viernes, 30 de diciembre de 2016

Exploraciones arqueológicas en la terraza litoral de Bajo Patache: hallazgo de campamentos de pescadores-recolectores marinos prehistóricos.


Nuestros hallazgos en la terraza marina baja.

En el presente capítulo de nuestro blog, nos proponemos  dar a conocer detalles de nuestros descubrimientos arqueológicos realizados a partir del año 2003 y por más de diez años,  en la terraza litoral correspondiente al oasis de niebla de Alto Patache. En un capítulo anterior y con el título de: "Primeras observaciones arqueológicas en el oasis de niebla de Alto Patache, a 75 km al sur de la ciudad de Iquique: Abril de  1997", hemos  mostrado en imágenes lo que hemos observado y analizado en nuestra primera visita al lugar en relación al antiguo poblamiento prehispánico,  en el sector alto del oasis, es decir, en el área bañada por las neblinas rasantes o camanchacas costeras, entre los 350 y  800 m. snm. El detalle de  nuestras últimas observaciones en dicha área,  puede  verse reflejado en nuestro Diario de Campo Vol. 97, pp. 5-9  (año 2016). 

Fig.1.   Desde aproximadamente  los 120 m de altitud, sitio donde se hallaba el campamento base de los cazadores recolectores marinos, se puede ver  la extensa planicie  que desciende lentamente hacia  la línea de costa.  Está interrumpida de tanto en tanto por antiguos arrecifes o montículos rocosos   del tipo  "rasa".  El ancho máximo de la terraza en esta área, alcanza un máximo de unos  2 km. de extensión. Vista desde el campamento del sitio que hemos denominado   BP-1 hacia el WSW.  (Foto H. Larrain, 12/11/2016).  

El área de estudio: ¿qué son las terrazas marinas o terrazas litorales?.

Por "terraza litoral" entendemos aquella planicie marina de poca altura sobre el nivel del mar,  a veces amplia, a veces muy estrecha,  que generalmente presenta una inclinación descendente de Este a Weste  y que se adosa a los cordones montañosos de la cordillera de la costa. Corresponde a sectores de antiguas playas, hoy emergidas,  gracias al proceso de solevantamiento  gradual del territorio. Éste -como nos enseñan los geólogos- ha sido efecto directo del empuje de penetración  subterránea de la placa de Nazca bajo el continente americano, empuje que -como se sabe- ejerce una tremenda presión y está elevando el territorio en forma muy lenta pero constante. Consecuencia directa de esta penetración  y su impacto, son los sismos o terremotos.  Estas terrazas o planicies de poca elevación sobre el nivel del mar,  debido a su altitud,  ya no son hoy invadidas por el oleaje, salvo en los casos excepcionales de tsunamis.

 Conformación  e importancia de la terraza marina para el hombre del pasado.

El sustrato de esta terraza marina, en el caso que nos ocupa, está formado por capas delgadas de arena de grano muy fino, originadas por erosión eólica. Se asientan sobre una roca sedimentaria o arenisca muy  dura (sandstone), difícil de perforar, de varios metros de espesor.  En nuestro sector, la terraza marina alcanza altitudes uniformes entre los  25-30 m  subiendo hasta un máximo de unos 90-100 m. s.n.m.  A partir de dicha altitud hacia arriba, empieza el piedemonte o talud de monte, formado por un derrubio de ripios o arenas, frutos de la caída de materiales rocosos  desde los altos, por efecto de la constante meteorización de las rocas de las partes altas de la montaña costera.  Un detallado análisis del  material rocoso de la terraza marina  y la forma de  ocupación de ésta por el hombre antiguo, puede  verse en nuestro artículo: "Un yacimiento de cazadores-recolectores marinos en la terraza litoral de Bajo Patache, Sur de Iquique", revista POLIS, Universidad Bolivariana, Santiago de Chile,  vol. 3, Nº 7,  2004: 361-396.  (Vea Glosario de términos científicos raros aquí usados, en el Apéndice final de este capítulo).

Excelentes abrigos del pasado.

Los sectores de grandes rocas expuestas -antiguos  escollos o arrecifes litorales-, ofrecieron excelente abrigo y refugio a los antiguos ocupantes, los que allí establecieron sus campamentos   y viviendas transitorias con  sus respectivos "conchales"  o "concheros" anexos, esto es,  depósitos de conchas marinas de las que se alimentaron sus ocupantes  durante muchas generaciones.
En abril del año 1997  descubrimos por casualidad  rastros evidentes de  una antigua ocupación humana del sector alto del oasis de niebla.  En aquel entonces constatamos, a través de las basuras dejadas in situ, que el alimento de los visitantes había consistido  primariamente en  moluscos marinos,  y se nos hizo muy evidente que  debía existir una estrechísima relación entre  la ocupación de las porciones altas (situadas por sobre los  700 m de altitud)  y la terraza costanera baja, donde estaban sus campamentos y viviendas y donde realizaban cuotidianamente  las operaciones de pesca y marisqueo, propias de su condición de pescadores-recolectores del biome marino.

Colecta de mariscos y  conchales.

 Por "marisqueo", entendemos   la búsqueda y colecta incesante de alimento en forma de moluscos adheridos tanto a las rocas ribereñas, a escasa profundidad, como  al sustrato arenoso de playas abiertas. A las rocas se adhieren los gastrópodos marinos  (locos, lapas, chitones, caracoles varios)  y bajo la arena de las playas viven numerosos moluscos bivalvos, tales como (choros zapatos, almejas, ostiones u ostras), los que filtran su alimento que les suministra el constante oleaje. En el año 2003, en nuestra primera visita inspectiva a la parte baja del oasis, dimos casualmente con el segundo sitio arqueológico. 

Nuestra operación de salvataje.

En un artículo nuestro publicado en la revista POLIS, en el año 2004, se relata en detalle  las circunstancias y detalles del importante hallazgo:  huesos humanos, conchas marinas, lascas y herramientas se hallaban a la vista en el contorno de un antiguo arrecife  o escollo  (del tipo rasa) que mostraba una pequeña pero clara elevación sobre el terreno circundante.  Denominamos a este sitio como Bajo Patache-2 (en jerga arqueológica: BP-2). Pocos meses antes, habíamos descubierto el campamento principal del grupo humano que se ubicó en  la sección más baja de una estribación rocosa de rumbo E-W  y descendente de la montaña, que presentaba un  gran roquerío protector del viento y una pequeña explanada, con señas  evidentes de intensa ocupación humana. Este campamento pasó a ser para nosotros Bajo Patache-1 (ó  BP-1).   De ambos sitios:  BP-1- y BP-2 hablaremos aquí en detalle, apoyándonos en sendas fotografías tomadas in situ.

¿Por qué decidimos realizar  un salvataje de emergencia en el sitio BP-2?.

Nos enfrentábamos a dos alternativas: a)  tomar la referencia y la coordenada  y dejarla estampada en nuestro "Informe de Terreno" (¡el que seguramente dormiría  después "el sueño de los justos" en alguna bodega de la biblioteca de la Universidad!), olvidando por completo el asunto, o  realizar una hábil maniobra de salvataje arqueológico, aprovechando la ocasión propicia para obtener informaciones adicionales sobre el sitio  y- de paso-  aprovechando también  para instruir al respecto a  nuestros estudiantes del curso de arqueología de la Universidad Bolivariana. Optamos, sin dudarlo, por la segunda alternativa.  La presencia de huesos humanos dispersos en superficie,  blanqueados ya por el sol, era un indicio cierto de la existencia in situ de uno o varios  entierros humanos.  La existencia de centenares de lascas en un muy reducido espacio físico y del típico  instrumental lítico de molienda, comprobaba su utilización como campamento humano del pasado remoto. La ausencia total de cerámica  nos sugería, además,  una gran antigüedad. A este período genérico anterior a  la llegada de la cerámica a la zona  (hacia los 2.000 A.C.) , llamamos los arqueólogos  el "Período Precerámico", el que comprende  varios milenios. La excavación de un par de cuadrículas (cada una de 1 m2), efectuada por nosotros con alumnos nuestros  en enero del año 2004, corroboró plenamente nuestra sospecha inicial, como veremos.

Mostramos a continuación diversas imágenes de  los principales sitios arqueológicos detectados en el área de influencia directa de la neblina costera del oasis de niebla adyacente.  De los seis sitios arqueológicos entonces observados por nosotros en el área de la terraza  marina (de BP-1 a BP-6), aportaremos aquí imágenes de solo tres de ellos, los más importantes en tamaño, variedad instrumental y densidad ocupacional. Los otros tres sitios eran muy pequeños o muy  poco  significativos en términos de densidad  ocupacional.

Nuestro sistema de trabajo en aquellos años   (1997-2004).

Dejamos aquí en claro que  nuestra exploración de esos años (1997-2004) se restringió solamente al área de la terraza inmediatamente adyacente al oasis de niebla del alto,  con el objetivo de probar alguna de nuestras hipótesis previas sobre la íntima relación entre  los sitios de Alto y Bajo Patache. De modo alguno tuvimos in mente por entonces  detectar -como lo suelen hacer normalmente los arqueólogos en sus prospecciones- todos los sitios ocupacionales, aunque fuesen éstos muy pequeños: sólo registramos los más significativos en términos de cantidad de material lítico y variedad del mismo.

La segunda observación al respecto es  que  no revisamos el área más baja, cercana a la playa actual (esto es, bajo los 20-25 m. s.n.m.),  por  existir  la certeza documental de que dicha sección  había sido invadida y perturbada por sucesivos tsunamis  y/o maremotos, como los eventos ocurridos en el último tercio del siglo XIX  (13 de Agosto de 1868 y 9 de Mayo de 1877) en las costas de Arica y Tarapacá que, según las fuentes históricas, borraron, entre otras,  la población de la  cercana guanera y caleta de Chanabaya (Cfr. Diccionario Geográfico de Chile, Luis Riso Patrón, 1924: 46, 182). Tales grandes  tsunamis  modificaron notablemente el paisaje y  arrastraron o sepultaron las antiguas evidencias culturales, a veces hasta muy  lejos de su sitio de origen.

Fig. 2. Vista parcial de nuestro sitio BP-1 de NW a SE. El enorme peñón rocoso de tipo granodiorítico  defiende y protege  de los vientos predominantes del S y  SW y  forma un excelente refugio  a media loma  (a 120 m de altitud s.n.m). El suelo del lugar está repleto de conchas, trozos de astillas de piedra e instrumentos toscos de molienda y de percusión (martillos o percutores toscos). Es a las claras, un antiguo y potente campamento de pescadores-recolectores marinos. Apegadas a las rocas más altas y a sotavento de éstas, se ven decenas de piedras que creemos otrora conformaron las bases de viviendas. Un día ya lejano estuvieron cubiertas, posiblemente,  por pieles de lobos marinos.  Un par de perforaciones hechas allí por algún curioso, deja en evidencia  capas  revueltas de conchas marinas, consumidas otrora como alimento por los ocupantes prehispánicos.

Fig. 3.   Vista de N a  S de la pequeña explanada del sitio BP-1 mostrando los montículos rocosos que ofrecieron excelente abrigo y  protección de los vientos del Weste a las viviendas  de los pescadores antiguos.  Coordenadas UTM de este sitio arqueológico:  378655 / 7695601. (foto H. Larrain, 12/11/2016).

Fig. 4.  El mismo sitio de BP-1, en otra vista.  Aquí puede percibirse, en el suelo arenoso, la gran cantidad de clastos grandes, que formaron parte de las bases de las viviendas antiguas. Allí donde está nuestro compañero  de expedición, Pedro Lázaro, alguien intentó excavar un hoyo en el pasado reciente.  (Foto H. Larrain, 12/11/2016).

Fig. 5. Sector de viviendas, adosadas a las rocas del promontorio  Entre las rocas, se ve  gran cantidad de conchas, y clastos astillados  ex professo. Altitud s.n.m:   120 m. (Foto H. Larrain, 12/11/2016).

Decenas de miles de conchas fragmentadas delatan una larga permanencia del hombre en el lugar. El sitio dista, en línea recta,  unos   600 m de la línea de costa. (Foto H. Larrain, 12/11/2016).

Fig. 7. Sitio  BP-1.  Bases de viviendas primitivas.  (Foto H. Larrain, 12/11/2016).

Fig. 8. Sitio BP-1.  Un extraño emplantillado formado por decenas de trozos de roca granodiorítica propia del lugar. Algo han querido mostrar aquí los antiguos ocupantes y sospechamos se trate de un lugar de enterramiento, así marcado para la posteridad.   Ocupa una superficie de aproximadamente  1,5 m2.  (Foto H. Larrain, 12/11/2016).


Fig. 9.  Sitio BP-1. Explanada junto a las viviendas. Probable  lugar de un antiguo fogón. (Foto H. Larrain 12/11/2016).

Imágenes correspondientes al Sitio BP-2.

Más abajo, y hacia el SW del sitio BP-1, y a un altitud de unos 40 m.s.n.m.     y a unos  300 m en línea recta  del sitio BP-1, hallamos otro pequeño promontorio rocoso,  del mismo material, que se alzaba apenas a unos 2 m sobre el suelo. Nuevamente se trata de un antiguo arrecife del tipo rasa, descrito como tal  por el geomorfólogo francés Roland Paskoff, a nuestro requerimiento.  Se encuentra en la parte más plana de la terraza marina y más cerca del mar.   Lo hallamos casualmente cuando recogíamos a nuestros jóvenes colaboradores que habían bajado  desde los  800 m.  de altitud midiendo aparatos atrapanieblas  de pequeño diseño  (1/4 de m2), puestos cada  50 m de elevación para detectar  y medir la cantidad de agua de niebla por ellos captada en una semana.

Fig. 10.  Escaneo de fotografía que acompaña nuestro artículo publicado en la revista POLIS, año 2004 p. 367.  El sitio BP-2 se halla en extremo derecho de la imagen, a  40 m. sobre el nivel del mar.

Observemos, de paso, que todas las observaciones arqueológicas nuestras fueron realizadas siempre en conjunción con los estudios de niebla que realizábamos por entonces en  el entorno del oasis de niebla. No se trató, pues, de una exploración arqueológica sistemática, sino sólo ocasional; cuando había tiempo disponible para ello.

Fig. 10.  Sitio BP-2. Vista de Norte a Sur. Este  pequeño macizo rocoso o escollo  se alza solitario en el paisaje arenoso circundante, formando un pequeño túmulo o montículo algo levantado por efecto de la depositación de arenas movedizas que vienen del SW, arrastradas por los vientos dominantes (vientos alisios). Descubierto por nosotros en el año 1993,  nos llamó la atención la  existencia a su alrededor de una enorme cantidad de lascas de diferentes coloraciones de sílex y basalto,  evidentes residuos de trabajo de talla lítica  efectuada en el lugar por el hombre primitivo, indicio cierto de su larga permanencia en este sitio. El hallazgo  en superficie -tal como se señaló más arriba- de huesos humanos dispersos, nos alertó sobre la presencia de entierros humanos. Lo que efectivamente corroboramos al año siguiente, en enero del año 2004.   (Foto H. Larrain 12/11/2016).

Fig. 11.   Nuestro colaborador el estudiante de arqueología Luis Pérez, examina  aquí los hallazgos de instrumentos de molienda y de percusión. Enero 2004.  Imagen copiada  del citado artículo de la revista universitaria POLIS. Sector SW del peñón rocoso  (Foto H. Larrain).

                           
Fig. 12.  Morteros planos en cantos rodados de playa (andesita). Aparecieron en superficie, en nuestra cuadrícula D4.

Fig. 13.  El entierro humano.   A escasa profundidad,  aparecieron los restos humanos. En la imagen, un cráneo  humano al que  faltaba el maxilar inferior. Todo el cuerpo muy disturbado, de suerte que no se sabe con certeza  si el cuerpo estaba sepultado en cuclillas o extendido. En la parte superior del cráneo, aparecieron fibras de lana, color  azul oscuro  (¿parte de un turbante?)  Un cesto prácticamente intacto acompañaba al difunto, que era un adulto. Tal vez los huesos largos (¿fémur, tibia?) que  aparecieron en superficie, pertenecían a este mismo individuo que fue sepultado a escasa profundidad  en la arena, en contacto directo con la capa dura de la arenisca. La profundidad máxima del entierro fue de  20 cm.  A lo que creemos, se debió acumular arena encima del entierro, formando un pequeño túmulo para poder cubrir el cuerpo  (o los cuerpos).  En total aparecieron huesos correspondientes a tres individuos en la misma fosa. Sospechamos fundadamente que la gran dureza de la capa de arenisca impidió cavar una fosa más honda.  Encima, depositaron intencionalmente trozos de roca en forma de astillas, para "marcar" el sitio. 

Fig. 14. El área  próxima a la regla de 1m de longitud, fue la elegida para realizar la excavación  en dos cuadrículas de  1m2  de superficie cada una. Al efecto,  se tiraron lienzas  y estacas para señalar el área de investigación en todo el contorno del montículo rocoso.   Se recogió cuidadosamente las lascas  de la superficie de cada cuadrícula y se analizó y estudió su composición, pero  la excavación solo correspondió a dos de ellas, donde  se veía huesos humanos en superficie.  El análisis de los componentes de las cuadrículas  arrojó el interesante resultado de la presencia de áreas específicas de trabajo de talla y molienda. (El interesado por obtener más detalles, puede recurrir a la lectura de nuestro  trabajo  arriba citado en la revista POLIS,  vol. 3, Nº 7,  2004: 361-396).   (Foto H. Larrain 12/11/2016).

Fig. 15.  En el lugar  exacto  donde está nuestro amigo Pedro, incrustados en una grieta, hallamos dos instrumentos líticos característico: un percutor (o martillo) y  un raspador. Coordenadas UTM  de este sitio:   279141 /7695038.(Foto H. Larrain, 12/11/2016).


Fig. 16.  En este lugar se observó un emplantillado de  trozos de roca color plomo,  que después constatamos correspondía exactamente a la zona de entierros humanos. La foto es reciente, tomada después de la excavación.  Corresponde a la zona ubicada a sotavento de la roca, como si los antiguos habitantes hubieran   pretendido con ello  buscar, para sus difuntos, la protección de la roca. Aquí aparecieron restos confundidos y desarticulados de tres cuerpos humanos. (Foto H. Larrain 12/11/2016).

Sitio BP-5.


Fig. 17.  Sitio BP-5. Corresponde a dos grandes afloramientos rocosos, de  tipo granodiorítico, distante uno de otros unos  50-60 metros,  y que se alzan en forma de montículos  a unos 300 m al Este del trazado de la carretera Panamericana N-S. Se hallan éstos en el extremo sur de la concesión hecha a la Universidad Católica.  El afloramiento principal se muestra aquí, en una perspectiva tomada desde el NE  hacia el SW y se caracteriza por presentar un gigantesco conchal arqueológico, consistente en conchas marinas de variadas especies (locos, lapas,  choro zapatos, etc.)   y  toda clase de  clastos y trozos de roca, desprendidos  del macizo por obra del hombre probablemente  para construir sus viviendas  y/o refugios.  Se ven allí percutores  y pìedras planas para la molienda (metates). En cambio, se observan aquí muy  escasas lascas a simple vista.  ¿Por qué?. No lo tenemos claro.  Aparentemente, es un sitio habitacional más que un taller lítico. Coordenadas UTM:   380503 / 7693373 (tomadas en un punto medio entre ambos afloramientos).  Altitud s.n.m: 40 m.  (Foto H. Larrain, 1211/2016).    

Fig. 18.  Vista del  afloramiento rocoso  principal desde  el  más pequeño y  visión hacia el acantilado costero. En éste, se observan formaciones dunarias  de importancia. (Foto H. Larrain 12/112/2016).

Fig.  19. El afloramiento  rocoso secundario, situado al Weste del primero, ofrece un poco de  sombra aún a mediodía.  Está igualmente rodeado por  una profusión de detritus de rocas y conchas marinas en gran número, y forma una unidad ocupacional con el primer afloramiento.  Vista de Este a Weste. Entre ambos sitios, se puede ver  aún grandes huesos de lobo marino y gran cantidad de  conchas de choro zapatos (Mytilus chilensis). (Foto H. Larrain, 12/11/2016).


Fig. 20.  El afloramiento rocoso principal. Altitud:  ca. 4,5 m sobre el suelo. Vista de Sur a norte. (Foto H. Larrain, 12/11/2016).



Fig. 21.  Vista de ambos afloramientos, distante uno e otro unos 60 metros. El mayor, a la derecha, ha acumulado en su derredor gran cantidad de arena, traída  por arrastre eólico.  (Foto H. Larrain 12/11/2016).

Fig. 22.  Conchas marinas, sobre todo de los moluscos conocidos como  loco (Concholepas concholepas) y lapas (Fisurella spp.), los que  conforman el grueso del conchal. (Foto H. Larrain 12/11/2016).



Fig. 23.  El macizo rocoso principal, visto de Sur a Norte.  La roca, fuertemente erosionada, ofrece numerosas grietas que el antiguo habitante supo utilizar como  nichos para guardar sus herramientas.   (Foto H. Larrain 12/11/2016).

El sitio arqueológico BP-6.  Sector ocupado por un gran campo de dunas del tipo seif, situado  entre los  550-620 m de altitud snm. Se halla en el  extremo sur de la Concesión hecha a la Universidad Católica en el oasis de niebla de Alto Patache  Ocupa un área significativa del talud de descenso a la playa. Se halló aquí bastantes fragmentos de cerámica muy dispersa (un plato completo fue reconstituido), puntas de arpón  y numerosos chopes de mariscar  (ver infra), confeccionados en huesos de lobo marino. Extrañamente, no se observó aquí, en cambio, presencia de lascas, de lo que se deduce que no fue éste un lugar de trabajo ni de vivienda, sino un sitio de breve estadía  (paradero o merendero), a medio camino desde la playa hacia las partes altas. Todo el material cultural se halla muy disperso entre las dunas y ha sido parcialmente cubierto por el avance o movimiento de éstas. Los espacios interdunarios fueron ocupados como refugios temporales protegidos del viento y no se observa en ellos huella alguna de vivienda permanente o semi-permanente. Son simples paraderos de descanso hacia  la parte superior del oasis de niebla. o viceversa,  hacia las playas adyacentes.  Coordenadas UTM:  

F    Fig. 24.  Chopes de mariscar hallados  junto a cerámica  de cocina en los espacios interdunarios de los campos de dunas del sitio BP-6. Confeccionados en huesos de las costillas del lobo marino, estos implementos, aguzados intencionalmente  permiten al mariscador  desprender al gastrópodo  de la roca donde se adhiere firmemente mediante su pie (loco, lapa, chitón), ejerciendo para ello un rápido movimiento de presión. (Foto H. Larrain).


Glosario de términos.

Como hemos utilizado en nuestra descripción una terminología bastante fuera de lo común, ofrecemos aquí un pequeño "Glosario explicativo" en beneficio de nuestros lectores  poco  o nada familiarizados con el vocabulario geológico o geográfico.  Un mayor conocimiento sobre esta terminología científica se puede obtener en Chile a través del excelente "Vocabulario de Geomorfología y términos afines", de los geógrafos chilenos  Marcela Sánchez Martínez  y Luis Velozo Figueroa,  Serie GEOlibros Nº 7, Pontificia Universidad Católica de Chile, Facultad de Historia, Geografía y  Ciencia Política, Primera edición Abril 2007, Santiago de Chile,  415 p. 

Términos científicos utilizados.  (buscar en diccionario especializado).

Placa de Nazca, meteorización, clastos,  campos de dunas, vientos alisios,  solevantamiento (del territorio), sandstone, areniscas, período arcaico, período precerámico, dunas tipo seif,  escollos tipo rasa, erosión eólica, piedemonte, gastrópodos,   bivalvos. 



viernes, 16 de diciembre de 2016

Lecciones de un pozo de sondeo en el taller lítico del oasis de niebla de Alto Patache: significado de sus materiales culturales.

El oasis de niebla de Alto Patache, situado a  65 km al sur de la ciudad de Iquique (Norte de Chile), nos ha deparado sorpresas varias. En este mismo Blog nos hemos referido más de una vez a la importancia  de este oasis desde el punto de vista de su producción de agua atmosférica, extraída de la niebla.  En una costa totalmente desértica, como es el extremo norte de Chile,  carente de agua potable, la posibilidad ya comprobada de obtenerla de la nube,  constituye  un tesoro de incalculable valor.

En este capítulo haremos referencia a  una interesante experiencia casual hecha en el centro del taller lítico del oasis. Por "taller lítico", entendemos aquí un área amplia donde los antiguos ocupantes. cazadores-recolectores de la costa,  habían  venido a  colectar plantas silvestres y a cazar guanacos y dejaron abandonados in situ instrumentos y restos de su actividad de talla lítica  (lascas o esquirlas) y de sus comidas.   La niebla o camanchaca costera, baña normalmente estas secciones altas de la cordillera de la costa, produciendo allí el desarrollo de una notable vegetación de  "Lomas" cuya presencia atrajo,  desde hace milenios, a una fauna de tropillas de guanacos (Lama guanicoe). Al hacer la excavación en esta cuadrícula de 1m x 1m,  pretendíamos escudriñar  qué rastros  de su presencia podríamos hallar aún hoy. La excavación alcanzó una profundidad total de  60 cm.  El terreno de la planicie está constituido por numerosas capas de arena muy fina, fruto evidente de arrastre eólico  (del viento).   

                             
Fig.1. Superficie del sector  de pampa interior que denominamos del "taller lítico", por la presencia de innumerables lascas o esquirlas de sílex y basalto, conchas marinas y fragmentos de huesos  de guanaco con evidentes señas de quema  (tizne).  (Foto H. Larrain en nuestra primera visita al lugar, Mayo 1997).

Un pequeño pozo de sondeo.

La curiosidad  por saber si en el subsuelo del taller lítico, habría evidencias de antiguas semillas o bulbos de Liliáceas y restos arqueológicos, nos llevó  a excavar,  el día 4 de febrero del año 2006, en el lugar de máxima concentración de evidencias culturales in situ. ¿Qué tipo de evidencias hallamos?. Hallamos - tal como veremos-  varios tipos de evidencia eco-cultural:  lascas o esquirlas de sílex y basalto, producto de la producción in situ de  artefactos líticos  (cuchillos, raspadores o puntas de proyectil), fragmentos de huesos de guanaco,   conchas marinas y restos de peces, además de bulbos secos de Liliáceas   (Fortunatia  sp. y/o  Leucoryne sp.). Daremos aquí (en nuestra Tabla, expuesta más abajo) los detalles del Informe que aparecen en nuestro Diario de Campo, Volumen  76, 112-116.

Coordenadas UTM del sitio exacto  de exploración de la cuadrícula de  1m  x  1m.:  0379639   / 76696938.  Altitud s.n.m:  770 m.

Técnica utilizada:

1.  Se trazó la cuadrícula  orientándola exactamente  N-S, y  fijando estacas en sus 4 ángulos, poniendo una cuerda tirante entre ellos para establecer con precisión  la superficie de un  m2 exacto para la excavación. 

2.  Para cribar el material, se usó  un harnero fino, de  aproximadamente 1,5 mm de abertura  de malla.  Los materiales eco-culturales que aparecían en las distintas capas o estratos  artificiales de  15 cm, fueron recogidos en bolsitas plásticas bien cerradas, separadas según su tipo (lascas, conchas, restos vegetales, etc.). 

3.  Se  consideró  "material de superficie",  lo que era visible a simple vista, material  que  fue recogido cuidadosamente  con brocha. A  continuación, se continuó excavando  por capas artificiales de  15 cm.

Figuras.

Fig. 2.  Lascas o esquirlas de sílex, de distinta coloración y tamaño. Aparecieron en la Capa  1 del Pozo de sondeo.   El diferente tamaño de las lascas   sugiere las  distintas etapas de la construcción de una pieza lítica (raspador, cuchillo o punta de proyectil). En la porción inferior de la fotografía, al centro y muy brillante, se  muestra la única lasca hallada obtenida del cristal de roca, enteramente translúcido, material muy escaso en los yacimientos costeros).  (Foto H. Larrain,  diciembre  2016).

                                
Fig. 3.  Las lascas o esquirlas de basalto son de  un color negro dotadas de  algo de  brillo.   Son el resultado  del desbaste del material original, para  la confección de instrumental lítico in situ. (Foto H. Larrain, diciembre  2016).

Fig. 4.  Huesos y fragmentos  de huesos largos ( con sus apófisis)  hallados  en el lugar. Todos, sin excepción, corresponden a huesos de guanaco  faenados con certeza in situ. (Foto H. Larrain, diciembre  2016).

Fig. 5.  Los huesos   de coloración negruzca que se muestra aquí, en la parte inferior de la foto, corresponden a fragmentos que evidentemente han sido expuestos al fuego en un fogón. Razón por la cual muestran una coloración mucho más oscura (por efecto del tizne). Este hallazgo confirma plenamente nuestra hipótesis de que los antiguos cazadores-recolectores faenaron y cocinaron  aquí mismo, in situ, sus presas animales  (guanacos).  (Foto H. Larrain, diciembre 2016).

Tabla que muestra  contenido de las capas o estratos artificiales de este pozo.

                      

Fig.6. Foto de la Tabla que muestra el contenido, por capas, de la excavación de un pozo de sondeo en el oasis de niebla de Alto Patache, en febrero del año 2006.

Breve análisis de esta tabla.

1.  Contra lo que esperábamos, se halló muy escasos bulbos secos  de Liliáceas en esta excavación. En cambio, se verificó la presencia de numerosas raicillas, hasta una profundidad de unos   45-50 cm. Raicillas y pelos radicales que deben corresponder, probablemente,  a ejemplares de Nolana spp y Cristaria sp., especies vegetales que aparecen de vez en cuando en este lugar con  motivo de las lluvias eventuales,  producidas por efecto del fenómeno de "El Niño" (ENSO), como lo hemos verificado en más de una ocasión en estos  17 años de  frecuentes visitas al lugar.

2.  El mayor número de lascas corresponde a la roca del tipo sílex (silicatos), mucho más abundante aquí que el basalto. Se debe destacar que el material de sílex no se encuentra aquí, en la franja costera,  en tamaño utilizable, razón por la cual los antiguos debieron traerlo cargando, desde lejos, seguramente en forma de núcleos fácilmente transportables  (1-3 kg de peso).

3.  El enorme número de caracoles terrestres detectados en nuestra excavación, corresponde, sin excepción, a la especie del gastrópodo terrestre Bostrix derelictus broderipi,  cuyos restos dispersos y fragmentados contribuyen a emblanquecer la superficie actual de taller lítico. Muchos de los ejemplares hallados eran  muy pequeños, juveniles, de escasos milímetros, en etapa de crecimiento. Su muerte se debió sin duda  a la escasez o penuria de alimento vegetal, al fenecer  el manto vegetacional ocasional.  Hoy día esta especie  está prácticamente extincta en el lugar. Durante  nuestros 17 años de visita frecuente a este sitio, tan solo hemos visto un ejemplar vivo en el año 2015.

$, Los moluscos marinos detectados, a través de sus conchas abandonadas,  corresponden en su mayoría a  las especies  loco  (Concholepas concholepas), lapas  (varias especies de Fissurella sp.)  y apretadores o chitones (Chiton spp.), especies que eran parte de su alimentación  habitual  en el litoral ( aquí, presentes en forma de  cocaví de viaje).  Muchísimo más escaso, aunque no ausente del todo  en este registro es el erizo de mar  (Loxechimus albus),  el choro zapato (Choromytilus chorus)  o  la cholga  (Aulacomya ater).

Algunas notables referencias históricas sobre la presencia de manadas de guanacos en esta región costera.

Hay no pocas referencias  históricas sobre la presencia del guanaco en estos ecosistemas costeros del Norte árido chileno.  Citemos solamente un par de ellas.  El capitán de marina chileno Federico Delfín T. en un estudio de los recursos que ofrecía a la fecha la costa desértica norte chilena, en la zona conquistada en la reciente guerra del Pacífico, anotaba al respecto:

"Rumiantes.  La costa de Tarapacá i Antofagasta tiene también un  representante de esta órden en el guanaco (Auchenia guanaco Phil).  A este animal se le ve en grupos de seis a ocho (individuos) recorrer las escarpas de los cerros, aún los de la costa, pues las crestas de los cerros, visitadas casi constantemente por nubes, presentan presentan alguna vejetación de que se alimentan, i las aguadas naturales que hai desde el Loa a Antofagasta, les ofrecen el agua necesaria, aunque algunos niegan la necesidad que de ella tienen. Los loberos  y cazadores de nutrias que hacen campamento en el Morro Moreno se alimentan de su carne, la que no es ni flaca ni de mala calidad, según pudimos comprobar  (1888: 702).

El zoólogo chileno Guillermo Mann,  señala explícitamente su presencia en pequeñas manadas   en la costa del desierto chileno en su artículo escrito en  1953: "Colonias de guanacos -Lama guanicoe-  en el desierto septentrional de Chile", Investigaciones Zoológicas Chilenas, Vol. 1 (10), Santiago.

Comentario eco-antropológico.

1. Tanto las referencias históricas (cfr. supra) como la evidencia  arqueológica recogida por nosotros en el contorno del oasis, nos confirman, con certeza  absoluta, que  el antiguo cazador-recolector costero subió a los cerros cubiertos por la camanchaca a cazar el guanaco y a alimentarse de su carne. Ya hemos indicado en otro capítulo de este mismo blog que hemos hallado, en el contorno del oasis, numerosos defecaderos o bosteaderos, revolcaderos e infinito número de senderos bien marcados, hechos por estas tropillas de guanacos al descender  hacia la costa.

2. Los fragmentos de huesos  analizados por un zoólogo  experto y la forma como éstos fueron astillados y rotos, seguramente para recuperar la médula ósea,  así como la presencia de numerosos fogones, comprueba nuestro aserto.

3. La evidencia de fabricación in situ de  puntas de proyectil- de las que se halló en la amplia superficie del mismo taller lítico más de  30 piezas- nos reafirma nuestra hipótesis inicial de que este oasis, al igual que otros en la costa de Tarapacá, fue  un escenario normal de caza por parte de los primitivos habitantes de la costa. La enorme cantidad de lascas halladas, asociada a puntas rotas abandonadas in situ,   constituye una prueba perentoria de lo dicho.

4. En consecuencia, estos habitantes costeros, antecesores de los changos históricos, fueron a la vez pescadores, mariscadores, cazadores de guanacos  y  recolectores de vegetación nativa en los oasis de niebla. En otras palabras, no solo pescadores, como a  veces  se señala  erróneamente en algunos textos escolares.

5. La presencia de numerosos cuchillos y raspadores, hechos de sílex o basalto, es otra prueba adicional - y muy poderosa- de la práctica habitual del descueramiento de pieles de animales in situ  para aprovechar su carne. 

6. Este oasis y  sus vecinos  (Punta Gruesa, Chipana, Punta de Lobos, Los Verdes ) fueron antaño un excelente lugar de cacería,  entre los meses de mayo y diciembre, temporadas en que  surge y se desarrolla en lo alto de los cerros  la vegetación costera por efecto de las neblinas rasantes o camanchacas. Los restos de sus comidas halladas aquí, sus fogones, y la confección de instrumental de caza y pesca in situ, cuyas esquirlas o lascas yacen por miles, lo atestiguan sin discusión.

7. Se desprende de este breve análisis que  el "territorio" perteneciente a esta etnia costera no debe restringirse arbitrariamente -como a veces parecería desprenderse de ciertos libros de geografía- a la terraza litoral y a su mar adyacente, donde ejercitaban la pesca, sino  debe incluirse, necesariamente, la cadena de cerros inmediatos a la costa de donde obtenían  variados  recursos tanto animales como vegetales. 

8. Estamos seguros que excavaciones metódicas, conducidas en sitios de presencia de alta concentración de cerámica o lítica,  deberían entregar una valiosa  información adicional sobre el modus vivendi  y la economía  de subsistencia de estas bandas semi-nómadas de cazadores-recolectores marinos.  

9. El análisis de la forma de las herramientas halladas, máxime las  grandes puntas hechas en basalto, (¿dardos?)  parecen sugerir una alta antigüedad del yacimiento. Así nos lo han confirmado, años atrás, in situ dos arqueólogos del Museo de San Pedro de Atacama, familiarizados con este período arcaico. Lo confirmaría, por lo demás,  el hallazgo, en la sección baja de la terraza litoral adyacente, a los 40 m de altitud s.n.m. de un entierro de tipo chinchorroide, sin duda adjudicable al Arcaico temprano. Este último hallazgo quedó depositado en la bodegas del Museo Regional de Iquique, y fue publicado por nosotros en la revista POLIS de la Universidad Bolivariana, vol. 3, Nº 7, año  2004, páginas  361-396, con el título de "Un yacimiento de cazadores recolectores marinos en la terraza de bajo Patache, sur de Iquique. Estudio arqueológico-geográfico".

 En este trabajo nuestro, se detalla la excavación practicada en el verano del año 2004  y el hallazgo de restos de varios cuerpos humanos en el lugar que denominamos entonces como BP-2 (Bajo Patache-2).

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Un singular mortero (piedra de moler), aparentemente del período Arcaico: un artefacto poco común en los antiguos campamentos de cazadores-recolectores.

Fieles a nuestra costumbre de dar a conocer  hechos y objetos de nuestros antepasados que   el azar (o mejor, para nosotros, Dios mismo)  ha puesto en nuestro camino, reproducimos aquí imágenes  y croquis de campo de una piedra  de moler  portátil, de singular aspecto, que  fue hallada por nosotros en la proximidades de un taller lítico en las orillas del Salar de Surire.   ("Surire", significa en idioma aymara, lugar de presencia  de  suris  o avestruces). En efecto, el avestruz tarapaqueña (Pterocnemia pennata  tarapacensis)  es un asiduo visitante de estos salares y bofedales de altura, compartiendo su hábitat con vicuñas, guanacos  y llamas domésticas).   

Fig. 1.  Vista a la zona de vegetación baja,  que se extiende por el borde poniente  del Salar de Surire. Aquí observamos la presencia de una vegetación achaparrada, rastrera, consistente principàlmente en ichu o paja brava (Stipa ichu),  y algunas variedades de tola  (Baccharis spp. ). Esta imagen fue tomada desde la terraza del refugio de la CONAF (Corporación Nacional Forestal de Chile) hacia el SSW. El fuerte viento que sopla casi a diario impide y frena el crecimiento de estos especímenes de arbustos y pastos de altura. En la parte central de esta imagen se  puede observar un área bastante desprovista de vegetación. Coincide  muy exactamente con el área que ocupò el taller lítico de los antiguos cazadores, donde encontramos todos los artefactos que describiremos detalladamente en este capítulo. No se observó cerámica alguna aquí, sino solo lascas y artefactos y desechos líticos, señas evidentes de una prolongada talla efectuada in situ en épocas pretéritas. Por el tipo de artefactos hallados, nos queda claro que se trata, obviamente, de  un campamento de cazadores-recolectores andinos  antiguos, de fecha indeterminada probablemente reocupado muchas veces a lo largo de su historia (Foto H. Larrain, 18 de Febrero 1998).

Circunstancias del hallazgo.

El hallazgo ocurrió durante una expedición al altiplano ariqueño que  emprendimos con familiares y hermanas  de mi esposa, Marta Peña Guzmán, en el mes de Enero del año  1998.  La idea era recorrer minuciosamente zonas  desconocidas para nosotros del altiplano chileno desde  Colchane (altiplano de Tarapacá) hasta el lago Chungará, en el altiplano de Arica. Partiendo de Iquique enfilamos al Este, hacia Colchane, pasando por Chusmiza y otros pueblos cercanos.  Fue una curiosa y sabrosa mezcla de paseo familiar, descanso e  investigación de campo. Alfredo Ugarte Peña, sobrino de la Marta, viajaba en un camper con su señora Luz María Silva, mientras yo pilotaba una camioneta Chevrolet Blazer, color café,  fiel compañera de expediciones en la pampa.

Alfredo portaba  -como en todos sus viajes-  todos los útiles propios para la captura entomológica (frascos,  algodón,  red de insectos, alcohol, etc.), mientras yo llevaba conmigo  reglas de medir, GPS,  cámara fotográfica, grabadora y huincha de medir para registrar posibles hallazgos. Infaltable era el "Cuaderno de campo", instrumento indispensable del antropólogo, donde  quedaban registrados con todo detalle tanto los incidentes del viaje, como las observaciones y registros de la presencia de flora autóctona, fauna o rastros indudables de la antigua presencia humana. Es precisamente este Cuaderno, cuyas páginas hoy reproducimos, el mejor testigo fiel de los hechos que la frágil memoria ha ya olvidado  en buena parte, conservando sólo lo más insólito, llamativo o cautivante. Cada día, al atardecer, armábamos nuestras carpas, provistas de colchón inflable y gruesos sacos de dormir, en sitios relativamente planos, aptos para pernoctar. Luz María y Marta  se preocupaban de las cocinillas a gas licuado y de  las vituallas  y  provisiones del campamento.


Fig. 2. Cara 1.   Esta notable pieza lítica, un singular mortero,  muestra por ambas caras, varias oquedades artificiales, especialmente excavadas por el hombre antiguo para moler allí substancias diversas tanto para su alimentación como tal vez para  untarse el cuerpo  con grasa mezclada con otros pigmentos colorantes.  A su lado derecho, vemos la piedra moleta  (o "mano de moler"),  del mismo material, que calza notablemente en las cavidades de la roca y que sospechamos  constituyó la respectiva "mano" de moler. (regla invertida de  30 cm. de longitud). Unos 80-100 metros de distancia separaban ambas piezas  al momento de su hallazgo (Foto H. Larrain,  Febrero 1998).

Circunstancias del hallazgo de estas piezas líticas.

Con Alfredo Ugarte, al igual que  en los días anteriores,  nos ocupábamos en buscar insectos caminantes, especialmente tenebriónidos,  que suelen esconderse bajo piedras durante el día, para salir en la noche a buscar su alimento. Estos parajes nos ofrecen interesantes especies de tenebriónidos, familia de  insectos ápteros,  de dura quitina  como exoesqueleto y de colores oscuros y brillantes: grises, pardos o negros. Ahí fue cuando tropezamos casualmente con el taller lítico, oculto en medio de la densa vegetación,  es decir, un área de antiguo basural o campamento primitivo,  lleno de  desperdicios de lascas o residuos de talla intencionada de herramientas líticas,  hechas especialmente en sílex y basalto. y otros tipos de rocas metamórficas. Resultaba obvio que aquí  fabricaron los  cazadores, hace algunos milenios atrás, las herramientas básicas para su supervivencia (cuchillos, raspadores)  y sus puntas de proyectil  para la caza.


 Hallazgo casual de un mortero antiquísimo.

La piedra de moler o mortero que mostramos en nuestra Fig. 1, no se encontraba  en el basural o campamento antiguo, sino la hallamos empotrada en un muro tosco contiguo al refugio,  donde los guardaparques de la CONAF solían dar de comer a las vizcachas. Es éste un roedor andino de gran tamaño, residente en la zona  y que se alimenta de  raíces y tallos de la vegetación circundante. Observando con cierta detención la pirca en cuestión, me llamó la atención la presencia de una "tacita" u oquedad artificial, perceptible en una de las piedras del muro. La extraje con cuidado y ahí me percaté de su  uso evidente como piedra de moler,  de tipo circular. Es decir, una "mano"  se usaba aquí  en este mortero mediante un ágil movimiento  de rotación, con lo cual eran capaces de  moler y triturar, con gran facilidad,  plantas, huesos, carne, nervios, o  frutos,  tallos u hojas para la confección de su alimento. Lo notabilísimo de esta piedra  de moler -lo que la hace algo único- era su pequeño tamaño, su fácil portabilidad de un lugar a otro y,  sobre todo, su posibilidad de empleo por ambas caras.  Rasgo este último sumamente raro de encontrar en un antiguo campamento de cazadores andinos.

La respectiva "mano" de moler.

En cambio, la "mano",  hecha en un canto rodado del mismo  material  que la piedra de moler (Obsérvese la foto de la Fig 1.), fue hallada también por nosotros  en el basural mismo, distante unos cuarenta o cincuenta  metros  del refugio. Presenta  señas inequívocas de  un intenso uso por continua frotación rotatoria, en particular en la zona de sus bordes, muy desgastados. Sorprendentemente, como pudimos comprobarlo in situ, calza maravillosamente bien  con el  diámetro de las "tacitas". No tenemos, claro está,  certeza absoluta, pero sospechamos fundadamente  que se trataba de la  "mano" faltante, el implemento y suplemento indispensable para poder realizar la tarea de  molienda. ¿Simple coincidencia?. Puede ser... En todo caso,   la respectiva "mano" debió tener similares características. El hecho que el material pétreo aquí usado sea exactamente el mismo en ambos instrumentos -como puede verse en la Figura 1- , nos induce a sospechar que estamos de verdad ante la "mano" faltante.

Alguien  recogió  este mortero  del antiguo basural del campamento de cazadores andinos y lo incorporó al muro,  cuando fue necesario levantarlo junto al refugio de la CONAF hace pocos años.

Fig.2.  Cara  dos (opuesta). Véase aquí la otra cara del mismo mortero mostrado en la Figura anterior. Presenta sólo una cavidad, más profunda que las tres presentes en la cara opuesta.  No resulta difícil imaginar  tanto el  perfecto calce  de la "mano"  como  su accionar rotatorio  en la cavidad de la piedra.  Esta "mano" de moler mide  unos  9 cm de diámetro máximo, pero su forma algo ovalada y gastada  le permite llegar perfectamente  hasta el fondo de la cavidad.

Necesidad de la molienda en tiempos antiguos.

El primitivo habitante nómade de estos ecosistemas de altura no conoció la agricultura. Estamos hablando de varios milenios atrás. Tal vez más de 3.000 A.C. Se alimentaba de la caza de animales y aves ribereñas. abundantes en este salar.  También de raíces, tallos  hojas y flores.  Para ellos, este artefacto de molienda  era algo imprescindible. Por tal razón, hallamos hoy a menudo este tipo de"morteros", abandonados y generalmente rotos, en los antiguos campamentos de cazadores-recolectores altiplánicos,  Su diferencia con las piedras de moler o "batanes" del período agrícola, es algo muy evidente. En el caso presente,  la molienda o trituración se efectuaba mediante  rotación de la  "mano", para la  cual ésta debe calzar perfectamente bien en  la concavidad. El tipo de roca elegida en este caso para  labrar un mortero, fue una  roca volcánica, probablemente  riolita,  roca muy abundante en el sector del salar.   En  el caso de los batanes o metates, la molienda  se efectúa  por un movimiento sostenido de  arrastre  de la "mano" hacia adelante y hacia atrás, acompasadamente, cogiendo y moliendo a la vez, en cada movimiento, semillas o frutos que se va depositando  y agregando. El resultado  final del proceso  (esto es, la  molienda), es el mismo que en un mortero, pero el proceso es mucho más rápido y eficiente y permite moler más semillas (de  maíz, quínoa u otras semillas silvestres) en cada pasada de la "mano" que el artesano debe  impulsar  con fuerza, con ambas manos, en un movimiento  de vaivén continuado de atrás hacia adelante.

La "mano" de moler.

La "mano de moler"  de un mortero es una pieza  pequeña, de caras planas, de forma más o menos circular, liviana,   fácil de sostener, que muestra en sus bordes  las huellas de  la incesante frotación y desgaste, causado por el proceso continuo de moler por rotación. La "mano", en este caso, se adaptaba  perfectamente al diámetro de la cavidad. El movimiento que se efectuaba puede ser  tanto de rotación como de vaivén (adelante y atrás).  El ejemplar que aquí presentamos (Figs. 1 y 2) y que cumple bien esta doble función,  es un canto rodado  de forma algo oval, cuyos bordes permiten penetrar hasta el fondo de la cavidad, para efectuar allí un proceso perfecto de molienda.




 Fig. 3,  Anverso de la "mano" de moler   Diámetro máximo:  8,9 cm  y mínimo: 7,40 cm. Presenta sus bordes, en toda su circunferencia, el  fuerte desgaste propio de la  rotación efectuada para la faena de molienda.

Fig. 4.  Reverso.  Esta "mano" es del mismo material  de roca que  el mortero que mostramos arriba en las Figs.  1 y 2.

 Fig. 5.   Vista del borde.

 Fig. 6. Vista del borde opuesto, en sección más ancha de la pieza.

Fig. 7.   Otra sección del borde de la "mano" de moler.

¿Cómo habrá sido inventado el "mortero" para moler?.

Nos hemos preguntado cómo el hombre antiguo llegó a inventar este artefacto tan útil. Tal vez halló piedras que ya tenían hendiduras o cavidades naturales, redondas y profundas, al estilo de los  taffonis que suelen presentarse en las rocas graníticas,  cavidades producidas por alteración química y disolución  de las partes más blandas de la superficie de la roca. El viento, mediante un lento proceso de erosión eólica, terminó por pulir perfectamente estas cavidades, haciéndolas aptas para la molienda mediante el empleo de una "mano". El proceso de redondeo progresivo  de la cavidad  se produce por el desgaste  de las paredes y del fondo por el roce rotatorio continuo provocado con otro material más duro o de la misma dureza,  que es usado como "mano". Se asemeja mucho este proceder del ser humano al lento proceso natural de formación de las "marmitas de gigante",  en ríos o en la costas, verdaderas ollas enormes de piedra, producidas por efecto del desgaste de la roca debido al incesante movimiento rotatorio de  piedras en el interior de sus cavidades producido por  el oleaje. Este efecto es logrado  al correr de largo tiempo, por el agua que  agita  y hace girar perpetuamente en su interior rocas redondas, pequeñas que quedaron allí atrapadas.

Comentario eco-cultural.

1. El hallazgo de este utensilio doble (mortero y "mano") en un mismo campamento antiguo es  una prueba de que sus habitantes practicaban la recolección de semillas y frutos. No cocían aún los alimentos, por falta de recipientes adecuados (cerámica). La cerámica aparece en el norte de Chile no antes del año 2.000 A.C.  Con anterioridad, en el período llamado el Arcaico, sólo contarán con la molienda hecha mediante  morteros como el que aquí hemos descrito. La ausencia absoluta de cerámica en el lugar, reforzaría  claramente a  la hipótesis nuestra de que aquí estamos ante un pequeño campamento de cazadores-recolectores del Período Arcaico.

2- En no pocos sectores  de nuestro país y de los países vecinos se ha hallado  morteros hechos en rocas enormes, que  denominamos "piedras tacitas".  Una "piedra tacita"  sirve exactamente al mismo propósito de molienda para una familia.  Un campamento antiguo pudo así instalarse donde había rocas provistas de cavidades que podían ser reutilizadas y transformadas en  "tacitas".  Conocido es el caso del Cerro Blanco, en Santiago de Chile  donde en una superficie  rocosa  se grabaron  decenas de concavidades o "tacitas", para  hacer molienda colectiva para los lugareños, en épocas pretéritas. Y también el caso del estero del Valle "El Encanto" (cerca de la ciudad de Ovalle) donde se da una valiosa conjunción de piedras tacitas y de notables petroglifos grabados en las rocas  que muestran personajes  con extraños tocados rituales. Pertenecen al complejo cultural  "El Molle" fechado en   200-700 D.C.

3. En un  capítulo de nuestro  blog dedicado a la localidad de Las Cruces, hemos mostrado  algunas piedras tacitas confeccionadas  en rocas enormes, al lado de una actual vivienda de pescadores.  (Ver capítulo de este mismo blog titulado: "Piedras tacitas en la localidad de Las Cruces,  verano del año 1984", editado  el  11 de mayo del año 2015)

4. No todas las rocas se prestan para confeccionar morteros o "piedras tacitas". Solo algunas,  más blandas, como  es el caso en Chile del granito que se muestra en la Figura 3 de este capítulo (abajo). Las piedras muy duras como el basalto, no lo permiten. Tampoco los  sílices,  cuarzos u obsidianas.

Fig. 3. Esta roca  provista de "piedras tacitas" se halla en la localidad de Las Cruces, Sector "El Molle", no lejos de la antigua  vivienda de los pescadores de apellido Codoceo, en la llamada Playa Grande. (Foto H. Larrain, verano del año 1974).

5. La presencia de piedras tacitas en un determinado sector, es indicio cierto de un campamento antiguo próximo o inmediato. También se ha hallado frecuentemente enterramientos humanos asociados a ellas. Lo que es algo normal y perfectamente esperable.  La zona de molienda, obviamente, debía estar situada, por razones prácticas, a escasa distancia de sus viviendas.

6.  En ellas se  molían toda clase de frutos, semillas, tallos  y, en el caso de Las Cruces, seguramente se machacaba en sus cavidades o "tacitas", algas marinas como el cochayuyo u otros productos del mar.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Primeras observaciones arqueológicas en el oasis de niebla de Alto Patache, a 75 km al sur de la ciudad de Iquique: Abril de 1997.


El descubrimiento  del oasis de niebla de Alto Patache  (1997).

He creído necesario estampar aquí y recordar las primeras impresiones que experimenté al llegar, por vez primera, el 11 de Abril del año l997 (hace ya casi 20 años) al oasis de niebla de Alto Patache, a 75 km al sur de la ciudad de Iquique. Afortunadamente, conservo  mis notas del Diario de Campo de esas fechas, lo que me permite recrear, con gran detalle,  ese momento para mí histórico y crucial. Porque aquel lugar notable de captación de agua de la niebla, fue para nosotros un  inagotable y multiforme laboratorio de investigación, a donde seguiríamos subiendo a realizar observaciones de todo tipo, por espacio de  casi 20 años. La profusión de artefactos arqueológicos, atrajo de inmediato, ya en nuestra primera visita,  nuestra atención preferente.

Fig. 1.   Grato recuerdo de nuestra primera visita al oasis de niebla de Alto Patache el 11/04/1997. Pablo Osses, geógrafo, adelante; atrás,  Pilar Cereceda.  Sector de la planicie elevada  que denominamos  "la pampa del taller lítico". Ambos geógrafos observan el suelo  lleno de lascas de sílex y basalto, conchas marinas y  fragmentos de hueso animal, testimonios evidentes de una intensa ocupación humana. El área blanquecina  del terreno se caracteriza por presentar infinidad de conchas vacías del pequeño caracol terrestre Bostrix derelictus broderipi.  Aquí ambos geógrafos Pilar y Pablo, del Instituto de Geografía de la Universidad Católica de Chile, recorren, maravillados, la superficie del taller lítico. (Foto H. Larraín   11/04/1997).

 Fig.1.   Esta imagen nos  muestra  el estado exacto, intocado,  en que fue encontrado el primer revolcadero de guanacos observado en el contorno del oasis de niebla. Dista escasos metros de la huella que  sirve a la mantención de las líneas eléctricas de alta tensión. Al centro, donde se alcanza a ver  la escala métrica de  un metro, se puede distinguir  la depresión del  revolcadero donde hallamos ese día varios instrumentos líticos rotos y muchas lascas de sílex a su derredor. La depresión mide exactamente 2,40 m de diámetro y es prácticamente circular  (escala: 1 metro).  Su profundidad máxima bordea los  15-18 cm. El relato de nuestro Diario de Campo  (Vol. 58, pág. 80-81)  señala que en su contorno inmediato hallamos 48 lascas de sílex y 3 de cristal de roca transparente; ninguna de basalto. En esta foto, aparecen Johanna Chaparro y José Bustamante, por entonces  alumnos míos de la carrera de Sociología de la Universidad Arturo Prat de Iquique.  Por el costado Este del revolcadero, pasa  un bien marcado sendero de guanacos que  viene desde el borde del acantilado y se pierde en la lejanía, hacia el Norte, en dirección a caleta Cáñamo.  (Foto H. Larrain en nuestra segunda visita al oasis de niebla el 17 de Mayo 1997).


Fig. 2.   Tomando un ligero refrigerio  en la zona del taller lítico. De  izquierda a derecha, Horacio Larrain, Marta Peña y Johanna Chaparro.  Aquí el acantilado y  el  borde costero quedan exactamente hacia  la izquierda de la imagen (Foto  José Bustamante, 17/05/1997).

Nuestro Diario de Campo apunta que ese día se realizó con ambos estudiantes, una prospección rápida del taller lítico, midiéndolo mediante pasos   (1 paso = 0.80 m.) . Se constató una extensión  E-W de unos 56 m. y una extensión  N-S de  65,5 m.   Superficie total así calculada: 3.668 m2.  Se consideró solamente la zona de mayor concentración de lascas y conchas marinas, pues estos materiales también  se encuentran dispersos, aunque en mucho  menor número,  en una superficie mucho mayor y en distintos lugares del oasis de niebla. El área de máxima concentración de elementos culturales lascas y objetos arqueológicos coincide bastante bien con el área de dispersión de las conchas vacías del gastrópodo terrestre  Bostrix derelictus (Diario H. Larrain, vol. 58: 80-81).

Interés  por estudiar los oasis de niebla.

Se observa hoy un interés creciente por parte de geógrafos,  biólogos, ecólogos y arqueólogos por conocer más a fondo estos ecosistemas que en el pasado, fueron de vital importancia para los primitivos pobladores de la costa árida del extremo norte de Chile. Porque sus recursos -máxime en años del "Fenómeno de El Niño"-  constituyeron en el pasado un aporte fundamental a la dieta de los cazadores-recolectores marinos. En efecto, los oasis de niebla, alimentados por las densas camanchacas,  han suministrado en el pasado  a las poblaciones costeras  abundante alimento  tanto en proteínas  y grasas (carne animal) como en hidratos de carbono (vegetales). La presencia de vegetación nativa en esta costa desértica, transforma el desierto absoluto, en determinados períodos de tiempo, en vergeles de vegetación que atraían irresistiblemente a  pequeñas  manadas de guanacos, las que merodeaban, por algunos meses en la zona. Los trabajos arqueológicos realizados  en la costa cercana, han dejado en evidencia la presencia de restos de vegetales, semillas y bulbos, procedentes de estos oasis de niebla.  (Cfr. Sanhueza et al,  Olmos et al.,  Moragas et al.).

Ecosistema  casi desconocido para los arqueólogos.

En las décadas pasadas,  rara vez los arqueólogos se dieron cuenta cabal de la importancia crucial que tenían estos ecosistemas, para la supervivencia de los grupos seminómades de la costa norte chilena. Más bien los consideraron casi siempre como lugares de recursos "eventuales", cuyas trazas descubrían en sus yacimientos costeros  (bulbos). La razón es obvia: no se había realizado, por entonces estudios biogeográficos  y bioclimáticos serios de estos ecosistemas costeros,  cuya real importancia por entonces  se desconocía.  Fuera del caso peculiar de Fray Jorge en la IV Región de Chile, (Coordenadas geográficas 30º 40´ 00´´ Sur y 71º 40´00´´ W  en la provincia del Limarí), donde se había practicado mediciones  sistemáticas con un instrumento Grunow ya en las décadas del 50 y del 60 del pasado siglo, no existían estudios de la potencialidad de la niebla para producir  agua in situ  y para alimentar numerosas especies vegetales, varias de ellas comestibles para el hombre.   Tal vez la única persona que  se refirió con cierta mayor profundidad a este tema, dándole un particular énfasis, fue la arqueóloga danesa Bente Bittmann,  en sus estudios sobre el poblamiento humano de Cobija, en la II  Región de Chile. En los cerros altos que miran a Cobija, de hecho, se verifica, igualmente, el fenómeno de la condensación del agua de la niebla, formándose in situ un pequeño oasis  de niebla.  Algunas referencias históricas apuntaban ya claramente a la utilización de estos sistemas de "lomas" (como se las denomina en el Perú) por parte de animales  tanto silvestres como domésticos ( burros, mulas).   Es el caso particular de la descripción  de Cobija y su entorno hecha por el marino irlandés  Francis O´Connor en 1825,  comisionado por el mariscal Sucre, lugarteniente de Bolívar, para buscar y habilitar, en el litoral desértico,  un puerto apropiado para la naciente república de  Bolivia. (Cfr.  Francis Burdett O´Connor, "Reconocimiento del litoral de Atacama en 1826",  Revista Chilena de Historia y Geografía,  Santiago de Chile, Año  LVIII (62):   267-285).

Imágenes  de sitios arqueológicos en el seno del oasis.

Nos proponemos en este capítulo del blog mostrar algunas imágenes de los sitios que nos parecieron, primo visu, de mayor relevancia científica, tal como aparecieron, a primera vista, en nuestras primeras visitas al lugar.  Iniciamos esta revisión con el sector alto, situado entre los  750 y los 850 m s.n.m,  área que hemos denominado "Alto Patache" por encontrarse este oasis de nubes exactamente en los cerros altos de la "Punta Patache", según la denominación usual de la cartografía del Instituto Geográfico Militar de Chile.


Alto y Bajo Patache:  un mismo territorio social.

 En los sectores bajos, correspondientes a la terraza marina, entre los  40 y 120 m de altitud s.n.m., se halla  el área de "Bajo Patache", denominación que hemos dado a otro conjunto de sitios,  de residencia o alimentación,  ocupados durante milenios por las mismas bandas de cazadores-recolectores costeros, antecesores de los changos históricos. Sobre "Bajo Patache" y sus sitios arqueológicos, presentaremos otro capítulo de este Blog en las semanas que vienen.  Aunque reciban denominaciones distintas (AP y BP, respectivamente),  no puede dudarse de que forman parte de un mismo sistema tanto ecológico como socio-cultural y ocupacional. En otras palabras, las mismas bandas u hordas humanas utilizaban, simultáneamente, ambos lugares geográficos que conforman así una única unidad  social y económica.  Ambos sectores  (Alto y Bajo) son, pues,  parte integrante de un mismo territorio étnico y de un mismo grupo humano: los cazadores-recolectores costeros antiguos. Solo por razones didácticas y de espacio, hemos preferido aquí separar y aislar ambos sistemas, pero tenemos plena conciencia de  que constituyen una unidad cultural indisoluble de estudio.

Signo claros de la presencia y actividad humana prehistórica e histórica.

En términos generales, diremos primeramente que todo el sector alto situado sobre "Punta Patache", bañado por las nubes,  muestra diversos signos inequívocos de la  presencia y actividad humana prehistórica e histórica. Estos "signos" se manifiestan  en: a) acumulamientos intencionales de piedras grandes, que sirvieron  como "parapetos de caza" para la cacería del guanaco  in situ; b)  la presencia de talleres líticos, donde se fabricó instrumentos de caza terrestre y marina; c) la presencia de un lugar de muy alta concentración cerámica (fragmentada), correspondiente a  grandes contenedores de agua, lugar que hemos interpretado desde los inicios como un sitio específico de captación de agua  de la niebla, por la presencia de enormes rocas con caras expuestas al oeste. Lo explicaremos  más adelante en detalle al mostrar la imagen respectiva; d) la presencia de fogones y de sitios de destasamiento de animales (profusión de fragmentos de huesos intencionalmente quebrados);  e) la existencia de senderos de comunicación entre la parte alta y  el sector bajo de los campamentos de base  (entre los  40 y 100 m  de altitud snm.); f) la existencia de ciertos acumulamientos de piedras, aparentemente señalizadores de alguna "presencia", los que interpretamos tentativamente como posibles tumbas humanas  (enterramientos simples) y, por fin, g)  el hallazgo, en distintos lugares del oasis, de numerosos artefactos líticos  (enteros o fragmentados), claramente orientados hacia la caza animal (terrestre o marina) y su aprovechamiento. Estos artefactos hallados son tanto puntas de proyectil, como raspadores,  cuchillos, percutores, buriles o lascas  cortantes. Objetos todos claramente orientados hacia la caza animal y su utilización in situ.

Pruebas de la presencia de animales de caza.

Otra prueba tangible de la  frecuente práctica de la  caza animal  in situ, ha sido el hallazgo nuestro de numerosos defecaderos o bosteaderos de guanacos, de sus  revolcaderos y de un sinnúmero de senderos que cruzan en todas direcciones y que  bajan en forma visible hasta  los 100 m de altitud s.n.m.  Somos de opinión - tal como lo pudimos observar  personalmente en las alturas del macizo de Cerro Moreno (Antofagasta) en agosto de 1964- de que los guanacos, en pequeñas manadas, venían aquí a ramonear la cubierta vegetacional creada por el influjo de la camanchaca o neblina costera, entre los meses de mayo y diciembre, meses en que la neblina arrecia en el lugar  y produce el crecimiento y desarrollo de la vegetación autóctona.

Transhumancia  de cazadores-recolectores.

 Por consiguiente, opinamos que  no habría habido aquí una presencia continua de este animal en el área costera, sino  que solo aparecería por algunos meses, mientras hallaba allí el alimento fresco que le ofrecía el oasis verde. En otras palabras, su presencia era solo transhumante, viniendo las manadas desde las quebradas del interior, atravesando la pampa del Tamarugal  donde podían hallar también agua y alimento. Creemos, por consiguiente, que el guanaco no tuvo aquí un habitat continuo, sino solamente temporal. Al menos no en los últimos  5.000-6.000 años. Diferente pudo ser el caso durante el período pluvial más antiguo  (8.000-10.000 A.P.), cuando  el paisaje  se habría teñido de verde  todo el año. Pero no tenemos aún  pruebas claras de ello.  Hoy el guanaco ya no visita estos oasis de niebla como antaño, refugiándose en su habitat situado entre los   3.000 y 4.000 m de altitud, aprovechando las lluvias  de verano que crean un manto vegetacional. Tenemos la sospecha que las últimas visitas  de este animal a nuestro oasis, en pequeñas manadas o tropillas de 3-5 animales, debió ocurrir  hacia la década del 30-40  del pasado siglo, cuando las carreteras asfaltadas no ponían aún un obstáculo insalvable a su cruce  hacia  y desde el litoral.

 Imágenes de sitios particulares del oasis de niebla de  Alto Patache.


Los  parapetos de caza.

Fig. 3.  Sitio AP-1.   Sector sur del oasis, cerca de la  Estación Meteorológica.  Altitud s.n.m:    850 m,  Coordenadas UTM:  380429 / 7696783.  Claramente, este amontonamiento artificial  supuso la tarea de acarrear  piedras de la vecindad para formar este paradero de caza, escondite de los cazadores que aquí espiaban a sus presas.  Se halla justamente en el entrecruce de senderos de guanacos. (Foto H. Larrain,  12/112/2016).  

Fig. 4.  Sitio AP-1. (Alto Patache-2).  El mismo paradero,  en la cima del cordón de cerros,  bajo los efectos de la niebla rasante.  Está formado por  rocas del lugar, pero acumuladas aquí ex professo.  (Foto H. Larrain  12/11/2016).
Fig. 5.   Sitio AP-2 (Alto Patache-2).  Se encuentra en el sector NE de la Concesión  de Bienes Nacionales hecha a la Universidad Católica de Chile. Se ven dos o tres grandes rocas a las que se ha agregado otras menores. No se ha observado aquí  elementos culturales in situ. Paso obligado de un sendero de guanacos. Coordenadas UTM: 379976 /  7697369. Altitud snm.:  843 m.  (Foto H. Larrain  12/11/2016). 

Fig. 6.  El mismo sitio anterior.  Se halla en la cima de un cordón N-S. Al fondo, arriba,  se divisan en medio de la niebla los dos atrapanieblas que hoy alimentan  la Nueva Estación de Campo. (Foto H. Larrain  12/11/2016).


Fig. 7.   Sitio AP-3 (Alto Patache-3).  Sector que hemos llamado "Aguada". Enormes rocas expuestas directamente al Weste, literalmente cubiertas de líquenes. En su base y  su contorno inmediato, se halló el año 1997 una enorme concentración de fragmentos de cerámica común (ollas y platos), muchas de ellas correspondientes a  grandes vasijas para contener agua.  Es el lugar  de máxima concentración de cerámica en todo el oasis.  Nuestra hipótesis actual es que aquí los antiguos residentes  obtuvieron de la niebla rasante agua de beber. Creemos que aquí extendieron y fijaron mediante cuerdas  a la roca,  grandes cueros (de guanaco o de lobo marino), cuyo pelambre habría actuado como captador  y condensador de la humedad  de la neblina.  Coordenadas UTM: 379570 / 7696655. Altitud s.n.m.: 748 m. (Foto Nicolás Zanetta,  12/11/2016).



Fig. 8. Sitio  AP-3. La misma superficie de la roca, cubierta hoy  de líquenes. Alcanza un alto de unos 3.80 m. sobre el suelo. En su base, se alcanza a distinguir un pequeño ruedo de piedras, en círculo, que, aparentemente, permitía acomodar allí las vasijas grandes para recibir el agua que destilaba por los cueros peludos. Es dable imaginar  que la parte inferior del cuero tuvo un doblez que fungía como canaleta inclinada para  hacer deslizar  las gotas de agua al recipiente. No de otra manera nos explicamos hoy la enorme concentración de cerámica  junto a estas enormes rocas verticales, de superficie  plana.  En este lugar  se instaló durante meses un pequeño atrapanieblas de prueba, de  1 m2 de superficie de malla raschel, el que  cosechó una media de  5 litros/m2 de agua condensada. (Foto Nicolás Zanetta,  12/11/2016).


Fig. 9. Concentración de fragmentos de cerámica común de tipo culinario  en el sitio AP-3, dispersos en enorme número en torno a las rocas de la "Aguada". (Foto Nicolás Zanetta,  12/11/2016).


Fig. 10.  Sitio AP-3 o sitio "Aguada". Base de gran ceramio para contener agua. Hallado a pocos metros de la roca vertical citada en Figs. 7 y 8 de este capítulo. (Foto Nicolás Zanetta,  12/11/2016).

Sitio AP-4.  Área pequeña de  aparente sepultación o enterramiento  humano.


Fig.  11.  Sitio AP-4.  Nos llamó mucho la atención este lugar, donde  claramente se intentó aislar y distinguir el sitio de la profusa y desordenada concentración de pedruzcos y clastos angulosos de la ladera,  fruto tal vez de una antigua erupción volcánica local. Se nota de inmediato la presencia de pequeños agrupamientos de piedras (cada uno provisto de no más de 10-15 piedras en total) y separados unos de otros  por   2-3 m lineales  de espacio vacío. Hay cerámica y bastantes restos de conchas  de moluscos marinos en torno a estos "señalamientos". Las conchas parecen ser muy antiguas y se hallan muy erosionadas. Coordenadas UTM:  379502 / 7696887. Altitud s.n.m.:  767 m.   (Foto H. Larrain, 12/11/2016).

 Fiug. 12.  Sitio AP-4.   Unos conjuntos de piedras,  separadas del resto. Resulta obvio que por alguna razón particular se quiso aquí distinguir y separar  estos "señalamientos" del resto informe del terreno circundante, literalmente  cubierto de clastos. Tenemos la vehemente sospecha de que se trata de entierros humanos individuales. En el futuro, habrá que excavar aquí para confirmar o  desechar esta hipótesis. El señalar entierros con pequeños acumulamientos de piedras, sea en forma de "montículos"  o agrupamientos de piedra,  o de pequeños "pavimentos" de trozos de roca planos,  fue una práctica funeraria común en nuestra costa desértica.  Con este antecedente,  acudimos hoy  a esta hipótesis provisoria,  que habrá que probar algún día. En todo caso,  aún cuando no se tratara de entierros, queda vivo  el interrogante acerca de por qué se dejó aquí tanto cerámica como  restos de comida  en forma de conchas marinas  ((¿comida ritual fúnebre, tal vez?).  (Foto H. Larrain, 12/11/2016).

 Fig. 12.  Obsérvese la diferencia notoria entre estas concentraciones  de rocas pequeñas (donde dejamos la escala)  y el resto  de la enorme cubierta  continua de clastos angulosos que se puede ver hacia  la derecha (arriba) de la foto. (Foto H. Larrain, 12/11/2016).


Fig. 13.  Nuestro compañero  Pedro Lázaro Boeri,  tomando en el GPS la referencia topográfica exacta del sitio que hemos denominado AP-4, de probables enterratorios humanos. Coordenadas UTM: 379502 / 7686887 con una  altitud s.n.m. de 767 m. (Foto H. Larrain,  12/11/2016).


Fig. 14.   Nuestro sitio AP-5 corresponde al área del extenso taller lítico descrito más arriba. Es un área de alta concentración de lascas, instrumentos líticos fragmentados , conchas marinas y huesos animales  que alcanza una superficie total aproximada de  3.668 m2, considerando el área de mayor concentración de elementos culturales  y eco-culturales. (Foto H. Larrain  12/11/2016).


Fig. 15. Sitio del taller lítico o sitio AP-5  en la primera visita al lugar, efectuada en abril del año 1997.  Coordenadas UTM:  379668 / 7696910,  altitud s.n.m:  771 m.  (Foto H. Larrain, 11/04/1997).

 Fig. 16.    Vista desde  el borde del acantilado hacia  la terraza litoral y el mar.  La carretera panamericana N-S atraviesa la terraza marina, en un gran trazo rectilíneo. Hacia la derecha, arriba, se distingue nítidamente el morro costero llamado "Pabellón de Pica",  por su forma de carpa o toldo ("pabellón" para los españoles), donde se explotó el guano fósil de aves marinas. Llamado así porque eran los indígenas de Pica los que preferentemente, durante el período colonial,  venían a cargar guano fósil para abonar sus chacras. (Foto H. Larrain, 11/04/1997).


Fig. 17.  Un pequeño atrapanieblas  de  1 m2 de superficie de malla raschel, usado como instrumento de medición comparativo. Nuestro colega Pedro Lázaro examina el dispositivo de captación automático que permite medir la cantidad de agua producida por el instrumento. (Foto H. Larrain, 11/04/1997).


Fig. 18.   Captadores de agua atmosférica instalados en la proximidad  que abastecen hoy de agua potable  la moderna estación de campo en el oasis de Alto Patache  (Foto H. Larrain, 11/04/2016).


 Nuestros trabajos en este oasis a partir de 1997.

Los trabajos en la zona, con geógrafos del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile a partir del año 1997,  fueron orientados  a  estudiar  y aquilatar la potencialidad de la nube rasante estrato-cúmulo, portadora de humedad, para producir agua potable, como también  a examinar y registrar el bioma tanto vegetal como animal presente en dicho nicho ecológico. En nuestra primera expedición, por lo tanto, estuvimos acompañados por  los geógrafos Pilar Cereceda  y Pablo Osses, ambos del citado Instituto. Buscábamos un sitio cercano a Iquique donde poder proseguir nuestras experiencias con el agua extraída de la niebla, tal como lo habíamos hecho exitosamente,  entre l980 y 1984, en el sitio  "El Tofo",  en los cerros del cordón Sarcos, en la costa de la  IV Región de Chile,  donde se había podido constatar la presencia casi permanente de la niebla, con cuya agua se logró abastecer abundantemente, por espacio de cuatro años, la caleta de pescadores de Chungungo.

Cómo llegamos a explorar este oasis.

Deseábamos saber si lo mismo se podría lograr en el oasis de niebla de Alto Patache, varios grados geográficos al N de El Tofo.  El inicio mismo de esta experiencia fue por demás bastante  anecdótico. Porque  casualmente el biólogo Walter Sielfeld, de la Universidad Arturo Prat,  nos había aportado gentilmente  la referencia de que en dicho lugar sería posible  hallar especies  nuevas y desconocidas de insectos. Como  uno de nosotros (Horacio Larrain)  era, además de antropólogo, un novel y entusiasta entomólogo,  esta visita a Alto Patache coincidía bien con los estudios climáticos que el Instituto de Geografía de la Universidad Católica estaba proyectando realizar  en la Pampa del Tamarugal.  Llegábamos, además, al lugar, sin darnos cuenta de ello, en el inicio mismo de un potente "Fenómeno de El Niño", el  que se descargó con potentes lluvias a partir del mes de agosto de dicho año 1997.

La primera llegada este lugar de camanchaca costera: orígenes de nuestro  trabajo in situ.

Copio aquí,  ad litteram, párrafos de mi Cuaderno de Campo escrito en aquellos días, inmediatamente después de la primera visita efectuada en abril del año  1997 (Volumen 58, página 20 y siguientes). Nos parece de interés reseñar y destacar aquí  qué elementos arqueológicos y ecológicos llamaron entonces poderosamente nuestra atención al echar el primer vistazo al lugar. Para su mejor comprensión, agregaremos, entre paréntesis, notas aclaratorias mías actuales.

"Tomamos la huella que sigue  (el) trazado de las antenas (1). Llegamos a una caseta con paneles solares y antena (2). Seguimos... 12.10 hrs., 800 m de altitud.  Muy cerca,  hacia el SW divisamos una hoyada u hondonada que protege en su borde W de los vientos del SW. estamos en un enorme taller lítico, con gran profusión de lascas de sílex de los más variados colores y algo de basalto (un 5% o menos de total) (3). Esta hoyada tiene algunas escasas conchas de locos y lapas  (4). No presenta grandes piedras,  solo cerámica que la Marta recoge cuidadosamente  (5). Muchas lascas. Coordenadas: 20º 49´23´´   y  70º 09´ 22´´ Altitud (snm.) 770-780 m.

No se observa cerámica decorada. pero sí aparecen trozos de bordes de vasijas (6). Se recogen. Parece observarse una depresión (¿revolcadero de guanacos?) (7). Esta hoyada presenta miles y miles de conchas vacías de un caracolito terrestre pequeño: Bulimulus sp? (8). Jamás me había tocado ver tal abundancia. Se podría recoger 5.000 (conchas) en poco rato. Estamos a pocos metros del acantilado (costero) (9). Estamos en un portezuelo  (10). Es su borde. Sobre el acantilado, vegetación arbustiva aparentemente seca (11). Mucho líquen en las rocas expuestas, en el borde del Acantilado. Aquí, a 800 m de altitud en el borde del Acantilado  recogí dos fragmentos de puntas de proyectil entre infinitas lascas, (y) un pequeño percutor en andesita de playa  (12). En el borde del Acantilado, se ve Pingo-pingo (Ephedra breana) y otras especies muy deterioradas  (13). ¿Están muertas o viven sus troncos y raíces? (14). El Portezuelo mira  directamente al SW. Ahora  (hay) aquí viento débil:  2m /seg. (15)Se dibuja aquí, en el cuaderno de Diario,  los dos trozos de puntas halladas (Ver Fig. 19).

Objetos hallados:

Fig.  19.  Los tres primeros instrumentos  líticos hallados en el sector  del acantilado, al W. del taller lítico principal, en nuestra primera visita del  4 de abril del año 1997.  (Tomado de una página del Diario de Campo de H. Larrain,. Vol. 58, pág. 22)

Prosigue el relato.

Dispusimos de solo unos 15-18 m(inutos) para la inspección ocular. Vimos varias (pocas) lascas de basalto  (15). Pero el 95%  es de sílex. Pensamos con la Marta volver con los alumnos ayudantes, para hacer una visita exhaustiva del taller lítico y vecindades, y colectar todo el material de instrumentos  (16). Observé la flora, junto a los roqueríos del Acantilado y en rocas en descenso. Entre las oquedades de las rocas, prosperan algunas plantas arbustivas vivas, pero agónicas. Esperan la humedad de la Primavera..." (17)(siguen 13 líneas, omitidas aquí, de descripción de especies de Tenebriónidos (Insecta, Coleoptera) observados in situ, bajo piedras, pg. 23).

Rastros de guanacos.

Se observó arriba, en torno al Acantilado y cerros vecinos huellas de paso (senderos) de guanacos  (18). No hallamos guano (19). Las huellas bastante borradas, se ven antiguas  (20). Las hay junto al acantilado mismo y descendiendo paralelamente a éste, sin duda  buscando la vegetación de Ephedra, Nolana y otras especies secas (21).  Regresamos por la huella  de las torres de alta tensión. Empalmamos con la carretera que va a la mina de sal de Patillos..." (Diario de Campo de  H. Larrain, vol.  58 :20-23).

Notas nuestras actuales al texto de nuestro relato del "Diario de Campo" del año 1997.

(1)   Se trata del camino construido por la empresa  para asistir y mantener  la línea de torres de alta tensión que conducen la electricidad desde el puerto de Patillos (donde es producida por una central eléctrica a carbón, la Central ENDESA) hasta la Mine de cobre de Collahuasi. Esta huella fue construida en  1996, y fue habilitada pocos meses antes de nuestra primera visita. Sin esta huella, nos hubiera sido prácticamente imposible visitar el lugar de referencia y realizar las experiencias de captación de agua.

(2)   Es una instalación de control meteorológico perteneciente a la Cia Minera Collahuasi, que hoy se encuentra  en casi total abandono.

(3)   Las "lascas"   (en inglés flakes, en alemán  Steinsplitter) son  un producto  (como las virutas)  de desecho, fruto del trabajo de talla de los artefactos de piedra. En el caso presente, se trata de las  esquirlas o virutas de sílex, tipo de roca especialmente apta para la confección de instrumentos cortantes por parte del hombre antiguo.  Tanto el sílex como el basalto, se dejan tallar con cierta facilidad, mediante certeros golpes (por percusión con otra piedra dura)  hasta dar la forma deseada (cuchillo, raspador, punta de proyectil,  arpón, etc.).La presencia de infinidad de lascas o esquirlas en un determinado lugar, nos está indicando, sin duda alguna posible, la gran actividad de talla desarrollada aquí por los antiguos cazadores-recolectores marinos  que subían a este lugar  desde la playa  vecina. En este taller lítico, situado a los  770 m s.n.m., la gran mayoría del material de descarte, fruto del trabajo de confección de instrumentos,  procede de un tipo de roca llamada  sílex, que presenta los más variados colores, desde el blanco casi transparente,  hasta el café oscuro o pardo, casi negro. Su superficie es siempre brillante, brillo que no desaparece  a pesar del tiempo transcurrido desde el corte.  

(4)   Una observación posterior más cuidadosa permitió hallar  diferentes especies de  productos del mar, de los que se alimentó aquí, a manera de  cocaví, el hombre del pasado. Así, hemos hallado, además de locos y lapas, chitones o apretadores, bivalvos de varias especies, señoritas,  choros zapatos, choritos y hasta  erizos  y  pulpos secos.

(5)   Con excepción del sitio que hemos denominado "la Aguada", donde  se halló - y aún se halla- un enorme número de fragmentos de cerámica  -sitio al que nos referiremos después en detalle-,  había en general escasa cerámica en la parte alta del oasis (que hemos llamado Alto Patache), si la comparamos con otras evidencias de ocupación humana primitiva (objetos líticos).  La explicación no nos parece difícil: éste era un sitio de caza y de recolección eventual de vegetales y bulbos, y no un sitio de vivienda permanente. Aquí no hubo propiamente viviendas, las que aparecen, en cambio, en los sectores bajos, que hemos denominado "Bajo Patache",  en la terraza marina entre los  50-100 de altitud o  cercanos de ésta.

(6)  Por la observación atenta del tipo de borde de los fragmentos cerámicos hallados, deducimos fácilmente que se trataba, por lo general, de ollas para contener agua o productos semi líquidos. No se ha hecho todavía un estudio del variado material cerámico hallado in situ en este oasis de niebla.  En la "Colección Larrain" que recientemente  (mediados de 2016) ha quedado depositada en el Museo Regional de Antofagasta, hay numerosas piezas fragmentadas de cerámica, para su estudio futuro, con indicación precisa de su lugar de hallazgo.  Y, en el terreno mismo, máxime en el sector de "La Aguada", hay centenares, tal vez miles, de  fragmentos cerámicos del tipo señalado (ollas y platos extendidos). Muy excepcionalmente, se halló, en este mismo lugar, algunos escasos trozos de cerámica decorada del tipo de "Las Culturas de Arica" (al parecer, Pocoma y San Miguel).

(7)  En el contorno del oasis de niebla, en los sectores altos, se detectó la presencia de varios revolcaderos de guanacos. Son depresiones  de forma aproximadamente circular, de poca profundidad  (máxime  20-25 cm en su parte media), hoy  rellenas de arenas muy finas da arrastre eólico posterior, donde el animal gustaba revolcarse. Es ésta una innata costumbre suya,  sea para liberarse de parásitos, sea por otras razones ecológicas que no entendemos bien aún. Los sitios aptos para  esta función se hallan en lugares blandos, en arena o chusca fina, donde  el peso mismo del animal al agitarse y revolcarse, va acentuando la depresión de tipo circular. Invariablemente, estos revolcaderos (Wollowing places, en inglés)  se hallan contiguos a senderos por donde transitan siempre.  También sus defecaderos (también llamados bosteaderos o guaneras),  se ubican en los mismos parajes, siempre al lado de sus senderos. Todos los camélidos americanos  (llamas. guanacos y vicuñas), al desplazarse,  tienen la costumbre de  utilizar siempre los mismos senderos y los mismos bosteaderos, razón por la cual éstos se han conservado bastante bien, a pesar del tiempo transcurrido.

(8)  Este caracol  terrestre  es Bostrix derelictus broderipi. Hemos enviado especímenes en el pasado al especialista, el  Dr. Claudio Valdovinos  de la Universidad de Concepción, quien tuvo la gentileza de  clasificarlos para nosotros.  Nunca pudimos hallar en los 17 años de nuestro continuo ascender al oasis, algún ejemplar vivo  de esta especie; solo sus conchas vacías. Sin embargo,  muy recientemente, en  el mes de Agosto 2016, el  actual encargado del predio de Alto Patache, el geógrafo Nicolás Zanetta, tuvo la gran fortuna de hallar y fotografiar un caracol vivo de esta especie. Su concha es totalmente blanca, sin diseños coloreados visibles, y alcanza un tamaño máximo de 2,2-2,3 cm de longitud.  Existe una segunda especie de caracol terrestre en el oasis, que generalmente se halla en el sector del acantilado rocoso y que se denomina científicamente  Plectostylus broderipi. Es más voluminoso  y corpulento, pero  de concha más frágil, (de menor espesor de paredes),  y presenta un hermoso  diseño en diversos tonos de café claro, inconfundible.

(9)  El acantilado presenta un talud que cae abruptamente hacia  la costa, con inclinaciones  fuertes de 30º-35º y a veces más. Presenta aquí algunos potentes sectores rocosos, provistos de enormes rocas. Otros sectores se caracterizan por ser derrubios,   constituidos por materiales rocosos (clastos),  muy fragmentados, que han caído ladera abajo. También hay sectores francamente arenosos y aún arcillosos, de colores rojizos,  que tiñen de variados colores el paraje  observable en los cerros, desde la línea de costa.

(10)  La parte más alta del acantilado, en el contorno de este oasis de niebla, presenta algunas cumbres de cerros,  alcanzando un máximo de  850-860 m de altitud s.n.m. Sus alturas fluctúan, por tanto, entre los 770 m  y los 860 m snm. Entremedio de estas cumbres,  se abren amplios "portezuelos" con vista al mar,  de los que hay varios en el transcurso N-S de este  oasis de niebla. Estos "portezuelos" los hemos bautizado como pequeñas "pampas". Los "portezuelos" desempeñan un rol importante en la  captación de la niebla, pues se ha demostrado que el flujo del viento, al transitar por ellos es mayor  y adquiere, además,  mayor velocidad que en otros sectores del acantilado donde encuentra más obstáculos en su carrera tierra adentro.

(11)  En efecto, observaciones posteriores han detectado que gran parte de los arbustos perennes aquí presentes, constituidos casi únicamente por Lycium leiostemum y Ephedra breana  están hoy muertos. Escasos ejemplares de  la cactácea  columnar  Eulychnia iquiquensis  sobreviven a duras penas. No se registran, en todo este oasis, en un extenso trayecto N-S de unos 7-8 km,  más de 5 ó 6 ejemplares sobrevivientes. La  persistente labor extractiva del hombre costero, tanto antiguo como reciente, que lo recogía como útil combustible, ha sido  -a lo que creemos nosotros- la principal causa de su  quasi extinción total in situ.  Tenemos claros testimonios de su extracción masiva por pescadores de la zona de Chanabaya  en las décadas 1940-60 del pasado siglo. (Agustina Guacante, com. pers. 2006).  Esta labor extractiva viene de muy antigua data, como lo comprueba la aparición de trozos de la cactácea Eulychnia sp, en tumbas de la costa, como lo hemos comprobado personalmente.

(12)   Vea Figura 1.   Todos los artefactos hallados en el contexto de este oasis de niebla (Alto y Bajo Patache) se encuentran hoy depositados en la "Colección Larrain", en el Museo Regional de Antofagasta.

(13)   Alguno que otro espécimen  del arbusto Ophryosporus sobrevive aún en el oasis, al igual que  muy escasos y raros  líquenes del género Notholaena (Notholaena mollis).

(14)  Nos ha tocado personalmente en tres ocasiones  (años 1997, 2002 y 2015, años de presencia del "Fenómeno de "El Niño") con lluvias locales de importancia, ver  crecer, desarrollarse y florecer abundantemente los pocos ejemplares sobrevivientes de los géneros Lycium, Ephedra, Ophryosporus y Eulychnia,  en los bordes superiores del acantilado costero.   

(15)   Ni el sílex ni el basalto, existen, que sepamos nosotros,  en el sector costero próximo, razón por la cual los antiguos indígenas  tenían que ir a buscarlo,  muy lejos,   al interior.  Muy cerca de Pica hay potentes  depósitos de basalto, de origen volcánico, pero también hemos hallado este material  en enorme abundancia, en fragmentos o nódulos grandes,  poco al N de quebrada Juan de Morales. Desde allí, sin duda, traían consigo los habitantes de la costa, cargándolos en sus morrales,  los nódulos elegidos de sílex, calcedonia  y/o basalto. Sin lugar a dudas, aprovecharon,  a su paso,  de surtirse abundantemente de nutritivas semillas de algarrobo y chañar en los antiguos bosques de la pampa del Tamarugal. Por tal razón, aparecen sus semillas  y frutos en los entierros de la costa.

(16)  Efectivamente, a partir de esa fecha,  subimos muchas veces con nuestros ayudantes de campo, alumnos por entonces de Sociología o de Antropología, de las Universidades de Iquique. Mis Cuadernos de Campo, entre los años  1997 y  2012 son testigos fieles de estos viajes y  de las múltiples actividades realizadas in situ, en el contorno del oasis de niebla. En las visitas subsiguientes, hallamos numerosos artefactos arqueológicos  que fueron cuidadosamente etiquetados con sus exactas coordenadas UTM  gracias al GPS que portábamos en terreno. Nos pareció de todo punto necesario recoger estas evidencias líticas, a modo de salvamento arqueológico, por cuanto se iba a realizar aquí una labor de campo durante años.  El peligro que estas evidencias cayeran en manos ineptas era  muy grande.

(17)   Jamás imaginamos, cuando escribíamos esta nota de campo, que muy poco después,  un 18 agosto del mismo año 1997, iba a ocurrir un fuerte aguacero  con lluvias intensas en la zona del oasis de niebla de Patache. Aunque por desgracia no se pudo medir entonces con exactitud el volumen de agua caída en el lugar, al no contar aún con un pluviómetro instalado, la intensa floración posterior fue  una prueba inequívoca  de su volumen.  Pudimos apreciar personalmente  la potencia de este aguacero, cuando, dos días después, abrimos en la zona del taller lítico ( en zona arenosa plana)  una pequeña calicata que detectó humedad muy intensa hasta los 35 cm de profundidad.

(18)   En esta primera visita  que no alcanzó a los 20 minutos, pudimos ya darnos perfectamente cuenta de la inmensa cantidad de huellas y senderos hechos por pequeñas tropillas de guanacos visitantes, a lo largo de muchos siglos.  Tema que  años después servirá a uno de mis discípulos, Luis Pérez Reyes, para hacer tu Tesis de graduación en Arqueología en la Universidad Bolivariana, Sede Iquique, sobre las estrategias de caza del guanaco en un oasis de niebla. (Cfr. "Parapetos en la camanchaca: estrategias precolombinas  de caza del guanaco en un oasis de niebla, área de Alto Patache, Región de Tarapacá, Chile",   Universidad Bolivariana, Iquique, Marzo, 2012,  297 p.).

(19)  En esa breve visita,  no alcanzamos a ver bosteaderos o defecaderos; pero a los pocos meses después descubrimos varios lugares donde  depositaron sistemáticamente  sus heces, siempre en pequeños cúmulos, en los mismos lugares.  Por el grado de descomposición de las fecas, sospechamos que tales lugares o defecaderos  no habían sido nuevamente visitados por guanacos. en los últimos  60-80 años, a lo menos. En la base de datos que elaboramos  hacia el año 2012, ya se dejó constancia de al menos  8 bosteaderos observados en el contorno del oasis.

(20)   Durante  los casi 20 años de investigación en este oasis (1997-2016) jamás  vimos guanacos merodeando en sus contornos.  El grado de descomposición de las fecas en los bosteaderos, nos sugiere que  su última presencia en la zona debió ocurrir probablemente hacia la década del  1940-1950.

(21)   El año 2015 fue un  año extremadamente lluvioso en la zona, detectándose una lluvia de  55 mm en apenas  6 horas en el sector del oasis de Alto Patache. Este fenómeno produjo una floración descomunal en los meses siguientes, descendiendo la abundante vegetación de Nolanas, Cristarias y Fortunatias  hasta los casi 100 m de altitud s,n.m,. cubriendo la parte arenosa más  alta de la terraza marina. Nunca vimos cosa igual en los 18 años anteriores. Hicimos varios viajes de prospección entre los meses de septiembre y diciembre del mismo año,  estudiando la flora y fauna presente.  Hemos expuesto,  en varios capítulos de este blog,  los efectos concretos de esta floración extemporánea que nos da una buena idea de lo que pudo suceder en tiempos antiguos  con presencia más frecuente de lluvias semejantes o mayores.  Solo así es dable imaginar  el desarrollo que  alcanzó un día la vegetación de bosquetes de Eulychnia y  Lycium que se sabe alcanzaron sectores bajos del acantilado  (bajo los 500 m), donde han quedado hasta hoy,  como testigos, sus troncos y ramas  secas.