sábado, 1 de febrero de 2025

San Pedro de Atacama: qué representaba la obra del padre Gustavo le Paige y su Museo arqueológico para los jesuitas en el año 1986.

 Un jesuita nos describe  la zona atacameña en septiembre de 1989 nueve años despues de la muerte del padre Gustavo le Paige, S.J. 

El artículo que hoy re-editamos, fue publicado originalmente en el diario "El Mercurio" de Santiago de Chile,  el 10 de septiembre del año 1989,  hace casi exactamente 36 años (1) . Nos ha sido enviado por nuestro amigo Branko Marinov desde la República Argentina donde hoy reside.  Envío que agradecemos vivamente, pues nos permite profundizar  en la visión que los jesuitas y la Compañía de Jesús, que por entonces regentaba la Universidad del Norte (Antofagasta), tenían sobre la obra del padre le Paige en San Pedro. Por esa misma  época, nosotros   realizábamos investigaciones de tipo etnográfico y folklórico entre los diferentes poblados atacameños, a partir de la Universidad de Antofagasta.

En ese tiempo,  su autor, Guillermo Marshall Silva, jesuita, era el Rector del colegio San Luis de Antofagasta  y solía visitar San Pedro y sus pueblos con alumnos del colegio para apoyar la obra apostólica del padre Le Paige en su extensa parroquia (1).

A nuestro juicio,  examinando el presente artículo de periódico, es posible escudriñar  y descubrir el modo de pensar de la Compañía de Jesús sobre la obra de le Paige en aquellos años, antes de que  se iniciara una abierta oposición a la actividad del sacerdote,  tildado de "profanador de las tumbas de los antepasados".  Y mucho antes de que  se exigiera, por parte de algunos atacameños,  el retiro definitivo de los cuerpos momificados expuestos en las vitrinas del Museo (2).   

Texto original del artículo.

Fig. 1.    Primera parte. 


Fig. 2.  Segunda parte  del artículo.


Frases del artículo reveladoras de su pensamiento.

El texto ut iacet, está redactado en un estilo sumamente conciso  y  parco, a veces casi telegráfico,  y busca ilustrar al lector acerca del tema, pronunciándose abiertamente en favor de la obra científica  del jesuita arqueólogo. Hay algunas frases alusivas que  nos permiten escudriñar su pensamiento. He aquí un par de muestras:

1.  "El museo exhibe en forma muy didáctica  la historia de la cultura atacameña, pueblo de cazadores que vivió  10.000 A.C en esos lugares. Después fueron agricultores y pastores. Sufrieron los influjos de la cultura de Tiwanaku y de los aimaraes, comerciaron con los hombres de la costa. Tuvieron hermosas artesanias y objetos  con cobre, plata y  bronce....".  

Tal como se puede observar, no hay aquí atisbo alguno a críticas de tipo museológico. En ese tiempo, ¿no habían surgido aún?. Así nos parece.


2.  Después de referirse, escuetamente a sus principales fiestas religiosas  y su significado para los atacameños (Epifanía, La Candelaria, San Pedro y San Pablo),  agrega:

"Los sanpedrinos consideran al cura como parte de su existencia. Durante 39 años tuvieron de cura a don Domingo Atienza, quien iba en burro a Toconao (30 km) y a Socaire. El padre le Paige fue párroco durante 25 años. De modo que casi todos sus habitantes han sido casados y bautizados por uno de esos dos sacerdotes. Sendas calles  llevan los nombres de estos eclesiásticos". (énfasis nuestro)

Como se puede deducir de estas frases, no hay aún asomo alguno de crítica a su pastor.  Muy por el contrario, hay admiración y respeto.

3.  Visión del futuro de San Pedro. 

He aquí sus palabras:

"El futuro de san Pedro es sombrio. Lugar de cita de los turistss internacionales, sobre todo por su bien organizado Museo, con valiosos testimonios de la cultura atacameña, corre peligro de perder su identidad.... La mitad de los que terminan el octavo básico, van a un liceo de concentración en Calama donde están internos, pero donde los adolescentes ya pierden las costumbres campesinas de dar a comer a los chanchos y  los conejos, de ir a cortar alfalfa para el burro, o arriar la vaca para lecharla. Cuando vuelven a San Pedro, son ciudadanos vestidos con la onda thrasher, escuchando música heavy rock..." (3)  (énfasis nuestro). 

Con estas expresiones, Marshall deja entrever su gran preocupación por la creciente pérdida de la identidad  campesina de los habitantes  de Atacama que atribuye, en buena parte, a la instalación de la escuela de concentración fronteriza. ¿Se equivoca aquí el padre Marshall, o apunta claramente a un pavoroso problema actual y  futuro de la educación en estas  regiones? .....Que lo juzgue el propio lector (4) . 


Notas.

(1) Tal como me llegó, este artículo está lamentablemente incompleto. A lo que creemos, presentaba una tercera parte que hoy nos  falta. 


(2) Conocí personalmente y traté mucho con el  padre  Guillermo Marshall.   Habíamos sido amigos y compañeros de Noviciado en la Compañía de Jesús  a partir del año 1944, fecha de nuestro ingreso a la Orden.  Guillermo era uno o dos años mayor que yo. Era ex alumno del Liceo Alemán de los padres del Verbo Divino  (Societatis Verbi Divini  o SVD), mientras yo lo era del colegio San Ignacio,  de los padres jesuítas. Más tarde, en el año 1987,  cuando fui contratado por la universidad de Antofagasta como profesor e investigador, lo vi y traté muy a menudo en el colegio  San Luis, de los jesuitas, donde estudiaba por entonces mi hijo Carlos.  Con mi familia, solíamos asistir a la misa dominical en el colegio, oficiada casi siempre por  Guillermo.  Gustaba mucho su predicación:  breve, directa y  precisa: sin elegancias ni  adornos.  Aquí, solíamos topar semanalmente con el poeta antofagastino Andrés Sabella y su esposa, ambos feligreses infaltables al culto católico del día domingo. Con Sabella, habíamos sido colegas en la Universidad del Norte, entre 1963 y 1965.  Andrés, poeta insigne, era un distinguido y destacado ex alumno del colegio San Luis, fundado por los sacerdotes Florián Blümel y Albino Seeger en  el año 1916. 

(3)  La crítica al sistema de  la "escuela de concentración fronteriza" es aquí evidente y bien fundada. En efecto, los hijos de los campesinos indígenas de los pueblos más apartados eran forzados a reunirse en este tipo de escuela única, de talante casi militar, en las ciudades o pueblos mayores. En Atacama, las hubo en Caspana y Calama.  Fueron establecidas durante el gobierno militar del general Pinochet en el año 1979  mediante el Decreto 1.673. En el extremo Norte, las hubo en  los pueblos  de Tarapacá y Cariquima y,  posteriormente, en Ticnamar, Colchane y Visviri.  So pretexto de concentrar a toda  la población estudiantil en pocos lugares, bien abastecidos (en lugar de la proliferación de diminutas escuelas  unidocentes, sitas en los numerosos pueblos  apartados), se separaba y aislaba así a los niños, por largos períodos de tiempo, del influjo cultural directo de sus padres, sea en lo referido a la práctica de su vida agraria, como en lo relativo al uso de su lengua materna, el aimara.  Su  mayor crítica radicó en  la consiguiente e inescapable  desafección y alejamiento de los jóvenes  del modo de vida pueblerino de sus padres  y la adopción   de  costumbres  urbanas, muchas veces reñidas con su ethos campesino tradicional. 
En el  mundo aymara y atacameño,   los niños han sido desde siempre una apoyo inapreciable del trabajo de los adultos, sea en la chacra, sea en el cuidado del rebaño. La imagen de que  los niños no deben ser forzados a trabajar es un concepto muy citadino y choca violentamente con la concepción indígena tradicional de que los niños deben  estar familiarizados, desde pequeños, con todos los trabajos del adulto,  sea en el campo o la chacra,  sea en el telar  y/o el cuidado del ganado o  la casa, aprendiendo a realizar, de acuerdo a su edad y sus fuerzas, todas las actividades propias del campesino adulto o del pastor.  Así, el niño o la niña aprenderá, en forma experimental,  los gajes del oficio de sus padres, y será capaz de replicarlos y reproducirlos en el futuro en su propia vida adulta  ("Experientia docet"). 

Téngase presente, además, que este artículo fue publicado cuando aún el general Augusto Pinochet estaba en el poder. Su sucesor, Patricio Aylwin Azócar asumirá en el mes de marzo del año  siguiente, 1990. No se gozaba aún, por lo tanto,  de libertad de expresión. Lo que otorga especial mérito a la crítica esbozada por el padre Marshall al sistema educacional de las "Escuelas de Concentración Fronteriza"  


(4)  El  jesuíta  padre Le Paige y su Museo  arqueológico han sido muy criticados por ciertos círculos  académicos  seguidores de tendencias indigenistas o anti-colonialistas  a partir aproximadamente del año 2000 o poco antes.  Hasta el año 1989 -fecha de este documento-  su obra era, en cambio, generalmente admirada y reconocida como gigantesca, titánica, y digna de todo elogio y  admiración por el enorme despliegue y riqueza de objetos museológicos obtenidos en sus excavaciones por más de 25 años. Tanto la Universidad Católica del Norte como los investigadores que han estudiado  en profundidad la historia de este período han sabido reconocer los aportes insustituibles de Gustavo le Paige a  la arqueología  atacameña entre los años 1957 y 1979. Los testimonios de ilustres visitantes nacionales e  internacionales,  como de  académicos  estudiosos de este período (especialmente los arqueólogos Mario Orellana y Agustín Llagostera),  son irrecusables e indesmentibles.  
La acerba crítica actual en algunos círculos al trabajo arqueológico de le Paige,  basada en su postura  frente a  la exposición de  los restos momificados  y cráneos de antiguos pobladores de Atacama, ha sido expresamente discutida y analizada por nosotros en el siguiente artículo de nuestro blog https://eco-antropologia.blogspot.com: "¿Puede existir un trabajo arqueológico serio sin el rescate y estudio de restos humanos momificados o esqueléticos del pasado reciente o remoto?. Antecedentes  útiles o necesarios  para una discusión",   (editado el  20 de julio, 2024).

Agradecimientos.

A Branko Marinov Martinic por el envío del presente documento. Y a la señorita Magdalena Ugarte Silva, por su inapreciable ayuda técnica con el computador.


sábado, 25 de enero de 2025

Una selección de mis contribuciones científicas en el área ecológico-cultural a través de mi Blog científico https://eco-antropologia.blogspot.com. La obra “Horacio Larrain Barros: Eco-antropología”. Comentarios y sugerencias.

 Antecedentes.

Para Navidad 2024 hemos recibido  un obsequio singular: Benjamín Ballester, arqueólogo y Alexander San Francisco, historiador, acaban de hacer una publicación con una selección de artículos de nuestro blog https://eco-antropologia.blogspot.com  que versan sobre el Norte Grande de Chile (regiones de Arica, Tarapacá y Antofagasta).


Fig. 1. Portada del nuevo libro.

La nueva publicación se titula: “Horacio Larrain Barros - Eco-antropología" y encierra un total de 38 capítulos del citado Blog precedidos de una introducción de los autores (1). Dada la fragilidad e incertidumbre respecto de la permanencia en el tiempo de este Blog en la red de internet, su publicación en forma de libro y en forma digital nos asegura hoy su persistencia en el tiempo  y su fácil consulta en las bibliotecas del país y el extranjero (2). Los autores señalan expresamente las limitaciones de esta obra: "esta edición parece poco frente al archivo alojado en el dominio de Internet, de ahí que solo intente ser una puesta en valor de sus materiales de estudio dedicados al desierto de Atacama y sus distintos paisajes".


Los autores nos han solicitado expresamente un comentario nuestro, en este mismo Blog, dejando aquí entrever nuestro  pensamiento sobre el origen e importancia de este novel  método de enseñanza que nos depara Internet y las características propias que le hemos dado. A riesgo de alimentar con ello una "auto-complacencia", lo hacemos en este capítulo.


Nuestro método de presentación del Blog: sus características propias.


¿Qué aspectos hemos considerado prioritarios en la presentación de nuestro blog?.  Los enumeramos a continuación:


1). El enfoque “ecológico”, es decir la búsqueda del valor e importancia del impacto de la morada humana y sus  componentes en el comportamiento real de sus habitantes. Salvo en los casos aislados en que se presenta algunos documentos nuestros  in extenso, hemos procurado hurgar en los componentes geográficos y ecológicos del habitar humano que condicionan  y moldean sus expresiones  culturales. La “cultura” de una comunidad humana no se forma  ex nihilo (de la nada), sino  surge de su contacto vital con los elementos (bióticos y abióticos) del medio ambiente natural donde se desarrolla. Escrutar, pues, este medio ambiente en todas sus aristas y observar su impacto en el hombre, es  lo propio y característico de este enfoque eco-cultural. Lo que supone necesariamente un cierto manejo  (al menos básico)  de los aspectos botánicos, zoológicos y geográficos del área de estudio.  En otras palabras, procuramos descubrir y revelar el "trasfondo ecológico" existente detrás del tema elegido.    


2. El recurso frecuente a  la fotografía antropológica (2). La fotografía y el video tienen la virtud de ofrecernos un acercamiento vital, cercano, al tema de estudio. No solo nos permiten dejar constancia de un determinado acontecimiento ocurrido en un momento  histórico dado (v.gr. un baile, un sacrificio, una escena de caza o una ceremonia  típica), sino también nos sitúan concretamente en el tiempo y en el espacio. Y, además,  perpetúan ad aeternum (para siempre)  el hecho cultural registrado. Por tal razón, en todas nuestras expediciones y trabajos de campo la máquina fotográfica fue para nosotros un instrumento básico  y fundamental.  Lamenté siempre, en cambio,  no poseer la habilidad  y destreza propia  del dibujante, lo que hemos tratado de suplir con el empleo masivo de la fotografía en terreno. Como dibujantes, hemos resultado ser un fracaso.


3).  Otra característica propia es  nuestro esfuerzo por emplear con claridad y cierta finura, nuestro idioma castellano. Sin pretender ser un hombre de letras (ni mucho menos), nos hemos esforzado por buscar la expresión gramatical correcta, evitando en lo posible el uso de galicismos o anglicismos  y otros -"ismos",  tan en boga hoy en algunas publicaciones científicas. Somos de la opinión de que nuestra lengua, el castellano, posee una tal expresividad y riqueza léxica que no necesita de aditamentos extraños.


Pero además de la “limpieza”  verbal, tratamos de mostrar una cierta belleza expresiva, evitando caer en la ramplonería y/o vulgaridad. Es decir, tratamos de redactar en un lenguaje culto, pulcro, pero perfectamente comprensible para un público no especializado. Por eso  los términos extranjeros o técnicos serán siempre “traducidos” a  nuestro idioma. Hemos observado que, a diferencia de épocas pasadas, la producción arqueológica y antropológica en uso hoy en algunas revistas científicas, se ha tornado hoy tan  plagada de términos  extraños, desconocidos, no raras veces inventados por los propios autores, que se haría indispensable contar, cada vez,  con un “glosario” especial, explicativo, de dichos términos. Podríamos traer a colación aquí ejemplos ilustrativos de esta   costumbre actual, tan poco seria y responsable, que frena e impide el acceso de muchos al conocimiento científico en el área antropológica, y dejando su plena  comprensión y alcance tan solo para “los propios pares”. Tal práctica nos trae extrañamente a la memoria, la antigua costumbre de reproducir y re-escribir los textos clásicos  latinos y griegos  “ad usum Delphini”  (para uso del Delfín)  expurgándolos de los pasajes considerados moralmente inconvenientes. Aquí,  al revés, parecería que se  busca y se pretende ex processo ser más bien “incomprensibles para el vulgo”, so pretexto de hacer “ciencia". A  mi modo de ver, esta situación debería cambiar en beneficio de una ciencia más compartida y mejor comprendida.  Hoy resulta para nosotros evidente que la distancia entre el producto escrito del científico puro y lo entendido por el vulgo, es casi sideral. Y este enorme distanciamiento no se logra suplir, a lo que veo,  con la mera labor  de los “periodistas científicos” que, al menos en nuestro medio nacional,  en su mayoría no sólo redactan mal, sino, además, carecen de una fuerte y sólida base científica. Lo constatamos a diario al leer sus reseñas de descubrimientos recientes en el área geológica, arqueológica  y/o  zoológica. Observamos que a menudo se recurre a un "sensacionalismo" verbal exacerbado, tanto en el título como en el contenido, dejando muchas veces en el lector más dudas que certezas.


4.  La importancia de los enunciados de párrafo.  Con excepción de la edición de documentos o cartas, hemos procurado  introducir, en negrita, numerosos “párrafos” en cada entrega o capítulo del blog. Estos tienen la pretensión de guiar al lector en su lectura, aclarando conceptos o  respondiendo a sus inquietudes o dudas. La presencia de enunciados de párrafo, a nuestro entender,  alivia y aligera mucho la lectura del texto.


5.  El respeto a las opiniones  de otros especialistas. Sin perjuicio de la búsqueda de la verdad (en cuanto es posible), las opiniones de otros colegas merecen todo nuestro respeto siempre y cuando éstas sean bien fundadas. Y si en ocasiones discrepamos de algunas posiciones temáticas o filosóficas, tratamos de hacerlo con deferencia y ponderación. 


6. Las "Notas" explicativas de pie de página.  tienen por objeto aclarar dudas y/o aportar  nuevos antecedentes de interés para el lector. A menudo, aportan referencias bibliográficas citadas en el texto.


7. Por último, con cierta frecuencia, no hemos dudado en publicar capítulos de denuncia pública de actividades y/o instalaciones industriales reñidas con la protección ambiental. Es el caso concreto de nuestra airada denuncia de contaminación por efecto de las centrales eléctricas a carbón instaladas en Iquique, Tocopilla, Coronel, Ventanas y otros lugares costeros de la costa central de Chile. El acopio de verdaderas montañas de cenizas contaminadas en lugares cuyo medio biótico marino adyacente ha sido intervenido, contaminado y degradado en grado sumo, es la prueba más patente del daño ambiental inferido. La zona costera submareal de Tocopilla, es, a juicio de los biólogos marinos, el caso más patético y doloroso en Chile de destrucción sistemática de su biome marino. A partir de la presidencia de Sebastián Piñera (2010) se ha notado, por fortuna, una reacción positiva al frenar e impedir el desarrollo de Centrales Termoeléctricas a carbón en el país.


             

La obra de Ballester y San Francisco: ¿de dónde surge, por qué y para qué se publica?.


Benjamín Ballester, joven y dinámico arqueólogo chileno, ha volcado su interés científico al campo de estudio de los medios o dispositivos culturales empleados por los arqueólogos como parte de su quehacer académico. Hasta hoy, en mi opinión, la inmensa mayoría de los estudios históricos relativos al desarrollo de la disciplina arqueológica en Chile, se han basado tan sólo en el examen de  sus publicaciones y libros. Pero hay muchos otros medios materiales  de los que se sirven  los arqueólogos para comprobar sus teorías  y/o hipótesis de trabajo. Son éstos, también, parte importante de su herencia cultural y merecen, por lo tanto, un estudio y tratamiento especial.  Es lo que nos transmite, por ejemplo,  Ballester en dos de sus trabajos recientes. Nos referimos a su estudio “Diario de la  misión que fue a  Copiapó y Paposo en  enero de 1841”  publicado por la editora Pampa Negra de Antofagasta, en el año  2023.  O  el trabajo: “La diáspora de Capdeville. Flujos epistolares y de objetos precolombinos”, editado por la misma editorial, en el año  2024.


 De esta suerte, los Diarios de Campo, los epistolarios, las colecciones científicas,  los ficheros, los kardex de fotografías, los apuntes, los cassettes grabados  o los videos de un determinado autor, son elementos de gran valor, a su juicio, para entender con precisión su labor científica y su aporte a la cultura, así como para apreciar su  verdadera posición y aporte personal en el contexto de la arqueología nacional. Son diversos medios -aparte de sus publicaciones- que nos permiten atisbar  y calibrar, con precisión, el rol exacto del personaje en el momento histórico en que le tocó vivir.  Un par de ejemplos al canto. ¡Qué poco sabríamos de  los aportes de Leonardo da Vinci a la ciencia si no conociéramos sus magistrales dibujos y esquicios!.  O cuánto nos ayuda, para entender los escritos del sacerdote austríaco Martín Gusinde SVD, antropólogo estudioso de los pueblos fueguinos, la revisión y examen atento de sus notables fotografías de onas y yaganes. Otro tanto podríamos decir de las notables ilustraciones del misionero anglicano Lucas Bridges en su obra: "The uttermost part of the earth" (El último confín de la tierra, 1948).


Conociendo Ballester, de primera mano nuestras colecciones, apuntes y otros medios de difusión cultural (cassettes, fotografías, apuntes etc), a través de las numerosas visitas realizadas  al suscrito en su casa de Las Canteras, Región Metropolitana, a partir del año 2019, nos propuso editar, en formato de libro, una pequeña selección de capítulos de nuestro blog https://eco-antropologia.blogspot.com.   Nos comentó que  ésta podría ser una excelente oportunidad de dar a conocer nuestro trabajo de casi 20 años. Aunque algo avergonzados, accedimos a ello, como una manera práctica de ampliar considerablemente la audiencia de nuestro Blog.   

He aquí, en síntesis, el origen de esta obra que aquí presentamos en su versión  digital  on line.


 Presentación gráfica de la obra.


Fig. 2. Portada del libro. Imagen de la caleta Coloso, Antofagasta, 10/04/1985 (Foto H. Larrain).

Fig. 3. Imagen de la contratapa. Escena cuotidiana en el pueblo de Chíuchiu, 1991. (Foto H. Larrain).

Fig. 4. Solapa. En la inmensidad del desierto, al norte de Taltal, 15/10/1992 (Foto Marta Peña G.).
                               

                       

   Fig. 5. Portadilla.

  

Fig. 6. Indice - 1.


                    

Fig. 7. Indice - 2.


                            

Fig. 8. Indice - 3.


Ver la obra en enlace on line:




Notas.


(1). Nuestro blog https//eco-antropologia.blogspot.com fue iniciado en el año 2006 cuando su autor era profesor investigador en la Universidad Bolivariana de Iquique. A  la fecha (enero 2025), ha editado 359 capítulos que versan sobre variados temas atingentes a la antropología, arqueología, geografía, historia, lingüística, botánica y  etnografía del Norte de nuestro país. Su origen se remonta a la insistencia de algunos de nuestros ex-alumnos, quienes consideraron que mis experiencias de vida, mis estudios  y mis trabajos de campo durante más de 30 años en el Norte Grande chileno debían ser conocidos y valorados no solo por la comunidad científica  (a través de sus más de 400 publicaciones y libros), sino también por  todas las personas que tienen normalmente  acceso a la red, tanto científicos como aficionados y aprendices, jóvenes y adultos. El resultado ha sido sorprendente: hoy el blog detenta más de 1.250.000 visitas y algunas de sus entregas ha conocido más 70.000 visitas. De este modo, nuestras experiencias y estudios en Chile han podido ser conocidos en todo el mundo culto, lo que nos queda en evidencia por los comentarios que hemos recibido desde el extranjero. Por todo lo cual, solo podemos hoy estar agradecidos a aquellos ex-alumnos que nos instaron a publicarlo. Es así, en buena parte,  su propio mérito. 

Buena parte del trabajo de síntesis realizado en el Blog ha sido posible gracias a la existencia del “Diario de Campo” del suscrito, que ya ostenta 108 cuadernos, y que encierra sus experiencias en terreno,  sus recuerdos, sus reflexiones  y así como los aportes de indígenas, aymaras y atacameños  (lickan antai) a través de entrevistas  y  conversaciones en terreno.  De paso, dejamos aquí constancia que todos mis “Diarios de Campo” así como mis archivos, documentación y  ficheros, han sido entregados al Museo Nacional de Historia Natural de Santiago de Chile, donde también reposan algunas de  mis colecciones científicas, cedidas por el suscrito entre 2017 y 2025.


2). Sobre el empleo de la fotografía en nuestro quehacer antropológico, véase el artículo de Benjamín Ballester y Daniel Salgado, "La óptica de Horacio Larrain en tres tomas: entrevista sobre fotografía y naturalismos", Revista Antropologías del sur, Santiago de Chile, Año 11, Nº 22, 2024. Artículo  en: https://revistas.academia.cl/index.php/rantros/article/view/2656/2835


(3)  Son numerosos los comentarios recibidos desde el extranjero, especialmente de los países de lengua castellana y portuguesa.  En este capítulo, agregamos la versión digital completa del libro, para facilitar su consulta, versión que nos han enviado los propios autores Benjamín Ballester y Alexander San Francisco y que  agradecemos cordialmente. 


domingo, 6 de octubre de 2024

Entierros humanos en un montículo funerario del valle de Azapa (Arica) y su contexto cultural en septiembre del año 1964: descripción del contenido de cada tumba.

 
Introducción.

Entre los días 18 y 24 de septiembre del año 1964, tuvimos la suerte de participar en la excavación de un montículo funerario del valle de Azapa, en la Parcela Nº  19 ("Las Maytas")  de  dicho valle. Para ello, fuimos invitados por  el arqueólogo ariqueño Percy Dauelsberg Hahmann (1930-1994), notable  investigador autodidacta, formador del primer grupo de arqueología y antropología de Arica (1). Le acompañaban -según yo recuerdo- sus colaboradores Guillermo Focacci Aste,  y Luis Alvarez Miranda. Conmigo, a este trabajo acudieron desde Antofagasta el jesuita Enrique Alvarez (2) y los  jóvenes Agustín Llagostera y Dino Azúa, por entonces estudiantes avanzados de biología en Antofagasta. (Cf. Diario H. Larrain, 1-A:  1964: 46-47).   

Dedicatoria: In memoriam  Percy Dauelsberg.

Hace exactamente 30 años (un día 2 de julio del año 1994), Percy Dauelsberg incansable investigador de extremo norte de Chile, nos dejaba para siempre, víctima de un cáncer.  Un año y medio antes, estando ya débil y enfermo, tuve yo la suerte de visitarle en su casa de Arica. Charlamos largo rato. Estaba trabajando por entonces, según me confidenció, en una traducción de uno de los últimos trabajos,  poco conocidos, del arqueólogo alemán Max Uhle  (1856-1944),  escrito en alemán, el cual  según él, ofrecía una visión muy certera de ciertos aspectos de la arqueología de Arica, tema de su predilección. No alcanzó a dar término a éste, su último escrito. La muerte, inexorable y voraz,  tronchó sus últimas fuerzas. Unos pocos  años antes (1988), Percy había tenido la satisfacción de revisar, en Berlín, tierra de sus antepasados alemanes, la copiosa documentación de Max Uhle conservada en la Freie Universität de Berlín y en  otras bibliotecas de Alemania. 

Fig. 1  Foto de Percy Dauelsberg  (tomada de Internet).

Queremos dedicar  este capítulo de nuestro Blog, con especial afecto y cariño, a la memoria de este gran investigador  del extremo Norte de Chile, notable propulsor de los estudios antropológicos y etnográficos de su querida región: Arica (3). 

El montículo funerario (4).

                    

Fig. 2. Tosco diseño nuestro de las excavaciones  realizadas en el contorno del túmulo funerario de la Parcela 19 del valle de Azapa. Muestra la ubicación relativa de 17 tumbas referidas en detalle en este trabajo. La mayúscula T. designa "tumba". Fecha 24/09/1964. (En Diario H. Larrain, 1-A, pg. 59).


Según los datos consignados en mi citado Diario de Campo,  este montículo artificial de aspecto oval y de unos 4.0 - 4.5 m de altura máxima, presentaba una superficie aproximada a los 200 m2,  midiendo unos  50 m. en la dirección N-S y unos 40 m. en la dirección E-W. Muy próximo al  camino que cruza el valle, distaba unos 30 m. al  sur de la casa de la familia Ramos Coddou, entre antiguas  plantaciones de olivos. La familia -según nos informara la dueña de la parcela, la Sra. Gaby de Ramos-  había emprendido las excavaciones por su cuenta unos 15 días antes de nuestra llegada, y había abierto varias tumbas, entre ellas una que ofreció, además de hermosas vasijas decoradas, algunas valiosas piezas de oro (5). No recuerdo por qué razón la familia decidió solo entonces alertar al Museo de la ciudad y a su director el señor Percy Dauelsberg respecto a este hallazgo. Tal vez, la multitud de tumbas que aparecían al intentar destruir el montículo les preocupó y les indujo a avisar al Museo.   

En mi Diario de Campo Nº  1-A (pp-59-72)  y con fechas desde el 18-09-1964, se describe nuestros descubrimientos hechos en el contorno del montículo,  de alrededor de 21 tumbas (6), varias de ellas formadas por elaboradas cistas forradas con bolones  toscos de río, y techadas generalmente con un entramado de ramas, esteras  de totora (hoy Isolepis sp. antes Scirpus sp.) o cueros de animal.  A continuación, enumeramos cuidadosamente  el contenido de dichas tumbas según reza mi Diario I-A (pp.: 59-69). Nuestro relato de aquella época es esquemático, bastante primitivo y a veces desordenado, y hemos tenido que hacer una verdadera labor de detective para tratar de enhebrar y compaginar bien los descubrimientos, en su orden correlativo, sin omitir dato alguno que pudiera ser útil en futuros estudios en la zona.

Resumen del contenido de las tumbas del montículo. (Hemos  subrayado aquí especialmente la presencia de guaguas y adultos). (Diario H.L. Nº 1-A: pp. 46-48 y  59-70).

Tumbas Nº 1-6. Sin datos. (Excavadas previamente, antes de nuestra llegada, por el equipo de Percy Dauelsberg).

Tumba Nº 7:  tumba encistada de una guagua. Cista de bolones de piedra tapada por una esterilla; sector sur del montículo; por desgracia, sin mayor  referencia a su contenido. 

Tumba Nº 8: techo de totora. Cista hecha de piedras de río.  Una guagua. Cráneo forrado por un manto y un gorro de lana. Cuchara de madera, calabacita, cesto pequeño, bolsa tejida, dos cántaros grandes, uno de ellos  antropomorfo, y dos cántaros chiquitos. (Diario 1-A pg. 60). 

Tumba Nº 9:  Un adulto y una guagua. La guagua yace a los pies del adulto (tal vez, su madre). Dos cestos pequeños.  Dentro del cesto, una cuchara. Un bolsa con semillas, una tortera y un cantarito  (7). Un cántaro grande pintado con diseños, dos palitos de huso (?). (Diario. 1-A: pg. 61).

Tumba Nº 10.  (texto escrito con la letra de nuestro ayudante Agustín Llagostera).  Esqueleto de adulto completo, flexado. 2 pequeños cántaros tipo calabaza;  junto a las rodillas, un cántaro grande.

Tumba Nº 11.  Cuerpo de un adulto extendido. Bolsa con granos de  maíz, una espina grande (¿para coser?). Restos de brocha. (Diario 1-A: pg  61.). 

Tumba Nº  12. Tumba de adulto con un niño pequeño. El adulto envuelto en tejidos muy destruidos. Un cántaro chico de 10 cm de altura. Una cuchara rota.

Tumba Nº 13.  (debajo de tumba Nº 11).  Cubierta de abundante totora.  Pequeña pieza de cestería (en espiral) muy dañada. En su extremo, un esqueleto de guagua. En la cima, un canastillo frágil y roto. Cerca del extremo, se halló un cántaro grande, sin decoración, con gollete quebrado, cubierto con un trozo de textil con diseños.   

Tumba Nº 14.   Techo de la cista en totora. Profundidad: 1.10 cm. Abovedada con bolones de río. Dos grandes troncos de árbol señalizadores en parte superior. Fardo funerario cubierto de tejidos muy dañados. Un niño de cráneo deformado, de unos 2 años. Dentro del fardo, dos cantaritos sin asas. Una calabaza pirograbada sobre cesto dañado. A su derecha, un cantarito con asas y cuello corto, hermosamente dibujado, puesto encima de un cesto destruido. Detrás del fardo, un cuchillo para la labor agricola (¿Chaquitaclla?). (Diario 1-A: pg. 63).

Tumba Nº 15.  Abovedada formada por grandes bolones de río. Su tapa, hecha de totora, mide aprox.  0.90 cm x 0.50 en forma de un saco. Presenta, encima, un cuero de llama. Cuatro cántaros sin diseños. Una urna de barro, sin contenido humano, encierra  un cantarito y al fondo, una calabaza pirograbada. Todo se halla depositado  sobre una "cama" de semillas. Al lado del bulto funerario de una guagüita, se observa  varios objetos de madera como "trompitos" (8). Al fondo, aparecen  2 cántaros sin decoración, entre varios huesos de animal (¿llama?).

Tumba Nº 16. (24/09/64). Un cántaro grande como urna, con los restos de una guagua en su interior (cráneo roto).  Dentro, un cantarito pequeño tapado con fibra vegetal. Se halló esta tumba a 1,60 m de profundidad desde la cima del montículo. Al lado, otro cántaro con asas, no decorado, que contiene en su interior palitos semejantes al té (9). Mide 0.33 cm de  alto. 

Fig. 3.  Referencia al contenido de las tumbas 16 y 17 (Diario H. Larrain, l-A: pg. 65).  

Tumba Nº  17. Tumba abovedada . Fardo funerario de una guagüita y trozos de una mandíbula de  otra guagüita. Presenta dos cántaros  en primer plano lo que es frecuente aquí. Uno de los cántaros del tipo urna, sin diseños, estaba roto. El otro, es dibujado. En el interior de tumba, aparecen seis cántaros: uno grande, uno zoomorfo, uno de doble asa chico y otro pequeño en forma de "coquito"  (10). 

Tumba Nº 18. Un fardo de guagüita. Presenta dos cantaritos pequeños. No presenta tumba en forma de cista abovedada con piedras de río como muchas otras.

Tumba Nº 19.   cubierta de una tapa de totora. Sin piedras de pared. Esqueleto de adulto. Llevo conmigo la mandíbula sin molares. Aparece al lado una  bolsa (¿talega?)  con plumas adheridas. Cuerpo envuelto en 4 cotones de lana (Cf. Diario 1-A. pg. 67).

Tumba Nº 20. Fue íntegramente excavada por miembros de la familia Ramos Coddou (dueños del predio)  quienes se reservaron para sí todas las ofrendas (11). Apareció a 1.20 m de profundidad. Momia de mujer adulta, que conserva bien la piel y tejidos. Presenta dos cántaros grandes llenos de abundante lana de vicuña (12). Un cesto que contiene una calabaza sin pirograbar. Un cantarito pequeño y un peine (que me regalaron para el Museo). No presenta el típico abovedado de bolones de río, pero sí muestra la respectiva tapa de totoras entrecruzadas. (Cf. Diario 1-A: pg. 68). 

Tumba Nº 21. (Excavada por el Sr. Guillermo Focacci). Apareció arriba  una piedra de moler grande como parte de la bóveda  de la cista. No hay otros datos en nuestro Diario. (Cfr. Diario 1-A: pg.70). Pero en el artículo de Larrain y Llagostera del año 1969 (pg. 92) se comenta que en esa enorme tumba Focacci halló nada menos que 16 ceramios (!).(13). 

Tumba Nº 22.  He aquí su texto resumido, tomado de nuestro artículo del año 1969 (14):

"Sepultura de un adulto con sus tejidos en muy mal estado de conservación. De esta tumba del tipo de falsa bóveda. proceden los objetos de oro señalados en las figuras...La incertidumbre acerca de la forma de la tapa...radica en la falta de interés por parte de los improvisados arqueólogos. Se hallaba en el sector sur del montículo, a 1.20 m de profundidad máxima. Fue excavada lateralmente...De esta tumba proceden los objetos  de oro señalados en las Figuras 2 y 3, Lámina 1 (Vea nuestra Fig.   4, abajo). Además, una cinta del mismo metal cortada en dos partes,  de 1 cm de ancho y un largo total de 74 cm...No consta la posición exacta de estos objetos en la tumba; suponemos que se hallaban en contacto con el cuerpo...".

"Además de los objetos referidos, esa tumba contenía lo siguiente: 9 ceramios, dos instrumentos agrícolas, un hacha de piedra, 2 trompitos de madera y un siku (instrumento aerófono semejante a la flauta de Pan)....". Los ceramios decorados polícromos corresponden a lo estilos Gentilar y Pocoma.  

Tumba Nº 23. Excavada en esos mismos días por miembros del Museo Regional de Arica. Sector sur del montículo, tapa a unos 40 cm de profundidad. Fue abierta lateralmente. Corresponde al tipo de tumba de falsa bóveda hecha de bolones. Contiene el cuerpo de un niño pequeño, muy deshechos su cuerpo y tejidos. Techo de la tumba formado por una estera de totora gruesa en la forma de un saco con abertura. Encima, un gran trozo de piel de llama  que conserva la lana. Los restos del niño y las ofrendas descansaban en un cama de semillas de molle boliviano. Como ofrenda, presenta una mascarilla de oro antropomorfa, la que señala mediante  fino punteado los ojos y boca. (Vea en nuestra Fig. 4, la fig. 1 del dibujante). Otros objetos de  esta ofrenda:  una calabaza pirograbada, un palo de 49 cm de longitud que sostenía la tapa, un cuchillo de 38 cm., una cuchara de 13 cm., una olla de greda grande,  seis "trompitos" de 20-22 mm de diámetro,  con trazas de tela aún adherida,  cinco ceramios decorados estilo Pocoma y Gentilar, tres "coquitos" decorados. Nuestro trabajo (Larrain-Llagostera, 1969)  resume así estos descubrimientos en el montículo: "No puede caber la menor duda de que las tumbas y su contenido que hemos analizado in extenso, pertenecen a la misma cultura y la misma época...En el montículo, estas tumbas estaban en el sector sur y distantes unos 6 a 7 metros en línea recta".... "El gran número de vasijas en las tumbas, parece ser un carácter típico del grupo humano que enterró en este montículo"  (Larrain y Llagostera, 1969: 92). 

Fig.  4.   Objetos de oro rescatados de dos tumbas del túmulo funerario de la parcela 19, del valle de Azapa.  (según Larrain y Llagostera,  en artículo de la revista NORTE de la Universidad Católica del Norte, vol. III, Nº 1,  1969: 81).

Nuestros comentarios.

A.  En las tumbas de que hay datos precisos, nos ha llamado bastante la atención el gran número de guaguas y niños muy pequeños en relación al número de adultos sepultados. De las l9  tumbas descritas en detalle con presencia de cuerpos, 11 muestran entierros de "niños", en general muy pequeños (yo les denominé aquí como "guaguas"). Lo que vendría a representar el  57.9 %  del total de entierros humanos. Los adultos representan aquí solo el 42.1 %. Lo que estaría aludiendo, a mi modo de ver, a una alta mortalidad infantil, en años muy tempranos ("guaguas y niños pequeños"). No sabríamos a qué atribuir tal frecuencia que, tal vez, tenga algo que ver con la presencia del mosquito trasmisor del paludismo o la malaria (Anopheles pseudopunctipennis), presente desde tiempos antiguos en los valles sur-peruanos y  norte-chilenos (15).

B.  La mayoría de las tumbas, contiene  varios ceramios, tanto decorados como de uso común, sin decoración. Algunos presentan restos de alimentos, en especial corontas de maiz o semillas, otros lanas u otros elemento útiles. ¿Cómo explicar la profusión de ceramios de todo tipo?. En el ajuar casero del indígena de la época, la cerámica era, tal vez, el elemento más importante para la familia, tanto o más importante que la piedra de moler. Gran parte de los ceramios, máxime los hermosamente decorados  -estilos San Miguel, Pocoma y/o Gentilar (16)-, sin embargo, parecen haber sido elaborados con fines estrictamente funerarios y no presentan muestras de uso (tizne o señas de quema). Es decir, fueron hechos exclusivamente para el disfrute del difunto en su nueva vida en el más allá.   

C. Curiosamente, la piedra de moler o metate, figura rarísima vez en este inventario, por ser tal vez un objeto demasiado importante para los vivos y de bastante difícil y lenta adquisición como para privarse de él.  Los ceramios muy pequeñitos como los llamados "coquitos" por su forma cilíndrica (semejando un coco de palmera), al parecer, figuran siempre en las tumbas de niños pequeños: ¿serían al vez  sus juguetes?. Asi lo estima el colega Llagostera en nuestro artículo del año 1969. Es bastante  probable. ¿Y cuáles serían los juguetes de las niñas?  Tal vez, algunos elementos del telar, con los que ellas imitarían la labor de sus madres. 

D.  Se observa una especial preocupación por la calidad de la cubierta o techumbre de cada tumba. Evidentemente, se trató de evitar que el contenido de la tumba sufriera algún deterioro con el paso del tiempo. También, probablemente, como medida de protección contra la acción de roedores. Para ello se usó abundantes manojos de tejidos de totora o trozos de cuero animal.  La profundidad parecería ser también un factor importante: a lo que pudimos constatar en este montículo, la profundidad de la tapa superior del entierro varía  entre los 30, 60 u 80  cm., medida desde la cima del montículo. La máxima profundidad observada fue de 1,20 m.

(E)   En nuestro trabajo editado en 1969, con el nombre de: "Objetos de oro hallados en dos tumbas del valle de Azapa (Arica) y su contexto",  se da cuenta minuciosa de este hallazgo y  de su contenido en  cerámicas decoradas y objetos de oro   (H. Larrain y A. Llagostera, Revista NORTE de la Universidad del Norte, Antofagasta, volumen  III, Nº 1, octubre 1969: 79-90). Las dos tumbas  aquí referidas, se hallaban en nuestro montículo.

F. En el transcurso de estos trabajos en el montículo, recuerdo haber ido un par de veces a la ciudad de Arica a conseguir cajas de cartón para guardar  nuestros hallazgos. La tienda de la calle 21 de Mayo de la ciudad donde nos surtíamos de cajas y cartones era arrendado por un comerciante argentino, el señor Oscar Espoueys, quien empezó poco después (1966) a interesarse vivamente por la arqueología al tener noticias frescas por nosotros mismos de los descubrimientos hechos en el valle de Azapa. Espoueys  se dedicará poco después y con notable energía y éxito a la investigación arqueológica, especialidad a la que contribuyó con valiosos trabajos. En un posterior encuentro nuestro en Arica, en el año 2004, con ocasión de mi asistencia a un Congreso de Entomología en la ciudad, rememorábamos esos tiempos (40 años antes)  en que yo era solo un simple novato, amante de la arqueología y él, tan solo un comerciante preocupado de hacer fortuna vendiendo artículos eléctricos.  

G.  Contra lo que se podría esperar, muy rara vez se usa aquí maderos o troncos como elemento señalizador de la tumba. En nuestro estudio, solo advertimos un solo caso:; la tumba Nº 14. Uno podría preguntarse si los deudos seguían visitando y honrando a sus parientes después de enterrados. En tal caso, lo lógico -según nuestro sentir hoy día- habría sido dejar una clara señal en superficie, tal como nosotros dejamos hoy un cruz con su nombre en el lugar exacto de la inhumación de nuestros deudos en los cementerios. Lo que no parece ser el caso aquí.  Salvo que pusiesen algún elemento reconocible o piedras, las que con el paso del tiempo se movieron. Según he leído de algunos autores, en la cima de estos montículos funerarios se realizaba, de vez en cuando, ceremonias especiales o ritos recordatorios de los parientes ausentes. Es muy posible, pero resulta bastante difícil hoy hallar pruebas en tal sentido.

H.   Entre las conclusiones de nuestro artículo del año 1969 (Larrain y Llagostera, 1969: 92) se estampa la siguiente frase: "en el trabajo que daremos a conocer más tarde y que expone las investigaciones hechas  por nuestro equipo en 20 tumbas de este sitio, mostraremos varios casos típicos (del gran número de vasijas presentes)".  Este antiguo desideratum nuestro lo hemos venido a poner por obra tan solo hoy, al cumplirse exactamente 60 años de los respectivos hallazgos. A la verdad, se aplicaría bien aquí el adagio ¡"más vale tarde que nunca"!.

I. Por fin,  podríamos preguntarnos por qué los antiguos habitantes enterraron a sus difuntos en montículos artificiales, elevados especialmente, en lugar de hacerlo directamente en la tierra. Tal pregunta no es ociosa: tiene que haber habido una razón muy poderosa para ello. Sospechamos que la razón pudo ser meramente de carácter geográfico: esos terrenos planos de antaño eran probablemente mucho más anegadizos que hoy  en tiempos de  inundaciones, por efecto directo de las destructoras avenidas ocasionales de los ríos (huaycos; en nuestro caso, procedentes del desborde del río San José), causados por el invierno altiplánico en un período bastante más húmedo del planeta. Como medida eficaz de proteger y cuidar de los restos de sus deudos, optan por construir ad hoc grandes montículos elevados, a 3, 5 o más metros sobre el suelo. Es la explicación más congruente que hoy se nos viene a la mente.  Si tal cosa ocurrió -como sospechamos-  el hecho demostraría, una vez más, el profundo anhelo de cuidar del destino futuro de sus deudos fallecidos, evitando a toda costa su destrucción por agentes naturales, al igual que cuidaban siempre de asegurar su sustento en el más allá mediante el generoso aporte de alimentos y bebidas en sus tumbas.   

 

Notas.

(1). Percy Dauelsberg  Hahmann fue un prestigioso funcionario de Aduanas en la ciudad de Arica. Sobre su obra arqueológica y su legado, véase el elogio fúnebre que le dedicó su  gran amigo y compañero de tantas jornadas Luis Alvarez Miranda, en la revista Chungará, Vol. 26, Nº 1, 1994. También hizo una reseña de la pionera obra de Percy en la región de Arica el arqueólogo chileno Mario Orellana Rodríguez, en  un artículo publicado en la revista Chilena de Antropología, Nº 12, del año 1994   con el título de: "En recuerdo de Percy Dauelsberg Hahmann (1930-1994)". Poco después, en 1996, en su  valiosa síntesis de la arqueología en Chile, ("Historia de la arqueología en Chile", Bravo y Allende Editores, Santiago de Chile, 1996), Orellana dedicó varias páginas al análisis de los notables aportes de Percy y su grupo a las secuencias culturales de la arqueología de Arica. Allí, sintetiza del modo siguiente sus  aportes: "su esfuerzo mayor se concentró en  organizar los cuadros cronológicos del desarrollo cultural de la Primera Región". (Orellana, 1996: 183).

(2) Hacia el año 1960, durante las vacaciones de verano, hurgábamos con el jesuita Enrique Alvarez (1917-1986) unos conchales sitos en la desembocadura de un pequeño estero costero en el sitio de  Las Brisas, a unos pocos kilómetros al sur del balneario de Santo Domingo. Alvarez era muy aficionado a la arqueología y en esos conchales, en medio de la arena, hallábamos puntas de proyectil de los antiguos pobladores indígenas, pequeños trozos de cerámica y unas diminutas figurillas humanas toscas hechas en greda, fragmentadas, de unos  3 a 5 cm de longitud. Recuerdo que éstas nos llamaron profundamente la atención. ¿Qué representaban?. ¿Eran amuletos o, tal vez, objeto de algún ritual propio de pescadores?. ¿O juguetes de los niños?... Hasta hoy, me asaltan muchas inquietudes y dudas al respecto. Por horas, nos entreteníamos allí con Alvarez  buscando afanosamente y  colando entre la arena los elementos propios de la cultura de los pescadores antiguos. En cierto sentido,  considero hoy que  el jesuíta Enrique Alvarez fue, en cierto modo, mi primer "maestro" en arqueología: él me incitó a seguir  investigando la zona. Poco después, recorreríamos juntos (años 1963-64) los conchales de los pescadores descubiertos por mí al N. de la ciudad de Antofagasta, no lejos del Hipódromo, donde hallamos varios litos geométricos de piedra arenisca, redondos, con señas de uso, idénticos a los bien conocidos de la cultura Huentelauquén. 

(3) Los primeros descubrimientos arqueológicos de Percy Daueslberg se remontan a los años 1955/56. Con sus amigos Luis Alvarez, Guillermo Focacci y  Sergio Chacón, constituyó un equipo compacto de trabajo y fundaron el primer Museo arqueológico de Arica en la calle Sotomayor de la ciudad. Dotado de una enorme energía, Dauelsberg editó, con el apoyo de sus compañeros,  una valiosa  publicación  intitulada: "Boletín del Museo Regional de Arica" que alcanzó a publicar siete números. Aunque de apariencia muy austera y humilde,  allí Dauelsberg y sus socios, volcaron todas sus experiencias y  primeros trabajos y dieron a conocer sus notables descubrimientos de las diferentes fases culturales locales que denominaron respectivamente como Faldas del Morro, Cabuya, Sobraya, Chilpe, Saxamar, y estilos cerámicos denominados como San Miguel, Pocoma o Gentilar. Después de Max Uhle y Junius B. Bird, son sin duda Percy Dauelsberg y su grupo quienes dan un  fuerte y renovado impulso a la arqueología de la zona de Arica entre los años 1955 y 1990. 

(4)  Véase el artículo del arqueólogo de  la Universidad de Tarapacá, (Arica), Iván Muñoz Ovalle con el título de: "Enterramientos en túmulos en el valle de Azapa: nuevas evidencias para definir la Fase Alto Ramírez  en el extremo norte de Chile",   (Revista Chungará, Nº 19, diciembre 1987). Y el artículo: "El paisaje en la distribución de los túmulos funerarios del valle de Azapa, durante  el período formativo, norte de Chile", Revista de Geografía Norte Grande, Nº 50, pp. 23-43, año 2011 de los autores Iván Muñoz y Francisca Zalaquett.

(5)   En aquellas fechas, era muy común buscar y abrir tumbas indígenas para apropiarse de su rico ajuar tanto textil como cerámico. Recién las Leyes Indígenas (primero del Presidente Salvador Allende (1972) y después del Presidente Patricio Aylwin (1993) establecerán normas estrictas para controlar y sancionar  estas actividades clandestinas. Son numerosos los viajeros y expedicionarios de los siglos XVIII y XIX que en sus relatos nos han dejado referencias explícitas a la búsqueda de tumbas, a menudo con el objeto confesado de reunir objetos de las culturas indígenas para surtir e ilustrar museos europeos de Inglaterra, Francia, Italia,  Alemania o los Países Bajos.

(6). Las tumbas estaban muy próximas unas de otras, a veces a pocos centímetros de distancia. No pocas veces superpuestas. Es muy probable que los cuerpos depositados en este túmulo hayan estado emparentados entre sí y hayan pertenecido a un  mismo grupo humano próximo, asentado en la zona para practicar una avanzada agricultura del maíz. Hoy, con las novísimas técnicas que existen para el estudio del ADN mitocondrial, sería perfectamente posible rastrear tal posible (o probable) parentesco. Reencontrar y reunir hoy todos estos antiguos hallazgos, posiblemente dispersos entre varios Museos y colecciones del Norte de Chile, parecería hoy una tarea titánica, casi imposible. Nosotros mismos -lo recuerdo bien- llevamos a Antofagasta de este mismo sitio, además de objetos varios,  tres momias para ser expuestas en nuestro flamante museo de la Universidad del Norte de calle Prat (septiembre 1964). Es posible que este túmulo haya encerrado más de 100 tumbas abarcando, tal vez, un período de ocupación  de más de 200 años.

(7).  Es casi seguro que cuando en mi relato yo indico la presencia de un "cantarito" o "cántaro muy pequeño", me estoy refiriendo a los llamados "coquitos", término utilizado por los miembros del equipo de Dauelsberg.( Cf. nuestra Nota Nº 11). Autores posteriores les denominan "mates" por su forma oval característica. 

(8)  Son objetos muy pequeños, cilíndricos, de unos 20-22 mm de ancho, labrados en madera, provistos de un apéndice, que por su forma se asemejan a los trompos de los niños. Llagostera (0p. cit, 1969: 86) es de opinión de que serían juguetes de los niños. Al parecer, eran  encerrados en pequeñas redecillas, al modo de un cascabel, cuyas huellas textiles se ha conservado adheridas a los objetos.   

(9)  Estos "palitos"  (como los de té)  tal vez eran alguna medicina  o remedio para ser tomado mediante infusión. En realidad, no lo sabemos. De ser exhumados y estudiados hoy día, se podría fácilmente  descubrir  su origen y procedencia, gracias al microscopio electrónico y a los métodos de la etnobotánica andina, especialidad que ha hecho enormes avances en los últimos 30 -40 años. 

(10).  "Coquitos". Se trata de ceramios muy pequeños, de forma ovoide,  (aproximadamente 75 mm. de diámetro x 68 cm de alto) cuya función exacta se desconoce. Se especula que también serían implementos para el juego de los niños pequeños, ya que aparecen preferentemente en sepulturas de niños.

(11)   Esta tumba fue abierta antes de nuestra llegada, por la familia Ramos Coddou, la que reservó para sí todo su contenido aunque a pedido nuestro nos permitió tomar fotografías al conjunto  que según ellos conformaba la totalidad del ajuar respectivo (Ver Figs. Nº 5 y 6). 

Fig. 5.    Foto del contexto completo  hallado en esta tumba (Parcela 19),  tomada por nosotros in situ. Es ésta una de las poquísimas fotografías que conservo de esta excavación. A juzgar por el texto de nuestro diario  de campo de la época, se tomaron muchas más fotos, cuyos negativos no han aparecido en nuestros archivos.

Fig. 6. Página de mi  viejo  álbum fotográfico. Las dos primeras fotos corresponden a  la tumba excavada por la familia Ramos Coddou en el mismo montículo de la parcela 19 de Azapa.

Fig. 7. Dibujo de dos de los cántaros hallados en la tumba Nº  20 (ver arriba). En artículo de Larrain-Llagostera del año 1969: 90.  

Fig.  8. Formas cerámicas halladas  en una tumba del mismo montículo  funerario, excavada por los miembros del museo Regional de Arica donde apareció otra máscara de oro  (en articulo Larrain-Llagostera, 1969; 89. Dibujo de A. Llagostera). 

(12) La referencia a "lana de vicuña" nos fue sugerida por el arqueólogo Guillermo Focacci quien excavaba al mismo tiempo que nosotros en dicho montículo.

(13)  El hallazgo en este mismo montículo por obra  de Guillermo Focacci de una tumba de grandes dimensiones, donde  se halló como ofrenda 16 ceramios, consta en nuestro trabajo con Agustín Llagostera del año 1969: 92.

(14).  Las referencias sobre esta tumba Nº 22 y la siguiente, no proceden de nuestro Diario de Campo de la época, sino han sido resumidas de nuestro trabajo posterior del año 1969 (Larrain y Llagostera, publicado en la revista NORTE, de la Universidad del Norte, Antofagasta (Vol. 3, Nº 1, pp. 80-84). Proceden con certeza del mismo montículo funerario y de la misma fecha. La tumba Nº 22 fue excavada por la familia Ramos Coddou, dueña de la parcela 19. (Vea Figs. 5 y 6).

(15) Se debe al médico italiano Dr. Juan Noé Crevani  (1877-1947), el haber atacado  con éxito a partir del año 1937 hasta el año 1953 esta plaga  que  azotaba con vehemencia desde antiguo los valles de Azapa, Lluta y Camarones.  Estudios realizados por él  en esas épocas señalaban que más del 70% de los campesinos de dichos valles estaban infectados por el paludismo, sufriendo sus severas consecuencias. Un botón de muestra: cuando yo residía en la ciudad de Arica entre fines de 1971 y 1972 recuerdo que uno de mis compañeros de trabajo, el arqueólogo  Guillermo Focacci Aste, ariqueño,  sufría de este  mal que lo obligaba a  veces  a ausentarse del trabajo, cuando arreciaban los virulentos ataques de esta enfermedad. En honor al Dr. Noé, el erradicador de la malaria en la región, el hospital de la ciudad lleva hoy su nombre.  

(16)  Las denominaciones propias de los estilos cerámicos "Pocoma", "San Miguel" o "Gentilar" fueron sugeridas (y posteriormente aceptadas) por los integrantes el grupo arqueológico de Arica, dirigido por Percy Dauelsberg.  Figuran por primera vez en su artículo titulado: "Innovaciones en la clasificación de la cerámica de Arica", en  el Boletín Nº 4 del Museo Regional de Arica (1959/61). Los estilos denominados respectivamente "Pocoma" y "Gentilar", se presentan en los ajuares funerarios casi siempre juntos, en la misma tumba, lo que significaría que no solo fueron estrictamente contemporáneos, sino también que fueron producidos (o adoptados como propios) por el mismo grupo cultural. En otro capítulo de este mismo blog hemos sugerido la hipótesis de que estos dos estilos cerámicos (Pocoma y Gentilar) y posiblemente  también San Miguel, hayan sido creados y utilizados por el grupo étnico local conocido como "puquina". Sabemos de su existencia y su importancia por las fuentes históricas del ámbito extremo sur peruano (Arequipa y Tacna) y norte chileno (Arica hasta el río Loa), por los recientes estudios lingüísticos (toponímicos) del estudioso peruano Rodolfo Cerrón Palomino  pero no ha sido posible todavía  aislar e identificar con certeza el legado cultural cerámico y textil propio y característico de este grupo étnico (Vea al respecto nuestro capítulo del blog titulado: "Apuntes sobre los puquinas:  un desconocido pueblo indígena habitante del extremo sur peruano y Norte de Chile (Regiones de Arica y Tarapacá)", editado el 29/03/2019.

Agradecimientos.

Deseo estampar aquí, en forma especial,  mi gratitud hacia la hermanas Teresa y Magdalena Ugarte Silva, mis simpáticas vecinas, quienes me han solucionado todos los problemas técnicos con que tropiezo a cada rato, por mi torpeza senil.