jueves, 24 de diciembre de 2009

Cómo se cazaba el guanaco en tiempos prehispánicos. Argumentos tomados del oasis de niebla de Alto Patache

Foto 22. Ladera descendente que ostenta miles de huellas del guanaco. Aún hoy se sostienen aquí, semivivas, algunas plantas de Ephedra breana en los sectores altos, reliquias de la antigua vegetación que otrora pobló esta comarca y permitió el acceso de manadas de guanacos. Esta zona de laderas se puebla de miles ejemplares de Nolana jaffueli, y Leucoryne appendiculata, formando verdaderas praderas naturales que sobreviven por espacio de 2-3 meses, cuando eventualmente llueve en esta área. Fue el espectáculo grandioso que tuvimos el privilegio de ver en los meses de Septiembre a Noviembre del año 1997, por efecto de lluvias acaecidas in situ entre los dìas 18 y 20 de Agosto. (Foto H. Larrain, agosto 2007).

Fig. 21. Vista desde acantilado del oasis de niebla de Alto Patache hacia el Sur. Se observa infinidad de senderos de guanacos que descienden por la ladera. Se les puede seguir la pista hasta los 200 m. de altitud snm. Por aquí descendió el guanaco a pastar en años de alto desarrollo vegetacional, fruto de lluvias eventuales provocadas por el Fenómeno de "El Niño", tal como ocurrió en 1986 y 1997. El guanaco, según algunos testigos, baja eventualmente hasta el litoral, donde lame la sal acumulada en algunas pocitas, entre las rocas marinas. Nunca ha sido observado, sin embargo, en nuestra zona costera en tiempos recientes. Al fondo, la silueta característica de Pabellón de Pica, lugar donde los antiguos guatacondinos y piqueños venían a surtirse del guano fósil de aves marinas existente en sus yacimientos o covaderas para abonar sus cultivos agrícolas (Foto H. Larrain, Agosto 2007).

Fig. 20. Verdadera malla de senderos en descenso, que rodean las ladera en el sector Este del Oasis de niebla de Alto Patache. Vista desde los 850 m de altitud.(Foto H. Larrain 10/01/2010).

Fig. 19. Antiguo sendero de guanacos, ya fuertemente erosionado por lluvias eventuales. Sospechamos que el último período de uso intenso habría sido en la década 1930-1940, cuando hubo el último período húmedo, de mayores precipitaciones en la zona, (Foto H. Larrain, 10/01/2010).

Foto 17. Antiguo sendero de guanacos profundamente marcado en la superficie de la ladera. la huella sólo mide aproximadamente unos 22 a 25 cm de ancho. Nunca más. Frecuentamente se entrecruzan, en ángulos suaves, bordeando las laderas de los cerros (Foto H. Larrain 10/01/2010).

Foto 16. Oasis de niebla de Alto Patache. Mirada desde los 850 m de altitud hacia el NE. (Foto H. Larrain, 10/01/2010).

Fig. 15. Sector Este del oasis de niebla de Alto Patache. Mirada hacia el Sur, desde los 850 m de altitud (Foto H. Larrain, 10/01/2010).

Fig. 14. Entrecruzamiento enmarañado de antiguos senderos de guanacos. Laderas Este del Oasis de Niebla de Alto Patache; toma hecha desde los 850 m de altitud hacia NE. Asombra, en medijo de la sequedad del àrea, el grado de conservación de estas huellas. (Foto H. Larrain, 10/01/2010).

Fig. 13. Bello ejemplar de Eulychnia iquiquensis en plena floración, en las alturas de Alto Patache. La parte baja del grueso tronco de este espécimen ha sido comida antiguamente por los guanacos. La enorme cicatriz allí dejada, lo revela. Cuando escaseaba el alimento, el guanaco echó mano de las cactáceas, para obtener líquido y alimento. Pero la casi total desaparición de los antiguos montes de Eulychnia en la zona norte de Chile, al Norte del río Loa, se ha de atribuir, más bien, además del evidente cambio climático de las recientes décadas, de origen antrópico, al uso intensivo de la madera de cactus como combustible por parte de los pescadores costeros, cuando éstos se encontraban aislados de los centros poblados. Esto ocurrió en la zona sur de Iquique (de Chanavaya a Chipana) entre los años 1900-1960, antes de la existencia de la ruta costera, hoy día intensamente traficada. (Foto H. Larrain, diciembre 2002).

Fig. 12. Típicos cuchillos, confeccionados en basalto o en sílex . Cuchillos y raspadores eran instrumentos esenciales para cortar y desprender la carne de los huesos del animal recién faenado. (Foto M. Navarro, Julio 2004).

Fig. 11. El antiguo cazador-recolector seguramente comió los gloquídeos (brotes) de esta especie (Cumulopuntia sphaerica), desprendiendo o quemando previamente sus molestas espinas, para obtener su líquido. (Foto H. Larrain, Septiembre 2009).

Fig. 10. Puntas de proyectil confeccionadas en sílex blanco, semi transparente. Son muy bien trabajadas, pedunculadas y poseen aletas. Este proyectil debió ser, a lo que sospechamos, el preferido para la caza del guanaco para provocar su desangramiento y muerte. (Foto M. Navarro, julio 2004).

Fig. 9. Gráfico que muestra la proporcionalidad de los diferentes artefactos líticos hallados en el seno del oasis de niebla de Alto Patache, Si sumamos el % de puntas de proyectil (18%), puntas de lanza (8%), cuchillos (17%), raspadores (10%), artefactos todos íntimamente relacionados con la caza del guanaco en el lugar, llegamos a un 53% de todo el instrumental hallado. Si agregamos el 14% propio de las puntas de arpón halladas, alcanzamos un 67% de artefactos, directamente relacionados con la caza animal (terrestre y marina). Curiosamente, el % de elementos que dice relación con la preparación de otros tipos de alimento (caso de los percutores), es aquí bajísimo: sólo el 7%. Contrariamente, según hemos observado en el sitio residencial BP-1, en la terraza marina, este sitio ostenta un altísimo porcentaje de artefactos destinados a la molienda (metates o piedras de moler, manos). Lo que prueba a las claras que arriba, en el sitio destinado a la caza y faenamiento, casi no se practicó la molienda. (de mariscos, algas, semillas, frutos, bulbos, rizomas o tallos). Por la misma razón, en el sector alto y en el taller lítico, la cerámica es muy escasa.

Fig. 8. Parapeto o atalaya de caza. Cima de uno de los tantos cordones elevados que rodean el Oasis por el Este. Lugar de acceso obligado para el guanaco, viniendo del Este (Salar Grande). (Foto H. Larrain, Septiembre 2005).
Fig. 7. Planicie arenosa o meseta alta, a los 775 m de altitud, que hemos denominado "pampa del taller lítico". Aquí se halló, en una superficie superior a los 5.000 m2, varios lugares donde se fabricó numerosos artefactos líticos in situ, en basalto, sílex y cristal de roca, quedando abandonados sobre el terreno miles de lascas o esquirlas, de todos los tamaños. Aquí mismo, quedó la evidencia del alimento consumido in situ: conchas de lapas, locos y apretadores (chitones), junto a innumerables huesos fragmentados de guanaco, no pocos con señas de quema. Este fue el lugar principal de elaboración de instrumental lítico necesario para la caza y faenamiento in situ del animal cazado. (Foto H. Larrain, Mayo 2005).

Fig. 6. Círculo pequeño de piedras, ajenas al lugar, indudablemente llevadas ex professo para confeccionar un sencillo fogón. Aquí hallamos abundante ceniza, huesos calcinados y restos de conchas. (Foto H. Larrain, Febrero 2004).

Fig. 5. Bosteadero localizado en una pequeña planicie, en el sector extremo sur del Oasis de niebla. Los restos muy desmenuzados de las fecas, revelan su antigüedad. A lo que creemos, fue la década 1930-1940 el último período húmedo en que llegaron hasta aquí las tropillas de guanacos, desapareciendo más tarde, salvo muy esporádicas visitas. (Foto H. Larrain, Junio 2002).

Fig. 4. Bosteadero o defecadero de guanaco. En el área del oasis, hemos hallado cerca de 30 bosteaderos, de distintos tamaños. Aún se puede observar sus fecas redondas. El guanaco, al igual que la vicuña y la llama, usa siempre el mismo lugar para defecar y sigue invariablemente los mismos senderos. Lo que bien sabía el cazador avezado de antaño . (Foto H. Larrain, Junio 2002).

Fig. 3. Restos de un parapeto o atalaya de caza. Conjunto de piedras traídas al lugar para ocultarse allí y espiar el paso del guanaco. De estos parapetos, hay por lo menos seis o siete en la zona de Alto Patache. Se localizan en los cordones más altos, de muy buena visibilidad. allí donde se les encuentra hoy, confluyen generalmente varios senderos de guanacos. En dos de ellos han sido halladas micro lascas, que revelan la actividad de preparación de sus flechas in situ. Imaginemos a los cazadores agazapados aquí, arco en mano, ocultos bajo un cuero de guanaco o lobo marino, oteando pacientemente y por horas, el horizonte. (Foto L. Pérez, Marzo 2001).

Fig. 2. Guanaco escapando del hombre. Foto tomada en abril del año 2009, hacia los 3.200- 3.400 m de altitud, en medio del tolar, camino a Colchane. Aquí pudimos observar, al lado del camino, una tropilla de cuatro guanacos. Este lugar es hoy el habitat normal de este camélido, el que ya no baja a la costa, como antaño. Las últimas referencias a avistamientos de guanacos en el sector costero de Alto Chipana, datan del año 1998. Durante los 13 años de nuestra intensa actividad en Alto Patache, jamás hemos visto el guanaco en el contorno de este oasis. (W. Sielfeld, com. pers. 2006; Foto H. Larrain, abril 2009). Todos los defecaderos o bosteaderos conocidos en el lugar, son muy antiguos, a juzgar por el estado de desmenuzamiento de las fecas. Todos presentan el mismo grado de abandono. Muy probablemente se remonten a la década 1930-1940, que fue el período cercano más húmedo, en términos de precipitaciones registradas en esta zona, durante el siglo XX.




Fig. 1. Lomajes interiores del oasis de niebla de Alto Patache. Se observa gran cantidad de antiguos senderos o huellas de guanacos, ya inactivos. A medida que nos alejamos de la costa, el número de senderos va disminuyendo significativamente hasta confluir en dos o tres senderos, que se internan hacia el Salar Grande.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Presencia de guanacos en el litoral norte chileno: trazas de su actividad in situ

Fig. 4. La espesa niebla sube lentamente el acantilado costero hasta alcanzar la altura de los 750-780 m para sobrepasar los cerros y avanzar tierra adentro, rumbo al Este. Es la "zona de humedad" o camanchaca, donde se desarrolla aún hoy la escasa vegetación que otrora, mucho màs vigorosa que hoy, alimentó a las manadas de guanacos que recorrían incansablemente los oasis costaneros. Aún hoy, se puede observar los senderos de guanacos que avanzan hacia el norte y hacia el sur, en procura de otros oasis.

Fig. 3. Ejemplares de gran tamaño de los arbustos perennes Frankenia chilensis y Nolana intonsa, que viven hoy en el seno del oasis, con el apoyo de pequeños atrapanieblas. Tal como el lagarto hoy ( al medio de la foto), el guanaco acudió aquí a comer sus flores, frutos y brotes tiernos.

Fig. 2. Área de abastecimiento de agua, en tiempos prehispánicos hacia los 750 mk de altitud, en plleno acantilado. La roca vertical destilaba y aún hoy destila abundante agua, en momentos de condensación de la niebla. Aquí debió, sin duda, llegar el guanaco a lamer los líquenes pletóricos de humedad, los que todavía hoy tapizan la roca hasta humedecer el subsuelo.

Fig. 1. Laderas de cerros que miran al mar en el oasis de niebla de Alto Patache. Miles de senderos de guanacos se entrecruzan, en la zona donde la vegetación eventual, producto del "Fenómeno de el Niño", surge potente cada 7-10 años. Aquí venía a pastar antiguamente el guanaco. El actual. desecamiento climático ha ahuyentado definitivamente a este camélido de la zonas costera, relegándolo a la zona de los 3.000- 4-000 m. de altitud, en los contrafuertes andinos.

Nuestro primer contacto con las trazas del guanaco.

Desde nuestra primera visita al Oasis de Niebla de Alto Patache en diciembre de 1996, a unos 65 km al Sur de Iquique, la idea de investigar la antigua presencia del guanaco (Lama guanicoe L) en esta área surgió potente y avasalladora. Habiendo llegado originalmente con el objetivo de descubrir el universo entomológico allí presente, por consejo de nuestro amigo biólogo Walter Sielfeld de la Universidad Arturo Prat, pronto nos dimos cuenta que había otros temas de investigación, tanto o más atrayentes. La presencia de abundante camanchaca o neblina costera en el área y las posibilidades captarla y el hallazgo inmediato de piezas líticas, reveladoras de faenas de caza animal por parte de los habitantes prehistóricos, nos llevó rápidamente a interesarnos por estudiar la antigua presencia y actividad humana de caza en ese sector alto.

Avistamiento de guanacos en Cerro Moreno (Antofagasta), en agosto del año 1964.

Nuestra experiencia previa en los altos de Cerro Moreno (Antofagasta) donde habíamos avistado (agosto del año 1964) varios ejemplares del guanaco en la zona de cactáceas y líquenes "barbas de viejo", a los 900 m de altitud, nos sugería una valiosa pista de investigación. Allí, en Cerro Moreno, nos habíamos ya acostumbrado a distinguir los senderos antiguos, dejados por el guanaco, sus defecaderos y sus revolcaderos. Y en una de nuestras ascensiones, habíamos hallado varias puntas de proyectil hechas en sílex, justamente muy cerca o junto a tales senderos. Era evidente que el antiguo habitante de la costa de Antofagasta, el antecesor de los changos históricos, habìa solido encaramarse a lo alto persiguiendo el guanaco, para aprovechar su carne y así diversificar su dieta alimenticia con proteínas animales.

Las primeras pistas de la existencia de guanacos en Alto Patache.

Por eso, al visitar por primera vez el Oasis de Niebla de Alto Patache y al hallar las primeras pistas claras de la presencia de guanacos, quedamos gratamente sorprendidos. Los rastros dejados por estos camélidos no nos eran desconocidos; más bien, nos eran muy familiares. Pronto comprendimos que guanacos, camanchaca mojadora y flora local constituían una valiosa unidad de estudio. Y por espacio de varios años, nos hemos dedicado a reunir antecedentes in situ sobre la cacería de guanacos por parte del pescador-recolector marino, convertido ahora en avezado cazador terrestre. Nuestro Diario de Campo ha ido sumando numerosas experiencias y observaciones, muchas de las cuales queremos recoger aquì en beneficio de nuestros lectores, sobre todo de los jóvenes que de alguna manera se interesan por un enfoque nuevo en la arqueología: la eco-antropología.

Revolcaderos e instrumentos líticos: prueba de la caza del guanaco in situ.

Así, cuando subimos en vehículo hasta la parte alta del oasis, no tardamos en tropezar con un típico revolcadero, depresión característica de aproximadamente 1.5 m de ruedo, perfectamente circular, usada por el guanaco para revolcarse y librarse de sus parásitos. Casi en seguida, descubrimos numerosas lascas de sílex dispersas, de variados colores, y tres o cuatro instrumentos tallados que reconocimos como cuchillos hechos en sílex. A muy corta distancia del revolcadero, pasaba un sendero bien delineado, que se perdía hacia el norte y hacia el sur. Esa experiencia en un lugar no visitado antes por arqueólogos, nos dejó fascinados. En visitas posteriores, junto a la colecta obligada de especímenes entomológicos, màxime de tenebriónidos que muy pronto aprendimos a buscar bajo el follaje casi seco de Nolanas, Ephedras o Lycium, fuimos afinando los ojos en busca de pistas que nos ayudaran a desentrañar el misterio de estos guanacos y su presencia en el lugar.

Doce años de observaciones de terreno.

En estos doce años de constante subida al lugar (1996-2009), hemos reunido gran cantidad de observaciones, datos y objetos arqueológicos demostrativos de la caza animal. Todo, sin excepción, apunta a una antigua presencia y caza del guanaco por parte de los habitantes prehistóricos de la costa. Si, además, realmente llegó a existir aquí el ciervo de cola blanca (Odocoileus virginianus Zimmermann) o, aún eventualmente, el huemul o taruka (Hyppocamelus bisulcus Molina), hoy habitante sólo de las zonas altas de la cordillera, sobre los 3.700 m. de altitud, habría constituído un poderoso argumento adicional para los cazadores costeros para acceder a los cerros altos de la costa, ayudados por sus perros.

Las referencias históricas del siglo XIX.

La presencia de manadas pequeñas de guanacos en los cerros altos de la costa del extremo norte chileno, fue un hecho bien conocido de los antiguos. Tenemos referencias concretas del viajero francés Alcide D´Orbigny, Julian Mellet, Rodulfo A. Philippi, entre otros. Este último señala en su obra Viage al Desierto de Atacama (Halle, 1860):

[Trepa el morro hasta unos 650 m de altitud e indica]: "En esta altura se muestra alguna vegetación [de la que señala unas 8 especies]" y agrega: "Me admiré mucho de encontrar aquí rastros y estiércol de guanacos. ¿Hay acaso más vegetación en los meses de invierno?. El naturalista Philippi trepa este morro en Enero del año 1854, subiendo por el costado norte, desde Mejillones.(Philippi: 1860: 34).

En el año 1876 , muy poco antes del inicio de la Guerra del Pacífico, el capitán chileno Ramón Vidal Gormaz al recalar en Morro Moreno, comenta:

"Al presente los guanacos (lama guanaco) son escasos y el llama sólo se halla en las cercanìas de Conchi, región situada a unas 36 leguas de la costa y sobre el paralelo 22º 05´; sobre el Morro Moreno y otros puntos litorales se suelen ver algunos guanacos. El león [puma] es muy raro, pero se le ha visto en el Paposo descender hasta la playa para mariscar, según los pescadores de aquel puerto..." (1876: 89).

La observación de Vidal Gormaz es muy valiosa y certera pues apunta a destacar no solo la presencia de agua en la costa, sino también de otros recursos para la vida humana. En efecto reconoce la aguada de cerro Moreno, al nivel del mar, y se surte de esta fuente para su tripulación, la misma que había sido mostrada siglos antes, por los habitantes changos, al corsario Francis Drake en el año 1577, según su propio relato.

Trabajos científicos de zoólogos.

Ya en pleno siglo XX, el investigador Guillermo Mann, reconocido zoólogo, nos da datos muy exactos sobre la presencia de pequeñas colonias de guanacos en los cerros de la costa norte, en especial en el Morro Moreno. Su artículo: "Colonias de guanacos -Lama guanicoe - en el desierto septentrional chileno", fue publicado en 1953 en la revista Investigaciones Zoológicas Chilenas, vol.1, Nº 10.

Nuestro propio testimonio: manada de guanacos en Cerro Moreno (1964).

La presencia de guanacos en los contornos de cerro Moreno - ya advertida por Philippi-, duró hasta la década del setenta del pasado siglo (¿1975?). Fuimos testigos presenciales de una tropilla de 4 guanacos, avistada por nosotros en agosto del año 1964, hacia los 900 m. de altitud, en el sector dominado por la cactácea Eulychnia iquiquensis. (cf. H. Larrain, en su obra Etnogeografía de Chile, Instituto Geogràfico Militar, 1987: 69). El área está repleta de senderos y antiguos defecaderos, en cuyas cercanías hallamos varias puntas de proyectil hechas en sílex.

En 1985 vimos solo algunos esqueletos.

En nuestra última ascensión a Cerro Moreno (1985) encontramos tan sólo un par de esqueletos de guanaco, cubiertos enteramente de líquenes. Se dice que los aviadores de la Base Aérea de Cerro Moreno se ensañaron contra ellos, disparándoles desde el aire para probar puntería, después del golpe militar del año 1973. Lo cierto es que nadie los ha vuelto a ver in situ.

Segmento en construcción, 30/12/2009).