domingo, 6 de octubre de 2024

Entierros humanos en un montículo funerario del valle de Azapa (Arica) y su contexto cultural en septiembre del año 1964: descripción del contenido de cada tumba.

 
Introducción.

Entre los días 18 y 24 de septiembre del año 1964, tuvimos la suerte de participar en la excavación de un montículo funerario del valle de Azapa, en la Parcela Nº  19 ("Las Maytas")  de  dicho valle. Para ello, fuimos invitados por  el arqueólogo ariqueño Percy Dauelsberg Hahmann (1930-1994), notable  investigador autodidacta, formador del primer grupo de arqueología y antropología de Arica (1). Le acompañaban -según yo recuerdo- sus colaboradores Guillermo Focacci Aste,  y Luis Alvarez Miranda. Conmigo, a este trabajo acudieron desde Antofagasta el jesuita Enrique Alvarez (2) y los  jóvenes Agustín Llagostera y Dino Azúa, por entonces estudiantes avanzados de biología en Antofagasta. (Cf. Diario H. Larrain, 1-A:  1964: 46-47).   

Dedicatoria: In memoriam  Percy Dauelsberg.

Hace exactamente 30 años (un día 2 de julio del año 1994), Percy Dauelsberg incansable investigador de extremo norte de Chile, nos dejaba para siempre, víctima de un cáncer.  Un año y medio antes, estando ya débil y enfermo, tuve yo la suerte de visitarle en su casa de Arica. Charlamos largo rato. Estaba trabajando por entonces, según me confidenció, en una traducción de uno de los últimos trabajos,  poco conocidos, del arqueólogo alemán Max Uhle  (1856-1944),  escrito en alemán, el cual  según él, ofrecía una visión muy certera de ciertos aspectos de la arqueología de Arica, tema de su predilección. No alcanzó a dar término a éste, su último escrito. La muerte, inexorable y voraz,  tronchó sus últimas fuerzas. Unos pocos  años antes (1988), Percy había tenido la satisfacción de revisar, en Berlín, tierra de sus antepasados alemanes, la copiosa documentación de Max Uhle conservada en la Freie Universität de Berlín y en  otras bibliotecas de Alemania. 

Fig. 1  Foto de Percy Dauelsberg  (tomada de Internet).

Queremos dedicar  este capítulo de nuestro Blog, con especial afecto y cariño, a la memoria de este gran investigador  del extremo Norte de Chile, notable propulsor de los estudios antropológicos y etnográficos de su querida región: Arica (3). 

El montículo funerario (4).

                    

Fig. 2. Tosco diseño nuestro de las excavaciones  realizadas en el contorno del túmulo funerario de la Parcela 19 del valle de Azapa. Muestra la ubicación relativa de 17 tumbas referidas en detalle en este trabajo. La mayúscula T. designa "tumba". Fecha 24/09/1964. (En Diario H. Larrain, 1-A, pg. 59).


Según los datos consignados en mi citado Diario de Campo,  este montículo artificial de aspecto oval y de unos 4.0 - 4.5 m de altura máxima, presentaba una superficie aproximada a los 200 m2,  midiendo unos  50 m. en la dirección N-S y unos 40 m. en la dirección E-W. Muy próximo al  camino que cruza el valle, distaba unos 30 m. al  sur de la casa de la familia Ramos Coddou, entre antiguas  plantaciones de olivos. La familia -según nos informara la dueña de la parcela, la Sra. Gaby de Ramos-  había emprendido las excavaciones por su cuenta unos 15 días antes de nuestra llegada, y había abierto varias tumbas, entre ellas una que ofreció, además de hermosas vasijas decoradas, algunas valiosas piezas de oro (5). No recuerdo por qué razón la familia decidió solo entonces alertar al Museo de la ciudad y a su director el señor Percy Dauelsberg respecto a este hallazgo. Tal vez, la multitud de tumbas que aparecían al intentar destruir el montículo les preocupó y les indujo a avisar al Museo.   

En mi Diario de Campo Nº  1-A (pp-59-72)  y con fechas desde el 18-09-1964, se describe nuestros descubrimientos hechos en el contorno del montículo,  de alrededor de 21 tumbas (6), varias de ellas formadas por elaboradas cistas forradas con bolones  toscos de río, y techadas generalmente con un entramado de ramas, esteras  de totora (hoy Isolepis sp. antes Scirpus sp.) o cueros de animal.  A continuación, enumeramos cuidadosamente  el contenido de dichas tumbas según reza mi Diario I-A (pp.: 59-69). Nuestro relato de aquella época es esquemático, bastante primitivo y a veces desordenado, y hemos tenido que hacer una verdadera labor de detective para tratar de enhebrar y compaginar bien los descubrimientos, en su orden correlativo, sin omitir dato alguno que pudiera ser útil en futuros estudios en la zona.

Resumen del contenido de las tumbas del montículo. (Hemos  subrayado aquí especialmente la presencia de guaguas y adultos). (Diario H.L. Nº 1-A: pp. 46-48 y  59-70).

Tumbas Nº 1-6. Sin datos. (Excavadas previamente, antes de nuestra llegada, por el equipo de Percy Dauelsberg).

Tumba Nº 7:  tumba encistada de una guagua. Cista de bolones de piedra tapada por una esterilla; sector sur del montículo; por desgracia, sin mayor  referencia a su contenido. 

Tumba Nº 8: techo de totora. Cista hecha de piedras de río.  Una guagua. Cráneo forrado por un manto y un gorro de lana. Cuchara de madera, calabacita, cesto pequeño, bolsa tejida, dos cántaros grandes, uno de ellos  antropomorfo, y dos cántaros chiquitos. (Diario 1-A pg. 60). 

Tumba Nº 9:  Un adulto y una guagua. La guagua yace a los pies del adulto (tal vez, su madre). Dos cestos pequeños.  Dentro del cesto, una cuchara. Un bolsa con semillas, una tortera y un cantarito  (7). Un cántaro grande pintado con diseños, dos palitos de huso (?). (Diario. 1-A: pg. 61).

Tumba Nº 10.  (texto escrito con la letra de nuestro ayudante Agustín Llagostera).  Esqueleto de adulto completo, flexado. 2 pequeños cántaros tipo calabaza;  junto a las rodillas, un cántaro grande.

Tumba Nº 11.  Cuerpo de un adulto extendido. Bolsa con granos de  maíz, una espina grande (¿para coser?). Restos de brocha. (Diario 1-A: pg  61.). 

Tumba Nº  12. Tumba de adulto con un niño pequeño. El adulto envuelto en tejidos muy destruidos. Un cántaro chico de 10 cm de altura. Una cuchara rota.

Tumba Nº 13.  (debajo de tumba Nº 11).  Cubierta de abundante totora.  Pequeña pieza de cestería (en espiral) muy dañada. En su extremo, un esqueleto de guagua. En la cima, un canastillo frágil y roto. Cerca del extremo, se halló un cántaro grande, sin decoración, con gollete quebrado, cubierto con un trozo de textil con diseños.   

Tumba Nº 14.   Techo de la cista en totora. Profundidad: 1.10 cm. Abovedada con bolones de río. Dos grandes troncos de árbol señalizadores en parte superior. Fardo funerario cubierto de tejidos muy dañados. Un niño de cráneo deformado, de unos 2 años. Dentro del fardo, dos cantaritos sin asas. Una calabaza pirograbada sobre cesto dañado. A su derecha, un cantarito con asas y cuello corto, hermosamente dibujado, puesto encima de un cesto destruido. Detrás del fardo, un cuchillo para la labor agricola (¿Chaquitaclla?). (Diario 1-A: pg. 63).

Tumba Nº 15.  Abovedada formada por grandes bolones de río. Su tapa, hecha de totora, mide aprox.  0.90 cm x 0.50 en forma de un saco. Presenta, encima, un cuero de llama. Cuatro cántaros sin diseños. Una urna de barro, sin contenido humano, encierra  un cantarito y al fondo, una calabaza pirograbada. Todo se halla depositado  sobre una "cama" de semillas. Al lado del bulto funerario de una guagüita, se observa  varios objetos de madera como "trompitos" (8). Al fondo, aparecen  2 cántaros sin decoración, entre varios huesos de animal (¿llama?).

Tumba Nº 16. (24/09/64). Un cántaro grande como urna, con los restos de una guagua en su interior (cráneo roto).  Dentro, un cantarito pequeño tapado con fibra vegetal. Se halló esta tumba a 1,60 m de profundidad desde la cima del montículo. Al lado, otro cántaro con asas, no decorado, que contiene en su interior palitos semejantes al té (9). Mide 0.33 cm de  alto. 

Fig. 3.  Referencia al contenido de las tumbas 16 y 17 (Diario H. Larrain, l-A: pg. 65).  

Tumba Nº  17. Tumba abovedada . Fardo funerario de una guagüita y trozos de una mandíbula de  otra guagüita. Presenta dos cántaros  en primer plano lo que es frecuente aquí. Uno de los cántaros del tipo urna, sin diseños, estaba roto. El otro, es dibujado. En el interior de tumba, aparecen seis cántaros: uno grande, uno zoomorfo, uno de doble asa chico y otro pequeño en forma de "coquito"  (10). 

Tumba Nº 18. Un fardo de guagüita. Presenta dos cantaritos pequeños. No presenta tumba en forma de cista abovedada con piedras de río como muchas otras.

Tumba Nº 19.   cubierta de una tapa de totora. Sin piedras de pared. Esqueleto de adulto. Llevo conmigo la mandíbula sin molares. Aparece al lado una  bolsa (¿talega?)  con plumas adheridas. Cuerpo envuelto en 4 cotones de lana (Cf. Diario 1-A. pg. 67).

Tumba Nº 20. Fue íntegramente excavada por miembros de la familia Ramos Coddou (dueños del predio)  quienes se reservaron para sí todas las ofrendas (11). Apareció a 1.20 m de profundidad. Momia de mujer adulta, que conserva bien la piel y tejidos. Presenta dos cántaros grandes llenos de abundante lana de vicuña (12). Un cesto que contiene una calabaza sin pirograbar. Un cantarito pequeño y un peine (que me regalaron para el Museo). No presenta el típico abovedado de bolones de río, pero sí muestra la respectiva tapa de totoras entrecruzadas. (Cf. Diario 1-A: pg. 68). 

Tumba Nº 21. (Excavada por el Sr. Guillermo Focacci). Apareció arriba  una piedra de moler grande como parte de la bóveda  de la cista. No hay otros datos en nuestro Diario. (Cfr. Diario 1-A: pg.70). Pero en el artículo de Larrain y Llagostera del año 1969 (pg. 92) se comenta que en esa enorme tumba Focacci halló nada menos que 16 ceramios (!).(13). 

Tumba Nº 22.  He aquí su texto resumido, tomado de nuestro artículo del año 1969 (14):

"Sepultura de un adulto con sus tejidos en muy mal estado de conservación. De esta tumba del tipo de falsa bóveda. proceden los objetos de oro señalados en las figuras...La incertidumbre acerca de la forma de la tapa...radica en la falta de interés por parte de los improvisados arqueólogos. Se hallaba en el sector sur del montículo, a 1.20 m de profundidad máxima. Fue excavada lateralmente...De esta tumba proceden los objetos  de oro señalados en las Figuras 2 y 3, Lámina 1 (Vea nuestra Fig.   4, abajo). Además, una cinta del mismo metal cortada en dos partes,  de 1 cm de ancho y un largo total de 74 cm...No consta la posición exacta de estos objetos en la tumba; suponemos que se hallaban en contacto con el cuerpo...".

"Además de los objetos referidos, esa tumba contenía lo siguiente: 9 ceramios, dos instrumentos agrícolas, un hacha de piedra, 2 trompitos de madera y un siku (instrumento aerófono semejante a la flauta de Pan)....". Los ceramios decorados polícromos corresponden a lo estilos Gentilar y Pocoma.  

Tumba Nº 23. Excavada en esos mismos días por miembros del Museo Regional de Arica. Sector sur del montículo, tapa a unos 40 cm de profundidad. Fue abierta lateralmente. Corresponde al tipo de tumba de falsa bóveda hecha de bolones. Contiene el cuerpo de un niño pequeño, muy deshechos su cuerpo y tejidos. Techo de la tumba formado por una estera de totora gruesa en la forma de un saco con abertura. Encima, un gran trozo de piel de llama  que conserva la lana. Los restos del niño y las ofrendas descansaban en un cama de semillas de molle boliviano. Como ofrenda, presenta una mascarilla de oro antropomorfa, la que señala mediante  fino punteado los ojos y boca. (Vea en nuestra Fig. 4, la fig. 1 del dibujante). Otros objetos de  esta ofrenda:  una calabaza pirograbada, un palo de 49 cm de longitud que sostenía la tapa, un cuchillo de 38 cm., una cuchara de 13 cm., una olla de greda grande,  seis "trompitos" de 20-22 mm de diámetro,  con trazas de tela aún adherida,  cinco ceramios decorados estilo Pocoma y Gentilar, tres "coquitos" decorados. Nuestro trabajo (Larrain-Llagostera, 1969)  resume así estos descubrimientos en el montículo: "No puede caber la menor duda de que las tumbas y su contenido que hemos analizado in extenso, pertenecen a la misma cultura y la misma época...En el montículo, estas tumbas estaban en el sector sur y distantes unos 6 a 7 metros en línea recta".... "El gran número de vasijas en las tumbas, parece ser un carácter típico del grupo humano que enterró en este montículo"  (Larrain y Llagostera, 1969: 92). 

Fig.  4.   Objetos de oro rescatados de dos tumbas del túmulo funerario de la parcela 19, del valle de Azapa.  (según Larrain y Llagostera,  en artículo de la revista NORTE de la Universidad Católica del Norte, vol. III, Nº 1,  1969: 81).

Nuestros comentarios.

A.  En las tumbas de que hay datos precisos, nos ha llamado bastante la atención el gran número de guaguas y niños muy pequeños en relación al número de adultos sepultados. De las l9  tumbas descritas en detalle con presencia de cuerpos, 11 muestran entierros de "niños", en general muy pequeños (yo les denominé aquí como "guaguas"). Lo que vendría a representar el  57.9 %  del total de entierros humanos. Los adultos representan aquí solo el 42.1 %. Lo que estaría aludiendo, a mi modo de ver, a una alta mortalidad infantil, en años muy tempranos ("guaguas y niños pequeños"). No sabríamos a qué atribuir tal frecuencia que, tal vez, tenga algo que ver con la presencia del mosquito trasmisor del paludismo o la malaria (Anopheles pseudopunctipennis), presente desde tiempos antiguos en los valles sur-peruanos y  norte-chilenos (15).

B.  La mayoría de las tumbas, contiene  varios ceramios, tanto decorados como de uso común, sin decoración. Algunos presentan restos de alimentos, en especial corontas de maiz o semillas, otros lanas u otros elemento útiles. ¿Cómo explicar la profusión de ceramios de todo tipo?. En el ajuar casero del indígena de la época, la cerámica era, tal vez, el elemento más importante para la familia, tanto o más importante que la piedra de moler. Gran parte de los ceramios, máxime los hermosamente decorados  -estilos San Miguel, Pocoma y/o Gentilar (16)-, sin embargo, parecen haber sido elaborados con fines estrictamente funerarios y no presentan muestras de uso (tizne o señas de quema). Es decir, fueron hechos exclusivamente para el disfrute del difunto en su nueva vida en el más allá.   

C. Curiosamente, la piedra de moler o metate, figura rarísima vez en este inventario, por ser tal vez un objeto demasiado importante para los vivos y de bastante difícil y lenta adquisición como para privarse de él.  Los ceramios muy pequeñitos como los llamados "coquitos" por su forma cilíndrica (semejando un coco de palmera), al parecer, figuran siempre en las tumbas de niños pequeños: ¿serían al vez  sus juguetes?. Asi lo estima el colega Llagostera en nuestro artículo del año 1969. Es bastante  probable. ¿Y cuáles serían los juguetes de las niñas?  Tal vez, algunos elementos del telar, con los que ellas imitarían la labor de sus madres. 

D.  Se observa una especial preocupación por la calidad de la cubierta o techumbre de cada tumba. Evidentemente, se trató de evitar que el contenido de la tumba sufriera algún deterioro con el paso del tiempo. También, probablemente, como medida de protección contra la acción de roedores. Para ello se usó abundantes manojos de tejidos de totora o trozos de cuero animal.  La profundidad parecería ser también un factor importante: a lo que pudimos constatar en este montículo, la profundidad de la tapa superior del entierro varía  entre los 30, 60 u 80  cm., medida desde la cima del montículo. La máxima profundidad observada fue de 1,20 m.

(E)   En nuestro trabajo editado en 1969, con el nombre de: "Objetos de oro hallados en dos tumbas del valle de Azapa (Arica) y su contexto",  se da cuenta minuciosa de este hallazgo y  de su contenido en  cerámicas decoradas y objetos de oro   (H. Larrain y A. Llagostera, Revista NORTE de la Universidad del Norte, Antofagasta, volumen  III, Nº 1, octubre 1969: 79-90). Las dos tumbas  aquí referidas, se hallaban en nuestro montículo.

F. En el transcurso de estos trabajos en el montículo, recuerdo haber ido un par de veces a la ciudad de Arica a conseguir cajas de cartón para guardar  nuestros hallazgos. La tienda de la calle 21 de Mayo de la ciudad donde nos surtíamos de cajas y cartones era arrendado por un comerciante argentino, el señor Oscar Espoueys, quien empezó poco después (1966) a interesarse vivamente por la arqueología al tener noticias frescas por nosotros mismos de los descubrimientos hechos en el valle de Azapa. Espoueys  se dedicará poco después y con notable energía y éxito a la investigación arqueológica, especialidad a la que contribuyó con valiosos trabajos. En un posterior encuentro nuestro en Arica, en el año 2004, con ocasión de mi asistencia a un Congreso de Entomología en la ciudad, rememorábamos esos tiempos (40 años antes)  en que yo era solo un simple novato, amante de la arqueología y él, tan solo un comerciante preocupado de hacer fortuna vendiendo artículos eléctricos.  

G.  Contra lo que se podría esperar, muy rara vez se usa aquí maderos o troncos como elemento señalizador de la tumba. En nuestro estudio, solo advertimos un solo caso:; la tumba Nº 14. Uno podría preguntarse si los deudos seguían visitando y honrando a sus parientes después de enterrados. En tal caso, lo lógico -según nuestro sentir hoy día- habría sido dejar una clara señal en superficie, tal como nosotros dejamos hoy un cruz con su nombre en el lugar exacto de la inhumación de nuestros deudos en los cementerios. Lo que no parece ser el caso aquí.  Salvo que pusiesen algún elemento reconocible o piedras, las que con el paso del tiempo se movieron. Según he leído de algunos autores, en la cima de estos montículos funerarios se realizaba, de vez en cuando, ceremonias especiales o ritos recordatorios de los parientes ausentes. Es muy posible, pero resulta bastante difícil hoy hallar pruebas en tal sentido.

H.   Entre las conclusiones de nuestro artículo del año 1969 (Larrain y Llagostera, 1969: 92) se estampa la siguiente frase: "en el trabajo que daremos a conocer más tarde y que expone las investigaciones hechas  por nuestro equipo en 20 tumbas de este sitio, mostraremos varios casos típicos (del gran número de vasijas presentes)".  Este antiguo desideratum nuestro lo hemos venido a poner por obra tan solo hoy, al cumplirse exactamente 60 años de los respectivos hallazgos. A la verdad, se aplicaría bien aquí el adagio ¡"más vale tarde que nunca"!.

I. Por fin,  podríamos preguntarnos por qué los antiguos habitantes enterraron a sus difuntos en montículos artificiales, elevados especialmente, en lugar de hacerlo directamente en la tierra. Tal pregunta no es ociosa: tiene que haber habido una razón muy poderosa para ello. Sospechamos que la razón pudo ser meramente de carácter geográfico: esos terrenos planos de antaño eran probablemente mucho más anegadizos que hoy  en tiempos de  inundaciones, por efecto directo de las destructoras avenidas ocasionales de los ríos (huaycos; en nuestro caso, procedentes del desborde del río San José), causados por el invierno altiplánico en un período bastante más húmedo del planeta. Como medida eficaz de proteger y cuidar de los restos de sus deudos, optan por construir ad hoc grandes montículos elevados, a 3, 5 o más metros sobre el suelo. Es la explicación más congruente que hoy se nos viene a la mente.  Si tal cosa ocurrió -como sospechamos-  el hecho demostraría, una vez más, el profundo anhelo de cuidar del destino futuro de sus deudos fallecidos, evitando a toda costa su destrucción por agentes naturales, al igual que cuidaban siempre de asegurar su sustento en el más allá mediante el generoso aporte de alimentos y bebidas en sus tumbas.   

 

Notas.

(1). Percy Dauelsberg  Hahmann fue un prestigioso funcionario de Aduanas en la ciudad de Arica. Sobre su obra arqueológica y su legado, véase el elogio fúnebre que le dedicó su  gran amigo y compañero de tantas jornadas Luis Alvarez Miranda, en la revista Chungará, Vol. 26, Nº 1, 1994. También hizo una reseña de la pionera obra de Percy en la región de Arica el arqueólogo chileno Mario Orellana Rodríguez, en  un artículo publicado en la revista Chilena de Antropología, Nº 12, del año 1994   con el título de: "En recuerdo de Percy Dauelsberg Hahmann (1930-1994)". Poco después, en 1996, en su  valiosa síntesis de la arqueología en Chile, ("Historia de la arqueología en Chile", Bravo y Allende Editores, Santiago de Chile, 1996), Orellana dedicó varias páginas al análisis de los notables aportes de Percy y su grupo a las secuencias culturales de la arqueología de Arica. Allí, sintetiza del modo siguiente sus  aportes: "su esfuerzo mayor se concentró en  organizar los cuadros cronológicos del desarrollo cultural de la Primera Región". (Orellana, 1996: 183).

(2) Hacia el año 1960, durante las vacaciones de verano, hurgábamos con el jesuita Enrique Alvarez unos conchales sitos en la desembocadura de un pequeño estero costero en el sitio de  Las Brisas, a unos pocos kilómetros al sur del balneario de Santo Domingo. Alvarez era muy aficionado a la arqueología y en esos conchales, en medio de la arena, hallábamos puntas de proyectil de los antiguos pobladores indígenas, pequeños trozos de cerámica y unas diminutas figurillas humanas toscas hechas en greda, fragmentadas, de unos  3 a 5 cm de longitud. Recuerdo que éstas nos llamaron profundamente la atención. ¿Qué representaban?. ¿Eran amuletos o, tal vez, objeto de algún ritual propio de pescadores?. ¿O juguetes de los niños?... Hasta hoy, me asaltan muchas inquietudes y dudas al respecto. Por horas, nos entreteníamos allí con Alvarez  buscando afanosamente y  colando entre la arena los elementos propios de la cultura de los pescadores antiguos. En cierto sentido,  considero hoy que  el jesuíta Enrique Alvarez fue, en cierto modo, mi primer "maestro" en arqueología: él me incitó a seguir  investigando la zona. Poco después, recorreríamos juntos (años 1963-64) los conchales de los pescadores descubiertos por mí al N. de la ciudad de Antofagasta, no lejos del Hipódromo, donde hallamos varios litos geométricos de piedra arenisca, redondos, con señas de uso, idénticos a los bien conocidos de la cultura Huentelauquén. 

(3) Los primeros descubrimientos arqueológicos de Percy Daueslberg se remontan a los años 1955/56. Con sus amigos Luis Alvarez, Guillermo Focacci y  Sergio Chacón, constituyó un equipo compacto de trabajo y fundaron el primer Museo arqueológico de Arica en la calle Sotomayor de la ciudad. Dotado de una enorme energía, Dauelsberg editó, con el apoyo de sus compañeros,  una valiosa  publicación  intitulada: "Boletín del Museo Regional de Arica" que alcanzó a publicar siete números. Aunque de apariencia muy austera y humilde,  allí Dauelsberg y sus socios, volcaron todas sus experiencias y  primeros trabajos y dieron a conocer sus notables descubrimientos de las diferentes fases culturales locales que denominaron respectivamente como Faldas del Morro, Cabuya, Sobraya, Chilpe, Saxamar, y estilos cerámicos denominados como San Miguel, Pocoma o Gentilar. Después de Max Uhle y Junius B. Bird, son sin duda Percy Dauelsberg y su grupo quienes dan un  fuerte y renovado impulso a la arqueología de la zona de Arica entre los años 1955 y 1990. 

(4)  Véase el artículo del arqueólogo de  la Universidad de Tarapacá, (Arica), Iván Muñoz Ovalle con el título de: "Enterramientos en túmulos en el valle de Azapa: nuevas evidencias para definir la Fase Alto Ramírez  en el extremo norte de Chile",   (Revista Chungará, Nº 19, diciembre 1987). Y el artículo: "El paisaje en la distribución de los túmulos funerarios del valle de Azapa, durante  el período formativo, norte de Chile", Revista de Geografía Norte Grande, Nº 50, pp. 23-43, año 2011 de los autores Iván Muñoz y Francisca Zalaquett.

(5)   En aquellas fechas, era muy común buscar y abrir tumbas indígenas para apropiarse de su rico ajuar tanto textil como cerámico. Recién las Leyes Indígenas (primero del Presidente Salvador Allende (1972) y después del Presidente Patricio Aylwin (1993) establecerán normas estrictas para controlar y sancionar  estas actividades clandestinas. Son numerosos los viajeros y expedicionarios de los siglos XVIII y XIX que en sus relatos nos han dejado referencias explícitas a la búsqueda de tumbas, a menudo con el objeto confesado de reunir objetos de las culturas indígenas para surtir e ilustrar museos europeos de Inglaterra, Francia, Italia,  Alemania o los Países Bajos.

(6). Las tumbas estaban muy próximas unas de otras, a veces a pocos centímetros de distancia. No pocas veces superpuestas. Es muy probable que los cuerpos depositados en este túmulo hayan estado emparentados entre sí y hayan pertenecido a un  mismo grupo humano próximo, asentado en la zona para practicar una avanzada agricultura del maíz. Hoy, con las novísimas técnicas que existen para el estudio del ADN mitocondrial, sería perfectamente posible rastrear tal posible (o probable) parentesco. Reencontrar y reunir hoy todos estos antiguos hallazgos, posiblemente dispersos entre varios Museos y colecciones del Norte de Chile, parecería hoy una tarea titánica, casi imposible. Nosotros mismos -lo recuerdo bien- llevamos a Antofagasta de este mismo sitio, además de objetos varios,  tres momias para ser expuestas en nuestro flamante museo de la Universidad del Norte de calle Prat (septiembre 1964). Es posible que este túmulo haya encerrado más de 100 tumbas abarcando, tal vez, un período de ocupación  de más de 200 años.

(7).  Es casi seguro que cuando en mi relato yo indico la presencia de un "cantarito" o "cántaro muy pequeño", me estoy refiriendo a los llamados "coquitos", término utilizado por los miembros del equipo de Dauelsberg.( Cf. nuestra Nota Nº 11). Autores posteriores les denominan "mates" por su forma oval característica. 

(8)  Son objetos muy pequeños, cilíndricos, de unos 20-22 mm de ancho, labrados en madera, provistos de un apéndice, que por su forma se asemejan a los trompos de los niños. Llagostera (0p. cit, 1969: 86) es de opinión de que serían juguetes de los niños. Al parecer, eran  encerrados en pequeñas redecillas, al modo de un cascabel, cuyas huellas textiles se ha conservado adheridas a los objetos.   

(9)  Estos "palitos"  (como los de té)  tal vez eran alguna medicina  o remedio para ser tomado mediante infusión. En realidad, no lo sabemos. De ser exhumados y estudiados hoy día, se podría fácilmente  descubrir  su origen y procedencia, gracias al microscopio electrónico y a los métodos de la etnobotánica andina, especialidad que ha hecho enormes avances en los últimos 30 -40 años. 

(10).  "Coquitos". Se trata de ceramios muy pequeños, de forma ovoide,  (aproximadamente 75 mm. de diámetro x 68 cm de alto) cuya función exacta se desconoce. Se especula que también serían implementos para el juego de los niños pequeños, ya que aparecen preferentemente en sepulturas de niños.

(11)   Esta tumba fue abierta antes de nuestra llegada, por la familia Ramos Coddou, la que reservó para sí todo su contenido aunque a pedido nuestro nos permitió tomar fotografías al conjunto  que según ellos conformaba la totalidad del ajuar respectivo (Ver Figs. Nº 5 y 6). 

Fig. 5.    Foto del contexto completo  hallado en esta tumba (Parcela 19),  tomada por nosotros in situ. Es ésta una de las poquísimas fotografías que conservo de esta excavación. A juzgar por el texto de nuestro diario  de campo de la época, se tomaron muchas más fotos, cuyos negativos no han aparecido en nuestros archivos.

Fig. 6. Página de mi  viejo  álbum fotográfico. Las dos primeras fotos corresponden a  la tumba excavada por la familia Ramos Coddou en el mismo montículo de la parcela 19 de Azapa.

Fig. 7. Dibujo de dos de los cántaros hallados en la tumba Nº  20 (ver arriba). En artículo de Larrain-Llagostera del año 1969: 90.  

Fig.  8. Formas cerámicas halladas  en una tumba del mismo montículo  funerario, excavada por los miembros del museo Regional de Arica donde apareció otra máscara de oro  (en articulo Larrain-Llagostera, 1969; 89. Dibujo de A. Llagostera). 

(12) La referencia a "lana de vicuña" nos fue sugerida por el arqueólogo Guillermo Focacci quien excavaba al mismo tiempo que nosotros en dicho montículo.

(13)  El hallazgo en este mismo montículo por obra  de Guillermo Focacci de una tumba de grandes dimensiones, donde  se halló como ofrenda 16 ceramios, consta en nuestro trabajo con Agustín Llagostera del año 1969: 92.

(14).  Las referencias sobre esta tumba Nº 22 y la siguiente, no proceden de nuestro Diario de Campo de la época, sino han sido resumidas de nuestro trabajo posterior del año 1969 (Larrain y Llagostera, publicado en la revista NORTE, de la Universidad del Norte, Antofagasta (Vol. 3, Nº 1, pp. 80-84). Proceden con certeza del mismo montículo funerario y de la misma fecha. La tumba Nº 22 fue excavada por la familia Ramos Coddou, dueña de la parcela 19. (Vea Figs. 5 y 6).

(15) Se debe al médico italiano Dr. Juan Noé Crevani  (1877-1947), el haber atacado  con éxito a partir del año 1937 hasta el año 1953 esta plaga  que  azotaba con vehemencia desde antiguo los valles de Azapa, Lluta y Camarones.  Estudios realizados por él  en esas épocas señalaban que más del 70% de los campesinos de dichos valles estaban infectados por el paludismo, sufriendo sus severas consecuencias. Un botón de muestra: cuando yo residía en la ciudad de Arica entre fines de 1971 y 1972 recuerdo que uno de mis compañeros de trabajo, el arqueólogo  Guillermo Focacci Aste, ariqueño,  sufría de este  mal que lo obligaba a  veces  a ausentarse del trabajo, cuando arreciaban los virulentos ataques de esta enfermedad. En honor al Dr. Noé, el erradicador de la malaria en la región, el hospital de la ciudad lleva hoy su nombre.  

(16)  Las denominaciones propias de los estilos cerámicos "Pocoma", "San Miguel" o "Gentilar" fueron sugeridas (y posteriormente aceptadas) por los integrantes el grupo arqueológico de Arica, dirigido por Percy Dauelsberg.  Figuran por primera vez en su artículo titulado: "Innovaciones en la clasificación de la cerámica de Arica", en  el Boletín Nº 4 del Museo Regional de Arica (1959/61). Los estilos denominados respectivamente "Pocoma" y "Gentilar", se presentan en los ajuares funerarios casi siempre juntos, en la misma tumba, lo que significaría que no solo fueron estrictamente contemporáneos, sino también que fueron producidos (o adoptados como propios) por el mismo grupo cultural. En otro capítulo de este mismo blog hemos sugerido la hipótesis de que estos dos estilos cerámicos (Pocoma y Gentilar) y posiblemente  también San Miguel, hayan sido creados y utilizados por el grupo étnico local conocido como "puquina". Sabemos de su existencia y su importancia por las fuentes históricas del ámbito extremo sur peruano (Arequipa y Tacna) y norte chileno (Arica hasta el río Loa), por los recientes estudios lingüísticos (toponímicos) del estudioso peruano Rodolfo Cerrón Palomino  pero no ha sido posible todavía  aislar e identificar con certeza el legado cultural cerámico y textil propio y característico de este grupo étnico (Vea al respecto nuestro capítulo del blog titulado: "Apuntes sobre los puquinas:  un desconocido pueblo indígena habitante del extremo sur peruano y Norte de Chile (Regiones de Arica y Tarapacá)", editado el 29/03/2019.

Agradecimientos.

Deseo estampar aquí, en forma especial,  mi gratitud hacia la hermanas Teresa y Magdalena Ugarte Silva, mis simpáticas vecinas, quienes me han solucionado todos los problemas técnicos con que tropiezo a cada rato, por mi torpeza senil.

                                                                                                                                                                                                                                                                                  


martes, 17 de septiembre de 2024

Mis primeras actividades arqueológicas en la costa de Antofagasta: hallazgos que llamaron la atención de un neófito durante el año 1963.

 Hace exactamente 61 años, en agosto del año 1963, emprendía yo con entusiasmo juvenil y no poco atrevimiento, mis primeros reconocimientos costeros en busca de los rastros de los antiguos pobladores Changos (1). Había llegado a la ciudad de Antofagasta, para ser contratado por la Universidad del Norte un 8 de Junio del año 1963. Meses antes, el fundador de la Universidad, el antofagastino y  sacerdote jesuita Gerardo Claps Gallo había estado en la casa de estudios de los jesuitas en la localidad de Estación Marruecos (hoy Padre Hurtado), reclutando entre los jóvenes jesuitas personal nuevo de profesores para la nueva Universidad. El provincial de la época, el P.  Carlos Pomar Mardones le había autorizado a buscar y reclutar allí  personas jóvenes interesadas en integrar el flamante claustro de profesores. 

Los jesuitas tenían en dicha ciudad desde el año 1936 la dirección del colegio secundario San Luis, fundado por los sacerdotes alemanes del Verbo Divino  Florián Blümel y  Albino Seeger en el año 1916. En el año 1936 el colegio fue transferido por el obispo de la diócesis a la Compañía de Jesús, la que nombró al padre Nicanor Marambio como su rector. Años más tarde, el  jesuita Gerardo Claps, un antofagastino lleno de entusiasmo, hizo suya la conveniencia de crear un Centro Universitario de sólida raíz cristiana, que compitiera con éxito con la Sede de la Universidad de Chile en la ciudad,  dominaba por entonces por la Masonería.  Como yo ya había estado trabajando un año en dicho colegio durante todo el año 1960, como profesor de ciencias naturales (-al regresar de mis estudios religiosos en Europa-), ya le había tomado "el gustillo" al trabajo en pleno desierto, me ofrecí de inmediato para el nuevo desafío nortino. Fui aceptado, y así un día  8 de junio de 1964, llegaba yo a Antofagasta a la nueva residencia universitaria de dos pisos de los jesuítas, situada en las inmediaciones de las ruinas de la antigua fundición de plata de Hunchaca  (2). Junto a mi ropa y mis escasas pertenencias entre ellas la Biblia y los evangelios en francés y alemán, portaba yo mis diccionarios y una preciada mochila tirolesa, además de elementos de excursión y captura de insectos (red, frascos de cianuro, "chupete", etc.). Alimentaba yo por entonces la secreta esperanza de seguir colectando insectos propios del desierto, en particular tenebriónidos (3). Afición ésta que me había sido inculcada por mi amigo santiaguino Luis Peña Guzmán (1921-1995), reconocido entomólogo chileno (4),  y que mi rector en Estación Marruecos, el jesuita  José Correa Valdés  me había censurado abiertamente. En el Norte, en un ambiente universitario,  abierto a todas las inquietudes científicas, hallé yo pronto un lugar sumamente propicio para mis propios descubrimientos e inquietudes. Y también, para trabar nuevas amistades universitarias con biólogos, físicos, químicos, historiadores y hasta artistas (5).

  Uno de mis primeros actos a mi llegada a la Universidad, fue ir a visitar el museo de la Universidad, dirigido por entonces por el joven y dinámico arqueólogo autodidacta, Bernardo Tolosa Cataldo. Muy pronto, solicité al Vice Rector de la Universidad el padre Alfondo Salas Valdés,  la autorización para incorporarme al mismo. Salas, en efecto, se manifestó muy afecto al Museo, sus exploraciones y descubrimientos, y siempre estuvo dispuesto a apoyarnos en nuestras salidas a terreno. En efecto, varias veces puso a mi disposición un jeep de la Universidad (6).   A partir de ese momento y hasta mi partida a México  para estudiar la carrera de arqueología,  (6 de Enero 1965), el Museo pasó a ser  "mi nuevo hogar".  Todos los objetos y elementos colectados en mis numerosos viajes de exploración durante ese período de tiempo (casi dos años completos), quedaron  allí entregados y fueron consignados por nosotros mismos  en un catálogo ad hoc (7). 


Mis primeras anotaciones arqueológicas.

En mi Diario de Campo tomo 1-A, que tengo a la vista, a continuación de mis viejos  recuerdos de mi llegada a  Alemania  (en el año 1955), empecé a graficar y anotar cuidadosamente mis nuevos descubrimientos hechos en la costa de Antofagasta, al norte de la ciudad, a partir de agosto del año 1963. El primitivo registro conservado en el citado Diario  1-A  (pp. 1-77)  no tenía inicialmente otra pretensión que servirme a mi mismo de guía y recordatorio frente a mis nuevos descubrimientos. Siempre le di un carácter solo provisorio. Mi idea fija era más bien ir publicando en la revista de la Universidad dichos descubrimientos a medida que adquirían, a mi entender, cierta coherencia y peso científico. Y, de hecho, llegué a  publicar con estos mismos materiales, un par de trabajos (8).  Como se verá en el transcurso de este relato, fueron la lítica (puntas de proyectil, lascas (9), percutores, raspadores, metates o pesos de red) y la cerámica indígena fragmentada  (vasijas de diversas formas), los elementos culturales que más atrajeron mi atención por entonces. ¿Por  qué?. simplemente porque eran los fragmentos más recurrentes que fueron abandonados y descartados en torno a los restos de las antiguas chozas de los indígenas  pescadores.     

Para no perder ningún detalle de mis primeros recorridos por la costa norte de Antofagasta, iremos anotando, con el mismo orden y disposición del viejo Diario de Campo, los descubrimientos hechos, con su fecha y detalles. En mis comentarios y notas alusivas, iremos señalando a la vez la importancia que en aquel tiempo dábamos a cada descubrimiento.


Mi primera excursión arqueológica en la costa de Antofagasta.

8/08/1963.  El primer sitio avistado por mí  lo describí del modo siguiente

"Conchal indígena muy grande al frente y algo al  sur de la isla Guzmán  (sic! por Guamán (10),  La Chimba, junto a una profunda zanja. El conchal se extiende a ambos lados, en gran extensión y ancho. Ocupa la ladera  de los cerros desde poco más arriba de la salida de la cañería de agua (potable) (11), hasta la base misma de los cerros.  A la derecha del zanjón, hay grupos de habitaciones.(greda, puntas y conchas). Las astillas (lascas) me dieron la pista (12). Material  (hallado):  mucha cerámica; algunos fragmentos de cerámica pintada. piedras percutores, piedras redondas con (señas de)  uso (pulimento); puntas (de proyectil) chicas y una grande de piedra roja. (Es) una zona de bloques. Parece (que) han excavado tumbas junto a esas piedras..." (pg. 2 y 3). " (Diario H. Larrain, vol. I-A; pg. 3). 


¿Como reconocí entonces la existencia de un conchal indígena?.

A lo largo de la costa chilena y en especial en zonas de playas extendidas con presencia de roqueríos interpuestos, abundan las conchas de diferentes moluscos, por efecto del  trabajo abrasivo del mar  que las saca de las rocas donde se adhieren  o de entre las arenas donde se crían. Pero un "conchal" (13)  es algo bien diferente, pues  representa una acumulación  artificial  de gran cantidad de ciertas conchas por efecto de su continuo empleo y descarte como alimento por parte de los antiguos pobladores costeros. En un conchal indígena auténtico, por lo tanto, se observará la presencia preferente  de conchas de sólo algunos moluscos. En nuestras costas, los moluscos preferidos por los indígenas fueron los locos, lapas o apretadores o chitones de la familia de los gastrópodos,  o   los ostiones, las ostras, o los choros, del grupo de los bivalvos. Son  éstas las especies de mayor tamaño que suministraban una mayor cantidad de alimento y que, además, podían ser capturadas más fácilmente en las bajas mareas,  aún por las mujeres y niños. 

Una gran acumulación de conchas de estas especies, probablemente delata la presencia de un conchal indígena. Y si agregamos la presencia de "lascas" o esquirlas, tendremos la certeza absoluta de estar en presencia de un auténtico "conchal" usado como sitio de vivienda y trabajo.  Las "lascas", en efecto, nos prueban de inmediato la presencia de un sitio destinado al trabajo de talla efectuado in situ por los pescadores. El trabajo de tallar o fabricar  instrumentos, debió ocupar una parte muy importante del tiempo del antiguo pescador-recolector. Pues en su labor de cacería, perdía o rompía diariamente muchas puntas de proyectil las que necesitaba reponer de inmediato. En su morral de caza, el pescador mantenía, de seguro, decenas o centenas de puntas de proyectil de diversos tamaños según el tipo de  presa que tenía a la vista  (ave, lobo marino, chungungo o guanaco).    

En nuestros hallazgos tempranos en la costa de Antofagasta  (1963-1964), aparece un cuarto elemento (además de la cerámica, los instrumentos tallados y las conchas) como un claro "detector" de un conchal indígena. Me refiero a la presencia de ciertas acumulaciones de piedras formando pequeños círculos. Casi siempre, son varias, y en ocasiones, contiguas. ¿Qué denotaban esas acumulaciones de piedras evidentemente intencionales?.  Sabemos hoy por los relatos de  algunos viajeros  -como Rodulfo A. Philippi y otros-  que estas piedras en círculo eran las bases de sus precarias viviendas formadas por una cubierta de cueros secos de lobos marinos extendidos sobre costillas de ballena (14) o estructuras de cactus (15). Las piedras en círculo afirmaban los cueros y permitían  fijar la choza al terreno.        

                    

Fig. 1. Bases de roca típicas de las viviendas de Changos. Conchal Nº 15 (base de Cerro Moreno cerca de la aguada). En la imagen, se puede observar las  bases de piedra de unas 7 viviendas contiguas.   (Foto H. Larrain, expedición del 1º diciembre, 1964). 

Fig.  2.  Chozas  de Changos techadas con cueros de lobos marinos en Paposo junto a un pequeña aguada costera de la que se surten. Dibujo de Philippi  en su obra:  Viage al desierto de Atacama, Halle  (Sajonia),  1860.

Algunos viajeros  como el capitán  chileno Luis Pomar, en su visita del año 1885 a la zona de  Cerro Moreno,  Antofagasta,  creyeron que estos círculos marcaban la presencia de sepulturas antiguas. En su relato,  señala haber abierto no pocas de ellas sin hallar cuerpos allí sepultados  (16).

 En nuestro capítulo del blog titulado: "Cómo describió a los Changos, pescadores de la costa de Atacama, el  naturalista alemán Rodulfo Amando Philippi en 1853", del 12 /08/2016, se muestra el diseño hecho in situ por el propio naturalista Philippi, de un choza típica de Changos en la caleta de Paposo en  el año 1856. (Vea nuestra Fig. 2, más arriba). 

Muy interesantes son las referencias a la estructura o sistema constructivo de estas chozas de Changos, que nos presenta el gobernador interino de Potosí  don Pedro Vicente Cañete y Domínguez en 1787, y que aquí reproducimos:

"...El puerto de Cobija se compone de algunas cabañas de indios hechas de cueros de lobos marinos..." (pg. 83)...

"...Frézier, Folio 130 testifica de cincuenta casas, pero éstas son unas veces más y otras veces menos, porque como todos son pescadores se llevan en las canoas los cueros de  que forman sus cabañas sobre costillas de ballenas, y entonces se aminora el número..." (Nota 24 del autor, pg. 87 de nuestro texto de 1974).

 Citado en el capítulo titulado: "Noticia tercera del puerto de la Magdalena de Cobija. Se describe su situación y su comarca con algunas reflexiones importantes sobre si conviene o no fomentarlo de cuenta de la real hacienda"  (transcripción y notas de Horacio Larrain, en revista "Norte Grande", Instituto de Geografía, Pontificia Universidad Católica de Chile,  Vol. I, Nº 1, Marzo  1974, pp. 82-87).   

Tras estas referencias de apoyo, continuamos la descripción de sitios de acuerdo a nuestro Diario de Campo. 

 

Mi segunda expedición de tipo arqueológico.

Copio a continuaciòn de mi Diario  I-A pg. 4: (Nota: el lenguaje usado aquí es casi telegráfico; por eso agrego yo algunas palabras entre paréntesis para su mejor comprensión).

"23.08.1963. Quillagua, con Bernardo Tolosa.

1) zona de petroglifos (a unos) 10 km. antes el pueblo. Grandes trozos de rocas desprendidos...(Presentan)  dibujos (hechos)  por incisiones: llamas, hombres ( + 2 dibujos aquí). Trajimos (en la camioneta) dos piedras grandes y 3 chicas (con dibujos  inscritos). Allí (?) hubo  (tal vez)  corrales de llamas, por (observarse presencia de abundante) guano bajo (la) arena.

2) Cementerio de pescadores  junto a sembrados (al) lado del camino.  Se trajo (al museo)  dos momias: una de adulto, envuelta con piel de pájaros (con plumas visibles), atada con correones de cuero (de lobo de mar ?, de auquénidos?).

3) Cementerio (de la) cumbre. Recogimos algunos cráneos deformados (16) y restos de tejidos. Abrimos una tumba de tres adultos y un niño: éste tenía palomitas de maíz (17), piedras (para  un juego?), una calabaza rota, pirograbada, faja, ojotas. Se sacó de  (la) misma tumba trozos de arco y dos cordeles de arco". (Diario I-A: 1963: 4)

 Mi tercera expedición arqueológica.


"4.11.1963Quebrada detrás del Hipódromo (18). (Se recogió) algunos instrumentos de piedra. Junto a grandes rocas, un esqueleto: aparecieron trozos del cráneo destruido, muy deshecho, y sin ofrendas ni tejidos. Guardé (para nuestro museo) trozos del cráneo" (Diario H.Larrain I-A; pg. 5). 


Mi cuarta expedición arqueológica.

"22.11.1963 (A la) entrada de  la quebrada de La Chimba. Junto al cerrito en parte norte de la quebrada. (Se observa) señales de habitat: (con) conchas, lascas, algunas puntas (de proyectil) rotas, y cerámica  (culinaria (19). Algunos instrumentos de piedra (piedra con material colorante rojo (20). Hacia la quebrada y muy cerca, (hay)  tumbas excavadas (antes). Entremedio, algunas puntas  y cerámica. A la derecha ( en sitios removidos  por ripio), trozos de un cántaro".    (Diario H. Larrain I-A, pg. 5).  

Siguientes  expediciones arqueológicas hasta el fin del año 1963.

Entre el 22 de noviembre de 1963 y el 29 de diciembre del mismo año, realicé otras tres expediciones, cuya fecha exacta no consigné en mi Diario. Ignoro el motivo. Anoto a continuación el detalle de hallazgos que llamaron nuestra atención: 

"Conchal Nº 4. Promontorios (ubicados a) 2-3 km al Norte de la caleta de La Chimba, (desde) unos 50 m hasta 300 metros de la playa. (Hallazgo de) puntas (de flechas); una grande de 7 cm (de longitud), instrumentos líticos ( tal vez  raspadores o raederas?),   percutores, pesa de red (21), muchas piedras redondas, pequeñas, sin escotaduras (¿pesas de red también?), cerámica en poca cantidad". (22). (Diario H. Larrain I-A: pg. 6).  

"Conchal Nº 5.  Alto de playa Juan López, hacia el sur de dicha playa, encima del  acantilado (se observa) un conchal recubierto enteramente de guano (de pájaros marinos). (Observé)  hoyos de viviendas, y algo de cerámica. (22)...Ninguna punta (de proyectil). (Conchal) muy tapado por guano superficial (hasta dos cm). Debe haber tumbas aquí   (23 )"  (Diario H. Larrain, 1963, I-A: pg. 7). 

Conchal Nº 6.  Caleta el Cobre  (24). En cementerio gentil ya violado, recogí algo de puntas de proyectil). (Lugar) interesante para recorrerlo de nuevo y buscar tumbas" (23). (Diario H. Larrain 1963, I-A: pg. 7).

Fig. 3.   Plano de los diferentes conchales arqueológicos estudiados en nuestro trabajo del año 1966 en las cercanías de la ciudad de Antofagasta (pg. 87). 

                        

Fig. 4.  Una balsa de cueros de lobos marinos tripulada por dos remeros en Caleta El Cobre. Dibujo de R. Amando Philippi en el año 1853.

Notas.

(1)  "Camanchacas" fueron tempranamente denominados por los Cronistas los grupos de pescadores-recolectores marinos asentados en ciertos oasis de la costa desértica. Su relación íntima con la presencia del fenómeno climático de la camanchaca costera o niebla es obvia,  tanto desde el punto de vista lingüístico como geográfico. Está probado que el término camanchaca ciertamente no posee un origen quechua y tampoco aimara y, muy probablemente, fue una voz tomada de la lengua puquina, lengua que fuera hablada desde Ilo, en el litoral sur peruano hasta  al menos hasta la desembocadura del río Loa  en el norte de Chile. Cabe preguntarse: quién denominó a quién: ¿fue  la presencia de la espesa  niebla costera la que determinó la denominación "camanchacas" a sus habitantes habituales?. Es probable. En todo caso, el afán "quechuista" de algunos, de atribuir todos los topónimos del Norte a la lengua quechua, como lo suele hacer el cronista Garcilaso de la Vega,  relacionando el verbo quechua kamana (cuidar, proteger) con  el sustantivo chaka (puente) nos conduciría en todo caso al término "chakakamayoc" o "cuidador o encargado  del puente", lo que nos resulta a todas luces absurdo de acuerdo al criterio de "plausibilidad semántica" que se debe aplicar en estos casos según el erudito lingüista peruano Rodolfo Cerrón Palomino.  (Sobre los indígenas puquinas y los rastros de su presencia en el Norte de  Chile, véase el siguiente capítulo de nuestro Blog: "Apuntes sobre los puquinas: un deconocido pueblo indígena habitante del extremo sur peruano y norte de Chile (Regiones de Arica y Tarapacá)", editado el 29/03/2019).

(2)  La excelente vivienda de dos pisos, capaz de albergar unas 7-8 personas, y sólidamente construída con madera de pino oregón, fue la única construcción que sobrevivió al colapso de la fundición de Huanchaca que explotara allí, entre los años 1888 y 1902, el mineral de plata que se traía por tierra desde los cerros de Pulacayo en Bolivia.  El establecimiento llegó a contar con cerca de mil operarios en su momento de auge.

(3)  Los Tenebriónidos son una familia de insectos de la familia de los coleópteros, ápteros (sin alas),  de caparazón quitinosa muy dura, que  viven de preferencia en ambiente secos. 

(4)   Luis Peña Guzmán  (1921-1975) fue un reconocido entomólogo chileno,  autodidacta,  especialista en la familia de los  Tenebrionidae que llegó a formar la más rica colección de insectos de Chile, hoy en el Museo Peabody de Chicago. Se le considera el mayor especialista en este rubro después del naturalista francés don Claudio Gay Mouret (1800-1873).

(5) Entre ellos, el pintor Waldo Valenzuela Valderrama, los historiadores don Oscar Bermúdez  y José María Casassas y los físicos  Carlos Espinosa y Ricardo Zuleta.

(6)   Gracias al jeep de la Universidad, pude llegar a explorar hasta lugares más alejados de la ciudad como Caleta Errázuriz, isla Santa María y la aguada de cerro Moreno en mis andanzas por la costa.        

(7)   En mi visita al Museo Regional de la ciudad de  Antofagasta efectuada en el año 2015, tuve la grata sorpresa de volver a revisar, después de tantos años, el antiguo catálogo de las colecciones de los años 1963-1965 pudiendo reconocer con emoción entre sus entradas, mi propia letra, y la de Bernardo Tolosa, Cristina Mardorf,  Guacolda Boisset y Emilia Salas.

(8)   Los referidos trabajos son: 

a) Larrain, H., "Contribución al estudio de una tipología de la cerámica encontrada en conchales de Antofagasta",   Anales de la Universidad del Norte (Chile)   Nº 5, 1966, 83-128.                              b)  Larrain, H, y Llagostera A. : "Objetos de oro hallados en dos tumbas del valle de Arica y su contexto",  artículo publicado en la Revista de la  Universidad del Norte, Antofagasta, vol. 3, Nº 1, octubre  1969,79-93.

(9)  "Lascas". En su gran mayoría, en esta zona costera las astillas o lascas proceden de núcleos de sílex o calcedonia que podía colectarse en las pampas  situadas detrás de la cadena de cerros costeros. Aquí, en cambio, en la zona costera de Antofagasta, nunca ví trazas  de obsidiana o cristal de roca y tampoco de basalto,  material tan abundante en el sitio del oasis de  niebla en Alto Patache, a 75 km al sur de Iquique, donde trabajé por espacio de 18 largos años (1996-2015). 

(10).  La pequeña isla Guamán situada frente a la quebrada de la Chimba queda así descrita por el geógrafo Luis Riso Patrón en su Diccionario Jeográfico de Chile "De 400 m de largo en el sentido de NW a SE i siete metros de altura, roqueña, pórfido-arcillosa, cubierta con una pequeña capa de guano blanco que ha sido explotado desde muchos años atrás, i un poco de sal común. No tiene vestigios de plantas ni de insectos i se encuentra en la parte E de la bahía Moreno; abriga por el W la caleta de La Chimba..." (1924: 371.

(11)   Esta cañería de agua potable suministraba riego por aspersión a una extensa zona donde la CORFO por entonces hacía valiosas experiencias de plantaciones de vid y otras especies. En mi tiempo, el encargado de dichas chacras productivas era el químico alemán Heinrich Froelich quien entre los años 1928 y 1962 se había desempeñado con gran éxito como experto agrícola en el sitio de Canchones (Pampa del Tamarugal en Tarapacá) donde plantó viñas, plantas forrajeras y frutales. (Sobre Heinrich Froelich y su notable desempeño en el Tamarugal véanse varios de nuestros capítulos en este mismo Blog; buscar bajo las etiquetas  "Canchones", o "Heinrich Froelich"). 

(12)  Por la palabra "lascas" entienden los arqueólogos  los fragmentos de piedra o astillas (de sílice, calcedonia, andesita, basalto o análogos) que saltan en el proceso de elaboración por desbaste de un "instrumento" en piedra, sea éste un raspador, una raedera,  una punta de proyectil o un  punzón, herramientas típicas utilizadas por los antiguos pescadores de la costa en sus faenas de pesca. A este proceso, los arqueólogos denominan  "lasqueado".  

(13) Los mexicanos llaman "concheros" a estos sitios; en inglés shell mounds, en alemán Muschelhügel y en francés: Amas de coquillages.

(14)   En tiempos pasados, las ballenas  solían varar en estas playas del Norte de Chile con bastante frecuencia. Hoy día es un fenómeno sumamente raro, debido a la enorme cacería de que han sido objeto por parte de flotas especializadas de barcos pesqueros (chinos o japoneses) en aguas internacionales, frente  a nuestras costas. En mis excursiones de los años 1963-65 por esa costa,  topé en dos ocasiones con costillas de ballenas semi-enterradas y en una ocasión,   harneando con cuidado el lugar, hallé diminutas cuentas de collar, de hueso, en número de unas 20. Posiblemente, eran los restos de una antigua vivienda de changos.

(15)  Ante la total ausencia de árboles o arbustos en su habitat costero, el indígena debió utilizar aquí, además de las costillas de ballena,  los troncos secos de los grandes cactus del género Eulychnia spp., único material firme disponible en la zona para armar y sostener sus pobres viviendas.  Estos, al romperse o quebrarse, les seguían sirviendo de valioso material para sus fogatas  alimentadas por los huiros o algas marinas.

(16)  A nuestro naciente Museo de Antofagasta, en aquellos años, interesaba mucho mostrar los diferentes tipos de cráneos deformados en uso entre las poblaciones aborígenes del Norte de Chile.  Los científicos distinguían entonces tres tipos de deformación craneana: a) anular, b)  tabular erecta y c) tabular oblicua. Entre las poblaciones de pescadores, la deformación era bastante rara;  fue muchísimo más frecuente entre las poblaciones agrícolas atacameñas del interior.  Quillagua era un lugar agreste situado a orillas del río Loa y constituía un atractivo oasis en pleno desierto, con abundancia de  agua y bosquetes de algarrobos. Fue en tiempos precolombinos un lugar obligado de paso y descanso entre el interior y la costa del Pacífico. La referencia citada de mi Diario del año 1963  constituye una muy probable evidencia del tránsito de indígenas  atacameños por el lugar, de regreso a sus pueblos o, tal vez, allí radicados para practicar la agricultura in situ. (Cf. la obra de Pomar, Luis,  1887, "Esploracion hidrográfica entre la Rada de Antofagasta i la desembocadura del río Loa", Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile, Año XII, 3-63).


(17)  Es el llamado "popcorn" de los norteamericanos que se obtiene de una variedad  especial del maiz, el maiz reventador o maiz palomero. Esta variedad se denomina científicamente Zea mayz everta.  En esa ocasión -lo recuerdo aún hoy perfectamente- hallamos en la tumba una vasija llena de estas "palomitas" que lucían tan frescas como si fueran del día, tanto así que yo me animé a degustarlas: ¡eran totalmente insípidas, pero aún comibles!.                                                                                                                                (18) El edificio del antiguo Hipódromo marcaba, en esos años, prácticamente el  extremo norte de la extensión de la  ciudad de Antofagasta. Hasta aquí llegaban por entonces los autobuses del recorrido urbano. Desde aquí, avanzaba yo a pie hacia el Norte, hacia la costa o hacia los cerros vecinos, internándome a veces por las vecinas quebradas  de Los Pimpineles,  Guanaco o La  Chimba en busca de sitios arqueológicos o de posibles lugares de presencia de insectos (Coleópteros).

(19)  Cuando en mi relato me refiero a la "cerámica", se entiende  que se trata solamente de fragmentos de vasijas culinarias comunes, toscas  y no decoradas.

(20)  Los pescadores costeros utilizaban con mucha frecuencia  tierras de color rojo para teñir sus embarcaciones, redes de pesca, chopes de mariscar, anzuelos y otros objetos de su uso frecuente. ¿Qué significaría ese color rojo para ellos?. Algunos han opinado que el color rojo atraía mejor a los peces que cazaban. Hemos observado que  la tierra de color rojo la solían conservar en vasijas especiales en las tumbas. A veces, la empleaban como base de una sepultación. ¿Sería, a nuestro juicio, que dicho materia prima constituía para ellos  una suerte de  "amuleto"  protector?.  Parecería que su empleo tan frecuente tuvo que ver con algún tipo de ritual protector. En mis observaciones en la costa de Antofagasta de esos años, apunté en mi Diario con bastante frecuencia el hallazgo de piedras lisas donde  se ha molido estas tierras rojas o amarillo-rojizas. Alguna que otra vez, hallé también piedras lisas untadas de tierra color azul, lo que es muchísimo más raro.

Iván Leibowickz en su artículo titulado: "El color de la tierra.  Pensamientos sobre la predilección de  los Inkas por el color rojo" (https://doi.org/10.4000/bifea.12705), nos aporta gran cantidad de referencias de cronistas tempranos sobre el uso del color rojo en sus templos,  viviendas,  vestimenta y objetos de uso personal. Entre estas citas, destaca la del cronista Antonio de la  Calancha quien  señala al efecto: "el bermellón, que ellos llaman llimpi, y era muy preciado para diversas supersticiones" (Calancha, 1982  (1638): 155).

 Leibowickz en este mismo artículo comenta a continuación: "De acuerdo con Mario Ramos (2004) esta práctica la de cubrir los difuntos con pigmentos rojizos (ya sea hematita o cinabrio) tiene profundas raíces en el mundo andino. Dicho autor lo adjudica a que el particular color rojo del cinabrio, similar al de la sangre, llamó la atención de numerosos pueblos americanos (Ramos, 2004). Janusek (2005)  relaciona el uso de arenisca roja para construir importantes monumentos en Khonko, Wankane y Tiwanaku con la sangre, como líquido esencial que proporciona y significa vida para humanos y camélidos en el altiplano. De esta manera, las rocas proporcionaban vida espiritual a las construcciones e íconos de las que formaban parte (Janusek, 2005 :174).

Por otra parte, hemos hallado en Quillagua alguna vez vasijas repletas de este polvillo rojizo  muy finamente molido. ¿Sería, tal vez, apto para ser usado también en cualquier momento para la confección in situ de sus utensilios de cerámica?. ¿Era, tal vez, el mismo material útil para ambos fines, como pintura y como elemento para la confección de cerámica?.  Sabemos que en la costa norte de Chile también se elaboró cerámica, aunque de bastante menor calidad que en los poblados del interior atacameño. En tal caso, podríamos imaginar que la guardarían celosamente en forma de polvo fino, como materia prima lista para ser preparada con agua para la elaboración de gredas. Al agregarle agua, la masa adquiere una notable plásticidad que permite su inmediata transformación en objetos que luego son sometidos a la quema, adquiriendo formas sólidas, duraderas y sobre todo,  impermeables.   

Queda, sin embargo, a nuestro modo de ver, todavía mucha incertidumbre y misterio en relación al empleo de los colorantes rojos por parte de nuestros indígenas Changos o Camanchacas. Y estas reflexiones sólo aportan un débil atisbo de lo que pudo haber significado para ellos tanto el untarse la cara y el cuerpo, como el teñir totalmente  de rojo  sus pertenencias  más caras.

(21)  "Pesa de red". El nombre exacto es "peso de red". Este artefacto de pesca, se asemeja a un cigarro puro en su forma, posee escotaduras muy notorias en ambos extremos donde se amarraba una cuerda a la red para fijarla en el fondo. Alaborado generalmente en piedra andesita color pizarra (gris),  se le halla con frecuencia en los antiguos conchales o tumbas. Tamaño aproximado:  7-9 cm.

                           

Fig. 5.  Dibujo en nuestro Diario de Campo Nº 49 de  dos "pesos de red" hallados por nosotros ocultos bajo piedras en un campamento de pescadores en plena pampa del Tamarugal en el año 1995. Ver detalles en el capítulo de mi blog: "Instrumental de antiguos pescadores costeros en la Pampa del Tamarugal: descripción de su habitat en diciembre  de 1995", editado el 31 de enero del 2015.

(22)  "Cerámica". La colecta y análisis de los trozos de cerámica hallada en los conchales fue una verdadera obsesión mía en esos primeros balbuceos de mi actividad arqueológica. Y, de hecho, llegué a redactar un artículo sobre el tema el que aparecería en  la revista "Anales  de la Universidad del Norte", Nº 5, 1966, con el título de: "Contribución al estudio de un tipología de la cerámica encontrada en conchales de la Provincia de Antofagasta". (Cf. Nota Nº 8). Allí describí prolijamente y analicé las diferentes formas de ceramios hallados por mí en los 19 conchales estudiados en la zona próxima y al norte de la ciudad de  Antofagasta  (Ver Figs. 2 y 3).

(23)  "Tumbas". Hallar tumbas intactas y poder describir en detalle  su ubicación y ajuar,  era también una preocupación muy propia  de los museólogos de esos tiempos. Pero esta obsesión no era -como  vienen afirmando algunos hoy con no poca liviandad- fruto de un "colonialismo" trasnochado, sino para obtener la mayor cantidad de  información científica sobre los modos de vida de las antiguas poblaciones costeras y para darlos a conocer a la población. 

(24)   Corta visita efectuada con el padre  Alfonso Salas  Valdés S.J. No conocía yo todavía, en esos años, la obra del  sabio  naturalista  Rodulfo A. Philippi "Viage al desierto de Atacama" donde hace explícita referencia a los  balseros changos de esta caleta en su visita del año 1853. (Vea nuestra Figura  4, más arriba).

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    

 


viernes, 16 de agosto de 2024

Un antiguo testimonio de la fiesta de la Virgen del Carmen en el pueblo de La Tirana en el año 1906. Comparando el ayer y el hoy.

 Introducción.

He recibido hace pocos días de mi amigo museólogo Branko Marinov Martinic, desde la República Argentina donde reside, copia de un viejo artículo publicado en la revista Zig-Zag en el año 1906. Con valiosas fotografías de la época  (de hace 118 años), el texto nos ha parecido de gran interés no solo desde un punto de vista propiamente histórico o antropológico, sino también para poder apreciar lo que en su época significaba la fiesta de la Virgen del Carmen entre la poblaciones cercanas a la Tirana en el Tamarugal. Su texto tiene ciertamente relevancia para el folklorólogo, pero también para el historiador, el sociólogo, el teólogo y en forma especial, para la comunidad católica de Tarapacá hoy en día. 

El texto que aquí reproducimos in extenso, con las antiguas fotografías tomadas en su momento, está redactado con el sistema ortográfico que regía en su época, el  que seguía la normativa propia  de la gramática de don Andrés Bello (1).

Fig.1.   Copia del breve artículo aparecido en la revista Zig-zag de Santiago de Chile en el año 1906.


Reproducción del texto del artículo  (las Notas son nuestras). 

 "La Tirana es un caserío situado en un oásis de la Pampa del Tamarugal, a dieciséis kilómetros al oriente de Pozo Almonte (2). En la medianía del siglo pasado llegó a tener relativa importancia porque allí se beneficiaban los ricos metales cuyos relaves de buena lei se han aprovechado ahora con buenos resultados (3).

Con el impulso dado al salitre (4), principió a decaer y hoi tiene apenas unos cincuenta habitantes (5) que se dedican a la crianza de cabras y al cultivo de unos canchones de las cercanías (6) que producen excelentes melones.

En este punto  es donde la imaginación popular (7) dio forma al culto a  la Virjen del Carmen, que es la Patrona (8) , devoción que ha ido en aumento favorecido por inopinados milagros y el empeño del Iltmo. obispo señor Carter, vicario de la provincia (9).  Este digno prelado ha tenido especial interés en rodear el Santuario que se le ha erigido a la divina imajen (10),  de cierta majestuosa novedad para estimular la fe. Todos los años acude personalmente con un séquito de sacerdotes, y ha hecho colocar, de kilómetro en kilómetro, desde Pozo Almonte, una serie de cruces de  fierro, de  cuatro metros de altura, que señalan el camino por la árida pampa, y parece darles aliento para soportar las  fatigas de la recia travesía. Con el incentivo de la fe y la carencia de distracciones que hai en la zona del salitre, la concurrencia sigue aumentando cada vez.

La fiesta se celebra el 16 de julio (11) y pone en movimiento a los centros salitreros, particularmente a los bolivianos, que son lo que acuden en mayor número. También van muchos comerciantes con diferentes negocios (12), y no pocos empleados y administradores (13) con sus familias. Lo que más atrae a los curiosos son las cuadrillas de morenos (14), incansables para sus bailes estravagantes; y entre los objetos místicos que se exhiben, las famosas cintas multicolores con la medida (15)  de la Virjen, que tienen mucha demanda. La empresa de ferrocarriles salitreros pone esos días trenes especiales para el transporte de los asistentes (16). Las instantáneas que presentamos, han sido tomadas durante las últimas fiestas,  que atrajeron una concurrencia de más de 5.000 almas (17)".(Revista Zig-zag, Santiago de Chile, año II- N° 79 - Agosto 19 de 1906;  las Notas son nuestras).    

 

Ampliación de las  fotografías que acompañan el texto  (1906).

Fig. 2.   Fotografía de la imagen en ese año (1906).  Al pie se puede leer:  "Virgen de la Tirana, ruega por nosotros". Probablemente, se trata de una estampa de la época, que podían adquirir los peregrinos.

Fig. 3. La multitud de peregrinos, entrando al templo.


Fig. 4. Los peregrinos en la estación de ferrocarril esperando la llegada del tren.


Fig. 5. La multitud en la zona de la explanada del templo a la caída de la tarde.

Fig. 6.  La imagen actual de la Virgen del Carmen en su santuario de La Tirana. (tomada de Internet). 


Fig. 7.  Frontis de la iglesia de la Tirana tal cual luce hoy. (imagen tomada de Internet).


Fig. 8.  Abigarrada multitud de peregrinos  en la explanada  frente al Santuario  de la Tirana. (foto reciente tomada de Internet).


Notas nuestras al texto.

(1)  La "ortografia chilena" fue ideada por el lingüista y jurisconsulto  venezolano don Andrés Bello López  (Caracas, 1781 - Santiago de Chile, 1865) quien es considerado por sus obras como el primer "Tratadista de Derecho Internacional" en lengua castellana. Junto con el escritor colombiano Juan García del Río, publicó en la revista "Biblioteca Americana" en el año 1823  un trabajo editado en español en Londres con el título: "Indicaciones sobre la conveniencia de simplificar y uniformar la ortografía  en América". Su objetivo era crear una correspondencia real entre fonemas y grafemas, simplificando así -se pensaba-  la ortografía  decimonónica.   Su propuesta fue incorporada en varios países de América del Sur y en Chile, su uso  perduró  hasta aproximadamente el año l927. A su audaz propuesta, que hoy nos parece tan insólita,  finalmente se impuso la reglamentación indicada por la Real Academia Española  (RAE).

(2)   La localidad de Pozo Almonte situada a unos 1.000 m de altitud en plena pampa,  recibe su nombre de un antiguo pozo salitrero cuyo dueño fuera don Manuel Garrocho de Almonte. Este nombre aparece por vez primera en el famoso plano de Tarapacá publicado por el químico británico William Bollaert en 1851.

(3)  Por "relaves mineros", se entiende la existencia de sólidos finamente molidos, producto de la lixiviación, y que en su momento son descartados en las operaciones mineras por su escaso contenido en metal. Debido a  su tratamiento mediante el empleo de grandes cantidades de  ácido sulfúrico, estos relaves están fuertemente contaminados. Se calcula que hoy día existen en el país unos 764 depósitos inactivos  de relaves mineros, encerrados en tranques o embalses de dudosa resistencia (Cfr. SERNAGEOMIN, 2022). Tales concentraciones de material peligroso, en las cercanías de poblaciones humanas y en un país altamente propenso a los terremotos y avenidas como el nuestro, constituyen un peligro real a futuro. Peligro real derivado de la acción de posibles sismos, o de períodos muy lluviosos. Viajando desde Rancagua al mineral de El Teniente (VI Región), explotado hasta el día de hoy, es posible ver,  a la orilla del camino, no menos de cinco o seis embalses, escalonados en descenso, que contienen millones de toneladas de relaves altamente tóxicos. Con el objeto de ir eliminándolos poco a poco, se estudia hoy formas concretas de extracción y re-aprovechamiento técnico de tales depósitos cercanos a centros poblados. (CFr. Comisión Chilena del Cobre, Ministerio de Minería, Gobierno de Chile, "Monitoreo del estado de los relaves mineros en Chile", DEPP 29/ 2022).

(4)   Por esas fechas (hacia 1908-1910), existían en el Norte de Chile (entre Tarapacá y Antofagasta) alrededor de 118 Oficinas salitreras, que ocupaban unos 46.500 operarios. Fue éste el momento de su máximo auge.  En ese tiempo,  sus dueños eran, en su gran mayoría,  alemanes, ingleses, eslavos o italianos. Es bien sabido que el descubrimiento en Alemania del salitre sintético hacia el año  1913, por obra de  Fritz Haber y Carl Bosch, acarreó la decadencia casi inmediata de la explotación del salitre chileno, acentuada por el inicio de la Primera Guerra Mundial (julio 1914). Las últimas Oficinas salitreras de Tarapacá terminan por cerrar, como "Humberstone" en 1958,  y "Santa Laura", en 1969.  Por fin,  la Oficina "Victoria" será la última en clausurar  definitivamente en la provincia de Tarapacá,  en el año 1979. Las dos Oficinas "Humberstone" y "Santa Laura", próximas a Iquique, fueron declaradas por la UNESCO "patrimonio de la Humanidad" en el año 2005 y hoy son administradas por la "Corporación Museo del Salitre". Esta declaración oficial y su actual protección en su calidad de museos vivos, evitó su fatal desmantelamiento, como ocurriera por desgracia con todas las  demás Oficinas, incluyendo la Oficina Victoria. 

(5)  En el pueblo de La Tirana viven hoy algo más de  800 personas, dedicadas en su mayor parte  a la atención de pequeños negocios de abarrotes, tiendas de artículos religiosos o restaurantes de paso, para atender a  los viajeros que viajan a Pica y Matilla. Salvo durante la larga semana dedicada a la fiesta de la Virgen, el pueblo es sumamente tranquilo y alberga a gran número de jubilados de la ciudad de Iquique.

(6)  La zona de los "canchones"  productores de hortalizas  rodeaba al pueblito de La Huayca, a 16,2 km al Este del pueblo de La Tirana. El sistema agrícola de los "canchones" (o "chacras sin riego" o mahamaes) consistía en labrar paños cuadrangulares de unos 20-30 m de largo por 3-5 m de ancho donde,  gracias al alto nivel freático del agua subterránea,  se podía mantener siempre húmedo el terreno. Allí se cultivaba hasta la década del 1960 alfalfa, variadas hortalizas, sandías y melones  de gran aceptación en la zona. Los "canchoneros"  vivían a su alrededor en primitivas chozas hechas con muros formados por trozos recortados de "caliche".  Anualmente, los hortelanos se veían forzados a profundizar el canchón, extrayendo la porción superficial ya salinizada, y echándola a sus costados.  Este era el único cuidado que requerían los cultivos, pues la elevada humedad freática se encargaba del "riego" de las plantas.  Las gigantescas plantaciones de tamarugos (Prosopis tamarugo) realizadas en amplios sectores de la pampa para su reforestación por obra de la CORFO entre los años 1965 y 1975,  trajeron como consecuencia no deseada el rápido descenso de las capas freáticas de agua subterránea.  Nosotros mismos, en junio del año 1963, de visita en La Huayca, pudimos constatar la existencia de un pozo familiar de agua dulce, junto a una vivienda, cuyo espejo de agua apenas distaba unos 40-50 cm del suelo. Hoy día, allí mismo,  hay que excavar no menos de 12 a 15 metros para alcanzar el nivel freático. Las napas superficiales se han ido secando. Por esta razón, los canchones fueron siendo paulatinamente abandonados hacia fines de  la década del 1960 y, lamentablemente,  para siempre. Todavía hoy, en las inmediaciones del pueblito de La Huayca, es posible ver sus restos secos,  abandonados y cubiertos de chañares.  Uno de los trabajos científicos más antiguos y bien documentados sobre este tipo de canchones y su origen, véase en Brüggen, Juan,  1920, "El agua subterránea en el Norte de Chile",  Anales de la Universidad de Chile,  tomo 146,  319-340.

(7)   No fue tanto la "imaginación popular" -como aquí señala  el autor-  sino más bien la presencia de una antigua capilla en la zona, cuyas ruinas son visibles hasta hoy en la zona,  dedicada a la Virgen, lo que gatilló el atractivo original para establecer un centro de peregrinación. Los orígenes históricos de esta iglesia primitiva no son aún del todo claros. Haría falta realizar labores arqueológicas en su actual ruina, para esclarecer bien sus orígenes. Sabemos que la zona de la Tirana, rica en bosques de tamarugos y algarrobos, fue un temprano lugar de laboreo de la plata procedente del mineral de Huantajaya. El sistema de los buitrones fue aplicado aquí para la refinación de la plata.  Este exigía, primariamente, la quema de mucha leña. Agua abundante a poca profundidad y presencia de leña en abundancia, fueron los dos requisitos básicos que determinaron la elección del sitio. Los testimonios elocuentes  tanto  de  John Blake como de William Bollaert (cf. infra) son una prueba al canto.  Sabemos que la patrona de la iglesia del mineral de Huantajaya era la Virgen del Carmen (Vea Figs 6 y 7). La capilla más antigua en el sitio de La Tirana, por lo que se sabe, no habría estado originalmente dedicada a la Virgen del Carmen sino, probablemente, a la Virgen de la Candelaria de  Copacabana  o a Santa Rosa de Lima. Habrían sido muy probablemente los antiguos mineros de Huantajaya quienes piadosamente trasladaron su imagen y su culto desde el mineral a La Tirana, cuando la iglesia de madera del mineral -al igual que su población- fuera totalmente desmantelada a comienzos de  la década del 1890. (Vea Figs. 8 y 10). A la sazón, el antiguo mineral de plata de Huantajaya, intensamente explotado durante todo el período colonial, se encontraba ya casi desierto.  Numerosos socavones y piques profundos son hoy día el único testigo y vestigio de su antigua riqueza.  Por esas fechas, el mineral ya era considerado como  prácticamente agotado. 

Por tal motivo, Darwin, en su visita a la zona de  Iquique y la salitrera "La Noria" en el mes de julio  del año  1835, consideró innecesario visitarlo por cuanto ya en esa época se encontraba casi deshabitado.  No pocos -cuando no la mayoría- de los operarios de Huantajaya eran de origen aimara y provenían de las quebradas y/o del cercano altiplano boliviano portando consigo sus tradiciones y ritos y, entre ellos, sus bailes.  El origen histórico de algunas de la cofradías  más antiguas de bailes  que acuden a La Tirana hoy día, se habría de buscar seguramente en Bolivia (Oruro)  y sus minerales.  

El fenómeno religioso que se observa en la fiesta de la Virgen del Carmen en la localidad de La Tirana  es de tal naturaleza  ha llegado que ha llegado a crear, de facto, una suerte de "imaginario colectivo",  en expresión de su  autor y difusor, el filósofo y sociólogo francés Edgar Morin   (1921-...?) 

Fig. 9.   El pueblo de Huantajaya y su iglesia  (foto ca. 1880?).

Fig. 10.  Fachada de la iglesia del mineral de Huantajaya  hacia 1885 (?), construida íntegramente de madera. Damas de luto riguroso con sus amplios vestidos hasta el suelo.  Tal vez así vestidas para asistir a un funeral.



Fig. 11.  Vista de la calle principal de Huantajaya con vista a la iglesia (al fondo). Todas las construcciones son de madera donde se empleó profusamente el pino oregón o pino de Douglas (Pseudotsuga menziesii) traido como lastre en los barcos desde los Estados Unidos. Fechada el 21-07/1889.


Fig. 12.  Otra vista de la calle principal del pueblo minero de Huantajaya en el mineral del mismo nombre. ¿Década del 1880?. (Tomada de Internet).


(8)  Ya hemos indicado más arriba que la veneración a la imagen de la Virgen del Carmen habría pasado -según sospechamos- del mineral de Huantajaya a La Tirana, siendo los indígenas y/o mestizos oriundos del altiplano boliviano  y de las quebradas tarapaqueñas los portadores y transmisores de esta veneración, manifestada inequívocamente  en sus cofradías de  bailes, sus ritmos, su atuendo y el uso de  máscaras y aerófonos. El sociólogo Juan van Kessel, uno de los estudiosos más serios de los Bailes Religiosos del Norte Grande  de Chile,  cree descubrir en esta devoción mariana,  un atisbo o supervivencia del culto a la Pachamama  o Madre Tierra. O, si se prefiere, una transposición de su ancestral veneración a Pachamama a la Virgen María, imagen propia de la religión cristiana de los conquistadores. En uno de sus trabajos, señala al efecto: 

"El dogma mariano tuvo una buena acogida entre los aymaras cuando los misioneros españoles lo introdujeron en estas regiones. Sus características más homogéneas con el mito de la Pachamama, resultaron más acentuadas  en  la nueva religión popular (de indios mestizos) y dieron finalmente origen a la típica devoción mariana de los grandes santuarios populares del Norte Grande de Chile"   Cf. Van Kessel, 1975: "Supervivencias prehispánicas en un verso religioso popular en el Norte de Chile", Revista "Norte Grande", Instituto de Geografía, Pontificia Universidad Católic de Chile, Tomo I, Nº 3,  427-436, especialmente el párrafo "Pachamama-María" en pg. 431). 

Hacia mediados del siglo XIX, no tenemos aún noticia segura de la existencia de un culto a la Virgen María en alguna capilla o iglesia en el sitio de La Tirana.  William Bollaert,  el ensayista de metales del mineral de Huantajaya, en su notable descripción de la provincia de Tarapacá fechada en 1860, trae noticias muy interesantes de tipo histórico, arqueológico y etnográfico de toda la provincia de Tarapacá  que recorriera  palmo a palmo para cumplir con un encargo específico del entonces intendente de Tarapacá,  don Ramón Castilla y Marquesado (1797-1867). En el trabajo citado, se incluye dibujos notables de su acompañante inglés, el dibujante George Smith, figurando también, además de Huantajaya con su iglesia y cementerio, la imponente iglesia de Matilla. Existe, sin embargo,  en esta amena y detallada descripción una única y valiosa referencia a "Tirana". Se trata en efecto de un excelente dibujo de George Smith que muestra claramente la forma  de explotación de la plata mediante el sistema de buitrones cuyo laboreo en La Tirana es dibujado en forma esmerada. El dibujo muestra, en efecto,  hasta los más mínimos detalles de la instalación en un sitio bien amurallado, un pozo de donde sacan agua en grandes tinajas de greda y los buitrones. Bollaert,  en cambio, nos relata  minuciosamente otra  festividad religiosa, la de Nuestra Señora de la Candelaria (2 de febrero), celebrada en el pueblo de Macaya por sus habitantes aimaras. Bollaert residió en Tarapacá en dos ocasiones: primero, entre 1925 y  1931  y,  años más tarde, entre 1854 y 1859. De haber existido en ese período de  tiempo algún importante centro de peregrinación en La Tirana, ciertamente éste no habría escapado a los ojos del agudo observador Bollaert y de su dibujante G. Smith. (Cfr. nuestra traducción y transcripción de la Descripción de Bollaert publicada en  la revista de geografía  "Norte Grande", Instituto de Geografía de la Universidad Católica de Chile,  Vol. I,  Nº 3-4  pàg.  459-478; vide en especial  p.  477  y figuras).

El Diccionario  Jeográfico de Chile de don Luis Riso Patrón (1924) en su entrada sobre  "La Tirana", se refiere únicamente a la antigua explotación del mineral de plata de Huantajaya en el lugar. Nada nos dice sobre la fiesta y el centro de peregrinación. ¿Por qué?... En cambio, bajo el término "Andacollo" hace especial referencia a la celebración de la Virgen en su santuario en los siguientes términos:  "....tiene una hermosa iglesia parroquial en la que se venera una imajen de la virgen del Rosario, en cuyo honor se celebra una festividad el 26 de diciembre de cada año, a la que acuden, desde largas distancias en romería, multitud de devotos a presentarle ofrendas valiosas en oro, plata y joyas..."  (1924: 31).  No deja de ser extraña esta omisión dada la importancia del Santuario en su tiempo.

(9). El vicario apostólico don Guillermo Juan Carter Gallo (1842-1906)  estuvo a cargo del Vicariato de Tarapacá entre los años 1895 y 1906. Según creemos, muere ese mismo año.  La erección de este Vicariato, desmembrándolo de la arquidiócesis de Arequipa (Perú), tuvo lugar a partir del año 1880,  como consecuencia de la guerra del Pacífico entre Chile y Perú. 

(10)  El epíteto de "divina" es aquí un lapsus involuntario del periodista. Para los católicos, la Virgen María  merece particular respeto y afecto, por su calidad de madre de Dios, pero nunca adoración. Porque la adoración solo se tributa a la divinidad. "Veneración" es el término correcto que se aplica  al piadoso recurso de los fieles a María en todas sus necesidades. 

(11)  La fiesta de la Virgen de Copacabana se celebra el día 5 de agosto. Su culto, iniciado hacia 1583, es uno de los más antiguos en América. Su origen es magistralmente descrito por Fray Antonio de la  Calancha (1584-1654), monje agustino residente en Potosí. La celebración de la Virgen del Carmen, en cambio, se celebra el día el 15 de Julio.

(12)  Ese día de la fiesta, multitud de comerciantes de todos los rubros  imaginables, se dan cita en  los alrededores del santuario para hacer su propio negocio. Desde una variada oferta de alimentos y bebidas, hasta toda clase de objetos religiosos, imágenes, estampas,  rosarios o medallas de la Virgen. 

(13)   En efecto, no pocos administradores de las Oficinas salitreras de Tarapacá se hacían presentes, con sus familias, en esa gran fiesta mariana.  La fiesta acogía -igual que hoy día- a pobres y ricos por igual. Pero son por lo general los obreros y sus familiares  los que hacen las "mandas" por las que se comprometen  a bailar por algunos años, en honor a la Virgen, en alguna de las muchas cofradías o "bailes" religiosos. Estas "mandas"  -que son de facto aceptadas (o toleradas) por la Iglesia jerárquica- conforman la promesa o el compromiso de la persona de participar activamente en un determinado baile en el Santuario, a cambio de la obtención de la salud de algún familiar querido. Viene a ser una forma de expresión concreta del "do ut des"  ("yo doy, para que tú  me des"),  forma  de reciprocidad  o de acuerdo tácito y personal  que establece el fiel cristiano con la divinidad a cambio de un determinado favor solicitado. El Catecismo de la Iglesia Católica en su párrafo 2101, establece la forma de hacer tales compromisos por devoción y/o amor a la Virgen. El "do ut des" ha sido una forma tradicional de actuar en muchas religiones frente a la divinidad omnipotente, para lograr de ella determinados favores.

 En los Santuarios católicos en diversos países de América del Sur son hoy muy frecuentes las "mandas". En Chile se puede observar las "mandas" o promesas, algunas de las cuales involucran  ciertas formas de sacrificio corporal de los penitentes, particularmente en  los Santuarios de Las Peñas (Arica), La Tirana (Tarapacá), Andacollo (Coquimbo), Lo  Vásquez (camino a Valparaíso) y  San Sebastián (Yumbel, Bío-bío). Una de estas formas concretas de "manda" o sacrificio,  es, precisamente, el compromiso de bailar como "promesante" en una cofradía  y por cierto período de tiempo  en honor a la Virgen en su Santuario.

(14)  Los bailes denominados como "Morenos" son, al parecer, los más antiguos. Están éstos conformados solo por familiares; son pequeños pero de larga tradición.  La denominación de "morenos", parecería, a primera vista,  aludir a su posible origen colonial: los esclavos negros traidos del Africa durante todo el período de la Colonia. Sin embargo, se sabe que en Tarapacá estaban constituidos mayoritariamente por familias de obreros de las Salitreras y sus descendientes hasta el día de hoy.  Según lo declarado por un caporal consultado al efecto, este baile buscaría representar "la defensa que hicieron los animales del sepulcro de Jesús". 

(15)  Se hace aquí referencia a una "medida" de la Virgen presente en las cintas multicolores...¿Se trataría aquí, tal vez,  de alguna insignia o imagen representativa de la Virgen del Carmen  impresa en las cintas de antaño?.  Tal vez... No nos queda claro el sentido exacto de esta expresión. En todo caso, es evidente que se señalaba así un cierto objeto representativo de la imagen, que sus devotos procuraban adquirir antes de abandonar el Santuario, como perenne recuerdo de su visita.  Sobre las características físicas propias de la actual imagen de la Virgen en su santuario de La Tirana, síntesis de su historia, su atuendo  y su custodia actual, véase el documento: "Equipo gestión (2019), Notas básicas de la imagen de la Virgen y su  custodia", Museo de la vivencia religiosa del Norte Grande, Versión PDF, La Tirana, Iquique, (www.museovivenciareligiosa.cl).

La veneración a la Virgen del Carmen en América tiene una venerable antigüedad. La Orden religiosa de los Carmelitas que trae consigo la imagen, llega a América  en el año 1585, siendo la orden dominicana (los "dominicos") los primeros en llegar hacia el año 1526 a México en tiempos de Hernán Cortés. La Orden del Carmelo fue fundada  por el religioso y ermitaño inglés San Simón Stock en el año 1215  y fue aprobada por el Papa Honorio III en el año  1226. Su nombre deriva del  Monte Carmelo, elevación de unos 550 m que se alza en el distrito de Haifa, con vista al mar Mediterráneo, hoy en Israel. Su nombre deriva del árabe (Krm-El) )  y significa  "viñedos de Él (Dios)".  La tradición dice que un grupo de ermitaños (¿tal vez monjes-cruzados participantes de la primera Cruzada?), habría fundado en este monte la Orden religiosa de los Carmelitas. En dicho monte se construyó tempranamente un monasterio donde se veneraba la imagen de María bajo la advocación de El Carmelo. Siglos más tarde, en  el año 1562,  Santa Teresa de Avila y San Juan de la Cruz reformarán la antigua Orden, estableciendo, con autorizacion del Papa Gregorio XII, la Orden de los (y las) Carmelitas Descalzos con una nueva Constitución y Reglamento.

En las famosas cuevas de este mismo Monte Carmelo, se descubrieron en el año 1932 restos óseos de individuos Neandertales y se estableció allí el hallazgo de  actividades humanas primitivas datadas en 600.000 años.

 (16)  El tramo del ferrocarril salitrero que conectaba la localidad de  Pozo Almonte con la estación de Pintados debió ser desactivado a mediados de  la década del  1970 cuando todas las oficinas salitreras más cercanas empezaron a clausurar en forma definitiva.   

(17)  Las cifras recientes de asistentes a la  fiesta en La Tirana, entre curiosos y fieles peregrinos, ascienden a más de 250.000 (año 2024).  Se establecen allí, con días de anticipación para lograr la mejor ubicación, en los alrededores del Santuario, infinidad de carpas de todos los colores y formas. Carabineros de Chile destaca un grupo especial  de vigilancia, para evitar robos y  desmanes y controlar la venta de licor. Hoy día ya no hay acceso por ferrocarril, como en los tiempos del salitre, pero las vías son expeditas y, para los peregrinos caminantes  -que son muchos-,  hay rutas laterales especiales, bien definidas y marcadas,  desde el empalme con la ruta Panamericana Sur hasta el Santuario mismo. Es tal el hacinamiento de peregrinos que quieren observar de cerca los fantasiosos pasos de baile de las diferentes cofradías en la gran explanada frente al Santuario, que la acción furtiva de ladrones resulta allí casi inevitable. Tal nos ocurrió a nosotros  en nuestra visita  en el año  1992. Sin darme yo casi cuenta, un ladrón perforó con un cuchillo la mochila que yo portaba al hombro, robándome así algunas pertenencias. Fue cosa de un segundo, apretujados como estábamos de gente por todos lados. Durante el obispado del pastor de Iquique Monseñor Juan Barros Madrid (2000-2004), el templo fue completamente refaccionado  y ampliado, con hermosas  escenas pictóricas de la leyenda de la Tirana del Tamarugal, imponentes puertas ornamentales de madera hermosamente  esculpidas  y otros complementos artísticos. Mérito indiscutido de este digno prelado chileno a nuestro juicio injustamente vilipendiado en tiempos recientes.       

El 26 de julio del año 1971, La Tirana fue declarada "Monumento Nacional en la categoría típica". En septiembre del año 2015 se inauguró el "Museo de la vivencia  del Norte Grande", ubicado en el subsuelo del Templo.

Algunas voces críticas.

 Hemos escuchado algunas voces que reclaman contra lo que denominan "intromisión indebida de la iglesia" en el desarrollo de la actividad folklórica de las cofradías de bailes religiosos en el Santuario,  cuya espontaneidad y performance, a su juicio, debería ser respetada. Al parecer, olvidan estos críticos que se trata aquí de un recinto propio de la iglesia y de  que estos bailes, desde su origen mismo,  no son solo "folklóricos" (es decir productos genuinos del "pueblo" o folk), sino también y  esencialmente, religiosos. Son bailes, es cierto, pero también son oración, súplica y cariñosa conversación con la Virgen, su patrona. Y en tanto constituyen una expresión religiosa en un Santuario católico, pueden y deben ser normados por la autoridad eclesiástica, sin perjuicio de mantener siempre abiertos canales de comunicación con sus caporales,  quienes son los encargados de velar por la pureza de sus bailes y el debido  respeto a su tradición histórica. 

Trabajos recientes.

En  el año 2004 el arqueólogo piqueño Lautaro Núñez Atencio publicó  la obra: La Tirana del Tamarugal", Ediciones Universitarias, Antofagasta,  y en 2023 otra, con el título de:  "La Tirana desde sus orígenes a la actualidad", Ediciones del desierto, Antofagasta. El autor,  reconocido historiador y  arqueólogo  nortino,  analiza  en detalle  la leyenda respectiva del historiador peruano peruano  Rómulo Cúneo Vidal (1856-1931)  y la sitúa en el contexto de sus propios descubrimientos arqueológicos realizados en la zona, que demuestran una antiquísima red de huellas que unen el altiplano boliviano de Lipes con la pampa y la costa del Pacífico. Acoge allí como una posibilidad el argumento aportado por la antropóloga Verónica Cereceda de la existencia de una posible "waka"  o ermita indígena en la misma  zona de La Tirana actual, de la que  halla atisbos en relatos y leyendas recogidas por la autora entre indígenas chipayas del altiplano boliviano. "Waka" que habría sido el antecedente histórico de una posible (¿o probable?) ermita o capilla cristiana erigida en su lugar, en la época de la extirpación de las idolatrías  en el territorio peruano (especialmente entre los años 1615 y 1621). En los sitios de antigua presencia de tales huacas (waka), los cristianos  solían erigir cruces, ermitas o capillas a modo de reparación.   Somos de opinión de que se hace necesario -a falta de testimonios históricos fehacientes- realizar profundos estudios lingüísticos comparativos en nuestra zona, para detectar si existen (o no) huellas de topónimos chipayas o uros en nuestra región del Tamarugal. Tal tarea incumbe a avezados lingüistas, conocedores de las lenguas quechua, aimara y  chipaya (y/o puquina), por lo menos. Por desgracia, aún no los tenemos en el Norte Grande.

Comentario final.

  A nuestro entender, -salvo meliori iuditio-  la referencia folklórica aportada por  la antropóloga Verónica Cereceda  y  recogida por Lautaro Núñez, nos parece demasiado débil como argumento y necesitaría -entre otras cosas- del complemento de un examen exhaustivo de la arqueología y la toponimia del área en cuestión, tal como lo hemos sugerido. Es bien conocido el hecho de que jóvenes chipayas y uros del Titicaca y Poopó solían bajar a trabajar temporalmente en las quebradas de Tarapacá.  Pero de aquí a erigir una waka de veneración chipaya en el lugar, hay mucho trecho.

Nosotros mismos entrevistamos, en febrero del año 1998, a  un joven chipaya  que laboraba  en una parcela de alfalfa  junto al pueblo de  Chiapa. Ahora bien, si llegó a establecerse una "waka" (o santuario) chipaya en esta zona, precursora de alguna  primitiva capilla o ermita católica en el lugar, debería haber dejado, tal vez,  algún rastro reconocible en la toponimia local.    

Véase también nuestro capítulo editado en este mismo Blog el día 11 de enero de 2013, titulado:  "Un testigo de la explotación de plata en el Mineral de Huantajaya en 1843: testimonio del ensayista de metales John Blake".  Blake, siendo el mismo un "ensayista de metales", nos describe, con gran detalle el proceso de  obtención de la plata en el lugar llamado "Tirana", -aspecto que a él le interesa- pero no hace la menor  referencia, lamentablemente, a las características físicas del lugar mismo y, menos aún, a su uso ritual. La visita de Blake  se verifica probablemente entre los años 1841-1843. (Véase nuestra traducción  y análisis del citado capítulo en nuestro blog del  11 de enero del año 2013). 

Nota. Agradecemos el inapreciable apoyo técnico de la señorita Teresa Ugarte Silva en la incorporación de las imágenes del texto original de 1906.