H. Larrain, Junio 1981).

Fuimos testigos y actores de dicho viaje de estudios.

La copia que aquí presentamos, desteñida y manchada por el tiempo (data de hace 35 años) es fiel reflejo de la intensa actividad desarrollada por el grupo de científicos, al que tuve el honor de acompañar  como antropólogo y arqueólogo,  con una experiencia mía aún muy precaria e incipiente en el tema.  Este fecundo viaje y las conversaciones sostenidas en el terreno mismo con los demás científicos, todos ellos  de larga experiencia, fue  para nosotros antropólogos muy aleccionador y marcó el inicio de nuestro marcado interés por estos estudios. Nadie podía imaginar entonces que el tema hídrico y su posibilidad de captación a través de las nubes costaneras,  nos seguiría interesando hasta el día de hoy.  Fue un gran honor para nosotros, recién incorporados al tema de estudio de las neblinas costeras, el que se nos haya confiado entonces  la honrosa tarea de  elaborar esta síntesis del Encuentro Binacional  Chile.Perú.  Pilar Cereceda, geógrafa e infatigable compañera de faenas en El Tofo, no pudo entonces acompañarnos, por estar enferma. Lamentamos mucho su ausencia.

                            
Fig. 3. El equipo de científicos durante su parada en la aguada  "Los Perales" a unos 350 m.  sobre el nivel del mar, subiendo por la caleta de Paposo. La aguada fue muy utilizada hasta muy tardíamente por los pescadores changos que residían en Paposo: de aquí obtenían  una excelente  agua  para beber y para sus animales cabríos. (Foto H. Larrain, Junio 1981)

                                                  
Fig. 4. En  las lomas de  Pacta (Perú).  Al extremo derecho, subiendo y mirando a la cámara, Christiaan Gischler;  de chaqueta negra, Carlos Espinosa (Foto H. Larrain  Junio 1981).

Un Informe desconocido hoy.

El original de este Informe, entregado a UNESCO hace 35 años, debe dormir plácidamente en algún recóndito cajón de alguna oscura bodega de la Oficina de UNESCO  en Montevideo. Creemos que ha llegado el momento de desenpolvar este  añejo documento en beneficio de las nuevas generaciones de estudiosos que se han incorporado al "Centro del Desierto de Atacama" de la Pontificia Universidad Católica de Chile. A ellos corresponde hoy seguir investigando con aplicación y entusiasmo este recurso, adoptando las nuevas tecnologías de la geografía, la cartografía  y la ingeniería mecánica.

El texto del Informe presentado  en Junio del año 1981.

El Informe  contiene tanto el resultado de las reuniones sostenidas en Antofagasta (Universidad del Norte) como en Lima (Sede de la ONERN), como las principales conclusiones del viaje a terreno del grupo de investigadores.

Fig. 1.  Preparativos del Encuentro Bi-nacional Perú-Chile.


     Fig.2.   Participantes en el Encuentro.                                        

     Fig. 3.    Actividades durante  el viaje  Santiago-Antofagasta.                                      


Fig. 4. Actividades desarrolladas en la ciudad de Antofagasta y visita al oasis de nieblas de Paposo (II Región de Chile). Trabajos presentados en Antofagasta (Universidad del Norte).

Fig. 5.  Elaboración del Proyecto chileno-peruano titulado:  "Aprovechamiento de las nieblas costeras (camanchacas)  en las zonas áridas del Pacífico Sur"   en la ciudad de Antofagasta.

La experiencia previa de Christiaan Gischler en el tema.

Christiaan Gischler se desempeñaba a la sazón como hidrogeólogo encargado por UNESCO  de estudiar el  problema del agua en zonas áridas de América con sede en Montevideo, Uruguay. Estaba a cargo de la Oficina  Regional de Ciencia y Tecnología para América Latina y el Caribe (UNESCO/ROSTLAC), y había participado activamente en las reuniones previas sobre el problema hídrico sostenidas en Tacna (16/08/1979), en la "Conferencia sobre Desertificación" en Nairobi (Kenia) en  1979,  y en la Conferencia de Mar del Plata (Argentina) en 1977. Este  Viaje, -al que aquí nos referiremos en detalle y del que aportaremos imágenes de la época-,  se gestó como consecuencia natural del interés de UNESCO por aportar nuevos conocimientos e intercambiar opiniones  entre los expertos peruanos y chilenos sobre  el candente tema de los efectos de la desertización en nuestras zonas. La ya probada existencia de  agua potable de excelente calidad y potencialmente aprovechable de las neblinas costeras rasantes en las costas del Perú y de Chile, constituía  un enorme  potencial hídrico que había que estudiar en profundidad.  

Sabia combinación de  teoría y práctica.

Las páginas de este ya viejo Informe muestran al detalle  el procedimiento seguido en aquellos años: una sabia combinación de sesiones de trabajo en Antofagasta y Lima con conferencias de científicos de ambos países, con experiencia en el tema  y, posteriormente, un viaje  a  lugares específicos más relevantes para el  estudio de la niebla.  A una distancia de  más de 35 años del hecho descrito aquí, nuestro recuerdo permanece vívido de las experiencias adquiridas en  las visitas a terreno  efectuadas al bosque higrófilo de  Fray Jorge, y los oasis de niebla  de El Tofo, Cerro Moreno, Paposo (en el norte de  Chile)  y, en el Perú, a las zonas de lomas costeras  de Pacta y Lachay, mientras apenas tenemos un muy vago recuerdo de las sesiones de trabajo sostenidas por entonces en la ciudades de Antofagasta y Lima. 

Comentario eco-antropológico.

1.   Este capítulo de nuestro blog  lo  hemos  destinado primariamente para el conocimiento de los estudiosos de las neblinas costeras y su aprovechamiento por el hombre.  Es parte importante de la historia de este esfuerzo  nacional,  que para nosotros  comenzó en el año 1980. Esperamos que las nuevas generaciones de científicos jóvenes, vivamente interesadas hoy por el problema de la falta de agua de buena calidad en el mundo,  especialmente en las zonas desérticas,  puedan aprovechar  y sacar enseñanzas de  este ejemplo de fraternidad y hermandad  científica entre naciones vecinas.

2.   Este Encuentro científico Chile-Perú demuestra bien la necesidad  y el beneficio  inherente a compartir experiencias con los países vecinos, dotados de un mismo y poderoso recurso, la camanchaca. De hecho, gracias a esta experiencia, varios de nosotros  hemos seguido, por el resto de nuestras vidas, interesados por este tema y su solución.

3.  Este ejemplo nos alienta a seguir estudiando tanto el potencial de la niebla en sí, como los modelos y tipos de captadores que  sean cada vez más eficientes y más resistentes a la potencia del viento, y que, a la vez,   puedan ser fácilmente instalados y manipulados por  la gente  que vive junto a la costa y que los necesita hoy con más urgencia que nunca para su supervivencia.   

4.   A la vez, este recuerdo  de lo que se logró hace 35 años, constituye -así lo creemos- una suerte de gigantesco desafío para los centros de estudio universitarios que  durante décadas han dedicado esfuerzos en este sentido,  de manera de poder  llevar  sus investigaciones al terreno práctico, logrando  así  subvenir a las perentorias necesidades de agua potable de las poblaciones costaneras.

5. Somos de opinión de que las Universidades  del extremo norte de Chile que tengan  carreras de Geografía, Ingeniería Mecánica, Arquitectura, Física  y aún Química, deberían  interesarse más por esta temática de tan decisiva  importancia para el servicio del hombre  de la Región, que necesita cada vez más de nuevas y promisorias fuentes de agua de buena calidad.

6. Hemos extraído del  "baúl de los recuerdos"  estas fotos y esta experiencia con la finalidad de  que los noveles científicos que se inician en este campo de estudio de las neblinas costeras,  sepan reconocer y aquilatar el esfuerzo de los pioneros, sus predecesores,  que con escasos medios pero con energía sin  igual, dieron lo mejor de sí para  mejorar las condiciones  de vida de los esforzados habitantes de la costa desértica.  La historia, una vez más  nos demuestra ser  verdaderamente  una magistra vitae (maestra de la vida), señalándonos  rumbos a seguir  y/o advirtiendonos  de  posibles errores, fallas  u omisiones.    

7. Por fin, creemos que este Informe  y su viaje  constituye parte significativa de la historia  de la utilización de la camanchaca en Chile y Perú,  historia que está por escribirse, continuando  y completando la excelente obra pionera de Christiaan Gischler en 1991.